24 de noviembre de 2012

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Platica de chicatanas con Ana María Martínez de la Escalera

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24 Noviembre 2012

Platica de Chicatanas con

Ana María Martínez de la Escalera

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Ana María: Entonces, ¿por qué mujeres? Entiendo que no te quieras meter con

problemas de feminismo, porque hoy las posturas de género y feministas están

acaparadas, están apropiadas por grupos y si un grupo dirige algo no entra el otro

grupo, porque son además enemigas mortales, lo que es grave. Entonces, ¿cómo

evitarlo? Pues no hablar de feminismo ni con un adjetivo ni con otro. ¡Perfecto! Lo

evitas, pero aún así: mujeres. ¿Por qué? ¿Qué te da que nada más sean mujeres?

Wayzatta: Nos preguntábamos si había solidaridad entre mujeres, hablando

específicamente de nuestro campo. Que es el campo del arte.

Maj: Como grupo llamado mujeres estamos desarticuladas. Entonces, las preguntas

que trabajamos en las primeras sesiones fueron: ¿qué es solidaridad? ¿Es algo que se

da entre mujeres?

Ana María: Eso me parece muy bien. Yo creo que ahí habría dos ideas importantes

que quedan perfectamente destacadas. Una, en lugar de proponer algo que tendría

finalmente como fundamento el deseo o el interés de una o de dos o tres de ustedes,

dejar que la conversación se genere. En el sentido de que en una conversación cada

una puede tener intereses específicos y muy fuertes, y deseos y una voluntad de

hacer, pero, que en el momento que te relacionas con las demás esto se va

modificando y termina siendo algo incalculable. Rescatar esta idea de conversación

entre mujeres con esta característica. En términos teóricos es hermenéutica, porque

quien repensó esto fue Gadamer: esta idea de que caes en una conversación. No

puedes generar una conversación. Las conversaciones se hacen o no se hacen, pero tú

no la puedes generar. Incluso invitas gente para una conversación y termina siendo

cualquier otra cosa, por ejemplo, enfrentamiento o diálogo en el peor sentido, sólo

hablan dos, se apropian de las palabras, de las ideas. Una conversación siempre es

nueva y siempre lo que suceda te tiene que obligar a repensar por qué sucedió así.

Puedes hacer la historia de esa conversación particular y repensar cosas en esa

conversación, por ejemplo, en el caso de las mujeres… Cómo las conversaciones

entre mujeres van generando ciertas cosas. Y la otra idea que a mí me parece muy

importante y que a veces me he resistido a llamarle solidaridad, es una palabra que ya

se ha utilizado mucho, y entonces, no nos damos cuenta del alcance que tiene esta

palabra.

Maj: En la política en México, ¿no?

Ana María: Tendría, más bien, que ver con cómo a lo largo de esta conversación se

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van produciendo relaciones y vínculos donde cuestiones como, quizá la más

importante sea la competitividad, tanto erótica, como económica, como de estatus y

demás, no es que se abandone por completo, nunca se abandona, pero queda como

rezagada, porque empiezan a aparecer cuestiones, que sólo esa conversación entre

mujeres está generando, y que las mujeres, en general, no hemos perseguido, porque

estamos peleándonos, y de manera muy dura, contra otras mujeres lamentablemente,

y contra los hombres para poder… Para hacer que se escuche nuestra voz y para

luchar contra, que mala palabra voy a decir ahorita, cierto tipo de demonios o

fantasmas que arrastramos.

Maj: Internos, ¿no?

Ana María: Claro. Cierto narcisismo con el que nos constituimos como mujeres y

que está ahí y que es bien difícil de abandonar y que está en el cuerpo. Son prácticas

corporales, para echarlas abajo es todo un…

Wayzatta: La historia…

Ana María: Claro, es la historia de los cuerpos, por supuesto. Entonces, ¿cómo

podemos darnos cuenta de todo esto? En la conversación. Las conversaciones generan

a veces este darte cuenta de… De estas cosas, y también, evitarlas en la conversación,

no en tu casa sola frente al espejo, no en tu trabajo solita. Sino cuando estás en la

conversación. Ahí es donde es importante y quizá bien o mal, quizá los efectos

inmediatos no sean muy buenos, quizá hasta te entristeces… Todo esto para evitar el

crimen contra la hermana. Que creo que es una postura fundamental en términos

históricos, sociales. Para no hablar ni de patriarcado…

Maj: Tú, ¿cómo le llamarías en vez de solidaridad? Porque… Un amigo me dijo: es

que solidaridad fue un programa de Salinas de Gortari, a mí por eso esa palabra no me

gusta.

Ana María: Tiene razón.

Maj: Tú, ¿cómo le llamarías?

Ana María: Pero, también… No podemos restringir el uso de la lengua, que en

principio es libre, porque alguien se la haya apropiado… Hay que generar

experiencias de expropiación de esos usos de la palabra. La conversación puede

iniciarse como una experiencia de expropiación. Pero para eso se requiere que, de

verdad, la logres expropiar, que muestres: se la apropiaron así y así, y sin embargo,

solidaridad quiere decir todo esto. Hacemos conversando entre mujeres y poniendo

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en cuestión ¿por qué? porque quizá no hay una noción, una que te pueda decir, que

pueda unificar todos estos significados que solidaridad tiene. Decía hace un momento:

luchas contra el crimen contra la hermana. Porque el darte cuenta cómo la sociedad

está organizada, cómo te excluyen, cómo te estandarizan en un cierto tipo de

comportamiento… Todo lo que hemos vivido y padecido continuamente, y no sólo

frente a los hombres, frente a las instituciones y frente al poder, sino cuando estás sola

pensando contigo misma y tú solita te boicoteas. Entonces, eso ¿cómo llamarlo? Es el

crimen contra la hermana, porque no es el problema, cuando tienes pareja. El

problema no es el hombre en tanto pareja: sexual, amorosa. No es el padre

únicamente, no es el patriarcado, no sé si me explico. Que además la madre cumple

ahí una función. Es donde creemos que está la igualdad, los hermanos nacidos de los

mismos padres, uno es hombre y una es mujer, y sólo por el hecho de nacer hombre,

ya la hiciste frente a tu hermana, aunque seas alguien que haya nacido en una familia

muy humilde, en una zona del país muy vulnerable, el hecho de ser hombre es un

grado más de posibilidad de evitar la vulnerabilización de tu cuerpo. Hay un crimen

contra la hermana. No es contra la esposa, no es contra la hija. Para quitarnos de la

cabeza únicamente el esquema patriarcal, que es siempre vertical, porque con la

hermana estableces relaciones de horizontalidad, que son siempre no-igualitarias.

Porque terminan los hermanos, de alguna manera, ejerciendo derechos sobre la

hermana, de intercambio.

Wayzatta: Y toda esta idea de que la horizontalidad es la igualdad…

Ana María: No es cierto. En el caso de la hermana, no es cierto. Entonces, ahí se

comprueba que la famosa horizontalidad tampoco resuelve el problema, ni del

pensamiento, ni de la acción, que trate de una manera solidaria de evitar las formas de

exclusión. Entonces, eso sería el primer punto de esta solidaridad, que estaríamos

buscando, en principio a través de la conversación. Ahora, la conversación te lleva

también a organizar los cuerpos, las pasiones de los cuerpos digamos, buenas, malas,

pero las que te arrastran. Los boicots a los que estamos tan acostumbradas respecto a

nosotras mismas. Y ese desconocimiento del que hacemos gala muchas veces, que

donde tu sientes ciertos placeres, ¡ojo! Que no es seguro que estés bien. En las

competencias entre mujeres, te puedes sentir bien inmediatamente, pero si tomas una

cierta distancia y lo piensas, ¿qué es lo que refuerzas ahí? Ciertos narcisismos, ciertos

comportamientos, ciertos valores que son estandarizados completamente y que no iría

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por ahí y que tampoco se trataría de tomar los de los hombres y apropiarse, sino

mediante estas conversaciones solidarias descubrir. Entonces, estaría del lado de la

invención de los cuerpos, ¿no? Entonces, tenemos todo este lado de… Contra el

crimen de la hermana organizar a ver qué y buscar cómo inventamos… Y entonces, la

cuestión de la solidaridad dejaría de ser… Articular políticas o formas de

comportamiento o redes de apoyo. Va mucho mas allá de una red de apoyo. Que

también una red de apoyo es muy importante. Un ejemplo: el otro día estaba hablando

con unas amigas. Una de ellas decide tener un hijo sola, y entonces todas las amigas,

cuando el niño ya tiene cierta edad, se organizan para cuidarle un día a la semana al

niño, para que ella pueda seguir trabajando. Eso es una red solidaria y de alguna

manera amistosa. En toda solidaridad hay obligaciones, son vínculos pero también

obligaciones.

Maj: Y ¿es práctica, Ana María?

Ana María: Habría que discutirlo. Una red de solidaridad te vincula, pero también te

obliga a ciertas cosas, a intercambiar. Es una especia de contrato no escrito: cada día

de la semana, entonces, necesitas tener al menos siete amigas en esta red. Y entonces

se vuelve una organización un poco forzada, que a la larga… Cualquier organización

en el momento que se asienta empieza a ejercer derechos. Lo que era un apoyo

circunstancial, se vuelve una obligación. Como siempre ha sido el trabajo de las

mujeres, hazlo dos veces y a la tercera ya te lo exigen. ¿Sí o no? Si estás en una

reunión y se te ocurre servir café una vez y a la segunda vez sirves café, a la tercera

ya todo el mundo, mujeres y hombres, están esperando que te levantes y sirvas.

Entonces, toda organización genera derechos, aparentemente. Por lo menos a nivel de

lo que la gente espera. Entonces, ¿cómo creas una solidaridad sin eso? ¿Cómo

modificas?

Wayzatta: ¿Qué sería? ¿Cómo se podría llamar? Como una solidaridad voluntaria,

que se trabaje con voluntades…

Ana María: Claro. Inventar otras formas, otros vínculos.

Maj: Se tendría que reajustar todo el tiempo, ¿no?

Ana María: Todo el tiempo. Esa es una muy buena idea. O sea, estás todo el tiempo

reajustando, para no utilizar la palabra negociando, que tiene también ciertos

significados mercantiles, que no nos convienen, entonces, reajustas.

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Maj: ¿Sigues estando dispuesta a la obligación que tu solidaridad te implica? ¿Sí o

no?

Ana María: Claro. Pero, cambiemos los términos. Ahora quiero que sea así y se

discute. Ahí es donde…

Wayzatta: Conversación.

Ana María: Exacto. Que puede ser, además, subida de tono la conversación, que

grites: yo te apoye, no sé cuántos días y a mí no me diste nada a cambio. Se puede

discutir todo eso, sobre todo, porque venimos de una cultura, donde creemos que, si tú

das algo lo tienes que recuperar.

Maj: Sí, lo cobras. Cobras el favor.

Ana María: Y normalmente te lo cobras más, te lo cobras con intereses. Hay usura

afectiva, ¿sí o no? Por lo menos lo esperamos y cuando no te lo dan juzgas a esa gente

a partir de eso que tú esperabas, que es usurero completamente. Entonces, ¿cómo

evitas eso? Pues, conversándolo y diciéndolo. Que todo esté siempre, diríamos, sobre

la mesa para ser discutido.

Maj: ¿Tú crees que la solidaridad es reacción ante una emergencia?

Ana María: No, pero también hay que considerar, que las emergencias, es decir, que

esta cotidianidad que se hace de manera contingente hace aparecer emergencias, y que

también habría que considerarlo dentro de esos esquemas de solidaridad. La idea es:

un esquema de solidaridad organizado se piensa para que pueda hacer frente a

contingencias. Una cierta organización… Se requiere esto pero ya tenemos a la gente.

Así de elemental, digamos. Pero, la solidaridad no se puede reducir a eso, a tener

contactos o relaciones que te puedan resolver problemas. Lo importante sería, en

lugar de resolver problemas, inventa circunstancias que no estaban ahí antes, inventa

situaciones afectivas, corporales, es decir, lo que se llamarían experiencias, que

pueden ser transmitidas y que pueden ser legadas de otra manera y no podemos decir

de qué manera, entonces no sería invención, una verdadera invención. Puede ser que

tú agarres cosas que ya se habían practicado hace muchísimos años y en quién sabe

qué parte, pero al ponerlas en marcha aquí adquieren un nuevo significado, ya no es lo

mismo. Entonces, recuperar para la vida cotidiana y para la relación entre las mujeres

la fuerza de la invención. Y no reservarla únicamente para los objetos como en el caso

de las nuevas tecnologías, donde la invención en realidad es innovación y está medida

por las reglas del mercado. Y está pensado a partir de satisfacer necesidades, pues no.

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Aquí no se satisfacen necesidades, sino que son cosas que se van generando, en la

relación con las otras y en el intercambio de ideas, se haga como se haga. Además,

nadie te obliga a que lo que se ponga en marcha se siga siempre: no funciona, te hace

daño. Yo creo que ese es el único, podría ser discutible, límite: si le hace daño a

alguien, marcha atrás. Es un límite un poco general, porque a veces lo que te hace

daño es lo que está en contra de esos intereses medio boicoteadores o narcisos que

tienes.

Wayzatta: ¿Y las convenciones que te construyeron?

Ana María: Todo lo que llamaríamos la estandarización, lo arquetípico, lo

estereotípico de las conductas de las mujeres. Que si se han dado cuenta, en general,

estamos mucho más estandarizadas que los hombres, que tienen mucha más libertad

para moverse, por lo menos a ciertas edades, y uno no. Por muchas razones, no sólo

por relaciones de dominio, sino que también la cuestión biológica nos impone. Digo,

la menstruación no es cualquier cosa. Te obliga a ciertas cosas.

Maj: A ciertas dinámicas.

Ana María: Lo primero que te obliga es: ¡ojo! Porque quedas embarazada, cuando no

quieres, y ya se te arruinó una cantidad de cosas que tenías pensadas. Entonces, hay

ahí cosas, en las que habría que volver a pensar. Y la invención empieza desde, la

invención del lenguaje, estar discutiendo como ahora, ¿usamos o no usamos la

palabra solidaridad? Son buenas preguntas. A inventar algo que ahora podemos no

tener muy claro, que genere cosas, que tenga efectos sobre las otras, sobre ti misma,

más o menos inesperados, pero interesantes. Que te descubran cosas, en las cuales no

habías pensado. Porque o por lo menos eso para mí es importante: el pensar en lo que

uno hace, a mí no me parece equivocado, me parece que es parte de lo que hacemos,

también.

Maj: Lo de la invención a través de la palabra, casi siempre sería, más bien, un

reciclaje o una resignificación de la pablara, porque la palabra ya existe, entonces,

sería llenarla de nuevo, con contenidos nuevos.

Ana María: Claro, lo que se llamaría en términos lingüísticos significados, que son

usos y los usos nunca son privados. Hablamos en términos de un idiolecto, que sería

sólo tuyo, de tu grupito. Lo que siempre hay. Y ahora, por ejemplo, todos los

teléfonos, sobre todo, entre los adolescentes: generas idiolectos. Pero, mas allá de eso,

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lo que generas son nuevos significados, y el significado implica usar las palabras de

cierta manera con nuevos efectos.

Natalia: Y que tiene que ver con lo que decías de la expropiación, que también ya

hay palabras con ciertos significados.

Ana María: Importantísimo, porque el uso del lenguaje siempre genera, y se genera a

la vez dentro de formas de expropiación, desde las típicas que hablas porque vienes de

una familia determinada, o sea, un cierto uso cultural, has ido a una escuela también

determinada, etc. Pero que también, en el momento que tú utilizas el lenguaje para

hacer algo con el lenguaje, que vaya incluso mas allá del lenguaje y te pones a pensar

para hacer algo, por ejemplo, cuando proyectas, ahí la cuestión de la apropiación y de

la expropiación es importantísima.

Maj: Empezar a cambiar el sentido de una palabra es algo que podemos hacer con el

lenguaje.

Ana María: Sí y no.

Maj: Sí y no, ¿por qué?

Ana María: Te explico. Sí: lo que esperaríamos, o sea, como nivel de expectativa

sería ese. Es una expectativa general, abstracta, ahora a nivel práctico, ¿qué implica?

Que tú puedas persuadir y convencer al otro, con quien hablas de que esa introducción

de ese sentido específico es válida, es decir, que lo persuadas, lo convenzas para que

él también diga: lo has dotado de significados interesantes.

Maj: Ahí entra la conversación.

Ana María: Exacto.

Wayzatta: Y también implica tener conocimiento de lo que comúnmente significa la

palabra.

Ana María: Básico. Que es lo que tú decías hace un momento, cuando mencionabas

lo histórico, o sea, tú no puedes utilizar el lenguaje como quieras frente a tu propio

desconocimiento y decir: yo utilizo. Por lo tanto, el saber la convención… O sea, tú

no puedes romper algo, ni inventar, sino conoces la convención. Por eso la invención

siempre es contra la convención, que es la historia, de las palabras. Entonces, sí y no.

Las buenas consideraciones siempre son sí y no. Tú haces una pregunta y te dicen, sí

por esto y no por esto otro y hay que saber medir, lo cual es difícil, porque no hay

reglas y eso es lo interesante. Entonces, la invención siempre tiene ésto, porque… Yo

por eso hablaba hace un rato de experiencia. Lo interesante de la experiencia, en

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español, porque en alemán la distinción tiene su propia historia interesante, pero en

español la diferencia entre experiencia y vivencia es que la vivencia no requiere de la

transmisión. En cambio la experiencia implica por los usos que le hemos dado a esta

palabra en español “aprender con la experiencia”.

Maj: Hay reflexión.

Ana María: Hay un cierto intercambio, aunque no sea reflexión en el sentido

individual, hay intercambio, lo pones en una mesa de discusión, contigo mismo y…

Wayzatta: Se hace público, por así decirlo.

Ana María: Exactamente. Lo historizas, lo haces público en el sentido más riguroso

de los términos teóricos. Yo así utilizo la palabra experiencia, así utilizo la palabra

historia, en efecto, y así utilizo la palabra público. Porque implica siempre una

dimensión donde te vulnerabilizas. Porque puedes intentar controlar el nivel de lo

público sin la conversación, pero también es cierto que hay cierta vulnerabilización en

abrir algo a la discusión, en poner algo sobre la mesa, en decir: chance que estoy

equivocado.

Natalia: Es exponerte.

Ana María: ¿No es cierto? Entonces, de alguna manera, te vuelves vulnerable.

Maj: ¿Y la vivencia, entonces, sería…?

Ana María: La vivencia sería la inmediatez del hacer cosas. Que haces cosas. A

veces no sabes por qué han sido motivadas, pero, día a día tienes muchas vivencias.

Pero, quizá no puedes decir lo mismo de las experiencias. Una experiencia que te

ayude además a futuro, que puedas intercambiar y todo… A veces te puedes echar

una semana entera de trabajo, puras vivencias y nada de experiencia.

Maj: ¿No es más corporal la vivencia?

Ana María: No, creo que la marca interesante es que sería un poco asocial, en el

sentido…Que es lo que tú vives en tu intimidad, sin reparar en que… Quizá, nada

más, estás repitiendo un estándar y un comportamiento estereotípico que además, va

acompañado de cierta carga patética, es decir, de emociones, de disgusto o

placenteras, que vienen y van.

Wayzatta: Pero, ¿la experiencia no podría ser también, en ese sentido del espacio de

reflexión, lo que se obtiene de esas vivencias?

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Ana María: Sí. La experiencia se nutre de vivencias, pero también de lenguaje, de

cómo lo utilizamos, de ese conocimiento que tú vas poniendo en juego en la mesa,

digamos, en el intercambio.

Maj: La experiencia es como interpretas la vivencia, ¿no?

Ana María: Claro y qué pones en juego en la interpretación, desde un conocimiento,

qué te diré, súper especializado médico, sociológico o muy práctico, el hecho de que

seas experta con tu mano para dibujar, por ejemplo. Todo eso son saberes prácticos

del hacer, pero también saberes teóricos que pueden, que tienen la fuerza en última

instancia de inventar algo humano, y por lo tanto, es de lo que vas hablar en la

experiencia. Entonces, la experiencia a veces se focaliza en tal vivencia, pero junto

con todos estos órdenes de saberes, que están en tu vida, que nos rodean, pero que

sólo un acto los pone en relación, es decir, los trae aquí, los exhibe y ¡órale!

Discutamos.

Maj: Y ¿cómo escapamos a las oposiciones?

Ana María: No, no escapas, luchas contra ellas.

Maj: Ok. Practicar no sólo ver esos dos…

Ana María: Darte cuenta que cuando estás categorizando el mundo, es decir,

ordenando tu percepción, tu conocimiento, tus ideas, tu opinión a partir de estas

categorías estás dejando de pensar otras cosas y la cuestión es qué dejas de pensar…

¿Qué caso tiene la conversación? En la conversación intercambias lo que sabes, o sea,

distintos órdenes de saberes, de todo tipo y los intercambias, en el sentido de que no

esperas nada a cambio, de lo que la otra te diga, cuentas algo, yo sé esto aquí está y no

esperas que por eso tengas un lugar específico en la conversación, no estás buscando

privilegios, estás regalando. Entonces, esa generosidad, aunque suena a un valor

moral, habría que pensarla como un significado de la solidaridad y no como una

generosidad para que digan: ay qué generosa eres, qué buena, sino la generosidad para

no ser lo contrario, que es aquel que acapara, o sea, la generosidad como algo que, por

lo menos, intentas tú luchar contra la usura de la que hablamos antes, la usura de los

afectos, de los signos sobre el significado. Esta apropiación dominante, tanto del

significado, de los afectos, entonces, ir por ahí construyendo, y en principio, no

abandonar la palabra solidaridad, porque dice todo esto, pero a medida que la sigue

uno pensando van apareciendo otras cosas y llegará un momento en que la abandones,

y digas: es esto, más bien, pero tampoco forzarlo, porque a qué te arriesgas, a la

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incomunicación, que digan: ¿de qué estás hablando? Y que después se vuelva además

una especie de palabra fetiche, que todo el mundo la mencione y que nadie sepa qué

está diciendo y que crean que con eso están como al día, actuales, están en lo que

debe de hacerse, y si rascas un poco, no saben por qué esa palabra se utiliza y no otras

palabras, que a mí me parece bastante lamentable. Que de pronto se pone… Son

como… Modas lingüísticas o de vocabulario, que mucha gente las utiliza, pero

tampoco están enriqueciendo nada, ni están modificando, están repitiendo, porque hay

que repetir, hay que leer esto, hay que decirlo de esta manera y no de esta otra, que es

un poco por lo cual, en general, compras ciertas cosas, te vistes de cierta manera,

hablas de cierta manera, que son comportamientos como de grupo adolescente. Donde

sólo quieres ser aceptado y eso es muy fuerte para todos. En el fondo hasta quieres ser

aceptado por tus enemigos, lo cual es de locos, pero, sí te gustaría que hasta tu

enemigo digiera y reconociera que eres alguien que sabe, que piensa bien y que hace

las cosas bien.

Natalia: Y es muy fuerte porque está muy arraigado, muchas veces, te sale sin darte

cuenta de lo que estás haciendo.

Ana María: Es parte de los comportamientos boicot, porque nos boicoteamos, en

realidad. Entonces, yo siento que una conversación, que genere estás formas,

diríamos, extraordinarias de solidaridad, y son extraordinarias porque no son

ordinarias, no están estandarizadas o buscarían desestandarizarse, por eso

extraordinarias. Y al mismo tiempo este impulso por evitar esta situaciones de usura,

que obligan a los otros…

Maj: Yo no entiendo bien la palabra usura, ¿qué significa?

Ana María: En el ejemplo que puse… Tú haces algo, le haces un favor a alguien y

esperas que te lo devuelva con intereses, más de lo que tú has dado. Eso sería la usura.

Cuando, y no es una práctica extraña al mundo humano, porque los antropólogos han

analizado ciertas prácticas como ritualísticas y de intercambio, donde el hecho de que

tú gastes en el otro obliga al otro a gastar más que tú la siguiente vez que gaste. Esto

se vio en algunas tribus del pacífico sur, al grado de que, haciendo esto, obligas a que

el otro venda todo lo que tiene para hacer una fiesta en el pueblo y lo empobreces y tú

te quedas con lo de esa gente, ¿qué hay ahí detrás? Una razón económica muy jodida,

por eso, le llamo usura. Tú haces un favor para algo, para ser reconocido como

alguien que hace favores: usura. Y porque quizá la palabra en occidente todavía

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conserva cierto sentido negativo, o sea, tú puedes prestar algo y sacarle algo de

ganancia hasta el límite de la usura, diríamos, aún cuando todo el mundo considera,

que es injusto estar exigiendo tanto. Podríamos no precisar qué sería usura, pero

utilizar el término para mostrar este ejercicio donde das, pero porque sabes que vas a

cosechar y sino cosechas se lo haces pagar al otro. Entonces, ¿cómo podemos

establecer relaciones, en el caso de estas redes solidarias entre mujeres? De que hay

una cierta obligación o que alguien puede esperar que la apoye, pero no al grado de

que, por eso, empobreces. Empobrecer en términos morales, culturales, afectivos, de

que le estés nada más pidiendo a la otra persona que te apoye…

Wayzatta: Yo te quería hacer una pregunta de eso. La iniciativa de hacer esta revista.

¿Qué pertinencia le ves tú a un número así? ¿Sí lo ves pertinente? Y ¿sí ves pertinente

que se vaya por ahí? Solidaridad entre mujeres… También, que nos digas los riesgos

a los que nos podemos enfrentar. ¿Cuáles son?

Ana María: En principio, me parece que hay que hacerlo. Ahora, riesgos… Y ahí

tendríamos que tomar en cuenta todo lo que hemos hablado hasta ahorita, porque han

salido cosas que nos permiten darnos cuenta dónde hay riesgos, por ejemplo, la usura,

todos estos son riesgos. Pero, habría que pensar en un contexto mucho más específico.

Uno de los riesgos, que en principio parece el más general, es que entonces los

hombres ni se pueden acercar a este espacio, ni van a ser oídos, ni queremos verlos,

porque somos anti-hombres, por ejemplo, lo cual no es cierto. Entonces, ¿cómo

plantear esta búsqueda de un espacio, una manera de hacerse público que sea

feminista, que sea de las mujeres? Y ¿por qué? Por eso yo te preguntaba, o sea, ¿por

qué de las mujeres? Porque los hombres han tenido clubs de hombres desde siempre y

sólo ellos se presentan y sólo ellos se escuchan y tienen sus propios códigos, bueno,

buscar eso sería una de las cuestiones. La otra, justamente, para generar formas de

solidaridad que no existen, las mujeres tenemos que competir en un mundo que, en

general, nos excluye o considera que somos menos, estamos tan clavadas en eso, que

si podemos, utilizamos a las otras, entonces bueno, para evitarlo necesitamos este

espacio de confluencia donde nos oigamos sin reservas, sin reservas críticas,

entonces, yo creo que cualquier tipo de riesgo que vaya apareciendo sobre la marcha,

no es que se resuelva, pero sólo se puede enfrentar siendo muy críticas y muy

transparentes.

Wayzatta: Sí.

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Ana María: Tantas veces los hombres llaman a sus cuates, hacen sus cosas y nunca

nadie les ha dicho nada.

Maj: Claro, pero eso es “natural”.

Ana María: Ahí no pasa nada, eso es natural, pero, si las mujeres lo hacemos, eso es

forzado. ¡Queremos ser amigas, queremos hablar con las amigas! ¡Punto! Somos

mujeres y somos amigas, se acabó. Y sobre la marcha se puede intentar definir la

amistad, no como siempre se ha definido, de forma masculina, con todos los valores

masculinos y hasta guerreros, porque la amistad siempre se piensa en términos

guerreros.

Maj: ¿Por qué?

Ana María: Porque de ahí sale, en el pensamiento occidental la palabra amistad, o

sea la filia, que además tiene en Grecia, consideraciones históricas y sociales, pero

sobre todo, es una manera de sostener los ejércitos, o sea, ¿cómo peleas más

bravamente? Porque defiendes a tu hermano. Filia quiere decir hermano, por eso yo

decía: contra el crimen contra la hermana, porque en la filia, en la pura palabra, en la

historia de la palabra, está fuera la figura de la hermana. Como si las mujeres no

tuviéramos relaciones, ah no porque cuando las mujeres están juntas son como gatas,

se pelean, y puede ser que haya cosas que hayan pasado así, pero hay una razón

histórica o varias razones históricas de esto, por la competencia a la que nos vemos

sometidas, la reducción estandarizada de la conducta al erotismo, a la sexualidad, a

ganar una pareja, todo este rollo que aparentemente no da cabida a relaciones de

solidaridad y vínculos de solidaridad donde no hay explotación. ¿Te das cuenta que

ahí van riesgos? Esos son los riesgos. Que evitemos esto. Y si algún hombre quisiera

y tuviera algo que contribuir… Hasta donde sabemos tienen muy poco que contribuir,

porque no creen que haya solidaridad entre mujeres, porque no creen que sea posible

y porque…

Maj: No les interesa el tema.

Ana María: ¿Por qué uno tendría que dar más explicaciones para armar un grupo de

mujeres? Ya en términos históricos uno diría, porque resulta difícil y la necesitamos.

O sea, incluso, en términos corporales, afectivos necesitamos eso, porque esta

vivencia que todas hemos tenido o buena parte de las mujeres de que tienes amigas

mujeres hasta cierta edad que se cruza, digamos, la sexualidad, las hormonas y luego

las amigas siempre son secundarias en relación con las parejas, aunque las parejas

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sean malas y sean parejas de dos fines de semana que no te aportan nada, renuncias a

hacer cosas con las amigas, todas hemos tenido esa experiencia. Quiere decir que

siempre estamos relegando el tener experiencias solidarias con mujeres. Es más nos

parece natural que renunciemos a salir con una amiga para salir con un hombre o con

varios.

Celia: Pero, eso es a determinada edad.

Ana María: Que con la edad y con estas nuevas experiencias entre mujeres, y gracias

también a los feminismos nos hallamos dado cuenta, que esta solidaridad entre

mujeres, es, digamos… Nutrimos el alma con esto también, lo hemos logrado de la

segunda mitad del Siglo XX hasta ahora, sesenta años ¿en cuántos años de

civilización occidental? En realidad, es un suspiro. Y en la vida de cada una, y según

los países de uno: ¡muy poco! Ojalá esto estuviera cambiando, pero está cambiando

tan poquito…

Maj: Tan lento…

Natalia: Muy…

Ana María: Tan poquito. Donde de verdad hay solidaridad, donde ves que se

construyen nuevas formas sociales, públicas, de lo público, no atravesada por este

estigma de la estandarización del comportamiento femenino, donde de verdad puedes

intentar ser mujer de otras maneras.