254 huellas de búsqueda infinita en la obra de pablo...

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Fuente idónea para una semblanza de Pablo, Lizárraga Arámburu, son sus propios libros, de los cuales se sustraen a continuación párrafos de los prólogos e introducciones escritos por el historiador y cronista Adrián García Cortés, quien en forma puntual describe la razón y la pasión de una vida útil y fructífera. Nada podrá desvirtuar su incesante afán de investigar En la presentación de los dos tomos de la obra Nombres y piedras de Cinaloa (editada por el Gobierno del Estado en 1980) García Cortés observa: El resultado de la minuciosa búsqueda del dato útil o anecdótico, por parte de Pablo Lizárraga, pudiera ser sujeto a la crítica académica; sin embargo, el rigor de la ciencia arqueológica o antropológica no podrá desvirtuar lo más importante del afán del autor; su propósito de que, “aunque sea en papel”, sobreviva a las generaciones posteriores las muestras de la cultura que se generó en Sinaloa antes de la Conquista y lo que sobrevivió a la Colonia hasta nuestros días. En el prólogo de Luz de Luna, Edith, la gringuita cronista de Sinaloa, editada por la CAADES en 1985, y reeditada en conjunto con La Crónica de Culiacán en 2008, el prologuista se refiere a la sensibilidad conque el autor interpreta y traduce los apuntes que la jovencita norteamericana Edith S. Dorsey hizo a fines del siglo diecinueve sobre su permanencia en una mina de la sierra de Tacuichamona. En ese contexto el prologuista describe en tres párrafos la motivación de Pablo Lizárraga: Cabalgó tras la historia para revelar el alma de Sinaloa Ir por el camino, cabalgando tras la historia; subir las peñas y bajar las quebradas para entender el lenguaje de las piedras; discurrir en la entraña del pueblo para revelar el alma de Sinaloa: sólo una persona lo puede hacer. Se necesita amor y una gran devoción “por las cosas nuestras”, las del Sinaloa cálido y bronco, y un gran despegue de las cosas propias, para entregarse al quehacer cotidiano del ser y no ser, de una investigación que sólo reditúa la sonrisa del vecino, de un narrar lo que acontece con la desesperanza del que parla en un mundo de sordos. Sobre el presente libro vale decir que, de hecho, son dos: el de las reminiscencias de Edith S. Dorsey, que tiene su propio encanto, y el de Pablo Lizárraga, éste anotando cuanto consideró necesario para trasladar el tiempo de los ochenta del siglo XIX a los ochenta del siglo XX El “mal de piedras” fue su padecimiento de por vida En la introducción titulada “Preliminar”, del libro Historia sumaria de la minería en Sinaloa, el historiador y cronista García Cortés sintetizó en un párrafo inicial una descripción personal de Pablo Lizárraga, en los siguientes términos: Desde que tuve la fortuna de conocer y amistar a Pablo Lizárraga Arámburu, siempre creí que padecía el “mal de piedras”; esa enfermedad que él mismo describe como sentir hambre y frío por los montes para arrancarle a la montaña las vetas de la fortuna. Químico de profesión, maestro por vocación y minero por adopción, don Pablo – como todos sus amigos le llamamos -, es, en verdad, un apasionado de las piedras, así sea la del rico mineral que anuncia destellos de oro y plata, como de las memorias rupestres que en sus petroglifos nos enuncian tiempos idos y aún no descifrados. En cuanto al contenido de este libro, vale decir que el autor se regodea contando la vida minera como si fuera la suya propia. Leyéndolo y oyéndolo no queda más qué decir que me siento fascinado en el relato que pareciera hacerlo alrededor de una fogata, como aquella que cuenta la leyenda cuando se Ya no contará más historias. Ha silenciado la voz para darle oportunidad a sus brazos de agitar con los remos las tranquilas aguas de la eternidad, de la que habla, muerto de miedo, el clérigo de la sombra, John Donne. Platico de Pablo, de Pablo Lizárraga Arámburu, el historiador nativo de La Mora Escarbada, sindicatura de El Quelite, en el municipio de Mazatlán, que murió en este febrero friolento del año del 2010. Alguna vez, hace muchos años, Pablo me confesó: “Tengo el plan de ir a España a indagar el origen de 280 apellidos españoles muy comunes en Sinaloa”. Y fue a España. Esclavizó su estancia en la península escarbando en viejos legados, secuestrados de la polilla, obteniendo un material rescatado del acervo del Archivo de Indias, en Sevilla, de El Escorial, de Simancas y Guipuzcoa, dando cuerpo a uno de sus libros más célebres. Este viajero prueba otra latitud. Se ha ido en silencio muy a tono con la sobriedad de su vida dedicada a desenredar misterios y a dejar filtrar la luz bajo la rendija de la puerta. Detrás deja una obra que le sobrevivirá no sé por cuántos años. Pero sí sé que los jóvenes indagadores de la historia se detendrán en las páginas de sus libros para recoger semillas del pasado, haciéndolas fructificar con la esplendidez del calor sinaloense. Ha cumplido Pablo con su misión al coronar sus 87 años con nuevos textos sobre el tema que apasionó y deslumbró su vida útil, heredándonos su amor por esta tierra y su curiosidad, de niño, para destorcer lo torcido. Ha dejado el campo libre. Pero su andanza de monje benedictino no dejará de emularse a la luz del día. 254 Jueves 18 de Febrero de 2010 descubrieron los filones de plata en lo que luego fue la mina de El Tajo, en Rosario. Porque eso es esta historia: un filón de metal precioso que se desliza en el decir anecdótico con el lenguaje de los mineros, pero más con el entretenido modo conque don Pablo cuenta sus historias. En busca del vellocino de oro de la cultura Otro párrafo inicial que pinta de cuerpo entero a Pablo Lizárraga Arámburu es el de la presentación del libro El camino de los libros, editado en 1999 por La Crónica de Culiacán en su Colección Dixit, en donde el presentador y cronista titular Adrián García Cortés puntualiza: Con Pablo Lizárraga hay que tener siempre el ánimo dispuesto a escuchar sus enseñanza. Quien no quiera oír que no lo busque; porque en el solo decir – Pablo sabe lo que dice - , va consigo el coscorrón para aquellos que únicamente buscan protagonismos sin tener los méritos para ello. En <El camino de los libros> su autor refiere vivencias que pudieran ocurrirle a cualquiera que tenga la osadía de leer, escribir o publicar en pos de una cultura para preservar la identidad. Se indigna ante la incultura del poder; pero más le duele que esa incultura acabe con la fe y el reconocimiento a los valores locales. Su narrativa, como está hecha en esta edición, asume al autor como protagonista de ella; nos pasea en el decurso de su vida, cual buscador del Vellocino de Oro, donde el premio no es la piel mágica del cordero, sino un libro “de alta cultura”, como él la llama. Inacabable parece el acervo conceptual que el cronista García Cortés produjo en torno a la personalidad y a la obra de Pablo Lizárraga Arámburu, pero quede en los párrafos aquí entresacados la esencia de una vida apasionada y útil. En sesión extraordinaria de Cabildo, efectuada el lunes 15 de febrero en curso a las 11:00 horas, Jesús Vizcarra Calderón presentó su renuncia definitiva al cargo de Presidente Municipal de Culiacán, por motivos de estricto carácter personal, petición que fue aprobada por el Cuerpo Edilicio, que en consecuencia designó por unanimidad como alcalde provisional al Regidor Jesús Antonio Castañeda Verduzco, quien acto seguido rindió su protesta de Ley. En su mensaje de dimisión, Vizcarra Calderón expresó su orgullo por haber compartido con sus compañeros regidores “el gran proyecto de transformación de Culiacán, haber organizado el movimiento social más grande del país, y haber conseguido un gran éxito basado en la inclusión de todos”. Al dejar la huella de una intensa obra en materia de salud, de educación, de cultura, de fomento deportivo, asistencia social, infraestructura urbana y vivienda, entre muchos otros aspectos, Vizcarra Calderón reconoció los pendientes en materia de seguridad, pero advirtió que están en proceso de realización los proyectos que deberán incidir en un cambio de tendencia positiva en este gran problema. Hacia el final de su discurso, el ex alcalde sentenció: “Los culiacanenses hemos iniciado la construcción de un municipio donde cada quien tiene un lugar y una responsabilidad que cumplir; esto lo hará permanente porque ya no le pertenece sólo al Gobierno; la responsabilidad es de todos. Ese es mi gran orgullo, ser parte de esa generación que tuvo como base la transformación a través de la participación ciudadana activa. Ha sido un grandísimo honor servirles como Presidente Municipal. Muchas gracias”. De acuerdo con uno de los puntos de la orden del día, un regidor representante de las distintas fracciones políticas en el Cabildo expresó su sentir en torno a la gestión presidida por Vizcarra Calderón, y la concepción coincidente estableció que durante los 25 meses de su mandato, el hoy ex Presidente Municipal observó una disposición a la pluralidad que lo mantuvo atento ante las propuestas, así como tolerante y reflexivo ante los disentimientos. Vizcarra Calderón asistió a esta sesión acompañado de su esposa, señora Alma de Vizcarra, y de sus hijos. Huellas de búsqueda infinita en la obra de Pablo Lizárraga Semblanza del hombre y de su obra en la óptica de Adrián García Cortés Pablo Lizárraga Arámburu Jesús Vizcarra Calderón: “Me voy orgulloso de haber participado en esta gran obra por la transformación de Culiacán” Ya no contará historias El silencio de Pablo Lizárraga Herberto Sinagawa Montoya Petroglifos, fin de la búsqueda Petroglifos, fin de la búsqueda Tuve el honor de conocerlo en las reuniones del Grupo Aztlán, en casa de Rina Cuellar, a finales de los años setenta del siglo pasado; después lo traté cuando acordamos incluirlo, en el año de 1982, como autor en la Colección Rescate de la Universidad Autónoma de Sinaloa con el título Narraciones del Piaztla, libro que ilustraron Rosi Aragón Okamura y César Cristerna Mantengo su imagen vital, llena de energía creadora por ofrecernos los tesoros históricos de Sinaloa y sus generosas aportaciones al grupo Adopte una obra de Arte, comanda Vita Modesta, cuando recorrimos varios lugares del estado de Sinaloa. En ese grupo lo escuchamos con atención y sus explicaciones tuvieron el tono del explorador, ese que sabía algo más que lo anotado en libros y pergaminos antiguos. Polémico, siempre tuvo la valentía de disentir amablemente, como cuando le enmendó la plana al señor Valadés Lejarza sobre la fundación de Mazatlán, que mereció ser publicado en el añorado suplemento cultural del periódico Noroeste. Su aportación al tema de los petroglifos de Sinaloa con su obra Nombres y piedras de Sinaloa, lo colocó como uno de los pocos autores sinaloenses que incursionaron en tan intrincada cuestión. Inmerso en sus investigaciones sobre los apellidos de los sinaloenses agotó sus fuerzas y dejó muchos pendientes al respecto. Amable, educado y cálido; terco como buen sinaloense de origen vasco, Pablo Lizárraga Arámburu mantuvo inhiesta la bandera de la historia regional y hoy que acudimos a su misa de despedida en el santuario de La Lomita, de nuestra señora de Guadalupe, en esta ciudad de Culiacán, constatamos el gran cariño que supo despertar junto a su apreciable familia; por ello fue justo el minuto laico de silencio que le ofrendamos el 11 de febrero en el patio del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, en ocasión de la presentación del libro La polla de Heraclio, de Crecencio Montoya Cortés, comentado por Herberto Sinagawa Montoya. Pablo Lizárraga Arámburu, vives en tu obra; trasciendes en los resultados de tus investigaciones, tus sueños nos alcanzan y tus anhelos impulsan a los que seguimos en esta contienda cultural por mostrar lo mejor de Sinaloa. Don Pablito Gilberto López Alanís*

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Fuente idónea para una semblanza de Pablo, Lizárraga Arámburu, son sus propios libros, de los cuales se sustraen a continuación párrafos de los prólogos e introducciones escritos por el historiador y cronista Adrián García Cortés, quien en forma puntual describe la razón y la pasión de una vida útil y fructífera.

Nada podrá desvirtuar su incesante afán de investigar

En la presentación de los dos tomos de la obra Nombres y piedras de Cinaloa (editada por el Gobierno del Estado en 1980) García Cortés observa: El resultado de la minuciosa búsqueda del dato útil o anecdótico, por parte de Pablo Lizárraga, pudiera ser sujeto a la crítica académica; sin embargo, el rigor de la ciencia arqueológica o antropológica no podrá desvirtuar lo más importante del afán del autor; su propósito de que, “aunque sea en papel”, sobreviva a las generaciones posteriores las muestras de la cultura que se generó en Sinaloa antes de la Conquista y lo que sobrevivió a la Colonia hasta nuestros días.

En el prólogo de Luz de Luna, Edith, la gringuita cronista de Sinaloa, editada por la CAADES en 1985, y reeditada en conjunto con La Crónica de Culiacán en 2008, el prologuista se refiere a la sensibilidad conque el autor interpreta y traduce los apuntes que la jovencita norteamericana Edith S. Dorsey hizo a fines del siglo diecinueve sobre su permanencia en una mina de la sierra de Tacuichamona. En ese contexto el prologuista describe en tres párrafos la motivación de Pablo Lizárraga:

Cabalgó tras la historia para revelar el alma de Sinaloa

Ir por el camino, cabalgando tras la historia; subir las peñas y bajar las quebradas para entender el lenguaje de las piedras; discurrir en la entraña del pueblo para revelar el alma de Sinaloa: sólo una persona lo puede hacer.

Se necesita amor y una gran devoción “por las cosas nuestras”, las del Sinaloa cálido y bronco, y un gran despegue de las cosas propias, para entregarse al quehacer cotidiano del ser y no ser, de una investigación que sólo reditúa la sonrisa del vecino, de un narrar lo que acontece con la desesperanza del que parla en un mundo de sordos.

Sobre el presente libro vale decir que, de hecho, son dos: el de las reminiscencias de Edith S. Dorsey, que tiene su propio encanto, y el de Pablo Lizárraga, éste anotando cuanto consideró necesario para trasladar el tiempo de los ochenta del siglo XIX a los ochenta del siglo XX

El “mal de piedras” fue su padecimiento de por vida

En la introducción titulada “Preliminar”, del libro Historia sumaria de la minería en Sinaloa, el historiador y cronista García Cortés sintetizó en un párrafo inicial una descripción personal de Pablo Lizárraga, en los siguientes términos:

Desde que tuve la fortuna de conocer y amistar a Pablo Lizárraga Arámburu, siempre creí que padecía el “mal de piedras”; esa enfermedad que él mismo describe como sentir hambre y frío por los montes para arrancarle a la montaña las vetas de la fortuna. Químico de profesión, maestro por vocación y minero por adopción, don Pablo – como todos sus amigos le llamamos -, es, en verdad, un apasionado de las piedras, así sea la del rico mineral que anuncia destellos de oro y plata, como de las memorias rupestres que en sus petroglifos nos enuncian tiempos idos y aún no descifrados.

En cuanto al contenido de este libro, vale decir que el autor se regodea contando la vida minera como si fuera la suya propia. Leyéndolo y oyéndolo no queda más qué decir que me siento fascinado en el relato que pareciera hacerlo alrededor de una fogata, como aquella que cuenta la leyenda cuando se

Ya no contará más historias. Ha silenciado la voz para darle oportunidad a sus brazos de agitar con los remos las tranquilas aguas de la eternidad, de la que habla, muerto de miedo, el clérigo de la sombra, John Donne.

Platico de Pablo, de Pablo Lizárraga Arámburu, el historiador nativo de La Mora Escarbada, sindicatura de El Quelite, en el municipio de Mazatlán, que murió en este febrero friolento del año del 2010.

Alguna vez, hace muchos años, Pablo me confesó: “Tengo el plan de ir a España a indagar el origen de 280 apellidos españoles muy comunes en Sinaloa”.

Y fue a España. Esclavizó su estancia en la península escarbando en viejos legados, secuestrados de la polilla, obteniendo un material rescatado del acervo del Archivo de Indias, en Sevilla, de El Escorial, de Simancas y Guipuzcoa, dando cuerpo a uno de sus libros más célebres.

Este viajero prueba otra latitud. Se ha ido en silencio muy a tono con la sobriedad de su vida dedicada a desenredar misterios y a dejar filtrar la luz bajo la rendija de la puerta.

Detrás deja una obra que le sobrevivirá no sé por cuántos años. Pero sí sé que los jóvenes indagadores de la historia se detendrán en las páginas de sus libros para recoger semillas del pasado, haciéndolas fructificar con la esplendidez del calor sinaloense.

Ha cumplido Pablo con su misión al coronar sus 87 años con nuevos textos sobre el tema que apasionó y deslumbró su vida útil, heredándonos su amor por esta tierra y su curiosidad, de niño, para destorcer lo torcido. Ha dejado el campo libre. Pero su andanza de monje benedictino no dejará de emularse a la luz del día.

254Jueves 18 de Febrero de 2010

descubrieron los filones de plata en lo que luego fue la mina de El Tajo, en Rosario. Porque eso es esta historia: un filón de metal precioso que se desliza en el decir anecdótico con el lenguaje de los mineros, pero más con el entretenido modo conque don Pablo cuenta sus historias.

En busca del vellocino de oro de la cultura

Otro párrafo inicial que pinta de cuerpo entero a Pablo Lizárraga Arámburu es el de la presentación del libro El camino de los libros, editado en 1999 por La Crónica de Culiacán en su Colección Dixit, en donde el presentador y cronista titular Adrián García Cortés puntualiza:

Con Pablo Lizárraga hay que tener siempre el ánimo dispuesto a escuchar sus enseñanza. Quien no quiera oír que no lo busque; porque en el solo decir – Pablo sabe lo que dice - , va consigo el coscorrón para aquellos que únicamente buscan protagonismos sin tener los méritos para ello.

En <El camino de los libros> su autor refiere vivencias que pudieran ocurrirle a cualquiera que tenga la osadía de leer, escribir o publicar en pos de una cultura para preservar la identidad. Se indigna ante la incultura del poder; pero más le duele que esa incultura acabe con la fe y el reconocimiento a los valores locales. Su narrativa, como está hecha en esta edición, asume al autor como protagonista de ella; nos pasea en el decurso de su vida, cual buscador del Vellocino de Oro, donde el premio no es la piel mágica del cordero, sino un libro “de alta cultura”, como él la llama. Inacabable parece el acervo conceptual que el cronista García Cortés produjo en torno a la personalidad y a la obra de Pablo Lizárraga Arámburu, pero quede en los párrafos aquí entresacados la esencia de una vida apasionada y útil.

En sesión extraordinaria de Cabildo, efectuada el lunes 15 de febrero en curso a las 11:00 horas, Jesús Vizcarra Calderón presentó su renuncia definitiva al cargo de Presidente Municipal de Culiacán, por motivos de estricto carácter personal, petición que fue aprobada por el Cuerpo Edilicio, que en consecuencia designó por unanimidad como alcalde provisional al Regidor Jesús Antonio Castañeda Verduzco, quien acto seguido rindió su protesta de Ley.

En su mensaje de dimisión, Vizcarra Calderón expresó su orgullo por haber compartido con sus compañeros regidores “el gran proyecto de transformación de Culiacán, haber organizado el movimiento social más grande del país, y haber conseguido un gran éxito basado en la inclusión de todos”.

Al dejar la huella de una intensa obra en materia de salud, de educación, de cultura, de fomento deportivo, asistencia social, infraestructura urbana y vivienda, entre muchos otros aspectos, Vizcarra Calderón reconoció los pendientes en materia de seguridad, pero advirtió que están en proceso de realización los proyectos que deberán incidir en un cambio de tendencia positiva en este gran problema.

Hacia el final de su discurso, el ex alcalde sentenció: “Los culiacanenses hemos iniciado la construcción de un municipio donde cada quien tiene un lugar y una responsabilidad que cumplir; esto lo hará permanente porque ya no le pertenece sólo al Gobierno; la responsabilidad es de todos. Ese es mi gran orgullo, ser parte de esa generación que tuvo como base la transformación a través de la participación ciudadana activa. Ha sido un grandísimo honor servirles como Presidente Municipal. Muchas gracias”.

De acuerdo con uno de los puntos de la orden del día, un regidor representante de las distintas fracciones políticas en el Cabildo expresó su sentir en torno a la gestión presidida por Vizcarra Calderón, y la concepción coincidente estableció que durante los 25 meses de su mandato, el hoy ex Presidente Municipal observó una disposición a la pluralidad que lo mantuvo atento ante las propuestas, así como tolerante y reflexivo ante los disentimientos.

Vizcarra Calderón asistió a esta sesión acompañado de su esposa, señora Alma de Vizcarra, y de sus hijos.

Huellas de búsqueda infinita en la obra de Pablo Lizárraga

Semblanza del hombre y de su obra en la óptica de Adrián García Cortés

Pablo Lizárraga Arámburu

Jesús Vizcarra Calderón:

“Me voy orgulloso de haber participado en estagran obra por la transformación de Culiacán”

Ya no contará historias

El silencio de Pablo Lizárraga

Herberto Sinagawa Montoya

Petroglifos, fin de la búsqueda Petroglifos, fin de la búsqueda

Tuve el honor de conocerlo en las reuniones del Grupo Aztlán, en casa de Rina Cuellar, a finales de los años setenta del siglo pasado; después lo traté cuando acordamos incluirlo, en el año de 1982, como autor en la Colección Rescate de la Universidad Autónoma de Sinaloa con el título Narraciones del Piaztla, libro que ilustraron Rosi Aragón Okamura y César Cristerna

Mantengo su imagen vital, llena de energía creadora por ofrecernos los tesoros históricos de Sinaloa y sus generosas aportaciones al grupo Adopte una obra de Arte, comanda Vita Modesta, cuando recorrimos varios lugares del estado de Sinaloa. En ese grupo lo escuchamos con atención y sus explicaciones tuvieron el tono del explorador, ese que sabía algo más que lo anotado en libros y pergaminos antiguos.

Polémico, siempre tuvo la valentía de disentir amablemente, como cuando le enmendó la plana al señor Valadés Lejarza sobre la fundación de Mazatlán, que mereció ser publicado en el añorado suplemento cultural del periódico Noroeste. Su aportación al tema de los petroglifos de Sinaloa con su obra Nombres y piedras de Sinaloa, lo colocó como uno de los pocos autores sinaloenses que incursionaron en tan intrincada cuestión. Inmerso en sus investigaciones sobre los apellidos de los sinaloenses agotó sus fuerzas y dejó muchos pendientes al respecto.

Amable, educado y cálido; terco como buen sinaloense de origen vasco, Pablo Lizárraga Arámburu mantuvo inhiesta la bandera de la historia regional y hoy que acudimos a su misa de despedida en el santuario de La Lomita, de nuestra señora de Guadalupe, en esta ciudad de Culiacán, constatamos el gran cariño que supo despertar junto a su apreciable familia; por ello fue justo el minuto laico de silencio que le ofrendamos el 11 de febrero en el patio del Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, en ocasión de la presentación del libro La polla de Heraclio, de Crecencio Montoya Cortés, comentado por Herberto Sinagawa Montoya.

Pablo Lizárraga Arámburu, vives en tu obra; trasciendes en los resultados de tus investigaciones, tus sueños nos alcanzan y tus anhelos impulsan a los que seguimos en esta contienda cultural por mostrar lo mejor de Sinaloa.

Don PablitoGilberto López Alanís*