xxiii tiempo ordinario - b

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Mc 7, 31-37 31 Salió del territorio de Ti- ro, fue por Sidón y atravesó la Decápolis hacia el lago de Galilea. 32 Le llevaron un sordo tartamudo y le roga- ron que le impusiera sus manos. 33 Jesús lo llevó aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos, con su saliva le tocó la lengua, 34 alzó los ojos al cielo, sus- piró y le dijo: «¡Epheta!», que quiere decir «¡Ábrete!». 35 Inmediatamente se le abrieron los oídos y se le soltó la atadura de la len- gua, de modo que hablaba correctamente. 36 Les encar- gó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo ordenaba, más lo proclamaban. 37 Y en el colmo de la admiración decían: «Todo lo ha he- cho bien, hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar». Notas para situar el texto, el contexto y el pretexto Nos encontramos hoy ante un milagro en estado puro, hasta el punto que las circunstancias externas apenas son consideradas, siempre presentadas en función del hecho milagroso. En el inicio no se dice nada de quién acompa- ña a Jesús y si están presentes los discípulos. Sólo aparece mencionado Jesús en su continua marcha itinerante e incluso aquí sorprendentemente zigzagueante. Un par de cosas sobre la geografía y sobre las curaciones en tiempo de Jesús: * El recorrido geográfico que el evangelista describe (31) es bastante inverosímil (si tenéis ocasión de mirar un mapa de la Palestina de los tiempos de Jesús lo veréis). La razón, probablemente, no es que Marcos no conozca la geografía sino que, adrede y sin preocuparse por el orden, quiere subrayar que Jesús pisa territorio pagano, que se acerca a los paga- nos. * Lo que Jesús hace (33-34) con el hombre que era "sordo y apenas podía hablar" (32) se parece a lo que hacían los curande- ros de su tiempo. Pero Jesús se desmarca: no busca el espectáculo (33) y no dice palabras incomprensibles para dar un tono mágico -la palabra Effetá" (34) es bien comprensible para sus oyentes inmediatos y también para nosotros, pues Marcos nos la traduce-. Por otro lado, Jesús le da un significado que va más allá de lo que aparece; y pretende que la transformación que se produce en aquel hombre sea más profunda que la curación física. Es un episodio exclusivo de Marcos. Sucede en tierras de paganos: Tiro, Sidón, Decápolis. Hay un comportamiento extraño de Jesús: se retira buscando el contacto personal con el enfermo; rompe su costumbre de curar con la pa- labra, y emplea el contacto físico, la saliva y la oración. La oración se expresa así: mirando al cielo, suspiró. Y le dijo: “Effetá”, esto es, ábrete. Es sinónimo de “cúrate”, pues en la mentalidad de la época se creía que los órganos paralizados estaban cerrados. XXIII Tiempo Ordinario - B Salmo 145 ”Alaba, alma mía, al Señor” Marcos 7, 31-37 “Hace oír a los sordos y hablar a los mundo”

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Page 1: XXIII Tiempo Ordinario - B

Mc 7, 31-37 31 Salió del territorio de Ti-ro, fue por Sidón y atravesó la Decápolis hacia el lago de Galilea. 32 Le llevaron un sordo tartamudo y le roga-ron que le impusiera sus manos. 33 Jesús lo llevó aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos, con su saliva le tocó la lengua, 34 alzó los ojos al cielo, sus-piró y le dijo: «¡Epheta!», que quiere decir «¡Ábrete!». 35 Inmediatamente se le abrieron los oídos y se le soltó la atadura de la len-gua, de modo que hablaba correctamente. 36 Les encar-gó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo ordenaba, más lo proclamaban. 37 Y en el colmo de la admiración decían: «Todo lo ha he-cho bien, hasta a los sordos hace oír y a los mudos hablar».

Notas para situar el texto, el contexto y el pretexto

● Nos encontramos hoy ante un milagro en estado puro, hasta el punto que las circunstancias externas apenas son consideradas, siempre presentadas en función del hecho milagroso. En el inicio no se dice nada de quién acompa-ña a Jesús y si están presentes los discípulos. Sólo aparece mencionado Jesús en su continua marcha itinerante e incluso aquí sorprendentemente zigzagueante.

● Un par de cosas sobre la geografía y sobre las curaciones en tiempo de Jesús:

* El recorrido geográfico que el evangelista describe (31) es bastante inverosímil (si tenéis ocasión de mirar un mapa de la Palestina de los tiempos de Jesús lo veréis). La razón, probablemente, no es que Marcos no conozca la geografía sino que, adrede y sin preocuparse por el orden, quiere subrayar que Jesús pisa territorio pagano, que se acerca a los paga-nos.

* Lo que Jesús hace (33-34) con el hombre que era "sordo y apenas podía hablar" (32) se parece a lo que hacían los curande-ros de su tiempo. Pero Jesús se desmarca: no busca el espectáculo (33) y no dice palabras incomprensibles para dar un tono mágico -la palabra Effetá" (34) es bien comprensible para sus oyentes inmediatos y también para nosotros, pues Marcos nos la traduce-. Por otro lado, Jesús le da un significado que va más allá de lo que aparece; y pretende que la transformación que se produce en aquel hombre sea más profunda que la curación física.

● Es un episodio exclusivo de Marcos. Sucede en tierras de paganos: Tiro, Sidón, Decápolis. Hay un comportamiento extraño de Jesús: se retira buscando el contacto personal con el enfermo; rompe su costumbre de curar con la pa-labra, y emplea el contacto físico, la saliva y la oración. La oración se expresa así: mirando al cielo, suspiró. Y le dijo: “Effetá”, esto es, ábrete. Es sinónimo de “cúrate”, pues en la mentalidad de la época se creía que los órganos paralizados estaban cerrados.

XXIII Tiempo Ordinario - B

● Salmo 145 ● ”Alaba, alma mía, al Señor”

● Marcos 7, 31-37 ● “Hace oír a los sordos y hablar a los mundo”

Page 2: XXIII Tiempo Ordinario - B

Pistas para contemplar a Jesús y el Evangelio

* En contraste con la actitud cerrada de los

maestros de la ley (lo veíamos el domingo pasa-

do), Jesús "abre" (34) fronteras y se va a territo-

rio pagano (31).

* Jesús actúa con discreción (33), y pide que no

se lo interprete mal (36).

* Marcos, más que los demás evangelistas, sub-

raya que Jesús prohíbe revelar su identidad o

divulgar los hechos extraordinarios que realiza

(Mc 1,25.34.44; 3,12; 5,43; 7,24.36; 8,30;

9,930). Jesús actúa así para evitar que su me-

sianismo sea mal entendido: Él no es el Mesías

guerrero, triunfador y glorioso que muchos espe-

raban, sino el Mesías pobre y humilde que tiene

que pasar por el sufrimiento y la muerte antes

de resucitar (Mc 8,31; 9,31; 10,33-34).

* Y Marcos lo destaca tanto porque su comuni-

dad puede caer -o está cayendo- en la trampa

de pensar que Jesús, el Resucitado, resuelve

las cosas mágicamente y que los que creen en

Él ya lo tienen todo solucionado. De hecho, eso

ha pasado muchas veces en la historia de la

Iglesia; y siempre correremos ese riesgo si no

procuramos conocer-amar a Jesús cada vez

más, en su encarnación, en su camino entre los

pobres, en su muerte y en su resurrección-

glorificación. El mismo Jesús sufrió esa tenta-

ción (Mc 15,30.32). En definitiva, Marcos recuer-

da a su comunidad que hay que aceptar la cruz

(Mc 8,34), la lucha, la entrega por amor.

* El sordomudo (32) aparece como representante

de todas aquellas personas que han sido margi-

nadas por los maestros de la Ley por no ser ju-

díos (los llamados paganos): no se les permite

escuchar -"sordos" (37)- la Palabra liberadora y

no pueden expresar -"mudos" (37)- su fe, que

les es negada.

* Este hombre es presentado (32) a Jesús: los

que han conocido a Jesús no pueden dejar de

presentarlo a otras personas, para que reciban

su Evangelio y así lo conozcan y lo amen. Es lo

que hacen los que han sido testigos de este he-

cho (36). Es la característica del militante cris-

tiano.

* Jesús "toca" (33) la realidad para poder darle

respuesta. Y, tocándola, señala dónde están las

dificultades que Él viene a combatir. Su acción

de "tocar" se añade a la acción de orar -

"mirando al cielo" (34)-. Y actúa, al mismo tiem-

po, con la fuerza de su Palabra (34).

* En medio de los paganos, a los que Él mismo

se ha abierto, puede "abrir” oídos y bocas (34).

Libera a los que están atados. Y los pone en

disposición de escuchar la voz de Dios y de ser

evangelizadores (35).

* Aquí, a diferencia de lo que sucedía entre los

judíos (domingo pasado), Jesús es contemplado

como aquel que "todo lo ha hecho bien" (37);

sus palabras y sus obras son reconocidas como

liberadoras, tal como había profetizado Isaías:

Mirad a vuestro Dios que trae el desquite... Se

despegarán los ojos del ciego, los oídos del sor-

do se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la

lengua del mudo cantará (primera lectura de

hoy: Is 35,4-7a). Él es el auténtico liberador, el

que pone bendición donde había maldición y

libertad donde había esclavitud.

Page 3: XXIII Tiempo Ordinario - B

Ruego para pedir el don de comprender el

Evangelio y poder conocer y estimar a Jesu-cristo y, así, poder seguirlo mejor.

Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.

Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo.

La primera pregunta de estas reflexiones sema-nales siempre es sobre qué descubrimos de Jesucristo. Supongamos que vamos descu-briendo muchas cosas: ¿Reacciono como aquel hombre sordo y mudo y los que lo rodea-ban (36), que lo "proclamaban", hablaban de Jesús a todo el mundo?

Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evan-gelio ¿veo?

Entre las personas con las que me relaciono habitualmente u otras que he encontrado, ¿cuáles conozco que tengan ganas de escu-char (buenas noticias, palabras de esperan-za ... ), necesidad de abrirse ... ? ¿Y cuáles co-nozco que normalmente no son escuchadas y a las que se tiene que dar la palabra?

Llamadas que me hace -nos hace- el Padre

hoy a través de este Evangelio y compromiso.

Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...

¡Effetá: Abríos! Que los sordos dejen de hacerse los sordos,

que se limpien los oídos a fondo y salgan a las plazas y caminos,

que se atrevan a oír lo que tienen que oír: el grito y el llanto, la súplica y el silencio

de las personas que ya no aguantan.

Que los mudos tomen la palabra y hablen clara y libremente

en esta sociedad confusa y cerrada, que se quiten miedos y mordazas

y se atrevan a pronunciar las palabras que todos tienen derecho a oír:

las que nombran, se entienden y no engañan.

¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!

Sed, para los que no oyen, tímpanos que se conmuevan;

palabras vivas para los que no hablan; micrófonos y altavoces sin trabas ni filtros

para pronunciar la vida y susurrar la esperanza, en todos los que caminan y buscan.

¡Que los mudos hablen y los sordos oigan!

Que se rompan las barreras levantadas de la incomunicación entre personas,

familias, pueblos y culturas. Que todos tengamos voz cercana y clara

y seamos oyentes de la Palabra en las palabras. Que construyamos redes firmes para el diálogo y el encuentro

y el crecimiento en diversidad y tolerancia.

¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!

Que se nos destrabe la lengua y salga de la boca la Palabra inspirada. Que se nos abran los oídos para recibir,

la Palabra salvadora, ya pronunciada, en lo más hondo de nuestras entrañas. Que se haga el milagro en los sentidos

de nuestra condición humana para recobrar la dignidad y la esperanza.

Para el grito y la plegaria, para el canto y la alabanza, para la música y el silencio,

para el monólogo y le diálogo, para la brisa y el viento,

para escuchar y pronunciar tus Palabras aquí y ahora, en esta sociedad incomunicada, Tú que haces oír a sordos y hablar a mudos...

¡Danos oídos atentos y lenguas liberadas!

Florentino Ulibarri

Page 4: XXIII Tiempo Ordinario - B

VER:

L os sordomudos suelen ser personas que nacen con una sordera total. El hecho de no

poder percibir ningún tipo de estímulo auditivo hace que les resulte casi imposible desarrollar el habla. Por eso, una persona sordomuda no tiene por qué padecer ningún trastorno en el aparato fonador y, en el caso de que llegue a oír gracias a una operación o a algún medio electrónico, esa persona podría también aprender a hablar.

JUZGAR:

É sta es la situación que hemos contempla-do en el Evangelio de hoy: a Jesús le presenta-

ron un sordo que, además, apenas podía hablar. Y Jesús realiza un signo que, como siempre, va más allá de la mera curación física de este hombre, un signo que también es para nosotros.

Porque nosotros hemos escuchado muchas veces, y sabemos, que tenemos que dar testimonio de nuestra fe, con palabras y con obras; o bien al-guien nos ha cuestionado respecto a algún aspec-to de nuestra fe, de la Iglesia… pero nos hemos quedado “mudos”, sin saber qué decir, qué res-ponder.

Y, como en el caso de las personas sordomudas, ese no saber qué decir está provocado porque “estamos sordos”, porque no escuchamos debida-mente al Señor. Quizá sí que oímos, pero en reali-dad no escuchamos.

Unas veces, nuestra sordera se debe a que nadie nos ha enseñado cómo escuchar al Señor, cómo leer y meditar su Palabra. Pero otras veces, lo que ocurre es que “nos hacemos los sordos” conscien-temente: porque no dedicamos un tiempo de cali-dad a leer y meditar la Palabra de Dios, o no pres-tamos atención cuando se proclama en la Eucaris-tía, o no queremos participar en un Equipo de Vi-da para formarnos y conocer mejor la Palabra de Dios y aprender a aplicarla a nuestra vida, o ni siquiera preguntamos cuando no entendemos al-go.

Esa “sordera” es la que nos impide luego “hablar”, dar testimonio de nuestra fe. Pero, sea cual sea el motivo de nuestra “sordera”, como el sordomudo del Evangelio podemos empezar a “hablar” de Dios sin dificultad, si dejamos que el Señor actúe en nosotros, como hizo con el sordomudo.

Jesús lo apartó de la gente a un lado. Si quere-mos que el Señor cure nuestra sordera, necesita-mos “apartarnos de la gente”, buscar momentos y espacios para poder estar con el Señor para orar, para leer con tranquilidad su Palabra, para for-marnos. No vamos a escucharle si estamos rodea-dos de ruidos, tareas, actividades, el móvil, el or-denador, la televisión, música…

Después Jesús le tocó. Y a nosotros también “nos toca”: lo hace en la oración cuando, sin esperarlo, se remueve algo dentro de nosotros; o cuando

algún texto de su Palabra nos llama especialmen-te la atención; o cuando alguien nos invita a parti-cipar en algún Equipo o actividad de la parroquia.

Y por último, Jesús le dijo: Ábrete. Si hemos es-cuchado y nos hemos sentido “tocados”, tenemos que “abrirnos”, salir de nuestra cerrazón, de nuestra comodidad, de nuestro miedo… y respon-der a esa invitación para que también “se nos abran los oídos y hablemos sin dificultad”, y así dejar de estar “mudos” y podamos dar a otros un testimonio creíble de nuestra fe.

ACTUAR:

¿C onozco a alguna persona sordomuda? ¿Ha podido aprender a hablar? ¿Me atrevo a

“hablar” de Dios ante otros, o reconozco en mí al-guna “sordomudez” respecto a la fe? ¿A qué se de-be? ¿Sé escuchar a Dios o estoy rodeado de “ruidos”? ¿Busco el tiempo y espacio adecuado pa-ra orar, para meditar su Palabra, para mi forma-ción cristiana? ¿Participo en algún Equipo de Vida? ¿Alguna vez me he sentido “tocado” por el Señor? ¿Estoy dispuesto a “abrirme”, a salir de mi comodi-dad y de mis miedos, viviendo en santidad para poder ser testigo, discípulo y apóstol, como el Se-ñor nos pide?

Cuando empezamos a notar que físicamente nos vamos quedando sordos, acudimos al médico para empezar a ponerle remedio. Si descubrimos en nosotros algún grado de “sordera” respecto a Dios, acudamos también a nuestro “Médico”, Je-sús: apartémonos de los “ruidos cotidianos” para encontrarnos con Él, dejémonos “tocar” por Él a través de la oración, de su Palabra, de otras per-sonas, para dejar de estar “mudos”, y responda-mos abriéndonos sin miedo a la misión que el Se-ñor nos encomienda de ser testigos, de palabra y de obra, de su presencia entre nosotros.

Ver ● Juzgar ● Actuar

Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid

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