la infinitud de un hombre

9
La infinitud de un hombre Publicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu) La infinitud de un hombre Un ruido de motores rasgó el mutismo. Lento, sabiendo el peso de la historia que cargaban, iniciaron los autos del cortejo fúnebre la marcha desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias con rumbo a Santiago, en el Oriente, hacia donde nace el Sol. Era exactamente las 7:16 del último día de aquel noviembre, un amanecer que olía a humo de velas, sollozos, fotos empolvadas, recuerdos queridos, tristezas... La Habana, con silencio respetuoso, despidió las cenizas del Comandante Fidel, quien cinco días antes, la noche del 25, había dejado de ser hombre para volverse bandera eterna de sus luchas. Aquella mañana de adioses las calles más céntricas del Vedado lo esperaban desbordadas de gente. En M y 23, frente a la antigua funeraria Caballero, entre la multitud, estaba Marilú Rego Hernández. Ella lo conoció a sus 18 años, cuando en 1959, junto a familiares y amigos de su barrio en Catalina de Güines, en la antigua Habana, hizo una colecta y compró una cadena de oro, su medalla con la efigie de Santa Catalina ―patrona del poblado― y unos yugos con las iniciales entrelazadas de Fidel para regalárselo cuando pasara triunfante. Entonces lo esperó frente al cuartel de Catalina y al ver el primer auto, donde venía el líder, la muchacha se puso en medio de la calle y el carro frenó. Fidel desde allí conversó un momento con ella y le dio un papel que, el 15 de enero, le abriría a Marilú las puertas del antiguo hotel Havana Hilton, donde, mirando aquellos ojos guerrilleros que no olvidaría jamás, le entregó al Comandante el regalo. Página 1 de 9

Upload: others

Post on 02-Jul-2022

6 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

La infinitud de un hombre

Un ruido de motores rasgó el mutismo. Lento, sabiendo el peso de la historia que cargaban, iniciaron losautos del cortejo fúnebre la marcha desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias conrumbo a Santiago, en el Oriente, hacia donde nace el Sol. Era exactamente las 7:16 del último díade aquel noviembre, un amanecer que olía a humo de velas, sollozos, fotos empolvadas,recuerdos queridos, tristezas... La Habana, con silencio respetuoso, despidió las cenizas del Comandante Fidel, quien cinco días antes,la noche del 25, había dejado de ser hombre para volverse bandera eterna de sus luchas. Aquellamañana de adioses las calles más céntricas del Vedado lo esperaban desbordadas de gente. En M y 23,frente a la antigua funeraria Caballero, entre la multitud, estaba Marilú Rego Hernández. Ella lo conocióa sus 18 años, cuando en 1959, junto a familiares y amigos de su barrio en Catalina de Güines, en laantigua Habana, hizo una colecta y compró una cadena de oro, su medalla con la efigie de SantaCatalina ―patrona del poblado― y unos yugos con las iniciales entrelazadas de Fidel para regalárselocuando pasara triunfante. Entonces lo esperó frente al cuartel de Catalina y al ver el primer auto, donde venía el líder, lamuchacha se puso en medio de la calle y el carro frenó. Fidel desde allí conversó un momento con ella yle dio un papel que, el 15 de enero, le abriría a Marilú las puertas del antiguo hotel Havana Hilton,donde, mirando aquellos ojos guerrilleros que no olvidaría jamás, le entregó al Comandante el regalo.

Página 1 de 9

Page 2: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

También desafiando los pesares de la vejez salió aquel 30 de noviembre a la avenida principal de SanJosé de las Lajas, capital de Mayabeque, Erundina Fernández. A sus ochentainueve mayos no durmió lanoche anterior por la tristeza. Así trasnochada fui junto a mi cuñada Ramona, de ochentaiséis años,hasta la orilla de la Carretera Central. Dije: “eso no me lo puedo perder yo”; y salimos las dos demadrugada. “No tengo las piernas muy buenas, pero caminé con el bastón. Me senté por ratos, y así esperéa Fidel. Lo vi delante de mí y no pude decir nada, sentí tanta emoción y pena. Fue como si mi familiahubiera muerto. Ahora, cada vez que lo veo en la televisión, lloro y me parece mentira que se haya ido”,contaría después la anciana. Otro de esos agradecidos era Luis Monteagudo, un madruguero que nació un año después que Fidel ydesde 1978 le celebraba el cumpleaños. En las paredes de la sala de su casa tenía noventa imágenesdel líder tomadas de periódicos, revistas, o fotos recibidas como obsequio valioso. Apenas unos díasantes del paso del cortejo estuvo enfermo de gravedad, por eso lo esperó cerca de la casa de su hija enCatalina y no allá, en su tierra, la que en 1959 lo vio recibirlo. “Aquel día vi a muchos llorar y abrazarse conmigo. Fue muy grande. Mira, al amanecer mi hija meescondió la ropa para que no saliera. Pero me le escapé así, en pijama y con una bandera cubana en lamano”, contaba. Caminando despacito y con dificultad, llegó Luis hasta el borde de la carretera y, unavez más, vio pasar y honró a su Comandante.

***

Honras fúnebres dedicadas al Comandante en Jefe Fidel Castro en Cuba.30 de noviembre de 2016. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Página 2 de 9

Page 3: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

Y las muestras de cariño, por aquellos días no solo salieron de los cubanos, sino también de muchoshijos de otras tierras del mundo tocados de una forma u otra por la obra inmensa de Fidel. En una delas carreteras de Matanzas estuvieron la ucraniana Lilia Lenina y su hija. En octubre de 1988habían llegado a Cuba, la pequeña Cristina necesitaba ayuda, pues era uno de los miles de niñosafectados por el accidente nuclear de Chernóbil. Luego de tres años de cuidados en la Isla, conocieron aFidel en una sala del hospital Frank País. “Apareció de pronto. Sabían que podía llegar a cualquier hora. Lo vi tan grande, tan fuerte. Lasenfermeras lo veían y lloraban de emoción. Se interesó por todo, cómo me sentía, cómo era la atención,y me trasmitió seguridad, tranquilidad y esperanza”, contaba Lilia. A Cristina, afectada de ambas caderas por malformaciones congénitas debido a la radioactividad, yenyesada desde los hombros hasta las piernas, la levantaron para que saludara al hombre que leparecía un gigante verde. Subió hasta él, le dio un beso y le tocó la barba. “¡Qué barba!”, le dijo, y élsonrió. En 1993, después de más de diez operaciones, la niña aprendió a sostenerse. “Todo es gracias a Fidel.Él es padre. Empezó el proyecto de Chernóbil cuando Cuba estaba en pleno período especial, y él buscórecursos para atender a los niños. Eso no se olvida nunca”, decía Lilia. Y mientras el cofre de cedro que atesora las cenizas del líder recorre Matanzas, Nemesia, la niña que enlos días grises de la invasión de abril de 1961 —según narran los versos de Jesús Orta Ruiz, El IndioNaborí—, viera caer muerta a su madre, sangrar a sus hermanitos y un huracán de disparosagujereando los lirios de sus zapaticos blancos, desde su casa en la Ciénaga de Zapata, muy lejos depor dónde pasara el cortejo, como mismo hace con su madre, le encendió una vela ante una de susfotos. “Porque Fidel fue muy grande para mí. Después de que lo perdí, aunque nos deja su legadoy su historia, es que me di cuenta de cuánto lo necesito vivo. Tal vez un poco lejos, pero yo lotenía ahí; y cuando entendí que de verdad se había ido, sentí que me habían lanzado al vacío”. Y en elbatey de Soplillar, donde el Comandante en Jefe cenó la primera Nochebuena de la Revolución, el 24 dediciembre de 1959, los hijos del pantano prendieron más velas por él. Con ese mismo sentimiento de lealtades y afectos, lo miró pasar la ciudad de Cienfuegos aquel día yallí, vestido con su uniforme militar, como a la espera de una orden, estaba el general de brigada de lasFAR Marcelo Verdecia, el muchacho que en 1959 entró en el mismo yipi Wily que Fidel y dos años anteshabía subido a la Sierra para convertirse en parte de quienes protegían la vida del Jefe barbudo. “Siempre estuve con él en la comandancia de La Plata. Yo le cargaba su fusil de mira telescópica. Él eramuy intranquilo, impaciente. Algunas veces salimos a caminar los dos solos donde no había peligro, y élcaminaba muy rápido, hacía muy breves pausas y continuaba. Siempre estaba con un palito en la boca,era muy activo y ágil, hacía una pregunta y ya estaba pensando en otra. “Por eso verlo así me ha afectado mucho. Para mí, huérfano de madre a los cinco años y con muy pocosestudios, mi más grande educador fue él. Cuando llegamos a la capital me puso una maestra de launiversidad para que me enseñara a leer y escribir. Para mí está vivo”.

***

Página 3 de 9

Page 4: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

En su tercer día de peregrinaje, los restos mortales de Fidel viajaron desdeCamagüey hasta Bayamo. 2 de diciembre de 2016. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Al anochecer del primero de diciembre, ya en Camagüey, luego de haber recibido durante todo el día elabrazo de cientos de miles de hijos del pueblo villaclareño, espirituano y avileño, a unos kilómetros delcaserío La Vallita, comenzó el aguacero con el que habían amenazado las nubes desde elamanecer. Igual que Fidel, quien tantas veces nos habló bajo la lluvia, allí había personas alas que no les importó el frío, ni la llovizna, ni la noche. “¡Fidel, amigo, el pueblo estácontigo!”, le gritaban quienes bajo el agua lo esperaron. La cámara desde el camión, donde viajaba también mojado el equipo de prensa, grabó un caminooscuro en el que lo único que se distinguían eran las luces de los autos. Para iluminar la urna, el carroque iba detrás desplegó la luz larga; pero ni aun así las personas veían con precisión dónde realmenteestaba Fidel. “Yo escuchaba que decían: “¡Va ahí! ¡Va ahí!”. Lo mismo indicaban el camión de laprensa que otros vehículos”, rememora el teniente coronel José Luis Peraza, jefe de la pequeña unidadde ceremonia que en ese viaje acompañó al Comandante. Entre La Vallita y la entrada a Camagüey, había niños con su uniforme escolar mojado gritando a vivavoz ¡Yo soy Fidel! mientras veían solo las luces de los vehículos. Ante esa situación, Peraza le dijo a susayudantes: “Ya no podemos esperar más. La gente tiene que ver esto”. Primero los cuatro saludaronsentados, pero seguían sin distinguirlo en las proximidades de la ciudad. Entonces los militares sepusieron de pie y ya todos pudieron diferenciar al yipi que conducía el armón de los demás autos. Al otro día, 2 de diciembre, sobre el mediodía arribó la caravana inversa a Las Tunas, y se adentraba asíen las tierras del este cubano. La histórica Radio Rebelde transmitía: “El Comandante está llegandode nuevo a Holguín como aquel día que bajo la lluvia nos habló a los orientales que nosreunimos para condenar el bloqueo en esta plaza…, como aquel día que inauguró el hospital

Página 4 de 9

Page 5: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

Lenin… “Ahí viene Fidel. Y por él aquí están los agradecidos que encontraron trabajo en la Fábrica deCombinadas Cañeras que inauguró, y los del Combinado Héroes del 26 de Julio que también inauguró,los que se graduaron hace cuarenta años en la Vocacional José Martí, los que trabajan en Moa, losdeportistas con los que él se reunió. “Eso fue lo que dije, no me salía otra cosa”, contaría luego el periodista Aroldo García, a quien, poraquellos días de inicios de siglo en que tuvo ingresada a su pequeña hija a causa del cáncer, Fidel llamópor teléfono. “Te estoy llamando para decirte que tenemos todo lo que hace falta para salvar a tu hijita,y si no lo tuviéramos, lo íbamos a buscar; pero tu hijita se va a salvar”. Y esa historia la supo Lauren, quien está bien de salud, el día después de la muerte de Fidel, cuando supadre la sentó en sus piernas y le contó todo lo que hizo por ellos el hombre que recorre Cuba dentro deuna cajita.

***

En su cuarto día de peregrinaje, los restos mortales de Fidel viajaron desde Bayamohasta Santiago de Cuba. 3 de diciembre de 2016. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Como aquel enero del 59, Fidel amaneció el tres de diciembre en Bayamo. La noche anterior transcurriócon una guardia de honor permanente hasta el alba. Uno de los más de cien jóvenes que la hicierondurante alrededor de quince minutos a la entrada del Museo Ñico López, antiguo cuartel Carlos Manuelde Céspedes, fue Alejandro Hidalgo Yero, un bayamés de veintiséis años, en esos momentos presidentede la FEU de la Universidad de Ciencias Médicas en Manzanillo, Granma.

Página 5 de 9

Page 6: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

“Éramos cuatro muchachos con una bandera cubana cada uno, custodiando su foto vestido deguerrillero y rodeada de flores. Varios cestos dispusieron alrededor de esa fotografía, y el pueblo fuehasta allí y le dejó más rosas y cartas”, contaba. Mientras, en dos pantallas, todos podían ver en tiempo real la urna, y el joven veinteañero queresguardaba al Comandante pensaba en cuánto su generación lo quiere. “Ese día por la mañana, en el teatro de la universidad convocamos a los muchachos para ver quienesquerían cubrir un tramo de la carretera entre Bayamo y Jiguaní. Teníamos posibilidades para llevara doscientos en tren. La salida sería a la 1:00 de la madrugada, pero el teatro se llenó conmás de ochocientos estudiantes. Todos querían ir. “Tuve que pedir más capacidades y conseguí doscientas más. No obstante, ya en la terminal exigieronque pusieran otro vagón, los ayudaron y, a pesar de eso, un gran número se fue de pie. Cuando Fidelconvoca todos vamos a donde haga falta, y como sea”. Volvió el cielo a pintarse de gris. La lluvia se anunciaba pero no caía. La caravana subía y bajaba laslomas orientales. Alguien sobre el camión de la prensa anunció que faltaba poco para llegar a Santiago. Hacia las alturas se podía ver las casas de guano y techos de zinc en las laderas de las montañas. Susmoradores, guardianes de una historia reciente, rendían honor a Fidel en las carreteras. Los carros se detuvieron, y otra vez las manos del mayor Gilberto Luis O'Farrill, uno de los más de cienintegrantes del cortejo, limpiaron la cúpula de cristal humedecida. “Nunca estamos preparados paraestas cosas. Pensábamos que el Comandante iba a ser eterno, que nosotros falleceríamos primero.Siempre lo veíamos tan fuerte, creímos que podía seguir acompañándonos muchos años más. “Aún hablo y la voz se me quiebra. Lo que vimos desde que salimos de La Habana hastaSantiago fue un pueblo unido dando amor a su líder. Durante el viaje no voy a decir que llorécomo lo hice después, pero las lágrimas se me salieron varias veces. Hubo momentos muy duros. Nostocó acompañarlo, pero estoy seguro de que cualquier cubano hubiese querido estar en el lugar denosotros”, comentaba.

***

Página 6 de 9

Page 7: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

Página 7 de 9

Page 8: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

Ceremonia de inhumación de las cenizas del líder histórico de la Revolución,en el Cementerio de Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, el 4 de diciembre de 2016.

Foto: Marcelino Vázquez/ACN.

Los primeros vientos del amanecer movían una bandera a media asta. Era las 6:30 de aquel 4 dediciembre y ya estaba todo dispuesto. Los yipis del cortejo fúnebre del Comandante en Jefe, con lasluces encendidas como en todo momento del recorrido y el paso lento de quienes no quieren llegar,salieron del túnel de la Plaza de la Revolución Antonio Maceo y avanzaron por la Avenida Patria en elúltimo tramo del viaje que se inició hace cinco días en La Habana. Esa mañana fría olía a flores y tristeza. Los oficiales de la caravana no usaron el uniforme de campaña,todos vistieron trajes blancos, de ceremonia; y en las calles que el día antes aclamaban eufóricas alComandante tras su llegada a Santiago, también estaba la gente, pero sus gritos se había vueltomurmullos esparciendo el dolor y el respeto de quienes lo miraban pasar rumbo al campo santo. Allí, donde descansan tantos héroes y piden silencio los ángeles, soplaba un poco el viento yse humedecían los ojos. Antonio Castro, uno de los hijos de Fidel con Dalia Soto del Valle, le dijo alteniente coronel José Luis Peraza que ya era hora de iniciar la ceremonia de inhumación. Cercanos a ellos, el resto de los hijos y Dalia miraron cómo, con toda la marcialidad que exigían esosminutos, los dos alzaron la cúpula de cristal. Peraza retiró la bandera, dio media vuelta, la dobló ycolocó sobre otro pedestal dispuesto para ello desde la noche anterior. Tomaron la tapa del cofre, la levantaron. Toni hizo un gesto como para quedarse con ella, pero Peraza leexpresó: «Tómalo tú». Tembloroso, el hijo llevó sus manos al cofre y sacó la urna con las cenizas de supadre, que es también el de millones de cubanos. El oficial cerró el cofre vacío y dio la vuelta. “¿Quieres que yo lo sostenga?”, preguntó aToni. “Sí”. Y se lo entregó al hombre de las dos estrellas. Entonces Dalia, que tiene de flor y escudo, le dijo: “Déjame cargarlo”. Y sostuvo entonces el peso másamoroso. Le pidió a Toni que la sujetase con la mano derecha y a otro de sus hijos por el brazoizquierdo. “Quiero ver si puedo caminar con él”, dijo. La ayudaron, avanzó unos pasos y lo tuvo cerca desu pecho por última vez. De esas manos cómplices el teniente coronel Peraza tomó la urna. Giró y comenzó a marchar haciaRaúl, frente a la piedra. El militar afirmó más el paso de revista, el general de ejército giró, ya loesperaba. Cuando estuvieron de frente, le entregó la urna con las cenizas de su hermano. Frente al corazón abierto de la roca, Raúl colocó el tesoro con aroma de cedro. Bajó los brazos, perootra vez los subió y volvió a tocar a su compañero de las travesuras, de la lucha y de la vida. Acomodaron entonces la lápida de mármol verde que cerró el nicho y tiene grabado con letras debronce: FIDEL, así, sin apellidos, grados ni cargos; solo como lo llama el pueblo. Raúl, igualque aquellos días de la Sierra, levantó su brazo y con un saludo militar se despidió. Con esegesto dijo tantas cosas que en pocos segundos el dolor volvió a estremecer hasta a quienes duermen enSanta Ifigenia. Mientras, afuera del cementerio, una joven intentaba secarse las lágrimas, lo mismo hacía una señora, yun niño, y un hombre negro… Sobre el pecho de su madre, como quien trata de encontrar refugio, seacomodó un pionero de pañoleta roja. La tristeza se repartió por Santiago y a todos pareció tocarlemucha. Un señor de unos sesenta años no levantaba la mirada del suelo, estuvo minutos así, pensandoquizás en todo lo que perdía Cuba mientras dentro de una piedra se colocaba a Fidel. Y ya no aguantómás, desde su impotencia humana, embravecido con la muerte, se quitó los espejuelos y con unpañuelo secó su llanto.

Página 8 de 9

Page 9: La infinitud de un hombre

La infinitud de un hombrePublicado en Fidel soldado de las ideas (http://www.fidelcastro.cu)

Entre la multitud que esperaba, una mujer no se contuvo, dejó que le corrieran las lágrimas para quecon ellas se fuera un poco de dolor. Otra se puso la mano en el pecho, susurró alguna oración ysin encontrar consuelo miró hacia allá, donde han guardado para siempre al Comandante. Había allí niñas de apenas tres años junto a sus padres, casi inmóviles, siendo testigos de uno de losdías más tristes que ha vivido la Isla. Por momentos algún que otro sollozo rajó el aire. Abrazada a sufoto de guerrillero con mochila y fusil, una santiaguera de ojos mojados miraba al horizonte. En medio de tanta angustia y quietud, una señora de frente a todos levantó su brazo y gritó: “¡Yo soyFidel!”, y enseguida todos estos que sufrían en las afueras del cementerio la siguieron en un coro querompió el silencio, quebró a la muerte y dio paso a la infinitud de un hombre.

Autor:

Rodríguez Fernández, WilmerLópez, Yunet

Fuente: Cubadebate04/12/2021

URL de origen: http://www.fidelcastro.cu/es/articulos/la-infinitud-de-un-hombre

Página 9 de 9