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CIUDADANÍA ANTIGUA Y MODERNA
Prof. Valerio Rocco
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID
Protestantismo y Revolución liberal: construcción de la ciudadanía en Ecuador a inicios del siglo XX
Roberto Simbaña
MÁSTER FILOSOFÍA DE LA HISTORIA: DEMOCRACIA Y ORDEN MUNDIAL.
FACULTAD DE FILOSOFÍA
Madrid, 21 enero de 2015

Resumen:
El presente trabajo surge a partir del entendimiento de cómo las
revoluciones en la historia han servido para configurar modelos nuevos, distintos
de sociedad que han necesitado de toda una propuesta ideológica e instrumental
para llevarla a la práctica, en este caso se trabaja con especial cuidado en cómo
afecta a la construcción de la ciudadanía. En la historia del Ecuador varias
revoluciones se han sucedido una tras otra, sin trastocar los cimientos de una
sociedad marcada por las diferencias sociales y desigualdades económicas. Sin
embargo la revolución liberal aparece como un hito histórico que marca el inicio y
fin de una etapa. De ahí que se toma como punto de partida para la construcción
de una real ciudadanía en Ecuador. Se suma a este trabajo la influencia y acción
del protestantismo como ejecutor del programa liberal desde la educación pública
para la afirmación y sostenimiento de la Revolución Liberal.
I. Ciudadanía en Ecuador a finales del siglo XIX
El Ecuador, desde su orígenes como Estado hacia el año 1830, luego de
haber sido parte del intento de Patria Grande planteado por Simón Bolívar, la Gran
Colombia, se vio enredado en gobiernos y gobernantes que haciendo pactos con
determinados sectores de la sociedad llegaban a turnarse el poder entre los
hacendados terratenientes de la Sierra y los comerciantes, agroexportadores de la
Costa. Este pacto que había aceptado el ciudadano en la incipiente República
llevó a la conformación de un Estado que no alteró el orden social regido desde la
Conquista y Colonia española en América Latina.
Algunos elementos saltan a la vista en la difícil tarea a la que fue
desafiada la nueva clase política para fundar la nación, entre ellos, la problemática
de la identidad de los habitantes del territorio llamado Ecuador, el desorden
Institucional posterior a las guerras de independencias, la búsqueda por captación
de poderes por parte de las clases sociales más favorecidas desde la Colonia, el
alejamiento económico de España,

Las nuevas castas políticas del Ecuador, transitaron en un estilo
corporativista de hacer política, distante de la realidad social de injusticia que tanto
apremiaba en cambio radical. Sin embargo, la historia política del país andino.
El Estado ecuatoriano quedó atrapado en una suerte de repartición del
poder político entre conservadores y liberales desde la asunción del segundo
presidente del Ecuador. Avances en ámbitos de salud, educación y derechos
sociales se obtuvieron con la llegada de gobiernos declarados liberales, pero
también se experimentaron retrocesos por parte de fuerzas conservadoras, sobre
todo lo vivido con Gabriel García Moreno, presidente que desde su catolicismo
más recalcitrante, implantó un tipo de Estado religioso que atrajo todo el cuerpo
social alrededor del catolicismo. De esta manera se inmiscuyeron elementos
religiosos como requisitos, inclusive, para ser ciudadanos.
Estos requisitos, obligaron a la implantación de una convivencia social
intolerante, castradora de conciencias y aspiraciones de libertad1. En medio de
este cerrado a cualquier sugerencia e intento de cambio, se enfrentó el liberalismo
que no encontró manera más sencilla de retomar el poder, que tras la muerte de
García Moreno. Esa ausencia de contrincante político llevó al poder al liberalismo
años más tarde en la figura liberal radical del General Eloy Alfaro, hacia el final del
siglo XIX.
Sin duda, el aparecimiento del liberalismo en su forma radical marcó el
fin e inicio de una nueva etapa en la noción de Estado y dió los primeros pasos
para el reconocimiento de la ciudadanía aún con las limitaciones de la época. Para
este fin de transformación del aparato estatal y social intervinieron otros actores
que acudiendo al llamado de lideres liberales optaron por arribar a Ecuador.
En esa lucha por el poder se evidenciaba las alianzas formadas para
captar el poder. En resumen de Juan Paz y Miño, historiador ecuatoriano:
Por lo general, los conservadores representaron los intereses agrarios, de los terratenientes tradicionales, así como los de las jerarquías católicas, también terratenientes. Aspiraban a
1 Ayala, Enrique. Historia del Ecuador. Corporación Editora Nacional, Quito. 2008, pp 28

mantener el orden social existente, defendían la propiedad privada de las haciendas, fincas y estancias, eran resistentes a la abolición de la esclavitud y de la servidumbre campesina o el endeudamiento y la tributación indígenas, sectores de los que aprovechaban para la acumulación de sus rentas. Desconfiaban del aperturismo económico tendiendo a cierto proteccionismo, e incluso descalificaban como plebeyos a los negocios vinculados al comercio y la banca, si bien hubo terratenientes que incursionaron en ellos2.
Además, asumían un tipo de autoridad bastante central, que se imponía
ante la nación para garantizar el poder del Estado. En medio de esta situación el
ciudadano, apenas existía, entendido más como miembro de la nación, como
compatriota, como personas quienes no pueden gobernarse así mismas y que no
pueden elegir quién los gobierne pues eso, es deber de las clases educadas,
aristocráticas.
Ciudadanía “conservadora”
A mediados del siglo XIX, sobre todo bajo la presidencia de Gabriel García
Moreno, el Ecuador volcó su pensamiento político y social participativo en fuentes
católicas. Para ellos, eran ciudadanos los hombres católicos, alfabetizados,
mayores de veintiún años, o en su defecto casado, así consta en la Carta Negra
como se conoce a la Constitución expedida por García Moreno. Era claro que
defendían a la Iglesia, tanto como a los valores y las prácticas católicas más
tradicionales y cerradas.
En varios aspectos de la cultura popular y en la vida cotidiana se dio con
fuerza la continuidad de la sociedad colonial estamentaria y tradicionalista,
dominada por la religiosidad, el racismo y la discriminación a la mujer.
El rol ciudadano, dispuesto solo para un sector de la sociedad, se vio
simplificado en el ser parte del Estado desde funciones meramente laborables, las
2 Paz y Miño, Juan. Eloy Alfaro: pensamiento y políticas sociales. Ed. Ministerio Coordinador de Desarrollo Social. Quito. 2012

relaciones de poder determinaron el lugar que hubo de ocupar cada sector de la
sociedad.
Ante esta situación y el contexto económico el movimiento liberal radical
ambiguo surgió con fuerza, antes de la llegada al poder del máximo exponente el
General Eloy Alfaro, anteriores presidentes como Jacinto Jijón y Caamaño3 ya
mantenían una línea crítica, inclusive que bien puede parecerse a Sylvain
Marechal en su “Manifiesto de los Iguales”, enfrentando de manera clara al clero y
su participación en la problemática de la organización social del Estado y la
opresión del ciudadano, invocando una revolución que sea algo más que una
revolución sino la “última revolución”4.
Ciudadanía liberal
Al llegar la revolución liberal, el Estado ecuatoriano adquirió otra imagen,
el ciudadano ecuatoriano pasó a otro nivel de disfrute de sus derechos. Al
realizarse una nueva Constitución de corte liberal, se suprimieron los requisitos
que establecía la Constitución conservadora de García Moreno, una nueva
realidad nacía para el Ecuador.
Hablamos de la etapa donde el proyecto nacional mestizo gobernó y se
consolidó el Estado Nacional, la fuerza liberal declaró la guerra al control total de
los sectores hegemónicos hasta entonces. Esta revolución de 1985 sucedió en el
contexto de auge de las exportaciones cacaoteras que motivó la consolidación, al
interior de la oligarquía costeña, de una fracción de comerciantes y banqueros,
diferenciada de los terratenientes serranos. Ese sector, fue el que logró la
dirección política con la “transformación” liberal. Aunque el beneficiario político fue
la burguesía, los sectores sociales más dinámicos fueron el campesinado costeño,
movilizado en las montoneras, los artesanos, especialmente de Guayaquil, y la
intelectualidad liberal de sectores medios que era la divulgadora de las ideas
radicales.
3 Jijón y Caamaño, Jacinto. Política Conservadora. Corporación Editora Nacional. Quito, 1929. Pp 304 Marechal, Sylvain. El manifiesto de los Iguales. Youkali No 3, pp 128

El proyecto liberal propuesto por los más radicales, proponía cambios
que se resumieron en el Decálogo Liberal:
Decreto de manos muertas; Supresión de Conventos; Supresión de Monasterios; Enseñanza laica y obligatoria; Libertad de los indios; Abolición del Concordato; Secularización eclesiástica; Expulsión del clero extranjero; Ejército fuerte y bien remunerado; Ferrocarril al Pacífico.
Este ambicioso proyecto traía esperanza y altas expectativas para toda
la población, sobre todo aquellos sectores ampliamente olvidados que desde
tiempos coloniales vieron ligada su historia-existencia a la opresión, injusticia y
pobreza.
Para lograr cumplir estas aspiraciones el programa supuso entre varias
acciones, la integración de tipo económica entre regiones naturales, como es el
caso del ferrocarril, esto resultó en el incremento de exportaciones e
importaciones que debido a la ausencia de caminos demoraba el tránsito de
productos entre sierra y costa en más de 15 días. Supuso, además, una
alternativa político-ideológica que abarcó transformación en gran parte de la
sociedad y que activó una defensa de intereses de grupos que desde siempre se
sirvieron del país, entre ellos, la Iglesia Católica.
La Iglesia Católica quedó fuera del programa liberal, el Estado consolidó
su control sobre amplias esferas que estaban en manos de la Iglesia. La
educación oficial, el Registro Civil, la regulación del contrato matrimonial, la
beneficencia, etc., fueron violentamente arrebatadas de manos clericales y
confiadas a una nueva burocracia secular. Del mismo modo, la Iglesia fue
despojada de una buena parte de sus latifundios, mediante la Ley de manos
muertas5.
5 Op cit, Ayala, pp 55

El rol ciudadano en medio de esta nueva realidad, significó una nueva
forma de participación en la sociedad, una nueva consciencia del ser. Fue la
agrupación de ciudadanos en movimientos sociales, incipientes sindicatos que
llevaron, en parte, al liberalismo al camino de la victoria en el país. Es decir, el
ciudadano principalmente el obrero mestizo, campesinos de la costa, fueron
actores principales. Estos, entendieron su poder como actores en el proceso no
electoral, elemento más destacado de Democracia, sino de su movilización como
única salida a la consecución de la concretización de sus derechos civiles y
políticos.
Amplios sectores de la sociedad que lucharon para lograr al ascensión al
poder del liberalismo, comenzaron a disfrutar de sus derechos, entre ellas las
mujeres, que las puertas de la educación se les abrió de par en par. Casi toda la
población históricamente olvidada se vio beneficiada de la nueva Constitución.
Pero, aunque el liberalismo otorgó derechos de participación a amplios
sectores de la población, es justo reconocer que esa no fue la realidad de pueblos
negros e indígenas, siguiendo a Carlos De La Torre:
…el liberalismo no logró resolver la problemática social del negro, quien aún se encontraba bajo formas de explotación pos-esclavista como el concertaje. Más aun, las ideas ilustradas que iluminaron a la emergente sociedad liberal que pregonaba la justicia, la participación y la igualdad ciudadana no alcanzaron a los negros. Más bien, los discursos sociológicos positivistas y del racismo científico justificaron el nacimiento de un pensamiento que legitimó la opresión y la explotación tanto de indígenas y negros, seres que fueron calificados por corrientes de intelectuales liberales y conservadores como salvajes y poco aptos para la civilización6.
A pesar de estas contradicciones, el Estado Liberal supo imponer su
proyecto de la mano de varios actores: movimientos sociales, nueva clase política,
burguesía porteña, y protestantismo, etc.
II. Protestantismo y Revolución liberal:
6 De La Torre, Carlos. Afroquiteños, ciudadanía y racismo. Ed. Centro Andino de Acción Popular, Quito. 2002, pp 8

Sin duda, el fundamento de consolidación de toda revolución está
determinada por el grado de influencia en la educación de su pueblo. Así, el
principal elemento que sostuvo esta revolución liberal fue sin duda el programa de
educación encargado en manos de Protestantismo liberal, proveniente de
Norteamérica, Alemania y Suecia.
Este programa educativo, ayudó a la transformación del pensamiento,
en las distintas clases sociales, para dejar atrás la memoria colonial y
conservadora y adecuarse a la Modernidad que legaba al país.
El gobierno liberal, dejó en manos del Protestantismo el programa
educativo, los pocos colegios e institutos superiores que formaban profesores
pasaron a manos de misioneros Metodistas. Fueron estos, los que promovieron
una reforma de la calidad de educación, no solo en cuanto a métodos y corrientes
pedagógicas sino en cuanto al contenido del programa de estudios que pasó de
ser legitimador de la forma de gobernar conservadora, a una forma de posicionar
el pensamiento liberal, ilustrado.
El principal elemento filosófico-pedagógico del programa protestante estuvo
dentro de la conformación del ciudadano y su rol en la sociedad. Hablamos de la
“virtud” como principal eje sobre el cual giraría todo el aparato estatal educativo
“laico”.
La Virtud, es un tema que acompañó a varios intelectuales desde la
antigüedad, en la búsqueda de ese “algo” que motivaba todas sus aspiraciones
personales y sociales. En Maquiavelo, el concepto de Virtud se debería entender
como la fuerza o capacidad que debe tener el príncipe de utilizar las
circunstancias para su propio beneficio. Ella, la virtud, es la forma y el contenido
de la fuerza de ánimo, que le permite saber actuar en presencia de las
adversidades7. El pensamiento maquiavélico ocupó un lugar importante en la
concepción liberal ecuatoriana, sin embargo se alió a la concepción evangélica.
7 Romero, Humberto. Virtud: Maquiavelo, Spinoza y Hegel. Recuperado de: www.estudioshegelianos.org_bundles_biltokiaestudioshegelianoswebsite_ensayos_Romero Virtud,_Maquiavelo,_Spinoza_y_Hegel

Se ha dicho, que Robespierre utilizó como virtud el terror para someter por
la fuerza a todo aquel que no era afín a los “buenos políticos”, aunque la historia
se al cuenta desde lugares predispuestos para ubicar personajes en categorías de
amigos o enemigos, buenos o malos, democráticos o dictatoriales. Aceptando esa
forma de ver la actividad política de Robespierre la Virtud, se puede ubicar dentro
del cualquier espacio del espectro ético político.
Para el protestantismo, su ethos reformista le llevó indiscutiblemente a
entender su rol en el mundo, en la historia de salvación. Aquello le hizo
comprender que su presencia no obedecía a un tipo de canal entre el cielo y
tierra, sino de actores concretos, como empujando la historia hacia el fin del Reino
de Dios, aquí en la tierra. Ese Reino de Dios, no era otro que el prometido a los
hebreos, ese espacio terrenal de justicia y paz, no necesariamente religioso, pero
sí justo y pacífico. El ala liberal del protestantismo entendió esa utopía como
realizable, y dictaminó la Virtud como práctica encaminada hacia la vida justa, en
comunidad y respetuosa del otro.
Aquella virtud debía ser movilizadora y así alcanzar el bien común, el origen
de esta circunstancia puede detectarse en la influencia que de cara al modelo
francés jugó un pensador como Jean-Jacques Rousseau, que tanto subrayó la
importancia de la voluntad general y de la movilización popular.
Juntar la virtud protestante con las influencias de la revolución francesa en
los líderes de la revolución liberal, dio a luz un sistema complejo, a veces
incoherente, pero práctico en la realidad.
III. Influencia del Protestantismo en la conformación de la ciudadanía
Son varios los aportes del Protestantismo liberal en la formación de una
conciencia y práctica ciudadana que posibilitó una nueva sociedad, que buscaba
la virtud como elemento sustancial para poder vivir en el Moderno Estado Nación.
Entre ellos podemos destacar los siguientes:
Conciencia civilizatoria

El aparecimiento del liberalismo supuso la descontinuación del modelo
conservador heredero del colonialismo, de la barbarie conquistadora que arrasó la
patria entera. El proyecto liberal se inscribió en la Modernidad como nueva forma
de gobernar, de hacer patria. La implantación de un nuevo modelo, no solo de
gobierno sino de nuevas formas de convivencia social, formas culturales, etc.,
requería a su vez olvidar el modelo pasado e implantar el nuevo.
El protestantismo sirvió como lanzadera de ese cambio desde la matriz
pedagógica. El reducido grupo de pedagogos protestantes y los políticos liberales,
se lanzaron a la tarea de programar ese cambio educativo y por ende el cambio
social tan anhelado. Se buscó cimentar las bases de esa nueva ciudadanía, de
ese nuevo ciudadano “civilizado”, educado, respetuoso de las leyes, trabajador, no
vicioso, honesto, etc.
No obstante se puede criticar que ese modelo “civilizatorio” estaría
vinculado directamente con el capitalismo, de ahí que más adelante se
evidenciaría un quiebre de ese modelo, llevando la educación a prácticas de
funcionalidad y formación de trabajadores obreros, acríticos y funcionales al
sistema.
Formación moral
El liberalismo y su nueva Constitución de la República, encaminaron el
Estado hacia el laicismo. Debido a eso, la educación pública dejó de ser manejada
por el catolicismo, sin embargo fue dirigida por protestantes. Esta contradicción
no pasó desapercibida por sectores del prelado católico, sin embargo el
liberalismo no dio marcha atrás y afirmó ese cambio en la historia desde la
educación.
Si bien, la educación pasó a ser dirigida por sectores Protestantes,
especialmente metodistas, éstos procuraron que los contenidos educativos no
involucren una fuerte carga religiosa, ni que ésta busque una nueva
evangelización desde las aulas de escuelas y colegios.

De ahí, que la carga educativa se dirigió hacia la formación moral de los
estudiantes. Este es uno de los elementos característicos del protestantismo, su
fuerza moral que engendraría la nueva sociedad. Desde los inicios de la Reforma
Protestante, se dio un cuidadoso entre la enseñanza moral y la praxis de ésta. De
ahí que se interesó en cómo la formación moral puede estar vinculada a prácticas
sociales que sean afines a la consolidación de las formas de gobierno
democráticas.
El énfasis recaía sobre las prácticas morales en la cotidianidad y que apunten a la
convivencia armónica de las partes. La nueva formación educativa incorporó
hombres y mujeres honestos, trabajadores, con espíritu ahorrador, centrados en la
familia, con capacidad crítica, educados, etc., es decir ciudadanos al servicio de
una sociedad libre y desarrollada, abierta al cambio, encantada con las ideas de la
revolución francesa se proponía dotarle del componente moral que los pensadores
liberales consideraron indispensable, al punto de insistir en que hay que seguir
inculcando la moral evangélica, practicando, obrando aquello que se aprende,
hasta que el hacerlo llegue a ser un hábito, una parte de la naturaleza8
No es una religión, “es un estilo de vida”
Mientras la iglesia católica, a través de su historia y en especial en el
caso de América Latina, instituyó su religión a través de dogmas, de traspaso de
fiestas y creencias antiguas para adaptarlas al catolicismo naciente en la región,
no se vio, en su mayoría, a la tarea de buscar una transformación social a través
de su canal integracionista.
La forma de trabajo de las iglesias protestantes optó por otra forma de
adaptar su religión en el contexto del desarrollo Moderno. Decía que mientras el
catolicismo tomó el camino de la imposición de dogmas, de ritos y prácticas hasta
cierto punto supersticioso, el protestantismo liberal, de origen alemán y
estadounidense, se preocupó por llevar al plano de la relacionalidad con el otro su
práctica religiosa. Así, el eslogan más común, inclusive utilizado hasta el presente,
8 Latta S.J. La educación moral. The Canadian teacher. Octubre, 1901. pp 333

que utilizó el protestantismo fue: “El cristianismo no es una religión, es un estilo de
vida”.
De esa manera, se daba a entender el desmontaje del pensamiento
católico, al quitar del pensamiento del creyente la formulación de una vida religiosa
dentro de la iglesia o como algo sacramental de un espacio físico, para llevarlo a
la práctica diaria, que como decía Latta, se convertiría de esa manera en algo que
ya constituiría su propia naturaleza.
Esa proyección interna (religiosa) hacia el exterior (sociedad liberal)
sería la perfecta combinación para un refuerzo de la política liberal. Algunas
características9 de este estilo de vida tenían relación con la prohibición de
alcohólicas, tabaco, drogas, bebidas, juegos de azar, vida en monogamia, etc.
Identificación de vicios con una economía empobrecedora
Eliminar toda práctica que sea motivo de conflicto social o alteración del
orden constituido también implica esa virtud evangélica y liberal. Rápidamente se
identificaron ciertos vicios que afectaban la salud y la convivencia pero también la
economía.
El discurso evangélico, apuntó al destierro de prácticas que a su
entender volcaban a los pueblos a vidas sumidas en la ociosidad, pobreza y listo
para el control y sumisión10. Se dejaba ver a las personas que incurrían en esas
prácticas como personas poco racionales, que no podían controlarse. Es digno de
resaltar que aunque en la práctica educacional no se introducían textos bíblicos,
detrás de su idea sí lo estaban, por ejemplo en cuanto al tema que nos ocupa, se
cita a Pablo en su carta a los Gálatas:
160s encargo que procedáis según el Espíritu y no ejecutéis los deseos del instinto. 17Pues el instinto desea contra el Espíritu y el Espíritu contra el instinto; y son tan opuestos, que no hacéis lo que queréis. 18Pero si os guía el Espíritu, no estáis sometidos a la ley. 19Las acciones del instinto son
9 Cameron, Agnes ¿Puede el carácter ser modificado por la educación? Revista de Religión, Educación. Historia y Ciencias Sociales. Junio, 1901. pp 290.10 Bastian, Jean. Historia del protestantismo en América Latina. Ed. CPSA, México, 1990. pp 75

manifiestas: fornicación, indecencia, desenfreno, 20idolatría, hechicería, enemistades, ambición, discordias, facciones, 21celos, borracheras, comilonas y cosas semejantes. Os prevengo, como os previne, que quienes practican eso no heredarán el reino de Dios. 22Por el contrario el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, 23modestia, dominio propio. Contra eso no hay ley que valga. 24Los que son de Cristo han crucificado el instinto con sus pasiones y deseos. 25Si vivimos por el Espíritu, sigamos al Espíritu; 26no seamos vanidosos, provocadores, envidiosos11.
En ello radicaba la virtud entendida como una permanente disposición a la
conquista del bien individual y del bien común.
Perfectibilidad del ser humano
La retórica en el discurso liberal religioso, llevó a cimentar la posición de
que el ser humano, a diferencia del pensamiento católico, es perfectible, y de que
una moral decadente (católica-conservadora) puede y debe ser cambiada, desde
los espacios reducidos como el hogar hasta las instituciones públicas, y que ese
deseo obedece a un proceso a largo plazo.
Se entiende la necesidad de protección y resistencia de ese proyecto que
no va a exhibir sus resultados en los cuatro primeros años de presidencia de la
revolución liberal pero a pesar del peligro propagandista negativo que pueda tener
en la sociedad, no abandonó su proyecto a largo plazo, específicamente reflejado
en la propuesta de este cambio mental y social.
Precisamente, en la consecución del programa liberal, la niñez ocupó gran
parte de sus esfuerzos, pedagógicos, económicos y políticos.
Niñez, nuevos ciudadanos
La niñez en la conformación del ciudadano en la Modernidad ecuatoriana,
era una tarea pendiente desde la puesta en marcha de la ciudadanía. En el caso
de Ecuador, se parte de la concepción del presente pero sobre todo del futuro que
11 Gálatas 5. 16-21. Schokel, Luis. Biblia del Peregrino: Nuevo Testamento. Ed. Verbo Divino, Navarra. 1997 pp 473-474

representa cada niño o niña. El aporte protestante recae en la formación de
ciudadanos, niños y niñas con capacidad crítica y moralidad funcional al sistema
liberal, que les permite participar en el orden de su espacio y también llevar una
vida saludable, sin vicios, etc. Un niño bien educado, sería a su vez no solo el
futuro ciudadano honesto, respetuosos, democrático, sino también el que impulsa
de manera inconsciente en su hogar la práctica de estas virtudes.
Los aportes descritos y otros de carácter económico y político marcaron
el inicio del siglo XX en el Ecuador que intentaba dejaba atrás la herencia colonial,
los aportes del liberalismo en materia ciudadana no hubiesen sido posibles de no
tener el apoyo del protestantismo liberal que con pedagogos y políticos eficientes
aportaron al cambio de mentalidad y conciencia ciudadana y espacial.
El uso de la religión que pueda hacerse desde el aparato estatal siempre ha
sido cuestionado, sin embargo de la realidad descrita en estas páginas saltan algunas
preguntas que deberían continuar debatiéndose, entre ellas: ¿Es posible utilizar la religión
para la adaptación de una ideología política con el apoyo mayoritario de los sectores de la
sociedad? ¿Cuál es el rol de la religión, hoy? ¿Cuál es el rol de la educación en el siglo
XXI? ¿Cuál es el rol de los distintos movimientos entre la sociedad, en la consecución de
una nación de bien vivir?