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El capitalismo y el arte de masas (y 11) po rA do lfo Sán ch ez Vá zque z ada semana, cerca de mil millones de personas con su- men, en los países capita- listas. los productos arttsn- ... cos os eudoartíslicos que les brindan las salas cinematográficas, los receptores de radio o las pantallas de los aparatos de televisión. Las ci- fras son, en verdad, impresionantes: decenas o centenares de miles de es- pectadores -v. a veces, millones- para una sola película en mil es de salas de exhibición distribuidas en gran número de paises y continentes diversos; millo- nes de radioyentes de un solo proqra- ma de una sola emisora que, en oca- siones, se encadena con gran cantidad de ellas para encadenar así las dóciles e indefensas mentes de sus huecos consumidores; programas de televisión que hoy, merced a los video-tapes, cru- zan las fronteras y extienden así. más y más, el círculo de su influencia. Pues bien, esta enorme potencia de comunl- cación. puesta al servicio de la difusión de productos artísticos o seudoartistr- cos, ¿a quién bene ficia o perjudica?, ¿quién o quiénes tienen que perder o ganar co n ella?, ¿qué es, en definitiva, lo que se hunde o se leva n ta en el hombre cuando esos poderosos y efi- caces medios se ponen al servicio no de un arte verdadero sino de un arte de masas? Quien pierde, ante todo, es el propio hombre-masa, cosificado, Que absorbe sus productos, ya que su goce o consu- mo de ellos aunque se presenten, mu- chas veces, como una distracción o di- ve rs ni nocen tes , no hace más que afirmarle en su oquedad espiritual, en su estado miserable de objeto, medio u tc mbre-cosa. 102 .... ,. "" <le 201' En este sentido, el arte de masas, incluso cuando se presenta en la forma más banal y, en apariencia más intras- cendente, o cuando roza fugazmente los problemas humanos más profundos para quedarse, al fin, en su epidermis, después de velar las contradi cc iones vi- v as y rea les, este se udoa rte cump le una función ideo lógica bien definida: mantener al hombre-masa en su condi- ción de tal, hacer que se sienta en esta maeicidad como en su propio elemento y, en consecuencia. cerrar las ventanas que pudieran permitirle vislumbrar un mundo verdaderamente humano, y, con ello, la posibilidad de cobrar conciencia de su enajenación, así como de las vías para cancelarla . Pero no só lo pierde el hombre-masa con todo lo que ello significa: es una pérdida para todos los hombres o, más exactamente, para los hombres verda- deros que aspiran hoy , con su lucha consciente y real, a instaurar un orden soc ial verdaderamente humano. Pier- de , a su vez, el arte auténtico, el arte como expresión de lo específicamente humano, de la naturaleza creadora del hombre, y pierde en cuanto que el goce o consumo de masas ciega las ví as pa- ra una apropiación verdaderamente es- tética y, por tanto, humana. Entre el ar - te v er dad er o y el ho mbre -m asa se establece, en efecto, un diálogo de sor- dos porque este último no puede entrar en la relación propia, exigida por el ob- jeto artístico y, consecuentemente, no puede apreciarlo. Esta sordera o ce- guera con respecto a la verdadera crea- ción artística es un hecho comúnmente admitido -aunque insuficientemente ex- pücaoo-: las estadísticas, en este terre- no , son tremendamen te revela dor as . Lo menos que podemos decir. sobre la base de ellas, es que no hay un a concordancia entre calidad y populari- dad . El público, en general, en las con- diciones propias del co nsu mo de ma- sas, prefiere casi siempre los productos más dele zna bl es , de sd e el pu nt o de vista estético, a los que ofrecen valores estéticos más altos. ' Esto no significa, en modo alguno, que no reconozcamos la existencia de un sector que rechaza esos productos y busca otros más ele- vados, como no dejamos de reconocer tampoco la labor positiva de los cine- clubs, de ciertas editoriales o estacio- nes de radio y televisión, de determina- das ins ti t uc iones c ul tu ra les o universitarias que tienden, sobre todo, a satisfacer las necesi dades es ticas verdaderas. Pero la realidad es que , pese a los esfuerzos de estas institucio- nes y pese, a su vez, a los nobles dese- os de un sector más exigente, el públi- co oto rga su p referencia a los subp rodu ctos artísticos oa obras de baja o dudosa ca lidad estética . No se trata de algo casual, sino de un hecho que se da necesa ria me nte, pues, como ya señalamos con anteriori- dad, el gusto y el criterio es tético del cons umi do r se ha lla co n fo r ma do o ada pta do para apreci ar determinados productos y descartar otros, justamente aquéllos que tienen más alto valor esté- tico, o los que ofrecen un contenido ide- ológi co que entra en oposición con el pobre y mezquino molde en que ha sido encerrada su mente. Así, se aprecia una obra convencional, con personajes de cartón, co n fals as soluciones y un sentimental is mo barato, en tanto Que en nombre de la diversión o el entrete- nimiento puros, se rechaza todo hurgar

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C491T4L15MO Y 4RT3 D3 MA5A5

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El capitalismo y el arte

de masas (y 11)por Adolfo Sánchez Vázquez

ada semana, cerca de milmillones de personas consu­men, en los países capita­listas. los productos arttsn­

...~ cos o seudoartíslicos queles brindan las salas cinematográficas,los receptores de radio o las pantallasde los aparatos de televisión. Las ci­fras son, en verdad, impresionantes:decenas o centenares de miles de es­pectadores -v. a veces, millones- parauna sola película en miles de salas deexhibición distribuidas en gran númerode paises y continentes diversos; millo­nes de radioyentes de un solo proqra­ma de una sola emisora que, en oca­siones, se encadena con gran cantidadde ellas para encadenar así las dócilese indefensas mentes de sus huecosconsumidores; programas de televisiónque hoy, merced a los video-tapes, cru­zan las fronte ras y extienden así. más ymás, el c írculo de su influencia. Puesbien, esta enorme potencia de comunl­cación. puesta al servicio de la difusiónde productos artísticos o seudoartistr­cos, ¿a quién beneficia o perjudica?,¿quién o quiénes tienen que perder oganar con ella?, ¿qué es, en definitiva,lo que se hu nde o se levanta en elhombre cuando esos poderosos y efi­caces medios se ponen al servicio node un arte verdadero sino de un arte demasas?

Quien pierde, ante todo, es el propiohombre-masa, cosificado, Que absorbesus productos, ya que su goce o consu­mo de ellos aunque se presenten, mu­chas veces, como una distracción o di­vers ión inocentes, no hace más queafirmarle en su oquedad esp iritual, ensu estado miserable de objeto, medio utcmbre-cosa.

102....,. "" <le~ 201'

En este sentido, el arte de masas,incluso cuando se presenta en la formamás banal y, en apariencia más intras­cendente, o cuando roza fugazmentelos problemas humanos más profundospara quedarse, al fin, en su epidermis,después de velar las contradicciones vi­vas y reales, este seudoarte cumpleuna función ideológica bien definida:mantener al hombre-masa en su cond i­ción de tal, hacer que se sienta en estamaeicidad como en su propio elementoy, en consecuencia . cerrar las ventanasque pudieran permit irle vislumbrar unmundo verdaderamen te humano, y, conello, la posibilidad de cobrar concienciade su enajenación, así como de las víaspara cancelarla .

Pero no sólo pierde el hombre-masacon todo lo que ello significa: es unapérd ida para todos los hombres o, másexactamente, para los hombres verda­deros que aspiran hoy, con su luchaconsciente y real , a instaurar un ordensocial verdaderamente humano. Pier­de, a su vez, el arte auténtico, el artecomo expresión de lo específicamentehumano, de la naturaleza creadora delhombre, y pierde en cuanto que el goceo consumo de masas ciega las vías pa­ra una apropiación verdaderamente es­tética y, por tanto, humana. Entre el ar­te verdadero y el hombre -masa seestablece, en efecto, un diálogo de sor­dos porque este último no puede entraren la relación propia, exigida por el ob­jeto artístico y, consecuentemente, nopuede apreciarlo. Esta sordera o ce­guera con respecto a la verdadera crea­ción artística es un hecho comúnmenteadmitido -aunque insuficientemente ex­pücaoo-: las estadísticas, en este terre­no, son tremendamente reveladoras.

Lo menos que podemos decir. sobre labase de ellas, es que no hay unaconcordancia entre calidad y populari­dad. El público, en general, en las con­diciones propias del consumo de ma­sas , prefiere casi siempre los productosmás deleznables, desde el pu nto devista estético, a los que ofrecen valoresestéticos más altos. ' Esto no significa ,en modo alguno, que no reconozcamosla existencia de un sector que rechazaesos productos y busca otros más ele­vados, como no dejamos de reconocertampoco la labor positiva de los cine­clubs, de ciertas editoriales o estacio­nes de radio y televisión, de determina­das insti tuc iones cul tu ra les ouniversitarias que tienden, sobre todo, asatisfacer las necesidades estéticasverdaderas. Pero la realidad es que,pese a los esfuerzos de estas institucio­nes y pese, a su vez, a los nobles dese­os de un sector más exigente, el públi­co otorga su preferencia a lossubproductos artísticos o a obras debaja o dudosa calidad estética .

No se trata de algo casual, sino deun hecho que se da necesariamente,pues, como ya señalamos con anteriori­dad, el gusto y el criterio estético delconsumi dor se halla confo rmado oadaptado para apreciar determinadosproductos y descartar otros, justamenteaquéllos que tienen más alto valor esté­tico, o los que ofrecen un contenido ide­ológico que entra en oposición con elpobre y mezquino molde en que ha sidoencerrada su mente. Así , se apreciauna obra convencional , con personajesde cartón, con falsas soluciones y unsentimentalismo barato, en tan to Queen nombre de la diversión o el entrete­nimiento puros, se rechaza todo hurgar

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Dos iIM¡;,enes de ·u bella

~., de lepe de VlI98.Oo~.......,;(ifI: Eduatdo Vuc:o.e.... Don~ (f994}(Fotos: VI<>dimir E$pin.¡Ij.

Profundo en los problemas fundamenta­les del hombre concreto y real. El hom­bre abstracto, deshuesado que consu­me estos productos artísticos los midecon la vara de su propia existencia abs­tracta y deshuesada, una existencia enla que no cabe ya una relación propia­mente estética, pues ésta sólo puededarse allf donde el hombre se manifies­ta con todas sus fuerzas esenciales, y

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es afectado en todo su ser. En este go­ce o consumo de masas, la pérdida pa­ra el arte no puede ser más dramática:el sujeto no tiene, en real idad, ante síun objeto verdaderamente estético, sinoesos productos o seudoproductos artís­ticos que el llamado arte de masas leofrece: por otra parte, aunque el arteverdadero se ofrezca al sujeto, este se­rá incapaz de reconocerlo por su impo-

sibilidad de establecer una relación pro­piamente humana -esté uca- con él.

El consumidor no gana con esta for­ma de consumo artístico ya que no ha­ce más que afirmarle en su existenciahumana abstracta, cosificada, impidién­dole entrar en la relación exigida por elverdadero objeto estético; si, por otrolado. el arte y la sociedad -en cuantoque el arte es un fenómeno social- no

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tienen tampoco nada que ganar con es­te goce o consumo de masas. ya queestablece una relación inadecuada en­tre el sujeto y el objeto estético. en vir­tud de la cual se subvierte el orden devaloración, y el arte verdadero se que­da sin el goce o consumo que le corres­ponde, ¿quién sale ganando entoncescon esta mistificación de las relacionesentre el sujeto y el objeto estético quese pone de mani fiesto. en toda su gra­vedad, en el consumo de masas?

Si no e s el consumidor ni el artemismo, sólo puede serlo el productor ,no entendido aquí como creador indivi­dual del producto artístico, sino comoproductor de un consumo o apropiacióninadecuada del objeto, o sea, como ca­pitalista.

El arte de masas es el que interesa,sobre todo, al capitalista; por principio,nadie puede estar más interesado queél en su goce o consumo masivo. Yello por dos razones esenciales: una,económica y, otra, ideológica,

Desde un punto de vista económico,sólo el consumo de masas de un pro­ducto artístico asegura los más altos be­neficios. Ello implica que el arte de ma­sas es, ante todo. una industria y que,en consecuencia. su goce o consumose ve . ente todo . por sus re sultadoseconómicos. En el cine, el consumo esdirigido u organizado con el fin de ase­gurar el mayor número de espectado­res, es decir, los más altos beneficios.y a este mismo fin se atiene el produc­tor en las demás manifestaciones del ar­te de masas. Pero. como ya señalamosanteriormente, ello sólo puede lograrsemediante una nivelación tanto del objetocomo del sujeto, es decir. tanto de cier­tas particularidades de los dife rentesproductos artísticos como de los gustos.deseos y necesidades del consumidor.Es forzosa una estandarización tantodel objeto como del sujeto, pues sin ellael consumo de masas no podría darseni aportar. por tanto, grandes beneficios.En efecto, si la diversidad cualitativa delos productos se encontrara con un con­sumidor unilateral. incapaz de absorberesa diversidad y riquezas de la produc­ción, el consumo tendría un carácter li­mitado; desde el punto de vista de surendimiento económico, esa limitaciónentraría en contradicción con los intere­ses del capitalista que sólo puede am-

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puar la producción y, en consecuencia,su fuente de beneficios en la medida enque amplía el número de consumidores.Si, por el contrario, la producción art ísti­ca tuviera un carácter unilateral, nivela­do , uniforme y se encontrara con un pú­blico que reclamase una diversidad demanifestaciones artisncas para satisfa­cer su propia diversidad y riqueza espiri­tual, el carácter uniforme y limitado de laproducción significaría un freno para elconsumo mismo, ya que esta última nopodría atender los múltiples y diversosdeseos de los consumidores. Cabe unatercera posibilidad: una producción artís­tica rica y diversa para un público rico ydiverso a la vez. Ahora bien, desde elpunto de vista de la producti vidad ensentido capitalista, ninguna de estas po­sibilidades es aceptable. En los dos pri­meros casos, el desajuste entre los pro­duetos y el consumidor, se traduce enuna limitación del consumo y, por tanto,de los beneficios: en el tercero, el desa­juste desaparece. y el consumo se ase­gura, incluso en gran escala, pero, al serlog rado sobre la base de una produc­ción diversa y rica en sentido espiritual yde los gustos más variados y diversos,no sería ventajosa económicamente ,aunque sí, y en grado sumo. desde unpunto de vista espiritual y estético. Estetipo de relación entre producción y con­sumo sólo podrá darse en una sociedadcomunista y particularmente en su fasesuperior, cuando el individuo se desen­vuelva en toda su plenitud en el marcodel propio desarrollo social. Este tipo derelación es. seguramente, el que tenía ala v ista Mayakovsky cuando pedía:"'¡MuchoS poetas buenos y diferentes! -

El capitalismo está, pues, interesadoen una nivelación tanto de la producciónartística como de los gustos que deter­minan su goce o consumo. En primerlugar, por razones económicas ya queeste consumo de masas es el que rindemás altos beneficios: en segundo lugar,desde un punto de vista ideológico, yaque es uno de los medios más electivospara mantener las relaciones enajenan­tes, cosiñcaooras. caracte rísticas de lasociedad capitalista. En las condicionesactuales de esta sociedad, cuando la ta­rea de manipular las conciencias en es­cala masiva se convierte en una necesi­dad vital para el capitalismo tanto desdeel punto de vista económico como ideo-

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lógico. la producción y el consumo deun arte de masas responden a sus obje­tivos coslñcadores tan plenamente quepodemos decir que este arte de masases, hoy por hoy, el arte verdaderamentecapitalista . Él es propiamente el antípo­da de un arte verdadero y, por su conte­nido ideológico. o sea, por su afirmaciónde la condición del hombre como cosa,como instrumento, se opone al esfuerzoteórico y práctico que. en nuestro tiem­po. se lleva a cabo por oesmlsttñcar ydesenajenar las re laciones humanas.La efectiv idad de ese arte de masas.desde el punto de vista ideológico, sehalla determinada por estas dos razo­nes: en primer lugar, es el que disponefundamentalmente de los medios de di­fusión en masa y, por tanto, su mensajeideológ ico puede penetrar allí donde notiene acceso al arte verdadero: inclusoel mensaje ideológico, abiertamente alservicio del capitalismo, pero con el re­vestimiento artístico normal Que puedeofrecer una novela. por ejemplo, jamáspodrá lograr la difusión de un relato ra­diofónico que, con un tema análogo, ex­prese el mismo mensaje. Así, pues, pa­ra el capital ismo es mucho más efectivoeste arte de masas. con sus productosvulgares y simplistas, Que cualqu ier for­ma de creación artíst ica que aspire acumplir ciertos objetivos ideológicos sinrenunciar, por otra parte , a determina­das exigencias esté ticas. En segundolugar, su eficacia no estriba exclusiva­mente en el hecho de qu e el arte demasas monopolice el uso de los gran­des med ios de difusión , sino en quesiendo como es el arte que correspondea las necesidades de las masas -es de­cir, el arte que puede consumir el hom­bre que ha sido despojado de su rique­za espirüual- . siendo el arte que habla elúnico lenguaje que esos hombres des­personal izados y masificados puedenentender. es. hoy por hoy, el único quepuede aspirar a un consumo masivo.

Los millones y millones de especta­dores que ven una pel ícula vulgar, queexcita sus bajas pasiones o contribuyea ampli ar su vacío espi ritual, se en ­cuentran en ella en su elemento, escu­chan en ella su lenguaje -el lenguaje fá­cilmente comprensible para ellos de unmundo enajenado- y comparten su indi·gencia espiritual y su mistificación delas relaciones y los valores porque ellos

- •

mismos llevan una existencia espiri tualindigente, hueca y mist if icada. Seríainútil que se les ofreciera otro productoartístico, pues lo rechazarían; seria va­no que se les hablara otro lenguaje: nolo entenderían. En el arte de masas,tienen su arte; en su lenguaje, el suyopropio. Por tanto, una vez que en la so­ciedad capitalista dominan las relacio­nes enajenadas que el capitalismo estáinteresado en mantener, el arte de ma­sas surge como una de las vías másadecuadas para llegar a la concienciadel hombre cosificado y, a la vez, comoel arte que, con ayuda de los poderososmedios de difusión de nuestra época,es una verdadera industria.

En suma, el arte de masas de nues­tro tiempo es el que mejor correspondea los intereses del capitalismo tan lo

desde el punto de vista económico co­mo ideológico.

EL DilEM A <A RTE DEM INDRIAS D A RTE DEMASAS.

En la sociedad capitalista actual -ytanto más cuanto más se extiende enella la acción de la ley de su producciónmaterial hasta adoptar las formas extre­mas que hallamos en la sociedad norte-­americana actual en la que los hombresno sólo pierden su autonomía al produ­cir sino incluso al consumir los produc­toso, la producción y el consumo deobras artísticas se traducen en un di­vorcio cada vez más profundo entre elarte y amplios sectores sociales.

El artista que objetiva sus fuerzas

esenciales crea un producto que exige,a su vez, una verdadera apropiación ,una asimilación humana, estética; sinembargo, esa apropiación no se produ­ce en la escala necesaria porque todoun sector social de hombres enajena­dos, cuyas conciencias están siendomanipuladas por otros y que carecenya, por su condición de hombres-cosa,de esta integridad y riqueza humanassin las cuales no puede haber propia­mente goce o consumo artístico, que­dan al margen de una verdadera rela­ción estética. En la sociedad capitalistahay millones de hombres con los queun verdadero artista no puede entablarun diálogo. Para millones de hombresse han roto los puentes que debieranponerlos en relación con el arte. Pocosson los que negarán este hecho inne-

_ <le Cullura :lO 11

Real Escuela SUperiorde Arte Dramático

Madrid

105

Z .2 '" ..!....rnJ,c..;,. !JJJ,I ....

-AfM)usc:mo enoonlJ'aOO _ Z;vagou-, de Frandsco NieYa. DilecciOO: FntIICi:Ko VidaI. (19941- "Muestra di! Tu rro Esp,MoI deAutOfltS eo"!empon,,,_ deAlieafIte'.

gable; en cambio, son muchos los queculpan. de un modo simplista, unas ve­ces al artista creador de nuestros días.otras. al público de nuestro tiempo. Enuno y airo caso, no dan en el blanco.La culpa no es del artista que habla unlenguaje verdaderamente humano -elde la creación- ni tampoco del lector oespectador que permanece sordo o cie­go, anle su obra, porque sus ojos u oí­dos ya s610 son aptos para consumir ogozar los productos de un arte de ma­sas. Tampoco hay que buscarla en lapersona concreta o capi talista de carney hueso que le ofrece esos productos.La culpa -más propiamente. la causa ­hay que buscarla en las relaciones eco­nómico-sociales que encama el capita­lista y que, al volverse contra el arte,perjudican por igual al creador (el artís-

tal , como al consumidor (el público). Alprimero porque acorta el tono de suvoz, el radio de acción de su palabra y,de este modo, le cierra el camino parallegar a un público cada vez más vasto;al público porque mantiene a muchoshombres en una actitud cosificada, ena­jenada, que le impide el goce apropiadode un verdadero producto humano co­mo es la obra de arte. Asf, pues, enuna sociedad en la que un amplio sec­tor de -eua obrero y no obrero, comodecía Marx- vive una existencia enaje­nada, existe por principio un d ivorcioentre el artista y un ampl io sector de lasociedad, un divorcio con el cuál tienenpoco que ganar y si mucho que perder,como lo demuestra la experiencia artrs­tea de nuestro siglo, tanto el arte comola sociedad.

De este hecho, a saber: del hechode que en la sociedad burguesa -y co­mo manifestación profunda de la hosti­lidad del capitalismo al arte el artista sedivorcia necesariamente de las masasporque no puede des-cender al nivel deellas ni éstas quieren -ni pueden- ele­varse al nivel del arte ; del hecho deque el artista no puede aspirar hoy acompartir su mensaje con los millonesde seres humanos que el capitalismomantiene en su condición de hombres­cosa; de este hecho histórico -divorcioreal, efectivo, entre el arte y las masas­hay quienes deducen que el arte denuestro tiempo ha de se r necesaria­mente un arte minoritario, para inicia­dos o escogidos.

Tal es el punto de vista de Ortega yGasset en La deshumanización del

arte, que, después de haber sido ex­puesto hace unos tre inta años, sig uesiendo muy representativo de este mo­do de concebir las relaciones en tre elarte y las masas. Las tesis orteguianasson muy conocidas en los pa ises delengua española, pero vale la pena re­cordarlas. En sustancia, con palabrasdel propio Ortega, pueden formularseasí: " El arte nuevo tiene a la masa encontra suya y la tendrá siempre. Es im­popular por esencia : más aún es ann­popular. ,.f

Ortega parte, por tanto, no sólo delreconocimiento de que existe un divor­cio entre el arte y el púb lico -ta masa-,sino de la afirmación de que este divor­cio es insuperable ; al arte nuevo sola­mente llega a " una minoría especial­mente dotada». Como para Ortega elconcepto de masa no tiene un carácterconcreto , tnstónco-soctal. ya Que en élsubsume a toco aquél que no pertene­ce a la minoría «egregia,., el arte nuevoes por esencia, minoritario, o , como éldice, «un arte de privi legio, de noblezade nervios, de aristocracia instintiva.. ."Se trata de un arte que no es, por prin­cipio, para todo el mundo, sino ..paralos que enñenden-. sin que Ortega seproponga siquiera calar en el problemade cómo puede ganarse el acceso aese círculo privilegiado o la posibilidadde pasar de un plano a otro. Sus circu­las -minoría .. egregia ,. y masa- son ine­xorables: .. Esto implica que los unosposeen un órgano de comprensión ne­gado, por tanto , a los otros , que sondos variedades distintas de la especiehumana.,.-

Todo eslo concuerda perfectamentecon la co-ceocóo anstocrañzante de Or­tega que divide a los hombres en dos ór­denes o rangos -egregios y vulgares-; elarte nuevo sería el propio de los prime­ros. Lo que asegura la inteligibilidad yadhesión, en un caso, y la incomprensióny repulsa en otro, es su oesreaüzacón oirreahsmo, así como su deshumaniza­Ción, o rechazo del arte corno expresióno representación de lo humano.

No nos proponemos ahora entrar enuna ca racterización del arte modernoen cuanto tal. Nos limitaremos a reite­rar que , a nuestro juicio, el divorcio en­tre el arte y el público existe, efectiva­mente , y existe, a su vez, entre otrasrazones porque el artista , en su afán de

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afirmar su independencia y su subjetivi­dad en un mundo cosificado, ha acaba­do en gran parte por hacer saltar lospuentes que debían hacer pos ible la ea­municación. Esto visto desde el ángulodel creador. Ahora bien, desde el án­gulo del consumidor, existe asimismouna situación, en la que hemos insistidoanteriormente, en virtud de la cual , porla profunda enajenación en que ha cal­do como ser humano, se le cierra la po­sibi lidad de una verdadera asimilaciónestética. Contra el arte moderno, contrasus rea lizaciones valiosas, están losmismos que están contra todo arte ver­dadero. Las mismas razones que impi­den a un hombre sumido en la miseriaespiritual entrar en una relación propia­mente humana con un cuadro de Picas­so, un poema de Paut Eluard o una cin­ta de Fellin¡ le impedirán establecer esamisma relación -verdaderamente esté­tica, humana- con la obra de un veláz­quez, un Góngora o un TIrso de Malina.

No podemos hablar, por principio ,de un nivel absoluto de incomunicabi li­dad sino de dos casos extremos de ellaque pueden darse , en circunstanciasdete rminadas, tanto por culpa del crea­dor como del lector o espectador: cuan­do el artista no logra hacerse entenderporque no ha querido -o no ha podido­tonar el lenguaje adecuado y no ccost­gue, entonces, objetivar su expresiónen formas que aseguren un mínimo in­dispensable de comunicabilidad; o bien ,cuando el hombre, convertido en cosa,deshumanizado, sordo y ciego para lariqueza humana, se queda, por pnnct­pie. sin posibilidad de entrar en comuní­cacen con una obra de arte.

Pero incluso estos ca sos extremos ­scñpstsmc o subjetiv ismo radical delcreador, o impermeabilidad del hombre­masa al goce propiamente estético- soncasos que sólo se dan históricamenteen una sociedad determinada como lacapi talista actual e incluso en ella noabarcan la tota lidad del arte ni la totali­dad de la sociedad.

El dilema: arte verdadero (minorita­rio) O arte inauténtico (mayori tario, demasas) es falso, planteado en términosabsolutos , aunque en una sociedadenajenante el segundo pueda co ntarcon la adhesión de la mayoría. El artepuede reducir su capacidad de comuni­cación por raz ones de orden histórico-

social , como las que determinan el her­meti smo de la creación art ística o elalejamiento de grandes grupos huma­nos de las posibilidades de su goce.pero esta situación particular del arteen una sociedad dada y del hombrecosificado de ella, no puede elevarse ,como pretende Ortega, a la categoríade un principio absoluto, pues ni el artees, por esencia, hermético, minoritario ,ni tampoco, necesaria, esencialmente ,la mayoría ha de volver sus espaldasal arte. El arte de nuestro tiempo aca­bará por rebasar las limitaciones queun lenguaje hermético opone a su fun­ción social y las masas, hoy alejadasde él , volverán al arte , pero esta vueltaserá índice, a su vez, de la cancelaciónde su enajenació n. El a rte cumplirá ,entonces , propiamente su función so­cial. Estas condiciones, las de un artedirigido a todos los hombres porque to­dos lo necesitan para afirmarse a símismos como se res humanos , paraapropiarse la riq ueza humana que elarte les brinda, sólo se darán en unasociedad futura en la que las relacio­nes humanas tengan un carácter ver­daderamente humano. Pero este ac­c eso de grandes núcleo s de lasociedad a la creación artística , porcompleja y rica que pueda ser, no será-como sucede en la sociedad actual ,en el consumo masivo de un arte demasas- el exponente de un empobreci­miento espi ritua l humano , si no por elcontrario el índice de la elevación y delenriquecimiento de la sensibilidad hu­mana , en general, y estética, en parti­cular. El artista no sentirá. entonces,este acceso de enormes contingenteshumanos a su creación como una bár­bara incursión de la -masa- en el sa­grado rec into del a rte , sino como elcumplimiento mismo d el ve rdaderodestino de su creación.

Vemos, pues, que en las condicio­nes de la sociedad capital ista , los inte­reses económicos e ideológ icos de laclase dominante se hallan vinculados aun consumo o goce estético en masaque sólo puede serlo , en general, de unarte banal , en tanto que el arte verda ­dero, al que no tienen acceso grandesnúcleos humanos masifica dos tiende aconvertirse en un arte privilegiado. Es­ta situación, que se da efectivamente.tiene que sentirla el artista como una li-

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JJJ.I ....

-la Vltfbernt de la Paloma-, de T. Bretón. Chreceión: Emilio Sagi. Tea tro dehJ~. ('994) (Foto; Chicho).

mttaclón del radio de acción de su obra.De ahí que, objetivamente , su destinosea solidario del destino de las fuerzassociales que luchan por la abolición delas relaciones humanas enaienantesque alejan del arte a grandes sectoressociales al anular o deformar su capaci­dad de goce o consumo estético.

El problema de restablecer las rela­ciones propiamente estéticas entre elartista y el público, problema capital en

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nuestros tiempos, no puede plantearse,por tanto, al margen de los cambiosprofundos, radicales. que exigen lascontradicciones irreconciliables de lasociedad capital ista. No se puede pen­sar en ampliar y enriquecer el consumoverdaderamente estético, es decir, elmodo de gozar el verdadero arte, sinelevar y enriquecer en ampl ia escala lasensibilidad humana, tarea que es tose­parable. a su vez, de la transformación

radical y profunda de las relaciones so­ciales , pounces. económicas y esctrr­tuales. El intento de establecer un cta.lago masivo , a todo trance ,adaptándose pasivamente a una sensi­bi lidad estética ya existente, llevará abuscar la comunicación por una vía fá­cil , limitando el enriquecimiento de losmedios de expresión y con ello, reba ­jando el valor estético del arte. La pro­ducción, como ya vimos crea el modo

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de gozar o consumir el producto y, portanto, el artista no puede esperar pasi­vamente a que la sociedad cambie y,con ello, a que se creen las condicionesfavorables para un cambio radical de lasensibilidad. No; el artista ha de contri­buir a que se opere ese cambio crean­do, como decía Marx, el público capazde gozar de su obra, pero sin sobreesti­mar sus propias fuerzas ni olvidar queeste poder suyo de crear un público noes directo e inmediato, sino que se des­pliega en el marco de unas condicionessociales dadas que 10 Irenan o favore­cen. En la sociedad capitalista los po­derosos medios técnicos de difusión ycomunicación escapan al control del ar­tista y, por tanto, no está en sus manosutilizar los para crear el público capazde consumir una verdadera obra de ar­te. La posibilidad de un goce o consu­mo artístcc mayoritario se convierte asíen un problema que rebasa los limitesde la capacidad del arte para formar unpúblico a su medida . Para arrancar alos hombres cosi ficados, enajenados,del arte de masas que consumen cadadia y hacerles gozar de un arte auténti­co. hay que arrancarlos, primero, de sucosificación o enajenación. Ahora bien,aunque el arte pueda contribuir tambiéna ello, la tarea es, fundamentalmente,de otro orden: es una tarea critico-revo­lucionaria que se plantea al nivel de lasrelaciones reales, materiales, y que co­rresponde, sobre todo, a la clase social-el proletariado- más interesada en po­ner fin a toda enajenación.

La sociedad capi talista plantea estedilema: arte minoritario o arte de ma­sas, consumo privilegiado de las obrasartísticas o consumo masivo de subpro­ductos artísticos. Aunque algunos teó­ricos del arte moderno, haciéndose ecode este dilema, lo plantean como un or­lema inexorable, cuyas raíces están,supuestamente, en la esencia mismadel arte de nuestros u tas . las raícesprofundas son, como hemos tratado dedemostrar, de carácter histórico-social.Ahora bien, cuando se cobra concienciade que esas raíces existen y se tienepresente que toda verdadera obra artís­tica, por esencia, establece siempre undiálogo a través de todas las parñcutan­caces de tiempo, clase o nación con loshombres de ayer, de hoy o mañana. larespuesta al dilema anterior debe ser el

rechazo, del dilema mismo: ni arte mi­noritario ni arte de masas: arte para to­dos; es decir, para todos los hombresque sienten la necesidad de una apro­piación humana de las cosas y que en­cuentran en la relación estética una for­ma de satisface r profundamente estanecesidad , y en el objeto estético, unaut ilidad humana, Quedan transitoria­mente luera de ese todos, de esa «in­mensa minoría.. , en la sociedad capita­lista, los hombres-cosa, que mientrasno recuperen su condición humana, nopueden entablar una relación verdade­ramente humana -v. en consecuenciaestética- con los objetos artísticos. Conello se pone de manifiesto , una vezmás, la hostilidad del capttaüsmc al ar­le, pero extendida ahora al goce o con­sumo estético.

El artista crea para los hombres quesienten la necesidad de una totalidadde manifestaciones vitales humanas ­como dice Marx -, aunque la sociedadcapitali sta actual engendre , en granmedida, un tipo de hombres masifica­dos que, hoy por hoy, no sienten esanecesidad. Por el hecho de crear paratodos los hombres, aunque ese todosno abarque real, efectivamente a todoslos hombres de hoy, el artista, por unlado, produce para un consumo o goceamplío de su producto, sin plegarse alas exigencias de un consumo de ma­sas y, por otro, mantiene las más eleva­das ex igencias estéticas en su crea ­ción, sin reducirla a una creación paraminorías o privilegiados.

Así, pues, el dilema ..arte de minoríaso arte de masas- que el capitalismopugna por mantener es un dilema falso,desde un punto de vista estético y hu­mano. Responde a intereses ajenos alarte y al hombre. Sin embargo, pese alas condiciones destavorables en quese encuentra el artista para rechazarlo,puede esquivarlo pugnando por hacerun arte que no sea minoritario, exclusi­vo para iniciados ni tampoco un arte demasas que, en aras de las exigenciaseconómicas e ideológicas del capi talis­mo, sólo aspire a un consumo masivo.El arte para un público capaz de apro­piarse humanamente, es decir, estética­mente, sus productos, sólo será aquélque, por ser viva palabra del hombre,no se dirija a un público privilegiado nienajenado, sino al pueblo. Sólo un arte

"LB bfHla AUroTaM, de lope de Vega. Dirección:

Eduardo Vasco. Cía. Don Ouardos. (1994) (Foto:Vladimir Espina}.

as i -un arte verdaderamente popu lar­podrá rebasar su condiconaüdad histó­rico-social y establecer un diálogo, des­de este ahora y este aquí, no sólo conlos hombres no enajenados de hoy sinocon los hombres, libres ya de toda ena­jenación, del futuro. Sólo un arte asipodrá sobrevivi r a sus circunstanciascuando éstas sean ya mero recuerdo omateria del olvido.

En Las ideas estéticas de Marx, ..Eldestino del arte bajo el capitalismo.. ,Ed. Era, México, 1965, pp 236-260.

NOTAS

, En el cine, por ejemplo, es frecuente , ro­mo es sab ido, que una buena película sólopueda elthibirse una semana o dos, mientrasque otras de ínfima calidad prolongan SlJ extu­bición durante meses y meses. En ocasiones,una cinta de innegables valores artísticos obtie­ne una eonesíoo más entusiasta. pero ello obe­dece a coosoeracones exnartrsnces (erotismo,vedelismo, sensacionalismo de diverso género,etc.) En otro campo, las encuestas que suelenrealizarse para auscultar los gustos y preteren­das de los radioyentes o televidentes registran.en general . más votos en lavor de los progra­mas de más baja calidad artística.

• José Ortega y Gasset. La deshumaniza·ción del arte. En: Obras completas, 4" ed., Re­vista de OCCidente. Madrid. 1957, t. 111, p. 354.

' Ibid.. p. 355.

• lbid.

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