12-años impares - semanas 26 a 34

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1. Nuestro carácter ferial Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos iconos, de la dimensión ferial. Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros- en los días feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e intensa actividad, en una carrera frenética y sin pausa. La dimensión ferial está marcada, para nosotros, por la «fiebre de la acción» y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta sensación: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el tiempo. Nuestra dimensión ferial está amenazada, está enferma. Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis grandes días feriales en los que Dios está trabajando, hace ser y da forma a toda la creación (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuación, el hombre, asociado a Dios en esta obra «ferial»: «el Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén para que lo cultivara y lo guardara» (Gn 2,15). Aquí, la dimensión ferial es creativa; el tiempo aparece como un espacio de realización. La dimensión ferial se encuentra en estado de nacimiento y no conoce aún las turbaciones y los desgarros que vendrán después. Nuestra dimensión ferial está enferma y necesita ser redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado oído a las voces del «enemigo»; la redención se llevará a cabo a través de la escucha del verdadero «Amigo». Escuchar a Dios en los días feriales es ponerse en marcha por el camino de la redención. 2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condición ferial La dimensión ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer fructificar la Palabra Nuestra condición ferial encuentra su rescate y su victoria en la escucha de la Palabra. Al final de la celebración eucarística

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Lectio Divina

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  • 1. Nuestro carcter ferial

    Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos

    iconos, de la dimensin ferial.

    Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros-

    en los das feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e

    intensa actividad, en una carrera frentica y sin pausa. La

    dimensin ferial est marcada, para nosotros, por la fiebre de la

    accin y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta

    sensacin: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el

    tiempo. Nuestra dimensin ferial est amenazada, est enferma.

    Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis

    grandes das feriales en los que Dios est trabajando, hace ser y

    da forma a toda la creacin (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuacin, el

    hombre, asociado a Dios en esta obra ferial: el Seor Dios

    tom al hombre y lo puso en el huerto de Edn para que lo cultivara

    y lo guardara (Gn 2,15). Aqu, la dimensin ferial es creativa; el

    tiempo aparece como un espacio de realizacin. La dimensin ferial

    se encuentra en estado de nacimiento y no conoce an las

    turbaciones y los desgarros que vendrn despus.

    Nuestra dimensin ferial est enferma y necesita ser

    redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado

    odo a las voces del enemigo; la redencin se llevar a cabo a

    travs de la escucha del verdadero Amigo. Escuchar a Dios en

    los das feriales es ponerse en marcha por el camino de la

    redencin.

    2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condicin ferial

    La dimensin ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer

    fructificar la Palabra

    Nuestra condicin ferial encuentra su rescate y su victoria

    en la escucha de la Palabra. Al final de la celebracin eucarstica

  • de cada domingo se nos remite a los das feriales. Tas haber sido

    espectadores y haber vivido los glandes acontecimientos de la

    salvacin, el Espritu nos impulsa a salir, a proclamar y a dar

    testimonio de lo que hemos escuchado y vivido en el misterio de la

    celebracin, lo que ha sido depositado en nosotros como depsito

    que debemos custodiar, meditar y hacer fructificar. A fin de que

    podamos vencer las grandes tentaciones, a fin de que podamos

    hacer frente sin miedo a los mltiples desafos, el Espritu de Dios

    se encuentra junto a nosotros y nos recuerda la Palabra que libera

    y salva.

    La Palabra que hemos odo en los diferentes domingos vuelve

    de nuevo en los das feriales, aunque dispuesta en nuevos

    contextos y en nuevas sucesiones: cada lectura est puesta en

    contacto con otras diferentes a las del domingo; cada

    acontecimiento de la historia de la salvacin se conjuga con otros;

    conjuntamente nos hablan despus a nosotros, hombres y mujeres

    de los das feriales, para hacernos ver ms all, para hacernos

    descubrir la voluntad del Amigo escondida en el tejido de la vida

    cotidiana, para introducirnos en los secretos de un amor concreto,

    para hacernos pasar de la dispersin a la unidad y de la soledad a

    la comunin, para hacernos capaces de ofrecer, da a da, el

    sacrificio espiritual que Dios espera de sus hijos, para darle a toda

    la vida una impronta pascual.

    Escuchar para ser capaces de ver ms all

    Durante los das feriales vivimos inmersos en una historia cuya

    orientacin y sentido, con frecuencia, no acertamos a entrever de

    modo claro. A veces puede presentrsenos como carente de

    direccin, catica y sin sentido. Es como si nos encontrramos ante

    algo opaco que no permite ver lo que hay ms all. Los israelitas

    que caminan por el desierto no consiguen entrever lo que hay

    delante de ellos, lo que les espera; sin embargo, a Balan -el

    hombre que oye las palabras de Dios, el oyente- le ha sido

    quitado el velo de los ojos, ha recibido un ojo penetrante y

  • ve la visin. l es capaz de interpretar la historia y su

    orientacin (Nm 24,3ss).

    Si nos hacemos oyentes de las palabras de Dios, tendremos

    el ojo penetrante; seremos capaces de interpretar con mayor

    facilidad la historia, y en particular nuestra propia vida, y, sobre

    todo, seremos capaces de intuir la presencia de Dios en los

    pliegues de la vida de cada da, hasta en los dolorosos. Incluso

    cuando la oscuridad sea tal que no podamos vislumbrar nada y

    seamos como ciegos, si escuchamos la Palabra de Dios,

    percibiremos el paso del Seor y tendremos la fuerza necesaria

    para decirle: Que yo pueda ver (cf. Le 18,35-43).

    Escuchar para descubrir la voluntad del Amigo

    La capacidad de escucha - u n don que Dios regala a cada

    hombre- nos lleva a descubrir su voluntad no como una fatalidad a

    la que no podemos sustraernos, sino como una manifestacin de

    amor que encuentra su expresin en las cosas pequeas de cada

    da. La familiaridad con la escucha diaria nos conduce a ser como

    el profeta que devora las palabras y hasta el libro (Jr 15,16), a

    convertir -precisamente como Jess- la voluntad de Dios en

    nuestro alimento diario (Jn 4,34).

    Escuchar para entrar en los secretos del amor

    Si somos capaces de ponernos a la escucha, los das feriales

    no sern un tiempo de lejana de Dios; de una manera gradual, nos

    llevarn a entrar en la intimidad ms profunda con l. La escucha

    humilde y atenta, el estar pendientes de los labios del amado, nos

    introducir en la bodega del amor (Cant 2,4). Si no fallamos a la

    cita, descubriremos las infinitas atenciones de Dios, los juegos

    misteriosos de su ausentarse para volver a presentarse a

    continuacin, su continuo sorprendernos. Estas palabras pueden

    parecer... exageradas, y as son para el que sigue an en el umbral

    de la verdadera escucha.

  • Escuchar para pasar de la dispersin a la unidad, de la soledad a la

    comunin

    Los das feriales nos llevan a vivir fuera: fuera de casa y

    fuera tambin de nosotros mismos. De una manera extraa se

    insina el miedo de volver a entrar en nuestra casa, en nosotros.

    En esta situacin percibimos que algo -si no todo- se dispersa, se

    nos escapa. Sin esta vuelta, aunque estemos en medio de mucha

    gente, estaremos solos, nos ser imposible encontrarnos con el

    otro, no llegaremos a la comunin.

    Si decidimos ponernos a la escucha de Dios, nuestros das

    feriales se convertirn en el tiempo en el que nos recuperaremos

    a nosotros mismos, recuperaremos nuestra identidad ms

    profunda y estableceremos relaciones profundas y verdaderas con

    los otros.

    Escuchar para ofrecer el sacrificio espiritual

    Aunque estamos situados en medio del huerto, en el magno

    espacio del mundo, nosotros no debemos huir ni escondernos para

    no or el paso de Dios. Dios pidi a los israelitas en el desierto que

    escucharan su voz porque slo esto tena valor de sacrificio: Yo

    no prescrib nada a vuestros antepasados sobre holocaustos y

    sacrificios cuando los saqu de Egipto. Lo nico que les mand fue

    esto: Si obedecis mi voz, yo ser vuestro Dios y vosotros seris

    mi pueblo (Jr 7,22ss).

    Esta escucha de la Palabra de Dios convierte nuestros das

    feriales en el tiempo oportuno de nuestro sacrificio a Dios. Pues

    todas sus obras, preces y proyectos apostlicos, la vida conyugal

    y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo,

    si se realizan en el Espritu, incluso las molestias de la vida si se

    sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales,

    aceptables a Dios por Jesucristo (1 Pe 2,5) (Lumen gentium 34).

    Escuchar para ser redimidos, celebrar la pascua

  • Los das feriales transcurridos escuchando la Palabra se

    convierten en das de rescatados, santificados, redimidos; se

    convierten en das pascuales, de paso hacia la pascua eterna;

    son como los escalones de la escalera de Jacob (Gn 28,10-12).

    3. La ordenacin de las lecturas

    En las ferias del tiempo ordinario hay dos ciclos anuales para

    la primera lectura: el ciclo I para los aos impares, y el ciclo II

    para los aos pares; para el evangelio hay un solo ciclo.

    Ordenacin de las lecturas evanglicas

    La ordenacin adoptada para los evangelios prev que se lea

    primero Marcos (semanas l-IX), despus Mateo (semanas X-XXI),

    a continuacin Lucas (semanas XXII-XXXIV). Los captulos 1-12

    de Marcos se leen en su totalidad; se prescinde slo de dos

    percopas del captulo 6, que son ledas en das de otros tiempos.

    De Mateo y Lucas se leen lodos los pasajes que no se encuentran

    en Marcos. De este modo, algunas parles se leen dos o tres veces:

    se trata de aquellas que tienen caractersticas absolutamente

    propias en los distintos evangelios o son necesarias para entender

    bien la seguida del evangelio. El discurso escatolgico, en su

    redaccin completa referida por Lucas, se lee al final del ao

    litrgico.

    Ordenacin de las primeras lecturas

    En la primera lectura se van alternando los dos Testamentos,

    varias semanas cada uno, segn la extensin de los libros que se

    leen.

    De los libros del Nuevo Testamento se lee una parte bastante

    notable, procurando dar una visin sustancial de cada una de las

    cartas.

    En cuanto al Antiguo Testamento, no era posible ofrecer ms

    que los fragmentos escogidos que, en lo posible, dieran a conocer

    la ndole propia de cada libro. Los textos histricos han sido

  • seleccionados de manera que den una visin de conjunto de la

    historia de la salvacin antes de la Encarnacin del Seor. Era

    prcticamente imposible poner los relatos demasiado extensos: en

    algunos casos se han seleccionado algunos versculos, con el fin de

    abreviar la lectura. Adems, algunas veces se ilumina el significado

    religioso de los hechos histricos por medio de textos tomados de

    los libros sapienciales, que se aaden, a modo de proemio o

    conclusin, a una determinada serie histrica (OLM 110).

    Proyectando una visin panormica sobre los dos aos, vemos

    que en los das feriales figuran casi todos los libros del Antiguo

    Testamento. Slo se ha prescindido de los libros profticos ms

    breves (Abdas, Sofonas) y de un libro potico (Cantar de los

    cantares). Entre los libros narrativos con carcter edificante, que

    exigen una lectura ms bien prolongada para ser entendidos como

    es debido, se leen Tobas y Rut; de los otros (Ester, Judit) se

    prescinde, aunque se leen algunos pasajes de los mismos en

    domingos o ferias de otros tiempos litrgicos.

    Las primeras lecturas de los aos impares estn tomadas de

    Hebreos (semanas I-IV); Gnesis 1-11 (V-VI); Eclesistico (VII-

    VIII); Tobas (IX); 2 Corintios (X-XI); Gnesis 12-50 (XII-XIV);

    xodo (XV-XVII); Levtico (XVII); Nmeros (XVIII);

    Deuteronomio y Josu (XVIII-XIX); Jueces y Rut (XX); 1

    Tesalonicenses (XXI-XXII); Colosenses (XXII-XXIII); 1

    Timoteo (XXIII-XXIV); Esdras, Ageo y Zacaras (XXV); Zacaras,

    Nehemas y Baruc (XXVI); Jons, Malaquas y Joel (XXVII);

    Romanos (XXVIII-XXXI); Sabidura (XXXII); 1 y 2 Macabeos

    (XXXIII); Daniel (XXXIV).

    Lunes de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Zacaras 8,1-8

    En aquellos das,

    1 el Seor todopoderoso me dirigi esta palabra:

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • 2 As dice el Seor todopoderoso: Siento un amor profundo por

    Sin y me abraso de pasin por ella.

    3 As dice el Seor todopoderoso: Voy a volver a Sin, voy a habitar

    en medio de Jerusaln. Jerusaln ser llamada ciudad fiel, y el

    monte del Seor todopoderoso, monte santo.

    4 As dice el Seor todopoderoso: Ancianos y ancianas volvern a

    sentarse en las plazas de Jerusaln; cada uno con el bastn en la

    mano por lo avanzado de su edad.

    5 Y las plazas de la ciudad estarn llenas de nios y nias, que

    jugarn en ellas.

    6 As dice el Seor todopoderoso: En aquellos das, esto

    parecer imposible al resto del pueblo, pero no me lo parecer a

    m, orculo del Seor todopoderoso.

    7 As dice el Seor todopoderoso: Voy a liberar a mi pueblo del pas

    del sol levante y del pas del sol poniente.

    8 Y los traer para que vivan en Jerusaln. Ellos sern mi pueblo, y

    yo ser para ellos un Dios fiel y salvador.

    * Empieza aqu una seccin de Zacaras con fuerte sentido

    mesinico. El texto es una especie de mosaico de pequeos

    orculos de salvacin. Los dos primeros sugieren el motivo

    conductor: la fidelidad de Dios al pacto -en virtud de la cual el

    Seor ama profundamente a Sin y no tolera los abusos ni los

    sufrimientos padecidos por su pueblo- ser la razn del retorno

    de los exiliados a Jerusaln y fuente del perdn con el que se curan

    las infidelidades pasadas, que fueron causa del exilio. Renace as

    una ciudad santificada por la Palabra de Dios, fiel y dcil a ella (v.

    3).

    Viene, a continuacin, una serie de orculos de prosperidad.

    En ellos aparecen temas acostumbrados, como la multiplicacin del

    nmero de los habitantes, una prodigiosa longevidad, una

    fecundidad inesperada (w. 4-6) y, sobre todo, el retorno de todos

    los exiliados, incluso de los que haban lindado emprender la

    aventura de la vuelta a la patria. A la objecin presentada por

    algunos de que este sueo es irrealizable desde el punto de vista

  • humano, el profeta responde recordando que lo imposible para los

    hombres es posible para Dios: Esto parecer imposible al resto

    del pueblo, pero no me lo parecer a m (v. 6). El versculo es

    verdaderamente la cima de esta seccin, porque fundamenta en la

    fidelidad y en el poder de Dios una serie de expectativas, una

    esperanza que de otro modo podra parecer slo un optimismo

    irreal. Sin embargo, se trata de la certeza de la salvacin llevada

    a cabo por Dios (cf. v. 7), por el Dios de la alianza, fiel y justo.

    Evangelio: Lucas 9,46-50

    En aquel tiempo,

    46 surgi entre los discpulos una discusin sobre quin sera el ms

    importante.

    47 Jess, al darse cuenta de la discusin, tom a un nio, lo puso

    junto a s

    48 y les dijo: -El que acoge a este nio en mi nombre a m me acoge,

    y el que me acoge a m acoge al que me ha enviado, porque el ms

    pequeo entre vosotros es el ms importante.

    49 Juan tom la palabra y le dijo: -Maestro, hemos visto a uno

    expulsar demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque

    no pertenece a nuestro grupo.

    50 Jess les dijo: -No se lo prohibis, que el que no est contra

    vosotros est de vuestra parte.

    ** La comunidad de Jess no es una comunidad de hombres

    y mujeres perfectos. Las discusiones que hemos odo sobre quin

    sera el ms importante segn Lucas- aparecern incluso durante

    la ltima cena de Jess con los discpulos (Lc 22,24). Como

    antdoto a sus deseos de grandeza meramente humanos, Jess

    contrapone el inesperado modelo del nio, un modelo que deber

    iluminar la problemtica planteada por las relaciones en el interior

    de la comunidad, formada por miembros muy sensibles al honor y

    al prestigio humano (v. 47). Jess no presenta aqu al nio como

    alguien que carece de espritu de rivalidad, sino como alguien que

    carece de grandeza, alguien que en el estatus social de la poca no

  • contaba en absoluto. En definitiva, los discpulos, a quienes se

    dirige Jess poniendo al nio junto a s, aunque no desprecian al

    pequeo, no desean ciertamente volver a ser como l.

    Con este gesto, que para los discpulos es desconcertante,

    se manifiesta de manera visible el mandato de negarse a s mismo,

    de renunciar a la autoglorificacin. Un signo de esta renuncia a los

    sueos de gloria autnoma ser precisamente la acogida y la

    atencin que los discpulos habrn de reservar a los que no cuentan

    desde el punto de vista humano, a los que son pequeos,

    irrelevantes (v. 48). Sin embargo, a travs de esta atencin a los

    dbiles, a los insignificantes, se abrirn a la acogida del mismo

    Dios.

    Lucas pone a continuacin un dicho sobre las relaciones de

    la comunidad con el exterior. Contra el no pertenece a nuestro

    grupo (v. 49) -la motivacin aducida por Juan para prohibir el

    ejercicio del exorcismo a un extrao-, Jess pide por encima de

    todo que se sepa reconocer el bien all donde se encuentre y que

    se abandone la lgica de la competencia. Tal vez, Juan desconfa

    del exorcista irregular no porque tema la posibilidad de que se

    sirva del nombre de Jess como si se tratara de un instrumento,

    sino porque aqul, con su prctica sustrada a los controles de su

    grupo, puede disminuir a los ojos de los otros el prestigio de los

    discpulos. De ah, pues, la instruccin de Jess (el que no est

    contra vosotros est de vuestra parte: v. 50), que les ayudar a

    superar la insidia del triunfalismo.

    MEDITATIO

    Las lecturas de hoy nos presentan diversas provocaciones.

    El texto de Zacaras es casi un himno al poder de Dios, un Dios que

    es verdaderamente el Dios de lo imposible y que quiere hablar en

    medio de su pueblo para siempre. De ah que la profeca sea una

    exhortacin a la esperanza y a saber reconocer cmo Dios conduce

    a su realizacin, con una fidelidad infalible, su maravilloso plan de

    salvacin. Con todo, el estilo que le caracteriza es paradjico: pasa

    por caminos muy alejados de nuestra lgica humana, caminos que

  • son ilustrados de una manera eficaz por la figura del nio. La

    persona misma de Dios se ha hecho visible en el rostro de un Nio

    sencillo y pobre, pero rico en amor a todos nosotros.

    Por otra parte, el nio representa tambin la denuncia

    dirigida por Jess a sus discpulos, alejados con frecuencia de una

    plena adhesin a la lgica evanglica en el marco de la vida eclesial.

    El mismo sntoma de la incomprensin de las exigencias evanglicas

    aparece en el intento de monopolizar la fe en l (vase el episodio

    del exorcista extrao). Se trata de una voluntad de acaparar el

    poder de Jess, ignorando que el poder y la gloria del nombre de

    Jess superan los mismos confines de la comunidad.

    Esta ltima debe recordar ms bien en todas las ocasiones

    que cualquier curacin, liberacin o victoria sobre las fuerzas del

    mal no procede de ella, sino slo de aquel Nombre que supera a

    todos, incluida la Iglesia.

    ORATIO

    Oh Padre, t que eliges a los pequeos y a los pobres, t que

    les revelas a ellos los misterios de tu Reino, aydame a caminar por

    los caminos de la humildad y de la sencillez. Quiero imitar a tu hijo,

    Jess, dcil y humilde de corazn, y hacerme como

    l siervode mis hermanos y hermanas. S que mi hombre

    viejo intenta impedir que me rinda a tu amor, alimentando en m

    el orgullo, la presuncin y la ingratitud. S tambin, no obstante,

    que a ti nada te es imposible y que con tu Espritu puedes

    renovarme, realizando en m las maravillas de las que slo t eres

    capaz.

    Crea, pues, en m, oh Padre celestial, un corazn dcil, alejado

    de triunfalismos, colmado de gratitud por el inmerecido amor con

    el que has revestido mi vida, un corazn ajeno a las envidias y a las

    rivalidades, pero capaz de gozar sinceramente con cada semilla de

    bien que has sembrado en el mundo.

    CONTEMPLATIO

  • Nadie puede ir al conocimiento de Dios si no lo hace por el

    camino de la humildad. El camino para ensalzarse es humillarse. Por

    el camino de la humildad es como el hombre encuentra gracia a los

    ojos de Dios y paz con los otros hombres. Un rey de corona que

    tuviera que enviar a una muchacha a cierto pas no la pondra

    encima de un rocn salvaje, feroz y extrao, sino sobre una

    caballera tranquila, de paso suave: de este modo, el Seor no pone

    su gracia en los soberbios, sino en los humildes (Egidio de Ass,

    / detti, Miln 1964, pp. 68.71).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Ellos sern mi

    pueblo, y yo ser para ellos un Dios fiel y salvador (Zac 8,8).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    El pequeo monje era hijo de su tiempo, es decir, de nuestro

    tiempo. Los esfuerzos de sus contemporneos para promover

    todas las grandezas del hombre le entusiasmaban; por amor a la

    humanidad, por su honor y su gloria, tambin l intentaba ser

    grande. As, desde el comienzo de su profesin, se sinti un tanto

    desorientado por ciertas mximas evanglicas. Intua de una

    manera confusa que su rica personalidad podra incurrir en riesgos.

    Por eso redact estas notas: Si quieres hacerte pequeo, no

    desprecies la grandeza da los otros (excitado por una admiracin

    no dirigida a l). Si descubres que eres pequeo, no concluyas que

    eres una perla (despus de ciertas fulgurantes iluminaciones sobre

    su pequeez).

    Quien se considera "extremadamente pequeo", raramente

    lo es; los verdaderos pequeos saben que estn en los comienzos

    de la pequeez (un da que se haba mostrado humilde en todo y

    para todo). Si no puedes admirar tu virtud, no admires tu

    arrepentimiento (el da que se apart de todo para encerrarse en

    elremordimiento). Tu gran hombre lo llevas en ti; san Pablo lo llama

    el hombre viejo (una noche que haba concluido brillantemente

    cierto asunto). La importancia de los grandes hombres no cambia

  • nada de lo que t eres: precisamente porque Dios es grande eres

    t pequeo (el da que el corazn del pequeo monje lata de

    admiracin). No llegar el ltimo con e aspecto de alguien que ha

    ganado el Tour de Francia (un da en que se encontraba

    maravillosamente pequeo). S pequeo, pero sin creer que un

    gramo tuyo vale lo que un kilo de tu hermano(como arriba) (M.

    Delbrl, // piccolo moaco. Taccuino spirituale, Turn 1990, pp. 53-

    55).

    Martes de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Zacaras 8,20-23

    20 As dice el Seor todopoderoso: Todava han de venir gentes y

    habitantes de ciudades populosas.

    21 Los habitantes de una ciudad irn a decir a los de la otra: Vamos

    a invocar al Seor todopoderoso y a pedir su proteccin. Yo

    tambin voy contigo.

    22 Y muchos pueblos y naciones poderosas vendrn a adorar al

    Seor todopoderoso en Jerusaln y a pedir su proteccin.

    23 As dice el Seor todopoderoso: En aquellos das, diez

    extranjeros agarrarn a un judo por el manto y le dirn:

    Queremos ir con vosotros, porque hemos odo que Dios est con

    vosotros.

    ** La comunidad de los hombres del retorno tiene una clara

    propensin a una actitud penitencial, puesto que es consciente de

    los efectos del pecado que haba causado el exilio y la destruccin

    de la Ciudad Santa. El riesgo consiste en que esta actitud

    penitencial ofusque la alegra de la salvacin llevada a cabo por el

    Seor.

    Aqu est, por tanto, la respuesta del profeta a la consulta

    sobre los ayunos. A los distintos ayunos aade tambin el del

    cuarto mes, que conmemora la brecha en las murallas de Jerusaln,

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • y el del dcimo mes, que recuerda el comienzo del asedio. Pues

    bien, aun sin abolir la necesidad de una actitud penitencial, en la

    que el ayuno ocupaba una parte importante, se confirma, no

    obstante, el sentimiento de alegra, de jbilo, de fiesta, que debe

    caracterizar la espiritualidad de la comunidad. Con todo, a fin de

    que esta fiesta no se altere, ser necesario que la comunidad ame

    la verdad y la paz, pues de otro modo la fiesta se volvera

    vividora, no gozosa. Y cules son las razones de la fiesta,

    adems del retorno? La perspectiva de una reunin universal

    precisamente en Jerusaln. Estos pueblos reconocern entonces

    en los judos a los maestros que les ensearn el camino hacia el

    Seor (v. 23).

    A travs de esta perspectiva de salvacin de los pueblos, el

    profeta vuelve a llamar a sus primeros destinatarios -los hijos de

    Israel- a la exigencia de una autntica alianza que est basada en

    la confianza en la presencia del Seor, en la certeza profunda de

    su ser elDios fiel, el Dios con nosotros.

    Evangelio: Lucas 9,51-56

    51 Cuando lleg el tiempo de su partida de este mundo, Jess tom

    la decisin de ir a Jerusaln.

    52 Entonces envi por delante a unos mensajeros, que fueron a una

    aldea de Samara para prepararle alojamiento,

    53 pero no quisieron recibirlo, porque se diriga a Jerusaln.

    54 Al ver esto, los discpulos Santiago y Juan dijeron: -Seor,

    quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma?

    55 Pero Jess, volvindose hacia ellos, les reprendi severamente.

    56 Y se marcharon a otra aldea.

    ** Comienza aqu la parte ms caracterstica de la obra de

    Lucas, el gran viaje hacia Jerusaln (Lc 9,51-19,28). Lucas nos

    sita de inmediato frente a un episodio en el que se rechaza a

    Jess. El texto griego podra ser aducido de un modo ms literal

    as: Sucedi que como se iban cumpliendo los das de su asuncin,

    endureci su rostro para ir a Jerusaln. Envi, pues, mensajeros

  • delante de su rostro.... La partida de Jess hacia Jerusaln es

    considerada desde la perspectiva de la misin proftica, que

    requiere decisin para hacer frente a los peligros, con la seguridad

    de la ayuda del Seor (cf Jr 1,18; Is 50,7: Endurec mi rostro

    como el pedernal, sabiendo que no quedara defraudado). Se

    aproxima el tiempo de su asuncin, elevacin paradjica que

    contrasta con la lgica del hombre y que nos hace comprender que

    este viaje de Jess es un viaje sin retorno, hacia la muerte.

    Como ya les ocurriera a los profetas, Jess experimenta un

    clima de rechazo, de hostilidad; es el rechazo de los samaritanos

    (Lc 9,53). Obsrvese la irona del texto: a primera vista, el

    rechazo se atribuye a la hostilidad de los samaritanos hacia el

    culto de Jerusaln, pero yendo ms al fondo la oposicin al viaje

    remite a la arraigada dificultad humana para aceptar el plan divino

    cuando ste incluye dolor y fracaso. En consecuencia, es

    rechazado por todos: por los suyos y por los samaritanos, por los

    de dentro del pueblo y por los de fuera. Sin embargo, el plan de

    Dios no se interrumpe por el rechazo humano. Por eso, el v. 56

    afirma que se marcharon a otra aldea: la Buena Nueva,

    rechazada por unos, ser acogida por otros.

    Por otra parte, el camino de Jess encuentra incomprensin

    hasta por parte de los mismos discpulos. El evangelista refiere,

    en efecto, el episodio de la violenta indignacin de Santiago y de

    Juan por la injusticia cometida al Maestro (v. 54) y, en

    consecuencia, a Dios, que es quien le enva, una indignacin que

    traiciona la incapacidad para comprender lo que Jess va a vivir.

    Jess se lo reprocha con aspereza (v. 55), precisamente porque

    quiere invitarles a abandonar la idea errnea que tienen sobre la

    misin de Jess y sobre la misin de ellos.

    MEDITATIO

    La primera lectura y el pasaje evanglico parecen mantener,

    en apariencia, dos visiones opuestas. Por una parte, est el

    mensaje de Zacaras, con la perspectiva optimista de la conversin

    de los gentiles y de una peregrinacin universal, en la que Israel

  • va en cabeza de la procesin que sube hacia Sin. En el evangelio,

    en cambio, nos las vemos con la cerrazn de Israel, que est

    implicada en el rechazo de Jess, y con la incredulidad de los

    samaritanos, que niegan toda hospitalidad al Nazareno y a sus

    discpulos.

    En realidad, ambas visiones no son contradictorias, sino que

    estn profundamente coordinadas en el plan de la salvacin. En el

    pecado de incredulidad, que conduce a excluir a Jess de la vida

    humana, estn implicados tanto Israel como los samaritanos y cada

    uno de nosotros. Todos estamos necesitados de la salvacin, que

    nos viene precisamente del hecho de que Jess hizo frente con

    valor a su destino de pasin y muerte en obediencia al plan del

    Padre.

    La salvacin que Jess ofrece a todo el mundo es el

    cumplimiento de las antiguas profecas de una redencin universal,

    y entre esas profecas figura precisamente como un ejemplo

    flgido el presente orculo de Jeremas. A buen seguro, el

    Evangelio sigue sufriendo todava hoy rechazo y oposicin, pero al

    discpulo dcil le est prohibida toda impaciencia, dado que sta,

    ms que celo amoroso, muestra una fe pequea y representa un

    obstculo para un testimonio autntico de la obra de Cristo.

    ORATIO

    Seor Jess, bendigo el valor con el que endureciste tu

    rostro como piedra y emprendiste el camino hacia la cruz, aun

    sabiendo que nosotros te habramos de corresponder con la

    incredulidad, la indiferencia e incluso la hostilidad.

    Bendigo la paciencia de la que haces gala incesantemente

    con nosotros, que nos mostramos a menudo impacientes y severos

    con los otros y con sus errores.

    Bendigo tu misericordia con nosotros, que no ramos hijos

    de Israel pero que precisamente gracias a tu muerte hemos sido

    hechos partcipes de las promesas que hiciste a tu pueblo. Bendigo

    tu fidelidad, gracias a la cual te has seguido fiando de nosotros y

  • creyendo en nuestro discipulado, a pesar de nuestras defecciones

    y cadas.

    Me aferro al borde de tu manto, seguro de que encontrar

    en ti al que me cura de mis infidelidades y me conduce a la casa

    del Padre. Amn.

    CONTEMPLATIO

    Sed dulces en vuestras acciones: nada de violencia, nada de

    impaciencia, nada de furor: si en alguna ocasin es preciso recurrir

    a la severidad, no recurris a ella ms que justo lo necesario,

    cuando estis bien seguros de que es necesario; en caso de duda,

    preferid siempre los caminos de la dulzura a los caminos del rigor

    [...].

    Oh! Cuando os ataquen, slo tenis que hacer una cosa:

    imitar la dulzura que mostr en mi pasin, dejaros despojar de

    todo, golpear, condenar a muerte, sin sombra de resistencia, como

    yo os dar ejemplo [...].

    Creed lo que os repito cada da, a cada hora. Creed que

    vuestro lema es ser corderos. Imitadme en esto y en todo, a

    m el Cordero de Dios (Ch. de Foucauld,All'ultimo posto. Ritiri in

    Terra Santa 1897-1900, Roma 1974, pp. 77-79).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Vamos a invocar

    al Seor todopoderoso y a pedir su proteccin (Zac 8,21).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Es necesario desarraigarse. Cortar el rbol y hacer con l

    una cruz, y llevarla despus todos los das. La contradiccin

    experimentada hasta el fondo del ser es la laceracin, es la cruz.

    Hace falta un hombre justo al que imitar para que la imitacin de

    Dios no sea una palabra vaca, pero nace falta tambin, a fin de

    que vayamos ms all de la voluntad, que sea imposible querer

    imitarle. No podemos querer la cruz. Podemos querer cualquier

  • grado de ascetismo o de herosmo, pero no la cruz, que es un

    sufrimiento penal.

    El misterio de la cruz de Cristo reside en una contradiccin,

    porque es, al mismo tiempo, una ofrenda voluntaria y un castigo

    que sufri a su pesar. Si slo viramos la ofrenda, podramos

    querer lo mismo para nosotros. Pero no es posible querer un

    castigo padecido a pesar nuestro. Quienes conciben la crucifixin

    slo bajo el aspecto de la ofrenda cancelan el misterio salvfico y

    la amargura salvfica. Desear el martirio es desear

    verdaderamente demasiado poco. La cruz es infinitamente ms que

    el martirio [...].

    La cruz es una palanca con la que un cuerpo frgil y ligero,

    pero que era Dios, ha levantado el peso de todo el mundo. Dadme

    un punto de apoyo y levantar el mundo. Este punto de apoyo es

    la cruz. No puede haber otro. Es menester que se encuentre en la

    intercesin del mundo con lo que no es el mundo. La cruz es esta

    intercesin (S. Weil, //chicco di melagrana, CiniselloB. 1998, pp.

    105ss).

    Mircoles de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Nehemas 2,1-8

    1 En el mes de Nisn del ao vigsimo del reinado de Artajerjes,

    tom el vino y se lo serv al rey en mi calidad de copero. Como nunca

    anteriormente haba estado triste en su presencia,

    2 el rey me pregunt: -Por qu ese semblante tan triste? Puesto

    que no ests enfermo, tiene que ser una afliccin del corazn.

    Sumamente azorado,

    3 dije al rey: -Viva eternamente el rey. Cmo no ha de estar triste

    mi semblante cuando la ciudad que guarda las tumbas de mis

    antepasados est destruida y sus puertas quemadas?

    4 Me pregunt el rey: -Qu es lo que quieres? Entonces yo,

    encomendndome al Dios del cielo,

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • 5 le dije: -Si le parece bien al rey y est contento de su siervo, le

    ruego que me permita ir a Jud para reconstruir la ciudad de las

    tumbas de mis antepasados.

    6 El rey, que tena a la reina sentada a su lado, me pregunt: -

    Cunto durar tu viaje y para cundo piensas volver. Yo le indiqu

    una fecha que le pareci bien, y me autoriz a realizar el viaje.

    7 Me atrev a decirle todava: -Si le parece bien al rey, podra

    darme cartas para los gobernadores del territorio del otro lado

    del Eufrates, a fin de que me faciliten el viaje hasta Jud.

    8 Tambin, una carta para Asaf, el encargado de los bosques

    reales, para que me proporcione madera de construccin para las

    puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y

    la casa que voy a ocupar. El rey accedi a ello, porque mi Dios me

    protega con toda su bondad.

    ** El personaje de Nehemas subintra en el de Esdras y

    plantea numerosos problemas a la cronologa de ambos personajes

    y a las relaciones entre ellos. De todos modos, aparece aqu una

    comparacin implcita entre ambos a travs de una serie de

    paralelismos y contrastes.

    Los dos tienen que hacer frente a las dificultades y a la

    oposicin de los vecinos: a la obra de la reconstruccin del templo,

    en el primer caso, y a la reconstruccin de la ciudad, en el segundo.

    El autor, ms que degradar a Nehemas y la poltica que l

    representa, quiere acentuar su complementariedad con el

    proyecto de Esdras y la necesidad de dos modos de estar presente

    en la comunidad: Esdras estaba ms preocupado por la

    reconstruccin religiosa del pueblo, y Nehemas, por su

    reconstruccin civil.

    La memoria de Nehemas, narrada en primera persona, es

    atribuida al final a la presencia protectora y providente de Dios, a

    la mano benfica con la que YHWH gua a los protagonistas de la

    reconstruccin del pueblo (v. 8). Tambin est implcito el motivo

    de la necesidad de superar las vacilaciones personales, de vencer

    el temor por la propia vida y por la propia fortuna, de estar

  • dispuesto a sacrificarlo todo, incluso todas las comunidades, por

    la causa del pueblo de Dios. De este modo, Nehemas arriesga la

    vida, mostrndose triste ante el rey, pero, al final, el atrevimiento

    del que hace gala en su discurso le permite obtener las

    credenciales que le permitirn reconstruir la ciudad. El motivo es

    semejante al de Ageo: la necesidad de anteponer la causa del

    pueblo de Dios a nuestro propio bien particular.

    Evangelio: Lucas 9,57-62

    En aquel tiempo,

    57 mientras iban de camino, uno le dijo: -Te seguir adondequiera

    que vayas.

    58 Jess le contest: -Las zorras tienen madrigueras y los pjaros

    del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dnde reclinar la

    cabeza.

    59 A otro le dijo: -Sgueme. l replic: -Seor, djame ir antes a

    enterrar a mi padre.

    60 Jess le respondi: -Deja que los muertos entierren a sus

    muertos; t ve a anunciar el Reino de Dios.

    61 Otro le dijo: -Te seguir, Seor, pero djame despedirme

    primero de mi familia.

    62 Jess le contest: -El que pone la mano en el arado y mira hacia

    atrs no es apto para el Reino de Dios.

    ** Lucas presenta a Jess, por el camino hacia Jerusaln,

    acompaado por sus discpulos (v. 57), a los cuales se les asocian

    otros. El evangelista menciona ahora el caso de tres aspirantes al

    discipulado. A los tres les pone la condicin de estar dispuestos a

    partir, de no demorarse. La exigencia de la vocacin se propone

    con frmulas lapidarias: dejarlo todo para seguir a Jess y no

    posponer el seguimiento de Jess a ninguna otra cosa.

    El primer caso es el de un aspirante a discpulo que toma la

    iniciativa de pedirle a Jess que le deje seguirle: Uno le dijo: Te

    seguir adondequiera que vayas (v. 57). Esta conmovedora

    declaracin de fidelidad recuerda lo que prometi Rut a su suegra

  • Noem (Rut 1,16). Del mismo modo que hizo la anciana Noem con

    su nuera, Jess parece frenar -planteando exigencias

    inderogables- tanto el impulso generoso de este annimo discpulo

    como, a continuacin, la disponibilidad de otros dos seguidores a

    los que tampoco se nombra: Las zorras tienen madrigueras y los

    pjaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dnde

    reclinar la cabeza (v. 58).

    He aqu ahora el segundo caso (w. 59ss), en el que es el mismo

    Jess quien pide a alguien que le siga, mostrando as con claridad

    que el discipulado tiene siempre su origen en la libre eleccin por

    parte del Maestro. El llamado, sin embargo, no debe mostrar un

    asentimiento condicionado, ni aunque se trate de pedir permiso

    para enterrar a su propio padre. Jess no quiere negar el deber

    de dar sepultura a los muertos ni la observancia del cuarto

    mandamiento, sino que pretende recordar que hasta los vnculos

    ms queridos han de estar subordinados a los valores del Reino.

    El ltimo caso (w. 61ss) hace referencia a la llamada de Eliseo

    por parte del profeta Elas (1 Re 19,19-21). Se establece as una

    relacin de continuidad y de contraste. El discpulo, como en el

    caso de Eliseo, recibe el carisma del Maestro, pero no se le

    permite ninguna vacilacin o dilacin. La llamada al discipulado es

    incondicionada y no tolera los titubeos que nos impiden estar

    dispuestos a reconocer el Reino de Dios.

    MEDITATIO

    La primera lectura nos pone de nuevo frente a la urgente

    tarea que supone para cada creyente colaborar en la edificacin

    del pueblo de Dios y robustecer su camino en la fe. En cuanto

    discpulos de Jess, estamos llamados, por habernos adherido a su

    seguimiento, a descubrir tambin que la pasin por la comunidad

    del Seor no puede ser algo secundario para quien ha

    experimentado el inmenso amor que Dios tiene por su pueblo.

    La dureza de las condiciones que Jess pone a los aspirantes

    a discpulos no tiende a formar un discpulo que persiga un elevado

    ideal asctico, cosa que podra engendrar en el nimo una especie

  • de sentimiento altanero de seguridad o indiferencia hacia los

    otros; Jess recuerda aqu ms bien que el discipulado es gracia

    cara y que las renuncias propuestas deben ser entendidas slo

    como manifestaciones de un radicalismo en el amor.

    Se trata de la disponibilidad para hacerse ofrenda, a imitacin

    de aquel que siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para

    enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8,9). El arado en el que nos

    dice que pongamos la mano es el servicio generoso, perseverante,

    humilde, al Reino. Eso significa que debemos roturar los duros

    terrones de nuestro corazn, renunciando a expectativas y

    proyectos slo nuestros, para buscar, en cambio, por encima de

    todo, el bien del pueblo de Dios, tal como hicieron Nehemas y los

    justos de Israel y tal como hicieron los innumerables santos de la

    Iglesia.

    ORATIO

    Seor Jess, infunde en m una sincera pasin por ti, un

    profundo deseo de seguirte y de servirte en tus hermanos y

    hermanas. Sin embargo, t conoces lo dbil que soy frente a los

    obstculos que encuentro en mi camino, unos obstculos que

    engendran en mi corazn dudas, vacilaciones, contradicciones.

    Revsteme, pues, de tu fuerza para que no ponga la mano en el

    arado y, despus, por cansancio u otro motivo, acabe por volverme

    atrs.

    Concdeme un corazn indiviso que sepa reconocerte en todo

    instante como el Seor de mi vida y no se deje arrastrar por

    distracciones, afanes o embriagueces.

    Concdeme no escandalizarme de ti cuando te descubro pobre,

    dbil, sin una piedra donde reposar la cabeza. Suscita en m eso

    que echo de menos: el compartir, el amor por ti, una fidelidad

    capaz de perseverar en la contemplacin de tu santa pasin y

    muerte. Amn.

    CONTEMPLATIO

  • Has odo contar la antigua historia de Lot y sus hijas (cf. Gn

    14,15ss), cmo Lot se salv con sus hijas ganando el monte,

    mientras que su mujer acab transformada en una estatua de sal?

    Fue inmovilizada as para que se hiciera perenne el recuerdo de su

    perversa eleccin de volver la mirada hacia atrs. Has de llevar,

    por tanto, buen cuidado en no volver la mirada atrs despus de

    haber puesto la mano en el arado (cf. Le 9,62), en no volver con

    semejante comportamiento a la amarga salinidad de la vida

    precedente (cf. Dt 4,23; Tob 4,13), y has de refugiarte en el

    monte (Gn 19,17) junto a Jess, la Piedra no cortada por mano de

    hombres que ha llenado el universo (cf. Dn 2,34-35.45) (Cirilo de

    Jerusaln, Le Catechesi, Roma 21997, pp. 440ss).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Mi Dios me

    protega con toda su bondad (Neh 2,8).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    La llamada de Jess al seguimiento convierte al discpulo en

    un individuo aislado. Quiralo o no, debe decidirse, y debe

    decidirse solo. No se trata de una eleccin personal, por la que

    pretende convertirse en un individuo aislado; es Cristo quien

    transforma al que llama en individuo. Cada uno es llamado

    individualmente. Debe seguir individualmente. Temeroso de

    encontrarse solo, el hombre cusca proteccin entre las personas y

    cosas que le rodean. De un solo golpe descubre todas sus

    responsabilidades y se aferra a ellas. Quiere tomar sus decisiones

    al abrigo de estas responsabilidades, no desea encontrarse solo,

    frente a frente con Jess, ni quiere tener que decidirse mirndole

    solo a l. Pero ni el padre ni la madre, ni la mujer ni los hijos, ni el

    pueblo ni la historia pueden proteger en este momento al que ha

    sido llamado. Cristo quiere aislar al hombre, que no debe ver ms

    que al que le ha llamado.

    En la llamada de Jess se ha consumado la ruptura con los

    datos naturales entre los que vive el hombre. No es el seguidor

  • quien consuma esta ruptura, sino Jess mismo en el momento en

    que llama. Cristo ha liberado al hombre de las relaciones

    inmediatas con el mundo, para situarlo en relacin inmediata

    consigo mismo. Nadie puede seguir a Cristo sin reconocer y

    aprobar esta ruptura ya consumada. No es el capricho de una vida

    llevada segn la propia voluntad, sino Cristo mismo quien conduce

    al discpulo a la ruptura. [...]

    Todos se lanzan aislados al seguimiento, pero nadie queda solo

    en el seguimiento. A quien osa convertirse en individuo, basndose

    en la Palabra de Jess, se le concede la comunin de la Iglesia. Se

    halla en una fraternidad visible que le devuelve centuplicadamente

    lo que perdi. Centuplicadamente? S, porque ahora lo tiene slo

    por Jess, todo lo tiene por el mediador, lo que significa, por otra

    parte, con persecuciones. Centuplicadamente, con

    persecuciones, es la gracia de la comunidad que sigue a su

    maestro bajo la cruz. Esta es, pues, la promesa hecha a los

    seguidores de convertirse en miembros de la comunidad de la cruz,

    de ser pueblo del mediador, pueblo bajo la cruz (D. Bonhoeffer, El

    precio de la gracia. El seguimiento, Sgueme, Salamanca 51999, pp.

    57.63).

    Jueves de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Nehemas 8,l-4a.5-6.7b-12

    1 Todo el pueblo se congreg como un solo hombre en la plaza de la

    Puerta de las Aguas y pidi a Esdras, el escriba, que trajera el

    libro de la ley de Moiss que el Seor haba entregado a Israel.

    2 As lo hizo el sacerdote Esdras. El da primero del sptimo mes

    trajo el libro de la ley y ante la asamblea compuesta por hombres,

    mujeres y cuantos tenan uso de razn,

    3 lo estuvo leyendo en la plaza de la Puerta de las Aguas desde la

    maana hasta el medioda. Todo el pueblo, hombres, mujeres y

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • cuantos tenan uso de razn, escuchaban con atencin la lectura

    del libro de la ley.

    4 Esdras, el escriba, estaba de pie sobre un estrado de madera

    levantado al efecto.

    5 Esdras abri el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba ms

    alto que todos, y, al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie.

    6 Esdras bendijo al Seor, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando

    las manos, respondi: -Amn, amn. Despus se postraron y, rostro

    en tierra, adoraron al Seor.

    7 Los levitas explicaban la ley al pueblo que estaba de pie.

    8 Lean el libro de la ley de Dios clara y distintamente, explicando

    el sentido, para que pudieran entender lo que se lea.

    9 El gobernador Nehemas; Esdras, el sacerdote escriba, y los

    levitas que instruan al pueblo dijeron a todos: -Este da est

    consagrado al Seor, nuestro Dios: no estis tristes ni lloris.

    Porque todo el pueblo lloraba al or las palabras de la ley.

    10 Nehemas aadi: -Id a casa y comed manjares apetitosos,

    bebed licores dulces y mandad su porcin a los que no han

    preparado nada, pues este da ha sido consagrado a nuestro Seor.

    No os aflijis, que el Seor se alegra al veros fuertes!

    11 Y los levitas tranquilizaban a todo el pueblo diciendo: -No os

    lamentis ni os aflijis, que ste es un da santo.

    12 Y todo el pueblo se fue a comer y a beber. Repartieron porciones

    y celebraron una gran fiesta, pues haban comprendido las palabras

    que les haban enseado.

    ** El relato de Nehemas presenta al pueblo de Dios reunido

    por su Palabra. sta inspira tambin el servicio y el gobierno en la

    comunidad del Seor. Tras la vuelta del exilio de Babilonia, el

    pueblo no reconstruye su propia vida religiosa slo sobre el templo

    y los sacrificios, sino que empieza a elaborar una nueva institucin:

    una comunidad que se rene para leer y orar la Palabra. Esa

    institucin es la Sinagoga. Israel se convierte as en religin del

    Libro. Segn el relato bblico, como conclusin de la reforma civil

    y religiosa, Nehemas y Esdras convocan a todo el pueblo para que

  • escuche la lectura de la ley de Moiss. Puede observarse cmo el

    encuentro de la comunidad con la Palabra de Dios est modelado

    sobre el ritual y la modalidad de la lectura sinagogal de la Tora,

    que volvemos a encontrar en la poca de Jess y que tambin

    servir de referencia para el culto de la Palabra en la comunidad

    cristiana.

    El da primero del sptimo mes es fiesta del nuevo ao

    civil (cf. Lv 23,24ss; Nm 29,1-6). La comunidad que se rene

    declara as su voluntad de fundamentar la vida cotidiana, en el

    nuevo ao que comienza, con las decisiones que implica la vida civil,

    basadas precisamente en la Palabra que va a or dentro de poco. El

    libro de la Ley est rodeado de gran honor: el pueblo se pone en

    pie, se postra en acto de adoracin, levanta las manos al cielo en

    seal de oracin cuando Esdras trae el libro a la presencia de

    todos. Ese acto de adoracin expresa la conciencia de que esas

    Escrituras no son fruto exclusivo del trabajo humano, sino que son

    revelacin de Dios, su presencia iluminadora en medio del pueblo

    que escucha.

    Despus de la lectura de distintos fragmentos, los levitas

    explicaban el sentido del texto, traducindolo al arameo, es decir,

    a la lengua de la poca, y comentndolo (actualizndolo). Se trata

    del equivalente de la homila y es un momento que todava est

    presente en los ritos de la Sinagoga. El relato presenta asimismo

    los efectos de la Palabra, escuchada de modo religioso y adorador.

    Evangelio: Lucas 10,1-12

    En aquel tiempo,

    1 el Seor design a otros setenta [y dos] y los envi por delante,

    de dos en dos, a todos los pueblos y lugares que l pensaba visitar.

    2 Y les dio estas instrucciones: -La mies es abundante, pero los

    obreros pocos. Rogad, por tanto, al dueo de la mies que enve

    obreros a su mies.

    3 En marcha! Mirad que os envo como corderos en medio de lobos.

  • 4 No llevis bolsa, ni alforjas ni sandalias, ni saludis a nadie por el

    camino. 5 Cuando entris en una casa, decid primero: Paz a esta

    casa.

    6 Si hay all gente de paz, vuestra paz recaer sobre ellos; si no,

    se volver a vosotros.

    7 Quedaos en esa casa y comed y bebed de lo que tengan, porque

    el obrero tiene derecho a su salario. No andis de casa en casa.

    8 Si al entrar en un pueblo os reciben bien, comed lo que os pongan.

    9 Curad a los enfermos que haya en l y decidles: Est llegando a

    vosotros el Reino de Dios.

    10 Pero si entris en un pueblo y no os reciben bien, salid a la plaza

    y decid:

    11 Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha pegado a los pies

    lo sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas formas que est

    llegando el Reino de Dios.

    12 Os digo que el da del juicio ser ms tolerable para Sodoma que

    para ese pueblo.

    * El relato de Lucas sobre el envo de setenta y dos discpulos

    a los pueblos de Galilea por parte de Jess acenta fuertemente

    el hecho de que aquel que los enva a llevar el anuncio del Reino es

    enviado a su vez por el Padre: En marcha! Mirad que os

    envo... (v. 3). Dada su calidad de mensajeros, no debern atraer

    la atencin sobre ellos mismos, sino ms bien llevar los corazones

    de aquellos a quienes se dirijan a abrirse a recibir a aquel que

    viene. El discpulo experimentar en esta aventura su propia

    fragilidad y se encontrar asimismo en situaciones de peligro,

    como corderos en medio de lobos (cf. v. 3). Deber precaverse,

    por tanto, contra la tentacin de dar un testimonio agresivo; ser

    como cordero en medio de lobos comporta ms bien un estilo de

    accin dotado de paciencia, de mansedumbre, capaz de aceptar el

    rechazo y la persecucin.

    Otra tentacin que debern superar los enviados es la de

    mezclar intereses personales con los del Reino. La invitacin de

    Jess a no saludar a nadie por el camino, o sea, a no aprovechar el

  • viaje para visitar a parientes y amigos, es un modo paradjico de

    confirmar la prioridad absoluta del Reino. Un riesgo ulterior es el

    de la eficiencia: los mandatos de Jess sobre la severa limitacin

    del equipaje del evangelizador (vestido, bolsa, etc.) son una

    exhortacin a que sean libres, sobrios, a que no antepongan los

    medios al fin (v. 4). Lucas recuerda a rengln seguido que la

    evangelizacin no incluye slo la dimensin del don, sino que suscita

    tambin el intercambio (comed lo que os pongan: v. 7). De este

    modo, entre el enviado y el que acoge el mensaje del Reino se crea

    una comunin, una reciprocidad, que figura en el origen de la vida

    de la comunidad. Una comunidad que tendr sus primeros hogares

    en las casas de los creyentes.

    El discpulo que lleva el anuncio del Reino deber ser

    consciente siempre de que Dios no permanece inactivo ni est

    condicionado por la mala voluntad de los destinatarios del anuncio.

    Tanto si lo aceptan como si lo rechazan, el Reino de Dios vendr a

    nosotros: Pero si entris en un pueblo y no os reciben bien, salid

    a la plaza y decid: Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha

    pegado a los pies lo sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas

    formas que est llegando el Reino de Dios (v. 11).

    MEDITATIO

    La esplndida lectura de Nehemas nos ayuda a reflexionar

    sobre los frutos producidos en nuestra vida por una escucha

    religiosa de la Palabra de Dios. El primer efecto es la conversin,

    es decir, un deseo ferviente y decidido de cambiar de vida y

    hacerla ms conforme con las exigencias divinas expresadas en el

    Libro. Esta conversin se hace evidente en el llanto que se apodera

    del pueblo: Todo el pueblo lloraba al or las palabras de la ley.

    La conversin suscitada por la escucha atenta de la Palabra

    se vuelve en nosotros caridad, atencin a las necesidades del

    prjimo, impulso a compartir y a la fraternidad:Mandad su

    porcin a los que no han preparado nada. La escucha de la Palabra

    suscita arrepentimiento y, de este modo, prepara el corazn para

    la alegra del encuentro salvador con el Dios misericordioso. Esta

  • alegra procede del hecho de que en la lectura del Libro se

    encuentra un Dios que se hace cercano, que sacia nuestro deseo,

    que da cabal cumplimiento a nuestra bsqueda ms profunda,

    porque en este encuentro Dios se deja encontrar por quien le

    busca: Id a casa y comed manjares apetitosos, bebed licores

    dulces [...] No os aflijis, que el Seor se alegra al veros

    fuertes! (Neh 8,8-10). Esta ltima frase es una sntesis

    admirable de cuanto produce en nuestra vida la escucha atenta,

    afectuosa y obediente de la Sagrada Escritura: coraje, fuerza

    vital, alegra de vivir, generosidad en el compartir. El Seor se

    alegra de veros fuertes.

    No se trata de que la palabra de la Escritura tenga una

    eficacia casi mgica; se trata ms bien de una fecundidad que nos

    compromete con una acogida libre, consciente y laboriosa, de una

    fecundidad que, a veces, requiere un largo tiempo de gestacin (Is

    55,10ss). Ahora bien, cuando la semilla de la Palabra cae en un

    terreno preparado para recibirla, entonces arraiga, germina y da

    fruto, tanto en la vida personal como en la comunitaria, y, sobre

    todo, se convierte en fuerza de evangelizacin, en impulso para la

    misin, en sintona profunda con el corazn de aquel Dios que

    quiere enviar muchos obreros a su mies.

    ORATIO

    Hoy, Seor Dios mo, te voy a rezar con las palabras que t

    mismo me has dado para dirigirme a ti. Te alabo con el salmista por

    el don precioso e incomparable de tu Palabra:

    Tu Palabra es antorcha para mis pasos y luz para mis sendas.

    Lo he jurado y lo har: cumplir tus justos mandamientos.

    Estoy hundido en la miseria, Seor, dame vida segn tu Palabra.

    Acepta, Seor, mi ofrenda, ensame tus mandamientos.

    Mi vida est siempre en peligro, mas no olvido tu ley.

    Aunque los malvados me tiendan una trampa, no me apartar de

    tus decretos.

    Tus preceptos son por siempre mi herencia y la alegra de mi

    corazn.

  • Inclino mi corazn a ejecutar tus normas, mi recompensa ser

    eterna.

    Amn.

    CONTEMPLATIO

    La Palabra de Dios es, al mismo tiempo, lmpara y luz (cf Sal

    118,105; Prov 6,23). Ilumina los pensamientos segn la naturaleza

    de los creyentes y quema aquellos que son contra natura; disuelve

    las tinieblas de la vida segn la percepcin sensible para los que,

    por medio de los mandamientos, tienden a la vida que esperan, y

    castiga con el fuego del juicio a los que se adhieren con la voluntad,

    por afecto a la carne, a la noche tenebrosa de la vida [...].

    Las palabras de Dios, si son expresadas slo con palabras, es

    decir, si no tienen como voz la prctica de quienes las pronuncian,

    no son odas. Sin embargo, si son pronunciadas unidas a la prctica

    de los mandamientos, entonces esta voz tiene el poder de hacer

    desvanecerse a los demonios y de disponer a los hombres a

    edificar el templo divino del corazn con el progreso en las obras

    de la justicia (Mximo el Confesor, Segunda centuria 39.91,

    en La filocalia, Turn 1983, II, 197.209 [edicin espaola: La

    filocalia en la oracin de Jess, Sgueme, Salamanca 1994]).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Haz, Seor, que

    prestemos atencin a tu Palabra (cf. Neh 8,3).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Estn los que escuchan la Palabra de Dios, se dejan sacudir

    un momento, mientras la oyen, y dicen: Qu belleza! Deberamos

    seguir ms esta Palabra!. Pero despus todo pasa, como pasan

    tantas emociones. Cuntas veces, al salir de un hospital, decimos:

    Deberamos venir con ms frecuencia!. Despus, al doblar la

    primera esquina, ya te has convertido en otro. Dejas de acrisolarte

    con los pensamientos del sufrimiento. Si se tratara de embrollar,

    ests dispuesto a ello de inmediato. Cuando escuchas la Palabra de

  • Dios te dejas captar: Mira, el Seor tiene verdaderamente

    razn!. Pero en cuanto pones fuera los pies, basta que un amigo,

    un compaero, alguien, te haga una propuesta de negocios poco

    honesta y te aboques de inmediato [...].

    Que la Palabra de Dios pueda crecer en vosotros y dar fruto

    hasta tal punto que la gente que se encuentre a vuestro lado se

    sienta consolada. Escuchemos la Palabra del Seor! Escuchmosla!

    Es una Palabra que nos provoca. Y no se alinea con la lgica humana.

    Recordadlo siempre! Hay quien nos toma por locos cuando

    pronunciamos en su integridad la Palabra de Dios, porque se

    muestra imposible de encuadrar en los sistemas. Es siempre

    diferente, es provocadora, no avala las lgicas humanas, no es una

    confirmacin de nuestros esquemas mentales, casi siempre de

    posesin, de acaparamiento, de inters, de clculo. La Palabra de

    Dios es l. Llevemos en nuestro corazn al Seor Jess. El nos

    otorga un enorme consuelo, una gran confortacin, un gran valor,

    una enorme esperanza, un montn de deseos de vivir, de volver a

    empezar desde el principio con una gran energa, con una gran

    esperanza. Que el Seor entre en nuestro espritu (A. Bello, Senza

    misura,Mofetta 1993, pp. 52-54).

    Viernes de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Baruc 1,15-22

    15 Diris: Reconocemos que el Seor es inocente; nosotros, en

    cambio, estamos hoy abrumados de vergenza, junto con los

    habitantes de Jud y de Jerusaln,

    16 con nuestros reyes y gobernantes, con nuestros sacerdotes,

    profetas y antepasados.

    17 Porque hemos pecado ante el Seor, le hemos desobedecido, no

    hemos escuchado la voz del Seor, Dios nuestro, y no hemos

    cumplido los mandamientos que l nos haba dado.

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • 19 Desde que el Seor sac a nuestros antepasados de Egipto hasta

    hoy, hemos sido rebeldes al Seor, Dios nuestro, e, insensatos de

    nosotros, no hemos escuchado su voz.

    20 Por eso ahora han cado sobre nosotros la desgracia y la

    maldicin con que el Seor amenaz a su siervo Moiss cuando sac

    a nuestros antepasados de Egipto para darnos una tierra que mana

    leche y miel.

    21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Seor, nuestro Dios,

    que nos habl por medio de sus enviados, los profetas.

    22 Cada uno de nosotros ha seguido los proyectos de su obstinado

    corazn, dando culto a otros dioses y ofendiendo al Seor, nuestro

    Dios, con su conducta.

    ** Tras la liturgia de la lectura del Libro, el texto de Baruc

    introduce una amplia oracin penitencial, cuyos primeros

    versculos hemos ledo. Es la splica de los exiliados, en la que

    pueden reconocerse todos los judos sometidos al dominio

    extranjero, en cualquier parte del mundo en que se encuentren.

    Es, por consiguiente, la oracin del pueblo de Dios en la dispora,

    que no quiere perder su propia identidad espiritual.

    En primer lugar, se siente solidario en la culpa que ha marcado

    la historia pasada, una historia compuesta de promesas divinas y

    pecados del pueblo. La historia es considerada como una historia

    solidaria en el bien y en el mal. Los dones de Dios a su pueblo han

    sido generosos y grandiosos, mientras que el pueblo ha

    reaccionado con la desobediencia y con la rebelin. Por eso se hace

    necesaria una confesin de las culpas que reconozca la justicia de

    Dios y su inocencia. En esta justicia, en esta falta de culpabilidad

    de Dios reside la posibilidad que tiene el pueblo de volver a

    comenzar, de esperar de nuevo, de aguardar el perdn del Seor.

    Debemos sealar que, en esta confesin, el pueblo que est

    presente, que est dirigiendo su splica a Dios, se siente de todos

    modos corresponsable asimismo de las culpas del pasado. Ahora

    bien, esa corresponsabilidad le har precisamente solidario en las

    promesas indefectibles que Dios ha hecho a su pueblo.

  • Evangelio: Lucas 10,13-16

    En aquel tiempo, dijo Jess:

    13 Ay de ti, Corozan! Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en

    Sidn se hubieran hecho los milagros realizados en vosotras, hace

    tiempo que, vestidas de saco y sentadas sobre ceniza, se habran

    convertido.

    14 Por eso, ser ms tolerable el da del juicio para Tiro y Sidn

    que para vosotras.

    15 Y t, Cafarnan, te elevars hasta el cielo? Hasta el abismo te

    hundirs!

    16 Quien os escucha a vosotros a m me escucha; quien os rechaza

    a vosotros a m me rechaza, y el que me rechaza a m rechaza al

    que me ha enviado.

    ** Lucas sita el juicio sobre las ciudades del lago tras el

    envo de los 72 discpulos en misin (Lc 10,1-12), dejando entender

    as un desenlace negativo de su anuncio Jess haba ofrecido a los

    enviados una especie de vademcum para su misin; aqu, en

    cambio, indica las condiciones requeridas para una efectiva

    acogida del Evangelio del Reino.

    Las ciudades del lago son sometidas a un juicio severo (w. 13-

    15) por no haber respondido con una fe verdadera y una sincera

    conversin al anuncio de los discpulos de Jess. Corozan,

    Betsaida y Cafarnan fueron las ciudades en las que ms actu

    Jess, anunciando la Buena Nueva y realizando en ellas muchos

    milagros; sin embargo, no creyeron en el Evangelio ni cambiaron de

    conducta. Por eso se les profetiza una suerte peor que la de

    Sodoma y Gomorra, que representan en la tradicin bblica la

    oposicin ms obstinada a Dios (cf. Gn 19). Jess establece otra

    comparacin con Tiro y Sidn: estas ciudades, enemigas de Israel

    y extraas a la promesa, se han mostrado ms abiertas a la

    escucha de la Palabra de Dios y disponibles a la penitencia que las

    ciudades judas situadas junto al lago de Genesaret.

  • En la conclusin del discurso, Jess se refiere al principio de

    la Shalia, en virtud del cual el enviado goza de la misma autoridad

    que quien le ha enviado y, por consiguiente, puede exigir la misma

    obediencia que se debe a quien le enva. Dado que los discpulos han

    sido enviados por Jess, que a su vez ha sido enviado por su Padre,

    recibirles o rechazarles significa recibir o rechazar a Dios mismo.

    En consecuencia, la decisin se convierte en una cuestin de

    salvacin o perdicin:Quien os escucha a vosotros a m me

    escucha; quien os rechaza a vosotros a m me rechaza, y el que me

    rechaza a m rechaza al que me ha enviado (v. 16).

    MEDITATIO

    Las dos lecturas litrgicas tienen en comn un evidente rasgo

    penitencial. La constante conversin requerida por el discipulado

    exige que la dimensin penitencial est siempre presente en

    nuestra vida cristiana. El dursimo juicio emitido por Jess sobre

    las ciudades del lago constituye tambin una severa advertencia

    para quienes leemos la palabra del Evangelio, a fin de que no nos

    endurezcamos ni cerremos nuestro corazn a una verdadera

    escucha de la Palabra. Seremos ms imperdonables que Sodoma y

    Gomorra, y ms incrdulos que Tiro y Sidn si, habiendo

    encontrado la alegre noticia, permaneciramos extraos, alejados,

    cerrados en nosotros mismos.

    Por el contrario, tanto el profeta Baruc como la enseanza de

    Jess nos invitan a que seamos capaces de confesar nuestro

    pecado, reconociendo al mismo tiempo la fidelidad y la

    misericordia de nuestro Dios. Por eso debemos acoger de buen

    grado a quien nos exhorta a la conversin, hacindonos constatar

    nuestros pecados e incitndonos a cambiar de vida. En los

    profetas, que a menudo nos resultan incmodos, la Palabra bblica

    nos hace reconocer la voz de Dios, que nos habla y no quiere

    humillarnos de manera gratuita o deprimirnos, sino indicarnos el

    nico camino de salvacin. ste es el de una incesante bsqueda de

    conversin y una lucha tenaz contra las fuerzas destructoras del

    pecado: Cada uno de nosotros ha seguido los proyectos de su

  • obstinado corazn dando culto a otros dioses y ofendiendo al

    Seor, nuestro Dios, con su conducta.

    ORATIO

    Oh Dios, Padre nuestro celestial, te damos gracias por haber

    reconciliado contigo el mundo a travs de Jesucristo y por

    habernos regenerado con el poder del Espritu Santo.

    Jesucristo, te damos gracias por habernos llamado a la

    reconciliacin, al servicio de tu Palabra y del prjimo, por amor a

    la creacin de Dios. Te damos gracias porque haces posible la

    reconciliacin con nosotros mismos, para que, con un sentido de

    responsabilidad y de coraje, podamos poner aparte el pasado y

    mirar hacia el futuro que t nos das.

    Oh Dios, te damos gracias porque vas tejiendo con paciencia

    la trama de tela para la paz, la concordia, la unidad entre las

    personas y en la vida de nuestras comunidades cristianas. Te

    damos gracias tambin por el da en que, por obra del Espritu

    Santo, todos seremos acogidos, reconciliados contigo, en tu

    morada. Amn.

    CONTEMPLATIO

    Y ciertamente, Seor, como ante tus ojos est siempre

    desnudo el abismo de la conciencia humana, qu podra haber

    oculto en m, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que hara

    sera esconderte a ti de m, no a m de ti. Pero ahora que mi gemido

    es testigo de que no me desagrado a m, t brillas y me places y

    eres amado y deseado hasta avergonzarme de m y desecharme y

    elegirte a ti, y as no me plazca a ti ni a m si no es por ti.

    Quienquiera, pues, que yo sea, manifiesto soy para ti, Seor.

    Tambin he dicho yo el fruto con el que te confieso; porque no

    hago esto con palabras y voces de carne, sino con palabras del alma

    y clamor de la mente, que son las que tus odos conocen. Porque,

    cuando soy malo, confesarte a ti no es otra cosa que desplacerme

    a m; y cuando soy piadoso, confesarte a ti no es otra cosa que

    desplacerme a m; y cuando soy piadoso, confesarte a ti no es otra

  • cosa que no atriburmelo a m. Porque t, Seor, eres el que

    bendices al justo (Sal 5,1 ) pero antes le haces justo de impo (Rom

    4,5).

    As pues, mi confesin en tu presencia, Dios mo, se hace

    callada y no calladamente; calla en cuanto al ruido de las palabras,

    clama en cuanto al afecto. Porque ni siquiera una palabra de bien

    puedo decir a los hombres si antes no la oyeras t de m, ni t

    podras or algo tal de m antes de que no me lo hubieses dicho t

    a m (Agustn de Hipona, Las confesiones, X, II, 2).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Perdona nuestro

    corazn obstinado (cf.Bar 1,19).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Una de las provocaciones ms grandes de la vida espiritual es

    recibir el perdn de Dios. Hay algo en nosotros, seres humanos,

    que nos mantiene tenazmente aterrados a nuestros pecados y no

    nos permite dejar que Dios cancele nuestro pasado y nos ofrezca

    un comienzo completamente nuevo. Algunas veces parece incluso

    que deseara yo demostrar a Dios que mis tinieblas son demasiado

    espesas para ser disueltas. Mientras que Dios quiere restituirme

    la plena condicin de hijo, contino insistiendo en que me instalar

    como criado. Ahora bien, quiero ser restituido de verdad a la

    plena responsabilidad de hijo? Quiero verdaderamente ser

    perdonado del todo, de modo que me sea posible una vida

    completamente nueva? Tengo confianza en m mismo y en una

    redencin tan radical? Deseo romper con esa rebelin ma contra

    Dios profundamente arraigada y rendirme de un modo tan absoluto

    a su amor que haga brotar una persona nueva? Recibir el perdn

    exige una voluntad total de dejar que Dios sea Dios y lleve a cabo

    todo el saneamiento, la reintegracin y la renovacin. En cuanto

    quiero hacer, aunque slo sea una parte de todo esto, me contento

    con soluciones parciales (H. J. M. Nouwen, L'abbracao

    benedicente,Brescia 152000, p. 78).

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • Sbado de la 26 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Baruc 4,5-12.27-29

    5 nimo, pueblo mo, t mantienes vivo el recuerdo de Israel!

    6 Habis sido vendidos a las naciones, mas no para ser aniquilados;

    porque provocasteis la ira de Dios, fuisteis entregados a los

    enemigos.

    7 Irritasteis, en efecto, a vuestro creador, pues ofrecisteis

    sacrificios a los demonios y no a Dios.

    8 Olvidasteis al Dios eterno, que os aliment, y afligisteis a

    Jerusaln, que os cri.

    9 Ella fue la que dijo cuando vio que el castigo de Dios se cerna

    sobre vosotros: Escuchad, vecinas de Sin, Dios me ha enviado

    una gran pena;

    10 he visto el destierro que el Dios eterno ha trado sobre mis hijos

    e hijas.

    11 Yo, que los haba alimentado con gozo, los he visto partir llorosa

    y apenada.

    12 Que nadie se alegre a mi costa, vindome viuda y abandonada de

    tantos.

    Estoy desolada por los pecados de mis hijos, porque se apartaron

    de la ley de Dios.

    27 Valor, hijos mos, clamad a Dios, pues el mismo que os mand

    esto se acordar de vosotros.

    28 Como apartasteis vuestro pensamiento de Dios, convertos ahora

    y buscadlo con redoblado ardor.

    29 Pues el que os acarre los males os traer la alegra

    imperecedera, junto con vuestra salvacin.

    * Comienza aqu la tercera parte del libro de Baruc, y lo hace

    con un orculo proftico de consolacin. Sin embargo, antes de

    introducir el mensaje de salvacin -en trminos muy similares a los

  • del Segundo y Tercer Isaas-, el autor presenta a un pueblo,

    personificado en la ciudad de Jerusaln, como una viuda, como una

    mujer desolada, que reconoce el fundamento del castigo recibido

    por parte de Dios, un castigo debido a los pecados del pueblo, a su

    olvido del Dios eterno, que es Padre, ignorando, por tanto, el poder

    y la paternidad de Dios.

    Tras haber reconocido que la ira de Dios se ha abatido

    justamente sobre el pueblo, se reconoce asimismo su carcter

    pedaggico. Dios no castiga para condenar, sino para salvar. De ah

    que la ltima parte del orculo se abra a la esperanza del perdn:

    el pueblo, que ha experimentado el castigo, podr volver a Dios

    multiplicando su celo en la bsqueda de YHVVII. Entonces

    experimentar una salvacin que trasciende los lmites de las

    expectativas humanas.

    Jerusaln habla a sus hijos, en este orculo, como una madre

    habla a sus propios hijos que se han mostrado malos y

    desobedientes, pero que podrn corregirse, enmendarse, y

    reemprender un camino de madurez, un camino positivo. El mensaje

    es, por consiguiente, una exhortacin a convertirse al Seor y

    decuplicar el celo en la bsqueda. Se trata de dar una respuesta

    total a aquel que dio las diez palabras a su pueblo, que ahora

    decuplica las fuerzas en la bsqueda de la conversin a su Dios.

    Evangelio: Lucas 10,17-24

    En aquel tiempo,

    17 los setenta [y dos] volvieron llenos de alegra, diciendo: -Seor,

    hasta los demonios se nos someten en tu nombre.

    18 Jess les dijo: -He visto a Satans cayendo del cielo como un

    rayo.

    19 Os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para

    dominar toda potencia enemiga, y nada os podr daar.

    20 Sin embargo, no os alegris de que los espritus se os sometan;

    alegraos ms bien de que vuestros nombres estn escritos en el

    cielo.

  • 21 En aquel momento, el Espritu Santo llen de alegra a Jess, que

    dijo: -Yo te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has

    ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a

    conocer a los sencillos. S, Padre, as te ha parecido bien.

    22 Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quin es el

    Hijo, sino el Padre, y quin es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien

    el Hijo se lo quiera revelar.

    23 Volvindose despus a los discpulos, les dijo en privado: -

    Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis.

    24 Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que

    vosotros veis y no lo vieron, y or lo que os y no lo oyeron.

    ** Los w. 17-20 p r e s e n t a n el regreso de los setenta y

    dos despus de la misin. Se dirigen al Kyrios, ttulo de la

    confesin pascual de la Iglesia, porque ven la difusin de la Palabra

    y retirarse ante ella el poder del mal, expulsado por el poder del

    Nombre de Jess.

    El v. 18 es intrigante: en l afirma Jess que, mientras sus

    enviados estaban en misin, l haba visto caer a Satans cayendo

    como un rayo del cielo. La comunidad, sabiendo que el poder de

    Satans ha sido derrotado precisamente por la palabra de la

    predicacin, no deber dejarse desanimar por los obstculos y las

    dificultades (v. 19). Sin embargo, deber vigilarse a s misma, a fin

    de no complacerse demasiado en sus propios xitos y exaltarse por

    el poder que le ha sido dado; el verdadero entusiasmo brotar ms

    bien de la conciencia de la gratuidad de la salvacin {alegraos ms

    bien de que vuestros nombres estn escritos en el cielo: v. 20).

    Viene, a continuacin, el himno de jbilo (w. 21ss) en el que Jess

    reconoce la verdad de su propia vocacin de Hijo incluso a travs

    de la fe de los pequeos, o sea, de aquellos que -aun siendo los

    marginados, segn la opinin de los hombres de religin- han

    acogido con gratitud y humildad la predicacin de los setenta y dos

    discpulos.

    Jess reconoce y celebra todo esto en la fuerza del Espritu

    Santo. Exulta por el conocimiento, o sea, por el amor que le

  • profesa el Padre, y, a continuacin, le alaba por el conocimiento

    que le ha sido dado del rostro y del corazn del Padre, en cuyos

    inefables secretos introduce a sus propios amigos, esto es, a los

    que aceptan el Evangelio (v. 22). En este conocimiento de Dios y en

    esta participacin en su vida ntima consiste la verdadera

    bienaventuranza de los discpulos: stos viven ahora en el tiempo

    de la plenitud, marcado por la presencia de la salvacin que Israel

    haba esperado durante siglos en la persona de los profetas y de

    los reyes justos (vv. 23ss).

    MEDITATIO

    El himno de jbilo nos introduce en el misterio inefable de la

    vida divina de la que Jess nos ha hecho partcipes. No es imposible

    reconocernos en los discpulos que regresan de una misin cuyos

    resultados son de difcil evaluacin: por una parte, deben poner su

    fracaso en personas de las que hubieran podido esperar mucho;

    por otra, en cambio, pueden sealar la sorprendente acogida que

    brindan al Evangelio aquellos que parecan irremediablemente

    alejados. De ah que sea necesario volver a escuchar a Jess

    mientras da gracias al Padre y muestra su jbilo en el Espritu por

    sus inescrutables designios, que revelan el misterio del Reino a los

    ltimos, a los humildes, a los sencillos, y lo cierran, sin

    embargo, a los sabios, a los soberbios, a los que cuentan con su

    propia pretensin de justicia.

    El Padre se manifiesta precisamente a travs de la fe de estos

    pequeos, de esos que, aun pareciendo desfavorecidos desde el

    punto de vista humano, acogen con gratitud y humildad la

    predicacin de la Iglesia. Slo sos son introducidos por Jess en

    su conocimiento del verdadero rostro de Dios, que brota de la

    ntima familiaridad que le une al Padre: Todo me lo ha entregado

    mi Padre, y nadie conoce quin es el Hijo, sino el Padre, y quin es

    el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera

    revelar. No se trata de una familiaridad impuesta, sino de una

    familiaridad a la que invita a sus amigos, de modo persuasivo, con

    la promesa de una bienaventuranza incomparable. La comunidad

  • cristiana asume tambin, a travs de esta experiencia de la

    participacin en la vida divina, un rostro familiar: el de una madre

    que colma de ternura a sus hijos e hijas y los educa con amorosa

    paciencia. Valor, hijos mos, clamad a Dios, pues el mismo que os

    mand esto se acordar de vosotros.

    ORATIO

    Seor Jess, me uno en el Espritu a tu grito de jbilo, porque

    me llena de conmocin saber que t me consideras amigo y

    confidente y me has hecho partcipe de tu dilogo de amor con el

    Padre. T me has hecho saber cuan precioso soy a los ojos del

    Padre y cmo ha pensado en m desde la eternidad y me ha querido

    como hijo suyo, a imagen tuya, de ti, que eres el Hijo unignito

    engendrado desde los siglos eternos.

    Reconozco, oh Seor, que slo a travs de la humildad y

    sencillez de corazn puedo entrar en este inmenso plan de amor.

    Te pido, por tanto, que me ayudes a vencer toda soberbia y

    presuncin, que ofuscan la gratitud con la que estoy llamado a

    acoger tu Evangelio en mi vida, y a corregirme cuando me olvido de

    que slo tu gracia me hace vivir. Amn.

    CONTEMPLATIO

    La fe de los cristianos comprende lo que nos ha conferido la

    humildad de un modo tan sublime, pero est lejos de los corazones

    de los impos, puesto que Dios ha escondido estas cosas a los

    sabios y a los prudentes y se las ha revelado a los sencillos (Mt

    11,25). Que los humildes, por tanto, comprendan la humildad de

    Dios, a fin de que con tal instrumento, como un jumento en ayuda

    de su debilidad, lleguen a la altura de Dios.

    Los sabios y prudentes, mientras buscan las cosas elevadas de

    Dios y no creen las humildes, descuidando precisamente stas no

    llegan tampoco a aqullas; vacos e inestables, hinchados y

    elevados, quedarn suspendidos en la zona del viento, entre el cielo

    y la tierra. Son, en efecto, sabios y prudentes, pero segn este

  • mundo, no segn aquel por quien el mundo fue hecho (Agustn de

    tripona, Scnnoiii per i tempi liturgici, Miln 1994, p. 106).

    ACTIO

    Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Valor, hijos mos,

    clamad a Dios (Bar 4,27).

    PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

    Basta con la preocupacin por el presente: no es preciso

    emplear fantasa y ansiedad en la construccin del futuro. El

    vicario de Cristo sabe lo que Cristo quiere de l; no es necesario

    que se ponga por delante o le imponga proyectos. La regla

    fundamental de la conducta del papa es sta: contentarse siempre

    con su estado presente y no embarazarse con el futuro,

    esperndolo, en cambio, del Seor, sin hacer cuentas o

    disposiciones humanas sobre l, y abstenindose incluso de hablar

    de l con seguridad y con facilidad a cualquiera.

    La experiencia de estos tres aos de mi servicio pontificio,

    que, tremens et timens(1 Cor 2,3), acept por pura obediencia a

    la voluntad del Seor que me fue expresada por la voz del sacro

    colegio cardenalicio en cnclave, es testimonio y motivo

    conmovedor y perenne de la fidelidad de mi espritu a esta mxima:

    absoluto abandono en Dios, en cuanto al presente, y perfecta

    tranquilidad, sobre el futuro. De las distintas iniciativas de

    carcter pastoral que bordan este primer ensayo de pontificio

    compromiso de apostolado, todo ha venido por absoluta, quieta y

    amable -y dira incluso silenciosa- inspiracin del Seor a este

    pobre siervo suyo, que sin mrito alguno por su parte, que no fuera

    el simplicsimo no discutir, sino limitarse a secundar y obedecer,

    ha podido conseguir no ser un intil instrumento de amor a Jess

    y de edificacin para muchas almas.

    Los primeros contactos con los grandes y con los humildes;

    algunas visitas caritativas aqu y all; mansedumbre y humildad de

    acercamientos, claridad de ideas y fervor de nimo; las visitas

    cuaresmales a las nuevas parroquias; la celebracin del snodo

  • diocesano, con xito inesperado; el acercamiento al Padre de toda

    la cristiandad, en multiplicada creacin de cardenales y de obispos

    de toda nacin, de toda raza y color; y ahora el

    vastsimo movimiento de proporciones imprevistas y ms

    que imponentes del concilio ecumnico: todo confirma la bondad

    del principio de esperar y de expresar con fe, con modestia, con

    fervor confiado, las buenas inspiraciones de la gracia de Jess,

    que preside el gobierno del mundo y lo conduce a las ms altas

    finalidades de la creacin, de la redencin, de la glorificacin final

    y eterna de las almas y de los pueblos (Juan XXIII, ll giornale del

    anima e altri scritti di pief, Cinisello B. 1989, pp. 579ss [edicin

    espaola:Diario del alma, Ediciones Cristiandad, Madrid 1964]).

    Lunes de la 27 semana del Tiempo ordinario

    LECTIO

    Primera lectura: Jons 1,1-2,1.11

    En aquellos das,

    1,1 el Seor dirigi su palabra a Jons, hijo de Amitay, y le dijo:

    2 -Levntate, vete a Nnive, la gran ciudad, y pronuncia un orculo

    contra ella, pues su maldad ha llegado hasta m.

    3 Jons se levant, pero dispuesto a huir a Tarsis, lejos del Seor.

    Baj a Jafa, encontr un barco que zarpaba para Tarsis, pag su

    pasaje y se embarc para ir con ellos a Tarsis, lejos del Seor.

    4 Pero el Seor desencaden un viento huracanado sobre el mar y

    se origin una borrasca tan violenta que pareca que el barco

    estaba a punto de partirse.

    5 Los marineros, aterrados, invocaron cada uno a su dios; luego

    arrojaron al mar la carga para aligerar el peso. Slo Jons, que

    haba bajado a la bodega del barco, estaba acostado y dorma

    profundamente.

    6 El capitn se acerc a l y le dijo: -Qu haces aqu durmiendo?

    Levntate e invoca a tu Dios, a ver si ese Dios se ocupa de nosotros

    y no perecemos.

    http://www.santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_Impares_(26-34).htm#LECTIO_DIVINA
  • 7 Despus se dijeron unos a otros: Vamos a echar a suertes para

    saber quin es el culpable de este mal. Echaron a suertes y le

    toc a Jons.

    8 Entonces le preguntaron: -Dinos por qu nos sucede esto. Cul

    es tu profesin? De dnde vienes? Cul es tu pas? De qu

    pueblo eres?

    9 Jons respondi: -Soy hebreo y adoro al Seor, Dios del cielo, el

    que ha hecho el mar y la tierra.

    10 Aquellos hombres se llenaron de miedo y le dijeron: -Por qu

    has hecho esto? (pues por su relato saban ya que hua de la

    presencia del Seor).

    11 Qu hemos de hacer contigo para que se calme el mar? (pues el

    mar se embraveca cada vez ms).

    12 l contest: -Agarradme y tiradme al mar, y ste se aplacar,

    porque s que esta borrasca os ha sobrevenido por mi culpa.

    13 Los hombres remaron tratando de llegar a la costa, pero no lo

    lograron, porque el mar segua encrespndose.

    14 Entonces invocaron al Seor: -Oh Seor, haz que no perezcamos

    por culpa de este hombre, ni nos hagas responsables de la muerte

    de un inocente, ya que esto sucede segn tus designios.

    15 Luego agarraron a Jons y lo tiraron al mar; y el mar calm su

    furia.

    16 Aquellos hombres, llenos de un gran temor hacia el Seor, le

    ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas.

    21 El Seor hizo que un gran pez se tragase a Jons, y Jons estuvo

    en el vientre del pez tres das y tres noches.

    22 Entonces el Seor dio orden al pez, y al punto el pez vomit a

    Jons en tierra firme.

    **+ El libro veterotestamentario de Jons, recogido en su

    totalidad por el leccionario, es un relato didctico, nacido en un

    contexto judo de celosa defensa de la propia identidad y de cierre

    -al menos por parte de un segmento del mundo judo- a los otros

    pueblos. Jons, de una forma paradjica y repleta de humor,

    ridiculizando esta mentalidad nacionalista y exclusivista, a travs

  • de un relato viva/, agudo y grotesco -y, por consiguiente,

    particularmente incisivo en virtud de su capacidad pedaggica

    demuestra que YHWH no es slo el Dios de Israel, sino tambin