3.-práctico sobre el decameron y los cuentos de canterbury

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Trabajo práctico de acreditación Estructura, narradores y figura de autor en el Decameron de Boccaccio y los Cuentos de Canterbury de Chaucer Ubicación en el programa de la materia: Humanismo y Renacimiento. El apogeo del cuento. Giovanni Boccaccio: El Decameron y Geoffrey Chaucer: Los cuentos de Canterbury. La narrativa enmarcada. Temas y recursos. El optimismo estético característico de las síntesis medievales. Narradores y personajes. La presencia del autor en las obras. Objetivo: Estudiar desde un enfoque comparatista algunos temas y recursos de la narrativa enmarcada Fuentes primarias: Boccaccio, Decameron: Proemio, introducción a la primera jornada, introducción a la cuarta jornada, y conclusión del autor. Se trabajó la introducción, prólogo, introd a la jornada cuarta, el cuento de Griselda Chaucer, Cuentos de Canterbury: Prólogo general y Despedida del autor. Prólogo del erudito y cuento homónimo. Prólogo de la comadre de Bath y el cuento homónimo

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Page 1: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Trabajo práctico de acreditación

Estructura, narradores y figura de autor en el Decameron de Boccaccio y los Cuentos de Canterbury de Chaucer

Ubicación en el programa de la materia:

Humanismo y Renacimiento. El apogeo del cuento. Giovanni Boccaccio: El Decameron y Geoffrey Chaucer: Los cuentos de Canterbury. La narrativa enmarcada. Temas y recursos. El optimismo estético característico de las síntesis medievales. Narradores y personajes. La presencia del autor en las obras.

Objetivo:

Estudiar desde un enfoque comparatista algunos temas y recursos de la narrativa enmarcada

Fuentes primarias:

Boccaccio, Decameron: Proemio, introducción a la primera jornada, introducción a la cuarta jornada, y conclusión del autor. Se trabajó la introducción, prólogo, introd a la jornada cuarta, el cuento de Griselda

Chaucer, Cuentos de Canterbury: Prólogo general y Despedida del autor. Prólogo del erudito y cuento homónimo. Prólogo de la comadre de Bath y el cuento homónimo

Actividades:

a) Áulicas

1) Leer el “Proemio”, las “Introducciones a las Jornadas I y IV” y la “Conclusión” del Decamerón; y el “Prólogo general” y la “Despedida

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del autor” de los Canterbury Tales y comparar: la inscripción de la voz autoral; la construcción del receptor y los niveles de ficción planteados.

2) Leer el de Griselda de ambos y usar como biblio mi libro que los compara. Creo que esto se hizo en clase. Verificar la bibliografía en la carpeta de cátedra y por ahí ahí está la guía también que se usó en clase.

3) Leer Novella VII, 9 y Prólogo y cuento del Mercader: comparar la estructura de los relatos; el tratamiento del tema y su vinculación con el marco; la relación entre literatura y ética.

4) Leer la Novella VIII,7: relevar amor y engaño, recursos del humor, la mujer como destinatario.

5) Leer el prólogo y el cuento de la comadre de Bath. Relaciones entre el prólogo y el cuento; género y poder (ojo con David acá), motivos satíricos.

b) Extra-áulicas

Actividades:

a) Analizar.

b) Comparar ………..para interpretar las similitudes entre

…………………..y el sentido de las particularidades de cada uno.

c) Justificar con las obras, lo trabajado en clase y la bibliografía teórica de

la cátedra.

Se evaluará:

Conocimiento y desarrollo del tema.

Lectura y análisis de las obras trabajadas.

Recuperación teórica de la bibliografía de la cátedra y de lo trabajado en clase.

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En la exposición oral:

En el trabajo escrito: adecuación al género escriturario y a las pautas requeridas por un trabajo académico.

Coherencia y cohesión del discurso.

Género escriturario de la producción escrita: ……………………………(Arial 12,

espacio y medio).

Fecha de entrega: …………………………………….

Bibliografía para el alumno:

GALVÁN, F., Literatura inglesa medieval, Alianza Editorial, Madrid, 2001.

Sobre humanismo y renacimiento:

Sobre la narración enmarcada:

Sobre cada una de las obras:

Ver un artículo de la propia Betty que compara la estructura de las obras

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Bibliografía básica para preparar mi clase sobre el tema (focalizarme en los temas de narración enmarcada, estructura, narradores, figura de autor, y algún cuento que se repita como motivo):

La introducción de la edición de Cátedra

Cambridge Companion to Chaucer

Creo que tengo un libro fotocopiado de Chesterton sobre Chaucer

La referencia a la migración del cuento de Griselda en el libro que Betty y yo tenemos

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DECAMERON Y CUENTOS DE CANTERBURY

Presencia del autor en las obras: una lectura comparada

Dora Beatriz NEUMANN

En términos propios de la Literatura Comparada podemos hablar de “diálogo”

entre el Decameron y los Cuentos de Canterbury. Escritas, la primera entre los años

1348 y 1351, y la segunda entre 1387 y 1388, ambas obras ofrecen una transición entre

la estructura enmarcada de los exemplarios medievales y la innovación propia de una

concepción moderna de literatura, al transformar el “cuento de cuentos” de índole

piadosa o aleccionadora, en una estructura que tiene como único propósito ofrecer un

marco para promover el deleite y el entretenimiento del auditorio. En un supuesto

reconocimiento de influencias, algunos críticos se preguntan si Chaucer habría conocido

la obra de Boccaccio, lo que connotaría cierto sentido de dependencia de un texto sobre

el otro; preferimos, en cambio, considerar desde un enfoque comparatista que las

coincidencias responden a “la comprobación de una dimensión supranacional, es decir,

fundamentalmente humana” (Guillén: 41), y a un proceso natural y continuo de

reescritura de textos (Carvalhal: 68-69).

Desde este enfoque, entonces, nos proponemos analizar la presencia del autor en la

obra; esto es: el modo en que cada uno de los autores resuelve su inclusión y el sentido de la

misma.

El autor: testigo de la “verdad”

En la poética medieval, la obra artística debía demostrar especial cuidado en la

problemática entre la forma y el contenido, en general los tratadistas relacionan esto con la

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dicotomía verdad-falsedad del mensaje poético. La verdad, siempre vinculada con el

contenido, es defendida por los tratadistas medievales, ya que a través del mismo se muestran

las verdades morales y religiosas. Los medievalistas afirman que una de las principales

corrientes narrativas de la Edad Media, aunque asentada en elementos de origen tradicional y

aun oral, se caracterizó por su naturaleza letrada y hasta erudita, en la que tuvieron

considerable influencia los criterios eclesiásticos orientados hacia el acopio de historias

aleccionadoras. A medida que el cuento medieval pasa de sus manifestaciones tempranas a

una etapa de mayor conciencia artística, adquiere importancia la narración enmarcada con la

finalidad de desarrollar una compilación fundamentalmente didáctica y en mayor o menor

grado, de inspiración religiosa o moral. En los estadios tardíos de esta evolución, se observa el

decidido avance de una orientación puramente literaria que se caracterizó por el florecimiento

pleno de una prosa artística en lengua vernácula. Hasta ese entonces, el verso parecía

constituir el medio natural de composición literaria; la prosa había sido empleada

frecuentemente, pero en tareas que casi nunca excedían el propósito utilitario de obras

informativas, didácticas o piadosas. La situación varía cuando la tradición del cuento

aleccionador es sucedida por la narrativa puramente recreativa, proceso que mantuvo

estrechas relaciones con el surgimiento y consolidación de los sectores burgueses, su ejemplo

más notable lo ofrece la novella italiana cuyo ciclo alcanza el máximo esplendor en el

Decameron, de Boccaccio.

Inmersos aún en la tradición medieval, tanto Boccaccio como Chaucer tienen en

cuenta no sólo la estructura propia de los exemplarios, sino también la exigencia de veracidad

de los mismos. Es en ese sentido que la presencia del autor en cada una de las obras que nos

ocupan, afirma su pretensión de verdad.

En el Decameron, Boccaccio como narrador homodiegético1 se incluye en el

nivel del autor. Su intención de presentar las narraciones bajo la forma de testimonios

históricos es clara y lo hace desde dos perspectivas: incluyéndose como observador

directo o mencionando las fuentes que le brindaron la información.

Con respecto al primer modo, desde un lugar de observador testigo, en la

Jornada I refiere las calamidades de la peste negra que asoló Florencia en el año 1348,

cuyas consecuencias describe descarnadamente en el inicio de la obra:

1 Entendemos como narrador homodiegético al que forma parte del relato en primera persona (Gérard Genette, en Cuddon, tomo II: 497)

Page 7: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Maravilloso sería creer lo que afirmo, si los ojos de muchos, y

los míos propios, no lo hubieran visto, de manera que yo no osaría

creerlo, y menos escribirlo, si mucha gente digna de fe no lo hubiesen

visto u oído. (J.I, Introducción)

Continuando con el relato y para introducir otra cruda imagen de aquella mortandad, reitera

su posición de observador testigo al afirmar: “Por mis propios ojos (como antes dije) presencié

ente otras cosas, esta experiencia un día…” (J.I, Introducción).

Con el mismo propósito de dar muestras de veracidad, cuando no se incluye como

observador, hace referencia a fuentes inobjetables. Este es el recurso elegido para presentar a

los personajes que en el marco de los narradores tendrán a su cargo los respectivos relatos

que constituirán las diez jornadas en que se estructura la obra. Así, para referirse al encuentro

del grupo de siete mujeres nobles y tres varones, expresa: “diré que hallándose en esta

situación la ciudad, medio despoblada, ocurrió, como por persona digna de fe pude averiguar,

que un martes por la mañana…” (J.I, Introducción).

Asimismo, y a modo de justificación por acusaciones recibidas, en la Jornada IV

(“Los que censuran la veracidad de mis narraciones, les pido que busquen los originales,

para que se pueda comprobar la acusación.”) y en la Conclusión del autor (“También se

me dirá que algunos cuentos sobran. De acuerdo; pero yo debía referir lo que se contó, y

tal como se contó.”) ratifica que está exponiendo lo acontecido en la realidad.

Entendemos que el mismo criterio de inclusión del autor se reconoce en la

afirmación de Fiammetta cuando en el cuento 5 de la IX Jornada, dice: “…si yo me

hubiera alejado de la verdad del hecho…. Os lo contaré conforme a la razón que acabo

de apuntar, en sus justos términos”.

En los Cuentos de Canterbury, Chaucer se incluye como peregrino y escritor; su

presencia se mantiene en toda la obra, y al igual que Boccaccio, ofrece algunos rasgos de

veracidad.

A pocas líneas de comenzado el Prólogo se presenta el narrador homodiegético.

Finalizada la metafórica referencia temporal que realiza para introducir la peregrinación a

Canterbury, el escritor se presenta como un romero más:

Page 8: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Estando yo, cierto día de esa estación, en la posada del Tabardo, en

Southwark, con el devoto propósito de emprender mi peregrinación.

(…)

Hablé con los peregrinos y, antes de cerrar la noche, ya había

entablado trato con ellos y convenido en salir en su compañía al despuntar

la siguiente mañana. (35)

Si bien invoca su “devoto propósito”, más adelante su participación como escritor

queda manifiesta cuando introduce la descripción de los peregrinos:

Y he aquí que, pues dispongo de espacio y tiempo, he

determinado, antes de perseverar en este relato, explicar la condición de

cada uno de aquellos caminantes, tal como a mí se me apareció,

diciendo quiénes eran, y qué calidad tenían, y de qué suerte iban

ataviados. (35-36)

Desde su rol de escritor y atento a las exigencias de veracidad que debe cumplir, se

disculpa ante el lector por el vocabulario que debe emplear en algunos casos:

... he de solicitar de vuestra cortesía que me hagáis merced

de perdonarme si expreso con justeza las razones y discursos que luego

se cambiaron, y os ruego que no atribuyáis a villanía mía el deciros las

palabras de los peregrinos tal como las pronunciaron ellos. Porque

bien sabe el lector, como yo lo sé, que quien ha de contar lo que contó

otro, debe repetir con fiel exactitud sus expresiones, así fueren soeces y

licenciosas, pues, si no falsearía el relato, ora inventando cosas, ora

rebuscando dichos nuevos... (48)

Page 9: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

La misma justificación reitera al introducir el relato del molinero:

Creo que debo repetirlos con exactitud, y así ruego a

toda persona gentil que no piense [...] que me expreso con mala

intención, sino que he de reproducir fielmente los cuentos, sean

buenos o malos, so pena de falsear su contenido. (90)

La apelación al lector es constante, por momentos las preguntas directas nos hace

imaginar una comunicación cara a cara; y en esa supuesta interacción, da precisiones sobre

lugares y situaciones que reafirman la verosimilitud que el escritor pretende resaltar:

¿Conocéis dónde está un lugar que se llama Bob-op-

and-down, más acá de Blean, en el camino de Canterbury?

Pues allí fue donde nuestro hospedero comenzó a bromear y a

chancearse. (409)

En ambas obras la presencia del autor no se limita a dar visos de veracidad a lo

narrado; es por ello que analizaremos a continuación otros sentidos que esa presencia

ofrece.

DECAMERON

(Decameron) aparece como la típica “comedia del hombre”

representada, mediante los paradigmas canónicos, ante la visión

cristiana y escolástica de la vida, y al mismo tiempo como una vasta

y multiforme epopeya de la sociedad medieval italiana

captada y retratada en su espléndido y lujurioso otoño.

Page 10: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

V.BRANCA

Esta obra posee una estructura particular en donde se destacan varios niveles que

ofician de marco: el del autor, el de los narradores y el de las narraciones, que a su vez,

suelen incluir otras subdivisiones.

El propósito de nuestro estudio nos lleva a limitarnos al marco del autor cuya

presencia es evidente en el “Proemio”, en la “Introducción a la Jornada IV” y en la

“Conclusión del autor”, espacios en los que Boccaccio se refiere a su proyecto estético

y responde a los críticos de sus cuentos.

En el Proemio, el autor, rememorando su historia personal, se refiere al placer

que le proporciona el recuerdo de una fuerte pasión vivida (el “violento fuego”

engendrado por “desenfrenados apetitos”) y en agradecimiento a quienes lo entendieron

y ayudaron a reencontrar el “noble y puro amor” expone las razones que lo llevan a

escribir el libro, esto es ofrecer alivio a sus lectores:

“… me he propuesto hasta donde lleguen mis fuerzas, a cambio de

aquello que he recibido y ahora que puedo valerme de mí, prestarles

algún alivio; a los que me entendieran, aunque por su buen sentir, por

casualidad o por su buena suerte no lo necesiten, y también, por lo

menos, para aquellos que lo necesiten” (48)

Considerando, entonces, la situación de la mujer en la época y su diferencia con la del

hombre, quienes contaban con diferentes maneras de aliviar su ánimo si así lo deseaban, y

sosteniendo su propuesta estética de que la literatura abordada con discernimiento

proporciona deleite intelectual, les ofrece su obra a las mujeres “en socorro y favor de aquellas

que aman (que las otras ya tienen bastante con la aguja, el huso y la rueca)” (49) y así, inicia

con ellas desde el Proemio, una comunicación que se extiende a lo largo de toda la obra, en lo

que Todorov denomina “proemio continuado”(1973: 51), hasta conectarse con el epílogo o

conclusión final.

Page 11: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

En la Introducción a la Jornada IV, la narración es bruscamente interrumpida por

el autor que se incluye para responder críticas recibidas hasta ese momento,

posiblemente luego de la difusión de las tres primeras jornadas de su libro. En otro

estudio2 en donde proponemos la lectura del Decameron como manifiesto ideológico y

político, decimos que este género presupone la existencia de un doble destinatario: el

ideal y el contradestinatario, ya que sólo la división del público posibilita la existencia

de un arte oficial y uno alternativo; es en ese sentido que interpretamos que los

“envidiosos”, como el autor llama a sus detractores que lo atacan y critican, también son

escritores y estarían representando al arte oficial, con sus características de utilitario y

moralizante. Ante la crítica ácida de desprestigio, el autor responde con burlas, ironías y

sarcasmo para desautorizar la palabra de sus detractores; de esta manera se refiere a su

obra como “cuentecillos que han sido escritos por mí en florentino vulgar, en prosa y sin

título, en un estilo tan corriente y desaliñado como he podido”; esta descripción que

podría responder a las fórmulas de modestia, propias de los autores medievales, se carga

de ironía al contraponerla al “vendaval” de envidia que los “cuentecillos” han suscitado

entre sus contemporáneos.

En las réplicas a cada una de las críticas recibidas, mantiene el uso de la ironía. A

quienes lo acusan por su gusto por las mujeres, les responde con el único cuento que se

atribuye como autor, lo que nos permite interpretar que ése es el tipo de cuento que

Boccaccio contrapone a la literatura edificante. Con el cuento de Filippo Balducci, tomado de la

tradición ascético-religiosa, demuestra que la atracción que un hombre siente por las mujeres

se explica porque “la naturaleza” es “más fuerte que el ingenio”, para ello contrapone las

imágenes de los ángeles que el joven Balducci en su vida retirada observa en los libros

religiosos, con las mujeres que ve la primera vez que va a la ciudad; el padre para distraerlo del

entusiasmo que el joven inmediatamente siente por ellas, las denomina “gansas” restándoles

valor al nombrarlas como a las simples aves de corral que seguramente conoce el joven; el

erotismo y la ironía ejemplar que genera un humor atrevido se sostienen en todo el relato. A

los que, además, mencionan su avanzada edad, les responde con un ingenioso dicho popular

para referirse a su virilidad: “aunque el puerro tenga la cabeza blanca, su cola está verde”;

característica que burlonamente expresa como inhibición para estar con las musas del Parnaso

puesto que ellas también son mujeres. Esta afirmación ratifica por otra parte, su posición

estética que nace de la observación racional de la realidad en contraposición a la inspiración

libresca de las musas del Parnaso. 2 Cfr. NEUMANN, B. y GARCÍA, M. (2005) “El Decameron como manifiesto ideológico y político. Una propuesta de lectura”.

Page 12: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Finalmente, Boccaccio cierra su obra con la “Conclusión del autor” en donde

dirigiéndose por última vez a las “nobles damas” se refiere a las características de su obra

concluida, lo que se constituye en una síntesis de su propuesta estética. Postula una literatura

en lengua vulgar cuya finalidad sea proporcionarles placer o consejo en sus horas de ocio a

lectoras y lectores no especializados, quienes tienen la posibilidad de elegir lo que deseen leer,

para lo cual ha incorporado la rúbrica al inicio de cada cuento, en donde se advierte el

contenido del mismo; predomina el tema del amor en todas sus formas, exalta la atracción

sexual y el erotismo como fuerzas naturales que tanto el hombre como la mujer desean

satisfacer y señala la importancia de narrar los hechos como han ocurrido y en adecuar el uso

de la lengua a las circunstancias relatadas.

CUENTOS DE CANTERBURY

Chaucer inventó una nueva forma de museo de pinturas en el que los marcos son mejores que los cuadros.

G.K.CHESTERTON

Chaucer retoma el procedimiento de narración enmarcada, pero con un criterio de

mayor amplitud y funcionalidad poéticas que los que se habían empleado hasta ese entonces.

Para lograr la mayor variedad posible en el tono y contenido de sus narraciones, pero dentro

de un esquema que les confiriese una adecuada y verosímil unidad, reúne a un grupo de

personajes muy distintos entre sí en torno a un motivo muy común en el medioevo como lo es

la participación en una peregrinación religiosa a un famoso santuario. Cada peregrino encarna

a un sector de la iglesia, a la naciente burguesía, al campesinado o a la tradición caballeresca;

en el Prólogo general observamos a la sociedad inglesa medieval cuidadosamente retratada.

Con profundidad el autor describe al mismo tiempo a los peregrinos como tipos y como

Page 13: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

individuos perfectamente ajustados a su edad, a su oficio o profesión; la descripción sencilla

que hace de ellos atendiendo al detalle de sus ropas, la enriquece con la presentación de los

caracteres que aparecen puntualizados con penetración psicológica, humorismo y plena

vitalidad, que se completa con el vínculo que el narrador establece entre los imaginarios

narradores y las narraciones que cada personaje elige para contar durante la peregrinación, las

que permiten ilustrar el carácter de quien las narra. De esta manera, el autor está ingresando

en la estrategia de la novela moderna, en la que interesan principalmente los tipos humanos

exhibidos con prolijo realismo social, moral y psicológico. “Al leer The Caterbury Tales

comprobamos la admirable flexibilidad de su lenguaje, pues pasa del estilo más elevado y

elegante, o del más grosero y zafio, al más plomizo y reiterativo, o al más fantástico y

sugestivo, en función de los requisitos de cada género, de cada cuento, de cada

situación”(Galván: 167).

En esa galería de personajes se incluye el escritor participando de la

peregrinación; nuestra hipótesis de lectura es que existe una suerte de desdoblamiento

del narrador homodiegético, a partir del análisis de su trayectoria en la obra nos

proponemos identificar por un lado a Chaucer con el narrador del marco de la obra,

relator protagonista de la peregrinación que narra lo que acontece y describe a los

romeros, y por otro al escritor medieval, tímido y solitario peregrino que como todos,

desde su rol, debe contar un cuento a los presentes para hacer más ameno el largo viaje.

Finaliza el Prólogo con un “nosotros” que lo incluye en el grupo de peregrinos y le

permite introducir los cuentos enmarcados: “Todos emprendimos el camino y el caballero, con

afable semblante, principió a explicar lo que se dirá ahora”. (50)

Su presencia se mantiene en los prólogos que introducen los cuentos de los

romeros; desde allí, continúa la relación dialógica entablada con el lector desde el

Prólogo principal y, además, con la inclusión de diálogos, discusiones y comentarios de

otros personajes que el narrador “escucha” y nos transmite, va enriqueciendo la

caracterización de cada uno de los peregrinos. Chaucer crea un marco tan realista y

verosímil como sostén de toda la obra que supera ampliamente las historias narradas por

cada personaje.

Las presentaciones que hace de cada uno de los peregrinos, dicen mucho, también del

escritor a quien podemos caracterizar como un agudo observador, atento y cuidadoso en los

detalles. Los toques irónicos y de humor que emplea hasta para referirse a sí mismo,

completan su retrato; con respecto a él, dice el hostelero quien había sido calificado como

Page 14: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

“fornido”: “Ved, tiene el talle tan fino como yo; parece un muñeco...” (155). Y son las palabras

del ventero en el Prólogo del “Cuento de Don Thopas” las que nos permiten inferir que el

escritor se muestra como una persona taciturna y solitaria:

Y mirándome a mí por vez primera, dijo: -¿Quién eres

tú, que pareces ir siguiendo el rastro de una liebre, puesto que

nunca levantas la vista del suelo? Ea, ven acá y alza los ojos y

alégrate. Abrid camino a este hombre, señores! [...] dijérasele

un espectro, porque con nadie platica. (155)

Su modestia también se evidencia en el empleo de las fórmulas habituales en

escritores medievales:

Igualmente quiero se me excuse el no haber

enumerado a las personas según su calidad, pues bien

advertirá el lector cuán exiguo es mi discernimiento.

(48)

A lo largo de toda la obra, de manera muy sutil a veces, y en otras, muy directa, nos

hace sentir que está allí... observando, opinando o realizando un breve comentario...

Un simple adjetivo nos da muestras de su aprobación…

El digno monje (196) 3

Y don Juan, el benigno sacerdote (214)

El buen fraile mendicante no cesaba de mirar con ceño (272)

El digno estudiante respondió con dulzura (295)

3 Los resaltados son nuestros.

Page 15: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

... o de su desaprobación:

...el molinero, [...] con desaforada voz, empezó a jurar... (89)

...el hostelero, con palabras atrevidas, rudas... (214)

El relato y las descripciones suelen presentar, intercaladas, sus opiniones y

valoraciones; por ejemplo cuando habla del cocinero:

...Y al fin cayó del caballo al suelo, donde permaneció hasta

que fue levantado. ¡Linda hazaña de equitación de un

cocinero! ¿Por qué no se quedaría al lado de su cucharón?...

[...]

...el cocinero bebió de firme en aquella vasija. ¿Qué necesidad

tenía? Bastante había bebido ya... (410-411)

O incluir comentarios:

...pero Osvaldo, el mayordomo, siendo carpintero de oficio, no

dejaba de sentir algún resquemor en su ánimo, porque no

hacía sino criticar y rezongar,... (104)

[El alguacil]... Estaba tan airado contra el fraile que temblaba

de ira como la hoja del álamo... (281)

Page 16: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

A estas palabras asentimos nosotros inmediatamente,

porque nos parecía juicioso terminar con alguna buena

enseñanza, concediendo al párroco espacio y atención...

(418)

En una suerte de crítica literaria, Chaucer autor se refiere al resto de su obra a

través de las palabras del jurisconsulto expresadas en el prólogo de su cuento, en donde

en su calidad de lector opina sobre la obra del conocido escritor Chaucer. Allí, sin

rasgos de modestia, habla de la profusión de sus obras y de las características de las

mismas: menciona el tono empleado en sus libros, la lengua usada, el modo en que

están escritos y algunos de los temas que ha tratado:

...no doy con ningún cuento divertido porque ni uno

recuerdo que no haya contado ya Chaucer (a pesar de lo

malamente que maneja el arte de la rima), en uno o en

otro de sus libros y en el inglés que acostumbra emplear.

[...]

Chaucer ha hablado de más amantes que cuantos Ovidio

cita en sus antiguas epístolas. (118)

Continúa con un extenso catálogo de “los amantes célebres y las esposas de gran

mérito” que son incluidas en Las santas leyendas de Cupido, y afirma, además, que si bien

aparecen las diferentes situaciones del amor, del dolor, el llanto y los engaños no incluye

historias aborrecibles porque deliberadamente Chaucer no quiso hacerlo. Finaliza con una

alabanza, al decir:

No quisiera ser comparado a las Piéridas, de que se

habla en las Metamorfosis, pero, en fin, poco se me da

venir después de Chaucer y que me digan que,

comparado con él, tartamudeo, porque él habla en verso

y yo en prosa llana... (118)

Page 17: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Cada uno de los peregrinos debe participar de la contienda propuesta por el posadero

contando una historia. Le llega, entonces, el turno al escritor personaje quien comienza el

“Cuento de Don Thopas”, relato a la manera de las novelas de caballería muy en boga en

aquella época, el que no puede finalizar porque es interrumpido por el posadero quien

ásperamente critica lo que narra calificándolo de “extraordinarias simplezas” y completa su

expresión diciendo: “todo tu relato no vale una boñiga y [...] no haces con él sino perder el

tiempo” (159). Esta actitud y las palabras del posadero nos permiten conocer la opinión de

Chaucer sobre las novelas de caballería.

El escritor inicia un nuevo relato, el “Cuento de Melibeo”, esta vez es un cuento moral

el que es escuchado atentamente por todo su auditorio. La aclaración que el autor efectúa

antes de iniciarlo cabe para toda la obra, el argumento no es original “si bien distintas personas

lo relatan de diversa manera” (159). Es característica de los cuentos medievales que los

argumentos fuesen conocidos; el hombre medieval valoraba el cuento como algo precioso; no

eran muchos los argumentos en aquella época, de ahí que los autores los tomaban y los

enriquecían adornándolos para su público y en eso consistía el valor verdadero. Al respecto,

Chaucer afirma:

Así, señores, si pensáis que yo altero mi relato añadiendo

algunas cosas que no hayáis oído otras veces en esta relación,

comprended que lo hago para reforzar las conclusiones

morales de mi tema. Asimismo, aun cuando no diga iguales

frases que las que conozcáis, no me critiquéis, porque poca

será, de todos modos, la diferencia entre mis expresiones y las

que usa el escrito con arreglo al cual refiero esta amena

narración... (159-160)

Volvamos al cuento que nos ocupa. Simple y breve es el argumento: Melibeo es un

hombre joven, poderoso y rico, casado con Prudencia y padre de Sofía. Un día que salió al

campo, tres enemigos suyos maltrataron a su mujer e hirieron a su hija. Ante el desconsuelo y

el no saber cómo proceder, Melibeo pide consejos a diversos amigos y parientes. Es Prudencia

quien haciendo buen uso de su alegórico nombre, lo orienta a no vengarse y a perdonar a sus

Page 18: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

enemigos ya que según sus palabras, Melibeo, cuyo nombre significa “libador de miel”,

haciendo honor a su nombre se ha entregado a la miel que le ofrecen los placeres terrenales

olvidándose de Jesucristo y es perdonando como podrá aspirar al perdón divino. En este

argumento moral reconocemos los principios de la estética medieval influidos por el

Cristianismo; el carácter especial del simbolismo medieval, de su filosofía del arte y de su

actitud ante la belleza se explican por el Cristianismo. Los medievales se encontraban ante

unos textos que se proponían refundir en síntesis más o menos logradas; de ahí el carácter

“verbal” y “escolástico” de la estética correspondiente a este período.

En el diálogo entre Melibeo y Prudencia va surgiendo de parte de Prudencia, el buen

consejo sobre temas que le preocupan, como la importancia de la moderación en el dolor y el

llanto, la sabiduría que implica aprender de los inferiores, lo bueno que es ser capaz de

guardar un secreto, lo fundamental que es la elección de consejeros. Asimismo, discurren

sobre conceptos de interés universal, como el consejo, la amistad, la fortuna y la avaricia. Al

enunciado de cada uno de estos temas le sigue una extensa enumeración de citas tomadas de

fuentes muy variadas y disímiles: las Sagradas Escrituras, filósofos, sabios, poetas, refranes,

proverbios, dichos populares... que les permiten respaldar sus argumentos o

contraargumentos. El cuento incluye un total de ciento noventa y siete citas, en las que

prevalecen las de Salomón, con cuarenta y cinco y las de las Sagradas Escrituras, con treinta y

dos.

El carácter sapiencial del cuento es evidente: se oponen dos vidas, la terrenal a la que

se aferra Melibeo con sus placeres mundanos y la espiritual que permitirá la salvación eterna,

a la que orienta Prudencia con sus sabios consejos y advertencias que logran convencer a

Melibeo, porque el Bien prevalece sobre el Mal.

Algunos críticos afirman que Chaucer no se luce como narrador y que puso en su

propia boca uno de los cuentos menos logrado; opinamos, en cambio, que el autor no se está

representando a sí mismo sino parodiando a sus pares contemporáneos.

Como lo hemos mencionado, la originalidad de Chaucer se encuentra en el Prólogo,

que se continúa en los prólogos que preceden, respectivamente, a cada uno de los cuentos;

esa es la mejor parte de toda la obra y donde el talento del autor queda claramente de

manifiesto. Dice Chesterton (1952: 560-561):

Page 19: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

La extensa comedia que denominamos Prólogo,

aunque contiene muchos intermedios y hasta algo que se

parece a un epílogo, está hecha de material bastante más

fuerte que los cuentos que sustenta: el héroe es muy

superior a la narración. [...] Es imposible decir con

certeza si Chaucer comprendió cuánto más reales y

originales eran los pasajes que se refieren a los

peregrinos que los pasajes que hacen relación a los

héroes y a los mártires que los peregrinos se

imaginaban...

Si el personaje sobresale sobre su relato, en el caso de los cuentos del escritor

¿quién sobresale?, ¿es el mismo narrador del prólogo?, o es acaso la representación del

autor medieval preocupado por el cuento edificante, por el moralismo que debía estar

presente en la literatura debido al carácter sapiencial que la misma debía sustentar...?

Este escritor exagera el uso de máximas, refranes, citas y dichos; este narrador hace gala

de elocuencia y sabiduría, por momentos el cuento pierde ritmo para transformarse en

una extensa enumeración de citas. ¿No es ésta una observación aguda e irónica por parte

de Chaucer hacia los escritos de algunos de sus contemporáneos?

Nos propusimos demostrar que en el narrador homodiegético era posible reconocer,

por un lado al propio autor y por otro, al escritor medieval interesado en las novelas de

caballería y en la literatura moralizante.

Sintetizamos a continuación, los aspectos analizados que nos permiten llegar a esa

conclusión:

Es factible identificar al narrador con el autor de la obra. Chaucer observa su alrededor

con una mirada particular y por primera vez un escritor plasma esa realidad de una manera

diferente: en lengua vernácula; con claro realismo; dándole a cada personaje, perteneciente a

los más diversos oficios y ocupaciones, la oportunidad de expresarse según sus gustos, sus

modismos, su cultura. Si bien los cuentos no son originales, Chaucer eligió de una manera

admirable la historia más adecuada a la peculiaridad de cada uno de los personajes que

compartía esa peregrinación y de esa manera cada relato completa la caracterización del

Page 20: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

personaje que lo narra. El narrador, en el Prólogo y en sus intervenciones posteriores,

responde a las características que podemos reconocer en el propio autor como rasgos de estilo

y que aparecen, inclusive, en las observaciones que efectúa el jurisconsulto, cuando el autor

logra distanciarse de sí mismo para hacerle hablar al personaje, en su carácter de lector

medieval, sobre la obra de Chaucer.

Cuentos de Canterbury es una obra que cumple con una concepción moderna de la

literatura, en la que la narración enmarcada ofrece una estructura adecuada a la finalidad de la

misma, esto es, priorizar la función estética de la literatura a la que concibe como un medio

para el deleite.

Entonces, al escritor que aparece contando un cuento de caballería que debe

interrumpir porque no es aceptado por sus oyentes y continúa con un cuento moral en donde

el argumento muy simple se pierde en un entramado de citas y consejos no lo podemos

identificar con Chaucer, agudo observador que le da a la totalidad de la obra un ritmo que no

se percibe en el “Cuento de Melibeo”.

En los Cuentos de Canterbury, Chaucer incluye cuentos para todos los gustos, la

intención era la de entretener, así había sido la propuesta del posadero y la intención del

narrador, que se identifica como escritor, era la de relatar todo lo acontecido y lo hace de una

manera entretenida y ágil.

El “Cuento de Melibeo” no es el único cuento moral que aparece en la obra. Al monje,

al estudiante, al párroco también les atribuye cuentos moralizantes, pero estos, tanto por la

temática como por el estilo y por la adecuación, resultan verosímiles y entretenidos. Con

respecto a los narradores, Chesterton (1952:565) expresa:

Los narradores no existen sólo para decirnos cuentos;

los cuentos existen para decirnos algo de los narradores. La

novela de carácter ha aparecido...

¿Qué nos dice, entonces, el “Cuento de Melibeo” sobre el escritor que narra ante los otros

romeros? Gérard Genette (31-38) nos proporciona el sustento teórico a nuestra respuesta al

incluir como uno de los tipos de parodia el “pastiche satírico”, imitación estilística cuya función

crítica o ridiculizadora queda implícita y debe ser inferida por el lector. Esto nos permite

Page 21: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

afirmar que este narrador desde su rol de escritor tiene como propósito sólo moralizar y lo

intenta abusando de una elocuencia que lo lleva a eslabonar, casi ininterrumpidamente, un

total de ciento noventa y siete citas de diversas fuentes con lo que logra un ritmo demasiado

lento y diferente al obtenido en los otros cuentos moralizantes incluidos en la obra; la

imitación estilística sobrecargada de exageraciones evidencian la función crítica y

ridiculizadora que Chaucer realiza de los hipotextos pertenecientes a sus pares

contemporáneos.

Para Chaucer la misión del escritor es mirar, observar y escribir para compartir

lo observado, él no moraliza, en cambio el escritor peregrino no responde a ese perfil;

vemos representados en él a los escritores medievales de historias de caballería y a los

autores que concebían la literatura solamente como un medio para aconsejar.

Según Tinianov (Todorov, 1975: 79-90) la parodia cumple dos funciones: por un

lado pone de manifiesto que un procedimiento se ha gastado y por otro, que se está

pasando a un nuevo sistema; esto es lo que percibimos en esta obra y que nos permite

afirmar que el escritor peregrino no representa a Chaucer sino al escritor medieval

parodiado por este escritor moderno que sin imaginárselo, en el siglo XIV ya había

escrito la primera novela de caracteres.

A modo de conclusiones

El Decameron y los Cuentos de Canterbury son dos obras que difieren de las

compilaciones medievales con carácter moralizante y aleccionador que circulaban en los

tiempos de sus respectivas producciones escriturarias. En las obras estudiadas, tanto

Boccaccio como Chaucer innovan al concebir la literatura desde una finalidad

puramente estética, para lo cual eligen una historia marco y una situación en las que la

narración de cuentos para entretener a un auditorio determinado resulta adecuada y

original.

Ambos escritores se incluyen como autores de sus respectivas obras; en el

análisis realizado observamos coincidencias y diferencias.

Coinciden en que, al modo de los tratadistas medievales, se percibe en los dos

autores un evidente interés en ofrecer rasgos de verdad sobre lo narrado; su presencia en

la obra contribuye a lograrlo y se ve fortalecida por la realidad de la historia marco que

cada uno presenta: la peste padecida en Florencia en el año 1348 es un hecho histórico;

Page 22: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

mientras que el santuario de Santo Tomás Becket, en Canterbury, es uno de los tantos

santuarios adonde los devotos medievales acostumbraban peregrinar para agradecer a su

santo protector.

Concientes ambos, de que sus respectivas obras transgreden el arte oficial, desde

el interior de las mismas, pronunciándose como escritores presentan y defienden su

concepción estética; es en este aspecto y en el modo de hacerlo, donde son claras las

diferencias.

Como vimos, Boccaccio se refiere a su proyecto estético en el “Proemio” y en

las “Conclusiones del autor”. En la Jornada IV, interrumpe abruptamente la trama

narrativa para incluirse con la finalidad de defenderse de sus detractores y lo hace

mediante el uso de la ironía que le permite burlarse de aquellos en cada uno de los

argumentos con los que puntualmente responde a las críticas recibidas. En el único

relato que se atribuye como autor, concilia lo ascético con lo prosaico para dar paso al

humor mediante el cual expone que el erotismo forma parte de la naturaleza del hombre.

Como desarrollamos en el análisis de Cuentos de Canterbury, la presencia de

Chaucer es constante; como un integrante más del grupo de los romeros, observa,

ironiza, alaba, critica, opina. Con la incorporación del “escritor medieval” y a partir de

los géneros que este elige para narrar, parodia a ciertos autores de la época; así, ha

encontrado una forma sutil para ridiculizarlos, sin necesidad de atacarlos ni de

defenderse.

Parafraseando a Tinianov cuando se refiere a las funciones de la parodia,

podríamos decir que ambos autores coinciden en demostrar que un procedimiento se ha

gastado, esto es que la narración enmarcada con intención moralizante debe dejar paso a

otra función y coinciden en que esa otra función debe ser la estética, rasgo que define a

la literatura de hoy. Inquietudes supranacionales que encuentran respuestas coincidentes

en las obras estudiadas y que la lectura realizada desde un enfoque comparatista nos

permitió demostrar que la inclusión de los autores en sus respectivas obras contribuyen

a la conformación de los rasgos del realismo medieval, a la vez que fortalecen y dan

sentido a la propuesta que postulan sobre la función de la literatura.

Fuentes primarias:

Page 23: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

BOCCACCIO, Giovanni (1998) Decameron, Traducción de María Hernández Esteban. Madrid: Ediciones Cátedra S.A.

CHAUCER, Geoffrey (1961) Cuentos de Canterbury en Maestros Ingleses I, Traducción de Juan G. De Luaces. Barcelona: Ed. Planeta.

Bibliografía:

BIRNEY, E. (1985) Essays on chaucerian irony. Toronto: University of Toronto Press.

BOBES, C., BAAMONDE, G. y otros (1998) Historia de la teoría literaria. II Transmisores, Edad Media, Poéticas Clasicistas. Madrid: Ed. Gredos.

BORGES, J.L. (1965) Introducción a la literatura inglesa. Buenos Aires: Columba.

BRANCA, V. (1975) Bocacio y su época. Madrid: Alianza Editorial, S.A.

CHESTERTON, G.K. Chaucer. London: Faber Paper Covered Ed.

-------------------------- (1952) Obras Completas. Barcelona: José Janes Ed.

CUDDON, J.A. (2001) Diccionario de Teoría y Crítica Literarias, Tomos I y II. Traducción y adaptación: Daniel Altamiranda y María Rosa Rosarossa. Buenos Aires: Ed. Docencia – Fundación Hernandarias.

de BRUYNE, E. (1994) La estética de la Edad Media. Madrid: Ed.Visor.

EVANS, I. (1985) Breve historia de la literatura inglesa. Barcelona: Ed.Ariel S.A.

FRANCO CLARAVHAL, T. (1996) Literatura comparada. Buenos Aires, Corregidor.

GALVÁN, F. (2001) Literatura inglesa medieval. Madrid: Alianza Editorial.

GENETTE, G. (1989) Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus.

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GUILLEN, C. (2005) Entre lo uno y lo diverso. Introducción a la Literatura Comparada (Ayer y hoy). Barcelona: Tusquets Editores, S.A.

JOST, J.E. (1994) Chaucer’s humor. Critical Essays. New York: Garland Publishing, Inc.

NEUMANN, B. y GARCÍA, M. (2005) “El Decameron como manifiesto ideológico y político. Una propuesta de lectura”, en XXI Congreso de Lengua y Literatura Italiana de A.D.I.L.L.I. Asociación de Docentes e Investigadores de Lengua y Literatura Italianas (ADILLI) y Universidad Nacional de La Pampa, Santa Rosa: C.D.ROM (ISBN: 950-863-073-6).

TODOROV, T. (1973) Gramática del Decameron. Madrid: Taller de Ed. J.Betancor.

------------------- (1975) Poética. Buenos Aires: Ed. Losada.

DECAMERON Y CUENTOS DE CANTERBURY

Presencia del autor en las obras: una lectura comparada

Dora Beatriz NEUMANN

En términos propios de la Literatura Comparada podemos hablar de “diálogo”

entre el Decameron y los Cuentos de Canterbury. Escritas, la primera entre los años

1348 y 1351, y la segunda entre 1387 y 1388, ambas obras ofrecen una transición entre

la estructura enmarcada de los exemplarios medievales y la innovación propia de una

concepción moderna de literatura, al transformar el “cuento de cuentos” de índole

piadosa o aleccionadora, en una estructura que tiene como único propósito ofrecer un

marco para promover el deleite y el entretenimiento del auditorio. En un supuesto

reconocimiento de influencias, algunos críticos se preguntan si Chaucer habría conocido

la obra de Boccaccio, lo que connotaría cierto sentido de dependencia de un texto sobre

el otro; preferimos, en cambio, considerar desde un enfoque comparatista que las

coincidencias responden a “la comprobación de una dimensión supranacional, es decir,

Page 25: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

fundamentalmente humana” (Guillén: 41), y a un proceso natural y continuo de

reescritura de textos (Carvalhal: 68-69).

Desde este enfoque, entonces, nos proponemos analizar la presencia del autor

en la obra; esto es: el modo en que cada uno de los autores resuelve su inclusión y el

sentido de la misma.

El autor: testigo de la “verdad”

En la poética medieval, la obra artística debía demostrar especial cuidado en la

problemática entre la forma y el contenido, en general los tratadistas relacionan esto

con la dicotomía verdad-falsedad del mensaje poético. La verdad, siempre vinculada

con el contenido, es defendida por los tratadistas medievales, ya que a través del

mismo se muestran las verdades morales y religiosas. Los medievalistas afirman que

una de las principales corrientes narrativas de la Edad Media, aunque asentada en

elementos de origen tradicional y aun oral, se caracterizó por su naturaleza letrada y

hasta erudita, en la que tuvieron considerable influencia los criterios eclesiásticos

orientados hacia el acopio de historias aleccionadoras. A medida que el cuento

medieval pasa de sus manifestaciones tempranas a una etapa de mayor conciencia

artística, adquiere importancia la narración enmarcada con la finalidad de desarrollar

una compilación fundamentalmente didáctica y en mayor o menor grado, de

inspiración religiosa o moral. En los estadios tardíos de esta evolución, se observa el

decidido avance de una orientación puramente literaria que se caracterizó por el

florecimiento pleno de una prosa artística en lengua vernácula. Hasta ese entonces, el

verso parecía constituir el medio natural de composición literaria; la prosa había sido

empleada frecuentemente, pero en tareas que casi nunca excedían el propósito

utilitario de obras informativas, didácticas o piadosas. La situación varía cuando la

tradición del cuento aleccionador es sucedida por la narrativa puramente recreativa,

proceso que mantuvo estrechas relaciones con el surgimiento y consolidación de los

Page 26: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

sectores burgueses, su ejemplo más notable lo ofrece la novella italiana cuyo ciclo

alcanza el máximo esplendor en el Decameron, de Boccaccio.

Inmersos aún en la tradición medieval, tanto Boccaccio como Chaucer tienen

en cuenta no sólo la estructura propia de los exemplarios, sino también la exigencia de

veracidad de los mismos. Es en ese sentido que la presencia del autor en cada una de

las obras que nos ocupan, afirma su pretensión de verdad.

En el Decameron, Boccaccio como narrador homodiegético4 se incluye en el

nivel del autor. Su intención de presentar las narraciones bajo la forma de testimonios

históricos es clara y lo hace desde dos perspectivas: incluyéndose como observador

directo o mencionando las fuentes que le brindaron la información.

Con respecto al primer modo, desde un lugar de observador testigo, en la

Jornada I refiere las calamidades de la peste negra que asoló Florencia en el año 1348,

cuyas consecuencias describe descarnadamente en el inicio de la obra:

Maravilloso sería creer lo que afirmo, si los ojos de muchos, y

los míos propios, no lo hubieran visto, de manera que yo no osaría

creerlo, y menos escribirlo, si mucha gente digna de fe no lo hubiesen

visto u oído. (J.I, Introducción)

Continuando con el relato y para introducir otra cruda imagen de aquella mortandad,

reitera su posición de observador testigo al afirmar: “Por mis propios ojos (como antes

dije) presencié ente otras cosas, esta experiencia un día…” (J.I, Introducción).

Con el mismo propósito de dar muestras de veracidad, cuando no se incluye

como observador, hace referencia a fuentes inobjetables. Este es el recurso elegido

para presentar a los personajes que en el marco de los narradores tendrán a su cargo

los respectivos relatos que constituirán las diez jornadas en que se estructura la obra.

Así, para referirse al encuentro del grupo de siete mujeres nobles y tres varones,

expresa: “diré que hallándose en esta situación la ciudad, medio despoblada, ocurrió,

4 Entendemos como narrador homodiegético al que forma parte del relato en primera persona (Gérard Genette, en Cuddon, tomo II: 497)

Page 27: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

como por persona digna de fe pude averiguar, que un martes por la mañana…” (J.I,

Introducción).

Asimismo, y a modo de justificación por acusaciones recibidas, en la Jornada IV

(“Los que censuran la veracidad de mis narraciones, les pido que busquen los originales,

para que se pueda comprobar la acusación.”) y en la Conclusión del autor (“También se

me dirá que algunos cuentos sobran. De acuerdo; pero yo debía referir lo que se contó, y

tal como se contó.”) ratifica que está exponiendo lo acontecido en la realidad.

Entendemos que el mismo criterio de inclusión del autor se reconoce en la

afirmación de Fiammetta cuando en el cuento 5 de la IX Jornada, dice: “…si yo me

hubiera alejado de la verdad del hecho…. Os lo contaré conforme a la razón que acabo

de apuntar, en sus justos términos”.

En los Cuentos de Canterbury, Chaucer se incluye como peregrino y escritor; su

presencia se mantiene en toda la obra, y al igual que Boccaccio, ofrece algunos rasgos

de veracidad.

A pocas líneas de comenzado el Prólogo se presenta el narrador

homodiegético. Finalizada la metafórica referencia temporal que realiza para

introducir la peregrinación a Canterbury, el escritor se presenta como un romero más:

Estando yo, cierto día de esa estación, en la posada del

Tabardo, en Southwark, con el devoto propósito de emprender mi

peregrinación.

(…)

Hablé con los peregrinos y, antes de cerrar la noche, ya había

entablado trato con ellos y convenido en salir en su compañía al

despuntar la siguiente mañana. (35)

Si bien invoca su “devoto propósito”, más adelante su participación como

escritor queda manifiesta cuando introduce la descripción de los peregrinos:

Page 28: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Y he aquí que, pues dispongo de espacio y tiempo, he

determinado, antes de perseverar en este relato, explicar la

condición de cada uno de aquellos caminantes, tal como a mí se

me apareció, diciendo quiénes eran, y qué calidad tenían, y de qué

suerte iban ataviados. (35-36)

Desde su rol de escritor y atento a las exigencias de veracidad que debe

cumplir, se disculpa ante el lector por el vocabulario que debe emplear en algunos

casos:

... he de solicitar de vuestra cortesía que me hagáis

merced de perdonarme si expreso con justeza las razones y

discursos que luego se cambiaron, y os ruego que no atribuyáis a

villanía mía el deciros las palabras de los peregrinos tal como las

pronunciaron ellos. Porque bien sabe el lector, como yo lo sé, que

quien ha de contar lo que contó otro, debe repetir con fiel

exactitud sus expresiones, así fueren soeces y licenciosas, pues, si

no falsearía el relato, ora inventando cosas, ora rebuscando

dichos nuevos... (48)

La misma justificación reitera al introducir el relato del molinero:

Creo que debo repetirlos con exactitud, y así ruego a

toda persona gentil que no piense [...] que me expreso con mala

intención, sino que he de reproducir fielmente los cuentos, sean

buenos o malos, so pena de falsear su contenido. (90)

Page 29: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

La apelación al lector es constante, por momentos las preguntas directas nos

hace imaginar una comunicación cara a cara; y en esa supuesta interacción, da

precisiones sobre lugares y situaciones que reafirman la verosimilitud que el escritor

pretende resaltar:

¿Conocéis dónde está un lugar que se llama Bob-

op-and-down, más acá de Blean, en el camino de

Canterbury? Pues allí fue donde nuestro hospedero

comenzó a bromear y a chancearse. (409)

En ambas obras la presencia del autor no se limita a dar visos de veracidad a lo

narrado; es por ello que analizaremos a continuación otros sentidos que esa presencia

ofrece.

DECAMERON

(Decameron) aparece como la típica “comedia del hombre”

representada, mediante los paradigmas canónicos, ante la visión

cristiana y escolástica de la vida, y al mismo tiempo como una vasta

y multiforme epopeya de la sociedad medieval italiana

captada y retratada en su espléndido y lujurioso otoño.

V.BRANCA

Page 30: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Esta obra posee una estructura particular en donde se destacan varios niveles que

ofician de marco: el del autor, el de los narradores y el de las narraciones, que a su vez,

suelen incluir otras subdivisiones.

El propósito de nuestro estudio nos lleva a limitarnos al marco del autor cuya

presencia es evidente en el “Proemio”, en la “Introducción a la Jornada IV” y en la

“Conclusión del autor”, espacios en los que Boccaccio se refiere a su proyecto estético

y responde a los críticos de sus cuentos.

En el Proemio, el autor, rememorando su historia personal, se refiere al placer

que le proporciona el recuerdo de una fuerte pasión vivida (el “violento fuego”

engendrado por “desenfrenados apetitos”) y en agradecimiento a quienes lo entendieron

y ayudaron a reencontrar el “noble y puro amor” expone las razones que lo llevan a

escribir el libro, esto es ofrecer alivio a sus lectores:

“… me he propuesto hasta donde lleguen mis fuerzas, a cambio

de aquello que he recibido y ahora que puedo valerme de mí,

prestarles algún alivio; a los que me entendieran, aunque por su

buen sentir, por casualidad o por su buena suerte no lo necesiten, y

también, por lo menos, para aquellos que lo necesiten” (48)

Considerando, entonces, la situación de la mujer en la época y su diferencia con

la del hombre, quienes contaban con diferentes maneras de aliviar su ánimo si así lo

deseaban, y sosteniendo su propuesta estética de que la literatura abordada con

discernimiento proporciona deleite intelectual, les ofrece su obra a las mujeres “en

socorro y favor de aquellas que aman (que las otras ya tienen bastante con la aguja, el

huso y la rueca)” (49) y así, inicia con ellas desde el Proemio, una comunicación que se

extiende a lo largo de toda la obra, en lo que Todorov denomina “proemio

continuado”(1973: 51), hasta conectarse con el epílogo o conclusión final.

En la Introducción a la Jornada IV, la narración es bruscamente interrumpida por

el autor que se incluye para responder críticas recibidas hasta ese momento,

posiblemente luego de la difusión de las tres primeras jornadas de su libro. En otro

Page 31: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

estudio5 en donde proponemos la lectura del Decameron como manifiesto ideológico y

político, decimos que este género presupone la existencia de un doble destinatario: el

ideal y el contradestinatario, ya que sólo la división del público posibilita la existencia

de un arte oficial y uno alternativo; es en ese sentido que interpretamos que los

“envidiosos”, como el autor llama a sus detractores que lo atacan y critican, también son

escritores y estarían representando al arte oficial, con sus características de utilitario y

moralizante. Ante la crítica ácida de desprestigio, el autor responde con burlas, ironías y

sarcasmo para desautorizar la palabra de sus detractores; de esta manera se refiere a su

obra como “cuentecillos que han sido escritos por mí en florentino vulgar, en prosa y sin

título, en un estilo tan corriente y desaliñado como he podido”; esta descripción que

podría responder a las fórmulas de modestia, propias de los autores medievales, se carga

de ironía al contraponerla al “vendaval” de envidia que los “cuentecillos” han suscitado

entre sus contemporáneos.

En las réplicas a cada una de las críticas recibidas, mantiene el uso de la ironía.

A quienes lo acusan por su gusto por las mujeres, les responde con el único cuento que

se atribuye como autor, lo que nos permite interpretar que ése es el tipo de cuento

que Boccaccio contrapone a la literatura edificante. Con el cuento de Filippo Balducci,

tomado de la tradición ascético-religiosa, demuestra que la atracción que un hombre

siente por las mujeres se explica porque “la naturaleza” es “más fuerte que el ingenio”,

para ello contrapone las imágenes de los ángeles que el joven Balducci en su vida

retirada observa en los libros religiosos, con las mujeres que ve la primera vez que va a

la ciudad; el padre para distraerlo del entusiasmo que el joven inmediatamente siente

por ellas, las denomina “gansas” restándoles valor al nombrarlas como a las simples

aves de corral que seguramente conoce el joven; el erotismo y la ironía ejemplar que

genera un humor atrevido se sostienen en todo el relato. A los que, además,

mencionan su avanzada edad, les responde con un ingenioso dicho popular para

referirse a su virilidad: “aunque el puerro tenga la cabeza blanca, su cola está verde”;

característica que burlonamente expresa como inhibición para estar con las musas del

Parnaso puesto que ellas también son mujeres. Esta afirmación ratifica por otra parte,

su posición estética que nace de la observación racional de la realidad en

contraposición a la inspiración libresca de las musas del Parnaso.

5 Cfr. NEUMANN, B. y GARCÍA, M. (2005) “El Decameron como manifiesto ideológico y político. Una propuesta de lectura”.

Page 32: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

Finalmente, Boccaccio cierra su obra con la “Conclusión del autor” en donde

dirigiéndose por última vez a las “nobles damas” se refiere a las características de su

obra concluida, lo que se constituye en una síntesis de su propuesta estética. Postula

una literatura en lengua vulgar cuya finalidad sea proporcionarles placer o consejo en

sus horas de ocio a lectoras y lectores no especializados, quienes tienen la posibilidad

de elegir lo que deseen leer, para lo cual ha incorporado la rúbrica al inicio de cada

cuento, en donde se advierte el contenido del mismo; predomina el tema del amor en

todas sus formas, exalta la atracción sexual y el erotismo como fuerzas naturales que

tanto el hombre como la mujer desean satisfacer y señala la importancia de narrar los

hechos como han ocurrido y en adecuar el uso de la lengua a las circunstancias

relatadas.

CUENTOS DE CANTERBURY

Chaucer inventó una nueva forma de museo de pinturas en el que los marcos son mejores que los cuadros.

G.K.CHESTERTON

Chaucer retoma el procedimiento de narración enmarcada, pero con un criterio

de mayor amplitud y funcionalidad poéticas que los que se habían empleado hasta ese

entonces. Para lograr la mayor variedad posible en el tono y contenido de sus

narraciones, pero dentro de un esquema que les confiriese una adecuada y verosímil

unidad, reúne a un grupo de personajes muy distintos entre sí en torno a un motivo

Page 33: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

muy común en el medioevo como lo es la participación en una peregrinación religiosa

a un famoso santuario. Cada peregrino encarna a un sector de la iglesia, a la naciente

burguesía, al campesinado o a la tradición caballeresca; en el Prólogo general

observamos a la sociedad inglesa medieval cuidadosamente retratada. Con

profundidad el autor describe al mismo tiempo a los peregrinos como tipos y como

individuos perfectamente ajustados a su edad, a su oficio o profesión; la descripción

sencilla que hace de ellos atendiendo al detalle de sus ropas, la enriquece con la

presentación de los caracteres que aparecen puntualizados con penetración

psicológica, humorismo y plena vitalidad, que se completa con el vínculo que el

narrador establece entre los imaginarios narradores y las narraciones que cada

personaje elige para contar durante la peregrinación, las que permiten ilustrar el

carácter de quien las narra. De esta manera, el autor está ingresando en la estrategia

de la novela moderna, en la que interesan principalmente los tipos humanos exhibidos

con prolijo realismo social, moral y psicológico. “Al leer The Caterbury Tales

comprobamos la admirable flexibilidad de su lenguaje, pues pasa del estilo más

elevado y elegante, o del más grosero y zafio, al más plomizo y reiterativo, o al más

fantástico y sugestivo, en función de los requisitos de cada género, de cada cuento, de

cada situación”(Galván: 167).

En esa galería de personajes se incluye el escritor participando de la

peregrinación; nuestra hipótesis de lectura es que existe una suerte de desdoblamiento

del narrador homodiegético, a partir del análisis de su trayectoria en la obra nos

proponemos identificar por un lado a Chaucer con el narrador del marco de la obra,

relator protagonista de la peregrinación que narra lo que acontece y describe a los

romeros, y por otro al escritor medieval, tímido y solitario peregrino que como todos,

desde su rol, debe contar un cuento a los presentes para hacer más ameno el largo viaje.

Finaliza el Prólogo con un “nosotros” que lo incluye en el grupo de peregrinos y

le permite introducir los cuentos enmarcados: “Todos emprendimos el camino y el

caballero, con afable semblante, principió a explicar lo que se dirá ahora”. (50)

Su presencia se mantiene en los prólogos que introducen los cuentos de los

romeros; desde allí, continúa la relación dialógica entablada con el lector desde el

Prólogo principal y, además, con la inclusión de diálogos, discusiones y comentarios de

Page 34: 3.-Práctico sobre el Decameron y los Cuentos de Canterbury

otros personajes que el narrador “escucha” y nos transmite, va enriqueciendo la

caracterización de cada uno de los peregrinos. Chaucer crea un marco tan realista y

verosímil como sostén de toda la obra que supera ampliamente las historias narradas por

cada personaje.

Las presentaciones que hace de cada uno de los peregrinos, dicen mucho,

también del escritor a quien podemos caracterizar como un agudo observador, atento

y cuidadoso en los detalles. Los toques irónicos y de humor que emplea hasta para

referirse a sí mismo, completan su retrato; con respecto a él, dice el hostelero quien

había sido calificado como “fornido”: “Ved, tiene el talle tan fino como yo; parece un

muñeco...” (155). Y son las palabras del ventero en el Prólogo del “Cuento de Don

Thopas” las que nos permiten inferir que el escritor se muestra como una persona

taciturna y solitaria:

Y mirándome a mí por vez primera, dijo: -¿Quién

eres tú, que pareces ir siguiendo el rastro de una liebre,

puesto que nunca levantas la vista del suelo? Ea, ven acá

y alza los ojos y alégrate. Abrid camino a este hombre,

señores! [...] dijérasele un espectro, porque con nadie

platica. (155)

Su modestia también se evidencia en el empleo de las fórmulas habituales en

escritores medievales:

Igualmente quiero se me excuse el no haber

enumerado a las personas según su calidad, pues bien

advertirá el lector cuán exiguo es mi discernimiento.

(48)

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A lo largo de toda la obra, de manera muy sutil a veces, y en otras, muy directa,

nos hace sentir que está allí... observando, opinando o realizando un breve

comentario...

Un simple adjetivo nos da muestras de su aprobación…

El digno monje (196) 6

Y don Juan, el benigno sacerdote (214)

El buen fraile mendicante no cesaba de mirar con ceño

(272)

El digno estudiante respondió con dulzura (295)

... o de su desaprobación:

...el molinero, [...] con desaforada voz, empezó a jurar...

(89)

...el hostelero, con palabras atrevidas, rudas... (214)

El relato y las descripciones suelen presentar, intercaladas, sus opiniones y

valoraciones; por ejemplo cuando habla del cocinero:

...Y al fin cayó del caballo al suelo, donde permaneció

hasta que fue levantado. ¡Linda hazaña de equitación de

un cocinero! ¿Por qué no se quedaría al lado de su

cucharón?...

[...]6 Los resaltados son nuestros.

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...el cocinero bebió de firme en aquella vasija. ¿Qué

necesidad tenía? Bastante había bebido ya... (410-411)

O incluir comentarios:

...pero Osvaldo, el mayordomo, siendo carpintero de

oficio, no dejaba de sentir algún resquemor en su

ánimo, porque no hacía sino criticar y rezongar,... (104)

[El alguacil]... Estaba tan airado contra el fraile que

temblaba de ira como la hoja del álamo... (281)

A estas palabras asentimos nosotros inmediatamente,

porque nos parecía juicioso terminar con alguna buena

enseñanza, concediendo al párroco espacio y atención...

(418)

En una suerte de crítica literaria, Chaucer autor se refiere al resto de su obra a

través de las palabras del jurisconsulto expresadas en el prólogo de su cuento, en donde

en su calidad de lector opina sobre la obra del conocido escritor Chaucer. Allí, sin

rasgos de modestia, habla de la profusión de sus obras y de las características de las

mismas: menciona el tono empleado en sus libros, la lengua usada, el modo en que

están escritos y algunos de los temas que ha tratado:

...no doy con ningún cuento divertido porque ni uno

recuerdo que no haya contado ya Chaucer (a pesar de lo

malamente que maneja el arte de la rima), en uno o en

otro de sus libros y en el inglés que acostumbra emplear.

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[...]

Chaucer ha hablado de más amantes que cuantos Ovidio

cita en sus antiguas epístolas. (118)

Continúa con un extenso catálogo de “los amantes célebres y las esposas de

gran mérito” que son incluidas en Las santas leyendas de Cupido, y afirma, además,

que si bien aparecen las diferentes situaciones del amor, del dolor, el llanto y los

engaños no incluye historias aborrecibles porque deliberadamente Chaucer no quiso

hacerlo. Finaliza con una alabanza, al decir:

No quisiera ser comparado a las Piéridas, de que se

habla en las Metamorfosis, pero, en fin, poco se me da

venir después de Chaucer y que me digan que,

comparado con él, tartamudeo, porque él habla en verso

y yo en prosa llana... (118)

Cada uno de los peregrinos debe participar de la contienda propuesta por el

posadero contando una historia. Le llega, entonces, el turno al escritor personaje quien

comienza el “Cuento de Don Thopas”, relato a la manera de las novelas de caballería

muy en boga en aquella época, el que no puede finalizar porque es interrumpido por el

posadero quien ásperamente critica lo que narra calificándolo de “extraordinarias

simplezas” y completa su expresión diciendo: “todo tu relato no vale una boñiga y [...]

no haces con él sino perder el tiempo” (159). Esta actitud y las palabras del posadero

nos permiten conocer la opinión de Chaucer sobre las novelas de caballería.

El escritor inicia un nuevo relato, el “Cuento de Melibeo”, esta vez es un cuento

moral el que es escuchado atentamente por todo su auditorio. La aclaración que el

autor efectúa antes de iniciarlo cabe para toda la obra, el argumento no es original “si

bien distintas personas lo relatan de diversa manera” (159). Es característica de los

cuentos medievales que los argumentos fuesen conocidos; el hombre medieval

valoraba el cuento como algo precioso; no eran muchos los argumentos en aquella

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época, de ahí que los autores los tomaban y los enriquecían adornándolos para su

público y en eso consistía el valor verdadero. Al respecto, Chaucer afirma:

Así, señores, si pensáis que yo altero mi relato añadiendo

algunas cosas que no hayáis oído otras veces en esta

relación, comprended que lo hago para reforzar las

conclusiones morales de mi tema. Asimismo, aun cuando

no diga iguales frases que las que conozcáis, no me

critiquéis, porque poca será, de todos modos, la

diferencia entre mis expresiones y las que usa el escrito

con arreglo al cual refiero esta amena narración... (159-

160)

Volvamos al cuento que nos ocupa. Simple y breve es el argumento: Melibeo es

un hombre joven, poderoso y rico, casado con Prudencia y padre de Sofía. Un día que

salió al campo, tres enemigos suyos maltrataron a su mujer e hirieron a su hija. Ante el

desconsuelo y el no saber cómo proceder, Melibeo pide consejos a diversos amigos y

parientes. Es Prudencia quien haciendo buen uso de su alegórico nombre, lo orienta a

no vengarse y a perdonar a sus enemigos ya que según sus palabras, Melibeo, cuyo

nombre significa “libador de miel”, haciendo honor a su nombre se ha entregado a la

miel que le ofrecen los placeres terrenales olvidándose de Jesucristo y es perdonando

como podrá aspirar al perdón divino. En este argumento moral reconocemos los

principios de la estética medieval influidos por el Cristianismo; el carácter especial del

simbolismo medieval, de su filosofía del arte y de su actitud ante la belleza se explican

por el Cristianismo. Los medievales se encontraban ante unos textos que se proponían

refundir en síntesis más o menos logradas; de ahí el carácter “verbal” y “escolástico”

de la estética correspondiente a este período.

En el diálogo entre Melibeo y Prudencia va surgiendo de parte de Prudencia, el

buen consejo sobre temas que le preocupan, como la importancia de la moderación en

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el dolor y el llanto, la sabiduría que implica aprender de los inferiores, lo bueno que es

ser capaz de guardar un secreto, lo fundamental que es la elección de consejeros.

Asimismo, discurren sobre conceptos de interés universal, como el consejo, la amistad,

la fortuna y la avaricia. Al enunciado de cada uno de estos temas le sigue una extensa

enumeración de citas tomadas de fuentes muy variadas y disímiles: las Sagradas

Escrituras, filósofos, sabios, poetas, refranes, proverbios, dichos populares... que les

permiten respaldar sus argumentos o contraargumentos. El cuento incluye un total de

ciento noventa y siete citas, en las que prevalecen las de Salomón, con cuarenta y

cinco y las de las Sagradas Escrituras, con treinta y dos.

El carácter sapiencial del cuento es evidente: se oponen dos vidas, la terrenal a

la que se aferra Melibeo con sus placeres mundanos y la espiritual que permitirá la

salvación eterna, a la que orienta Prudencia con sus sabios consejos y advertencias que

logran convencer a Melibeo, porque el Bien prevalece sobre el Mal.

Algunos críticos afirman que Chaucer no se luce como narrador y que puso en

su propia boca uno de los cuentos menos logrado; opinamos, en cambio, que el autor

no se está representando a sí mismo sino parodiando a sus pares contemporáneos.

Como lo hemos mencionado, la originalidad de Chaucer se encuentra en el

Prólogo, que se continúa en los prólogos que preceden, respectivamente, a cada uno

de los cuentos; esa es la mejor parte de toda la obra y donde el talento del autor

queda claramente de manifiesto. Dice Chesterton (1952: 560-561):

La extensa comedia que denominamos Prólogo,

aunque contiene muchos intermedios y hasta algo que se

parece a un epílogo, está hecha de material bastante más

fuerte que los cuentos que sustenta: el héroe es muy

superior a la narración. [...] Es imposible decir con

certeza si Chaucer comprendió cuánto más reales y

originales eran los pasajes que se refieren a los

peregrinos que los pasajes que hacen relación a los

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héroes y a los mártires que los peregrinos se

imaginaban...

Si el personaje sobresale sobre su relato, en el caso de los cuentos del escritor

¿quién sobresale?, ¿es el mismo narrador del prólogo?, o es acaso la representación del

autor medieval preocupado por el cuento edificante, por el moralismo que debía estar

presente en la literatura debido al carácter sapiencial que la misma debía sustentar...?

Este escritor exagera el uso de máximas, refranes, citas y dichos; este narrador hace gala

de elocuencia y sabiduría, por momentos el cuento pierde ritmo para transformarse en

una extensa enumeración de citas. ¿No es ésta una observación aguda e irónica por parte

de Chaucer hacia los escritos de algunos de sus contemporáneos?

Nos propusimos demostrar que en el narrador homodiegético era posible

reconocer, por un lado al propio autor y por otro, al escritor medieval interesado en las

novelas de caballería y en la literatura moralizante.

Sintetizamos a continuación, los aspectos analizados que nos permiten llegar a

esa conclusión:

Es factible identificar al narrador con el autor de la obra. Chaucer observa su

alrededor con una mirada particular y por primera vez un escritor plasma esa realidad

de una manera diferente: en lengua vernácula; con claro realismo; dándole a cada

personaje, perteneciente a los más diversos oficios y ocupaciones, la oportunidad de

expresarse según sus gustos, sus modismos, su cultura. Si bien los cuentos no son

originales, Chaucer eligió de una manera admirable la historia más adecuada a la

peculiaridad de cada uno de los personajes que compartía esa peregrinación y de esa

manera cada relato completa la caracterización del personaje que lo narra. El narrador,

en el Prólogo y en sus intervenciones posteriores, responde a las características que

podemos reconocer en el propio autor como rasgos de estilo y que aparecen, inclusive,

en las observaciones que efectúa el jurisconsulto, cuando el autor logra distanciarse de

sí mismo para hacerle hablar al personaje, en su carácter de lector medieval, sobre la

obra de Chaucer.

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Cuentos de Canterbury es una obra que cumple con una concepción moderna

de la literatura, en la que la narración enmarcada ofrece una estructura adecuada a la

finalidad de la misma, esto es, priorizar la función estética de la literatura a la que

concibe como un medio para el deleite.

Entonces, al escritor que aparece contando un cuento de caballería que debe

interrumpir porque no es aceptado por sus oyentes y continúa con un cuento moral en

donde el argumento muy simple se pierde en un entramado de citas y consejos no lo

podemos identificar con Chaucer, agudo observador que le da a la totalidad de la obra

un ritmo que no se percibe en el “Cuento de Melibeo”.

En los Cuentos de Canterbury, Chaucer incluye cuentos para todos los gustos, la

intención era la de entretener, así había sido la propuesta del posadero y la intención

del narrador, que se identifica como escritor, era la de relatar todo lo acontecido y lo

hace de una manera entretenida y ágil.

El “Cuento de Melibeo” no es el único cuento moral que aparece en la obra. Al

monje, al estudiante, al párroco también les atribuye cuentos moralizantes, pero estos,

tanto por la temática como por el estilo y por la adecuación, resultan verosímiles y

entretenidos. Con respecto a los narradores, Chesterton (1952:565) expresa:

Los narradores no existen sólo para decirnos

cuentos; los cuentos existen para decirnos algo de los

narradores. La novela de carácter ha aparecido...

¿Qué nos dice, entonces, el “Cuento de Melibeo” sobre el escritor que narra ante los

otros romeros? Gérard Genette (31-38) nos proporciona el sustento teórico a nuestra

respuesta al incluir como uno de los tipos de parodia el “pastiche satírico”, imitación

estilística cuya función crítica o ridiculizadora queda implícita y debe ser inferida por el

lector. Esto nos permite afirmar que este narrador desde su rol de escritor tiene como

propósito sólo moralizar y lo intenta abusando de una elocuencia que lo lleva a

eslabonar, casi ininterrumpidamente, un total de ciento noventa y siete citas de

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diversas fuentes con lo que logra un ritmo demasiado lento y diferente al obtenido en

los otros cuentos moralizantes incluidos en la obra; la imitación estilística

sobrecargada de exageraciones evidencian la función crítica y ridiculizadora que

Chaucer realiza de los hipotextos pertenecientes a sus pares contemporáneos.

Para Chaucer la misión del escritor es mirar, observar y escribir para compartir

lo observado, él no moraliza, en cambio el escritor peregrino no responde a ese perfil;

vemos representados en él a los escritores medievales de historias de caballería y a los

autores que concebían la literatura solamente como un medio para aconsejar.

Según Tinianov (Todorov, 1975: 79-90) la parodia cumple dos funciones: por un

lado pone de manifiesto que un procedimiento se ha gastado y por otro, que se está

pasando a un nuevo sistema; esto es lo que percibimos en esta obra y que nos permite

afirmar que el escritor peregrino no representa a Chaucer sino al escritor medieval

parodiado por este escritor moderno que sin imaginárselo, en el siglo XIV ya había

escrito la primera novela de caracteres.

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A modo de conclusiones

El Decameron y los Cuentos de Canterbury son dos obras que difieren de las

compilaciones medievales con carácter moralizante y aleccionador que circulaban en los

tiempos de sus respectivas producciones escriturarias. En las obras estudiadas, tanto

Boccaccio como Chaucer innovan al concebir la literatura desde una finalidad

puramente estética, para lo cual eligen una historia marco y una situación en las que la

narración de cuentos para entretener a un auditorio determinado resulta adecuada y

original.

Ambos escritores se incluyen como autores de sus respectivas obras; en el

análisis realizado observamos coincidencias y diferencias.

Coinciden en que, al modo de los tratadistas medievales, se percibe en los dos

autores un evidente interés en ofrecer rasgos de verdad sobre lo narrado; su presencia en

la obra contribuye a lograrlo y se ve fortalecida por la realidad de la historia marco que

cada uno presenta: la peste padecida en Florencia en el año 1348 es un hecho histórico;

mientras que el santuario de Santo Tomás Becket, en Canterbury, es uno de los tantos

santuarios adonde los devotos medievales acostumbraban peregrinar para agradecer a su

santo protector.

Concientes ambos, de que sus respectivas obras transgreden el arte oficial, desde

el interior de las mismas, pronunciándose como escritores presentan y defienden su

concepción estética; es en este aspecto y en el modo de hacerlo, donde son claras las

diferencias.

Como vimos, Boccaccio se refiere a su proyecto estético en el “Proemio” y en

las “Conclusiones del autor”. En la Jornada IV, interrumpe abruptamente la trama

narrativa para incluirse con la finalidad de defenderse de sus detractores y lo hace

mediante el uso de la ironía que le permite burlarse de aquellos en cada uno de los

argumentos con los que puntualmente responde a las críticas recibidas. En el único

relato que se atribuye como autor, concilia lo ascético con lo prosaico para dar paso al

humor mediante el cual expone que el erotismo forma parte de la naturaleza del hombre.

Como desarrollamos en el análisis de Cuentos de Canterbury, la presencia de

Chaucer es constante; como un integrante más del grupo de los romeros, observa,

ironiza, alaba, critica, opina. Con la incorporación del “escritor medieval” y a partir de

los géneros que este elige para narrar, parodia a ciertos autores de la época; así, ha

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encontrado una forma sutil para ridiculizarlos, sin necesidad de atacarlos ni de

defenderse.

Parafraseando a Tinianov cuando se refiere a las funciones de la parodia,

podríamos decir que ambos autores coinciden en demostrar que un procedimiento se ha

gastado, esto es que la narración enmarcada con intención moralizante debe dejar paso a

otra función, y coinciden en que esa otra función debe ser la estética, rasgo que define a

la literatura de hoy. Inquietudes supranacionales que encuentran respuestas coincidentes

en las obras estudiadas y que la lectura realizada desde un enfoque comparatista nos

permitió demostrar que la inclusión de los autores en sus respectivas obras contribuyen

a la conformación de los rasgos del realismo medieval, a la vez que fortalecen y dan

sentido a la propuesta que postulan sobre la función de la literatura.

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The Cambridge Companion to Chaucer edited by Piero Boitani and Jill Mann -2004- (éste es la misma editora de la edición impresa que tengo en Penguin Classics de los Cuentos de Canterbury) Second edition. La tengo bajada a dropbox

Leo que Jill Mann reeditó en 2002 un libro sobre el punto de vista de Chaucer sobre la mujer, tal como aparece en sus obras. Tiene que ver con lecturas desde el feminismo, el género, etc. Que se vienen haciendo sobre los cuentos de Canterbury y que permiten analizar las distintas figuraciones de la mujer, la misoginia, etc. Vincularlo a los narradores, a la figura de autor, etc. Parece que analiza el cuento Man of Law, Clerk s tale, Franklin s tale, la figura de la comadre de Bath. Se habla en la crítica de un punto de vista conservador, algo ambiguo y agustiniano de Chaucer sobre la mujer.

Tal vez otro punto a comparar entre ambos autores es esto de la posición de la mujer.