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Historia de la Filosofía Tema 9 La filosofía empirista: David Hume (S. XVIII) TEMA 9 LA FILOSOFÍA EMPIRISTA: DAVID HUME (S. XVIII) 1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA 2. DAVID HUME (1711-1776) 3. PROGRAMA FILOSÓFICO 4. LAS BASES EMPIRISTAS DEL CONOCIMIENTO 4.1 IMPRESIONES E IDEAS 4.2 ASOCIACIÓN DE LAS IDEAS 4.3 NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES. NOMINALISMO 4.4 TIPOS DE CONOCIMIENTO: RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO 5. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS EMPIRISTAS: CONSECUENCIAS 5.1 LA CRÍTICA DE LA IDEA DE CAUSALIDAD 5.2 FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO 1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA La corriente empirista inglesa se desarrolla en los siglos XVII y XVIII y es coetánea del racionalismo desarrollado en el continente europeo. Los precedentes más antiguos de esta corriente pueden encontrarse ya en la Edad Media: Roger Bacon, en el siglo XIII, y Guillermo de Ockham en el XIV fueron defensores inequívocos de la necesidad de contar con la experiencia para elaborar un conocimiento válido de la realidad. Esa línea de pensamiento, que suele considerarse típicamente inglesa, fue continuada en el siglo XVII por Francis Bacon, a quien se considera iniciador del empirismo moderno. Sin embargo, los autores clásicos de la filosofía inglesa de este período son John Locke, George Berkeley y David Hume. 1

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Page 1: 9. Hume

Historia de la Filosofía Tema 9 La filosofía empirista: David Hume (S. XVIII)

TEMA 9

LA FILOSOFÍA EMPIRISTA: DAVID HUME (S. XVIII)

1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA

2. DAVID HUME (1711-1776)

3. PROGRAMA FILOSÓFICO

4. LAS BASES EMPIRISTAS DEL CONOCIMIENTO

4.1 IMPRESIONES E IDEAS

4.2 ASOCIACIÓN DE LAS IDEAS

4.3 NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES. NOMINALISMO

4.4 TIPOS DE CONOCIMIENTO: RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO

5. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS EMPIRISTAS: CONSECUENCIAS

5.1 LA CRÍTICA DE LA IDEA DE CAUSALIDAD

5.2 FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO

1. LA CORRIENTE EMPIRISTA INGLESA

La corriente empirista inglesa se desarrolla en los siglos XVII y XVIII y es coetánea del ra-

cionalismo desarrollado en el continente europeo. Los precedentes más antiguos de esta corriente

pueden encontrarse ya en la Edad Media: Roger Bacon, en el siglo XIII, y Guillermo de Ockham

en el XIV fueron defensores inequívocos de la necesidad de contar con la experiencia para elaborar

un conocimiento válido de la realidad. Esa línea de pensamiento, que suele considerarse típicamente

inglesa, fue continuada en el siglo XVII por Francis Bacon, a quien se considera iniciador del em-

pirismo moderno. Sin embargo, los autores clásicos de la filosofía inglesa de este período son John

Locke, George Berkeley y David Hume.

Los tres autores mencionados como más representativos del empirismo inglés comparten ciertos

rasgos relativos a su actitud empirista y al método para alcanzar el conocimiento, aunque en el desa-

rrollo de su filosofía propongan soluciones diferentes e incluso contrapuestas. Veamos algunas tesis

coincidentes en los autores de esta corriente filosófica:

-El problema fundamental de la filosofía o, al menos, un problema que debe aclararse antes de

hacer afirmaciones sobre la realidad, es el del origen, alcance y validez del conocimiento. A dife-

rencia de los racionalistas, los empiristas ingleses no admiten fuente de conocimiento que no sea

la experiencia. Por tanto, rechazan la existencia de ideas innatas al entendimiento y defienden

que todo conocimiento procede de la experiencia y no deben aceptarse conocimientos a priori.

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-Todo conocimiento procede de la experiencia, pero la experiencia, además de ser origen de los

conocimientos, es también su límite: no podremos conocer nada que no sea fruto de nuestra expe-

riencia ni podremos tener certeza excepto de aquello que esté dentro de los límites de la experien-

cia.

-El conocimiento, originado en la experiencia y limitado por ella, consiste en las Ideas. En esto

coinciden con los racionalistas, e igual que estos los empiristas defienden que lo que directamente

conocemos no son las cosas, sino las ideas de las cosas. ¿Significa esto que dudan de la existencia

de las cosas? Algún empirista (Berkeley) negó la realidad del mundo exterior; algún otro (Locke) la

admitió; y Hume se proclamó escéptico, es decir, dudó de su existencia. Pero ninguno de ellos

aceptó, como habían hecho los racionalistas, que Dios fuera la garantía de que a las ideas les co-

rresponde una realidad extramental.

-Todos los contenidos de la mente, las ideas, proceden de la experiencia; pero en la mente no hay

únicamente ideas simples (como la de mesa), sino también ideas complejas y abstractas, por

ejemplo, la idea de igualdad o la de relación. ¿Cómo se originan estas ideas complejas? Para expli-

carlo los empiristas proponen un método analítico: se toma una idea compleja cualquiera, se des-

compone en las ideas simples de que consta y se estudia cómo se asocian las ideas simples para

formar una idea compleja. Este mecanismo psicológico de asociación de ideas es la manera empi-

rista de explicar cómo se forman en la mente, a partir de la experiencia, las ideas generales. Esta ex-

plicación es típica del nominalismo, teoría defendida ya en el siglo XIV por Ockham.

-El concepto de razón es bien distinto del que habían elaborado los racionalistas. Se trata de una ra-

zón dependiente de, y limitada, por la experiencia. El uso de esa razón es un uso crítico en dos

sentidos: porque analiza y reconoce sus propios límites, y porque rechaza las doctrinas racio-

nalistas que no se cuestionan la posibilidad de conocer más allá la experiencia.

-Por otro lado, y probablemente como consecuencia de que los filósofos empiristas vivieron en un

contexto de relativo auge económico y en un régimen político liberal, la razón empirista no se li-

mitó a los temas relativos al conocimiento, sino que tuvo también una importante dimensión

práctica: les interesaron, y muy agudamente, los asuntos políticos, religiosos, pedagógicos y mo-

rales.

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2. DAVID HUME (1711-1776)

D. Hume (1711-1776) fue hijo de un terrateniente escocés. Después de dedicarse un tiempo

al negocio de su padre amplió estudios en Francia. Toda su pasión personal fue la de llegar a ser

un célebre escritor y fundar una ciencia del hombre apoyada en la experiencia.

Tal fue el propósito de su Tratado sobre la naturaleza humana que escribió siendo muy joven y que

pasó inadvertido cuando se publicó. El Tratado se divide en tres partes: la lógica, que estudia la

teoría del conocimiento humano y los principios del razonamiento humano; la moral, que estudia

los principios que guían nuestros gustos y sentimientos, y la política, que estudia a los hombres

unidos en sociedad. El Tratado fue revisado por Hume y reescritas dos de sus partes en dos obras

más breves: Investigación sobre el entendimiento humano e Investigación sobre los principios de la

moral, obras que le proporcionaron a Hume el reconocimiento del público. Hume mostró, además,

un inusitado interés por la historia, la economía y la filosofía de la religión. Fruto de este interés son

sus dos Historias de Inglaterra, un tratado sobre Economía y sus Diálogos sobre la religión natural.

Hume fue un hombre bonachón y afable, hasta el punto de ser conocido en Francia como le bon Da-

vid.

3. PROGRAMA FILOSÓFICO

Hume en la introducción a su Tratado sobre la naturaleza humana mantiene que el objetivo

fundamental y prioritario de la filosofía debía ser lograr un saber científico de la naturaleza

humana. ¿Qué sentido tenía esta pretensión? Es importante elaborar una ciencia del hombre, pensa-

ba Hume, por dos razones:

-Primero, porque todas las ciencias guardan relación, más o menos directa, con la naturaleza hu-

mana. Unas, como la lógica, la moral, la estética y la política, porque tratan diferentes dimensiones

del ser humano: la facultad de razonar (lógica), los gustos y sentimientos (estética y ética) o la con-

vivencia con otros de su misma especie (política). Otras ciencias, entre las que menciona Hume las

matemáticas, la física (filosofía natural) y la religión natural, aunque se ocupan de aspectos diferen-

tes a las anteriores, son igualmente conocidas por el hombre, que es quien juzga si sus conclusiones

son verdaderas o falsas. La naturaleza humana, por tanto, permitiría, a juicio de Hume, elaborar un

sistema de todas las ciencias y eso la hace merecedora de recibir un tratamiento científico.

-Pero, además, hay una segunda razón para llevar a cabo esta tarea de una ciencia de la naturaleza

humana. Hume era consciente de que Newton, apoyándose en la observación y en el razonamien-

to de base experimental propuesto por Francis Bacon, había levantado una sólida explicación de

la naturaleza física. Ahí estaba el modelo: se trata de aplicar ese mismo método a la naturaleza

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humana para lograr también una ciencia acerca del hombre.

Se debe partir de los datos que nos ofrece la experiencia, sea por introspección o por obser-

vación de la vida y la conducta humana, en vez de partir de alguna pretendida verdad general capta-

da por intuición por la mente humana pero que escapa a nuestra comprensión. El método al que

alude Hume, el de Newton, es el inductivo: de la observación de hechos particulares podrán

derivarse principios generales sobre el ser humano que tendrán una base segura.

Este fue el programa elaborado inicialmente por Hume para su filosofía. Veamos cómo se desarro-

lló siguiendo para ello los pasos marcados por Hume en el Tratado sobre la naturaleza humana y

en las dos Investigaciones (Investigación sobre el entendimiento humano e Investigación sobre los

principios de la moral).

4. LAS BASES EMPIRISTAS DEL CONOCIMIENTO

4.1 IMPRESIONES E IDEAS

Para Hume, como para Locke, nada tenemos en la mente que no hayamos recibido por la ex-

periencia. Por tanto, nuestros contenidos mentales -que Hume denomina sin distinción percepcio-

nes- proceden siempre directa o indirectamente de la experiencia. Las percepciones pueden ser im-

presiones e ideas:

-Impresiones: son el resultado directo e inmediato de una experiencia y pueden ser de dos tipos:

a) Externas, si provienen de nuestras sensaciones.

b) Internas o de reflexión, derivadas de nuestras propias ideas. De este tipo son las pasiones, los

deseos y las emociones. Así lo explica Hume en el Tratado: “Una impresión se manifiesta en pri-

mer lugar en los sentidos, y hace que percibamos calor o frío, placer o dolor de uno u otro tipo. De

esta impresión existe una copia tomada por la mente y que permanece luego que cesa la impresión:

llamamos a esto idea. Esta idea de placer o dolor, cuando incide a su vez en el alma, produce las

nuevas impresiones de deseo y aversión, esperanza y temor, que pueden llamarse propiamente im-

presiones de reflexión, puesto que de ella se derivan.”

-Las ideas son copias debilitadas de las impresiones en nuestra imaginación.

¿En qué se distinguen impresiones e ideas? Se dan, según Hume, dos diferencias:

-La fuerza o viveza. “Las percepciones que se presentan con mayor fuerza o violencia pueden reci-

bir el nombre de impresiones [...] en cambio, entiendo por ideas las imágenes debilitadas de las im-

presiones”.

-El orden en que aparecen. ¿Cuál se da primero, la impresión o la idea? A Hume no le caben du-

das: las impresiones siempre preceden a las ideas correspondientes.

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Esta segunda diferencia relativa al orden de aparición reviste en Hume una especial importancia.

Por un lado se sirve de ella para rechazar definitivamente el viejo problema racionalista de las ideas

innatas: la mente no tiene ideas sino después de haber tenido impresiones, que son la fuente ori-

ginaria y única de las ideas; pero, además, dicha diferencia le permitió también elaborar el conocido

como “principio de la copia” (criterio empirista de significación), que aplicará cada vez que ne-

cesite aclarar el valor de alguna idea: Cuando nos asalta alguna sospecha de que un término filosó-

fico se emplea sin ningún significado o idea [...] sólo necesitamos preguntar de qué impresión deri-

va esta supuesta idea. Y si es imposible asignarle ninguna, esto confirmará nuestra sospecha. La

sospecha de Hume era, por cierto, que la filosofía estaba plagada de términos de esa especie.

4.2 ASOCIACIÓN DE LAS IDEAS

Toda idea es, pues, copia o representación de una impresión. Pero así como hay impresio-

nes simples (la de un color verde, por ejemplo, que deja en la mente como imagen o copia la idea

simple de ese verde), hay también impresiones complejas (la de un cuadro del Bosco, por ejemplo,

cuando lo contemplamos) que dejan su correspondiente copia o idea compleja. Esas ideas comple-

jas, además de poder ser copias de impresiones complejas, pueden también ser el resultado de una

actividad independiente que tiene lugar en nuestra mente. En efecto, esas ideas complejas que hay

en nuestra mente pueden ser debidas a la imaginación, que puede actuar de dos maneras:

-Combinando ideas simples de modo arbitrario y libre, como ocurre en la literatura fantástica

cuando se forman imaginativamente ideas complejas de caballos alados, etc.

-Combinando también ideas simples, pero siguiendo al hacerlo unas pautas generales de aso-

ciación que expresan tendencias naturales de la mente, semejantes a la fuerza de atracción de la

gravedad establecida por Newton para los cuerpos.

Esta segunda manera de combinar ideas sigue unas leyes que se consideran iguales siempre y en to-

do lugar y suele conocerse como principio de asociación de las ideas. Estas leyes son:

--Ley de la semejanza: en virtud de esta ley la imaginación pasa de una idea a otra que se le

parece. Así, por ejemplo, un retrato nos lleva a pensar en la persona retratada.

--Ley de la contigüidad en el espacio y en el tiempo: en virtud de esta ley la imaginación

pasa de la idea de algo a otra idea que habitualmente experimentamos contigua a la anterior en el

espacio y en el tiempo. Por ejemplo, si se menciona la torre Eiffel, la idea de París se presenta natu-

ralmente a la mente.

--Ley de la causalidad (causa-efecto): en virtud de esta ley la imaginación pasa de la idea

del efecto a la idea de la causa, pues habitualmente ambas ideas se experimentan relacionadas. Así,

por ejemplo, cuando pensamos en la idea de hijo tendemos también a pensar en la idea de padre.

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Estas ideas complejas que construye la imaginación combinando ideas de acuerdo a las leyes

expuestas quedan sujetas, por supuesto, al principio de la copia, lo que significa que no podrá re-

conocérseles valor representativo a menos que se logre encontrar la impresión o impresiones de las

que proceden.

4.3 NEGACIÓN DE LAS IDEAS UNIVERSALES. NOMINALISMO

Para Hume, lo que solemos considerar ideas generales o abstractas, como hombre, árbol,

etc, son ideas particulares a las que se les otorga un término que les da una significación más

extensa, y hace que ocasionalmente recuerden a otras ideas particulares semejantes a ellas.

¿Cómo puede una idea particular ser usada como general mediante la unión de esa idea parti-

cular con un término determinado?

La explicación dada por Hume es la expresión más representativa del nominalismo empirista mo-

derno, y de manera abreviada podría presentarse así:

Tenemos, por ejemplo, experiencia (impresiones) de muchos árboles individuales, de cada uno de

los cuales hay en la mente la correspondiente y particular imagen o copia (idea). Al darnos cuenta

de que entre las ideas de esos árboles hay cierta semejanza, otorgamos a todas ellas una misma pala-

bra: “árbol”, a pesar de las diferencias que hay entre sauces, olmos, pinos, etc. Una vez que adquiri-

mos la costumbre de aplicar el mismo término a todos esos objetos particulares, cuando oímos esa

palabra (“árbol”) acude a nuestra mente la idea de un árbol particular, pero no las de todos ellos. El

nombre común, cuando lo escuchamos, no nos hace recordar las ideas de todos los árboles, sino la

de uno en particular. Pero, al oírla, se pone en marcha un “cierto hábito” o asociación que nos lleva,

cuando pueda hacer falta, a recordar la idea de otro árbol semejante.

Este sería el mecanismo explicativo de lo que, según Hume, ocurre en la mente cuando las

ideas particulares se añaden a cierto término que les da una significación más extensa de la que tie-

nen. Pero las ideas no se han convertido por ello en ideas universales o generales, sino que lo

único universal es el término al que las asociamos. Se trata meramente de nombres (nomina-

lismo) de los que nos servimos por su evidente utilidad y por el hábito o costumbre de asociar en

nuestra mente ideas simples que guardan parecido entre sí.

4.4 TIPOS DE CONOCIMIENTO: RELACIONES DE IDEAS Y CUESTIONES DE HECHO

Inspirándose en la distinción que había establecido el racionalista Leibniz entre “verdades de

razón” y “verdades de hecho”, Hume distinguió también en su Investigación sobre el entendimiento

humano dos clases de objetos presentes ante la mente humana: relaciones de ideas y cuestiones de

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hecho. Con ambas clases de objetos se cubre todo el ámbito posible del saber humano, pero ambos

conocimientos tienen características bien diferenciadas y aun contrapuestas.

a) RELACIONES DE IDEAS

-Esta primera clase incluye todas las proposiciones de la geometría, el álgebra y la aritmética.

Proposiciones del tipo “el todo es mayor que las partes”, “la suma de dos más dos es igual a cua-

tro”, afirman sólo las relaciones entre ideas (por ejemplo, entre las ideas de todo y parte, en la pri-

mera proposición).

-A estas proposiciones se llega por el razonamiento, sin necesidad de recurrir a la experiencia.

La verdad de estas proposiciones es independiente de la experiencia.

-Constituyen, según Hume, el dominio del conocimiento cierto, porque el opuesto de una propo-

sición de esta clase es imposible, implica contradicción.

-Son, pues, proposiciones necesarias: son así y no pueden ser de otro modo, se fundan en el prin-

cipio de no contradicción.

b) CUESTIONES DE HECHO

-A esta segunda clase pertenecen las demás ciencias: física, política, moral, estética,…

-El conocimiento que se refiere a hechos depende enteramente de la experiencia. A proposiciones

del tipo “el oro es amarillo” no es posible llegar por un simple razonamiento, es necesario recurrir a

la observación y la experiencia.

-Lo único que nos garantiza la verdad de las proposiciones que afirman hechos es la experien-

cia, de manera que sólo podemos estar seguros de aquello que está o presente a los sentidos o re-

gistrado en la memoria (pasado), mas no de lo que trascienda estos límites, porque lo contrario de

cada hecho es siempre posible, no implica contradicción.

-Sin embargo, nosotros damos también por seguros hechos o acontecimientos futuros, de los

que en consecuencia no tenemos impresiones: por ejemplo, damos por cierto que mañana saldrá el

Sol; que si dentro de un rato arrojo un objeto al fuego, dicho objeto se consumirá; que si me lanzo al

agua y no sé nadar, me ahogaré, etc. Según Hume, nuestras anticipaciones sobre hechos que van

más allá de la evidencia de los sentidos (presente) y de la memoria (pasado), tienen como fun-

damento la relación causa-efecto (por ejemplo, estoy seguro de que si arrojo al fuego un objeto,

este se consumirá, basándonos en los efectos que produce el fuego).

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5. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS EMPIRISTAS: CONSECUENCIAS

Una vez sentadas las bases empiristas para determinar el origen del conocimiento, sus

contenidos y las relaciones de dependencia entre los mismos, Hume aplica esos principios generales

para medir el alcance y el valor de los conocimientos humanos acerca de la realidad.

5.1 LA CRÍTICA DE LA IDEA DE CAUSALIDAD

a) LA IDEA DE CAUSALIDAD

La idea de causalidad es, para Hume, una idea compleja, constituida a su vez por dos

ideas muy distintas entre sí, como lo son las de causa y efecto. Son distintas en el sentido de que

no basta el simple análisis de la idea de causa para descubrir, a priori, que en esa idea está contenida

la idea de efecto que se deriva de ella. Según Hume no ocurre, por ejemplo, que del mero análisis a

priori de la esencia de la llama consigamos saber que por necesidad lógica se producirá calor. La

conclusión de que la llama producirá calor sólo la establecemos recurriendo a la experiencia.

¿Cómo extraemos de la experiencia las conclusiones sobre la causa y el efecto y qué funda-

mento tienen esas conclusiones? Consideremos el ejemplo de las bolas de billar (A y B):

He aquí una bola de billar quieta sobre la mesa, y otra bola que se mueve hacia ella con rapidez. Las

dos chocan; y la bola que anteriormente estaba en reposo adquiere movimiento. ¿Qué clase de rela-

ción hay entre A y B?

Según Hume la experiencia nos proporciona tres impresiones:

-La primera es la de contigüidad espacio-temporal entre ambos movimientos.

-La segunda es la de prioridad temporal de un movimiento sobre otro.

-La tercera es la conexión constante1 entre un movimiento y otro.

Pero, ¿bastan estas tres impresiones para justificar la idea de causalidad? No porque falta una

impresión que la idea de causalidad sugiere al sentido común: la impresión de conexión necesaria

(que es así y no puede ser de otro modo) entre A y B. Es decir, incluso cuando la experiencia nos

ha dado a conocer un determinado efecto (por ejemplo, el movimiento de la segunda bola), la rela-

ción con su supuesta causa (el choque entre las dos bolas) continúa siendo arbitraria, porque la cau-

sa y el efecto son completamente heterogéneos entre sí; el efecto no está contenido en la causa,

de manera que el entendimiento puede concebir multitud de efectos distintos (por ejemplo, que las

dos bolas se queden en reposo; que la primera vuelva en línea recta a su punto de partida, etc.). To-

dos estos efectos no son contradictorios y, por tanto, son posibles.

1 Algunos textos utilizan la expresión “conjunción constante” en vez de “conexión constante”. Son sinónimas.

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En conclusión, la causalidad no es una ley de cómo son las cosas, sino una ley de cómo pensamos

las cosas. El principio de causalidad tiene así un valor meramente psicológico, pero no ontológico

como se pretende.

b) EL HÁBITO O COSTUMBRE: LA CREENCIA

Si entre una causa y su supuesto efecto no existe una conexión necesaria, no hay fundamen-

to para esperar que en el futuro, de las mismas causas, deriven los mismos efectos. Pero Hume no se

detiene definitivamente en esta conclusión. El hecho es que nosotros esperamos para el futuro

efectos semejantes a los que hemos experimentado en el pasado (principio de uniformidad de

la naturaleza). Pues bien, ya que esa tendencia a tomar lo experimentado en el pasado como

base de previsión del futuro, no tiene su fundamento en el razonamiento, deberá tenerlo -dice

Hume- en algún principio, que tenga tanto peso y autoridad como aquello. Dicho principio es un

principio de la naturaleza humana, el hábito o costumbre: cuando hemos observado la conexión

constante de dos cosas, por ejemplo, del calor con la llama, el hábito o costumbre nos determina a

concluir la existencia de una de esas dos cosas, cuando se da la otra; y ello, sin recurrir al razona -

miento.

La costumbre constituye la principal guía de la vida del hombre; sin la influencia de la

costumbre no seríamos capaces de dar un paso más allá de lo que se halla presente a nuestros senti-

dos (presente) y en la memoria (pasado); la experiencia pasada no serviría como fundamento de

previsión del porvenir. Ahora bien, la costumbre no es un principio racional; la costumbre no

produce conocimiento (absolutamente cierto), sino creencia (probable). Y la creencia es más

un sentimiento, que un acto de razón.

c) CIENCIA EMPÍRICA Y PROBABILIDAD

La consecuencia que esto tiene para las ciencias es importante. Mientras que la Matemática

se presenta como un saber universal y necesario, la Física, al igual que todas las cuestiones de he-

cho, tiene sólo un valor probable, ya que se basa en la experimentación y en el principio de cau-

salidad. Las ciencias que tratan sobre hechos no nos pueden ofrecer nunca una demostración ri-

gurosa y necesaria de sus proposiciones, sino sólo argumentos probables, aunque la acumula-

ción de experiencias aumente el grado de probabilidad.

De este modo, la filosofía de Hume adquiere un tinte escéptico, si bien este escepticismo no es

absoluto, puesto que, aunque nuestro saber acerca de la realidad se apoye en una creencia fruto de la

costumbre y del hábito, es suficiente para resolver todas las necesidades de la vida. Efectivamente,

no podemos decir que nuestras asociaciones causales surjan arbitrariamente ya que están avaladas

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por la experiencia pasada (las expectativas de futuro se han formado en virtud de nuestra experien-

cia pasada). Así, aunque la causalidad no puede sostenerse racionalmente, al menos es “razo-

nable” por basarse en la experiencia.

5.2 FENOMENISMO Y ESCEPTICISMO

Su postura crítica y la radicalidad en la aplicación de los principios epistemológicos estable-

cidos por Hume llevan a conclusiones escépticas. En efecto, no podemos saber qué son las cosas

sino que únicamente conocemos lo que a través de las impresiones e ideas se nos manifiesta; es

decir, el fenomenismo. No podemos llegar a saber si existen cosas representadas por nuestras im-

presiones e ideas. La duda escéptica se abre al final de la crítica del conocimiento , y el propio

Hume fue consciente de ello.

El escepticismo, sin embargo, no revistió tintes claramente negativos o pesimistas para Hume. El

análisis de las capacidades cognoscitivas le había llevado a dudar de la existencia de realidades sus-

tanciales (Dios, la sustancia pensante y la sustancia extensa de Descartes), pero tenía su lado posi-

tivo en cuanto representaba una buena vacuna contra el dogmatismo y el fanatismo intoleran-

te, de tan nefastas consecuencias históricas.

Por otra parte, y por suerte, si bien la capacidad de la razón es limitada nos quedan esos

instintos naturales que son las creencias para no tener que paralizar nuestra actividad vital.

La naturaleza humana no se reduce a análisis racionales; es también, y principalmente, senti-

miento. Sí la filosofía nos hace escépticos, ahí está la vida con sus creencias para curarnos del es-

cepticismo. Como decía Hume, “sed filósofos, pero en medio de toda vuestra filosofía, sed también

hombres”.

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