año 01 volumen 01 diciembre de 2013 issn: 2346 … · los límites y contornos a esa imposible...

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  • - www.cecep.edu.co - facebook.com/fcecepAo 01 Volumen 01 diciembre de 2013 ISSN: 2346-4399 FCECEPAo 01 Volumen 01 diciembre de 2013 ISSN: 2346-4399 FCECEP

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  • Presidente de la FCECEP.Ing. Diego Jimnez Duque.

    Vicepresidente.Dr. William Velsquez Londoo.

    Rector de la FCECEP.Dr. Mario Hernn Colorado Fernndez.

    Comit Editorial.Dra. Claudia Posso.

    Vicepresidente de Relaciones Institucionales y Mercadeo.

    Msc. Carlos Eduardo Silva Candelo.Coordinador de Investigacin.

    Profesor Omar Felipe Becerra.Docente de la FCECEP.

    Director Revista.Msc. Carlos Eduardo Silva Candelo.

    Colaboradores.Antroplogo Leonardo Valencia.

    Investigador Asociado.

    Revisin y correccin de estilo.Carmen Helena Moncada.

    Portada.Juan Manuel Castillo Bonilla. Estudiante de tecnologa Industrial.

    Risomas. Tcnica de Acuarela, Tinta China y elementos reciclables.

    Fotografa: Javier Gutirrez.Diseo grfico: Francisco Chvez pachin.

    Editor.FCECEP.

    Impreso en los talleres de ... en Santiago de Cali.

    Nota: La presente publicacin es editada por la FCECEP. Los contenidos son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan ni reflejan necesariamente el pensamiento de los editores de la revista o de la institucin. Todo el contenido est protegido por las leyes de derechos de autor vigentes en Colombia.

  • Editorial

    Nota de Rectora

    Presentacin Nuestra Revista Methodus Tecnologa

    INVESTIGADORES INVITADOS

    Juventud, Virtualidad y ContestacinPor Fabin Sanabria (Universidad Nacional de Colombia)

    Entre la dialctica y la hermenutica o sobre una pregunta para conversar sobre lo que devienePor Elvia Mara Gonzlez Agudelo y Lina Mara Grisales Franco (Universidad de Antioquia)

    INFORMES DE INVESTIGACIN

    Background familiar y neighborhood pairs (efecto vecindario)Su incidencia en el desempeo acadmico y en las expectativas de movilidad social de los estudiantes de primer semestre de la jornada diurna de la FCECEP, como factores relacionados con el riesgo de desercin estudiantil.Por Andrea Mendoza M.

    Competencias y habilidades necesarias en la investigacin Por Leonardo Valencia

    ARTCULOS DE REFLEXIN

    La investigacin y el papel de la universidad Por Jos Eliecer Prez G.

    Reflexiones sobre economa agrcola. Produccin, caractersticas y posibilidades de desarrollo en ColombiaPor Jerfenzon Salazar Tabima

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    Indice

  • La investigacin en la educacin tcnica y tecnolgica.Una mirada a la situacin actual de la Investigacin en las Instituciones de Educacin Superior con formacin Tcnica y TecnolgicaPor Mesa Surpacfico de Investigacin ACIET Valle y Cauca

    INSTITUCIONAL

    Lectura y escritura con sentido en estudiantes de primer semestrePor Irma Bolaos Martnez

    Plazas de mercado de Cali Lo Bello, lo Tradicional y lo HumanoPor: Enrique Omar Trujillo Peralta, Carlos Alberto Saya Vsquez e Irma Bolaos Martnez

    Responsabilidad social empresarial universitaria (RSEU)Por Carlos Alberto Saya Vsquez

    Gestin del Conocimiento y la Calidad en el Siglo XXIPor Balmiro Giraldo Ospina

    Informe de la Coordinacin de Investigacin

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    Indice

  • El hombre construye casas porque est vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. De manera que nuestras razones para leer son tan extraas como las razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuenta de esa intimidad. Este trozo de texto, extrado de Comme Un Roman -Como una novela- del escritor francs Daniel Pennac, quizs esgrima algunas razones que se identifican con Savater, quien influido por Nietzsche y con cierto hlito libertario, explica, o mejor, interpreta las fuerzas determinantes del activismo humano en virtud de su propia conciencia sobre la muerte. Y es que esa conciencia, de alguna manera, as no se manifieste latente ni la mantengamos presente como un continuum en el pensamiento o en la palabra, nos lleva en la direccin del hacer antes de que el inevitable da toque nuestras espaldas.

    No cumplir con el compromiso de abrir una ventana de expresin, tal vez equivaldra a estar convencido de que seamos inalcanzables en la carrera contra el declive y el salto de materia viva a inerte. En razn de los lmites y contornos a esa imposible infinitud, hoy, venciendo las dificultades y elogindolas al mismo tiempo como lo imagin Zuleta, somos afortunados al decir pudimos. Eso nos llena de felicidad. Y es que se trata de felicidad antecedida de riesgos, luchas y conciencia de la muerte escenificada e inmortalizada por el mismo Zuleta: La pobreza y la impotencia de la imaginacin nunca se manifiesta de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar parasos, islas afortunadas, pases de cucaa. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin bsqueda de superacin y sin muerte. Y, por tanto, tambin sin carencias y sin deseo: un ocano de mermelada sagrada, una eternidad de aburricin. Metas afortunadamente inalcanzables, parasos afortunadamente inexistentes.

    Vivir la experiencia del proceso editorial es cabalgar un carrusel de emociones donde la desazn y la celebracin, la impotencia y la decisin, el desasosiego y la calma, el abatimiento y la alegra, el desconcierto y el optimismo, la incertidumbre y la seguridad, la ofuscacin y la cordura, son solo algunas de ellas que se aferran al espritu tras las convocatorias, los artculos, los autores, los contenidos, las formas, la redaccin, la ortografa, el estilo, las portadas, los registros, la diagramacin, el machote, la impresin y si se trata del primer nmero, hay que ocuparse del nombre de la revista, el logo y el eslogan- y tantas otras condiciones ineludibles para lograr algo como este primer ejemplar de la revista Methodus Tecnologa.

    Ha quedado Methodus Tecnologa en los registros del ISSN como una publicacin semestral, hecho que obliga a estructurar de manera debida un equipo editorial garante de la frecuencia de publicacin. Se trata de un verdadero reto que ciertamente asume una institucin de educacin superior en busca de cambiar su carcter y de transformaciones para asegurar la calidad en los procesos formativos.

    En cuanto a su componente estructural, la revista ha considerado un espacio para autores invitados. Se trata de investigadores externos a la institucin quienes de manera generosa nos han aportado sus escritos. Un espacio para informes de investigacin en el cual se resean los avances o resultados de procesos investigativos adelantados en la institucin. Un espacio para artculos de reflexin, otro para artculos relacionados con actividades acadmicas o de investigacin de la institucin y otro para los estudiantes. De esta manera, la revista incluye a todos los actores vinculados -en diversas formas- al ejercicio de investigacin y se da inicio a un nuevo compromiso con la cultura y con los lineamientos oficiales.

    Editorial

  • Nota de Rectora

    Acerca del Mtodo y de la TecnologaMario Hernn Colorado Fernndez Rector

    A propsito del nombre de nuestra revista, Methodus Tecnologia, ste nos brinda una oportunidad para reflexionar respecto a dos asuntos claves en el deber ser de nuestro quehacer acadmico.

    En primer lugar, en relacin con el mtodo, este debe ser entendido como el camino a seguir y no en trminos de nico camino, sino del posible camino para cada propsito, es decir, el mtodo entendido no como la frmula, camisa de fuerza, en forma de recetario para el logro de un propsito, por ejemplo de carcter investigativo. En su lugar debiera comprenderse el mtodo como camino que se explora en cada propsito, pues entendido as, se posibilita enriquecer la academia. De otro lado, en lo concerniente a la tecnologa, debe ser abordada como uno de los campos del conocimiento que ms aporta al desarrollo social, a travs de lograr concretar el mejoramiento de bienes y servicios, aplicando saberes en su diseo, produccin y adaptacin.

    Por tanto, un espacio para la difusin de la produccin intelectual de los docentes a partir de trabajos de investigacin, ha de ser el punto de encuentro para el dilogo de saberes en el que se compartan y discutan aspectos del mtodo aplicado en los aportes a la tecnologa. Esta cuestin no tendra por qu ser muy compleja si nos damos la oportunidad de encontrar en la cotidianidad, en las clases, los pretextos para adelantar investigacin. As, la investigacin no debe estar reservada a las grandes elucubraciones para complejos desarrollos tericos, como si solo desde ah se aportara a correr fronteras del conocimiento.

    En procura de enfatizar en esta ltima idea, termino este breve escrito que pretende ser una presentacin desde la visin de la rectora de la FCECEP, para nuestra revista, trayendo a colacin las sntesis de un corto cuento que un profesor, el doctor Arnaldo Ros, nos comparti hace ya algunos aos en un curso de epistemologa:

    Cuentan que un da un gato se hizo famoso porque desarroll un infalible mtodo para cazar Dragones. El muy respetado gato investigador, por mucho tiempo, no tuvo espacio en su agenda, viajando a mltiples lugares de todo el mundo, dando conferencias y promocionando su libro del mtodo de cazar Dragones. Hasta que un da, cuando pudo, pas por su casa, ya gordo l, trat de organizarla, pues estuvo abandonada por largo tiempo, ocurriendo que en esas se pasearon por su sala varios ratones, los cuales quiso cazar; pero infructuosamente, pues ya poco recordaba de estos reales animales, los mismos que burlndose de l, siguieron pasendose por lo que otrora fuera su casa.

    Esperemos que nuestra produccin intelectual a partir de trabajos de investigacin, se acerque ms a suplir la necesidad de cazar los ratones que a la utopa de cazar los dragones.

  • PRESENTACINMtodo es un trmino que proviene del latn methdus y este a su vez proviene del griego :

    La palabra mtodo se compone del griego que signifi ca con y de que sera camino, va. Por eso, al derivar del griego signifi ca literalmente camino hacia algo (Rosental y Ludin, 1979, p. 313). Segn Ramrez la palabra mtodo (camino) signifi caba para los griegos el modo o va para buscar la verdad. Los chinos consideraban el Tao (camino) el concepto fundamental de su fi losofa y su tica (Ramrez, 1991, p. 35). Esta relacin con la tica se expresa en una de las acepciones del mtodo: Modo de obrar o proceder, hbito o costumbre que cada uno tiene y observa (RAE, 2001, p. 1016), pues como sabemos, tica (ethos) tiene, entre sus diversos signifi cados, el de hbito, costumbre, carcter.

    Podramos resumir que el signifi cado del trmino mtodo es camino o va para llegar a un resultado, donde podemos visualizar un proceso, claro est que cuando hablamos del mtodo cientfi co, se propone una estructura, unas normas a seguir que nos debern llevar a un buen fi n. Cuando agregamos el trmino tecnologa nos referimos a experimentar, disear, crear y mostrar algo tangible, real, un resultado:

    El trmino tecnologa viene del griego technologua, de tchne, arte, y logos, tratado [] Cmo conciliamos todas estas defi niciones?

    Podramos decir, en resumen, que tecnologa es la aplicacin sistemtica de conocimientos estructurados o cientfi cos a tareas prcticas, tal como la enseanza. No deber confundirse tcnica con mtodo. Mtodo es un modo de decir, de hacer, de ensear, siguiendo ciertos principios y un orden razonado; tambin es un procedimiento y un modo; orden o sistema. En cambio tcnica se refi ere al conjunto de materias o actividades dedicadas a la aplicacin de los conocimientos cientfi cos; es un conjunto de procedimientos de la cual se sirve una ciencia, arte o habilidad.

    Lo dicho anteriormente plantea que el mtodo es el modo de razonar, que las tcnicas son un conjunto de procedimientos para hacer. Si hacemos referencia a Colombia el tcnico tiene un carcter operativo instrumental, mientras que cuando hablamos de tecnologa deberamos decir qu hace un tecnlogo:

    Un tecnlogo desarrolla competencias relacionadas con la aplicacin y prctica de conocimientos en un conjunto de actividades laborales ms complejas y no rutinarias, en la mayor parte de los casos, y desempeadas en diversos contextos. La teora cobra ms preponderancia y sentido para conceptualizar el objeto tecnolgico que le permita visualizar e intervenir en procesos de diseo y mejora. Se logra mayor capacidad de decisin y de evaluacin as como de creatividad e innovacin. Se requiere un considerable nivel de autonoma y, muchas veces, el control y la orientacin de otros. Toda su formacin corresponde a prcticas en la gestin de recoleccin, procesamiento, evaluacin y califi cacin de informacin para planear, programar y controlar procesos que encuentran en la teora razones y fundamentos para la innovacin y la creatividad.

    Por lo cual, el mtodo cientfi co es ms terico y riguroso cuando hablamos de tecnologa. Vivimos en la era de la tecno-ciencia puesto que las investigaciones se estructuran y se gestionan con una visin empresarial e industrial siendo el paso para lograr la instrumentalizacin del conocimiento. Pero cabe aclarar que la tecnologa, y si queremos avanzar, la tecno-ciencia, debe siempre forjarse dentro de una carcter humanista. No olvidemos que el mtodo tiene un signifi cado tico en procura del mejoramiento de la calidad de vida del ser humano.

    Leonardo Valencia Antroplogo

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    INVESTIGADORESINVITADOS

    IN GIRUM IMUS NOCTE ET CONSUMIMUR IGNIJUVENTUD, VIRTUALIDAD Y CONTESTACIN

    Nuevamente su imagen en la ventana. Retrato de perfil a blanco y negro Costado derecho hasta el lmite de la nariz Slo el costado derecho. Cabeza suficiente y buen cuello. Lo dems en penumbra. Mira fijamente intentando sonrer. No puede. Si alguien quiere una ampliacin Su rostro se quiebra. Es as. Hay que dejarlo de ese tamao. Indudablemente un recorte. Cuntos intentos? Cientos Aunque pocos. El mismo tom la fotografa? Ante el espejo de otros. Qu importa? (El Tramoyero, Fabin Sanabria, Taller de Edicin Rocca, Bogot, 2013, p. 13).

    Qu est pasando? Con el epgrafe de una huida evoco la memoria del autor de El Intercambio imposible. La imagen corresponde a la descripcin de un joven cibernauta contemporneo. Alguien que abre un montn de ventanas, chatea y muestra slo un lado de su rostro jams sus sentimientos. Si se quiere estamos ante un seductor cuyos objetos siguen existiendo y simultneamente desaparecen No hay otra escena que la pantalla de su red. Individuos como l han abandonado la trascendencia. Porque hoy la piel es lo ms profundo. Como Guy Debord, Jean Baudrillard fue uno de los primeros socilogos en ilustrar sutilmente los gestos de los agentes de consumo: in girum imus nocte et consumimur igni. Supo retratar irnicamente el prototipo del hombre-mquina, que pretenda realizar sus deseos a travs de la velocidad para convertirse en actor privado de toda dramaturgia. Sujeto entregado a la ficcin? Indudablemente. Personaje tpico del reino del como si, donde todo gira entre ambivalencias y ambigedades que nada deciden, pero que fluyen muy ligero La atraccin fatal que encarna el escurridizo encanto de enmascarar nuestras interacciones sociales por fuera de toda falta.Jams nos cansaremos de retratar nuestra poca. Con las fotografas que incansablemente sigamos tomando podremos observar mejor la miniaturizacin de los cuerpos y los placeres, pues todo est concentrado e inmediatamente disponible. El planeta se abre cerrndose, y las fronteras delimitan cada vez ms tierras de nadie. El exceso nos troquela sealando otra clase de defectos: demasiado poco tiempo, amplias penurias de espacio, mltiples referencias individuales. Nuestro yo, nos asesinan el yo! Los recuerdos se borran y los relatos de mediana duracin desaparecen. Slo es creble lo que se ve y las imgenes se transforman en espectculo. Las actividades domsticas han cedido la plaza en primer plano a los medios. Las escenas del teatro cotidiano tras perder la distancia mnima que protega el rol ms ntimo de sus actores

    Por Fabin Sanabria.Doctor en Sociologa de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Pars

    y antropologo. Ex director del Departamento de Sociologa y Ex decano de la Faculatd de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia.

    Actual director del instituto Colombiano de Antropologa e Historia ICANH Ministerio de Cultura

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    estallan. Ya no hay aberracin sino xtasis comunicativo. Los objetos se han vuelto demasiado visibles y solubles. El mundo es obsceno. En las sociedades contemporneas asistimos al fenmeno de la urbanizacin del mundo, la cual los demgrafos podran comparar con la mutacin identificada por los arquelogos, de hombres cazadores-recolectores a agricultores. De un lado, porque el mundo urbano presenta una desestabilizacin general del entorno (al relacionarse con los aspectos ms dinmicos de la economa) y, de otro, porque genera enormes posibilidades de conectividad que, al extenderse a las ciudades, nos obligan a replantear las relaciones entre interioridad y exterioridad, identidad y alteridad hoy. Si se quiere, el universo que habitamos ya no tendra como metfora primordial del lazo social lo que Georg Simmel llam a principios del siglo XX, El puente y la puerta, sino que se establecera a travs de un laberinto de ventanas. Hay una idea que, de algn modo en la poca contempornea, se liga con el momento de los grandes descubrimientos, con el sueo de los viajeros y exploradores de finales del siglo XVIII y principios del XIX, incluso con la ambicin de los conquistadores que llegaron a Amrica en el siglo XVI: la idea de circunnavegacin. Porque hoy da la navegacin no se da montando en carabelas y atravesando el Atlntico, se trata ms bien de una prctica virtual, desde un sitio cualquiera, encerrado en un cuarto, dentro de un mundo ya no de puentes ni puertas sino de ventanas. A partir de nuestro ingreso a internet algo cambi: adquirimos el tiquete de un viaje sin retorno hacia un nuevo continente, esta vez no fsico sino virtual. Y en ese horizonte, de la misma manera que los navegantes del pasado se enfrentaban a cientos de peligros, tambin se asumen numerosos riesgos. Riesgos de establecer nexos, de recrear lazos? Ese mismo voluntarismo que implicaba antao la nocin clsica de religin (religare), lo revela paradjicamente hoy el viaje virtual: entre ms nos hacemos seas desde una ventana, ms solos estamos. Eso s, a la caza de nuevos enlaces que, a travs de distintos links, nos ligan todo el tiempo. Hay una bsqueda desaforada del otro, as sea ausente, en cada homepage o sitio web que frecuentamos. Tal cual lo revel en sus Formas elementales de la posmodernidad Michel Maffesoli; numerosos mitos antiqusimos podemos rastrear en sagas como las de Harry Potter; e incontables juegos de rol podran reemplazar a cientos de bestiarios y panteones devorados. Hoy da el no puedo vivir sin ti expresa el temor a ser expulsado de internet. Todo es efmero, el universo se ha liquidado, nuestras relaciones son demasiado frgiles y, como lo demostrara Zigmunt Bauman en su caracterizacin de la vida lquida, nadie nos garantiza fidelidad hasta que la muerte nos separe. No obstante, seguimos buscando prncipes azules, continuamos surfeando aunque sepamos que tanta belleza no puede ser verdad y, frente a la pantalla, nos entregamos a las banalidades que impregnan la vida cotidiana, porque la ausencia de Dios pareciera ser la ms insensata constatacin religiosa. Pero somos solicitados y normalmente tenemos derecho a opinar. Ahora mismo surgen nuevos juegos: de expresin, de competicin, de promiscuidad, de azar, de rol. El universo es clido. Los espectros nos fascinan. Hay que decirle adis a las nostalgias del todo tiempo pasado fue mejor, y a las distintas variantes del mito del progreso. Desde hace aos son despreciables los histricos. Se debe disimular en medio de la esquizofrenia, estar abierto aunque se viva confuso, aprovechar la proximidad absoluta pese a la prdida de los lmites, demostrar que se est vivo as nos asfixiemos en el intento. En medio de torbellinos seguimos soando, aunque luces y sombras constituyan un nada que ver para comprobar la inutilidad objetiva de las cosas. Antes haba que esconder el sexo y manifestar lo poltico. Hoy la desnudez de ambos campos traduce su ausencia. Los cuerpos esbeltos se tornan aburridos, y el gora queda abandonada. Pero no todo es nudo

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    ciego, regularidades se verifican. Entre burocracias e ideologas decadentes, asistimos a rituales de transparencia. As abunden los campos de refugiados y multitudes errantes desborden el cosmos, gozamos del complejo de nios rebeldes. Antao nos obsesionaba parecernos a los dems y refugiarnos en el anonimato. Hoy es necesario el s mismo pues los otros virtuales pueden abolirnos. Pero sin tomar la iniciativa! El mayor artificio suele ser la artificialidad tcnica. Por eso exaltamos el detalle y buscamos deslocalizar el deseo: sofisticamos los cuerpos. La seduccin radica en la metfora: desaparecer en vez de morir, movimientos ms puros, enmascaramientos. Precipitarse, desinhibirse. El ms all es aqu y ahora. Cmo vivir nos ha sido dado. Superficies y apariencias conforman mejores territorios. Rasgos instantneos, sin desciframientos. No ms saber ni verdades, tampoco esperanzas. Apuntar siempre al lado, dar rodeos. Exteriorizarse. Entregarse a la coquetera de divagar entre presencias y ausencias. Mundos del medio. Algo muy importante en los viajes virtuales, puesto que nos perdemos, son los anhelos de nuevas mediaciones. Vivimos errando, inventando relaciones con otros desconocidos, distintos, seres artificiales que estn construyendo otras sociabilidades. Al sentirnos inconformes con nuestros cuerpos, con las identidades asignadas, encontramos cibernautas que en internet cambian de sexo y, al chatear, no sabemos si estamos hablando con un hombre o con una mujer, con un viejo o con un adolescente: el ciberespacio tambin es un nuevo continente para travestirse. Eso tambin descompone la nocin de identidad, ya no entendida como un rompecabezas per se y para siempre. Porque no hay una sola identidad sino identificaciones: se improvisa, se inventa, se reinventa, se cambia e intercambia y todo el tiempo transformamos nuestras identidades. De la misma manera que un joven contestatario se deca comunista, ahora puede ser emprendedor, y si antes era catlico en este momento podra convertirse al Islam y despus decirse agnstico, bisexual, emo, punkero, rapero, ponerse tenis marca Adidas y ms tarde usar zapatillas Nike. Son increbles las metamorfosis que, similares a los procesos de circulacin del creer tan caros a Michel de Certeau, se estn dando especialmente para los jvenes en sus laberintos virtuales.

    La juventud estalla en lo virtual Qu ocurre entonces con lo que se ha dado en llamar ciberculturas? Son expresiones del poder de la imagen y del intil goce juvenil. Si nos diramos cuenta del tiempo que no slo los adolescentes gastan en Facebook, en Twitter, en MSN o respondiendo correos electrnicos, concluiramos que abrazamos la inutilidad. Una suerte de adormecimiento. Hay jvenes que cierran temporalmente sus ventanas porque supuestamente pierden mucho tiempo. Qu hay en eso? Nuevas religiones del imaginario, blogs, homepages, juegos de roles, enlaces, rumores, datos falsos y verdaderos. Si ojeamos los comentarios de las noticias en internet, cunta insolencia! Nuestra intolerancia respecto a opiniones ajenas se multiplica, pues enfrentamos realidades fantasiosas que ya nadie controla. Los cibernautas dicen ser felices recortando perfiles, alterando recuerdos, encuadrando fotos, entregndose en cuerpo y alma para que los vean, publicando su vida privada. Flashmob, movilizaciones instantneas, Wikipedia con sus errores maysculos y prejuicios bien conocidos, es lo que de algn modo se ha llamado cultura indisciplinada: siguiendo unos protocolos aparentemente rigurosos, es posible alterar la informacin, calumniar a un autor, asignarle obras que no le pertenecen. Imposturas intelectuales que solo se validan intersubjetivamente y ya no se verifican ante una autoridad (religiosa, poltica, artstica o cientfica) que las certifique. El mundo virtual le ha dicho adis al mito del progreso y a las nostalgias del todo tiempo pasado fue mejor. La concepcin lineal o evolutiva del tiempo ha sido revaluada junto

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    con los grandes relatos de la humanidad. Ante las crisis de la memoria y las migajas de recuerdos que contribuyen a instrumentalizar polticamente muchos olvidos y a transformar el mundo en espectculo, hace una dcada, Francis Fukuyama afirmaba que se trataba del fin de la historia. Hoy se pretende borrar, incluso, de algunos manuales escolares el episodio nazi, se justifican democrticamente las invasiones y colonizaciones de todo tipo, o se declara guerra abierta a otras naciones en nombre de la libertad de someter al otro. En todo caso, si de fin es necesario hablar, es mejor referirse a la culminacin de un sentido nico de la historia, a la clausura de otro momento envuelto en la sobre-abundancia de acontecimientos, presentados desordenadamente, agrandados o empequeecidos segn las conveniencias establecidas por los nuevos rdenes de los medios masivos de comunicacin. Paralelamente, el espacio de lo virtual se abre cerrndose. Los emporios ms poderosos se unifican y las fronteras se cierran para los excluidos del nuevo orden tecnolgico. Mltiples imgenes y voces se proyectan y retumban a diestra y siniestra, con sus efectos perversos, ignorados por la mayora que, ciegamente, es incapaz de determinar quin dice qu entre tanta informacin conocida y reconocida, pero al mismo tiempo desconocida. Habitamos el mundo del simulacro, caracterizado por excesivas representaciones y dramatizaciones, que envuelven las decisiones polticas en un ambiente tragicmico, a veces circense, generalmente reproductor del orden establecido. Y todo parece ser un signo: la juventud estalla en sus creencias y las creencias estallan en la juventud a travs de un desbordamiento que genera, en el mejor de los casos, una circulacin mercantil del creer y del sentido que altera desproporcionadamente toda economa de bienes simblicos. En la virtualidad, como otrora en el mbito religioso, se multiplican y desdoblan procedimientos que crean la ilusin de un sujeto transparente, capaz de optar y de decidir libremente. Algunos autores reivindican la abstraccin de la cultura como texto y olvidan que al hacer ese ejercicio, tpicamente escolstico, hablan ms de ellos mismos que de los otros que pretenden interpretar. Cada quien va por su lado sin contar esta vez con un Dios para todos, en el inmenso maremgnum de produccin y reproduccin individual de sentidos, donde se multiplican biografas, autobiografas, historias de vida y relatos estereotipados de conversiones, envueltos en retricas especulativas y nuevas publicidades. No obstante, ante la parafernalia dominante de las industrias y nuevas tecnologas culturales, las invenciones y astucias de lo cotidiano generan bricolajes y braconages, similares a los mestizajes y sincretismos religiosos que repugnan al orden dominante, incluidas all las categoras cientficas de clasificacin del mundo, por considerar esas mezclas como indignas del pensamiento y contrarias al orden social. En medio de esa enorme huida del porvenir, la poblacin joven o la juventud que quisiera ser ms que un nombre, algunas veces se pregunta: cmo reintegrar la subjetividad?, cabe hablar an de heterotopa (en sentido foucaultiano) del sujeto?, es plausible inventar otras vanguardias e inscribirlas en lnea creyentes (estticas o ticas) de continuidad hacia el futuro? Si globalmente se ha pasado del lugar organizador al no-lugar movilizador del sentido, saturado de identidades y alteridades que apenas se rozan en su rechazo de la historia, es factible recrear el lazo social en contextos de prdida progresiva de la memoria?

    Una pequea digresin: de profesor a escritor? Hace cuatro aos, cuando fui designado decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, me di cuenta de que deba recapitular buena parte de mi vida, pues sta resultaba sumamente paradjica: de nio jugu cuatro clases de juegos, pero slo uno me qued gustando. Primero quise ser astronauta ponindome una careta y saltando descalzo

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    encima de una colchoneta, luego me encant ser conductor de trolebuses, despus quise ser fraile franciscano como Severo Velzquez un sacerdote que contribuy a la cada del dictador Gustavo Rojas Pinilla y, desde la tarde en que me matricularon en la escuela, me dediqu a ser profesor de alumnos imaginarios. Recuerdo que guardaba las tizas que quedaban dispersas en los salones al final de cada jornada y, con una almohadilla que me serva de borrador, improvis un tablero en la puerta de mi cuarto para repetir las clases que los maestros impartan. As me enter desde muy pequeo del rollo de la pedagoga; de cmo los profesores de los colegios pblicos deban laborar en varios establecimientos para ajustarse un mejor salario; de las imposturas que cual actores de teatro los docentes, sin darse cuenta, mantenan del aterrador campo de juego que, forjando un mundo acadmico en vez de liberador de los sueos y deseos juveniles, resultaba bastante alienante; de los sistemas de calificaciones que para nada me gustaban y; especialmente, de cmo lo bueno y lo malo en s, eran convenciones morales bastante relativas: un vaso de agua para un sediento era magnfico, pero poda ser mortal para un ahogado. De ese modo aprend a ser profesor, hasta que comprend que odiaba profesar verdades que en realidad eran creencias, aun las teoras cientficas ms elaboradas. Debo aclarar que tuve la fortuna de ser hijo legtimo de la educacin pblica, y que estuve casi siempre becado, desde la Escuela Modelo del Norte, pasando por el Colegio Repblica de Colombia, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Pars VIII, y la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Pars. Igualmente, en mi repertorio profesoral influyeron excelentes maestros: Luca Rincn Gmez, Elizabeth Beltrn Trujillo, Gilberto Romero, Mara Clara Segura, Ins Marina Viscano de Cubillos, Guillermo Pramo, Ana Mara Bidegain, Carlos Eduardo Vasco, Antanas Mockus, Cornelius Castoriadis, Marc Aug, Danielle Hervieu-Lger, Jacques Derrida, Pierre Bourdieu y Michel Maffesoli entre otros, cuyos lter Ego imaginarios deambularon y deliraron conmigo a lo largo de ms de cuatrocientas pginas que conformaron mi segunda novela. De algn modo me sent hecho de sus voces y gestos y, como lo confes hace poco, a pesar de la irona trat de rendir un homenaje a esos maestros, humanos demasiado humanos, porque en dos palabras: soy ellos. Ahora bien, tratando de precisar el origen de esa ficcin, debo subrayar que tras desempearme como decano de la Nacional me dio una gripa tremenda que por descuido se volvi una neumona que casi me manda al otro lado. Estuve diecisis das en un coma inducido que, delirando, me puso a recrear casi cuarenta aos, sin censuras. As surgi Profesor?, la segunda novela de mi anunciada tetraloga Autoficciones. Con signos de interrogacin porque afortunadamente me di cuenta de que en esta vida nadie ensea, del mismo modo que los mdicos no curan. Entonces me dispuse a narrar y a describir en dos historias paralelas, prrafo a prrafo, a lo largo de diecisis captulos, en presente y a color mi estado de salud crtico, y en pasado y a blanco y negro mis juegos profesorales con cientos de jvenes que por considerarlos demasiado serios no quiero tomarlos en serio. Desde El Tramoyero, mi pera prima sobre las imposturas masculinas que el colega y amigo Hernando Salcedo est traduciendo para publicarla en francs, he querido ensayar una escritura que exige ser leda en voz alta. De algn modo el tono teatral se impone, y eso se corroborar cuando en algn escenario vanguardista se organice un cabaret literario a partir de mis escritos. De momento tambin debo sealar otro riesgo: en mis dos novelas (El Tramoyero y Profesor? y espero que as sea en las dos que siguen: Monigotes y Gcheras...-, no hay comas, lo cual no implica que las aposiciones que marcan el comps de las frases no estn sealadas. Todo lo contrario, por medio de letras maysculas Salto por encima del vaco que las faltas de comas obligan al lector a dar. Por qu eso? Por una influencia beckettiana de la que no puedo

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    desembarazarme, pero sobre todo por culpa de las malditas redes sociales especialmente de Twitter, de la que ya no logro escapar. Adems es un estilo que simple y llanamente me gusta; en vez de comas Pongo una letra mayscula para no decir Ella toca el violn y l la viola sino Ella toca el violn y l La viola Y ya. Debo contar adems otra osada: con Profesor? quise ser titular de la institucin a la que simblicamente y cada vez ms rodeado de jvenes, pertenezco, nombrando incluso la ctedra que en un futuro, con todo fervor, quisiera orientar (hoy gozo de una comisin ad-honorem de la Universidad Nacional de Colombia para desempearme como Director General del Instituto Colombiano de Antropologa e Historia ICANH). Por supuesto que ese atrevimiento me fue negado del modo ms burocrtico. Para hacerle la peor propaganda a mi segunda novela, simplemente parafraseo la sustancia de los tres sapientes conceptos que annimos colegas rindieron sobre el particular. El ms benigno seal que el autor de un texto tan difcil no poda promoverse porque ste careca de objetivos, hiptesis, metodologa y marco terico. La siguiente evaluacin adujo que jams leera algo tan irreverente, que se burlaba faltndole al respeto a sus compaeros profesores, salvo porque el rector se lo peda. Y la ltima perla la esgrimi una noble dama: veladamente pide que se investigue al perverso profesor que se atreve a ensear en la ms prestigiosa universidad pblica de Colombia.

    Querer Creer Vislumbrar... Hay un tercer verbo en el ltimo poema escrito por Samuel Beckett, poco antes de fallecer, Cmo decir? (Querer Creer Vislumbrar) que nos sugiere que las imgenes de lo virtual hoy podran ser la anticipacin de un cierto advenimiento, en el cual una voz trata de hacerse escuchar, pero resulta problemtico y molesto para las ciencias sociales esa evocacin potica. Podra acaso restitursele a los ideales, como antao a lo religioso, su creatividad social especfica? Para m, el vitalismo de autores ms prximos al arte que a la ciencia nos ilumina, porque en un horizonte incierto, sus obras constituyen oasis para no dejar caer todo en la cobarda suicida de un total desencantamiento del mundo.Es claro que los vnculos virtuales de hoy no proceden tanto de las instituciones sociales sino, ms bien, son testimonios de universos que estallan y de realidades que se descomponen. Ese desorden, del cual Georges Balandier ya hizo el elogio, muestra sin embargo la dinmica de una espiritualidad, antes que de una religiosidad. La fuerza del creer corporal, antes que de un sistema especulativo. Y han sido esos intentos de creer quienes, aunque suelen ser vistos como desrdenes, a m me seguirn inspirando. De suerte que surfear en el mundo virtual es lanzarse a un abismo entre proximidad y lejana. Esto es esencial porque en el ciberespacio los jvenes sin quererlo proclaman: ahora somos digitales. El sexo se vuelve escptico y los hervores y humores del cuerpo, aspticos. Entre ms fluida sea una persona, ms vegetariana y casta, ms rpido limpiar la sangre, el semen y todas esas secreciones que manchan y contaminan. Ms pronto se convertir en sujeto obsesionado por la transparencia. Rozarse sin tocarse, all se construye una pluralidad de sentidos, una ligereza y seduccin donde curiosamente se vislumbra una intimidad conservadora. En el laberinto virtual se diluye la idea del deber ser: hay cosas que se ganan y otras que se pierden, algunos objetos son hermosos y otros horrendos, lo uno y lo otro. Conformamos cuerpos mstico-erticos que desarrollan otra clase de espiritualidad. Establecemos relaciones instantneas que constituyen el principio de otra clase de pornografa.Ocurre que los vnculos virtuales de hoy pueden realizar, sin darnos cuenta, el trnsito de la ficcin del mismo a la realidad de lo plural, subrayado como fin de milenio por Patrick Michel; al hablar

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    del creer, se finge estar hablando de ste, pues se habla en realidad de otra cosa; y al no hablar del creer, se finge no hablar de ste, no hablando sino del mismo. Ese fenmeno, que es ante todo un juego de lenguaje, se llama metonimia, y es la mejor manera de referirnos a las dinmicas instauradoras de sentido que, a travs de lo virtual, se entrecruzan involuntariamente en las sociedades contemporneas. Los vnculos virtuales constituyen ya un cuerpo colectivo, un mbito de encuentro. Basta pensar en Skype o en todo el arsenal de cmaras para ver o ser visto. Como bien lo ha dicho en mltiples ocasiones Michel Maffesoli, en el ciberespacio nos topamos con el pegamento de la vida, quedamos enlazados, atados: Second life, My space, Facebook son laberintos que nos envuelven e incitan. De algn modo, el rito ha sido reemplazado por el juego. Chatear para decir naderas, jugar sin ms, porque no pesa tanto la explicacin mtica. Esto no quiere decir que no haya idelogos de los nuevos laberintos, moralistas y nostlgicos de lo absoluto que sigan diciendo: el laberinto es para enfrentar al diablo y sus tentaciones, ese espacio contiene trampas y ha sido construido para vencer al Minotauro. Independientemente del mito que se construya sobre la estructura del laberinto virtual, lo que cuenta es el campo de lo onrico, no tanto la figura del peregrino que recorre el camino de Compostela, o del hroe que se propone vencer al demonio. Ms que el proyecto, lo que cuenta es el trayecto, simplemente el estar all y punto. Creencias metonmicas porque los jvenes comprometidos con una causa se convierten en actores que desarrollan una serie de tcticas y astucias de hacer creer para poder creer, lo que desempea un papel decisivo en los lugares donde se busca lo que ya no est. Porque efectivamente, dos resortes tradicionales suelen estar presentes en quienes reinventan el sentido social a travs de lo virtual hoy: de un lado, la pretensin de hablar en nombre de algo real que, es a la vez principio de lo que debe ser credo (una totalizacin), y principio del acto de creer (un deseo). De otro lado, la capacidad que tiene el discurso autorizado para dar cuenta del acontecimiento, pues a travs del mundo virtual se distribuyen elementos organizadores de prcticas, es decir, otras normas de fe. As, la fuerza meditica logra que los destinatarios no estn obligados a creer lo que no ven, sino como lo subray en diversas ocasiones Michel de Certeau, justamente lo que presencian. Del mismo modo que una imagen vale ms que mil palabras, la constatacin contempornea del creer se realiza estrictamente a partir de lo que se ve.Metonimias del creer porque se corrobora que la creencia no puede decirse a travs de convicciones directas, sino por medio de lo que es presentado para creer. La creencia no reposa ya sobre una alteridad invisible escondida en las alturas, sino sobre otras cosas visibles que sealan lo que debe ser credo. En lo virtual, creer funciona sobre el valor real supuesto a un otro, sin importar el lugar que ste ocupe en el mundo: en realidad, habla un nada que calla la prdida de lo que no puede decirse y, all, ante esa lucha por la vida (en un tiempo accidentado donde fracasar es indisociable de simbolizar y simbolizar es indisociable de fracasar), en esa anarqua del claro-oscuro cotidiano, omnipresente entre los efmeros vnculos virtuales de hoy, es donde algo inefable se dice.

    Apocalpticas juveniles y heterotopas virtuales

    Es posible que evocando el Apocalipsis entremos en una empresa de delirio. No obstante, si el fin de un mundo no es el fin del mundo, la respuesta ha sido dada por Henri Desroche: Por qu no? Hay delirios que tienen su lgica especfica: la de las sociedades calientes que se diferencian de las razones que permiten el funcionamiento de las sociedades fras, o de las

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    sociedades que se enfran. Esos delirios surgen del rito ldico y del teatro cotidiano, y se abren al lirismo surrealista y a las representaciones dramticas contenidas en la Babel del entusiasmo creador.

    Cierto, esos delirios movilizan n comercios de bienes, de ideas y amores: egotismos que proyectan sed de infinito. Estticas juveniles que seducen, que atraen y atrapan. El mundo de los vnculos virtuales est lleno de aventura. All se pueden rastrear al menos tres tipos de coquetera, similares a los ilustrados por Georg Simmel: yo quiero, pero usted no va a poder; yo no s si quiero y no s si usted se atreva; usted puede, pero yo no quiero. Liturgias que recuerdan comunes uniones. Con el ingreso avasallador de la juventud al mundo en internet, se vive comulgando: con una banda de rock, cuando se es afn a un grupo, a un blog. Los contenidos poco importan: interesan los continentes, las formas, los gestos, no tanto la materia sino la manera. Lo imperdonable del ciberespacio suele ser: cmo me hace usted eso a m, de esa manera? Los lazos sociales concluyen, como bien lo subray Zigmunt Bauman en su Amor lquido, al oprimir la tecla delete. Del mismo modo, al inicio lo que cuenta es el sitio, cul es el tuyo?, all nos encontramos. Es el retorno de lo arcaico, la eficacia contagiosa de viejas mitologas, de mscaras y vestimentas de antao, una predominancia de lo gtico. Volvemos al rgimen nocturno de la imagen, a los amuletos, talismanes y tatuajes, al tiempo de las tribus, a esa gran cantidad de trazos que marcan el cuerpo: a un cierto re-encantamiento del mundo. Algunos dirn que esas son slo imgenes, a lo sumo figuras para una fantstica trascendental. Efectivamente. Pero esas imgenes son un delirio bien fundado. Delirio que nos evoca la memoria colectiva y, en ciertos casos, la resurreccin de panteones devorados. Porque todo ocurre como si la memoria motriz fuera ms coherente y durable que la memoria del recuerdo, como si la situacin de enfrentar un pasado oscuro y temer un porvenir incierto recordara que la memoria destituida fuera al mismo tiempo una memoria juvenil restituyente, ms an, constituyente Ahora bien, las apocalpticas del creer (que reiteran cmo el fin de un mundo no es el fin del mundo), presentes en los vnculos virtuales de hoy, implican una demanda colectiva que denuncia la destitucin de un recuerdo y pide la restitucin de un olvido. La imaginacin de los jvenes encuentra en su estallido social a la conciencia y memoria colectivas, ella ofrece a la primera la revitalizacin de un culto y, a la segunda, la reactivacin de su propia referencia. Busca una tradicin ms profunda al resucitar un pasado muerto u oculto para restituirle la vida: el proyecto de un despus valida entonces el recuerdo de un antes. De suerte que esto nos conduce a descubrir, tal vez, la sociodisea de una esperanza: nuevas identidades y otras alteridades. Todo ocurre como si en la experiencia de relacionarnos virtualmente hoy, el encuentro con otros que creen en lo mismo o en algo semejante, produjera un campo de sentido. El problema se presenta cuando una visin hegemnica pretende imponerse sobre las dems; la dificultad mayor se concentra en el exceso o en el defecto de imaginacin colectiva (el exceso resultando alienante; el defecto, suicida). En todo caso, siguiendo a la Sociologa de la esperanza de un Henri Desroche, tres funciones se pueden detectar: la primera, una funcin de alternancia, es decir, de experiencia de lo inverosmil; la segunda, una funcin de altercacin que busca contemplar la posibilidad de ser s conjugada a la necesidad de ser otro; y la tercera, una funcin de alternativa, que traduce la puesta en escena de una teatralizacin social: una dramaturgia. En ese horizonte, de la misma manera que existen espacios ntimos donde los sueos y mitos se realizan, en las sociedades contemporneas emergen escenarios absolutamente otros, que reflejan y contradicen los lugares fsicos donde estamos emplazados. Tales son las ventanas

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    del ciberespacio que desbordan lo actual y lo cotidiano, entretejiendo los Vnculos virtuales de hoy. Heterotopas en sentido de Michel Foucault, las cuales recomponen el sentido por medio de crisis o desviaciones, apropiacin de sitios, yuxtaposicin de espacios, recortes de tiempos, aperturas o cierres, ilusiones o compensaciones He ah los nuevos mbitos donde otras voces, textos e imgenes se proyectan a travs de mltiples redes sociales (Facebook, LastFM Twitter, Wikipedia, Google, YouTube, YouPorn, y dems webs) que, abordadas desde la experiencia del investigador de las creencias y subjetividades actuales, nos aproximan de otro modo a una antropologa de la ficcin contempornea para querer-creer-vislumbrar los desafos del lazo social hoy.

    Finalmente, contra la visin banal de lo fatal, vale la pena plantearle a los jvenes una perspectiva fatal de lo banal. Una reversin inmanente de todas las empresas racionales de estructuracin del poder. En la excrecencia productiva, en la relacin con el cuerpo, an en la monotona existencial pareciera esbozarse lo contrario de una servidumbre voluntaria: un genio de la indiferencia que se opondra sagazmente a todas las iniciativas de sentido y diferencia, algo fundamentalmente indito de la desviacin por exceso, una reversibilidad que mana de nuestras transgresiones ingenuas. En ese horizonte, lo social crea condiciones fatales para l mismo, la historia se desdibuja dando lugar a formas enloquecidas y extticas, las masas se sitan sin proponrselo en el punto muerto de un sistema alienante donde desaparecen. El universo se ha dejado sorprender un instante. La fatalidad slo implica metamorfosis de los efectos, una anticipacin del final que no podr ser franqueado, enigma perpetuo, si se quiere fata morgana, tentacin de pasar al otro lado negando el futuro de las cosas. Y aunque resulta absurdo el devenir objeto del sujeto, no es menos inconsecuente que convertir en sujeto al objeto. El objeto entonces se oculta contando su propia fbula. Tal vez volvindose destino, signo ms puro, forma pasional que se cristaliza y puede vengarse. Ingresamos a la pasin de ser objeto, porque el sujeto ya no posee el monopolio de la seduccin. sta ms bien es el campo del objeto, cargado de astucia, desafo y venganza. Y ese mbito no podr ser ms ocultado por el sujeto, pues estamos en el reino de las pasiones a secas, donde no hay ms autonoma ni responsabilidad sino indiferencia: pasiones de astucia, de silencios, de conformidad con ataduras gratificantes, opuestas al deseo de libertad y trasgresin. Y qu resta de esto?, impaciencia. La maravillosa experiencia de no buscar un sentido sino mezclar afanosamente las apariencias.

    Hace algunos aos, en otro escenario, tuve el honor de evocar a Jean Baudrillard, autor de cientos de publicaciones postmodernas. Concluyendo estas lneas no puedo dejar de sonrer ante ese apelativo, con el que tras su partida los medios de comunicacin sellaban su obra. Cuando Baudrillard lanz su libro del change impossible, recuerdo haberlo escuchado en la Rue Royale del Espacio Paul Ricard, donde lo invitaba frecuentemente Michel Maffesoli. En estos das he encontrado las notas de aquella velada. Me resta transcribir las ltimas expresiones de aquella ocasin: Los objetos son as y basta, teoricmoslos desapareciendo, siendo cada vez ms irnicos y seductores que ellos, tal vez ms reales, reconociendo que cabe lo posible en el trmino im-posible, practicando el exorcismo de la fatalidad. Seamos estoicos: si el mundo es nuestro destino fatal, seamos ms fatales que l si el otro que anhelamos nos mira indiferente, hay que vencerlo seducindolo con una indiferencia ms noble que la suya.

    Parque arqueolgico de San Agustn, 7 de julio de 2013

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    Resumen

    Este artculo hace parte de la investigacin terica Sobre el enfoque hermenutico o acerca de otra posibilidad para la construccin de conocimientos que se pregunta cmo el enfoque hermenutico posibilita la construccin de conocimientos? y pretende indagar en la obra de Hans-Georg Gadamer el concepto de experiencia hermenutica para proponer un proceso para la construccin de conocimientos desde un enfoque hermenutico. En este artculo, interpretando a Gadamer, se postula la dialctica como fundamento para plantear un problema de investigacin cualitativa con enfoque hermenutico. Se parte de una comprensin de la dialctica, desde Hegel y Marx, para posteriormente analizar el problema del mtodo planteado por Gadamer en su texto Verdad y Mtodo en tanto tesis, anttesis y sntesis. Se propone que el problema de investigacin desde la hermenutica expresa una contradiccin entre la tesis y la anttesis para conciliar en la sntesis, la cual toma la forma de pregunta de investigacin.

    Palabras claves: dialctica, hermenutica y pregunta de investigacin.

    Abstract

    This paper belongs to the theoretical research About hermeneutics focus or about another possibility to build knowledge which is asked how does hermeneutics focus make possible the building of knowledge? and such to investigate the concept of the hermeneutic experience in the work of Hans-Georg Gadamer to propose a process for knowledge constructing from a hermeneutics focus. In this article, interpreting Gadamer, dialectic is advanced as foundation to expound a problem in a qualitative research with hermeneutics focus.

    Key words: dialectic, thesis, antithesis, synthesis, research question.

    ENTRE LA DIALCTICA Y LA HERMENUTICA O SOBRE UNA PREGUNTA PARA CONVERSAR SOBRE LO QUE DEVIENE

    Elvia Mara Gonzlez AgudeloDoctora en Ciencias Pedaggicas

    Profesora Universidad de Antioquia

    Lina Mara Grisales FrancoDoctora en Educacin

    Profesora Universidad de Antioquia

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    EL PROBLEMA DESDE LA HERMENUTICA SE MANIFIESTA COMO DIALCTICO

    Para comprender cmo se esboza un problema, enunciado en forma de pregunta, para generar experiencia hermenutica que provoque un conocimiento nuevo, es prudente remitirse al problema planteado por Hans-Georg Gadamer en el libro Verdad y Mtodo, en su primer captulo La superacin de la dimensin esttica y su primer acpite Significacin de la tradicin humanstica para las ciencias del espritu dnde titula El problema del mtodo. En el proceso de anlisis se va comprendiendo que el problema all planteado se desarrolla en forma de dilogo, se le pregunta constantemente al texto, pero este continuo del preguntar, claramente divide el texto en perspectivas epistemolgicas sobre las ciencias que se contraponen albergando una tesis, una anttesis y una sntesis; es decir, el enunciado de un problema desde un horizonte hermenutico se expresa en trminos dialcticos:

    La dialctica como arte del preguntar slo se manifiesta en que aqul que sabe preguntar es capaz de mantener en pie sus preguntas, esto es, su orientacin abierta. El arte de preguntar es el arte de seguir preguntando, y esto significa que es el arte de pensar. Se llama dialctica porque es el arte de llevar una autntica conversacin (Gadamer, 1997: 444).

    El arte de llevar una autntica conversacin es cosa de la filosofa desde sus inicios en occidente. Scrates, Platn y Aristteles fueron grandes maestros del dilogo, pero cada uno con una visin singular, Scrates con la mayutica, Platn con la dialctica y Aristteles con los dilogos de discusin cientfica, veamos:

    Scrates, filosofaba en las calles y en el Gimnasio. El Gimnasio, lugar donde los cuerpos se desnudaba fsicamente para hacer ejercicio, y mentalmente, en bsqueda desinteresada de la verdad. Scrates con una conversacin obsttrica, valindose de la interrogacin y la objecin continua, suscitaba preguntas y respuestas de sus interlocutores, quienes supuestamente saban del asunto en mencin, sacndolo de sus cavilaciones intelectuales para instalarlo en su ser y en su vida, hasta colocarlos en situacin de reconocer su propia ignorancia, momento lgido, como camino hacia un verdadero conocimiento, no sin antes emitir, su clebre frase slo s que nada s, momento de la irona, que daba paso a la mayutica o la construccin de una verdad

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    definida como universal, a la que muy pocas veces se llegaba. Era el saber, el no saber, y el saber posiblemente otra cosa. Una triada.

    As, Platn escuchaba en el Gimnasio a su maestro Scrates y hered de l la mayutica, la que utiliz en los inicios de su Academia, el distrito silencioso rodeado de olivos; pero con el pasar de los aos, opt por la escritura, pensar ligado al lenguaje escrito implica el manejo de la gramtica, de lo abstracto, el mundo de las ideas, la elaboracin de conceptos y sus relaciones. Asumi entonces la dialctica, el dilogo de las ideas, abandonado la oralidad y sus preguntas que hurgaban en el otro desde la irona y la ignorancia, pues Platn consideraba que el verdadero conocimiento debe provenir desde el interior del alma misma y que nada de lo aprendido bajo coaccin permanece fijo en la mente (Cherniss, 1993: 95).

    En la dialctica hay, por lo menos, dos logoi que se contraponen entre s, dos razones o posiciones entre la cuales se establece una confrontacin de donde emana el dilogo, hay una especie de acuerdo en el desacuerdo; pero tambin una especie de sucesivos cambios de posiciones inducidos por cada una de las posiciones contrarias (Ferrater, 1994) de donde fluye el saber, el saber de las ideas contrarias, dos que posibilitan un tercero. En Platn, el que sabe preguntar y responder es el prctico o especialista del dilogo, esto es el dialctico (Crat. 390 C, citado por Ferrater, 1994:877).

    As, Aristteles escuchaba y lea en la Academia a su maestro Platn. Aristteles hered y utiliz la dialctica por aos, en tanto una vida en comn con el fin desinteresado de conocer, pero se traz como objetivo reducir el mundo finito de la experiencia a un conjunto de categora bsicas e inmutables (Bowen, 1979: 170). Era el surgir de la ciencia en El Liceo, ubicado en el bosque, en la naturaleza, donde Aristteles se paseaba, observaba y discuta con sus discpulos. Los dilogos de las ideas Platnicas quedaron atrs, pues Aristteles vio en ellos una forma no demostrativa de conocimiento, es disputa y no ciencia, probabilidad y no certidumbre, induccin y no propiamente demostracin (Ferrater, 1994:867). Aristteles fue fundamentalmente emprico, indagaba en la naturaleza y escribi sus propios dilogos, pero a diferencia de Platn, invent un nuevo gnero de dilogo literario, a saber, el dilogo de discusin cientfica que consista en afianzar sus teoras sobre una base slida, de ah que sus escritos llevasen el sello de un estilo acadmico, con constantes citas de autores anteriores, un anlisis de sus argumentos, una crtica de sus errores y finalmente, la presentacin de una nueva teora basada en una consideracin de los fallos anteriores (Bowen, 1979: 171-172). Un saber anterior, un anlisis del saber anterior y una nueva propuesta, nuevamente tres en el dilogo.As la dialctica se fue desarrollando, entre seres que dialogaban entre ellos, desde su no saber,

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    desde el ser de las ideas y desde el ser de la naturaleza, llevando una conversacin que mostraba algo, de donde emanan desacuerdos que hacen fluir el saber cotidiano, ideal o real, hacia otra cosa. El dilogo desde Scrates, Platn y Aristteles, se manifiesta como una relacin entre dos que se confrontan, pero no se quedan all, continan hacia un tercero. Estos tres momentos latentes en los griegos se explicitan en algunos filsofos ms modernos como Hegel y Marx, dos expositores que, dialcticamente, se contradicen entre s. Hegel (1973), plantea la dialctica como el mtodo encaminado a superar las oposiciones de dos trminos, tesis-anttesis, en uno nuevo, la sntesis. Segn Larroyo, para Hegel la evolucin del pensamiento (y con ella de la realidad) se lleva a cabo a travs de una afirmacin (tesis), una negacin (anttesis) y una conciliacin de los contrarios (sntesis), en la que se supera la parcialidad de aquellos, pero conservando su contenido positivo (Larroyo, 1973: XXXIX). En Hegel, cada una de las partes de la dialctica es un todo filosfico, un crculo que se cierra en s mismo; pero la idea filosfica est dentro de l en una determinacin o elemento particular. El crculo singular, siendo en s mismo totalidad, rompe tambin los lmites de su elemento y funda una ms amplia esfera: el todo; el todo se pone as como un crculo de crculos, cada uno de los cuales es un momento necesario; as que el sistema de sus peculiares elementos constituye toda la idea, la cual aparece, adems, en cada uno de ellos (Hegel, 1973:15). As es como para la ciencia lo esencial no es tanto que el comienzo sea un inmediato puro (o el abstracto racional o el ser), sino que su conjunto sea un recorrido circular en s mismo, en el que el Primero se vuelve tambin el ltimo, y el ltimo se vuelve tambin el Primero. (Hegel, 1976:66). La lnea del progreso cientfico se convierte as en un crculo.

    En la primera parte de la Enciclopedia de las Ciencias Filosficas, la Ciencia de la Lgica, Hegel explica cada uno de estos momentos como partes del hecho lgico: El hecho lgico presenta, considerado en su forma, tres conceptos: ) el abstracto racional; ) el dialctico o negativo racional; ) el especulativo o positivo racional. Estos tres aspectos, no es que formen por s mismos tres partes de la lgica, sino que son momentos de todo hecho lgico, real; esto es, de todo concepto o de toda verdad en general (Hegel; 1973:79).

    Interpretando cada uno de los momentos, el abstracto racional suele entenderse como la tesis, como una afirmacin cualquiera, una realidad, un concepto. Pero esta afirmacin lleva en sus entraas un contrario, ya que la realidad no es esttica, sino dinmica. El segundo momento, el dialctico o negativo racional, se entiende como la anttesis, como la negacin de la afirmacin anterior, ya que es esa contradiccin el motor de la dialctica. Este momento negativo es lo que

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    hace dinamizar la realidad. Y el tercer momento, el especulativo o positivo racional, se entiende como la sntesis, como la superacin del conflicto, la negacin de la negacin anterior. Los dos momentos anteriores son a la vez eliminados y conservados, es decir, elevados a un plano superior. La sntesis conserva todo lo positivo que haba en los momentos anteriores. Por eso la sntesis es enriquecimiento y perfeccin, es la seguridad de que la realidad est en constante progreso. La sntesis se convierte inmediatamente en tesis del proceso siguiente, a la que se opondr la anttesis para dar lugar nuevamente a una sntesis que ser a la vez la tesis del proceso siguiente: todo est en constante progreso dialctico.

    Dado que esta filosofa de Hegel es un idealismo absoluto, entendiendo por idealismo la filosofa que pone al espritu humano como fundamento de todas las cosas, Marx hace una crtica a este modelo dialctico y propone el materialismo dialctico. En consecuencia, despus de Hegel, se produce un brusco viraje del idealismo al materialismo. Marx propone transformar la grandeza del espritu por la realidad concreta de la materia.

    Para el materialismo dialctico slo existe una realidad material que posee un carcter dialctico: la causa de sus cambios y movimientos tiene lugar por la lucha de contrarios inherente a la propia materia y su contradiccin. El materialismo dialctico es una inversin de la dialctica hegeliana, tal como lo expresa Marx, en El Capital:

    Mi mtodo dialctico no slo es fundamentalmente distinto del mtodo de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la anttesis de l. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que l convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para m, lo ideal no es, por el contrario, ms que lo material traducido y traspuesto en la cabeza del hombre. [] El hecho de que la dialctica sufra en manos de Hegel una mistificacin, no obsta para que este filsofo fuese el primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que en la dialctica aparece en l invertida, puesta de cabeza. No hay ms que darle la vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y en seguida se descubre bajo la corteza mstica la semilla racional. (Marx, 1976: XXIII-XXIV)

    En Marx, la dialctica toma un sentido nuevo: Se hace una tcnica, un arte, una ciencia: una tcnica en tanto discusin dirigida y orientada de dentro hacia la coherencia racional; un arte, en

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    cuanto analizar los mltiples aspectos y relaciones de las ideas y las cosas, sin perder su esencia; y una ciencia que separa lo que hay de verdadero en todas las ideas contradictorias entre las que oscila el pensamiento. (Iribarne, 1971:162)

    Segn Iribarne el materialismo dialctico propuesto por Marx, se caracteriza por dos aspectos:

    Primado del contenido: La dialctica materialista confiere expresamente el primado al contenido. La primaca del contenido sobre la forma no es por otra parte ms que una definicin del materialismo: el materialismo afirma esencialmente que el ser descubierto y probado como contenido, sin que se le pretenda definir a prior, y agotarlo, determina el pensamiento. Lo propio del materialismo de Marx, por oposicin al idealismo y la especulacin, es renunciar a la pretensin vanidosa de modelar las cosas sobre nuestros conceptos, sino al contrario, modelar modestamente nuestros conceptos sobre las cosas. De esta forma se echa por tierra esa actividad subjetiva creadora de objetos mentales de Hegel. El pensamiento no crea los objetos.

    Anlisis del contenido: Esa dialctica materialista es un anlisis del movimiento de este contenido, y una reconstruccin del movimiento total. Es as un mtodo de anlisis para cada grado y para cada totalidad concreta, para cada situacin histrica original. Al mismo tiempo es un mtodo sinttico que se toma por tarea la comprensin del movimiento total. No culmina en axiomas, en constancias o permanencias, o en simples analogas, sino en Leyes de desarrollo. [] Los conceptos para el materialismo dialctico son hiptesis a verificar en la prctica, y la hiptesis es siempre a la vez punto de llegada y punto de partida. Son puntos de llegada, en cuanto que parte del contenido, y son puntos de partida, en cuanto que necesitan de nuevo la verificacin del contenido, la prctica. (Iribarne, 1971:164-170)

    As, el primer momento del anlisis de contenido corresponde a la representacin terica, la cual es una reproduccin de la realidad concreta con una estructura y movimiento interno. Aun siendo terica, remite a lo concreto real y de l depende por completo, puesto que es su fin (Iribarne, 1971:169). El segundo momento del anlisis de contenido corresponde a la abstraccin, el momento negador, que hace que lo real progrese, dado que la negacin es el motor del movimiento (Iribarne, 1971:170). Finalmente, los dos momentos anteriores se sintetizan en la praxis. Para Marx, la praxis se trata de una relacin activa para la transformacin de la realidad

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    [] Esta transformacin de la realidad toma dos aspectos dialcticos y por tanto inseparables aunque diferenciados de alguna manera, transformacin de la naturaleza y transformacin de la sociedad [] Esta praxis, es en definitiva, la produccin del hombre por s mismo (Iribarne, 1971:172)

    Entonces, haciendo un paralelo entre la dialctica hegeliana y el materialismo dialctico, tenemos que mientras en Hegel la filosofa se concibe como interpretacin, como idealismo absoluto, en Marx, se concibe como prctica, como materialismo. De este modo, los momentos de la dialctica en Hegel corresponden al abstracto racional como la tesis, al dialctico o negativo racional como la anttesis y al especulativo o positivo racional como la sntesis. En otras palabras, el sistema dialctico en Hegel sigue la estructura abstracto-concreto-abstracto. En cambio en Marx, los momentos de la dialctica corresponden a la representacin terica como la tesis, la abstraccin como la anttesis y la praxis como la sntesis. As el materialismo dialctico responde a la estructura concreto-abstracto-concreto.

    De otro lado, la dialctica hegeliana plantea que el pensamiento crea los objetos, de ah que los conceptos son interpretacin del mundo y gracias a ellos existe la realidad. Para Hegel lo real es lo conceptual. A diferencia de la dialctica hegeliana, el materialismo dialctico afirma que los objetos crean el pensamiento y los conceptos son hiptesis a verificar en la prctica, por eso para Marx lo real es la praxis para la transformacin y no los conceptos.

    As es como la dialctica en Hegel y Marx manifiestan explcitamente los tres momentos: la tesis: el ser, la anttesis: el no ser, y la sntesis: el devenir, que estaban latentes en la Mayutica de Scrates, la dialctica de Platn y los dilogos de discusin cientfica de Aristteles.

    EL PROBLEMA DEL MTODO EN GADAMER: UN ENCUENTRO ENTRE LA DIALCTICA Y LA HERMENUTICA

    Pero cmo dialogan la dialctica y la hermenutica? Este dilogo se vislumbra en la posibilidad que Gadamer recoge al postular El problema del mtodo en las ciencias del espritu desde la misma dialctica. Entremos en su texto, al analizarlo vamos comprendiendo cmo su estructura es dialctica, parte claramente de un postulado epistemolgico, en tanto una tesis:

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    La autorreflexin lgica de las ciencias del espritu, que en el siglo XIX acompaa a su configuracin y desarrollo, est dominada, enteramente por el modelo de las ciencias naturales. (Gadamer, 2005:31)

    En trminos de Hegel sera el abstracto racional y en trminos de Marx sera la representacin terica. Para lo que nos compete, el problema hermenutico, es claro mostrar que esta tesis en Gadamer es rotunda, clara y corta, esencial para el inicio de su texto. Dicha tesis, posee un horizonte en el pasado, el cual enuncia en forma indicial desde la nominacin y origen del concepto ciencia del espritu:

    Un indicio de ello es la misma historia de la palabra ciencia del espritu, la cual slo obtiene el significado habitual para nosotros en su forma plural. (Gadamer, 2005:31)

    El colocar el adjetivo de ciencia calificando lo espiritual, lo que viene de adentro, va introduciendo una disyuntiva entre lo que se puede controlar con experimento y aquello que es, en tanto ser. Colocar el singular de la ciencia, como algo nico tambin contradice lo mltiple de lo plural, las ciencias del espritu. He ah el camino de la comprensin que inicia Gadamer para interpretar hermenuticamente la tesis, problematizarla. El ser no es una categora cientfica de las ciencias naturales y sus posibilidades son vastas y no nicas.

    Contina Gadamer citando los autores que sustentan esta posicin:

    Las ciencias del espritu se comprenden a s mismas tan evidentemente por analoga con las naturales que incluso la resonancia idealista que conllevan el concepto del espritu y ciencia del espritu retrocede a un segundo plano. (Gadamer, 2005:31)

    Suponer por analoga que si se usa el mtodo inductivo en las ciencias del espritu, sta portara el carcter de ciencia, abandona la posibilidad desde sus orgenes a que las ciencias del espritu posean su propia lgica, es decir, el comprenderse del ser, el humanismo que portan las ciencias del espritu en s misma, ser de una manera y a la vez de otra, abre las mltiples posibilidades.

    Y agrega Gadamer:La palabra ciencia del espritu se introdujo fundamentalmente con la traduccin lgica

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    de J.S. Mill. Mill intenta esbozar, en un apndice a su obra, las posibilidades de aplicar la lgica de la induccin a la moral sciences. [] El contexto de la lgica de Mill permite comprender que no se trata de reconocer una lgica propia de las ciencias del espritu, sino al contrario, de mostrar que tambin en este mbito tiene validez nica el mtodo inductivo que subyace a toda ciencia emprica. En esto Mill forma parte de una tradicin inglesa cuya formulacin ms operante est dada por Hume en su introduccin al Treatise. (Gadamer, 2005:31-32)

    Es el afn de mostrar lo emprico en lo prctico que porta lo moral como experiencia vivida y en tanto lo vivido como posibilidad de regularse para poder pronosticar y as valerse a los ojos de las ciencias. Es transferir una lgica inductiva a otro contexto.

    Gadamer contina con los postulados analgicos de Mill:

    Tambin en las ciencias morales se tratara de reconocer analogas, regularidades y legalidades que hacen predecibles los fenmenos y decursos individuales. Tampoco este objetivo podra alcanzarse por igual en todos los mbitos de fenmenos naturales; sin embargo la razn de ello estribara exclusivamente en que no siempre pueden elucidarse satisfactoriamente los datos que permitan reconocer las analogas. (Gadamer, 2005:32)

    La palabra tampoco marca el vaco que la analoga postulada va dejando a su paso. Las regularidades y legalidades no son del todo ciertas en las mismas ciencias naturales, son ms bien algo probable, menos an lo seran en las ciencias morales, ubicadas ms en la esfera de lo posible, lo cual explicita Gadamer a travs de un ejemplo:

    As por ejemplo la meteorologa trabajara por su mtodo igual que la fsica, slo que sus datos seran ms fragmentarios y en consecuencia sus predicciones menos seguras. Y lo mismo valdra para el mbito de los fenmenos morales y sociales. (Gadamer, 2005:32)

    Ahora bien, se inicia un anlisis del mtodo inductivo como analoga entre el hacer de las ciencias naturales y las ciencias del espritu, dicho anlisis se aborda desde sus conceptos fundamentales, causa y efecto, regularidades y prediccin, lo cual conducira a una nominacin de ciencias para las ciencias sociales, obviamente desde una concepcin natural para dichas ciencias, veamos:

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    La aplicacin del mtodo inductivo estara tambin en ellos [los fenmenos morales y sociales] libre de todo supuesto metafsico, y permanecera completamente independiente de cmo se piense la gnesis de los fenmenos que se observan. No se aducen por ejemplo causas para determinados efectos, sino que simplemente se constatan regularidades. Es completamente indiferente que se crea por ejemplo en el libre albedro o no; en el mbito de la vida social pueden hacerse en cualquier caso predicciones. El concluir expectativas de nuevos fenmenos a partir de las regularidades no implica presuposiciones sobre el tipo de nexo cuya regularidad hace posible la prediccin. La aparicin de decisiones libres, si es que las hay, no interrumpe el desarrollo regular, sino que forma parte de la generalidad y regularidad que se gana mediante la induccin. Lo que aqu se desarrolla es el ideal de una ciencia natural de la sociedad, y en ciertos mbitos esto ha dado lugar a una investigacin con resultados. Pinsese por ejemplo en la psicologa de masas. (Gadamer, 2005:32)

    Libre de todo supuesto metafsico, independiente de cmo se piense la gnesis de los fenmenos que se observan, el libre albedro o no, presuposiciones y la aparicin de decisiones libres. Todas estas expresiones dejan emerger un malentendido para la denominacin ciencia natural de la sociedad, son postulados que podran valer en las ciencias naturales pero que se hacen improcedentes en las ciencias del espritu. Gadamer ahora interpreta y contina explcitamente con el trmino problema, desde la esencia del saber propio de las ciencias del espritu que obviamente es diferente al de las ciencias naturales y por tanto su proceder es otro:

    Sin embargo, el verdadero problema que plantean las ciencias del espritu al pensamiento es que su esencia no queda correctamente aprehendida si se las mide segn el patrn del conocimiento progresivo de Leyes. La experiencia del mundo sociohistrico no se eleva a ciencia por el procedimiento inductivo de las ciencias naturales. Signifique aqu ciencia lo que signifique, y aunque en todo conocimiento histrico est implicada la aplicacin de la experiencia general al objeto de investigacin en cada caso. (Gadamer, 2005:32-33)

    Ahora bien, tras el problema que habita en la tesis, Gadamer caracteriza propiamente el conocimiento histrico para poder abrir la brecha entre los mtodos de las ciencias

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    naturales y las ciencias del espritu que por deduccin son histricas y as ahondar en el problema, hacerlo ms comprensible, es el momento de introducir explcitamente la anttesis, lo contrario, el dialctico o negativo racional de Hegel o la abstraccin de Marx:

    el conocimiento histrico no obstante no busca ni pretende tomar el fenmeno concreto como una regla general. Lo individual no se limita a servir de conformacin a una legalidad a partir de la cual pudieran en sentido prctico hacerse predicciones. Su idea es ms bien comprender el fenmeno mismo en su concrecin histrica y nica. Por mucho que opere en esto la experiencia general, el objetivo no es confirmar y ampliar experiencias generales para alcanzar el conocimiento de una Ley del tipo cmo se desarrollan los hombres, los pueblos, los estados, qu se ha hecho de l, o formulado muy generalmente, cmo ha podido ocurrir que sea as. (Gadamer, 2005:33)

    Es tiempo entonces de introducir una pregunta,

    Qu clase de conocimiento es ste que comprende que algo sea como es porque comprende que as ha llegado a ser? Qu quiere decir aqu ciencia? (Gadamer, 2005:33)

    La pregunta en Gadamer genera los procesos de comprensin. La esencia de la pregunta es abrir y mantener abiertas posibilidades. (Gadamer, 2005: 369). Es esencial a toda pregunta el que tenga un cierto sentido. Sentido quiere decir, sin embargo, sentido de una orientacin. (Gadamer, 2005: 439). El planteamiento de una pregunta implica la apertura pero tambin su limitacin. (Gadamer, 2005: 441)

    Gadamer ac nos muestra su estilo. Al problematizar la tesis introdujo la anttesis. Al problematizar la anttesis incluye la sntesis, estipulando un sentido de orientacin, su horizonte es la sntesis, cuestionar el conocimiento en s mismo dar posibilidades a su devenir, el problema del mtodo. Se trata de ponerlo [el sentido del preguntar] en suspenso de manera que se equilibren el pro y el contra. El sentido de cualquier pregunta slo se realiza en el paso por esta situacin de suspensin, en la que se convierte en pregunta abierta. (Gadamer, 2005: 440)

    Es esencial en estas preguntas sucesivas, la palabra comprensin, la cual se volver un concepto

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    fundamental en la hermenutica de Gadamer. Lo que se necesita comprender, postulado de todo problema hermenutico, es el tipo de conocimiento de las ciencias del espritu que su esencia es diferente al de las ciencias naturales y por qu ha llegado a ser lo que es; lo que es, es por manifestaciones histricas y sociales que son diferentes a las naturales.

    Contina Gadamer con la sustentacin de la anttesis, si las ciencias naturales, se consideran como ciencias exactas, con su contrario obvio seran las ciencias inexactas las que albergaran el panorama de las ciencias del espritu, as como tambin las morales, las sociales y las histricas:

    Aunque se reconozca que el ideal de este conocimiento difiere fundamentalmente del modo e intenciones de las ciencias naturales, queda la tentacin de caracterizarlos en forma slo privativa, como ciencias inexactas. (Gadamer, 2005:33)

    Pero en este camino de la anttesis, postulados de autores que establecen metdicamente las diferencias entre unas y otras, ciencias exactas e inexactas caen en forma equvoca en justifi car otras maneras para la induccin de las ciencias del espritu:

    Incluso cuando en su conocido discurso de 1862 Hermann Helmholtz realiz su justsima ponderacin de las ciencias naturales y del espritu, poniendo tanto nfasis en el superior signifi cado humano de las segundas, la caracterizacin de estas sigui siendo negativa, teniendo como punto de partida el ideal metdico de las ciencias naturales. (Gadamer, 2005:33)

    Ahora bien, Gadamer inicia la narracin de las diferentes formas de induccin:

    Helmholtz distingua dos tipos de induccin: induccin lgica e induccin artstico-instintiva. Pero esto signifi ca que no estaba distinguiendo estos mtodos en forma realmente lgica sino psicolgica. Ambas ciencias se serviran de la conclusin inductiva, pero el procedimiento de conclusin de las ciencias del espritu sera el de la conclusin

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    inconsciente. Por eso el ejercicio de la induccin espiritual-cientfi ca estara vinculado a condiciones psicolgicas especiales. Requerira un cierto tacto, y adems otras capacidades espirituales como riqueza de memoria y reconocimiento de autoridades, mientras que la conclusin autoconsciente del cientfi co natural reposara ntegramente sobre el ejercicio de la propia razn. (Gadamer, 2005:33)

    Es claro entonces, que al interior de la anttesis Gadamer inicia tentativamente el camino de la sntesis. Ahora sospecha y empieza a dilucidar el problema desde la anttesis. Los trminos tacto y reconocimiento de autoridades, expuestos en las clasifi caciones de la induccin artstico-instintiva o espritu-cientfi ca irn posibilitando el camino para la separacin del mtodo inductivo y la posibilidad de otro modo de trabajo, que Helmholtz, segn Gadamer, por su condicin de cientfi co naturalista no podra concebir:

    Aunque se reconozca que este gran cientfi co natural ha resistido a la tentacin de hacer de su tipo de trabajo cientfi co una norma universal, l no dispona evidentemente de ninguna otra posibilidad lgica de caracterizar el procedimiento de las ciencias naturales que el concepto de induccin que le era familiar por la lgica de Mill. La efectiva ejemplaridad que tuvieron la nueva mecnica y su triunfo en la mecnica celeste newtoniana para las ciencias del XVIII segua siendo para Helmholtz tan natural que le hubiera sido muy extraa la cuestin de qu presupuestos fi losfi cos hicieron posible la gnesis de esta nueva ciencia en el XVIII. Hoy sabemos cunto signifi c en este sentido la escuela parisina de los occamistas. Para Helmholtz el ideal metdico de las ciencias naturales no necesitaba ni derivacin histrica ni restriccin epistemolgica, y por eso no poda comprender lgicamente de otro modo el trabajo de las ciencias del espritu. (Gadamer, 2005:33-34)

    Gadamer trae a colacin en el desarrollo de su anttesis, la propuesta de Droysen, al plantear la historia como una ciencia que procede de una manera diferente a las ciencias naturales:

    Ya en 1843 J.G. Droysen, el autor y descubridor de la historia del helenismo,

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    haba escrito: No hay ningn mbito cientfi co tan alejado de una justifi cacin, delimitacin y articulacin tericas como la historia. Ya Droysen haba requerido un Kant que mostrase en un imperativo categrico de la historia el manantial vivo del que fl uye la vida histrica de la humanidad. Droysen expresa su esperanza de que un concepto ms profundamente aprehendido de la historia llegue a ser el centro de gravedad en que la ciega oscilacin de las ciencias del espritu alcance su estabilidad y la posibilidad de un nuevo progreso. El que Droysen invoque aqu el modelo de las ciencias naturales no es un postulado de contenido, ni implica que las ciencias del espritu deban asimilarse a la teora de la ciencia natural, sino que signifi ca como un grupo cientfi co igualmente autnomo. La Historik de Droysen es un intento de dar cumplimiento a esta tarea. (Gadamer, 2005:34)

    La expresin un grupo cientfi co igualmente autnomo implica poner lmites a las ciencias naturales para que desde su mtodo no irrumpan en otros tipos de ciencias. Es tener otra visin, la pluralidad en los mtodos y su reconocimiento como tales para constituir discursos cientfi cos. El manantial vivo del que fl uye la vida histrica de la humanidad implica necesariamente una mirada diferente a los fenmenos humanos no asimilable a los fenmenos naturales.

    Pero para Gadamer el problema es ms de fondo, es sobre el mtodo en s mismo. Por ello prosigue con Dilthey, discpulo de Droysen, en su sustentacin de la anttesis.

    Tambin Dilthey, en el que la infl uencia del mtodo natural-cientfi co y del empirismo de la lgica de Mill es an mucho ms intensa, mantiene sin embargo la herencia romntico-idealista en el concepto de espritu. l siempre consider se por encima del empirismo ingls, ya que viva en la contemplacin de lo que destac a la escuela histrica frente a todo pensamiento natural-cientfi co e iusnaturalista. En su ejemplar de La Lgica de Mill, Dilthey escribi la siguiente nota. Slo de Alemania puede venir el procedimiento emprico autntico en sustitucin de un empirismo dogmtico lleno prejuicios. Mill es dogmtico por falta de

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    formacin histrica. De hecho todo el largo y laborioso trabajo que Dilthey dedic a la fundamentacin de las ciencias del espritu es una continuada confrontacin con la exigencia lgica que plante a las ciencias del espritu. Sin embargo Dilthey se dej infl uir muy ampliamente por el modelo de las ciencias naturales, a pesar de su empeo en justifi car la autonoma metdica de las ciencias del espritu. (Gadamer, 2005:34-35)

    La esencia de la anttesis, expuesta por Gadamer, es que Dilthey concibi las ciencias del espritu metdicamente. As su esfuerzo por diferenciarse de las ciencias naturales cae en explicitar un mtodo, aunque no el inductivo, un mtodo, al fi n de cuentas, concebido espistemolgicamente como tal.

    Pueden confi rmarlo dos testimonios que servirn a la par para mostrar el camino a las consideraciones que siguen. En su respuesta a W. Sherer, Dilthey destaca que fue el espritu de las ciencias naturales el que sigui el procedimiento de ste, e intenta fundamentar por qu Scherer se sito tan de lleno bajo la infl uencia del empirismo ingls: Era un hombre moderno, y ya el mundo de nuestros predecesores no era la patria de su espritu ni de su corazn, sino su objeto histrico. En este giro se aprecia cmo para Dilthey el conocimiento cientfi co implica la disolucin de ataduras vitales, la obtencin de una distancia respecto a la propia historia que haga posible convertirla en objeto. Puede reconocerse que el dominio de los mtodos inductivo y comparativo tanto en Scherer como en Dilthey estaba guiado por un genuino tacto individual, y que semejante tacto presupone en ambos una cultura espiritual que verdaderamente demuestra una pervivencia del mundo de la formacin clsica y de la fe romntica en la individualidad. (Gadamer, 2005:35)

    Es importante resaltar nuevamente la sospecha, el tacto individual, y que semejante tacto presupone, en ambos, una cultura espiritual. La palabra tacto es la que direcciona el sentido de la anttesis, el problema del mtodo, hasta la sntesis, no es cuestin de mtodo. En este proceso de anlisis, Gadamer insiste en la apreciacin errnea del supuesto mtodo de las ciencias del espritu propuesto por Dilthey:

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    No obstante el modelo de las ciencias naturales sigue siendo el que anima su [Dilthey] autoconcepcin cientfi ca. Esto se hace particularmente evidente en un segundo testimonio en que Dilthey apela a la autonoma de los mtodos espiritual-cientfi cos y fundamenta sta por referencia a su objeto. Esta apelacin suena a primera vista aristotlica, y podra atestiguar un autntico distanciamiento respecto al modelo natural-cientfi co. Sin embargo Dilthey aduce para esta autonoma de los mtodos espirituales-cientfi cos el viejo Natura parendo vincitur de Bacon, postulado que se da de bofetadas con la herencia clsico romntica que Dilthey pretende administrar. Y hay que decir que el propio Dilthey, cuya formacin histrica es la razn de su superioridad frente al neokantismo de su tiempo, no llega en el fondo en sus esfuerzos lgicos mucho ms all de las escuetas constataciones de Helmholtz. Por mucho que Dilthey defendiera la autonoma epistemolgica de las ciencias del espritu, lo que se llama mtodo de la ciencia moderna es en todas partes una sola cosa, y tan slo se acua de una manera particularmente ejemplar en las ciencias naturales. (Gadamer, 2005:35-36)

    Ante estos tmidos postulados de Dilthey, padre de la hermenutica romntica, sobre la concepcin del mtodo de las ciencias del espritu, Gadamer afi rma como sntesis:

    No existe un mtodo propio de las ciencias del espritu. (Gadamer, 2005:36)

    Es clara y rotunda su sntesis, o el especulativo o positivo racional en Hegel o la praxis en Marx. Gadamer luego de esta sentencia, contina con su proceso de comprensin a partir de una serie sucesiva de preguntas implcitas y explcitas:

    Pero cabe desde luego preguntarse con Helmholtz qu peso tiene aqu el mtodo, y si las otras condiciones que afectan a las ciencias del espritu no sern para su trabajo tal vez ms importantes que la lgica inductiva. Helmholtz haba apuntado esto correctamente cuando, para hacer justicia a las ciencias del espritu, destacaba la memoria y la autoridad

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    y hablaba del tacto psicolgico que aparece aqu en lugar de la conclusin consciente. En qu se basa este tacto? Cmo se llega a l? Estar lo cientfi co de las ciencias del espritu, a fi n de cuentas, ms en l que en su mtodo? (Gadamer, 2005:36)

    El problema en la sntesis est planteado:

    En la medida en que las ciencias del espritu motivan esta pregunta y se resisten con ella a su inclusin en el concepto de ciencia de la edad moderna, ellas son y siguen siendo un problema fi losfi co. (Gadamer, 2005:36)

    Gadamer justifi ca a Helmholtz:

    Las respuestas de Helmholtz y de su siglo no pueden bastar. (Gadamer, 2005:36)

    Y pasa a conjeturar:

    Siguen a Kant en cuanto que orientan el concepto de la ciencia y del conocimiento segn el modelo de las ciencias naturales y buscan la particularidad especfi ca de las ciencias del espritu en el momento artstico (sentimiento artstico, induccin artstica). Y la imagen que da Helmholtz del trabajo en las ciencias naturales es muy unilateral cuando tiene en tan poco las sbitas chispas del espritu (lo que se llama ocurrencias) y no valora en ellas ms que el frreo trabajo de la conclusin autoconscientes. Apela para ello al testimonio de J.S. Mill, segn el cual las ciencias inductivas de los ltimos tiempos habran hecho ms por el progreso de los mtodos lgicos que todos los fi lsofos de ofi cio. Para l estas ciencias son el modelo de todo mtodo cientfi co. (Gadamer, 2005:36)

    Y contina escribiendo:

    Ahora bien, Helmholtz sabe que para el conocimiento histrico es determinante una experiencia muy distinta de la que sirve a la investigacin

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    de las Leyes de la naturaleza. Por eso intenta fundamentar por qu en el conocimiento histrico el mtodo inductivo aparece bajo condiciones distintas de las que le afectan en la investigacin de la naturaleza. (Gadamer, 2005:36-37)

    Pero otra duda vuelve a invadir el problema del mtodo. El abismo crece cuando se introduce la dualidad entre los imperativos de la naturaleza y libertad humana, constituyendo un mal entendido de Helmholtz a los planteamientos de Kant:

    Para este objetivo se remite a la distincin de la naturaleza y libertad que subyace a la fi losofa kantiana. El conocimiento histrico sera diferente porque en su mbito no hay Leyes naturales, sino [] imperativos. El mundo de la libertad humana no conocera la falta de excepcin de las Leyes naturales. Sin embargo, este razonamiento es poco convincente. Ni responde a la intencin de Kant fundamentar una investigacin inductiva del mundo de la libertad humana en su distincin de naturaleza y libertad, ni ello es enteramente acorde con las ideas propias de la lgica de la induccin. En esto era ms consecuente Mill cuando exclua metodolgicamente el problema de la libertad. La inconsecuencia con la que Helmholtz remite a Kant para hacer justicia a las ciencias del espritu no da mayores frutos. Pues tambin para Helmholtz el empirismo de las ciencias del espritu tendra que ser enjuiciado como el de la meteorologa: como renuncia y resignacin. (Gadamer, 2005:37)

    Y Gadamer introduce, entonces, su ocurrencia, la formacin humana:

    Pero en realidad las ciencias del espritu estn muy lejos de sentirse completamente inferiores a las ciencias naturales. En la herencia espiritual del clasicismo alemn desarrollaron m