berlin hume panea

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  • 8/14/2019 Berlin Hume Panea

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    Hume, Berliny la bsqueda de un

    horizonte humano comn

    JosPanca-Mrquez

    Perola humanidad de t n hombre es la humanidadde todos. 1Las tbrmas de vida difieren. Lo s fines, los principios morales. so n

    muchos. Pero no infinitos: han de estar dentro del horizontehumano.2

    1 . Introduccin: a propsito

    de un texto famoso

    En cierta ocasin, 1 . Berlin haca referencia a un polmico y famoso

    ejemplo de Hume: No es contrario a la razn el preferirla destruccin del

    mundo entero a tenerun rasguo en mi dedo3. Laalusin tcita a Hume la

    ti orne, U .. lavcsigaeic$n dc los principios de fa moral, cd. de (erardo Lpez Sastre,Madrid, Austral, Espasa-Calpe. t991, Sece. IX, p. 1 4 5 (Enquiries concernng 1-fumantindcrplutcnse Madr id

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    hace Berlin en un texto que nos parece fundamental para la comprensin de

    su filosofa moral, y que quizs merezcareproducirntegramente, confiando

    en que su belleza y fuerza expresiva nos disculpen de su extensin: Si

    encontramos individuos que simplemente discrepen de los otros respecto alos fines de la vida, que prefieren la felicidad a la abnegacin, o el conoci-

    miento a la amistad, les aceptamos como seres humanos semejantes anoso-tros, porque su concepcin de lo quees un fin, los argumentos queesgrimen

    para defender sus fines, y su comportamiento general, entran dentro de los

    limites de lo que consideramos humano. Pero si encontramos aalguien queno pueda entender por qu (por utilizar un ejemplo famoso), no deberades-truir elmundo para aliviarundolor en su dedo meique, o alguien que no ve

    realmente que haya nadade malo en condenar al inocente o traicionar aami-gos o torturar a nios, nos encontramos con que no podemos discutir con

    gente as, no tanto porque nos borronee comoporque pasamos a considerar-

    los en cierto modo inhumanos: los llamamos idiotas morales. A veces los

    encerramos enmanicomios. Estn fuera de las fronteras de lahumanidad en

    el mismo grado en que lo estn las criaturas que carecen de alguna de las

    caractersticas fsicas mnimas que conforman a los seres humanos4.

    Cuando Berlin llama la atencin sobre este texto hace dos cosas.

    Intencionadamente protesta contra semejante posibilidad. Pero,de paso, ysin

    pretenderlo5,puede estar dando pie a que nos hagamos una idea simplifica-

    4 BerLin, 1. , EIJ&sre boreidc,de lahumanidad,p. 1 92 . Merece de stacaraqu e lPrlogo qu ea e st a obra hace SalvadorGiner, en e l qu e acertada yoportunamente llama la atencin sobrela comi humanidad y el pluralismoen Berlin.

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    Hume. Berlin e la bsquedade unhorizonte 179

    dora del puesto de la razn en la tica de Hume6, as como --sin pretenderlo

    tampoco-- puede estar sugirindonos una visin demasiado estrecha de la

    moral en Hume y de lo que l esperabade ella. Pero si hacemos una lectura

    tanto del 7)-atado de la naturaleza humana, como de su obra predilecta, la

    Inve.shigacin sobre Los principios de la moral, veremos cmo lo que el

    comentario de Berlin parece sugerir,a saber,que (segn Hume) estamos algoas como indefensos y perplejos, que no sabriamos encontrar razones para

    argumentar por qu preferir la destruccin del mundo antes que un rasguo

    en nuestro dedo, enmodo alguno es atribuiblea Hume. Somos, incluso, de la

    opinin de ques i leemos atentamente el Duradoy las Investigaciones, y los

    comparamos con el pensamientode Berlin nosdaremos cuenta deque ambos

    pensadores no estaban tan lejos, n i en cuanto a la intencin fundamental dc

    sus escritos., s i pudiramos resumira en la lucha contra la intolerancia y elsufrimiento humano,n i en cuanto a cmo intentan justificar su s propias posi-ciones tericas, Creemos que en ambos pensadores, aunque con distintos

    matices, se partede la plena conciencia de la diversidad de culturas y puntos

    de vista en relacin al mbito moral7; ambos han descartado la tentacin

    racionalista de convertir la moral en un campo de demostraciones y certezas;

    igualmente, vemos cmo en uno y en otro se desearta la viabilidad de una

    fundamentacin religiosa o trascendente de la moral; a todo lo cual cabria

    anadir los esfuerzos que tanto Humecomo Berlin hacen paradescalificar e l

    punto de vista de los queniegan las distinciones morales o niegan que puedaarticularse un discurso, unadiscusin tica. Del mismomodo, y aun cuando

    reconocen el papel de la cultura en el desarrollo del horizonte moral, tanto

    tuentes del antirracionalismo alemn (P P . 233-260). p . 233. Cfr. tambin Berl n, 1 .. ElMagodel Noite. .16. llamann eel origen del rrac.onahsmo alenzn. Madrid, Teenos. 1997, ca p to It i 5.

    Ha y au to res que, como Smith, N . K., T im e Pimilosopime o! Dc,vic/ Hume. 1 ondon.MacMillan. 1 96 6 119411.0 Stroud. B. , Hume,London, Rout ledge & Kcgan Pau l , 1977, enfa-tizan e l papel d e la pasin e n dclii metitode la razn, yotros como . 1 . L. Mackie. Hume y Mojal

    7heo;;, london. Rout ledge & Ke ga n P a u l, 1980. o entre nosotros. Garca Roca. . 1 . .[ositiisnu, e l,,stracin: lafilosofia d c L)avidI-lu,ne. V alencia. Universidad de Valencia.1981. que, a nuestro parecer, acertadamente, ha n visto e l carcter cooperativo d e la relacinraznsentimientoen Hum e.

    (fi> e s t a problemtica, magistralmente abordada por Hume en su texto Un dilogo.incluido e n su lnrcsuigacin sobre losprincljio.s de la moral. pp . 202-222 (pp. 324-343). E ncuantoa Berlin son muchos los lugares dondedefiende e lpluralismo como un a posicin filo-sfica e nfrentada tanto a l universalismo como a l relativismo. Cfr, po r ejemplo, lsaiah Berlinen dilogo con Ramin ./ahanbgloo, trad. d e Marcelo Cohen, Madrid. Anaya & MarioMuchnik, 1993. pr, 59-61 .

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    hume. Berlin ylabsquedade unhorizonte ... 181

    a desmoronarse tan pronto lo abandonamos~:Cuando dejamosnuestro cuar-to detrabajo y nos ocupamos enlos quehaceres normales de la vida, sus con-clusiones parecen desvanecerse, como fantasmasnocturnos ante la aparicin

    de la maana: nos resulta dificil retenerincluso esa conviccinque con tantadificultad habamos alcanzado. Esto puede advertirse conmayor claridaden

    elcaso de una larga cadena de razonamientos (...)tti. Pero Hume sabe de la

    importancia de losasuntosmorales, que segn confesin propia, le interesan

    por encima de rodo lo dems porque est en juego la paz de la sociedad1

    Como es sabido, paraHume no hay nada presente a la mente quenosean su spercepciones, esto es, impresiones e ideas. La pregunta que se harHttme es

    si nuestradistincin entre el vicio y lavirtud, o cuando juzgamos unaaccin

    como censurable, si lo hacemos basndonos en nuestras ideas o en nuestras

    impresionest2. Pero hay sistemas que han respondido aesta cuestin, apuntaHume,diciendo que hay una identidad entre razn y virtud, y que ta l identi-

    dad se mantieneen todohombre, valiendo inclusopara laDivinidad,demodo

    que la sola razn se basta a si misma para distinguir entre el bien y el mal

    moral. Por hacer un mero apunte histrico, aqu Hume est pensando, entre

    otros, en el racionalismo de Wollastont3.

    Pero paraHume las cosas no son tan sencillas como piensa elracionalis-mo. Desde luego que contamos con una base natural que posibilita el len-

    guaje de lamoral. frente a las tesis escpticas queconvierten a lamoral en

    mero artificio14. Para Hume si los conceptos morales fueran nada ms que

    1>uectdo ce lanatuzalesa /zumctua, Libro III. Parte 1 , Sece. 1 . p p . 615-616 (p . 455).L I Cfr. ibid..Libro III. Parte, Sece. 1 , p . 616 (idem).l2tjfr ibid.,Libro [It, Parte 1 , Sece. 1 , p . 6 17 (p . 456).3 C IV . ibid.. nota de Hum e. Libro III, Parle 1 . Sece. 1 , p . 623 (p. 461). P a ra un excelente

    desarrollo ( le trasfondo intelectual de Hum e. cfr. Mackie. i. L., op . cii.. e l capitulo II: SomePredece ssors: Hobbes. Shat4esbury,Clarke. Wnllaston, Mandeville,liuteheson, Buter. P P . 7 -43.

    1 4 Fn e s t e respecto nos parece interesante traer a colacin c l artculo d e Shaw, 1 ) . ,

    HumesMoral Sentirnentalism (humeudies, XIX, Number 1 , 1993, P p . 31-54> e n e qu ese hace un a interesante crticaa la s tesis de Harry Stroud (1/zane.London, Rout ledge & KeganPaul, 1977) . S i Stroud enthiza la importancia de l sentimiento e n jume, la impotenciade lara/oil. a s como la idea de que nuestrosjuicios morales, Como nuestros iucios causales, S o nproyecciones (Stroud, p . 1 8 5 > , Shaw sostiene un a interpretacin d e los sentimientos moralescorrto alat m s qu e tnera proyeccinde l sujeto. P a ra Shaw, los sent imientos morales se a se-rne~aran a la s cual idades secund arias d e Locke, que no son cual idades en e lobjeto, sno cier-ta potencialidad o propiedad de lobjetoparaprovocar ciertas percepciones e n la mente . As,e ne l terreno de l juicio moral. la s acciones tendran ciertas propiedades susceptibles de provocar.con arreglo a la s caractersticas de la naturaleza humana, aprobacin o condena. Lo sjuicios

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    Hume. Berlin ylabsquedade unhorizonte 183

    la razn, por laadecuacin oinadecuacin entre la idea y los hechos. Mas no

    tiene sentido hablar de verdad o falsedad de una pasin ode unaaccin, que

    puede ser laudable o censurable, pero norazonable o irrazonablet9. La razn

    es totalmente inactiva, piensa Hume; elsentimiento,en cambio, es quien, a lavista de los informes que la razn proporciona, se decanta por un curso de

    accin u otro. Llega Hume incluso a conceder expresamente a la razn el

    papel de gua de la pasin2, pues no olvidemos su papel de informadora,

    pero no ser nunca quien determines i algoest bien o mal. En efecto, lavir-tud o elvicio no son, para Hume, relaciones de hecho que pueda descubrirnuestro razonamiento2t, pues, por muchas vueltas que demos al asunto, no

    vamos a encontrar, apoyndonos en el meroanlisis racional, el vicio y lavir-tud. Por ello se opone Humea esa tbrmalizacin de la moral de los raciona-

    listas que l a convierten en un asunto demostrativo: Ha sido una opinin muyactivamente propagada por ciertos filsofos la de que la moralidad es sus-

    ceptible de demostracin, y aunque nadie haya sido nunca capaz de dar un

    solo paso en estas demostraciones, sin embargo se da por supuesto que esa

    ciencia puede ser llevadaa la misma certeza que la geometra o el lgebra.22

    El texto esde una importancia capital porque nos permite entender el blanco

    de las crticas humeanas a quienes otorgan a la fria razn ese papel dejuez en

    los procesos morales. Virtud yvicio no son cuestiones dehecho que podamos

    inferir mediante razonamientos o meras demostraciones. Por eso, cuando

    analizamos, dice Hume, una accin tan reprobable como es el asesinato

    intencionado, si careciramos de corazn, s i friramosseresinsensibles, inte-ligencias puras que registransucesos, nopodramos condenarlo por ms que

    nuestra raznnos sumnistrara toda la informacin al respecto. Por msvuel-las que le demos al asunto, apunta Hume, lo nico que encontraris sern

    ciertas pasiones, motivos, voliciones y pensamientos.No existe ninguna otra

    cuestin de hecho incluida en esta accin. Mientrasos dediquis a conside-

    (Ir. idcm ( iclca2 < ) Quizs sea en este sentido en e l qu e quepa interpretar e l clebre sIc,ve pcz.sage 1/bid,,

    ,ibro II.larte III. Mccc. II. p.561 (41$>]. e n e l qu e Hume elimina lodoposible conIlieto entrela razOn y la pasin Antes a l contrario, como se dice e n e s ta otra cita, la lazon. e n tanto gua.no hace s ino prestar a la pasin s u s servicios: La razn y e l juicio pueden ser de hecho cau-s a s mediatasdc u n a accin, sugiriendo odirigiendo un a pasin. pero no cabe pretender que un. 1 Lucio d e e s t a clase e s t acompanado e n su verdad o fa sedad po r la verdad o e l vicio. Ibid..Libro 1 W Parte].M e c e . 1 . p . 624 < p .462).

    (It ibid., Libro III, Parte Sece. lp. 625 tp, 463>.> 2 llui

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    rar el objeto, el vicio se os escapar completamente. Nunca podris descu-

    brirlo hasta el momento en que dirijis la reflexin a vuestro propio pecho y

    encontris all un sentimiento de desaprobacin que en vosotros se levantacontra esa accin. He aqu una cuestin de hecho: pero es objeto del senti-miento, no de la razn. Est en vosotros mismos, no en el objeto. De esta

    forma, cuando repudiisuna accin o un carcter como viciosos, no queris

    decirotra cosa sino que, dada la constitucin de vuestra naturaleza, experi-

    mentis una sensacino sentimiento de censura al contemplarlos23. Y es en

    este contexto en el que Hume redacta el clebre pasaje is-ought24, en el que,a nuestro parecer, estara protestando contra las conclusiones precipitadas,

    contra las deducciones sin explicacinalguna que transitandel mundo del es

    al deld e b e , como si la moral fuera una ruera cuestin dehecho, y ,por tanto,

    decidible por la merarazn. Nos parece que Hume est protestando contra

    esta precipitada sinzpftficacin, reclamando que el puente entrel o que es, por

    ejemplo, elasesinato intencionado objeto de anterior anlisis, y lo que debe

    sern uestra repulsa, no lo establece, sin ms, la razn, quenoha podido n i

    podr encontrar elvicio por ninguna parte, sinoque tal conexin es obra del

    sentimiento, pero de un sentimiento, aadir Hume, que tiene un aval contra

    viento y marea, contra gustos, costumbres o modas, a saber, nuestro senti-

    miento de humanidad (sentiinentofhumanitv) que, junto a otros sentimien-

    tos, como los de la ambicino la ira, tambin forma parte de nuestra natura-leza humana, y , ms an, es la condicin de posibilidad mismade la moraR-

    dad25. No se puede, pues, extraer lgicamente un debe de un es porque la

    razn no entiende de deberes, sino quees otralgica la que aqu interviene,

    la de L o s sentimientos, que en aquellascuestiones quetocan nuestra mspro-funda humanidad, por ejemplo, latortura, tambin son universalmentecom-partidos. No es que haya un abismo entre e l mundo del debey el mundo del

    es; tal abismo slo existe para larazn, perono para el sentimiento,quien, ala vista de los informes que la razn presenta sobre el mundo de los hechos

    (por ejemplo, el asesinato intencionado al que aludamos, y lascircunstanciasque rodearon almismo), emite su sentencia.

    23 Jbd,, Libro III, Parte 1 , Secc. 1 , pp . 632-633 (Pp. 468-469).24 Es este un pasaje ibid..pp. 633-634(pp. 469-470)--que ha susci tado un a extensa dis-

    cuslon, de la qu e e l lector encuentra una referencia excelente e n Hudson, W.D.,La/dosofiamoralconwmpornea,Madrid,Alianza Universidad, reimp., 1987, P p .237-25!.

    25 C IV Investigacinsobre losprincpiosde la moral, seccin lx, pp . 144-145 (p . 272.).

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    Hume. Berlin yla bsquedade unhorizonte 185

    3. Hume, Berlin y la bsqueda de un horizontehumano comn

    Pero entonces se nos plantea u n problema. Si la moral consiste en un

    asunto de sentimiento, es un territorio donde slo cabe la costumbre, laplu-ralidad de etlturas o el mero capricho de una moda? Hume es consciente de

    la diversidad de modos de vida, y no ignora que las costumbres de lospue-blos, con el paso del tiempo, tambin se modifican. Pero, del mismo modo,

    piensa quehay un Lmite paraestas variaciones ms alldel cual ya no esta-ramos hablando de una sociedad humana, sino de mero beslialismo. Por eso,

    desde el punto de vista de la mero razn, al igual que si formulramos nues-tra pregunta a una sofisticada mquina, resultatan indiferente un rasguo en

    el dedo comoe l hundimiento del mundo. Pero alsentimiento no lees indife-

    rente. Nuestra humanidad se rebela contra el sufrimiento que ocasionara a

    infinidad de personas la segunda posibilidad. De manera quea 1-fume no leda igual una accin que otra: slo est diciendo quesi careciramos de cora-

    ion, s i careciramos de sentimiento, no habramodo de condenar, apoyndo-

    nos en la pura razn, aquella segunda alternativa. Para Hume, los sentimien-

    tos que nos hacen repudiar, porejemplo, la tortura, son universales, adems

    de ser innegociables histrica y culturalmente hablando, pues se hallan

    arraigados de tal forma en nuestra constitucin y carcter que resulta inpo-

    sible extirparlos y destruirlos, a menos que la mente humana est completa-mente trastornada por enfermedado loeura.

    2t~ As, podriamos aadirnoso-

    tros, el elogio de la crueldad que hace Sade. por ejemplo, en La ji/oso/Ja en

    e/locador27,obedecera, desde el esquemade Hume, bien al juego de lafan-

    tasia literaria -a sabiendas que tales ideas no van a ponerse en prctica,bien

    a un mero cinismo - pues en el fondo no se cree en lo que se dice, o tal vez

    a los desvaros de una mente realmente trastornada. Seramoscapaces de

    recabarapoio universal no ya para losjuegoserticos de los personajes, sino

    paralas sobrecogedoras escenas en las quese trama y se ejecuta a la madre

    de Eugenia? Quinhonestamente puede pensar que nuestra repulsa de estasacciones finales es una mera cuestin cultural y no ms bien que tiene un

    apoyo en nuestra naturaleza, en nuestro peculiar modo de sentir y de hacer-

    nos receptivos al sufrimiento ajeno, que se rebela contra semejante brutali-

    dad? Hume desde luego no aceptara que esta repulsa de la crueldad sea un

    asunto meramentecultural. A Hume no le gusta del todo la expresin natu-

    2

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    cal, pues reconoce que la palabra Naturalezaencierra mucho de ambiguo y

    equivoco28, perono duda en buscar el punto de apoyoparasu condenamoral

    en la solidez que pueden brindar los sentimientos de humanidad29, senti-

    mientos que, apesar del transcurso del tiempo, y a pesar de la diversidad deculturas30,persisten y nos permitencondenar,por ejemplo, la tortura realiza-

    da en esta poca o en otra3t. Discutir si hay o no en el hombre estos senti-mientos, si son un meroproducto culturalde una determinada poca y lugar

    que igualmente podra seraplastado para siempre por el mismo tiempo y

    cultura, no volviendo a florecer yno acompafiandoya nuncams al hombre,

    o s son sentimientos que nos siguen como la sombra al cuerpo, porque for-manparte de la peculiar ycompleja naturaleza simptica32 de nuestra mente,

    28 Cfr. Tratadode la naturalezahumana,Libro III, P arte 1 , Sece. II, p . 640 < p . 474).29 Por ello mismo nos parece m u y acertado e l comentario d e Gilberto Gutirrez cuando

    dice, a propsito de las pasiones humanas e n Hume, qu e so n un hecho tan irremisiblementedado como la atraccin gravitatoria de los cuerpos celestes, y que, para Hume, la naturalezae s , encuanto tal, ultimapatioynormasui, Cfi. Gutirrez, G.,La raznprctica entre HumeyKant, e n Guisn, E ., (ed.) , Esplendorymiseriaen la tieakantiana, Barcelona,Anthropos,

    988, p. 88 .30 Es un terna qu e Hume aborda expresamente en e texto Undilogo, recogido e n su

    Investigacinsobrelos principios de la moral, pp . 202 -222 (Pp. 324-343).3t La universalidad dc l a moral de scansa, p u e s, e n l a universalidad d e estossentimientos

    de hum anidad,que la hacenposible, ms all de la s fronterasespacio-temporales.De aqu q ueHume defienda L a posibilidadcompartidad e la moral, ye rechazo compartido de su contra-ro, sobre la s siguientesbases: La avaricia, la ambicin, la vanidad, y todas la s pasiones vul-garmente ,aunque d e forma impropia, comprendidasbajo ladenominacin de egotsmo, estnaqu excu idas de nuestra teoria sobre e l origen de la moral, no porque sean demasiado tlbi-les, sino porque no t ienen la orientacin adecuada para e st e propsito. La nocin dc moralimplicaalgnsentimiento comn a toda la humanidad, qu e recomienda e l mismo objeto a laaprobacin general y hace que todos los hombres, o la mayoria de el los, concuerden e n amisma opinin o decisin sobre l. Implica tambin algn sentimiento tan universal y com-prensivo como para abarcar a toda la humanidady convertir la s acciones y conductas , inclu-so de la s personas m s alejadas, en objeto d e aplauso o censura segn e s t n d e acuerdo o en

    desacuerdo con esa regla de lo correctoq ue e st establecido. Estasdosc i rcunstancias impres-cindibles pertenecen nicamente a l sentimiento d e humanidad sobre clque aqui s e e st insis-tiendo. Ibid.,se ce . IX, p. 144.Y un poco m s adelante leemos: Y aunque no se pueda con-siderarqu e e st e sentimiento de humanidad seatan fuerte como la vanidad o laambicin,puedese r e l fundamento de la moral o de u n sistema general de censura o alabanza. La ambicin deun hombre n o esl a ambicin d e otro; y e l mismo acontecimiento u obieton o resultar satis-factoriopara ambos. Pero la humanidad de un hombre es la humanidad d e todos, y e l mismoobjetoafecta ae sta pasin e n todas las criaturas humanas. ibid.,se ce . IX, p . 1 4 5 .

    32 La simpatia consiste, segn H u m e , en laconve rsin d e u n a idea e n impresin po rmediode la fuerza de imaginacin. Hume, Tratadode la naturalezahumana,Libro II, Parte

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    Hume, Berlin ylabsqueda de unhorizonte 187

    altamente receptiva y sensible, como un instrumento de cuerda3, a todo

    cuanto a sualrededor acontece,es un tema que requerira toda una investiga-

    cinaparte. Pero lo que aqu y ahora nos interesa es dejar constancia de que

    para Humeson estos sentimientos de humanidad el dique, el lmite o el filtroque nuestra peculiar y compleja naturaleza humana establece para hablar de

    la moralidadde una accin, sea cual sea la formade vida en que se inscriba.

    Por supuesto que no ignora Hume la diversidad de formas de vida que cabe

    desarrollar dentro de los limites de lo humanamente reconocible. Del mjsmo

    modo, Hume es consciente de que una determinada cultura podraasfixiaroreprimir, casi hastasu extincin, tales sentimientos. Pero talestrangulamien-

    to o tal extirpacin de nuestra humanidad seria el resultado de unaviolencia

    ejercida contra nuestranatural disposicin a ser receptivosno slo aaquelloque nos acontece, sino tambin a aquello que sucede a los otros. Sertotal-mente indiferentes a la felicidad o desgracia ajenas nos asemejara no al

    mundo animal, dondevemos ejemplos (junto a la mera luchapor la supervi-

    vencia) dc ternura y afecto. stno a un mons;uo34, de rostro humano dificil-

    mente reconocible, como, podramos decir nosotros, aquellos Cclopes de

    Homero.que, orgullosos, vivianen altos picachos, en profundascavernas, sin

    ley,imponiendo a sushijos yesposas su voluntad,y sin que a nadie le s impor-

    tase ninguno.

    Pues bien, esta idea de que hay unapluralidad dc tbrmas de vida, frentea las queno podemos decidir si una es moralmente superior a otra, constitu-

    ye la tesisms importante del pluralismo trgico de lsaiah Berlin. En Berlin,

    como en Hume, la razn se enfrenta a una perplejidad: lainconmensurabili-

    dad de valores, la imposibilidad,en consecuencia con ello, dedecidir la supe-

    rmrtdad de un valor frente a otro. Lo cual implica, justamente, el reconoct-

    miento de la pluralidad como un ingrediente esencial del espacio y dcl len-guaje moral. Pejo decir esto, para Berlin, exige, corno en -Jume, dejar a un

    III,S e c e VI. p . 576 (p. 427>.E lprincipio de simpatia o comunicacin. corito tambin lo llama!Iutne, rige, p u e s, nuestro inundo pasional, ha s ta e l punto que, como h a indicado en otro lugar. dondequiera qu e vayamos, cualquier cosa sobre la qu e reflexionemos o conversemos, todonos presenta cont inuamente la visin de la felicidad o la desdicha humana, y exc i ta e n nues-tros corazones unmovimiento simptico d e placero desasosieg.. Este principio ejerce conti uuamente su ene rgia activa en nuestras ocupaciones sertas y e n nuestras diversionegdespreo-copadas. hn.wstigacionsobre los pPincipio.sde lo moral, se ce . M p . 8 9 (p . 2 2 1

    ~3(ir 1 lome . E X , [)irertatin saberl a ,~ pastone.v eolios e n .~ tvY o tnoizdrtv, cd . de Jo s L.

    Tasset ti armona. Barcelona, Anlhropos. 19 9< ) , p . 77.~4lis ala conclusion que llegaII ume con e s a s mismas palabras e n ln~esiigach5n,sol~los

    principiosde la moral, se ce . VI. p . 1 0 3 (p . 235).

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    lado el escepticismo relativista que nos impedira hablar y entendernos en

    materia moral. Hume hablade los disputantes deshonestosque nieganlas dis-

    tinciones moralesy , por tanto, que cancelan toda argumentacin y discusinen el terreno moral; Berlin subraya que la actitud relativista rompe lacomu-

    nicacin, pues el relativismo estcentrado en la conviccin de que Ami me

    gusta X, a ti Y yno hay ms que hablar. El relativismo es, en su opinin,unadoctrina segn la cual cl juicio de un hombre oun grupo, dado que es

    afirmacin o expresin de un gusto, o una actitud emotiva o un punto de

    vista, es slo lo que es, sin ninguna correspondencia objetiva que determine

    su veracidad o falsedad. A mme gusta una montaa, a ti no; a mi me encan-

    ta la historia,a l le parece un camelo: todo depende del punto de vista de

    cada uno35. Pero Berlin cree que, a pesarde los puntos de vista distintos, apesar delas culturas distintas,hay un ncleo mnimo compartidoque nos per-mite entrar comprensivamente dentro de ellas, discutir, intercambiar puntos

    de vista, entendernos y acercar nuestras posiciones, o hacer un frente comn

    contra, por ejemplo, la tortura.

    Para Berlin, al igual que para Hume, hay, pues,juntoa esa pluralidad de

    formas de vida, un lmitems all del cual ya no hablaramos de una accin

    reconocible como humana, sino como algo bestial omonstruoso. Si adopt-

    ramos el punto de vista relativista, llegaramos a esta conclusin, segn sus

    propias palabras: El relativismo mantiene: los nazis creen en los camposdeconcentracin, y nosotros no, y no hay ms que hablar.6 Si el relativista

    tuviera razn, en tica estaramos condenados al silencio. Ese Y no hay ms

    que hablar esjusto lo que no se compadece conlahumana posibilidad de

    acercar puntos de vista, de buscar acuerdos, de aproximar posiciones enfren-tadas, ascomo de sealarciertos lmites infranqueables para una accin que

    siga optando por el reconocimento de humana. Porque paraBerlin, elplu-ralismo es un hecho, s, pero hay un lmitepara lo humano, por mucha que

    sea la gama de formas en que se presente. Si no hubieraeste lmite, que a la

    vez implica una estructura moral bsica compartida, la posibilidad del dilo-go, del entendimiento mutuo, quedara truncada, y el escenario de la moral,

    ascomo toda reflexintica, ms queun dilogo fructfero, acabara siendo

    un molgo de sordos.

    Por ello, a propsito del pluralismo, enneta distincin con el relativismo,

    escribe: A esta doctrina se la llama pluralismo. Hay muchos fines, muchos

    3 5 Berlin,1 . , LIfste torcidode la humanidad,p . 93 .36 LvaiahBerlin endilogoconRarninJahanbegloo, p . 1 4 2 .

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    Jume, Berlinylabsqueda deunhorizonte 189

    valores ltimos, objetivos, algunos incompatibles con otros, que persiguen

    diferentes sociedades en diferentes pocas, U..). Estos fines pueden ser

    incompatibles, pero suvariedadno puede ser ilimitada, pues lanaturaleza de

    los hombres, aunque diversa y sujeta a cambio, debe poseer cierto carcter

    genrico para que pueda llamrsele humana. Esto justifica, a /rtiori, dife-

    rencias entre culturas enteras. Hay un lmite pasado el cual ya no podemos

    entenderqu persigue una criatura determinada; qu clase de reglas sigue en

    sueotnportamiento: qu significan su s gestos. En talessituaciones, cuando se

    rompe la posibilidadde comunicacin, hablamos de trastorno,de humanidad

    incompleta. Pero dentro de los lmitesde la humanidad la variedad de fines,

    aunquesea finita,puede ser amplia37.

    Para entender la posicin que Berlin est adoptandofrente a la pluralidad

    de valores, sin pasar por alto su importante y complementaria idea de un

    marco untversal (losderechos humanos) quesirva de lmite para eldesplie-guede dicha pluralidad8, habra que teneren cuenta tanto sudistanciamien-

    to con respecto a lo que l llama el punto de vista antiguo, tradicional, como

    con respecto al punto de vista que arranca de la conciencia romntica. El

    enfoquc tradicional de los problemas morales admita, en sus distintas ver-siones, la idea de que tales problemas son susceptibles de una solucin y solo

    de una. Podemos buscar la respuesta a nuestros problemas morales en Dios,

    en la metafisicaracional, en laadopcin del mtodo cientfico. En definitiva,para esta mentalidad, todo problema, si verdaderamente lo es, admite, des-pus de su formulacin, una solucin y solo una. Esta era lafe de los plat-

    nicos y de los estoicos, de los cristianos yde losjudos, los musulmanesy los

    destas y los racionalistasateos39. El riesgo de thnatismo, de imposicin de

    3 ~ Ibid.. p . 92. E l propio Hume hablabad e trastorno en e s t e mismo contexto. (ir. Trahidode la naturaleza humana, Libro III. Parte 1 ,Se ccin II, p . 640 (p. 474).

    -~Este limite lo representan,para Berlin, los derechos hum anos universales. P or e s o , a lapregunta de.lahanbegloo sobre si le parece que el principio de universalidad se contradice con

    la gran diversidad de cu l turas. Berlin responde qu e no , puesexisten biet,es y valores universa-le s qu e son cnsi tui iv< s de toda vida qu e aspire a ser humana: La id e a de los derechos h u in a nos descansa e n la creencia verdadera < l e qu e hay ciertos bienes l ibertad, usticia. bsquedad e la < e l ic idad. honestidad, amor qu e interesan a todos los se re s humanos como ta les , nocomo n i embros (le tal o cual nacionalidad. rel~in. profesin o carcter: y de que es, i Listoatender a e st a s nccesi.lades yprotege r a la gente d e qu ienes la s ignoran o lasniegan. Ciertascosasel se r bt imano la s requierecoiitoc d, no porques e a francs, alemn, estudioso medievalo f rutero sino porque como hombre o mujer vive un a vida humana. saiah Berlin endilogorooRamin Ial, ao/)cgloo,p . 6

    UBerlin, 1 - . Elfsietorcido de la humanidad. p. 1 7 3 ,

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    190 Jos Panca-Mrquez

    una ideologa,est, pues, en la entraa de estaconviccin profunda,en la idea

    de que hay un modo y solo uno de resolver nuestros problemas. Pero es esta

    fe,o estaconviccin la que en la segundamitad delsiglo XVIIIempieza a sercuestionada desde filosofias como la deVico o Herder La unidad se fractu-

    ra, se hace aicos; louniversal cede su paso a lo particular, y no hay razones

    para decidir que un punto de vista sea superior a otro: son solo expresiones

    distintas de diversas formas de ver el mundo y lavida. Pero, aun tiempo, lo

    que la conciencia romntica est descomponiendo es la conviccin de que

    hay una humanidad comn que posibilite el acercamiento de posiciones

    enfrentadas. Y a Berlin no se le escapa queeste planteamiento incorpora en

    su seno una bomba de relojera que puede estallar en cualquier momento.

    Pero no porque sean peligrosos, sin ms, sino porque son unilaterales,miopes, le parecenaBerlin errneos ambosplanteamientos. El pensamientotradicional anula la ideade conflicto, de tragediaen el sentidode pugnaentre

    valores: aqul siempre se puede resolver porque siempre cabe encontrar una

    solucin para cada problema40. La conciencia romntica, en cambio, seafe-

    rra a la imposibilidadde restaurar la unidad hecha aicos.A qu, latragedia,elconflicto es insuperable, y slo cabe el duelo41. Esta negacinde un hori-zonte comn compartido lleva, en su forma ms fantica, a l enfrentamiento

    mutuo, porque en el empecinamiento del propio punto de vista, en laobse-

    sion por la autenticidad, slo cabe la lucha porlos ideales propios42. Por todoello, creemos que el pensamiento de Berlin hay que verlo como un desafiotanto al holismo monocolor de la tradicin, como al relativismo desintegra-

    dor del queest preada la conciencia romntica. Creemos,pues,que elplu-ralismo berliniano slo se entiende en el contexto de lo que podramos llamar

    unIversalismo trgico, puesparte,s, de la inconmensurabilidady de la diver-

    sidad de valores que pueden entrar en conflicto,pero, a un tiempo, tal plura-

    lidad se despliegaen un horizonte, enun lmite, que, deno existir, nos deja-ria amerced delas inclemencias de un desoladorrelativismo43. Ante la con-

    4 < ~ C f i ibid., p . 1 7 6 .4] C f i ibid.,p . 1 8 1 .4 2 C f n ibid., p p . 1 8 1 - 1 8 2 .

    ~ P o r e l l o echamos d e menos u n a d e c u a d o p l a n t e a m i en t o d e l p r o b l e m a en e l e xcelentel i b r o de I o n Cray (saiah Berlin, V a l e n c i a , N o v a t o r e s , 1 9 9 6 ) . P a r a C r a y , e l p luralism o agonis-fa de B e r l i n r e s u l t a l a v er da d m s p r o fu nd a de s u p en s am ien t o < c f r . p . 2 1 3 ) . P e r o c r e e r n o s q u et a l p l u r a l i s m o no s e e n t i e n d e s i n o en e l c o n t e x t o d e l o q u e hemos l l am ado universalismot,-gico, pu e s s l o en e s e c o n t e x t o s e ha ce i n t e l i g i b l e , en e l esquema b e r l i n i a n o , e l p luralism ocomo a l t e r n a t i v a a l r e l a t i v i s m o . P o r e l l o no n o s s o r p r en de q u e en e l e xcelente e s t u d i o d eC r a y ,

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    Jume, Berlin y labsquedade unhorizonie 1 9 1

    ciencia de estos problemas Berlin cree que hay que aspirar, en lo posible, a

    alcanzar un equilibrio, por dificil yprecario que sea, entre las posicionesrivales. Partiendode la dificultad de la empresa, y de laidea de quequizs e l

    entendimiento entre los distintos grupos nunca pueda ser completo, habraque trabajar por fomentar el mximo grado posible de comprensin y enten-

    dimiento muto44. Pero apostar por ello implica el reconocimiento tcito o

    expreso de que hay un fondo comncompartido desde el que es posibletra-bajar y buscar acuerdos, desde el que es posible decir que lacomunicacin

    no est rota.La idea del lmite, ms all del cual es imposible avanzar y seguir reco-

    nocindonos como humanos, sirve de plataforma para buscar estos acerca-

    mientos. Pues bien, queremos insistir en el hecho de que esta idea est en

    Berlin tan arraigada como la del pluralismo: ambas sirven de punto de apoyoen su respuestaa l relativismo y al monismo respectivamente. Vase, s i no, el

    siguiente texto, en el que Berlin comenta la importancia de los principios

    irrenunciables que conforman las fronteras de la humanidada los que u-diamos mas arriba, del siguiente modo: Se trata de una especie de retorno a

    la idea antigua del derecho natural pero, para algunos de nosotros, con un

    ropaje emprico, no ya necesariamente basado en futidamentos teolgicos o

    metafsicos. Por tanto, hablar de nuestros valores como objetivosy universa-

    le s no equivale a decir que exista algn cdigo objetivo, que se nos haya

    impuesto desde afuera, que no podamos quebrantar porque no lo hicimosnosotros;equivale a decirque nopodemosevitar aceptar esos principiosbsi-cos porque soinos humanos, lo mismo queno podemos evitar (si somos nor-males> buscar calor en vez de fro, laverdaden vezde lafalsedad,que otros

    nosreconozcan porlo que somos en vez de ignorarnoso confundirnos. Como

    estos principios son bsicos, y han sido reconocidos durante mucho tiempode un modo generalizado,tendemos aconsiderarlos normas ticas universa-les, y a presuponer que cuando los seres humanos fingen que no losrecono-

    centienen que estar mintiendoo engandose asmismos, otambin que hanperdido por algn motivo la capacidadde discriminacin moral, yson en esesentidoanormales45.

    Asumiendo la inconmensurabilidad de los valores, as como la realidad

    de los conflictos, Berlin no ve otra salida que la de buscaracuerdos.Y, por

    e l h o r i z o n t e h u m a n o comna] q u e B e r l i n s e r e l i e r e s e a t r a t a d o de un modov ago y s e a f i r m e ,c o n t r a r i a t i t e n t e a l o q u e pe ns at r o s n o s o t r o s , q u e es u np r o bl e m a no r e s u e l t o en B e r l i n ( p . 2 0 8 ) .

    ~ C l i i El hm. torcido de lohumanidad, p . 6 3 .

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    192 Jos Panca-Mrquez

    insipida que nos parezca esta solucin, apunta Berlin, frente alas actitudes

    fanticas, o frente alduelo, noparece haber msalternativa que incorporar la

    complejidad al esfuerzo comn: No hay salida: debemos decidir cuandodecidimos; no se puede evitar a veces correr riesgos morales. (.4Pero, enltimo trmino,no es algo que dependade un juicio puramente subjetivo (...).

    Hay, si no valores universales, si al menos un mnimo sin el que las socieda-des dificilmente podran sobrevivir Pocos querran defender hoy laesclavi-

    tud oel asesinatoritual o lascmaras de gas nazis o la tortura de sereshuma-

    nos por gusto o por provecho o incluso por el bien poltico;

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    Muine. Berlny labsqueda de unhorizonte 193

    horizonte crtico. El talante liberal de Berln, su crtica almodelo simplista,

    su, podramos llamarlo as, plural-universalismo trgico le impide buscar

    una defincinpositiva de lo humano, un modelo en el que encerrar alhom-

    bre, consciente de la pluralidad de formas de vida. Pero, al mismotiempo,sabe que hay unos limites ms all de los cuales, si los traspasamos, ya no

    podemos hablar de unaconducta humanamente reconocible. Igualque habla-

    nosde una naturaleza humana fisica comn, identificable en todo hombre,

    con independencia de su raza o cultura, hay adems ciertas propiedades

    morales que tambin forman parte profunda de lo que concebimos como

    naturaleza humana4fll.. p . 1 9 2 .

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    194 Jur Panca-Mrquez

    del mundo, lo mismo que no sabra preferir en el citado ejemplo, y que

    Berlin omite si salvar aun indio o lapropia mina50.

    Por tanto, no se trata, en modo alguno, de que para Hume estemos con-

    denados a la perplejidad sobre qu curso de accin seguir Ocurre ms bienque esta perplejidad es fruto de un anlisis racional fro, asptico. Pero tan

    pronto como consultamos a nuestro interior algo que irremediablemente

    hacemos, dada nuestra naturaleza simptica, tan pronto como dirigimos

    nuestra mirada a nuestrossentimientos de humanidad, la perplejidad comien-

    za adesvanecerse. Hume, como Berlin,sabe quenocaben respuestashomo-gneas, nicas, a los problemas de la vida, pero, aligual que Berlin, piensa

    que hay una frontera infranqueable: nuestra peculiar naturaleza nos imposi-

    bilita paraser indiferentesa la felicidad y al sufrimiento humanos,amenosque padezcamos algn trastorno o nos transformemos en monstruos. Ambos,

    Hume y Berlin, no creen que la razn sea algo ascomo un ojomgico que,

    apriori, y sin otro referente, distingue entre el bien y elmal51. Por supuestoquetal distincin existe paraambos, solo que, como hemos visto, no la hace

    la mera razn. Adems, ambos apuestan por un mundo plural, tolerante,

    diverso, si,pero digno, esto es, decente, dentro de unhorizonte, de un lmite:

    la humanidad. En este sentido, queremos llamar la atencin sobre cmo

    Berlin quiere establecerun contraste entre el ideal de sociedad perfecta, algo

    indefinible y tremendamente peligroso, y la idea, negativa, en el sentido deexclusin del sufrimiento, etc., de una sociedad decente, algo de lo que si

    cabe hablar:Creo que no hay nada ms destructor de vidashumanas que la

    conviccin fantica sobre la vida perfecta, aliada alpoder poltico o militar

    Nuestro siglo proporciona terriblespruebas de esta verdad. Creo en eltraba-

    jopor unasociedad mnimamentedecente. Sims all de esto podemosavan-

    zar hacia una vida ms rica, tanto mejor Pero es que en muchos pases no

    tenemos siquiera un mnimo de decencia52. A Berlin le cuestatrabajo defi-nir positivamente lo que significa decente para l, y 0pta por enmarcar la

    decencia dentro del lmite que implica el reconocimiento de los derechoshumanos: Si usted me pregunta por qu creo en los derechos humanos,puedo decirle que porque es la nica formadecente e inclusotolerable de

    que los humanos vivan juntos; y si me pregunta qu significa decente,

    puedo decirle que es el nico tipo de vida que los humanos deben seguirsi

    50Cfr. Tratadode la naturalezahumana, L i b r o I I , P a r t e I I I , S e c e . I I I . p . 5 6 3 ( p . 4 l 6 ) .5 1 JraahBerlinendilogoconRa,niniahanbegloo.pp . 51-53;pp. 142-143, y p. l48.5 2 Ibid., p. 70.

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    JJwnt Berline labsquedade unhorizonte 1 9 5

    no quieren destruirse unos a otros. (...) No me pregunte qu entiendo por

    decente. Por decente entiendo decente; todos sabemos qu quiere decir53

    Su pluralismo, pues, tiene que ser ubicado en su doble crtica, tanto al

    universalismo aproblemtico de la tradicin occidental,como frente alidealindividualista desbocado del romanticismo. No obstante. el romanticismo

    tambin nos brinda un material aprovechable paraconfigurar ese,podramos

    llamarlo as, universalismotrgicoque a todas luces sehace necesariodefen-

    der segn Berlin,a menos que noqueramos extraer ninguna leccin de nues-

    tro terrible pasado ypresente histrico. Laintuicin bsicadel romanticismo,

    segn lacual el hombre est por encima de todo idea! abstracto, y no puede

    ser sacrificado a l, o dicho de otro modo, la tesiskantiana del hombre como

    fin en si mismoser para Berlin el centro de gravedad paraese marco uni-versalque la civilizacin ha de estructurar al objeto de posibilitar el desarro-llo y convivencia de distintas culturas. Berlin sabe que la tarea no es fcil

    pero que las alternativas a dicha tarea son o la mera imposicin de unacul-tura sobreel resto, esdecir, una suerte decolonizacin cultural, o bien lague-rra de lodos contra todos. Con realismo y sin autoengao escribe: El uni-

    verso no es un rompecabezas~, cuyos fragmentos pretendemos ordenar, con-vencidos de que existe un orden, y solo uno, de acuerdo con elcual deben

    encajar todos. Nos encontramos con valores en conflicto; cl dogma de que

    deben concilarse dc algn modo, en algn luga; es una mera esperanza pia-dosa: la experiencia demuestra que es falso. Tenemos que elegir y al elegiruna cosa perdemos otra, tal vez irremisiblemente54.

    Berlin subraya la dificultad de nuestro reto, pero cree que la responsabi-

    lidad del intelectual estribaen subrayar los problemasque circundan tal desa-fo, problemas que no por ello lo convierten en una neta inalcanzable ein-

    til, Y no solo ello: setratade undesafio inexcusable. Comoapuntbamos ms

    arriba. Berlin insiste sobrelanecesidad de tomar conciencia del carcterff6-gicode toda decisin moral, ascomode la necesidad de alcanzar un equili-

    hilo, por precario que sea55,que haga frente alsufrimiento56. En efecto, por

    5 3 Ibid., p p . 1 5 0 1 5 1 .~4Berlin. 1 . , El/itsrctorcidode lahumanidad, p . 1 9 0 .5 5 Partiendo d e l a c o n viccin d e q u e l a i d e a de un mundo i d e a l , e n e 1 q u e l a s s o lucio ne s

    e s t a n a r n , o n i z a d a s . es i m p o s i b l e conceptualnente h a b l a n d o , c o ncl uye B e r l i n . (...> e nto nce s ,

    q u i z l o mej o r q u e u n o p u e d e h acer e s i n t e n t a r fo ment ar a l g n t i p o de e q u i l i b r i o , nec es ar ia-mente i n e s t a b l e , e n t r e l a s d i f e r e n t e s a s pi racio ne s d e d i f e r e n t e sg r up o s de s e r e s h u m a n o s (...) yfo mentar e n t r e e l l o s e l m x i m o gr ado p o s i b l e d ec o m p r e n s i n y e ntendimiento , q ue p r o b a b l e-mente no l l e g a r n n u nc a a s e r c o m p l e t o s . Ibid..p . 6 3 .

    La t e s i s d e l e q u i l i b r i o p r e c a r i o o i n e s t a b l e n o s pa r ece e s e n c i a l d e ntr o d e s u v i s i n < l e

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    196 Jos Panca-Mrquez

    inspida que pueda ser, no hay otra alternativa posible para el conflicto que

    alcanzareste equilibrio precario, que siempre demandar de nosotrosnuestro

    empeo por mantenerlo y cuyos referentes son la evitacindel sufrimiento yel fomento de la solidaridad frente a l. Estamos ante un aspectomuy intere-

    sante del pensamiento de Berlin, tan preocupado por delimitas almenos en

    sentido negativo, los limites de ese horizonte queesla humanidadcomn. Y

    en este ejercicio de delimitacin, laevitacindel sufrimiento,y el fomentode

    la solidaridad juegan un papel esencial: Pero si es cierto que no todos los

    fines humanos ltimos son necesariamente compatibles, quiz solo puede

    haber opciones no regidas porun principio decisivo, algunasde ellas doloro-

    sas, tanto para el agente como paraotros. De esto se seguira que lacreacin

    de una estructura social que evitase, como mnimo,alternativas moralmenteinadmisibles y fomentase, como mximo, la solidaridadactivaen la persecu-

    cin de objetivos comunes, tal vez fuese lo mejor que pudiesen pretender

    alcanzar los seres humanos, si no se reprimen as demasiados objetivos

    humanos igualmente vlidos57.

    La experiencia del horror en nuestro siglo presente, y esto queremos

    subrayarlo,ha impulsado la conciencia de la necesidad dereafirmar la razn.

    Pero no se tratade un retorno a un ideal viejo: nadavuelve a su punto depar-

    pluralismo y d e l c a r c t e r t r g i c o d et o d ad e c i s i n mo r al y p o l t i c a . No h a y , p u e s , o t r a t br m a deab o r da r e l inexcusable c o n f l i c t o de v a l o r e s , s i e m p r e co n l a m i r a p uesta en l a e v i t a b i l i d a d d e lsufrimiento: Cmo e l e g i r e n t r e p o s i b i l i d a d e s ? Qu y c unto hade s a e r i f i c a r s e a q u ? Yocre o q u e no h ay una r e s p u e s t a c l a r a . P e r o l a s c o l i s i o n e s , aunque no pueden e v i t a r s e , s e puedensuavizar. L a s p retensiones pueden e q u i l i b r a r s e , s cpue del l e g a r a comp romi sos(.4 Deb en e s t a-b l e c e r s e p r i o r i d a d e s , n u n c a d e f i n i t i v a s y a b s o l u t a s .

    La pr ime r a o bligacin p blica es e v i t a r e l s u f r i m i e n t o ex tr emo . L as r e v o l u c i o n e s , g u e r r a s ,a s e s i n a t o s , l a s medidas e x t r e m a s , pueden s e r n e c e s a r i a s en s i t u a c i o n e s desesperadas. P e r o l ahistorian o s ens ea que s u s co ns ecuenc ias po cas v e c e s s o n l a s p r e v i s t a s : no h a yn i n g u n a garan-t a , a v eces n i s i q u i e r a u n a p r obabilidad l o s uficientemente g rande, de q u e e s t o s a c t o s t r a i g a nun a m e j o r a . P o d e m o s c o r r e r e l r i e s g o de l a a c tuacin d r s t i c a , e n l a v i d a p e r s o n a l o en ap o l -

    t i c a p b l i c a , p e r o d e b e m o s t e n e r e n c uenta s i e m p r e , no o l v i d a r l o nunca, q u e p o d e m o s e s t a requivocados, q u e l a s e gu r idad r e s p e c t o a l o s e f e c t o s de t a l e s medidas conduce e v i t a b l e m en t eaun sufrimiento e v i t a b l e d e o s i n o c e n t e s . Tenemos q u e e s t a r d i s p u e s t o s ,p o r t a n t o , a h acer esoque l l a m a i l co nces io nes mut uas : n o r m a s , v a l o r e s , p r i n c i p i o s , deben ceder un o s a n t e o t r o s engrados variables e n s i t u a c i o n e s e s p e c i f i c a s . L a s s o luciones u t i l i t a r i a s s o n e r r n e a s a v e c e s ,p e r o y os o s p e c h o que s o n beneficiosas c o n mayor f r e c u e n c i a . Lo p r e f e r i b l e e s , como norma

    g e n e r a l , m an t en er u n e q u i l i b r i o p r e c a r i o que im p ida l a a paricin d es i t u a c i o n e s desesperadas.de a l t e r n a t i v a s i n s o p o r t a b l e s . s a e s l a pr ime r a co ndici n p a r a u n a s ociedad d e c e n t e ; (E.Ibid., p p . 35- 36. C f r . t ambin, B e r l i n , 1 . , lsaiah Berlinendilogocon RaminJahanbegloo. p .1 8 9 .

    57 Berlin,1 ., Clfufetorcidode la humanidad, p . 2 2 0 .

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    Jume, Berlin e labsquedade unhorizone 197

    tida, nos dice Berlin. La historia siempre nos da alguna leccin de la que

    aprendemos algo por muy torpes que queramos ser. Los holocaustos recien-

    tes, veianos ms arriba, y su rechazo, nos acercan a un nuevo reconoci-

    miento en Occidente de lo que son valores universales firmes que pueden

    considerarse constitutivos de los seres humanos encuantotales58. Puesbien,

    nos parece que elreconocimiento berliniano de la necesidadde aceptar unos

    valores universales constitutivos de los sereshumanos, apoyado en laexpe-riencia histrica del sufrimiento y de su rechazo, es, a nuestro juicio, unaspecto esencial de su pensamiento que corre el riesgo de olvidarse oeclip-

    sarse cuando se insiste en su pluralismo. Por ello, queremos insistir en que

    pluralismo y universalismo son un par indesligables en el esquema filosfi-co de Berlin. La conmocin que ha producido la experienciadel horror habla,

    pues, ( l i s una humanidadcomn, deun universo de valores compartidos ms

    all de toda diferencia cultural. Esta es, en sntesis, su ms profundaconvic-

    cin: Qu valores son stos? Cules su condicin y por qu deberamos

    aceptarlos? Es posible que, como han sostenido algunos existencialistas y

    nihilistas radicales, no existan valores humanos y an menos, valores euro-peos? Los hombres se entregan y se comprometen sin ms, sinningn moti-

    yo. Y o me consagro a ser poeta, y t a ser verdugo: sa es mi elecciny sta

    es latuya, y no hay normas objetivas de acuerdo con las cuales puedangra-

    duarse estas elecciones, por lasque mimoral sea superior o inferior a latuya.Elegimos comoelegimos, eso es lo nico que puede decirse; y si esto llevaa

    choquis y destruccin, es una realidad del mundo que hay que aceptar lo

    mismo quese acepta la ~eyde lagravedad, algo que es inherente a lasdiver-

    sas naturalezas dc culturas o naciones u hombres diversos. Que esto noes un

    diagnstico vlido lo ha demostrado claramente sin ir ms lejos lasensacin

    de horror inmensa y generalizada que han provocado los excesos del totalita-

    rmsmo. El hecho dc esa conmocin muestra que existe una escala de valores

    de acuerdo con la cual vivede hecho lamayora de lahumanidad (y enpar-

    ticular de los europeos occidentales), vive no meramente de forma mecnicao por hbito sino como partede lo que en sus momentos de autoconciencia

    constituye la naturaleza esencial del hombre59.No obstante, queremossubrayarque Berlin no traza unas lneasdefinito-

    rias.en sentido positivo.de ques humano. Berlin huye de la tentaciniden-tificadora que podra monopolizar la definicin de nuestra humanidad

    5tlbid., p . I G l~>den,.

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    198 Jos Panca-Mrquez

    comn. Sinembargo, no renuncia aadvertir que hayunas fronteras ms all

    de las cuales ya nopodemos reconocer una accin como humana: habramos

    traspasado los limites, ms all de los cuales, nuestra humanidad se esfuma yslo puede hablarse de brutalidad, arbitrariedad, bestialismo. ParaBerlin est

    muy claro, pues, que hay unanaturaleza fisica comn identificable en todo

    hombre, con independencia de su raza o cultura. Pero aad e hay adems

    ciertas propiedades morales que tambin forman parte profunda de lo que

    concebimos como naturaleza humana6

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    Ruine. Berliny la bsquedade unhorizonte 199

    gua del derecho natural, pero no ya por razones mnetafisicaso teolgicas. Se

    trata tan slo de percatarse de ques i nuestros valorespueden gozar deun sin-cero reconocimiento han de poder ser reconociblescomo humanos, o, dicho

    de otro modo, no pueden caer dentro de la categora histrica de lo inhuma-no: Por tanto aade-, hablar de nuestros valores como objetivos y univer-

    sales no equivale a decir que exista algn cdigo objetivo, que se nos haya

    impuesto desde fuera, que no podamos quebrantar porque no lo hicimos

    nosotros; equivalea decir que no podemosevitaraceptar esosprincipiosbsi-cos porquesomos humanos, lo mismo que no podemos evitar(si somos nor-males) buscar calor en vez de fro, la verdaden vez de lafalsedad, queotros

    nos reconozcan por lo que somos en vez de ignorarnos o confundirnos62.

    Slo alguien que finge, o semiente a s mismo, o ha perdido por algn moti-

    yo su capacidaddc discriminacin moral puedeno reconocer estos principiosbsicos, que por seraceptados desde tiempos inmemoriales, podemosconsi-

    derarlos normas ticas universales63.

    Todas estas consideraciones tal vez nos permiten concluir que. aunquen i

    Hume n i Herlin nos dicen en qu consiste positivamente lo humano (pues

    ambosrechazan encerrara l hombre en la camisade fuerza de una definicin.

    al ser conscientes de la plurlalidad de formas de vida, de las mltiplescon-cepciones acerca disqu sea una vida buena), insisten,sin embargo,en laidea

    de hablar deu n lmite,de una frontera ms all de la cual noes posible seguir,

    pues, corno s i de un espejo roto se tratara, al contemplarnos en nuestras

    acciones, transgredido este limite, ya no podramos reconocernos. Dicho de

    otro modo, no podemosdar una definicin de lo humano que hagajusticiaa

    sus mltiplesformas, a las plurales concepciones del bien, pero s sabemos

    qu ha dejado ya de serlo, qu ha traspasado ya el horizonte de lo humana-nente reconocible. Por ello, el clebre texto de Berlin, con el que abramos

    este trabajo, en el que, sin citarle, se hace referencia al ejemplo de Hume,

    podra, en realidad, sersuscrito por ambos: a priori, razonando en fro, sin

    hacer ms consideraciones. no es contrario a la razn elpreferirla destruc-cin del mundo entero a tener un rasguo en mi dedo. No es contrario a la

    razn queyo prefiera mi ruina total con tal de evitar elmenor sufrimiento a

    un indio o a cualquierpersona totalmentedesconocida64. Pero si no razona-

    62 lbicL ,. 1 9 3 .6 3 (fi. idem.

    6~ Tratado de la nut,raleza humana, L i b r o I I . P a r t e I I I , S e c e . I I I , p . 5 6 3 ( p . 4 1 6 ) . S a l v o

    q u e l a p as in e s t f u n dada en f a l s o s s u p u e s t o s o s e v a l g a de medios i n s u f i c i e n t e s p a r a r e a l i z a r

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    mos friamente,s i no argumentamosen el vacio, eindagamosen nuestrossen-timientos, y descendemos hasta ese ncleo humano comn, a saber,los sen-

    timientos de humanidad, presentes en todo hombre

    65; si, en definitiva, no

    pasamos por alto la felicidad y el sufrimiento ajenos queun curso de accinincorpora, y lo tenemos todo en cuenta para no borrar ese lmite que toda

    accin que merezca el calificativo de humana ha de respetar, ambos pensa-

    dores estaran dispuestos a asumir que tal perplejidad oindiferencia comien-

    za a desvanecerse, pues brotade lo mshondo, de lo ms ntimo de nosotrossiempre, claro est, que no padezcamos algn tipo de trastorno afectivo o

    mental un sincero rechazo del dolor,del sufrimiento humano, y , ms an,

    tendremos el convencimiento de que nuestra repulsa e indignacin ante la

    arbitrariedad, la brutalidad y la injusticia no regresar, solitaria, a nuestropecho, sino que, abuen seguro, ganar un universalo muyamplio reconoci-

    miento, del que habremoshecho participes al resto de la humanidad.

    su fin, no tiene sentido decirque una pasin es razonable o irrazonable [Cfr. ibid,pp. 562-563(bid)]. P o r ellop a r a Humeno h a y c o n f l i c t o e n t r e l a r a z n y l a p a s i n , p o r q ue s i l a r a z n d e s-cub r e u nenga o , l a pas in p ierde s u i n t e r s p o r s u objeto Cfn ibid.,p . 5 6 3 ( P p . 4 1 6 - 4 1 1 ) ] . Ene s t e s e n t i d o , ercemos q u e h a y q ue t e n e r e s t o muy e n c u e n t a p a r a e ntender a decua dam ent e s u

    c l e b r e s entencia de l a r a z n coma e s c l a v a o s e r v i d o r a d e l a s p a s i o o e s [(ir.ibid., p . 5 6 1 ] t p .4 1 5 ) , d i s t a n c i n d o n o s d e l a cuestionable l e c t u r a q u e i n t e r p r e t a e s t a r e l a c i n comou n a t i r a n ad e l a p a s i n , en v e z de u n a i n t e r a c t i v a co o pe r aci n e n t r e am ba s , s i b i e n es v er da d q u e en e t e r r e n o d e l j u i c i o mo r al l a l t i m a p a l a b r a , como hemos v i s t o y a , l a t i e n e e l s e n t i m i e n t o , e s c u-ch ad o s l o s in fo r me s d e l a r a z n s o b r e t o d o s l o s pormenores que r o dean l a accin [Cfr.Investigacinsobre losprincipiosde lamowl, Apndice 1 , p . 1 63 ( p . 2 9 0 ) ] .

    65 Y e s t o e s l o q u e j u s t i f i c a , e n d e f i n i t i v a , l a i n t e r e s a n t e a fi r macin de H u m e : P er o l a

    humanidad d e u n hombr ee s l a humanidad d e t o d o s , q u e resume t o d o s u p lanteamiento. bid,IX, p. 145 ( p . 2 7 3 ) .