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Foladori, Guillermo & Melazzi, Gustavo (1991). Economía de la Sociedad Capitalista. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. 1 CAPÍTULO III: LAS TEORÍAS ECONÓMICAS Hemos reseñado de manera muy general la evolución de las formas del trabajo, de su productividad y excedente; así como el desarrollo de las sociedades que sobre dicha base se organizan. Pero, ¿qué ocurre, mientras tanto, con la teoría económica? Los fundamentos de la ciencia económica se fueron estableciendo desde los albores de la humanidad. La representación pictórica de los animales que el hombre primitivo cazaba constituía un incipiente intento de predecir la producción de la riqueza. La invención del número, y los instrumentos de medida de peso y volumen en las sociedades sumeria y egipcia de tributo colectivo, representaron un paso decisivo en el cálculo del excedente económico. Así, cada sociedad, según el nivel de desarrollo técnico y científico, y el tipo de problemas que debía afrontar para la satisfacción de sus necesidades, fue elaborando los cimientos de una teoría económica. Pero más allá de la utilidad práctica que determinados instrumentos lógicos y técnicos brindan para el conocimiento de la realidad, el problema central de cada teoría económica es siempre el enfoque que utiliza, los problemas que se plantea, y los conceptos que emplea. El pensamiento teórico en la Grecia clásica, con un amplio desarrollo en el campo de la matemática, poco colaboró en incrementar la productividad del trabajo. El trabajo esclavo como fuente de la riqueza orientaba al filósofo y al político hacia la ampliación de la cantidad de esclavos, antes que a la manera de convertir el mismo trabajo en más productivo y menos agobiante. De la misma manera el tremendo desarrollo de la economía matemática de hoy en día, con el apoyo de inmensos cerebros artificiales no ha logrado evitar las crisis económicas mundiales ni tan siquiera explicarlas. Los actuales científicos de la economía, que representan los intereses del capital, no pueden reconocer, por motivos políticos, al trabajo asalariado como fuente exclusiva de la riqueza, y con ello difícilmente podrán nunca explicar objetivamente las crisis, la ganancia o cualquier problema de fondo de la economía contemporánea. 1 De manera que cada época histórica, y los intereses que los economistas defienden, conducen a utilizar conceptos diferentes y a explicar problemas también distintos. 2 Pretender que las diversas teorías económicas responden a las mismas cuestiones y pueden extrapolar las categorías a cualquier momento histórico es tomar partido por una 1 A comienzos de los cincuenta se desató una polémica que duró dos décadas, en torno a la “medición del capital”. La “Controversia de los Cambridge” que causó estragos entre las filas de los economistas neoclásicos. De ella no pudieron salir adelante. Autores como Samuelson “despachan” la dificultad en notas al pie de página en su manual Economía sin hacer referencia a las fuentes donde tales críticas pueden leerse. Por su parte Ferguson en su Teoría micro económica no hace un solo comentario a la “controversia” y en un texto de nivel superior The Neoclasical Theory of Production and Distribution (Cambridge University Press, 1969, pag XVII) al no poder rebatir las críticas se limita a decir que “hay que tener fe” (véase Aboites, Jaime (1981). La crisis de la teoría neoclásica y la enseñanza de economía, Tegucigalpa: Revista Centroamericana de Economía, 5-6). Una reseña completa de la polémica puede verse en Harcourt, G. C. (1975). Teoría del Capital (Una controversia entre los dos Cambridge), Barcelona: Oikos-Tau. También en, Harcourt, G. H. & Ne.F.Laing, N. F. (Eds). (1977). Capital y Crecimiento, México D.F.: Fondo de Cultura Económica, Selección de Lecturas Nº 18. 2 Para un mayor desarrollo véase Dobb, M. (1973). Introducción a la economía. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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Foladori, Guillermo & Melazzi, Gustavo (1991). Economía de la Sociedad Capitalista. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

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CAPÍTULO III: LAS TEORÍAS ECONÓMICAS

Hemos reseñado de manera muy general la evolución de las formas del trabajo, de su productividad y excedente; así como el desarrollo de las sociedades que sobre dicha base se organizan. Pero, ¿qué ocurre, mientras tanto, con la teoría económica?

Los fundamentos de la ciencia económica se fueron estableciendo desde los albores de la humanidad. La representación pictórica de los animales que el hombre primitivo cazaba constituía un incipiente intento de predecir la producción de la riqueza. La invención del número, y los instrumentos de medida de peso y volumen en las sociedades sumeria y egipcia de tributo colectivo, representaron un paso decisivo en el cálculo del excedente económico. Así, cada sociedad, según el nivel de desarrollo técnico y científico, y el tipo de problemas que debía afrontar para la satisfacción de sus necesidades, fue elaborando los cimientos de una teoría económica.

Pero más allá de la utilidad práctica que determinados instrumentos lógicos y técnicos brindan para el conocimiento de la realidad, el problema central de cada teoría económica es siempre el enfoque que utiliza, los problemas que se plantea, y los conceptos que emplea. El pensamiento teórico en la Grecia clásica, con un amplio desarrollo en el campo de la matemática, poco colaboró en incrementar la productividad del trabajo. El trabajo esclavo como fuente de la riqueza orientaba al filósofo y al político hacia la ampliación de la cantidad de esclavos, antes que a la manera de convertir el mismo trabajo en más productivo y menos agobiante. De la misma manera el tremendo desarrollo de la economía matemática de hoy en día, con el apoyo de inmensos cerebros artificiales no ha logrado evitar las crisis económicas mundiales ni tan siquiera explicarlas. Los actuales científicos de la economía, que representan los intereses del capital, no pueden reconocer, por motivos políticos, al trabajo asalariado como fuente exclusiva de la riqueza, y con ello difícilmente podrán nunca explicar objetivamente las crisis, la ganancia o cualquier problema de fondo de la economía contemporánea.1

De manera que cada época histórica, y los intereses que los economistas defienden, conducen a utilizar conceptos diferentes y a explicar problemas también distintos.2 Pretender que las diversas teorías económicas responden a las mismas cuestiones y pueden extrapolar las categorías a cualquier momento histórico es tomar partido por una

1 A comienzos de los cincuenta se desató una polémica que duró dos décadas, en torno a la “medición del capital”. La “Controversia de los Cambridge” que causó estragos entre las filas de los economistas neoclásicos. De ella no pudieron salir adelante. Autores como Samuelson “despachan” la dificultad en notas al pie de página en su manual Economía sin hacer referencia a las fuentes donde tales críticas pueden leerse. Por su parte Ferguson en su Teoría micro económica no hace un solo comentario a la “controversia” y en un texto de nivel superior The Neoclasical Theory of Production and Distribution (Cambridge University Press, 1969, pag XVII) al no poder rebatir las críticas se limita a decir que “hay que tener fe” (véase Aboites, Jaime (1981). La crisis de la teoría neoclásica y la enseñanza de economía, Tegucigalpa: Revista Centroamericana de Economía, 5-6). Una reseña completa de la polémica puede verse en Harcourt, G. C. (1975). Teoría del Capital (Una controversia entre los dos Cambridge), Barcelona: Oikos-Tau. También en, Harcourt, G. H. & Ne.F.Laing, N. F. (Eds). (1977). Capital y Crecimiento, México D.F.: Fondo de Cultura Económica, Selección de Lecturas Nº 18. 2 Para un mayor desarrollo véase Dobb, M. (1973). Introducción a la economía. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

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concepción ahistórica que ve relaciones capitalistas en todos lados y épocas, como si éstas fuesen eternas.

Ahora bien, independientemente de las bases de la teoría económica, que se pueden rastrear prácticamente hasta el origen del hombre, la teoría como tal, como un cuerpo de conocimientos que separa la actividad económica de la política, de la técnica, y de la religión y filosofía, ocurre alrededor del siglo XV. Esto no es casual. Se trata de la etapa renacentista, en que la producción mercantil adquiere un auge inusitado y, con ello, se trastoca todo el régimen feudal. Anteriormente las relaciones económicas no podían distinguirse como independientes de la sujeción política o de las reglamentaciones jurídicas. Las personas realizaban determinadas actividades económicas en virtud del estamento al cual pertenecían, fuesen campesinos, siervos, esclavos, artesanos libres, etc. Y la superestructura jurídica reglamentaba la herencia de manera que el orden social aparecía como resultado natural de la voluntad divina.3 Con el desarrollo del mercado, de las comunicaciones y de la moneda a fines del siglo XV, la actividad económica queda al desnudo, desprendida de las ataduras políticas o personales, a tal grado que los títulos nobiliarios comienzan a comprarse como una mercancía más. El lugar de cada uno en la división social del trabajo, el papel de las clases en la producción de la riqueza, la actividad económica toda, pasa, poco a poco, a regirse por la competencia mercantil; y la política se subordina, también paulatinamente, al desarrollo económico. Se dan entonces las bases objetivas para el estudio de las relaciones económicas de manera explícita. 1. Mercantilismo

El pensamiento mercantilista surge a finales del siglo XV (1480 aproximadamente) y se extiende hasta fines del siglo XVII (alrededor de 1680). Sus principales exponentes fueron John Hales, Antoine de Montchrestien, Colbert, Jean Bodin, y Thomas Mun.

Podemos diferenciar tres etapas en los planteos mercantilitas. La primera, en estrecha relación con la realidad europea, establece que la especulación y el comercio son la fuente de la riqueza; son éstas las actividades productivas. La política económica entendida como las acciones y normas legales por las cuales un gobierno incide en la actividad económica, se enfoca a atesorar dinero en el país. Importa señalar que se trata de un atesoramiento de riqueza diferente al que se consideraba hasta esa época. Si antes prevalecía la acumulación de objetos útiles, con el mercantilismo se impulsa el atesoramiento de riqueza monetaria.

La segunda etapa señala que el bienestar de la nación depende del tamaño de la población y su incremento. El escaso desarrollo de la técnica condiciona la riqueza, la que sólo puede aumentar si se incrementa cuantitativamente la población, sea como trabajadora o como integrante del ejército para el saqueo colonial.

Por último el mercantilismo busca activar el comercio exterior, a fin de obtener un saldo favorable en la balanza comercial y de ese modo inducir el flujo de metales 3 “…la identificación y la comprensión científica de la estructura económica feudal no podía darse dentro del ámbito de la formación económico-social feudal misma; una formación en la cual, (también en razón del escaso grado de desarrollo de las fuerzas productivas), las relaciones de producción y sociales se presentan todavía como algo inmediatamente humano, regulado –mejor que por leyes objetivas, expresiones de un “sistema de relaciones necesarias” –- por una concreta estructura de precisas normas deontológicas, que con fuerza y la autoridad de un imperativo jurídico y moral se imponen al sujeto” (Sereni: 54).

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preciosos hacia el país.4 Aparentemente el dinero se constituye en el objetivo, pero en realidad se trata de un medio para colocar las mercancías en el exterior. Los mercados coloniales son la piedra angular; se trata de áreas cautivas a las que se impide que produzcan y compitan con la metrópoli. Se postula una estricta regulación estatal del comercio y la utilización de todos los medios para someter a las colonias.

Si tomamos al mercantilismo en su conjunto, ¿cuál es su común denominador? En todos los casos el atesoramiento de moneda refleja la riqueza de un país; y se considera a la esfera de la circulación (comercio, guerras y saqueos, tributos, intereses de préstamos, etc.) como la única productiva. Vale la pena anotar que cuando se refieren a la riqueza del “país”, no suponen a todos los estratos de la población sino sólo a la burguesía en ascenso y su atesoramiento. En términos teóricos el mercantilismo sienta las bases del capitalismo, al destacar las funciones del dinero, tanto en el intercambio como en la especulación. Sus limitaciones radican en referirse exclusivamente a la esfera de la circulación, olvidándose de la producción, fruto de una época de guerras coloniales y financieras.

2. Fisiocracia

Esta teoría surge en Francia a fines del siglo XVII. En ese entonces el 80% de la población de Francia vivía directamente del agro, que se encontraba muy deprimido y donde prevalecía la gran explotación.

El principal exponente de la fisiocracia es Quesnay, aunque también contribuyeron Boisguilbert, Dupont de Nemour, Le Mercier de la Riviére, Mirabeau, Turgot, etc. Fue la primera escuela que intentó un estudio de conjunto del sistema económico, al que consideraban como un organismo regido por leyes que tenían la característica de ser necesarias y por tanto científicamente relevantes.

Las bases de la teoría fisiocrática descansan en dos postulados: a) la actividad agropecuaria como única generadora de riqueza; la que permite la reproducción del resto de la sociedad; y b) la existencia de un orden natural divino que regula la actividad económica. Ambos elementos tienen estrecha relación con la realidad de la época y del país. Por un lado se trata de una nación eminentemente agraria; por otro el ordenamiento divino –representado en la tierra por el rey– justifica la dominación de los terratenientes. Las consecuencias políticas de esta concepción son evidentes: si la voluntad divina garantiza un ordenamiento óptimo, los conflictos no pueden existir, y la norma debe ser no intervenir en la economía, o sea, el “laissez faire”.

No obstante sus limitaciones, la fisiocracia da un salto cualitativo en el pensamiento económico al utilizar como elemento central la categoría de excedente. El sector agropecuario, único productivo, es el que genera todo excedente. La industria sólo repone los bienes utilizados5 y el comercio también es improductivo. La importancia que se le asigna a los terratenientes, al derecho a la propiedad y de herencia, son la consecuencia

4 De aquí algunas posturas actuales que señalan que los gobiernos de los países subdesarrollados tienen una política económica “mercantilista” al buscar ansiosamente un superávit en su comercio exterior, y con este saldo disponer de divisas, pero, para el pago de la deuda externa… 5 “Mirabeau decía : “Le doy un pedazo de paño a un sastre: no será nunca capaz de aumentarlo de modo de sacar de él una casaca para él y otra para mí”. Citado en Dobb (1973). Introducción a la economía. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, p. 14.

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en el plano jurídico de la teoría económica. El “laissez faire”, base de la política económica, propugna la no imposición de restricciones a la producción agropecuaria, al tiempo que justifica las diversas modalidades de renta de la tierra a favor del terrateniente.

3. Escuela clásica

La escuela clásica surge en Inglaterra y sus principales figuras son Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill. Se les denomina “clásicos” no por ser los iniciadores de la ciencia económica en tanto cuerpo sistemático de conocimientos –ciencia que llega entonces a su madurez con el advenimiento del capitalismo– sino porque comparten una preocupación común e intentan responder a problemas básicamente similares. Consideran al sistema económico desde la perspectiva de su reproducción regulada por ciertas leyes. Se preocupan también por la generación y distribución del excedente económico, llegando para ello a determinar el rol de un sistema de precios.

En el momento en que se publica el principal trabajo de Adam Smith Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776) culmina la descomposición del mundo feudal y se dan los inicios de la revolución industrial. El propósito de su estudio es el funcionamiento del capitalismo, el cual se encontraba aún en estado embrionario.

Adam Smith introduce un cambio importante en la génesis del excedente, en la búsqueda de las fuentes de la riqueza. Los mercantilistas habían señalado que el excedente provenía de la circulación, de comprar barato y vender caro; los fisiócratas defendían la tesis de que era la actividad agropecuaria la única que generaba excedente. Con Adam Smith se clarifica el trabajo como generador de excedente, tanto aplicado a la agricultura como a la industria. Este gran paso adelante se acompaña, además, con la idea de que a medida que se desarrolla la división social del trabajo (se especializan los trabajadores; aumenta la rapidez de sus actividades y se facilita la introducción de la maquinaria) se incrementa la capacidad de generar riqueza. Da también los primeros pasos en la diferencia entre valor de uso y valor de cambio de las mercancías.

La política económica propuesta se sostiene sobre la idea de que existe una “mano invisible” que regula las actividades. Está en la naturaleza de las cosas el funcionar adecuadamente. Nuevamente el “laissez faire”, acorde ahora con las necesidades de desarrollo del capitalismo, de la libertad que éste requería para desarrollar todas sus potencialidades, sin restricciones, sin reglamentaciones estatales. Es de destacar el pasaje del origen divino del “orden natural” de los fisiócratas, al carácter terrenal del mismo fenómeno en Adam Smith.

Los Principios de economía política y tributación de David Ricardo aparecieron en 1817, 41 años después del trabajo de A. Smith, período en el que Inglaterra consolidó el capitalismo. De la manufactura se había pasado a fábricas modernas; se generalizaba la revolución científico-técnica; grandes concentraciones de trabajadores en las ciudades provocaban situaciones y problemas sin precedentes.

Ricardo llega a la teoría económica buscando la solución a problemas prácticos; primero la inflación inglesa, luego la alta incidencia del precio del trigo en el salario de los trabajadores. Este último aspecto lo lleva a centrar el interés en lo que constituye su

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objetivo central: la determinación de la ganancia y la distribución de la riqueza entre los terratenientes, los industriales y los trabajadores.

En aquel momento existía en Inglaterra la Ley de Granos, por la cual era necesario agotar las existencias de trigo inglés antes de permitir su importación del exterior. Era una ley proteccionista, favorable a los terratenientes pero que perjudicaba a los industriales, ya que resultaba en un precio elevado para el trigo; y al ser éste un elemento básico del consumo obrero elevaba los salarios y disminuía la ganancia, y las posibilidades por tanto de acumular y desarrollar el capitalismo. Este es el corazón de la problemática distributiva que preocupa a Ricardo, defensor de los industriales. Teóricamente era necesario pulir las ideas del trabajo como fuente de riqueza, para ubicar así al salario –y su componente básico el trigo– en el esquema global del sistema económico.

Ya Adam Smith había generalizado al trabajo como productor de riqueza: Ricardo perfecciona estos conceptos desarrollando la teoría del valor-trabajo. El valor lo genera el trabajo en función de las horas requeridas para la elaboración de las mercancías. A su vez el valor tiene dos aspectos: valor de uso (utilidad, aptitud de las mercancías para satisfacer necesidades) y valor de cambio (trabajo incorporado y escasez).6 El valor de cambio de una mercancía depende de la cantidad de trabajo necesario para producirla. Pero Ricardo agrega: incide además el costo de los factores que intervienen en su producción. Y como el precio de estos factores depende de su costo más una tasa de ganancia sobre el capital empleado, al variar la tasa de ganancia de una economía varían los precios de todas las mercancías. El intento de determinar el valor de las mercancías por el tiempo de trabajo se frustra, primero porque la ganancia para Ricardo es sólo una tasa aplicada sobre el capital, sin una explicación fundamentada; luego, porque el valor queda indeterminado al depender de las horas de trabajo y de los precios al mismo tiempo. Aquí se origina el camino sin salida en que cae la teoría ricardiana, y, con ella, la escuela clásica.

La política económica propuesta por Ricardo continúa las posiciones de A. Smith, al sustentar también él la no intervención estatal en la actividad económica; el “laissez faire” debía mantenerse como pilar básico de la organización del sistema económico. Con ello se lograba libertad para importar trigo barato, y aumentar la ganancia al disminuir el costo salarial. Se permitía, asimismo, el libre funcionamiento del mercado de trabajo, por el cual el salario quedaba librado a la oferta y la demanda. Era, en definitiva, la libertad requerida para no obstaculizar el desarrollo del capitalismo industrial.

Resulta ilustrativo tomar conjuntamente estos planteos de la escuela clásica de no intervención estatal. Smith lo propugna para rechazar la intervención monárquica, para eliminar el peso de las antiguas clases dominantes en la economía; Ricardo lo hace para disminuir el papel de los terratenientes en la distribución de la riqueza y evitar así un pesado lastre en la acumulación industrial. Ambos, por tanto, cumplen un papel progresista para su época en defensa de los sectores de avanzada.

6 Aplica la escasez a aquellos bienes no reproducibles por el trabajo (obras de arte, ciertos recursos naturales); pero dado que son reducidos en número y en importancia en la economía Ricardo los descarta, y se centra solamente en el trabajo incorporado como determinante del valor de cambio.

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4. ¿Y después?

La teoría económica clásica se hallaba íntimamente ligada a la lucha de la burguesía industrial de Inglaterra y Francia, contra los restos de las relaciones feudales y las limitaciones a la libertad económica, así como con su reivindicación de la posición dirigente en la vida social y política.7 El análisis realizado por los clásicos aclaraba sobre las condiciones del desarrollo capitalista, y al mismo tiempo sentaba las bases para un conocimiento profundo del sistema económico. La teoría del valor-trabajo; la importancia de la división social del trabajo en la generación de la riqueza; los problemas de la distribución de esa riqueza, constituyeron avances científicos en el desarrollo de la teoría y tuvieron implicaciones prácticas en la política económica.

Empero permanecían sin esclarecer y perfeccionar temas todavía confusos, incompletos, y en ocasiones contradictorios en sus razonamientos. Era preciso determinar el origen de la ganancia, las perspectivas del sistema, las formas de fijación de precios y el funcionamiento del mercado, etc. Todo ello en momentos en que la realidad socio-económica mostraba el triunfo de los sectores capitalistas y, a partir de allí, la necesidad para la burguesía de convalidar y legitimar en el plano de la teoría las virtudes del capitalismo y su papel primigenio dentro del mismo. Pero la realidad también mostraba los estragos que el capitalismo producía entre los sectores trabajadores. Jornadas de 12 y 14 horas de trabajo; hacinamiento de obreros en viviendas miserables alrededor de los centros fabriles; incorporación de las mujeres y niños al trabajo asalariado en condiciones aún peores que la de los hombres adultos; empleo de las diferencias étnicas y/o raciales para agudizar la explotación del trabajo, etc. En estas circunstancias no resulta casual que la economía política vigente se vea criticada desde sus cimientos por pensadores que se situaron políticamente del lado de los trabajadores. Carlos Marx y Federico Engels recogiendo la tradición intelectual de los socialistas utópicos y empleando el método dialéctico perfeccionado por G.W. Hegel logran dar respuesta a muchos de los problemas económicos hasta entonces irresueltos.

El pensamiento marxista recoge de la economía política la visión globalizadota de la economía como producción, distribución y consumo de la riqueza. Centra también su atención sobre la categoría de excedente. Pero a diferencia de los clásicos que veían en las relaciones capitalistas formas eternas y la etapa última en el desarrollo económico de la humanidad, Marx y Engels consideran al capitalismo una forma también transitoria de explotación de unas clases sobre otras, que en su desarrollo deberá evolucionar hacia una sociedad sin explotación.

La crítica que realiza el pensamiento marxista sobre la economía clásica8 y el avance que significa al resolver varios de los problemas más complejos de la economía capitalista, provocan un quiebre en la evolución del pensamiento económico. La rigurosidad de sus razonamientos y la necesidad de superar la sociedad capitalista, aunque con lógicas y necesarias opiniones diferentes de los autores que comparten sus

7 Véase Lange, Oscar (s/f). La economía política: historia y presente. Montevideo: Fundación de Cultura Universitari, 10. 8 Desde los años cincuenta del siglo XX algunos autores como P. Sraffa, J. Robinson, y otros, intentan retomar a Ricardo buscando un renacimiento de la economía clásica.

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puntos básicos, constituye una corriente de pensamiento nítida.9 En la misma época surgirá una nueva escuela económica que, rescatando algunos elementos aislados del pensamiento clásico, quiebra no obstante con la tradición de considerar a la producción y distribución del excedente como uno de los cimientos del análisis económico, y a la división social del trabajo como elemento contradictorio que acelera la producción de la riqueza material al tiempo que aumenta los antagonismos de clase. Para la escuela neoclásica no existe el concepto de excedente; la riqueza como riqueza material objetiva desaparece también, y en su lugar surge un concepto subjetivo. El valor esbozado por Smith y desarrollado por Ricardo como tiempo de trabajo incorporado a las mercancías también desaparece, para transformarse en la evaluación individual, subjetiva que cada uno de nosotros realiza acerca de la utilidad que un bien le puede prestar. Conceptos como los de escasez, utilidad, equilibrio, oferta, demanda, pasan a explicar el “orden natural”. La escuela neoclásica o subjetiva, siendo contemporánea e inclusive levemente posterior a la escuela marxista la ignora por completo.10 El pensamiento subjetivo neoclásico va a dominar la teoría económica de los países capitalistas desde finales del siglo pasado hasta la actualidad. A partir de esta desviación de los neoclásicos respecto al tronco común de la economía política clásica podemos distinguir a las teorías económicas objetivas de las teorías económicas subjetivas.

Los aspectos centrales que caracterizan a la teoría objetiva constituyen el propósito de este libro. Pero para completar el panorama general de las teorías económicas, que es el tema de este capítulo, veremos algunos elementos definitorios de la teoría neoclásica o subjetiva.

Es importante hacer un resumen de esta concepción. No sólo porque históricamente cumple un papel sustancial, sino porque es la teoría dominante en el mundo occidental. Con mayor o menor sofisticación –y contemporáneamente con inusitada sofisticación a través del uso profuso de la matemática y la computación– con algunas variantes de mayor o menor importancia, las bases y la metodología del razonamiento neoclásico lo encontramos en todo el pensamiento y las propuestas liberales o neoliberales de la actualidad; en los análisis de Milton Friedman y su escuela monetarista; en el enfoque de John Maynard Keynes para superar las trabas al desarrollo del capitalismo; en la casi totalidad de los trabajos econométricos que utilizan profusamente la computación; en el análisis de proyectos de inversión; en las cuentas nacionales que nos dan su visión de cuánto y cómo produce un país, etc. En otras palabras, es la ciencia económica de los sectores dominantes capitalistas en el mundo contemporáneo. Es obvio que no podemos detallar las variantes, modificaciones o desarrollos de toda la teoría; nos limitaremos a aspectos fundamentales que, precisamente por serlo, figuran como un hilo conductor –explícito o la mayoría de las veces implícito– que subyace todos los análisis citados.

9 También la denominaremos corriente objetiva o materialista, en la medida que consideran al valor como algo objetivo, concreto y material, derivado del trabajo incorporado en las mercancías (sin la inconsistencia de Ricardo) y también por considerar que la propia realidad es objetiva, existe independientemente de nuestras ideas y percepciones. 10 Recientemente y seguramente como resultado de la crisis del pensamiento neoclásico y de la revitalización de las corrientes marxistas durante la década del 60-70, autores como Samuelson introducen en sus textos (véase Economía) profusos comentarios, aunque lamentablemente de estrechas luces, a la teoría marxista.

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5. Escuela neoclásica

Aproximadamente entre 1871 y 1906 una serie de autores11 de distintos países ponen los cimientos y construyen la teoría a partir de una serie de conceptos comunes, a pesar de haber desarrollado su trabajo en forma independiente.12 La realidad económica mostraba un momento de auge del capitalismo; una expansión imperialista en todo el mundo; un proceso de concentración empresarial –surgen en dicha época los grandes monopolios–, y la separación del empresario del control directo de la producción y su conversión en simple tenedor de acciones (rentista). A pesar de que este desarrollo no significaba una armonía perfecta en el sistema (se presentaron crisis económicas en 1873 –de gran incidencia en el Río de la Plata– en 1882, 1890, y 1907 dentro del período), la tónica general impuesta por los sectores dominantes era un rápido desarrollo del sistema capitalista y una gran confianza en sus posibilidades futuras. a) La construcción de una economía subjetiva

Hay una serie de conceptos básicos a partir de los cuales estos autores construyen su concepción. Rechazan la teoría del valor-trabajo señalando, por un lado, que el trabajo contenido en una mercancía es algo pasado, que desaparece, mientras que lo que importa es la valoración al momento del cambio, de la compra-venta. Por otro, que “la práctica de los negocios” no reconoce como válida la teoría anterior. A partir de estas críticas elaboran el primer concepto básico, el de utilidad de las mercancías, comprendiendo en él la capacidad de satisfacer necesidades. Esta última se combina con un segundo aspecto, también central, la escasez. Para ellos la escasez es un hecho fundamental de la vida económica, que otorga a los bienes el carácter de bienes económicos; por el contrario, aquellos bienes sobre los cuales existe libre disponibilidad en la naturaleza no son económicos. El tercer elemento lo constituye la ley de los rendimientos decrecientes. Se aplica tanto a la esfera del consumo como a la de la producción. Señala que a medida que agregamos una unidad de producto al consumo o a la producción, la utilidad marginal, –es decir, la utilidad de la última unidad aportada– disminuye. A saber, si tenemos sed, el consumo del primer vaso de agua nos proporciona gran satisfacción y, por tanto, tiene una utilidad elevada; si tomamos vasos sucesivos de agua, dicha utilidad disminuye hasta, inclusive hacerse negativa e inútil. Los distintos factores de la producción13 tienen un rendimiento al aplicarse al proceso productivo, pero, en determinado momento si aumentamos la dotación de un recurso –permaneciendo invariables los demás– el rendimiento del mismo disminuye. Por ejemplo, si cultivamos trigo en una misma superficie con tres trabajadores, la aplicación de una dosis de fertilizantes aumenta el rendimiento, pero llegará un momento en que si proseguimos aplicando fertilizantes el aumento en la producción de trigo que implica cada nueva dosis

11 El antecedente más notorio es Gossen (Alemania 1854), pero en el período citado tenemos a Jevons (Inglaterra 1871); Walras (Lausana 1874); Bohm Bawerk (Austria 1889); Pareto (Italia 1906). 12 No parece que esta concepción surgiese como una respuesta a los planteos de Marx en forma deliberada. Pero lo que importa es que una vez formulada, fue apoyada, defendida y propagandeada por los sectores que históricamente requerían de una explicación y justificación de su accionar capitalista. 13 En esta concepción se entiende que hay tres factores de producción; es decir, tres elementos que aportan al proceso productivo, que generan o producen, por tanto, riqueza: tierra, capital y trabajo.

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sería cada vez menor hasta hacerse nulo. No sólo será inútil poner más y más fertilizante sino que, incluso puede llegar a ser negativo para las plantas.

Pero si el valor es la utilidad que brinda, ¿cómo lo cuantificamos? ¿Cómo medimos dicha utilidad? En primera instancia los neoclásicos intentaron medir la utilidad absoluta, pero resultó imposible por ser algo subjetivo que varía según cada sujeto. Luego intentaron medir la utilidad marginal, la de la última dosis consumida de un bien, pero se reiteró la dificultad anterior. La solución propuesta consistió ya no en una medida absoluta de la utilidad sino simplemente en un ordenamiento de las prioridades del consumo y/o de la producción. Se afirma que no resulta necesario conocer cuánto es la utilidad marginal; sino que alcanza con saber que se prefiere una unidad más de un bien frente a una unidad de otro bien. No importa cuál sea la utilidad de un kilo de arroz o 100 gramos de mortadela. Cada consumidor construirá, así, su cuadro de preferencias que guiará su conducta en el mercado.

Para la concepción subjetivo o neoclásica el valor depende de la utilidad que brindan los bienes escasos a un consumidor o a un empresario. En este juicio subjetivo que cada quien hace incide, obviamente, el precio de los bienes y el nivel de ingreso de cada uno. Ambos se toman como elementos de juicio. El valor resultará de la relación entre el precio de los bienes, la capacidad de compra, y la evaluación subjetiva, individual, sobre su utilidad.

El último de los conceptos básicos de la teoría indica que el mecanismo regulador del sistema capitalista es el mercado. A él concurren demandantes y oferentes. La teoría elabora un sistema de indicadores por medio de los cuales se llega a saber qué bienes encuentran salida, y por tanto cuál debiera ser la composición de la oferta y producción a realizar por los empresarios. Este conjunto de indicadores es el sistema de precios (su operatividad se desarrollará más adelante). El mercado también concreta la distribución del ingreso.

Estos conceptos básicos con los cuales los neoclásicos construyen su teoría permiten deducir algunas conclusiones. El valor no se determina sobre la base de elementos objetivos sino estrictamente subjetivos. El valor de los bienes depende de elementos psicológicos que pautarán el grado de utilidad que cada uno de nosotros adjudica a un bien para satisfacer sus necesidades. Esta es la razón por la cual a esta concepción se la llama indistintamente neoclásica o subjetiva. Surge así nítida la diferencia con la concepción objetiva, donde el valor depende de un elemento concreto, el trabajo materializado en una mercancía.

Para la concepción neoclásica las relaciones económicas son relaciones entre los hombres y las cosas; entre el individuo y la satisfacción que le proporciona un objeto. También aquí se percibe la diferencia con la concepción objetiva, donde las relaciones económicas son relaciones sociales de producción entre individuos en un sistema de división del trabajo. Para la economía política clásica las preocupaciones que primaban eran las correspondientes al origen del excedente y la ganancia, la riqueza de las sociedades y su distribución. Con la concepción neoclásica estos objetivos desaparecen del centro de atención. Lo que más interesa ahora es la evolución de los precios, responder a las necesidades empresariales, son las condiciones en que un sistema –el capitalista– se mantiene en equilibrio, logra su estabilidad. Estos cambios de enfoque constituyen el origen de su denominación como teoría neoclásica. Sus respuestas abordan problemas e intereses distintos a los de los clásicos.

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b. El modelo de funcionamiento

Para la concepción neoclásica la comprensión del mercado nos brinda las claves que necesitamos para explicar cualquier fenómeno económico. Efectivamente, si el regulador del sistema es el mercado, el comportamiento de demandantes y oferentes, y la dinámica del propio mercado constituyen las bases de funcionamiento del capitalismo.

El consumidor de un bien construye la curva de demanda de ese bien a partir de una relación inmediata y sencilla: a medida que disminuye el precio del bien aumenta la demanda del mismo y viceversa. El precio se toma entonces como un dato, así como las preferencias individuales de cada consumidor. Con estos datos se construye la curva individual de demanda de un bien. Para pasar a la demanda de todos los consumidores respecto al conjunto de los bienes se procede por agregación.14

Hay aquí un supuesto fundamental: la soberanía del consumidor. Este es racional,

toma sus decisiones en forma autónoma y en función de juicios donde priman sus propios puntos de vista. Dispone de toda la información para decidir (conoce todos los bienes existentes, sus cualidades técnicas y cuál es la utilidad en tanto satisfactor de necesidades); los precios están dados y son conocidos por él, y en ellos no puede incidir; y su nivel de ingreso está también determinado. Estos supuestos que los neoclásicos aceptan como naturales llevan a no cuestionar el origen de los ingresos; a interesarse por los precios en tanto fluctuación, más no por su origen; y obviamente a suponer que el consumidor no está influido por las formas de propaganda. Para ponerlo en boca de un autor muy conocido:

“El consumidor, se dice, es el rey, o más bien siendo todos reyes, cada uno se convierte en un elector que usa su dinero como voto para conseguir que se haga lo que quiere que se haga. Tus votos deben competir con los míos y las personas que tengan más votos serán las que influyan más en lo que se produce y en determinar a dónde van los bienes. Nuestra tarea es ver cómo tiene lugar este gasto de los votos monetarios, este sistema de `soberanía del consumidor` bajo los controles de la competencia económica” (Samuelson: 58).

14 Estas formas de agregación –junto a otros elementos– son muy cuestionadas por la escuela de Cambridge de Inglaterra.

Foladori, Guillermo & Melazzi, Gustavo (1991). Economía de la Sociedad Capitalista. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

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En aquellos casos en que el consumidor considere que en un mercado se restringe su libertad para actuar, mantiene siempre la libertad de no participar en él.

Como el consumidor actúa racionalmente, buscará maximizar la utilidad que obtiene de sus transacciones. Este es un objetivo permanente; y es también la norma que guía a todos los consumidores, no importando su ubicación social, su nivel de ingreso, o incluso la época histórica que analicemos; todos se han comportado y se comportarán acorde con este criterio. Vale la pena destacar que los ejemplos que se manejan en los textos neoclásicos refuerzan esta idea; al tomar a Robinson Crusoe en su isla; a un campesino aislado, a una persona sola en su cabaña de la selva; a un caminante en el desierto, etc. Siempre el hombre solo, vinculado individualmente con las cosas y desvinculado de la sociedad; intentando maximizar la utilidad que obtiene de los bienes que satisfacen necesidades. A partir de la individualidad se construye una teoría económica social.

Los oferentes también guían su acción por la maximización de la utilidad; en su caso ésta se refiere a maximizar los ingresos obtenidos. El oferente compara la desutilidad en que incurre al tener que utilizar factores de producción con la utilidad proveniente de la venta. La ley de rendimientos decrecientes condiciona los costos de la producción y, de aquí, la forma de la curva de la oferta. En ella se relacionan precios y cantidades ofrecidas de un bien. La ley nos dice que a medida que aumentamos la producción de un bien aumentarán los costos de producción del mismo. Los rendimientos decrecientes indican que cada nuevo producto fabricado tendrá un costo superior al previo; su costo marginal será superior.

Así, la forma de la curva que sintetiza el comportamiento de los oferentes en el mercado es la que aparece en la gráfica.15

¿Cómo se remunera cada factor de producción? La respuesta a esta interrogante nos

brindará la forma en que se distribuyen los ingresos. Cada factor se retribuye en función de su productividad: si es alta, sus ingresos también lo serán; si es baja, tendrá pocos ingresos. El aporte que cada uno realiza a la producción condiciona entonces su nivel de retribución. Así si alguien gana mucho se debe a que realiza un aporte muy importante al

15 La curva de oferta, así como la de demanda, pueden tener distintas curvaturas, mayor o menor pendiente, etc., marcando diversas situaciones y comportamientos. Esta concepción analiza estas alternativas a través del concepto de elasticidad de demanda o de oferta.

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proceso productivo y viceversa. Este proceso también es individual; no encontramos aquí sectores sociales actuando coordinadamente o intentando influir mediante su poder social. La responsabilidad por los ingresos que se perciben es estrictamente individual; son factores cuasi naturales los que explican las diferencias de ingreso y es casi imposible luchar contra ellas; se deben aceptar o tratar de superar en el plano personal.

El mercado reúne demandantes y oferentes y pauta el desarrollo del sistema. Este supremo mecanismo regulador debe actuar libremente, sin trabas ni influencias de ninguna especie, sea de gremios de empresarios, de productores del gobierno, de sindicatos, etc. Si garantizamos este libre funcionamiento, el mercado asegura el equilibrio, asegura la estabilidad del sistema y la maximización de la satisfacción de las necesidades de quienes participan en él.

Los neoclásicos construyen su teoría del funcionamiento del mercado estableciendo una serie de supuestos sobre el mismo. Hablan así de atomicidad, que significa que ninguna empresa tiene tamaño y poder suficiente como para influenciar el mercado (tampoco ningún consumidor o empresa demandante de insumos); los productos son homogéneos; hay libre movilidad de recursos productivos –capital o trabajo– o de empresas, que pueden entrar o salir del mercado en cualquier momento; hay transparencia en el sentido de que la tecnología de producción y la organización de la producción son conocidas para cualquier interesado en saberlo; y en principio, también la tecnología está dada, no sufre modificaciones durante el análisis.

Estas características modelan lo que la teoría denominó competencia perfecta. Cada demandante y oferente compiten entre sí para maximizar su utilidad. El resultado de esta competencia es el punto de equilibrio del mercado. Todos los procesos conducen a él y una vez alcanzado, si por una razón exógena el mercado se apartara del punto de equilibrio, las fuerzas actuantes en el mismo conducirán a retomarlo, por lo cual es un punto de equilibrio estable.

¿Cómo se alcanza el punto de equilibrio? En un mercado confluyen demandantes y oferentes con sus curvas de demanda y oferta por un bien; al encontrarse las curvas se alcanza el equilibrio. El proceso es el siguiente: en la gráfica siguiente vemos el mercado (representado por los ejes coordinados) y allí representamos la demanda DD y la oferta OO. Si la cantidad ofrecida fuera Q1 los empresarios obtendrían altas ganancias, ya que la demanda llegaría hasta el punto D1. En otras palabras, los consumidores estarían dispuestos a pagar un precio P1 por los bienes, el que enfrentados a los costos (representados por O1) rinde buena ganancia. Ante esta perspectiva, otros empresarios se sentirán motivados a entrar en ese mercado, con lo cual aumenta la oferta de productos, quizá hasta Q2. En este punto se ve que los empresarios tienen pérdidas, por lo cual muchos se retirarán de esa producción. Este proceso se repite sucesivas veces, llegando al punto de cruce de ambas curvas. Allí está el punto de equilibrio, y en él se determinan el precio Pe y la cantidad Qe, ambos de equilibrio.

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Este procedimiento se repite para todos los bienes, con lo cual llegamos al punto de

equilibrio general del sistema. Los modelos establecen que no se trata de un proceso de aproximaciones sucesivas, sino que se determina todo simultáneamente, obteniendo, todos, la máxima satisfacción posible.

Esta satisfacción máxima, importa precisar, se aplica tanto a demandantes como a oferentes y, entre éstos, a los poseedores de los factores de producción (tierra, capital y trabajo). El procedimiento garantiza que en el sistema no existan recursos ociosos; siempre existirá un nivel de remuneración para los factores de producción mediante el cual su poseedor estará dispuesto a ofrecerlo a un empresario y éste, a su vez, tendrá interés en contratarlo para producir. Esto quiere decir que se utilizará toda la tierra y el capital disponible, y no habrá desempleo entre los trabajadores.

Con los elementos anteriores los neoclásicos describen y explican todos los fenómenos económicos de la sociedad. Aplican estas herramientas a la evolución de los bienes de consumo directo, al comercio internacional, al dinero, a la producción de maquinaria, a la oferta y demanda por servicios de salud y educación, a un proyecto de inversión, a nuestro comportamiento cotidiano. Pero surge el comentario inmediato; ya no nos encontramos con mercados en competencia perfecta. ¿Qué ocurre entonces con la teoría?

Los conceptos fundamentales: su teoría de los precios; el comportamiento de demandantes y oferentes; la metodología del funcionamiento del mercado y su papel decisivo en la economía, no varían. Solamente se introducen aspectos complementarios, agregados y ajustes que si bien contemplan algunos elementos de la realidad no alteran la sustancia de la teoría ni la validez y la forma del razonamiento enunciado anteriormente. De esta manera, se habla ahora de un sistema mixto; tanto por coexistir empresas privadas y públicas como por concurrir en el mercado empresas pequeñas y algunos monopolios. Si antes se señalaba que el equilibrio en el mercado resultaba en una armonía para la sociedad, ahora se dice que la armonía no es completa, ya que “tiene algunas limitaciones realistas” (Samuelson: 43).

La concepción nos habla ahora de “competencia imperfecta”. Los primero autores que empezaron a reconocer que el esquema de perfección en el mercado era irreal, Chamberlin en EE.UU (1933) y Joan Robinson en Inglaterra (1933) utilizaron por primera vez los conceptos de competencia imperfecta y competencia monopólica al

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resultar evidente la presencia de enormes empresas que condicionaban el funcionamiento económico. Pero siempre eran ajustes a la teoría, modificaciones en su metodología que no alteraban lo fundamental. Incluso se señalaba que eran fenómenos coyunturales o eran sólo “interferencias” en el funcionamiento normal; la tendencia sería la de reestablecer situaciones de competencia. Contemporáneamente esta idea se mantiene. Se habla del sistema mixto y de la existencia de relativa armonía; pero se insiste en que la meta, la aspiración es crear una “competencia razonable”, una “competencia viable” (Samuelson: 48) sin definir cuáles serían los componentes de esta situación, los parámetros objetivos para ella; todo queda en nuestra percepción subjetiva y nuestra interpretación sobre lo “razonable” o lo “viable”. Vale la pena agregar algunos ejemplos de mercados a los que los neoclásicos consideran hoy en competencia perfecta: mercado de cereales de Chicago, Bolsa de valores de Nueva York, mercado del algodón en Nueva York o Liverpool, etc. (Samuelson: 68).

Por último, ¿qué entienden ellos por capitalismo? Se trata de la sociedad económica moderna, caracterizada por tres elementos: a) la tecnología empleada realiza un gran uso de capital privado; b) hay una gran especialización y división social del trabajo; y c) hay un amplio uso del dinero, que constituye la savia del sistema. De esta manera el capitalismo es la culminación de la evolución económica de la humanidad, la que se desarrolla por un mismo sendero atravesando distintos estadios o niveles dirigiéndose a su etapa final.16 No hay en la historia sistemas distintos con características propias y cualitativamente diferentes, sino una marcha homogénea hacia el sistema capitalista. Una concreción de ello radica en su concepto de capital: si para la concepción objetiva o materialista –como vimos en el capítulo II y veremos a lo largo de todo este libro– el capital es una relación social históricamente determinada, para los neoclásicos el capital es una cosa, un factor más de producción. La única diferencia con los otros factores –tierra y trabajo– radica en que es un factor secundario o indirecto, al ser producido por la economía; los demás son factores primarios. Es capital el torno de una fábrica; pero también el yunque de un artesano feudal; o un arado de madera utilizado por el esclavo romano.

6. ¿Qué es la economía?

Habiendo repasado someramente la evolución histórica-económica y las preocupaciones de los diferentes grupos sociales, gobiernos y economistas, estamos ahora en condiciones de aproximarnos al concepto de economía.

Recordemos que los mercantilistas se preocuparon por destacar el papel del comercio; mientras que los fisiócratas defendieron el rol de los agricultores y terratenientes; por su parte Adam Smith reivindicó a la producción industrial y agrícola y demostró la función improductiva del comercio; David Ricardo se enfrentó a los terratenientes como acaparadores de una ganancia que no les pertenecía; Marx demostró la identidad de intereses entre los capitalistas y terratenientes por sobre sus diferencias, y resaltó el papel de la explotación del trabajo en el capitalismo; por último el pensamiento neoclásico

16 Un buen ejemplo lo aporta Pasinetti, un autor de Cambridge que intenta –otro más– una “tercera vía” entre la concepción subjetiva y la objetiva, pero manteniendo supuestos, metodología y demás de la primera.

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presentó una visión de armonía de los actores sociales. De esto se deriva que, evidentemente, habrá distintas concepciones sobre lo que es la economía.

Para la concepción objetiva la economía es la ciencia que estudia las leyes que regulan la producción de la riqueza para satisfacer necesidades históricamente determinadas. Esta orientación enfatiza el estudio de las relaciones entre los hombres, recogiendo el carácter social de los fenómenos económicos. Plantea asimismo la vigencia de leyes, de regularidades económicas, que actúan independientemente de nuestra voluntad, razón por la cual son objetivas.

Por su parte, la definición más utilizada por la concepción subjetiva la enunció Lionel Robbins en 1935: “la economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación” (:15). Con pocas variantes todos los economistas neoclásicos reproducen ideas semejantes.17 La propia definición nos permite señalar las características de esta concepción. La elección de alternativas se aplica a la conducta de cualquier ser humano, no importando su grupo social o época histórica. Decisión que se toma en función de motivaciones e ideas personales,18 vale decir, en forma individual y subjetiva. Tan es así que no sólo son válidos los ejemplos de Robinson Crusoe para construir la teoría, sino que, al decir de L. Robbins:

“Las generalizaciones de la teoría del valor son tan aplicables a la de un hombre aislado o a la de la autoridad ejecutiva de una sociedad comunista, como lo son a la de un hombre que actúa dentro de una economía de cambio, aún si en los primeros casos no son tan esclarecedores. Las relaciones de cambio son un incidente técnico, incidente que, ciertamente, da lugar a casi todas las complicaciones interesantes, pero que, a pesar de ello, es subsidiario del hecho fundamental de la escasez”. (subrayado nuestro : 19).

Como puede apreciarse en la cita anterior, la escasez se toma como un dato irrefutable, sin interrogarse las razones de la abundancia o de la misma escasez; o las razones de las diferencias de ingreso (que son diferencias de escasez de dinero). Este planteamiento resulta muy convincente en la medida en que dice lo que diariamente sucede, habla de lo que hay y de lo que falta; pero es formal y notoriamente superficial al tomar lo que ocurre en el mercado como lo realmente decisivo, sin preguntarse por qué ocurren dichas situaciones.

El otro punto en que esta concepción pone énfasis es en las necesidades y señala que su satisfacción es el objetivo de la economía. Es obvio que éste es el fin último de las actividades económicas pero los neoclásicos enfocan la necesidad desde un punto de vista a-histórico y a-social. Para ellos los individuos tuvieron y tienen las mismas necesidades, independientemente del grupo al que pertenezcan y de la época histórica. Asimismo es la necesidad a través de la soberanía del consumidor, la que impulsa la producción.

Para la concepción objetiva, el análisis de las necesidades es opuesto: interesa la forma en que se satisface, que variará según la época histórica y el grupo social al que pertenezca el individuo. Por su parte, es la producción la que impulsa nuevas necesidades

17 Véase por ejemplo a P. Samuelson, Economía: 13. 18 Lo que implica también el idealismo de la teoría, en el sentido de que priman nuestras ideas de las cosas y de las necesidades, por oposición al materialismo de la concepción objetiva que sostiene que estamos condicionados por la situación concreta en que vivimos, nuestro entorno, educación, nivel de ingreso, la propaganda, etc.; nuestro ser social determina así nuestra conciencia, nuestras ideas.

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y formas diferentes de satisfacerlas, condicionando por lo tanto el valor de uso y el comportamiento de los individuos.19

7. Conclusiones

La teoría económica como un cuerpo de conocimientos que separa la actividad económica del resto de las relaciones sociales surge en la época renacentista. Las diferentes teorías que a partir de allí se elaboran obedecen a intereses de diferentes clases y sectores de clase de la sociedad.

El pensamiento mercantilista (S.XV-XVII) inscrito en una época de viajes y descubrimientos defiende al comercio como fuente de riqueza. La fisiocracia (S.XVII-XVIII) que es en realidad la primera escuela con un planteamiento global del sistema económico, proclama a la agricultura como el único sector productivo, y argumenta un “orden natural divino” de la sociedad que defiende el poder político del absolutismo real. La escuela clásica (S.XVIII-XIX) que surge con Adam Smith, y tiene su continuación más acabada en David Ricardo, reivindica el papel de la producción sobre el comercio y de la clase capitalista sobre la clase terrateniente. Se trata de la etapa de auge del sistema capitalista, de manera que su aporte teórico viene a justificar, a nivel ideológico, el papel transformador que jugaba el capitalismo en la práctica.

La teoría marxista (segunda mitad del S. XIX) supera las indeterminaciones y callejones sin salida a que había llegado la economía política clásica, al señalar el carácter histórico y por lo tanto transitorio de los distintos modos de producción, incluido el capitalismo. Asimismo, centra la dinámica del sistema en las relaciones antagónicas entre el capital y el trabajo. Esta escuela basa su análisis en las relaciones que existen con independencia de la conciencia que sobre ellas se tenga, por lo que constituye una concepción objetiva de la economía.

En momentos en que el capitalismo se expandía a nivel mundial, (último tercio del siglo XIX) surge una escuela de pensamiento económico que rompe con la tradición clásica e ignora a la escuela marxista. Se trata de la teoría económica neoclásica que deshecha el concepto de excedente y centra su atención en la complementariedad de intereses entre capitalistas, obreros y terratenientes. Rompe también con la tradición del pensamiento, clásico de buscar develar las conexiones no visibles pero determinantes entre los fenómenos económicos, y se preocupa por establecer las relaciones aparentes entre las personas y las cosas que satisfacen necesidades. El principio es subjetivo, al interesarse por la valoración individual que la persona adjudica al comportamiento económico; por esto se la conoce también como la concepción subjetiva de la economía.

Vistos los antecedentes del pensamiento económico, no debe extrañarnos que el objeto de estudio de la economía sea tan diferente por parte de las variadas escuelas. Para la concepción subjetiva la economía estudia la conducta humana como relación entre fines y medios escasos. Para la concepción objetiva la economía estudia las leyes que regulan la producción de la riqueza encaminada a la satisfacción de necesidades históricamente determinadas.

Apéndice: Las necesidades sociales 19 Para una breve ampliación del tema de las necesidades véase el Apéndice en este capítulo.

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El concepto de necesidad social aparece explícita o implícitamente en el aparato

teórico de todas las ciencias sociales. Tanto en las definiciones que durante más de dos siglos dio la economía política clásica a la ciencia económica, y que giraban en torno a la producción de la riqueza, como en las más recientes de la teoría económica, enfocadas a la utilización de bienes escasos; en ambos casos el objetivo último de la riqueza o la distribución de los bienes es la satisfacción de necesidades sociales.

Pero a partir de la forma como se comprende y estudia la satisfacción de las necesidades se puede agrupar también a las ciencias sociales en: a) las ciencias sociales objetivas, para quienes las necesidades sociales están determinadas y son relativas en términos históricos. Las necesidades sociales son producidas; y como tales, dependen en volumen, en forma y en distribución, del grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, del tipo y nivel de la estructura de clases, y de las formas de dominación socio-política. b) las ciencias sociales subjetivas para las cuales las necesidades sociales preceden a la producción y la determinan, siendo así comunes a cualquier época histórica.

a) La concepción subjetiva de las necesidades sociales

Las necesidades sociales tienen que ver con los diferentes aspectos de la vida humana, que, según los autores, se agrupan por ejemplo en: metabolismo, reproducción, socialización, salud, etc. Se trata de necesidades comunes a cualquier individuo, y, por extensión, a la sociedad. El mecanismo para la satisfacción de estas necesidades lo constituyen las instituciones sociales que podrían ser, en relación a las necesidades anteriores: abastecimiento, parentesco, instrucción o educación, higiene, etc. En la medida en que todas las necesidades son imprescindibles, no puede haber una de ellas prioritaria sobre las demás; de manera que la actividad humana aparece subdividida en distintas esferas que tienen como propósito la satisfacción de determinadas necesidades, pero cuya lógica de comportamiento puede ser explicada autónomamente. Con ello no se cercena la posibilidad de las influencias e interrelaciones entre unas y otras instituciones que, por supuesto, las hay y se reconocen. Pero cada necesidad (diferente y jerárquicamente igual al resto) determina el comportamiento de la institución que posibilita su satisfacción.

En este mismo capítulo analizamos algunos de los conceptos operativos básicos en los que se concreta este enfoque de las necesidades, y el objeto que las satisface: la soberanía del consumidor, y la permanencia de necesidades invariables a través del tiempo y similares para todos los grupos sociales.

El principio general que recogería estos conceptos indica que las necesidades impulsan a la producción a crear bienes para satisfacerlas. De manera que, desde esta perspectiva, es siempre el consumo quien determina la producción (la demanda determina a la oferta). La producción viene como resultado, y se cristaliza en los valores de uso que la satisfacen.

b. La concepción objetiva de las necesidades sociales

Las necesidades sociales están históricamente determinadas y son sociales, por lo

tanto no tiene cabida el planteamiento individual. Además, en tanto son sociales, se

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derivan de una determinada estructura de la sociedad, de un tipo de división social del trabajo. En lugar de partir de las necesidades individuales que conducen a su satisfacción a través de instituciones que crean la riqueza necesaria para cada ámbito, se trata ahora de que es la producción de la riqueza la que determina el tipo de necesidades. Por lo tanto las necesidades no pueden aislarse como esferas semi-independientes sino que están todas determinadas por la producción de la riqueza material.20

Estando las necesidades históricamente determinadas, es la producción la que determina la forma de satisfacción de necesidades y las necesidades mismas. La producción determina el consumo (la oferta determina la demanda):

A efectos de visualizar las diferencias de cada concepción, veamos el siguiente diagrama:

20 Decimos que las necesidades son posteriores a la producción porque en cualquier momento determinado de una sociedad, ésta hereda de las generaciones pasadas una estructura productiva que le impone limitaciones precisas. Si la sociedad planifica su producción, las necesidades pueden llegar a determinar la producción dentro del marco de las limitaciones antedichas. En el caso de la sociedad capitalista es imposible que las necesidades determinen la producción (a pesar de que la idea vulgar así lo considere) en virtud de la anarquía de la producción, de que cada productor ve corregida su producción en función de las necesidades sociales a posteriori de la producción misma, por vía del castigo o beneficio en los precios. El mercado corrige después de haberse producido. Al hacer énfasis en la forma social capitalista insistimos en este apéndice en cómo la producción determina las necesidades.

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CONCEPCIÓN SUBJETIVA 1. Las necesidades determinan la

producción. Si se satisfacen las necesidades de una determinada manera es porque la sociedad así lo propuso.

2. Al derivarse de un hecho natural las necesidades son individuales y sólo por extensión colectivas. De manera que la diferente ubicación de las personas en la división social del trabajo genera complementariedad; en tanto que lo necesario para uno lo es para todos.

3. Las instituciones sociales como

satisfactores de necesidades se han ido adaptando a las nuevas condiciones. De allí que las instituciones existentes en un momento determinado sean resultado de una suerte de darwinismo social; si existen es porque son necesarias para todos y cada uno. Es imposible pensar en un cambio cualitativo. El cambio es gradual y de adaptación, cuantitativo.

4. La individualidad de la necesidad como creación voluntaria crea una esfera de división del trabajo para su satisfacción. Puede analizarse ésta de manera independiente; surge así una economía del transporte, de la educación, del espacio, rural, urbana, etc.

5. En cuanto a la relación entre el sujeto y el objeto, trata de determinar para qué sirve el objeto, de qué se compone, o mediante qué elementos satisface las necesidades, y en qué medida las satisface. Se plantea una relación causal unívoca en la cual la necesidad actúa como variable independiente, gráficamente:

Necesidad → valor de uso

CONCEPCIÓN OBJETIVA

1. La producción determina las necesidades. Cada generación hereda una particular estructura productiva. Ésta determina, así, a las necesidades.

2. Las necesidades se derivan de una estructura productiva, de manera que la diferente ubicación de las personas en la división social del trabajo genera clases sociales y, por tanto, complementariedad contradictoria; los intereses de unas clases entra en contradicción con los de otras.

3. Cuando las contradicciones que genera la división social del trabajo se vuelven antagónicas se da la posibilidad de una transformación total. El cambio social, además de cuantitativo es también cualitativo. Y lo es porque al cambiar la estructura de la producción -que es la que determina las necesidades- cambian las necesidades como un todo.

4. La necesidad, cualquiera que sea,

depende de la estructura productiva de la sociedad. No es posible el estudio de un área particular sin su inclusión en el proceso global de producción –e.g. en el proceso de acumulación de capital, si hablamos del sistema capitalista–.

5. El valor de uso depende de la relación social entre las personas. De manera que manteniendo las preguntas de ¿qué necesidad satisface? ¿cómo la satisface?; y ¿en qué magnitud lo hace?, las subordina a: ¿por qué se creó dicho objeto de uso? ¿quién lo creó o bajo qué circunstancias se produjo? Se establece así una relación causal biunívoca en la cual el elemento preponderante está en las condiciones de producción. Al introducir un tercer elemento el gráfico queda como sigue:

condiciones de producción → valor de uso → necesidad

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c) Un ejemplo

Como se puede apreciar, ambas perspectivas son contrapuestas. Si para la concepción

subjetiva la necesidad individual induce a la producción para satisfacerla, para la concepción objetiva la producción crea determinadas necesidades. La primera no se cuestiona sobre el origen del valor de uso; la segunda, al hacerlo, establece una discusión acerca de la riqueza material desde su contexto social. Veamos por último un ejemplo que reúne todos los elementos anteriores.

Es claro que el alimento es una necesidad. Pero lo es en términos biológicos. En términos sociales lo que interesa es la forma en que se satisface. El hecho de que se coma carne enlatada, pescado, coca cola o caviar, no depende más que de la estructura de la producción y los ingresos que ella genera. Basta ver, además, cómo los medios de comunicación de masas crean necesidades antes inexistentes, tanto en productos (alimentos en este caso) como en los objetos que producen alimentos (aparatos electrodomésticos, etc.). Como surge de la caracterización anterior, se trata de dos posturas diferentes e irreconciliables. No es posible concebir que las necesidades conducen a la producción de determinados bienes y, simultáneamente, plantear que la producción de determinados bienes crea necesidades correspondientes. Una postura consiste en señalar que el ser humano debe satisfacer la necesidad de alimentación. Otra muy diferente es señalar que el carácter de la producción del alimento en la sociedad capitalista implica que no se puede satisfacer dicha necesidad si previamente no se dispone de dinero (algo que por cierto no tiene nada que ver con el hambre que la persona tenga), que el tipo de alimento producido y la forma por tanto en que se propagandea y se consume obedecen a la lógica de maximizar la ganancia. Desde la primera concepción la necesidad y su satisfacción se deriva de un hecho natural, biológico. Desde la segunda lo natural o biológico se regula y somete a los dictámenes del ordenamiento social.