avignon #08 - un puente hacia otra forma de ver

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ARTE Avignon un puente hacia otra forma de ver # 08 JULIO 2014 Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas EL PORTÓN VERDE Arte & Psicoanalisis Nuestros margenes: El estilo y la etica Vamos a empezar por situar lo que voy a llamar falsos pares de oposicio- nes. El primero de ellos es bastante clásico, es la oposición entre Ética y Moral, otro es la oposición entre Estilo y Estética. Por moral vamos a situar lo que es pertinente a la conducta social de un Sujeto ente otros. Seria los deberes del Sujeto frente al Estado, frente a la ley. La moral es temática, siempre se sitúa en algún tema; la moral es temporal, es decir es la moral de una época. No hay una moral in- temporal más allá de las épocas. Además es subsistencia, permite algún ordenamiento de la existencia de ese Sujeto en lo social. La moral es el sentimiento del deber, este sentimiento del deber es un nivel necesario de existencia sin el cual no podría ser posible plantear alguna existencia del Sujeto en lo social. En este sentido la moral es siem- pre culpable, siempre se es culpable frente al estado. Es el legislador, que cada uno de nosotros cultiva en sí mismo en su relación con los demás. La moral es una deuda sin alternativa. La moral es la pereza de la existencia, en un dormir en los signos del Otro. La Ética es la posición de un Sujeto frente a su soledad; no la posición en lo social por su relación a los otros, sino la posición de un Sujeto frente a su soledad. Frente a lo que está dispuesto a afirmar, a afirmar y firmar. La Ética propone otro plano de existencia y en ese sentido la ética es atemporal, atemática y es existencial. Revela el orden de la existencia mas allá de la temporalidad en la que el Sujeto está condenado a vivir. Es un falso par de oposición pues la ética no se contrapone a la moral. La ética, la existencia del Sujeto desorganiza la moral, no pretende su- plantarla. No genera conflictos salvo en determinados momentos muy singulares. Diremos en el sentido Nietzscheano: “hay que separarse lo más posible de situaciones en las cuales habría que decir que no una y otra vez”. Cuando uno comercia con situaciones en las cuales hay que decir que no una y otra vez, adquiere un hábito que empobrece generan- do una estúpida ficción de libertad. Otro elemento necesario es la estética y aquí nos acercaremos a una di- mensión de fundamento para el Arte. La estética es al igual que la moral, temporal (como ven estoy estable- ciendo un paralelo entre estética y moral), es decir histórica. Hay una determinada estética de una época. Es temática, y podemos decir que la estética en lo social siempre es un crimen contra el Sujeto. Es un crimen contra el uno, pues propone el para todos. Con respecto al estilo que aparece como un par contrapuesto diremos que es la posición del Sujeto frente a su soledad (como verán estoy usan- do el mismo registro en relación a la ética, la posición del Sujeto frente a su soledad), pero aquí, no frente a lo que está dispuesto a afirmar sino frente a lo que está dispuesto a crear, frente a lo que está dispuesto a crear más allá de la belleza. La belleza implica en el orden de la estética una protección que el mundo brinda, un modo de estar entre otros, entre otros seguro con todos. El estilo indicara entonces esa posición del Sujeto en el acto creador que va más allá de la belleza. Y es por ello atemporal, resiste las épocas. Es atemática, no histórica, y no personal. No tiene que ver con la persona del creador, con la vida del creador, trasciende su pro- pia vida, crea. Produce en el nivel de la existencia más allá de él mismo. La creación es siempre inocente y al mismo tiempo culpable frente a la belleza, frente a la estética de una época. Cuando se va mas allá de una época se es culpable y por eso gran parte de las obras son póstumas. La moral es aquello que determinara el buen y mal gusto, pero jamás el gusto mismo, ya que éste es aquello que implica “no decir sí, allí donde debemos decir no”. La ética, del otro lado. Si decimos que es suplementario, diremos que no es opuesto, ni complementario del orden social. Este nivel suplementario del Sujeto excede y desorganiza el orden social cada vez que crea. Es la desorganización necesaria de un orden, para que haya acto creador. Pues de no hacerlo, el acto creador será un dor- mir en las condiciones de la estética de la época. La ética es una existencia que se afirma. N o siempre uno va en- contrando lo que de- sea. En la talla directa sobre piedra, el proceso es muy lento e incierto. Siempre que se trabaje a partir de esta decisión. Entonces, hemos decidi- do trabajar lentamente sobre ella. Y será a partir de lo que llamamos “la sugerencia de la piedra”. Pero, ¿Qué es esa suge- rencia? En principio, un obser- var profunda y pacientemente a la piedra desde donde la abor- daremos, para después sí, ir de- jándonos llevar por sus formas propias y rústicas, resultado de la rotura a la que fue expuesta y también al paso del tiempo en la intemperie. Y de ese obser- var, si nos permitimos avanzar desde nosotros mismos, encon- trar las formas que nos pertene- cen, que más nos representan. Un descubrir ante el golpe len- to pero cierto, de lo que nos es propio. No necesitar terminar nada urgente. Despojarnos de los tiempos tiránicos de lo coti- diano. Manejar y dejar hablar a nuestros tiempos. Sin máquinas que nos aceleren lo que preci- samos paciente. Porque buscamos una precisión que es incierta. La que no conocemos, pero que intuimos ante el lento avanzar. Y que al final, nos va a dar algo que nos satisfaga profundamente sin nada de explicación, porque no la tenemos. Simplemente en principio la padecemos, por momentos desesperamos, y luego la gozamos. Esta la obra. Están sus pequeños grandes aciertos. Hay algo de bello en esto, y eso es lo que gozamos. En el día a día el trabajo, es una rutina de encuentros con la piedra, cansancios, charlas y mates; descanso y un vino tinto. Se pica la piedra, mientras se espera que algo delante de nosotros se devele aunque no siempre llegue. Hay algo de técnica, quizá mu- cho, pero también mucho de un sentir no precisado que nos dicta, si es que nos dejamos escuchar. En el descanso, el descanso será algo físico, pero necesaria- mente se armara un diálogo con los demás escultores, donde lo intelectual –por llamarlo de alguna manera- no se detendrá. Una pequeña piedra que encontré hace un tiempo en Tandil y me gusto mucho, se mete en la conversación. No es casual. Es una piedra, sigue siéndolo porque no hay en ella rastros de un encuentro con lo nuestro. Es virgen en su natura- leza. Sin embargo está ahí por- que yo la elegí de entre tantas miles de piedras de aquellas sie- rras. A esta la encontré y la vi, o me vi en ella. Porque tiene ras- gos de mi obra. No es solo una piedra. Algo de lo geométrico que subsiste. De los perfiles rec- tilíneos y aristas agudas, filosas, contundentes. Quizá, también, hay algo de cabeza, digo, de cabeza humana. Y entonces sospechamos que en realidad es una obra mía. Aunque yo no me atrevería hoy. Porque pienso que no la toque con mi cincel. No la colocaría asi, como llegó, en exhibición, como parte de mi obra. La pregunta se impo- ne ¿y por qué no? Si la elegí yo, como a todas mis otras piedras, las talladas. Y ésta, aún sin haberla tocado, tiene más de mí que alguna de mis esculturas anteriores. ¿Qué es eso que creo y que siento? ¿lo tiene la piedra o lo creo yo? ¿Qué hace que una piedra termine siendo una obra personal? A estas diletancias nos dejamos arrastrar en el hablar de nues- tro descanso. Por ahora no hallamos respuestas. Nos conformamos con la duda. Mientras tanto volvemos y seguimos picando, tallando, quizá más dulcemente; sin pausa, sin prisa. Y con la posibilidad de que eso sea todo. por Walter Pugliese por Alejandro Ariel Precision que es incierta Piedra Mármol Travertino, 2011. Sergio Menichetti. Piedra entre otras miles de piedras (Sigue en la página 2)

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Arte y diseño de publicación del Taller de artes plásticas El Portón Verde sobre notas de arte.

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ARTE

Avignonun puente hacia otra forma de ver

#08JULIO 2014

Publicación mensual de distribución gratuita

producida por: Taller de Artes Plásticas

El Portón VErdE

Arte & Psicoanalisis Nuestros margenes: “El estilo y la etica“

Vamos a empezar por situar lo que voy a llamar falsos pares de oposicio-nes. El primero de ellos es bastante clásico, es la oposición entre Ética y Moral, otro es la oposición entre Estilo y Estética.

Por moral vamos a situar lo que es pertinente a la conducta social de un Sujeto ente otros. Seria los deberes del Sujeto frente al Estado, frente a la ley. La moral es temática, siempre se sitúa en algún tema; la moral es temporal, es decir es la moral de una época. No hay una moral in-temporal más allá de las épocas. Además es subsistencia, permite algún ordenamiento de la existencia de ese Sujeto en lo social.

La moral es el sentimiento del deber, este sentimiento del deber es un nivel necesario de existencia sin el cual no podría ser posible plantear alguna existencia del Sujeto en lo social. En este sentido la moral es siem-pre culpable, siempre se es culpable frente al estado. Es el legislador, que cada uno de nosotros cultiva en sí mismo en su relación con los demás. La moral es una deuda sin alternativa.

La moral es la pereza de la existencia, en un dormir en los signos del Otro.

La Ética es la posición de un Sujeto frente a su soledad; no la posición en lo social por su relación a los otros, sino la posición de un Sujeto frente a su soledad. Frente a lo que está dispuesto a afirmar, a afirmar y firmar. La Ética propone otro plano de existencia y en ese sentido la ética es atemporal, atemática y es existencial. Revela el orden de la existencia mas allá de la temporalidad en la que el Sujeto está condenado a vivir.

Es un falso par de oposición pues la ética no se contrapone a la moral. La ética, la existencia del Sujeto desorganiza la moral, no pretende su-plantarla. No genera conflictos salvo en determinados momentos muy singulares. Diremos en el sentido Nietzscheano: “hay que separarse lo más posible de situaciones en las cuales habría que decir que no una y otra vez”. Cuando uno comercia con situaciones en las cuales hay que decir que no una y otra vez, adquiere un hábito que empobrece generan-do una estúpida ficción de libertad.

Otro elemento necesario es la estética y aquí nos acercaremos a una di-mensión de fundamento para el Arte.

La estética es al igual que la moral, temporal (como ven estoy estable-ciendo un paralelo entre estética y moral), es decir histórica. Hay una determinada estética de una época. Es temática, y podemos decir que la estética en lo social siempre es un crimen contra el Sujeto. Es un crimen contra el uno, pues propone el para todos.

Con respecto al estilo que aparece como un par contrapuesto diremos que es la posición del Sujeto frente a su soledad (como verán estoy usan-do el mismo registro en relación a la ética, la posición del Sujeto frente a su soledad), pero aquí, no frente a lo que está dispuesto a afirmar sino frente a lo que está dispuesto a crear, frente a lo que está dispuesto a crear más allá de la belleza. La belleza implica en el orden de la estética una protección que el mundo brinda, un modo de estar entre otros, entre otros seguro con todos. El estilo indicara entonces esa posición del Sujeto en el acto creador que va más allá de la belleza. Y es por ello atemporal, resiste las épocas. Es atemática, no histórica, y no personal. No tiene que ver con la persona del creador, con la vida del creador, trasciende su pro-pia vida, crea. Produce en el nivel de la existencia más allá de él mismo. La creación es siempre inocente y al mismo tiempo culpable frente a la belleza, frente a la estética de una época. Cuando se va mas allá de una época se es culpable y por eso gran parte de las obras son póstumas.

La moral es aquello que determinara el buen y mal gusto, pero jamás el gusto mismo, ya que éste es aquello que implica “no decir sí, allí donde debemos decir no”.

La ética, del otro lado. Si decimos que es suplementario, diremos que no es opuesto, ni complementario del orden social.

Este nivel suplementario del Sujeto excede y desorganiza el orden social cada vez que crea. Es la desorganización necesaria de un orden, para que haya acto creador. Pues de no hacerlo, el acto creador será un dor-mir en las condiciones de la estética de la época.

La ética es una existencia que se afirma.

No siempre uno va en-contrando lo que de-sea. En la talla directa

sobre piedra, el proceso es muy lento e incierto. Siempre que se trabaje a partir de esta decisión.

Entonces, hemos decidi-do trabajar lentamente sobre ella. Y será a partir de lo que llamamos “la sugerencia de la piedra”. Pero, ¿Qué es esa suge-rencia? En principio, un obser-var profunda y pacientemente a la piedra desde donde la abor-daremos, para después sí, ir de-jándonos llevar por sus formas propias y rústicas, resultado de la rotura a la que fue expuesta y también al paso del tiempo en la intemperie. Y de ese obser-var, si nos permitimos avanzar desde nosotros mismos, encon-trar las formas que nos pertene-cen, que más nos representan. Un descubrir ante el golpe len-to pero cierto, de lo que nos es propio. No necesitar terminar nada urgente. Despojarnos de los tiempos tiránicos de lo coti-diano. Manejar y dejar hablar a nuestros tiempos. Sin máquinas que nos aceleren lo que preci-samos paciente. Porque buscamos una precisión que es incierta. La que no conocemos, pero que intuimos ante el lento avanzar. Y que al final, nos va a dar algo que nos satisfaga profundamente sin nada de explicación, porque no la tenemos. Simplemente en principio la padecemos, por momentos desesperamos, y luego la gozamos.

Esta la obra. Están sus pequeños grandes aciertos. Hay algo de bello en esto, y eso es lo que gozamos.

En el día a día el trabajo, es una rutina de encuentros con la piedra, cansancios, charlas y mates; descanso y un vino tinto. Se pica la piedra, mientras se espera que algo delante de nosotros se devele aunque no siempre llegue. Hay algo de técnica, quizá mu-cho, pero también mucho de un sentir no precisado que nos dicta, si es que nos dejamos escuchar.

En el descanso, el descanso será algo físico, pero necesaria-mente se armara un diálogo con los demás escultores, donde lo intelectual –por llamarlo de alguna manera- no se detendrá.

Una pequeña piedra que encontré hace un tiempo en Tandil y me gusto mucho, se mete en la conversación. No es casual. Es una piedra, sigue siéndolo porque no hay en ella rastros de un encuentro con lo nuestro. Es virgen en su natura-leza. Sin embargo está ahí por-que yo la elegí de entre tantas miles de piedras de aquellas sie-rras. A esta la encontré y la vi, o me vi en ella. Porque tiene ras-gos de mi obra. No es solo una piedra. Algo de lo geométrico que subsiste. De los perfiles rec-tilíneos y aristas agudas, filosas, contundentes. Quizá, también, hay algo de cabeza, digo, de cabeza humana. Y entonces sospechamos que en realidad es una obra mía. Aunque yo no me atrevería hoy. Porque pienso que no la toque con mi cincel. No la colocaría asi, como llegó, en exhibición, como parte de mi obra. La pregunta se impo-

ne ¿y por qué no? Si la elegí yo, como a todas mis otras piedras, las talladas. Y ésta, aún sin haberla tocado, tiene más de mí que alguna de mis esculturas anteriores.

¿Qué es eso que creo y que siento? ¿lo tiene la piedra o lo creo yo?

¿Qué hace que una piedra termine siendo una obra personal?

A estas diletancias nos dejamos arrastrar en el hablar de nues-tro descanso. Por ahora no hallamos respuestas. Nos conformamos con la duda.

Mientras tanto volvemos y seguimos picando, tallando, quizá más dulcemente; sin pausa, sin prisa. Y con la posibilidad de que eso sea todo.

por Walter Pugliese

por Alejandro Ariel

Precision que es incierta

Piedra Mármol Travertino, 2011.Sergio Menichetti.

Piedra entre otras miles de piedras

(Sigue en la página 2)

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Director Editorial:Walter Pugliese

Arte y diagramación: DG Malena Gaudio

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o síganos en: http://issuu.com/revistaavignonarte

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Desnudo. Oleo sobre tela montada en cartón.

Quai conti Paris. Oleo sobre tela.

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Vincent Van GoGhCartas a Théo

Raul Russo La exaltacion del color

“Recorrí varios lugares de Espa-ña, andaba en Galicia y al llegar a Ourense, un pueblo pequeño con mucho encanto, gente muy cordial y agradable, y ahí hice una lectura en un local que esta-ba lleno. En la fila de atrás, veía desde lejos, a un señor que me miraba con el ceño fruncido, sin parpadear, parecía muy enojado,

con una cara que me gustó, muy marcada por la vida dura, la vida al sol, la cara de un campesino ga-llego. Parecía pintado, pero estaba enojadísimo. Y yo, al principio, no podía desprenderme de esa mira-da de ese hombre furioso. Duró toda la lectura, y después de los abrazos, la firmadera y esas cosas lindas que ocurren, él permane-

cía ahí quieto, duro como una estatua. Se fueron todos. Caminó hacia mí y yo pensé es el último de mis días, y cuando llegó ante mí, sin pestañear, sin desfruncir el entrecejo, me soltó la siguiente frase: “Qué difícil debe ser escri-bir tan sencillo.” Después me dio la espalda y se fue. Y es lo mejor que he escuchado decir acerca de

lo que hago, y el elogio más alto. No creas que lo dijo con un abra-zo, ni en tono cálido, sino con un tono de hosquedad, de campesino gallego hosco pero verdadero. De esos que no mienten nunca.”

Eduardo Galeano

(Entrevistado por Eduardo Aliverti en Deci-me quién sos vos, por Radio Nacional)

Nació en Buenos Aires el 29 de diciembre de 1912, y murió en París

el 5 de diciembre de 1984. Es-tudió en la Escuela Superior de Bellas Artes Manuel Belgrano. Cursó pintura y grabado en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova, donde fue discípulo de Emilio Centurión y Alfredo Guido. En 1968 realizó el gran vitral de la entrada de la parroquia Nuestra Señora Madre de los Emigrantes, en Buenos Aires. Residió en París desde 1976 hasta su muerte.

Creo que esto se debe al hecho de que, antes de comenzar a pintar, he di-bujado y estudiado la perspectiva el tiempo necesario para poder componer un tema que veía.

Desde que he comprado mis colores y mis utensillos de pintor, he sudado la gota gorda trabajando hasta el punto de quedar completamente agotado después de haber pintado siete estudios. Hay otro, además, con una peque-ña figura, una madre con un niño a la sombra de un gran árbol, en medio de una armonía de tonos sobre una duna iluminada por el sol del estío. Es de un efecto casi italiano.

No he podido contenerme, literalmente, no he podido abstraerme ni cesar de trabajar…

Quería simplemente decirte esto, que siento que hay cosas en el color que surgen en mi mientras pinto y que no poseía antes, cosas grandes e intensas…

Por lo que puedo darme cuenta, no son los peores pintores los que están a veces una semana o quince días sin poder trabajar. Hay algo que lo expli-ca, son precisamente aquellos “que se juegan en el arte hasta su pellejo”, como dice Millet. Esto no es un impedimento, y a mi parecer es necesario cuidarse cuando hace falta. Si durante algún tiempo uno está agotado, pues se repone y descansa, y asi gana que los estudios se cosechen igual que el trigo o el heno del labriego. En cuanto a mí, no pienso por el momento en descansar.

La Haya 1881 - 1883.

hoja con bocetos, 1883.Pluma y tinta sobre papel.

Este sí no es el sí que habita el orden de la moral, es la afirmación de la ver-dad en disyunción con el saber. Es la afirmación de la existencia del Sujeto, existencia que soporta ser sin argumentos, y cuya causa es nada.

A veces el arte deja caer aquello que anuda el saber de una época histórica en su estética, en sus escuelas. La escuela desarrolla el saber y lo enseña. Deviene un clásico. El arte conmueve lo instituido desde la presencia de un Sujeto y por lo tanto no hace escuela. Es una muesca, una marca solitaria en el desierto.

El estilo en la creación no anhela piedad, no se queja a la espera de alguna compasión, no se detiene por elegir. La creación toma. El acto creador no

(viene de primera página)

persuade a nadie, ni es el orden de las personas. No precisa ni oferta identifi-caciones, ya que no requiere rebaños, ni seguidores.

No propone, ni tampoco ahorra el escándalo. La inspiración no elige, la ins-piración toma. La profesión suele ser para los artistas (y para muchos otros), una inmensa miopía con una gran joroba. Suele servir para adormecer ese sentimiento de vacío y esa convicción de la falta que es condición del acto creador. Cuando este sentimiento de vacio se adormece no hay creación, solo hay sobrevivencia. Esta condición del acto creador no se enseña, se po-see, se toma. Cuando se la soporta, simplemente se la ejerce.