correo querbes n 8

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DESGRACIAS DE LA ÉPOCA Para comprender la aventura del P. Querbes, fundador, es necesario hacerse una idea del contexto en el que este joven sacerdote de parroquia ha evolucionado. En el Museo de Bellas Artes de Lyon, un cuadro titulado “La Maraîchère” (La hortelana) expresa con fuerza lo que ha podido representar la Revolución francesa para las gentes sencillas del campo, condenadas a pagar un gran precio por los cambios de los que el provecho, a fin de cuentas, no les correspondió. Este cuadro de época es obra de un desconocido, miembro de la Escuela de David. Sin duda, es contemporáneo del todavía muy joven Luis Querbes, hijo de un padre y de una madre obreros textiles. Nacido en 1793, fallecido en 1859, nuestro fundador atravesó, por consiguiente, una buena mitad del siglo XIX. En ese tiempo, Francia conoce los diez o quince cambios de régimen con las sacudidas que de ordinario les acompañan. No ha podido quedar al margen de las desgracias de su tiempo. Más aún, es de los que han participado en la reconstrucción de lo que se había perdido y en la edificación de lo que debía nacer. En el último tercio del Siglo de las Luces, ridiculizada por los libre- pensadores, la Iglesia no llevaba apenas viento en sus velas. El clero estaba muy jerarquizado y, mientras que la mayor parte del alto clero corría en pos de los beneficios y se alejaba voluntariamente de su rebaño, los curas rurales, lo más bajo de la escala clerical, estaban reducidos a la porción congrua (porción mínima conveniente), que se debe a los que se van a ordenar, tanto respecto a su formación como a su sustento. La Revolución hizo todo lo posible para destruir a la Iglesia, obligando a los sacerdotes a firmar el juramento de fidelidad a la Constitución civil, lo que dividió al clero: 55% de los sacerdotes juramentados frente a 45% de refractarios; los unos tenidos como relajados, los otros como intransigentes. Sin contar con que se aprovechó para apoderarse de los bienes de la Iglesia: obispados, iglesias, conventos, y por no reconocer valor civil a los votos de religión. No se debe olvidar que San Nicecio de Lyon, la parroquia del joven Luis Querbes, sirvió en su día para dar culto a la diosa Razón. Nº 8 Correo Querbes P. Luis Querbes, grabado de la época

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Correo Querbes, historia de Luis Querbes y de la fundación de los Clérigos de San Viator

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Page 1: Correo querbes n 8

DESGRACIAS DE LA ÉPOCA

Para comprender la aventura del P. Querbes, fundador, es necesario hacerse una idea del contexto en el que este joven sacerdote de parroquia ha evolucionado.

En el Museo de Bellas Artes de Lyon, un cuadro titulado “La Maraîchère” (La hortelana) expresa con fuerza lo que ha podido representar la Revolución francesa para las gentes sencillas del campo, condenadas a pagar un gran precio por los cambios de los que el provecho, a fin de cuentas, no les correspondió. Este cuadro de época es obra de un desconocido, miembro de la Escuela de David. Sin duda, es contemporáneo del todavía muy joven Luis Querbes, hijo de un padre y de una madre obreros textiles.

Nacido en 1793, fallecido en 1859, nuestro fundador atravesó, por consiguiente, una buena mitad del siglo XIX. En ese tiempo, Francia conoce los diez o quince cambios de régimen con las sacudidas que de ordinario les acompañan. No ha podido quedar al margen de las desgracias de su tiempo. Más aún, es de los que han participado en la reconstrucción de lo que se había perdido y en la edificación de lo que debía nacer.

En el último tercio del Siglo de las Luces, ridiculizada por los libre-pensadores, la Iglesia no llevaba apenas viento en sus velas. El clero estaba muy jerarquizado y, mientras que la mayor parte del alto clero corría en pos de los beneficios y se alejaba voluntariamente de su rebaño, los curas rurales, lo más bajo de la escala clerical, estaban reducidos a la porción congrua (porción mínima conveniente), que se debe a los que se van a ordenar, tanto respecto a su formación como a su sustento.

La Revolución hizo todo lo posible para destruir a la Iglesia, obligando a los sacerdotes a firmar el juramento de fidelidad a la Constitución civil, lo que dividió al clero: 55% de los sacerdotes juramentados frente a 45% de refractarios; los unos tenidos como relajados, los otros como intransigentes. Sin contar con que se aprovechó para apoderarse de los bienes de la Iglesia: obispados, iglesias, conventos, y por no reconocer valor civil a los votos de religión. No se debe olvidar que San Nicecio de Lyon, la parroquia del joven Luis Querbes, sirvió en su día para dar culto a la diosa Razón.

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Correo Querbes

P. Luis Querbes, grabado de la época

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CORREO QUERBES Nº 8

Es verdad que Napoleón enderezó la situación con el Concordato de 1801, pero, a continuación se vio claro que era menos proclive a servir a la Iglesia que a servirse de ella. En educación, el emperador favorecía a los liceos para procurarse en ellos de personal para el ejército y para la administración, y al mismo tiempo se despreocupaba de las escuelas primarias. Robert Bonnafous muestra algunas cifras: “en 1815, en una Francia que debía contar entonces entre 25 y 27 millones de habitantes, menos de 900.000 jóvenes franceses (chicos y chicas) estaban escolarizados y la mitad de los ayuntamientos no tenían escuela”.

Y la profesión de enseñante, mal pagada, no atraía más que a los truhanes y a los incapaces. Como ejemplo, he aquí lo que ha vivido en la escuela de su infancia un futuro religioso educador originario de cerca de Lyón: “Enrique tuvo sucesivamente cinco maestros de escuela. El primero, cojo, leía muy mal, no sabía escribir y no tenía ni educación, ni disciplina. El segundo leía y escribía bastante bien; es todo. El tercero, un charlatán, embaucó durante un año y al final se marchó sin pagar las deudas. Con el cuarto maestro leían pergaminos, se copiaba, se hacían mecánicamente las cuatro reglas sin explicación alguna. Era secretario de la alcaldía y los recreos eran a menudo muy largos. Se servía de un látigo nudoso y golpeaba al alumno más cercano a él. Los cuatro maestros se dedicaban bastante al catecismo, pero era fácil engañarles al recitarlo. El quinto un ex de las Escuelas Cristianas, era capaz, edificante y enseñaba bien”.

Bruno Hébert

¿SABÍAIS QUE…?

El 23 de junio de 1815, en la capilla del Seminario Mayor de Lyon, se ordenó de subdiácono Luis Querbes (1793-1859) y fueron ordenados de diáconos Juan Claudio Colin (1790-1875, fundador de los PP Maristas, y, Marcelino Champagnat (1789-1840), fundador de los HH. Maristas; y Juan María Vianney, que sería el santo Cura de Ars (1786-1859).

Procesión, por Armand Cormon

La hortelana, MBA de Lyon

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Después de la Revolución, para recristianizar Francia, se cuenta sobre todo con las misiones parroquiales y el relanzamiento de los Seminarios. El movimiento es particularmente vivo en la diócesis de Lyon. Fue en Lyon donde fueron restablecidos en Francia los HH. de las Escuelas Cristianas (1808) y los Jesuitas (1814). De 1816 a 1831, no menos de ocho congregaciones de hombres y de mujeres ven allí la luz. Los HH Maristas existen desde 1825, es decir, seis años antes que los Clérigos de San Viator.

Por lo que respecta a la Escuela, de 1820 a 1840, Francia conoce una evolución importante con la creación de 27.000 escuelas, ni más ni menos…

Bruno Hébert

RUMORES DE FUSIÓNEn los Anales de los HH Maristas, hay un pasaje que nos hace pensar en

un proyecto de fusión entre los Viatores y los Maristas del P. Champagnat. Uno de los Maristas, un tal Pompallier, no estaba de acuerdo con la dirección de la Congregación que llevaba el P. Champagnat; protestaba y criticaba su administración y la dirección que él daba a sus Hermanos. A su parecer el Instituto no podía otra cosa que perecer entre sus manos. Su convicción a este respecto era tan profunda que se sintió obligado a dar parte de esos sentimientos y de sus temores al Señor Arzobispo (…).

“El señor Pompallier había nacido en Vourles. Conocía bien al P. Querbes, párroco de esa iglesia, que había fundado en ella los Clérigos de San Viator. Esta Congregación era poco numerosa. Sus miembros, como el nombre lo indica, se ocupaban tanto de la sacristía como de la escuela. Iban de uno en uno, vivían y se alojaban con los párrocos. Su regla estaba todavía en germen.

Su hábito no tenía nada de definitivo: vestían tanto de civil como de eclesiásticos. No obstante, el señor Pompallier estaba persuadido de que esta

pequeña Congregación estaba bien asentada y tenía un brillante porvenir. Pedía pues a Monseñor que obligara al P. Champagnat a unir sus Hermanos con los Clérigos del Sr. Querbes. Ponía tanta buena fe en lo que decía y parecía haber pensado tan bien la cuestión que Monseñor se dejó convencer. Llamó al buen Padre y le hizo comprometerse a realizar el proyecto del señor Pompallier”.

CORREO QUERBESNº 8

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CORREO QUERBES Nº 8

“Vuestra Congregación se hace numerosa, le decía. No está autorizada por el Gobierno y no obtendréis esta autorización. Los Viatores tienen una ordenanza real desde 1823(1830). Salvaréis, pues, vuestra Congregación uniéndola a la del señor Querbes”.

Esta unión, a mi parecer, responde el fundador, sería la ruina de nuestro Instituto y causaría probablemente la de los Hermanos de San Viator, por la sencilla razón de que las dos Congregaciones tienen un espíritu totalmente diferentes y un modo de colocar a los sujetos, condiciones de las fundaciones y reglas, completamente contrarias.

Proponer a nuestros Hermanos abandonar sus reglas, su hábito, su método de enseñanza, su manera de vivir, para tomar la de otra comunidad, sea la que sea, es perderles y devolverlos al mundo. Con el conocimiento que yo tengo de las cosas, no creo, Monseñor, que yo pueda en conciencia prestarme a esta disposición. Si Vuestra Grandeza lo ordena yo dejaré que se haga, me resignaré, es mi deber, pero yo tiemblo al pensar en las consecuencias”.

Bruno Hébert

EL SUEÑO DE UN JOVEN SACERDOTEConsciente de las desgracias de su

tiempo, Querbes sueña con restablecer la corriente cristiana. Y escribe a su obispo: ”Si existiera un lugar que fuera a la vez seminario para maestros de escuela parroquial, una casa de reunión para maestros ya en ejercicio, en la que, en ciertas épocas pudiesen dedicarse a los ejercicios espirituales, y renovarse en el espíritu del cristianismo y el de su estado, en fin, una casa de refugio en la

que los que hubieran agotado sus fuerzas en este penoso empleo, encontraran un retiro asegurado por un fondo común y la caridad pública, y si hubiera en este lugar un hombre encargado de formar para enseñar y educar a los niños pequeños, y para colaborar con los párrocos y dirigir las escuelas de las que los maestros fueran afiliados de esta Sociedad de maestros parroquiales, ¿no sería, Monseñor, un medio precioso de reunir en una única obra, en la medida de lo posible hoy en día, la educación de esta amada porción de vuestro rebaño ?

Maurice Marcotte

“Lucha”, óleo de John Eaton

Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España