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Álvaro García LineraGabriela Rivadeneira Burbano

Emir SaderRamón Torres Galarza

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Derechos de la presente edición, mayo de 2015

© Vicepresidencia del Estado Plurinacional de BoliviaCalle Ayacucho esq. Mercado #308La Paz - Bolivia+591 (2) 2142000Casilla #7056, Correo Central, La Paz

© Centro de Investigaciones Sociales (CIS)Plaza España, Edificio Barcelona, Piso 7La Paz - Boliviawww.cis.gob.bo

ISBN: 978-999-74-47-80-7D.L.: 4-1-135-15 P.O.

Editor: José Luis Exeni Rodríguez

Diseño y diagramación: José Manuel ZuletaCuidado de edición: Javier Larraín

Impreso en Bolivia

Álvaro García LineraGabriela Rivadeneira Burbano

Emir SaderRamón Torres Galarza

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Índice

Presentación 9

estado y Proceso revolucionario

Álvaro García Linera 11

américa latina: defender la esfera Pública

Emir Sader 47

las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

Ramón Torres Galarza 59

democracia, revolución y socialismo

Gabriela Rivadeneira Burbano 71

medios de comunicación y Política: la Producción de la realidad Pública

Álvaro García Linera 77

anexo Programa Regional Latinoamericano Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia 107

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Presentación

Presentación

Durante mucho tiempo nuestras reflexiones y debates sobre los vínculos entre democracia y revolución estuvieron marcados por la incompatibilidad y el desencuentro. La democracia, re-ducida a su versión formal-representativa, por definición, no podía sino ser reformista. La revolución, a su vez, asumida des-de la crítica de las armas, por principio, no cabía en un sistema de gobierno asentado en el sufragio. Y no era una divergencia solamente analítica o teórica. El dilema entre reforma (demo-crática) versus revolución (socialista) ocupó el centro de la ex-periencia política en el Continente. Ahí están, como referentes, la Revolución Cubana, la malograda vía chilena al socialismo con Allende, diferentes apuestas por la lucha armada, el proce-so de transición y difícil consolidación de la democracia.

En este nuevo milenio, en el escenario del llamado “giro a la izquierda” en América del Sur, asistimos a la emergencia de procesos de transformación que resitúan el debate. ¿La demo-cracia puede conciliarse con la revolución? O mejor: ¿es viable y sostenible hacer una revolución en democracia? En otras pa-labras: ¿pueden realizarse cambios estructurales –como la re-fundación del Estado, por ejemplo– en un régimen político cuya fuente de legitimidad de origen son las elecciones? Hoy la relación entre democracia y revolución no se asume en térmi-

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia

nos de dualidad (insalvable), sino de complementariedad (posi-ble). Así al menos lo expresan, con sus complejidades, sus dife-rencias, tres itinerarios de cambio en la región: el “socialismo del siglo XXI”, en Venezuela; la “revolución ciudadana”, en Ecuador; y la “revolución democrático-cultural”, en Bolivia.

En ese marco, extendido a otros países del continente (Ar-gentina, Brasil y Uruguay), se ubica el Programa Regional La-tinoamericano “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”, impulsado por el Instituto de Altos Estudios Na-cionales de Ecuador (IAEN) con el apoyo de CLACSO y FLACSO. Su propósito es relevante: hacer análisis de situación, alentar estu-dios comparados, intercambiar experiencias, promover la deli-beración pública, identificar desafíos de agenda. Y ello es lo que usted encontrará, desde distintas miradas, en los cinco textos que componen esta publicación.

Pensar la democracia, pensar la revolución, pensar ambas. Pero también observar el Estado, la construcción de hegemo-nía, las políticas públicas, los procesos políticos, la esfera públi-ca, el modelo de desarrollo, los medios de comunicación, la identidad y la cultura. El menú es amplio y diverso.

A fin de acompañar el lanzamiento en Bolivia del menciona-do Programa Regional, del cual el CIS forma parte, ponemos a su disposición este libro como un anticipo de futuras investiga-ciones, publicaciones y debates acerca de esta relación tan cer-cana como fundamental para nuestro proceso de cambio: de-mocracias en revolución, revoluciones en democracia.

Centro de Investigaciones Sociales (CIS)Vicepresidencia del Estado Plurinacional

Estado y proceso revolucionario1

Álvaro García Linera

1 Versión editada de la conferencia del Vi-cepresidente del Estado Plurinacional de Boli-via, Álvaro García Linera, en el VI Foro Inter-nacional de Filosofía de Venezuela: “Estado, revolución y hegemonía”, realizado en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, el 28 de noviembre de 2011.

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Estado y proceso revolucionario

El tema de este Foro Internacional de Filosofía es “Estado, re-volución y construcción de hegemonía”. Nada más pertinente que ese título. Inmediatamente después que me llegó la invita-ción, se me vino a la mente el libro de Lenin El Estado y la revo-lución, que no sé con qué tiempo lo escribió, pudo revisar los textos de Marx, de Engels, y poner su punto de vista ¡en pleno momento y proceso revolucionario!

Y es un título que viene al caso porque es una temática de la que hablamos hoy en América Latina –en Venezuela, en Ecuador, Boli-via, y gradualmente en el mundo–, y nos interroga sobre lo que está pasando en el Continente. Ha habido procesos políticos muy im-portantes, pero ¿qué dicen del Estado?, ¿cómo lo interpelan?, ¿qué están haciendo con él?, ¿qué tipo de revolución están llevando ade-lante?, ¿cuál es el alcance y el contenido de esta revolución y cons-trucción hegemónica?, ¿cuál es el sedimento, la profundidad cultu-ral de estos procesos de cambio y su capacidad social expansiva?

Felicito a los compañeros y compañeras por estar deba-tiendo, dialogando e intercambiando criterios en torno a esto, porque no hay nada más pertinente para definir la situación del Continente que el Estado, la revolución y la construcción de hegemonía.

Intentaré incorporar en este debate un conjunto de ele-mentos que provienen de la reflexión teórica, pero funda-

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La dimensión simbólica del Estado

En segundo lugar, son también parte del Estado las ideas, pala-bras, símbolos y memorias. El conjunto de formas en las que recordamos la historia a través del sistema educativo, cómo en-tendemos nuestro pasado, valoramos o depreciamos a nuestros héroes, dirigentes y libertadores. Esa narrativa de nuestro pasa-do y la manera en que está ordenada, el régimen de enseñanza, de ideas legítimas, lo que se enseña y lo que no se enseña en el colegio, lo que es valorable y lo que no lo es en el aprendizaje universitario, todo eso forma parte del orden estatal. Son ideas, pero también creencias. A lo largo de su existencia, el Estado sedimenta, difunde (en las mentes y en las almas de las perso-nas) creencias, valores, principios; y ordena esquemas morales de vida, de sociedad, de lo que debiera ser el futuro y el porve-nir en la formación de los niños, de los jóvenes, en la vida coti-diana, en el trabajo de las instituciones.

Esta es una dimensión más complicada de la existencia del Estado, pero tan o más decisiva que la institucional. Entonces, el Estado son también las ideas-fuerza, las ideas dirigentes, el sentido común de las cosas, de lo que fue el pasado, de lo que es el presente y de lo que debe ser el porvenir.

Esa aceptación, creencia o tolerancia de que tengo que de-tener el automóvil ante la luz roja del semáforo, de que tengo que acatar la ley que emite el Legislativo (aunque no me guste), es también Estado. Si no existiera esa dimensión de la creencia, de la idea-fuerza, del sentido común, muchas de las decisiones estatales no se acatarían porque no se puede imponer todo por la fuerza, por la coerción; se requiere aceptación, tolerancia y un conjunto de esquemas mentales que nos hagan aceptar, comprender y validar la decisión del gobernante, puede ser el Presidente, un ministro, el jefe policial, el parlamentario, el juez o fiscal en el ámbito judicial.

mentalmente de la comprensión y la vivencia de la situación boliviana.

La dimensión material-institucional del Estado

Cuando hablamos del Estado, ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Qué es el Estado? Evidentemente, el Estado tiene que ver con el gobierno, con la Presidencia, la Vicepresidencia, los ministerios, con el trabajo de distintas instituciones como las gobernaciones, las alcaldías. ¿Es eso el Estado? Sí, pero no únicamente, porque también tiene relación con el ámbito de las instituciones legales, las cortes de justicia, los juzgados, los tribunales, la Policía, las Fuerzas Armadas, el Parlamento, el sistema de partidos políticos, etcétera. Esos son algunos de los elementos del conglomerado llamado Estado.

El gobierno es parte del Estado, pero el Estado es mucho más que el gobierno –a veces tendemos equivocadamente a asociarlos–. El Estado es (además del gobierno, sus institu-ciones) también el ámbito judicial, el ámbito coercitivo legal, el ámbito administrativo, el institucional cultural (el régimen cultural que tiene cualquier organización estatal), el sistema educativo escolar, universitario.

En esta primera aproximación al concepto de Estado he-mos mencionado varias instituciones: la Presidencia, el Par-lamento, los ministerios, los tribunales de justicia, las Fuerzas Armadas, la Policía, el régimen cultural, el sistema de parti-dos políticos. Entonces (en un primer acercamiento), el Esta-do son instituciones como los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, el ámbito coercitivo y legal, etcétera; y en tanto ins-tituciones, forman el primer componente del orden o la es-tructura estatal. El Estado es, en primer lugar, un conglome-rado de diversas instituciones.

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veces, en la lectura de nuestra formación marxista o de iz-quierda, lo veíamos como una máquina, una especie de he-rramienta externa a la sociedad; y no había sido tanto así. Evidentemente es una máquina, tiene procedimientos, nor-mas, reglas, funciones; pero también es una máquina rela-cional porque en esas normas, procedimientos y jerarquías, hay una correlación de fuerzas previa puesta en juego. Un grupo de personas ha hecho la norma, otro hizo el procedi-miento, algunas clases sociales o grupos de influencia han elaborado tal ley o decreto. La norma, el procedimiento, la jerarquía del Estado, son un producto de la correlación de fuerzas; no han caído del cielo, no son algo inorgánico sino la prolongación orgánica de la propia estructura jerárquica de la sociedad.

El Estado como monopolio de la coerción, la legitimidad, la tributación y la universalidad

De esa manera, tenemos un acercamiento al Estado como una máquina relacional que es institución, creencia y correlación de fuerzas. Sin embargo, el Estado es Estado porque tiene el con-trol, el monopolio –usando las palabras de Marx y de Weber– de ciertas decisiones: monopoliza la coerción legítima, la tribu-tación y la legitimidad.

Es decir, el Estado, esta máquina relacional territorial –por-que se desenvuelve en un territorio, en un ámbito poblacional e irradia su presencia en él– tiene al menos tres monopolios (en realidad cuatro, aunque tres son los más conocidos).

El primero es el monopolio de la coerción legítima –traba-jada en principio fundamentalmente por Marx y por Lenin–, que significa que el Estado es como una máquina de domina-

El ámbito institucional funciona gracias a creencias, acepta-ciones, esquemas morales y éticos que llevan al ciudadano a aceptar o acatar tal o cual decisión. Este ámbito ideal de la vida social es el segundo componente o dimensión del Estado; es decir, el Estado como un sistema de creencias, tolerancias, ideas y preceptos ordenadores de la vida cotidiana de las personas.

La dimensión del Estado como correlación de fuerzas

Pero el Estado tiene también una tercera dimensión y es así que constituye la suma de tres componentes: a) instituciones; b) creencias, sentido común sobre las distintas actividades de la vida; y, c) lo que llamaríamos la correlación de fuerzas (el tercer elemento de la existencia del Estado). ¿Qué significa eso? Que en cualquier institución (como el Ejecutivo, la universidad, la gobernación, la alcaldía) hay grupos de personas que tienen mayor capacidad de influencia sobre tal o cual decisión o ac-ción estatal y por tanto otras que tienen menos.

Desde la alcaldía, el puesto policial, el juzgado, la universi-dad, la gobernación, el ministerio, el Parlamento, la Presiden-cia; absolutamente en todas las instituciones del Estado existen grupos, clases, identidades sociales, estructuras, colectividades, que tienen mayor influencia, presencia y capacidad decisoria sobre tales o cuales temas y otras que tienen menos influencia. A esa diferenciación de capacidades decisorias le vamos a lla-mar Estado como correlación de fuerzas.

Por lo tanto, el Estado es en primer lugar instituciones; en se-gundo lugar, ideas y creencias que ponen en funcionamiento la aceptación y la tolerancia moral entre gobernantes y gobernados; y en tercer lugar, una estructura de correlación de fuerzas sociales.

Ahora tenemos una mirada y un acercamiento al Estado como algo muy dinámico, como un flujo muy dinámico. A

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la parte trabajada por Weber y por Bourdieu4–; es decir, lo que la gente cree que es correcto, válido, aceptable, legal. Si no tuviera ese tercer monopolio, las instrucciones del Estado, las instruc-ciones de los gobernantes a nivel nacional, departamental (de gobernaciones) o municipal, no se tomarían en cuenta, no se aca-tarían.

El Estado es una máquina relacional con tres componentes internos: instituciones, ideas, y correlación de fuerzas, que tie-ne tres monopolios: el de la legitimidad, el de la coerción y el de la tributación.

Pero hay un cuarto monopolio (todo monopolio no es algo dado, sino algo que se discute y se construye cada día) que es fundamental y fue trabajado por los clásicos del marxismo, aunque olvidado: el de la universalidad. Cuando sale una ley, no es solamente para algunos, tiene que ser cumplida por to-dos; lo mismo cuando sale una reglamentación, se supone que tiene que ser acatada absolutamente por todos. Las Fuerzas Armadas o la Policía son instituciones que tienen que ejercer

4 “Anticipando los resultados del análisis, diré, en una forma trans-formada de la célebre de Max Weber (‘el Estado es una comunidad hu-mana que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violen-cia física en un territorio determinado’), el Estado es una X (a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente. Si el Estado está capacitado para ejercer una violencia simbólica es porque se encarna a la vez en la objetividad bajo la forma de estructuras y mecanismos específicos y también en la “subjeti-vidad” o, si se quiere, en los cerebros, bajo la forma de estructuras men-tales, de categorías de percepción y de pensamiento. Al realizarse en es-tructuras sociales y en estructuras mentales adaptadas a esas estructuras, la institución instituida hace olvidar que es la resultante de una larga serie de actos de institución y se presenta con todas las apariencias de lo natu-ral…”. Bourdieu, P., “Espíritus de Estado. Génesis y estructura del campo burocrático”, en Revista Sociedad, Nº 8, abril de 1996, Facultad de Cien-cias Sociales de la UBA, Argentina, p. 9.

ción de una clase sobre otra2, porque si todas las clases, grupos y regiones tuvieran el control de la coerción legítima, no habría Estado y tendríamos múltiples republiquetas (como sucedió de alguna manera a inicios de la formación de la República). Un Estado se consolida porque concentra con el tiempo, gradual-mente, el monopolio de la coerción reconocida como legítima, legal y valedera.

Un segundo monopolio del Estado es el de la tributación3. Las empresas estatales en Bolivia ahora concentran el 34 por ciento de la economía nacional. Hemos nacionalizado muchas y eso le permite al Estado concentrar recursos y tributos por las compras y ventas de mercancías, pero también por la renta de la explotación del gas y de los minerales. Eso le brinda al Esta-do los recursos económicos con los cuales construye escuelas, hospitales, carreteras, universidades, etcétera. El Estado no tendría los recursos para utilizarlos colectivamente si no tuvie-ra el monopolio de la tributación social.

Entonces, el Estado es monopolio de la coerción legítima, de la tributación y también monopoliza la legitimidad social –esa es

2 “La burguesía, por ser ya una clase, y no un simple estamento, se halla obligada a organizarse en un plano nacional y no ya solamente en un plano local y a dar a sus intereses comunes una forma general. Me-diante la emancipación de la propiedad privada con respecto a la comu-nidad [Gemeinwesen], el Estado cobra una existencia propia junto a la so-ciedad civil y al margen de ella; pero no es tampoco más que la forma de organización a que necesariamente se someten los burgueses, tanto en lo interior como en lo exterior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses”. Marx, C. y F. Engels, “Feuerbach. Oposición entre las con-cepciones materialistas e idealistas” (I capítulo de La ideología alemana), en Marx, C. y F. Engels, Obras escogidas, Tomo I, Editorial Progreso, Moscú (URSS), 1974, p. 77.

3 Se puede revisar más acerca del monopolio de la tributación o monopolio fiscal del Estado, en Elías, N., El proceso de la civilización. Inves-tigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura Económica, Ma-drid, 1987.

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Por eso, cuando se plantea que hay que dejar el Estado, que no peleemos por él, en el fondo se está planteando –sin darnos cuenta, quiero creer– que esos mecanismos de marginamiento, de incorporación subordinada y marginada, se mantengan o se dejen intactos, porque el Estado está presente en toda nuestra cotidianidad: en el momento en que pagamos la factura de luz, cuando vamos al mercado a comprar productos, cuando lleva-mos a los niños a la escuela o mandamos a los hijos a la univer-sidad, cuando nos paramos a hacer un reclamo judicial o acata-mos una orden administrativa, cuando tomamos en cuenta una ley para reclamar nuestros derechos. El momento en que hace-mos algunas de esas cosas estamos “haciendo” Estado, lo esta-mos reproduciendo.

Por tanto, cuando al interior de la izquierda salía la pro-puesta de que cambiásemos el mundo sin tomar el poder del Estado, lo que se estaba diciendo era que esas relaciones de dominación en la familia, la escuela, la universidad, en el mun-do del trabajo; las relaciones de subordinación que establece tal o cual ley o reglamento, las vigentes en el Parlamento, en el Ejecutivo, en los ministerios, las dejáramos tal como están, y en el fondo que no cambiemos el mundo porque el Estado es par-te del mundo y de la sociedad.

De acuerdo a mi lectura, la gran enseñanza de América La-tina en los últimos diez años es el haber respondido a este de-bate de manera práctica y haber dicho que es posible cambiar al mundo transformando el Estado, aunque no únicamente ha-ciéndolo se cambia el mundo –¡cuidado con tener una mirada excesivamente estatista de las cosas!–. No obstante, marginar-nos de la lucha al interior del Estado, de la transformación de su estructura, es simplemente renunciar a la lucha social y tener una actitud contemplativa hacia las relaciones de dominación en y de la sociedad. En otras palabras, es una invocación a la impotencia política.

el control de la seguridad externa e interna para garantizar la unidad territorial o la seguridad ciudadana de todos. El Esta-do tiene ese monopolio de lo general, de lo universal. Por eso Kant hablaba, a su modo, del Estado como un yo colectivo. Si no tuviera esa función de disputar el sentido de lo universal, de lo común, el Estado no tendría la legitimidad que tiene en la sociedad moderna.

Es así que tenemos al Estado como un monopolizador con-tinuo de la coerción, de la tributación, de la legitimidad y del sentido de lo universal o de lo común, de lo que es de todos.

La apuesta por una revolución política democrática en América Latina

¿Por qué es importante este tipo de acercamiento al Estado? Porque nos permite ver desde adentro esta máquina tan com-plicada que es objeto permanente de disputa y que en nuestra América Latina ha sido objeto de lucha en los últimos años.

A raíz del derrumbe de las concepciones de izquierda en los años sesenta, setenta y ochenta, surgió todo un debate respecto a si el pueblo, si los proyectos revolucionarios emancipativos, deberían o no luchar por la toma del poder estatal. El señor John Holloway escribió un famoso libro que hablaba de cam-biar el mundo sin tomar el poder5.

Quise detenerme en este debate del Estado justamente para mostrar su significado. La sociedad siempre es partícipe –en par-te– directa o indirectamente de él; aun en los Estados más des-póticos está participando dentro de su estructura general, así sea como ente dominado, relegado, no consultado o marginado.

5 Holloway, J., Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy, Universidad Autónoma de Puebla y Revista Herramienta, Puebla, 2002.

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gobernantes, del contenido de clase de sus decisiones, de las formas decisionales con las que se definen políticas públicas, del orden de valores, del sistema simbólico y normativo de una sociedad. Y eso es lo que se ha venido dando en nuestros países.

Hubo una generación que pensó alcanzar eso mediante la lucha armada, que imaginó que se lo podía lograr y que no había más camino que a través de las grandes sublevaciones armadas; y esa generación (bella y heroica) casi se inmoló en los años sesenta y setenta en esa perspectiva. Pero la historia siguió por otro camino en Venezuela, en Bolivia, Perú, Brasil. ¿Acaso no tuvimos luchas armadas, sublevaciones e iniciativas guerrilleras? Sí tuvimos. y Cuba fue el momento extraordina-rio que marcó la segunda mitad del siglo XX en cuanto a para-digma de transformación revolucionaria. En el resto del con-tinente se la intentó pero no se la logró, y cuando parecía que todo iba a quedar estático, esa revolución esperada se da, aun-que ya no por la vía de la lucha armada, de las experiencias guerrilleras, sino por la vía democrática, la de la utilización del voto y de la construcción de liderazgos políticos como el del Presidente Hugo Chávez, del Presidente Rafael Correa, del Presidente Evo Morales, de la Presidenta Cristina Fer-nández de Kirchner.

Los intelectuales no nos esperábamos un camino así –te-níamos una imagen más heroica de las cosas–; sin embargo, la historia siempre es muy distinta a la que nos armamos en la cabeza (sentados de café en café). La historia comenzó a trans-currir por otro lado: sublevaciones, levantamientos, despertar democrático de las personas. Y a partir de ese despertar de-mocrático, una modificación de la estructura de clases, de los niveles de decisión del Poder Ejecutivo, del Legislativo. Y a partir de ese poder conquistado, un efecto dominó de trans-formación en las estructuras, las ideologías y las formas orga-nizativas del resto del aparato estatal.

Lo que ha hecho América Latina es responder de otra ma-nera; ha comenzado a transformar el aparato del Estado. Pero ¡ojo!, no solamente ha modificado el ámbito del gobierno, porque eso sería simplemente un cambio de gobierno mante-niendo intacta la estructura estatal. También ha habido una modificación de las estructuras decisionales del Ejecutivo, una transformación de la participación y presencia social de los sectores populares en los parlamentos, municipios, gober-naciones; una modificación sustancial del Órgano Judicial, de la estructura organizativa de la Policía, de las Fuerzas Arma-das, la cultura, las tradiciones, los sistemas simbólicos de la sociedad, las legitimidades colectivas. Y cuando sucede eso estamos ante una revolución.

Una revolución no es solamente la imagen clásica de unos bolcheviques revolucionarios entrando al Palacio de Invierno con sus armas. Es la visión tradicional de la película, pero es apenas la punta del iceberg. Cuando esa estructura compleja de la máquina relacional llamada Estado es removida y transfor-mada, estamos ante revoluciones políticas.

Una revolución política se da cuando se modifica no sola-mente el Órgano Ejecutivo (la persona que es Presidente o las que son ministros), sino cuando se transforma el origen y el contenido social del Ejecutivo y de las personas que están en la administración del Estado; cuando se modifican la composi-ción de clase de los parlamentos y la manera democrática de tomar decisiones fundamentales para el país (parlamentaria y extraparlamentariamente); cuando la disciplina, el orden sim-bólico, la enseñanza que se imparte en los centros educativos se transforman; cuando los sistemas de enseñanza que aprenden nuestros niños, el tipo de lectura que les damos, la forma de enseñanza con la que transmitimos conocimientos cambian sustancialmente. En ese momento estamos asistiendo a una re-volución: una modificación de la composición de clase de los

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diales con gobiernos revolucionarios y progresistas, es decir, ha virado hacia la izquierda, hacia la transformación y emancipa-ción, con excepción de solamente dos países que quedaron a contrapelo, un poco anclados en el pasado en un mundo neoli-beral cada vez más decadente, agresivo y antihistórico, mien-tras que el resto está apuntalando hacia otro lado.

¿Hasta dónde avanzará esta revolución política continental? ¿En qué medida se convertirá y se consolidará como una revo-lución social? Es algo que tenemos que ir viendo paso a paso, medida a medida. ¿Cómo se ha modificado la composición de la propiedad de la riqueza y de los medios de producción en estas sociedades? ¿Qué papel tiene hoy el Estado?

Revisando algunos textos de Lenin acerca del capitalismo de Estado, se puede apreciar que él pensaba que el Estado soviéti-co controlaba y permitía hasta cierto lugar algo de capitalismo, porque era necesario para generar un conjunto de actividades económicas y comerciales. Lenin decía que el Estado soviético iba a permitir que haya economía de mercado, pero no desbo-cada sino controlada en diferentes ámbitos por éste (por el Es-tado soviético). Y la clave ahí –añadía–, para impedir que esos ámbitos de existencia de la economía de mercado o del capita-lismo empresarial se desbordaran, era el poder soviético (quién manda sobre el Estado)6.

6 “(…) en ninguna teoría, ni en ninguna literatura se analiza el capi-talismo de Estado en la forma en que lo tenemos aquí; por la sencilla ra-zón de que todas las nociones comunes relacionadas con estas palabras se refieren al poder burgués en la sociedad capitalista. Y la nuestra es una sociedad que ya ha saltado de los raíles capitalistas, pero que no ha entra-do aún en los nuevos raíles; pero este Estado no lo dirige la burguesía, sino el proletariado... El capitalismo de Estado es el capitalismo que no-sotros sabremos limitar, al que sabremos fijar límites, este capitalismo de Estado está relacionado con el Estado, y el Estado son los obreros, la parte más avanzada de los obreros, la vanguardia, somos nosotros. El ca-pitalismo de Estado es el capitalismo que debemos colocar dentro de un

Revolución política es el segundo concepto que hemos usa-do aquí para referirnos a la transformación de forma, conteni-do y condición social del conjunto de las estructuras del Esta-do: instituciones, sistemas normativos, ideas, creencias y correlación de fuerzas. Cuando nos encontramos con eso esta-mos ante una revolución de carácter político y no cabe duda que lo que está viviendo actualmente el Continente es una pro-funda revolución política.

¿Qué profundad tendrá esta revolución política? Es lo que estamos debatiendo y lo que está en juego el día de hoy. ¿Hasta dónde llegará y cómo esa revolución política se transforma, po-tencia y refuerza una revolución social? Estoy haciendo refe-rencia a dos categorías que Marx utilizó para estudiar la Revo-lución del 48: la de revolución política, que afecta el orden estatal; y la de revolución social, que afecta las estructuras eco-nómicas y culturales de la vida de la sociedad.

La revolución social es una revolución mucho más profunda que tendría que afectar el modo de producción y distribución de la riqueza, la forma de propiedad de los medios de produc-ción y el modo de decisión sobre los recursos económicos de una sociedad.

Hemos avanzado en estos últimos once años como nunca antes en el Continente. Antes hubo una transformación conti-nental de la vida política latinoamericana, pero fue de carácter conservador, de derecha; había un orden dictatorial en todo el Continente. Sin embargo, fuera de esa coincidencia del orden dictatorial, nunca antes se había dado la presencia de proyectos de gobiernos revolucionarios y progresistas a escala continen-tal como está dándose ahora.

Es un privilegio vivir en este momento revolucionario; en algunos lugares con mayor radicalidad que en otros, con mayor profundidad en lo político y en lo social. El Continente en su conjunto está a la vanguardia de la lucha de los procesos mun-

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Estado y proceso revolucionario

¿Cómo está el régimen de propiedad, el de generación y distribución de la riqueza y el de la propiedad de la tierra? Esos son aspectos que van a ir definiendo la profundidad de nuestra revolución política, la posibilidad de su prolongación como re-volución social o el que se quede simplemente como una trans-formación del Estado, pero con la preservación del orden so-cioeconómico, es decir, como una revolución política.

La profunda revolución política boliviana y su despliegue hacia una revolución social

En el caso de Bolivia, los movimientos sociales le han planteado recientemente al Presidente Evo Morales una mirada muy clara de las tareas necesarias para consolidar nuestro Gobierno de mo-vimientos sociales. Ellos decían “ya tenemos presencia en el Es-tado y lo hemos trasformado: antes no habían indígenas; ellos eran los que traían el agua y limpiaban los pisos y ahora en cam-bio gobiernan, son ministros, cancilleres, Presidente y parlamen-tarios”. Esa es una modificación radical de la composición de

contrapeso frente a las relaciones pequeñoburguesas anárquicas. La polí-tica de concesiones realizada con medida y cuidadosamente nos ayudará, sin duda, a mejorar con rapidez (hasta un cierto grado, no muy elevado) el estado de la producción, la situación de los obreros y campesinos; es claro que a costa de ciertos sacrificios, de la entrega a los capitalistas de decenas y decenas de millones de puds de los más valiosos productos. La determinación de la medida y de las condiciones en las que las concesio-nes son convenientes y no presentan peligro para nosotros, depende de la correlación de fuerzas y se resuelve por la lucha, puesto que también las concesiones representan un aspecto de lucha, la continuación de la lucha de clases bajo otra forma, pero de ninguna manera la lucha de clases es reemplazada por la paz de las clases”. Lenin, V. I, “Sobre el impuesto en especie (Significación de la nueva política y sus condiciones)”, en Obras Escogidas, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, 1961, p. 329.

Esas reflexiones de Lenin sobre el poder y la importancia de quién lo controla son interesantes para saber si estos ámbitos de economía de mercado, de capitalismo empresarial e incluso de presencia de transnacionales –porque Lenin aceptó un régi-men con la presencia de trasnacionales en su país para la explo-tación del petróleo, pues ellos no tenían cómo hacerlo– no son ningún peligro, siempre y cuando garanticemos que el Estado (el poder Soviético) esté en manos de la clase trabajadora que controle y vea hasta dónde se expanden o no estos regímenes existentes y aún necesarios de la economía de mercado7.

determinado marco y que aún hoy no sabemos cómo hacerlo... El quid de la cuestión consiste en que nosotros comprendamos que éste es el capita-lismo que podemos y debemos admitir, que podemos y debemos encua-drar dentro de un marco… Sed capaces vosotros, comunistas, vosotros, obreros, vosotros, parte consciente del proletariado que os habéis encar-gado de dirigir el Estado, sed capaces de hacer que el Estado que tenéis en vuestras manos actúe a voluntad vuestra”. Participación de Lenin en el XI Congreso del PC(b) de Rusia, 27 de marzo de 1922; en Lenin, V. I., Obras Escogidas, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, 1961, p. 375.

7 “El caso o el ejemplo más sencillo de cómo el Poder soviético di-rige el desarrollo del capitalismo al cauce del capitalismo de Estado, de cómo ‘implanta’ el capitalismo de Estado, lo constituyen las concesiones. Ahora todos estamos de acuerdo en que las concesiones son indispensa-bles, pero no todos reflexionan sobre la significación de estas concesio-nes... El concesionario es un capitalista. Dirige las empresas a la manera capitalista, con el fin de obtener ganancias; establece un acuerdo con el poder proletario a fin de obtener ganancias extra, superganancias, o con el fin de obtener un tipo de materias primas que no podría obtener o que muy difícilmente podría conseguir de otro modo. El Poder soviético ob-tiene ventajas en forma de desarrollo de las fuerzas productivas, el au-mento inmediato o en breve plazo de la cantidad de productos. ‘Implan-tando’ el capitalismo de Estado en forma de concesiones, el Poder soviético refuerza la gran producción contra la pequeña, la producción avanzada contra la atrasada, la producción a base de maquinaria contra la producción manual, aumentando así la cantidad de productos de la gran industria reunidos en sus manos (por medio de las cuotas en especie) y reforzando las relaciones económicas regularizadas por el Estado como

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cir, es posible a través del mando estatal potenciar o debilitar a una clase social.

El Estado no es algo irrelevante, por tanto dejarlo en poder de otros renunciando a pelear por él es amarrarse de manos y pies y caer en la actitud contemplativa de que la revolución será un cataclismo que lo traerá el Espíritu Santo, sin iniciativa hu-mana, cuando de lo que se trata es precisamente de enfrentar y rechazar esa idea.

El poder del Estado a partir de otra composición de clase social permite reorientar y crear condiciones más favorables de potenciamiento y reforzamiento de lo popular, lo indígena, lo campesino frente a las élites y a las transnacionales. Eso se pue-de lograr a través del Estado.

Hace seis años, en Bolivia dos países extranjeros controla-ban el cuarenta por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Nuestro país estaba hipotecado: el gas, el agua, la electricidad, las carreteras, la cerveza, la leche eran de extranjeros. Hoy en cambio toda la riqueza de Bolivia nos pertenece a los bolivianos y bolivianas, y a partir de ella se toman las decisiones. Tenemos una revolución en la estructura del Estado, una revolución po-lítica en marcha y una revolución social en proceso.

El periodo de transición revolucionario denominado socialismo

¿Cómo definir esta etapa de lucha y de transformación del Esta-do, la economía, la cultura y la sociedad? Es un debate también muy interesante. ¿Será socialismo? ¿Será una transición al socia-lismo? Los términos son importantes porque evocan la memoria de viejos debates y luchas; de clases trabajadoras que pelearon, avanzaron, conquistaron y retrocedieron; que son nuestro patri-monio como luchas pasadas del pueblo a nivel mundial y por tanto tenemos que rescatarlas, llevarlas y heredarlas.

clase y de nación de la estructura estatal. Una revolución de gran envergadura, no solo política sino descolonizadora. Por ejemplo, de los 130 parlamentarios diputados y diputadas que tiene nues-tra Asamblea Legislativa, 87 vienen de organizaciones sociales, indígenas, campesinas, obreras, barriales. Igualmente tenemos gobernadores campesinos, indígenas; y de los 337 municipios donde se llevaron a cabo elecciones8, por lo menos 270 a 280 están bajo el control de dirigentes sociales, campesinos, indíge-nas, obreros. En Bolivia se ha dado una profunda revolución en la estructura y la composición de clase del Estado, en la compo-sición nacional cultural del Estado.

Pero los compañeros, los dirigentes de los sectores sociales nos decían “ya hemos dado ese paso y ahora hay que avanzar al ámbito económico; necesitamos consolidar esto que tenemos en lo político y en lo estatal como poder económico”. Y propu-sieron un conjunto de leyes, justamente en esa perspectiva de consolidar el poder económico de los movimientos sociales.

El Presidente Evo pidió –no recientemente sino hace unos ocho meses– a todos los ministros que trabajen para ver cómo consolidamos el poder económico de los sindicatos, los gre-mios, las comunidades. El Estado, el poder estatal sirve para eso, porque es una estructura relacional que permite redirec-cionar los recursos públicos.

Hace diez años en Bolivia los recursos del Estado, del gas y del petróleo se iban al extranjero, mientras que hoy se quedan para el pueblo boliviano, producto de una decisión de Estado, de una decisión de gobierno. Esa es la importancia del poder del Estado: uno puede utilizar los presupuestos y los recursos colectivos para orientarlos hacia una u otra clase social o sector social, dependiendo de quién controla el mando estatal. Es de-

8 Se refiere a las elecciones departamentales y municipales realiza-das 4 de abril de 2010 en Bolivia (nota del editor).

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exterior, de las empresas. Tomaron esas decisiones muy audaces y dos años después tuvieron que cambiarlas. Lenin decía que no se podía construir una sociedad solamente en base a la vo-luntad y escribió unos artículos en los que sostenía lo siguiente: “en nuestro país atrasado tenemos economía agraria tradicio-nal, pequeña productora campesina, capitalismo y pedazos de experiencia soviética. Eso es lo que hay, así es la diversidad; pese a nuestros esfuerzos, a la idea de decretar que todo desa-pareció, ésa es la realidad existente”10.

Lenin reflexiona sobre estos temas –llega a la que yo conside-ro una conclusión útil para nuestro debate latinoamericano– y señala que entre una sociedad capitalista (capitalismo) y una so-ciedad no capitalista (le podemos poner el nombre de comunis-mo, comunitarismo u otro; no nos pelearemos por eso) hay todo un largo periodo de transición que se caracteriza porque hay pe-dazos de capitalismo que persisten, que están presentes en el Es-

10 “No ha habido, a mi juicio, una sola persona que, al ocuparse de la economía de Rusia, haya negado el carácter de transición de esa econo-mía. Ningún comunista ha negado tampoco, a mi parecer, que la expre-sión ‘República Socialista Soviética’ significa la decisión del Poder de los Soviets de llevar a cabo la transición al socialismo, más en modo alguno el reconocimiento del nuevo régimen económico como socialista. Sin embargo, ¿qué significa la palabra transición? ¿No significará, aplicada a la economía, que en el régimen actual existen elementos, partículas, pe-dacitos tanto de capitalismo como de socialismo? Todos reconocen que sí. Mas no todos, al reconocer eso, se paran a pensar qué elementos de los diversos tipos de economía social existen en Rusia. Y en eso está todo el meollo de la cuestión. Enumeraremos esos elementos: 1) economía cam-pesina patriarcal, es decir, natural en grado considerable; 2) pequeña pro-ducción mercantil (en ella figura la mayoría de los campesinos que ven-den cereales); 3) capitalismo privado; 4) capitalismo de Estado; 5) socialismo. Rusia es tan grande y tan abigarrada que en ella se entrelazan todos esos tipos diferentes de economía social. Lo original de la situación consiste precisamente en eso”. Lenin, V. I, “Sobre el impuesto en especie (Significación de la nueva política y sus condiciones)”, en Obras Escogidas, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, 1961, p. 322.

Un gran científico decía que somos enanos sentados en hombros de gigantes, y por eso podemos ver más que ellos, no por nuestra altura sino porque estamos encima de los hombros de otros más grandes que nosotros9. Tenemos que recoger el viejo debate, a los clásicos y las antiguas experiencias revolucio-narias, no para imitarlas sino para mirar más allá de ellas, más allá de los viejos intelectuales. Debemos ver sus debilidades y sus virtudes porque gozamos de esa ventaja de estar “sentados en los hombros de gigantes”. Debemos heredar, sin ningún tipo de vergüenza, toda la experiencia del movimiento socialis-ta revolucionario, del comunista y de izquierda del mundo de los últimos cien años. Nos corresponde a los latinoamericanos rescatarlos, ir más allá y hablar mejor que esos revolucionarios, sin olvidar que gracias a su lucha estamos donde estamos. A nuestro modo eso es lo que venimos haciendo: debatiendo y recogiendo lo que dijeron Gramsci, Lenin, Marx, Althusser y los pensadores latinoamericanos. Mientras en otras partes es-tán debatiendo cómo salen del neoliberalismo, aquí nos ubica-mos más allá y podemos ver también más lejos.

¿Cómo denominar este proceso? ¿Qué nombre o etiqueta le colocamos? Ha habido cambio, ha habido una revolución polí-tica y está en proceso una revolución social. ¿Cómo le llama-mos a eso? Me permito tomar –a mi manera– el punto de vista leninista sobre este tema.

Al inicio, en la revolución rusa los bolcheviques tomaron el poder y las decisiones, y a eso le llamaron comunismo de gue-rra; había que controlar los precios del mercado, del comercio

9 Esa fue una frase que se habría divulgado gracias a Isaac Newton, quien la tomaría del filósofo medieval Bernardo de Chartres. Juan de Salisbury, discípulo de este último, cita en su obra Metalogicon de 1159: “Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no por alguna distin-ción física nuestra, sino porque somos levantados por su gran altura”.

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la acumulación, sino una lógica del valor de uso, de la satisfac-ción de las necesidades. Si el Estado interviene regulando los precios, subvencionando y limitando las ganancias de los servi-cios básicos (llámense agua, electricidad o telefonía), la lógica del beneficio comienza a ser combatida por la lógica del uso; en otras palabras, el valor de uso está enfrentando al valor de cam-bio. Estamos construyendo en esas pequeñas iniciativas desde el Estado, las raíces de una nueva organización económica de la sociedad. Si el Estado fomenta y le arrebata a la inversión pri-vada o colectiva privada el control de la educación y permite o garantiza que la educación primaria, secundaria y universitaria sean gratuitas, peleando contra quienes dicen que la educación es una mercancía a la que sólo acceden los que tienen dinero, está construyendo ese espacio nuevo de socialidad y de valor de uso por encima del valor de cambio, de la ganancia y de la acu-mulación capitalista. Cuando el Estado apoya o fomenta a una empresa de trabajadores que la toman bajo su control, llevan adelante su iniciativa productiva con un crédito público y dis-tribuyen las ganancias entre los propios trabajadores, estamos ante ese destello, ese lunarcito expansivo de una nueva econo-mía y de una nueva socialidad.

El socialismo sería ese periodo de transición, de pelea intes-tina permanente, que avanza y retrocede, entre las estructuras económicas capitalistas de mercado y las nuevas estructuras emergentes de valor de uso, de comunidad, de comunitarismo, de socialidad desde el Estado o desde la sociedad civil. ¿Cuánto durará ese proceso de transición entre dos modos de producir, entre dos modos de civilización universal? Quizás siglos; no hay un lapso de tiempo definido. Eso no lo define un decreto o una teoría sino la vida y la lucha práctica.

En varios de nuestros países de América Latina, sin mucho aspaviento y a veces haciéndolo más que diciéndolo, se ha abierto o se está por entrar a este periodo de transición que

tado, en la administración, en la burocracia, en el mercado, en los precios, en los salarios, en el comercio, en la propiedad; y hay pedazos de otro régimen económico, de otro tipo de sociedad, que como lunares comienzan a funcionar. Este periodo de tran-sición es una lucha a muerte, una guerra intestina entre esos pe-dazos de la nueva sociedad que quieren expandirse y los pedazos de la vieja sociedad que se resisten a irse, que buscan retomar el control y ampliarse. En este periodo entre el capitalismo y la sociedad no capitalista (comunista) está el socialismo.

Es decir, para Lenin el socialismo aún no era un nuevo modo de producción. El nuevo modo de producción sería el comu-nismo o el comunitarismo universal de carácter planetario. En-tre el capitalismo que es planetario y la nueva sociedad que debe ser igualmente planetaria, hay un periodo de transición al que en sus últimos textos Lenin le llamaba “socialismo”.

El socialismo no es un nuevo modo de producción, no es una sociedad distinta a la capitalista, sino son retazos de capita-lismo peleando con retazos de comunismo en una lucha inter-minable, sin fin, complicadísima, de avances y de retrocesos, de idas y de venidas, de ataques y de contraataques expansivos. En ese sentido leninista, el concepto para definir el actual proceso revolucionario como socialismo me gusta, porque define esa pelea. Todavía vemos economía de mercado, empresa privada y acumulación, y seguramente los vamos a seguir viendo durante décadas –no hay por qué escandalizarse de ello–. Sin embargo, también tenemos el poder político revolucionario que regula y conduce, y lunares o pequeñas experiencias de otro régimen económico que ya no se basan en el valor económico, en la ganancia, sino en el uso y en el servicio –en el valor de uso, usando las categorías de Marx–, que intentan expandirse.

¿Dónde se tendría al valor de uso enfrentado al valor de cambio, a la ganancia? Por ejemplo cuando el Estado subven-ciona a la agricultura; ahí no hay una lógica de la ganancia o de

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nario en Bolivia y creo que también se presentan, a su modo y con sus propias características, aquí en Venezuela. Son cuatro contradicciones que quiero mencionar para finalizar esta inter-vención.

Monopolio versus democratización

La primera contradicción creativa es la que se da entre Estado como monopolio frente a sociedad y movimiento social como democratización del poder.

Un gobierno revolucionario es en su conjunto resultado de una emergencia de lo popular en el Estado, de una avanzada, de una invasión social sobre el Estado anteriormente contro-lado por unas cuantas familias privilegiadas. Eso es lo que ha pasado en el Continente y a ese tipo de Estado de pocos, René Zavaleta (un sociólogo boliviano) le llamaba Estado aparente porque parecía ser de todos pero en el fondo era de unos cuantos, de unas cuantas familias y regiones, mientras otras (clases sociales y regiones) eran marginadas, principalmente las identidades indígenas.

Lo que ha pasado en América Latina es la invasión, la emer-gencia desde abajo de lo popular, de lo plebeyo, de lo campesino, de lo indígena, de lo barrial, que rebalsa, toma y transforma la estructura del Estado; una democratización de lo político, de lo social, de la toma de decisiones. Pero el Estado es monopolio y es por definición concentración de decisiones; en cambio la mo-vilización social, la participación social y los movimientos socia-les son por definición democratización de lo social. Esa es una contradicción entre concentrar o democratizar las decisiones.

Por un lado, si concentro excesivamente las decisiones, el Estado se separa de la sociedad y vuelve a constituirse una nue-va élite del poder; ese es un riesgo para la revolución. Por otra parte, si democratizo todas las decisiones, me paralizo, ya no

intenta superar al capitalismo. Hay pequeños atisbos de la nue-va sociedad, destellos organizativos fundamentalmente desde el Estado, aunque lo ideal es que sean principalmente sociales porque solamente cuando la sociedad en su conjunto asuma el control de la economía y no requiera del Estado como máquina para construir el sentido de universalidad, en ese momento –de aquí a cien, doscientos, trescientos, cuatrocientos años– podre-mos decir que hemos llegado a una sociedad postcapitalista universal. Mientras tanto es una lucha constante; son idas y ve-nidas. Pero una vez que se entra en este periodo de transición, una vez que se controla el poder político, las tareas, contradic-ciones y dificultades son de otro tipo. El poder revolucionario seguirá en su lucha contra el poder conservador que intentará de una u otra manera recuperar el poder perdido; esa pelea no acaba nunca. En Bolivia los hemos derrotado en una elección, los podremos derrotar en otra, pero siempre habrá un poder conservador, financiado por las fuerzas reaccionarias del mun-do, que intentará luchar contra el poder revolucionario y hay que enfrentarlo mediante métodos democráticos y revolucio-narios. Eso está muy claro.

Las contradicciones creativas del proceso revolucionario

Sin embargo, al interior del proceso de transición surgen nue-vas contradicciones –que describí en un pequeño libro rojo que escribí11– que las he llamado tensiones creativas, que no las ha-bíamos visto antes ni las habíamos encontrado en Lenin, en Marx o en Mao, pero aparecen en nuestro proceso revolucio-

11 García Linera, Álvaro, Las tensiones creativas de la Revolución. La quinta fase del Proceso de Cambio, Vicepresidencia del Estado Plurinacional, La Paz, Bolivia, junio de 2011.

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corro el riesgo de caer al precipicio. Hay que mantenerse en una delgadísima línea de equilibrio entre la participación y la ejecución. Esa es la primera contradicción creativa de la re-volución.

Núcleo duro versus expansión hegemónica

La segunda contradicción está entre el apego de las clases sociales populares movilizadas al núcleo duro de la revolu-ción y la necesidad de irradiarse hacia otras clases sociales para construir algo que menciona el título de este Foro: “he-gemonía”, es decir, liderazgo intelectual y moral. Liderazgo en las ideas-fuerza, en las percepciones morales de las perso-nas de estas clases sociales dirigentes, que se expanden a lo popular, a las clases medias e incluso a las clases empresaria-les altas. Núcleo duro o expansión e irradiación hegemónica; esa es la segunda tensión creativa. Y el núcleo duro de tu fuerza, lo popular –en el caso de Bolivia, lo indígena, lo cam-pesino– es el baluarte de la revolución, la vanguardia del pro-ceso revolucionario. Pero la sociedad es más que ese núcleo duro y éste ha de consolidarse en su proyecto de Estado y de sociedad si es capaz de articular, expandirse e incorporar al resto de las clases sociales. En otras palabras, este núcleo duro va a poder consolidar el proyecto revolucionario si es capaz de liderar a otras a clases sociales diferentes a ella. Eso es hegemonía: el liderazgo intelectual y moral.

Pero, ¿qué implica ese liderazgo intelectual y moral? Guiar el sentido común de la sociedad, el sentido de lo justo, de lo valedero, de lo que vendrá hacia futuro, del orden de las cosas, de cómo está organizado el país y hacia dónde debe ir. El sector indígena campesino tiene que liderar eso. Y el lide-razgo moral significa haber trabajado en las profundas per-cepciones éticas de las personas, de lo justo, de lo injusto, de

hay gestión y al mes o a los seis meses siguientes vendrán a cobrarme cuentas los del barrio, los de la comunidad, los de la fábrica, porque al fin y al cabo lo que los compañeros quieren es que les construyamos su centro hospitalario, su carretera, su escuela, que les habilitemos el centro laboral; eso es lo que quieren. Y si no cumplimos nos van a cobrar cuentas en las elecciones –esto yo no lo veía cuando era profesor, ahora que estoy en el Gobierno me doy cuenta de ello; a veces no se pue-den ver las cosas desde afuera–.

Uno vive esa contradicción y como revolucionario sabe que las decisiones tiene que socializarlas, se juega la vida por la par-ticipación de la sociedad. Pero si caemos en el ultrademocratis-mo nos paralizaremos como sociedad, como Estado y como gobierno. Y al final cuando te pregunten qué cosas has hecho, tu respuesta será “nada”, porque te paralizaste como gobierno. ¿Cómo encontrar el justo equilibrio a esta contradicción al in-terior de los procesos revolucionarios? No hay más solución que cabalgar entre las dos, entre democratizar pero también tomar decisiones porque para eso eres Gobierno, eres Poder Ejecutivo; es decir, reconocer que debes consultar pero tam-bién decidir y ejecutar.

Estos seis o diez años de proceso revolucionario en Amé-rica Latina se han podido mantener porque tuvimos gobier-nos que han ido transformando, tomando decisiones en el orden cultural, político y económico de la sociedad. Para na-cionalizar, construir un hospital, levantar una petroquímica, hay que tomar decisiones, y si no las construyes después la gente te va a reclamar por tu falta de definición. Sin embar-go, nunca tienes que perder de vista que también debes con-sultar a las personas y hacerlas participar. ¿Cuál es la salida a esa contradicción? No la hay. Hay que vivirla, 500 años, a cada momento, equilibrando la toma y definición de decisio-nes y la consulta. Si me inclino mucho a un lado o al otro,

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duro –tu vanguardia revolucionaria– y te expandes lo sufi-ciente para incorporar a otras clases, para neutralizarlas pero sin debilitarlo (a tu núcleo duro). La consolidación hegemó-nica de una revolución radica en esa habilidad política revo-lucionaria, y claro, mientras no se logra eso siempre existirá el riesgo del retroceso, del retorno de los conservadores –de la restauración conservadora, diríamos–. Una revolución siempre va a estar en riesgo; por eso Lenin decía que una revolución verdadera es grande en la medida en que engen-dra una contrarrevolución tan grande como la propia revo-lución. Es otra contradicción real que hay que trabajarla co-tidianamente.

Interés general versus interés particular

La tercera contradicción de este periodo de transición tiene que ver con la universalidad, la lucha por los intereses comu-nes de todos frente a la lucha por los intereses locales y gre-miales de unos cuantos. La sociedad tiende a veces a pelear por lo universal (lo general, que representa a todos) y a veces por lo exclusivo, por lo gremial (lo particular de unos cuan-tos). ¿Cómo se atienden esas contradicciones? ¿Cómo se las resuelve al interior del pueblo, al seno del pueblo –usando los términos de Mao–? No se trata de una tensión con la oligar-quía sino con los compañeros, con un barrio, con unos her-manos campesinos, obreros que te paralizan la ciudad y te bloquean la carretera porque están reclamando algo particu-lar en detrimento de lo universal y de lo general para todos. Esa es la tercera contradicción interna creativa de este proce-so, que lo pone en movimiento –no es que lo obstaculiza–, que es parte de la construcción de lo nuevo.

Hubo revoluciones y transformaciones porque la socie-dad: el ama de casa, el joven, el vendedor de la calle, el estu-

lo válido, de lo inválido; es decir, en el orden moral de las personas y de la sociedad.

En el fondo eso es hegemonía. Una clase o un bloque social revolucionario es hegemónico porque tiene la capacidad de ex-pandirse intelectual y moralmente hacia otras clases sociales distintas a ella, pero si se abre mucho existe el riesgo de hacer demasiadas concesiones y flexibilizaciones que harán que el nú-cleo duro dude de que sigue conduciendo el proceso. ¿Hasta dónde te expandes? ¿Hasta dónde te contraes? No hay salida; no existe una respuesta –no la encuentro– y creo que –nueva-mente– la clave es cabalgar esa contradicción: consolidar el nú-cleo duro e irradiarse, pero tampoco irradiarse demasiado in-volucrando a todo el mundo, porque al final tu núcleo duro te puede abandonar y cuando vengan los problemas, ¿quién va a dar la cara por vos? No lo van a hacer las clases altas ni las clases medias sino tu núcleo duro, pero si él duda de ti ya no te va a defender.

Ese es el problema de la construcción hegemónica porque en hegemonía uno también tiene que ceder e incorporar, ar-ticular los intereses de los otros, modificarlos y ensamblarlos –esa es la idea de la política–, aunque si ensamblas demasiado y abres lo tuyo excesivamente, al final no tienes ni base ni li-derazgo. Y el riesgo de ser demasiado flexible es que te pue-des caer. De la misma manera, si te cierras en tu núcleo duro, no tienes liderazgo y continúas siendo una minoría y siendo débil. Es complicado.

La construcción de hegemonía es un tema sobre el cual no hay una fórmula precisa o una norma pues es una cons-trucción diaria, un arte de conquista, de seducción y de con-solidación, un trabajo político –de hecho por definición la política es la construcción de hegemonía y en eso no hay regla, norma o procedimiento a imitar–. Es la lucha y sola-mente la lucha la que va definir cómo consolidas el núcleo

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¿Qué hace el Gobierno? Se trata de tus compañeros, tus hermanos de lucha con quienes has caminado y luchado, pero ahora te dicen “quiero que lo que es de todos sea solamente para mí”; se trata de un repliegue corporativo e individualista de la demanda.

De la misma forma, la Central Obrera Boliviana (COB) este año nos reclamó salarios y tenía toda la razón en hacerlo, pero ¿qué nos planteaba? Que las reservas internacionales (un patrimonio de todos) se conviertan en los salarios para unos pocos, para los sectores de salud y educación; en otras palabras, que lo que es de todos sea usado para unos cuantos. ¿Qué hace el Gobierno? Hemos peleado en las calles con la COB en contra de la oligarquía, pero ahora su mirada ya no es universal sino gremial, local, privada.

Como esas contradicciones van surgiendo otras a diario. Este tipo de tendencias más localistas, más gremiales se incu-ban temporalmente, provisionalmente en lo popular, dejando de lado el horizonte general de la demanda. Son tensiones –van a ser así– y se tienen que buscar los equilibrios, desplegar procesos de disuasión, de explicación, de convencimiento de que las tierras se deben destinar a los indígenas de tierras bajas y a los de tierras altas; que las reservas internacionales hay que usarlas para el beneficio de todos y que es mejor ha-cerlo para la industrialización porque de ahí saldrán las ga-nancias para pagar los salarios. En fin, es un trabajo de per-suasión y de discusión colectiva social.

Los procesos de transición revolucionarios tienen ese tipo de contradicciones y no hay que asustarse frente a ellas sino encontrar la vía democrática, persuasiva, la del intercambio y mutuo convencimiento para resolverlas. En el mundo popu-lar habrá momentos de lucha universalista, general y genero-sa, y momentos de repliegue particularista, localista; en otras palabras, un momento de universalismo y luego otro mo-

diante, el profesional, se cansaron con lo que había porque era intolerable y reconocieron que tenían que cambiar la so-ciedad en su conjunto. Es decir, asumieron una percepción universalista (en el ámbito general universal) de su vida.

Sin embargo, pasados los flujos revolucionarios vinieron los reflujos. Por ejemplo, en Bolivia hubo procesos que de-mandaron Asamblea Constituyente –una demanda para to-dos–, demandaron nacionalizar los hidrocarburos, un gobier-no indígena, la descolonización del país; todo en beneficio de todas y todos los bolivianos. Fueron los momentos del ascen-so revolucionario, pero luego vinieron los reflujos. La revo-lución es un hecho por oleadas, de flujos y reflujos. No es un tema permanente de movilización y de ascenso social; se sube y se baja. Esa es la idea que tenía Marx de la revolución y la práctica demostró que tenía razón: las revoluciones se dan por flujos y reflujos durante un largo periodo. Pero, ¿qué su-cede en los momentos de reflujo? La sociedad se repliega en lo corporativo.

Eso fue lo que nos pasó a nosotros el año pasado en una mar-cha de nuestros compañeros y hermanos de tierras bajas (el mo-vimiento indígena de Bolivia tiene presencia en tierras altas, donde viven casi seis millones de indígenas, y en tierras bajas, donde viven cerca de 200 o 250 mil indígenas; la suma de esos seis millones más los 200 mil da la totalidad del movimiento in-dígena en Bolivia, que es mayoritario en nuestro país). Pues bien, nuestros hermanos indígenas de tierras bajas (200 mil) marcha-ron reclamando que las tierras fiscales, tierras del Estado que hemos expropiado a los terratenientes, pasen a su propiedad (a la de los pueblos indígenas de tierras bajas) y que ya no se entre-guen tierras a los pueblos indígenas de tierras altas (que son seis millones y tienen menos tierra, porque viven en el altiplano y allí la propiedad es de media a una hectárea, mientras que en tierras bajas una extensión abarca de 100 a 200 hectáreas).

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el marxismo. Quizás entre los pocos que lo hicieron está el profesor Enrique Dussel, en los años ochenta; por lo general los marxistas no veíamos este tema –de hecho, es a través del profesor Enrique que yo recuerdo haber reencontrado la fra-se de Marx referida a “humanizar la naturaleza y naturalizar al ser humano”–12.

Ya en el Gobierno esto es complejo porque necesitas la represa para generar luz y te dicen que no la construyas por-que vas a afectar a la Naturaleza. ¿Qué haces como gober-nante? Es una situación muy complicada. Si no construyes la represa no vas a tener energía y con seguridad que te van a pasar la factura a los dos años porque no habrá luz (el pueblo mismo te va a cobrar la cuenta junto con la clase media en las elecciones); pero por otro lado, si haces la represa ya has afectado un pedazo necesario del bosque para la reproduc-ción de la Naturaleza, del entorno, del medio ambiente y de ti mismo como ser humano.

¿Cómo te mueves en esa contradicción? Otra vez, no hay más salida que vivirla. Intentar llevar adelante proyectos de inversión productiva que no afecten demasiado la estructura del medio ambiente, que no la aniquilen o depreden, aunque necesariamente se tiene que afectarla de alguna manera –has-ta al respirar ya lo hacemos– para satisfacer las necesidades básicas. Pero al mismo tiempo se debe incorporar en nuestras preocupaciones diarias, en los procesos de planificación, de inversión y de ejecución, el respeto de los derechos de la Ma-dre Tierra, la preservación del medio ambiente y de los bos-ques. Eso también hay que hacerlo, mas no en la línea de al-gunos grupos de ambientalistas en Bolivia que tienen su celular BlackBerry, viajan en avión, tienen luz, se bañan con

12 Se puede revisar de Marx, el tercero de los Manuscritos económico filosóficos de 1844.

mento de repliegue. Hay que aceptar que así es la vida, que así es el sector social y que así son los flujos y reflujos de la movilización social.

Desarrollo para satisfacer las necesidades básicas materiales versus preservación de la Naturaleza

La cuarta contradicción es entre la expansión de la econo-mía para satisfacer necesidades (hidroeléctricas, carreteras, termoeléctricas, refinerías) y/o la defensa de la Madre Tierra, la preservación del medio ambiente. Hay quienes creen que hay que “meterle con todo” a fin de generar más riqueza por-que la necesitamos para mejorarles el salario a los profesores, para construir más hospitales; pero otros dicen “¡un momen-to!, estás destruyendo la Naturaleza y estás afectando el me-dio ambiente; detén esa carretera, ese pozo petrolero, esa hidroeléctrica porque estás afectando a la Madre Tierra”. ¿A cuál de los dos le hacemos caso?

Un proceso revolucionario en lo político tiene que traducirse rápidamente en resultados de carácter económico: generación y distribución de la riqueza, distribución de la propiedad. Después de tanto tiempo de pobreza y de miseria hay un despertar colec-tivo general por la generación, por la distribución de riqueza, por la satisfacción de las necesidades básicas. Y para satisfacer las ne-cesidades básicas se necesitan recursos, dinero, que solo se consi-gue en base al trabajo, a la producción. No obstante, cuando quieres lanzarte a hacer esas cosas vienen otros compañeros y te dicen “¡un momento compañero Vicepresidente!, esta represa que quieres construir para generar energía eléctrica subvencio-nada para el país va a afectar este bosque, inundar esta área y por tanto vas a afectar a la Madre Tierra. No quiero que la hagas”.

Ese compañero también tiene razón. La preservación del medio ambiente no es un tema que hayamos trabajado desde

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Estado y proceso revolucionario

levantar, avanzar más rápidamente, detenernos para nueva-mente volver a avanzar. No hay una ruta especial. Los autores clásicos no nos dieron una fórmula que eluda los problemas, más al contrario nos ayudaron a entender que toda verdadera revolución engendra contradicciones, que es una lucha per-manente y continua. Y tanto el revolucionario, los teóricos de la revolución, los que reflexionamos sobre ella así como los que participamos en ella, tenemos que asumir que la vida y que las revoluciones son así. ¡Y gracias a Dios que lo sean!

Lucha, lucha y más lucha hasta que dejemos de existir.

agua caliente a las siete de la mañana y van a su trabajo a las diez, o sea, que no les falta nada –reclaman por la Madre Tie-rra precisamente porque no les falta nada– y reciben el finan-ciamiento de USAID o de alguna ONG extranjera. No están pe-leando por la Madre Tierra, sino por las ideas que tienen los extranjeros (que han acabado con los bosques) que pretenden que nosotros seamos los guardabosques de los depredadores del norte. Eso tampoco puede ser así, hasta por comporta-miento ético.

Sin embargo, al interior del movimiento indígena se da esa tensión: tienes algunos compañeros que te reclaman ejecu-ción, inversión, obras, distribución de recursos; y otros que te dicen “no me toques la madre naturaleza”. Es una contradic-ción interna creativa que un gobierno revolucionario no pue-de eludir ni mantenerse al margen sino recoger en ambas ver-tientes. De hecho, el socialismo en el siglo XXI tiene un rostro medioambientalista, de protección de la Madre Tierra, aun-que también de satisfacción de las necesidades básicas.

He mencionado estas cuatro contradicciones creativas al interior de los procesos revolucionarios de transición, de la construcción del socialismo como transición –si ustedes quie-ren–: monopolio-democratización; núcleo duro-expansión e irradiación hegemónica; interés general-interés particular; desarrollo que satisfaga las necesidades básicas materia-les-preservación de la Naturaleza. Son cuatro contradicciones del proceso revolucionario que estamos viviendo hoy y lo se-guiremos haciendo. Seguramente emergerán otras en el futu-ro, no importa. La vida y los procesos revolucionarios son así.

Marx pensaba que los procesos revolucionarios avanzan, retroceden, se caen, vuelven a levantarse, a caminar, a trope-zarse, a caerse y luego otra vez a levantarse hasta que llegue algún momento en que se puedan consolidar. Nos encontra-mos en esa etapa de avanzar, retroceder, caernos, volvernos a

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América Latina: defender la esfera pública1

Emir Sader2

1 Versión editada de su comentario en la presentación del Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”, realizada en la ciudad de Quito, Ecuador, el 26 de septiembre de 2013.

2 Intelectual y activista brasileño. Profesor de la Universidad de São Paulo y de la Univer-sidad del Estado de Río de Janeiro, donde dirige el Laboratorio de Políticas Públicas.

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América Latina: defender la esfera pública

América Latina es un continente extraordinario. En las últi-mas seis décadas hemos vivido victorias y también derrotas que, en otros continentes, llevarían a recesiones de dos, tres décadas. En esta región perdimos a un hombre como el Che, lo que significaría una derrota de una dimensión inconmen-surable. Pero Latinoamérica fue capaz de reciclarse: inventó la experiencia chilena, sufrió derrotas de golpes militares, reinventó la guerrilla centroamericana, volvió a sufrir derro-tas, y después fue capaz de reabrir el proceso contemporáneo con el querido comandante Hugo Chávez.

El mundo tuvo transformaciones regresivas brutales en las últimas décadas. Primero, pasamos de un mundo bipolar a un mundo unipolar bajo el régimen imperial norteamerica-no, lo cual no es poco decir. Segundo, pasamos de un ciclo largo expansivo del capitalismo –el más largo, el más intenso, que Eric Hobsbawm llamo “la edad de oro del capitalismo”– a un ciclo largo recesivo, en el cual seguimos hasta ahora. Y tercero, pasamos de un modelo hegemónico de bienestar so-cial regulador, a un modelo liberal de mercado. Trasforma-ciones todas regresivas, y América Latina fue una digna pri-vilegiada de esas transformaciones.

¿Cuáles fueron las consecuencias? Mencionaré algunas:

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia América Latina: defender la esfera pública

Lo que nos une: tres elementos comunes

En la década de los noventa, América Latina no importunaba a nadie, no era ningún problema. Existíamos básicamente en re-ferencia a dos situaciones: las historias de privatización (“sensa-cional, corramos allá”) y la crisis financiera (“huyamos de allá”). Eso éramos como región hasta que empezamos a tener, con Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia, un conjunto de gobiernos que empezaron a transformar de mane-ra radical el Continente. Son modelos distintos en varios aspec-tos, pero tienen elementos comunes. ¿Cuáles son los elementos comunes de esos gobiernos? Veamos algunos:

El primero, fundamental, son las políticas sociales, impulsa-das a través del ajuste fiscal. Y con mucha razón, pues América Latina es el continente más desigual del mundo. Por ello lo central en un gobierno democrático de la región tiene que ser la cuestión social.

El segundo elemento común es que la prioridad no es el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, sino una nueva forma de inserción internacional. En ello nos dife-renciamos de nuestro querido México, a quien hicieron creer que se estaba casando con una viuda rica, cuando en realidad estaba quebrada, al lado de los epicentros de recesión interna-cional. Hoy México tiene noventa por ciento de su comercio con Estados Unidos, prácticamente no tiene comercio con China y poquísimo con América del Sur.

Dicen que la izquierda adopta opciones ideológicas en la política internacional. ¿Pero qué opción más ideológica puede haber, a contramano de la historia, que la de México, que Esta-dos Unidos quería generalizar para todo el Continente? Nues-tra prioridad no es esa, sino un proceso de integración regional, el intercambio Sur-Sur que nos permita resistir a la recesión internacional e intercambiar en el Sur. Por primera vez una

a. La crisis de la deuda terminó con el más largo, hasta ahora, ciclo de expansión económica del Continente, que venía de la reacción a la crisis del 29 y se alargó por varias décadas, hasta que la crisis de la deuda terminó con la capacidad de crecimiento, eliminando incluso la palabra desarrollo económico y social.

b. Sufrimos brutales dictaduras militares en algunos de los países más importantes de América Latina: Brasil, Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia; dictaduras que quebraron la capacidad de resistencia del movimiento popular y allanaron el camino para los gobiernos neo-liberales.

c. Fuimos el Continente que tuvo más gobiernos neolibe-rales y las modalidades más radicales, lo que significó por ejemplo destruir el Estado social chileno, así como la capacidad económica y autosuficiencia energética del Estado argentino, para citar algunos casos.

Entonces, América Latina fue una digna privilegiada de esas transformaciones. Por eso en los noventa era una región reducida a la intrascendencia. El comandante Chávez cuenta que en el año 2000, en Canadá, el entonces presidente Bush presentaba el ALCA (Área del Libre Comercio de las Américas) como panacea para el Continente. Hubo varios discursos, algunos bonitos, otros feos. Para facilitar las cosas en la votación, Bush dijo: “bueno, el que está a favor quédese como está, el que esté en contra levante la mano“. Nuestro querido comandante Chávez levantó la mano y miró a su alrededor; nadie más lo hizo. Allí estaban, entre otros, Alberto Fu-jimori, Fernando Henrique Cardoso, Carlos Andrés Pérez, Carlos Menem (varios de los cuales fueron después a la cárcel). En el año 2000 todavía había el consenso neoliberal latinoamericano. Chá-vez había sido elegido en las urnas, pero estaba solo.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia América Latina: defender la esfera pública

salva al mundo, si fuese así Europa estaría salvada, no hay nivel de educación más alto. Pero la equivocación son las orientacio-nes políticas y económicas que llevan a que incluso el nivel edu-cacional de Europa se haya dilapidado, destruido, destrozado por sus gobiernos.

Entonces, América Latina se enorgullece de esos tres ele-mentos que configuran un conjunto de gobiernos que reaccio-naron ante la crisis, ante la miseria, la desigualdad, la exclusión; y hoy presentan un cuadro inédito de nuestro continente, son gobiernos distintos. Diría que hay dos grupos distintos de go-bierno. Un grupo más moderado, que incluye a Brasil, Argen-tina y Uruguay, que tienen una dinámica antineoliberal (esos tres elementos están presentes en su gobierno). Se equivocan quienes creen que en estos países no ha cambiado nada con el paso de Menem a los Kirchner, de Cardoso a Lula da Silva, o de los gobiernos conservadores a los del cambio. Y el pueblo lo sabe, por eso los apoya y vota. Cambió sobre todo la dimensión social, la democratización social formidable que se vive.

El otro grupo de gobiernos, que incluye a Venezuela, Boli-via y Ecuador, se plantean ser no sólo antineoliberales, sino también anticapitalistas. Pretenden hacer un encadenamiento, una secuencia que articule la superación del neoliberalismo con la superación del capitalismo. Tarea durísima por esos vuelcos que tuvo el mundo. El socialismo fue desmoralizado, derrotado. No terminó solo el modelo soviético: se trató de desmoralizar la idea del socialismo, la idea del Estado planifi-cador, del proletariado, del mundo del trabajo, de que las solu-ciones de la sociedad son colectivas y no disputando en el mer-cado unos contra los otros. Por eso América Latina busca una nueva forma de socialismo, que tiene que ser democrático, porque socialismo es la democratización radical de la sociedad; y, a la vez, tiene que estar en proceso de revolución, transfor-mando las estructuras tradicionales de nuestras sociedades.

crisis de esa dimensión no nos lleva a la recesión. Disminuimos el nivel de crecimiento pero resistimos, porque tenemos proce-sos de integración regional intensos entre nosotros. Y además tenemos un mercado interno de consumo popular.

Siempre se gobernaba en este continente para máximo un tercio de la gente, con exportaciones y consumos de lujo. Ahora no, como dice el presidente Lula: “los pobres no son problema, son solución; la distribución de renta hace que se genere un mercado de consumo que es funcional a la econo-mía, pero sobre todo es absolutamente injusto”. Entonces, nuestra inserción internacional es nueva, significa priorizar la integración regional con todas las instituciones que fueron creadas: UNASUR, Consejo de Seguridad Suramericana, Banco del Sur, CELAC, etcétera.

Y el tercer elemento que nos caracteriza es que abandona-mos la centralidad del mercado y del Estado mínimo, y ahora el Estado vuelve a ser inductor de crecimiento económico y ga-rantía de derechos sociales. Esos tres elementos están presentes en todos estos países y nos garantizan un destino distinto. Mientras Europa, expropiando los derechos, destruye la mayor construcción histórica que había realizado con el Estado de Bienestar Social, América Latina –aun en la recesión de cinco años del capitalismo– logra mantener el crecimiento económi-co y sobre todo mantener sus políticas sociales. Si disminuye relativamente la desigualdad en el mundo es porque América Latina y países de Asia lograron disminuirla.

Estamos muy orgullosos que América Latina sea hoy una excepción en un mundo dominado por el neoliberalismo, que reacciona a la crisis neoliberal con soluciones neoliberales. En Europa están tirando alcohol al fuego, cortando, cortando y cortando. Un continente que tuvo el orgullo de tener pleno empleo durante tres décadas, hoy tiene niveles escandalosos de desempleo. Si vemos todas esas ideologías de que la educación

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pública, tendrán un paso importante para articular la lucha antineoliberal con la lucha anticapitalista, empezando a re-construir el poder político alrededor de los ciudadanos, de los derechos, de la esfera pública.

El Estado puede ser una cosa u otra. En el Estado siempre hay una mano derecha y una mano izquierda: la izquierda suele ser política social, la derecha suelen ser los equipos económi-cos. Pero la lucha es entre esfera mercantil y esfera pública dentro del Estado.

Estamos viviendo una mercantilización especialmente ideológica. La fuerza mayor de Estados Unidos, del capitalis-mo, del imperialismo, no es la fuerza militar, no es la fuerza política, ni la fuerza tecnológica; es la fuerza ideológica, el modo de vida norteamericano, una forma de vida centrada en el consumo individual, en la competencia de unos contra los otros, en las marcas y todo lo demás. Por eso el tema cultural es decisivo, determinante.

Hoy no tenemos valores para disputar esa hegemonía. Hay alternativas, pero ninguna es progresista. Todavía no hemos construido una alternativa; estamos construyendo vagamente valores solidarios, valores humanistas, que son los que caracte-rizan una sociedad basada en el valor de uso, basada en la ciu-dadanía, en los derechos. Ese universo que se está construyen-do en países como Ecuador, Bolivia, Venezuela, Cuba lo está construyendo desde hace mucho tiempo. Y peleamos para que Brasil, Argentina y Uruguay evolucionen en esa dirección, des-mercantilicen la sociedad.

Quebrar tres dictaduras

Hoy seguimos teniendo obstáculos fuertes por delante. Tuvi-mos una etapa de expansión relativa de los gobiernos progresis-

Más allá de lo estatal versus lo privado

El neoliberalismo nos propone un dilema falso: ¿estatal o priva-do? El neoliberalismo destruye el Estado y dice: “si quieren de-fiendan ese Estado destruido, desarticulado, desmoralizado y endeudado; o pueden venir a la esfera privada”. En verdad lo que está detrás de lo que se llama esfera privada es el mercado. No-sotros valoramos mucho la esfera privada, la esfera particular, la vida, las opciones de las personas. Pero la esfera del neoliberalis-mo es la esfera mercantil. Mercantilizan todo, todo tiene precio, todo se vende, se compra. Es un modelo shopping center. Nosotros decimos que hay bienes que tienen valor de uso y no tienen valor de cambio, como el agua. Pero hoy estos bienes están totalmente mercantilizados, vendidos, apropiados privadamente. Ese mode-lo neoliberal transforma todo en mercancía.

Nuestra esfera no es estatal. El Estado puede ser cualquier cosa, puede ser un Estado mercantilizado o un Estado demo-cratizado. Nuestra esfera en cambio es la esfera pública. La es-fera mercantil tiene al consumidor como referencia esencial; la esfera pública, al ciudadano. Aquella tiene la mercancía; ésta, la universalización y democratización de los derechos. Entonces el tema teórico fundamental no es estatal versus privado, sino esfera pública versus esfera mercantil.

Democratizar es desmercantilizar, transformar la educa-ción en una esfera pública y no en un producto, una mercan-cía vendida en el mercado. Así pasa con la educación, con la salud, con el transporte, con la cultura, etc. Esa es la tarea fundamental de la lucha antineoliberal y en cada esfera públi-ca existente hay un embrión de socialismo. El socialismo es la universalización de derechos: educación, salud, cultura; todo para todos de manera similar, como Cuba está construyendo hace más de cincuenta años. Esa es la lucha en nuestro tiempo y los gobiernos que refundan el Estado alrededor de la esfera

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forma de incentivar el neoliberalismo en nuestra sociedad, multiplicar la deuda y aumentar el capital financiero. Entonces es una dictadura del dinero que debe ser quebrada.

Pero también hay una dictadura de la tierra, expresada en el rol del agronegocio en América Latina. La exportación de soya hacia China, cuyos habitantes seguirán importando y comien-do soya, está dominada por grandes empresas que concentran la propiedad de la tierra. El agronegocio con transgénicos está deteriorando la tierra. Pero lo que más necesitamos no es eso, sino economía familiar, autosuficiencia en agricultura, etcétera. Entonces hay que quebrar la dictadura de la tierra.

En tercer lugar, como todos sabemos, es fundamental quebrar la dictadura de la palabra, que está en manos de pocas familias que controlan los grandes medios de comunicación y que hoy son la fuerza opositora determinante en nuestros países. Esas son las tres grandes tareas que tenemos que enfrentar en el Continente, y que en algunos países están más avanzadas y en otros menos.

Para terminar, me gustaría decir que estamos en mejores con-diciones, no solo porque tenemos gobiernos estables –algunos con más de diez años–, sino también porque tenemos el nuevo MERCOSUR, ensanchado con el ingreso de Venezuela y Bolivia, y espero que luego también se produzca el ingreso de Ecuador, de Surinam y de Guyana. De esta forma se quebrará el sabotaje al MERCOSUR propiciado por la competencia entre corporaciones privadas brasileñas y argentinas por más mercado.

Por primera vez tenemos un espacio, un universo, una vo-luntad de consumir, un modelo económico, tecnológico, de sa-lud, de educación, de integración cultural, de medios de comu-nicación. Tenemos ahora el espacio para hacer eso, porque ninguno de nuestros países puede hoy dar un salto en su desa-rrollo económico viviendo de la exportación de productos pri-marios y buscando soluciones individuales para la crisis induci-da desde el centro del capitalismo. Creo que el nuevo MERCOSUR

tas, pero ahora enfrentamos dificultades enormes, porque el neoliberalismo sigue siendo hegemónico a escala mundial. El neoliberalismo no es solo una ideología, es hegemonía del ca-pital financiero bajo su forma especulativa. El diagnóstico decía que la economía no crecía más porque había demasiados obstá-culos a la libre circulación del capital; y recomendaba por tanto dejar crecer al capital, con lo cual la economía volvería a crecer y todos ganaríamos. No fue lo que pasó. Se hizo la desregula-ción de la economía a escala mundial. Karl Marx decía que el capital no está hecho para producir, sino para acumular. Y la acumulación genera más especulación, una gigantesca transfe-rencia de capitales del sector productivo al sector especulativo. Actualmente más del noventa por ciento de los intercambios económicos en el mundo no son compra y venta de bienes o generación de empleos, sino compra y venta de papeles. Esas cifras astronómicas, muchos ceros en cada bolsa de valores, no han generado ni un solo empleo ni han producido ningún bien. Solamente es intercambio de papeles.

En la crisis del capital financiero, bajo forma especulativa, en el centro capitalista se planteó la necesidad de salvar a los bancos, bajo el supuesto de que si se caen los bancos lo harán sobre la cabeza de todos. Entonces se salvaron los bancos cre-yendo que éstos iban a salvar a los países. Pero en el segundo ciclo de esa crisis, los que están quebrando no son los bancos, sino los países. Los bancos se salvaron, pero ahora lo que está quebrando es Grecia, España, Portugal, etcétera. Los bancos tienen esa dinámica de especulación financiera. No tienen nin-guna vocación de financiamiento ni de producción ni nada. Es este primer elemento el que tenemos que quebrar definitiva-mente, no solo a nivel nacional y regional, sino también luchar a escala mundial. El capital financiero influye sobre la región y nuestros países. El montón de dólares que Estados Unidos uti-liza generando formas de proteccionismo cambiario, es una

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia

es el espacio por excelencia que tenemos. Claro que también están la UNASUR y CELAC, pero donde tenemos más homogenei-dad de gobiernos progresistas es en el MERCOSUR: Brasil, Argen-tina, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Bolivia tienen elementos comunes, voluntades conjuntas, necesidades compartidas. En-tonces creo que esta segunda década debe ser la década de in-tegración con proyectos estratégicos comunes entre todos.

Podemos estar orgullosos de América Latina, pero vivimos muchos riesgos. Son riesgos que vienen desde adentro y desde afuera. Solo los podremos solventar con el apoyo mutuo. Este proceso histórico ha generado ya líderes extraordinarios en po-quísimo tiempo. Nunca en la historia de la humanidad se han generado tantos lideres extraordinarios como Hugo Chávez, Lula, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Tabaré Vásquez, Pepe Mujica, Rafael Correa, Evo Morales y Nicolás Maduro. Todos ellos expresan una fuerza política extraordinaria de nuestro continente, que ha sufrido derrotas y golpes durísimos y los sigue sufriendo, pero con capacidad de resistencia.

América Latina plantea hoy una agenda de problemas ex-traordinarios, nuevos, difíciles, que demandan a la intelectuali-dad y al pensamiento teórico volcarse sobre ellos y la práctica política. Es cierto que limitarse a la lucha institucional, al ca-lendario electoral, a ser de alguna manera víctima de lo que son los sistemas tradicionales de poder, tiene grandes riesgos. Por ello la articulación entre teoría y práctica es una tarea funda-mental. Me siento muy entusiasmado, muy orgulloso de parti-cipar modestamente de este Programa “Democracias en Revo-lución y Revoluciones en Democracias”, porque es el camino para ayudar a nuestros gobiernos a descifrar y entender los obs-táculos que tenemos, apuntar horizontes y ayudar al pensa-miento crítico a pensarse como producto social, político, histó-rico y cultural de este continente extraordinario.

Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución1

Ramón Torres Galarza2

Las revoluciones las hacen los pueblos

Salvador Allende

1 Versión editada de su ponencia en la pre-sentación del Programa “Democracias en Revo-lución y Revoluciones en Democracia”, realiza-da en la ciudad de Quito, Ecuador, el 26 de septiembre de 2013.

2 Embajador Itinerante de Ecuador para Temas Estratégicos. Director del Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”.

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Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

Las izquierdas contemporáneas, en su propio transcurrir y frente al capitalismo en crisis, generan procesos que dispu-tan nuevos sentidos sobre el carácter del Estado, la sociedad, la economía, los derechos y obligaciones ciudadanas, las for-mas de relación entre los seres humanos, la naturaleza, la cultura. En definitiva, la vida en común, la causa común, la casa común.

Entre la radicalidad y la racionalidad democráticas es posi-ble encontrar algunos factores que nos permiten comprender estos excepcionales instantes en la historia, cuyo tránsito en curso los determina como procesos en medio de la diversa complejidad que los caracteriza.

La revolución de la democracia supone reconocer la fragili-dad y transitoriedad de algunas virtudes y principios de la con-cepción liberal de la misma –en la construcción del orden–, que luego, para representar los intereses del capitalismo neoliberal, corrompieron, degradaron o devastaron algunos de los princi-pios e instituciones esenciales.

Las revoluciones en democracia se originan en una plurali-dad de tendencias ideológicas y políticas que han influido en una composición heterogénea de procesos de cambio, de trans-formación, de transición y de revolución. Siempre o casi siem-pre el ideal del socialismo, la lucha armada, la vía democrática

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

con el objeto de consolidar ese interés hegemónico que dio origen a nuestros Estados. Jamás esta forma de Estado fue construida como una “síntesis activa de la nación”. Surgió así una forma de Estado que no se correspondía con la so ciedad y la cultura.

Posteriormente, el neoliberalismo consagró un régimen de más mercado y menos derechos, de menos Estado y más mer-cado, mediante la eliminación de las facultades de planifica-ción, regulación, distribución, generación de empleo e inver-sión pública que, entre otras, consolidaron la supremacía del capital sobre la sociedad y el Estado.

El derecho de la izquierda

El nuevo derecho que surge desde la izquierda se fundamenta en el reconocimiento del carácter individual y colectivo de los derechos sociales y económicos; las obligaciones y las garantías necesarias (o más bien imprescindibles) para su ejercicio; el re-conocimiento de los derechos de la naturaleza; y, el reconoci-miento de los derechos culturales. Ubican a los derechos hu-manos como la prioridad que define las relaciones entre el Estado, la sociedad y la naturaleza.

El carácter de los derechos individuales y colectivos es defi-nido en relación de correspondencia y consecuencia con las formas de organización del Estado. La capacidad de ejercer de-rechos cobra trascendencia y posibilidad si se contextualiza en una serie de instituciones y procedimientos amparados por el Estado. Y adquieren vigencia plena cuando en su ejercicio se expresan valores compartidos, rea les y simbólicos, de los mo-dos de vida asumidos socialmente.

Los intereses del capitalismo, expresados en una de sus co-rrientes más nefastas: el neoliberalismo, organizaron desde el

o la consolidación del poder ciudadano, han determinado su curso en la historia.

Algunos de los procesos que se generan en países de la re-gión: Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay, pueden ser caracterizados a partir de conceptos iniciales so-bre su naturaleza compleja y diversa, que determina un con-junto de mutuas influencias y confrontaciones existentes. Así tenemos afirmación, negación, continuidad y/o disputa de sentidos entre políticas; instituciones; formas de participación y organización; formas de economía, producción y trabajo; encuentro y desencuentro multicultural e intercultural; situa-ciones etarias y de género; y, circunstancias ambientales ex-tremas. Todos estos elementos buscan converger hacia cate-gorías de alcance nacional, regional y global sobre la democracia, el desarrollo y el sentido contemporáneo de nuestras revoluciones. Son la impronta principal que marca este momento en la historia política.

Es nuestro derecho transformar y revolucionar. Y es nuestra obligación hacerlo en democracia. De la democracia nacen las revoluciones y de ellas, las nuevas democracias.

Reforma, transformación y democratización del Estado

Como se señala en el documento del Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”, nuestro modelo de Estado en América intentó constituirse fallida mente a imagen y semejanza del Estado europeo. No surgió como una vulgar copia de este, sino como una imposición del dominio que negó la di-versidad existente. Los criollos buscaron, mediante la idea de “orden y progreso”, legitimar su afán homogeneizador.

En el Estado colonial, las formas de organización te-rritorial, de la ciudadanía, de la economía, se desarrollaron

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

Hoy, la expropiación o desvalorización de esos conocimien-tos, el cambio del oro por los espejos, afecta de manera directa y defi nitiva la subsistencia y coexistencia de las culturas ancestra-les. Esta constituye una de las claves para descifrar la naturaleza colectiva de los derechos ambientales y culturales.

Es incuestionable que existe un conflicto que pone en ten-sión los derechos humanos de muchos pueblos y comunidades frente a los objetivos del Estado para la conservación y el desa-rrollo en oposición a los objetivos del desarrollo tecnológico y de la invasión privada. El centro del conflicto constituye el he-cho de que aún no se logra reconocer, proteger y valorar el modo de vida y el significado con que estos pueblos contribu-yen al desarrollo. El derecho al desarrollo no puede ni debe ser incompatible con la cultura de los pueblos y debe posibilitar la superación de factores de pobreza y exclusión que pretenden mantenerse intactos desde visiones fundamentalistas, indige-nistas, extractivistas o conservacionistas.

La garantía efectiva para el ejercicio de los derechos sociales y ambientales requiere desarrollar políticas que tengan que ver con una visión total y universal sobre las relaciones del hombre, la naturaleza, el trabajo y el capital.

Derechos culturales

El proceso de globalización del capital busca constituir identida-des homo géneas que anulan el derecho a la diferencia. Así, la capacidad real de ejercicios de ciertos derechos se define en fun-ción de sus niveles o posibilidades de integración al mercado.

Emir Sader nos hablaba de la cultura shopping center: “consu-mo luego existo”, parece ser la lógica que determina la ra zón de existencia de los ciudadanos en este siglo. Evidentemente, la lógica implacable del consumismo genera en algunos casos im-

Estado, el derecho y el mercado, la negación de la diversidad, propiciando el desconocimiento de los derechos políticos, eco-nómicos, ambientales y culturales de millones de seres humanos, consagrando un régimen de los derechos supremos del capital.

Derechos sociales y ambientales

Conservar con gente parece ser la única posibilidad para supe-rar el concepto de desarrollo sostenible y sacarlo de su condena retórica. Hasta ahora cierta teoría conservacionista ha formula-do la te sis de que los objetivos de preservación de la naturaleza sólo son posibles si se limitan las formas de influencia humana. Esta afir mación puede ser una certeza si la evolución de la na-turaleza no hubiera generado la existencia humana, pero como por dicha lo hizo, las formas de relación entre los seres huma-nos con la naturaleza siguen siendo imprescindibles.

De ahí que el derecho debe buscar la redefinición de las formas de rela ción humana con la naturaleza, mediante la de-terminación de regímenes especiales que consagren el interés público sobre los bienes ambientales y cul turales, estableciendo mecanismos viables y comparti dos de regulación, control y equidad definidos para reconocer los bienes patrimoniales am-bientales, los derechos colectivos ambientales y la función so-cio-ambiental de la propiedad.

Algunos de los objetivos de la conservación pueden ser cum-plidos si se preservan modos de vida y expresiones culturales que guardan relaciones de coexistencia con la naturaleza. La matriz colectiva de la cultura de los pueblos surgió principal-mente de los modos de adquirir, conservar y trasmitir sus cono-cimientos que, generados ancestralmente y codificados cultu-ralmente, se comparten con quienes poseen capacidades para preservar su naturaleza y origen.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

aquello que le sea necesario. Así se desarrolla una identidad que se debate entre lo propio y lo ajeno.

Para concluir…

Defino el concepto “democracias en revolución” o “revolucio-nes en democracia” refiriéndome a la expansión de la soberanía popular en una conflictividad que no amenaza, sino que forta-lece la ampliación y radicalización de la democracia. Democra-cia entendida como actividad vibrante de decisión de los pue-blos, ruptura de los consensos naturalizadores del poder y apertura permanente de la discusión sobre el ser y el hacer en común, presidida siempre por el protagonismo de los muchos.

Por eso, en nuestros procesos, la radicalidad democrática es el método para generar más y mejor democracia liberadora de las fuerzas creadoras e insurgentes de nuestros pueblos, im-prescindibles para la revolución.

Una revolución simplemente política puede consumarse en pocas semanas. Una revolución social y económica, en cambio, exige años, los indispensables para penetrar en la conciencia de las masas a fin de organizar las nuevas estructuras y hacerlas ope-rantes y ajustarlas a las otras. No es posible destruir una estruc-tura social y económica, una institución preexistente, sin antes haber desarrollado mínimamente la del reemplazo. Si no se re-conoce esta exigencia, el cambio histórico, la dialéctica de la rea-lidad, se encargarán de alterarla y subvertir el orden. Atender a las reivindicaciones populares es la única forma de contribuir de hecho a la solución de los grandes problemas humanos.

Las revoluciones en democracia pueden ser caracterizadas a partir de algunos aspectos relevantes. Su sentido y alcance se determinan mediante reformas constitucionales que reconocen por primera vez el poder constituyente de los pueblos, conju-

pactos positivos para las economías desarrolladas; y beneficia marginalmente a las que hoy ellos mismos designan con el nombre de economías emergentes.

Esta característica genera impactos socio-ambientales, cau-sa efectos profundos en los modos de vida y de producción, en los comportamientos, en las formas de relación y de valoración so cial. En definitiva, influyen irreversiblemente en la cultura.

Frente a los impactos visibles de este proceso debemos afirmar que es posible transformar y conservar para tener una alternativa consciente de autoafirmarse para la recuperación, reconstitución y adquisición de nuevas identidades particula-res y globales.

Los derechos culturales son derechos colectivos e individua-les. Vivimos el tiempo de una cultura que está por nacer, a fin de vivir la diversidad. Para su plena vigencia, los derechos culturales requieren adquirir nuevos significados y nuevos significantes para fecundar una identi dad plural, incluyente y contemporánea.

El nuestro es un tiempo de identidades difusas: conservamos parte, pero en su totalidad la identidad está fragmentada. In-tentamos definirla al saber de nuestro origen, de ahí que la mira-da hacia atrás sea necesaria, pero esta mirada regresiva solo nos sirve en la medida que sepamos hacia dónde vamos. De ahí lo imprescindible de mirar adelante, porque la identidad no puede ni debe ser el culto o el encantamiento por el pasado.

En consecuencia, la construcción de la identidad exige de una mirada atrás y otra mirada hacia delante, como la del Dia-blo Huma –personaje de una fiesta indígena ecuatoriana–. ¿Dónde ade lante, donde atrás?, repite siempre mientras avan-za. O también, como aquella del dios Jano, de la mitología ro-mana, quien con su mirada bifronte orienta los principios y fi-nales del transitar humano.

Requerimos de una identidad de origen y de destino, que re cupere la trascendencia de lo nuestro y adopte de lo ajeno

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Las revoluciones en democracia, las democracias en revolución

generación, que no podían ni debían demandar su cumpli-miento al Estado.

Las nuestras son revoluciones que representan el interés pú-blico, ya no el de uno, o el de algunos, sino el de todas y de to-dos. De la tragedia de los comunes al poder de los comunes. El interés público definido no como una entelequia teórica, sino desde la opción por los más pobres, nuestros pueblos, nuestros mandantes: los comunes.

Son democracias en revolución por cuanto han sembrado semillas que dieron el fruto de nuevos liderazgos latinoameri-canos que piensan, sienten y son como sus pueblos, que repre-sentan su dignidad y soberanía en la historia y han recuperado para siempre, su ser colectivo; y así nos devuelven no sola-mente la capacidad de soñar, sino la posibilidad de actuar para ser libres.

Las nuestras serán mayores y mejores revoluciones si logran transformar profundamente la herencia colonial y patriarcal presentes en el conjunto de las instituciones del Estado y la sociedad. Comprender y actuar para eliminar no solamente aquellas barreras que tienen que ver con las mujeres, sino defi-nir también, desde la equidad de género, la equidad y la justicia para todas y todos. Sólo así es posible valorar el papel de la mujer en la historia, el rol de las mujeres en las revoluciones. Porque son ellas quienes reproducen, con la Madre Tierra, la fecundidad y la fertilidad de todas las formas de vida.

Las nuestras serán revoluciones si en la determinación de su identidad y destino, son los movimientos sociales y otras for-mas de poder ciudadano –desde lo nacional y popular– quienes ejercen control social del Estado y, de manera relativamente autónoma, generan identidades trascendentes y diferencias fe-cundas en la organización y ejecución de políticas públicas. Es decir, una interacción afirmativa que diferencia los actos de go-bierno de los de la construcción del poderío social y sus formas

gan –en plural– la existencia de un sujeto histórico múltiple y protagónico: el poder de la ciudadanía, la soberanía popular basada en el ejercicio de sus derechos y obligaciones. Logran legitimarse y relegitimarse socialmente y generan capacidades de control social sobre el Estado y el mercado.

Estas revoluciones en democracia han realizado la mayor inversión pública de toda nuestra historia contemporánea e im-plementaron mecanismos de distribución y redistribución de la riqueza que hoy generan factores notables de inclusión.

A partir del contenido constitucional, las democracias en re-volución diseñan y ejecutan políticas públicas y desatan trans-formaciones profundas en la institucionalidad pública. Amplían la cobertura, la calidad del Estado en la sociedad. Convocan a la participación como el factor determinante para el impacto y ejecución de las políticas públicas y el ejercicio del poder ciuda-dano. Redefinen las formas de relación entre el Estado, la so-ciedad y el mercado.

El retorno del Estado en las democracias en revolución per-mitió limitar el desenfreno del crecimiento económico sin fin desde el interés del capital, regulando y planificando el creci-miento con fines, y definiendo los objetivos para el desarrollo y el Buen Vivir. No podemos ni debemos organizar el crecimien-to de nuestras economías desde las demandas del mercado y el gobierno del capital especulativo y financiero; y peor aún, ser esclavos del consumismo que satisface realidades, culturas e in-tereses ajenos.

Son revoluciones las nuestras porque habilitan económi-camente a los sujetos que históricamente fueron excluidos del comercio y del mercado. Ya no garantizan solamente el ejercicio de derechos civiles y políticos, sino que permiten que los ciudadanos ejerzan sus derechos económicos, aque-llos que la tendencia conservadora de la doctrina sobre los derechos humanos definió como derechos difusos, de tercera

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia

de organización y representación. Solo así es posible que los movimientos liberadores de los pueblos, su permanencia y con-tinuidad, existan más allá de los gobiernos. Y los logros de las revoluciones sean irreversibles, al diferenciar el ejercicio del gobierno de la construcción del poder popular.

Son nuestras las revoluciones que no se repliegan sobre sí mismas y contemplan vanidosas e inmóviles sus logros, sino que, al contrario, se despliegan abierta y generosamente para multiplicarse en la conjunción del plural que las constituye. Y así criticándose y valorándose en su relación con los otros, con los distintos, logran desarrollarse autoafirmándose en el Conti-nente más desigual del planeta.

América Latina y el Caribe, a 200 años de independencia, afirman que los procesos de integración regional (ALBA, CAN, UNASUR, CELAC, el nuevo MERCOSUR) evidencian todas las poten-cialidades de un esfuerzo de convergencia, de sinergia, en esta maravillosa suma y multiplicación de diversidades.

El ser del sur. El pensar, sentir, estar, actuar en América La-tina, el continente para el Buen Vivir.

Finalmente, no es posible la vida plena de nuestros procesos si no asumimos las obligaciones y los principios del Buen Vivir en democracia y en revolución. Esto alude fundamentalmente a la ética individual y pública, a los principios del no robar, no mentir y no ser ociosos: ama suwa, ama llulla, ama quilla. En ellos tal vez se encuentra la mejor síntesis de una simple complejidad del buen gobierno, de las democracias para el Buen Vivir.

Por todo esto, y desde la memoria, que es de pasado, de pre-sente y de futuro decimos con Lenin:

Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sue-ños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.

Democracia, revolución y socialismo1

Gabriela Rivadeneira Burbano2

1 Versión editada de su comentario en la presentación del Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”, realizada en la ciudad de Quito, Ecuador, el 26 de septiembre de 2013.

2 Presidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador.

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Democracia, revolución y socialismo

Hablar de democracia y de revolución como lo hacemos hoy en América Latina hubiese sido impensable hace décadas, no tan-to porque estuviese ausente –en el horizonte utópico de miles de militantes y ciudadanos– la certeza de que en algún momen-to era posible lograr estas dos condiciones de vida, sino porque las oportunidades de realización a las que se enfrentaron eran reducidas en comparación a las que vivimos en el presente.

No es que las oportunidades se hayan modificado casual-mente o por algún destino fortuito: si hoy podemos hablar de democracia y de revolución, sin censura, con toda libertad e imaginación, es gracias al acumulado histórico de las luchas que nos antecedieron. Pero, ¿qué tiene que ver la una con la otra? ¿Por qué hablamos de revolución y democracia al mismo tiempo?

Antes de responder estas preguntas propongo insertar un elemento más a la ecuación e invitaría a interrogarnos el por qué es necesario hablar de democracia, de revolución y de so-cialismo a la vez.

Un proyecto político que se pretende revolucionario no puede prescindir de la democracia. Y no hablamos de la demo-cracia formal e instrumental en su forma liberal, sino de la de-mocracia popular y participativa que construye poder ciudada-no todos los días y en todas las instancias de la vida.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Democracia, revolución y socialismo

lares de la nueva sociedad, en esa búsqueda y en esa comple-mentación.

Hoy brindamos un homenaje al pensamiento de izquier-das en la figura del maestro Emir Sader, quien nos ha ense-ñado que la acción política no puede ser revolucionaria, ni democrática, ni socialista, si no está acompañada de teoría crítica, entendida como la teoría que nos ayuda a dar luz sobre los acontecimientos, nombrarlos y pensarlos de ma-nera distinta.

Nos alegramos que el IAEN (Instituto de Altos Estudios Na-cionales), CLACSO y FLACSO hayan decidido reconocer la trayec-toria de uno de los intelectuales más agudos de la región: Emir Sader. Un intelectual que ha acompañado los procesos de transformación en América Latina desde hace muchos años, que ha ejercido el arte de traducirlos e interpretarlos, entregán-donos así herramientas analíticas consistentes que nos permi-tan seguir construyendo nuestro proceso, de largo aliento, so-bre la base de la experiencia y la rigurosidad.

Emir nos ha enseñado también que ningún proyecto de emancipación es posible sin un compromiso militante. Hoy muchos vivimos la militancia desde espacios distintos a los de las décadas anteriores, pero seguimos creyendo lo que escribió Sader en su momento:

Ser militante es una opción de vida, porque define el sentido de la vida de aquellos que nos adherimos a esa alternativa. Re-presenta identificarse con el movimiento real de la historia, ele-gir el valor de la generosidad, luchar por un mundo mejor para todos, especialmente para los explotados, los oprimidos, los humillados, los ofendidos, los discriminados. Ser militante re-presenta la entrega de una vida, no porque ofrezcamos nuestra muerte, sino porque donamos lo mejor que tenemos: nuestra capacidad teórica y nuestro compromiso, marcado por una éti-ca personal y colectiva.

Para llevar a cabo los grandes cambios que requieren nues-tros países y la región en su conjunto, es necesario que cada cambio esté acompañado del empuje democrático, que tal sea su fuerza, de modo que ningún poder fáctico sea capaz de en-frentarle o cuestionarle. Ahí se encuentra su carácter revolucio-nario, porque a través de la voluntad popular expresada en vo-luntad política, se llega a la raíz de las cosas. Y ahí está la radicalidad, como señalaba José Martí.

Por otro lado, ninguna democracia es efectiva si no es revo-lucionaria. En otras palabras: de nada serviría la participación, la escucha, la apertura y la oportunidad del disenso si no apor-taran a construir sociedades distintas. La democracia liberal ha fallado porque no ha podido transformar las condiciones de vida de las grandes mayorías, ha sido una democracia que se encargó de reproducir el sistema de opresión y de exclusión.

Por eso nos ha tocado reinventar la democracia, dotarla de contenido, de sustancia, hacerla cada vez más real. Y para lograr su carácter transformador en América Latina, durante los últi-mos años, la democracia ha tenido que ser construida desde abajo, paso a paso, de mano en mano y de voz en voz; recupe-rando así su sentido.

Pero, ¿qué pasa con el socialismo? ¿Por qué es necesario incluirlo en esta discusión? Estoy afirmando que un proyecto revolucionario es profundamente democrático y solo la de-mocracia revolucionaria es efectiva. Pero no es suficiente. Tanto aquél como ésta deben inscribirse en la búsqueda de un modelo alternativo de sociedad que logre el cumplimien-to de ambas condiciones. A este proyecto muchos le llama-mos socialismo, pero no el socialismo realmente existente en el siglo XX, sino un socialismo renovado, alimentado por un carácter revolucionario, pero ante todo democrático. Ese es el socialismo del siglo XXI al que estamos apostando desde las nuevas generaciones. Es ahí donde se encuentran los tres pi-

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Hoy reconocemos al intelectual pero también al militante, e inauguramos este nuevo proyecto “Democracias en Revolu-ción y Revoluciones en Democracia” con la certeza de que la reflexión y el pensamiento nos seguirán acompañando en la lu-cha por este proyecto que es socialista, democrático y revolu-cionario; y que requiere de toda nuestra entrega.

Gracias por permitirme estar aquí en mi calidad de joven, de mujer y de militante revolucionaria, sentada en esta mesa con todas y todos ustedes, especialmente con Emir Sader. Nuestro reconocimiento desde las nuevas generaciones a los grandes pensadores de la izquierda revolucionaria de América Latina.

Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública1

Álvaro García Linera

1 Versión revisada de la ponencia del Vice-presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, en la II Cumbre para un Periodismo Responsable en los Nuevos Tiem-pos (CUPRE), realizada en la ciudad de Guaya-quil, Ecuador, el 18 de noviembre de 2014.

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Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública

Quisiera reflexionar con ustedes en torno a la relación entre información y política, política e información. Y trabajaré esta idea a partir de cuatro ejes –esperando que al final la podamos redondear para sacar algunas conclusiones– respecto a cuál es y debiera ser la actitud de los gobiernos y los Estados revolucio-narios en construcción en América Latina, en relación a la prensa, los medios de comunicación y los periodistas.

La noticia como producción de la realidad

¿Qué es una noticia? ¿Cómo se la construye? ¿Cómo se infor-ma de un “acontecimiento”? Les propongo que hagamos un ejercicio de elaboración de una noticia a partir de este encuen-tro de comunicación realizado en Guayaquil, Ecuador. ¿Cómo saldría mañana una nota de prensa sobre este gran evento?

En un principio, un periodista tendría que partir del hecho de que una noticia es el registro de un suceso; y dado que este encuentro internacional sobre información y comunicación es un suceso, habría que informar sobre el mismo como tal.

Pero, ¿cómo y qué es lo que se tendría que registrar de este suceso? En este auditorio debemos estar reunidas unas dos mil o tres mil personas de distintas regiones y países, con diversas

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública

quiera describir el lenguaje corporal que acompaña la explica-ción de las categorías que uso. Todas esas son cosas que tam-bién sucedieron. Y podría seguir especificando varios otros su-cesos como el tratamiento mediático de los debates, las críticas hacia las políticas públicas, las preocupaciones sobre los conte-nidos en la información, etcétera.

Como se puede apreciar, en unos minutos he resumido dis-tintas maneras de abordar un mismo acontecimiento. Sin em-bargo, ¿cuál sería la “verdad” objetiva de dicho acontecimien-to? Todos los aspectos que hemos mencionado –y una infinidad de otros más– acontecieron en este encuentro; no obstante, el periodista no tiene suficiente espacio ni tiempo para referirse a todos ellos.

Entonces, ¿qué es lo que informará?, ¿en cuál de estos as-pectos se detendrá?, ¿cuál priorizará? Y además, ¿por qué elegir informar un aspecto y no otro?, ¿cómo decidir lo que es impor-tante y por qué?, ¿en qué debería fijarse el periodista para darle a un suceso la cualidad de ser noticia?

Ante la multilateralidad de todo acontecimiento, el perio-dista (puede ser de televisión, periódico, radio o página web) obligatoriamente debe priorizar, es decir, hacer una selección arbitraria –pero necesaria– de la realidad para centrarse en uno o dos puntos, dejando de lado la otra multiplicidad de hechos que suceden simultáneamente como parte de un único acontecimiento. Y necesariamente, al realizar esta selección arbitraria de sucesos, está “parcelando” la realidad para dete-nerse en uno de los aspectos (desechando los otros); está “par-cializándose” obligatoriamente con ese aspecto por encima de los otros.

Este proceso de selección arbitraria y necesaria de sucesos dentro del mismo acontecimiento; esta parcialización que re-corta la realidad para hablar de ella, es lo que constituye la no-ticia sobre esa realidad.

profesiones e intereses; además de haberse presentado diferen-tes intervenciones que abarcan una multitud de temas sobre la información. Entonces, ¿qué es lo que se tendría que registrar?

Dependiendo de la inclinación del periodista, este se podría enfocar, por ejemplo, en reflejar la amabilidad del vicepresi-dente ecuatoriano (Jorge Glas), que saluda a la gente, da la mano y recibe el cariño de los jóvenes estudiantes. Ciertamente esta es una posibilidad de relato: la relación entre gobernantes y estudiantes. Y efectivamente es un hecho que ha sucedido.

A su vez, puede ser que a otro periodista le llame la atención la elevada presencia de estudiantes, de gente joven, y quiera reflejarla centrándose en sus preocupaciones, expectativas, in-tereses temáticos, debates informales, autores que usan para refrendar sus argumentos, críticas que realizan a los medios, etcétera. Y eso también es algo que ha sucedido.

Igualmente, otra manera de reflejar el mismo aconteci-miento sería enfocarse en la presencia de invitados interna-cionales o estudiantes de otros países; indagar de qué país vi-nieron, con qué experiencias comunicacionales y qué tipo de información tienen sobre el Ecuador, etcétera. Un hecho que también ha acontecido.

En la misma línea se podría hablar de las brillantes interven-ciones de los panelistas invitados, de sus referencias a la comu-nicación digital, a su preocupación sobre la pluralidad de los medios, o a la relación entre la democracia y la comunicación, etcétera. Eso también es un acontecimiento.

Otro periodista podrá dedicarse a analizar mi discurso; cen-trarse en los conceptos académicos que uso o en los autores de sociología que evoco en mis argumentaciones. A otro podrán interesarle más mis sugerencias a los gobiernos revolucionarios para reorganizar el campo periodístico; y tal vez a un tercero le llamen más la atención mis reflexiones sobre la política, la he-gemonía y el discurso. Incluso es posible que otro comunicador

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sobre la base de un acontecimiento objetivo, a partir de un su-ceso que existe independientemente de los deseos del periodis-ta. En ese sentido, existe un fundamento objetivo en la produc-ción noticiosa. Sin embargo, la manera de transformar el acontecimiento en noticia implica un proceso, unos medios y unas herramientas, por lo que al final el resultado inevitable estará marcado por la subjetividad de la propia acción periodís-tica. Aunque está claro que la materia prima objetiva con la que trabaja el comunicador es el fundamento de la credibilidad de la noticia. Es solo a partir de ese punto de partida que la noticia podrá tener la cualidad de ser noticia pública, con efecto públi-co e influencia en la gestión de lo público.

Con este ejemplo sencillo –que se puede repetir para el caso de un accidente de tránsito, la aprobación de un decreto presi-dencial o una acción colectiva, etcétera–, quiero expresar que cada periodista y cada investigador agarra el suceso o el acon-tecimiento, y que necesariamente tiene que “meterle tijera”, tiene que “recortar la realidad” para detenerse en lo que, a par-tir de su criterio, de su formación y de sus inquietudes e intere-ses, considera lo más relevante e importante.

Pero no solamente eso, sino que el periodista, jefe de re-dacción o de edición, tiene la capacidad de convertir el día de mañana ese recorte de la realidad en un titular del periódico, en una pequeña nota para el informativo nocturno, en un mensaje por Facebook o Twitter. El informador recorta obli-gatoriamente la realidad, y lo hace a partir de criterios profe-sionalmente compartidos, pero arbitrariamente construidos; cosa que hace de una noticia una especie de arbitrariedad bien fundada. Inmediatamente después, la coloca en un medio ma-terial (periódico, radio, televisión o Internet), y ese medio permite comunicar y difundir la noticia inmediatamente a mi-les y millones de personas que no están presentes y que no están viendo lo que acontece, pero que a partir de la informa-

Evidentemente, una noticia es el registro de un suceso –lo es–, pero es un registro que obligatoriamente le lleva al profe-sional, periodista o investigador, a tener que recortar, seleccio-nar y escoger un pedazo de aquello que ha visto, oído o sentido; y de esta manera también estará jerarquizando y priorizando lo más relevante de acuerdo a su percepción (“esto es más impor-tante que esto”, “esto no lo vi”, “esto fue lo decisivo”, etcétera).

Ciertamente, este “recorte de la realidad informada” se rea-lizará sobre la base de preceptos lógicos aceptados en el campo periodístico como ser: “lo importante”, “lo interesante”, “lo in-fluyente”, “lo novedoso”, “lo especifico”, etc. Pero en todo caso se trata de preceptos lógicos que están sometidos a la evalua-ción personal del periodista, a sus principios, su conocimiento y su juicio; a la lógica subjetiva con la que la persona jerarquiza o valora los componentes diversos de un acontecimiento.

En el fondo, el periodista recorta arbitrariamente, subjetiva-mente, los componentes del acontecimiento para informar so-bre el mismo; y al hacerlo, ese propio acontecimiento –que lle-gará a miles de personas a través de un medio de comunicación– lleva ineludiblemente la carga subjetiva, el re-corte obligado del periodista que, sin quererlo ni desearlo conscientemente, forma parte de la noticia en sí misma, de su modo de construcción.

Para poder informar sobre la “realidad”, esta tiene que ser “recortada”; y al recortarla, la estamos seleccionando; y al se-leccionar, estamos jerarquizando algunos componentes sobre otros; y al jerarquizar, ya hemos introducido criterios subjeti-vos en la manera de ver y de entender el acontecimiento. La “realidad” resultante al final será una que esté marcada e in-fluenciada por la subjetividad del propio periodista.

Aquí no nos estamos refiriendo a que el periodista tiene la facultad de inventar la noticia –eso ya no sería producirla, sino inventarla–. La producción de realidad periodística se realiza

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública

Trabajador, medio de trabajo, objeto de trabajo y producto del trabajo en sus múltiples interacciones, hacen referencia pues a un modo de producción de la noticia en el que tiene que haber un recorte del acontecimiento real, una selección, el fi-jarse en un aspecto y no en otros; y al hacer todo esto el perio-dista está “produciendo” o “construyendo” la información.

En cualquier parte del mundo toda información es una producción de la realidad. La realidad no se refleja. Ni siquie-ra el espejo puede reflejarla, y mucho menos lo ha de hacer el ser humano, el periodista o investigador. No existe periodista ni medio de comunicación que “refleje” la realidad; lo que ellos hacen es producirla. ¿Cómo? Seleccionando unas partes y dejando de lado otras; fijándose en lo que consideran prio-ritario y dejando de lado aquello que perciben como irrele-vante. Sin embargo, al hacer eso ya están incorporando la car-ga de su subjetividad, de su experiencia, de su vida, de sus intereses y de su formación en la selección de lo que conside-ran importante.

Entonces, queda claro que una noticia es una producción simbólica de la realidad con una cualidad específica: produce una realidad pública. Una cosa es que yo, al igual que el periodis-ta, fije mi atención en los jóvenes que están charlando aquí en este evento (por ejemplo, en un compañero ecuatoriano con un colombiano), y haga un resumen de la charla de ellos sobre el tema de la comunicación en América Latina. Esa sería una ma-nera de ver lo que está ocurriendo acá en este momento, pero su efecto producirá un interés simplemente en mi persona, en mi reporte, y ahí terminaría.

No obstante, el resumen, la construcción de la realidad so-bre el acontecimiento que hace el periodista y que probable-mente esta noche saldrá en el noticiero de las ocho, y el día de mañana aparecerá publicado en el periódico, tiene otro efecto: un efecto público. Esa noticia la leerán miles o millones de perso-

ción recibida (del Twitter, de la televisión o del periódico) construyen en su mente lo que ha sucedido, la realidad del acontecimiento.

La “magia” del productor simbólico de la realidad

En esta breve y sencilla descripción está la “magia” del perio-dismo, de su importancia y función.

En primer lugar, un periodista, un comunicador, es un pro-ductor simbólico de una realidad pública, y lo que él hace como tal es muy preciso: produce información. El periodista no “re-fleja” el acontecimiento; no puede hacerlo. Para ello tendría que reflejar absolutamente todo lo ocurrido (en el caso de nuestro ejemplo, todo lo acontecido con cada una de las dos mil personas en la infinidad de áreas que rodea la acción humana). Y eso es muy difícil de hacer porque requeriría también un tiempo infinito para explicarlo todo, cosa que volvería imposi-ble cualquier tipo de información pública.

La infinitud de aristas de cada acontecimiento y la finitud del tiempo que se tiene para informar, nos conducen obligato-riamente al “recorte”, a la abstracción. Y como esto se lleva a cabo a partir de marcos lógicos y morales subjetivos, ese “re-corte” de la realidad se convierte también en una “creación” de ella. Si la realidad es una infinidad de aristas, y la que se escoge o se selecciona es solo una de las tantas posibles –y encima, una visualizada desde los preceptos lógicos y morales del periodis-ta–, lo que se obtiene al final como resultado es una “realidad construida” o “producida” en medio de la interacción entre el acontecimiento (la materia prima), y los marcos lógicos y mo-rales del “recorte”, de la abstracción (el medio de trabajo) utili-zados por el periodista (el trabajador simbólico) para informar a la sociedad.

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pecto clave que sucede en las ciencias sociales y en el periodis-mo en particular: el principio de incertidumbre.

De manera simple, Heisenberg muestra que si un físico quiere estudiar la velocidad de una partícula subatómica, obli-gatoriamente tiene que dispararle con otra para detectar su tra-yectoria. No obstante, al dispararle con esa partícula que le va a medir la velocidad, está afectando su ubicación y ya no podrá saber con certidumbre su nueva trayectoria. Así, en el estudio de las partículas subatómicas, no se puede conocer simultánea-mente la ubicación y la velocidad de ellas. Si se quiere conocer su velocidad, se afecta su ubicación; si se quiere conocer su ubi-cación, se afecta su velocidad2. La enseñanza de todo esto es que el investigador y sus medios de investigación no son sola-mente parte del objeto investigado, sino que al mismo tiempo lo afectan.

Si esto sucede en las llamadas ciencias exactas, con mayor razón se presenta en las denominadas ciencias sociales. Si el periodista quiere dar a conocer la realidad al público, necesa-riamente afectará con su subjetividad esa realidad pública; y si no quiere afectarla ni en un ápice, entonces no deberá ha-cer nada, pero así tampoco esa realidad, ese acontecimiento, será público.

Entonces, una noticia tiene este doble contenido. Es un pro-ducto, fruto de un proceso de construcción o producción, y a la vez tiene el efecto de realidad pública, de influencia pública.

2 Werner Heisenberg, físico alemán galardonado con el Premio No-bel de Física en 1932, es reconocido por su formulación del “principio de incertidumbre”, también conocido como “relación de indeterminación” (una contribución central al desarrollo de la teoría cuántica), que en tér-minos sencillos establece que el acto mismo de observar cambia también lo que se está observando. Para conocer en más detalle sus formulaciones, se sugiere revisar su libro Física y filosofía.

nas; y tendrá repercusión, a través de Twitter, Facebook, etcé-tera, en otros millones más.

Eso significa que el periodista, a diferencia de otras perso-nas, utiliza los soportes materiales que posibilitan que su cons-trucción de la realidad tenga un efecto público. En otras pala-bras, el periodista es un constructor de realidades públicas y de realidades masivas, porque la noticia que construye, gracias al soporte material que posee (radio, televisión, periódico o inter-net) tiene un efecto público y, por tanto, es una construcción de realidad con efecto público, con influencias y repercusiones públicas que afectan a todos los miembros de una sociedad. En-tonces, el periodista es un ciudadano portador de un poder so-cial, de un monopolio que lo diferencia de otros ciudadanos: tiene el poder de crear realidades colectivas y de influir en las acciones y percepciones de toda la sociedad.

Cuando decimos que los periodistas construyen la realidad pública en vez de reflejarla, y que son portadores de un mono-polio, de un poder de “construcción” de lo público (cosa que afecta a todos), evidentemente estamos rompiendo con la per-cepción cotidiana que tiene de sí mismo, como el de una espe-cie de espejo de la realidad en cuanto a información. De la mis-ma manera, cuando desmontamos la creencia acerca de la “objetividad” de la noticia, ciertamente nos estamos peleando con la concepción de que lo que los investigadores hacen en las universidades es conocer “objetivamente la realidad”. En ver-dad nadie conoce objetivamente la realidad; ni siquiera aque-llos vinculados a las ciencias exactas.

Seguramente algunos de los estudiantes reunidos en este congreso se habrán inclinado por el área de la comunicación porque ni las matemáticas ni la física eran de su agrado. Pero, permítanme recurrir a un físico, Heisenberg, para introducir un concepto suyo muy útil en física cuántica y que –salvando las diferencias– es igualmente útil para darse cuenta de un as-

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública

Cada periodista, medio o dueño tiene una determinada his-toria, objetivos, prestigios, necesidades y competencias que, de manera directa o indirecta, influyen en la selección de las noti-cias y de los enfoques.

Cuando diferenciamos a los tipos de periodistas por su his-toria, su ubicación y por el tipo de noticias que dan; cuando diferenciamos a los medios de comunicación por el tipo de pro-piedad que poseen, no estamos haciendo una cosa banal. Estos aspectos influirán en la forma de construir la noticia. El medio al que se pertenece, la trayectoria o la formación que se tiene, los competidores que existen, contra quiénes se está oponien-do, etcétera; todo ello va a influir en la manera en la que el pe-riodista se relacione con el suceso.

El medio al que pertenezca, el interés y la trayectoria que tenga van a hacer que el periodista se fije en un aspecto o en otro, priorice un tema u otro, devalúe en su recorte otros te-mas; en fin, “produzca” la noticia.

3. El monopolio de la comunicación masiva

Ya hemos visto dos características del campo periodístico (los periodistas y su composición; y la estructura propietaria y su com-posición). Una tercera está relacionada –ya lo mencionamos antes– con una función muy específica: la monopolización y concentra-ción de los medios de producción y de difusión a gran escala de la información y, por lo tanto, de la consagración pública.

Esta es una definición un poco complicada, pero necesaria. El campo periodístico es un tipo de monopolio de una función pública. ¿Por qué un monopolio? Debido a que concentra ma-terial y objetivamente un tipo de bien, un tipo de capacidad. ¿Cuál es esa capacidad? La de la producción y difusión, a gran escala, de la información.

En la vida cotidiana no todos tienen ni pueden tener un estu-dio o canal de televisión, una central de radio o una imprenta en

Los tres componentes del campo periodístico

Habiendo establecido lo que es una noticia, cabe preguntarse ahora quiénes son los que la producen. ¿Quiénes construyen la información en torno a los acontecimientos y a los hechos?

1. Los periodistas y su composición

En primer lugar están los periodistas, los informadores. Pero no hay periodistas en general, sino periodistas de radio, de tele-visión, de periódicos, de medios electrónicos; periodistas anti-guos (con una formación específica) y jóvenes periodistas que son más audaces e intentan desplazar a los más antiguos en el prestigio, la conducción y la definición de las políticas comunica-cionales del medio, de la región, del país o del mundo.

Tenemos periodistas dedicados a la economía, a lo social, a la política, a lo cultural. Hay periodistas “serios”, dedicados más al análisis estructural de los acontecimientos a largo plazo; periodis-tas de actualidad, más de espectáculo; y profesionales adscritos.

En fin, está demás decir que hay una diversidad de periodis-tas. El mundo periodístico no es una homogeneidad, e interna-mente presenta una variedad de sujetos y distinta jerarquía y competencia entre cada uno de los componentes del periodismo.

2. La estructura propietaria de los medios y su composición

En segundo lugar, al lado del periodista se encuentra su so-porte material. Tenemos periodistas de televisión, de radio y de periódicos, pero también están los propietarios, que pueden ser privados, estatales o comunitarios; propietarios de grandes me-dios, de pequeños medios, de medios locales, de medios regio-nales y de medios internacionales.

Este otro elemento de la estructura propietaria constituye el segundo componente del campo periodístico, su soporte con distintas formas de propiedad.

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poder –un poder dual, usando el concepto leninista–3. Por una parte, el poder de la construcción simbólica de la realidad pú-blica. Si aparece en la televisión, existe; si no, no existe; si salió en el periódico, sucedió; si no, no sucedió. El campo periodís-tico tiene el poder de construir la verdad pública, aquella acerca de la que la gente va a informarse, armar un esquema mental y actuar en consecuencia respecto a ella. Ese es un poder; y el monopolio de los medios de producción y difusión masiva les da el poder de la construcción de la realidad pública.

Pero además se tiene un segundo poder: el de la notoriedad o de la consagración pública. Si un periodista sale en televisión es reconocido; si escribe en uno de los mejores periódicos, es consagrado. Si un periodista que aun siendo excelente y desta-cadísimo no sale en la televisión, no tiene su página web o no escribe en el periódico, entonces no será conocido, no existirá; no estará consagrado públicamente.

Si el día de mañana una autoridad pública no aparece en los periódicos, nadie la conoce. Si el día de mañana un candidato o un político no aparece en la televisión ni en el periódico, no será una persona pública ni una persona consagrada o notoria.

Pero, ¿quiénes brindan el soporte material para la notorie-dad o para la consagración de un investigador, periodista, polí-tico o ciudadano cualquiera? Los medios de comunicación; el campo periodístico.

Entonces, el campo periodístico monopoliza en realidad dos poderes. En primer lugar, el de la construcción de lo público,

3 “La cuestión básica de toda revolución es la del poder del Esta-do… La más notable característica de nuestra revolución  es un poder dual… ¿Qué es este poder dual? Junto al Gobierno Provisional –el gobier-no de la burguesía−, otro gobierno se ha erigido, hasta ahora débil e inci-piente, pero indudablemente un gobierno que realmente existe y está creciendo –los Soviets de Diputados de Obreros y Soldados”. Lenin, abril de 1917.

su casa para publicar un millón de ejemplares de periódicos. No todos tienen ni pueden tener una gran infraestructura televisiva para hacer telenovelas, noticieros, juegos infantiles o concursos juveniles. Esos medios de producción material de la noticia pú-blica los poseen solo unos cuantos y son ellos los que al concen-trarlos también monopolizan y concentran esa capacidad mate-rial de producir información y de difundirla a gran escala.

Entonces, el campo periodístico es un monopolio social, uno de los monopolios sociales. Y aquí no estoy evaluando si eso es bueno o malo, simplemente estoy describiendo una de las fun-ciones de la estructura periodística, del campo periodístico.

Pero, ¿qué conclusiones podemos sacar de estos tres com-ponentes del campo periodístico (los periodistas, la estructura propietaria del periodismo, y el monopolio de difusión y pro-ducción masiva de información)?

Primero, que el campo periodístico no es homogéneo ni es compacto. Es un escenario de constantes luchas internas por monopolizar una mayor audiencia. Todos los medios (sea en internet, periódico, radio o televisión; en el ámbito local, nacio-nal o internacional) se encuentran en medio de esa disputa. Aquel medio que tenga más audiencia, más influencia y más gente que lo vea o que lo lea, se convertirá en el medio más requerido, influyente e importante. Y los periodistas de los otros medios buscarán disputar ese liderazgo imitando sus pro-cedimientos o innovando la materia periodística. Pero a la vez, los periodistas del medio más importante intentarán preservar su liderazgo, y en medio de esa lucha se dará cuerpo a las rela-ciones al interior del campo periodístico. Entonces, el campo periodístico es un escenario de luchas internas por monopoli-zar o por controlar, permanentemente, una mayor audiencia, por estar primeros en el rating o por tener la primicia.

En segundo lugar, al monopolizar los medios de informa-ción y de difusión masiva, el campo periodístico tiene un doble

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es lo que se difunde sino la cantidad de audiencia que se tiene. Lo importante es mantener atenta a la gente al momento de hacer el noticiero; el que la gente te compre por el titular cada vez que sale el periódico.

Periodismo y política

Inicialmente hemos definido la noticia; de la noticia hemos pa-sado al campo periodístico y hemos visto sus características. Con estas herramientas o –digámoslo así– con esos axiomas, vayamos al núcleo, al corolario, a las implicancias.

¿Cuál es la relación entre política y periodismo; entre pe-riodismo y política? Primero definamos, de manera muy senci-lla, qué es la política.

La política es –ante todo y sobre todo– la lucha por la impo-sición, por el control y la regulación de unos principios de per-cepción y de interpretación del mundo. Rescatando a Dur-kheim4, es la imposición de los principios lógicos y los princi-pios morales con los que las personas, cotidianamente, organi-zamos e interpretamos nuestra ubicación en el mundo.

Nos referimos a principios lógicos respecto a los procedi-mientos acerca de lo correcto e incorrecto, de lo que debe ser y

4 “(…) Pues sí, en cualquier coyuntura, los hombres no se entendie-ran sobre estas ideas esenciales, si no tuvieran una concepción homogé-nea del tiempo, del espacio, de la causalidad, de la cantidad, etc., todo acuerdo entre las inteligencias se haría imposible y, con ello toda vida común. Además la sociedad no puede abandonar al arbitrio de los parti-culares las categorías sin abandonarse a sí misma. Para poder vivir, no sólo tiene necesidad de un conformismo moral suficiente; hay un mínimo de conformismo lógico del que tampoco puede prescindir. Por esta razón ejerce el peso de toda su autoridad sobre sus miembros para prevenir las disidencias...”. Durkheim, E., Las formas elementales de la vida religiosa, Akal, Madrid, 1982, p. 15.

de la información pública, aquella que comentan todos. Y, en segundo lugar, monopoliza el poder de la consagración o de la notoriedad de las personas: del político, investigador, académi-co, policía, profesor, militar, alcalde, gobernante o diputado. Es a través de los medios de comunicación que estas personas lo-gran consagración o que pueden ser devaluadas socialmente. Este doble poder se deposita en el campo mediático.

Una tercera característica de la definición que dimos es la creciente “empresarialización” de los medios de comunicación. Esto es, la introducción gradual, creciente y ascendente de la lógica mercantil en la producción de la información y de la distracción.

Nos estamos refiriendo a una dictadura del rating. El medio que más audiencia tiene, que logra mayor publicidad, que tiene más apoyo, que se lo ve más, y al que la gente lo compra más, es “el mejor”. Se trata de una creciente dictadura del rating res-pecto a lo que un medio hace o a lo que un periodista está dis-puesto a informar. Y a medida que la información se subordina al rating –cosa que implica la subordinación de la noticia al mercado–, asistimos inevitablemente a una creciente prepon-derancia del sensacionalismo y de la banalización sobre la pro-pia información.

¿Qué vende más? ¿Las reflexiones abstractas del Vicepresi-dente boliviano sobre el campo periodístico? ¿O la foto de una hermosa chica en primera plana? No hay dónde perderse: la foto. ¿Qué vende más? ¿El discurso acerca de la política y los medios de comunicación? ¿O el accidente ocurrido en la auto-pista con un saldo de cinco muertos? El accidente, sin duda; no así el discurso largo y tedioso del Vicepresidente.

Existe una creciente predominancia del sensacionalismo y de la banalización sobre la reflexión o la formación. Esto, debi-do a la dictadura del rating que somete a los medios de comu-nicación a una lógica mercantil, según la cual lo que importa no

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Nada más que la lucha por el monopolio de la difusión, a gran escala, de la información, de las ideas y de las percepciones del mundo que tienen la fuerza de realidad y de consagración pú-blica. Es decir que se trata de campos que trabajan sobre un espacio mayoritariamente común: la construcción de lo públi-co y la formación del sentido común de lo público.

Usando los conceptos de Gramsci, la prensa representaría la producción masiva de consenso. Por eso se refería a la prensa como una organización material encargada de la construcción teórica e ideológica de la información y de la dirección política general de una sociedad5.

La política es una lucha por el sentido común duradero de una sociedad; y la prensa también trabaja los sentidos comu-nes duraderos de una sociedad en función de la producción de noticias y de la difusión masiva. En ese sentido, entre po-lítica y periodismo no solamente existe una frontera muy am-bigua, difusa y borrosa, sino que por su función formativa,

5 “Los directores de la prensa burguesa ordenan los aparadores, le dan brillo a su logotipo y buscan llamar la atención de los transeúntes (es decir, el lector) para vender su producto. El producto es ese pedazo de papel de cuatro o seis páginas que cada mañana y tarde pretende inyectar en el espíritu del lector el modo de percibir y juzgar los hechos de la ac-tualidad política, mismos que convienen a los intereses de los producto-res y vendedores del papel impreso… El periódico burgués (cualquiera que sea su matiz) es un instrumento de lucha impulsada por ideas e inte-reses contrarios a los suyos [a los trabajadores]. El contenido de la prensa está influenciado por una idea: el servicio de la clase dominante… las noticias son expuestas con un arte que dirige su pensamiento y manipula su mente de una manera determinada”. Gramsci, Antonio, Los periódicos y los trabajadores (22 de diciembre de 1916).  También en sus textos pre-car-celarios del 26 de abril de 1922, sostiene que: “Los periódicos del capita-lismo habrían hecho vibrar todas las cuerdas de los sentimientos peque-ño-burgueses; y son estos periódicos que aseguran a la existencia del capitalismo el consenso y la fuerza física de los pequeño-burgueses y de los imbéciles”.

de lo que no debe ser, de lo que es el mundo. Y los principios morales son el conjunto de valores a través de los que nos mo-vemos en la vida familiar, política, académica; en la vida diaria, en la calle, en la oficina. Estos conjuntos de principios morales y lógicos son los que dan lugar a un sentido común, a una con-cepción del mundo.

De esta manera, la lucha política es la lucha por la construc-ción de los principios de observancia, organización y visión moral del mundo. Por eso, todos los procesos revolucionarios requieren previamente de un derrumbe cultural y de la lucha por la hegemonía, por el liderazgo intelectual y moral previo a la toma del poder político.

No existe proceso revolucionario verdadero sin previo cata-clismo ético, moral y lógico en la vida cotidiana de la mayor parte de la sociedad, que habilite la predisposición a nuevas maneras de organizar el mundo, tanto en el ámbito práctico como en el simbólico.

La lucha política es, en gran medida, la lucha por la imposi-ción de los principios lógicos y morales con los que la sociedad organiza e interpreta el mundo cotidianamente. Eso, además, obviamente, de la monopolización de los medios organizativos y económicos para sostener esa visión del mundo.

La lucha política es organización; es materia y fundamental-mente idea. Se puede decir que la política es cincuenta por ciento idea; lucha por las ideas, representaciones y percepcio-nes. El Estado, que tiende a concentrar una parte importante de la política, igualmente es cincuenta por ciento idea y cin-cuenta por ciento materia: procedimiento, decisión, recursos, monopolios; es por ello que las luchas políticas, el poder políti-co, se dirimen fundamentalmente en la cabeza, en el alma y en el espíritu de las personas.

La lucha política es, por tanto, la lucha por el sentido común duradero de una sociedad. Y ¿qué es el campo periodístico?

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los temas priorizados, en los periodistas consagrados contrata-dos, en los comentaristas invitados, en el lenguaje utilizado y otros detalles más.

Por tanto, debido a esta definición, el campo periodístico, la prensa, no solamente refleja las luchas políticas, sino que al mismo tiempo es parte de ellas. La prensa hace política y sufre los efectos de la lucha política en su propia estructura interna.

La historia política contemporánea está marcada por la in-tervención activa de la prensa. Podemos citar el papel de los pasquines en las luchas de independencia latinoamericanas contra el dominio español, mismos que circulaban en los pue-blos y las ciudades más importantes, y permitían formar co-rrientes de opinión y acción política. Otro ejemplo podría ser el periódico Iskra (La Chispa)6, decisivo a la hora de compren-der la organización del partido bolchevique y la preparación de una estructura de cuadro políticos con voluntad estatal. O el papel central de las radios mineras en la constitución del sujeto colectivo minero frente a las dictaduras.

En todos estos casos, estoy mencionando ejemplos de cómo es que movimientos sociales o sujetos políticos no solo ven am-plificada su actividad, ideología e influencia a través del uso de

6 Iskra (La Chispa) fue el primer periódico marxista clandestino de toda Rusia, fundado por Lenin en 1900; desempeñó un papel decisivo en la creación del partido marxista revolucionario de la clase obrera.  “El primer número de la Iskra leninista vio la luz en diciembre de 1900, en Leipzig; los siguientes, en Munich; a partir de julio de 1902, en Londres y, desde la primavera de 1903, en Ginebra”. Formaron su equipo de re-dacción: V. I. Lenin, J. Plejánov, Y. Martóv, P. Axelrod, A. Potrésov y V. Zasúlich. “Lenin era el redactor-jefe y el director del periódico. Publicó en él artículos sobre todos los problemas fundamentales de la organiza-ción del partido y de la lucha de la clase del proletariado de Rusia y se hizo eco de los acontecimientos más importantes de la vida internacio-nal”. (Extraído del artículo “Qué hacer”, de V. I. Lenin, en Obras comple-tas, tomo VI, Editorial Progreso, Moscú, 1981).

una parte del campo periodístico es un subconjunto del cam-po político.

Uno podría imaginarse dos conjuntos que no solo se acer-can, sino que tienen un área de intersección; dos conjuntos con vida aparte que se necesitan y que en muchos aspectos se cru-zan, se mezclan. Existe un ámbito de intersección común: parte de la acción periodística se desenvuelve y también es parte de la acción política; ambos campos trabajan con ideas, con percep-ciones y sentidos organizadores del mundo. Esa es la razón por la que política y prensa van juntos y, en muchos casos, se mez-clan, se cruzan o se interceptan.

La política y la prensa son constructoras del sentido común dominante, es decir, de los esquemas de adhesión al mundo so-cial. Por eso ambas van juntas y se necesitan, con la siguiente ventaja para el campo periodístico: que, a diferencia del campo político, tiene el monopolio de la consagración o devaluación de las ideas y/o de las personas.

En muchos aspectos, el campo político y el periodístico son parecidos, pero el último −recalco− tiene la capacidad de con-sagrar y generar, o catapultar y devaluar a una persona, a un líder, a una figura pública, a un político, a un comunicador o a un ciudadano de a pie.

Resulta imposible entonces pensar la formación de los Esta-dos y de las luchas políticas modernas sin la prensa. No se pue-de separar la formación del Estado contemporáneo del papel organizador de la prensa. Es imposible pensar las democracias contemporáneas sin la prensa; de hecho, democracia y prensa son componentes indisociables. Pero, a la vez, no se puede con-cebir a la prensa sin estas luchas políticas, sin su intervención y participación, abierta o velada, en ellas.

La prensa va a reflejar estas luchas políticas en su propia vida orgánica y en su desempeño profesional, en sus tendencias, fracciones y corrientes que se traducen en la línea editorial, en

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La producción privada de la “opinión pública”

Con estas herramientas podemos volver a redefinir lo que ge-neralmente se denomina como opinión pública. Generalmente se usa el concepto de opinión pública en referencia a un tipo de “opinión común”, de opinión generalizada en la ciudadanía respecto a un tema particular. Y quienes evocan a esa “opinión pública” fantasmal lo hacen para legitimar la importancia de determinado tema de interés mediático o de determinado pun-to de vista sobre alguna temática, como si fuera de interés y opinión común de todos.

El pretexto de la “opinión pública” sirve así para encubrir un tema de interés particular como si fuera de interés general; sirve para camuflar una opinión particular sobre un tema como si se tratara de la “opinión de muchos” o de “todos”. Pero está claro que esa supuesta “opinión de todos” en reali-dad es la opinión de un jefe de prensa o de un propietario de un medio de comunicación, que usa el soporte material de su medio de comunicación para agendar en el debate público su preocupación o comentario personal. Porque si solo brindara su opinión personal sin el vínculo con el medio, obviamente esa opinión sería una más entre miles de otras. Sin embargo, al apoyarse o al manipular el soporte del medio de comunica-ción de su propiedad, esa opinión personal se convierte inme-diatamente en una opinión oída, asumida y refrendada por muchos otros que utilizan ese medio de comunicación; y tam-bién es agrandada por otros medios de comunicación que al final dan lugar a la invención de un tipo de “opinión pública” cual simple caja de resonancia de una opinión y un interés particular y privado.

Esto demuestra que la opinión pública como “opinión de todos”, como síntesis organizada de la opinión de todos, es una falacia. No existe. Lo que existe es una opinión pública cons-

medios de comunicación, sino cómo los propios medios ayudan a organizar la acción política. De ahí que Lenin hablaba del pe-riódico como un organizador político. Sin embargo, de la misma manera pueden presentarse también usos patológicos o perverti-dos de los medios, mismos que, por decisión del propietario pri-vado, pueden devenir en actores políticos partidarios.

Una cosa es un movimiento político que utiliza los medios para difundir sus ideas; y otra cosa es que el propio medio de-venga en partido político. Eso es lo que Gramsci vio en los años 20 del siglo pasado en Italia, sosteniendo que por la falta de partidos organizados y centralizados, los periódicos fueron los que se constituyeron en los verdaderos partidos7.

Gramsci ya vio la posibilidad de que un medio –la prensa en ese tiempo, porque no había televisión– se convirtiera en un partido político conservador.

De hecho, esto es lo que está pasando recientemente en los países de América Latina, donde ante el derrumbe o la debili-dad de los partidos políticos de derecha, algunos grandes pro-pietarios han convertido a sus medios de comunicación en par-tidos políticos camuflados, abusando de la propiedad y del privilegio de la construcción de lo público que tiene cualquier medio de comunicación.

7 “(…) El Corriere della Sera formaba una corriente por sí solo, que trataba de ser en Italia lo que <es> el Times en Inglaterra, guardián de los valores nacionales por encima de las corrientes aisladas. De hecho estaba ligado a la industria lombarda de exportaciones textiles (y caucho) y por ello era más permanentemente liberalista… El nittismo también tenía una serie de periódicos: el Corriere en la derecha, el Carlino en el centro derecha, [el Mondo en el centro izquierda], el Paesc en la izquierda... En el estudio de los periódicos como órganos que ejercen la función de partido político hay que tener en cuenta a los individuos y su actividad…”. Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, tomo I, Ediciones Era, México, 1999, pp. 164 y 166.

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Sexto: la prensa hace política, produce sentido común dura-dero, forma parte de las luchas políticas y, orgánicamente, expre-sa los efectos de esas luchas en su propia estructura productiva.

Séptimo: la prensa forma parte de las organizaciones mate-riales que construyen hegemonía política-cultural en las socie-dades contemporáneas.

Hemos desmitificado la “independencia” de los medios de comunicación, la idea de la imparcialidad en las noticias. He-mos desmitificado la “pureza” del campo periodístico respecto al campo político. La noticia se construye. No existe imparcia-lidad, lo que hay es construcción de la información. Existe una estrecha relación entre la política y la comunicación. Los me-dios de comunicación hacen también política −muchas veces sin decirlo, y otras, abiertamente−. Ellos tienen una relación indisoluble con la política y con la acción política en las socie-dades modernas y, más aún, en democracia.

Las bases de una política revolucionaria en relación a la prensa

Puestas así las condiciones, ¿cuál debería ser la política revolu-cionaria respecto a la acción política de la prensa? ¿Qué debe-mos hacer los gobiernos y los Estados revolucionarios con la prensa?

1. La pluralidad informativa

¿Qué significa esto? Que tenemos que diversificar los men-sajes y los soportes materiales de la producción de la informa-ción. ¿Cómo? Potenciando los medios estatales, no solamente en número y alcance territorial, sino en calidad informativa.

Tienen que haber medios estatales hasta en el último rincón de cada pueblo, de cada comunidad, de cada provincia y de cada departamento del territorio nacional. Esto es también impres-

truida como espacio de disputa, de luchas y de intereses de de-terminados políticos, determinados comentaristas o propieta-rios de medios que transmutan su opinión personal o colectiva como si fuera una opinión de todos. Y para eso utilizan el so-porte material de los medios de comunicación, y se apoyan en encuestas, alguna referencia o ciertos comentaristas consagra-dos que aparentemente son los que tienen la voz pública para convertir un tema de interés particular en un tema de interés general, de “opinión pública”.

La “opinión pública” es una voluntad política dominante, enfrentada permanentemente a otras voluntades políticas. Su construcción es un tema de correlación de fuerzas, y está ligada a la propiedad de los medios de difusión masiva y a la capacidad de producir, por medio de ellos, hegemonía ideológico-cultu-ral, es decir, la construcción del liderazgo moral e intelectual del Estado.

Hagamos un breve resumen de lo dicho hasta aquí. Prime-ro: la prensa construye subjetivamente la información.

Segundo: toda información recorta la realidad, parcializa el acontecimiento, y ejerce por tanto un tipo de censura. Es decir, no existe imparcialidad en la prensa ni en la sociedad ni en el mundo. Todo es un recorte, una construcción, una selección. Por consiguiente, todo es una producción de la realidad.

Tercero: este recorte de la realidad que hace la prensa y que tiene el efecto de producirla públicamente, se lo hace a partir de la formación de los criterios y de la trayectoria del periodis-ta, del director de noticias, del dueño del medio de comunica-ción y demás.

Cuarto: la prensa monopoliza la construcción y difusión masiva de la información pública.

Quinto: la prensa construye sentido común, percepciones organizadoras del mundo, tolerancias lógicas y morales sobre el orden legítimo de la sociedad.

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5. Impedir la formación de oligopolios comunicacionales privados

En el marco del respeto a la libertad de prensa que está en la Constitución, se debe impedir la formación de oligopolios co-municacionales privados, que representan un peligro para la propia libertad de información y la democracia.

Una empresa privada no debiera tener tres, cuatro o cinco medios televisivos, ni tres o cuatro medios impresos; menos aun varios periódicos o canales de televisión simultáneamente. Esa es una concentración peligrosa del poder de información, un monopolio de la información, de la difusión y de la consa-gración pública. La iniciativa privada es imprescindible en de-mocracia, pero sin las tentaciones de la dictadura mediática. La diversidad y la pluralidad deben ser la norma.

6. Separar la acción comunicacional privada de la acción política partidaria

Los medios de comunicación hacen política –tienen que ha-cerlo–, pero otra cosa es cuando uno de ellos deviene en un partido político, devaluando y degenerando el privilegio de ser un medio de comunicación masivo. Una cosa es hacer política comunicacional, y otra muy distinta –y alejada de la libertad de información– es devenir en un partido político a partir de la acción comunicacional.

Así como en el marco de la democracia, el que monopoliza las armas (las Fuerzas Armadas) no puede monopolizar el po-der político, igualmente no es posible –y eso lo estamos hacien-do en Bolivia– que el que tiene poder económico privado, ten-ga a su vez poder político. Las reglas son claras. Quienes hacen empresa tienen todos los derechos, garantías y la protección estatal. Pero si quieren usar su poder económico como plata-forma para obtener poder político, estamos frente a una con-centración abusiva, corrupta y dictatorial de poder en manos privadas. Esa fue la lógica neoliberal, y el resultado para Bolivia

cindible para ayudar a la construcción de la cohesión social, a la formación de una cultura de base común y a la difusión de pre-ceptos morales compartidos.

2. El potenciamiento de los medios de comunicación comunitarios o sociales

Medios con capacidad de romper la dictadura del rating co-mercial, y de desplegar la pluralidad informativa de una socie-dad civil también plural. En Bolivia tenemos una amplia expe-riencia sobre este tipo de medios en la construcción de la democracia contemporánea. Ahí están por ejemplo las radios de los sindicatos mineros, las radios comunitarias de los sindi-catos agrarios, y por supuesto los medios de comunicación au-togestionarios en donde se expresa la creatividad cultural y po-lítica de los distintos sectores sociales.

3. La democratización del acceso a plataformas materiales de comunicación digital

Eso significa acceso, en primer lugar, a la electricidad; en segundo lugar, a la telefonía; en tercer lugar, al Internet; en cuarto lugar, a los soportes: una computadora, un smartphone, y todo lo que les permita a las personas de la ciudad y el campo acceder a plataformas materiales de acceso a la información para no caer bajo la subordinación de los monopolios de comu-nicación privados.

4. Facilitar la diversificación de las ofertas privadas con contenidos formativos

Un Estado revolucionario debe apoyar e incentivar a que haya una pluralidad de ofertas privadas con calidad educativa. Si bien los medios de comunicación, especialmente audiovi-suales, también están para distraer, no lo deben hacer en des-medro de la acción pedagógica, educativa y formativa de la población.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Medios de comunicación y política: la producción de la realidad pública

Los Estados revolucionarios no pueden dejar de lado, desa-tender o considerar su relación con los medios como algo se-cundario. La base es el respeto a la libertad de prensa y al ejer-cicio plural de la información. Pero está claro que los medios de comunicación se constituyen en un actor estratégico en la construcción de la hegemonía, y un Estado revolucionario es básicamente un Estado de hegemonía política-simbólica-cul-tural, y por lo tanto debe tener una política precisa, activa, plu-ral y democrática en relación a los medios.

fue un retroceso de más de treinta años en términos de demo-cracia y bienestar social.

7. Promover la adhesión de todos los medios a los principios universales, nu-cleares, de la nueva construcción estatal

Estos principios son: soberanía nacional, igualdad de cultu-ras y de pueblos, aprecio por lo nuestro y por nuestras raíces culturales, latinoamericanismo militante, democracia partici-pativa y justicia social. Se trata de principios democráticos y universales que permiten un espacio cultural compartido de valores plurales que profundizan desde la raíz la cultura demo-crática y participativa de la sociedad.

8. Respaldo a iniciativas autónomas de periodistas para una autorregulación que favorezca a la construcción de una información pluralista

Debemos defender los procesos de autorregulación de los trabajadores de la prensa; depositar la confianza en los produc-tores simbólicos (en los asalariados), que constituyen un tipo de proletariado simbólico abusado –muchas veces, maltratado–, para la emergencia de posiciones democráticas, progresistas y revolucionarias en torno a procesos de autorregulación referi-dos a los contenidos de los medios.

9. Demandar el ejercicio de una información plural

Información plural con contraparte informativa, con difu-sión de programas culturales y científicos, con diversidad de fuentes, con pluralidad en informaciones y puntos de vista. Debe incentivarse y premiarse la difusión de programas cientí-fico-tecnológicos que prepararen a las nuevas generaciones en la nueva economía del conocimiento.

Se trata, en definitiva, de readecuar estructural y democráti-camente el campo periodístico a la nueva hegemonía estatal revolucionaria.

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Anexo

Programa Regional Latinoamericano “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia”

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Anexo

1. Antecedentes

Algunos de los procesos políticos que se generan en países de la región (Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil y Uru-guay), pueden ser caracterizados a partir de conceptos iniciales que los designan como “democracias en revolución y revolucio-nes en democracia”. Su carácter complejo determina un conjun-to de mutuas influencias y confrontaciones existentes entre afir-mación, negación, continuidad y/o disputa de sentidos sobre políticas, instituciones, formas de participación, y organización; formas de economía, producción y trabajo; encuentro y desen-cuentro multicultural e intercultural; situaciones etarias y de gé-nero; y, circunstancias ambientales extremas. Todos estos ele-mentos buscan converger hacia categorías de alcance nacional, regional y global, sobre la democracia y el desarrollo.

El análisis y posible caracterización académica acerca de la complejidad de estos procesos requiere de un esfuerzo mayor, de alcance regional y multidisciplinario, a fin de investigar su tránsito inacabado y la multicausalidad de los factores que los generan. Esta aproximación obliga a contar con un proceso de cátedra e investigación abierta que interactúe con un conjunto de actores y sectores que permitan comprender y asumir esta diversa complejidad contemporánea.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Anexo

Cada instancia de la Red asume como responsabilidad la sis-tematización previa de los resultados de avance y finales de la ejecución de la Cátedra. Es posible prever la presencia de pro-fesores invitados. Y pueden ser organizados también como ma-llas académicas para especializaciones, diplomados o maestrías.

3. Objetivos de la investigación

Los nodos de la Red, que consideren conveniente, pueden y/o deben desarrollar investigaciones sobre temas que determi-nen las características, particularidades y especificidades so-bre los logros y dificultades de los procesos de transformación política en cada una de las instancias que conforman la Red DRRD.

Los objetivos de la investigación son los siguientes:

a. Analizar el carácter y la naturaleza de los cambios y transformaciones de impacto en el Estado, la sociedad y la economía.

b. Identificar tendencias de los procesos.

c. Abrir espacios de información y análisis sobre las ten-dencias en curso.

d. Sistematizar información.

e. Difundir resultados.

La investigación se desarrollará en tres fases:

a. Análisis de situación sobre las principales características y tendencias de las políticas públicas y los procesos socia-les a nivel de los países de la región (Ecuador, Venezue-la, Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay).

Un propósito de tal alcance y significado solo puede ser asu-mido desde capacidades compartidas. Por ello se diseña la cáte-dra y la investigación como la suma convergente de iniciativas articuladas en una red de instituciones académicas nacionales, regionales e internacionales de los distintos países y de otras instituciones, anudada regionalmente, pero con nodos que de-sarrollan iniciativas propias generadas desde visiones plurales. La coordinación del Programa y las instancias de apoyo siste-matizarán y publicarán los resultados.

2. Objetivos de la Cátedra Regional

En aquellos nodos nacionales de la Red Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia (Red DRRD) que consideren adecuado, la Cátedra será impartida para el co-nocimiento y análisis de las políticas públicas y los procesos sociales que, previamente identificados, revelan transforma-ciones de impacto en los gobiernos, en las sociedades y la posición de la región en el exterior. Los posibles ejes temá-ticos son los mismos que, más adelante, se describen para la investigación; y pueden agregarse otros que sean considera-dos pertinentes para la caracterización nacional de los pro-cesos.

La Cátedra se desarrollará en cada una de los instancias que conforman la Red si se consideran pertinentes al objetivo de la investigación, incorporando o creando espacios de encuentro a partir de conferencias, mesas de trabajo o talleres que serán impartidos y sistematizados como insumos para el proceso de investigación. Los ejes temáticos abordados en su ejecución buscan caracterizar las tendencias y particularidades que los procesos nacionales representan, por lo cual pueden agregarse otros ejes que aporten especificidades.

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Estos ejes, preliminarmente propuestos, pueden incluir otros que defina cada nodo.

La metodología diseñada prevé que si varios nodos coinci-den en definir los mismos temas de investigación, la Coordina-ción del Nodo Nacional (en caso de que existan varios nodos en cada país), conjuntamente con la Coordinación Regional, deben analizar, compartir y desarrollar planes de investigación cuyo alcance nacional, de más de un país o regional, deban ser sistematizados, difundidos y publicados.

5. Validación de los resultados del proceso

Para el conocimiento y validación de los resultados del proceso serán convocados actores clave identificados durante su desa-rrollo.

6. Marco de referencia

Nuestro modelo de Estado en América Latina intentó consti-tuirse fallidamente a imagen y semejanza del Estado europeo. No surgió como vulgar copia, sino como una imposición del dominio que negó la diversidad existente. Mediante la idea del “orden y el progreso”, los criollos buscaron legitimar su afán homogeneizador.

En el Estado colonial, las formas de organización territorial de la ciudadanía y de la economía se desarrollaron con el obje-to de consolidar ese interés hegemónico que dio origen a nues-tros Estados; jamás esta forma de Estado fue construida como una “síntesis activa de nación”.

Surgió así una forma de Estado no correspondiente con la sociedad y la nación. Este modelo unilateral del Estado se torna

b. Entrevistas con actores y sectores del Estado y de la so-ciedad. Se desarrollará un proceso de entrevistas con informantes calificados provenientes del Estado y la so-ciedad.

c. Seminarios sobre temas prioritarios o estratégicos que ca-racterizan las democracias en revolución y las revoluciones en democracia. A partir de los resultados de la Cátedra, del análisis de la situación y de las entrevistas, la investigación convocará la organización de seminarios con especialistas sobre cada uno de los ejes temáticos prioritarios.

4. Ejes temáticos de la investigación

Los ejes temáticos de la investigación son los siguientes:

• Reforma del Estado;

• economía, comercio e inversión;

• factores de producción, distribución, consumo y me-canismos de distribución;

• recursos naturales estratégicos

• ciencia y tecnología;

• políticas públicas: cobertura, calidad e impacto y parti-cipación social;

• planificación, regulación y control del Estado;

• soberanía, integración y multipolaridad;

• identidad, cultura e interculturalidad;

• el Buen Vivir.

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Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia Anexo

Esta coexistencia entre formas de economía, formas de co-mercio, se encuentra en una profunda y definitiva disputa por los sentidos de crear una nueva economía, así como reformar de manera radical y profunda al Estado y el mercado desde los intereses y necesidades sociales, culturales, ambientales y de protagonismo hegemónico de los actores sociales.

Si la lógica del dominio se perennizó en este patriótico trán-sito de formas de resistencia, emancipación, insurgencia y libe-ración, es necesario encontrar el vínculo existente en el origen y el posible destino de nuestros procesos. Ello nos obliga a se-ñalar el carácter inconcluso de estos procesos respecto de las luchas por la independencia, la naturaleza de revoluciones libe-rales fallidas y los procesos de liberación nacional.

Por esto es que hoy, en pleno siglo XXI, las disputas ideoló-gicas y políticas conservan una identidad de pasado, de presen-te y de futuro. Es posible afirmar entonces su necesidad y con-temporaneidad.

7. Estructura del Programa

Interesa propiciar un espacio de encuentro y diálogo de un conjunto de iniciativas académicas que se desarrollan en los países participantes (Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay) para aproximarnos al propósito de compren-der y asumir las tendencias en curso de esta rica y compleja diversidad. La idea es impulsar una plataforma común que or-ganice, articule y promueva iniciativas de análisis, genere im-pacto y dispute sentidos.

Para esto, el IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales) de Ecuador asume la Coordinación Regional y organiza el Nodo Ecuador; en tanto que el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y la Secretaría General de la Facul-

adicionalmente excluyente cuando su existencia es condiciona-da a su capacidad de inserción en la economía internacional. Así, el ejercicio limitado de soberanía nace como una patología congénita que impide su crecimiento y desarrollo.

Esta característica de origen de la forma de Estado impuesto en América se diferencia de manera evidente del carácter y mo-delo de soberanía política, territorial y ciudadana desarrollado en Europa.

Los viejos paradigmas del libre mercado generaron proce-sos de reforma del Estado que se organizan y definen desde una renovada voluntad de homogenización y uniformidad que pre-tende negar la diversidad que nos constituye. Esta vocación ne-gadora de la diversidad se basa en el supuesto de que la globa-lización sólo es posible si desconoce las diferencias. Por ello, los supuestos beneficios del proceso aún no son globales porque conservan características excluyentes y reforman el Estado des-de la lógica del mercado.

Esta negación de la diversidad produce efectos que tienen que ver fundamentalmente con el desconocimiento de los dere-chos políticos, económicos y culturales de los pueblos y comuni-dades locales. Estos han desarrollado estrategias de superviven-cia, costumbres y saberes de conservación, forma de producción y productividad que indudablemente hoy forman parte del mer-cado, pero que, al ser generados desde culturas distintas, buscan ser parte del mercado conservando identidad. Por eso es posible tanto la afirmación cuanto la pregunta acerca de la viabilidad del desarrollo económico con identidad cultural.

La inmensa mayoría de nuestros pueblos y comunidades no niegan la importancia o la necesidad del mercado, ni renuncian a ser parte. Lo que buscan es proteger y desarrollar su propia identidad y continuidad histórica, para poder coexistir como pueblos en medio de un proceso de integración que los desca-lifica como sujetos de derechos.

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La Coordinación del Programa Regional DRRD contará con un director, un coordinador, un asistente académico y un asis-tente de administración y comunicaciones, quienes llevarán el peso de la articulación y cumplimiento de objetivos de la Red, así como de la administración de los recursos. El Programa DRRD contará con un Comité integrado por las instituciones que lo patrocinan, el cual velará por la trasparencia y el cumpli-miento de objetivos del Programa en forma anual.

tad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO Regional), con sede en Costa Rica, coauspician el Programa.

Cada nodo de la Red, de manera autónoma, puede estructu-rar contenidos curriculares que permitan ofertar especializa-ciones, diplomados o maestrías, en cuya ejecución serán acor-dados espacios de coordinación e información de avances.

Se buscará asimismo establecer un conjunto de acuerdos y convenios que permitan ejecutar la Cátedra y la investigación a partir de una estrategia de sinergia y complementariedad que agregue valor y perspectivas múltiples.

Está conformado un Comité Consultivo Regional, del más alto nivel, que será convocado en consulta sobre temas, orien-taciones y la participación de sus miembros en los eventos na-cionales y/regionales del Programa.

8. Seminarios de presentación

Se presentarán los resultados de la investigación, que serán pu-blicados en editoriales y otros formatos, con socios del Progra-ma de renombre regional e internacional.

9. Organización por nodos

El Programa “Democracias en Revolución y Revoluciones en Democracia” tendrá su coordinación regional en Ecuador, y no-dos en Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay, a través de acuerdos institucionales con instituciones académicas o ins-tancias públicas que serán a su vez los nodos centrales de la red regional. En un segundo nivel, pero con igual estatus de partici-pación en la investigación y contribución, estarán los centros ad-heridos, situados en distintos países dentro y fuera de la región.

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