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12 Estudios especiales “Podríamos formular, por lo tanto, como la primera condición, la de recoger fielmente lo histórico. Pero son ambiguas esas expresiones tan generales como “recoger” y “fielmente”. El historiógrafo corriente, medio, que cree y pretende conducirse receptivamente, entregándo- se a los meros datos, no es en realidad pasivo en su pensar. Trae consigo sus categorías y ve a través de ellas lo existente. Lo verdadero no se halla en la superficie visible. Singularmente es lo que debe ser científico, la razón no puede dormir y es menester emplear la reflexión. Quien mira racionalmente el mundo, lo ve racional. Ambas cosas se determinan mutuamente”. (G. W. F. Hegel, “Leccio- nes sobre la filosofía de la historia universal”, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1974) A modo de introducción Estos apuntes no constituyen una lectura cronológica de la economía argentina en los últimos ciento cincuenta años. Apenas intentan interpretar algunos de los hechos salientes y hacerlo a partir de un enfoque alternativo al de la visión convencional. Para nuestra fortuna, es cada vez más importante y mejor documentada la escuela constituida por quienes tienen una visión crítica de la “historia oficial”. Y sus lecciones, en buena hora, despiertan cada vez mayor interés. Pese a ser un vástago relativamente nuevo del conocimiento historiográfico, existe un generalizado consenso en que la historia económica ha ganado un espacio propio y cada vez más importante, paso a paso con el desarrollo del capitalismo. Si quisiéramos elegir un pensador paradigmático, ahí tenemos a las investigaciones desenvueltas por Carlos Marx trabajando en el Museo Británico. Si se acepta una relación causal entre los fenómenos que ocurren en la estructura económica y sus manifes- taciones externas, el devenir del sujeto social -por ejemplo la burguesía, la clase trabajadora o el Estado moderno- es siempre función, predominantemente, de lo que ocurre en el núcleo duro de las relaciones de producción, así como de las grandes tendencias que aquéllas también determinan en el contexto internacional. Elegir este abordaje de los hechos históricos supone una opción muy fuerte, que descarta la tentación de legitimar un orden causal inverso y de carácter idealista. Esta última, la interpretación “idealista” de la historia, considera que factores tales como los liderazgos carismáticos, la vigencia de una ética protestante que alimente el espíritu capitalista o la suerte de contar con una élite ilustrada, conforman un conjunto de factores que, actuando solos -o, mejor, cuando se encuentran al mismo tiempo-, provo- carían en determinados momentos de la humanidad los grandes cambios cualitativos que luego se reflejarían, pasivamente, en los progresos o frustraciones contabilizados en el terreno de la economía. En la práctica, adoptar la metodología tradicional (por ejemplo la que nos habla de la “generación del ‘80” y sus virtudes progresistas) implica repasar un catálogo de héroes o villanos, detonadores de victorias y derrotas e ignorando su anclaje (o apenas sólo otorgarle impor- tancia secundaria) en las grandes tendencias o las relaciones de clases. Ello supone practicar algo muy parecido a la arqueología, una rama muy cercana a la protohistoria pero de escasa utilidad para quien desee entender el destino de la humanidad como un proceso y no como la acumulación de hechos inconexos. El análisis histórico queda entones devaluado y perdiendo todo su dina- mismo para asimilarse más a la recorrida por un museo en cuyas vitrinas y ana- queles yacen, fosilizados, los sucesos del pasado -imágenes de batallas, biografías de héroes nacionales, desfiles de multitudes, fotografías del Hotel de Inmigrantes o el primer viaje de “La Porteña“, por ejemplo- todo prolijamente etiquetado y apenas con algunas referencias sintéticas a su origen y destino. Un abordaje en función de lo que ocurre en las condiciones materiales prevalecientes en cada época, por el contrario, permite una mejor compren- sión de los hechos e ideas, evaluando y ponderando la real importancia que tienen aquellos factores que los explican y siempre especificando quién se impone en ese juego. Pero, además, proporciona un instrumento inapreciable también a la hora de interpretar dialécticamente la cotidianeidad y sus perspectivas, ya que las lecciones del pasado siempre permiten leer mejor el futuro. Tomemos otro caso: considerar las consecuencias de lo ocurrido en el modo de acumulación o la forma en que se apropió el valor generado durante el auge del modelo agroexportador desenvuelto por la “generación del ‘80” explica acabadamente no sólo por qué la Argentina del siglo XX no siguió el curso del progreso verificado en América del Norte, sino también descarta aquellas hipótesis que reprochan a las “malas políticas” -populistas, estatizantes e Notas sobre la historia económica argentina: De Pavón a la Convertibilidad

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Tomo 1 Historia Económica Argentina

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Estudios especiales

“Podríamos formular, por lo tanto,como la primera condición, la de recogerfielmente lo histórico. Pero son ambiguasesas expresiones tan generales como“recoger” y “fielmente”. El historiógrafocorriente, medio, que cree y pretendeconducirse receptivamente, entregándo-se a los meros datos, no es en realidadpasivo en su pensar. Trae consigo suscategorías y ve a través de ellas loexistente. Lo verdadero no se halla en lasuperficie visible. Singularmente es loque debe ser científico, la razón no puededormir y es menester emplear la reflexión.Quien mira racionalmente el mundo, love racional. Ambas cosas se determinanmutuamente”. (G. W. F. Hegel, “Leccio-nes sobre la filosofía de la historiauniversal”, Ed. Revista de Occidente,Madrid, 1974)

A modo de introducción

Estos apuntes no constituyen unalectura cronológica de la economíaargentina en los últimos ciento cincuentaaños. Apenas intentan interpretaralgunos de los hechos salientes y hacerloa partir de un enfoque alternativo al de lavisión convencional. Para nuestrafortuna, es cada vez más importante ymejor documentada la escuelaconstituida por quienes tienen una visióncrítica de la “historia oficial”. Y suslecciones, en buena hora, despiertancada vez mayor interés.

Pese a ser un vástago relativamentenuevo del conocimiento historiográfico,existe un generalizado consenso en quela historia económica ha ganado unespacio propio y cada vez másimportante, paso a paso con el desarrollodel capitalismo. Si quisiéramos elegir unpensador paradigmático, ahí tenemos alas investigaciones desenvueltas por

Carlos Marx trabajando en el MuseoBritánico.

Si se acepta una relación causal entrelos fenómenos que ocurren en laestructura económica y sus manifes-taciones externas, el devenir del sujetosocial -por ejemplo la burguesía, la clasetrabajadora o el Estado moderno- essiempre función, predominantemente,de lo que ocurre en el núcleo duro de lasrelaciones de producción, así como delas grandes tendencias que aquéllastambién determinan en el contextointernacional. Elegir este abordaje delos hechos históricos supone una opciónmuy fuerte, que descarta la tentación delegitimar un orden causal inverso y decarácter idealista.

Esta última, la interpretación “idealista”de la historia, considera que factorestales como los liderazgos carismáticos,la vigencia de una ética protestante quealimente el espíritu capitalista o la suertede contar con una élite ilustrada,conforman un conjunto de factores que,actuando solos -o, mejor, cuando seencuentran al mismo tiempo-, provo-carían en determinados momentos de lahumanidad los grandes cambioscualitativos que luego se reflejarían,pasivamente, en los progresos ofrustraciones contabilizados en el terrenode la economía.

En la práctica, adoptar la metodologíatradicional (por ejemplo la que nos hablade la “generación del ‘80” y sus virtudesprogresistas) implica repasar un catálogode héroes o villanos, detonadores devictorias y derrotas e ignorando suanclaje (o apenas sólo otorgarle impor-tancia secundaria) en las grandestendencias o las relaciones de clases.Ello supone practicar algo muy parecidoa la arqueología, una rama muy cercana

a la protohistoria pero de escasa utilidadpara quien desee entender el destino dela humanidad como un proceso y nocomo la acumulación de hechosinconexos.

El análisis histórico queda entonesdevaluado y perdiendo todo su dina-mismo para asimilarse más a la recorridapor un museo en cuyas vitrinas y ana-queles yacen, fosilizados, los sucesosdel pasado -imágenes de batallas,biografías de héroes nacionales, desfilesde multitudes, fotografías del Hotel deInmigrantes o el primer viaje de “LaPorteña“, por ejemplo- todo prolijamenteetiquetado y apenas con algunasreferencias sintéticas a su origen ydestino.

Un abordaje en función de lo queocurre en las condiciones materialesprevalecientes en cada época, por elcontrario, permite una mejor compren-sión de los hechos e ideas, evaluando yponderando la real importancia quetienen aquellos factores que los explicany siempre especificando quién se imponeen ese juego. Pero, además, proporcionaun instrumento inapreciable también a lahora de interpretar dialécticamente lacotidianeidad y sus perspectivas, ya quelas lecciones del pasado siemprepermiten leer mejor el futuro.

Tomemos otro caso: considerar lasconsecuencias de lo ocurrido en el modode acumulación o la forma en que seapropió el valor generado durante elauge del modelo agroexportadordesenvuelto por la “generación del ‘80”explica acabadamente no sólo por quéla Argentina del siglo XX no siguió elcurso del progreso verificado en Américadel Norte, sino también descarta aquellashipótesis que reprochan a las “malaspolíticas” -populistas, estatizantes e

Notas sobre la historia económicaargentina:De Pavón a la Convertibilidad

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intervencionistas- por la pérdida derelevancia que tuvo nuestro país en elescenario internacional luego de laguerra 1914/1918. Desde tal punto devista, común denominador del pen-samiento conservador, el retrocesoargentino se habría agudizado aún másdespués de 1930.

Posicionamiento de laArgentina en la era victoriana

“Hay un momento en la historiauniversal en que Gran Bretaña puedeser descripta como el único taller delmundo, su único importador y exportadormasivo, su único transportista, su únicopoder imperialista, casi su único inversorextranjero; y por esa misma razón suúnica potencia naval y el único país conuna política mundial propia. A la soledadde pionero, señor de cuanto deslindabaa falta de otros competidores, se debegran parte de ese monopolio que terminóautomáticamente cuando otros paísesse industrializaron, aunque la estructurade transacciones económicas mundialesque construyó Gran Bretaña y entérminos británicos fue durante largotiempo indispensable para el resto delglobo. Sin embargo, para la mayoría delmundo la era de la industrialización“británica” fue simplemente una fase –lainicial o una de las primeras– de lahistoria contemporánea” (Eric. J.Hobsbawm, “Industria e imperio”, ed.Seix Barral, Barcelona 1977).

El marco externo tiene siempre unaimportancia decisiva para explicar lascircunstancias que se verifican en laperiferia del sistema mundial. Vale lapena detenerse en repasar algunosrasgos de la situación internacional quefueron decisivos para inducir los cambiosocurridos en la Argentina para convertirlaen un gran productor de materias primasagropecuarias.

A mediados del siglo XIX, cuando caeel gobierno de Rosas y todavía faltabandos décadas para que el liberalismo deBuenos Aires se tornara hegemónico,en el centro del sistema capitalista yaestaba virtualmente agotada la primeraetapa de la Revolución Industrial,apoyada en las manufacturas textiles yla aparición de los ferrocarriles. Se tratóde un proceso liderado por Gran Bretañapero que también tuvo por escenario a

las grandes naciones de Europacontinental.

Con el desarrollo de nuevos productos,como los originados en la siderurgia y laquímica, el creciente perfeccionamientodel transporte ferroviario y la extensiónde sus redes a nivel planetario, sumadoa la difusión del telégrafo, se facilitó laconsecuente ampliación de los mercadosy la mayor facilidad para acceder a losmismos. Eran todas señales claras deque amanecía una nueva fase deexpansión en el capitalismo que yaabarcaba a los países más importantesde Europa y progresaba en América delNorte. Paulatinamente, Inglaterra ibacediendo el liderazgo en aquellos añosque luego se conocerían como lasegunda etapa de la revolución industrial.

Cuando la Argentina entra en el juego,estableciendo relaciones estrechas conla Inglaterra de la época victoriana, si seanaliza la composición de la riquezabritánica puede advertirse que era cadavez más importante el aporte que a lamisma hacían otros sectores, como laintermediación financiera, los fletes ylas rentas originadas en las posesionesdel exterior.

Inglaterra había logrado consolidar,como ninguna otra nación, tresimportantes ventajas: su poderío naval,el mercado de capitales de Londres y, apartir de la adopción del patrón oro en1818, la aceptación mundial de la libraesterlina como valor de reserva. Por elcontrario, tanto sus manufacturas comosu minería del carbón mostraban unadecreciente competitividad.

Para imponer las exportacionesbritánicas de bienes y capitales, lossucesivos gobiernos británicos debíanentonces, y sin ruborizarse, utilizarciertos medios -ya sea apelando a ladiplomacia, el poder financiero, lacorrupción o la acción directa- que a lahora de asignar factores poco teníanque ver con la teoría de las ventajasrelativas pregonada por David Ricardo.

Con la expansión del capitalismo,Europa, que por entonces era el centrodel mundo, vivía una época derevoluciones burguesas, con graninestabilidad y permanentes tensionesbélicas. Un rasgo distintivo de aquellostiempos estaba dado, efectivamente, por

el poder que habían alcanzado lasburguesías nacionales y muchas vecesen alianza con las monarquías postnapoleónicas, con Gran Bretaña a lacabeza y enfrentadas a resabios feudalestodavía con mucho poder, como eran losterratenientes y la Iglesia. Otro fenómenocontemporáneo fue la expansiónimperialista, que se encontraba en plenoauge.

La hegemonía del capitalismo no siguióel curso transitado sin grandes costos.En la mayoría de los casos fue paridapor la violencia, al tiempo que se asistióa una aguda pauperización de las clasesdesposeídas, circunstancia que tocótecho con las hambrunas de 1848. Lamiseria, por ser aún peor en las zonasrurales más atrasadas, estimuló laemigración de grandes masas detrabajadores hacia los nuevos espaciosvacíos de América y Oceanía.

Correlativamente, abaratar losalimentos para bajar el costo dereproducción de la mano de obra europea-sumando así otro factor, los salariosreales decrecientes, que otorgarafactibilidad a la segunda etapa de larevolución industrial-, se convirtió en unaconsigna a la cual rápidamente seadaptaron las normativas legales en GranBretaña (con la eliminación de las leyesde granos) y el resto de Europa. Ellofacilitaba la importación de cereales ycarnes, al tiempo que se fomentaba lainmigración de mano de obra, espe-cialmente la de baja calificación yproveniente muchas veces de regionesdonde todavía subsistían condicionessemi feudales de producción.

Se había generado la condiciónnecesaria para que la Argentinaingresara al campo de juego. A su vez,las “condiciones suficientes” seríanvarias: apropiarse de las tierras fértilesgratuitamente o asignadas por el Estadoa la décima parte de su valor; atraermano de obra barata del exterior yconstruir la infraestructura necesaria,financiándola con inversiones directas oendeudamiento público, ambos de origenpredominantemente británico.

Se trataba de conseguir algo más queabaratar la reproducción del trabajo enEuropa. En la que Hosbsbawm denominó“La era del imperio, 1875-1914” (ed.Crítica, Buenos Aires, 1998), lapso que

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coincide casi exactamente con el período“idealizado” de la Argentina pastoril, nose trataba solamente de una cuestión deganar mercados, abaratar los alimentospara bajar el costo del trabajo junto aresistir las presiones para reducir lajornada laboral y estimular la migraciónde la mano de obra excedente.

El equilibrio del sistema requería,además, postergar indefinidamente latendencia al decrecimiento en la tasa deganancia del capital, y ello imponía lanecesidad, por lo tanto, de sostener elvigor de la especulación financieradesplazándose lucrativamente a nivelplanetario. En esta última materia la Citylondinense también era imbatible.

Las grandes inversiones necesariaspara aprovechar las ventajas naturalesde los países productores de materiasprimas (especialmente ferrocarriles,puertos y obras públicas) poniendo envalor los recursos que se podían explotar

en los territorios todavía vírgenescumplían, por lo tanto, además dosfunciones básicas: 1) permitir ampliar elmercado para las manufacturasbritánicas, particularmente las del hierroy el acero, así como las construccionesmetálicas de todo tipo, y 2) garantizar unpiso elevado para la tasa de ganancia delas corrientes financieras, evitando queéstas se desalentaran cuando precisa-mente se requerían grandes masas decapital para poder llevar a cabo todo elcomplejo productivo que por entones seestaba instalando.

Vale la pena hacer un breve paréntesispara advertir que la Argentina fue uno delos países pioneros en esta materia algarantizar una tasa del 7% al capitalinvertido en los ferrocarriles, más laonerosa concesión gratuita de miles dehectáreas al costado de los rieles, con locual se generó una masa -nuncacalculada- de ganancia inmobiliaria. Nosería la última vez en la historia de

nuestro país en que sus gobernantesfueran “más papistas que el Papa” a lahora de establecer atractivos materiales,garantizar rentabilidades incomparablesy otorgar seguros de cambio gratuitos ala inversión extranjera.

Interpretación teórica yexpresiones culturales

Desde el punto de vista del centro delsistema, entonces, más allá de lasturbulencias sociales, políticas y militaresque agitaban la superficie, en el últimocuarto del siglo XIX la consolidación delsistema imperial con eje en Gran Bretañallegaba a su apogeo, alejando elhorizonte de su inevitable declinación.Esta era la razón profunda que lespermitía mirar con optimismo el futuro yalimentar la ya referida fe ciega en laidea del progreso infinito, fundado en ellibre mercado y el patrón oro.

Esta idea del “progreso” resultó unmito que muchos han ejemplificadocomparándolo con el destino del Titanic,una joya de la ingeniería naval británica,que supuestamente jamás podríahundirse pero que sin embargo cuandole llegó la noche de la tragedia terminómostrando su fragilidad estructural y lainutilidad de sus previsiones de salvataje.¿Acaso no fue algo parecido lo queocurrió con el patrón oro cuando sepusieron a prueba sus famosas reglasde ajuste automático?

Desde el punto de vista teórico, muchotiempo antes el sistema ya eraseveramente cuestionado. No cabe dudade que la anticipación teórica más lúcidade los grandes cambios por entonces encurso, sus contradicciones internas y lainevitabilidad de las crisis en elcapitalismo, ya se podían encontrardesde tiempo atrás en el “Manifiesto delPartido Comunista” de Carlos Marx,aparecido en 1847 en Londres. En el“Manifiesto” Marx también subraya elpapel revolucionario que, para esa etapadel desarrollo histórico, jugaba laburguesía europea (y que seguiríajugando en las décadas siguientes, hastala primera guerra). Pero tampoco ignorala relevancia de los estados nacionales,ya fueran los antiguos, como enInglaterra, Prusia o Francia, o los nuevos,tal el caso de la Italia del Rissorgimiento.El espíritu del siglo era liberal, pero

Desarrollo de los principales cultivosAños 1872-1912(hectáreas)

Trigo Lino Maíz Avena Alfalfa

1872 73096 34 130430 - 1057821888 815438 121103 801588 - 3900001890/91 1202208 - - - -1891/92 1320000 - - - -1892/93 1600000 - - - -1893/94 1840000 - - - -1894/95 2000000 - - - -1895/96 2260000 387324 1244182 - 7130911896/97 2500000 - - - 8000001897/98 2600000 - - 22284 9000001898/99 3200000 332788 850000 22390 10679831899/1900 3250000 355329 1009000 23390 12680881900/01 3379749 607352 1255346 32500 15116011901/02 3296066 782880 1405796 32500 16317331902/03 3695343 1307196 1801644 56488 17301631903/04 4320000 1487000 2100000 47826 21725111904/05 4903124 1082890 2287040 50621 25033841905/06 5675293 1022782 2717300 72140 29836431906/07 5692268 1190647 2851300 146379 35372111907/08 5759987 1391467 2719260 386261 36120001908/09 6063100 1534300 2973900 633300 36872001909/10 5836550 1455600 3005000 574500 47065301910/11 6253180 1503820 3215250 801370 54005801911/12 6897000 1630000 3422000 1031000 56301001912/13 6918450 1733330 3830000 1192400 5955000

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la RepúblicaArgentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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también nacionalista en Europa, conejemplos paradigmáticos en Cavour yBismarck.

No podemos resistir la tentación deseñalar que tampoco faltaron expresio-nes artísticas que ilustraron los rasgosde aquella época tan turbulenta comofascinante, donde paralelamente con lasrevoluciones y hambrunas que sacudíanamplias regiones de Europa, las clasesadineradas construían una cada vez mássofisticada cultura del ocio. Permítasenosejemplificar con una obra lírica quejuzgamos paradigmática de esostiempos. En marzo de 1853 Verdi (quepolíticamente fue un venerado patriotarepublicano siempre jugado a favor de launidad italiana), estrenó “La Traviata” enel Teatro La Fenice, de Venecia.

En esa obra, escenas como las delfamoso “Brindis” del primer acto,sintetizan las pautas de un modo de vidacompartido por nuevos ricos, nobles endecadencia, especuladores y prostitutasde lujo, viviendo una fiesta que parecesin fin. La dinámica de su música describeasimismo esa sensación de torbellino,donde todos son llevados casi a la rastrapor la marea del progreso infinito -comogirando en un vals cuyo ritmo es cadavez más rápido y que deja poco tiempopara reflexiones sobre el destino- y queno dejó de cobrarse sus víctimas.

1. La Pampa Húmeday el mercado británico

1.1 Introducción de lamodernidad

Un largo ciclo expansivo

Uno de los panegiristas más ilustresdel extenso ciclo que arrancó luego de labatalla de Caseros, Federico Pinedo,sugiere que para estudiarlo debenconsiderarse dos etapas, que incluyen:“La unificación nacional y los presidentescreadores”, en el período 1852–1882,seguido por la “Organización y el granatractivo de enormes caudales deinmigración y capitales”, entre 1882 y1912.” (Federico Pinedo, “En tiempos dela República”, ed. Mundo Forense,Buenos Aires, 1946).

Se trata de una periodización que pecade arbitraria, toda vez que ignora el

hecho de que no surgió por generaciónespontánea, como si hubiera bastado,-apenas con remover el estorbo quesignificaba Rosas y dictado laConstitución de 1853, a partir del ilumi-nado mensaje alberdiano, para provocarun cambio tan relevante en las con-diciones sociales.

Lo cierto es que tal giro históricodependió de una correlación de factoresinternos y externos cuya maduración nofue instantánea, ni automática, niindolora.

Para la historia oficial, luego deCaseros, virtualmente sin solución decontinuidad, se habría ingresado en unlimbo mágico y carente de aristas, cuyospróceres (hoy en el bronce o dándolenombre a numerosas calles porteñas)arrancaron a esta nación del estado debarbarie y atraso propio del gobiernoencabezado por el partido federal, paraabrirla al mundo y conducirla exitosa-mente hasta ubicarla entre las ochoprimeras economías del planeta. Con talobjetivo supuestamente habría bastado,además de los ideales superiores queinspiraban a nuestra dirigencia, conasumir la premisa básica de con-siderar al progreso como unatendencia irrevocable del mundomoderno, y alinearse con Gran Bretañapara lograr un asiento en ese tren deléxito que parecía tan infalible comoimparable.

Desde ese punto de vista, aquélloshabrían sido años en que una generaciónesclarecida nos permitió superar elestancamiento y convertirnos en “elgranero” del mundo, principal abaste-cedor de Inglaterra, nación que eraasumida, a su vez, como “la fábrica” delmundo. La hegemonía británica consti-tuyó el dato crucial para tornar factible loocurrido en el plano de la producción y elcomercio, así como en la imposición dela ideología predominante.

La “versión Pinedo” se sumó a lacorrentada de lugares comunes quedurante mucho tiempo fueron aceptadoscomo verdad revelada. Han logradoinstalar una notable resistencia aentender que los fenómenos ocurridosfueron más complejos y los cambios quese fueron sucediendo, tanto en la esferaproductiva como en el terreno de lasideas, registran antecedentes cuya

importancia no se puede ignorar. Porejemplo, el Partido Unitario -vencedoren Caseros, derrotado en Cepeda ydefinitivamente triunfador en Pavón- nosólo hasta entonces había sido lideradopor hombres de raíz federal, sino quesiempre había abrazado las ideas de lafisiocracia.

Como es sabido, el eje estratégico deesa escuela económica pasaba por elfomento agrario. Nada más convenientepara un país como la Argentina, y másallá de las banderías políticas. Era lógicoentonces que también las abrazaraRosas -un caudillo que, vale la penarecordarlo, en 1820 todavía formabaparte de la fuerza unitaria-, circunstanciaque se denota en lo que fue su gestióncomo estanciero, atípica para esostiempos.

En tanto las condiciones externas lohicieran posible, toda la tierra pudieraser apropiada, los inmigrantes proporcio-naran la mano de obra y se contara conla tecnología de transporte que permitieraacceder a los mercados -los presidentes“fundadores” cumplieron el papeldecisivo para viabilizar tales cambios ypor eso se habla de su papel crucial enel “acondicionamiento”-, la germinaciónde la tendencia a la especialización en laproducción primaria era casi inevitable.No puede entonces ignorarse que lagénesis del cambio ya estaba latenteaún antes de 1862, cuando el liberalismoderrotara definitivamente a Urquiza enla batalla de Pavón.

Ciertamente, desde el punto de vistamacroeconómico los resultados que seobtuvieron fueron altamente positivos.Señalemos que, durante el primero delos períodos que considera Pinedo, elPIB evolucionó a una tasa promedioanual del 4,1%, pese a que atravesó unafase depresiva importante entre 1875 y1878. Durante el segundo lapso la tasapromedio anual fue todavía mayor: el6,2%; pero las fluctuaciones ocurridasfueron todavía más agudas, debido a lasnotables retracciones registradas no sólodurante la crisis de 1890/1891, sinotambién en 1900 y en 1902.

Por su parte, medidas entre puntas,las exportaciones argentinas en el primerperíodo aumentaron el 628% y un 727%en el segundo. El crecimiento de lapoblación fue del 300,1% -5.491.900

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habitantes más- comparando 1912 conel primer censo nacional de población,llevado a cabo en 1869 durante lapresidencia de Sarmiento.

Abordando los hechos con másprofundidad que lo sintetizado en losindicadores globales, se advierte queaquella “edad dorada” estuvo lejos de lafábula idílica que construyó la historiaconvencional, a la cual Pinedo aportó losuyo, tanto en términos de suinterpretación histórica como en elterreno de los negocios.

Optar por un enfoque alternativo alpensamiento convencional obliga a eludirla tentación de idealizar el curso seguidopor la Argentina de aquellos tiempos,ocultando bajo la alfombra no sólo ciertasgraves turbulencias que registró el ciclo,sino también las muchas lacras denuestra clase dirigente, la gravedad dela inequidad distributiva instituciona-lizada, la profundización en las duali-dades entre la pampa húmeda y el restodel país y los agudos conflictos políticosy sociales que se sucedieron en aquellostiempos.

Una primera conclusión a la quepodemos llegar es que la nostalgia porese paraíso perdido habría de convertirseluego en una de las mayores limitacionesa la hora de elegir alternativas en elejercicio de políticas económicasprogresivas que permitieran una virtuosaadaptación a los cambios en el contextointernacional, empezando por asumirque el pasado era irrepetible. Las clasesdominantes no concebían otro futuroque el retorno al edén de la agriculturaextensiva y la exportación frigorífica aInglaterra, dando por descartado que,tarde o temprano, ello debía ocurrir. Ycomo la reencarnación del viejo esquemanunca ocurrió, sus dignatarios le echaronla culpa al intervencionismo estatal y lasustitución de importaciones.

Por ejemplo, en la inmediata primerapost guerra, una entidad tan biendocumentada acerca de los negociosen la Argentina como era ErnestoTornquist & Cia. Ltd., aún pese a laevidencia de los grandes trastornos queconvulsionaban al mundo luego de losinviables acuerdos de Versailles,sumado al auge del proteccionismo queocurría a lo largo y ancho del mundo, ydesdeñando olímpicamente el grado en

que todo ello podía afectar a nuestranación, afirmaba: “Si la importancia deun pueblo debe medirse por susprogresos, la República Argentina esuno de los pueblos de mayor podereconómico. Su desarrollo en los últimoscincuenta años demuestra que su suelo,su raza, sus ideales. su organizaciónsocial, política y económica, harán deella, dentro de pocos años, una de lasnaciones poderosas de la tierra” (…)“todo hace presumir que dentro decincuenta años contará con más de40.000.000 de seres humanos de untipo superior, como lo es hoy casi todasu población, de origen europeo, con laselección de la capacidad para elesfuerzo y con los ideales del más altoprogreso y bienestar” (Carlos ATornquist, “El Desarrollo Económico dela República Argentina en los últimoscincuenta años”, Buenos Aires, 1920).

Si bien nos ocuparemos de lo ocurridodurante la primera post guerra y hasta lacrisis de 1930 en una próxima nota, nopodemos dejar de sorprendernos antetal autocomplaciente optimismo en lavuelta al status quo de los viejos tiempos,apenas concluido el conflicto bélico. Estese había convertido en un verdaderolugar común no sólo en los mediosempresarios sino también en laintelectualidad de aquel entonces y enlas principales fuerzas políticas.Coherentemente, llegado al poder, elyrigoyenismo -más allá de algunosfrustrados intentos de facilitar el créditode fomento rural y los avances logradosen la exploración y explotación petro-lera-, en ningún momento se planteó eldesafío de provocar cambios substan-ciales en los paradigmas de especia-lización productiva que habían sido“exitosos” hasta 1913.

Para juzgar críticamente tanto la fuerzaque había ganado el modelo deespecialización argentino como sugeneralizado consenso en la clasedirigente de Buenos Aires, renuente acualquier cambio de paradigmas ysiempre esperanzada en que una buenacosecha permitiera el retorno de losbuenos viejos tiempos sin obligar asacrificio alguno, vale otra cita de Hegel:“La evolución no es pues un meroproducirse, inocente y pacífico, sino unduro y enojoso trabajo contra sí mismo.Tampoco consiste en una mera evoluciónformal, sino en la realización de un fin

con determinado contenido.” (Hegel,op.cit.).

Las limitaciones del milagroargentino

Apreciar detenidamente un paisaje,haciéndolo desde una posición en lasalturas, es probablemente la forma másadecuada para rescatar los aspectosmás relevantes del mismo y aún advertirdetalles que escapan al viajero quecircunstancialmente recorre de paso laregión. Si ello ocurriera a quien, allá por1910 –por ejemplo, desde la barquilla deun globo aerostático- echara un vistazoa las extensas planicies argentinas,probablemente se admiraría contem-plando amplias praderas prolijamenteparceladas y cultivadas con cereales,que se intercalaban con áreas depastoreo al servicio de una ganaderíade primera calidad. Cada tanto nuestroviajero sobrevolaría el casco de algunaestancia, con edificios principales dignosde castillos europeos.

Descubriría asimismo que el territorioestaba surcado por extensas redesferroviarias, tendidas atravesandopoblados como, por ejemplo, TresArroyos, Trenque Lauquen, Saladillo,Junín o 9 de Julio, con sus cascosurbanos diseñados en perfectascuadrículas, ordenadas prolijamente entorno a la plaza principal y pegadas a laestación ferroviaria. Eran comunidadesque se habían desarrollado velozmenteen menos de cincuenta años, tras habervegetado largo tiempo en las tierras dela frontera con los pueblos originarios,donde apenas sobrevivían con lapermanente amenaza del malón. Comolos rayos de una rueda, el ferrocarrilconfluía hacia las pujantes ciudadesportuarias -Buenos Aires, Bahía Blanca,La Plata o Rosario eran las másconocidas- cuya dotación de serviciospúblicos y su oferta cultural poco debíanenvidiarle a las grandes urbes del viejocontinente.

Pero, ya fuera porque nuestro viajerose alejara más allá de las fronterasnaturales que contorneaban la zona másprospera, ingresando en las regionesdel interior, o si decidiera estudiar mejorel caso, penetrando profundamente enel entramado social que sostenía tantaopulencia, advertiría cómo todo el paisaje

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iba perdiendo sus encantos superficiales.Más allá de la pampa húmedalanguidecían las industrias, artesanías ycultivos del interior, siempre discri-minados por las políticas cambiarias yarancelarias que privilegiaban a lasmanufacturas británicas. Y en laorgullosa capital junto al Río de la Plataconvivían, pero en otros barrios -ydesdeñados tanto por la altaneraoligarquía gobernante como sus aso-ciados británicos y quienes adminis-traban tanta riqueza-, miles de proletariosque eran explotados en largas jornadasde trabajo y habitaban en sórdidosconventillos.

Si, aplicando igual criterio, se tratarade elegir un punto de referencia paraestudiar, desde el escritorio, laabundante documentación disponibleacerca de lo ocurrido en la Argentinacon su incorporación a la economíamundial, lo ideal consiste en adoptaruna perspectiva que analice los hechosdesde el pico alcanzado en los años delcentenario, cuando pocos imaginabanque ese verano fracasaría la cosecha, yestallarían las primeras huelgas de lostrabajadores rurales.

Antes de seguir adelante vale la pena,precisamente, advertir que los límitesdel período bajo análisis no son tanprecisos como juzga la historiografíaconvencional. Respecto a sus inicios,ya en los tiempos de la Confederación,en ciertos nichos de las actividadesprimarias se registraban -habida cuentade los limitados medios a su alcance-avances notables, particularmente en elmanejo de las unidades productivas. Yase ha indicado que el rico estancieroJuan Manuel de Rosas sería un ejemploparadigmático de los mismos. De igualmodo, tal como señalamos, existían (yeran buenas sus perspectivas en rubrostales como los alcoholes, la minería olas confecciones de lana) importantesactividades en los enclaves provinciales.Éstos, sin embargo, no pudieron soportarla competencia de la producción británicaprivilegiada por el puerto de BuenosAires.

En el otro extremo, una vez culminadoeste ciclo que venimos analizando, luegode la primera guerra y durante los añosveinte -definidos por Alejandro Bungecomo los “de la gran demora” en eldesarrollo de la Argentina-, en un par de

ocasiones las cosas parecieron querervolver a la “normalidad” de los viejostiempos y eso resultó siempre unpeligroso espejismo. Así fue en 1919/1921 y 1925/1928. Sin dudas, la apariciónde estos “veranitos”, en que el oro que seoriginaba en las exportaciones agrope-cuarias y la inversión británica volvía afluir a las arcas de nuestro país, tuvo unaresponsabilidad central en la referidademora.

Volvamos al período en cuestión. Esinnegable que, para el Centenario, nosolamente en la economía sino enmaterias tan importantes como laeducación pública, el acceso de quegozaban las clases altas a manifesta-ciones superiores de la cultura europeay el fuerte grado de urbanización enciudades como la Capital de la Repúblicasuperaban todas las previsiones,ratificando las grandes transformacionesprovocadas por la penetración deldesarrollo capitalista en el Río de laPlata.

Pero tampoco puede ocultarse que,transcurrido ya por entonces medio siglodesde que los unitarios accedieron alpoder, existían algunos grandes lunaresque el propio régimen había engendrado.Ellos estaban constituidos, primero, tantopor el grado en que la concentración delpoder económico en manos de la claseterrateniente había agudizado lasdiferencias entre pobres y ricos como enla comparación de Buenos Aires y elresto de las provincias. Segundo, eravirtualmente imposible, más allá dealgunas excepciones, el acceso a la tierrapor los colonos. Tercero, existía unexpreso desdén por aprovechar losimpulsos industrializantes que laproducción primaria podía estimular yera impactante la propensión al gastosuntuario que mostraban los sectores dealtos ingresos. El cuarto, pero nonecesariamente el último, dato a subrayarera la esclerotización de una mediocredemocracia representativa, personalista,sin compromisos ideológicos serios,acomodaticia, carente de escrúpulos yque excluía a los sectores populares.

“Los hombres de círculo restringido dela oligarquía o de su cohorte, no respetanprincipios, ni tienen remordimientos porsus tremendas prácticas electorales, nipor la no participación del inmigrante ode los obreros en el proceso democrático.

(R.J.Cárcano, en "Carta a JuárezCelman)” (Mauricio Lebedinsky, “Ladécada del ‘80”, ed. Siglo Veinte, BuenosAires, 1967).

Como habría de repetirse en otrasetapas de nuestra evolución histórica, elsecreto de la veloz prosperidad logradapor el poder económico más concentradoen pocas manos y estrechamentevinculado a Gran Bretaña, la no menosplástica adecuación de la clase política alas conveniencias de cada hora(generalmente dando las volteretas quehicieran falta para garantizar esos fines)y la dinámica verificadas en la adopciónde las pautas que, en una sociedadmoderna, eran propias de los sectorespudientes fueron, todas, circunstanciasque se tornaron viables debido a laconsistencia que en ese preciso y únicomomento tenía el modelo argentino conlas necesidades prevalecientes en unmomento específico de la economíamundial.

Se trataba de un relacionamiento quehabría sido impracticable mientrassubsistieran las estructuras políticasprevalecientes en los viejos tiempos deRosas y los caudillos federales. Pero lodecisivo es que también habría sidoinviable hasta que se perfeccionara latecnología del vapor en ferrocarriles ybarcos o en materia frigorífica, sedesenvolvieran los progresos másimportantes en la industria metalúrgicay, fundamental, el mercado de capitalesde Londres adquiriera las dimensionesque lo tornaron en trasnacional.

Resulta ocioso asignarle a uno deestos agentes del cambio el rol másimportante. Lo cierto es que asíevolucionó la correlación de factores, yahí estuvieron los “hombres prácticos”criollos -circunstancialmente tornados enliberales porque tal apuesta ideológicaera lo que mejor les servía en esacoyuntura específica-, dispuestos aremover todos los obstáculos a lapenetración de la modernidad que losbeneficiaba y a hacerlo en la mayoría delos muchos casos sin mayoresescrúpulos.

Dada la magnitud del condicionanteexterno, cabe sospechar que lahegemonía liberal no era una condiciónineludible para modernizar la cadena deproducción primaria. Es más, apenas

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atravesando la frontera, podía accedersea los progresos industriales que habíaalcanzado el Paraguay, para lo cual sólole bastó con cerrarse a la penetración delas manufacturas europeas. Sinembargo, siempre se ha consideradoque fue necesario el triunfo unitario enPavón y un ya mencionado largo períodode acondicionamiento desenvueltodurante las presidencias de Mitre,

Sarmiento y Avellaneda para enterrar alviejo esquema e ingresar en la economíamundial. Aún aquellos intelectuales deideas más avanzadas habrían de aportarlo suyo a la idealización de esa época:

“Las presidencias de Mitre (1862/68),Sarmiento (1868/74) y Avellaneda (1874/80) representarían la transición entre unrégimen casi feudal y otro agropecuario;

en el litoral el caudillo es resabioanacrónico, en las provincias atrasadaspersiste como normal. Más surgenindustrias (sic), nacen nuevas formas detrabajo agrario, se intensifica el comercioy los partidos políticos sustituyen alcaudillo con representantes de susintereses y pensamientos.“Caracterizan al período dos fenó-menos: 1ro. la clase terrateniente setransforma de feudal en agropecuaria,iniciándose esa evolución en lasprovincias del litoral, cuya situacióngeográfica facilita la circulación de losproductos en el mercado internacional;2do. la inmigración incorpora al país unamasa enorme de europeos queaumentan la producción nacional y cuyoshijos determinan el predominio definitivode las razas blancas sobre la mestizacióncolonial.“El caudillo se convierte en estanciero;el gaucho en peón. Junto a ellos naceuna nueva fuerza: el colono, menospre-ciado por aquéllos, sin advertir que sushijos constituirían medio siglo más tardela fuerza política más importante en lasprovincias en que se radica” (JoséIngenieros, “Sociología argentina”,Buenos Aires, 1918).

La vieja sociedad argentina y elimpacto del cambio económico

Mientras en el hemisferio norte delplaneta se gestaba la segunda etapa dela revolución industrial e Inglaterra seconvertía cada vez más en una economíade renta, en nuestro país apenas habíantranscurrido unos meses de caído elrosismo. Lejos estaban las clasesadineradas de la Argentina de llevar, porejemplo, el tren de vida parisino quedescribe Verdi, o estar dispuestas acorrer los mismos riesgos que se suponeenfrentaban en Europa los capitalistasemprendedores. Y esas gentes nocambiarían demasiado en las dosdécadas siguientes. Ellos eran: “Lasfamilias decentes y pudientes de BuenosAires, esa especie de noblezabonaerense pasablemente beática,sana, iletrada, muda, orgullosa, aburrida,localista, honorable, rica y gorda…Unaburguesía de estancieros y tenderos,hostil a la Universidad y al talentoaventurero de los hombres nuevospobres” (Lucio V López, “La Gran Aldea”,ed Centro Editor de América Latina,Buenos Aires, 1967).

Exportación de los principales cerealesAños 1875-1912(en toneladas)

Trigo Lino Maíz Avena

1875 - - 223 -1876 21 - 8058 -1877 200 - 9818 -1878 2547 104 17064 -1879 25669 246 29521 -1880 1166 958 15032 -1881 157 6395 25052 -1882 1705 23352 107327 -1883 60755 23062 18634 -1884 108499 33992 113710 -1885 78493 69426 197860 -1886 37864 37690 231660 -1887 237866 81208 361844 -1888 178929 40223 162037 -1889 22806 28196 432591 -1890 327894 30721 707282 -1891 395555 12213 65909 -1892 470110 42987 445935 -1893 1008137 72199 84514 9751894 1608249 104435 54876 16651895 1010269 276443 772318 178971896 532002 229675 1570517 28851897 101845 162477 374942 5661898 645161 158904 717105 11071899 1713429 217713 1116276 53671900 1929676 223257 713248 76191901 904289 338828 1112290 22251902 644908 340937 1192829 198421903 1681327 593601 2104384 262451904 2304724 880541 2469548 291561905 2868281 654792 2222289 171671906 2247988 538496 2693739 516611907 2680802 763736 1276732 1435661908 3636294 1055650 1711804 4400411909 2514130 887222 2273412 4213521910 1883592 604877 2660225 3709481911 2285951 415805 125185 5113891912 2629056 515399 4835237 896032

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la RepúblicaArgentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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Más allá de la sangre derramada y lastierras apropiadas, la tarea de imponerla modernidad no fue un desafío sencillo,toda vez que existían valores antiguosfuertemente instalados y que noresultaría fácil remover; algo de esomencionábamos al hablar de las viejasfamilias patricias. Una de sus manifes-taciones era el notorio estancamientoen la producción agrícola. Durante lapresidencia de Avellaneda, por caso, lacapacidad exportadora real de nuestraspampas se limitaba al ganado lanar y laproducción de tasajo. La Argentina eraimportadora neta de trigo.

La clase terrateniente por entoncestenía un generalizado desconocimientode las formas productivas que estabandisponibles para corregir tal rémora,predominando los hábitos rutinarios enlas propiedades rurales, los elevadoscostos de transporte, la falta de mano deobra capacitada y la inseguridad en lafrontera geográfica con los pueblosoriginarios. A ello se sumaban lasnotorias insuficiencias en materia detransporte, almacenaje y comercializa-ción.

El futuro no lucía demasiado alentador.El afamado naturalista Burmeister,cuando visitó el Río de la Plata en 1866,no se mostró demasiado optimista acercade las potencialidades productivas de laregión. En el mejor de los casos, admitía,las pampas podían seguir sirviendo comotierras de pastoreo, quizá permitir sulabranza en algunos sitios pero jamásserían útiles para desarrollar cultivosextensivos. La historia demostró que elerror de ese diagnóstico se debía a quemenospreciaba la importancia de loscambios ocurridos en las condicionesde las tierras debido a las característicasdel proceso reproductivo, tanto delganado como de las tropillas cimarrones.

Recordemos que, hasta bien entradoel siglo XIX, los grandes rebaños sedesplazaban permanentemente poraquellos enormes espacios vacíos y esemovimiento constante mejoró la calidadde los pastos y tornó en arables tierrasque originariamente se juzgaba comoestériles. A lo largo de los siglostransitando las pampas, el constanteandar de esos animales compactó lossuelos con su pisoteo, abonándolos consus deyecciones y facilitando el drenajede las lluvias gracias a las huellas que

dejaban en las sendas que secularmenteformaron en su diaria rutina hacia lasaguadas. Por otra parte, la distintamodalidad alimentaria de los vacunos,al comer los pastos largos, facilitaba laalimentación de los lanares con lospastos cortos.

En los años de la colonia los vacunosvirtualmente carecían de otro valoreconómico que no fuera el derivado desus cueros, mientras que los ovinos porlargo tiempo fueron considerados comoinútiles, siendo frecuente la práctica degrandes matanzas apenas paraaprovechar su lana. En los primerostiempos de la República el principalprogreso consistió en la domesticaciónde los rebaños salvajes. Pero a mediadosdel siglo ya llegaron los primeros torosShorton y se inició el proceso dealambramiento para facilitar el manejodel ganado.

El auge del lanar habría de estimularel desplazamiento de los vacunos hacialas zonas de frontera -facilitado por losprogresos que se iban logrando en laguerra a los indígenas- que permitióampliar el espacio para las majadas másallá del río Salado. Ese constituyó unpunto de arranque muy importante en elciclo que estamos analizando. Más alláde las predicciones negativas deBurmeister, llevó su tiempo reconocerlas potencialidades agrícolas de laspampas; durante muchos años sólo seaceptó a la agricultura como una actividadcomplementaria de la especializaciónganadera.

“Aunque clima y suelo hubieranresultado apropiados en la experiencia oen la información accesible a lospioneros, la ganadería parecíademasiado lucrativa y demasiado fácilcomo para que los argentinos de losaños setenta se mostraran atraídos porla agricultura. Esta actividad requería, alparecer, más esfuerzo, más paciencia, ysus logros eran desconocidos, aleatorioso demasiado modestos si se los medíacon los resultados de los primeroscolonos. No debe sorprender, entonces,el poco progreso que la rama muestra enla década. Por otra parte, ha de tenerseen cuenta que el consumo de granos erasólo importante en las regiones deganado escaso; donde abundaba lacarne, ésta era el alimento fundamental”(Vicente Vazquez-Presedo, “El Caso

Argentino, Tomo I”, ed. EUDEBA, BuenosAires, 1971).

No bastaba con eliminar al nomadismodel gauchaje y los malones. Concluidala “conquista del desierto”, lasrestricciones para el desarrollo integralde la agricultura, que se manteníanvigentes, recién habrían de ser supera-das gracias a dosis masivas de trabajoinmigrante, combinado con la inversiónde capitales destinados a generar lainfraestructura necesaria. Parte de estosúltimos vinieron del exterior, pero elaporte principal lo hizo el Estado, muchasveces endeudándose en Gran Bretaña.Esa masa de recursos estaba dirigida aconstruir la infraestructura (principal-mente ferrocarriles y puertos) que lascircunstancias imponían. Era el empujónque precisaba el capitalista emprende-dor, que generalmente era también eldueño de la tierra, en gran parte apropia-da gratuitamente o adquirida a precio vil.

Sin embargo, el cambio ya estabafermentando y no solamente debido a laejecución de los grandes proyectosferroviarios que arrancaron en 1857 y enun par de décadas ya madurabanvelozmente. Generalmente se admiteque la epidemia de fiebre amarilla, en1871, constituyó un momento “bisagra”en el mismo, toda vez que determinóuna corriente de nueva urbanización y eldesplazamiento de las clases altas haciael norte de la ciudad, que así fuecambiando velozmente su viejafisonomía colonial por una arquitecturade corte parisino.

Pocos años después, concluida la“conquista del desierto”, ya la pampahúmeda se había incorporado ínte-gramente al mercado mundial de bienesy dinero, asumiendo implícitamentecomo una virtud, a tales fines, mantenerel vínculo dependiente de Gran Bretaña.Tal como lo imponían las pautas de esostiempos, el progreso en el terrenoeconómico transcurrió interactuándosecon las modificaciones en las conductasde la muy conservadora clase dominante,que hasta poco antes parecía vacunadacontra el cambio.

A partir de ese punto todo ocurrió másvelozmente, en algunos casos conatolondramiento, de forma atropellada,diríamos. Los integrantes de las familiaspudientes que describiera Lucio V.

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López, en poco tiempo modificaron suspautas. Tanto viejos como nuevos ricosadoptaron no sólo los parámetrosculturales, así como las modas ycostumbres importadas de Europa.Ahora compraban y se encantabancon disfrutar de la corteza del modelo-óperas, valses, levitas bien cortadas,colonia inglesa y una dosis de spleenbien a la moda en los jóvenes- sinpreguntarse por lo que ocurría en elnúcleo duro del mismo.

Esa era, sin duda, la cara más visiblede la oligarquía ganadera, motivo detantas y tan justificadas críticas e ironías.Pero difícilmente una cadena de valortan variada y compleja como laagropecuaria extensiva desarrollada enla pampa húmeda podría haber arrojadotantos réditos a sus propietarios, y portantos años, si los miembros de esaclase social se hubieran limitado a gastarsu dinero en periódicos viajes a Europa,llevando siempre una vaca en la bodegadel paquebote que los trasladaba.

Esta sumatoria de factores permitió,entonces sí, iniciar la explotación delgran yacimiento de renta originada en latenencia de las enormes parcelas detierra virgen, que pasaron a serexplotadas de modo extensivo. Comosiempre ocurre, la valorización de latierra gracias a las inversiones de capital

físico generó, a su vez, las condicionespara un enorme auge en las diversasformas especulativas.

“En 1875 se habían establecido las líneasprincipales de la participación británicaen el desarrollo económico argentino.Las inversiones británicas estabandestinas a aumentar en quince vecesantes de la primera guerra mundial y sucarácter fue haciéndose cada vez másaudaz y menos dependiente del Estadoargentino; pero en 1875 ya estabanesbozados los principales campos deinversión y de empresas.”(…) “En 1877, el editor de “Herapath‘s”atacó a los “bajistas” que habían estadodesprestigiado a la Argentina en el StockExchange y acusó a The Times deempeñarse deliberadamente en hacerbajar las acciones y valores argentinos,a fin de que sus partidarios pudierancomprar con ventaja en Eldoradoargentino” (H.S. Ferns, “Gran Bretaña yArgentina en el siglo XIX”, ed. Solar,1992).

Ahora ya existía una nueva élite delpoder -integrada por estancieros,grandes comerciantes, gerentes debancos y ferrocarriles, sumados a latropa de políticos arribistas, todos conuna notable visión de futuro e insaciablecodicia- que avanzaron y arriesgaron loque fuera preciso para instalar las formas

de producción y adoptar las innovacionesque les permitieran garantizar, por la víade la mayor productividad factible, larentabilidad a sus inversiones de riesgoen la esfera productiva y negociandopermanentemente con el Estado enprocura de que les garantizara la infra-estructura necesaria para tornar viablela reproducción del capital.

Tampoco desperdiciaron la oportuni-dad de fletar sus hijos a Europa y losEstados Unidos para perfeccionarse enla gestión de sus unidades productivas osus firmas comerciales y financierasradicadas en las ciudades portuarias.Se consolidó así, a lo largo de variasdécadas, una clase dirigente tanconservadora en lo político como innova-dora en la producción de bienes yservicios, haciéndolo de la forma másacorde posible con las necesidadesdel mercado con el cual se había vincu-lado.

Procesos tales como las nuevasformas en el uso del suelo, la mejora enla calidad del ganado vía mestización ylos sucesivos desplazamientos en lasactividades rurales que predominabanen la pampa húmeda, siempre decididossegún las conveniencias que dictaba elmercado de exportación y privilegiandoen cada momento aquéllas que erancircunstancialmente más redituables,

Exportación de carnesAños 1894 y 1914(en cantidad y valor)

1894 1914Unidad

Cantidad Valor Cantidad Valorpesos oro pesos oro

Tasajo Toneladas 42838 4564447 2383 570796Carneros en pie Unidades 122218 448678 52085 156255Vacunos en pie Unidades 220490 4540160 115556 5015130Carneros congelados Toneladas 36486 1864110 58688 9918272Vacunos congelados Toneladas 267 12400 328278 66640434Vacunos enfriados Toneladas - - 40690 8260070Cerdos congelados Toneladas - - 334 33379Varias carnes congeladas Toneladas 833 59645 15890 1755845Carne y lenguas conservadas Toneladas 1374 244366 13590 3893867Harina de carne Toneladas 719 21562 1701 680205

Totales - 11755368 - 96924253

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la Rep.Argentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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hablan por sí mismos; constituyen laevidencia más elocuente de la capacidadde adaptación a cada nueva señal delmercado que tuvieron las clasesdominantes de la Argentina para hacerfuncionar ese modelo.

Su objetivo básico fue siempremantener inmutable en el tiempo unesquema de elevada concentración enla tenencia de la tierra y en la apropiaciónde su renta. Para ello, los que tuvieronéxito actuaron como capitalistas einnovadores, lejos de hacerlo comoseñores feudales. En igual sentidoInfluyeron en las decisiones cotidianasde política, privilegiando sus intereses,así como utilizaron a la banca estatal yorientaron las obras públicas parafavorecer sus objetivos.

De no ser así, la duración del modeloargentino que consolidó la generacióndel ‘80 habría sido más corta y su famamenos influyente como ideal para elfuturo argentino. Pero, a su vez, la formade producción adoptada, cerrando laspuertas del acceso a la tierra, estabasembrando las semillas de tantasfrustraciones posteriores para laeconomía nacional.

“Buenos Aires aparece como unaciudad inmensa que se ha lanzado a lalucha por la vida con pasmosa actividad.Si mira a sus espaldas, el puerto y lasbahías; si avanza, los enormesalmacenes cargando y descargandotodas las clases de mercaderías queproduce el mundo; los vehículos que nocaben en las calles estrechas; y loscarruajes de la calle de Florida; y lastiendas cuajadas de damas; y losespléndidos escaparates; y las mujeres,admirables del botín al sombrero; y losdependientes de comercio corriendo asu negocio; y todo eso confundido, aprisa, pasando como una fantasmagoría;-si el que por primera vez viene a BuenosAires contempla el primer día todo eso,con el mareo que le impone la sensaciónde novedad que se apodera de su espírituturbado, le hace exclamar: "¡qué comer-cio enorme, qué consumo colosal, quéproducción abundante, qué riqueza, quélujo, qué transacciones rápidas, qué vidafácil, qué hombres laboriosos, quémujeres lindas, qué pueblo feliz!" Ojaláno se rompiese el prisma y la sensaciónde novedad persistiese, porque elloprobaría que todo era verdad!” (Carlos

D‘Amico, “Buenos Aires, sus hombres,su política, 1860-1890”; Ed. Americana,Buenos Aires, 1952).

La modernidad en unarepública oligárquica

Para los años del Centenario laArgentina se encontraba ya en el cenitde su incorporación a la divisióninternacional del trabajo, y ello ocurrió apartir de cambios estructurales muyprofundos verificados en las grandesplanicies que componen la pampahúmeda. Aquél que había sido el espaciodonde se desplazaban libremente elganado cimarrón, el gaucho y laspoblaciones aborígenes, se habíaconvertido en ricos pastizales y camposíntegramente alambrados y prolijamentecultivados por trabajadores venidos dedistintos rincones de Europa. Ello nosupone ignorar que tampoco fueronpocos los viejos estancieros a los queahogó la ola del progreso.

En ese proceso pueden reconocersecuatro grandes etapas en el uso delfactor abundante, la tierra: Hasta 1866,ya lo señalamos, había predominado elganado cimarrón, cuyo invalorable aporteconsistió en enriquecer la calida de lastierras y sus pastizales naturales. Para1875 el espacio más fértil ya era ocupadopor la producción ovina, que había sidomuy estimulada por la demanda delBrasil, originada en la Guerra con elParaguay. A partir de 1880 se asiste a laprimera gran oleada de la agriculturaapoyada en la expansión en los cultivosde trigo, maíz y lino. Y para 1903, con lamaduración plena de las inversionesfrigoríficas, se inicia un nuevo ciclo deauge ganadero, pero ahora combinadocon la agricultura, que virtualmenteestaba concluido en 1913.

Por cierto, no fue sencillo convencer ala clase terrateniente argentina de queinvirtiera en la modernización de susunidades productivas, primerodemostrándoles que constituía un buennegocio invertir tiempo y dinero endesarrollar una ganadería de calidad,capaz de ofrecer carnes de exportacióny, luego, que la producción cerealerapodía ser algo más que un merocomplemento de la ganadería,convirtiéndose en un atractivoemprendimiento exportador.

Allá por 1910, el corazón de la zonatriguera, por ejemplo, ya comprendíauna gran franja de las pampas, desde elnorte de Santa Fe hasta Bahía Blancaen el sur y penetrando profundamenteen el sudeste de Córdoba, donde el cul-tivo de maíz resultó un gran éxito.

Tal macro espacio abarcaba 6.000.000de hectáreas donde se cosechaban4.000.000 de toneladas de trigo, la mitadde las cuales eran exportadas, lo quesupuso en 1913, cuando el ciclo seinterrumpe, en las vísperas de la primeraguerra mundial europea, un aporte albalance de pagos por un valor estimadoen 500 millones de dólares quesignificaba el 96% del total exportadopor la Argentina.

Finalmente los “animals spirits” de losemprendedores criollos se habíanimpuesto. Hijos y nietos de las viejas“clases acomodadas” se convirtieron enla moderna oligarquía agropecuariaargentina. Y aquellas remotas tierras,que en los tiempos del PresidenteSarmiento eran ocupadas por ovinos yvacunos de baja calidad cuyo destino,es sabido, apenas era la producción detasajo, estaban ahora apropiadas por laclase terrateniente, totalmente parceladay laborada por colonos, arrendatarios,aparceros y peones golondrinamayoritariamente originarios de laszonas más pobres de Europa.

Por medio de tal combinación defactores se había convertido a laArgentina en uno de los principalesproductores mundiales de cereales,carne vacuna, ovinos y lana. Su orgullosametrópoli, Buenos Aires, albergaba a1.500.000 personas, cuando la poblacióntotal del país apenas llegaba a los8.000.000, de los cuales un tercio habíannacido en Europa.

Supuestamente la economía argentinahabría puesto en valor su potencial derecursos conforme lo aconsejado por laescuela clásica, fundada en dos ejesprincipales: libre mercado y patrón oro.Según sus panegiristas, el éxitoalcanzado por ese modelo fue tanabsoluto como rutilante. Sin embargo,un análisis desapasionado de los hechospermite comprobar que, en la realidadde aquellos tiempos, los actos de políticaeconómica llevados a cabo estuvieronplagados de excepciones a tales reglas,

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y los frutos recogidos se debieron más alejercicio permanente de transgresionesa las leyes del liberalismo que a laaséptica aplicación de los principiosenunciados por Adam Smith.

La evidencia de tal conducta y susventajas resulta particularmente nítidaabordando el caso de quienes resultaron“ganadores” con el modelo. Tanto losgrandes terratenientes, como lasempresas ferroviarias, la banca o loshombres que debían conducir el Estado,por señalar a los actores másimportantes, siempre practicaronconductas dirigidas a maximizar susbeneficios o minimizar las pérdidas,según la fase del ciclo en que se

encontraran, cualquiera fuera el carácterde los pasos que debía darse a talesfines prioritarios.

Pero ello no hace sino ratificar que elcomportamiento de esa clase social fuesiempre plenamente capitalista, debidoa que así, precisamente, funciona elcapitalismo en el mundo real, siempreguiado por la búsqueda de la mayorrentabilidad posible, forzando lasinstituciones todo lo que fuera precisopara ello, creando tantos espaciosmonopólicos como se pueda, utilizandoel poder del Estado para privilegiarintereses de sectores o personas,apelando a la violencia para dilucidarcuestiones de intereses contradictorios

entre grupos sociales o regiones, dandobatallas cruciales en torno a materiastales como la paridad cambiaria, laconversión del peso o la asignación delcrédito por la banca oficial (variablesque supuestamente sólo podían sertocadas por la mano del mercado),proveyendo de abogados y funcionariosal “régimen”. Estos son apenas algu-nos ejemplos, entre otros, de las“imperfecciones” propias del capitalismoreal en estado puro.

Sus responsables locales fueronhombres que, antes o después, pasaríanpor la política y en casi la totalidad de loscasos vivieron operando en mercadosaltamente imperfectos, tan imperfectos

Exportaciones de trigo, lino, maízAños 1910/11 a 1914/15. Paises seleccionados(en toneladas)

Prom. del1910/11 1911/12 1912/13 1913/14 1914/15 quinquenio

TRIGO

Estados Unidos 1956000 2819000 4130000 4390000 8360000 4331000Canadá 1733000 2203000 3208000 3320000 2312000 2555200Argentina 2528000 2487000 3261000 1198000 2486000 2392000Australia 1621000 1413000 1300000 1794000 50000 1235600Rusia 6081000 2068000 2871000 4720000 43000 3156600India 1504000 1426000 1709000 806000 943000 1277600Estados Balcánicos 2369000 2059000 1463000 1660000 6000 1511400Asia menor 213000 323000 144000 191000 51000 184400 Totales 18005000 14798000 18086000 18079000 14251000 16643800

LINO

India 525000 363000 366000 360000 180000 358800Argentina 416000 515000 1017000 842000 981000 754200América del Norte - 53000 366000 82000 500 100300Rusia y Danubio 122000 172000 86000 22000 3000 81000 Totales 1063000 1103000 1835000 1306000 1164500 1294300

MAIZ

Estados Unidos 1256000 542000 966000 91000 1088000 788600Argentina 778000 3543000 5215000 3091000 4700000 3465400Rusia 1143000 694000 332000 302000 - 494200Danubio 1551000 1746000 365000 1197000 - 971800Varios 139000 172000 35000 77000 137000 112000 Totales 4867000 6697000 6913000 4758000 5925000 5832000

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la Rep.Argentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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como los modos de la democracia queejercían. Muy lejos entonces estaba laconducta de la gran burguesía argentinay sus asociados (o sus enemigos, segúnlos casos) del exterior, respecto a losdictados de la escuela clásica deeconomía política. Esta quedaba asíreducida a un elegante ropaje “deetiqueta”, que exclusivamente se vestíaen las grandes ocasiones sociales opara los discursos más solemnes, yafuera en las fiestas patrias y en oportu-nidad de ciertas inauguraciones.

Igual cuestionamiento le cabe a lasdescripciones que se hacen de aquellosaños, pintándolos como una faseuniforme de orden, paz y progreso quenace con la curiosa derrota de Urquizaen la batalla de Pavón (de la cual seretiró cuando la iba ganando) y queduraría hasta los prolegómenos de laprimera guerra mundial. Se trata de unconjunto de supuestos hábilmenteinstalados entre las creencias popularesque, pese a no soportar el test decotejarlo con la documentacióndisponible sobre la realidad de esaépoca, impermeable a los datosobjetivos, habrían de convertirse lasverdades indiscutibles de la “historiaoficial”.

Veamos algunos de esos datos

objetivos:

- En el análisis de la vida institucionalgeneralizadamente se omite pala-dinamente consignar que, durante lossesenta años de progresos impac-tantes que, como vimos, destacaPinedo, además de la ya referidaguerra de la Triple Alianza -que nosólo fue un genocidio, sino que tambiénarrasó con la independenciaeconómica del Paraguay- ocurrieroncosas tales como las varias guerrasciviles estimuladas por Mitre, o la gravesublevación de Carlos Tejedor enBuenos Aires, así como las revolu-ciones radicales de 1890 y 1903. Nofaltaron, entonces, muertes violentasni conjuras, dobleces e incertidumbrespor aquellos tiempos de “paz yprogreso”.

- Mitre, ese personaje que merecería uncapítulo aparte, fue derrotado en lasdos asonadas militares que encabezótanto en 1874 como en 1880. Con estaúltima, tras rendir el ejercito con quedefendía Buenos Aires y entregar lasarmas, pareció por fin comprenderque no valía la pena insistir con losintentos revolucionarios para volver alpoder.“Sus partidarios no lo quieren confesar;pero han perdido la fe que como

guerrero le tenían, y no contando yacon la victoria, se han dejado ya derevoluciones; porque vale más, dicen,tolerar que los presidentes se sucedanen paz que tratar de impedírseloalzándose en armas que Mitre ha derendir luego. Y éste, que lo ha sabido,de despecho ha renunciado también aaparecer de nuevo en la escena deguerrero."Y sin embargo, si la Argentina tuvierauna guerra, haría bien en confiarle aMitre el mando del ejército; pero con lacondición indispensable de que sehabría de ir lejos, muy lejos de sussoldados, a hacer versos el día temibledel encuentro, porque es sabido que aMitre no se le ocurre nada en el campode batalla!” (Carlos D‘Amico; op.cit.)

- Otro tanto puede destacarse en elterreno de la economía. La clasedominante debió enfrentarse con unade las crisis más profundas de laArgentina, en 1890/1891 y no puedeignorarse la ocurrencia de varias fasesrecesivas de alto riesgo en 1866,1875/1876 y 1902. Ninguna de ellasfue superada de forma inmediata, sinoque inevitablemente siempre tuvieronsu correlato de fuga de capitales,aguda desmonetización, reflujoinmigratorio y derrumbe productivo.Resolver los problemas, en todos los

Cantidades exportadas de carnes y otros productos de la ganaderíaAños 1899-1912(en toneladas)

Carne Carne Carne Carne Carne Menudenciasbovina bovina ovina conser- salada de carnes

congelada enfriada congelada vada y tasajo congeladas

1899 9079 - 56627 1816 19164 9221900 24590 - 56412 1405 16449 10891901 44904 - 63013 946 24296 14101902 70018 - 80073 1644 22304 25201903 81520 - 78149 3742 12991 31381904 97744 - 88616 2429 11726 41891905 152857 - 78351 2488 25288 54821906 153809 - 67388 1259 4650 61581907 138222 - 69785 1595 10649 69261908 174563 6252 78846 1727 6666 113911909 209435 1222 66495 6390 11622 99881910 245267 8441 75102 12082 9422 111021911 297738 15096 85916 15413 12120 145671912 317620 25231 70175 17699 8824 15661

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la Rep.Argentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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casos, habría sido imposible sin unaintervención activa del Estado ytomando decisiones para recuperar elcrecimiento que siempre tuvieroncomo uno de sus ingredientes ladepreciación de la moneda nacional,forzando las normas todo lo que fueranecesario para lograrlo.

-Si consideramos los sucesos del planopolítico, finalmente, los acontecimien-tos no fueron menos turbulentos, yaque por aquellos años la inestabilidady la violencia extrema, por décadas,también constituyeron un comúndenominador. El poder del “régimen”estaba fundado en el ejercicio de unamediocre democracia indirecta quedificultosamente atravesó distintosfocos de resistencia en las provinciasy apenas superó, con mucha fortuna,un par de nuevas intentonasrevolucionarias ahora protagoni-zadas por el proscripto radicalismo.Todo esto dicho sin olvidar “la guerraal indio”, que constituiría un hito centralen el éxito del liberalismo al tornarfactible, de ese modo, la puesta envalor de amplias extensionesterritoriales.

Como puede deducirse, una y otravez, las similitudes con la realidadcontemporánea aparecen en cada tópicodel pasado que se analiza.

Razón dialéctica entreprogreso y tradición

Aún corriendo el riesgo de simplificardemasiado el análisis tratándose de unacuestión tan compleja y con tantosingredientes como fue el proceso seguidopor la incorporación de la pampa húmedaargentina a la división internacional deltrabajo, pensamos que, esencialmente,los hechos e ideas que venimos consi-derando hasta aquí pueden sintetizarseen la resolución de esa clásica antinomiaentre lo que viene surgiendo y aquelloque se va muriendo; el destino de estoúltimo puede demorarse pero esineludible.

Mas allá de toda la violencia queprocesos de ese tipo suponen, laimposición del esquema agro exportadorargentino funcionando en la órbitabritánica implicó el triunfo de lamodernidad. Ello siempre requiere que

determinada correlación social muerapara que el ascenso de las nuevasfuerzas ocupe su lugar. Ahora bien, noexiste un camino de mano única, ya quegeneralmente son varias las opcionesdisponibles para la forma que puedeadoptar “lo nuevo”, y no siempre seimponen aquéllos que garantizan elfuturo más beneficioso para el conjuntode la sociedad.

La oligarquía argentina, tal el caso,eligió una vía y ésta fue la que le permitióacceder a los mayores niveles deenriquecimiento relativamente conmenores esfuerzos. Pero ello no suponeque tal opción fuera la mejor desde elpunto de vista del desarrollo nacional.

Sobran evidencias de que las clasesdirigentes de la Argentina teníandisponibles otras alternativas paradesarrollar el mismo objetivo moderni-zante de integración al mercado europeo.Las alternativas son conocidas, bastacon repasar la historia de América delNorte. La viabilidad de políticasdiferentes puede contrastarse subrayan-do las diferencia entre el curso seguidopor el ciclo que se inició con el despla-zamiento de los pueblos originarios y lacolonización de las grandes zonas fértilesrespectivamente en los casos de laArgentina y los Estados Unidos.

En ambos países, el progreso supusoimponer nuevas formas de asentamientoterritorial que inevitablemente implicandesplazar a los actores de la faseanterior. Veamos el caso argentino:primero se trataba de expulsar a lospueblos primitivos y el gauchaje seminómade; ambos convivían, mal o bien,con las viejas estancias que abarcabandistancias de límites difusos explotandoganado cimarrón, criando mulas ydomando caballos salvajes, esencial-mente para proveer a los ejércitos.

“Había el mayordomo, el capataz, lapeonada, más o menos sedentaria, ycuando llegaban las grandes faenas, lasyerras, el gaucho errante se conchababapor unos cuantos días. Luego volvía asu vida de cuatrero, merodeaba, estandohoy con los cristianos mañana con losindios; y algunas provincias mandabaninmigraciones de trabajadores,periódicamente, que en el caminorobaban cuanto podían. El patrón,hombre de influencia directa o refleja en

el gobierno, conseguía siempre parasus mayordomos y capataces algunarepresentación oficial, ya en el campo,ya en las villas del partido a quepertenecen.“De ahí un doble papel y una dobleinfluencia; y como el paisano, el gauchotenía que servir en las milicias y quesurtir los contingentes para la guerracivil y para la defensa de la frontera,dejando mujer, o hembra, y proleabandonadas, aquéllos, los patrones olos mayordomos o capataces, eran paraellos como una providencia, de donderesultaba cierto vasallaje”. (Lucio V.Mansilla, “Rosas”, ed. Garaler, París,1896; citado por Julio Irazusta en “VidaPolìtica de J. M. de Rosas”. ed Llopis,Bs.As., 1975).

A fines de la década de los ‘70 elejército se ocupó de liquidar el problemaindígena y extender la frontera agrícola.El gauchaje (aquellos corajudos “chinos”que tanto admiraba el general Roca) seinmoló combatiendo al indio, en lasguerras entre caudillos o en los esterosparaguayos. Quienes sobrevivieronfueron confinados en los arrabales deesa nueva civilización o apenasconstituían una minoría dentro de lamano de obra que se incorpora a laflamante función de producción rural.

El curso seguido por la incorporaciónde la pampa húmeda argentina a lamodernidad se simboliza en la genera-lización de la agricultura extensiva y laganadería de calidad, pero también enla paralela expansión del ferrocarril, lacreación de facilidades portuarias y lainstalación de frigoríficos, proyectostodos donde fue relevante la participaciónbritánica pero en los cuales tambiénresultó decisivo el esfuerzo estatal. Esteconjunto de grandes cambios en laproducción, transporte y comercializa-ción tuvo como telón de fondo al conflictoprincipal: aquél desatado en torno a latenencia de la tierra. La fuente de rentasextraordinarias que la misma siempreimplica, era optimizada entonces por laaplicación de los arrendamientos.

El progreso lo representaban entoncesquienes estaban dispuestos no sólo aquedarse con las tierras, sino tambiénproducir, transportar y comercializaraquello que el mercado mundialdemandaba. La lucha era muchas vecesdespiadada. Como es sabido, los

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triunfadores siempre son los exitosos-además, escriben la historia- y rarasveces ganan los buenos.

Los nuevos empresarios terratenientesfueron exitosos cuando decidieronabandonar las prácticas del pasado,combinando producción ganadera conagricultura extensiva, estando perma-nentemente en tren de mejorar la calidadde sus vacunos para responder a lasexigencias del frigorífico británico eincorporar las innovaciones tecnológicasen las labores agrícolas, tales comorotaciones en los cultivos y avances enla mecanización de siembras y cosechas.

No era una cuestión de satisfacervocaciones innovadoras, sino de superaraquellas limitaciones que afectaban lasganancias del productor. Por ejemplo,ya a principios del siglo XX era imperiosoreemplazar en las tareas de cosecha a latracción animal por el empleo demaquinaria a vapor debido a que el orínde las yeguas desmejoraba la calidaddel trigo recogido, circunstancia queinevitablemente se reflejaba en los

precios que estaba dispuesto a pagar elmercado europeo por ese tipo de bienes.

Para hacer realidad estos propósitosde maximizar la renta que alentaban almodelo argentino, la figura delarrendamiento jugó un papel clave. Elempleo de arrendatarios, aparceros ymedieros aporta el tipo de factor trabajoque resultó más funcional a lamaximización del lucro empresario.Precisamente, esta forma en que la tierrafértil fue puesta en valor se encuentra enlas antípodas de lo ocurrido en Américadel Norte. Obviamente, en ambos casostambién fueron distintos los roles delEstado y de los bancos

La sucesión de éxitos que acumuló laArgentina, ascendiendo velozmenteentre los primeros países productoresdel mundo, se contrapone con losfracasos o la dura supervivencia de losgringos en las colonias agrícolas y haceeclosión con la lucha de los chacarerosexplotados, que alcanzan su puntoculminante en el Grito de Alcorta en1912, luego de fracasada la campaña

1910/1911. No casualmente, el puntolímite en el grado de explotación de lostrabajadores rurales coincidía con unpunto de máxima alcanzado en lamagnitud de riqueza apropiada por losterratenientes del litoral pampeano.

Esta es la forma que adoptó “lo nuevo"en la Argentina a fines del siglo XIX yque llegó a su mayor expresión en losaños previos a la primera guerra mundial.Se trata de una historia diferente a la delos Estados Unidos una vez concluidasu Guerra Civil. Esta fue una tragediaque ocurrió apenas unos años antes deotra no menor y a la que ya hicimosreferencia por ser un dato clave: laguerra del Paraguay. Pero en ese punto,cuando los respectivos ejércitos encaranla conquista definitiva del desierto, lossenderos se bifurcan.

En las extensas y vírgenes praderasdel medio oeste americano, losganaderos y sus vaqueros trashumantes-que pasaban su vida llevando grandesrodeos de vacunos cuernilargos hacialos mercados lejanos (principalmente

Exportación de productos de ganadería, agricultura y forestalesAños 1899-1912(en valores pesos oro y en porcentaje)

En pesos oro Porcentaje sobre las exportaciones totales

Ganadería Agricul- Explotaciones Ganadería Agricul- Explotacionestura forestales tura forestales

1899 115546906 65155995 2208916 62,3 35,2 1,21900 71253886 77426356 3508915 46,1 50,1 2,21901 90646411 71596099 2821496 54,0 42,7 1,71902 104539139 68171332 3649208 58,2 38,0 2,01903 109181342 105251309 3472708 49,4 47,6 1,61904 105364624 150328529 4765608 39,9 56,9 1,81905 141042986 170235235 7125332 43,7 52,7 2,21906 124136439 157654692 5921859 42,5 53,9 2,01907 123820205 164091631 5342357 41,8 55,4 1,81908 115118457 241677164 6347234 31,4 66,0 1,71909 153548356 230503996 8927362 38,6 58,0 2,31910 177252895 196916103 10564525 45,5 50,6 2,71911 186170198 139827794 12254604 54,4 40,8 3,61912 209463892 278400627 8983112 41,7 55,5 1,8

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la Rep.Argentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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Chicago), con un ojo puesto en las vacasy el otro vigilando la posible aparición delos indios en la cima del monte máscercano, representaban “lo viejo” (el viejooeste de la violencia y la muerte). Sucomportamiento se extendía hacia lanegación de las nuevas formascivilizadas que cada vez se rigen menospor la ley del más fuerte. Por el con-trario, los granjeros que llegaban enmasa no portaban armas, sinoinstrumentos de labranza, queríanasentarse en su parcela, construirhogares, iglesias y escuelas, practicaruna moral austera.

Eran esos colonos sedentariosquienes representan lo “nuevo” en laspraderas del medio oeste americano.Inevitablemente ambas fuerzas habríande chocar por el uso de las tierras fértilesy las aguadas. El triunfo de los Farmerspermitió la expansión y gran dinamismode la burguesía americana y la derrotadel viejo modelo, que ya había sufridoun golpe de gracia en la guerra deSecesión. Los triunfadores, vueltossedentarios porque el Estado les habíaasegurado el acceso a la tierra, fuerondecisivos para edificar las bases delmercado interno, como proveedores dealimentos baratos para el trabajadorindustrial de las grandes ciudadesamericanas. Se trataba de la condiciónesencial para consolidar el pujantepoderío estadounidense, cada vez máscompetitivo con Gran Bretaña. Y la formaque adquirió la tenencia de la tierra -tandiferente al caso argentino-fue la piezaclave en ese proceso.

Otra vez las manifestaciones culturalesvienen en nuestra ayuda para expresarmejor nuestra visión de los fenómenossociales que estudiamos; en este casoapelamos a la ficción literaria. Haciendouna comparación tan provocadora comoluminosa, José Pablo Feiman, ejempli-ficando con el destino de Shane, actuadopor Alan Ladd en el famoso western “Eldesconocido”, todo un clásico en lamateria, compara a los pistoleros deloeste americano con Santos Vega, porser ambos eran emblemáticos de “loviejo”. Vale la pena reproducir unas líneasde su texto:

“En 1885, Rafael Obligado canta lamuerte del gaucho Santos Vega. Dice“Santos Vega se va a hundiren lo hondo de esos llanos

¡lo han vencido!Llegó, hermanos,el momento de morir”"¿Qué similitudes y diferencias hay entreShane y Santos Vega? Las mismas quehay entre el país que construyó laburguesía norteamericana y el que hizola oligarquía porteña."Shane muere para posibilitar un país decolonos. De hombres que llegan, seasientan, crean hogares, familias, lazosde solidaridad y trabajo. Santos Vegamuere a manos del Progreso de la ciudadportuaria. Los militares de Buenos Airesque liquidaron a los habitantes de lacampaña no luchaban para abrirle elcamino a los colonos. Mataron a loscolonos. Nuestros colonos eran losgauchos. Y lo que requería Buenos Airesera un mercado interior en orden y enpaz para entregárselo a Inglaterra (…)"Las matanzas de los ejércitosnorteamericanos se hicieron para abrirlepaso a los colonos. Aquí las matanzasde los ejércitos porteños (la guerra depolicía de Mitre después de Pavón o losgenocidios de Rosas y Roca en eldesierto) se hicieron para concentrar latierra en manos de la oligarquía, de unaoligarquía sin sentido de progresividadhistórica. Sin el deseo de hacer un paíssino de entregarlo, de disfrutarlo.” (JoséPablo Feinman, “El cine por asalto”; ed.Planeta, Buenos Aires, 2006).

1.2. La demora industrial

Las tendencias proteccionistas

Tanto el modelo de desarrollo aplicadoen la explotación de la tierra, como laexpansión de las ciudades y lossuburbios, tuvo una relación funcionaldirecta con la extensión de las redesferroviarias y tranviarias, ya que losproductos del agro sólo estarían encondiciones de ponerse en valor cuandola distancia hasta los puertos de BuenosAires, Rosario o Bahía Blanca pudieraser traspuesta con facilidad. De igualmodo, la nueva infraestructura detransporte facilitó la aparición de nuevasbarriadas más allá de los grandesconglomerados urbanos.

Pero el ferrocarril no fue la únicanovedad; la generalización de laracionalidad capitalista en todas lasformas de producción era su correlatoinevitable. “Sobre el rostro cambiante de

las pampas aparecían característicasnuevas: molinos de viento, alambradasde púas y caminos de tierra. Todo ellotornaba factible nuevas formas produc-tivas donde la alfalfa crecía sobre elrastrojo de un trigal recientemente cor-tado y proporcionaba luego la pasturapara un rodeo de ganado vacuno decalidad.”, (Scobie, op. cit.).

El derrame de ese veloz proceso degeneralización en las condicionescapitalistas condujo a un conjunto denotorias dualidades:

. Entre las zonas rurales con explotaciónmixta agropecuaria, vinculada a losmercados internacionales (un conjuntoal cual se podrían sumar los baronesdel azúcar, los propietarios de lasgrandes estancias patagónicas y losproductores vitivinícolas cuyanos) y elresto del territorio nacional, cuyaseconomías regionales se hundían;

. Entre la oligarquía agropecuaria máslos grandes capitales financieros ycomerciales radicados en BuenosAires o en otras zonas portuarias delpaís y la clase trabajadora, integradapor peones y arrendatarios explotadosen el campo, junto a los obreros,empleados y pequeños artesanos delas áreas urbanas;

. Entre el sector primario agroexportador,los consorcios de importación, junto alcapital financiero externo y la incipienteindustrialización, frustrada una y otravez, apenas mejoraban las cuentasdel balance de pagos.

Detengámonos en este último aspecto.A partir de los años ochenta, el tipo deespecialización argentina en laproducción extensiva de cereales yganado lanar y vacuno, en sí mismo ypor las características que tenía sucadena de valor, ya implicaba una grandemanda derivada de manufacturas que,por entonces, era abastecida casi deforma absoluta por Gran Bretaña.

En la consideración de la relevanciaque adquiría el mercado interno tampocopuede ignorarse la importancia de lascompras originadas en las empresasferroviarias y tranviarias o la expansiónde servicios como el tendido de redeseléctricas, el agua potable y las cloacas,cuya demanda crecía al ritmo en que lasciudades portuarias (en particular,Buenos Aires) se expandían.

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Asimismo, la propia expansión de lasmetrópolis, en particular Buenos Aires,implicó la consolidación de un mercadointerno con buen poder adquisitivo yelevado dinamismo. Ello tuvo un estímulomuy fuerte en las construccionessuntuarias que erigían las clasesadineradas con su mudanza hacia losbarios del norte. A partir de ese punto,los sectores pudientes siempredestinaron una parte considerable de suexcedente a la erección de viviendas delujo. Este sería un factor expansivo parala actividad de la construcción, tanto omás importante que las obras necesariaspara el desarrollo de los puertos y lainfraestructura de servicios públicos quela nueva economía requería.

Sin ignorar que buena parte de esasdemandas directas e indirectas demanufacturas eran predominantementesatisfechas con importaciones, quedóun amplio margen para la instalación dealgunas fábricas y talleres dedicados asatisfacer el mercado interno, gene-ralmente procesando insumos impor-tados. Los talleres de TAMET, propiedadde Ernesto Tornquinst, asociado concapitales belgas y los, más famosos, deVasena, fueron emblemá-ticos en esesentido.

Pero se trata de un conjunto aisladode emprendimientos fabriles, sinarticulación alguna, al cual se podríansumar los ingenios azucareros en elnordeste, las caleras en Córdoba o laactividad bodeguera cuyana. Más alláde estos ejemplos, la industria argentinaestaba virtualmente limitada a unconjunto reducido de productosvinculados a la cadena agropecuaria,como los alimentos (particularmentefrigoríficos), el calzado e indumentaria,bienes todos que eran elaborados ensus formas manufactureras más sencillasy con las cuales la oferta británica noestaba interesada en competir.

A su turno el boom de la construcciónprivada alimentó a la especulacióninmobiliaria, para llegar al paroxismodurante la presidencia de Juárez Celman,que culminaría en la gran crisis de 1890.Ni los gobiernos ni los particulares habíantrepidado a la hora de endeudarse parafinanciar esa enorme masa deemprendimientos, algunos (o la mayoría)de ellos de incierta rentabilidad. No sólolos prestamistas británicos se frotaban

las manos, otro tanto ocurría con losdueños de las fábricas de Manchester ylas minas donde se extraía el carbón queutilizaban los ferrocarriles y los buques avapor.

Mayoritariamente, los precios de esosbienes eran superiores en el caso de losde origen británico a los de la compe-tencia europea y más aún comparandocon los originados en los Estados Unidos.Sin embargo Inglaterra siempre imponíasus condiciones, logrando un tratopreferencial por parte de la Argentina,un país donde, además, sus clasesdominantes desechaban el fomento dela oferta interna.

El estímulo a la producción interna noconstituía una cuestión de Estado nimucho menos. Dada la vigencia de unesquema de patrón oro (aún con todassus imperfecciones de aplicación) eranmuy polémicos -sujetos de largosdebates parlamentarios- asuntos talescomo la magnitud y variaciones en laprima del oro, la esterilización o no delcirculante cuando éste era excedentarioy la vigencia de tarifas arancelarias ysus niveles, espacios dondehabitualmente puede buscarseestablecer una correlación de factoresque se inclinen a favor de proteger elmercado interno o no. Los períodos deelevada y sostenida apreciación del pesopapel, como ocurrió en los años previosa la crisis de 1890 o entre 1894 y 1899,discriminaban fuertemente contra laposibilidad del desarrollo industrial yalentaban el ingreso de capitalespeculativo.

Con un tipo de cambio real alto setornan más gravosos los servicios de ladeuda pública, pero aumenta elexcedente del cual se apropia el sectorexportador y se encarecen lasimportaciones, abriendo un espacio parasustituirlas con producción interna.Inversamente, en una situación donde elpeso se encuentra apreciado, seabaratan las importaciones, la tentaciónpor endeudarse en el exterior es mayory -tesis sostenida más adelante por loslegisladores socialistas de principios delsiglo XX- se abarata el costo de la vidapara los trabajadores.

En última instancia se trataba de lavieja cuestión -siempre vigente a lo largode nuestra historia- en torno al manejo

cambiario, arancelario y crediticio con elobjeto de promover, o no, la produccióninterna y los sectores que se beneficiabano perjudicaban en cada caso.

“A fines de 1875 se produce en elParlamento argentino uno de los debatesmás enjundiosos relacionados con elproblema de la industrialización del país.El Presidente Avellaneda remite alCongreso un proyecto de presupuestopara el año siguiente, donde aconsejaun aumento general de los derechosaduaneros de importación, con el objetode apuntalar las rentas nacionales, muyafectadas como consecuencia de lacrisis. A ese criterio meramentefinanciero contraponen los paladines dela industrialización, encabezados por elanciano López y el joven Pellegrini, unaenmienda de claros ribetes proteccio-nistas y de fomento basada en laintroducción de derechos diferenciales.“Pellegrini cita las palabras de unlegislador inglés que defendía elintercambio porque así “Inglaterra seríala fábrica del mundo y la América, granjade Inglaterra”; su propio criterioproteccionista lo sintetiza aduciendo quetodo país debe aspirar a desarrollar suindustria nacional, “ella es la base de suriqueza, de su poder, de su prosperidad”(Adolfo Dorfman, “Historia de la IndustriaArgentina”, ed. Solar/Hachette, BuenosAires, 1970).

Por lo tanto, la fuerza que adquirieronlas tendencias proteccionistas se vioreforzada inicialmente por la crisis de1873, que reactualizó las tensiones queya habían aparecido con la anterior crisisde 1866; a ello se le sumó el efectodemostración ejercido por la reacciónproteccionista europea, que se veníamanifestando desde 1870 luego de veinteaños de prosperidad. En nuestro país,los sectores afines a la producción internatomaron prolija nota de estas novedades.Por cierto, otro tanto ocurrió a partir dela crisis de 1890 y ante las restriccionesal abastecimiento externo originadas enla primera guerra mundial.

Los aislados impulsos industrializantesocurridos en la Argentina de aquellostiempos siempre fueron, por lo tanto, un“efecto rebote” de la restricción externay generalmente eran asumidos como unfenómeno transitorio hasta que sevolviera a la normalidad de contar conrecursos en libras para volver a importar

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lo que coyunturalmente, mal o bien, sehabía producido internamente.

Decía Miguel Cané en 1876: “yoconfieso que formo parte de la escuelaque se llama en mi tierra proteccionista,de la que reconozco como jefe alhonorable diputado López, porque es elprimero que ha levantado su voz confuerte entereza, contra las teoríaseconómicas aceptadas solamenteporque venían en los libros”.

Chiaramonte, por su parte, subraya “ALópez le pertenece lo que puede serconsiderado como el manifiesto inicialdel movimiento proteccionista. Se tratadel discurso del 27 de junio de 1873 enla Cámara de Diputados, donde exponeen forma extensa sus opiniones sobrelibrecambio y proteccionismo y exige eldesarrollo industrial del país como mediopara salir del estancamiento”. López,además, fue un precursor de la crítica a laforma que adoptaba la penetración delcapital extranjero orientado al desarrollode la red ferroviaria. “Un camino de fierro,Sr. Presidente, de los que nosotrosfavorecemos, representa un capital

extranjero que tenemos que amortizaren un tiempo dado, llevando su valor alas plazas extranjeras y en beneficio delcapitalista extranjero (…) De modo quepuede decirse que en cada una de esasobras, cuya utilidad relativa no niego,arrendamos nuestro territorio y logravamos fuertemente con unaverdadera hipoteca a favor de la riquezaextraña” (Honorable Cámara deDiputados, “Diario de sesiones”, 1873,pag. 261), (J. C. Chiaramonte, “Naciona-lismo y Liberalismo Económicos enArgentina 1860-1880”, ed. Solar, BuenosAires, 1982).

Del Valle, Alem, Pellegrini, Cané, LucioV López (algunos de ellos por entoncesya eran miembros activos de la fracciónreformista del alsinismo) mantenían-pese a variadas diferencias y antipatíaspersonales, y algunas indefinicionesadoptadas por conveniencia-, ciertascoincidencias en puntos básicos queluego habrían de servir de base al PartidoAutonomista Nacional (PAN) de 1878,que llevaría al poder al general Roca.

Estos matices son los que, a su vez,

explican una de las razones de la rupturade este último con quien fuera su delfín,Juárez Celman, un verdadero y ciegofanático de las privatizaciones, laapreciación del peso, el endeudamientoexterno y el libre comercio. Añosdespués, como parte del cruel ajusteque impondría Pellegrini intentandosuperar la crisis del ‘90, que dejó a laArgentina con nula capacidad de seguirimportando, decidió implantar elproteccionismo, empujado por la necesidadde alentar todo aquello que se podíaabastecer internamente para aliviar el saldonegativo en el balance de pagos.

Llevado por las circunstancias de lacrisis, Pellegrini se encontraba ante laposibilidad de acelerar el desenvolvi-miento industrial de la Argentina que yase habían planteado allá por los añossetenta, en la búsqueda de concretar undesarrollo capitalista independiente. Esteconstituía el núcleo de la propuestaindustrialista del PAN a partir de alentarel proteccionismo y las reformasinstitucionales que el país precisaba.Aquel grupo de dirigentes estaba muyinfluido por su acceso a la ideología de

Precios de la lana en Buenos AiresPromedios mensuales, desde marzo de 1871 a agosto de 1873 ydesde abril de 1875 a noviembre de 1876(por 10 kg en pesos oro e índice base marzo de 1871=100)

1871 1872 1873 1875 1876

Precio Indice Precio Indice Precio Indice Precio Indice Precio Indice

Enero - - 3,3 136,5 3,4 138,5 - - 3,0 121,3Febrero - - 3,5 142,6 3,4 138,9 - - 3,0 122,9Marzo 2,4 100,0 4,1 169,7 3,1 128,3 - - 3,0 122,9Abril 2,4 100,0 3,8 156,9 2,8 115,2 3,4 137,3 3,0 122,9Mayo 2,4 100,0 3,8 156,9 2,7 110,6 3,5 144,7 3,1 128,7Junio 2,7 110,6 - - 2,5 103,3 3,7 150,0 2,4 97,5Julio 2,8 114,3 3,5 142,6 2,7 110,6 3,7 150,0 2,0 82,7Agosto 3,1 125,0 3,4 138,9 2,9 117,6 3,3 135,6 2,1 85,6Setiembre 3,1 125,0 3,4 138,9 - - - - 2,4 98,7Octubre 3,1 127,0 3,7 150,0 - - 3,1 128,3 2,7 111,5Noviembre 3,1 127,8 3,5 142,6 - - 3,0 123,9 2,8 113,9Diciembre 3,2 129,9 3,2 131,1 - - 3,1 125,0 - -

FUENTE: FIDE, con datos de Nacionalismo y liberalismo Económico en Argentina 1860-1880, José Carlos Chiaramonte, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1982.

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las pujantes burguesías industriales deEuropa y los Estados Unidos, intentandoelaborar intelectualmente esas ideaspara adaptarlas al proyecto de paísdeseado y el rol que, a futuro, le debíacaber a la burguesía industrial argentinaen el mismo.

Ello se tradujo en su programa, que,por sus enunciados, es propio de unaburguesía industrial al estilo americano,por citar el ejemplo más afín. Pero éstaera una clase virtualmente inexistenteen la Argentina de aquellos tiempos. Porotra parte, los intereses británicos, queademás eran compartidos por losmiembros más prominentes del PAN ypor los ganaderos invernadores,implicaban una correlación de fuerzasdemasiado poderosa como para que seconsolidara el proyecto industrialista.Bastó con que volviera la prosperidad,en los últimos años de la década del ‘90,para que la incipiente industrializaciónno pudiera seguir expandiéndose.

Pero existieron algunas excepcionesmás importantes que las ya mencionadasen la caracterización general que hemosvenido desarrollando. En la historia de laindustrialización de la Argentina,considerar sus antecedentes en laevolución de la producción lanar es unanecesidad insoslayable. El auge de laproducción lanera transcurrió desdemediados del siglo XIX hasta fines delmismo, cuando ya predominaban loscereales y la carne. Las exportacionesde lana habían comenzado a crecer enla década del ’40, y para 1865 yarepresentaban el 46,2% del totalexportado por la economía nacional,porcentaje que se mantendría con pocasvariantes por unos diez años más.

Tanto el mestizaje como el mayorcuidado de las majadas y la crecientedifusión del alambrado denotaban uncompromiso cada vez más fuerte con eldesarrollo de esta actividad, que fueradefinida en su época como “la fiebre delovino”, ya que para su desarrollo en laregión bonaerense, por lo menos a unadistancia razonable del mercado, no eradecisiva la presencia de los ferrocarriles.Entre otras consecuencias, la expansiónde la cría de ovejas desalojó cada vezcon mayor rapidez a los vacunos hacia laperiferia, para aprovechar las mejorestierras, cercanas al puerto. Este procesoluego habría de revertirse, no sólo por la

expansión ferroviaria, sino tambiéngracias al desarrollo de los frigoríficos,que facilitaron el corrimiento de loslanares hacia el oeste y el sur de laArgentina.

Como ejemplo práctico de las cuestio-nes referidas poco antes, luego desuperada la crisis de 1866, la constantevalorización del peso papel provocabael disgusto de los ganaderosexportadores. De hecho, este fenómenono le permitió a la Argentinaaprovecharse plenamente del augemundial en la demanda de lanas. Paralos “Anales de la Sociedad Rural”, laapreciación de la moneda corrientearruinaba a la campaña, queprecisamente constituía la fuente de lariqueza del país. Tal desvalorización deloro movilizó a los afectados, quereclamaron tanto el establecimiento dela convertibilidad a un tipo de cambio fijoque cortara el proceso de apreciaciónde la moneda interna (25 pesos papelpor uno fuerte) como que la oficina decambio emitiera más circulante.

Por supuesto, los importadores seopusieron y otro tanto ocurrió con elgobierno de Mitre, que debía pagar susdeudas en libras esterlinas, particular-mente las contraídas para la guerra alParaguay y, coherentemente, abrazabala política liberal que promulgaba laapreciación del peso. Por lo tanto, laaprobación parlamentaria de la ley quecreó la Oficina de Conversión fueconsiderada por “La Nación” como unaderrota de la Constitución y los principiosliberales.

Pero ya entonces ganaba cuerpo laidea de industrializar la lana, estimulandoel desarrollo de una fábrica de paños. Elproyecto nació en el seno de la SociedadRural. Los jóvenes ideólogos de laindustrialización, a partir de este casotestigo, sumaban opiniones a su favor:

“La libertad contribuye a crear unpueblo y hacerlo feliz, pero una libertadque me despoja de mis protectoresnaturales para entregarme a extrañosno es sino una servidumbre degradante.¿Sin agricultura, sin talleres, sinindustrias, sin oro, sin fierro, sin carbóny sin plata, sin marina ni ejército propios,se puede creer seriamente que somosuna nación verdaderamente indepen-diente porque ganamos las batallas de

Maypu y Chacabuco? (artículo de Emiliode Alvear, publicado en “La Revista deBuenos Aires”, en 1870).

1.3. La cuestión monetaria

Un largo camino

La adopción por la Argentina de unmarco monetario que fuera acorde conlas necesidades de su incorporación almercado mundial requería, primero,eliminar la anarquía predominante en elplano interno y, segundo, paralelamenteavanzar con presteza hacia un esquemade “patrón oro”. Con más precisión,durante largos períodos ha predominadoel “tipo de cambio patrón oro”, donde elvalor de la moneda local se fondea en unconjunto de signos que tienen respaldoáureo, como la libras o el dólar, más unacierta cantidad de ese metal en barras.La puesta en práctica de ese ordena-miento no fue un proceso sencillo ni faltode complicaciones, desvíos, avances yretrocesos. Veamos:

Hasta 1853 virtualmente cadaprovincia había ejercido su propia políticadineraria. Así por ejemplo, en Tucumánse emitían reales respaldados por piezasde plata, mientras que en Salta, Córdobay La Rioja circulaban diversas monedasde oro y plata con la particularidad deque su cotización no era la misma, yaque podía tomar distintos valores encada provincia. Por su parte, en BuenosAires existían y eran aceptadas distintasclases de monedas papel, convertibleso no, junto con la circulación de monedasextranjeras. Asimismo, la cotización deuna misma moneda en los diversosmercados, muchas veces, difería deprovincia en provincia

La Constitución de San Nicolás intentócorregir esta anarquía reservando parael Congreso Nacional la facultad de emitirmoneda, fijar su valor y establecer laparidad con las divisas extranjeras. Perotal decisión apenas avanzó poco másallá de lo declarativo, no pudiendo acabarcon el desorden monetario de entoncesni con las diferencias en los valores decambio.

Como mencionamos más arriba alanalizar las transformaciones ocu-rridas en la esfera real, la recuperaciónde la economía que se verificó luego de

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la crisis de 1866, entre otras conse-cuencias, se tradujo en la apreciacióndel peso papel. A fines de ese año lacotización del peso fuerte (convertibleen oro) en la Bolsa de Comercio deBuenos Aires era de solamente 22,90pesos papel inconvertible. Se trataba deun fenómeno original, donde un papelmoneda inconvertible y de curso forzosogozaba de un premio sobre su valor deconversión de paridad con el pesoconvertible.

La solución adoptada por entones paraevitar las consecuencias negativas queejercía esa tendencia sobre laproducción interna, fue crear la “Oficinade Cambio” del Banco de la Provincia(fundada el 3 de enero de 1867),antecesora de la que luego fuera la“Caja de Conversión”. Su ley de creaciónfijaba un tipo eventual de conversión dela moneda corriente, adoptándose larelación de 25 pesos de esa moneda porun peso fuerte en metálico. Vale decirque depreciaba artificialmente al pesoinconvertible, decisión que generó unade las primeras entre las que másadelante serían habituales polémicasque enfrentaban a los circunstan-cialmente ganadores y perjudicadospor el valor que adoptaba la monedainterna.

Entre los primeros, en esta ocasión,estaban los exportadores y entre lossegundos se alineaba un conglomeradoque integraban el Estado Nacional -quedebía pagar los servicios de la deudaexterna-, la actividad de importación ylos consumidores, no sólo de bienesextranjeros, sino también de alimentoscuyos insumos el país exportaba. Y estoexplica la recalcitrante oposición de losparlamentarios socialistas a la prima deloro y/o las consecuencias inflacionariasde la no esterilización de pesosexcedentes.

También se preveía la constitución deun fondo de rescate que luego no seconcretó. El objetivo de la Oficina eraproporcionar papel moneda sin limitaciónalguna -al tipo legal ya mencionado deveinticinco por uno, lo cual implicaba unadepreciación forzada del peso papel-, aquien entregara oro y devolver ese oro aquien se presentara con la corres-pondiente suma en billetes. El BancoProvincia quedaba facultado para emitirla cantidad de moneda corriente que

fuera técnicamente juzgada comonecesaria para la ejecución de esta ley.

La puesta en marcha de esta instituciónsignificaba implantar la conversión delbillete que hasta entonces había sidoinconvertible. En ese sentido, el valor deconversión adoptado no podía sercualquiera, ya que a partir de esteparámetro regía la conversión ilimitada,de hecho y de derecho, con la únicalimitación que establecía la cantidad deoro que estuviera disponible para hacerlo.Precisamente, ese régimen habría dedurar poco más de nueve años, hastaque la crisis se manifestó en una violentacaída de las reservas.

El 16 de mayo de 1876, durante lapresidencia de Avellaneda y en plenacrisis, se autorizó la suspensión de laconversión de billetes por parte del BancoProvincia. El Banco Nacional -que habíasido creado en noviembre de 1872 ytambién tenía la facultad de crear billetesconvertibles- tuvo que solicitar un amparosimilar, que le fue acordado en junio delreferido año. En la misma disposición seestableció que la Nación se convertía engarante de la deuda tomada por elGobierno con el Banco Nacional.Posteriormente, en octubre, se decidióuna reducción en el capital del BancoNacional, una parte del cual seríasuscripta por el Gobierno mediante laemisión de títulos de la deuda pública.

Recordemos que este último bancono se trataba de una institución pública(como sí lo era el Banco Provincia), sinomixta. En el origen, su capital de 20millones de pesos estaba integradominoritariamente por el Gobiernonacional, que había suscripto 2 millones;los concesionarios cinco millones y elresto fue ofrecido a la suscripción pública.Tenía la facultad de emitir billetesconvertibles hasta por el doble de sucapital realizado y mantener reservas enun fondo metálico equivalente a la cuartaparte de los billetes en circulación.Mientras los billetes mantuviesen sucalidad de convertibles, podían serempleados en el pago de impuestos yderechos nacionales.

A fines de 1881, una vez más, larecuperación económica permitióreestablecer la paridad del papel monedacon el oro. Y nuevamente se asistió auna rápida valorización del peso, cuyas

causas fueron las considerablesimportaciones de oro, originadas no sóloen la acumulación de saldos positivosen el balance comercial, sino que a ellose sumaron los empréstitos tomadospor el Gobierno, más la afluencia deinversiones extranjeras, principalmentede origen británico. Por entonces elBanco Provincia llevó a cabo una notablerecuperación en sus reservas gracias alejercicio de periódicas compras de oro,mientras la oficina de cambio seguíacerrada. Esas adquisiciones las llevabaa cabo con el propósito de evitar unamayor apreciación en su billeteinconvertible. Pero esta última era unatendencia tan fuerte (y muy estimuladapor el ingreso de financiamiento externo)que, sin embargo, la política del bancono lograría evitar.

Por la “Ley de Monedas” dictada en1881, se creaba una unidad monetarianueva (el “peso nacional”), distinta del“peso fuerte” que hasta entonces habíacirculado en unión con el “peso monedacorriente” del Banco Provincia y los delBanco Nacional. Estas dos últimasunidades monetarias (fuerte y corriente)debían desaparecer y los bancos tuvieronque retirar los viejos billetes, reempla-zándolos con los nuevos (nacionales).Esos flamantes billetes solamentepodían ser convertibles en oro, negandoel curso legal a los que no cumplían contal requisito.

El objetivo principal que se perseguíacon la Ley de 1881 era evitar el riesgo delbimonetarismo que implicaba admitir, almismo tiempo, la circulación de billetesrespaldados en plata. Completando elcírculo, en julio del mismo año el Bancode la Provincia había declarado reabiertala conversión de sus billetes, reesta-bleciendo su Oficina de Cambios que,como vimos, había interrumpido susfunciones en 1874.

En consecuencia, la Nación asumíaplenamente su derecho soberano(dictado por la Constitución del ‘53) a serla única que estaba en condiciones deautorizar la emisión de billetes conver-tibles, que se expresarán en una única yuniforme unidad. La conversiónexclusivamente podía verificarse “a oro”,cuya manifestación en papel sería elúnico instrumento con capacidadilimitada en la cancelación deobligaciones. Ya circulaban por entonces

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nuevas monedas de oro –los “argen-tinos”– y monedas de plata por un pesoy sus divisionarias. Pero la poblaciónsólo tomaba a estas unidades enmetálico como una novedad, prefiriendoal billete para sus pagos y negociosdiarios.

Sin embargo, pese a la confianzapopular de que gozaba, este edificio dela conversión se había levantado infladopor el excesivo y peligroso optimismoque predominaba en aquellos tiempos,fuente de grandes movidas especu-lativas. Ni la situación del balancecomercial ni la magnitud de las reservasacumuladas (tampoco su composición,donde era muy elevada la volatilidaddebido a la importancia que tenían lascolocaciones de capital extranjero detono especulativo), que constituían labase para atender la emisión de billetes,alcanzaban una magnitud y garantizabanla estabilidad suficientes para funda-mentar las reglas de la conversión. Valela pena insistir, las correntadas de capitalextranjero a corto plazo -entrando ysaliendo- le agregaban volatilidad al sis-tema.

Así, en enero de 1885 nuevamentedebieron dictarse los decretosautorizando otra vez la suspensión de laconversión por parte de los bancosoficiales, siendo ése un desenlace queya se preveía desde setiembre del añoanterior. Los bancos oficiales habíanvenido haciendo grandes esfuerzos pormantener el sistema, pero las corrientesadversas eran demasiado fuertes.Merece subrayarse que, como ocurriríamuchas veces en el devenir de la historiamonetaria en nuestro país, la bancaprivada no ejerció una actitud solidariacon la estatal; peor todavía, le hacía eljuego a los especuladores.

Para su operatoria, la banca privadaservía a la especulación proporcionán-dole los préstamos necesarios en pesospara demandar metálico a la bancapública. Vale decir que tomaban cambiosobre el exterior (en los hechos, setrataba de una fuga de capitales)comprándolo en los bancos oficialeshasta llegar al límite que esas entidadesno podían trasponer sin poner en peligrosus existencias de metálico. Estosmovimientos tenían lugar mientras,paralelamente, se verificaba unatendencia negativa en el balance

comercial. En los años 1885/1886 losresultados en la cuenta de mercancíasfueron adversos, debido a un fuertedeterioro en las exportaciones mientrasel ritmo de importaciones permanecíaconstante. La brecha se cubría ex-portando deuda. La clase dominanteparecía ignorar la tormenta que seformaba en el horizonte.

Todo ello no hizo sino agravar unasituación monetaria en que la expansióndel circulante ya avanzaba muy porencima de los parámetros del patrónoro, absolutamente dependienterespecto a los saldos del comercioexterior, ya que eran muy limitados losingresos de inversiones externas. Por elcontrario, las remesas de inmigrantes, elgasto de argentinos en el exterior, juntoa los pagos de garantías ferroviarias ylos servicios de la deuda externa pesabancada vez más sobre el rojo del balancede pagos.

La suspensión de la conversión fuedictada entonces, nuevamente, endefensa de los grandes bancos Provinciay Nacional, que eran por aquella época,a la vez, los grandes órganos de emisiónmonetaria. Las alternativas habrían sidodictar una moratoria o declarar la falenciade los bancos oficiales. La autoridadmonetaria consideró que ambasopciones habrían tenido peoresconsecuencias que lo ocurrido con lamedida finalmente adoptada. Analizadoen perspectiva, en efecto, se compruebaque tal decisión resultó la menos mala.La gran perturbación de 1891 -cuando,pese a todo, finalmente cayeron esosdos grandes bancos-, aún con su extremagravedad fue menor al trastorno quehabría causado igual derrumbe si se lohubiera adelantado a 1885.

Más allá de estas consideraciones, locierto es que en 1891 las quiebrasgeneralizadas indujeron una postracióntal de la economía que recién seríadefinitivamente superada diez añosdespués.

Los bancos y la crisis de 1890

Como ya consignamos, a mediadosde los años ‘80 la recuperación de laeconomía se apoyó en la imposición deun tipo de cambio depreciado quepermitió aprovechar mejor las favorables

condiciones externas. Jugaba a su favorel hecho de que se había arraigado eluso del billete inconvertible en todo elpaís y la masa del pueblo no sepreocupaba por una cuestión que parecíatan abstracta como era la conversión.Pero dictada la suspensión en 1885,sucedió lo que era de prever y habíavenido practicándose con intensidad:que la especulación financiera seapoderara inmediatamente de una partesustancial del circulante para llevar acabo su juego. Pese a ello, ladepreciación de la moneda se mantuvodentro de límites moderados.

Las perspectivas por entonces eranque se cumpliera la previsión de losdecretos de suspensión de la conversióny que la misma pudiera reabrirse en nomás de dos años. Sin embargo, esteplazo fue prorrogado varias veces, hastaque se asumió la realidad de que no erafactible retornar a ese régimen tanrápidamente. De hecho, debió esperarsehasta a 1899, en la segunda presidenciade Roca.

Por el contrario, poco después desuspendida la conversión se adoptó unadecisión que luego habría de resultar ungran factor desestabilizador. El 3 denoviembre de 1887 el Congreso Nacionalsancionó la Ley de Bancos NacionalesGarantidos, medida que parecíarazonable tanto en lo formal comoteóricamente dado que establecíaresguardos, juzgados como suficientes,acerca del respaldo en oro de los billetesque se emitirían.

Con esta ley se quiso copiar el modelode los Estados Unidos, apoyado en ladescentralización de la Reserva Federal,descartando la sugerencia alternativade optar por la emisión directa a cargodel Tesoro que, analizando en funciónde lo ocurrido posteriormente, se advierteque nunca podía haber sido tan ruinosacomo resultó aquella Ley de bancosgarantidos. Al poco tiempo de dictada lanorma comenzaron las emisionesclandestinas, alentadas por el ejemplode una institución nueva, como era elBanco Provincial de Entre Rios. Y esteproceso habría de generalizarse.

Lo cierto es que las provincias notenían el oro para comprar los títulosnacionales con que garantizar la emisiónque realizaban sus bancos. Pero la propia

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La importanciade los arrendamientos

“Las exigencias de campos alfalfadosenfrenta a los estancieros bonaerensescon una gran dificultad, que consiste enelegir la manera de rotular los camposvírgenes y de efectuar la siembra, puesdebido a la inveterada despreocupaciónpor la agricultura, abundaban lasestancias donde casi eran desconocidoslos aperos de la chacra…..Y como eraun problema que urgía solucionar, elestanciero que no quiere abandonar sutradicional hábito de vivir tranquilo, dellevar una vida de modorra, difícil dedejar, para no molestarse mayormenteen adquirir implementos y efectuar lasiembra por cuenta propia, resuelve elproblema buscando algún gringo a quienda la tierra para que haga en ella sucosecha".

El método no es otro que el propuestounos años atrás (1892, “Anales de laSociedad Rural”) por un hacendadobonaerense, Benigno Del Carril: (…)

"La tierra se divide previamente enpotreros alambrados de 1.600 a 2.000hectáreas, sin alambrado intermedio.Estos lotes se arriendan a chacarerositalianos con elementos y recursospropios a razón de $ 4 m/n la hectárea,por el término de tres años, con laobligación de dejar el terreno sembradocon alfalfa al finalizar el contrato. Sien-do de cuenta del establecimientoproporcionar la semilla de alfalfa. Contan sencillo recurso, cuenta Del Carrilque logró tener 1.700 has de alfalfa(equivalente a 1.000 leguas cuadradas),a un mínimo costo de diez pesos porcuadra.” (Horacio C. E. Giberti, “HistoriaEconómica de la Ganadería Argentina”,Ed. Solar, Buenos Aires, 1981).

Con el fin de optimizar los circuitosproductivos en el área rural, la prácticadel arrendamiento -figura donde unafamilia, generalmente de inmigrantes,cultivaba el lote asignado rotando trigocon lino para, una vez cosechados, dejarel predio sembrado con alfalfa y luego

trasladarse a otra parcela- constituyópara los terratenientes argentinos la for-ma ideal de incorporar al factor trabajoen sus unidades productivas, general-mente con una primera etapa como“mediero”. Estos últimos constituían elnivel inferior en la mano de obra rural, yaque se trataba de aparceros que recibíanimplementos y semillas de parte deldueño de la tierra entregando comopago la mitad de la cosecha. Si la fortunales concedía durante varias campañasuna combinación de buenas condicionesclimáticas con la suerte de no sercastigados por las mangas de langostas,podían luego de algunos años ascendera la condición de arrendatarios.

Pero a partir de ese status, alcanzar lacategoría de propietarios era una metadifícil de lograr. Peor aún, muchos de losque llegaron como colonos embarcadosen algunas de las iniciativas guberna-mentales adoptadas para localizarinmigrantes, como las desenvueltaspreferentemente en las colonias de SantaFe y Entre Ríos, al poco tiempo cayerona la condición de arrendatarios o, desilu-sionados, emigraron a las zonas urbanas.

Adoptar esas formas laborales quesuponían una inteligente rotación decultivos más la incorporación de inno-vaciones tecnológicas que hicieron facti-ble una substancial mejora en la calidadde la producción ganadera y diversificarla producción anual de los estableci-mientos y por ende bajar sus riesgos, lepermitieron a la clase terratenientepostergar la aparición de los rendimien-tos decrecientes propios de una agricul-tura extensiva. Apoyándose en tal esque-ma los propietarios obtenían, cuando enlas campañas se lograban buenas cose-chas, tasas de rentabilidad que, medidasen libras esterlinas, eran del 12% ó 15%anual. Inevitablemente ello empujó haciauna fuerte valorización de la tierra y a laespeculación en torno a la misma.

En este modelo, como era obvio, noexistía el espacio para que se desen-volviera una nueva clase de pequeñospropietarios o agricultores independien-

tes al estilo de lo ocurrido en los EstadosUnidos. Vale decir que, tanto losarrendatarios como los aparceros, teníanabsolutamente obturada la posibilidadde ascenso social, y ello remachó todavíamás al formato de agricultura extensivaque habría de convertirse en una rémorapara la industrialización y el equilibriosocial.

La escasa acción de fomento dirigidaa estimular la colonización era clara-mente insuficiente para contrarrestar lastendencias regresivas en la apropiaciónde las superficies más fértiles. El objetivode las compañías de colonizaciónconsistía en vender sus subdivisiones alcolono, mediante créditos pagaderos enefectivo. Pero el riesgo que asumía elnovel colono era muy alto y el título depropiedad no le era entregado hasta quehabía liquidado todas sus deudas con laCompañía. Esta situación contrastapalmariamente con la suerte del otrogran operador en el mercado inmobiliario,que fueron los ferrocarriles, beneficiadoscon el otorgamiento gratuito e inmediatode tierras, unos 10 kilómetros (un par deleguas) a cada lado de los rieles, porparte de los gobiernos nacionales.

Muchos de quienes llegaron ilusiona-dos en acceder a la condición depropietarios de la tierra, ya a fines delsiglo XIX en el mejor de los casos apenasse habían convertido en merosarrendatarios. Y esta tendencia resultabaexacerbada por el hecho de que losgobernantes fueran subalternos almodelo de explotación prevaleciente,así como que las tarifas ferroviariastuvieran un carácter discriminatorio paralos pequeños productores, favoreciendoa los intereses poderosos que dominabanel mercado. La incertidumbre sobre ladisponibilidad de vagones y el precio queestaban dispuestos a pagar los mono-polios de comercialización se convertíaasí en otra doble pinza que atrapaba alchacarero, sumándose a las incógnitasacerca del destino de sus cosechas encaso de ser exitosas, factor tanto o másangustiante por entonces que las sequíaso las invasiones de langostas.

Relato de ganadores y perdedores

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Pese a todo, seguían arribandoinmigrantes, predominando los italianosdel Piamonte y la Lombardía. Recién apartir del 1900 empezaron a llegar losoriginarios del sur. En todos los casosvenían de regiones super pobladasdonde eran casi nulas sus posibilidades,no ya de progreso sino apenas de tenerel alimento asegurado. Habían cruzadoel Atlántico con la esperanza de que,trabajando duro, lograrían juntar unpequeño capital y luego retornar a sutierra natal. Otros aspiraban a serpropietarios de un pedazo de tierra.Pero acá aparecía otra dificultad: el tipode agricultura que conocían estostrabajadores rurales era la que serealizaba en sus países de origenlabrando pequeñas parcelas de tierras,agotadas por haber sido aradas ycultivadas durante siglos y siempresiguiendo las mismas pautas an-cestrales.

Adicionalmente al poder de losestancieros y sus socios extranjeros, loque también contribuía al fracaso delinmigrante con aspiraciones deconvertirse en colono eran las prácticasrurales inadecuadas que traían (algunasinmodificables desde los tiempos de losetruscos) y que no eran fáciles dereconvertir. Tanto el analfabetismo comoel conservadurismo de sus limitadasideas, sumado al hecho ya mencionadode que las condiciones ecológicas enlas pampas también eran radicalmentediferentes a las del mediterráneoeuropeo, formaban una conjunción defactores adversos a una rápidaadaptabilidad en la nueva mano de obrarural.

Los males de esa obtusa tradición seagravaban, adicionalmente, por elrechazo y la desconfianza respecto a ladiversificación de cultivos. El chacarero,en lugar de protegerse diversificando yescalonando las actividades en lassuperficies que explotaba, distribuyendoel riesgo entre varios cultivos ycombinándolos con ganadería, optabapor sembrar toda la superficie con unsolo cultivo, dejando que la naturalezadecidiera su destino. El sistema dearrendamientos fortalecía esa tenden-cia.

“La agricultura -y parece mentira-,siendo el trabajo que más se ha hecho,

es la actividad que peor se hace en estepaís. Mientras el ganadero marchaba,el chacarero marcó el paso” (Anales dela Sociedad Rural Argentina, 1905). ParaScorbie, “la agricultura había penetradoen la Argentina por la puerta trasera.Incluso cuando demostró su vitalidadeconómica, siguió siendo la servidorade los intereses pastoriles yterratenientes. Esta actividad sedesarrolló sin grandes inversiones decapital. El ahorro interno de las clasesterratenientes se invertía en la cría devacunos y ovinos y en la especulacióninmobiliaria. El capital extranjero sedirigía a los ferrocarriles, la industria y elcomercio”. (James R. Scobie, “Revo-lución en las pampas. Historia social deltrigo argentino”, Ed. Solar, Buenos Aires,1968).

Ventajas naturales yexplotación laboral

En las regiones del mundo que seespecializaron en la producción deorigen agropecuario distintos factorespermitieron acentuar sus ventajasnaturales. En el caso argentino, porejemplo, grandes proporciones de tierrasfueron cultivadas con una aplicaciónmenor que en otros puntos del planetatanto del factor trabajo como del capitalempresario directamente aplicado a laproducción. Ello fue beneficiado por laextraordinaria fertilidad del suelo -quemuchas veces era virgen o apenas setrataba de las primeras labranzas-, laexistencia de condiciones climáticas muybenignas y, en alto grado, por las formaspredominantes en la contrataciónlaboral.

Por cierto, la Argentina no contabacon las grandes masas campesinas queexistían en regiones como el esteeuropeo (por ejemplo, en la zona delDanubio), las planicies de Rusia o laIndia. Éstas eran por entoncessociedades semi feudales donde lostrabajadores rurales eran virtuales“esclavos de la tierra” y cuya explotacióncasi gratuita permitía compensar losbajos rendimientos originados en elempleo de las técnicas atrasadas,apelando sistemáticamente a maximizarla aplicación de más mano de obra.

Los terratenientes argentinos (tal

como lo ilustraban los “Anales de laSociedad Rural”) mayoritariamenteestaban muy al día acerca de lasnovedades que aparecían en materiade desarrollos tecnológicos y nodesdeñaban encarar la inversiónque las mismas implicaban si elcálculo económico así lo aconsejaba.Pero no cabe idealizar esa conductatoda vez que, antes de encararinversiones de riesgo, el terrate-niente computaba el hecho de contarcon la decisiva ventaja que suponíadisponer de amplias superficies detierra fértil y, cosa más importanteaún, chacareros inmigrantes o losrestos del gauchaje que aceptaban unbajo nivel de vida, aislamiento,inestabilidad y pobreza, así como unEstado nacional y una mayoría debancos que lejos se encontraba deestimular la tenencia de la tierra por loscolonos.

El predominio del “puesto” ocupadopor el arrendatario o aparcero,trabajando de sol a sol junto a losmiembros de su unidad familiar en laparcela asignada por el terrateniente, lequitaba urgencia a la necesidad deincorporar el uso del costoso equipoque era empleado en gran escala en lasprósperas explotaciones de los EstadosUnidos o el Canadá. El destino principaldel capital en la Argentina fue, entonces,principalmente la creación deinfraestructura necesaria para realizarel valor generado por el factor trabajo.Sus fuentes principales fueron GranBretaña y, en mayor proporción, elEstado Nacional.

En todas las zonas productoras dematerias primas del luego llamado“Tercer Mundo” la inversión ferroviariabritánica (en algunos casos como partede una política colonial explícita) era elcomplemento imprescindible paramaterializar las ventajas relativas queproporcionaban los recursos naturalesy anclar la especialización internacionalde esos países como proveedores delmercado europeo continental y deInglaterra. Otro tanto ocurría con losejecutores de las obras portuarias, lasfirmas comercializadoras de laproducción y proveedoras de maqui-naria rural o con los propietarios de losfrigoríficos, hasta la aparición de losestadounidenses.

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Ley les facilitaba las cosas. Para ellobastaba con lanzar un empréstitoexterno. Las primeras operacionesmostraron que esto parecía fácil, hastaque los prestamistas del exteriorempezaron a desconfiar del sistema.Este proyecto terminó corriendo la mismasuerte de otra iniciativa de la época,juzgada como brillante: la ley de laProvincia de Buenos Aires creando loscentros agrícolas, normativa que terminótan prostituida y desnaturalizada comola referida Ley de Bancos Garantidos,convirtiéndose esta última en una no-table fuente de descrédito y en una delas principales causas de la crisis de1890.

El derrumbe del sistema de bancosgarantidos potenció violentamente lainestabilidad monetaria de un país queya estaba en plena crisis financiera ycomercial. Las numerosas sociedadesanónimas, cuyas acciones se habían

venido inflando artificialmente con laespeculación bursátil -que por entoncesfuera tan vividamente descripta por JuliánMartel en su novela “La Bolsa”, de lecturaimprescindible para empaparse deaquella realidad como sólo puede hacerlola literatura-, entraron en un torbellinobajista.

Una, entre tantas consecuenciasgraves, fue la estampida de corridasdesatada contra todos los bancos, de lacual no se salvaron las entidadesoficiales. Estas fueron llevadas al bordede la quiebra, con pronóstico dehundimiento a corto plazo si el Gobiernonacional no hubiera ido en su apoyo. Porejemplo, tanto el Banco de la Provinciacomo el Nacional, para atender suscompromisos inmediatos, llegaron aponer en circulación los billetes quetenían en su fondo de conversión, algoque estaba legalmente prohibido en susleyes de creación.

Paralelamente, como es obvio, lacotización del oro no paraba de subir. Eneste escenario se produjo la suspensiónde pagos de la casa Baring -tema delcual nos ocuparemos más adelante-,suceso que para la Argentina alcanzólas proporciones de un gran desastrenacional, debido a las graves com-plicaciones que introducía en su ya críticasituación económica.

Todo este proceso tiene luces ysombras, unas tan agudas como lasotras. Con la suspensión de la conversiónen 1885, el Gobierno estaba reco-nociendo que la necesidad primordialdel país era contar con un circulanteabundante y no se puede desconocerque el billete inconvertible proveyóeficazmente ese objetivo, cebandoadicionalmente al fuerte crecimiento deesos años. Se convirtió en la herramientaprincipal de estímulo a la produccióninterna y el Banco Provincia fue la correa

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de transmisión de los recursos a lasmedianas y pequeñas empresasnacionales necesitadas de crédito. Lacontracara de tal aspecto virtuoso fue laya descripta operatoria que practicaronlos especuladores, que se apoderaronde este instrumento de créditoagudizando los males del desastretremendo estallado en 1890.

Lo ocurrido con la recuperaciónposterior, que ya se insinuaba con labuena cosecha de 1892, pese a la virtualcesación de pagos argentina y laagobiante situación de miseria ydesempleo en las masas laborales -queen 1894 sintetizara con todo sudramatismo Ernesto de la Cárcova enuna de sus obras maestras, “Sin pan ysin trabajo” (pese a que se inspirara enla realidad de Italia en aquella época,país donde pintó ese cuadro), no hacesino demostrar que la crisis no era unaconsecuencia directa del billeteinconvertible, en el cual confiabaplenamente el conjunto de la población,defraudada por los especuladores y labanca privada.

Muy por el contrario, la raíz delproblema estaba en las propiascaracterísticas del modelo de acumu-lación y apropiación de la riqueza vigente(esa peligrosa combinación deproducción agropecuaria extensiva,desdén por generar una base ma-nufacturera interna y estímuloscompulsivos, tanto al gasto suntuariocomo al veloz enriquecimiento especu-lativo), que además no admitía la exis-tencia de instituciones oficiales queejercieran la función de intervención ycontrol sobre las variables monetarias ycambiarias, para evitar la formación deburbujas especulativas. Esto último, enparticular la necesidad de una bancaoficial, no era contemplado dentro delmarco ideológico por entonces predo-minante.

“Las épocas de poderosa expansiónpor las que ha pasado el país, han tenidosiempre por palanca poderosa esaabundancia de medio circulante, in-dispensable en un pueblo en que elsistema de crédito estaba todavíaincipiente. Sin los grandes bancos delEstado, el progreso económico habríasido mucho más lento y esos bancosdebían su eficacia a la moneda fiduciariade que disponían que les permitía hacer

el oficio de habilitadores de la producción.No se trata de hacer la apología delbillete inconvertible, pero es necesarioreconocer sus méritos en ciertascircunstancias económicas, y confesarque es un agente que puede tener unvalor muy alto para impulsar el progresoy fomentar la riqueza de un país.” (EmilioHansen, “La Moneda Argentina, estudiohistórico”, Buenos Aires, 1916).

Los fracasos de la ortodoxia y eléxito de los hombres prácticos

En 1888 la firma Baring Brothers habíapactado un nuevo préstamo con elGobierno argentino. Para ello reiteró lapráctica, hasta entonces exitosa y muylucrativa, de emitir un empréstito deObras Públicas por 25 millones de pesos,entregando a cambio, al Gobierno, oropor un valor equivalente a 21 millones.Pero esa vez no consiguió colocar losbonos respectivos en el mercadobritánico, donde ya reinaba ladesconfianza no sólo respecto a lasituación argentina, sino tambiénmotivada por otras experienciascontemporáneas -siempre fatales paralos pequeños ahorristas que confiabansu dinero a gente como los Baring- endistintos y no menos ignotos países delplaneta.

Vale decir que, quizá cebados por losjugosos negocios que desde muchasdécadas atrás hacían en la Argentina,los famosos banqueros con sus clásicossombreros de copa esta vez habíangirado oro al Río de la Plata a cambio depapeles sin mayor valor real. Repen-tinamente, ante la gravedad de la crisisargentina, la probabilidad de recuperarese dinero se esfumaba velozmente. Elmal humor reinaba en la City londinense.La comisión Rotschild, encargada degestionar el cobro, le hizo sentir alGobierno argentino toda la presión quelos británicos estaban en condicionesde ejercer en esos casos.

Uno de los alocados intentos,afortunadamente fallidos, que porentonces tenía en estudio Juarez Celman-famoso, entre otras cosas iguales opeores, por su ciega creencia en la recetaliberal y en particular las privatizacio-nes-, era el de vender 24 mil leguas detierras fiscales, pagaderas en oro. Laidea consistía en, con esa base,

reinstalar la conversión y así recuperarla confianza que a fines de 1889 sederrumbaba. Pero ello provocó unainmediata reacción del vicepresidentePellegrini, por entonces en Paris: “Hemossabido de proyectos de limitar la emisiónde monedas y cédulas; muy bueno,aunque sufra un poco la especulaciónen tierras. La venta de veinticuatro milleguas, en Europa, por el contrario, seríauna calamidad que nos costaría lágrimas.Sería crear una Irlanda en medio de laRepública y sacrificar el provenir anteuna pequeña dificultad del momento (sic).Haz todo lo que puedas en contra yharás un servicio al país. Le he escrito aJuarez y espero que no insista” (Carta aRodolfo Lagos, transcripta por AgustínRivero Astengo en “Juarez Celman”, Ed.Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires,1944).

El 7 de agosto de 1890 asumió lapresidencia el Ing. Carlos Pellegrini,llamado en el carácter de “piloto detormentas”, reconocido de modounánime como el único estadista encondiciones de superar el trance. Peroaceptó ese cargo previo acuerdo con losbanqueros, caballeros de la City porteñaque, en realidad, eran los grandesresponsables de la catástrofe. Estos secomprometieron a realizar un aportesustantivo (unos 16.000 millones depesos) para atravesar la crítica situacióny poder sentarse a negociar con losacreedores británicos en una butaca conel suficiente respaldo en monedas duras.

Ahora bien, pasada la embriaguez delos primeros días, la triste realidad de lacrisis volvió al primer plano y el valor deloro siguió subiendo; el 6 de agosto suprecio había sido de 317 pesos y paralos primeros días de diciembre ya estabaen los 320 pesos y con firme tendenciaalcista. Dado que el crédito erainexistente, se asistía al virtual rematede títulos que habían sido compradosen la fase de alza.

La consecuencia sería una nueva ymás generalizada ola de quiebra deempresas y la liquidación de campos,todo con grandes pérdidas.

La tristeza invadió a la otrora opulentay orgullosa Buenos Aires: desaparecenlas filas de coches paseando porPalermo, teatros y restaurantes cierransus puertas o permanecen vacíos; no

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hay más palacios en construcción y sederrumba el precio de las propiedadesrurales, muchas de ellas compradaspoco antes, en la mayoría de los casospor los nuevos ricos y sin mayor cálculoeconómico, pensadas apenas comoreserva de valor para el dinero ganadoen los negocios especulativos.

Paralelamente la inevitable baja desalarios fue acompañada no sólo deuna abrupta interrupción en lainmigración de mano de obra, sino de larepatriación de inmigrantes. Vale decirque los principales fundamentos delmodelo se derrumbaban. Sin embargo,como luego ocurriría en otras etapas delproceso histórico, el Gobierno insistíaen la receta del ajuste para atender a ladeuda.

Pellegrini permanecía inmutable, tansereno como su Secretario de Hacienda,Fidel López, que “era una suerte dearistócrata a la inglesa -ese tipo depersonajes que eran tan comunes enaquellos tiempos- pero sin ser inglés.Pellegrini pudo convencerlo de que ir ala moratoria no era algo digno decaballeros y que, peor aún, podía llevara la intervención británica” (José MaríaRosa, “Historia Argentina”, ed Oriente,Buenos Aires, 1973).

Abocado a elaborar una propuestasobre la deuda, el proyecto de Pellegrinise apoyaba en dos ideas centrales:1) emitir un nuevo empréstito en oropara cubrir los servicios de la deuda ylas garantías del 7% otorgadas a lasinversiones ferroviarias, aún pendientesde pago; 2) imprimir papel moneda y,por intermedio de la banca, prestárseloal comercio para que retomara su giro.

No era únicamente cuestión de pagarla deuda emitiendo más deuda y apelara la emisión sin contrapartida. De modoparalelo se decidió estimular elproteccionismo, no tanto -como yavimos- con un fin industrializador internosino como un arbitrio más para aliviar elbalance de pagos. También para aliviarlas cuentas fiscales se propone avanzarhacia el saneamiento del sector públicoy los bancos oficiales.

Con ese plan en su cartera, el Dr.Victorino de la Plaza gestionó en Londresun préstamo por el equivalente a veintemillones de libras, con el objeto de pagar

los servicios de la deuda y girar losmontos correspondientes a las garantíasferroviarias, pendientes desde hacía tresaños. En la práctica, se trataba de hacergrandes enunciados mientras sepateaba hacia delante la gran bola delnuevo endeudamiento, y dejar lasolución definitiva del problema paraquienes vinieran atrás.

Pero la emisión de billetes inconver-tibles, contra el refinanciamiento externode la deuda, por una suma de 60 millonesde pesos, pactada en Gran Bretaña porPellegrini y su ministro Plaza, sólo sirviópara agudizar la recesión interna. Esaemisión, que según la ley debíadestinarse a préstamos a particulares,fue apropiada casi totalmente por elBanco Nacional, que de inmediatoutilizó 42.535.500 pesos en la comprade cambio para remitirlo a la CasaBaring a cuenta de los créditos derefinanciamiento recibidos en el contextodel referido “acuerdo Plaza” con losacreedores británicos. Pero ello resultófatal, toda vez que se convirtió en unaentrada y casi inmediata salida de laslibras prestadas, que profundizó lailiquidez interna en el mercado interno.Las consecuencias fueron entoncesletales, tanto para la economía internacomo para la credibilidad de Pellegrini,Plaza & Co.

No fue la única operación ruinosa. Elgobierno de la Provincia de BuenosAires, para salvarse de la bancarrota,malbarató sus ferrocarriles, valuadosen 60 millones, por apenas 40 millonesy entregó las tierras del futuro PuertoMadero a doce pesos el metro, cuandovalían no menos de cien.

Todo ello no impidió que, mientras laemisión de billetes provocó un suba del291% en la cotización del oro -el valorcomercial del billete cayó a 34,4 centavosoro-, su destino casi total a cubrir ladeuda externa por medio del BancoNacional acentuó aún más la iliquidezen el mercado interno.

En marzo de 1891, ante la masivacorrida contra los depósitos y la decisióngubernamental de no autorizar nuevasemisiones, ya no se pudo evitar más laquiebra de los bancos Nacional y de laProvincia de Buenos Aires. Se tratabadel “descalabro final de la Ley de BancosNacionales Garantidos, implantada

menos de cuatro años antes, con tanrisueñas perspectivas y esperanzas”(Hansen,op.cit.).

Mirado en perspectiva, se advierteque habría sido más prudente volver atenderle una mano a la banca estatal,especialmente al Banco de la Provincia,que era una vieja institución enteramenteoficial, tradicional depositario de losahorros de las clases modestas. Tal noera el caso, ya lo señalamos, del BancoNacional, una institución de caráctermixto, cuyo origen era más reciente ycuyas acciones habían estado en elvórtice del torbellino especulativo queculminó en la crisis. Sin embargo,Pellegrini había declarado, con susolemnidad habitual, que no autorizaríanuevas emisiones de papel monedainconvertible, cuando esta decisión-que se encontraba entre sus facultades-probablemente habría calmado lacorrida.

Una de las tantas lecciones que serecoge de aquella gran crisis y delfracaso de Pellegrini en el manejo de ladeuda -el “piloto de tormenta” terminóalejándose en derrota del Gobiernoacompañado por la silbatina de aquéllosque otrora lo aclamaran a su paso por lacalle Florida-, consiste en advertir losriesgos de aceptar a libro cerradoaquellas doctrinas, básicamente eu-ropeas, imperantes en la época y quedesconfiaban de la banca estatal. Peoraún fue la actitud de descartar, siquieraexaminar, cualquier alternativa.

En 1892, el nuevo Presidente, LuisSaenz Peña, un opaco jurista inventadopor Roca y que debió recoger el hierrocandente de la deuda en sus manos,designó a Tomás de Anchorena comoMinistro de Relaciones Exteriores (nohablaba otro idioma que no fuera elespañol) y a Juan J. Romero comoMinistro de Hacienda (con poca o nulaexperiencia en negociaciones con losacreedores externos). Tenían una misiónprioritaria, reabrir la negociación de ladeuda, ya que el denominado “arregloPlaza” de refinanciamiento concluía en1894 y era imposible pagar en lostérminos convenidos.

Como vemos, se trataba de dospersonajes cuyas característicasestaban en las antípodas de los gentilescaballeros que años atrás habían

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acompañado a Pellegrini. Ello seratificaba en la nueva iniciativa levada alos acreedores y que se apoyaba encriterios de negociación muy distintos alos de sus predecesores.

Básicamente se trataba de lograr unmejor trato por parte de los acreedoresy garantizar el mantenimiento de lasoberanía política de la Nación. Losnuevos negociadores, a partir de esemarco conceptual, plantearon, con todala crudeza necesaria, que o se aceptabala nueva propuesta argentina o seestablecía una moratoria unilateral.Como es obvio, ello provocó una granmolestia en Londres.

“El Gobierno británico, siempredispuesto a intervenir en defensa de losacreedores, ofreció un nuevo empréstito,fundando su actitud en recordar lasindemnizaciones pendientes por losbonos no entregados del Empréstito,cuyo monto llegaba a los ya señalados25 millones. Pero chocó con el Dr.Anchorena, que no estaba dotado de losbuenos modales que ostentaban otroshombres como Rufino de Elizalde. Esteúltimo, como el Dr. Quintana y otrosamigos de la Corona británica, habíansido alejados del Gobierno argentino”(J.M.Rosa, op.cit.).

Una vez desplazado el Dr. Plaza de sucargo como agente financiero, se elevóa Rotschild la dura propuesta argentinavirtualmente de “tómela o déjela”, sinopciones. En la misma se combinabanquitas con esperas. Concretamente, laArgentina se comprometía a entregaruna suma fija de 1.500.000 libras anualesdurante ocho años en concepto decancelación de intereses; durante iguallapso quedarían suspendidas lasamortizaciones de capital. Dado que nose incurría en la cesación total de pagos,no existía pretexto alguno para laintervención británica.

Cabe recordar que era una época enla que el Foreign Office tenía bastantesproblemas en otros puntos del planetadonde ejercía su práctica colonial -casodel África, la India y el Medio Oriente-,como para cargar con uno más en el Ríode la Plata. Y ello ayudó bastante a losnegociadores argentinos.

Después de algunos forcejeos sesuspendieron las amortizaciones hasta

1901, estableciéndose que se repartiríananualmente 1.564.000 libras entre losacreedores por dividendos (de los cuales500 mil se girarían a las empresasferroviarias), al tiempo que el interés porlos mismos se bajaba del 6% y 8% amenos del 4%, eliminándose ademáslas “comisiones” por todas estasoperaciones. Un régimen similar seadoptaría con las deudas provinciales.Este acuerdo por fin se firmó en junio deese año, haciéndolo bajo protestatanto los tenedores de bonos como lasempresas ferroviarias. El 3 de juliofirmaron los documentos respectivosRotschild y L. M. Domiguez, por laArgentina. Recordemos que, por esosaños, otra vez el balance de pagosargentino sufría el impacto de las malascosechas, por lo cual para los acreedoresresultaba preferible recibir algo a cuentay esperar que las condiciones pro-ductivas y comerciales mejoraran, talcomo sucedió entre 1903 y 1910. Al añosiguiente volvieron a empeorar lascondiciones de la oferta agropecuariapero la Argentina ya había atendidotodos los compromisos financierosasumidos.

El costo de imponer la “soluciónRomero” no sería gratuito en términosde pérdida de la confianza y retiro de las

inversiones británicas. Pero la Argentina,más allá de algunos tropiezos, ingresóen la fase larga de recuperación quevirtualmente se mantuvo hasta lasvísperas de la primera guerra mundial.En esa etapa del ciclo el mantenimientode un valor depreciado para el peso, unavez más, tuvo importancia singular y,ausentes las inversiones de riesgo, seredujo la incertidumbre sobre el balancede pagos y el superávit comercial seconvirtió en la fuente principal de ahorroexterno.

Esta racha duraría, como señalamos,hasta la ocurrencia de malas cosechasen 1910/1911, adversidad que precedióa la retracción de las inversionesexternas, pero ello se debió a la inmi-nencia de un conflicto bélico mundialque las principales personalidades de laArgentina juzgaban como de cortaduración. Por eso, cuando en 1914 larealidad obligó a cerrar otra vez la Cajade Conversión, todos pensaban que setrataba de una emergencia que duraríaunos pocos meses.

Pero volvamos al vórtice de la crisis.En 1891 se había fundado el Banco dela Nación Argentina; esa entidad, comosu predecesor el Banco de la Provinciade Buenos Aires, siempre constituyeron

Existencias de oro en la República ArgentinaAños 1908-1919

Al 31/12 de: En la caja En los En las Totalde conversión bancos legaciones

1908 126.721.723,95 47.570.137 - 174.291.860,951909 172.519.897,64 67.148.028 - 239.667.925,641910 185.994.385,95 67.491.505 - 253.485.890,951911 189.048.628,63 62.522.367 - 251.570.995,631912 222.875.530,66 68.778.855 - 291.654.385,661913 233.197.716,03 61.737.039 - 294.934.755,031914 221.710.205,27 50.263.666 2.695.092,76 274.668.964,031915 237.291.606,93 26.921.851 68.344.441,17 332.557.899,101916 260.320.952,28 33.344.458 56.514.373,62 350.179.783,901917 261.597.777,02 57.057.395 55.254.373,62 373.909.545,641918 279.465.449,36 54.146.333 99.567.193,17 433.178.975,531919 310.031.942,88 65.907.718 78.996.804,77 454.936.465,65

FUENTE: FIDE, con datos de Carlos A Tornquist, “El Desarrollo Económico de la RepúblicaArgentina en los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 1920

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instituciones estatales. El Banco Naciónno encontró, en aquellos tiempos degran desconfianza, quien suscribiera susacciones y, por lo tanto, su único capitalinicial estaba constituido por laautorización para emitir otorgada por laley que lo creaba, lo cual terminó siendoun hecho altamente positivo. Efec-tivamente, en pocos años su vigorosocrecimiento se convirtió en la desmentidamás poderosa de los prejuiciosideológicos contra la banca estatal y laprueba de la enorme potencialidad quetiene la facultad de emitir dinero cuandoésta es empleada en provecho del créditolegítimo y practicando un cumplimientoestricto de las normas técnicas desupervisión.

El retorno de la prosperidad

Ya para 1899 existía la generalizadaopinión de que la abundancia de lacosecha que se esperaba traería unanueva e importante valorización del peso,correlativa con un agudo descenso en elprecio del oro. El ese sentido, ante laevidente necesidad de proteger a lamoneda de las grandes fluctuaciones-y de las habituales tentaciones espe-culativas a favor o en contra de la misma,que tanto la habían afectado en elpasado-, se tomó la decisión de fijar unnuevo tipo de conversión para el billetedeclarando explícitamente que laRepública no reconocía la obligación deconvertirlo en oro, a la par de su valorescrito. Pese a ello no faltaron vocescríticas cuando el Parlamento discutióesta norma, que fuera definida comouna “Ley de quita”, por la cual la Nacióndeclaraba que el valor corriente del billete(otra vez a un tipo de cambio depreciado)debía ser igual al tipo de su conversión.

Ese año, recuperado el auge de laeconomía, se dictó la Ley de conversión.La misma fue pensada como unimperfecto instrumento de circunstancia,un “mal menor” que se adoptaba paraevitar los efectos no deseados de laapreciación del peso. Por entonces lacotización del oro no dejaba de caer:después de haber llegado en 1894 a los430 pesos ya se proyectaba en 200 parael verano 1899/1900.

En consecuencia, el oro había vueltoa ocupar el rol de una moneda in-ternacional con la cual la Argentina

realizaría sus transacciones con el restodel mundo, pero no en la monedacirculante para el uso interno. Aquellaley, con todas sus imperfecciones, sinembargo habría de convertirse en unanorma que resultó decisiva paraconsolidar la expansión de la economíaen el largo plazo -especialmente a partirde 1903, cuando fue despejado el riesgode guerra con Chile y el balance depagos se recuperó del impacto negativoque ejerció la crisis europea de1900/1903- durante la décadatranscurrida desde entonces, apenascon el bache de 1910/1911 (que derivaríaen la huelga agraria de 1912), hasta lasvísperas de la “Gran Guerra”, como se lallamaba por entonces.

Volviendo al origen de estas notas,diremos que, a partir de la experienciahistórica, se comprueba que laprosperidad de la República Argentinaen la época del Centenario, ademásde las ineludibles condiciones in-ternacionales favorables, se potenciópor el hecho de que las mismas pudieronser mejor aprovechadas por las clasesdominantes en grado decisivo gracias ala adopción del billete inconvertible,depreciado en términos reales.

Fue evidente que, sin ese instrumento,el crecimiento económico de nuestropaís habría sido más errático ynotablemente por debajo del potencial.En 1905 el Ministro de Hacienda, Dr.Terry, habría de advertir que la Ley deconversión de 1899, tan criticadacuando su aparición, habiendo supe-rado largamente su período deexperimentación, ya constituía una basesólida para el sistema monetario de laépoca.

“En realidad, desde 1894 hasta 1900 latendencia decreciente en la prima deloro fue acompañada por volúmenescrecientes de exportación, mostrandoque, en la práctica, la relación directaentre la prima del oro y el volumen deexportaciones, sugerida por la teoríaneoclásica, no se daba en el casoargentino”.(…) “¿Cuál es la razón deléxito del sistema para preservar laestabilidad de la tasa de cambio hasta1914, mientras que el sistema de 1884fracasó dentro del primer año? En primerlugar, hasta la segunda mitad de 1913,y aún después, el sistema nunca seenfrentó con la dura prueba que

significaba una aguda salida de oro enconcepto de pago al extranjero. Además,debido al crecimiento en el valor delas exportaciones, la oligarquía te-rrateniente y los productores deexportaciones tenían interés en vigilarque el sistema funcionara. De hecho la“prosperidad” del sistema de la Cajacoincidió con condiciones climáticasbuenas hasta junio de 1913, a diferenciade las deficientes condiciones climáticasde 1884. Porque las entradas de divisascrecieron constantemente a medida queaumentaban los valores de exportacióny la inversión extranjera, debiéndoserecalcar también en esto la importan-cia de los mayores precios de lasexportaciones que incrementaron elvalor de la ascendente producción debienes exportables, redujeron el valor“real” del servicio de la deuda externapor intereses fijos e hicieron que laArgentina fuera más atractiva a losinversores extranjeros. El crecimientode la economía era tan rápido quecualquier disminución temporaria en elvalor de las exportaciones debido a unamala cosecha, o una merma en lospréstamos extranjeros, significabaapenas un “retraso” en el crecimientodel ingreso, consumo e importación,más bien que una disminuciónsostenida”.(…)“Son bien conocidas las dificultadesque puede experimentar un paísproductor de bienes primarios cuyaprosperidad depende ampliamente delas ventas de exportaciones paramantener la estabilidad del tipo decambio. Estas dificultades se veíanagravadas en el caso argentino debidoa su posición deudora internacional”(…)“Vemos nuevamente cómo la Argentinailustra bien la fragilidad de toda economíaexportadora en que la cantidad demoneda está determinada por losmovimientos internacionales del oro(balance externo), y en que los auges ylas depresiones se originabangeneralmente en las variaciones de laentrada de divisas, la que a su vezprovocaba importaciones o expor-taciones de oro (respectivamente). Deesta manera los movimientos inicialesde ingresos se veían agravados por loscambios en la liquidez.” (A. G. Ford, “ElPatrón oro: 1880–1914. Inglaterra y laArgentina”, Editorial del Instituto, BuenosAires, 1966).