Adviento 2013

Primer domingo – ciclo B

Estad, pues, alerta, velad

y orad, que no sabéis

cuándo será el tiempo…

Velad porque no sabéis

cuándo llegará el dueño

de la casa: si a la

tarde, la medianoche o

al canto del gallo, al

amanecer. No sea que,

viniendo de repente, os

encuentre dormidos…

Velad…

Mc 13, 33-37

Velar es propio de quien ama.

En este domingo que inaugura el Adviento Jesús nos invita a una actitud muy cristiana: velar. Muchos

textos nos aconsejan estar alerta, a punto, preparados… Dios se presenta sin aviso.

Pero la exhortación no quiere atemorizarnos. Los cristianos hemos de ir más allá del miedo. Velar es propio de los enamorados, siempre aguardando la llegada del amado. Estamos

atentos porque amamos.

Todo el tiempo es de Dios, y él sale a nuestro encuentro. A través de personas, situaciones,

acontecimientos, podemos vislumbrar su presencia entre nosotros.

Pero, ¿qué esperamos en Adviento?

Esperamos a Jesús. Él es nuestra esperanza. pero en la eucaristía ya celebramos su resurrección. Hemos dejado atrás la etapa de espera. Ahora ya estamos unidos con él, en el sacramento, para siempre.

Hemos recibido el bautismo y ahora celebramos la eucaristía. Hemos muerto

con él y resucitamos con él.

La nueva vida ya ha comenzado: Jesús habita en nuestro corazón.

Ya no vivimos de esperanzas, sino de una certeza: la experiencia vital del resucitado.

El Papa Francisco habla de la fe como un encuentro.

Este tiempo de Adviento es idóneo para vivir el sentido de la esperanza cristiana y comprender qué

significa la llegada de Cristo.

Él ya está con nosotros, pero muchos aún esperan. El cristiano que se siente salvado y

vive así se convierte en bandera de esperanza para aquellos que aún no la tienen o no saben esperar el encuentro que iluminará sus vidas.

Velar significa ver a Dios en el mundo. Pero muy especialmente en las demás personas. Dios habita en

las profundidades de cada ser humano y se manifiesta en sus necesidades, deseos, inquietudes y

esperanzas. Sepamos verlo en su imagen más perfecta.

Velar pide detenernos, hacer silencio, dejar el frenesí que ciega la mirada y ensordece el corazón. Velar pide una actitud despierta y

humilde. Silencio y humildad: dos virtudes a cultivar en este tiempo.

María es nuestra mejor maestra.

Textos: Joaquín Iglesias Aranda.

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