malaquita, un proyecto donde la música nos acompaña a … mientras su mamá le canta sobre el...

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31 Música y poesía, apuntes de un melómano D OSSIER | Poesía | D OSSIER | Poesía | D OSSIER | Poesía | D OSSIER | Poesía | D OSSIER | Poesía La autora nos muestra cómo se generan espacios musicales que favorecen el desarrollo integral del ser humano desde su gestación. Malaquita, un proyecto donde la música nos acompaña a crecer Pero otro es el escenario cuando los niños habitan este lugar. Cada espacio de la casa cobra una vida sonora, musical. Las maracas suenan en las manos de un bebé; los tambores retum- ban seguidos de la marcha de Martín, quien quiere formar una banda al ritmo de sus palabras; los libros se abren gracias a que Rafael quiere que le canten el Romance del Señor don Gato; los juguetes viajan por el suelo mientras Julio Alejandro canta Este es un trencito o se acercan a los libros para protagonizar cualquier otra canción; los co- lumpios se mecen, no paran de arrullar, y mientras tanto en el gimnasio puede estar Morgane pasando por la tabla de equili- brio mientras su mamá le canta Sobre el Puente de Avignon. Así es como suenan las pala- bras, los poemas, los libros y la música en Malaquita, donde Instrumentos musicales iner- tes, libros callados, juguetes y espacio libre, mucho espacio libre. Eso es lo que encontramos en Malaquita Proyecto Musical antes de que el primer niño atra- viese la puerta de entrada, en un día común y corriente.

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Doss ier | La l i teratura de Japón | Doss ier | La l i teratura de Japón | Doss ier | La l i teratura de Japón | Dos

31Música y poesía, apuntes de un melómano

Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía | Doss ier | Poesía

La autora nos muestra cómo se generan espacios musicales que favorecen el desarrollo integral del ser humano desde su gestación.

Malaquita, un proyecto donde

la música nos acompaña a crecer

Pero otro es el escenario cuando los niños habitan este lugar. Cada espacio de la casa cobra una vida sonora, musical. Las maracas suenan en las manos de un bebé; los tambores retum-ban seguidos de la marcha de Martín, quien quiere formar una banda al ritmo de sus palabras; los libros se abren gracias a que Rafael quiere que le canten el Romance del Señor don Gato; los juguetes viajan por el suelo mientras Julio Alejandro canta Este es un trencito o se acercan a los libros para protagonizar cualquier otra canción; los co-lumpios se mecen, no paran de arrullar, y mientras tanto en el gimnasio puede estar Morgane pasando por la tabla de equili-brio mientras su mamá le canta Sobre el Puente de Avignon.

Así es como suenan las pala-bras, los poemas, los libros y la música en Malaquita, donde

Instrumentos musicales iner-tes, libros callados, juguetes y espacio libre, mucho espacio libre. Eso es lo que encontramos en Malaquita Proyecto Musical antes de que el primer niño atra-viese la puerta de entrada, en un día común y corriente.

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equipaje para ir al alumbramien-to también se alista para el en-cuentro, cara a cara, con el bebé que va a nacer, le da mensajes de afecto y así dispone el terre-no afectivo para el nacimiento.

En Malaquita acompañamos este momento, ofreciendo a las madres un lenguaje que les propicia bienestar durante el embarazo y que las lleva a jugar con su propia voz, con la pala-bra, con la creación poética y, particularmente, con el lenguaje musical.

Le damos especial énfasis al desarrollo auditivo tanto de la madre como del bebé, ya que consideramos que el acto más serio en la formación del oído es el acto de escuchar. El bebé se va sensibilizando mientras animamos a la madre para que se vuelva una oyente conscien-te, capaz de encontrar su propia voz y de comprender y predecir las reacciones del bebé frente a la palabra, la canción, el poema que ella le entregará. Para ani-marla, podemos empezar nues-tra sesión semanal escuchando una danza medieval; hacemos un círculo y caminamos hacia la derecha pero, cuando la melodía se repite, a alguien se le ocurre que debemos caminar hacia la izquierda. Luego, en la siguiente parte de la danza, aparece un cambio de ritmo y entonces nos tomamos de gancho en parejas, para evidenciar el contraste.

La indisoluble alianza música-palabra que

se da en la poesía, y su conexión con

el movimiento, favorecen el

desarrollo físico, psíquico, intelectual

y social.

todos buscamos nuestra propia voz, nuestra propia sonoridad: las madres gestantes, las que acaban de dar a luz, los niños desde muy pequeños y las pro-fesoras. Los niños lo hacen por el simple placer de jugar con el so-nido o porque están ensayando los alcances de su voz y los gran-des porque estamos convencidos de que debemos instalar huellas sonoras en los pequeños que les permitan saberse queridos, que los vinculen sensorialmente a la música, al movimiento corporal y a la lengua materna y que les faciliten el camino para conquis-tar el mundo. Creemos fervien-temente en que la indisoluble alianza música-palabra que se da en la poesía, y su conexión con el movimiento, favorecen el desarrollo físico, psíquico, inte-lectual y social.

Música para la Gran Espera: madres gestantes

El sentido auditivo está plena-mente desarrollado desde el vientre materno; más o menos a los cinco meses de gestación el feto comienza a percibir el latido del corazón y los sonidos que produce el aparato digestivo de la madre. Luego, la respiración y el mundo sonoro que la rodea (su voz, la del padre, la de los hermanos, etc.).

Mientras, la madre prepara una nueva vida, la habitación y el

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Así, a cada parte de la estructu-ra musical se le va asignando un movimiento que la identifique y/o la diferencie de las otras, hasta que nos encontramos escuchando con todo el cuerpo y, sin darnos cuenta, llegamos a un nivel altísimo de consciencia auditiva.

Igualmente, trabajamos bus-cando un sonido propio. Cada madre busca su propia voz y, para lograrlo, es importante que comprenda que cada sonido contiene una altura, una inten-sidad, una duración y un timbre determinado y, que la combina-ción de estas cualidades da ori-gen a los elementos esenciales con que trabaja un compositor (melodía, armonía y ritmo), sea éste una madre o el alumno más estudioso del conservatorio de París.

Así, Sofía, quien espera a Ana Sofía, recita este poema de la tradición oral:

Las horas que tiene el día

las he repartido así:

nueve soñando contigo

y quince pensando en ti.

Lo recita dándole énfasis a los silencios y crea una atmósfera de suspenso mágica para ella misma y para las otras madres, mientras Valeria decide hacerle una melodía a ese mismo poema para entregárselo a Guadalupe, a quien lleva en su vientre; lo

Así, compartiendo audiciones y un repertorio de palabras, poe-sías, canciones y juegos corpo-rales, cada madre va creciendo a nivel melódico, rítmico, armó-nico y creativo para favorecer la comunicación con su bebé.

Música para dar la bienvenida al bebé

Para muchos adultos es difícil comprender qué hace un bebé de tan solo cuatro o seis meses de edad en una clase de música que utiliza como repertorio fundamental el lenguaje poético. Para ver qué alcance puede te-ner su participación en la clase, vamos de la mano de Simón, que tiene cuatro meses y llega a las 10:55 a.m. con Jimena. Ella se sienta en un lugar donde hay juguetes, libros e instrumentos

canta una y mil veces has-ta quedar satisfecha con su construcción melódica, cargada de afectividad. Y otra Valeria, la que espera a Daniel, prefiere adornar su entonación recitada con campanas. Cada una, usan-do sus fortalezas, va poniéndose retos musicales mientras busca el sonido que quiere encontrar para conversar con su bebé.

Y el juego literario no se queda atrás. Sofía nos dice:

Sofía me llamo y soy la madre

de Ana Sofía, la bebé

que nacerá en ese pueblo

en el que me enamoré.

Y cuando las comas quedan bien puestas, cuando la rima empieza a salir a pedir de boca, esa madre encuentra su propia voz, su sonido, aquel con el cual acompaña al hijo que espera.

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musicales llamativos por su color y sonido; acomoda a Simón en su regazo con una mano, mientras con la otra sostiene una maraca cuyo sonido lo hace patalear. La agita y se alegra al ver que Simón, además de patalear, la busca con su mirada. De pronto, en un descuido de mamá, Simón le quita la maraca y ¡qué felicidad! La semana

invita a sentarnos y comenzamos a saludar a cada niño y acompa-ñante por su nombre. Este es un momento muy importante para que cada pequeño reconozca particularidades, se reconozca a sí mismo y al mediador que está influyendo significativamente en su destino. También es un mo-mento para reconocer al vecino, probablemente su futuro amigo, y a su acompañante. Así, este ritual se convierte en cimiento emocional y social.

Cuando acabamos de saludar-nos, otro sonido invitador nos lleva a pararnos. Nos propo-nemos asociar el sonido al movimiento corporal, sentán-donos cuando el sonido baja y parándonos cuando el sonido sube. Así, comenzamos a crear una conciencia auditiva.

Ya de pie, hacemos un tren y cantamos:

Pasa el trencito / llevando maíz, / va

echando humito / por la nariz.

Rimando, cada acompañante inventa qué va llevando el tren y por dónde va echando humo. Así, para Jimena y Simón el tren lleva mantequilla para mover las rodillas y para sus vecinos, bananos para mover las manos o coca cola para mover la cola.

Luego, sentados como en un nido, sacamos un libro, Mis Juguetes, de Lotta Persson (La Galera). En la primera pági-na aparece una pelota y en la

pasada no era capaz de cogerla y ahora se aferra a ella. Es hora de empezar la clase con los otros siete niños que han ido llegando y él no la quiere soltar.

Cada niño ha llegado con su acompañante (mamás, papás, abuelas y cuidadoras) y a ellos les pido que hagamos un círcu-lo; después nos saludamos con una ronda:

Hola niños / ¿cómo están? / Estamos

en Malaquita / Y vamos a cantar.

Al sonido de la guitarra, se crea una atmósfera mágica de atención que se traduce en miradas fijas, silencio, quietud y curiosidad.

Uno a uno / nos saludaremos, /

porque esta clase ya va a comenzar.

Un sonido que transita desde lo más agudo hasta lo más bajo nos

Continúa el diálogo permanente que durante

ella se ha establecido entre los cuerpos, los

instrumentos y las voces, con el que los niños

comienzan, poco a poco, a hacer sus primeras

incursiones en el plano del lenguaje expresivo.

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segunda, un niño con la misma pelota. Vamos a lo simbólico diciendo: “Aquí está la pelota de Simón… aquí está Simón con su pelota…”. Así, pasamos por todos los nombres de los niños y niñas y luego cantamos una canción que nos inventamos en clase:

Yo tengo una pelota / muy redonda.

(bis) // Juega entre mis manos, / jue-

ga entre mis pies, / rueda y rebota.

Mientras todos cantan, uno de los acompañantes juega con una gran pelota llevando el pul-so de la canción. Escuchando y mirando, Simón y los otros bebés van asociando ese pulso a un movimiento corporal que poco a poco se va a ir instalando en sus cuerpos, como extensión del ritmo cardíaco: gatear, ca-minar, correr o aplaudir se van perfeccionando rápidamente, al ritmo del repertorio fundamen-tal que sigue la pelota y ésta no puede dejar de rebotar porque si lo hace, la canción muere. El pulso musical es igual al pulso del corazón, no se puede detener. Detenerse significa entonces un silencio total que despierta en los niños las mejo-res carcajadas.

Más adelante, en otro libro, aparece en medio de un fondo blanco un caballo de palo, ex-cusa para que los más grandes, los que ya caminan y empiezan a correr, traigan los caballos de palo y canten la canción de Pilar Posada que dice:

ella se ha establecido entre los cuerpos, los instrumentos y las voces, con el que los niños comienzan, poco a poco, a hacer sus primeras incursiones en el plano del lenguaje expresivo, que es un nuevo esfuerzo por organizar sus experiencias y representa un movimiento en su estructura de pensamiento que los va llevando hacia una vida más independiente y autóno-ma. También los adultos salen de clase con un buen bagaje de herramientas para comunicarse con sus bebés y prolongar la ex-periencia de juego y afecto que han vivido en ella. Instrumentos musicales, libros, juguetes y espacio libre: excusas para recitar, cantar, tocar y bailar. Eso es lo que propiciamos, porque consideramos que la integración de la música, la poesía y el cuer-po permiten vivencias que van desde lo personal hasta lo social y que benefician todas las áreas de desarrollo del ser humano.

Carmenza Botero

Licenciada en Pedagogía Musical, quien desde el año 2006 fundó y dirige Malaquita Proyecto Musical. También dirige el Grupo Malaquita, especializado en interpretar poemas de autor, rondas y canciones de la tradición española y latinoamericana. Es miembro del Movimiento Colombiano de la Canción Infantil y promotora de la Asociación Orff Colombia.

Como docente se ha dedicado a trabajar con los más pequeños, padres de familia, docentes de preescolar y primaria, bibliotecarios y promotores culturales. Fue codirectora de Espantapájaros Taller durante casi una década, hasta junio de 2006, etapa durante la cual desarrolló una propuesta para favorecer el desarrollo musical y lector con niños entre 0 y 6 años, basada en la conexión entre música y literatura.

Caballito, chas, chas, chas, (golpe-citos del caballo en el piso) / paso fino, chas, chas, chas, / quiero ir a pasear, chas, chas, chas, // En tu lomo, chas, chas, chas, / yo me siento, chas, chas, chas, muy feliz de cabalgar, chas, chas, chas. // Por

potreros y colinas…” /

Y se van galopando los niños en los caballos de palo, por todo el salón. Todo se convierte en ins-piración para que los niños im-provisen y realicen sus propias creaciones, así la voz y el cuerpo van madurando y con ellos se va ampliando el repertorio de poesías, de autor y folclóricas. A medida que la lírica acompaña al niño en su crecimiento, éste va aumentando su posibilidad expresiva, su capacidad de apreciar lo bello y de pensar.

Al final de la clase, los caballos agotados deben ir a descansar. Todos nos despedimos con un ritmo, con un poema o una can-ción. Sin embargo, continúa el diálogo permanente que durante