zombie journal

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Zombie Journal Desde Miraflores de la Sierra para el mundo Otoño 2012 El suceso tuvo lugar de manera casual, cuando la mujer abrió un libro de Vicente Huidobro, el poeta chileno, que había dejado en una estantería del pasillo y que no había vuelto a abrir durante veinticuatro años de matrimonio. Nos comenta que ella recordaba que ese libro podía ser algo raro, pero nunca pensó que allí en- contraría la letra A. Sus compañeros de estantería dicen que parecía un libro normal, con su rutina, almacenando pol- vo y que era muy callado. Lo normal, por lo que no sospecharon nada raro de él, Finalmente la descubidora involuntaria nos contó que No podía pensar que la letra A se escondiera en un libro. Pero, finalmente, como dijo ella misma, la poésie est partout. La poésie est partout, contestó la descubridora. INCREÍBLE: una mujer francesa encuentra la letra A El periódico que volvió del más allá Hoy amor, como siempre, el diario no hablaba de ti. Este si , Joaquín , este si . Joaquín Sabina Jorge García Torrego 3€

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Zombie Journal es un periódico que murió hace años. Un periódico cotidiano, con sus noticias y fotos como otro cualquiera. Diario con sus idas y venidas, con su redacción y sus tiros a canasta en la papelera. Hasta que llegó la CRISIS DEL PAPEL. A medida que la crisis se comía los ingresos de los medios de comunicación como si estuvieran recién salidos del horno, Zombie Journal, como el resto de medios de papel, tuvo que reducir sus sueños y su tirada fue bajando y bajando y bajando y bajando hasta que ya no se pudo bajar más y se dijo a los empleados que bajaran al primer piso y allí ah, se me olvidaba. No vuelva mañana ni pasado...

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Zombie JournalDesde Miraflores de la Sierra para el mundo

Otoño 2012

El suceso tuvo lugar de manera casual, cuando la mujer abrió un libro de Vicente Huidobro, el poeta chileno, que había dejado en una estantería del pasillo y que no había vuelto a abrir durante veinticuatro años de matrimonio.

Nos comenta que ella recordaba que ese libro podía ser algo raro, pero nunca pensó que allí en-contraría la letra A.

Sus compañeros de estantería dicen que parecía un libro normal, con su rutina, almacenando pol-vo y que era muy callado. Lo normal, por lo que no sospecharon nada raro de él,

Finalmente la descubidora involuntaria nos contó que No podía pensar que la letra A se escondiera en un libro. Pero, finalmente, como dijo ella misma, la poésie est partout.

L a p o é s i e e s t p a r t o u t , contestó la descubridora.

INCREÍBLE: una mujer francesa encuentra la letra A

El periódico que volvió del más allá

Hoy amor, como siempre, el diario no hablaba de ti. Este si , Joaquín , este si . Joaquín Sabina

Jorge García Torrego

3€

Page 2: Zombie Journal

Zombie Journal es un periódico que murió hace años. Un periódico cotidiano, con sus noticias y fotos como otro cualquiera. Diario con sus idas y venidas, con su redacción y sus tiros a canasta en la pa-pelera. Hasta que llegó la CRISIS DEL PAPEL. A medida que la crisis se comía los ingresos de los me-dios de comunicación como si estuvieran recién salidos del horno, Zombie Journal, como el resto de medios de papel, tuvo que reducir sus sueños y su tirada fue bajando y bajando y bajando y bajando hasta que ya no se pudo bajar más y se dijo a los empleados que bajaran al primer piso y allí ah, se me olvidaba. No vuelva mañana ni pasado.

La rotativa no se cambiaba y un día llegó a tatarabuela, con sus tuercas centenarias y sus letras melladas. Se redujeron costes, los pilots por bics, las tintas chinas por tintas de calamar y, poco a poco, el periódico, que en algún momento fue ejemplo de buen hacer, con sus investigaciones y aná-lisis internacionales, murió con estrépito y harakiris de llaves que ya no sirven, secciones ingeniosas que ya nunca más harán reír ni llorar.

Así pasaron los años, internet fue haciendo régimen a todas las publicaciones físicas, manchadas, olorosas, y llegó el momento en que ya nadie podía meterse ninguna revistilla ni ningún diario bajo el brazo porque, sencillamente, ya no existían. El estanquero ahí no se, yo ahora trabajo de diseñador web y el resto de la gente con sus pantallas, pantallitas, pantallotes por todos los lados sin que nadie ponga fin, sin que nadie desenchufe y agote todas las pilas mientras el papel se pudre en los cajones, en los contenedores de reciclaje, porque los ojos ya solo quieren leer el cristal, el plástico, la fría su-perficie perfecta.

Y en este momento dramático aparece Zombie Journal. Del fondo de una papelera de periódico, compuesto por noticias y fotos antiguas que tomaron forma y se pusieron de pie gracias al virus de la literatura. Aquí les dejo con las noticias infectadas de este querido periódico resucitado del papel, la tinta y el sudor de tantos periodistas que ahora están muertos o que han renacido como publicistas, putas de lujo, o políticos. O todo junto. Que lo disfruten.

EDITORIALpor Jorge García Torrego

(Tengan cuidado porque pueden encontrar ilustraciones de Elvira Amor Melones, patonera, bonaerense y artista. Su arte engancha)

¡LARGA VIDA AL PAPEL ZOMBIE!

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INTERNACIONALCostumbre postmosuicidaEn Tokio, los jóvenes que se suicidan piden antes, por escrito, que pongan con ellos en la tumba su IPOD y su PLAYSTATION. Por si acaso.

El amor es la primera causa de terrorismo amoroso en los países occidentalesTerroristaeres un peligro, una amenaza letal;Tus ojos atentan, rabiosos, contra la oscuridad y su paciencia.

Eres precisa, sangrienta

y degüellas sin piedad a tus víctimascada vez que te mojas los labios.

Terrorista temiblepreciosa y brutalque explotas de gustode dinamitade lenguacada noche bajo mis sábanas.

Mi Santiago de Chile ¿Para qué volver a Santiago si tú ya no corres por el parque Forestal?¿Para qué volversi ya no te salvo de las lágrimas y el Mapocho?

Para qué tanta Alameda, para qué tanta chela y Pablo Nerudasi tú no estarás nunca más desnudanunca más presenteen aquel departamento triste de Lastarria.

Para qué perseguir al pasadopara qué abrir los puños si ya vacíoshace tiempo.

Mi Santiago de Chile con mi raíz torcidaMi Santiago de Chile con cicatricesMi Santiago de Chile y mi calor hundidoMi Santiago de Chile, la herida donde fui feliz.

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Los saharauis siguen hablando bajo la arena. Nadie les escuchaLos saharauis , con sangre en la bocay arena en la heridaaparecen entre las ruinas.

Su grito es sangre, sangre de cárcel de arenaque a nadie manchaque a nadie importa.

Los saharauis, sedientos de ojos humanoshermanoscon la misma sangre.

Náufragos en la arenase levantan y miranhacia abajo al enemigo.

Mant(r)a de arena.

El oro es agresivo, mortal, te escuece el hígado y la sal.

En las calles invisibles del desiertose hunden tus pies, hijos de lo grismentiroso.Las mujeres son torres, blandas, de tela, con hijos de ojos de estrella.

Saltan y trabajan los niños, callos en las manos y el alma.

El agua muere en tu bañeray tres niños se secan

por tu

culpa.

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Descubierto un manuscrito que relata la conquista de América desde el punto de vista indígena

Se ha descubierto un manuscrito que relata la conquista de América desde el punto de vista indígena. El hallazgo fue hecho por un grupo de estudiantes de Alicante que bebían como cosacos adolescentes en las playas de “La española”. Aquí adjuntamos el legajo:

-Yo te bendigo en nombre de la Reina Isabel, Castilla y nuestro querido…-se movió la maleza y apareció alguien.

-Eh, un momentito, por favor. Buenas tardes, a ver, los papeles.

-¿Pero cómo que los papeles? Yo soy Cristóbal Colón, y he llegado a estas lejanas tierras…

-Me parece muy bien señor Colón. Yo me llamo Toparu, y soy agente de inmigración, encantado. Vamos a ver, me ense-ña usted su pasaporte y le dice a sus amigos que hagan lo mismo.

En segundo lugar, debe usted aparcar las carabelas en otra cala, porque aquí no está per-

mitido aparcar, ¿es que no ven ustedes la señal? -Pero es que nosotros venimos a conquistar estas tierras para la gloria de Castilla y de su majes-tad la Reina Isabel.

-Vamos a ver, que no nos esta-mos entendiendo usted y yo. Los papeles, y por favor, dígale a sus amigos que dejen de mirar las tetas de nuestras mujeres.

-Mire, usted no entiende. Nosotros debemos cristianizar y humanizar estos lugares para la gloria de nuestro señor Jesu-cristo. Aunque sea por la fuerza.

-No hombre no, tampoco es eso. Yo he venido aquí a pedirle los papeles y eso, pero es más una

formalidad que otra cosa. Es que mire, nosotros aquí estamos bastante tranquilos, entonces, para una vez que pasa algo, pues, claro, hay que aparentar que se hace algo porque si se entera el jefe que no les he pedido la documentación y todo lo de-más…menuda me lía. Por eso, tampoco vamos a perder la cabeza, ¿no? venga, vamos a to-mar algo al bar del Unset, que pone unos rones que no veas.

-Me parece bien, pero luego os conquistamos en el nombre de Dios, de Castilla y de la Reina Isabel.

-Que sí, pesado, que si…

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ESPAÑA El INE esperaba un aumento mayor

Crece un 22 % el número de padres que pretende devolver a sus hijos al hospital porque lloran demasiado.

Preguntas ajenas¿Cuánta risa le queda al rumanoantes de convertirse en martillo?¿Cuánto niño, cuanto mar para la africana antes de ser puta y maltrato?¿Cuánto cartón hace falta para reciclar al vagabundo? ¿Cuánta familia le queda al chino antes de ser máquina?¿Cuánto sueño le queda al anarquistaantes del orden y la corbata?

¿Cuánta lluviacuanto cóndor al ecuatorianoantes de la artesanía, antes del grito ahogadoantes del alma robada?

¿Cuánta serpienteCuánto ascoCuánta envidia nos queda a nosotrosantes de entregar la vida?

Reportaje: La conjura de los suecosReportaje llevado a cabo por “El señor que tiene la garganta hasta el principio del estómago” y publicado en el periódico gracias a su entrega por parte de una gallina mensajera:

Al final saltó a los periódicos. Un día u otro debía pasar. Nos creemos que no sirven, que solo responden ante poderes econó-micos e intereses particulares, sin importarles una mierda la ética, la honradez, y la moral

periodística. En nuestro país, si, pero en el resto, también.

Además, cualquier periódico quiere ser como un buen por-tero: tener todo cubierto. Claro que pasó mucho tiempo, muchí-

simo. Desde el año noventa y cin-co ha pasado ya mucho, pero lo importante es que haya salido por fin a la luz. Y la verdad es que el hombre que lo provocó todo tuvo mucho valor.

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Un valor que le provocó, por supuesto, la muerte. Este hom-bre es, como ya sabéis todos, Don Alfredo Muñoz Manrique.

Desde el año ochenta y uno estuvo al lado del presidente del gobierno y fue su sombra hasta que llegó a la presidencia en el año ochenta y dos. Era un doble espiritual del presidente García que conocía todos sus secre-tos. Don Alfredo nunca habría hablado. Jamás. Nunca habría contado nada sobre “la intriga de los rubios”, como se conoció la trama en la prensa.

Era un hombre de palabra, pero cuando el señor Zapatero, a través de uno de sus funciona-rios, de esos con cara gris, ma-nos grises, y nudo perfecto en los cordones, (doble lazo y equi-distancia entre ambos lados) eliminó la pensión vitalicia del señor Muñoz para evitar gas-tos “superfluos”, este tuvo que estallar. Sus corridas de toros y las botellas de Merlot estaban en peligro. El hombre tenía ya setenta y siete años y mantenía con celo sus discretos pero a la vez necesarios vicios.

Todo el mundo sabe que en los pasillos de los ministerios, en aquellos despachos de puertas de roble macizo, pasan cosas que solo conocen unos pocos. Los necesarios. Y a veces, in-cluso son demasiados. Y uno de esos pocos era el señor Muñoz Manrique. No fue él el encar-gado de negociar directamente con los suecos, claro que no.

El señor M. Manrique disponía de un equipo altamente cua-lificado preparado para llevar a cabo este tipo de relaciones clandestinas y de alto estado.

Pero él, por supuesto, supervi-saba todos los asuntos que se trataban en aquellas enormes salas con plantas enormes, cua-dros de paisajes y suelos ence-rados.

Cuando se enteró de lo que estaba pasando, mejor dicho, de lo que los suecos pretendían que pasara, se quedó impacta-do. No pensaba que España, fue-ra de nuestras fronteras se viera como un país de mierda al que se puede someter así porque si. Aunque fueran suecos, joder.

Lo primero que hizo, viendo el tamaño y la importancia de la operación, fue consultarlo con el mismísimo presidente García, para cubrirse las espaldas. Pero el señor Manrique no podía sos-pechar lo que le iba a decir el presidente. En su visita diaria para informarle de las noveda-des, se presentó en su puerta, se ajustó la corbata más de lo normal, se pasó la mano por el pelo intentando corregir algún pelo rebelde, llamó a la puerta y tras contestarle el presidente, la abrió con entusiasmo:

-Buenos días señor presidente.-Hola, Alfredo, pasa, pasa.

El presidente García la sonrió detrás de una mesa demasia-do grande, llena de teléfonos, folios y un cenicero metalizado y enorme. Ese día, el presidente tenía los pies encima de una si-lla, y garabateaba algo en una hoja. Cuando su empleado em-pezó a hablar, encapuchó el bo-lígrafo y le miró.

-Mire, venía a preguntarle una cuestión que tengo en la cabeza desde hace un tiempo. Hace un par de días, mis colaboradores

me comentaron una reunión que tuvieron con unos respon-sables del gobierno sueco…

-Ah, lo de los suecos…No se pre-ocupe por eso, Manrique. Ya está todo hecho. Era algo nece-sario para el país. -Pero…señor presidente...-Si, Manrique, es algo doloro-so aunque inevitable. Además, ¿Usted sabe el dinero que tienen los suecos?-No, no lo sé señor presidente. -Pero señor presidente, ¿Qué pensarán los ciudadanos? -No tienen que enterarse, eso es obvio. Imagínese el escánda-lo. Además, con el dinero de los suecos podremos hacer carrete-ras, hospitales…de todo. Y eso si que es útil para los ciudadanos, y no que pertenezcan a un país o a otro. Eso son tonterías. -Pero señor presidente, perdó-neme que discrepe, pero no me parece legítimo que disponga de la soberanía nacional como us-ted quiera. -Mire, le tengo mucha estima y sabe que es una persona de mi completa confianza, pero debe usted entender la situación. No-sotros, España, somos una mier-decita de país que se acaba el verano, y ale, el dinero a tomar por culo.Ante esta situación podemos hacer dos cosas. Podemos tirar de casta, de orgullo, ser naciona-listas, patriotas o lo que sea, y coger el poco dinero que tene-mos e intentar hacer cosas con él sin pedir dinero a nadie. La otra opción es dejar que nos ayuden. -Ya, señor presidente, pero es que esa ayuda supone que los suecos se queden en propiedad las Islas Baleares. Me parece un precio muy alto. -Bueno, según como se mire.

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Oficialmente, nadie sabe nada y esperemos que esto siga así para siempre. Los suecos nos dejan el dinero, nosotros lo utilizamos para revitalizar el país, y por cierto, para ganar las próximas elecciones, y se lo vamos pagan-do en cómodos plazos. Poco a poco.

-Ya, señor presidente, pero mientras que las Islas Baleares sean suyas, estén bajo su domi-nio, ellos ¡Pueden hacer en la práctica lo que les de la gana y nosotros no podremos hacer nada para evitarlo!-Aquí el se-ñor Manrique se sorprendió por haberle levantado la voz al presidente. Tras un momento, se sintió orgulloso de haberlo hecho.

-Mire Manrique, los suecos son gente correcta, formal, y no ha-rían nada que pudiera levantar sospechas.

Además, a ellos tampoco les interesa que esto se descubra. Internacionalmente tienen la imagen de ser gente tolerable y conciliadora, casi lo opuesto a la idea de colonialismo, que por un tiempo muy corto les dejaremos desarrollar en nuestro territo-rio.

-Ya, pero es que precisamente ese es el problema. Es nuestro territorio. No podemos negociar con él, señor presidente.

-Si, si podemos negociar con él. En el año ochenta y seis, y aunque usted, ¡ni siquiera usted señor Manrique!, fíjese, tenía ni tiene ni idea de lo que supone nuestra entrada en la Comunidad Europea. Ni idea. A partir de ese momento nuestra soberanía se ve completamen-

te supeditada a lo que decida Europa. Punto. Eso es así y nadie se ha tirado de los pelos, joder, y es algo obvio. Ahora que deci-dimos alquilar, porque es alqui-lar y nunca vender, una parte de nuestro país para generar riqueza, gente como usted, pre-parada, pragmática, se opone. ¡Imagínese si esto sale a la luz! Me mentan a los Reyes Católi-cos, a la unidad de España y me llaman comunista por lo menos.

Además, si no negociamos con lo que podemos negociar, nuestra economía estará en desventaja con otros países que definitiva-mente si que están dispuestos a negociar partes de sus territo-rios con países más ricos. Algu-nos incluso venden partes a per-petuidad. Para siempre. El sur de Madagascar, esa isla enorme que hay en el pacífico al lado de África, fue comprada por los chinos para plantar soja y arroz en sus campos. En Portugal los franceses han comprado unas provincias en el norte del país para desarrollar el vino de la re-gión y sacar beneficio. En el sur de Argentina los Estados Unidos han alquilado, porque ya sabe usted como son los argentinos, que se mosquean por nada, parte de la Pampa para hacer pruebas militares. Ya ve señor Manrique. Si no accedemos a al-quilarle las Islas Baleares a los suecos, otros países emergentes nos pasan por encima.

No me gusta la situación, pero es lo que hay, y yo, como presidente del gobierno, elegido por todos los españoles, debo hacer lo que considere mejor para el conjun-to de la nación, no para retóricas anticuadas sobre nacionalismos y demás estupideces. Estamos en a las puertas del siglo veinte,

los idealismos se han ido a la ba-sura, y ahora lo más parecido al idealismo es tener un coche en la puerta y una tele muy grande. Y para que la gente tenga estas cosas, debemos conseguir dine-ro. Es la única solución.-De acuerdo señor presidente. Pero usted no es libre de ha-cer lo que quiera, usted deberá responder de sus acciones para bien o para mal en un futuro. -No responderé ante nada por-que esto nunca saldrá pública-mente. Es un secreto de estado y ya sabe cómo se castigan este tipo de delitos. Nadie se atreve-rá a decir nada. -Señor presidente, usted debe estar tranquilo conmigo. Aun-que discrepe de sus decisiones, nunca sería capaz de traicionar-le a usted y a la patria. Jamás. -Lo se, lo se, señor Manrique. Usted es una persona de mi completa confianza. Por eso le otorgué la capacidad para tratar estos temas tan delicados. -Muy bien presidente. Ahora debo ausentarme y seguir con mi trabajo. Buenos días.-Muy buenos días, Alfredo.Los suecos, pese a la idea que te-nía el señor presidente de ellos, y que suponía que representaban a nivel global, no se portaron del todo bien. Dos meses después de la conversación entre el se-ñor Manrique y el presidente, se cerró el pacto y un destacamen-to de la Svenska diplomatiska se ubicó en un edificio enorme del centro de Palma de Mallorca, para ir manejando los asuntos que les competían. Era Julio, y como es normal en las islas Ba-leares, hacía calor, y la llegada de casi ochenta rubios, (la mayoría eran rubios y blanquísimos de piel, aunque había algún hijo de inmigrante que daba un poco de color al destacamento), pasó

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desapercibida para los de la zona, acostumbrados a la llega-da masiva de turistas en estas fechas. La toma efectiva, y por supuesto clandestina de poder tendría lugar, escalonadamente, en unos tres meses y hasta en-tonces deberían ir asumiendo poco a poco y sin levantar mu-cho polvo, las responsabilidades que los políticos y funcionarios de las islas les iban a otorgar.

Por cierto, a toda esta masa de gente que trabajaba para el gobierno balear, y que por supuesto, debían estar a partir de ahora bajo mando de los sue-cos, no se les informó de nada. Los suecos, para no levantar sospechas, y con un equipo de ochenta personas, pretendía controlar los principales des-pachos y otorgar los puestos de menos importancia a políticos de la zona.

Los suecos y sus familias empe-zaron a comprar masivamen-te casas y chalets en Menorca, Mallorca, Ibiza y en menor me-dida, Formentera. Los isleños estaban acostumbrados a aco-ger a turistas, pero no a que compraran casas tan masiva-mente como lo hacían ahora. Y por supuesto, el precio de la vi-vienda creció muchísimo hasta el punto de que los baleares de a pie que querían comprarse una casa debían hipotecarse hasta las cejas.

Hubo alguna protesta, pero pasó el tiempo, se dejaron de com-prar tantas casas, y el precio fue bajando poco a poco hasta lle-gar a precios normales. Pero la llegada masiva de responsables del Svenska diplomatiska, tam-bién hizo que llegaran jovenci-tos y jovencitas, hijos y nietos de

los funcionarios. Estos chavales y chavalas, acos-tumbrados a venir a España de vacaciones con sus amigos, des-variar durante un par de sema-nas y volverse a su país. Pero cuando se dieron cuenta que la fiesta y la juerga que había en las islas no podía durar para siempre, habían pasado ya unos cuantos meses. Y así, aquellos inocentes jovencitos que lle-garon, se convirtieron en poco tiempo en unos adictos al sol y a las drogas, provocando unos cuantos problemas a sus fami-lias y a la gente de la isla. Pero poco a poco, y a base de aban-dono parental o inclusión de los vástagos en puestos influyentes, estos rubios y rubias nórdicos fueron haciéndose hippies dro-gadictos por un lado, y si podían reconducirse a tiempo, en unos jóvenes y ambiciosos ejecutivos por otro.

Los años fueron pasando. El Partido Popular ganó las elec-ciones del noventa y seis y la economía, sorprendentemente, creció muchísimo. Se liberali-zaron empresas, se construyó masivamente y los fondos de cohesión europeos hicieron que pudiéramos creernos europeos por fin. Además, gracias a este dinero fresco, se pudieron re-comprar las Baleares.

Después de un par de años de colonialismo Express, no hubo apenas restos de aquel alquiler interestatal, salvo en la memo-ria de algunos funcionarios, po-cos, y algunos hippies que cuan-do los suecos se volvieron a las frías y verdes praderas suecas , ellos ya estaban demasiado lia-dos con el New age, las drogas y todo ese jaleo. En las entrañas del gobierno, el

señor Manrique, junto a muchos funcionarios fueron despedi-dos aunque a los más delicados, como el señor Manrique, se les otorgó una generosa paga vita-licia que no pretendía otra cosa que callarles la boca de por vida.

El señor Manrique, con su paga en el bolsillo y con una familia desconocida por descubrir des-pués de tanto tiempo trabajan-do en las altas esferas, se mudó a un pueblo pequeño de Galicia para vivir, tranquilamente, el resto de su vida. Allí pasó en la clandestinidad bastantes años, en una casa pequeña, cubierta de musgo y hecha con pizarra. Sus hijos fueron con ellos, pero al poco tiempo se casaron, hicie-ron sus familias, y se desperdi-garon por otras partes de Espa-ña.

La vida era feliz para el señor Manrique. Hicieron amigos, iban a cenar con ellos, conocían a Julia, la panadero y Felipe el del kiosko.

Pasaron allí el cambio de mi-lenio y el atentado de Atocha. Cuando llegó Zapatero al go-bierno, y pese a que ya era muy mayor para poder optar a un puesto en el gobierno, al señor Manrique le nació una renovada esperanza política.

Tan solo tendrían que pasar un par de meses hasta que una car-ta, entregada un día lluvioso de otoño, y que resaltaba violenta-mente contra la pizarra del sue-lo de su porche, iba a provocar el enfado visceral del ya anciano Adolfo Muñoz Manrique, cual persona importante, decían no conocerle.

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En ese momento, el señor Man-rique se cagó en la socialdemo-cracia, en todo el funcionariado que no sabe reconocer los méri-tos de alguien como él, y sobre todo en el tontolaba de la sonri-sita, el señor Zapatero.

A los pocos días y después de hablarlo con su mujer, decidió

llamar al periódico El Dato para contar todo lo que sabía, todo lo que había tenido que callar durante tantos años. La verdad es que fue la única salida que le quedó. Juró no decir nada, si, pero a él también le prometie-ron que iba a tener una pensión vitalicia, que ahora, por recortar gastos, le han quitado.

A la semana, el señor y la señora Manrique aparecieron muertos en su cama. A nadie le importó una mierda la vida de este señor (y mucho menos la de su seño-ra), que en la sombra, luchó por defender lo poco que quedaba de un país a la deriva.

X inmigrantes muertos

Hoy han encontrado a X inmigrantes muertos en las costas de Algeciras,X inmigrantes muertos que no tuvieron Blackberry ni flores,X inmigrantes muertos que no podrán vender Cds piratas,X inmigrantes muertos que no podrán servirteentregarte,darteregalarteni ser ya los puntos negros de la calleni tus esclavos.

X inmigrantes muertos que nunca tuvieron cara,X inmigrantes muertos que nunca compraron (ni robaron),X inmigrantes muertos que no podrán ser maniquíes del Zara,

Hoy han encontrado a X inmigrantes muertos en las costas de Algeciras,que son carne,como nosotros,que se comerán los gusanos.

La presencia de personas efervescentes altera el panorama político español un 15 de mayoAl borde del caminomás allá del cajón y los lunes crecensuaves sencillosel verde y los tornados.

Desde los callejones y la basura nacen, como Dioses de carne o verdadesbocas que gritan manos que aman.

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ECONOMÍANuevas oportunidades en tiempos de crisisA causa de la actual crisis y falta de trabajo, ha aumentado escandalosamente el número de delitos. Al menos, dicen, en la cárcel hay techo y comida.

El calor de los mercadosSuben un 3 % los pulgares.La ropa baja 15.Valor en caída libre. Los activos no suben tanto pero suben.

InesperadamenteDesajuste entre botón y ojal y la nieve sueca cae dos puntos.

La cremallera pierde activosgritadoscientas persianas se abren en Brasil y entra el sol en las oscuras cha-bolas de la camisa.

Las fusiones se acercan los especuladores especulan.

Desajuste entre botón y ojal y la nieve sueca cae dos puntos.La cremallera pierde activosgritadoscientas persianas se abren en Brasil y entra el sol en las oscuras cha-

bolas de la camisa.

Las fusiones se acercan los especuladores especulan. La saliva hace expansión de ca-pital, sus empleados con trajes y corbatas firman unos senos, se frotan contra el capital del cuello, estallan la curva caliente que surge, con potencia económica, desde el fondo de una empresa de jeans.

El ritmo es ágil:hay liquidez(torrentes rabiosos, llamas que engullen pelo, ojos)kilómetros de pieles.

Las manos se expanden y arden por su miedo a la estabilidadal estancamiento monetario.

Ya no hay gris y los economistas hiervenlos porcentajes chocan, los dedos se aprietan.

Resuenan ríos bajo las butacasy las cifras, llenas de metal y sangreresuenan por el suelo como llu-via de pequeños dioses:Materia primalíquidarecién importada.

LA MATA

Un parado echó a andarCon sus manos paradas, sus zapatos callados y limpios, ansiosos, ve la tarde pasar, el parado.

Sus ojos reposan, descansan, esperando,tan solo,

volver a trabajar. Pero el parado, un día, echa a andar. Recoge sus manos,las ganas de nadar, se lanza loco, decidido, contra el dinero y la cal.

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Parado que caminas, que tienes sangre y arrojo, no te dejes derrumbar,y sal, y grita.

Tú, parado, un día de arena en las pestañas, de hambreempezaste a caminar, a romper montañas, a coser heridas.

Ánimo, parado, tan solo quedan unos millones de parados más.

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Page 13: Zombie Journal

Los mandamases nos abren su corazoncito para que podamos salir por fin de la crisisHoy, ante el sobredimensionado flujo de capita-les monetarios que circulan por el orbe, y sien-do estos meros datos sin respaldo materia real (lector, no te aburras) y que es, en último término, la causa del mo-mento de ajuste que estamos padeciendo, el FMI junto a los diversos organismos mundiales y los máximos dirigentes de los países, (aguanta, ya falta poco) han propuesto en primer momento y más tarde han impuesto, que a partir de mañana día 2,hora 12 GMT, el dinero que conocíamos ya no tiene va-lor y el nuevo vehículo monetario, (casi, casi...)

el representante legítimo de nuestra riqueza, el símbolo de nuestro potencial en desarrollo, se-rán los sacapuntas. Los de metal tendrán preferencia. Los de plástico serán útiles pero menos, y cada uno equivaldrá a la mitad del valor que tiene uno de metal. Los rojos serán comodín. Fdo;

los gobernantes mundiales que rigen las econo-mías macroeconómicas y controlan sus fluctua-ciones.

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Page 14: Zombie Journal

Asombroso descubrimientoCientíficos checoslovacos acaban de descubrir que en la composición de los billetes de todos los países del mundo hay veneno. Y del fuerte, con mala leche.

Cada billete tiene un veneno,un puñal reluciente,el mordisco económicoperfecto.

Cada billete envenenado te obligaa matar a tus hermanos.

Debajo de los precioshay un temblorde bocas calladas,lanzas empuñadas.

El brillo mata,tortura luciérnagas esclavas.

Nosotros,con las bocas calladasy las lanzas lanzadas,esperamos,que la tinta sea llama,ardiendo en la nieve.

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Page 15: Zombie Journal

MI MADRID

Se descubre que en nuestra sangre no hay ni rastro de EuropaMadridGran Víatrozos de manos, de miradas,humo en los flequillosy un deseo de mar.

Nos dejamos caer en barraseternas y suciassalvadoras y humanas.

Nunca seremos suecos recién talados y rectos.

Nos gusta embadurnarnos los ojos, sentados en los sueloso en banquetas.Reímos a chorroscon labios rojos y brillantescon cualquiera que consiga mirarnos

y la noche,a Madrid,le debe la vida.

Desfile militar

¿Cuánto cuesta un avión militar?¿Cuánto cuesta una bala?¿Cuánto cuestan esas ganas de disparo?¿Cuánto esas ganas de sangre ajena?¿Cuánto cuesta un tanque?¿Cuánto cuesta un rey?

¿Para qué cuesta un avión militar?¿Para qué cuesta una bala?¿Para qué cuestan esas ganas de disparo?¿Para qué cuestan esas ganas de sangre ajena?¿Para qué cuesta un tanque?¿Para qué cuesta un rey?

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Rebelión en las callesPara esta tarde está convocada una manifesta-ción por el sindicato Niños en busca de sus padres por las calles aledañas a la Castellana. El lema es

Queremos que los padres jueguen con nosotros y que apaguen la tele de una vez.

El Ayuntamiento de un pueblo de la sierra de Madrid, Miraflores de la Sierra, ha denunciado a la Comunidad de Madrid por contaminación visualLejos, del rumor griscárcelde escaparates y sudores,la sierra saca rocarespiralimpia y durabajo nubes cómplices.Y ahí abajo, en la sombra,

Tranquilos y sonrientes, paseamos, y nos sentimos dichosos, cuando miramos, entre las cortinas, o el vapor de la lluvia, a la sierra que nos protege.

¿Para qué cuesta un avión mi-litar?¿Para qué cuesta una bala?¿Para qué cuestan esas ganas de disparo?¿Para qué cuestan esas ganas de sangre ajena?¿Para qué cuesta un tanque?¿Para qué cuesta un rey?

¿Por qué somos nosotros los que queremosavión militarbalaganas de disparosangre ajenatanquerey?

cayendo lento,reposamos entre ríosy tejas de barro. Nietos de cabrerosagricultores, obreros, aún tenemos las manos, rotas, y llenas de vida.

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A falta de buena educación, buenas son hoguerasLa luz de la luna se extiende sigilosa y huidiza por las pie-dras de la plaza, por las caras de la gente, por sus mejillas hundidas de gente hambrienta y las convierte, por un momen-to, en calaveras. La plaza está llena, rebosa pobreza y rabia. Son casi las once de la noche en la plaza del pueblo, bajo la enorme torre de la iglesia y su afilada sombra.

En el centro de la multitud un cuerpo está atado, inmóvil a un mástil. Es el cuerpo de Tomás, el profesor de la escuela. En pocos minutos su cuerpo ancho y lleno de vida no podrá distin-guirse del palo que lo sostiene. A las once se le va a prender fuego para demostrar a los pre-sentes cuál es la costumbre que se debe aplicar a los que quie-ren enseñar al resto.Se ensa-ñarían con él. El hereje moriría por fin.

Debajo de él, un espeso montí-culo de ramas y hierbajos secos lo sujeta y condena. La gen-te se impacienta. Siempre tan listo, tan orgulloso, tan altivo. Siempre lo sabía todo. Además, cuando volvía de la ciudad se convertía en alguien refinado y pedante que era insoportable. Menos mal que el señor Ferrán consiguió ejecutarlo. Todo el mundo le odiaba.

Atravesando la calle principal que lleva a la Plaza, se acerca el señor Ferrán, el banquero del pueblo, con la antorcha en la mano, poderosa. La luz del fuego rebota en el traje y des-lumbra a la gente. Deslumbra a los ancianos con caras rotas y

sucias, a jóvenes musculosos y sedientos, a las amas de casa aburridas.

Camina orgulloso, sabiendo que va a hacer algo justo, ne-cesario para el pueblo. “No se puede consentir que este here-je del capitalismo siga diciendo sandeces a nuestros futuros compradores”, dijo en el juicio.

Si, hubo juicio. En apenas vein-te minutos se consideró culpa-ble a Tomás por desobedecer reiteradamente las órdenes de la entidad económica del muni-cipio, y además, enseñó a leer a dos niños textos no imprescin-dibles que no eran etiquetas de productos. Se le acusó y conde-nó en un tiempo record.

El banquero llega al borde de la plaza, mira al maestro un mo-mento, ve su pobreza, su in-decencia, su incapacidad eco-nómica para adquirir bienes y, sin pensarlo, prende las ramas. Arriba, en el palo, Tomás ni se inmuta. El fuego crece, se multi-plica en cientos de caras calien-tes que lo miran impresionados por su fuerza, por su pureza. El culpable va a morir. Desde la muchedumbre alguien grita: ¡Enseña ahora, hijo de puta!, se escuchan algunas risas desden-tadas que se apagan con los pri-meros gritos de Tomás.

En una casa oscura, con las cor-tinas bajadas, una familia llora en una mesa pobre, de madera. En otros lugares niños y adul-tos se acuerdan un segundo de las letras, de cuando rozaban las aes y las bes con sus dedos índices mientras el señor To-

más les enseñaba el mecanismo suave de leer. Pero nadie hace nada.

Las llamas rozan al profesor que empieza a gritar. Los gritos chocan contra las paredes, con-tra las sucias orejas. En poco tiempo Tomás se convierte en un bloque negro, irreconocible. y la gente que lo rodea siente alivio, tranquilidad.

El mal está muerto, negro y seco por el fuego. Ahora son mejores. Ya no tendrán que temblar ante aquellos libros llenos de letras, llenos de ideas y de imágenes. Ya no temblarán cada vez que se abre un libro.

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Tragedia en la ciudad Se fue la luz. Toca volver a hablar.

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PUBLICIDAD

Centro comercialTenemos un aparato locomotorde estar por casa,un jabón con pelosy zapatos de aguapara noches de chapuzón.

También un cepillo de lana, y un jersey de maderaabrazadorcolor granate para gente grata.

Cuchillos sin mango, relojes sin hora, sombreros de acero y colesterol.

Hay libros líquidos, penachos de hojas, y una tinta, caprichosa, volátil, que siempre vuela entre tú y yo.

La superheroína discretaSuperputa es una mujer seria. Aprieta y estira su pelo hacia la espalda y pinta de nubarrón sus ojos de gata. Vive en un séptimo piso, pero eso no le impide hacer bien su trabajo.

Cada noche de luna triste, se en-funda su traje negro de subma-

rinista y se lanza entre los col-chones de su cama. Bucea bajo las ventanas, las iglesias y los colegios y vuelve a nacer donde un cuerpo se lo pide. Cómo una planta negra en los colchones de personas necesitadas. Pero ella siempre, y en esto es irreduc-tible, lleva su pelo hacia atrás

para que le estire los ojos y hace un poco más lluviosos sus ojos felinos. No quiere que nadie descubra su identidad secreta.

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La publicidad indigestaAquella mañana Mario se des-pertó un poco revuelto. Le dolía la tripa y tenía la sensación de que las sábanas lo agobiaban. Era jueves, su día preferido, y Mario aún no se había levanta-do de la cama. Su madre fue a buscarle.

Hijo, ¿estás bien? Tienes mala cara.

Mamá, me duele la tripa. Al niño no le dio tiempo a decir nada más. Una arcada cobarde le lle-gó sin avisar. La segunda hizo que el niño vomitara y dejara la cama llena de devuelto.Pero el vómito no era normal. Sobre el pijama del niño y la colcha de cochecitos se podían ver detergentes, ropa para jóve-nes, una videoconsola, mujeres semidesnudas, coches, joyas, y algún jugador de fútbol. Todo brillante y asqueroso.

El niño empezó a llorar. Su ma-dre, asustada por ver así a su hijo, le abrazó e intentó calmar-le con palabras suaves y acari-ciándole la cabeza.

Bueno hijo, no pasa nada, ahora te cambio, metemos las sábanas y las mantas a lavar y llamo al cole para decir que hoy no pue-des ir. Eso sí, hoy nada de tele-visión.

El niño se levantó de la cama con cuidado. Una vez de pie, su madre le quitó la parte de arriba del pijama por las mangas y se quedó de pie, con el pecho des-nudo mientras veía a su madre recogiendo el vómito.

Mamá, ¿y qué hago si no puedo

ver la tele?

Nada, tú no te preocupes que luego inventamos algo.

Diana metió el pijama, las sába-nas y la manta en la lavadora. Luego cogió a Mario y lo llevó a la bañera donde le limpió un pie de modelo que se le había quedado entre los dedos de la mano.

Ala hijo, mira que limpito estás. Ya no tienes publicidad por nin-gún lado. Mario sonrió. Diana le puso la ropa y fueron a desayu-nar. Un poco de zumo de naranja recién exprimido, unas tostadas con mermelada, y dos tazones de cola cao y galletas.

Una vez recogida la mesa, fue-ron al salón, se sentaron en el sofá y se quedaron miran-do la tele apagada. A Mario le dio una pequeña arcada, pero no pasó de ahí. Eran las ocho de la mañana y Diana tenía que ir en media hora al traba-jo. Pero hoy no iría al trabajo. Hoy no. Hoy tenía que quedar-se con su hijo. Diana miraba la televisión apagada mientras pensaba en algo. El reflejo de ella misma y su hijo en ese ambiente oscuro le dio un pequeño escalofrío, como si fueran algo irreal.

Venga Mario, que ya sé qué va-mos a hacer.

Ambos cruzaron el salón, el pasillo, y llegaron a la habita-ción de los trastos. Allí, en una estantería, estaba la caja de herramientas. Antes de salir, cogió una manta vieja. Diana

cargada con la manta y la caja de herramientas llegó al salón. Fue detrás de la televisión, la desen-chufó, se sentó enfrente y puso la manta en el suelo justo en-frente de la tele. Mario la mira-ba sorprendido a unos pasos de distancia. Diana le dijo a Mario que fuera detrás del sillón, que quizá fuera peligroso. El niño obedeció al momento.

La madre cogió la televisión, antigua y de plástico, y la tumbó encima de la manta vieja. Abrió la caja de herra-mientas y sacó un martillo.

Lo miró y lo agarró con más fuerza, y dio un golpe seco y fuerte en el centro de la pan-talla. Esta, en vez de saltar por los aires, se contrajo y emitió un ligero quejido. Luego Diana fue quitando todo el cristal hasta que pudo ver perfectamente el interior. Ahí, revueltos con ca-bles y lucecitas, pequeños seres se entrechocaban y gritaban fu-riosos. Había un conejito blanco que anunciaba un detergente, guerras, armas, niños llorando.

También había un futbolista o un modelo, que encogido en una esquina lloraba sin parar. Dos coches deportivos tenían las ruedas pinchadas y en uno em-pezaba a salir humo. Un rebaño de modelos rubias y morenas se tiraban de los pelos. Había dos, ya calvas, que se habían cortado las venas y se desangraban poco a poco. Varios hombres con ab-dominales de acero echaban pulsos y a uno le habían arran-cado el brazo.

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El resto de pequeñas personas que se podían ver ahí dentro gritaba y aplau-día todo ese espectáculo mientras be-bían y fumaban.

Diana, aún con el martillo en la mano, empezó a masacrar a aquella socie-dad macabra que existía dentro de su televisión. Con apenas unos cuantos golpes, todos aquellos seres murieron dejando una sensación de bienestar en Diana. Se dio la vuelta, y miró a su hijo. Estos ya no nos molestarán más, dijo. Le cogió de la mano y fueron a la habitación a leer un cuento toda la mañana.

Jóvenes a mitad de precioMe ofrezco: Jovencito tierno3000 madrugonesrecién licenciado.

Tengo la pielaún blanda en la espaldapara aguantarel palo y la crisis.

Necesito poco, me alimento del aireseco

que desprende el salario.

Que nadie se altereno tengo ni voz ni miraday soy licenciado en “Manos de costra”(cinco años hiriendo las manoslimandoel calor de las puntas)

Reclamo un trabajoconvertirme en arandelaen pequeño martillo que golpeey que no mire nunca

nuncahacia el futuroni el pasado.

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El café de los escritores está en una pequeña calle en el barrio más antiguo de la ciudad. Las casas vecinas sufren de proble-mas de piel, y sus fachadas se desconchan a jirones hasta el suelo. Todo está abandonado y maltratado. Pero no sucio. Solo gastado, usado, con vida.

En otra época este barrió debió de tener encanto. Estos portales y balcones ahora maltratados, debieron de esconder algo de luz. Pero ya no. Eso es evidente. Sin embargo, pese a que el en-torno es frío y yermo, una puerta aparece de las calles y comer-cios, y da paso al café de los escritores. En la ciudad ya casi nadie lo conoce, y para llegar a él hay que perderse al menos tres veces.

Se puede elegir, barra y conver-sación o bien, mesa y degusta-ción de los mejores papeles de la ciudad. Si se elige la primera opción, a este café suelen acu-dir los paladares más selectos y siempre dan consejos útiles

sobre como acariciar una tinta o como agitarla y sacarla de su letargo. Nunca escatiman en amabilidad y siempre te pasan una mano por el hombro como señal de camaradería.

La cafetería tiene humos y h u m o r e s d i v e r s o s . Y a estés en la barra, o sentado en una mesa, hay un revoloteo de pensamientos que no le dejan en paz a uno.

El dueño del café es un señor muy mayor llamado Miguel que inmediatamente te atiende y te ofrece algo para beber:

Té a la tinta roja.Café con tinta.Tinta con leche.

Bebidas con elevado porcenta-je de tinta (Estos solo los ofre-ce más tarde de las ocho de la noche. Tiene prohibido vender hasta entonces).

Si se ha elegido mesa y degusta-ción, en unos momentos llega el

joven camarero que se llama José y le ofrece el menú de comidas:Para empezar tenemos:m i croc u e n t o s M o n t e r r o -s i a n o s salteados con bre-ves Cortazarianos, o unos anti-poemas Nicanorparrianos, que dejan un gusto existencialista en el paladar.

También tenemos un Demián Hessiano muy crujiente y profundo a la salsa de psicolo-gía. Y por último les puedo ofre-cer nuestra especialidad de la casa. Se trata de un papel que al saborearlo, suena como cuando la tierra seca absorbe el agua. Una delicia. Es un Don Quijote reluciente y brillante. Estamos orgullosos de él. Es nuestro me-jor plato.

El postre, como no, solo es uno. Se trata de un libro en el que siempre quedan hojas en blanco para que el cliente pueda escribir lo que le de la real gana.

Café multisensorial. Te seducimos los cinco sentidos

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Page 23: Zombie Journal

CULTURAEn una mesilla de noche encontrada en Hamburgo se ha descubierto que Hitler inventó el mando a distanciaNo ganaron la guerra. No consiguieron la sangrerojade nuestros cuerpos frescos, pero la técnica, el rugir escondido,

entre bombas y enchufes, entre cilindros y cables, ha degollado miles de hombres, y mujeres, mientras veían la televisión.

Cortázar no acaba nuncaAyer por la tarde, en la que fuera la casa de Cortázar hasta su muerte en el año 1984, encontraron unos cronopios y unas famas escondidas detrás de la pared de la cocina. Decían que estaban espe-rando a que volviera Julio.

Humilde homenaje a Nicanor ParraApareció un Nicanor en la sopadel desarrollo, del paripé.

La mosca es emperadorde los chistes malosde las caricias sucias.

Nicanor que navega

en la Vega de Chile, empapado en oloresde zapallo, de porotos.

Salta entre las verjasNicanorasustando a las viejasmerendando a los niños locoscomo él.

Artefacto del señor Parra, realizado en el año 197223

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Encierro de 400 añosGran sorpresa en la galería Borghese de Roma. Unos operarios que tenían que restaurar la escultura del David de Bernini, han descubierto que la escultura era en realidad una capa de mármol que recu-bría el cuerpo de un atlético joven.

La Violeta de Violeta Violeta que se desangraVioletaque huele a flores que salen en los vasos, en la frente de los niños que sueñan con gallinas de oro.

A veces, la cordillera es esa sierra que corta las venaspero otras

peina la melena con sus picos blancos y la voz rota.

La cantante que sangraba telaresla pintora que paría cancionesla escultora, que cosía violetas.

Violeta excesiva, Violeta que no para, que se

rompeque nace de la caída, del llanto que se abreque rompe contra el sueloy que llena la guitarra de palo-mas heridasy gavilanes.

Violeta Parra en La Serena, Chile, en 2007.24

Page 25: Zombie Journal

GENTEÁngeles María nos presenta su preciosa mansiónVigésimo tercera página de la revista HOLA

Acompañados por el encanto de Ángeles María, llegamos hasta el salón donde nos enseña sus innumerables preciosidades. La mesa de caoba reluce en mitad de la estancia como una estrella en el océano. La lámpara france-sa de techo data del siglo XVII y cuenta con lujosos remaches de oro anudados a sus patas condi-mentadas con pulidos cristales de bohemia. La belleza exquisi-ta de esta lámpara da un aura real a la habitación.

Seguimos visitando la espléndi-da casa de nuestra anfitriona, y llegamos a la habitación prin-cipal que comparte con su marido, el famoso cantante de salsa Antonio Ramíres. Un es-

tampado fucsia de terciopelo engalana la puerta, que se abre haciendo un sonido de esme-ralda. Al entrar, podemos ver la cama de agua con una colcha de espumillón dorado comple-mentado con dos cojines persas que ha hecho ella misma con su aguja de plata e hilo rojo. Antes de llegar al baño donde se encuentra la sinuosa y des-lumbrante bañera azul cielo moteada de amarillo pimiento, la puerta de la entrada chirría y tanto Ángeles María, como yo misma, Puri Mercedes, nos es-condemos detrás de un sillón de orejas forrado que está al lado del dormitorio principal.

Ninguna de las dos nos espe-rábamos que viniera nadie, y el escondernos fue la solución más rápida que deslumbró nuestras mentes. Las dos co-

ordinadas como dos aves que vuelan haciendo una hermosa figura en el cielo.

El señor Antonio llegó del brazo de una jovencita del club don-de es propietario. La jovencita, aparentemente un poco marea-da, no paraba de rascarse la na-riz y gritar mientras su acompa-ñante la sujetaba como podía. “Verónica”, me dijo la señora que se llamaba. “Es una de sus preferidas, pero nunca pensé que sería capaz de traerla aquí, a nuestro hogar, a nuestro nido de amor”, y mientras me decía esto, su cabeza iba descendien-do y no pude ver cómo caía, des-de sus ojos condimentados en morado, una enorme gota que fue el inicio de un chaparrón de tristeza de esposa ultrajada.

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La caza mayor gana adeptos en España (sobre todo en espectadores de Telecinco)El cazador se esconde entre la espesa selva. Repta y se ensucia, pero no le importa. Hace ya más de media hora vio a su presa, a lo lejos, y esa visión le da fuerzas para llenarse de barro, para sopor-tar el sol, la sed y esos remordimientos odiosos que siempre aparecen.

El cazador conoce a su presa y sabe que se dirige con su pareja a una pequeña cala en la que nadie los molestará. Desde la distancia los observa. No tan cerca como para tenerlos a tiro. No. Aún no.

Es muy pronto todavía, pero la sangre ya golpea con fuerza en sus venas.

Va a ser difícil capturar a esta presa. Es un ejem-plar ya maduro, no viejo, sino maduro, casi en plenitud y no se dejará atrapar. Además, pue-de ser que haya más cazadores acechando. Eso nunca se sabe. Se va acercando lentamente, sin levantarse apenas del suelo, encogido por la pru-dencia y también por el miedo.

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La propietaria de Hola confiesa que solo va al baño a decorar el bidéVosotras que queréis ser princesas y leéis el Hola, ¡qué dura vida de verdad verdadera os espera!

Su excelencia quiere amigos reales para jugarEl príncipe llorasoloen su castillo.

El príncipe llora y piensa en putas y en puertos,en entradas calientes.

La puerta del castillo huele a cárcelhuele a sudor de armiño

semen corrompido.

Las lágrimas tienen audienciacon el príncipe y sus ojos secos.

El príncipe sueña con palacios irreales, llenos de sirvientas y vino, llenos de dolor y vida.

VegetacciónLa primera vez que vi tus ojos fue en aquel pro-grama dedicado]a los leopardos.

Te escondías como un recuerdo,entre pelícanos y tarzanes.

Me cazaste,y tu generosa humedad de iguana me dio tres besos.

Te acercaste y fuiste dócil,parque urbano con tus niños en bicicleta,el césped rojo,y tu lago de agua

aún tan caliente.

Yo te paseabate meaba en las esquinas alejadastocaba la tierray las escamas de tus peces.

Te acercaste tanto que ya no puedo dejarme cazarfumarme los cigarros en tu césped rojo,lamiendo y aspirando el humocomo si tuvierasaúnsavia en los árboles.

¡La acaba de ver! Pero aún no está a tiro. Pero queda poco. Un fallo a esta distancia haría perder la presa. El cazador hiede a sudor y tiene hambre. Esta es su oportunidad. Nunca se ha visto en una situación tan buena como esta.

Avanza un poco más sin quitar la vista de su pre-sa. Un crujido aparece a su lado izquierdo. Está cerca. Él mira hacia esa dirección, pero solo ve marrón y verde. Debe de ser otro cazador. Tiene que darse prisa si no quiere que le quiten la pie-za. En cuclillas esquiva los troncos y ramas caí-das, mientras avanza decidido. Ahora los ve a los dos. Macho y hembra. Él es más grande que ella. Ella es más valiosa, mucho más, pero su piel ya no es tan tersa y lustrosa como antes. Él es más joven y atlético. Tiene la piel más oscura y huele a frescura desde lejos.

El cazador saca el arma, lo mueve, lo ajusta has-ta que, entre sus manos, queda perfecta. Apunta, regula un poco más, así, eso es.

Ahora está perfecto. Y dispara varias veces. La hembra recibe uno de los disparos en pleno ros-tro pero no siente nada, y siguen ahí, en la playa, desnudos y felices. Dos días más tarde el país se despierta y ve la sangre de las víctimas en la por-tada de una revista:

“La reina Margarita fotografiada con un amante en las playas de Costa Rica”.La presa agoniza de dolor en su casa. El teléfono no deja de sonar. El cazador, tranquilo en el sofá de piel de su casa, observa orgulloso la pared donde cuelga la fotografía. El disparo que acabó con su presa.

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ESQUELAS YHOMENAJES

Uno más en la lista de esperaPor favor sea breve.Vale. La cara de mi madre, la primera luz, las manos de mi padre, cada rincón de mi casa, mis herma-nos, la bañera, las letras, aquella primera niña, las siguientes que nunca la alcanzaron. Las palabras, mis otros hermanos, la curiosa saliva del primer beso, lo oscuro del primer sexo. El amor y el dolor”. Muchas gracias.

El siguiente, dijo Dios.

Julián Bartolomé Lozano escapó de la muerteJulián el periodista, el vital e intenso escritor que nunca ha-bía dejado de contar la reali-dad, llegó a anciano sin dar-se cuenta. Por accidente. No pudo hacer nada por evitarlo.

Su vida desde dentro seguía siendo la misma que veinte o treinta años antes, pero cada vez que se miraba las manos o se miraba en un espejo, su presente le dolía un poco más.

Su vida la pasó entre imprentas y sucesos, siempre grapado a lo relevante del mundo. Siempre con la pluma y la tinta frescas para atrapar lo sucedido. Pero hace ya casi dos meses, Julián se enteró que se estaba muriendo. Desde hacía unos días le dolía intensamente la cabeza y junto a Teresa, su mujer, decidieron ir a la ciudad a ver al médico.

Cuando salieron de allí, la vida se había terminado para ambos.“Le quedan dos meses de vida”, les había dicho el doctor. Ju-lián y Teresa volvieron a casa a vivir lo que les quedaba.

A partir de aquella visita, ade-más del intenso dolor en la ca-beza, súbitos mareos atacaban al anciano dejándole inválido en la cama durante días enteros. Un día, Julián agarró la mano de su esposa y mirándola desde unos ojos hundidos ya en más hueso que carne, le dijo qué quería que hiciera con su cuer-po una vez que hubiera muerto.

Teresa bajó los ojos y asintió en silencio. Al día siguiente, la anciana registró cajones, arma-rios, baúles, carpetas, cajas de zapatos, reuniendo cientos de recortes de prensa, periódicos antiguos y desgastados, foto-grafías ennegrecidas y misterio-sas. Julián, postrado en la cama, observaba con una sonrisa en los labios a su mujer caminan-do y registrando de lado a lado.

Aquella mañana, Julián desper-tó muerto. Los sueños se lo ha-bían llevado durante la noche. Teresa llegó pronto a la habita-ción, llevando como siempre el desayuno a su marido, pero nada

más entrar, el aire ya no olía a Julián y supo en ese momen-to que ya nunca más lo haría.

Un profundo agujero se le abrió a Teresa en el pecho. Un agu-jero que lo quería succionar todo. Pero Teresa era fuerte y quería mucho a su marido.

Tras secarse algunas lágrimas, salió a la calle a buscar a las personas que Julián le había dicho y volvió en apenas mi-nutos. El pueblo era peque-ño. Siete ancianos, tres an-cianas y Teresa se reunieron en la habitación, mirando el cuerpo ya sin vida y sin Julián. Antes de llevarlo donde debían, Teresa tomó la bolsa donde es-taban aquellos trozos de perió-dicos viejos y salió con el cuerpo de Julián y el resto de amigos.“Quiero que me enterréis al lado del sendero Riofrío, junto a la alameda que se ve en lo alto.Revisa todas mis buenas noti-cias, las que publiqué en el He-raldo durante tantos años y que tengo guardadas aquí en la ha-bitación y mételas allí conmigo.

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Pon también la primera foto que tenemos juntos, esa que nos hizo aquel fotógrafo en la primavera del cincuenta y ocho. Pide a Roberto, Rebeca, Tomás y al resto que te ayuden”.

A pesar de tener más de sesen-ta años, Roberto y Tomás to-davía eran fuertes y en apenas una hora hicieron un agujero de más de un metro de pro-fundidad. Lentamente, como si tuvieran miedo de romperlo, tomaron el cuerpo de Julián y lo bajaron hasta el fondo, hasta

quedar tumbado sobre la tierra negra y húmeda.

Teresa abrió la bolsa y empezó a cubrir a su marido con buenas noticias. Pronto, la cara, los bra-zos, los pies, se ocultaron por pequeñas y grandes noticias del pasado. Al final, la foto de dos jóvenes también se terminó posando sobre el cuerpo del an-ciano. Teresa, en lo que duró su vida, no faltó nunca a su visita diaria a Julián. Los amigos, uno a uno fueron muriendo y llegó el día en que la ubicación de la

tumba se perdió para siempre.

Sin embargo, unas generacio-nes más tarde, un pequeño ár-bol empezó a penetrar la tierra hacia arriba, luchando por con-seguir luz. Poco a poco, un pe-queño tallo fue asomándose al mundo. Y así llegó el nacimien-to de su primera hoja:

“Científicos británicos demues-tran que el amor aumenta la calidad de en enfermos termi-nales. Autor Julián Bartolomé Lozano”.

La corta pero intensa vida de un cigarrilloAl principio, antes de ser selec-cionado, me pasé más de mil vi-das dentro de mi casa, apretado junto a mis hermanos. Lo malo es que con esa oscuridad nadie veía nada y nos creíamos todos iguales y nadie sabía muy bien quién era quién. Pasaba el tiem-po y nuestra vida la pasábamos charlando. Solo eso. Pero un día, se hizo la luz. Ante nosotros apareció ella, aquella enorme y superlabial boca que nos prometía una vida corta pero intensa. Ese día también fue triste porque sabíamos que algún día tendríamos que mo-rir. Consumirnos.Sabíamos que tras esa luz que nos iba a dar la vida, uno a uno iríamos yéndonos y perdería-mos la amistad que habíamos trabajado durante tanto tiem-po. En apenas un día se fueron casi todos, y cuando llegó la noche, tan solo quedábamos tres com-pañeros y yo. Yo no se que esta-ría pasando ahí fuera con esos labios sugerentes, esa saliva pe-gajosa que prometía aspirarme todo, pero intuía que mi salida del cartón era inminente. Esa noche, Irene, la propietaria

del paquete de tabaco donde está nuestro amigo, camina ha-cia la casa de su novio Tomás. Tan solo les separan 3 calles, pero para el camino, se va a fu-mar un cigarro. Abre el bolso, busca el paquete de tabaco, lo encuentra, abre la tapita rec-tangular y escoge uno. No es nuestro amigo. El cigarro elegi-do surca el aire y se posa suave-mente, como una caricia, en la boca de Irene, que tras buscar de nuevo, encuentra el meche-ro. Enciende el cigarro, lo llena de luz y fuego. Lo crea y lo mata.Sigue andando por la calle y ya está a punto de llegar a la cada de Tomás, cuando de repente, aparece un vagabundo que le pide un cigarro. Irene no puede decir que no fuma, porque lleva uno en la boca y se siente mal cuando piensa en mentirle, “po-bre hombre”. Al final saca otro cigarro rápidamente y se lo ofrece. No. Tampoco es nuestro amigo. Tras unos pocos pasos, la chica llega a la casa de su no-vio. Llama a la puerta, y este le abre con una sonrisa en la cara. “Cuanto has tardado”, dice él. “No he podido correr más, dice ella”.

Pasan al salón e Irene deja la chaqueta y el bolso en el sofá. “A ver qué te parece lo que he he-cho de cena”, “a ver, a ver”, dice ella. Mientras, en el paquete de tabaco, nuestro cigarro espera su turno y desea que la chica no lo haya olvidado. La pareja cena un poco de sushi y bebe una botella de vino blan-co. Con el tiempo los montadi-tos de arroz se van acabando y el nivel de la botella va bajando. Tomás, en un ataque de pasión y tras unas frases recurrentes, se levanta y, tras tambalearse un poco por el vino, coge a Ire-ne en brazos y la lleva trastabi-llándose hasta el dormitorio. Allí se desvisten y se besan, se acarician y se disfrutan. Cuan-do los gemidos acaban, Irene, desnuda, llega al salón y busca el bolso. Abre el paquete de ta-baco, agarra con sus dedos aún calientes de placer aquel último cigarro, y se lo pone en la boca.

Lo sujeta sensualmente con los labios ligeramente apretados, mientras vuelve a buscar el me-chero en el bolso. Lo enciende y vuelve a la cama. Para él fue una luz. Un resplandor mortal,

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ese calor, que le tocó sutilmente y le encendió. Su vida acababa de empezar. El cigarro fue pasando de boca en boca. Los dedos lo estruja-ban cada vez como en una cari-cia, como si aquel tubito fuera parte también del ser amado. Aspiraban cerrando un poco los

ojos, disfrutando, sintiendo las volutas de humo y ese aroma a tabaco. Esto era la vida. Por esto aque-llas manos en China rellenaron mi interior y me crearon. Todo fue para esto. Y merece la pena. Ya casi soy más huesos que car-ne, pero qué intensidad, qué

gusto, qué sensa…y justo ahí, en ese momento, antes del estre-mecimiento total, la chica tomó lo que quedaba de ese cuerpo ya casi todo naranja, y lo espachu-rró en el cenicero de la mesilla de la noche. “¿Cariño, tienes por ahí más tabaco?”

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Mi primo AlbertoMe dicen que estás muertoque ya no estásy se secan los caballos de mi sangre, de mi Chile.

Me dicen que ya no estásque te fuiste y que tu abrazo se fue contigoy tu mirada.

Yo que encontré el dorado en tu sangreel dorado en tu boca cuando me decíaen tus borracherasy en las mías.

Quería volvervolver y celebrar contigo lo que fuerapero ahora solo me queda esta muerte de plomoesta muerte tramposaesta muerte fría que intenta brindar conmigo, un vaso del que no quiero beber.

Yo que nunca hablo de la muertenunca porque no la conocíaporque era de otros, no sabía el dolor que eraque esy que ahora viene y te arrastra a ti que estabas lleno de semillasy yo me quedo con la hierba secacon esta rutina de ausenciaque no aguanto y que me sangra.

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DEPORTES CR7 sufre desamor futbolísticoCristiano Ronaldo, vestido con la camiseta del Real Madrid y penetrado de lado a lado por una barra de hierro, es el delantero centro de un futbolín cualquiera. Es delantero centro, sí, juega en el Real Madrid y marcará, seguro, muchos goles, pero Cristiano está triste. Solo lo animan tres borrachos del bar, y no hay ninguna fan que lo llame guapo.

Cambio de delantera centroMe dirijo a ustedes para comu-nicarles mi decisión: Después de haber trotado las bandas de mis brazos duran-te seis años, después de meter cientos de goles de noches rojas y puntapiés, tantos puntapiés que las lenguas quedaron rojas y torcidas, he tomado la deci-sión de traspasar a mi delantera centro titular.

Elena,mi delantera estrella, mi equilibrista de quince kilates que ya no brilla, oxidadas las

rodillas y los encuentros fortui-tos a media tarde y que ahora uyyyyyyyyyyyyyy, cuando antes hat-trick, fuera los disparos a bocajarro que antes siempre al centro de la cama. Y ahora, el vacío en el área pe-queña de mi habitación me ha llevado a sondear el supermer-cado de fichajes y conseguir, en un adelantamiento de carrito en el supermercado de verano, el contacto de María, una poten-te jugadora de 236 besos-goles por marcar y un regate en corto

que hace pestañear al defensor en lugar de meter la pierna (que se le ocurra meterle algo a cual-quier defensor a mi jugadora estrella, a mi crack en las tripas, a la recientemente bautizada como “disparo a la escuadra si me mira”). El contrato, que acaba de ser fir-mado a través de una noche vin-culante, durará lo que duren las naranjas fresca sobre el terreno de besos.

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Mi primer partido

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Era la primera vez y yo tan fresco, tan novato y con el nueve en la lengua, tan primera vez que yo no sabía dónde estaba la escuadra de su labiodónde el portero de sus dientes ni dóndeel gol furioso de su lengua.

Regateé por instinto subiendo por sus manosmanos frías de defensa que me miraba (tendrás que apuntar bien esa lengua que tienes. No soy una portera fácil).

Hubo mucho toque entre sus dedos y mi sudor, entre su torre y mis escaleras, hasta que el minuto 90 del partido el área llena de soldados, de Piqués, de patadas en la rodilla, pero me lancé al área como Falcao, como un rematador con casco, con la lengua y las velas hinchadas:

Caí al suelo, miré a la portería de su cara y no oí el pitido del árbitro, tampoco los gritos de mis amigos ni la grieta rompiendo de la infancia tan solocomo lluvia suave sobre el campo, el sonido de redesde su bocacuando mi balón rojoacarició su césped.

Page 32: Zombie Journal

GRACIAS Paula Cano, por revisar los textos y los espacios, por inspirarme y suspirarme. Y por todo lo demás. Elvira Amor Melones, artistaza que no veas que ha puesto color al periódico.A mi familia, por todo. A Alberto Oropesa Celedón, amigo que falleció en septiembre en Chile, en un accidente, y al que dedico este periódico.A mis amigos, por venir a los recitales y por reírse o llorar conmigo. A los veintitantos editores que me dijeron No, no porque..., tenemos mucho material, no, imposi-ble, y cosas parecidas. Sin ellos este periódico no existiría. Las quejas a ellos, por favor.

ACLARACIONESPortada, La foto pertenece a un periódico ruso que compré en Gran Vía Página 3, Foto del río Mapocho, en Santiago de Chile. Año 2008, cuando estuve estudiando allí. Página 4, Detalle de El perro en la arena, de Francisco de Goya, 1820.Página 10, Fotografía original de la playa de Elche, en una visita que hice a César y Cabesa. Página 13, Ilustración de Elvira Amor MelonesPágina 15, Fotografía de la Puerta del Sol de MadridPágina 16, Fotografía de las vistas de Miraflores de la SierraPágina 17, Fotografía de la iglesia de TorrelagunaPágina 18 y página 19, ilustraciones de Elvira Amor MelonesPágina 19, Obra de arte de Meret Oppenheimer, en el MoMa de Nueva YorkPágina 21, Obra de arte en las calles de Valparaíso, 2007 y el del careto y traje soy yoPágina 22, Ilustración de Elvira Amor MelonesPágina 23, Artefacto del señor Nicanor Parra, realizado en el año 1972Página 24, Retrato de Violeta Parra en La Serena, Chile, en 2007Página 29, Fotografía de mi amigo Alberto. Página 30, Fotografía de algunos de los “futbolinistas” del bar Herrero, en Miraflores de la SierraPágina 31, Ilustración de Elvira Amor Melones

El resto de fotografías han sido sacadas de internet con licencia libre (o eso creo y espero). En los bordes de las páginas de cultura he puesto a artistas que son referencia para mi:Nicanor Parra, John Steinbeck, Elvira Daudet, César Vallejo, Julio Cortázar, Federico García Lor-ca, Vicente Huidobro, Oliverio Girondo y el gran Jorrrrdi Hurtado, al que conocí hace unos meses.

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Si os ha gustado, por favor, pasádselo a algún conocido, a algún amigo. Si no os ha gustado, pasádselo a vuestros exnovios, a vuestros enemigos, pero que se mueva. Gracias por adelantado. El Zombie Journal se puede ver de manera gratuita por internete en mi blog Archipiélago Realidad (http://jorgegarciatorrego.blogspot.com) pero claro, si lo compráis, pues mucho mejor (para mi). Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Un abrazo y hasta pronto.