13 domingo iii de adviento - instituto del verbo...

33
Texto Litúrgico Exégesis Comentario Teológico Santos Padres Aplicación Ejemplos Predicables Directorio Homilético Información Textos Litúrgicos · Lecturas de la Santa Misa · Guión para la Santa Misa 13 diciembre Domingo III de Adviento (Ciclo C) – 2015

Upload: others

Post on 16-Mar-2020

28 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Texto Litúrgico Exégesis Comentario

Teológico

Santos Padres

Aplicación Ejemplos

Predicables

Directorio

Homilético

Información

Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

13diciembre

Domingo III de Adviento (Ciclo C) – 2015

Domingo III del Tiempo de Adviento (C)

(Domingo 13 de Diciembre de 2015)

LECTURAS

Eres la alegría del Señor

Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-18a

¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón,

hija de Jerusalén!

El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus

enemigos.

El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal.

Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El

Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!

Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de

alegría, como en los días de fiesta.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL Is. 12, 2-6

R. ¡Aclamemos al Señor con alegría!

Éste es el Dios de mi salvación:

yo tengo confianza y no temo,

porque el Señor es mi fuerza y mi protección;

Él fue mi salvación. R.

Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,

anuncien entre los pueblos sus proezas,

proclamen qué sublime es su Nombre. R.

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:

¡que sea conocido en toda la tierra!

¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,

porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.

El Señor está cerca

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Filipos 4, 4-7

Hermanos:

Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de

ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien

por nada y, en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica,

acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.

Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su

cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

ALELUIA Is. 61, 1

Aleluia.

El Espíritu del Señor está sobre mí;

Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres.

Aleluia.

¿Qué debemos hacer?

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas 3, 2b-3. 10-18

Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.

Éste comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de

conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba:

« ¿Qué debemos hacer entonces?»

Él les respondía:

«El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga

otro tanto».

Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron:

«Maestro, ¿qué debemos hacer?»

Él les respondió:

«No exijan más de lo estipulado».

A su vez, unos soldados le preguntaron:

«Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»

Juan les respondió:

«No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el

Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos:

«Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni

siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; El los bautizará en el

Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y

recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible».

Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Palabra del Señor

Volver Textos Litúrgicos

GUION PARA LA MISA

IIIº Domingo de Adviento- 13 de diciembre 2016- Ciclo C

Entrada: En este tercer domingo de Adviento la liturgia nos invita a la alegría del

espíritu con la célebre exhortación del apóstol san Pablo: “Alegraos siempre en el

Señor… el Señor está cerca”. La comunión con el Cuerpo y Sangre del Señor colman

en plenitud nuestro gozo y nos anticipan la alegría eterna.

Liturgia de la Palabra

Primera Lectura: Sof 3,14-18a

Jerusalén grita de alegría y se regocija de todo corazón pues el Señor está en medio

de ella.

Salmo Responsorial: Isaías 12, 2- 6

Segunda Lectura: Flp 4,4-7

El apóstol de los gentiles invita a los cristianos de Filipos a alegrarse en el Señor que

está cerca.

Evangelio: Lc 3, 2b- 3. 10-18

San Juan Bautista exhorta a la conversión y a obrar con rectitud aguardando la

venida del Salvador.

Preces:

Hermanos, oremos por nuestras necesidades al Padre, que en Jesucristo cumplió las

fieles promesas hechas a sus siervos.

A cada intención respondemos cantando:

*Por las intenciones del Santo Padre, especialmente para que en esta Navidad los

Pueblos reconozcan en el Verbo Encarnado la luz que ilumina a toda la humanidad, y

las Naciones abran las puertas a Cristo Salvador del mundo. Oremos.

* Por todos los sacerdotes, para que a ejemplo de san Juan Bautista sepan preparar

los corazones de los hombres para la visita que Dios Padre quiere hacerles en la

Persona de su Hijo. Oremos.

*Por la unidad de los cristianos, para que los que creen en Cristo se reúnan en un

solo rebaño bajo un solo pastor y de esa manera sean testimonios creíbles de la

verdad de Cristo.

* Por la paz del mundo, especialmente en Medio Oriente, para que los gobernantes

de los pueblos comprendan que la violencia y la guerra nunca son caminos válidos

para resolver las diferencias. Oremos.

* Por todos nosotros, para que estemos siempre alegres en el Señor y la paz de

Cristo custodie nuestros corazones hasta que Él venga. Oremos.

Padre bueno, que quienes nos alegramos en la esperanza recibamos de tu bondad lo

que en la oración expresamos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Liturgia Eucarística

Ofertorio:

Mientras todo nuestro gozo consiste en la espera ansiosa de la llegada del Señor nos

ofrecemos haciendo eucarísticas nuestras vidas.

Presentamos:

* Cirios, y nuestra intención de que la luz de la fe llegue a todos los pueblos que aún

no conocen a Cristo.

* Pan y vino, dones que recibimos del mismo Dios para que se transformen en la

Víctima, Jesucristo Nuestro Señor.

Comunión: Jesucristo en la Eucaristía nos devuelve la alegría en la certeza de saber

que Él es nuestra salvación y nuestra vida.

Salida: Que María, Madre del Señor, nos ayude a entregarnos, con humildad y

valentía, para que el mundo acoja a Cristo, que es el manantial de la verdadera

alegría.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _

Argentina)

Volver Textos Litúrgicos

Inicio

Exégesis · Alois Stöger.

“Él os bautizará en el Espíritu Santo y con fuego”

10 Entonces la gente le preguntaba: Pues ¿qué tenemos que hacer? 11 él les

respondía: El que tenga dos túnicas dé una al que no la tiene; y el que tenga

alimentos, haga otro tanto.

La verdadera conversión mueve siempre a hacer esta pregunta: Pues ¿qué tenemos

que hacer? La predicación de san Pedro tocó los corazones de los oyentes, que

decían: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» (Hec_2:37). La pregunta por las

obras es la que pone el sello al valor de la conversión.

Las obras en que se manifiesta la reforma de vida y la verdad de la conversión son

las obras de sincero amor al prójimo, la partición con los demás de lo que se tiene.

«El que tiene dos túnicas dé una al que no la tiene...» Juan no exige que se dé la

única que se tiene. No exige a las multitudes que realicen sublimes actos de

heroísmo, sino misericordia y amor al prójimo con obras (…).

12 Llegaron también unos publicanos para bautizarse y le preguntaron: Maestro, ¿qué

tenemos que hacer? 13 él les contestó: No exijáis más de lo que tenéis señalado.

Los publicanos encarnan codicia y avidez de poseer, falta de honradez, traición al

propio pueblo, estando como estaban con frecuencia al servicio de un régimen

extranjero. Tampoco ellos están excluidos del camino de la salvación, no están

borrados. Toman en serio la invitación a la penitencia y están dispuestos a cambiar de

vida. Con esto se ha logrado lo principal.

Juan no les exige que renuncien a la profesión de publicanos. Deben renunciar a

enriquecerse fraudulentamente. El derecho les permite exigir un determinado

suplemento sobre el tipo de impuestos prescrito por el Estado. Por eso les dice Juan:

«No exijáis más de lo que tenéis señalado.» Jesús procederá más tarde de manera

análoga con el publicano Zaqueo. A pesar de las murmuraciones de los judíos entró

en casa de éste rico jefe de publicanos. Zaqueo mismo quiere restituir lo que ha

adquirido con fraude y quiere repartir sus bienes con los pobres. Jesús le dice: «Hoy

ha llegado la salvación a esta casa; pues también éste es hijo de Abraham» (Lc_19:1-

10).

14 También unos soldados le preguntaron: Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? Y

les respondió: No hagáis extorsión a nadie ni lo denunciéis falsamente; sino

contentaos con vuestra paga.

Los soldados son probablemente mercenarios del ejército de Herodes Antipas. A los

judíos les estaba prohibido el servicio militar. Por eso estos mercenarios serían

gentiles. La eficacia de la predicación del Precursor va más allá de los límites del

judaísmo... La pregunta de los soldados presupone extrañeza. Y nosotros ¿qué...?

Pero toda estrechez se ha superado. «Toda carne ha de ver la salvación de Dios.»

Los pecados propios de la profesión de los soldados son robo con violencia, extorsión

con falsas denuncias, abuso de la fuerza. La raíz de tal proceder está en la codicia.

Hay que dar de mano a los excesos. En lugar del ansia de enriquecerse hay que

contentarse con la paga.

A pesar de la inminencia del severo juicio, no se exige nada extraordinario. No hay

que cambiar la profesión: ni siquiera la profesión de soldado o de publicano. También

Pablo proclama a pesar de la proximidad del tiempo final: «Por lo demás, que cada

uno viva según la condición que el Señor le asignó, cada cual como era cuando Dios

le llamó. Esto es lo que prescribo en todas las Iglesias» (1Co_7:17). Tampoco se

exigen especiales prácticas ascéticas: no se exige entrar en la secta de Qumrán, ni

formar parte de la comunidad de los fariseos, ni adoptar la rigurosa ascética del

Bautista (Mar_1:6). Juan sigue la predicación profética: «¿Con qué me presentaré yo

ante Yahveh y me postraré ante el Dios de lo alto? ¿Vendré a él con holocaustos, con

becerros primales? ¿Se agradará Yahveh de los miles de carneros y de las miríadas

de arroyos de aceite? ¿Daré mis primogénitos por mis prevaricaciones, y el fruto de

mis entrañas por los pecados de mi alma? ¡Oh hombre! Bien te ha sido declarado lo

que es bueno y lo que de ti pide Yahveh: hacer justicia, amar el bien, humillarte en la

presencia de tu Dios» (Miq_6:6-8).

Proclamación mesiánica (Miq_3:15-17).

15 Como el pueblo estaba en expectación, porque todos pensaban en su corazón

acerca de Juan si no sería el Mesías...

La predicación del Bautista hace crecer en el pueblo la expectación de la próxima

venida del Mesías. Se va extendiendo la idea de si Juan será el Mesías. En ciertos

ambientes se presentaba al Bautista como el salvador enviado por Dios (Cf. Jua_1:6-

8.15.19 ss). La historia de la infancia ha puesto ya deliberadamente a Juan y a Jesús

en la debida relación querida por Dios. Juan es grande, pero Jesús es el mayor, Juan

es profeta y preparador del camino, pero Jesús es el Hijo de Dios y el que reina en el

trono de David para siempre.

16 Juan declaró ante todos: Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte

que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de las sandalias; él os

bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Jesús es el más fuerte. Juan se reconoce indigno de prestar a Jesús el más humilde

servicio de esclavos. Los esclavos debían soltar al amo las correas de las sandalias;

una persona libre tenía esto por indigno de su condición. ¿Quién es Juan al lado de

Jesús? El gran Bautista reconoce la grandeza de Jesús.

La fuerza de Jesús se manifiesta en su obra. Juan bautiza sólo con agua; Jesús, en

cambio, con Espíritu Santo y fuego. El Mesías da el Espíritu Santo prometido para los

últimos tiempos, y lo da con la mayor profusión a los que están prontos a convertirse;

en cambio, a los que no quieren convertirse les aporta el fuego, el fuego del juicio.

Jesús ejecuta la sentencia de salvación o de condenación.

Juan bautiza solamente con agua. Su obra es preparación para los acontecimientos

escatológicos; ella misma no es acontecimiento escatológico.

17 Tiene el bieldo en la mano para limpiar su era y para recoger el trigo en su

granero; pero la paja la quemará en fuego que no se apaga.

Jesús es el juez del fin de los tiempos. El labrador de Palestina lanza con una pala

contra el viento el trigo que después de trillado está mezclado con la paja en la era. El

grano, que pesa más, cae al suelo, mientras que la paja es llevada por el viento. Así

limpia la era, separando el trigo de la paja para recogerlo después en el granero. La

paja se quema. El Mesías viene a juzgar, separa a los buenos y a los malos, lleva los

buenos al reino de Dios y entrega los malos al fuego inextinguible de la condenación.

Tiene ya el bieldo en la mano. Este «ahora» del tiempo final hace que el anuncio de

Juan descuelle por encima de todos los anuncios de los profetas.

18 Con estas y otras exhortaciones anunciaba el Evangelio al pueblo.

El relato de la actividad de Juan contiene sólo una parte de ésta. Las exhortaciones

de Juan son buena nueva, Evangelio. Juan es mensajero de gozo, que anuncia la

suspirada salvación de los últimos tiempos. Por esto es su mensaje de gozo. Lo que

Jesús anuncia y trae no es perdición, sino salvación. También la predicación de

penitencia de Juan está al servicio de la salvación, y por esto es Evangelio, buena

nueva. La historia de Juan es comienzo del Evangelio (Cf. Mar_1:1; Hec_10:36 s).

(Stöger, Alois, El Evangelio según San Lucas, en El Nuevo Testamento y su

Mensaje, Editorial Herder)

___________________________________

Los publicanos o cobradores de tributos, pero no eran funcionarios del Estado, sino

simples particulares a quienes se cedía en arrendamiento este servicio o empleados

de éstos. Nota del traductor.

Volver Exégesis

Inicio

Comentario Teológico· P. Leonardo Castellani

COMIENZO DE LA PREDICACIÓN DEL BAUTISTA.

El Evangelio de hoy es el comienzo de la narración sintética que hace San Lucas

sobre el Bautista desde el comienzo de sus prédicas hasta el bautismo de Cristo.

Marca cuidadosamente la fecha y el tema de su predicación.

Marca la fecha de acuerdo a la costumbre antigua, por las autoridades: "Marco

Servilio et Publio Clodio consulibus, cuando eran cónsules Marco Servilio y Publio

Clodio", como cuando decimos: "esto pasó en el tiempo de Yrigoyen" o "esto pasó

cuando cayó Frondizi". Cuando cayeron es más fácil de recordar; a mí me pusieron

preso cuando cayó Perón.

La religión católica es una religión histórica: su origen está situado en un tiempo

histórico y una región histórica —en el Imperio más grande que ha existido y en su

tiempo más glorioso, el siglo de Augusto— a diferencia de todas las otras grandes

religiones, cuyo origen se pierde en la niebla o bien en regiones no históricas: la vida

de Buda o de Mahoma es un amasijo de leyendas. La vida de Cristo nos llega en

cuatro crónicas de testigos presenciales con toda la finura del estilo oral hebreo y

escritas en la lengua más fina y civilizada del mundo, el griego. Poco después

cristianos eran conocidos en Roma; los dos historiadores máximos, Tácito y Suetonio

nombran a los cristianos; y Tácito nombra a Cristo, "Cresto" lo llama; y los Padres

Apostólicos, empezando por las cartas de San Ignacio Mártir, y la "Didajé" del siglo

comienzan a citar los Evangelios, lo mismo que los herejes; lo que prueba su

autencía, porque eran contemporáneos. Si por un imposible los cuatro Evangelios se

perdieran, su texto se podría reconstruir con las citas de los Santos Padres. En suma,

el nacimiento del Cristianismo y de su Fundador está bajo una especie de luz de

reflector; y así San Lucas enumera tranquilamente las autoridades civiles y religiosas

de Palestina cuando comienza a predicar Juan. No le duelen prendas.

La materia de las prédicas de Juan es simple y curiosa. Predicaba dos cosas: la moral

natural por un lado, y que el Mesías ya estaba presente: y él, Johanam, era su

Indicador. La moral natural era necesaria como preparación a la moral del Mesías; los

rabinos hebreos habían enredado inextricablemente la moral, y con pretexto de dar

una moral sobrenatural daban una moral antinatural (como les pasa a algunos curas

hoy día), una moral sobrecargada de preceptos, a veces fútiles, que no se podía no

digo practicar, pero ni retener. El Bautista corta por lo sano, predicando la moral

natural elemental: a todos en general les predicaba el arrepentimiento y la limosna; y

a cada uno, los deberes del propio estado.

Primero se desataba en amenazas y en la predicción de una próxima gran limpieza; y

cuando al ir a bautizarse (a recibir el "bautismo de penitencia") le preguntaban: "¿Qué

tengo que hacer?", les respondía con los deberes del propio estado, que suelen ser

cifra de todos nuestros deberes; porque si no eres buen relojero, o buen milico, o

buen casado, ¿cómo serás buen hombre? San Lucas pone dos ejemplos: a los

empleados públicos, a los publicanos (que en Inglaterra todavía los llaman

publicanos) les decía: "No coimeen". A los militares les decía: "No sean prepotentes y

no anden reclamando aumentos de sueldos". Al Rey Herodes no le dijo: "Gobierna

bien", porque ése, como otros títeres de nuestros tiempos, no gobernaba en realidad;

le dijo: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano". A los fariseos no les decía

nada, porque ésos no preguntaban nada; pero las imprecaciones que pone en sus

labios San Lucas ("raza de víboras, árboles secos, falsos hijos de Abraham") iban

primeramente enderezadas a los fariseos, demagogos jefes de las turbas y maestros

fallutos.

Nuestro deber de estado resume en concreto todos nuestros deberes y es la base

sobre la que se asienta la moral sobrenatural. Un gran cuentista inglés, Rudyard

Kipling, hizo un fino retrato de San Pablo en un cuento "histórico" llamado "The

Manner of Men" —La Condición Humana, porque San Pablo dice a los Corintios: "Si

en mi condición humana he luchado contra las fieras"…Kipling estudió los viajes de

San Pablo, sobre todo el cuarto viaje, su viaje a Italia. El capitán de la nave es un

joven español (es decir, un romano nacido en la Provincia Bética) y se refiere al

Apóstol diciendo: "Es un filósofo hebreo". La tripulación está admirada de las

prácticas y palabras religiosas de Pablo. El ambiente es el de la flota imperial inglesa

en 1898, incluso la jerga marinera que Kipling había absorbido perfectamente, como

absorbía cualquier ambiente donde estuviera un tiempo; y lo proyectaba después con

gran fidelidad. Al fin del viaje el capitán pregunta al filósofo qué tiene que hacer para

salvarse, para el caso que hubiera otra vida. San Pablo le dice: "Cumple tus deberes

de estado". No lo veía aún preparado para recibir la tremenda Nueva, la Buena

Nueva, que es tremenda en realidad: "un judío crucificado es Dios"; el capitán como

buen español era antijudío. San Pablo le dice: "Sirve al César. No eres tela que yo

pueda cortar con ventaja al presente. Pero si sirves al César, vivirás obedeciendo al

menos una ley...". El español se enoja de ser considerado una especie de ignorante.

San Pablo continúa: "En el mar tendrás tiempo de pensar. Puede ser que nos

encontremos de nuevo y entonces podemos continuar hablando. Lo que te concierne

ahora es que, prestando servicio, te verás libre del miedo que te ha corrido toda la

vida. Esta es la voluntad de Dios". El español no sabe cómo Pablo conoce eso: tenía

un complejo de miedo a las fieras porque de muchacho había tenido que luchar por su

vida con dos perros lobos en un arenal. Tenía horror a los leones del anfiteatro. San

Pablo antes de imponer una carga, miraba los hombros.

En sus Epístolas San Pablo dice su deber de estado a todos: a los Obispos como

Timoteo, a los Presbíteros como Tito, a los casados y casadas, a las vírgenes y

viudas, a los señores y esclavos, a los ricos y a los pobres.

A las mujeres les dice algo muy simple y peculiar: "La mujer se salvará por la crianza

de los hijos". ¿Y las que no tienen hijos? Por algo semejante a la crianza de los hijos.

La moral natural no basta; ni siquiera la podemos practicar entera sin la gracia: las

dos van juntas. La herejía actual ha introducido un formón entre las dos y ha hecho

saltar la moral sobrenatural, atribuyendo todas sus condiciones y poderes a moral

natural, basada en la razón y el sentimiento del hombre; o en su orgullo, como los

estoicos. Hoy día la llaman moral personalista; se ha llamado moral kantiana, moral

autónoma, moral laica; y "moral sin dogmas", como la llamaba nuestro Ingenieros.

(¿Nuestro? ¡De ellos!). Es una moral falsificada y falaz, porque exige del hombre lo

que él por sí solo no puede cumplir. Es como si me impusieran subir a la bóveda

desta iglesia y me dieran una escalera donde faltan los últimos peldaños. Yo ni con

todos los peldaños completos podría subir.

Eso es el naturalismo religioso que ya les expliqué.

Los que estamos en la fe, la oración y los sacramentos no tenemos más que pensar

en nuestro deber de estado, transfigurado como está por el ideal Evangélico. "Sirve al

César; pero solamente y en cuanto representa a Dios; ama a tu mujer: porque para ti

es una figura de Dios —un poco charlatana; cuida de tus hijos: son de Dios".

(Castellani, Leonardo. Domingueras Prédicas. Ediciones Jauja, 1997. Pag. 312-315)

__________________________

1 Cor. 15,32 (tal es la traducción inglesa; las versiones castellanas traducen: “Si por

solos motivos humanos luché contra las fieras”).

Volver Comentario Teológico

Inicio

Santos Padres· San Ambrosio

El mensaje de San Juan Bautista

77. El santo Bautista da aún la respuesta que conviene a cada profesión humana, la

única para todos: a los publicanos, por ejemplo, que no exijan más que la tasa; a los

soldados, de no hacer agravios, de no buscar botines, recordándoles que la paga del

ejército ha sido instituida para que no busquen el sustento necesario en el saqueo y

en la injusticia. Mas estos preceptos y los otros son propios de cada función; la

misericordia es común a todos, luego también el precepto de hacerla: ella es

necesaria a toda misión y a toda edad, y todos deben ejercerla. No están excluidos de

este deber el publicano ni el soldado, ni el agricultor ni el ciudadano, ni el rico ni el

pobre: todos han sido amonestados de dar al que no tiene... Pues la misericordia es

la plenitud de las virtudes; así a todos ha sido propuesta como norma de virtud

perfecta: no ser avaro de sus vestidos ni de sus alimentos. Sin embargo, la

misericordia misma guarda una medida según las posibilidades de la condición

humana, de tal modo que cada uno no se desprenda enteramente de todo, sino que

lo que tiene lo divida con el pobre.

78. Estando el pueblo en expectación y discurriendo todos en sus corazones acerca

de Juan, si por ventura no sería él el Mesías, respondió a todos Juan diciendo: Yo os

bautizo en agua y en penitencia. Juan veía, pues, el secreto de los corazones; pero

veamos de quién procede esta gracia. ¿Cómo se descubre a los profetas el secreto

de los corazones? Nos lo ha mostrado San Pablo en estos términos: Los secretos de

su corazón se hacen patentes, y así, cayendo sobre su rostro, adorará a Dios,

proclamando que verdaderamente está Dios entre vosotros (1 Co 14, 25). Es, pues, el

don de Dios el que revela, no el poder del hombre, que está ayudado por una gracia

divina más que por la facultad natural.

¿Para qué aprovecha este pensamiento de los judíos sino para probar que, según las

Escrituras, el Mesías ha venido? Había uno que era esperado, y ciertamente el que

era esperado vino, no el que no era esperado. ¿Hay locura más grande que reconocer

a uno en otro y no creer al que es en sí?. Pensaban que vendría de una mujer y no

creen en el que ha venido de una virgen. ¿Y había un nacimiento, según la carne,

más digno de Dios que el suyo el Hijo inmaculado de Dios guardando, aun al tomar

cuerpo, la pureza de un nacimiento inmaculado? Y ciertamente el signo del

advenimiento divino había sido constituido en el parto de una virgen, no de una mujer

(Is 7, 14).

79. Yo os bautizo en agua. Se apresura a demostrar (el Bautista) que él no es el

Mesías, puesto que realiza un ministerio visible. Pues el hombre, subsistiendo en dos

naturalezas, esto es, el alma y el cuerpo, la parte visible está consagrada por

elementos visibles, la invisible por un misterio invisible: el agua limpia el cuerpo, el

Espíritu purifica las faltas del alma. Nosotros realizamos uno e invocamos el otro,

aunque, sobre la misma fuente, la divinidad ha soplado su santificación; pues el agua

no es toda la ablución, más estas cosas no se pueden separar; por esto uno fue el

bautismo de penitencia y otro el bautismo de gracia, éste lleva consigo los dos

elementos, aquél sólo uno... Pues perteneciendo las faltas en común al cuerpo y al

alma, la purificación habla de ser también común. San Juan ha respondido, pues,

rectamente: mostrando que él había comprendido lo que pensaban en su corazón, y,

como si no lo hubiera comprendido, esquivando toda envidia de grandeza, ha

mostrado, no por su palabra sino por sus obras, que él no era el Mesías. La obra del

hombre es hacer penitencia por sus faltas, la misión de Dios dar la gracia del misterio.

80. Mas he aquí que viene uno más fuerte que yo. No ha formulado esta comparación

para decir que el Mesías es más fuerte que él —pues entre el Hijo de Dios y un

hombre no puede haber término de comparación—, sino porque hay muchos fuertes...

El diablo es también fuerte, pues nadie puede, entrando en la casa del fuerte, saquear

su ajuar si primero no atare al fuerte (Mc 3, 27). Hay, pues, muchos fuertes, pero el

más fuerte es sólo Cristo. Para guardarse de compararse a él ha añadido: No soy

digno de llevar su calzado (Mt 3, 11), mostrando que la gracia de predicar el Evangelio

ha sido dada a los apóstoles, que están calzados para el Evangelio (E 6, 15).

81. Parece, sin embargo, que habla así porque Juan personifica a veces al pueblo

judío. A este se refiere cuando dice: Conviene que El crezca y que yo disminuya (Jn

3, 30): es menester, en efecto, que el pueblo de los judíos disminuya y que crezca en

Cristo el pueblo cristiano. Por lo demás, Moisés también personificó al pueblo; pero él

no llevaba el calzado del Señor, sino de sus pies. Aquéllos están calzados con un

calzado tal vez no de sus pies; más a éste se le manda que deje su calzado (Ex 3, 5),

a fin de que los pasos de su corazón y de su alma, libres de las trabas y de los lazos

del cuerpo, marchen por el camino del espíritu. En cuanto a los apóstoles, ellos se

han despojado del calzado del cuerpo cuando fueron enviados sin calzado, sin

bastón, sin alforjas y sin cinto (Mt 10, 9ss), mas ellos no llevaron inmediatamente el

calzado del Señor. Tal vez, después de la resurrección, comenzaron ellos a llevarlo;

pues antes habían sido advertidos de no decir a nadie las acciones del Maestro (Lc 8,

56), y más tarde se les dice: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio (Mc 16, 15),

a fin de que avanzando los pasos de la predicación evangélica, ellos llevasen por todo

el mundo la serie de los hechos del Señor. Luego el calzado nupcial es la predicación

del Evangelio. Pero de esto hablaremos en otro lugar más oportunamente.

82. Él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. En su mano tiene su bieldo para

limpiar su era y allegar el trigo en sus graneros; más la paja la quemará con fuego

inextinguible.

Tiene en su mano el bieldo. Este emblema del bieldo significa que el Señor tiene el

derecho de discriminar los méritos, pues cuando los granos de trigo son aventados en

el aire, el que está lleno es separado del vacío, el fructuoso del seco, por una suerte

de control que hace el soplo del aire. Esta comparación muestra que el Señor, el día

del juicio, hará la separación entre los méritos y los frutos de la sólida virtud y la

ligereza estéril de la vana jactancia y de las acciones vacías, para colocar a los

hombres de un mérito perfecto en la mansión de los cielos. Pues para estar el fruto en

su punto es menester tener el mérito de ser conforme a Aquel que, cual grano de

trigo, ha sido enterrado para llevar en nosotros frutos abundantes, el cual desprecia la

paja y no estima las obras estériles. Y, por lo mismo, ante El arderá el fuego (Sal 96,

3) de una naturaleza no dañosa, puesto que consumirá los malos productos de la

iniquidad y hará resplandecer el brillo de la bondad.

SAN AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas (I), L.2, 77-82, BAC

Madrid 1966, pág. 131-35

Volver Santos Padres

Inicio

Aplicación· P. Alfredo Sáenz, S.J.· San Juan Pablo II· S.S. Benedicto XVI· P. Gustavo Pascual, I.V.E.

P. Alfredo Sáenz, SJ..

INDIGNO PRECURSOR

El domingo pasado meditábamos sobre aquella Voz que clamaba en el desierto

exhortando a la conversión. Fue ésta casi la síntesis de la predicación del Bautista.

Parece él haberse propuesto hacemos entender nada más que una verdad: se acerca

la Salvación, somos indignos de ella, apresurémonos a disponemos lo mejor posible.

En el Evangelio de hoy advertimos la semejanza y cercanía que existen entre el

Precursor y su Señor. Los corazones han sido preparados debidamente. Todos se

han admirado de la vida de pobreza y del ejemplo que ha dado el Predicador del

Jordán. Tanta es la gente que se acerca a escucharlo y tan enardecidos están los

corazones por el incendio que provocó este "nuevo Elías", que comienzan a

preguntarse si de verdad no sería el Mesías que Dios había prometido. Por eso

leemos en el Evangelio que "el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban

si Juan no sería el Mesías".

Pero el Bautista, lejos de vanagloriarse por lo que opinaban de él, asume gozoso la

postura que le corresponde frente a Jesús. En un gesto de profunda humildad, va a

romper el falso concepto que las personas tienen de él. Como Profeta, cumple

fielmente su misión de señalar al Mesías verdadero; como Santo se anonada para

que los ojos aguarden con expectativa al que debía venir. El Mesías sería aquel que

colmaría todas las esperanzas, el que colmaría la apetencia de los sentidos con su

presencia y figura, el que llenaría de gozo a los corazones afligidos. El Mesías, en fin,

engolfaría a las almas en Dios...

Y San Juan establece las diferencias: él confiere tan sólo un bautismo de penitencia;

el Señor bautizará con un Bautismo de penitencia y de gracia. Por eso dice San

Ambrosio: "La obra del hombre consiste en hacer penitencia de sus pecados, el don

de Dios obrar la gracia del misterio".

No soy digno

El Precursor se considera indigno frente al Maestro. Ni se atribuye para sí alguna

dignidad, ya que a su juicio no es siquiera digno de cumplir el oficio de esclavo, cual

es el de desatar y llevar las sandalias del amo. En la más sincera humildad, Juan

tiene exacto conocimiento de sí. ¿Qué es el hombre frente a Dios?, ¿acaso se puede

atribuir alguna dignidad?, ¿acaso después del pecado original, somos dignos de

acercamos sin vergüenza a Dios?

No somos dignos de que el Señor nos visite con su Persona en la Humanidad que ha

asumido. No somos dignos que visite nuestra alma, que Él ha querido poseer como

morada propia. Antes de comer el Cuerpo de Cristo nosotros expresamos: "No soy

digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". La

indignidad nuestra considerada en relación con la grandeza de Dios, nos coloca en la

justa medida de lo que somos. No hemos de perder las proporciones. Démosle a Dios

lo que es de Él; lo propio de Él es su infinitud, su absoluta felicidad en sí mismo, su

trascendencia y tantos otros atributos excelsos de Aquel que Es. El hombre

considerado en su justa proporción es un ser creado, dependiente en todo de Dios, un

ser contingente, mantenido minuto a minuto en la existencia por el que gobierna todas

las cosas. Hay algo más que agregar: de Dios no podremos nunca tener una justa

comprehensión, porque siempre será muchísimo más de lo que podemos pensar o

imaginar.

El hombre moderno desproporciona esta conjunción tan armoniosa entre la Infinitud

del Todopoderoso y la finitud dependiente del ser humano. Hoy se eleva al hombre y

se abaja a Dios. Ello no resulta novedoso, porque será siempre la gran tentación

adámica. No se trata de una elevación del hombre en el sentido cristiano de su

dignidad, una elevación desde la gracia, desde los preceptos divinos, sino de un

endiosamiento en detrimento de Dios, a costa de su soberanía. Se impone de esta

manera un humanismo sin Dios. En este esquema se lo ve al Señor como un

competidor del hombre. Cristo no fue un competidor de San Juan, ni éste de Cristo.

La resultante de semejante separación es la edificación de una sociedad sin Dios, de

la aparición de sistemas, instituciones, culturas y morales donde se cree encontrar la

verdadera dimensión y derechos del hombre, pero donde el Señor no cuenta.

Cada uno de nosotros debe decir ahora y siempre: "no soy digno". No soy digno de

haber sido objeto del amor de Dios para ser creado, no soy digno de haber sido

preocupación redentora de Cristo, no soy digno de sus dones, sus sacramentos, su

Madre Santísima, su herencia eterna... ¡Cómo nos ubica esta verdadera proporción de

las cosas!

En algunos ambientes cristianos, la tendencia actual es minimizar la Divinidad del

Señor para considerarlo como más cerca del hombre. Se difunden asimismo falsas

piedades que se dirigen a Él con una cierta actitud "confianzuda", que parece olvidar

la trascendencia de Dios. No hemos de reducir a Cristo en su naturaleza divina,

pensando que así exaltamos su dimensión humana. ¡No! Ni tampoco pensemos que

por exaltar sus atributos divinos, Él queda como alejado del hombre. ¡No! Miremos

bajo la luz de la verdad al Señor: Aquel que, sin dejar de ser lo que Es, el

Todopoderoso, quiso, por amor, hacerse dependiente y pasible, para estar cerca del

hombre y compadecerse de él. Proclamemos la entera verdad de Cristo: verdadero

Dios y verdadero hombre. No disminuyamos su divinidad para magnificar su

humanidad, ni exaltemos su divinidad, negando su humanidad. Ambas cosas

implicarían negar el Misterio de la Encarnación.

La tendencia espiritual de hoy es desproporcionar las realidades, quizás no de

manera consciente. Si nuestra visión es desproporcionada, entonces acabamos por

negar la realidad de las cosas y hasta su belleza. Afeamos realidades que no son

feas, sino todo lo contrario. No debe engrandecerse al hombre a costa de los justos

derechos de Dios. El hombre encuentra su verdadera dignidad en su anonadamiento

frente al Señor, porque El nos enseñó que aquel que se humilla será ensalzado. Dios

es quien exalta al hombre y lo quiere elevar hasta lo más alto, esto es, hasta el mismo

Trono de Dios donde está la Humanidad resucitada de Cristo como modelo.

Purifiquemos nuestra mirada, nuestra manera de ver las cosas. No mancillemos lo

que es Cristo en sí mismo, y lo que es el hombre en sí mismo. Tengamos una visión

bella de las cosas. No infravaloremos el gesto magnífico de Aquel que quiso ano-

nadarse para salvar al hombre. No lo infravaloremos, digo, infatuando nuestra pobre

condición necesitada y menesterosa. Así debemos preparamos para adorar el

misterio de la Encarnación, que consiste en esto mismo:, la locura de un Dios que

ama la dignidad recuperada del hombre en Cristo. El mando entero debe abrir sus

oídos y sus corazones a la prédica del Bautista. El Precursor del Señor, nos

proclama, ayer, hoy y siempre: "No somos dignos". ¡Que sea ésta nuestra actitud de

espera en el Adviento! Proclamémonos indignos de recibir este Don del cielo. Y

cuando el día de Navidad nos pongamos frente a Cristo, que ya está en cada

Eucaristía, digamos nosotros también con el Bautista: "Es preciso que El crezca y que

yo disminuya". Si nos esforzamos en esta tarea veremos cómo se agiganta en

nuestro interior la imagen del hombre nuevo. Estamos llamados a proclamar con

fuerza el misterio íntimo que experimentó San Pablo: "Ya no vivo yo, sino Cristo vive

en mí".

Si tenemos esta valoración, que es esencial, y constituye algo así como el principio y

fundamento de nuestra vida, entonces sólo desde allí, seremos capaces de edificar un

mundo sereno, feliz, sano y bello, y por esto mismo, más humano y más cristiano.

El Bautismo

La dignidad perdida en el Paraíso nos la quiso regalar Jesús como don por medio del

santo Bautismo. Éste no es un mero rito externo que simboliza el perdón, pero que no

lo produce en la realidad. El sacramento que nos da Cristo es un signo exterior de

lavado que obra interiormente lo que significa. Nuestros ojos ven derramarse agua

sobre la cabeza, pero la fuerza del Espíritu va más allá, penetrando hasta lo más

profundo del alma, obrando la regeneración espiritual. Con razón leemos en el

Evangelio de hoy que dijo el Bautista: "Viene uno que es más poderoso que yo". Las

obras de Jesús tienen la eficacia y el poder de la divinidad: "El bautizará con el

Espíritu Santo y en el fuego". Es el Espíritu, quien obra la purificación en las almas.

Con su limpieza vienen además la gracia santificante, gracias actuales, dones y frutos

del mismo Espíritu. Por eso dice la Sagrada Escritura: "El amor de Dios ha sido

derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". El

fuego al que se refiere el Bautista, nos da a entender la caridad. Ella será la que irá

quemando progresivamente en nuestro interior todo lo que no condiga con la imagen

nueva que Cristo nos trajo, hasta perfeccionamos en El.

No temer más

En las lecturas de hoy, el profeta Sofonías y el Apóstol nos invitan a vivir la alegría

espiritual. ¿Puede haber motivo de preocupación y de tristeza? ¿Puede angustiarnos

el pecado, que es el gran mal? "Grita de alegría, hija de Sion. ¡Aclama, Israel!";

"alegraos siempre en el Señor". El motivo de nuestra alegría es porque el Señor "ha

borrado nuestra condenación".

¿Creemos de veras que Dios ha obrado estas maravillas? ¿Creemos realmente que

nos ha limpiado del pecado original por el Bautismo, y de todo pecado por la

Confesión? ¿Creemos que es un Dios fuerte, que obra maravillas portentosas, que ni

siquiera el Bautista fue capaz de hacer?

Deben disiparse todos los motivos que empañan el cristal de una sana alegría. Para

el cristiano, tanto Jesús como sus obras, son motivo de regocijo. El nos alegra con su

Persona divina, con su presencia humana, nos alegra con su palabra, con su perdón

y consuelo, nos alegra con sus promesas de vida eterna.

El código nuevo que trae Jesús es el de la Bienaventuranzas. Para poder llegar al

consuelo total de la vida del cielo, el Señor nos enseña a ingresar por la puerta. Esta

puerta, aunque estrecha, ya nos conduce como de la mano hasta la perfección en

Cristo. Esta puerta es la primera de las bienaventuranzas: "Bienaventurados los

pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos". ¿Cuál es esta pobreza?

La que hemos meditado hoy, la indignidad del hombre frente a Dios. El

reconocimiento de nuestra total indigencia y, además, de nuestra sujeción a Dios. Si

ingresamos por esta puerta, el profeta podrá decir también de nosotros: "El Rey de

Israel, el Señor, está en medio de ti... es un guerrero victorioso, que exulta de alegría

a causa de ti". Si nos consideramos indignos como el Bautista, acabaremos por con-

vertimos en precursores de Cristo para nosotros mismos. Sólo entonces Él obrará lo

que anuncia el Apóstol en la segunda lectura de hoy, a saber: "la paz de Dios, que

supera todo lo que podemos pensar".

(SAENZ, A., Palabra y Vida, Ciclo C, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1994, p. 19-

24)

Volver Aplicación

Juan Pablo II

"Alegraos. (...) El Señor está cerca" (Flp 4, 4. 5).

Este tercer domingo de Adviento se caracteriza por la alegría: la alegría de quien

espera al Señor que "está cerca", el Dios con nosotros, anunciado por los profetas.

Es la "gran alegría" de la Navidad, que hoy gustamos anticipadamente; una alegría

que "será de todo el pueblo", porque el Salvador ha venido y vendrá de nuevo a

visitarnos desde las alturas, como sol que surge (cf. Lc 1, 78).

Es la alegría de los cristianos, peregrinos en el mundo, que aguardan con esperanza

la vuelta gloriosa de Cristo, quien, para venir a ayudarnos, se despojó de su gloria

divina. Es la alegría de este Año santo, que conmemora los dos mil años

transcurridos desde que el Hijo de Dios, Luz de Luz, iluminó con el resplandor de su

presencia la historia de la humanidad. Por tanto, desde esta perspectiva, cobran

singular elocuencia las palabras del profeta Sofonías, que hemos escuchado en la

primera lectura: "Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de

todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena; ha expulsado a tus

enemigos" (So 3, 14-15): este es el "año de gracia del Señor", que nos sana del

pecado y de sus heridas.

Resuena con gran intensidad en nuestra asamblea este consolador anuncio profético:

"El Señor tu Dios, en medio de ti, es un poderoso salvador. Él se goza y se complace

en ti, te ama" (So 3, 17). Él es el que ha venido, y es él al que esperamos.

El evangelio de san Lucas nos presentó el domingo pasado a Juan Bautista, el cual, a

orillas del Jordán, proclamaba la venida inminente del Mesías. Hoy la liturgia nos

hace escuchar la continuación de ese texto evangélico: el Bautista explica a las

multitudes cómo preparar concretamente el camino del Señor. A las diversas clases

de personas que le preguntan: "Nosotros, ¿qué debemos hacer?" (Lc 3, 10. 12. 14),

les indica lo que es necesario realizar a fin de prepararse para acoger al Mesías.

La primera respuesta que os da la palabra de Dios es una invitación a recuperar la

alegría. ¿Acaso no es el jubileo -término que deriva de "júbilo"- la exhortación a

rebosar de alegría porque el Señor ha venido a habitar entre nosotros y nos ha dado

su amor?

Sin embargo, esta alegría que brota de la gracia divina no es superficial y efímera. Es

una alegría profunda, enraizada en el corazón y capaz de impregnar toda la existencia

del creyente. Se trata de una alegría que puede convivir con las dificultades, con las

pruebas e incluso, aunque pueda parecer paradójico, con el dolor y la muerte. Es la

alegría de la Navidad y de la Pascua, don del Hijo de Dios encarnado, muerto y

resucitado; una alegría que nadie puede quitar a cuantos están unidos a él en la fe y

en las obras (cf. Jn 16, 22-23).

Dejad que María, la Madre del Verbo encarnado, os guíe. Ella espera en silencio el

cumplimiento de las promesas divinas, y nos enseña que para llevar al mundo la paz

y la alegría es preciso acoger antes en el corazón al Príncipe de la paz y fuente de la

alegría, Jesucristo. Para que esto suceda, es necesario convertirse a su amor y estar

dispuestos a cumplir su voluntad.

(Domingo 17 de diciembre de 2000)

Volver Aplicación

Benedicto XVI Queridos hermanos y hermanas:

Estamos ya en el tercer domingo de Adviento. Hoy en la liturgia resuena la invitación

del apóstol san Pablo: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.

(...) El Señor está cerca" ( Flp 4, 4-5). La madre Iglesia, mientras nos acompaña hacia

la santa Navidad, nos ayuda a redescubrir el sentido y el gusto de la alegría cristiana,

tan distinta de la del mundo. En este domingo, según una bella tradición, los niños de

Roma vienen a que el Papa bendiga las estatuillas del Niño Jesús, que pondrán en

sus pesebres. Y, de hecho, veo aquí en la plaza de San Pedro a numerosos niños y

muchachos, junto a sus padres, profesores y catequistas.

Queridos hermanos, os saludo a todos con gran afecto y os doy las gracias por haber

venido. Me alegra saber que en vuestras familias se conserva la costumbre de montar

el pesebre. Pero no basta repetir un gesto tradicional, aunque sea importante. Hay

que tratar de vivir en la realidad de cada día lo que el pesebre representa, es decir, el

amor de Cristo, su humildad, su pobreza. Es lo que hizo san Francisco en Greccio:

representó en vivo la escena de la Natividad, para poderla contemplar y adorar, pero

sobre todo para saber poner mejor en práctica el mensaje del Hijo de Dios, que por

amor a nosotros se despojó de todo y se hizo niño pequeño.

La bendición de los "Bambinelli" —como se dice en Roma— nos recuerda que el

pesebre es una escuela de vida, donde podemos aprender el secreto de la verdadera

alegría, que no consiste en tener muchas cosas, sino en sentirse amados por el

Señor, en hacerse don para los demás y en quererse unos a otros. Contemplemos el

pesebre: la Virgen y san José no parecen una familia muy afortunada; han tenido su

primer hijo en medio de grandes dificultades; sin embargo, están llenos de profunda

alegría, porque se aman, se ayudan y sobre todo están seguros de que en su historia

está la obra Dios, que se ha hecho presente en el niño Jesús. ¿Y los pastores? ¿Qué

motivo tienen para alegrarse? Ciertamente el recién nacido no cambiará su condición

de pobreza y de marginación. Pero la fe les ayuda a reconocer en el "niño envuelto en

pañales y acostado en un pesebre", el "signo" del cumplimiento de las promesas de

Dios para todos los hombres "a quienes él ama" (Lc 2, 12.14), ¡también para ellos!

En eso, queridos amigos, consiste la verdadera alegría: es sentir que un gran

misterio, el misterio del amor de Dios, visita y colma nuestra existencia personal y

comunitaria. Para alegrarnos, no sólo necesitamos cosas, sino también amor y

verdad: necesitamos al Dios cercano que calienta nuestro corazón y responde a

nuestros anhelos más profundos. Este Dios se ha manifestado en Jesús, nacido de la

Virgen María. Por eso el Niño, que ponemos en el portal o en la cueva, es el centro

de todo, es el corazón del mundo. Oremos para que toda persona, como la Virgen

María, acoja como centro de su vida al Dios que se ha hecho Niño, fuente de la

verdadera alegría.

(Ángelus, III Domingo de Adviento, 13 de diciembre de 2009)

Volver Aplicación

P. Gustavo Pascual, I.V.E.

Preparar el corazón cumpliendo el deber de estado

Lc 3, 2b-3.10-18

Después que Juan llamó a la gente con un llamado general a la conversión,

muchos comenzaron a interrogarse en qué podían cambiar y venían a preguntarle.

Luego se bautizaban aceptando formalmente el llamado a la conversión y poniendo

los consejos de Juan por obra, es decir, realizando concretamente frutos de

conversión.

Aparecen en el Evangelio de hoy varios sectores de la vida social palestina

que se acercan a Juan: un grupo de publicanos, unos soldados y gente común del

pueblo, probablemente labradores, amas de casa…

Juan recomienda la limosna y el cumplimiento del deber de estado. La limosna

borra los pecados. Es una forma concreta de manifestar la conversión. Limosna no

solo de dinero sino también limosna de cosas que nos pertenecen y que podemos dar

para ayudar a los demás: conocimientos, tiempo, compañía, escucha, diálogo. Por

otra parte, recomienda mejorar en el deber de estado. A los soldados les aconseja no

hacer denuncias falsas y contentarse con su paga. A los publicanos no exigir más de

lo que tienen que cobrar. Podríamos en este momento revisar cada uno el deber de

estado propio para ver como lo estamos cumpliendo.

Siempre buscamos recetas fáciles y cómodas para cambiar. Que nos den

cosas ya hechas. Aquí van recetas prácticas sacadas de la Sagrada Escritura:

“Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor”. “Que

las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no con

trenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, sino con buenas obras, como

conviene a mujeres que hacen profesión de piedad. La mujer oiga la instrucción en

silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni que domine al

hombre. Que se mantenga en silencio. Porque Adán fue formado primero y Eva en

segundo lugar. Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la

trasgresión. Con todo, se salvará por su maternidad mientras persevere con modestia

en la fe, en la caridad y en la santidad”. “Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas

a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados

no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra

conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados,

joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce

y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas

mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a

Abraham, llamándole Señor. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener

ningún temor”. “Las mujeres amen a sus maridos, como al Señor, porque el marido es

cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así

como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus

maridos en todo”. “Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas”.

“De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer

que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de

la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo”. “Maridos,

amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por

ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,

y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa

parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus

mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.

Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con

cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. Por eso

dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán

una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo

caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la

mujer, que respete al marido.

Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el

Señor.

Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu padre

y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que

seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados. No

exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la

corrección según el Señor.

Que los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad,

en la paciencia, en el sufrimiento; que las ancianas asimismo sean en su porte cual

conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del

bien, para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, a

ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no

sea injuriada la Palabra de Dios.

Exhorta igualmente a los jóvenes para que sean sensatos en todo.

Que los esclavos (empleados) estén sometidos en todo a sus dueños

(patrones), sean complacientes y no les contradigan; que no les defrauden, antes bien

muestren una fidelidad perfecta para honrar en todo la doctrina de Dios nuestro

Salvador. Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor,

con sencillez de corazón, como a Cristo, no por ser vistos, como quien busca agradar

a los hombres, sino como esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de

Dios; de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres; conscientes de

que cada cual será recompensado por el Señor según el bien que hiciere: sea

esclavo, sea libre. Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de este mundo, no

porque os vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de

corazón, en el temor del Señor. Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para

el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en

recompensa. El Amo a quien servís es Cristo. El que obre la injusticia, recibirá

conforme a esa injusticia; que no hay acepción de personas.

Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las amenazas; teniendo

presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no hay

acepción de personas. Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo,

teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo”.

Cada uno en la oración tiene que averiguar qué cosa tiene que cambiar. Tiene

que reflexionar cuáles y cómo cambiar sus defectos o acrecentar sus virtudes. Ver la

forma práctica y fácil de examinarlos para poder controlar sus avances o retrocesos

en la imitación de Jesús.

Consultar a algún guía espiritual como hacía la gente con San Juan Bautista.

_______________________________________________

Cf. Ef 5, 21- 6,9; Col 3, 18- 4,1; 1 P 3, 1-7; Tt 2, 1-10; 1 Tm 2, 9-15

Volver Aplicación

Inicio

Directorio HomiléticoTercer domingo de Adviento CEC 30, 163, 301, 736, 1829, 1832, 2015, 2362: el gozoCEC 523-524, 535: Juan prepara el camino al MesíasCEC 430-435: Jesús, el Salvador 30 "Se alegre el corazón de los que buscan a Dios" (Sal 105,3). Si el hombre puedeolvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para queviva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo desu inteligencia, la rectitud de su voluntad, "un corazón recto", y también el testimonio

de otros que le enseñen a buscar a Dios. Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduríano tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte,precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí eltestimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar detodo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas aello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho parati y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti (S. Agustín, conf. 1,1,1). 163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin denuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "talcual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna: Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en unespejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nosasegura que gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15,36; cf. S. Tomás de A., s.th. 2-2,4,1). 301 Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le dael ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y lalleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador esfuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza: Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lohubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo seconservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo,Señor que amas la vida (Sb 11, 24 26). 736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. Elque nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que escaridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos anosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5,25): Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restableceen el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da laconfianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamadohijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna (San Basilio, Spir. 15,36). 1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica delbien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempredesinteresada y generosa; es amistad y comunión: La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; paraconseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S.

Agustín, ep. Jo. 10,4). 1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el EspírituSanto como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce:"caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre,fidelidad, modestia, continencia, castidad" (Gál 5,22-23, vulg.). 2015 El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sincombate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y lamortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de lasbienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediantecomienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce(S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant. 8). II LOS MISTERIOS DE LA INFANCIA Y DE LA VIDA OCULTA DE JESUS Los preparativos 522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso queDios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la"Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venidapor boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en el corazónde los paganos una espera, aún confusa, de esta venida. 523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviadopara prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa atodos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último (cf.Mt 11, 13), e inaugura elEvangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda lavenida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) aquien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29).Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio deél mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio(cf. Mc 6, 17-29). 524 Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta esperadel Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador,los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf. Ap 22, 17).Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste:"Es preciso que El crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30). 535 El comienzo (cf. Lc 3, 23) de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juanen el Jordán (cf. Hch 1, 22). Juan proclamaba "un bautismo de conversión para elperdón de los pecados" (Lc 3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados

(cf. Lc 3, 10-14), fariseos y saduceos (cf. Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt 21, 32) viene ahacerse bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El Bautista duda. Jesús insiste yrecibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobreJesús, y la voz del cielo proclama que él es "mi Hijo amado" (Mt 3, 13-17). Es lamanifestación ("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios. Artículo 2 “Y EN JESUCRISTO, SU UNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR” I JESUS 430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, elángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez suidentidad y su misión (cf. Lc 1, 31). Ya que "¿Quién puede perdonar pecados, sinosólo Dios?"(Mc 2, 7), es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a supueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de lasalvación en favor de los hombres. 431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de "lacasa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de Egipto. El lo salva además de supecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa hecha a Dios (cf. Sal 51, 6),sólo el es quien puede absolverlo (cf. Sal 51, 12). Por eso es por lo que Israeltomando cada vez más conciencia de la universalidad del pecado, ya no podrá buscarla salvación más que en la invocación del Nombre de Dios Redentor (cf. Sal 79, 9). 432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en lapersona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3 Jn 7) hecho hombre para la redención universal ydefinitiva de los pecados. El es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf. Jn3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se haunido a todos los hombres por la Encarnación (cf. Rm 10, 6-13) de tal forma que "nohay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamossalvarnos" (Hch 4, 12; cf. Hch 9, 14; St 2, 7). 433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumosacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado elpropiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf. Lv 16, 15-16; Si50, 20; Hb 9, 7). El propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios (cf. Ex 25, 22; Lv16, 2; Nm 7, 89; Hb 9, 5). Cuando San Pablo dice de Jesús que "Dios lo exhibió comoinstrumento de propiciación por su propia sangre" (Rm 3, 25) significa que en suhumanidad "estaba Dios reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19). 434 La Resurrección de Jesús glorifica el nombre de Dios Salvador (cf. Jn 12, 28)porque de ahora en adelante, el Nombre de Jesús es el que manifiesta en plenitud elpoder soberano del "Nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2, 9). Los espíritusmalignos temen su Nombre (cf. Hch 16, 16-18; 19, 13-16) y en su nombre losdiscípulos de Jesús hacen milagros (cf. Mc 16, 17) porque todo lo que piden al Padreen su Nombre, él se lo concede (Jn 15, 16).

435 El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana. Todas lasoraciones litúrgicas se acaban con la fórmula "Per Dominum Nostrum JesumChristum..." ("Por Nuestro Señor Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina en "y benditoes el fruto de tu vientre, Jesús". La oración del corazón, en uso en oriente, llamada"oración a Jesús" dice: "Jesucristo, Hijo de Dios, Señor ten piedad de mí, pecador".Numerosos cristianos mueren, como Santa Juana de Arco, teniendo en sus labiosuna única palabra: "Jesús".

Volver Direc. Homil.

Inicio

iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Calos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.

Volver Información

InicioEste Boletín fue enviado por: Homilética IVE: [email protected]

Instituto del Verbo EncarnadoProvincia Ntra. Sra. de Lujan - El Chañaral 2699, San Rafael, Mendoza, 5600, Argentina