bianco, josé - sombras suele vestir, las ratas

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  • 8/9/2019 Bianco, José - Sombras Suele Vestir, Las Ratas

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    NOTA INTRODUCTORIA

    “Hay que escribir los libros que llevamos dentro, yescribirlos es la única manera de vivir.” Así reflexiona elnarrador de La pérdida del reino al referirse a la vocación delescritor: la ingenuidad y el sentido crítico como los contraesosque nivelan la balan!a de dic"a vocación# la obra como índicedel talento# la lucide!, la rique!a y la abundancia de dotes comoobst$culos ara llegar a ella. %ambi&n con esta frase 'os&(ianco refigura el esíritu y el car$cter )*la frustración+ de su

     ersona-e. ufino /el$!que!, -oven romesa literaria, reúne susexeriencias, reconstruye su "istoria, la escribe en desorden yaguarda el momento de elaborar con ella su libro, el libro de suvida. Agobiado qui!$s or la rique!a del material )de larealidad, ocuado aún en no de-ar escaar ningún detalle y enterminar de vivir lo que ara &l ya "a concluido, confía la

    escritura de su libro a otro, a aquel que, le-ano a la realidadinmediata de la "istoria, uede alicar ese sentido crítico quenecesita el otro lato de la balan!a ara ordenar el caos yreconocer en &l las sombras y la lu! que las royecta.

    0n una entrevista que 'os& (ianco concedió a 1anubio%orres 2ierro )ublicada en Plural , enero de 3456, confirma yalica a sí mismo dic"a reflexión: “7o que escribo se arece a

    mí, da una idea bastante exacta de mi car$cter. . .” 8iertamente,en la escasa roducción de (ianco un "ilo recorre su obra, tantosus novelas y ensayos como sus traducciones )no es difícilencontrar un arentesco entre &l y Henry 'ames, de quientradu-o algunos de sus libros# adem$s, en la misma entrevista,(ianco se refiere a la afinidad que debería existir siemre con elescritor al que se traduce. 0se "ilo, que odríamos llamar 

    estilo, car$cter, nos "abla de esa “única manera de vivir” que ara (ianco significa la escritura 9reali!ada con extraordinariaeconomía, con recisión, atendiendo a la esencia de las cosas9 de los libros que van tomando fuer!a en su interior. con esemismo udor que significa mostrarse ante otro, (ianco rec"a!a

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    muc"as veces sus libros )es imosible conseguir un e-emlar desu volumen de relatos  La pequeña Gyaros, y ya muy difícilencontrar La pérdida del reino, los rectifica, los guarda y losretoma tiemo desu&s. en el camino tambi&n rectifica, reiteaquello que siemre le "a ertenecido.

    1elfín Heredia, rotagonista de Las ratas, al referirse asu adre afirma que: “0n sus cuadros intentaba decirlo todo:cuando un artista intenta decirlo todo, acaba muy a menudo, or omitir lo fundamental”. %reinta y dos a;os desu&s, en  La

     pérdida del reino, 'os& (ianco quiere reiterar esta afirmación:

    “A menudo, cuando queremos decirlo todo, acabamos or omitir lo fundamental”. *

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    0ntre uno y otro ersona-e )ufino y 1elfín, entre unay otra actitudes, existe una diferencia. 0n tanto que en  Lasratas(ianco se imone la tarea de la economía, en La pérdidadel reinose enfrenta a ella, es el relato de dic"o enfrentamiento)entre la imosibilidad de decirlo todo y la de no "acerlo.1elfín Heredia iensa en sí mismo y en un "iot&tico lector,mientras que el narrador de La pérdida del reino  lo "ace, or 

     artida doble, en el lector y en ufino /el$!que!, a quien 9atrav&s de un acto de escribir y leer simult$neo, de trasladar auno mismo lo que le ertenece a otro9 quiere “concederle de

    algún modo, desu&s de muerto, un "$lito de vida”. ya que "ablamos de realidades, "ec"os materiales,

    sustancias, y que nos referimos a las reflexiones de (iancoacerca del que"acer literario, que abundan en su obra y quegiran con frecuencia en torno a la vocación del escritor, "abíaque mencionar otra serie de ideas gemelas exresadas or igualen La pérdida del reino y en un ensayo titulado “7a Argentina y

    su imagen literaria”, que data de 346>.ecuerda (ianco en ambos textos la distinción que

    "acía ?latón entre ideas y oiniones. /inculaba las rimerascon el ser y el conocimiento, mientras que las segundasfluctuaban entre el ser y el no ser, el conocimiento y laignorancia. (ianco alica esta dicotomía a la situación que

     revalece entre los narradores argentinos y, m$s en general,

    entre los narradores actuales, así como al conflicto central que adece ufino /el$!que! )“A", si udiera intentar un g&neroque requiera menos inteligencia que la crítica...”. =egún &l,ufino necesita olvidar la “realidad ara darnos su esencia”,“salir del rango de los filodoxos ara entrar en el de losfilósofos” )ambas frases se encuentran or igual en los dostextos citados. 0sta reocuación 9que, desde otro $ngulo,

     arte de alguno de los ensayos dedicados a 'ulien (enda9 est$viva tambi&n en las ficciones de (ianco. la salida queencuentra, alcan!a, dentro de lo que llama “literatura deimaginación”, una de las grandes alturas de la novelísticaactual.

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    'unto con (orges, (ioy 8asares y =ilvina @camo 9 comiladores de la Antología de la literatura fantástica, ara lacual fue escrita originalmente Sombras suele vestir  9, (iancose one del lado de los contadores de cuentos. “A un an"elo del"ombre 9afirma (ioy 8asares9, menos obsesivo, m$s

     ermanente a lo largo de la "istoria, corresonde el cuentofant$stico: al inmarcesible an"elo de oír cuentos.” al otar 

     or este camino, (ianco toma artido or el lector, or aquel“"iot&tico lector” que emu-a a 1elfín Heredia a tratar est&ticamente la realidad ara narrar su "istoria.

    2A8B=8@ HB@'@=A

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    PRÓLOGO

    eferida en ocas alabras, esta novela de ingeniosoargumento corre el albur de arecer un e-emlo m$s de esasficciones oliciales )Te murder of !oger Ac"royd# Te second 

     sot# $ombre de la esquina rosada cuyo narrador, luego deenumerar las circunstancias de un misterioso crimen, declara oinsinúa en la última $gina que el criminal es &l. 0sta novelaexcede los límites de ese uniforme g&nero# no "a sido elaborada

     or el autor ara obtener una módica sorresa final# su tema esla re"istoria de un crimen, las delicadas circunstanciasgraduales que aran en la muerte de un "ombre. 0n las novelas

     oliciales lo fundamental es el crimen, lo secundario lamotivación sicológica# en &sta, el car$cter de Heredia es lo

     rimordial# lo subalterno, lo formal, el envenenamiento de'ulio. )Algo arecido ocurre en las obras de Henry 'ames: los

    caracteres son comle-os# los "ec"os, melodram$ticos eincreíbles# ello se debe a que los "ec"os, ara el autor, son"i&rboles o &nfasis cuyo fin es definir los caracteres. Así, enaquel relato que se titula Te deat of te lion, el fallecimientodel "&roe y la &rdida insensata del manuscrito no son m$s quemet$foras que declaran el desd&n y la soledad. 7a acciónresulta, en cierto modo, simbólica. 1os admirables dificultades

    de 'ames descubro en esta novela. Cna, la estricta adecuaciónde la "istoria al car$cter del narrador# otra, la rica y voluntariaambigDedad. 7a reetida negligencia de la rimera es,verbigracia, el defecto m$s inexlicable y m$s grave de nuestro

     %on Segundo Sombra# b$steme recordar, en las veneradas $ginas iniciales, a ese c"ico de la rovincia de (uenos Aires,que refiere no reetir Elas c"uscadas de usoF, a quien la esca

    le arece Eun gesto suerfluoF y que rerueba, con indignaciónde urbanista, Elas cuarenta man!anas del ueblo, sus casasc"atas, divididas monótonamente or calles tra!adas a escuadra,siemre aralelas o erendiculares entre síGF. 0n lo que serefiere a la ambigDedad, quiero exlicar que no se trata de la

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    mera vaguedad de los simbolistas, cuyas imrecisiones, afuer!a de eludir un significado, ueden significar cualquier cosa. =e trata 9en 'ames y en (ianco9 de la remeditadaomisión de una arte de la novela, omisión que ermite que lainterretemos de una manera o de otra: ambas contemladas

     or el autor, ambas definidas.%odo, en  Las ratas, "a sido traba-ado en función del

    múltile argumento. 0s de los ocos libros argentinos querecuerdan que "ay un lector: un "ombre silencioso cuyaatención conviene retener, cuyas revisiones "ay que frustrar,

    delicadamente, cuyas reacciones "ay que gobernar y que resentir, cuya amistad es necesaria, cuya comlicidad es reciosa. Eecesito ensar en un lector, en un "iot&tico lector,que se interese en los "ec"os que voy a referirF leo en elsegundo caítulo. *8u$ntos escritores de nuestro tiemososec"an esa necesidad+ *8u$ntos, en ve! de interesar allector, no se roonen abrumarlo e intimidarlo+

    0l estilo mane-ado or (ianco ara referir su tr$gicaf$bula es enga;osamente tranquilo, "$bilmente simle. 7o rigeuna continua ironía, que uede confundirse con la inocencia. 0nel dram$tico decurso de la novela, el narrador no se inmuta unasola ve!. 0lude los eítetos estimativos y las alarmadasinter-ecciones. o usura la función del lector# de-a a su cargoel eventual "orror y el esc$ndalo. )

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    %res g&neros agotan la novela argentina contemor$nea.7os "&roes del rimero no ignoran que a la una se almuer!a,que a las cinco y media se toma el t&, que a las nueve se come,que el adulterio uede ser vesertino, que la orografía de8órdoba no carece de toda relación con los veraneos, que denoc"e se duerme, que ara trasladarse de un unto a otro "aydiversos ve"ículos, que es dable conversar or tel&fono, que en?alermo "ay $rboles y un estanque# el buen mane-o de esaerudición les ermite durar cuatrocientas $ginas. )0sasnovelas, que nada tienen que ver con los roblemas de la

    atención, de la imaginación y de la memoria, se llaman 9nuncasabr& or qu&9  psicol&gicas. 0l segundo g&nero no difieremuc"ísimo del rimero, salvo que el escenario es rural, que ladiversas tareas de la ganadería agotan el argumento y que susredactores son incaaces de omitir el elo de los caballos, las

     ie!as de un aero, la sastrería minuciosa de un onc"o y los rimores arquitectónicos de un corral. )0ste segundo g&nero es

    considerado atriótico. 0l tercer g&nero go!a de la redilecciónde los -óvenes: niega el rinciio de identidad, venera lasmayúsculas, confunde el orvenir y el asado, el sue;o y lavigilia# no est$ destinado a la lectura, sino a satisfacer,tenebrosamente, las vanidades del autorG3 @bras como esta de'os& (ianco, remeditada, interesante, legible, 9insisto en esas

     b$sicas virtudes, orque son infrecuentes9 refiguran tal ve!

    una renovación de la novelística del aís, tan abatida or elmelancólico influ-o, or la mera verosimilitud sin invención, delos ?ayró y los $lve!.

    '@0 7CB= (@0=

    3 A esos tres g&neros, el doctor odrígue! 7arreta "a a;adidoun cuarto: la novela dialogada. 0n el refacio, invoca)inexlicablemente el nombre de ="aIeseare# olvida)inexlicablemente el nombre de EyF.

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    SOMBRAS SUELE VESTIR 

     El sueño, autor de representaciones,

    en su teatro sobre el viento armado,

    sombras suele vestir de bulto bello(

    Góngora, Varia imaginación.

    B 97o ec"ar& de menos# lo quiero como a un "i-o 9di-o

    do;a 8armen.7e contestaron:

     9=í, usted "a sido muy buena con &l. ?ero es lo me-or.0n los últimos tiemos, cuando iba al inquilinato de la

    calle ?aso, re"uía la mirada de do;a 8armen ara no turbar esavaga somnolencia que "abía llegado a convertirse en su estado

    de $nimo definitivo. Hoy, como de costumbre, detuvo los o-osen aúl. 0l muc"ac"o ovillaba una made-a de lana disuesta enel resaldo de dos sillas# odía aarentar veinte a;os, a lo sumo,y tenía esa exresión atónita de las estatuas, llena de dul!ura ydesaego. 1e la cabe!a de aúl asó al delantal de la mu-er#observó los cuatro dedos tenaces, legados sobre cada bolsillo#

     aulatinamente llegó al rostro de do;a 8armen. ?ensó con

    asombro: “0ran ilusiones mías. unca la "e odiado, qui!$”. tambi&n ensó, con triste!a: “o volver& a la calle?aso”.

    Había muc"os muebles en el cuarto de do;a 8armen#algunos ertenecían a 'acinta# el escritorio de caoba donde sumadre "acía comlicados solitarios o escribía cartas aun m$scomlicadas a los amigos de su marido, idi&ndoles dinero# elsillón, con el relleno asomando or las aberturas... @bservabacon inter&s el esect$culo de la miseria. 1esde le-os arecía un

     bloque negro, reacio# oco a oco iban surgiendo enumbrasamistosas )'acinta no carecía de exeriencia y se distinguíanlas sombras claras de los nic"os donde era osible refugiarse.7a miseria no estaba re;ida con momentos de intensa felicidad.

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    ecordó una &oca en que su "ermano no quería comer.?ara conseguir que robara algún bocado necesitaban esconder un lato de carne deba-o del roero, en un ca-ón del escritorio...aúl se levantaba or la noc"e: al día siguiente aarecía el latovacío, donde ellas lo de-aron. ?or eso, desu&s de comer,mientras el muc"ac"o tomaba fresco en la vereda, madre e "i-adiscurrían algún nuevo escondite. 'acinta evocó una ma;anade oto;o. @ía gemidos en la ie!a contigua. 0ntró, se aroximóa su madre, sentada en el sillón, le searó las manos de la cara yle vio el semblante contraído, deformado or la risa.

    7a se;ora de /&le! no odía recordar dónde "abíaocultado el lato la noc"e anterior.

    =u madre se adataba a todas las circunstancias con una -ovial sabiduría infantil. ada la tomaba de sorresa y, or eso,cada nueva desgracia encontraba el terreno rearado.Bmosible decir en qu& momento "abía sobrevenido, a tal untose "acía instant$neamente familiar, y lo que fue una alteración,

    un vicio, asaba de manera insensible a convertirse en ley, ennorma, en roiedad connatural de la vida misma. 8omo un

     olítico y un guerrero famosos, conversando en la emba-ada deBnglaterra, eran ara 1elacroix dos eda!os rutilantes de lanaturale!a visible, un "ombre a!ul al lado de un "ombre ro-o,las cosas, contemladas or su madre, arecían deso-arse detodo significado moral o convencional, erdían su veneno, se

    sustituían las unas or las otras y alcan!aban una esecie decategoría metafísica, de ure!a trascendente que las nivelaba.?ensaba en el aire secreto y un oco ridículo que

    adotó do;a 8armen cuando la condu-o a casa de Jaríaeinoso. 0ra un deartamento interior. 0n la uerta "abía unac"aa de bronce que decía: einoso. 8omisiones. Antes deentrar, mientras caminaban or el largo asillo, do;a 8armen

     balbuceó alabras: le aconse-aba que no "ablara de Jaríaeinoso con su madre# y 'acinta, al vislumbrar un destello deinocencia en esa mu-er tan astuta, reflexionó en la caacidad deilusión, en la innata afición al melodrama que tienen lasllamadas “clases ba-as”. ?ero *le "ubiera imortado tan oco a

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    su madre, en realidad+ unca lo sabría. a era imosibledecírselo.

    0me!ó a ir a casa de Jaría einoso. 1o;a 8armen notuvo que mantenerlos )desde "acía m$s de un a;o, sin que nadiesuiera or qu&, subvenía a las necesidades de la familia/&le!. =in embargo, no era tarea f$cil evitar a la encargada delinquilinato. 'acinta troe!aba con ella, conversando con los

     roveedores en el amlio !agu$n a que daban las uertas, o laencontraba instalada en su roio cuarto. *8ómo sacarla deallí+ ?or lo dem$s, gracias a la encargada del inquilinato "abía

    un oco de orden en las tres "abitaciones que ocuaban 'acinta,su madre y su "ermano. 1o;a 8armen, una ve! or semana,lan!aba sobre la familia /&le! el embate de su actividad: abríalas uertas, fregaba el iso y los muebles con una suerte derabia contenida# en el atio, ante los o-os de los vecinos, salía arelucir el imudor de los colc"ones y de la dudosa roa decama. 0llos se sometían, entre agradecidos y avergon!ados.

    ?asada esa r$faga, el desorden comen!aba a envolverlos en sutibia, resistente comlicación.

    'acinta la encontraba te-iendo, sentada -unto a sumadre. 0l rimer día que 'acinta conoció a Jaría einoso,do;a 8armen trató de cambiar imresiones con ella. 'acintacontestó con monosílabos. ?ero la resencia aún silenciosa dela encargada del inquilinato tenía la virtud de transortarla a la

    otra casa, de donde acaba de salir. 'acinta, aquellas tardes,desu&s de aaciguar los deseos de algún "ombre, tambi&nnecesitaba aaciguarse, olvidar# necesitaba erderse en esemundo infinito y desolado que creaban su madre y aúl. 7ase;ora de /&le! "acía el Jetternic" o el aoleón. (ara-aba losnaies y cubría la mesa de números ro-os y negros, de are-asde "ombres y mu-eres sin cuello, llenos de coronas yestandartes, que comartían su melancólica grande!a en la

     breve cartulina. 1e tiemo en tiemo, sin de-ar de -ugar, aludíaa minucias cuya osesión "ubiera deseado disutarle, o a sus

     arientes y amigos de otra &oca, que no la trataban desde "acíaveinte a;os y qui!$ la creían muerta. A veces aúl se detenía

     -unto a su madre. 1e ie, con la me-illa aoyada en una mano y

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    el codo sostenido en la otra, seguía la lenta trayectoria de lascartas. 7a se;ora de /&le!, ara distraerlo, lo "acía intervenir en un afectuoso monólogo entrecortado or silencios -adeantesdentro de los cuales sus alabras arecían rolongarse y erder todo sentido. 1ecía:

     9(ara-emos. Aquí est$ la reina. a odemos sacar elvalet. 1e erfil, con el elo negro, el valet de ique se te arece.Cn -oven moreno de o-os claros, como diría do;a 8armen, queec"a tan bien las cartas. Cna vuelta m$s, esta ve! muy desacio.0n fin, el aoleón va en camino de salir. es difícil. *os

    suceder$ algo malo+ Cna ve!, en AixKlesK(ains, lo saqu& tresveces en la misma noc"e y al día siguiente se declaró la guerra.%uvimos que escaar a &nova y tomar un buque mercante,tous feux &teints. yo seguía "aciendo el aoleón 9tr&bolsobre tr&bol, oc"o sobre nueve. *1ónde est$ el die! de ique+9 con un miedo "orrible de las minas y los submarinos. %u obre

     adre me decía: “%ienes la eseran!a de sacar el aoleón ara

    que naufraguemos. 8onfías, ero en tu mala suerte...”0l narcótico eme!aba a oerar sobre los nervios de

    'acinta. =e aquietaba el tumulto de imresiones recientesformado or tantas artículas atro!mente activas que luc"abanentre sí y aortaban cada una su roia evidencia, su minúscularealidad. 'acinta sentía el cansancio aoderarse de ella, borrar los vestigios del "ombre con quien estuvo dos "oras antes en

    casa de Jaría einoso, nublar el asado inmediato con sus milim$genes, sus gestos, sus olores, sus alabras, y eme!aba a nodistinguir la línea de demarcación entre ese cansancio al cual seentregaba un oco solemnemente y el descanso suremo.0ntreabriendo los o-os, miró a sus dos queridos fantasmas enesa atmósfera gris. 7a se;ora de /&le! "abía terminado de

     -ugar. 7a l$mara iluminaba sus manos inertes, todavíaaoyadas en la mesa. aúl continuaba de ie, ero las bara-as,diseminadas sobre el tafilete amarillento, "abían de-ado deinteresarlo. 1o;a 8armen estaría a su lado, osiblemente a suderec"a. 'acinta, ara verla, "ubiese necesitado volver lacabe!a. *0staba do;a 8armen a su lado+ %enía la sensación de"aber eludido su resencia, tal ve! ara siemre. Había entrado

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    en un $mbito que la encargada del inquilinato no odíafranquear. la a! se "acía or momentos m$s íntima, m$saguda, m$s un!ante. 0n lena beatitud, con la cabe!a ec"ada

     ara atr$s "asta tocar con la nuca en el resaldo, los o-osausentes, las comisuras de los labios distendidos "acia arriba,'acinta mostraba la exresión de un enfermo quemado,

     urificado or la fiebre, en el reciso instante en que la fiebre loabandona y de-a de sufrir.

    1o;a 8armen continuaba te-iendo. 1e cuando encuando el vaiv&n de las agu-as imrimía un temblor subreticio,

    casi animal, a trav&s del largo "ilo imercetible, al gruesoovillo de lana que yacía -unto a sus ies. 8omo el soor de losleones de iedra que guardan los ortales, con una boc"a entrelas atas, su indiferencia tenía algo de enga;oso y arecíadestinada a descargarse en una súbita actividad. 'acinta, de

     ronto, advierte que la atmósfera se llena de ensamientos"ostiles. 1o;a 8armen la recuera, y Jaría einoso, y los

    di$logos que sostienen las dos mu-eres.Cna tarde, cuando salía de casa de Jaría einoso, las

    "abía sorrendido conversando desde una uerta entreabierta.Ambas callaron, ero 'acinta tuvo la certe!a de que "ablaban deella. 7os o-os de do;a 8armen eran eque;os, con el iris tanoscuro que se confundía con la uila. Al observar a las

     ersonas, &stas se advertían escudri;adas sin que udieran

    defenderse, observando a su ve!, orque esos o-os oacosintercetaban el t$cito can-e de imresiones que es una miradarecíroca. 7a tarde que las sorrendió, los o-os de do;a 8armense "abían concedido un descanso: brillaban, muy abiertos, y aesas dos re-illas comlacientes iban a arar los comentarios deJaría einoso, que alargaba "asta la encargada del inquilinatosu rostro an&mico, con la boca aún torcida or las alabrasobscenas que acaba de ronunciar.

     o aborrecía sus encuentros en casa de Jaría einoso.7e ermitieron indeendi!arse de do;a 8armen, mantener a sufamilia. Adem$s, eran encuentros inexistentes: el silencio losaniquilaba. 'acinta sentíase libre, limia de sus actos en el lanointelectual. ?ero las cosas cambiaron a artir de esa tarde.

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    8omrendió que alguien registraba, interretaba sus actos#a"ora el silencio mismo arecía conservarlos, y los "ombresan"elosos y distantes a los cuales se rostituía eme!aron agravitar extra;amente en su conciencia. 1o;a 8armen "acíasurgir la imagen de una 'acinta degradada, unida a ellos# qui!$la imagen verdadera de 'acinta# una 'acinta creada or los otrosy que or eso mismo escaaba a su dominio, que la vencía deantemano al comunicarle la ostración que nos invade frente alo irrearable. 0ntonces, en ve! de terminar con ella, 'acinta sededicó a sufrir or ella, como si el sufrimiento fuera el único

    medio que tenía a su alcance ara rescatarla, y a medida quesufría obraba de tal modo que conseguía infundirle unaexaserada realidad. Abandonó toda asiración a cambiar deg&nero de vida. a no "i!o m$s esfuer!os. Había eme!ado atraducir una obra del ingl&s. 0ran caítulos de un librocientífico, en arte in&dito, que aarecían con-untamente envarias revistas m&dicas del mundo. Cna ve! or semana le

    entregaban alrededor de treinta $ginas imresas enmimeógrafo, y cuando ella las devolvía traducidas y coiadas am$quina )comró una m$quina de escribir en un remate del(anco Junicial le entregaban otras tantas. 2ue a la agenciade traducciones, devolvió los últimos caítulos, no acetó otros.

    7e idió a do;a 8armen que vendiera la m$quina deescribir.

    7legó el día en que la se;ora de /&le! se acostó entreun fragante desorden de -unquillos, varas de nardos, fresias ygladiolos. 0l m&dico de barrio, a quien do;a 8armen arrancó dela cama esa madrugada, diagnosticó una embolia ulmonar. 7aceremonia fúnebre se llevó a cabo en el rimer deartamento, allado de la uerta de calle, que con ese fin cedió una vecina. 7osinquilinos entraban al cuarto de untillas y una ve! -unto alataúd de-aban caer sus miradas sobre el rostro de la se;ora de/&le! con todo el estr&ito que "abían contenido en sus asos.?ero a la se;ora de /&le! no arecían molestarle esas miradas,ni los cuc"ic"eos de los condolientes )sentados en torno a'acinta y aúl ni el ir y venir de do;a 8armen que distribuíacon sigilo infructuoso ta!as de caf&, arreglaba coronas de

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     almas o disonía nuevos ramitos al ie del ataúd. 0n unmomento dado, 'acinta salió de la rueda, fue a la ortería,marcó un número en el tel&fono. 1esu&s di-o, en vo! muy

     ba-a: 9*o "a reguntado nadie or mí+ 9Ayer 9le contestaron9 "abló =tocIer ara verla a

    usted "oy, a las siete.

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    comlace en su falta de alicación. 7e traían reminiscencias deotras ersonas, de alguien, de algo. *1ónde "abía visto unaigual+ 1urante un segundo su memoria giró en el vacío. 0n uncuadro, tal ve!. 0l vacío se fue llenando, adquirió tonalidadesa!ules, rosadas. 'acinta aartó los o-os del ese-o y vio abrirseante ella un balcón sobre un fondo nocturno# vio $nforas, errosext$ticos, m$s animales: un avo real, alomas blancas y grises.0ra 7as dos cortesanas, del 8araccio.

    a"í estaba =tocIer, en el deartamento de Jaríaeinoso. %enía una cara ercudida y un cuero -uvenil, muy

     blanco, que la roa falsamente modesta arecía destinadaesencialmente a roteger. 8uando se la quitaba sin risa,dobl$ndola con esmero, verificando el lugar en que de-aba cada

     renda de vestir, conquistaba la infancia. =urgía m$s desnudoque los otros "ombres, m$s vulnerable: un ni;o casidesinteresado de 'acinta que acariciaba las distintas artes delcuero de ella sin reocuarse or el nexo "umano que las

    vinculaba entre sí, como quien toma ob-etos de ac$ y de all$ ara celebrar un culto sólo or &l conocido y desu&s de usarloslos va de-ando cuidadosamente en su sitio. Cna atención casidolorosa se refle-aba en su semblante: lo contrario del deseo deolvidar, de aniquilarse en el lacer. =e "ubiera dic"o que

     buscaba algo, no en ella sino en sí mismo, y tambi&n, a esar del ritmo mec$nico que ya no odía graduar a voluntad, se lo

    "ubiera tenido or inmóvil, a tal unto su exresión eracontenida, vuelta "acia dentro, al acec"o de ese segundofulgurante de cuya súbita iluminación eseraba la resuesta auna regunta insistentemente formulada.

    Ll "abía recobrado su aire erle-o. 0lla ensaba conamargura en el retorno a los vecinos, al olor de las flores, alataúd. ?ero el "ombre no mostraba deseos de irse. 8aminó or el cuarto, se instaló en un sillón, a los ies de la cama. 8uando'acinta quiso dar or terminada la entrevista, la obligó asentarse de nuevo aoyando sus manos en los "ombros de ella.

     9 a"ora 9di-o9 *qu& iensa usted "acer+ *o lequeda nadie m$s+

     9Ji "ermano.

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     9=u "ermano, es verdad. ?ero es...Aunque no las "ubiera ronunciado, las alabras idiota

    o imb&cil flotaban en el aire. 'acinta sintió necesidad dedisiarlas. eitió una frase de su madre:

     90s un inocente, como el de 7MArl&sienne. se ec"ó a llorar.0staba sentada en el borde de la cama. 0l cobertor 

    doblado en cuatro y, deba-o, las s$banas que momentos antes"abían rec"a!ado ellos mismos con los ies formaban unmontículo que la obligaba a encorvar las esaldas, siguiendo

    una línea un oco vencida, a fi-ar los o-os en el fieltro gris quecubría el iso y desaarecía deba-o de la cama, de un gris muyclaro, ba;ado de lu!, en el centro del cuarto. %al ve! esta

     osición de su cuero motivó sus l$grimas. =us l$grimasresbalaban or sus me-illas, la arrastraban cuesta aba-o, laimulsaban solaadamente a confundirse con el agua gris delfieltro, en un estado de disolución seme-ante al que sentía or 

    las tardes cuando su madre "acía solitarios y "ablaba sin cesar,dirigi&ndose a aúl. en la nuca, en las esaldas, sentíatambi&n el leve eso de una lluvia dulce, enetrante. 0l "ombrele decía:

     9o llore. 0scúc"eme: le roongo algo que uede arecerle extra;o. o vivo solo. /&ngase a vivir conmigo.

    1esu&s, como resondiendo a una ob-eción:

     9Habremos de entendernos. 0n fin, lo esero, quierocreerlo. Hay serientes, ratones y bú"os que fraterni!an en lamisma cueva. *

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    BB0l sufrimiento a-eno le insiraba demasiado reseto

     ara intentar consolarlo: (ernardo =tocIer no se atrevía a onerse del lado de la víctima y sustraerla al dominio del dolor.?or un oco m$s se "ubiera conducido como esos indígenas deciertas tribus africanas que cuando alguno de entre ellos caeaccidentalmente al agua golean al infeli! con los remos yale-an la c"alua, imidiendo que se salve. 0n la corriente losretiles reconocen la cólera divina: *es osible luc"ar con las

     otencias invisibles+ =u coma;ero ya est$ condenado:*restarle ayuda no significa colocarse, con resecto a ellas, enun temerario ie de igualdad+ Así, llevado or sus escrúulos,(ernardo =tocIer arendió a desconfiar de los imulsosgenerosos. J$s tarde "abía conseguido rerimirlos.8omadecemos al ró-imo, ensaba, en la medida en quesomos caaces de auxiliarlo. =u dolor nos "alaga con laconciencia de nuestro oder, or un instante nos equiara a losdioses. ?ero el dolor verdadero no admite consuelo. 8omo estedolor nos "umilla, otamos or ignorarlo. ec"a!amos elestímulo que originaría en nosotros un roceso an$logo, aunquede signo inverso, y el orgullo, que antes alineaba nuestrasfacultades del lado del cora!ón y nos inducía f$cilmente a laternura, a"ora se vuelve "acia la inteligencia ara buscar argumentos con qu& sofocar los arranques del cora!ón. os

    cerramos a la única triste!a que al "erir nuestro amor roiolograría realmente entristecernos.

    =u imasibilidad le ermitía a (ernardo =tocIer vislumbrar la magnitud de la aflicción a-ena. =in embargo, anteel dolor de 'acinta reaccionó de manera instant$nea, ocofrecuente en &l. *o era ello debido, recisamente, a que 'acintano sufría+

    'acinta se trasladó a vivir a un deartamento de la la!a/icente 7óe!. 0se invierno no se anunciaba articularmentefrío, ero al desertar, no bien entrada la ma;ana, 'acinta oía elgoleteo de los radiadores y un leve olor a fogata llegaba "astasu cuarto: 7ucas y osa encendían las c"imeneas de la

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     biblioteca y del comedor. A las die!, cuando 'acinta salía de sudormitorio, ya los sirvientes se "abían refugiado en el alaouesta de la casa.

    (ernardo =tocIer "eredó de su adre esta are-a denegros tucumanos, así como "eredó sus actividades de agentefinanciero, sus colecciones de libros antiguos y su nodesde;able erudición en materia de ex&gesis bíblica. 0l vie-o=tocIer, sui!o de origen, llegó al aís setenta a;os atr$s: laganadería, el comercio y los ferrocarriles eme!aban adesarrollarse, el (anco de la ?rovincia estaba en trance de

    ocuar el tercer lugar del mundo, y el 8omtoir dN0scomte#(aring (rot"ers, Jorgan O 8omany trocaban en relucientesfrancos oro y libras esterlinas los cuones del gobierno. 0lse;or =tocIer traba-ó, "i!o fortuna, udo olvidar diariamentesus tareas en la (olsa, desu&s de un rato de c"arla en el 8lubde esidentes 0xtran-eros, con el estudio del Antiguo y del

     uevo %estamento. 0n religión tambi&n era artidario del libre

    examen, de la libertad cristiana, de la liberalidad evang&lica.Había articiado en los temestuosos debates en torno a (ibelund (abel, ertenecía a la Cnión Jonista Alemana, rec"a!abatoda autoridad y todo dogmatismo.

    2ue en un via-e or 0uroa. (ernardo )tenía entoncesdiecis&is a;os acoma;ó a su adre durante dos noc"esconsecutivas al 'ardín Poológico de (erlín. 7os rofesores

    laicos, los rabinos, los astores licenciados y los teólogosoficiales se arrancaban la alabra en el gran salón de actos:discutían sobre cristianismo, evolucionismo, monismo# sobre laottesbeQusstsein y la influencia liberadora de 7utero# sobretradición sinótica y tradición -uanina. *Había o no existido'esús+ 7as eístolas de =an ?ablo *eran documentos doctrinaleso escritos de circunstancia+ 0l rugido nocturno de los leonesaumentaba la efervescencia de la asamblea. 0l residenterecordaba al úblico que la Cnión Jonista Alemana no se

     roonía inflamar las asiones y que se abstuviera demanifestar su arobación o su vituerio. /anamente: cadadiscurso terminaba entre una baraúnda de alausos y silbidos.7as mu-eres se desmayaban. Hacía muc"o calor. A la salida,

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     adre e "i-o desfilaron ante los abellones egicios, los temlosc"inos, las agodas indias. %ransusieron la ran ?uerta de los0lefantes. 0l se;or =tocIer se detuvo, le dio el bastón a su "i-o,se en-ugó las gafas, las barbas y los o-os con un a;uelo acuadros. Había sudado o llorado, "abía contenidodecorosamente su entusiasmo. “R

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    sola ersona. 1on (ernardo, desu&s de morir, acudió untualmente a la oficina )*veinte, treinta, cu$ntos a;os m$s -oven+# afeitado y "ablando esa;ol sin acento extran-ero, erola sustitución era erfecta cuando (ernardo y su actual socio)a"ora le "abía tocado el turno a =Qeit!er de que lo llamarandon 'ulio discutían temas bíblicos en franc&s o en alem$n.

    A las doce y media los socios se searaban: =Qeit!er regresaba a su ensión, (ernardo almor!aba en un restaurante

     róximo o en el 8lub de esidentes 0xtran-eros# or la tarde,era generalmente (ernardo quien iba a la (olsa. mientras

    tanto se va viviendo, como decía =tocIer adre. 0n el edificiode la calle >T de Jayo los "ombres corren de una i!arra a otra,descifran a la rimera o-eada los dividendos de los valores or cuya suerte se reocuan y reciben como una confidencia, entreel oaco aullido de las voces, las alabras que deben dirigirseexresamente a sus oídos. 0n torno a (ernardo los "ombresdialogan y gesticulan y traba-an y se agitan con mayor o menor 

    fortuna, ero aquellos que se "an "ec"o solidarios de laescruulosa roseridad de “=tocIer y =Qeit!er” )Agentes2inancieros, =ociedad Anónima (ancaria ueden destinarse aotro g&nero de atención# ueden de-ar que los recuerdos, losdías, los aisa-es los maduren, y atisbar el milagroimercetible de las nubes fugaces, del viento y de la lluvia.

    8asi todas las ma;anas iba 'acinta al inquilinato de la

    calle ?aso. A menudo aúl "abía salido con otros muc"ac"osdel barrio# 'acinta, a unto de marc"arse, lo veía desde la uertaavan!ar "acia ella con su aso irregular, un oco searado delgruo, m$s alto que los otros. 0ntraba de nuevo al inquilinato,esta ve! acoma;ada de aúl# sentada a su lado, se atrevía aro!arlo tímidamente con los dedos. %enía miedo de que elmuc"ac"o se irritara, orque se mostraba m$s esquivo cuantomayores esfuer!os "acía ara comunicarse con &l. 0n unaocasión, desalentada or tanta indiferencia, 'acinta de-ó devisitarlo. Al volver, al cabo de una semana, el muc"ac"o le di-o:“*?or qu& no "as venido estos días+”

    ?arecía alegrarse de verla.

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    'acinta abandonó su af$n de dominación y llegó a sentir  or aúl una necesidad uramente est&tica. *A qu& buscar en &llas est&riles reacciones de los "umanos, la connivencia de las

     alabras, el fulgor sentimental de una mirada+ aúl estaba a"í,sencillamente, y la miraba sin fi-ar la vista en ella# la mirabansu frente recta y dorada or el sol, sus manos anc"as con losdedos searados, cuya forma recordaba los calcos de yeso quesirven de modelo en las academias de dibu-o, su costumbre deandar de un lado a otro y detenerse insólitamente en el vano delas uertas, su destre!a ara ovillar las made-as de do;a

    8armen. 8argada de su resencia, 'acinta salía del inquilinato,atravesaba lentamente la ciudad.

    A esa "ora las ersonas "abían entrado a almor!ar yde-aban la calle tranquila. 'acinta, desu&s de caminar endirección al 0ste, se encontraba en un barrio roicio ymodesto, de veredas sombreadas. se internaba en ese barriocomo obedeciendo a una oscura rotesta de su instinto. %omaba

    una calle, torcía or otra, leía los nombres de los letreros,seguía la inclinada taia del Asilo de Ancianos, residida de ve!en cuando or estatuas amarillas, a donde iba a morir un arquesombrío# doblaba a la i!quierda, se resistía al llamamiento delas bóvedas terminadas en cruces o desaforados $ngelesmarmóreos. 1e ronto, el asecto de una casa sólida y firme,

     rovista de un amlio cancel y dos balcones a cada lado, con las

     aredes intadas al aceite, un oco desconc"adas, la llenaba defelicidad. 0ncontraba cierto esiritual arecido entre esa casa yaúl. tambi&n los $rboles le "acían ensar en su "ermano, los$rboles de la la!a /icente 7óe!. Antes de cru!ar, desde lavereda de enfrente, 'acinta "acía suya la la!a con una miradaque abarcaba c&sed, c"icos, bancos, ramas, cielo. 7os troncosnegros y sinuosos de las tias emergían de la tierra como unadesde;osa afirmación. RHabía tal caudal de indiferencia en eseimulso un oco etulante, desinteresado de todo lo que nofuera su roio crecimiento y destinado a sostener contra lasnubes, como un retexto ara -ustificar su altura, el folla-eestremecido y ligero, casi inmaterialS 8uando 'acinta subía altercer iso observaba de cerca el dibu-o alternado de las "o-itas

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    verdes. 0ntonces abría las ventanas y de-aba que el aire uroenfriara el dormitorio.

    =obre una mesa la eseraban un termo con caldo,fuentes con avellanas, nueces. 'acinta se quedaba allí# otros díasdescansaba un momento, ba-aba de nuevo a la calle, tomaba untaxi y se "acía conducir al restaurante donde almor!aba(ernardo.

    7o encontraba con la cabe!a inclinada sobre el lato,masticando reflexivamente. (ernardo levantaba los o-os cuando'acinta ya estaba sentada a la mesa. 0ntonces, saliendo de su

    ensimismamiento, edía ara ella una ostentosa ensalada y leservía una coa de vino, en la que 'acinta aenas mo-aba loslabios.

    =e lo notaba turbado or esas entrevistas. =iemre losorrendían. %rataba de animar la conversación, temiendo elmomento en que "abrían de seararse. 7e reguntaba en qu&"abía ocuado ella la ma;ana. * en qu& "abía ocuado ella la

    ma;ana+ 8aminó, miró una casa intada de verde, miró los$rboles, estuvo con aúl. Ll le edía noticias de aúl. @trasveces, intentando reconstruir la vida anterior de 'acinta,conseguía arrancarle algunos detalles materiales que "acíandestacar los grandes esacios des&rticos donde ambos se

     erdían. ?orque tenía la sensación de que 'acinta "abía erdidosu asado, o estaba en vías de erderlo. 7e reguntaba:

     9*

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     90s verdad. %res "ileras de die! cartas taadas, tres sintaar# se aartan los ases... ?ero, a"ora que ienso, se "ace condos bara-as...

     9o "ablemos de solitarios. Unicamente a mi madre odían divertirla.

     9o "ablaremos si te aburre, ero una de estas noc"es,cuando tengas ganas, lo "aremos -untos, *quieres+

    %amoco odía recisar el car$cter de la se;ora de/&le!. (ernardo no era riguroso en cuestiones de moral ysimati!aba con la obre se;ora. =in embargo, con el roósito

    de que 'acinta fuera sobre ella m$s exlícita, se sorrendíacensurando sus costumbres.

     9?ero, *qu& clase de mu-er era tu madre+ o odíaignorar que traías el dinero de algún lado, y si no traba-abas ni"acías m$s traducciones...

     9o s&. 90s tan raro lo que cuentas...

     9o cuento 9resondía 'acinta9. esondo a tus regustas. *?ara qu& quieres saber cómo era mi madre+ *?araqu& quieres saber cómo vivíamos+ /ivíamos, sencillamente. Al

     rinciio, mi madre edía dinero restado. 1esu&s no se lodaban, ero siemre encontró alguna ersona que arreglara lasituación. 0n los últimos tiemos, antes que yo conociera aJaría einoso, fue do;a 8armen.

     91o;a 8armen es una buena mu-er. 9=í. 9?ero la odias. 9%enía celos 9contestaba 'acinta9. Hasta llegu& a

    reroc"arle que me "ubiera resentado a Jaría einoso, comosi yo...

    =e interrumía. (ernardo, bloqueado or aquel silenció,acudía a nuevos temas de conversación. A"ora se esfor!aba enresucitar su miserable asado común.

     9*ecuerdas la rimera ve! que nos encontramos+=iemre nos "emos visto en el mismo cuarto. * la última+ ote eser& muc"o tiemo, media "ora, tres cuartos de "ora.

     unca llegabas. 8reo que mis deseos te "icieron venir. a"ora

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    mismo creo que mis deseos te vencen, te retienen. %emo que undía desaare!cas, y si te fueras no me quedaría nada de ti, niuna fotografía. *?or qu& eres tan insensible+ 0n una solaocasión te "as entregado a mí or comleto. 0stabas indefensa.7lorabas. 7ograste conmoverme. ?or eso comrendí que nosufrías. 2ue nuestro último encuentro en casa de Jaríaeinoso.

    =u asecto era lamentable. Aunque 'acinta aenas loescuc"aba, continuaba "ablando:

     90n casa de Jaría einoso eras "umana. 0n aquella

    &oca tenías un car$cter atormentado. Je contabas lo que tesucedía. A veces me gustaría verte de nuevo allí. *8ómo eranlos dem$s cuartos+ %ú "as estado en esos cuartos con otros"ombres. *

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    searada de la calle or las vidrieras divididas or losan-es yadornadas con el escudo ingl&s. 1os ersonas se levantaron deuna mesa. 'acinta otó or sentarse allí. ?ero los mo!os no se leacercaron. 8reían, acaso, que "abía terminado de almor!ar.'acinta se quedó un rato, elli!có unos restos de an y semarc"ó. adie areció advertir su resencia.

    7a tarde de ese día (ernardo volvió a su casa en unaexcelente disosición de esíritu. 'acinta estaba recostada.(ernardo entró al dormitorio y le di-o desde la uerta:

     90stuve en el sanatorio de 2lores. ?uedes llevar a

    aúl. ?ero, *querr$ ir+ 97o buscaremos -untos 9contestó 'acinta, acentuando

    la última alabra9. %ienes que "ablar con do;a 8armen. =ólotú uedes "acerlo.

    (ernardo se tendió a su lado. 9%enías ra!ón 9di-o9. 0l lugar es sim$tico y aúl

    llegar$ a sentirse contento, si se consigue que vaya, claro est$.

    )Hablaba con los labios egados al cuello de 'acinta, casi sinmoverlos, como tratando de que esas alabras fueran cariciasque asaran inadvertidas. 0l director, un "ombre muy solícito,me mostró el edificio central y los abellones. ?aseamos or el

     arque. Hay varios gomeros magníficos y unas tias altas, sin"o-as. ?ierden las "o-as antes que las de nuestra la!a. 0l -ardínest$ un oco descuidado.

    1esu&s, sin transición: 91esde el abellón que ocuaría aúl la vista erasiniestra. 0sos canteros de asto largo, negro, esas ramasescuetas... =ólo faltaba un a"orcado.

    =e incororó. 1e un tranco, asando las iernas or encima del cuero de 'acinta, quedó de ie, -unto a la cama. =earregló el cuello y la corbata, se ec"ó agua de colonia.

     90sta noc"e viene =Qeit!er a comer 9di-o9. o mede-es solo con &l toda la noc"e.

     9o ir& a la mesa. 9o me de-es solo 9reitió9. %e lo sulico. 9 *A qu& viene+ 9

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     9*Cna carta+ 9Cna carta sobre 'esús.'acinta no entendía.

     9@", si necesito darte exlicaciones... 0n fin, se est$reresentando una obra de teatro que se llama 7a familia de'esús. Cn católico "a enviado una carta al eriódico,

     rotestando orque 'esús no tuvo nunca "ermanos. =Qeit!er quiere escribir otra diciendo que sí, que 'esús tuvo muc"os"ermanos.

     9* es cierto+

     9%odo se uede afirmar. ?ero *or qu& te extra;a+*Has leído los 0vangelios+ *8uando "iciste la rimeracomunión y estudiabas la doctrina+ *o+ 0n la doctrina noense;an los 0vangelios sino el catecismo... * tambi&n el librode enan+ R

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     9enan tuvo en su vida dos grandes asiones: laexeg&sis bíblica y ?aul de WocI. A esta costumbre sacerdotal,que contra-o en el seminario, debía su afición or el estilosencillo, la ironía suave, el sousKentendu miKtendre, miK

     olisson, ero tambi&n adquirió en ?aul de WocI el arte de las"iótesis novelescas, de las deducciones caric"osas o

     reciitadas. ?arece que "asta en los últimos tiemos la mu-er de enan tenía que valerse de verdaderas astucias ara arrancar de las manos de su ilustre marido 7a femme aux trois culottes o7a ucelle de (elleville. “0rnest 9le decía9, s& comlaciente,

    escribe rimero lo que te "a edido J. (ulo! y luego tedevolver& tu -uguete.”

    0l se;or =Qeit!er concedió una sonrisa estricta: no le"acían gracia las irreverencias. (ernardo, dirigi&ndose a'acinta:

     9?aul de WocI es un escritor licencioso.0scuc"ó la vo! de 'acinta. Hablaba de unas novelas en

    ingl&s que "abía leído, ero de sus alabras arecía colegirseque se trataba de novelas ornogr$ficas, ara gente de uerto.

     9%enían taas de colores violentos, ro-as, amarillas,a!ules. =e comraban en el ?aseo de 'ulio y los vendedores lasescondían en sus armarios ort$tiles, tras una "ilera de !uecos,con los cigarrillos de contrabando.

    ?asaron al comedor.

    'acinta ocuó la cabecera. 8uando 7ucas entró con lafuente "abía un cubierto de menos. (ernardo le "i!o se;as:aenas odía contener su imaciencia. 7ucas tuvo que de-ar lafuente, volvió instantes desu&s trayendo una bande-a y disusoel cubierto que faltaba con imertinente lentitud.

    0l se;or =Qeit!er, muy confuso, sacó de la cartera unrecorte y unos aeles escritos con su letra bonaartina. “He

     borroneado una resuesta”, di-o. 0me!ó a leer: 9o es sólo en el ca. XBBB, TT, de Jateo, como

     arece entenderlo el se;or X, donde se trata este asunto que "amotivado tantas discusiones )aquí, ara mayor claridad,transcribo los dem$s asa-es alusivos de Jateo, Jarcos, 7ucas,'uan, los 8orintios y los $latas. 1e la lectura de estos textos

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    "an surgido tres teorías: la elvidiana a que se refiere el se;or X:sostiene que los "ermanos y "ermanas de 'esús nacieron de'os& y Jaría, desu&s de &l# la eif$nica: nacieron de un rimer matrimonio de 'os la "ierominiana, a que se ad"iere =an'erónimo: eran "i-os de 8leof$s y de una "ermana de la /irgenllamada tambi&n Jaría. 0s la doctrina sustentada or la Bglesiay defendida or sus grandes ensadores.

    Al leer se llevaba de cuando en cuando a la boca unaalmendra o trocitos de nueces o avellanas, colocados en un

     lato a su i!quierda. A veces, con la mano en el aire, "acía girar 

    entre los dedos el tro!o de nue! "asta deso-arlo de su telillaleonada. 8on el retexto de servirse, (ernardo uso el latofuera de su alcance, entre 'acinta y &l. =Qeit!er lo miró conasombro. (ernardo le reguntó:

     9*?or qu& no cita los Hec"os de los Aóstoles+ 90s verdad# desu&s de comer, si usted me resta una

    (iblia...

     9o se necesita (iblia. Aunte: B, 3Y: “...erseverabanun$nimes en oración y ruego, con las mu-eres y con Jaría, lamadre de 'esús, y con sus "ermanos”. (ueno, aquí finali!a el

     re$mbulo. a"ora, *a cu$l de las tres teorías iensa ustedad"erirse+

     9A la rimera, qu& duda cabe. *8ómo eme!aríausted+

    (ernardo no udo resistir al af$n de lucirse. 9o eme!aría diciendo 9contestó con aire rofesoral9: 0s verdad que en "ebreo y arameo existe una solavo! ara designar los t&rminos "ermano y rimo, ero no es &sara!ón suficiente ara torcer el significado de los textos. ?orquenos encontramos en resencia de un idioma como el griego,rico en vocablos, que tiene una alabra ara decir "ermano)adel"os, otra ara decir rimo "ermano )adel"idus y otra,

     ara decir rimo )anesios. 7a comunidad de Antioquía era unmedio bilingDe y allí se efectuó el aso de la forma aramea a laforma griega de la tradición. oguel cita un versículo de ?ablo)8olosenses, B/, 3Z donde se dice: “...y Jarcos, sobrino de(ernab&”. =i ?ablo en sus otros escritos "abla de los "ermanos

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    de 'esús, no "ay motivo ara que se confunda un t&rmino conotro.

    Hi!o una ausa. 8ontinuó: 9Habría tanto que agregar... %ertuliano aceta que

    Jaría tuvo de 'os& muc"os "i-os. %ambi&n lo afirmaba la sectade los ebionitas y /ictorio de ?etau, m$rtir cristiano, muerto enel a;o [Z[. Hegesia dice que 'udas era "ermano, según lacarne, del =alvador. 7a 1idascalia dice que 'acobo, obiso de'erusal&n, era según la carne "ermano de uestro =e;or.0ifano reroc"a la ceguera de Aolonio, quien ense;aba que

    Jaría "abía tenido "i-os desu&s del nacimiento de 'esús.0l se;or =Qeit!er tomaba algún aunte en su carnet.

    (ernardo continuaba exoniendo. 8on las alabras desaarecíasu mal "umor de los rimeros momentos. =e "abía vuelto aencontrar a sí mismo, estaba satisfec"o de su seguridad, de sumemoria, de su erudición. ecibía como un "omena-e elresetuoso silencio de =Qeit!er. (uscó la arobación de 'acinta.

    'acinta ermanecía a-ena a todo, vaga, remota, comodisuelta en la atmósfera del comedor. (ernardo tartamudeó,tomó vino, inclinó la cabe!a# aún quedaba una inta rosada enla coa. 7evantó la cabe!a# ante sus o-os las llamas de lac"imenea bailaban en los resaldos verdes de las sillas vacías,aoyadas contra la ared, las maderas de cedro tallado y la carade 7ucas alitaban con una esecie de vida intermitente,

    descubriendo tro!os ro-i!os e imrevistos, y las gotas de cristalde la ara;a vienesa arecían aumentar de tama;o, m$s gr$vidasque nunca, y de un instante a otro amena!aban con des"acersesobre el mantel. )=e "ubiera dic"o que 7ucas, al acercarse a lamesa, no salía de la enumbra con el designio de retirar los

     latos sino de incororarse a ese óvalo reslandeciente de"umano bienestar. ?ero (ernardo "abía erdido el "ilo de sudiscurso.

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     98on esto basta y sobra. 0s una mera resuesta.(ernardo agregó todavía:

     98omo es católico el que "a escrito la carta, araterminar conviene una cita católica. Algo así: ecordemos lae-emlar sinceridad del adre 7agrange, quien reconoce que"istóricamente no est$ robado que los "ermanos de 'esús seansus rimos.

    =e fue a sentar -unto a la c"imenea, llev$ndose su ta!ade caf&. 1os gruesos troncos ardían con entusiasmo. 1istinguíala llama ondulante y ro-a, el ro-o ocre, casi anaran-ado, de los

    ti!ones y el delicado mati! a!ul que se insinuaba "astacontaminar la blancura de una monta;ita de ceni!a. A 'acinta lereugnaba el esect$culo del fuego. R &l, que "ubiera deseadoconsumirse como esos troncos, desaarecer de una ve! or todasS =e acercaba m$s y m$s a la c"imenea, arecía disuestoa quemarse los ies. “=oy demasiado friolento.” =e levantó araentreabrir una ventana. 0l se;or =Qeit!er, deseg$ndose

    traba-osamente del sillón, eme!ó a desedirse. 9Juc"as gracias. Ja;ana redactar& la contestación. =i

    usted asa or el escritorio, a la salida de la (olsa, odr$firmarla.

    ?ero (ernardo le contestó que refería no "acerlo, ycomo el otro le reguntara or qu&:

     90stas discusiones son inútiles 9di-o9. *qui&n

    sabe+ tal ve! fomentan el error. 8ada día que asa, la"umanidad )ronunciemos la alabra: la “"istoricidad” de'esús me arece m$s dudosa.

    Bba y venía or el cuarto, con los o-os secos, ardientes.=alió y entró casi en seguida, trayendo un libro de noble yaolillada encuadernación# abrió el libro: el lomo,desrendi&ndose de las taas ardas, se le quedó en las manos.=Qeit!er miró el título:

     9Antiquities of t"e 'eQs. A", la edición deHavercam... *?iensa usted leerme la dic"osa interolación+

     o vale la ena.?ero nadie odía detenerlo. (ernardo leyó la cita

    interolada y desarrolló, esta ve! enosamente, la tesis de que

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    el cristianismo era anterior a 8risto. Habló de 2lavio 'osefo, de'usto de %iberíades... 0l se;or =Qeit!er escuc"aba con sorna suaasionada inco"erencia.

     9?ero es otra cuestión 9decía9. Adem$s, esosargumentos est$n muy manoseados. no me arecenconvincentes.

     9o me fundo en ellos 9contestaba (ernardo9. Jiconvicción ertenece a un orden de verdades que acatamos conel sentimiento, no con el raciocinio.

    1esu&s, como si "ablara ara sí:

     9?ienso en la famosa "istoria del cuadro... *8ómo era+@yó que 'acinta le decía con su vo! monótona:

     9a la sabes. 0l cuadro se vino al suelo y descubrimosque 8risto no era 8risto.

    “8ontada así no se entiende”, ensó (ernardo. efirió&l mismo la "istoria.

     90ra una estama antigua, un collage de la &oca

    colonial adornado en los bordes con tercioelo a!ul, arrugado,cubierto con un vidrio convexo. Al romerse el vidrio se udover que la imagen era una 1olorosa. 7e "abían dibu-ado a

     luma ri!os y barba, le agregaron la corona de esinas, el mantoestaba disimulado or el tercioelo.

    A;adió en un susurro: 9'acinta /&le! era c"ica y tuvo una terrible dececión.

    1e entonces data su incredulidad.1e nuevo escuc"ó la vo! monótona: 9o 9di-o 'acinta9, a"ora creo.8risto se "abía sacrificado or los "ombres, or esos

    "ombres que mientras m$s erfectos, menos se arecían a suedentor: turbulentos, eruditos, comlicados, astutos,destructores, insatisfec"os, sensuales, d&biles, curiosos... almargen de aquel reba;o vegetaban otros seres en un estado demisteriosa bienaventuran!a, desasidos de la realidad ydesreciados or los dem$s "ombres. ?ero 8risto los amaba.0ran los únicos, en el mundo, con osibilidades de salvación.

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    (ernardo se desedía del se;or =Qeit!er. 'acinta ensaba en aúl. %enía urgencia de estar a su lado, rodeada de$rboles, en el sanatorio de 2lores.

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    BBB0l se;or =Qeit!er releyó la carta de (ernardo desde un

    estreitoso automóvil de alquiler. 0staba escrita en ael a!ul,telado, y en el membrete se reroducía la fec"a de un edificiocon tec"o de i!arra e innumerables ventanas.

    1ecía la carta:0stimado don 'ulio: 0n los últimos tiemos no uedo

    interesarme en los negocios. 8ualquier esfuer!o me fatiga.esolví ues consultar a un m&dico, y actualmente, ba-o su

    asistencia, estoy "aciendo una cura de reoso. 0sta cura uede rolongarse varios meses. ?or eso le roongo a usted dossoluciones: busque un "ombre de confian!a ara quedeseme;e mis tareas, fi-$ndole un sueldo conveniente y untanto or ciento que descontar$ usted de los ingresos que mecorresonden, o liquidemos la sociedad.

    A continuación, como ara desmentir el $rrafo en quealudía a su actual desinter&s or los negocios, (ernardo "acíaalgunas observaciones muy sagaces, a -uicio de don 'ulio, sobreuna inversión de títulos que "abía quedado endiente en esosdías. Agregaba, al terminar: “o se moleste en verme.8ont&steme or escrito”.

    1on 'ulio ensaría desu&s en esta última frase.7legó al sanatorio, reguntó or (ernardo, asó su

    tar-eta. 7o "icieron eserar en un salón con grandes ventanas

    que no se abrían al -ardín en toda su altura sino, únicamente, ensu arte suerior. Al cabo de die! minutos entró un "ombre alto,de rostro sanguíneo.

     9*0l se;or =Qeit!er+ 9di-o9. o soy el director.Acabo de llegar.

    se a-ustaba, alrededor de las mu;ecas, las resillas desu guardaolvo.

     9*?uedo ver al se;or =tocIer+ 9reguntó =Qeit!er. 9Csted es su socio, *verdad+ “=tocIer y =Qeit!er”, sí,

    cono!co la firma. Al se;or =tocIer tuve ocasión de tratarlo enmar!o de 34>6. ecuerdo exactamente la fec"a. o teníaalgunos fondos disonibles, oca cosa, ero el se;or =tocIer 

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    me recomendó la segunda emisión de consolidados de la“7ignito =an 7uis 8omany”: nunca olvidar& ese nombre. 7osvalores, en manos de ustedes, se liquidaron muy bien. 8on esa

     base instal& mi sanatorio. 9*?uedo ver a mi socio+ 9insistió =Qeit!er. 9?or suuesto, se;or =Qeit!er. 0l se;or =tocIer no es

    un enfermo, como usted sabe. /ino al sanatorio trayendo a unmuc"ac"o de su relación, aúl /&le!. Aquí se resira unambiente de tranquilidad que debió seducirlo. Cn buen día seaareció con sus vali-as# me di-o: “1octor, "e resuelto tomar un

    descanso e internarme yo tambi&n. ?ero gu$rdeme el secreto. o quiero que me molesten, no deseo "ablar con nadie, nisiquiera con los m&dicos”. Csted debe ser la única ersona aquien "a comunicado su dirección.

     9Je "a escrito. 97o "emos alo-ado en el último abellón, el m$s

    indeendiente. 0l se;or =tocIer ocua un cuarto. aúl /&le! el

    otro./aciló un momento.

     9...este muc"ac"o es un caso doloroso 9continuó9.7os m&dicos somos discretos, se;or =Qeit!er. Hay cosas que notenemos or qu& saber, que no queremos saber, eroinsensiblemente llegamos a enterarnos de ciertas circunstanciasfamiliares. 0n fin, sea lo que fuere, el se;or =tocIer siente or 

    este muc"ac"o un afecto verdaderamente aternal. *Je uededecir usted or qu& "a demorado tanto tiemo en confiarlo a un siquiatra+

     9*a no es osible curarlo+ 9reguntó =Qeit!er. 9o se trata de curar, sino de adatar. 7a adatación

    imorta un roceso muy delicado or arte del enfermo y delmedio que lo rodea. Hay que adatarse al aciente, es cierto,

     ero a la ve! exigirle un eque;o esfuer!o y que sea &l, enrealidad, quien se vaya adatando a los dem$s. 7ograr onerloen comunicación con sus seme-antes. 8laro est$ que nunca selograr$ una verdadera comunicación intelectual, como la quenosotros sostenemos en este momento, ero sí unacomunicación rimaria. Hacer que el enfermo comrenda y

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    obede!ca ciertas formas de vida corriente. 0l rogreso debemarc"ar en ese sentido.

     9 a"ora es demasiado tarde...0l otro lo miró con desconfian!a.

     9unca es demasiado tarde 9contestó9. aúl /&le!est$ en el sanatorio desde "ace quince días. 0l diagnósticodiferencial de la demencia reco! "ebefrenoKcatatónica con ladebilidad mental es muy difícil. 0n ambos casos "ay ausenciade signos físicos: el enfermo conserva una fisonomíainteligente, ero arece vivir al margen de sí mismo, indiferente

    a todo y a todos. sin embargo es dócil, suave, de aarienciaafectuosa. ecesita verse rodeado de bondad, ero de una

     bondad firme, cuyos límites sienta. A"ora bien, a estemuc"ac"o se lo "a descuidado de una manera lamentable.0staba en manos de una mu-er ignorante, que lo quiere muc"o,sin duda, ero con un cari;o en el cual no entra el menor discernimiento. =e legaba a todos sus caric"os, y el

    muc"ac"o abusaba, se "undía deliberadamente en la locura.0sa, en ellos, es la línea de menor resistencia. Al rinciio, lamu-er estaba indignada con nosotros. Hasta tuvo la osadía deafirmar que iría a que-arse a la -usticia, orque =tocIer no teníaderec"o ara internarlo en nuestro sanatorio.

    =Qeit!er, esta ve!, "i!o un gesto de asombro. ?reguntó,sin embargo:

     9* es verdad+ 9?arece que =tocIer no lo "a reconocido legalmente.?ero ella tiene menos derec"o aún ara disoner del muc"ac"o.=e trata de un demente sin familia ni bienes de ninguna clase.*

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     90stoy entreteni&ndolo 9agregó9. Csted deseabaver a =tocIer. o mismo lo acoma;ar&.

    ?recedido or el m&dico, que se excusaba de asar antes, =Qeit!er llegó a una terra!a, descendió una escalinata enforma de abanico, atravesó un -ardín con canteros bordeados decaracoles, donde crecía un largo c&sed enmara;ado# de ve! encuando, algún gomero de "o-as barni!adas or la lluviareciente# otros $rboles, sin "o-as, levantaban al cielo sus ramasgesticulantes. =Qeit!er isaba con cuidado ara no embarrarse.Alrededor del -ardín se veían casitas de ladrillo, searadas unas

    de otras or laberintos de bo-. 9Aquí lo abandono 9di-o el m&dico9. =iga derec"o

     or este sendero. A la derec"a, en el último abellón, vive=tocIer.

    =e le aareció bruscamente, al isar el umbral de la uerta abierta de ar en ar. (ernardo =tocIer, en cambio, lo"abía visto venir desde le-os. 0staba sentado, envuelto en dos

    mantas escocesas: una sobre los "ombros la otra fa-$ndole las iernas. “1on 'ulio, ni uedo levantarme ara saludarlo. 0stamanta...” 7o rerendió or "aberse molestado: “Je "ubieraescrito.” 1esu&s mir$ndolo en los o-os:

     9*0stuvo con el director+ 9=í. 9R

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    fluide!. 0me!aba (ernardo, no bien =Qeit!er "abía terminadode "ablar, y su interlocutor, entre tanto, asentía con la cabe!a,murmuraba “sí”, “claro”, “es lo me-or”, “erfectamente...”%emerosos de un nuevo silencio, no restaban fe ni atención alo que decían. (ernardo fue el rimero en callar. 0l se;or =Qeit!er "abía distinguido, m$s all$ del tabique de bo-, a unmuc"ac"o alto, corulento, en coma;ía de una anciana. 1e

     ronto el muc"ac"o avan!ó "acia ellos y al llegar al tabique, enve! de dar la vuelta, tomó directamente el sendero,escurri&ndose or entre las ramas del bo- con sorrendente

    agilidad. 8aminaba con los o-os fi-os en (ernardo. (ernardo lomiraba a su ve!. Cna sonrisa lenta y rofunda se "abía dibu-adoen su rostro. ?ero sucedió un incidente imrevisto. 0l viento"acía volar un ael de diario que fue a caer a los ies delmuc"ac"o. 0ste se detuvo a ocos metros de ambos "ombres,recogió el ael, lo miró con la exresión de alguien que iensa“es demasiado imortante ara leerlo a"ora”, lo dobló

    cuidadosamente, lo guardó en el bolsillo y, girando sobre sustalones, se ale-ó. 0sta ve!, al llegar al tabique, en lugar deatravesar el bo- dio vuelta, siguió or el sendero. 7os dos"ombres lo erdieron de vista.

    (ernardo quedó con los labios entreabiertos# el se;or =Qeit!er no udo contenerse y reguntó con una vo! d&bil,an"elante, que aenas reconocía, a tal unto sonaba

    extra;amente en sus oídos: 9*0s aúl /&le!+ 9=í 9di-o (ernardo9. a ve usted: acude

    esont$neamente a mí. ?ero siemre "abr$ de interonerse algoentre nosotros. A"ora "a sido ese maldito ael.

    1esu&s, muy de risa, en la misma tesitura con que"abían conversado momentos antes:

     9o "e tenido relaciones con 'acinta /&le!, la"ermana de este muc"ac"o. Ha vivido varios meses en casa. Je

     idió que me ocuara de aúl. Antes de irse, ella misma eligióeste sanatorio.

     9Antes de irse... *a dónde+

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     9o s&. 1iscutíamos. o le "acía reguntas, laexaseraba. Cno siemre exasera a las ersonas que quiere. =efue.

     9*o le "a escrito+ 90n el inquilinato, donde vivió "asta la muerte de su

    madre, revis& un escritorio y encontr& varias cartas. ?ero erancartas escritas or la se;ora de /&le! y que el correo "abíadevuelto. 0staban dirigidas a ersonas cuyo domicilio seignora. 7a numeración de las calles "a cambiado y no coincidecon las direcciones de los sobres, o en esas direcciones "an

    levantado nuevos edificios. o contento con eso, "e visto amuc"as ersonas de aellido /&le!. adie los conoce. =inembargo, un "ombre con quien convers&, mayor que yo, que sellama aúl /&le! @rtú!ar, me di-o que en su familia existía un

     ersona-e un oco mitológico, la tía 'acinta, a la cual solíareferirse su madre. ?arece que esta 'acinta era una mu-er demala conducta, que murió en 0uroa.

     9?ero no uede ser 'acinta 9contestó inmediatamenteel se;or =Qeit!er9. =u esíritu de investigador ya estaba sobreaviso.

     9o, ero odía ser la se;ora de /&le!. Adem$s, &l noestaba seguro de que "ubiese muerto.

     9* usted esera que 'acinta vuelva+ 9/endr$ al sanatorio a ver a su "ermano. 7o quiere

    muc"o. 0l “autismo” de aúl, como dicen los m&dicos, no es ara ella una tara. =e le anto-a un signo de suerioridad. %ratade arecerse a &l.

     9*?ero es enferma+ 9reguntó =Qeit!er, cada ve!m$s intrigado.

     90nferma o no, yo la necesito. *8ree usted quevendr$, don 'ulio+ o antes creía, ero a"ora dudo de todo. *ocree usted en los sue;os, don 'ulio+ o tamoco creía, eroúltimamente...

     9*=e le aareció a usted en sue;os+ 9=í... y no. ?ude ver únicamente sus ies, como si

    estuviera frente a mí y yo mirara al suelo. 0s extra;o "asta qu& unto los ies son exresivos, inconfundibles. 7e veía los ies

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    como si la estuviera mirando a la cara. 0ntonces, cuandolevant& los o-os, no ude seguir adelante. %odo se disolvió enuna atmósfera gris.

    Anoc"e volví a so;ar con la misma atmósfera. 0s gris, ero a ratos blanca, translúcida.

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     9o soy una enferma 9le di-eron9. =oy 8armen, laencargada del inquilinato. ecesito "ablar con usted.

    8aminaron "asta la ver-a. 0ra una anciana erguida, decabellos blancos. 0l se;or =Qeit!er la observó ba-o los focos delu!, aureolados de insectos, de la uerta de entrada: unsombrero alto y cilíndrico, una esclavina y un manguito de iel)los "ocicos de las nutrias "incaban sus dientes untiagudos enlas roias colas, un oco marrones. 1esu&s buscó el taxi quelo eseraba. 7a mu-er cru!ó la calle, el se;or =Qeit!er seadelantó, abrió instintivamente la orte!uela y la ayudó a subir.

     91eseaba edirle... 9di-o su coma;era, y adotó unavo! que-umbrosa que contrastaba con la dignidad de su asectoy no arecía sincera, como si coiara el estilo de las ersonascuyos ruegos tenía or costumbre escuc"ar9. Csted es bueno.Bnfluya sobre =tocIer.

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    "a sido muy buena con &l. ?ero es lo me-or.” R7o me-orS R8ómose "a burlado de míS

    =Qeit!er erdía la aciencia: 9Csted no quiere comrender. 0l se;or =tocIer "a

    internado a aúl /&le! accediendo a un edido de la "ermanadel muc"ac"o, de 'acinta /&le!.

     9=í, "a dic"o eso. a lo s&. 90lla es la única que uede arreglar la situación.

    1esgraciadamente, no vive m$s con el se;or =tocIer. Csted, enve! de calumniarlo, debería restarle ayuda, buscar a 'acinta.

    7a mu-er resondió, martilleando cada sílaba: 9'acinta se suicidó el día que murió su madre. 7as

    enterraron -untas. Agregó: 9/ea, no me interesa lo que =tocIer ueda "aberle

    dic"o. A 'acinta la conoció gracias a mí. =e la resentó unaamiga mía, Jaría einoso. le exlicó con naturalidad9:Jaría einoso es una alca"ueta.

    8omo le areciera que =Qeit!er, al callar, usiera enduda sus alabras, entró en un arrebato de cólera:

     9*

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     9o es lo que iensas, Jaría. 0l se;or vieneúnicamente a conversar contigo sobre =tocIer y 'acinta /&le!.

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     egado, confundido a las aredes como el insecto a la "o-a. 1eve! en cuando el boquete de un !agu$n iluminado lo onía endescubierto. 0staba cansado, tenía frío, no odía entrar en calor.%amoco odía detenerse. 0l mismo cansancio lo imulsaba acaminar. 7legó a una la!a, atravesó la calle. Allí vivía =tocIer.Jiró el tablero con los timbres. 8uando 7ucas ba-ó desu&s deun cuarto de "ora, en a;os menores y cubierto or unsobretodo, continuaba aretando el botón del tercer iso.

     9R=e;or =Qeit!erS 9exclamó el negro9. 0l atrón noest$.

     9a s&, 7ucas. %enía un mensa-e ara usted. ?as& or la casa y me atreví a llamar. 1iscúleme or "aberlodesertado.

     9o es nada, se;or =Qeit!er. 0ntre, no se quedeafuera. =ubiremos en el ascensor de servicio orque yo "e

     ba-ado sin llaves.?asaron a la cocina. 0l negro abría uertas, encendía

    luces. “A"ora aagan la calefacción muy temrano. 8omo no"ay nadie, yo no encendí las c"imeneas.” 7legaron al "all.=Qeit!er discurría algún mensa-e ara darle en nombre de susocio.

     90l se;or me "a escrito. 1ice que mande las cuentas alescritorio. 0l volver$ el día menos ensado.

     9?ero si me "a de-ado dinero suficiente 9contestó el

    negro.  97e reito lo que &l me "a escrito. 90l atrón est$ devia-e.

     9Así es, 7ucas.0l negro arecía deseoso de "ablar. 1esu&s de un

    momento agregó entre dientes: 9...con la se;ora 'acinta.=Qeit!er le reguntó muy desacio:

     91ígame, 7ucas, *ella "a vivido aquí+ 90l se;or tambi&n sabe... 9 *0st$ usted seguro+ *7a vio alguna ve!+ 9/erla, lo que se llama verla... 7a encontr& en la

     uerta de la calle. 0ra desu&s de almor!ar. 0lla salía del

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    deartamento en momentos en que yo entraba. 0n seguida lareconocí.

     9?ero si nunca la "abía visto antes. 9o imorta. 9*8ómo era+ 9%enía o-os grises. 9* cómo suo que era ella+ 9le reguntó =Qeit!er. 9Je di cuenta 9contestó el negro9. Je miraba

    sonriendo. ?arecía decirme: “RAl fin me descubresS”, ero consimatía. ?arecía decirme: “Rracias or el caldo y la ensaladaque me rearas todos los días, or las avellanas, or las

    nuecesS Rracias or tu discreciónS” 0s una mu-er muy bondadosa.

     9*?ero usted no la vio nunca dentro de la casa+ 9R%omaban tantas recaucionesS Hasta que ellos se

    iban, no odíamos arreglar el dormitorio. ?or la tarde, el atrónera el rimero en llegar. 8erraba con llave la uerta del "all.8uando abría la uerta, ya la se;ora estaba en su cuarto. *0l

    se;or =Qeit!er recuerda la última noc"e que vino a comer+ 0l atrón estaba muy excitado, quería que la se;ora 'acinta losacoma;ara, quería resent$rsela al se;or. o, mientras onía lamesa, le oía la vo!: “R'acinta, te lo sulicoS 8ome con nosotros.

     o me de-es solo esta noc"e.” 7a eseró "asta lo último. *0lse;or =Qeit!er recuerda que me obligó a oner tres cubiertos+?ero la se;ora 'acinta no aareció. 0s una mu-er muy rudente.

     90n resumidas cuentas, usted no la vio nunca dentrode la casa. 9R8omo si necesitara verlaS 9exclamó el negro9.

    A"ora ni siquiera me molesto en reararle el caldo frío, regúntele a osa, y eso que el atrón me "a ordenado que de-ecomida como siemre. ?ero a"ora no est$, lo s&, así como s&que antes estuvo viviendo m$s de tres meses en esta casa.

    =Qeit!er reetía: 9?ero usted no la encontró nunca dentro de la... el

    otro, con insistencia: 9R8omo si necesitara encontrarlaS * el olor+ /ea

    usted, se;or =Qeit!er, yo no quisiera ofenderlo, ero la se;ora'acinta no tiene ese olor tan desagradable de los blancos. 0l de

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    ella es diferente. Cn olor fresco, a "elec"os, a lugaressombreados, donde "ay un oco de agua estancada, qui!$, erono del todo. =í, eso es# en la bóveda, cuando vamos alcementerio de los 1isidentes, "ay el mismo olor. 0l olor delagua que emie!a a esesarse en los floreros.

    0l se;or =Qeit!er se acostaba. “o "e comido estanoc"e”, ensó, al tiemo que metía la cabe!a en su camisón defranela. =e acurrucó en la cama, buscó con los ies la bolsa deagua caliente, cerró los o-os, sacó una mano, aagó la l$mara.?ero no se disiaba la claridad de la "abitación. Había de-ado

    encendida la ara;a del tec"o, una ara;a de bronce con tres bra!os untiagudos de cuyos extremos salieron llamitas de gasy que, osteriormente, "abían adatado a las bu-ías el&ctricas.=e levantó. Al asar -unto al roero se vio refle-ado en elese-o, con la aada temblorosa y m$s aba-o que de costumbre

     orque andaba descal!o. ec"a!ó esta imagen oco seductorade sí mismo, aagó la lu!, buscó a tientas la cama. 1esu&s,

    acarici$ndose los "ombros or encima del camisión, trató dedormir.

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    LAS RATAS

    I uestra casa estaba menos silenciosa que de costumbre.

    Algunos amigos de la familia nos visitaban todas las tardes. Jimadre se mostraba muy locua! con ellos, y las visitas, al salir,debían de creerla un oco frívola. @ ensarían: E=e ve que 'uliono era su "i-oF.

    'ulio se "abía suicidado.

    1esde mi cuarto escuc"aba la vo! de mi madreme!clada a tantas voces extra;as. 0n ocasiones, cuando yo ba-aba a saludar, las visitas manifestaban estuor ante ciertos"ec"os no recisamente insólitos: que udiese estrec"arles lamano, resonder a sus reguntas, ir al colegio, estudiar música,tener catorce a;os. Ea es casi un "ombreF, decían los amigosde mis adres. ER

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    a estudiar el iano. @tra noc"e, Bsabel se refirió conmigo a lamuerte de 'ulio 9or rimera y única ve!. 0l "ec"o en sí, m$sque entristecerla, arecía suscitar su desconfian!a, su aversión.E0s un acto que no lo reresentaF, balbuceaba, como si 'ulio, alterminar voluntariamente sus días, se "ubiera arrogado un

     rivilegio inmerecido. *

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    circunstancias m$s o menos eque;as, y de algún "ec"o, no tan eque;o, qui!$ decisivo, cuya imortancia escaaba a losdem$s.

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    II0stas $ginas ser$n siemre in&ditas. =in embargo, ara

    escribirlas necesito ensar en un lector, en un "iot&tico lector,que se interese en los "ec"os que voy a relatar. ecesito tomar las cosas desde el rinciio.

    Je llamo 1elfín Heredia. 0n mí, como en todos los"ombres, se acumulan tendencias "eredadas. ?or eso, al "acer en este caítulo una "istoria sucinta de mi familia, "ablar& deotros Heredia que "an nacido o muerto antes que yo, ero queaún subsisten en mí, uede decirse, ba-o su forma m$s negativa.Hablar& de sus defectos, de mis defectos. =er$ una manera decondenar la ra!a ara salvar al individuo, de librarme de unos yotros a la ve!, de "acerlos morir 9irrevocablemente.

    0l rimer Heredia que llegó a la Argentina "abía nacidoen 0sa;a y era ortero de =an 2rancisco. =e sabe que elcanónigo AgDero mantuvo estrec"as relaciones con la %ercera@rden. 1urante la tiranía se refugió en el convento, antes de

    "uir a Jontevideo, y a la caída de osas, cuando lo nombraronrector del colegio nacional, es osible que los franciscanosinfluyeran en &l ara que le otorgase al "i-o del ortero unasiento gratis en las aulas de la calle (olívar y, m$s tarde, una

     beca en el colegio ?ío 7atino Americano )que los -esuitas"abían fundado en oma donde estudiaban los -óvenes dearraigada vocación. 1esu&s de terminar el noviciado, y antes

    de ordenarse, los dotaban de medios suficientes ara conocer elmundo. 1elfín Heredia recibió, ues, esa doble cultura queimorta la ense;an!a -esuítica )gracias a la cual "a erdurado el"umanismo en el siglo XBX y el contacto con las ciudadeseuroeas# mas esta eseran!a del clero argentino sintióescrúulos en la und&cima "ora, y regresó a su aís sin "aberseordenado sacerdote.

    7os franciscanos no tomaron a mal su defección. 8onsu ayuda, 1elfín Heredia ingresó en la 2acultad de 1erec"o, secasó, tuvo dos "i-os )Bsabel y mi adre y fue siemre un buenamigo de la gente de Bglesia 9esecialmente de losfranciscanos, sus antiguos rotectores, y de los dominicos.

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    Juc"os "$bitos ardos y caas negras desfilaron el día de sumuerte or la casa de la calle 'uncal, ante las coias de cuadrosfamosos que atestaban las aredes. =in embargo, y quierosubrayar este detalle, 1elfín Heredia era esencialmente un

     atriota, un argentino liberal, un discíulo del adre AgDero y, atrav&s de AgDero, de ivadavia. 0n los últimos a;os, la=urema 8orte le "abía ermitido el otium cum dignitate:durante esa &oca se atribuyen a su luma algunos de lossueltos anónimos m$s eficaces aoyando las iniciativasanticlericales de los gobiernos de oca y 'u$re! 8elman )los

    recursos de fuer!a, la escuela laica, la ley de matrimonio civily oniendo en ridículo los ataques de que eran ob-eto en la

     rensa religiosa. @tra an&cdota: antes de morir, cuando leadministraban los santos óleos, Bsabel tuvo que alisarle lasmangas del camisón, que se le "abían arrugado, ara que no levieran las insignias masónicas tatuadas en los antebra!os.

    Ji abuelo de-ó muc"as deudas. 7a casa de la calle

    'uncal era de su "i-a mayor, Bsabel, ya or entonces viuda de uncomerciante llamado Crd$ni!. 0l "i-o menor, Antonio, desu&sde recibirse de abogado se "abía marc"ado a 0uroa, dondeestudiaba intura. Bsabel lo instaba a regresar# consiguió, enefecto, que volviera de 2rancia con un baúl lleno de lien!os,cuyo m&rito, si se excetúa un autorretrato, sólo udieronareciar las aredes de un altillo de mi casa )orque allí

    quedaron siemre, colgados del rev&s. 0n (uenos Aires,siguiendo los conse-os de su "ermana, se casó )yo nací de esematrimonio y obtuvo un uesto de fiscal del crimen. Agregar&que Antonio Heredia, al volver de 0uroa, tra-o consigo a un"i-o natural. 'ulio tenía die! a;os cuando se casó mi adre.

    0stas circunstancias ermitir$n comrender lainfluencia que Bsabel "a e-ercido en mi familia. 7a imagen deBsabel no es f$cil de evocar. ?ara dar una idea de su físiconecesito describir su car$cter, orque si bien el rostro de las

     ersonas que conocemos est$ formado de exresiones sucesivasque modifican los rasgos en donde or un instante se "osedany los convierten en ve"ículos de algo que est$ detr$s de ellos,"aci&ndolos invisibles en ra!ón de la misma intensidad con que

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    se los mira, "asta que ya no ercibimos el brillo de unos o-os, lacurva de una nari!, el rictus de una boca, sino candor, amargura,maldad, sensualidad, inteligencia, en Bsabel aarecían reducidosal extremo estos soortes materiales que nos alientan areconstruir traba-osamente una fisonomía en la memoria. =uso-os vigilaban desde el fondo de las órbitas, cernidas de venasa!ules, sobre las cuales se daba olvos de arro!# debían de ser claros, como los o-os de 'ulio: arecían oscuros. 0s decir, loso-os eran claros, y la mirada, muy intensa, casi negra,contribuía a emalidecer un rostro de fantasma. 0ste fantasma

    le dio m$s de un sobresalto a su marido. 0l se;or Crd$ni!, "astael día en que murió, trató de no interonerse -am$s en susvenerables correrías. o es extra;o, orque en Bsabel "abía esenatural imerio que in"ibe a las ersonas, esa fuer!a deconvicción que rescinde de los "ec"os y las alabras. A veces,cuando se resistía intr&idamente al buen sentido, yo quedabaavergon!ado de no "aber sabido enetrar sus argumentos o

    encontrarlos falaces o suerficiales. Bsabel tenía siemre ra!ón,cualesquiera que fuesen sus ra!ones, estaba siemre en lo -usto,en el fiel de la balan!a, no en vano era una Heredia, y la "i-a deun "ombre que llegó a residir 9or diecinueve días9 el%ribunal =uremo. 0n casa de Bsabel estaba el $rbolgenealógico de nuestra familia: cerca de la base se veía elescudo, sostenido or un H&rcules. 7a estire de los Heredia,

    desu&s de cubrir victoriosamente la enínsula esa;ola,originaba descubridores y conquistadores en Am&rica# un ga-ode la rama cubana, de vuelta a 0uroa, atravesaba los ?irineos:en &l figuraba 'os& Jaría de Heredia# en la rama argentina, miabuelo. Cna ve! yo aludí al $rbol geneológico, E%u abuelo era"i-o del ortero de =an 2ranciscoF me contestaron. 0ra verdad,

     ero nada odían las alabras de mi madre contra la nuevaverdad que "abía surgido del mundo de Bsabel, ese mundoafirmativo, temerario, allegado a la magia, donde las cosas

     arecían aut&nticas or el solo "ec"o de "allarse en &l incluidas.8on las a;os "e debido resignarme a que Los borracos o  Lamuerte de Adonis estuvieran en el Juseo del ?rado o en laalería de los @ficios, y no en casa de Bsabel, ero confieso

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    "aber destruido esas coias emecinadas e infieles )nadie lasquiso comrar con el orgullo de un "ombre que se libera de los

     bienes materiales y "ace del abandono de las rique!as suincalculable rique!a.

    Bsabel de-ó muc"as cartas y cuadernos 9que abundanen reflexiones morales y $rrafos coiados de sus lecturas.%enía, qui!$, algunas dotes de escritor )de escritor de segundoorden y un diletantismo intelectual que la inducía a restar moment$neamente su entusiasmo a roosicionescontradictorias. ?or e-emlo, entre sus aeles, en un lega-o

    donde "a uesto de su u;o y letra  $yacinte Loyson,encuentro el borrador de una carta muy laboriosa que le escribeal adre 'acinto.> Eo uedo admitir que su matrimonio seacristiano 9le dice Bsabel al eminente aóstata9. =ólo "aymatrimonio cristiano, a imagen del que vincula a 8risto con suBglesia, cuando el "ombre o la mu-er no se "an comrometidoante 1ios or un voto solemne a no contraerlo. Csted se "abía

    comrometido, estimado amigo, y desu&s "a traicionado suvoto, "a caído en los m$s funestos errores de 7utero. RA", qu&triste!aS 7a iglesia católica rescribe el celibato de susministros fund$ndose en ra!ones tan sabias, tan indiscutiblesF,etc&tera. 0n el lega-o, a continuación de la carta, encuentro unrecibo de la casa 8oni, de la misma fec"a, e infiero que Bsabel

     agó la nueva edición de un librito titulado )bservaciones

     sobre el inconveniente del celibato de los clérigos  )(uenosAires, 3\4Z, imreso or rimera ve! en 7ondres y consignadoa nombre de do;a Jelc"ora =arratea, que las autoridadeseclesi$sticas de 3\36 no de-aron introducir en el aís. *o escurioso que cada idea suscitara en Bsabel una reivindicaciónsimult$nea de la idea ouesta, y que rindiera "omena-e 9or secreto que fuese, como en este caso9 al mismo rinciio que

     arecía desec"ar+ ?ero así se exlica que imusiera su oiniónuna mu-er en cierto sentido tan ecu$nime, ues llevaba laindeendencia de criterio al extremo de no comartir, en el

    > 0st$ incluida en el volumen  %u sacerdoce au maríage)ieder, ?arís, 34>5.

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    fondo, sus roias oiniones.[  =in embargo, yo no le "acía -usticia cuando era c"ico y me tocaba acoma;arla "asta sucasa. Bsabel, que adecía de insomnio or aquella &oca, recibíaa cualquier "ora de la noc"e: la uerta de calle quedabaentreabierta, la escalera iluminada# un ortero, aostado en lacancel, e-ercitaba su rofesional inactividad. Había unoscuantos vie-os noct$mbulos, antiguos amigos del se;or Crd$ni!, que asaban a visitarla desu&s de terminar sus

     artidas en el club. 0ste "omena-e óstumo a Crd$ni!, en la ersona de sus amigos, tenía la virtud de asombrar a mi madre.

    Juc"as veces le "e oído decir: E?ensar que nunca se ocuó del obre se;or cuando vivía, a no ser ara mortificarloF. 1esu&s,como d$ndose a sí misma la exlicación, agregaba consuavidad: E0s el fruto del remordimientoF.

    Ji madre quedó "u&rfana muy -oven. 0staba interna enun colegio de mon-as cuando Bsabel la llevó a vivir consigo.%ranscurrieron varios a;os. 1e ronto, Bsabel eme!ó a

    contemlar un osible regreso de su "ermano a (uenos Aires.Antonio, como todos los Heredia, tenía un don l$stico nadacomún. 0sas coias que "abía en su casa )se necesitaba conocer muc"a intura ara distinguirlas de los originales las "abía"ec"o 1elfín Heredia en su -uventud. Antonio "abía "eredadoel temeramento artístico de la familia. ?intaba, como "ubiera

     odido escribir o comoner música %enía condiciones, muc"as

    condiciones. A"í estaba el quid, recisamente: or eso nollegaría a ser un verdadero intor. 0n sus cuadros intentabadecirlo todo: cuando un artista intenta decirlo todo, acaba muya menudo or omitir lo fundamental# no toma artido, corre el

     eligro de diluirse, de erderse. A su "ermano le faltaban

    [ Bsabel discreaba con el adre 'acinto a roósito de si &ste"abía o no contraído un matrimonio cristiano, ero nunca le

    negó su ayuda ecuniaria. Albert Houtin, en el segundo de lostres volúmenes de su erudita aología ) Le P*re $yacinte#réformateur catbolique. ?arís, 34>>, la menciona entre Elos

     benefactores anónimos que sostuvieron generosamente la rimera iglesia católicoKgalicana de ?arísF.

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    límites. 7e faltaba, asimismo, esa candorosa estuide! que ermite reali!ar una obra de arte desu&s de concebirla. 0rademasiado inteligente. 0lla no quería significar que los artistasfuesen obligatoriamente estúidos. ?ero confundir afición convocación, -ugarse el orvenir a una sola carta, y a una cartamediocreG Jenos mal que su "ermano odía volver al aís,traba-ar. 0lla le restaría siemre su aoyo.

     9Antes que Antonio llegase a (uenos Aires, yo estabasegura que "abría de casarme con &l.

    Ji madre me dice estas alabras. A"ora, desu&s de

    tantos a;os, arovec"o los raros momentos de intimidad quetengo con ella ara "acerle reguntas sobre el asado. Jicuriosidad la comlace. o insisto:

     91ebió serte enoso unirte a un "ombre que aenasconocías.

     90n que era enoso descubría mi deber.

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    no es físico, no es intelectual. 8oinciden en algo m$s rofundo:en el car$cter.

    o alego que mi car$cter no se arece al de 'ulio. 9A 'ulio se le udo creer egoísta 9contesta mi madre

     9 ero era abnegado, sensible, no soortaba el dolor a-eno.Aún a"ora, ara "acer su elogio, estoy ensando en tuscualidadesG 8uando 'ulio murió, me sentía culable de sumuerte. 0n nuestra última entrevista le di-e cosas malignas, yestúidas, inexactas. 7e di-e que era id&ntico a Bsabel.

     91&-ala en a!, obre Bsabel.

    Ji madre no "ace caso de la interrución: 91esu&s que 'ulio murió, me sentía culable, sola.

    ?or entonces Bsabel me reguntó si no me molestaría quetocases nuevamente el iano. Je di-o que traba-abas en casa de8laudio ú;e!, ero "abías conversado con ella: ambos, decomún acuerdo, "abían decidido que abandonaras tus otrosestudios ara dedicarte a la m�