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Crítica del lenguaje, lógica y ética :n el Tractatus logico-philosophicus Raúl Meléndez Introducción El único libro de Wittgenstein que fue publicado durante su vida (los demás fueron publicados postumamente) fue el Tractatus logi- co-philosophicus. En esta obra, que apareció en 1921, el pensamiento temprano del joven Wittgenstein encontró su expresión más desa- rrollada, pulida y acabada. No obstante, la obra es sumamente oscu- ra, difícil de comprender y, desde su publicación, ha recibido numerosas y muy diferentes interpretaciones. Muchas de ellas pue- den clasificarse en dos grupos: las llamadas interpretaciones "lógi- cas" y las "interpretaciones éticas". En la segunda parte de este ensayo las contrastaremos más claramente. Por ahora, con el objeto de plantear el propósito central que se persigue en este texto, baste decir que en las primeras se otorga importancia central a las cuestio- nes lógicas y semánticas tratadas en el Tractatus, mientras que las se- gundas subrayan como lo más importante, el punto ético del libro. Nuestro propósito central es aclarar la relación entre el punto ético del libro y los principales puntos de vista sostenidos en él acerca de la relación entre lenguaje y realidad y acerca de la lógica. Más pre- cisamente, trataré de mostrar cómo Wittgenstein realiza en el Tracta- tus una crítica del lenguaje (en el sentido kantiano de 'crítica', esto es, en el sentido de trazarle límites al lenguaje), la cual le permite, a la vez, resolver cuestiones lógicas surgidas de su trabajo como discípu- lo e interlocutor de Bertrand Russell y también establecer el punto ético del libro. Este punto ético consiste en mostrar que lo ético es ine- (37

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Crítica del lenguaje, lógica y ética :n el Tractatus logico-philosophicus

Raúl Meléndez

Introducción

El único libro de Wittgenstein que fue publicado durante su vida (los demás fueron publicados postumamente) fue el Tractatus logi­co-philosophicus. En esta obra, que apareció en 1921, el pensamiento temprano del joven Wittgenstein encontró su expresión más desa­rrollada, pulida y acabada. No obstante, la obra es sumamente oscu­ra, difícil de comprender y, desde su publicación, ha recibido numerosas y muy diferentes interpretaciones. Muchas de ellas pue­den clasificarse en dos grupos: las llamadas interpretaciones "lógi­cas" y las "interpretaciones éticas". En la segunda parte de este ensayo las contrastaremos más claramente. Por ahora, con el objeto de plantear el propósito central que se persigue en este texto, baste decir que en las primeras se otorga importancia central a las cuestio­nes lógicas y semánticas tratadas en el Tractatus, mientras que las se­gundas subrayan como lo más importante, el punto ético del libro.

Nuestro propósito central es aclarar la relación entre el punto ético del libro y los principales puntos de vista sostenidos en él acerca de la relación entre lenguaje y realidad y acerca de la lógica. Más pre­cisamente, trataré de mostrar cómo Wittgenstein realiza en el Tracta­tus una crítica del lenguaje (en el sentido kantiano de 'crítica', esto es, en el sentido de trazarle límites al lenguaje), la cual le permite, a la vez, resolver cuestiones lógicas surgidas de su trabajo como discípu­lo e interlocutor de Bertrand Russell y también establecer el punto ético del libro. Este punto ético consiste en mostrar que lo ético es ine-

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fable, es decir, eque no puede expresarse en el lenguaje, cuya función esencial, como asumía entonces el joven Wittgenstein, es represen­tar figurativamente lo real. Tanto en la lógica, como en la ética se cho­caría, según él, contra los límites de lo que puede decirse con sentido en el lenguaje. Wittgenstein traza estos límites, para mostrar así, que tanto la lógica como la ética son trascendentales (TLP 6.13 y 6.421), lo cual quiere decir que ambas trascienden tales límites1. Para conden­sar en una breve formulación la relevancia tanto lógica, como ética de la crítica del lenguaje que se realiza en el Tractatus, podemos decir eque con esta crítica del lenguaje se quiere evitar que se abuse del mismo, ya sea para fundamentar la lógica o para teorizar sobre lo ético.

En las demás partes de este ensayo desarrollaremos el siguiente programa: en primer lugar, motivaremos nuestro propósito central -aclarar la relación entre crítica del lenguaje, lógica y ética en el Trac­tatus- a partir de diversas maneras del propio Wittgenstein de for­mular el punto central de esta obra (parte II); luego, contrastaremos las "interpretaciones lógicas" y las "interpretaciones éticas" del Trac­tatus (parte III); a continuación, expondremos brevemente la manera como Wittgenstein realiza una crítica del lenguaje, es decir, la mane­ra como traza los límites entre lo que se puede decir con sentido en cualquier lenguaje que represente lo real y lo que es indecible en tal lenguaje (parte IV); para ello se expondrán brevemente la concep­ción del mundo y de la realidad que presenta Wittgenstein en las pri­meras páginas del libro (IV, A), y su concepción acerca de cómo el lenguaje representa figurativamente lo real, en otras palabras, su lla­mada "teoría figurativa o pictórica de la proposición" (IV, B); des­pués, extraeremos la inefabilidad de lo ético y de la lógica, como consecuencias de la crítica del lenguaje, expuesta en la parte anterior, es decir, se tratará de aclarar por qué no se pueden expresar las condi­ciones lógicas que debe cumplir un lenguaje para representar lo real y también por equé lo ético no se puede fundamentar racionalmente, ni expresar en un lenguaje eque describa la realidad (parte V); final­mente, plantearemos, a partir de la distinción que hace Wittgenstein entre decir y mostrar, la cuestión de si lo ético, que es inexpresable en un lenguaje que represente figurativamente lo real, puede, no obs-

Aunque la lógica también puede interpretarse como trascendental en el sentido kantiano del término: ella estudia las condiciones de posibilidad para que podamos representar­nos la realidad mediante el lenguaje.

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Crítica del lenguaje, lógica y ética en el Tractatus logico-pliilosopliicus

tante, mostrarse en las acciones de una persona y en su manera de vi­vir o también a través de la literatura y, en general, del arte (parte VI).

DI punto cenital del Trocíalas

Wittgenstein emplea maneras aparentemente diferentes de aclarar el punto central de su libro y, en general, de su filosofía temprana. En el prólogo del Tractatus escribe:

Cabría acaso resumir el sentido del libro en las palabras: lo que si­quiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se p>uede hablar hay que callar. El libro quiere pues trazar un límite al pensar, o más bien, no al pensar, sino a la expresión de los pensa­mientos; porque piara trazar un límite al pensar tendríamos que po­der pensar ambos lacios de este límite (tendríamos, en suma que poder pensar lo que no resulta paensable).

Así paues, el límite sólo podrá ser trazado en el lenguaje y lo que resi­de más allá del límite será simplemente absurdo. (TLP pa. t i )

Según estas pialabras, el propósito del libro es hacer una crítica del lenguaje, en el sentido ya aclarado anteriormente. No se trata de hacer una crítica de la razón o del pensamiento, pues esto conduciría a que, al trazar límites al pensamiento, habríamos de pensar lo im­pensable y, entonces, transgrediríamos dichos límites. Sin embargo, al hacer su crítica del lenguaje Wittgenstein se vio conducido, como lo reconoce explícitamente en la última página de su libro, a tratar de decir lo indecible. En el Tractatus mismo se va más allá de los límites que en él se trazan a lo eque piuede expresarse significativamente. Por ello, las proposiciones del Tractatus son, juzgadas con los propios cri­terios de sentido que se dan en él, carentes de sentido. Y sin embargo, Wittgenstein ha tratado, a través de ellas, de transmitir a su lector-una concepción de la relación entre lenguaje y realidad, de la lógica del lenguaje y un mensaje ético. ¿Cómo pretende hacerlo? ¿Cómo habremos, para usar su bella y famosa metáfora, de subir la escalera que luego tendríamos eque arrojar? Esta es una de las muy difíciles cuestiones de interpretación con las eque tropieza quien quiera com­prender cabalmente esta obra. Pero no cae dentro de nuestros propó­sitos tratar este problema (si bien lo eque diremos en la última parte

Para las abreviaturas de las obras de Wittgenstein v las referencias bibliográficas, véase la Bibliografía impresa al final de este volumen.

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podría aportar sugerencias para abordarlo)3. Más bien pasaremos a tomar en consideración una segunda manera de Wittgenstein de for­mular el punto central, no sólo del Tractatus, sino, en general, de la fi­losofía tal como él la concebía en esta obra temprana:

El punto principal es la teoría de lo que puede ser expresado [gesagt] por medio de proposiciones -esto es, del lenguaje- (y, lo que viene a ser lo mismo, lo que puede ser pensado) y lo que no puede ser ex­presado por medio de proposiciones, sino sólo mostrado [gczeigt]; lo cual es, creo yo, el problema cardinal de la filosofía. (Carta a Russell, 19-08-1919. Citada en Monk 1990,164.)

De acuerdo con esta cita, la tarea básica de la filosofía es distin­guir entre lo eque se puede decir y lo que no se puede decir, sino sólo mostrar. Ahora bien, puesto que lo que queda dentro de los límites trazados en la crítica del lenguaje es lo que se puede decir y lo que queda más allá de ellos es lo que no se puede decir sino sólo mostrar, entonces hacer una crítica del lenguaje y establecer la distinción en­tre lo que se puede decir y lo que sólo se puede mostrar viene a ser lo mismo. Las dos citas anteriores expresan, pues, de dos maneras lige­ramente diferentes el mismo propósito, que es el propósito central de la primera obra de Wittgenstein y, en general, de su pensamiento filosófico temprano. Pero, ¿cuál podría ser la relevancia ética de esta crítica del lenguaje, de esta distinción entre decir y mostrar? Ésta se revela claramente en el siguiente pasaje de una carta de Wittgenstein a Ludwig Ficker, a quien el primero se dirigía pues era, entonces, un posible editor del Tractatus:

El sentido del libro es ético. Alguna vez quise incluir una frase en el prólogo, que de hecho no aparece en él, pero que le escribiré ahora, porque quizá será una clave del libro para ud. Fo que quise escribir entonces fue: mi obra consta de dos partes: la que se presenta aquí y todo aquello que no he escrito. Y es precisamente esta segunda parte la que es importante. Mi libro traza los límites a la esfera de lo ético desde dentro, por así decirlo; y estoy convencido de que esta es la ÚNICA manera estricta de trazar tales límites. Dicho brevemente, creo que todo aquello sobre lo cual muchos otros hoy parlotean, lo he logra­do poner firmemente en su lugar guardando silencio acerca de ello. (Carta a Ficker, citada en Janik & Toulmin 1973, 192.)

La relevancia ética de la crítica del lenguaje estriba, pues, en que a través de ella se colocan en su justo lugar tanto lo ético, como la

Este es el problema central del artículo de Carlos Cardona publicado en este libro,

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Crítica del lenguaje, lávica 1/ ética en el tractatus lo^ico-philosophicus

ciencia, de manera eque la última no usurpe la esfera de lo primero. Trazar los límites externos del lenguaje que describe hechos y esta­dos de cosas, esto es, al lenguaje empiírico de las ciencias naturales, es, al mismo tiempo, trazar los límites internos de lo ético y, en gene­ral, de todo lo que no se puede decir, sino sólo mostrar, lo cual inclu­ye también la lógica. El joven Wittgenstein escribe su pirimera obra en un espiíritu antidentificista (lo cual, como señalaremos más ade­lante, lo distingue radicalmente de los positivistas lógicos que fueron muy influidos por él). En una época de enorme confianza en la cien­cia, en la cual muchos veían una promesa de solución a todos los pro­blemas -incluidos los filosóficos y los éticos-, en una épioca en la que muy impiortantes filósofos, como Bertrand Russell y los positivistas lógicos del Círculo de Viena proponían y se esforzaban por volver a la filosofía una actividad de tipo científico, Wittgenstein busca tra­zarle límites a un cientificismo que él veía como amenazante y que piretendía tomar como propios todos los problemas humanos. El pa­saje de la carta a Ficker es uno entre muchos testimonios, que dan buenas razones para pensar eque la motivación central del pensa­miento temprano de Wittgenstein era evitar eque la ciencia usurpara ilegítimamente ámbitos -como el de lo ético, lo estético, lo religioso, lo místico- ejete no son de competencia del científico. En el prólogo del Tractatus Wittgenstein afirma eque aún en el caso de que se resol­vieran todos los asuntos científicos, los problemas vitales, piara él muy importantes (como el del sentido de la vida, el de qué hace eque valga la piena vivir, cómo debe vivir uno, ...), cincelarían aún intoca-elos. Wittgenstein escribe años después eque él nada contra la corrien­te, en el sentido de oponerse a una corriente de piensamiento cientificista eque tenía mucha fuerza en su época y eque cuando dicha corriente perdiese fuerza sería difícil comprender bien por qué había sido necesario escribir lo eque él escribía. Probablemente esto señala premonitoriamente una de las dificultades que se le pueden presen­tar al lector actual, quien vive va una época en la eque va no se tiene la misma confianza optimista en la ciencia, piara comprender el pensa­miento de Wittgenstein.

Queda esbozada, pues, en esta segunda parte, la relación entre crítica del lenguaje, kigica y ética, eque se tratará de piresentar más cla­ra y detalladamente en lo que resta. Pero antes de ello, contrastare­mos las interpretaciones "lógica" y "ética" del Tractatus piara volver más acuciosa la cuestión de aclarar dicha relación.

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Las interpretaciones "lógicas" y "éticas" del Tractatus

I ,as interpretaciones lógicas

Muchos intérpretes del Tractatus, en su mayoría pertenecientes al ámbito académico anglo-sajón (en el que Wittgenstein desarrolló buena parte de su obra) han considerado a este libro como una con­tribución original e importante a la filosofía analítica de raigambre británica, hecha por un talentoso, aunque algo excéntrico, lógico y fi­lósofo vienes; en otras palabras, la han interpretado como una conti­nuación de los esfuerzos de Bertand Russell por hacer de la filosofía una disciplina rigurosa y científica, por medio de la aplicación de las herramientas metodológicas de análisis ofrecidas por la entonces na­ciente lógica matemática o "nueva lógica". El propio Russell veía en Wittgenstein un genial discípulo suyo que habría de sucederlo en su manera de practicar la filosofía como análisis lógico:

Lo quiero y siento que él resolverá los problemas que yo ya estoy de­masiado viejo para resolver-todo tipo de problemas que suscita mi trabajo, pero que requieren de una mente fresca y del vigor de la ju­ventud. El es el hombre joven que uno espera. (Russell en una carta a Ottoline Morrell, citado en Monk 1990, 41.)

Es justamente el trabajo acerca de problemas de lógica, logicis-mo, filosofía de la lógica y filosofía del lenguaje, eque realizó Witt­genstein como discípulo de Russell en Cambridge y en estrecho contacto con él, el eque ha dado buenas razones para defender una in­terpretación "lógica" del Tractatus. En efecto, una parte considerable de este trabajo quedó recogido en esta primera obra de Wittgenstein y ocupa la gran mayoría de sus páginas. La denominada interpreta­ción "lógica" ha sido defendida por muchos comentaristas y lectores bien acreditados de Wittgenstein. Veamos algunos ejemplos, comen­zando con un pasaje de la introducción al Tractatus que escribió el propio Russell:

¿Qué relación debe haber entre un hecho (una proposición por ejemplo) y otro hecho para que el primero sea capaz de ser un sím­bolo del segundo? Esta última es una cuestión lógica y es precisa­mente aquélla de la que Wittgenstein se ocupa. Estudia las condiciones de un simbolismo correcto, es decir, un simbolismo en el cual una proposición 'signifique' algo totalmente definido. [...] Wittgenstein estudia las condiciones necesarias para un lenguaje ló­gicamente perfecto. (Russell en su "Introducción al Tractatus", TLP p. 186)

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Crítica del lenguaje, lógica ¡i ética en el Tractatus logico-vhilosovhicus O ¿ _ o t : Cj i r

Para Russell, el problema central del libro es lógico; estudiar las condiciones lógicas eque han de cumplirse para que un lenguaje per­fecto pueda representar los hechos. Wittgenstein no estuvo de acuer­do con esta interpretación, hasta el punto de que, habiendo accedido a que Russell escribiera la introducción a su libro para facilitar su pu­blicación, que estaba resultando muy difícil, luego de leerla pensó eque SLI obra no debía publicarse con tal introducción. Para Wittgens­tein, en ella se mostraba que se había malentendido completamente su propósito y en una carta a Russell, del 9 de abril de 1920, le expresó a éste su desacuerdo tanto con las críticas que él le hacía, como con la manera como él trataba de presentar y adarar sus puntos de vista. Resignado, él diría a Russell eque hiciera con su obra lo que le parecie­se mejor y, finalmente, ella apareció junto con la introducción de este último.

En el Tractatus Wittgenstein no estudia, como afirma Russell, las condiciones de un lenguaje lógicamente perfecto, sino eque, más bien, muestra que tales condiciones ha de cumplirlas ya el lenguaje ordinario, aunque en un nivel oculto, el de las proposiciones ele­mentales, que sólo podría revelarse por medio del análisis lógico. Y él estudia tales condiciones, eque son aquellas que debe satisfacer cualquier lenguaje con el que se pretenda representar lo real, para realizar una crítica del lenguaje, lo cual, a su vez, le permite, como lo mostraremos más adelante, establecer el punto ético del libro, tan importante para él.

En una interpretación mucho más reciente, de David Pears, se lee:

[...] El trabajo que luego apareció en el Tractatus no comenzó como un intento de fijar los límites del lenguaje. Ese fue un desarrollo pos­terior, que le dio al libro su forma final. El problema original estaba planteado pior la lógica. El estaba buscando una teoría del significa­do que expilicara la verdad necesaria de las fórmulas lógicas. [...] El Tractatus, como su título compílete) lo implica, es un tratado filosófico sobre lógica. Eran los fundamentos de la lógica los que presentaban el problema, pues, si bien todos sabemos cómo establecer verdades contingentes ordinarias, no es claro cómo son establecidas la fami­liares verdades necesarias en las que confiamos y nos apoyamos en nuestros argumentos cotidianos. (Pears 1987, 20-i)

Según Pears, el problema original y central del Tractatus es dar una explicación del carácter necesario que suele atribuírsele a las lla­madas "verdades de la lógica". Wittgenstein, en efecto, sostiene en

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esta obra una concepción ele las fórmulas válidas de la lógica como tautologías, la cual explicaría su carácter necesario. Las fórmulas de la lógica son vacías, petes no dicen nada acerca del mundo, no tienen un contenido Láctico o empírico. Ellas no pueden ser falsas o refuta­das porque no afirman nada, no representan ni describen ningún es­tado de cosas. Todas ellas son tan vacías de contenido láctico como la perogrullada "llueve o no llueve". Algunas tautologías pueden, sin embargo, ser útiles, en la medida en eque se puedan aplicar como re­glas de inferencia para derivar lógicamente unas proposiciones em­píricas de otras.

Esta concepción de la necesidad lógica como tautológica fue muy influyente y muy bien acogida por los empiristas lógicos, ya eque les daba la clave para ofrecer una explicación de las verdades lógicas y matemáticas eque fuese compatible con su tesis empirista básica de que todo conocimiento genuino acerca de la realidad tiene su fuente en la expienencia sensible y que, entonces, no hay un conocimiento a priori del mundo empírico. La lógica y las matemáticas, eque parece­rían, a primera vista, constituir un conocimiento a priori, sí tienen una validez a priori, pero no constituyen, en sentido estricto, debido a su carácter tautoléigico, un conocimiento.

Sin embargo, más adelante mostraremos que la cuestión de ha­cer una crítica del lenguaje, esto es, de trazar sus límites, no es, como piensa Pears, un desarrollo posterior menos importante eque la con­cepción de la necesidad lógica como tautológica, sino que es un pro­blema eque Wittgenstein ya tenía en mente, incluso antes de entrar en contacto con los trabajos en lógica de Frege y Russell y antes de ocu-piarse seriamente, él mismo, de buscar una explicación del carácter necesario de la lógica. El problema de realizar una crítica de diversos medios de representación, empleados en diversos ámbitos de la cul­tura, era crucial para muchos pensadores y artistas ele la Viena de Wittgenstein que influyeron mucho en él, tales como Kraus, Loos, Schónberg, Mauthner. La crítica del lenguaje es, como ya lo hemos señalado, central en el Tractatus y, en cierto sentido, coincide con el punto ético del libro, pues trazar los límites exteriores del lenguaje es, a la vez trazar los límites a lo ético, "desde dentro", como escribe el mismo Wittgenstein en su carta a Ficker.

Otro intérprete reciente de Wittgenstein, PM.S. Hacker, escribe:

Si bien la influencia de Schopenhauer sobre las últimas secciones del Tractatus es profunda, la correspondencia de Wittgenstein con

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Critica del lenguaje, lógica 1/ ética en el Tractatus iogico-phüosophiciis

Russell, las "Motas sobre Lógica" de 1913 y 1914 y los 3 cuadernos fi­losóficos restantes [...] muestran claramente que la fuerza conduc­tora detrás de sus investigaciones era la lógica y sus implicaciones metafísicas

[...] El movimiento de su pensamiento se dio desde consideraciones lógicas relativamente estrechas hacia cuestiones generales en se­mántica, las cuales, a su vez, condujeron a las especulaciones meta­físicas que le dieron su tono al Tractatus. (Hacker 1975, 2 y 7)

Para defender su interpretación, segém la cual la lógica era la fuerza conductora de las investigaciones filosóficas tempranas de Wittgenstein, eque culminaron en el Tractatus, Hacker se apoya en el hecho de que en los escritos eque contienen el desarrollo de las ideas que quedarían publicadas en su primera obra (y puede agregarse tranquilamente qeie en el Tractatus mismo), él trata amplia y detalla­damente cuestiones lógicas y semánticas. Pero, basta recordar que Wittgenstein escribió en su carta a Ficker eque la parte más importante de su obra era aquella eque no estaba escrita, para generar la sospecha de que la fuerza conductora de su pensamiento bien pudo haber sido otra; y ello pese al amplio espiado que ocupan las consideraciones ló­gicas en su correspondencia con Russell, en sus notas y cuadernos y en el propio Tractatus, en comparación con el muy reducido espacio eque ocupan allí sus observaciones sobre lo ético. Si el punto ético del libro es mostrar eqeie lo ético es inefable y evitar que se teorice sobre ello, muy mal habría hecho Wittgenstein en extenderse sobre el asunto. Tal punto quiso establecerlo callando sobre lo ético, (sobre lo eque otros "parlotean" (v. gr. Moore en sus Principia Etílica), diciendo, a lo sumo, eiue no se puede hablar acerca de ello.

Ahora un último, pero importante, ejemplo de interpretación lógica:

El pensamiento de W, luego de sus cuadernos de 1914-16, se divide en tres períodos. El primero es el período en el que trabajó en su Tractatus logico-plnlüsoplncus. Entonces, él estaba preocupado prima­riamente por problemas filosóficos convencionales, que miró a tra­vés de las gafas del positivismo lógico. (Lazerowitz, Morris y Alice Ambrose en: Essays ni the Unknuwn Wittgenstein, I I)

Quizá el malentendido más serio y que más deformaba el pen­samiento temprano ele Wittgenstein fue el ser considerado como un defensor del positivismo lógico o come) un precursor de dicho movi­miento intelectual. En los años 20s el Tractatus fue considerado pol­los positivistas lógicos del Círculo de Viena (entre ellos, Moritz

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Schlick, Otto Neurath , Friedrich Waismann y Rudolf Carnap) como una especie de manifiesto de su movimiento filosófico. Ellos dieron una interpiretación al libro de la cual extrajeron armas filosóficas para defender algunas de sus posiciones básicas, tales como el cientificis­mo, el rechazo de la metafísica como carente de sentido, la tesis empi­rista ele eque todo el conocimiento deriva de la experiencia sensible, la explicación de la necesidad lógica como tautológica, la idea de la filo­sofía como sintaxis lógica del lenguaje de las ciencias. El piropio Witt­genstein rechazó vehementemente la manera como su libro fue interpretado y utilizado pior los empiristas lógicos. Una curiosa anéc­dota es muy ilustrativa al respecto: Wittgenstein fue invitado por los piositivistas logicéis a sus reuniones del Círculo de Viena, piara eque les explicara las ideas del Tractatus, eque ellos leían y discutían línea por línea. Se cuenta que en algunas de esas reuniones Wittgenstein se paraba de espaldas a ellos y recitaba poemas, especialmente de Ra-bindranath Tagore. Probablemente esta fue una peculiar manera que empleó Wittgenstein para mostrarles (sin decirlo) que lo que era impiortante para ellos (el conocimiento científico, la fundamentado»!! empirista del mismo y el análisis lógico de su lenguaje, el rechazo a la metafísica), no lo era para él y eque lo que era impiortante piara él (lo eque no se puede decir en un lenguaje que describa el m u n d o empíri­co) era pioco valorado o incluso rechazado por ellos. El arquitecto y amigo de Wittgenstein, Paul Engelmann, con equien discutió perso­nalmente durante la primera guerra mundial acerca de las ideas del Tracialus, que entonces estaban en germen, empileó una metáfora que ilustra muy bien la diferencia entre la posición de Wittgenstein y las de los positivistas lógicos (cf. Engelmann 1970b). Tanto él como ellos trazan límites, que son como una línea costera, al lenguaje. Pero, mientras piara los segundos lo importante es la isla de lo que puede decirse, para Wittgenstein lo más importante es el océano de lo que es inefable.

La crítica del lenguaje que realiza Wittgenstein en el Tractatus puede ser usada para defender posiciones muy diferentes o para perseguir propósitos incluso opuestos. Se pueden trazar los límites al lenguaje, por ejemplo, piara defender una posición cientificista, piara mostrar que el conocimiento científico es el único válido y que puede purificarse, el iminando de él elementos metafísicos que lo contami­narían. La ciencia, que queda dentro de los límites de lo que se puede expresar con sentido en el lenguaje sería lo importante y lo eque no se puede expresar en el lenguaje empírico debe rechazarse como caren-

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Crítica del lenguaje, lógica y ética en el Tractatus logico-philosophicus

te de sentido. Este fue, básicamente, el uso que le dieron los positivis­tas lógicos a la crítica del lenguaje. Pero tal crítica se puede realizar para restringir la ciencia a sus límites y evitar que, mediante ella, se pretendan resolver todos los problemas humanos. Wittgenstein quería salvar lo que él consideraba importante, lo indecible, de las ga­rras de un cientificismo que en su época, como observamos antes, re­sultaba, desde su punto de vista, demasiado abarcador y amena­zante. El quería oponerse a los intentos de teorizar científica o filosó­ficamente o de fundamentar racionalmente lo ético, lo estético, lo re­ligioso, lo místico. Con esto llegamos al punto ético del Tractatus, cuya importancia se resalta en la interpretación "etica" de esta obra.

La iníerpredación ética

En 1973 se publicó el libro La Viena de Wittgenstein de Alian Janik y Stephen Toulmin, en el cual se defiende de manera muy persuasiva una interpretación diferente a las interpretaciones "lógicas" y a la de los miembros del Círculo de Viena. Janik y Toulmin siguen una suge­rencia de Paul Engelmann, a saber, la de que para comprender bien esta primera obra del filósofo vienes se debería tener muy en cuenta tanto la influencia decisiva que ejercieron sobre su pensamiento tan­to el ambiente cultural de la Viena en que el creció (de la tardía y de­cadente Viena de los Habsburgo), como las inquietudes filosóficas y éticas que le preocupaban antes de entrar en contacto con Russell y Frege para trabajar en cuestiones de fundamentos de las matemáti­cas, filosofía de la lógica y del lenguaje. Janik y Toulmin también se apoyan, para defender su interpretación, en la carta que Wittgens­tein había escrito a Ficker, en la que él expresaba que el punto central del Tractatus era ético.

En La Viena de Wittgenstein se reconstruyen las inquietudes éti­cas y filosóficas que surgen en el joven filósofo debido a la influencia del ambiente cultural vienes en que creció y se da una interpretación "ética" de su primera obra, en la que se aclara en qué sentido el punto central del libro es ético, más aun, en qué sentido el libro es un acto éti­co, mediante el cual su autor se opone a cualquier intento de teoriza­ción o de fundamentación racional de la ética y trata de preservarla en su lugar, el de lo inefable, guardando silencio sobre ella (por ello, pese a su importancia hay sólo muy pocos aforismos sobre ética en el libro).

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Para Janik y Toulmin, la relación entre lógica y ética en el Tracta­tus se resumiría del siguiente modo: la lógica (de Frege y Russell) apenas cumple el papiel de aportar las técnicas y herramientas for­males piara realizar una crítica del lenguaje y así, por medio de su aplicación, poder cumplir con el propósito ético del libro (cf. Janik & Toulmin 1973,181-2 y 196). Aquí la interpretación "ética" se torna de­masiado unilateral, en la medida en que desconoce que el papel de la lógica no es el de mero instrumento formal. La lógica plantea a Witt­genstein problemas eque él también resuelve mediante la critica del lenguaje, así ellos hayan sido, muy probablemente, menos impor­tantes piara él eque su propósito ético.

Cabe aclarar, en todo caso, eque la diferencia entre las interpreta­ciones "lógicas" y la "ética" es ante todo una diferencia de énfasis y eque no hay entre ellas una oposición diametral o una completa in­compatibilidad. Quienes subrayan como lo más importante del Trac­tatus las cuestiones lógicas que se tratan en el libro, no desconocen que hay en él un punto ético y quienes subrayan este piunto ético como lo más importante, no desconocen que Wittgenstein también aborda en esta obra cuestiones lógicas.

Pero, ¿Cuáles eran las preocupaciones filosóficas y éticas que se respiraban en el ambiente cultural vienes y eque habrían influido en el piensamiento filosófico y ético del joven Wittgenstein?

Según Engelmann, la crítica del lenguaje que realiza Wittgens­tein en el Tractatus es sólo uno entre varios esfuerzos importantes, de pensadores y artistas vieneses eque influyeron mucho en él, por tra­zar límites al uso de medios de expresión o repiresentadón en dife­rentes ámbitos (cf. Engelmann 1970c). Presentaré brevemente los dos ejemplos eque Engelmann examina en su libro sobre Wittgenstein: el de Karl Kraus, quien realizó tales esfuerzos especialmente en el cam­po de la literatura y el periodismo, y el de Adolf Loos, quien los reali­zó principalmente en el campo de la arquitectura.

Karl Kraus fue un muy influyente escritor, periodista y crítico li­terario de la Viena de la época, quien subrayó en muchos de sus escri­tos la importancia del carácter moral del artista para su obra. Su fuerte polémica y crítica contra algunos artistas y literatos de su épo­ca v su ambiente cultural se basaba fundamentalmente en la idea de eque sus obras mostraban defectos o debilidades morales que él se en­cargaba de sacar claramente a la luz pública. Esto es lo eque, probable-

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Crítica del lenguaje, lógica 1/ ética en el Tractatus lo'Cico-vinlosopIncus

mente, él quiere expresar cuando dice: "Una frase completa, puede serlo de medio hombre" (cf. Engelmann, 1970c, 104).

Kraus tenía un olfato muy sensible para percibir la diferencia entre lo que escribe v dice expresamente un hombre y lo que ello muestra de sí mismo, de su carácter moral. El fue quizás el más acérri­mo y lúcido crítico de la doble moral y la hipocresía reinantes en la decadente sociedad vienesa en que vivió. Un ejemplo de esta doble moral lo ofrece el contraste entre los tabúes, pudores y escrúpulos acerca del sexo que, entonces se expresaban abiertamente, pero epie mostraban justamente lo contrario: un interés morboso en el sexo. Su polémica contra la prensa y el periodismo de la Viena de su época constituye otro ejemplo ilustrativo al respecto. Kraus defiende a las prostitutas y a los homosexuales que eran condenados implacable­mente por la prensa como inmorales. Para Kraus las prostitutas cum­plían una importante función social en una Viena en la que había mucha represión sexual y en la que los matrimonios de los burgueses eran, por lo general, un asunto no ele sentimientos amorosos, sino de negocios. La actitud de la prensa frente a la prostitución y al homose­xualismo es una muestra clara de la doble moral y la hipocresía eque Kraus criticó: mientras en ella se condenaba públicamente en las pri­meras páginas a prostitutas y homosexuales, en las páginas de atrás aparecían, por un buen precio, anuncios "calientes" de masajistas poco serios y del tipo de los eque aparecen también hoy en día, como "ella satisface tocios fus deseéis" y similares.

Kraus también se opuso muy fuertemente a la mezcla de infor­mes objetivos sobre acontecimientos y opiniones subjetivas sobre ellos eque se hacía frecuentemente en la prensa. No que nunca se pinc­elan dar opiniones subjetivas, piero ¡cada cosa en su lugar, dent ro ele sus límites! Se debían mantener separados los reportes objetivos de hechos de las opiniones subjetivas, piara que no se hiciese un useí in­moral de su mezcla. Ocultas bajo una apariencia superficial de objeti­vidad se piropagaban subrepticiamente posiciones personales o de clase. Para oponerse a este abuso del lenguaje perieidístico Kraus de­sarrolla, en su publicación "La Antorcha [Die Tackcl)", lo que él conci­be como una "anti-prensa", cuyo objetivo, en sus palabras, era: "luchar contra la prensa, socavar la confianza del público en ella, des­hacer el daño que actualmente está haciendo" (citado en Janik & Toulmin 1973, 77). Es claro eque el punto central de la crítica de Kraus es ético, como lo será el de la crítica del lenguaje del Tractatus.

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Raúl Meléndez

Kraus compara su labor crítica (nuevamente en el sentido kan­tiano de trazar límites) con la de su contemporáneo, el arquitecto, amigo suyo y de Wittgenstein, Adolf Loos:

Adolf Loos y yo, él mediante su oficio y yo a través de palabras, nun­ca hemos querido expresar cosa distinta a que hay una diferencia entre una cofre y una vasenilla. Pero las personas hoy en día se divi­den en los que utilizan la vasenilla como cofre y los que utilizan el cofre como vasenilla. (Citado en Engelmann 1970c, 108).

Adolf Loos, como Kraus y como Wittgenstein, también realiza una labor crítica. Los tres son, en cierto sentido y en distintos ámbi­tos, como lo afirma Engelmann, "separadores, delimitadores, dife-renciadores". Buena parte del trabajo de Loos consistió en distinguir o trazar límites entre el arte y la artesanía, entre objetos de arte y arte­factos. En su escrito "Ornamento y crimen", él se opone vehemente­mente y condena las pretensiones, típicas del esnobismo estetidsta de su época, de llenar los artículos de uso (incluyendo las construc­ciones arquitectónicas, instalaciones, mobiliario, etc.), con ornamen­tos superfluos, que no cumplen n inguna función, ni siquiera estética. Estas pretensiones en las que se mezclan lo pre tendidamente artísti­co con lo funcional producen, para Loos, objetos que son a la vez feos e inútiles o inservibles, como, para usar el divertido ejemplo de Kraus, cofres en los que podríamos correr el peligro de orinar, o vase-nillas en las que las señoras burguesas, en u n momento de distrac­ción, luego de una agradable velada artística, podr ían terminar gua rdando sus joyas (no precisamente en agua regia)! Loos quiere poner cada cosa en su lugar: el arte y la fantasía creadora en el suyo, los artefactos y al diseño funcional y racional de los mismos en el suyo.

Veamos, ahora, como Wittgenstein realiza una labor crítica aná­loga en el ámbito del lenguaje.

Crítica del lenguaje en el Tracdaíus

Examinemos ahora, a vuelo de pájaro, cómo realiza Wittgenstein su crítica del lenguaje en el Tractatus. En primer lugar, expondremos la manera como se concibe, en esta obra, la realidad que es representa­da por el lenguaje y, en segundo lugar, la manera como el lenguaje re­presenta figurativamente lo real. En nuestra exposición haremos explícitas las condiciones que ha de cumplir una proposición para

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que tenga sentido, esto es, para eque esté dentro de los límites de lo decible.

Para el Wittgenstein del Tractatus el mundo no es la totalidad de objetos, sino de hechos, es decir, de combinaciones de objetos eque se dan efectivamente. Una lista exhaustiva de los objetos no caracteri­zaría al mundo. Para ello haría falta describir cómo están relaciona­dos o combinados efectivamente los objetos o, en otras palabras, describir los hechos. Así como vo no describo mi habitación simple­mente listando los objetos que hay en ella, sino diciendo cómo están distribuidos, asimismo lo eque caracteriza al mundo no son los objetos tomados aisladamente, sino las maneras como ellos se combinan efectivamente, dando lugar a hechos. Los mismos objetos, combina­dos de modos diversos, pueden conformar mundos imaginables di­ferentes.

Hay también combinaciones de objetos eque no se dan efectiva­mente; ellas son estados de cosas meramente posibles eque no son he­chos. Hay, piues, una esfera más amplia que la del mundo de los hechos (que no debe interpretarse, empero, como una realidad abs­tracta, trascendente) y eiue incluye posibilidades que no se dan. A la totalidad de combinaciones piosibles de objetos o estados de cosas, se den de hecho o no, la llama Wittgenstein espacio lógico o realidad.

Los objetos pueden combinarse unos con otros, pero no pinc­elen descomponerse va que son absolutamente simples (ningún ob­jeto físico perceptible por los sentidos sería, entonces, ejemplo de uno de estos objetos simples). Cada objeto tiene una forma lógica constituida por sus posibilidades de combinarse con otros. Y las for­mas lógicas de los objetos determinan todos los posibles estados de cosas, este) es, todo el espacio lógico o realidad.

Ahora bien, ¿cómo se representan en el lenguaje los estados de cosas que constituyen lo real? Los estados ele cosas se representan por medio de proposiciones simples o elementales, que son, para Wittvenstein, figuras abstractas, modelos lingüísticos cíe ellos. Estas figuras o modelos lingüísticos son articulaciones o combinaciones de nombres. Los nombres hacen las veces de los objetos simpiles y la ma­nera como se articulan ellos en la proposición elemental modela o re­presenta figurativamente ia manera como se combinan los objetos nombrados en el estado de cosas representado.

Wittgenstein considera que toda proposición del lenguaje ordi­nario, va 110 elemental, sino compleja, puede descomponerse, me-

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diante un análisis lógico, en proposiciones elementales que figuran estados de cosas y representan directamente algo real. El Wittgens­tein del Tractatus asume que en el nivel de las proposiciones elemen­tales, supuestamente oculto bajo la superficie del lenguaje ordinario, se daría un isomorfismo perfecto, diáfano, cristalino entre lenguaje y realidad. Cada posibilidad del espacio lógico podría figurarse me­diante una y sólo una piroposidón elemental y cada proposición ele­mental modelaría un y sólo un estado de cosas posible. La sintaxis lógica del lenguaje - es decir, el conjunto de reglas eque establecen qué combinaciones de nombres dan lugar a proposiciones genuinas, con sentido, y cuáles no - debe reflejar perfectamente la forma lógica de la realidad, esto es, la totalidad de combinaciones posibles entre los objetos simples. Esto quiere decir que las posibles combinaciones permitidas por la sintaxis lógica del lenguaje deben reflejar las posi­bles combinaciones de objetos en la realidad permitidas petr las for­mas lógicas de éstos. Las propiosidones complejas son funciones veritativas de las proposiciones elementales y entre ellas, como casos límite, pues ya no representan nada real, va no tienen un contenido empírico o factual, están las tautologías y las contradicciones.

Las condiciones lógicas básicas que deben cumplirse para eque una proposición tenga sentido o, lo que viene a ser lo mismo, piara eque quede dentro de los límites de lo expresable en el lenguaje son:

i) Que la proposición tenga elementos, nombres, que estén asociados a objetos y hagan las veces de ellos,

ii) Que la proposición sea articulada, o sea, que los nombres es­tén combinados ele cierta manera, que tormén una estructura y no una mera colección aislada de elementéis.

iii) Que la proposición figure un estado de cosas piosible y para esto se requiere que la forma lógica de la proposición coincida con la del estado de cosas figurado, es decir, que sea posible que los objetos nombrados se combinen como se combinan los nombres en la propo­sición.

La concepción figurativa o pictórica de la proposición permite trazar los límites de lo que puede expresarse con sentido en el len­guaje de la siguiente manera: si una expresión figura un estado de cosas piosible o es una función veritativa que no sea tautológica ni contradictoria de tales figuras, entonces tiene sentido, en caso con-trario no tiene sentido. Ahora veremos por qué no hay en la lógica, ni en la ética proposiciones con sentido.

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Crítica del lenguaje, lógica y ética en el Tractatus logico-philosophicus

La inefabilidad de la lógica y la ética

inefabilidad ele la lógica

Pese a que Wittgenstein dedica buena parte de su libro a examinar y explicitar las condiciones lógicas que ha de cumplir un lenguaje cual-equiera para que pueda cumplir su función esencial de representar fi­gurativamente lo real (este punto de vista tan unilateral acerca de la relación entre lenguaje y realidad sería luego abandonado en su pen­samiento tardío), él mismo reconoce que tales condiciones son inex­presables:

Es imposible decir cuáles son estas propiedades [las propiedades ló­gicas que ha de cumplir em lenguaje para poder representar lo real]; piues para ello se requeriría de un lenguaje que no poseyera las piro-piedades en cuestión, y es imposible que éste pudiera ser un lengua­je correcto. Imposible construir un lenguaje no lógico. (En las notas dictadas a Moore en Noruega, abril de 1914)

Wittgenstein sostiene en este pasaje, aunque, como es típico en él, no da explícitamente sus razones, que para expresar estas propie­dades habría que recurrir a un lenguaje que no las cumpliese. Pero no hay tal meta-lenguaje privilegiado que permita formular, sin poseer­las o satisfacerlas, las condiciones lógicas que ha de cumplir cual­quier lenguaje para poder expresar en él algo con sentido, esto es, representar algo real. El "privilegio" que pretendería tener tal me­ta-lenguaje, a saber, no presuponer o depender de tales condiciones, lo privaría completamente de la capacidad de albergar proposicio­nes con sentido. Si pretendiéramos salimos de un lenguaje con tales condiciones lógicas para expresarlas, explicarlas o fundamentarlas sin tener que apoyarnos en ellas, nos incapacitaríamos para decir-algo con sentido, nos condenaríamos a un balbuceo totalmente inin­teligible, carente de sentido. Lo que es muy paradójico y difícil de comprender, es que Wittgenstein, al intentar explicar la lógica del lenguaje y su relación con la realidad y al hacer su crítica del lenguaje en el Tractatus resulta chocando contra los límites que él mismo le tra­za al lenguaje y reconociendo finalmente que los aforismos de su li­bro carecen de sentido.

Al comienzo de sus diarios filosóficos (Tagcbiichcr 1914-1916) Wittgenstein escribe que "la lógica debe bastarse a sí misma". Con esto tal vez quiere decir que no hay algo más básico que la lógica en lo cual podamos apoyarnos para explicarla o fundamentarla. Buena

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parte de las críticas que él le hace al trabajo de Russell y Frege y a su manera de resolver algunas dificultades en su programa logicista ra­dican en que ellos también intentan decir lo que, en sentido estricto, sólo debería mostrarse mediante el buen uso del simbolismo. Es así como Wittgenstein piensa que una teoría de los tipos, como la desa­rrollada por Russell para evitar su famosa paradoja de la clase de cla­ses que no se contienen a sí mismas como elementos, no es sólo superflua, sino que induso es un error tratar de expresarla. No habría eque construir una jerarquía de tipos lógicos para prohibir explícita­mente los casos de autorreferencia que conducen a la paradoja de Russell y a otras similares. El uso adecuado del lenguaje debe mostrar que esos casos son ilegítimos, o mejor aún, tal uso nunca debe llevar a las expresiones que dan origen a las paradojas. Algo parecido objeta Wittgenstein al empleo, en las obras lógicas de Frege y Russell, de le­yes para la identidad (tales como la reflexividad, simetría y transitivi-dad de la identidad). No sería necesario expresar tales leyes, pues ellas se mostrarían en el hecho de que siempre habría que usar un único signo para designar el mismo objeto y que signos diferentes han de designar siempre objetos diferentes. En los trabajos en lógica de Fre­ge, Russell y Whitehead se ha abusado del lenguaje, según Wittgens­tein, porque en ellos se ha pretendido decir lo que, en rigor, sólo debe mostrarse. Se trata, pues, en este caso, de los mismos o parecidos chi­chones que uno se hace chocando contra los límites del lenguaje, al intentar expresar lo ético.

Inefabilidad de lo ético

Lo ético, en el sentido amplio en que se usa este concepto en el Tracta­tus y en la "Conferencia sobre ética", incluye la investigación, no sola­mente de lo que es bueno, sino también de lo que es importante, lo eque tiene valor, lo que es bello, el sentido de la vida, lo que hace que merezca la pena vivir, el modo correcto de vivir. Si hubiese proposi­ciones éticas con sentido serían proposiciones sobre valores y serían ellas mismas más valiosas que las otras. Sin embargo, Wittgenstein afirma en el Tractatus que no hay, hablando estrictamente, proposi­ciones éticas, pues toda proposición con sentido ha de representar algo en el mundo de los hechos o en el espacio lógico de los estados de cosas, pero los valores no están dentro de tal mundo ni dentro de tal espacio:

Todas las proposiciones valen lo mismo.

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Crítica del lemcuaie, Iónica 1/ ética en el Eractatus logico-pliilosonhiciis ^ ^ ^ ^ o L t

El sentido del mundo tiene que residir fuera de él. En el mundo todo es como es y todo sucede como sucede; cu él no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor. [,..]

Por eso tampoco puede haber proposiciones eticas. Las proposicio­nes no pueden expresar nada más alto.

Eslá claro que la ética no resulta expresable.

La ética es trascendental. (Etica y estética son una v la misma cosa.) (TLP 6.4 a 6.421)

La inefabilidad de lo ético se sigue, en el piensamiento del joven Wittgenstein, de dos supuestos básicos, a saber: (1) la distinción ta­jante eque él mantiene entre la esfera de los valores, por un lado, y el ámbito de los hechos y estados de cosas, por el otro, (aquí se deja sen­tir una influencia importante de Kant y Schopenhauer); y (2) la idea de eque para que una proposición tenga sentido, ella ha de represen­tar hechos o estados de cosas.

Si un Ser Omnisciente, imagina Wittgenstein en su "Conferen­cia sobre ética", escribiese un libro en el eque diese una descripidón completamente exhaustiva del mundo, entonces tal libro enorme y grandioso no contendría ninguna proposición ética, ningún juicio sobre valores. Se describirían en él actos amorosos, de solidaridad, de cuidado materno, asesinatos, masacres, sentimientos de alegría, de cariño, de compasión, de culpa, de odio, de rabia, la caída de una piie-dra, el avance de las manecillas de un reloj. Pero en tal libro sólo se describirían, como afirma Wittgenstein, hechos, hechos, más hechos y solamente hechos. Estos hechos, en sí mismos, carecerían de valor. Si nosotros nos inclinamos a asignarle a algunos de ellos más valor que a otros, dicho valor no reside en los hechos mismos, eque son lo único expresable en el lenguaje eque describe el mundo. Dicho valor tendría eque provenir de fuera del mundo representadle en el lengua­je. ¿De dónde piodrían provenir tales valores inexpresables? El si­guiente piasaje del Tractatus sugiere una respuesta:

De la voluntad como soporte de lo ético no cabe hablar.

Y la voluntad como fenómeno sólo interesa a la psicología.

Si la voluntad buena o mala cambia el mundo, entonces sólo puede cambiar los límites del mundo, no los hechos; no lo que puede ex­presarse mediante el lenguaje.

En una palabra, el mundo tiene que convertirse entonces en otro enteramente diferente, tiene que crecer o decrecer, por así decirlo, en su totalidad.

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El mundo del feliz es otro que el del infeliz. (TLP 6.423 y 6.4.3)

Se sugiere en estas líneas eque si bien se puede hablar ele la vo­luntad, pero sólo como fenómeno empírico, psicológico, de la volun­tad, en otro sentido digamos metafísico, no se podría hablar. Tal voluntad, eque no hace parte del mundo de los hechos, sería el sopor­te de lo ético, la fuente de las valoraciones éticas y estéticas. Esta vo­luntad puede interpretarse como idéntica al sujeto metafísico (se manifiesta otra vez la influencia de Schopenhauer), del cual dice Wittgenstein, que "no pertenece al mundo, sino eque es un límite del mundo" (TLP, 5.632). Lo anterior puede aclararse con ayuda de la si­guiente analogía eque emplea Wittgenstein. Así como el ojo no hace piarte del campio visual, pero no hay un campo visual sin un ojo eque lo vea, es decir, no hay un campio visual que no lo sea para un ojo que, sin embargo, no está dentro de él, de manera análoga el sujeto meta-físico o voluntad no reside en el mundo, pero no hay mundo que no sea el mundo para un sujeto metafísico que se lo representa, para una voluntad eque lo valora. Las valoraciones éticas o estéticas no alteran los hechos, eque son lo expresable en el lenguaje, pero pueden alterar el mundo como un todo, su valor y su sentido. Tales valoraciones muestran la actitud eque asume la voluntad frente al mundo, frente a los hechos. Por ello aunque el mundo del feliz y del infeliz consten exactamente de los mismos hechos, ellos en su totalidad, en su valor, en su sentido, son totalmente diferentes piara uno y otro, como son diferentes la manera de vivir del feliz y del infeliz.

Hay, pues valores éticos, estéticos, religiosos, místicos, pero ellos son inexpresables y no se puede teorizar sobre ellos ni funda­mentarlos o justificarlos racionalmente porque ellos no hacen parte del mundo de los hechos. Ellos tienen su fuente en una voluntad que no pertenece a la realidad empírica y de la que, por consiguiente, no se piuede hablar.

¿Cómo podría mostrarse lo ético9

Dada la importancia que Wittgenstein otorga tanto a lo ético como a la distinción entre decir y mostrar y habiendo visto las razones por las eque él afirma que lo ético es inefable, surge la cuestión de cómo podría, no obstante, mostrarse lo ético. Wittgenstein pensaba, al pare­cer, que lo ético podía mostrarse tanto en las acciones de un hombre,

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Crítica del lenguaje, lógica y ética en el Tractatus logico-pliilosopliicus

en su manera de vivir, como a través de la literatura y, en general, a través del arte.

Teniendo en cuenta que Wittgenstein caracteriza a lo ético no sólo como lo que tiene que ver con lo bueno, sino también con lo va­lioso o importante, con el sentido de la vida, con lo que hace que me­rezca la pena vivir, con la manera correcta de vivir, es apenas natural, entonces, pensar que lo ético debe poder mostrarse a través de aque­llas acciones que realiza una persona para darle un sentido a su vida y para tratar de vivir y obrar de la manera que considera correcta. Para Wittgenstein no habría proposiciones que permitan expresar lo ético, decirlo, pero sí podría haber acciones que lo muestran. Esto está en concordancia con su idea de que la fuente y soporte de lo ético es la voluntad, que actúa y valora, y no el entendimiento, que se repre­senta lo real. Muchos actos cruciales que realizó el propio Wittgens­tein durante su vida muestran que él fue consecuente con esta idea. Uno de ellos fue enlistarse en la Primera Guerra Mundial como vo­luntario, lo cual fue considerado tanto por sus familiares y amigos, como por sus compañeros en el ejército, como una verdadera locura. Las siguientes líneas de su diario (mayo 4 de 1916) dejan entrever las razones que tuvo Wittgenstein para hacer esta "locura":

Sólo entonces comenzará realmente la guerra para mí. Y -tal vez-incluso la vida. Quizás la cercanía de la muerte me traerá la luz de la vida. ¡Dios me ilumine! Soy un gusano, piero a través de Dios llego a ser un hombre. ¡Dios esté conmigo! Amén.

Wittgenstein se enlista en la guerra y, una vez en el frente de ba­talla, acepta el puesto más peligroso, a saber, el de centinela. Las ante­riores palabras, que anota él ese día en su diario, permiten conjeturar que él hace esto para sentir la cercanía de la muerte, lo cual le permiti­ría darle un nuevo sentido a su vida. Se trata, entonces, de un claro ejemplo de una acción ética, en el sentido en que él entiende lo ético. Esto queda corroborado en la expresión de su deseo de pasar de ser un gusano a ser un hombre.

Wittgenstein vivió constantemente atormentado por hondas preocupaciones éticas, por su voluntad de convertirse en "una per­sona decente", para emplear sus propias palabras. Otro acto ético que realizó con este propósito fue hacer una confesión a sus amigos más cercanos de aquello que más lo avergonzaba. Haciéndolo, él pretendía dar un paso que lo ayudara en su lucha por superar las que él veía como sus debilidades morales, por ejemplo su vanidad.

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Su primera obra publicada, el Tractatus, de la cual él decía que era una obra a la vez filosófica y literaria, podría también ser interpre­tada (como lo hacen Janik y Toulmin) como un acto ético, que habría consistido en conducir a sus lectores (y quizá principalmente a él mismo) a abandonar la pretensión de buscar por medio de la razón lo bueno, lo valioso e importante, el sentido de la vida, la manera co­rrecta de vivir. Recordemos que al final del libro Wittgenstein escribe:

Mis proposiciones esclarecen porque quien me comprende las reco­noce al final como absurdas, cuando a través de ellas -sobre ellas— ha salido fuera de ellas. (Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella.)

Tiene que superar estas proposiciones; entonces ve correctamente el mundo.

De lo que no se puede hablar hay que callar". (TLP 6.54 y 7; énfasis añadido.)

Algunos intérpretes del Tractatus resaltan el hecho de que Wittgenstein haya escrito "Quien ME comprende" y no "Quien comprende mis proposiciones". Quizá él escogió esta manera de expresarse, pues lo que habría eque comprender no son sus propo­siciones, que son absurdas, sino lo que él pretende HACER con es­tos absurdos, con esta manera de chocar contra los límites del lenguaje. Y lo que él habría querido hacer con su libro sería un acto ético: llevarnos a superar tales absurdos para ver correctamente el mundo y, probablemente, vivir más correctamente, sin intentar teorizar sobre el valor ético de nuestros actos, guardando silencio sobre lo inefable.

Para concluir, vamos a sugerir cómo podría mostrarse lo ético por medio de la literatura y del arte. Un escritor al eque Wittgenstein admi­raba profundamente y que influyó de manera muy importante en su actitud ante lo ético fue León Tolstoi. Para Tolstoi, como para Wittgens­tein, lo ético no se fundamenta en, ni se deriva de la razón (sino de la vida misma). Esta posición se expresa bellamente en las siguientes pa­labras de Konstantin Levin, personaje de la novela Ana Karenina en cuya boca Tolstoi pone muchas de sus propias y más íntimas reflexio­nes, en piarticular sobre cuestiones éticas y religiosas:

Yo, como todos los demás hombres, conozco firme, clara y cierta­mente una sola cosa, y este conocimiento no pácele ser explicado por la razón: está fuera de la razón, no tiene causa y no puede tener consecuencias.

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menaje, lóCica u etica en el Tractatus lovico-iilulosoplncus

Si la bondad tiene una causa, entonces va deja de ser bondad; si tie­ne una consecuencia -una recompensa- tampoco es bondad. Por lo tanto, la bondad está más allá de la cadena de causas y efectos

[.,,] Yo busqué una respuesta a mi pregunta. Pero la razón no podía darme una respuesta - la razón es inconmensurable con la pregun­ta. La vida misma me lia dado la respuesta, en mi conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Y esc conocimiento no lo adquirí yo de ninguna manera; me fue dado, como a todos, dado pues no lo po­día tomar de ninguna parte. (Citado en Janik & Toulmin 1973, 162-3.)

Probablemente no sea una mera coincidencia eque Wittgenstein haya tomado decisiones o haya realizado acciones éticas que parecen inspiradas en Tolstoi. El, por ejemplo, renunció, como lo hizo Tolstoi, a su condición de hombre muy adinerado para optar pior una vida sencilla, austera, diríase, casi de asceta. También él, como Tolstoi, te­nía constantemente pirofundas inequietudes religiosas. En una carta a Russell, Wittgenstein le relata eque durante la Primera Guerra Mun­dial él leía y releía la versión de los evangelios de Tolstoi y que este li­bro le había "salvado la vida". Tal es el profundo y enorme efecto que puede tener una obra de carácter a la vez literario y religioso sobre él, hasta el punto de ayudarlo a cambiar la manera como su voluntad valora la vida misma: si se la considera digna de ser vivida o no.

Tolstoi concebía lo moral como basado esencialmente en los sentimientos y, a su vez, al arte como el medio para expresar los senti­mientos y para penetrar en el mundo del espíritu. El arte, pues, sería también el medio de expresar lo ético. Sin embargo, no lo hace a la manera del lenguaje que describe hechos, no lo hace a través de teo­rizaciones o explicaciones. Las teorizaciones o explicaciones, ya sean científicas o filosóficas, por admirables eque sean, no llegan ni siepuiera a tocar los problemas éticos, estéticos, religiosos, piues ellas son, como dice Levin, inconmensurables con éstos.

El arte, por un lado, piuede dar ejemplos de conducta moral, por el otro, piuede mostrar, como lo pensaba Kraus, el carácter moral del artista. Wittgenstein admiraba mucho los relatos tardíos de Tolstoi en los eque se muestra cómo vive el hombre auténticamente religioso. Y al mostrar esto no se pretende teorizar sobre lo moral, no se trata de expresar lo inexpresable, no se busca ir más allá de los límites de lo decible. En tal tipo de relatos, en los que se cuentan episodios de la vida ele un hombre, se piuede mostrar lo ético y no en tratados teóri­cos sobre ética o religión.

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Raúl Meléiiele:

Pero no sólo en la literatura se podría mostrar lo ético, sino tam­bién en otras formas de arte. Como Schopenhauer, Wittgenstein creía en la capiacidad de la música de hacernos trascender los límites del m u n d o que nos representamos por medio del entendimiento y del lenguaje v de mostrarnos lo inefable.

Para finalizar, leamos un ejemplo eque ilustraba, para Wittgens­tein, el poder del arte de mostrar lo eque nei se puede decir, un poema que a él le parecía maravilloso y del eque Kraus decía que era "tan cla­ro que nadie lo entiende":

La espina blanca del conde Eberhard Ludwig Uhland

El barbudo conde Eberhard Del país de Wutenberg Llegó en piadoso viaje

A la orilla de Palestina.

Lo mismo cabalgó una vez A través de un fresco bosque:

Corta un brote verde Rápido de una espina blanca.

Lo coloca con cuidado Sobre un yelmo:

Lo lleva cu la batalla Y sobre la marca del mar.

Y cuando estaba en su casa, Se mete en la tierra,

Donde pronto la primavera suave Piará despertar un nuevo brote.

El conde, a gusto y confiado, Lo visita cada año,

Su ánimo se regocija Al igual que ¡o crecía.

El señor era viejo y flojo, El pequeño brote era un árbol,

Bajo el cual se sentó muchas veces El anciano con profunda tristeza.

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Criben del lenguaje, lógica 1/ ética en el Tractatus lo<rico-phllosoplúcus ^ y y ^ ^ _ ¿ r t

El cimbrearse, a lo alto y ancho, Le avisa con dulce embriaguez

Del tiempo viejo Y de la tierra lejana.

En una carta a su amigo Paul Engelmann, quien le había envia­do el poema, Wittgenstein comentó:

El poema de LJhland es realmente grandioso. Y es así: cuando uno no se esfuerza por expresar lo inexpresable, no se pierde nada; sino que lo inexpresable está contenido -inexpresablemente- en lo dicho! (Carta a Engelmann, abril 9 de 1917; citado en Engelmann 1970d, 62-3.)

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