cuando cuerpo y rostro nos delatan

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Cuando el rostro y el cuerpo delatan ¿Que nuestro cuerpo reacciona con diferentes movimientos cuando está en una situación cómoda o incómoda? ¿La mentira, las emociones y los comportamientos humanos se producen en tres cerebros distintos? y que ¿Existe una fórmula mágica para detectar mentirosos?

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Documento sobre la comunicación no verbal

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Cuando el rostro y el cuerpo delatan

¿Que nuestro cuerpo reacciona con diferentes movimientos

cuando está en una situación cómoda o incómoda? ¿La

mentira, las emociones y los comportamientos humanos se

producen en tres cerebros distintos? y que ¿Existe una

fórmula mágica para detectar mentirosos?

Comprobemos los rumores en un viaje por la comunicación no

verbal, aquella que delata emociones, juicios, intenciones,

gestos y posturas que manifiestan nuestro carácter y estados

de ánimo, que indican aceptación o rechazo y reflejan tanto la

sinceridad como los intentos de engaño.

Cerebro, ¡ven en mi auxilio!

Estás en África, colgado de un árbol a través de una cuerda sujeta al suelo; mientras tanto, abajo, una vela quema la

soga; solo quedan pocos minutos para que reviente, caigas y un león hambriento te devore. Y ahora, ¿quién podrá salvarte?

Ese es un trabajo para el kilo y trescientos gramos más

asombroso del cuerpo humano: el cerebro, la máquina

biológica de 10 mil millones de neuronas con capacidad para

recibir y procesar 200 mil mensajes al tiempo.

El instinto de supervivencia, las

expresiones faciales, los gestos,

movimientos, reacciones

corporales, procesos de

pensamiento y comunicación

verbal se originan en el cerebro.

Es por eso que, en ocasiones,

resulta tan sencillo orquestar

engaños o imposible fingir ciertos

comportamientos.

Para dimensionarlo mejor,

iniciemos nuestro viaje, en el

centro de mando y control que

regula todo lo que nuestro cuerpo

hace: salud, bienestar, rendimiento personal, profesional o

académico, y que fue clasificado por el científico Paul Mac

Lean en tres formaciones independientes: el cerebro

límbico, reptil y el noecórtex o cognitivo.

El vigilante que nunca duerme

“¡Me quedé paralizada del susto!” confiesa una estudiante

universitaria víctima de un asalto. “Salí corriendo, porque no

quería morir”, admite un Coronel al relatar cómo huyó de sus

captores en la selva. “Político agrede a mujer periodista”,

titula un diario en su primera página.

Quedarse paralizado ante una situación de peligro, huir para

sobrevivir y, en el caso más extremo, usar la fuerza corporal

ante la amenaza son conductas automáticas, ante estímulos

externos, que activan mecanismos de defensa o gestos

apaciguadores que se manifiestan en el cuerpo: pies, torso,

brazos, manos y cara.

Sobre ellos no tenemos dominio ni control, porque pertenecen

al cerebro límbico, único responsable de nuestra

supervivencia, y desde el cual se emiten señales hacia otras

regiones cerebrales encargadas de dirigir comportamientos

conscientes o subconscientes relacionados con las emociones.

Al percibir una amenaza o peligro, el cerebro límbico

reacciona instantáneamente, y exige al cuerpo expresar

emociones o comportamientos de forma no verbal; estas son

manifestaciones verdaderas de nuestros pensamientos,

sentimientos e intenciones, porque están integradas al

sistema nervioso.

Tenemos muchas

terminaciones nerviosas en

el rostro. Por eso, tocar o

acariciar la frente, el cuello,

tocarse los labios con la

lengua o manipular un collar,

reducen la tensión arterial y

bajan el ritmo cardíaco,

porque son zonas ricas en

terminaciones nerviosas.

Quiero, necesito

Si dejas de respirar corres

riesgo de morir; después de un

esfuerzo físico como la práctica

deportiva tienes sed; y tras cierto tiempo sin comer alimentos

sientes hambre. No te preocupes, deja que esto lo resuelva

el cerebro reptiliano.

Pues él normaliza las funciones fisiológicas involuntarias de

nuestro cuerpo y es el responsable de la parte más primitiva:

reflejos y respuestas. No procesa pensamientos o emociones,

solo actúa mecánicamente cuando el organismo se lo pide.

La sede de la mentira

El hombre quería llegar más allá de la bóveda celeste;

entonces pensó y de su mente lo llevó a la realidad:

construyó naves espaciales, se preparó, y el 20 de julio de

1969, por vez primera, un hombre pisó la superficie lunar, y

todo esto, gracias al neocórtex.

El noecórtex o cerbero cognitivo es la parte consciente a nivel

físico y emocional de una persona; puede calcular, analizar,

intuir, interpretar, crear, criticar, controlar, procesar y

desarrollar pensamientos complejos; es el menos fiable y

sincero de los tres, porque con él mentimos.

Los mentirosos preparan sus discursos con ayuda del

cerebro cognitivo para saber qué decir y qué hacer,

pero, por ejemplo hacer que amplíen la información

ayuda a distinguir el engaño de la verdad.

Fábrica de emociones

Es 1972, el sicólogo, Paul Ekman viaja al último pueblo vivo

de la Edad de piedra: Papúa, en Nueva Guinea; sus registros

en video y fotografías coinciden con la idea de Charles

Darwin, de que nuestras expresiones faciales son producto

de la evolución y no determinadas por la cultura.

Y es que Darwin, tras cinco años consecutivos de viajes

alrededor del mundo e imposibilitado para comprender lo que

las personas intentaban decirle al no dominar los idiomas,

descubre que con la observación de las expresiones del rostro

puede entenderles.

Para comprobar la teoría de las emociones, el sicólogo

estadounidense se desplaza hasta aquel poblado remoto,

alejado de la civilización, cuenta historias a sus habitantes,

les muestra tres fotografías con rostros que expresan tristeza,

alegría y enfado, y luego les pide que seleccionen la que

consideran representa mejor el sentimiento de cada relato.

¿El resultado? Siete expresiones faciales básicas y universales

aceptadas científicamente: alegría, tristeza, rabia, sorpresa,

desprecio, asco y miedo. Llegamos a nuestra segunda

estación del viaje por la comunicación no verbal: la fábrica de

las emociones y el comportamiento.

En el rostro tenemos 43

músculos, 40 maneras diferentes

de moverlos, y en el cuerpo

contamos con más de 600 que se

contraen y estiran para generar

movimientos. Producimos más

de 10 mil expresiones faciales de

las cuales solo percibimos menos

de cien en una conversación.

El asombro al recibir un regalo que

tanto deseabas o la tristeza que

reflejas al no poder compartir con

tus amigos un fin de semana de diversión por estar enfermo

son emociones auténticas que se reflejan en el rostro, gracias

al sistema límbico.

Identifica las expresiones auténticas:

Asco: nariz arrugada, labio superior levantado.

Tristeza: párpados superiores caídos, mirada perdida, extremos de los labios ligeramente caídos; enfado: cejas juntas y hacia abajo, mirada penetrante, labios apretados.

Miedo: cejas elevadas juntas, párpados superiores

levantados e inferiores tensos, labios ligeramente estirados

hacia las orejas; desprecio: extremo del labio apretado y

levantado solo de un lado de la cara.

Felicidad:”patas de gallo” marcadas, mejillas arriba,

movimiento de los músculos que rodean los ojos; sorpresa:

(dura un segundo) cejas levantadas, ojos y boca bien

abiertos. Ninguna de estas emociones básicas puede ser

falsificada con la práctica, porque no las controlamos.

La sonrisa verdadera se

distingue porque en ella

intervienen dos músculos: el

zigomático mayor, que abarca

desde la comisura de los labios a

los pómulos, y el músculo

orbicular de los párpados que

rodean al ojo; en la falsa no hay

parpadeo, las comisuras de los

labios llegan solo hasta el

músculo risorio.

Pero el asunto no termina aquí. El

estudio de las expresiones faciales

ha descubierto las microexpresiones, que pasan inadvertidas

al ojo humano por varias razones: su corta duración (un

cuarto de segundo) y elementos distractores como la

conversación, movimientos del cuerpo, gestos manuales e

iluminación.

Para detectarlas sería necesario registrar en video a nuestro

interlocutor, luego reproducir una y otra vez la grabación,

cuadro a cuadro si es posible, y dominar el sistema de códigos

de acción faciales creado por Paul Ekman, y que consta de 10

mil expresiones del rostro.

Las microexpresiones son movimientos involuntarios de los

músculos de la cara, en momentos especialmente emotivos,

relacionados con una situación que pueda provocarnos

ansiedad, bien por motivos positivos o negativos.

El efecto pinocho

Es la noche del 4 de agosto de 1964, el presidente de los

Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, declara ante las cámaras

de televisión que lanchas destructoras de Vietnam del Norte

han atacado naves norteamericanas sin justificación. Así inicia

la guerra de Vietnam que causa la muerte de 4 millones de

personas.

Años después, pruebas demuestran que los vietnamitas

actuaron en defensa propia tras la provocación de las tropas

estadounidenses. El entonces Presidente, mintió.

Según el diccionario RAE, mentir es decir o manifestar con

palabras lo contrario a lo que se cree, sabe o piensa. Los

seres humanos aprendemos a mentir a temprana edad y lo

hacemos tan a menudo, para beneficio propio o común, que

nos convertimos en maestros al momento de expresar

falsedades de modo convincente.

¿Te imaginas que pasaría si cada vez que una persona dijera

una mentira la nariz se alargara como la de Pinocho?, tal vez

las cosas serían diferentes en el mundo. Pero, la realidad es

otra, y la práctica de la mentira es asunto universal, cultural,

que no diferencia razas, religiones, sexo o nacionalidades.

Mentimos para ser agradables, evitar castigos o largas

explicaciones, usamos la mentira como herramienta para la

supervivencia social, su uso constante y consecuencias en la

sociedad nos han transformado en sabuesos dependientes de

sinceridad.

Por ejemplo, en países donde los delitos y el terrorismo han

incrementado, los gobiernos forman a sus agentes policiales,

investigadores del FBI y del servicio secreto en el estudio de

la comunicación no verbal y manejo del polígrafo.

El polígrafo o

detector de

mentiras mide

cambios

fisiológicos como

aumento del ritmo

cardíaco, presión

sanguínea y

sudoración

producidos por

estrés. Solo es confiable en un 60% u 80%

dependiendo de quién lo maneje. Una persona inocente

puede pasar por culpable si incrementa el nivel de

cualquiera de sus emociones.

Pero lo cierto es que el comportamiento humano es

cambiante y aleatorio, y por lo tanto no existe una única

fórmula mágica o infalible para descubrir un engaño. Solo un

1% de la población está en capacidad de hacerlo, pero rara

vez supera el margen del 60%, ninguno acierta el 100%.

Incluso, personas inocentes han sido declaradas culpables de

delitos únicamente, porque sus comportamientos corporales

se confundieron con falsedad, cuando solo manifestaban

tensión, reacciones naturales del cerebro límbico, más no

engaño.

Expertos afirman que si es la

primera vez que se interroga

a un sospechoso y está en

juego un duro castigo como

la condena, el rostro, el

cuerpo, la voz, el discurso y

la fisiología ayudan a

detectar la mentira en el

95% de los casos.

Saber desenmascarar un engaño

no es cuestión de identificar la

falsedad, sino más bien de cómo

se observa, interroga, analiza,

interpreta y corrobora la

información no verbal que se

recopila; cuánto más veamos, mayor es la confianza en

nuestras indagaciones y percepciones al respecto de la

sinceridad de alguien. Nuestro papel debe ser neutral, no

desconfiado.

Sabías que…

Ante situaciones de malestar, el cerebro exige al cuerpo

estimular terminaciones nerviosas para liberar endorfinas,

calmantes y tranquilizadores.

En el 7% de los casos, el tono de la voz se eleva, bajo el

impulso de una perturbación emocional.

Es un mito que las personas desvían la mirada cuando

mienten; por el contrario, es cuando más contacto visual

mantienen, pues necesitan confirmar que crees las mentiras

que te dicen.

Los relatos de los mentirosos suelen ser más cortos y menos

detallados para no confundirse con los datos. Suenan como si

fueran redactados para sonar como ciertos.

Los mentirosos

montan una

historia en orden

de

acontecimientos,

pero si les pides

que la cuenten

invertida, pocas

veces lo

consiguen.

Una persona normal dice en promedio 3 mentiras por

cada diez minutos de conversación.

Los africanos del oeste utilizaban un huevo de pájaro como

detector de mentiras al juzgar a alguien; el sospechoso

sostenía el objeto entre sus manos y si se le rompía lo

declaraban culpable, pues sus señales de ansiedad lo

delataban.

Los párpados son la piel más delgada del cuerpo que ayudan

a registrar señales de alarma; parpadeamos todo el día, 15

veces por minuto.

La sonrisa y sorpresa se aprenden al nacer; asco y

tristeza: entre el primer día y tercer mes; sonrisa social:

entre el mes y medio y dos meses; miedo: entre cinco y

nueve meses.

La frente es la sede principal de los movimientos

fidedignos; el cerebro humano está programado para

percibir el más mínimo movimiento de manos y dedos,

muñecas y palmas.

Para interpretar bien el comportamiento no verbal es

necesario aprender a reconocer y descifrar los gestos

apaciguadores humanos, pues ayudan a descubrir mentiras.

Una persona estresada contiene la respiración, la hace

superficial, entrelaza los pies detrás de las patas de la silla o

aplica el efecto tortuga: encoge hombros, baja la cabeza,

limita los movimientos y se encorva.

Los movimientos de las manos complementan discursos

sinceros, pensamientos y sentimientos verdaderos. Cuando

estamos seguros y cómodos nos estiramos, de lo contrario

tendemos a ocupar menos espacio.

En situaciones de incomodidad la boca tiembla o se retuerce,

la cara se ruboriza o pierde el color; tragar saliva se hace

difícil, porque la garganta se seca a causa de la tensión; para

aclarar la garganta, se hace un movimiento de la nuez

acompañado de carraspeos.

Si la cabeza de una persona se mueve afirmando o negando

mientras habla y los movimientos son coherentes, puedes

confiar en la persona o viceversa.

Cuando decimos la verdad y no tenemos preocupaciones,

tendemos a sentirnos más cómodos que al mentir, pues

estamos preocupados de que nos descubran ya que

albergamos un conocimiento culpable.

Percibimos cuando la gente se siente cómoda con nuestra

presencia: los cuerpos se muestran más abiertamente,

exhiben sus torsos y la parte interior de los brazos y las

piernas.

Sentados en una mesa, la gente que se siente cómoda aparta

los objetos para que nadie desvíe su visión; paulatinamente,

los cuerpos se acercan para no tener que hablar tan fuerte.

En incomodidad, el uso de objetos indica que un individuo

desea distancia.

Mostramos malestar, entre otras, cuando tenemos que hablar

de cosas que preferimos guardar en secreto, esto se refleja

en un incremento del ritmo cardíaco, se eriza el vello,

sudamos y respiramos más rápido; todos estos síntomas

estimulados por el cerebro límbico.

El malestar de un cuerpo se demuestra de modo no verbal;

movemos el cuerpo para bloquear o distanciarnos, nos

recolocamos, sacudimos los pies, nos movemos nerviosos,

movemos caderas, tamborileamos con los dedos cuando

estamos asustados o considerablemente incómodos.

Bibliografía

EKMAN, Paul, en: ¿Cómo detectar mentiras? Una guía para utilizar en el trabajo, la política y la

pareja. Wolfson Leandro (trad.) 2da. edición. Paidós, noviembre de 2009. 399 p.

MCNEILL, Daniel en: El rostro. Puigrós Antoni (trad.) 1ª edición. Tusquets, diciembre de 1999.

357 p.

NAVARRO, Joe; KARLIN Marvins en: El Cuerpo habla. Grandes secretos de la comunicación no

verbal revelados por un exagente del FBI. Duato Raquel (Trad.) 1ª edición. Sirio S.A.

Cibergrafía

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