3. césar frente a cicerón en la rebelión de las masas..., carlos ortiz de landázu

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  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    1/28

    CSAR FRENTE

    CICERN

    EN LA REBELIN

    DE L S

    MASAS

    EL MODELO DE COM PLEMENTARIEDAD DE ORTEGA Y GASSET

    EN EL Q UINTO CENTENARIO DE CARLOS V

    CARLO S ORTIZ DE LANDZURI

    In The Revolt of the Masses' Ortega y Gasset set two concep-

    tions of political powers, represented by Cesar and Cicero, against

    each other. In this article I try to show how both are complemen-

    tary, as it happened along the history.

    1.

    Presentacin.

    En 1930, en

    La rebelin de las masas

    1

    ,

    Ortega y Gasset

    2

    esta

    bleci una contraposicin entre dos estrategias metodolgicas para

    legitimar el uso decisionista del poder poltico

    3

    . Con este fin re

    construy el papel desempeado en el imaginario colectivo por la

    contraposicin entre el realismo poltico ciceroniano y el ideal

    imperial cesarista

    4

    , justificando a su vez una posible complementa-

    riedad recproca entre ellos a lo largo de la historia, como en su

    1

    J. Ortega y Gasset,La

    rebelin

    de las masas, Clsicos Castalia, Madrid, 1998

    (cit.La rebe lin).

    2

    J. Ortega y Gasset,ObrasC ompletas,Madrid, 1977 (cit. Obras).

    3

    M. Llanque,

    Demokratisches Denken im Krieg. Die deutsche Debatte im

    Ersten

    Weltkrieg,

    Akademie, Berln, 2000.

    4

    C. Moatti,La Raison de Rome. Naissance de l esprit critique a

    la

    fin de la

    Rpublique (He-Ier sicle avantJsus-Christ),

    Seuil, Pars, 1997.

    Anu ario Filosfico 2001 34), 673-700

    673

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    CARLOS ORTIZ DE LANDZURI

    opinin ocurri en los planteamientos del emperador Carlos V hace

    ya 500 aos

    5

    .

    2. El mtodo etymo-etiolgico de

    La rebelin

    d elas masas.

    La rebelinde las masas de 1930

    6

    recurri a las figuras de Ce

    sar y Cicern para formular una crtica muy sutil a la posible ma

    nipulacin que el liberalismo y el socialismo haba hecho del m

    todo cientfico

    7

    . En su opinin, en ambos casos se legitimaron dos

    formas decisionistas del uso del poder poltico, sin tener en cuenta

    toda la complejidad del mundo de la vida del que dependen

    8

    . Slo

    hay un modo de salvar esta situacin: justificar de un modo racio

    nal los criterios reguladores del silogismo prctico

    9

    . A partir de

    aqu Ortega puso de manifiesto cmo las ciencias histricas y de la

    cultura se fundamentan en el mundo de la vida, que las dota de

    "una estricta anatoma y una clara estructura, a diferencia de los

    fenmenos fsicos, a los que se atribuye una estructura meramente

    imaginaria", salvo que tambin se remitan a un fundamento simi

    lar

    10

    . Su propuesta provoc una autntica transformacin en el

    modo retroductivo, o ms bien etymo-etiolgico, de justificar las

    ciencias sociales a partir de un mundo de la vida previo, que ahora

    5

    W. Blockman,Carlos V. La utopa del imperio, Alianza, Madrid, 2001; K.

    Bayertz,Politikund Ethik,Reclam, Stuttgart, 1996.

    6

    G. Moran,

    E l

    maestro

    en el erial.

    Ortega

    y

    Gasset

    y la

    cultura

    del franquismo,

    Tusquets, Madrid, 1998.

    7

    R. Dagger, Civic Virtues. Rights, Citizenship, and Republican Liberalism,

    Oxford University P ress, Oxford, 1997.

    8

    K. F. Johansen,

    A History of Ancient Philosophy. From the Beginnings to

    Augustine,Routledge, London, 1998.

    9

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    170. S. M. Cohn,

    Aristotle on Nature and

    IncompleteSubstance,Cambridge University Press, Cambridge, 1997.

    10

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    309. P. Stoellger,

    Metapher und Lebenswelt,

    Mohr Siebeck, Tbingen, 2000.

    674

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    CSAR

    FRENTE A

    CICERN

    EN

    LA REBELIN

    DE

    LASMASAS

    se afirma como la principal condicin de sentido para la correcta

    fundamentacin de las ciencias en general, incluidas las ciencias

    naturales

    11

    .

    Segn Ortega, "las palabras no tienen etimologa porque sean

    palabras, sino porque son usos"

    12

    . A este respecto las etimologas

    de las palabras remiten a determinados usos lingsticos origina

    rios,

    los as llamadosetymos,que a su vez ponen de manifiesto una

    peculiar etiologa, o proceso causal, quedando as enraizadas en el

    mundo de la vida o realidad vital

    13

    . "Las palabras no existen, no

    funcionan aisladas, sino que forman parte de conjuntos consisten

    tes en todas las palabras que se refieren a una regin de la realidad

    vital [...]. Debemos contemplar nuestra vida como una articulacin

    de campos pragmticos. Ahora bien, a cada campo pragmtico le

    corresponde un campo lingstico, una galaxia o una va lctea de

    palabras, las cuales dicen algo, sobre todo gran asunto humano"

    14

    .

    En este sentido Ortega separa con claridad el uso convencional

    del lenguaje respecto del propiamente originario

    15

    . Slo en este

    ltimo caso la etimologa de las palabras todava permite recons

    truir la relacin etiolgica que un determinado uso social o lin

    gstico mantiene con el mundo de la vida o realidad vital, en

    virtud de la aceptacin compartida de un determinado etymo

    16

    . As

    ocurre por ejemplo con la palabra mando: "Ha sido menester para

    que entendamos esta palabra, no slo para que nos sirva al repetirla

    sin entenderla, hacer exactamente lo mismo que hemos hecho con

    11

    J. Ge ntzler (ed.),

    Method in Ancient Philosophy,

    Clarendom, Oxford, 1998.

    12

    J . Ortega y Gasset ,

    Obras,

    t . VII , 220. S. Kautz,

    Liberalism and Comm unity,

    Cornell University, Ithaca, New York, 1997.

    13

    G. Fedel ,

    Saggi sul linguaggio e Voratoria poltica,

    Giuffr, Milano, 1999.

    14

    J. Orteg a y Gass et,

    Obras,

    t . IX, 642-6 43. R. Scodel ,

    Credibile Impossibilities.

    Conventions and Strategies ofVerisimilitude in Hom er and Greek Tragedy, B. G.

    Teubner, Stuttgart, 1999.

    15

    S . Blackbu rn, Ruling Passions. A Theory of Pradical Reassoning, Oxford

    Universi ty, Oxford P ress, 2000.

    16

    E. A . Chr is todoul id is , Comm unitarianism and Citizenship, Ashg ate , Alder-

    shot, 1999.

    675

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    CARLOSORTIZ DE LANDZURI

    el saludo: reconstruir sus formas lingsticas precedentes hasta

    llegar a una que era, en efecto y por s, inteligible, que entenda

    mos:

    Manus

    en latn es m ano, pero en cuanto ejerce la fuerza y es

    poder. Mandar, ya veremos, todo mandar es poder mandar, esto es,

    tener poder o fuerza para mandar. Esta forma antigua del vocablo

    nos ha revelado el sentido que residual, atrofiado, momificado,

    dormitaba en nuestro vulgar e ininteligible fonema 'mandar'"

    17

    .

    Por eso slo hay un mtodo para saber si las decisiones tomadas

    por nosotros o por otros son las mejores: iniciar una reflexin sobre

    sus respectivos presupuestos etymo-etiolgicos, para ver si los

    hemos tenido en cuenta

    18

    . "La vida no elige su mundo, sino que

    vivir es encontrarse, desde luego, en un mundo determinado e

    incanjeable: en este de ahora [...]. En vez de imponernos una

    trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza

    [...] a elegir. Sorprendente condicin de nuestra vida . Vivir es

    sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que

    vamos a ser en este mundo"

    19

    .

    3 . El realismo poltico del hombre-masa.

    La rebelin de las masas

    rechaz la valoracin decisionista o

    consecuencialista del mtodo cientfico, en virtud exclusivamente

    del xito, de los resultados, o en definitiva de las circunstancias,

    como fue frecuente en la ciencia social del siglo XX

    20

    . Para Ortega

    17

    J. Ortega y Gasset, Obras, t. VII, 219. H. Flashar, Sophokles. Dichter im

    demokratischen Athen,

    C. H . Beck, Mnchen, 2000.

    18

    H. Flashar (ed.),

    Die hellenistische Philosophie,

    Schwabe, Basel, 1994. B.

    SandyweH,

    Reflexivity and the Crisis of Western Reason. Logological

    Investigations,

    Volume 1-3, Routledge, London, 1996.

    19

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    163. V. Ouimette,

    Los

    intelectuales espaoles

    y e lnaufragiodel liberalismo(1923-1926),Pre-Textos, Valencia, 1998.

    20

    F. Salmern, Ensayos de filosofa moderna y contempornea, UNAM,

    Instituto Investigaciones Filosficas, M xico, 2000.

    676

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    CSAR FRENTE

    A

    CICERN EN

    LA

    REBEUN DE LAS MASAS

    esta forma de justificar el mtodo cientfico provoca un progresivo

    desligamiento del mundo de la vida, sin poder despus tampoco

    legitimar el uso del poder poltico

    21

    . "Es falso decir que en la vida

    'deciden las circunstancias'. Al contrario: las circunstancias son el

    dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos. Pero

    el que decide es nuestro carcter [...] . Todo esto tambin vale para

    la vida colectiva. Tambin en ella, primero hay un horizonte de

    posibilidades, y luego, una resolucin que elige y decide un modo

    efectivo de existencia colectiva. Esta resolucin emana del carcter

    que la sociedad tenga, o lo que es lo mismo, del tipo de hombre

    dominante en ella. En nuestro tiempo domina el hombre masa; es

    l quien decide [...]. El Poder pblico se halla en manos de un

    representante de masas. Estas son tan poderosas que han aniquila

    do toda posible oposicin [... ]. As ha sido siempre el Poder pbli

    co cuando lo ejercieron directamente las masas: omnipotente y

    efmero. El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de pro

    yecto y va a la deriva"

    22

    .

    Para Ortega la aparicin del hombre-masa no es nueva, aunque

    slo en nuestra poca haya presentado su autntico carcter de

    problema metodolgico

    23

    . En efecto, slo en el siglo XX el propio

    mtodo social otorga al hombre masa un carcter desconocido

    hasta ahora, asignndole un poder de decisin totalmente despro

    porcionado

    24

    . El propio mtodo social otorga una primaca a un

    clculo de consecuencias por el que siempre se ha movido el hom

    bre masa, aunque slo ahora lo hace de una forma consciente y

    sistemtica, cosa que nunca haba ocurrido. Este mismo clculo de

    21

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    170. T. Lemke,

    Eine Kritik der politischen

    Vernunft. Foucaults Analyse der modernen Gouvernementalitat, Argument,

    Hamburg, 1997.

    22

    J . Ortega y Gasset , La rebelin, 163-164 . P. Sloterdijk, Die V erachtung der

    Massen. Versuch ber Kulturkampfe in der modernen Gesellschaft, Suhrkamp,

    Frankfurt, 2000.

    23

    M . S. Lieberm an,

    Commitent, Valu, and Moral Realism,

    Cambridge Univer-

    sity Press, Cambridge, 1998.

    24

    J . W il l ians, Lyotard and the Political, Routledge, London, 2000.

    677

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    CARLOS ORTIZ DE LANDAZURI

    las consecuencias se rige por criterios que decide el investigador a

    su capricho, con un total desligamiento del mundo de la vida, con

    olvido de la gnesis etymo-etiolgica de este tipo de decisiones, ya

    sean pblicas o privadas

    25

    . Esta actitud se contrapone al carcter

    personal del hombre o pueblo que se asigna un poder de decisin

    conforme a los criterios de un silogismo prctico, reconociendo en

    todo momento la dependencia que sus decisiones mantienen res

    pecto a un m undo de la vida, o realidad vital

    26

    .

    Ortega personifica esta actitud decisionista del hombre masa en

    la conocida frase de Renn: "La existencia de una nacin es un

    plebiscito cotidiano"

    27

    . Segn Ortega, esto no suceda en la polis

    griega, ni en las primitivas repblicas modernas con un sufragio

    universal limitado, al menos en las proporciones con que hoy

    sucede

    28

    . Entonces an era posible que una minora confeccionase

    autnticos programas de vida colectiva, a partir de un anlisis

    etymo-etiolgico de este tipo de procesos, sin justificar estos pro

    gramas de un modo meramente decisionista, como en cambio ha

    comenzado a suceder hoy da

    29

    . En su opinin, el hombre masa

    arcaico se opuso a la aparicin de las formas primitivas de vida

    colectiva democrtica, de igual modo que el hombre masa actual

    fomenta un uso meramente decisionista de los poderes democrti

    cos,sin poderse proponer ningn programa de vida colectiva, que a

    su vez est enraizado en el mundo de la vida

    30

    . Por eso el hombre

    masa, ya sea antiguo o moderno, se considera incapaz de sobrepa-

    25

    W. Kymlicka,Multikulturalismusund Dem okratie, Rotbuch, Hamburg, 1999.

    26

    S. B. Levin, The Ancient Quarre l between Philosophy and Poetry Revisited.

    Plato and the Greek Literary Tradition,

    Oxford University Press, Oxford, 2001.

    27

    J . Ortega y Gasset , La rebelin, 272; E. Renn, Que est-ce une nation?,

    Discourse et Confrances, 1882.

    28

    W. Nippel , (ed.) , Virtuosen der Macht. Herrschaft und Charisma von Perikles

    bis Mao, C. H. Beck, Mnchen, 2000.

    29

    D. S. Alien , The W orld of Prom etheus. The Politics of Punishing in

    Democratics Athens, Chicago University Press, Chicago, 1999.

    30

    E. Canet t i ,

    Masa y poder,

    Alianza, Madrid, 2000. E. E. Cohn,

    The Athenian

    Nation, Princeton University Press, New Jersey, 2000.

    678

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    CSAR

    FRENTE

    A

    CICERN

    EN LA

    REB ELIN DE LAS MASAS

    sar su propio horizonte vital, como ocurri con el

    pomoerium

    romano, o antes en Atenas, o como ocurre hoy da, con el as lla

    mado Estado nacional

    31

    . Sin embargo en ambos casos los pueblos

    jvenes iniciaron un continuo proceso de expansin de sus propios

    lmites vitales de la ciudad-estado o del Estado-nacin, a fin de

    integrarlos en otro tipo de unidades vitales superiores. "Estado y

    proyecto de vida, programa de quehacer o conducta humanos, son

    trminos inseparables [...]. De esta suerte (en Roma) el Estado se

    materializa en elpomoerium,en el cuerpo urbano que unos muros

    delimitan fsicamente [...]. Pero los pueblos nuevos traen una

    interpretacin del Estado menos material. Si es l un proyecto de

    empresa comn, su realidad es puramente dinmica: un hacer, la

    comunidad en actuacin [...]. No es la comunidad anterior, pret

    rita, tradicional e inmemorial -en suma fatal e irreformable- la que

    proporciona el ttulo para la convivencia poltica, sino la comuni

    dad futura en el efectivo hacer. No lo que fuimos ayer, sino lo que

    vamos a hacer maana juntos es lo que nos rene en un Estado

    [...]. Y es que el europeo, relativamente al hombre antiguo, se

    comporta como un hombre abierto al futuro, que vive consciente

    mente instalado en l y desde l decide su conducta presente"

    32

    .

    4. La apertura ilimitada a un comunitarismo multicultural.

    La rebelin de las masas

    hizo un uso muy preciso de este m

    todo etymo-etiolgico, con propuestas programticas muy origi

    nales, anticipando de algn modo los planteamientos actuales del

    31

    P. Rusterholz / R. Moser, (eds.),

    Form und Funktion des Mythos in

    archaischen und modernen

    Gesellschaften,Haupt, Bern, 1999. G. Vidal,Patria e

    Imperio. Ensayos polticos,Edhasa, Barcelona, 2001.

    32

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    271-272. M. M unn,

    The Schools of History.

    Athens in the Age of Scrates, California, Berkeley, 2000. E.W. Bckenfrde,

    Staat,

    Nation, Europa,Suhrkam p, Frankfurt, 1999.

    679

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    CARLOS0RT1Z DE LANDAZURI

    comunitarismo multiculturalista

    33

    . En su opinin, el planteamiento

    de Renn debe invertirse; es decir se debe retrotraer sobre el pasa

    do ,

    para explicar as la gnesis de los distintos usos sociales. Slo

    de este modo se podr dar razn del presente, para despus poder

    decidir acerca del futuro

    34

    . "Renn anula o poco menos su acierto

    [...]. Yo preferira cambiarle de signo y hacerle valer para una

    nacin

    in statu nascendi.

    Esta es la ptica decisiva. Porque, en

    verdad, una nacin nunca est hecha"

    35

    .

    Ortega retrotrae la gnesis de los usos sociales a un momento

    inicial originario donde estn plenamente justificados, aunque

    despus pudieron adquirir otro muy distinto, desvirtundose

    36

    . Por

    eso los usos sociales pudieron "haber sido en un tiempo acciones

    humanas interindividuales e inteligibles, acciones con alma, y

    haberse luego vaciado de sentido, haberse mecanizado, automati

    zado,como mineralizado, en suma, desalmado"

    37

    . La razn de esta

    posible inversin del sentido efectivo de los distintos usos sociales,

    es tambin muy clara: inicialmente estaban enraizados en el mundo

    de la vida, pero despus se pudieron desarraigar. Pero a su vez

    estos usos sociales desvirtuados se pueden volver a sublimar, sin

    por ello generar un proceso alienacin inevitable, en la medida que

    se vuelven a integrar en un mundo de la vida an ms amplio,

    ejerciendo una funcin de algn modo similar

    38

    . De todos modos lo

    decisivo tanto en un caso como en otro no es el nmero de segui-

    33

    P. Berkowitz,

    Virtue and the Making of

    Modern

    Liberalism,

    Princeton Uni-

    versity Press, New Jersey, 1999 (cit.

    Virtueand theMaking).

    34

    S. Mon tiglio,

    Silence in the Land of Logo s,

    Princeton University Press, New

    Jersey, 2000.

    35

    J. Ortega y Gasset,

    La rebelin,

    1998, 276. B. Schlink,

    Heimat ais Utopie,

    Suhrkam p, Frankfurt, 2000.

    36

    R. Sorabji,

    Emotion and Peace of Mind.From Stoic Agitation to Ch ristian

    Temptation,Oxford University P ress, Oxford, 2000.

    37

    J. Ortega y Gasset,

    Obras,

    t. VII, 216. G. Surez Noriega, "El crculo humano

    de lo social. La continuidad convivencia-sociedad en el pensamiento de Ortega y

    Gasset",Revista

    d e

    EstudiosOrteguianos,2 1(2),

    231-241.

    38

    T. Hurka,Virtue, Vice,

    and Valu,

    Oxford University Press, Oxford, 200 1.

    680

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    CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELINDE LASMASAS

    dores de esos usos sociales, sino el sentido efectivo que inicial-

    mente se le dio, y que con el paso del tiempo pudieron perder,

    desvirtundose, y que despus pueden volver a recuperar, dando un

    sentido cada vez ms sublimado a este uso social

    39

    . "A veces es la

    mayora, pero otras -y casi siempre- es precisamente una minora,

    tal vez relativamente ampla, quien al adoptar un determinado

    comportamiento, logra, con un extrao automatismo, imposible de

    describir en poco tiempo, que ese comportamiento hasta entonces

    peculiar, privado, de unos cuantos, se convierta en la terrible e

    inexorable fuerza social que es el uso"

    40

    .

    La peculiar etiologa de los usos sociales justifica la apertura

    ilimitada que ahora se atribuye al mundo de la vida, aunque siem

    pre este proceso se puede colapsar, detenindose en una fase inicial

    de su desarrollo evolutivo

    41

    . De este modo en cada poca las dis

    tintas comunidades, o naciones, han sido subsumidas en proyectos

    supracomunitarios cada vez ms amplios, aunque siempre amena

    zados por un posible colapso en este proceso de crecimiento cada

    vez ms integrador

    42

    . Han surgido as formas institucionales cada

    vez ms complejas, en dependencia de un determinado mundo de

    la vida previo, que en ocasiones reaccion de forma beligerante

    ante este tipo de procesos de talante integrador

    43

    . Segn Ortega, la

    aparicin de estas nuevas formas de comunitarismo multinacional

    ha tenido tres fases, como al menos ocurri primero en el mundo

    greco-romano y despus en Europa

    44

    : "Primer momento: el pecu-

    39

    T. L. Carso n, Valu and the Good Life, Univers ity of Notre Dame Press ,

    Indiana, 2000.

    40

    J. Orte ga y Gasse t, La rebelin, t . VII, 224. R. Broxton On ians , Les origines

    de la pense europenn e. Sur le corps, l esprit, l ame, le mond e, le temps, et le

    destn, Seuil, Pars, 1999.

    41

    J. Ebert, Agonism ata. Kleine philologische Schriften zur Literatur, Geschichte

    und Kultur der Antike, B. G. Teubner, Stuttgart, Leipzig, 1997.

    42

    I. Sevcen ko

    / 1

    Hutter, (eds.),Aetos, B. G. Teubner, Stuttgart, Leipzig, 1998.

    43

    A. Dean , Complex Life, Ashgate, Aldershot, 2000.

    44

    G. Meier / H. Zschw eigert , Die Hochkultur der Megalithzeit. Verschwiegene

    Zeugnisse aus Europas grosser Vergangenheit,

    Grabert, Tbin gen, 1997.

    681

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    10/28

    CARLOS ORTIZ DE LANDZURI

    liar instinto occidental, que hace sentir el Estado como fusin de

    varios pueblos en una unidad de convivencia poltica y moral [...].

    Segundo momento: perodo de consolidacin, en el que siente a

    otros pueblos ms all del Estado como extraos y ms o menos

    como enemigos [...]; en suma lo que hoy llamamos nacionalismo.

    Tercer momento: el Estado goza de plena consolidacin. Entonces

    surge la nueva empresa: unirse a los pueblos que hasta ayer eran

    sus enemigos [ ...]. He aqu madura la nueva idea nacional"

    45

    .

    La publicacin de

    La rebelin de las masas

    en 1930 tuvo una

    lectura inicial meramente poltica. Slo se vio la crtica que enton

    ces se formul a las distintas formas de nacionalismo, incluido el

    nacional socialismo entonces naciente en Alemania

    46

    . Sin embargo,

    Ortega tambin anticip de algn modo la crisis del decisionismo

    metodolgico, que a partir de entonces tuvo lugar en las ciencias

    sociales de tendencia liberal o simplemente socialista, sin excluir a

    ninguna tradicin de pensamiento

    47

    . A este respecto Ortega defen

    di un comunitarismo multiculturalista, o al menos multinacional,

    que a su vez est basado en la ilimitada apertura de las diferentes

    culturas a un mundo vital cada vez ms amplio que las engloba a

    todas por igual. De este modo Ortega se adelant a las propuestas

    de algunos analticos, como P. Winch o von Wright, cuando defen

    dieron la validez de un 'nuevo dualismo' donde se postula un

    enraizamiento de las diversas culturas en un mundo de la vida

    previo compartido por todos, sin valorar ya las decisiones meto

    dolgicas mediante un simple anlisis de sus consecuencias

    48

    . En

    todos estos casos se reconoce que la interpretacin de los datos

    empricos de las ciencias sociales debe ir precedida de un anlisis

    reflexivo de los presupuestos retroductivos de su propio mtodo,

    45

    J. Ortega y Gasset,La rebelin,276-277. J. Ober, TheAthenian Revolution.

    Essays on A ncient G reek Democracy and Political Theory,

    Princeton University

    Press,

    Princeton, 1999.

    46

    J. Bast,TotalitarerPluralismus,M ohr Siebeck, Tbingen, 1999.

    47

    G. Harman, Explaining Valu and other Essays in Moral Philosophy,

    Clarendon, Oxford, 2000.

    48

    A. S. Kahan,

    AristocraticLiberalism,

    Transaction, New Brunschwick, 2001.

    682

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    11/28

    CSAR

    FREN TE A

    CICERN

    EN

    LA REBELIN

    DE

    LASMASAS

    admitiendo su dependencia inicial respecto de un determinado

    mundo de la vida previo, con independencia de poder tambin

    llevar a cabo un anlisis experimental de sus posteriores conse

    cuencias empricas

    49

    .

    5. La crtica del republicanismo ciceroniano arcaico.

    En La rebelin de las masasse reconstruye a este respecto el

    lugar que Csar y Cicern desempearon primero en Roma y

    despus en el imaginario colectivo posterior

    50

    . Cicern siempre ha

    representado el ideal de la repblica romana arcaica, dentro de los

    lmites del 'pomoerium', como ya antes ocurri en Platn

    51

    . Ortega

    contrapone a este respecto dos formas tradicionales de legitimar el

    uso del poder poltico en la Roma Clsica, como fueron Csar y

    Cicern

    52

    . En su opinin, Cicern defendi a ultranza el ancestral

    sistema de eleccin vigente en la 'Urbe', o antes en Atenas, en

    virtud de una simple decisin metodolgica, sin justificar en nin

    gn caso esta toma de partido inicial

    53

    . Cicern nunca llev a cabo

    una autntica reflexin sobre el mundo de la vida en que aquel

    sistema electivo estaba inserto. Por eso tampoco pudo apreciar que

    sus propuestas ya se haban quedado obsoletas en su propia poca,

    49

    A . H ahn , Konstruktionen des Selbst, der Welt und der Geschichte. Aufsatze

    zur Kultursoziologie,

    Suhrka mp , Frankfurt , 2000.

    50

    J . A. Crook / A. Lintott / E. Raw son, "The Last Ag e on the Rom n R epublic

    146-43 B.C." , en The Cambridge Ancient History, t . IX, Cambridge Universi ty

    Press,

    C a m b r i d g e ,

    2

    1999.

    51

    A . H obbs , Plato and the Hero. Courage, Manliness and the Impersonal

    Good,

    Cambridge Universi ty Press, Cambridge, 2000.

    52

    J . Ortega y Gasset , La rebelin, 259-260. J . Coleman, A History of Political

    Thougt. From Ancient Greece to Early Christianity, Blackwell , Oxford, 2000.

    53

    J . Ob er , The Athenian Revolution, Prince ton Un iversi ty Pre ss, Princeton,

    1999.

    683

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    12/28

    CARLOS ORTIZDE LANDZURI

    an antes de la llegada del cristianismo

    54

    . De este modo Cicern

    otorg un carcter neutral a los distintos procedimientos o

    etymos,

    que hasta entonces haban permitido regular los mecanismos bsi

    cos del mundo de la vida. Siempre consider que hubiera sido una

    grave irresponsabilidad el pretender modificarlos

    55

    . A este respecto

    haba una pregunta previa que Cicern nunca se plante: se hubie

    ran podido ampliar las finalidades de aquellos

    etymos

    o usos so

    ciales adaptndolos a las nuevas circunstancias aparecidas en el

    mundo de la vida, como en este caso fue la creciente expansin de

    Roma?

    56

    . Ortega hace notar cmo este arcasmo ciceroniano slo

    se puede justificar en virtud de un decisionismo poltico, aunque

    Cicern fundamentar estas referencias etymo-etiolgicas en una

    tica de la virtud, que a su vez estaba enraizada en un mundo de la

    vida de tipo arcaico ya en su propia poca

    57

    . Sin embargo, no suce

    di as en muchos de sus imitadores posteriores, como fue el pro

    pio Maquiavelo, donde la tica de la virtud es sustituida por un

    anlisis de las leyes mecnicas del cuerpo social concebido como

    un agregado de intereses egostas, sin aceptar los planteamientos

    teleolgicos habituales de su propia poca

    58

    . En ambos casos se

    defendi un realismo poltico similar, aunque a partir de Maquia

    velo la filosofa poltica se justific en virtud de una mecnica

    social previa, donde se hace de la necesidad virtud, si as es nece

    sario para lograr una ordenacin orgnica de las diversas institu

    ciones o magistraturas del cuerpo social

    59

    . De todos modos ambos

    54

    L . F ladere r , Johannes Philoponos. De Opificio Mundi. Spatantikes

    Sprachdenken und Chrisiche Exegese, B. G. Teubner, Stuttgart, 2000.

    55

    P . Gr ima l , Cicern, Fayard, Paris , 1988. A. Mehl , Romische Geschichts-

    schreibung. Grundlagen und Entwicklungen: Eine Einfhrung, Kohlhammer,

    Stuttgart, 2001.

    56

    M. Fuhrmann, Cicero und die romische Republick: eine Biographie, Artemis,

    Mnchen, 1991.

    57

    C . Horn ,

    Antike L ebenskunst. Glck und Moral von Sokrates bis zu den

    Neuplatonikern, C. H. Beck, M nchen , 1998.

    58

    A. Angel in i , Sapienza, prudenza eroica, virt. II mediomondo di Daniele

    Brbaro (1514-1570), Leo S. Olschki, Firenze, 1999.

    59

    M. Virol i ,

    La sonrisa de Maquiavelo. Biografa,

    Tusquets, Barcelona, 2000.

    684

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    CSAR

    FRENTE A

    CICERN

    EN

    LA REBELIN

    DE

    LASMASAS

    siguieron otorgando una primaca a las instituciones polticas

    arcaicas, en virtud de su neutralidad y eficacia, sin admitir una

    posible ampliacin en el uso de aquellas mismas instituciones,

    aunque en cada caso se justific esta decisin metodolgica previa

    por razones muy distintas. Ortega opina que Cicern defendi un

    decisionismo teleolgico diferente del decisionismo instrumental

    de Maquiavelo, donde el fin ya justifica los medios

    60

    . En este caso

    el recurso a cualquier medio, incluidos los meramente coactivos, se

    hace legtimo en razn de su subordinacin a determinados fines,

    hacindose superfluo el ejercicio libre de la virtud al menos en la

    forma como la entendi Cicern. Sin embargo, Ortega sigui criti

    cando a Cicern por haber hecho un uso parcial y limitado de la

    tica de la virtud que l mismo defendi, al modo como despus

    tambin se le critic desde el cristianismo

    61

    . Cicern nunca advirti

    que la autntica virtud tiene una necesidad imperiosa de apertura a

    un mundo de la vida cada vez ms amplio, en razn de su propio

    dinamismo interno, a fin de dar cabida a otras formas de comunita-

    rismo an ms multinacional o multiculturalista

    62

    .

    De todos modos, la figura de Cicern ha seguido desempeando

    un papel muy preciso en el imaginario colectivo, al menos segn

    Ortega

    63

    . Su ideal poltico se ha identificado con la defensa a ul

    tranza de un republicanismo arcaico en virtud de un mero decisio

    nismo tico, al modo como despus tambin ocurri en la antro

    pologa cultural de Arnold Gehlen

    64

    . A este respecto se puede

    establecer una semejanza entre Ortega y el papel desempeado por

    60

    D. Hoeges ,

    Niccol Machiavelli. Die Mach und der Schein,

    C. H. Beck,

    Mnchen, 2000.

    61

    K. Bracht,

    Vollkommenheit und Vollendung. Zur Anthropologie des Metho-

    dius von Olympus,

    Mohr Siebeck, Tbingen, 2000.

    62

    G. A. Kennedy ,

    Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition

    fron Ancient to Modern Times, University of North Caroline Press, Chapel Hill,

    1999.

    63

    A. Lucarell i , Teorie del presidenzialismo. Fondam ento e modelli, Cedam,

    Padova, 2000.

    64

    M. Ridley,

    Die Biologie der

    Tugend,

    Ullstein, Berln, 1997.

    685

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    CARLOSORTIZ DE LANDZURI

    Gehlen en la antropologa de entreguerras. Segn Ortega, Cicern

    termin adoptando una postura conservadora de tipo reaccionario,

    como si de este modo se pudiera recuperar la relacin natural que

    la repblica romana inicialmente mantena con el mundo de la

    vida

    65

    . En este contexto Ortega atribuye al cives ciceroniano un

    papel similar al que la antropologa cultural de Gehlen atribuy al

    hombre arcaico. En ambos casos la reflexin etymo-etiolgica

    acerca del lenguaje permite recuperar unos usos sociales o institu

    ciones naturales, a las que se atribuye una plena neutralidad y

    eficacia para desempear determinadas funciones vitales, al menos

    en el momento en que surgieron .

    De todos m odos, hay una diferencia muy clara entre Gehlen y el

    modo como Ortega interpreta a Cicern

    67

    . Para la tica de la virtud

    ciceroniana el ejercicio de determinadas funciones vitales siempre

    conlleva un proceso previo de reflexin sobre el mundo vital en

    que se insertan, aunque despus se inmovilice este proceso en una

    fase evolutiva inicial en virtud de una decisin injustificada

    68

    . Por

    ello Cicern sigui otorgando a la tica de la virtud una funcin

    reguladora del mundo de la vida, asignndole distintos fines insti

    tucionales, incluida la regulacin de la propia repblica romana,

    por tratarse de una condicin de sentido que impone el propio

    mundo de la vida, segn la exgesis hermenutica clsica

    69

    . En su

    opinin las distintas magistraturas republicanas pueden reivindicar

    65

    J . Ober , Political D issent in Dem ocratic Athens. Intellectual Critics of

    Popular Rule, Princeton University Press, New Jersey, 1998.

    66

    D. Disterheft / M. Huid / J. Greppin / E. C. Polom (eds.),Part O ne: Ancient

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    Studies of Man, Washington, 1997.

    67

    M. Endress / N. Roughley (eds.),Anthropo logie und Mora l. Philosophische

    und soziologische Perspektiven, Knigshausen und Neum ann, W rzburg , 2000 .

    68

    K. Bergd olt, Leib und Seele. Eine Kulturgeschichte des gesundes Lebens, C .

    H. Beck, Mnchen, 1999.

    69

    A. Uhl , Servius ais Sprachlehrer. Zur Sprachrichtigkeit in der exegetischen

    Praxis des spatantiken Gram matikerunterrichts,

    Van denh oeck and Ruprecht,

    Gottingen, 1998.

    686

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    15/28

    CSAR FRENTE A CICERNEN LA REBELINDE LAS

    MASAS

    un saber reflexivo-crtico acerca de sus propios fines instituciona

    les, siempre que el silogismo prctico aporte garantas de prueba

    para garantizar una efectiva neutralidad y eficacia en la prosecu

    cin efectiva de sus respectivos fines sin que su uso sea necesaria

    mente arbitrario

    70

    . En cambio, Gehlen atribuye a las instituciones

    la recuperacin del equilibrio perdido en el ejercicio de estas fun

    ciones instintivas desinhibidas, introduciendo desde un principio

    una creciente independencia respecto del mundo de la vida, aunque

    en ningn caso aquella recuperacin pueda ya hacerse efectiva. De

    este modo se logra una justificacin meramente mecnica o auto

    mtica de la obligatoriedad moral, sin poder ya llevar a cabo una

    reflexin previa sobre la validez de este mismo punto de partida

    71

    .

    Por eso la antropologa cultural de Gehlen nunca puede dar lugar a

    una autntica tica de la virtud, aunque tambin para Gehlen se

    justifique este proceso de un modo decisionista

    72

    . En su opinin,

    "una institucin es una forma de consolidacin e independizacin

    de nuestro comercio activo con el mundo exterior y con los dems

    capaz de darle a nuestro comportamiento un cariz de obligatorie

    dad. Una institucin en este sentido es ya una cierta corresponden

    cia entre diversas personas o [...] de un modo an ms elemental,

    la forma adecuada de labrar una pieza en bruto convertida en un fin

    en s mismo"

    73

    .

    6. Las limitaciones del realismo poltico ciceroniano.

    La rebelin de las masas

    reconoce muchas de las virtualidades

    del realismo poltico ciceroniano, aunque se rechace el arcasmo de

    70

    P. A. Rah e, Republics ancient and modera, Vols. I-III, University of North

    Carolina Press, Chapel HU, 1994.

    71

    G. F. Mu nzel, Kant s Conception of Moral C haracter. The Critical link of

    Morality, Anthropology and Reflective Judgment, Chica go Universi ty Press ,

    Chicago, 1999.

    72

    G. Hottois , Essais de philosophie biothique et biopolitique, Vrin, Paris, 2000.

    73

    A. Gehlen ,

    Urmensch und Spatkultur,

    Bo nn, 1 956, 68 y 8. D . W elton (e

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    CARLOS 0RT1Z DE LANDZURI

    muchas de sus propuestas . Esta crtica se manifiesta especial

    mente cuando Ortega hace notar la incapacidad de Cicern para

    abrirse a un proyecto mundial verdaderamente integrador de las

    distintas culturas y nacionalidades, a pesar de que en su poca ya

    hubo proyectos de este tipo

    75

    . Segn Ortega, este rechazo cicero

    niano se debi al mismo malentendido metodolgico que actual

    mente tambin atenaza al hombre masa: la fijacin decisionista de

    determinadas pautas de conducta, que pudieron ser vlidas en el

    pasado, sin reflexionar sobre las nuevas exigencias que impone el

    mundo de la vida

    76

    : "Esta incapacidad de todo grupo griego o

    romano para fundirse con otros proviene de causas profundas que

    no conviene perescrutar ahora, y que, en definitiva, se resumen en

    una: el hombre antiguo interpret la colaboracin en que, quirase

    o no, el Estado consiste, de una manera simple, elemental y tosca:

    como dualidad de dominantes y dominados. A Roma le toca man

    dar y no obedecer; a los dems obedecer y no mandar. De esta

    suerte el Estado se materializa en el pomoerium,en el cuerpo urba

    no que unos muros delimitan fsicamente"

    77

    .

    De todos modosL a rebelind e las masasatribuye a Cicern un

    realismo poltico muy distinto al defendido despus por Maquia-

    velo en El Prncipe,o por Spengler enLa decadencia de occiden

    te

    18

    , o por Toymbee enEstudio de

    historia

    19

    o por Dawson en El

    74

    M. Rostovtzeff Gesellschafts- undWirtschaftsgeschichte der hellenistischen

    Welt.

    v. I:

    D er politischen Entwicklung;

    v. II:

    Die R bmische Herrschsaft;

    v. III:

    Amm erkungen, Exkurs,1941, 1955, Primus, Darmstadt, 1998.

    75

    M. Schofield, Saving the City. Philosophy-Kings and Other Clasical

    Paradigms, Routledge, London, 1999. F. W. Walbank, Die hellenistische Welt,

    Deutscher Taschenbuch, Mnchen, 1994.

    76

    J. M. Cooper,R eason and Emotion. Essays on Ancient MoralPsychologyand

    EthicalTheory,Princeton University P ress, Princeton, 1998.

    77

    J. Ortega y Gasset, La rebelin, 271. L. Burckhardt / U. Ungeru-Sternberg

    (eds.),

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    78

    O. Spengler,La

    decadencia

    de occidente,Espasa-Calpe, Madrid, 1998.

    79

    A. Toymbee,

    Estudiode historia,

    Alianza, Madrid, 1998.

    688

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    CSAR

    FRENTE A

    CICERN

    EN

    LA REBELIN

    DE

    LASMASAS

    origende Europa . En todos estos casos la defensa de un realismo

    poltico condujo a una radicalizacin decisionista en el modo de

    justificar determinadas instituciones naturales o usos sociales,

    incluidas tambin la leyes de la lgica, las reglas del lenguaje o de

    la retrica, sin admitir la posibilidad de justificar de otro modo

    estos radicales de la cultura occidental

    81

    . Como hemos visto, el

    realismo poltico de Cicern fue compatible con la referencia

    etymo-etiolgica a una tica de la virtud o a un mundo de la vida

    previo o a un logos universal, aunque despus quedar inmoviliza

    do innecesariamente. Sin embargo, las formas modernas de realis

    mo poltico radicalizaron an ms estas propuestas, al modo como

    antes ya se ha indicado respecto de Maquiavelo o Gehlen

    82

    sin

    llevar a cabo una reflexin sobre los propios presupuestos. Segn

    este punto de vista, Occidente ha entrado en una fase epigonal,

    donde ya no es posible justificar sus radicales culturales en nombre

    de una tica de la virtud, como sigui pretendiendo Cicern

    83

    ; o en

    nombre de unos valores cristianos donde se fundament el orden

    feudal, segn Dawson; o en nombre de un

    telos

    inmanente a la vida

    poltica, como sigui postulando Maquiavelo; o en nombre de un

    sentido trascendente de la historia, como sigui postulando el

    poltico moral de Kant

    84

    ; o en nombre de un instinto colectivo de

    supervivencia, como sucedi en el poltico carismtico de Weber;

    o en nombre de un eurocentrismo cultural, como ocurri en Spen-

    gler

    85

    . En todos estos casos el realismo poltico justifica su opcin

    80

    C . D aw son , The Making of Europe. Introduction to the History o f European

    Society, London, 1934.

    81

    C. Sartwe ll ,

    End of Story. Toward an Annihilation of Language and History,

    State University of New York Press, Albania, 2000.

    82

    W. Leidhold ,

    Politik und Politeia,

    Knigshausen und Neumann, Wrzburg,

    2000.

    83

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    cal Philosophy,

    Catholic University of Am erica Press, Washington, 2001 .

    84

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    Cam bridge Universi ty

    Press, Cambridge, 2000.

    85

    P. C. Ludz,

    Spengler heute,

    Beck, Mnchen, 1980.

    689

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    18/28

    CARLOS ORTIZ DE LANDAZR1

    decisionista a favor de una determinada cultura o de un determina

    do modo de hacer poltica, sin que sea posible justificar los presu

    puestos de este tipo de procesos, por considerarlo como un hecho

    en s mismo inevitable

    86

    . A partir de aqu Toymbee vaticin el paso

    inexorable a una etapa postmoderna donde la cultura occidental

    llegar a su fase final, sin poder garantizar tampoco el logro de un

    futuro mejor dada nuestra incapacidad para recuperar las institu

    ciones de un pasado cultural defintivamente perdido

    87

    . El juicio de

    Ortega sobre Dawson a este respecto es muy claro:

    "Sin embargo el libro de Dawson es insuficiente. Est escrito

    por una mente alerta y gil, pero que no se ha liberado por

    completo del arsenal de conceptos tradicionales en la historio

    grafa, conceptos ms o menos melodramticos y mticos, que

    ocultan, en vez de iluminarlas, las realidades histricas. Pocas

    contribuiran a apaciguar el horizonte como una historia de la

    sociedad europea, entendida como acabo de apuntar; una histo

    ria realista, sin 'idealizaciones'"

    88

    .

    Ortega rechaza el arcasmo conservador de todo este tipo de

    planteamientos, al modo como ms recientemente tambin han

    hecho notar Apel o Habermas. En su opinin, en todos estos casos

    se recurre al mundo de la vida para defender distintos presupues

    tos, como si el mundo de la vida estuviera determinado en sus

    formas de configuracin interna, cuando de hecho est abierto a

    una evolucin progresiva cuyo destino tampoco se puede prever

    89

    .

    Ortega rechazar as el recurso ciceroniano a determinadas institu-

    86

    J. Jervis,Exploring the Modern,

    Patterns

    of

    Western Culture

    and Civilization,

    Blackwell, Oxford, 1999.

    87

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    Problem

    of

    Meaning,

    Oxford University Press, New York, 2001.

    88

    J. Ortega y Gasset,La rebelin,309. S. Caldecott / J. Morill,Eternity in Time:

    Cristopher Dawson and the catholic idea of History, Edinburgh University,

    Edinburgh, 1997.

    89

    G. J. Russello (ed.),Christianity and EuropeanCulture. Selections from the

    Work of Christopher Dawson,

    The Catholic University of America Press, Wa

    shington, 1998.

    690

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    19/28

    CSAR FRENTE

    A

    CICERN EN

    LA

    REBELIN DE LAS MASAS

    ciones arcaicas del mundo griego y romano, cuando ello inmovili

    za la propia tica de la virtud que dice defender

    90

    . Sin embargo,

    tambin es verdad que la postura de Ortega puede seguir adole

    ciendo de un cierto arcasmo residual, cuando sigue justificando un

    cierto aristocratismo, o un 'eurocentrismo', o un elitismo, sin

    advertir que estas nociones mantienen una dependencia de un

    mundo de la vida muy preciso, que lgicamente tambin puede

    evolucionar

    91

    . O cuando sigue justificando con excesiva confianza

    las ideas kantianas de la 'sociedad de naciones', de la opinin

    pblica razonante, del cosmopolitismo, o del propio Estado de

    derecho, cuando son nociones ancladas en un pasado histrico muy

    preciso. Como han hecho notar recientemente Foucault

    92

    , Rorty

    93

    o

    Habermas

    94

    , hoy da la recuperacin de estos ideales ilustrados

    recuperacin se vuelve un sinsentido cuando se utilizan para justi

    ficar un concepto de Estado o de Nacin ya pertenecientes al pasa

    do.

    De todos modos, siempre hay una diferencia muy clara entre

    todos estos autores. Ortega siempre rechaza la identificacin del

    mundo de la vida con un modo concreto de entender el realismo

    poltico, al modo como ocurri en Maquiavelo, Spengler, Toym-

    bee, Gehlen o Dawson, sin tampoco postular el logro de un ideal

    utpico concreto, como pretenden Rorty y Habermas

    95

    . Segn

    Ortega, el mundo de la vida es una realidad histrica cambiante,

    sin poderse identificar con el presente, ni con un pasado ms o

    menos remoto, ni con un futuro ms o menos utpico. En cualquier

    caso el reconocimiento de su mediacin exige el cultivo progresivo

    90

    G. Maurach,

    Geschichte der Rom ischen Philosophie. Eine Einfhrung,

    Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1997.

    91

    H. Joas,

    The Gnesisof Vales,

    University of Chicago Press, Chicago, 2001.

    92

    W. Detel, Mach, Moral, Wissen. Foucault und die klassischen Antike,

    Suhrkamp, Frankfurt, 1998.

    93

    R. B. Brandom(e

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    20/28

    CARLOSORTIZ DE LANDAZURI

    de una tica de la virtud para que el poltico no se vea superado por

    los propios acontecimientos del mundo de la vida. De todos mo

    dos,

    siempre cabe preguntarse, el mtodo etymo-etiolgico de

    La

    rebelin de las m asas no supone una referencia a unos etymos o

    instituciones originarias, anclados a su vez en el mundo de la vida,

    cuya mediacin de algn modo es en s misma irrebasable?

    96

    .

    7. La crtica del ideal imperial cesarista.

    La rebelin de las m asas

    tambin reconstruye el lugar que C

    sar desempe en Roma, al modo como antes ocurri con Alejan

    dro Magno en Grecia

    97

    . A este respecto la figura de Csar est

    unida en el imaginario colectivo a la figura de un poder de decisin

    ilimitado, incluida la propia divinizacin de la magistratura impe

    rial, sin depender de unos usos sociales ni de un mundo de la vida

    previo

    98

    . Al menos as ocurri con la magistratura imperial en

    Roma, o con el cesaropapismo medieval, o con el poder del Le-

    viatn en Hobbes", o con las distintas formas actuales de justifica

    cin de la dictadura, del totalitarismo, o del autoritarismo, aunque

    se traten de tres supuestos muy distintos

    100

    . Adems, el desarrollo

    de las ciencias sociales ha fomentado un decisionismo metodolgi

    co meramente residual, donde an cabe este tipo de justificacin

    del uso del poder poltico, mediante mecanismos de accin inme-

    96

    G. Dux, Die Zeit in der Geschichte.- IhreEntwiklungslogik vom Mythos zur

    Weltzeit,

    Suhrkamp, Frankfurt, 1998.

    97

    J. G. Droysen,

    Geschichte des

    Hellenismus, v. I:

    Geschichte Alexander des

    Grossen;

    v. II:

    Geschichte der Diadochen;

    v. III:

    Geschichte der Epigonen,

    Primus, Darmstadt, 1998.

    98

    J. A. Prades,

    Lo sagrado. Del mundo arcaico a la modernidad,

    Pennsula,

    Barcelona, 1999.

    99

    G. Sorgi,

    Thomas Hob bes e la fondazione della poltica moderna,

    Giuffr,

    Milano, 1999.

    100

    H. Arendt,

    Los

    orgenes

    del

    totalitarismo,

    t. 1

    :

    3, Alianza, Madrid, 1998.

    692

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

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    CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN

    DE

    LAS

    MASAS

    diata, ya se legitimen en nombre de la eficacia o del propio xito.

    Adems, en estos casos la ciencia social debe explicar el origen de

    ciertos fenmenos histricos asumiendo la parte de responsabilidad

    que le corresponde, sin poderse quedar al margen. En efecto, Max

    Weber

    101

    , o Cari Schmitt justifican el recurso a una forma de legi

    timidad carismtica que estaba basada en criterios de xito y en

    otros mecanismos sociales muy conocidos. Sin embargo, Ortega

    cuestiona estos procedimientos de forma genrica, aunque tuviera

    ejemplos de otras dictaduras an ms cercanas de cuya efectividad

    real tampoco duda

    102

    .

    La rebelin de las masas

    rechaza todas estas

    formas de decisionismo metodolgico residual, cuando se justifi

    can de un modo irreflexivo. La toma de decisiones slo se justifica

    cuando se busca el logro de una forma ms alta de vida en comn,

    que est basada en la prctica de la virtud y enraizada en el mundo

    de la vida como en su opinin ocurri con el ideal imperial de

    Csar o ms tarde Carlos V

    103

    .

    En su opinin, Csar advirti desde un principio que el sistema

    de eleccin defendido por Cicern era ya arcaico

    104

    . En su opinin,

    era necesario una nueva forma de ejercicio del poder que se amol

    dara mejor a los proyectos supranacionales que el Imperio Romano

    ya estaba llevando a cabo en el mundo de la vida

    105

    . Con este fin

    Csar se dej guiar por una forma de silogismo prctico, que est

    basado en un tipo de certezas prcticas tomadas del mundo de la

    vida, sin tampoco hacer de ellas un uso necesariamente irresponsa-

    101

    S. Turn er (ed.) ,

    The Camb ridge Com panion to Weber,

    Cambridge Univers ity

    Press , Cambridge, 2000.

    102

    J. Freu nd, // terzo, il nemico , il conflitto. M ateriali per u na teora del Poltico,

    Giuffr, Milano, 1995.

    103

    L . Schorn-Scht te , Karl V. Kaiser zwischen Mittelalter und Neuzeit, C. H.

    Beck, Mnchen, 2000.

    104

    C. Meier, Res publica amissa, Suhrkamp, Frankfurt ,

    3

    1997.

    105

    K. Reinhardt,

    Vermachtniss der Antike. Gesam melte Essays zur Philosophie

    und Geschichtsschreibung,

    Van denho eck and Ruprecht, Gtting en, 1998.

    693

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    22/28

    CARLOS ORTIZ DE LANDZURI

    ble, al menos segn Ortega . Csar en este sentido tom decisio

    nes muy importantes con este fin: por ejemplo, la conquista de las

    Galias. En ningn caso se someti a las antiguas demarcaciones

    geogrficas del republicanismo arcaico defendido por Cicern

    107

    .

    Ms bien Csar introdujo otras magistraturas de orden imperial que

    pretendan garantizar la neutralidad y eficacia de sus decisiones,

    sin necesidad de remitirse a las magistraturas delpomoerium ro

    mano

    108

    . Sin embargo, para Ortega no hace falta recurrir a un deci-

    sionismo metodolgico para justificar estas magistraturas, como en

    su opinin ocurre en Weber, Schmitt

    109

    o Dawson. Segn Ortega,

    el proyecto poltico de Csar estaba guiado por una reflexin de

    tipo prctico, que estaba a su vez fundada en las exigencias prcti

    cas del mundo de la vida, controladas a su vez por distintos tipos

    de magistraturas creadas ex professo para tal fin

    110

    . Csar no fue un

    lder carismtico decisionista, como el defendido por Max Weber,

    ni pretendi una justificacin de la dictadura, como la propuesta

    por Cari Schmitt

    111

    . En su caso nunca otorg a los etymoso 'usos'

    sociales ms valor etiolgico del que originariamente tenan, aun

    que posteriormente les diera un mayor alcance: de ser magistratu

    ras republicanas pasaron a tener el rango de magistraturas impe

    riales,

    con un mbito de competencias especficamente distinto,

    aunque la funcin desempeada aparentemente siguiera siendo la

    106

    M. Blobel, Polis und Kosmopolis, Konigshausen und Neumann, Wurzburg,

    1999.

    107

    C. J. Glacken,

    Histoire de la pense

    gographique, v. I:

    VAntiquit,

    CTHS,

    Paris,

    2000.

    108

    C. Lepelley, Rom und das Reich in der Hohen Kaiserzeit,44v. Chr.-260 n.

    Chr., v. II:Die

    regionen

    des Reiches,K. G. Saur, Mnchen, Leipzig, 2 001 .

    109

    A de Simone,Senso e razionalita. M ax Webere il nostro lempo,QuatroVenti,

    Urbino, 1999. R. Cristi,

    Cari Schmitt and

    authorian

    liberalism,

    Wales University,

    Cardif

    1999.

    110

    J. Ortega y Gasset,La rebelin,257-262. G. Heldmann,Marchen undMythos

    in der

    Antike? Versuch einerStandortbestimmung,Saur, Mnchen, Leipzig, 2000.

    111

    Z. Norkus,M ax Weber und Rational Cholee,Metrpolis, Marburg, 2000. C .

    Schmitt,

    La dictadura,

    Alianza, Madrid, 1999.

    694

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

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    CSAR FRENTE A CICERNEN LA REBELINDE LASMASAS

    misma. Csar fue, a los ojos de Ortega, un autntico innovador

    112

    ,

    aunque no por eso se libra de una posible crtica. En su opinin,

    "La anticipacin de un nuevo Estado fue excesiva [...]. En este

    sentido el Estado empieza cuando se obliga a convivir a grupos

    nativamente separados. Esta obligacin no es desnuda violen

    cia, sino que supone un proyecto iniciativo, una tarea comn

    que se propone a grupos dispersos. Antes que nada, es el Estado

    un proyecto de un hacer y programa de colaboracin. Se llama a

    las gentes para que juntas hagan algo [...]. Pero pronto adverti

    remos que esa agrupacin humana est haciendo algo comunal

    [...]. Cuando ese impulso haca el ms all cesa, el Estado au

    tomticamente sucumbe"

    113

    .

    En cualquier caso, Csar se precipit al iniciar un proceso de

    apertura supranacional, que pronto se interrumpi. No advirti que

    el ejercicio del poder poltico debe ejercerse mediante un proceso

    reflexivo previo, que evite los residuos de decisionismo, que a su

    vez genera la precipitacin

    114

    . Por ello los esquemas de accin

    colectiva se deben subordinar a un control supraindividual guiado

    por el silogismo prctico, a fin de garantizar su correcta insercin

    en el mundo de la vida del que dependen, como de hecho peridi

    camente ocurre en cualquier sistema democrtico

    115

    . Segn Ortega,

    este es el nico modo como las diversas instituciones civiles pue

    den ejercer una funcin reguladora del mundo de la vida, sin ser

    arbitrarias, ni tampoco contraproducentes, a pesar de tener origen

    en decisiones humanas, como de hecho ocurre en el derecho y la

    jurisprudencia

    116

    .

    112

    I . Ta p p e n b e c k ,

    Phantasie und Gesellschaft,

    Knigshausen und Neumann,

    Wurzburg, 1999.

    113

    J. Orteg a y Gasset, La rebelin, 264-265. G. Agamben, Homo sacer. El poder

    soberano y la nuda vida, Pre-textos, Valencia, 1999.

    114

    M. Clauss , Kaiser und Gott. Herrschefkultur in romischen Reich, Teubner,

    Stuttgart, 1999.

    115

    W. Kymlicka , States, Nations and Cultures, Van Gorcum, Amsterdam, 1997.

    116

    J . Ortega y Gasset, La rebelin, 265 y ss . H. Maccoby, L executer sacre. Le

    sacrifice humain et le legs de la culpabilit, Cerf Pars, 1999.

    695

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

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    CARLOS ORTIZ DE IANDAZURI

    8. Hacia una complementariedad entre Csar y Cicern.

    Ortega se anticip en muchas cuestiones a estas distintas formas

    de evitar el residuo decisionista que se hizo presente en la sociolo

    ga contempornea, especialmente con posterioridad a Max Weber.

    Sin embargo, aport un modelo concreto de complementariedad

    que permita evitar una solucin en falso de este tipo de problemas?

    Por ejemplo, el 'republicanismo contemporneo' ha terminado

    aceptando una posible articulacin entre la nocin de comunidad

    originaria y las diversas formas de sociedad, o asociacin de tipo

    secundario, o incluso supracomunitario, como resultado del actual

    proceso de globalizacin del mundo vital, a pesar de que ambas

    nociones quedan profundamente transformadas. Segn el 'republi

    canismo contemporneo' ambas nociones se implican en los dis

    tintos niveles de toma de decisiones, articulndose segn grados de

    racionalidad, aunque en cada caso impliquen dos modos de hacer

    poltica muy distintos: el carismtico o presidencialista y el partici

    pad vo o comunitarista

    117

    . De ah, la necesidad de remitirse a una

    jerarqua de fines, que a su vez est sobreentendida como un pre

    supuesto implcito de toda accin social, segn esa accin tenga

    una motivacin solidaria o claramente competitiva, o dirigida

    exclusivamente a la lucha por la supervivencia. De todos modos,

    resulta difcil evitar estos residuos de decisionismo que inevita

    blemente se hacen presente en la teora de las instituciones, ya

    tenga un origen utpico, arcaico o se justifiquen de un modo

    egosta e insolidario. De todos modos consigui Ortega evitar

    estas paradojas?

    118

    Ortega localiza un principio bsico que garantiza el correcto

    planteamiento del problema, aunque lgicamente despus admite

    muchos niveles de respuesta. El principio de solidaridad con el

    extrao es uno de los principios bsicos que inspiran La rebelin

    117

    D. Dring, (Hrsg), Sozialstaat in der Globalisierung, Suhrkamp, Frankfurt,

    1999.

    118

    Fernando Inciarte,

    Liberalismoy republicanismo,

    Eunsa, Pamplona, 200 1.

    696

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    CSAR FRENTE A CICERN

    E N

    LA REBELIN

    DE

    LAS

    MASAS

    de las masas

    11 9

    . Si el hombre masa se deja llevar por un decisio-

    nismo metodolgico es por olvidar este principio bsico. "[El

    hombre masa] no advierte que el mundo de la vida exige una con

    tinua apertura an ms generosa a esta solidaridad con el extrao.

    Por este mismo motivo el mundo griego y romano se cerr a pro

    yectos colectivos an ms ambiciosos, donde fuera posible una

    convivencia pacfica entre todos"

    120

    . Si posteriormente se sigue

    recurriendo a la raza, la lengua o el territorio para justificar el

    origen del Estado, o las diversas nacionalidades, es simplemente

    como forma de expresar un anhelo de unidad ms profundo, que

    era impensable en las culturas antiguas, por las razones ya di

    chas

    121

    .

    "El Estado nacional se encontr siempre, en su afn de

    unificacin, frente a muchas razas y muchas lenguas, como con

    otros tantos estorbos. Dominados estos enrgicamente, produjo una

    relativa unificacin de sangres e idiomas que sirvi para consolidar

    la unidad"

    122

    .

    Los problemas a Ortega, de todos modos, le vienen por otro la

    do.

    Su teora slo se refiere al Estado nacional, o en todo caso a

    una Europa de las Patrias, o multinacional, cuando hoy el as lla

    mado fenmeno de la globalizacin nos exige abordar otro tipo de

    proyectos an ms supracomunitarios

    123

    . A este respecto su pro

    puesta adolece de un dficit institucional supracomunitario, que se

    hace ms acusado cuando se aplica el principio de plenitud: segn

    el cual, la llegada de cualquier forma de organizacin superior

    supone una cierta supresin, o al menos transformacin, de la

    forma de organizacin antigua

    124

    . Por ello llega a decir: "Ya no hay

    119

    J . Haberm as,

    Die Einbeziehung des Anderen,

    Suhrkamp, Frankfurt, 1999.

    120

    M. Hossenfe lder ,

    Antike Glckslehrem. Quellen in deutscher bersetzung,

    Alfred Krner, Stuttgart, 1996.

    121

    R. Poole , Nation and ldentity, Routledge, London, 1999.

    122

    J . Ortega y Gasset, La rebelin, 269 . W . Kym licka , States, Nations and

    Cultures,

    Van Gorcum, Amsterdam, 1997.

    123

    K. O. Apel / H. Burkhart , Prinzip Mitverantwo rtung. Grund lagen fr Ethik

    und Padagogik, Knigshausen und Neum ann, W rzburg, 200 1.

    124

    K. Albert / E. Ja in, Philosophie ais Form des Lebens. Z ur ontologischen

    Erneuerung der Lebensphilosophie,

    Alber, Freiburg, 2000 .

    697

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    CARLOS ORTIZ DE LANDAZUR1

    plenitud de los tiempos, porque esto presupone un porvenir claro,

    prefijado, inequvoco, como era el del siglo XIX"

    125

    . De todos

    modos, Ortega es perfectamente consciente de esta dificultad, y

    trata de evitar que este cambio de horizonte teleolgico pueda

    generar una situacin de indefensin an ms contraproducente en

    el mundo de la vida. Con este fin quita del Estado nacional toda

    connotacin particularista, utilizndolo como una herramienta que

    permite justificar el paso haca un nuevo tipo de organizacin

    supracomunitaria an ms amplia

    126

    . 'Tendencia poltica tal [el

    Estado nacional] avanzar inexorablemente hacia unificaciones

    cada vez ms amplias, sin que haya nada que en principio la deten

    ga"

    127

    . De todos modos, es evidente que hoy por hoy se carece de

    un desarrollo institucional adecuado para poder dar este paso, dado

    que las organizaciones internacionales existentes solo responden a

    necesidades coyunturales para mantener el llamado status quo

    m

    .

    En su lugar Ortega propone ms bien la aparicin de una nueva

    corriente universalista, supranacional o nacionalizadora, que se

    oponga a la corriente particularista, o simplemente nacionalista

    129

    .

    "El nacionalismo es siempre un impulso en direccin opuesta al

    impulso nacionalizador. Es exclusivista, mientras que ste es inclu-

    sivista"

    130

    .

    125

    J. Ortega y Gasset, La rebelin,280. E. Harcourt (ed.),M orality, Reflection

    andIdeology,Oxford University, Oxford, 2000.

    126

    P. Easigwood / K. Gross / L. Hunter (eds.), Difference and Community,

    Rodopi, Amsterdam, 1996.

    127

    J. Ortega y Gasset, La rebelin, 283. W. Reinhard, Geschichte der

    Staatsgewalt,

    C. H. Beck, Mnchen, 1999.

    128

    H. M. Hurd,Moral

    Combat,

    Cambridge University

    Press,

    Cambridge, 1999.

    129

    T. Greven / O. Jarasch (eds.), Fr eine lebendige Wissenschaft des

    Politischen,Suhrkamp, Frankfurt, 1999.

    130

    J. Ortega y Gasset,La rebelin,282. H. Joas,E l principiode la vida. H acia

    unabiologailosfica,Trotta, Madrid, 2000.

    698

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    27/28

    CSAR FRENTE

    A

    CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS

    9. Conclusin: son compatibles Csar y Cicern?

    Ortega admite una posible complementariedad entre Csar y

    Cicern, aunque posiblemente nunca dejaron de serlo. El propio

    Cicern reserv un lugar a Csar en su teora poltica cuando se

    refiere a un

    Princeps

    131

    , o Prncipe, al que otorga poderes extra

    ordinarios, sin ser meramente un primus nter pares. De todos

    modos, las propuestas de Ortega fueron anticipadoras y poco ha

    bituales, especialmente si las comparamos con los desarrollos del

    republicanismo contemporneo posterior

    132

    . Ortega supo ver con

    gran clarividencia los problemas que se deba plantear la teora

    poltica en el final de una poca y en el inicio de la as llamada

    postmodernidad. De algn modo, la postmodernidad se volvi a

    plantear un tipo de problemas que ya se hicieron presentes en la

    filosofa clsica, como es este dilema ahora planteado entre Csar o

    Cicern

    133

    . Segn Ortega, las viejas formas de hacer poltica deben

    dar entrada a nuevas formas de convivencia compartida, si verda

    deramente se quieren evitar los efectos an ms contraproducentes

    que genera la aparicin del hombre masa, o an antes el hombre

    arcaico

    134

    . En este sentido

    La rebelin de las masas

    constituye un

    alegato histrico acerca de los epgonos de la cultura europea, en

    unos momentos decisivos de ruptura y trnsito hacia una poca

    nueva

    135

    . Nos vuelve a enfrentar a un viejo problema bastante

    similar al que tuvo que hacer frente Cicern, o an antes la tica

    griega, aunque fuera en unas circunstancias muy distintas a las

    131

    N. Wood, Cicero s social andpolitical Thought, California University Press,

    Berkeley, 1988.

    132

    C. Orrego, "Cicern descuartizado",AnuarioFilosfico,vol. XXXIV/2, 200 1,

    395-432.

    133

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    699

  • 7/26/2019 3. CSAR FRENTE A CICERN EN LA REBELIN DE LAS MASAS..., CARLOS ORTIZ DE LANDZU

    28/28

    CARLOS

    ORTIZ

    DE LANDZURI

    nuestras

    136

    . Sus propuestas merecen al menos un mnimo de re

    flexin, en este ao ya cercano al veintin centenario de Cicern, y

    ya pasado el quinto centenario de Carlos V, aunque hoy da resul

    ten en muchos aspectos insuficientes

    137

    .

    Carlos Ortiz de Landzuri

    Departamento de Filosofa

    Universidad de Navarra

    31080 Pamplona Espaa

    [email protected]

    136

    M. C. Nussbaum,

    The Fragility of

    Goodness,

    Luck and Ethics in Greek

    Tragedy

    a nd

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    mailto:[email protected]:[email protected]