cap 1 el cerebro emocional

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cere OCIO

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Primer capítulo del libro de LEDOUX

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cere •

OCIO •

l. ¿Qué tiene que ver el amor?

Nuestra civilización está aún en una etapa media, con poco de animal, pues ya no se guía por el instinto, y apenas humana, pues todavía no se rige completamente por la razón.

THEOOOR.E DR.t:ISllR, Süler Comel

Mi padre era carnicero, y yo pasé la mayor parte de mi niñez alrede­dor de la carne. A temprana edad aprendí cómo se ve el interior de una vaca; la parte que más me interesaba era el viscoso y arrugado ce­

rebro. Ahora, muchos años más tarde, paso mis días -y algunas no­ches- tratando de descubrir cómo funcionan los cerebros; y lo que más quiero saber acerca de ellos es cómo producen las emociones.

Tal vez el lector imagine que éste es un campo de trabajo que concita mucho interés. Después de todo, las emociones son los hilos que mantienen unida la vida mental. Ellas defrnen quiénes somos tanto desde el punto de vista de nuestra propia mente como desde el punto de vista de otros. ¿Puede haber algo más importante en el es­tudio del cerebro que entender lo que nos pone felices o enfadados, nos entristece, nos da miedo o nos deleita?

Sin embargo, ya hace algún tiempo que la emoción no es un tema muy popular en neurología.2 Las emociones, dicen los escépticos, son demasiado complejas para localizarlas en alguna zona del cere­bro. Pero algunos estudiosos del cerebro, entre los que me incluyo, prefieren aprender un poco sobre las emociones que mucho sobre cosas menos interesantes. En este libro me propongo mostrar hasta dónde hemos llegado (y advierto a los escépticos que se preparen, pues hemos conseguido llegar bastante lejos).

Por supuesto, en cierto aspecto todos sabemos qué son las emo­ciones y no necesitamos que los científicos nos hablen sobre ellas. Todos hemos sentido amor, odio, miedo, fu ri a y gozo. Pero ¿qué es lo que reúne estos estados mentales en el grupo que habitualmente Uamamos emociones? ¿Qué hace a este grupo tan diferente de otras estructuras mentales que normalmente no definimos como «cmodo-

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nes»? ¿Cómo influyen nuestras emociones en los otros aspecws de la mente, moldeando nuestras percepciones, recuerdos, pensamientos y sueños? ¿Por qué muchas veces nos resulea imposible entender nuestras emociones? ¿Tenemos control sobre ellas, o son cUas las que nos controlan a nosotros? ¿Están las emociones grabadas a fue­go en nuestros genes o el cerebro las aprende de su entorno? ¿Los animales tienen emociones? ¿Podemos tener reacciones emocionales inconscientes y recuerdos emocionales inconscientes? ¿Se pueden borrar los recuerdos emocionales, o son permanentes?

Podemos tener opiniones, algunas de ellas muy firmes, sobre las respuestas a algunas de estas preguntas, pero no basta la intuición para determinar que estas opiniones sean correctas desde el punto de vista científico. De vez en cuando, los científicos transforman ciertas nociones cotidianas en hechos comprobables, o, a través de experimentos, explican los mecanismos de fenómenos aparentemen­te muy obvios. Algunas veces se tienen intuiciones equivocadas -la tierra parece plana pero no lo es-, y el papel de la ciencia es averi­guar hasta qué punto estas nociones cotidianas son sólo mitos y creencias generalizadas sin fundamento real. Otras veces no tenemos intuiciones previas sobre algo que los científicos descubren (no hay razón, por ejemplo, por la- que debamos tener opiniones claras so­bre la existencia de los hoyos negros en el espacio, o la importancia del sodio, el potasio y el calcio en una célula cerebral). Cosas que son obvias no son necesariamente verdaderas, y muchas cosas que son ver­daderas no son en absoluw obvias.

Considero que las emociones son funciones biológicas del siste­ma nervioso, y creo que el descubrimiento de cómo están represen­tadas en el cerebro nos puede ayudar a entenderlas. Este enfoque es radicalmente distinto del que estudia las emociones como estados psicológicos, independientes de los mecanismos cerebrales. La in­vestigación psicológica ha sido extremadamente valiosa, pero un en­foque en el cual las emociones son estudiadas como funciones cere­brales es mucho más poderoso.

La ciencia se basa en la experimentación, que, por definición, re­quiere la manipulación de algunas variables y el control de otras. El cerebro es una fuente enormemente rica de variables para manipu_ lar. El estudio de las emociones en el cerebro multiplica las oponu-

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nidades de avanzar en la investigación más allá de lo que puede ob­tenerse con la experimentación psicológica por sí sola. Además, el estudio del funcionamiento de las emociones en el cerebro puede ayudarnos a escoger entre hipótesis psicológicas alternativas. Existen muchas soluciones posibles al enigma de cómo trabajan las emocio­nes, pero la única que realmente nos importa es la que la evolución

enc02~tró y puso en el cerebro.

Mi interés en cómo surgen las emociones en el cerebro humano comenzó un día en Nueva Inglaterra. Era a mediados de los años se­tenta, y estaba elaborando mi tesis doctoral en la Universidad del Es· tado de Nueva York en Stony Brook. Una década antes, mi conseje­ro, Mike Gazzaniga, había causado sensación con su tesis sobre las consecuencias psicológicas de la cirugía de escisión cerebral en seres humanos, trabajo que había hecho en Cal Tech con el ganador del

premio Nobel Roger Sperry.' La cirugía de escisión cerebral es un procedimiento en el cual se

cortan las conexiones nerviosas entre los dos hemisferios del cerebro en un intento de controlar la epilepsia grave.4 Habían operado a un nuevo grupo de pacientes en Dartmouth, y el cirujano le pidió a Gazzaniga que los estudiara.' Construimos un laboratorio dentro de una caravana enganchada a un Ford de color naranja, y viajábamos frecuentemente desde Long lsland para ver a los pacientes en sus ca­

sas en Vermont y New Hampshire.6

Los estudios previos que había hecho Gazzaniga mostraban que, cuando se divide el cerebro, deja de existir comunicación entre los dos lados del cerebro. Debido a que las funciones del lenguaje se lo­calizan nonnalmente en el hemisferio izquierdo, la persona solamen­te es capaz de hablar de cosas que el hemisferio izquierdo conoce. Si a la persona con el cerebro dividido se le muestran estímulos que sólo ve el hemisferio derecho, no es capaz de describir verbalmente el estímulo. Sin embargo, si se le da al hemisferio derecho la opor­tunidad de responder sin tener que hablar, entonces se comprueba que el estímulo fue registrado. Por ejemplo, si la mano izquierda, que manda información sobre el tacto al hemisferio derecho, se introdu­ce en una bolsa de objetos, es capaz de identificarlos y elegir el que

"

hace pareja con una imagen vista por el hemisferio derecho. Es decir, el hemisferio derecho puede relacionar la percepción táctil de un ob­jeto con el recuerdo de cómo Jo veía unos momentos antes, y elegir el objeto correcto. La mano derecha no puede hacer esto porque su información sobre el tacto va al hemisferio izquierdo, el cual no vio el objeto. En el paciente con el cerebro dividido, la información que se pone en un hemisferio permanece at rapada en ese lado del cere­bro, y no está disponible para el otro lado. Gazzan iga captu ró la esencia de esta notable sÍ[Uación en un artículo sobre el tema, llama­do «Un cerebro: dos mentes».]

El experimento de cerebro dividido que orientó mi brújula cien­tífica en la dirección de las emociones consistía en presentar estímu­los con connotaciones emocionales a los dos hemisferios de un pa­cieme especial conocido por las iniciales P. S.II Era un paciente especial porque podía leer palabras con ambos hemisferios, cosa que los demás pacientes eran incapaces de hacer; aun así, como los otros, solamente podía hablar a través de su hemisferio izquierdo. De ese modo, cuando se le presemaban estímulos emocionales al hemisferio izquierdo, P. S. podía decir qué era el estímulo y cómo se sentía al respecto, ya sea que signifi cara algo malo o algo bueno. Cuando el mismo estímulo era presentado al hemisferio derecho, el habla del izquierdo era incapaz de decir lo que era. Sin embargo, el hemisferio izquierdo podía juzgar correctamente si el esúmulo visto por el de­recho era malo o bueno. Por ejemplo, cuando el hemisferio derecho vio la palabra «madre», el hemisferio izquierdo la calificó como «bueno», y cuando el lado derecho vio la palabra «diablo», el iz­quierdo la calificó como «malo».

El hemisferio izquierdo era incapaz de reconocer los estímulos y, por mucho que se pres ionó al pacieme, éste no pudo nombrar el es­tímulo presentado al hemisferio derecho. Pese a ello, el hemisferio izquierdo acertaba los calificativos emocionales. De alguna manera el significado emocional del estímulo había cruzado de una parte a otra del cerebro, aunque no así la identidad de dicho estímulo. Se­gún lo que experimentaba el hemisferio izquierdo, las emociones consciemes eran producidas por estímulos que el paciente afirmaba no haber visto nunca.

¿Cómo explicar este fenómeno? Probablemente. el camino que

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recorren los estímulos a través del hemisferio derecho se bifurca. Una rama conduce al estímulo a partes del hemisferio derecho que identifi can qué es el estímulo, y la cirugía de escisión cerebral impi­de que esta identificación llegue al hemisferio izquierdo. La otra rama lleva el estímulo a partes del hemisferio derecho que determi­nan sus implicaciones emocionales, y la cirugía no impide la trans­misión de esta información alIado izquierdo.

En otras palabras, el hemisferio izquierdo había efectuado jui­cios emocionales sin saber lo que juzgaba. El hemisferio izquierdo sabía kl resultado emocional, pero no tenía acceso al proceso que lo había conducido a ese resultado. Desde el punto de vista del hemis­ferio izquierdo, el procesamiento emocional había ocurrido fue ra del terreno consciente, es decir, a nivel inconsciente.

La cirugía de escisión cerebral parecía revelamos una dicotomía psicológica fundamental entre pensar y sentir, entre cognición y emoción. El hemisferio derecho era incapaz de compartir con el he­misferio izquierdo sus pensamientos sobre la naturaleza del estímu­lo, pero podía transmitirle el significado emocional del estímulo.

En realidad, este trabajo no tenía nada que ver con las posibles dife rencias entre los hemisferios respecto a las emociones.9 Nuestro objetivo era simplemente examinar los tipos de información que pueden o no transmitirse entre los hemisferios cuando el cerebro está dividido.

Freud ya explicó hace tiempo que es en el inconsciente donde se asientan nuestras emociones, que a menudo están disociadas de los procesos nonnales del pensamiento. Sin embargo, décadas más tar­de, todavía sabíamos muy poco respecto a los mecanismos que hacen esto posible, y aún se cuestionaba su veracidad. Me impuse la tarea de descubrir cómo procesa el cerebro el significado emocional de los estímulos, una tarea que no he dejado de perseguir.

Después de haber completado mi tesis doctoral, llegué a la con­clusión de que las técnicas disponibles para estudiar el cerebro hu­mano eran demasiado limitadas y que nunca llegaría a ser capaz de entender la base neurológica de las emociones mediame el estudio en seres humanos. Recurrí entonces a los experimentos con animales con el propósito de tratar de averiguar los secretos emocionales del cerebro. La observación de pacientes con cerebro dividido despertó

mi interés en este tema, pero han sido los estudios con animales los que influyeron decisivamente en mis puntos de vista sobre el cerebro

emocional.

Este libro reúne hallazgos y conclusiones de la investigación que he realizado acerca de los mecanismos cerebrales de las emociones. Explica desde una perspectiva científica qué son las emociones, cómo operan en el cerebro y por qué tienen una influencia tan im­portante en nuestras vidas.

Algunas cuestiones sobre la naturaleza de las emociones surgi­rán en repetidas ocasiones. En algunos casos coincidirán con la in­tuición general que tenemos sobre las emociones, miemras que en otros resultarán improbables o ext rañas. No obstante, creo que [O­

das están bien fundamentadas en datos objetivos, o por lo menos en hipótesis basadas en estos datos. Sólo espero que les presten aten­

ción.

• La primera cuestión es que el enfoque adecuado de análisis de una función psicológica es el que la estudia en relación con su locali­zación en el cerebro. Esto lleva a una conclusión que puede resultar extraña al principio, y es que la palabra «emoción» no se refiere a algo que sucede en la mente o en el cererbro. lo La «emoción» es sólo una etiqueta, una manera de referi rse a aspectos del cerebro y la mente. Los manuales de psicología con frecuencia dividen la mente en partes funcionales como la percepción, la memoria y la emoción. Esta clasificación es útil para organ izar la información en áreas gene­rales de investigación, pero no se corresponde con las funciones rea­les. El cerebro, por ejemplo, no tiene un mecanismo específico dedi­cado a la percepción.

El término «percepción» se refiere en general a lo relacionado con una serie de mecanismos neurológicos específicos; vemos , oímos y olemos el mundo con nuestros sistemas visuales, auditivos yolfato­rios. Cada uno de ellos ha evolucionado para resolver los diferemes problemas con los que se enfrentan los seres vivos. Del mismo modo, las diferentes clases de emociones están controladas por mecanismos neurológicos específicos que han evolucionado por distintas razo_

nes. El mecanismo que utilizamos para defendernos del peligro es distinto del que utilizamos en la procreación, y las sensaciones que resultan de la activación de estos sistemas -miedo y placer sexual­no tienen el mismo origen. No existe la facultad de la «emoción» y no hay un único mecanismo cerebral dedicado a esta imaginaria función. Para entender los diversos fenómenos a los que nos referi­mos con el término «emoción», tenemos que analiza r sus diferentes tipos. No podemos mezclar los hallazgos sobre diferentes emocio­nes, sin tener en cuenta a qué tipo de emoción se refieren. Lamenta­blemente, gran parte de la investigación psicológica y neurológica ha caído en este error.

• Un segundo tema es que,los mecanismos cerebrales que gene­ran conductas emocionales se conservan casi intactos a través de los sucesivos niveles de la historia evolutiva. Todos los animales, inclu­yendo los seres humanos, deben satisfacer ciertas necesidades para sobrevivir y responder al imperativo biológico de transmitir sus ge­nes a la descendencia. Por 10 menos necesitan obtener alimento y co­bijo, protegerse de los peligros físicos, y procrear. Esto es así para los insectos, gusanos, peces, ranas, ratas y el homo sapiens. Cada uno de estos grupos de animales tienen sistemas neurológicos que aseguran la consecución de estos mínimos vitales. Y, al parecer, dentro de los grupos de animales vertebrados (peces, anfibios, reptiles, aves y ma­míferos, incluyendo a los seres humanos), la organización neurológi­ca de determinados mecan ismos de conducta emocionales ---como los mecanismos subyacentes de las conductas de miedo, de alimen­tación o sexuales- son muy similares en todas las especies. Esto no significa que todos los cerebros sean iguales. Lo que sí indica es que, para comprender lo que significa pertenecer a la especie humana, es necesario conocer en qué aspectos nos parecemos a ouas especies y en cuáles nos diferenciamos.

• Un tercer punto es que las emociones conscientes ocurren c~ando estos mecanismos funcionan en un animal que tiene la capa­Cidad de tener consciencia de sí mismo. Sabemos que esto sucede en el hombre pero n d· b . .. . . 1 . , a le sa e a CienCIa CIerta SI otros amma es tienen esta capacidad. No cuestiono qué animales son consciemes y cuáles no. Simplemente sostengo que, cuando estos mecanismos ancestra­les (como el que desencadena la conducta defensiva ame el peligro)

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actúan en el cerebro consciente, se desencadenan emociones (como, por ejemplo, el miedo). Cuando esto no es así, el cerebro cumple con su función sin tener conocimiento consciente. Y la ausencia de consciencia es la regla más que la excepción en el mundo animal. Si no necesitamos los sentimientos conscientes para explicar lo que lla­maríamos conducta emocional en algunos animales, entonces tam­poco los necesitamos para explicar la misma conducta en e! ser humano. Las respuestas emocionales, en su mayoría, se generan in­conscientemente. Freud tenía razón cuando describió la consciencia

como la punta del iceberg mental. • La cuarta cuestión es consecuencia de la anterior. Los senti­

mientos conscientes por los que conocemos y apreciamos (u odia­mos) nuestras emociones son pistas falsas o desvíos en e! estudio científico de las emociones. Esto es difícil de entender a priori. Des­pués de todo, ¿qué es una emoción sino un sentimiento consciente? Si prescindimos del registro subjetivo de! miedo, no queda gran cosa de una situación de peligro. Sin embargo, intentaré demostrar que esta idea es equívoca, que hay mucho más en una experiencia emo­cional de lo que percibimos. Los sentimientos de temor, por ejem­plo, ocurren como parte de una reacción generalizada ante el peligro, y no son más importantes para la reacción que las manifestaciones psicológicas y de conducta que también ocurren, tales como tem­blar, escapar, sudar o tener palpitaciones. Lo que necesitamos eluci­dar no es tanto el estado consciente o las respuestas que lo acompa­ñan, sino el mecanismo que detecta el peligro en primer lugar. Los sentimientos de miedo y las palpitaciones son efectos causados por la actividad de este mecanismo, que hace su trabajo de manera incons­ciente; de hecho, antes de que sepamos que estamos en peligro. El proceso que detecta el peligro es el mecanismo fundamentaJ del mie­do, y las manifestaciones conscientes, psicológicas y de conducta son las respuestas que despliega en la superficie. Esto no quiere decir que los sentimientos no sean importantes, sino que, para entender­los, debe remos profundizar.

• En quinto lugar, si los sentimien tos y las respuestas emocio.la­les son efectos de la actividad del mismo sistema subyacente, pode­mos utilizar las respuestas emocionales objetivamente mensurables para investigar el mecanismo subyacente, y de ese modo CO~t

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más a fondo e! mecanismo que genera nuestros sentimientos cons­cientes. Y, puesto que el mecanismo cerebral que provoca reaccio­nes emocionales es similar en animaJes y personas, el estudio de cómo el cerebro animal controla estas reacciones es un paso clave ha­cia el entendimiento de los mecanismos que inducen emociones en las personas. Los estudios sobre los fundamentos neurológicos de las

emocione~ en las personas son muy difíciJes o incluso imposibles de realizar por razones tanto éticas como prácticas. La experimentación con animales es, por lo tanto, un recurso útil y necesario para enten­der las emociones en el cerebro humano. La comprensión de este he­

cho en el cerebro humano es una tarea de gran imponancia, pueslO que la mayoría de los desórdenes mentaJes suelen ser desórdenes emocionales.

• En sexto lugar, los sentimientos conscientes, como el senti­miento de miedo, de enfado, de felicidad, de amor o de rechazo, en cierto sentido no son diferentes de otros estados de consciencia ta­les como la percepción de que el objeto redondo y rojo que tene:nos delante es una manzana, que una frase que acabamos de oír ha sido dicha en un idioma extranjero, o que acabamos de resolver un pro­blema matemático que hasta ese momento no tenía solución. Los es­tados de consciencia ocurren cuando el mecanismo responsable del

conocimiento consciente se percata de la actividad que está teniendo lugar en los mecanismos de procesamiento inconsciente. Lo que di­fiere entre sentir miedo y percibir el rojo no es el mecanismo que re­presenta el contenido consciente (el miedo o el color) sino los sistemas que proporcionan la información al mecanismo del conocimiento consciente. Hay un único mecanismo de consciencia, y tanto puede prOcesar información relacionada con hechos triviales como emocio­nes intensas. Estas últimas fáci lmente pueden ocupar la consciencia de tal modo que no haya lugar para la percepción de hechos triviales, pero los sucesos sin carga emocional, como los pensamientos, no desplazan tan fácilmente a las emociones (por lo general, no basta con desea r que la ansiedad y la depresión desaparezcan para que así suceda) .

• ~a séptima cuestión es que las emociones son algo que nos su­cede sm que lo planeemos. Cuando las personas buscan situaciones que les provocan estados emocionales determinados como ir al cine,

a los parques de atracciones, comer bien, beber o consumir drogas, lo que están haciendo es buscar estímulos que ponen en ,marcha las

emociones. Tenemos poco control sobre nuestras reaccl~~es emo, . al Cualquiera que haya tratado de fingir una emOClOn, o que

clan es. . , i1 L haya percibido esto en otros, sabe que es una tare~ mur. a mente tiene poco control sobre las emociones, y las emociones pueden ava­

sallar la consciencia. Esto es así porque en este momento de n~estra historia evolutiva las conexiones que comunican los mecamsm~s emocionales con los cognitivos son más fuertes que las que camunt-

can los mecanismos cognitivos con los emocionales. . • Finalmente, cuando las emociones aparecen se CO,nvl~rten en

. penantes motivadores de conductas futuras, y no solo mfluyen 1m . f en las reacciones inmediatas, sino también en las proyecciOnes ~tu-ras Pero asimismo pueden ocasionar problemas. Cuando el mIedo

se ~orna ansiedad, cuando el deseo conduce a l~ ambici~n, cuando l.a molestia se convierte en enojo, el enojo en OdIO, la amIstad .en envI'

dia, el amor en obsesión, o el placer en vicio, nuestras emoclo~~ re­vierten en contra nuestra. La salud mental es producto de l~ higiene

emocional, y los problemas mentales reflejan en gran medld.a tr,a~. tornos emocionales. Las emociones pueden tener consecuenCIas utl-

les o patológicas.

Puesto que somos seres emocionales, pensamos en las e~ociones como experiencias conscientes. Pero el estudio de las em~clones en el cerebro muestra que las experiencias emocionales consc~entes son

sólo una parte, y no siempre la más relevante, de los me~am~mo~ que las generan . Esto no quiere decir que nuestras expertencta~ c~~s­cientes de amor o miedo sean menos reales o impo~ant~s. Slgmf~ca que para entender de dónde vienen nuestras experienCiaS emoclo¡ nal~s tenemos que cambiar nuestrO enfoque sobre ellas: Desde e , " _m punto de vista de una persona enamorada, o umco que 1m el sentimiento amorosO. Pero, si tratamos de entender,lo que es u~ sentimiento por qué ocurre, de dónde viene, y por que algunas per

> ." ' seguramente en-sanas lo expresan o reacCionan a e mas que otras, 1 contraremos otras explicaciones que no tienen mucho que ver con e

sentimiento amoroso en sí mismo.

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Nuestro viaje hacia el interior del cerebro emocional nos llevará a recorrer muchos caminos. Para empezar, resulta curioso que el cognitivismo, la corriente científica actual que se dedica al estudio de

la mente (capítulo 2), haya pasado por alto durante tanto tiempo el estudio de las emociones. El cognüivismo trata a las mentes como or­denadores y tradicionalmente ha estado más interesado en cómo las personas y las máquinas resuelven problemas o juegan al ajedrez, que en averiguar por qué algunas veces estamos contentos y otras tristes. Los cognitivistas se han equivocado al intentar corregir esta

omisión puesto que han redefinido las emociones como procesos cognitivos fríos, sin considerar su contenido pasional (capítulo )). Sin embargo, al mismo tiempo, el cognitivismo ha tenido grandes aciertos y ha proporcionado un marco teórico que, aplicado corree· tamente, resulta de inmensa utilidad en el estudio de la cognición, así como en el de las emociones. Y una de las conclusiones más impar. tantes acerca de la cognición y la emoción a la que han llegado los cognitivistas es que ambas parecen funcionar a nivel inconsciente, y

que al nivel consciente únicamente llegan los resultados de los pro­cesos cognitivos O emocionales y sólo en algunas ocasiones.

La siguiente parada será en el cerebro, en busca del mecanismo que genera nuestras emociones (capítulo 4). Veremos que no existe un único mecanismo emocional sino varios, y que cada uno de ellos se encarga de una función diferente y genera diferentes clases de emociones (capítulo 5). Estos mecanismos operan fuera de la con· ciencia y constituyen el inconsciente emocional.

Posteriormente nos centra remos en un mecanismo emocional que ha sido investigado a fondo, el del miedo, y veremos cómo está estructurado (capítulo 6). Luego nata remos la relación entre la me· maria emocional inconsciente y los recuerdos conscientes de expe­riencias emocionales (capítulo 7). La disfunción de los sistemas emo· cionales, especialmente del miedo, se discutirá en el capítulo 8. Veremos cómo la ansiedad, las fobias, los ataques de pánico y los de­sórdenes de estrés postraumátíco surgen de los niveles inconscientes del mecanismo del miedo. La psicoterapia se entiende como un pro· ceso a través del cual nuestro neocónex ap~nde a ejercer control so·

bre sistemas emocionales evolutivamente ancestrales. Por último, ex­ploraremos el problema de la consciencia emocional, y la relación de las emociones con el resto de la mente (capítulo 9). Concluiré con la hipótesis, basada en corrientes evolucionistas del cerebro, de que el conflicto entre pensamiento y emoción puede tener finalmente una solución que no consiste precisamente en que el neocórtex cognitivo controle los mecanismos emocionales, sino en una integración más armoniosa entre la razón y la pasión en el cerebro, un avance que en el futuro permitirá al hombre conocer sus verdaderos sentimientos y

utilizarlos de manera más provechosa en su vida cotidiana.

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