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1 A ABANDONO El "abandono" cristiano no tendría sentido sin la clave del amor y de la entrega a la perfección y a la salvación de las almas. Debe relacionarse, pues, con otras voces que dan todo el significado positivo: Confianza (esperanza), Corazón de Jesús, "fiat", humildad, obediencia, oblación, Providencia, voluntad de Dios.... Escribiendo al arzobispo de México, Mons. L. Martínez, M. Inés nos describe la actitud espiritual del "abandono" como descansando "en brazos de Dios": "Este abandono, por ser tan sencillo, y constituyendo, creo yo, como una unidad de sentimiento en todos los sucesos de la vida, abarca tal infinidad de detalles, de circunstancias, de aspectos, que se necesitaría escribir un libro para ponerlos todos de manifiesto; son caminitos, pequeñas veredas incontables que, saliendo de diferentes puntos, convergen todos a un centro: Dios" (Fundación, 28 noviembre 1943, I, p.75). Es "la gran ciencia del abandono en Dios. De ese abandono total y absoluto, de ilimitada confianza del alma que ha aprendido... en todo momento a besar su mano amorosa en la prueba y e la angustia, en la alegría y en las contradicciones" (Estudios, Sobre los santos Evangelios, p.200, fol.634). "¡Que delicioso es vivir siempre abandonado a tu amor, confiando en tu divina Providencia!" (ibídem, p.206, fol.640). Este abandono tiene la característica de "vivir la alegría de la vida consagrada" (Colectivas, agosto 1979, VI, p.4450) M. Inés dice en los momentos difíciles del inicio de la fundación: "Me abandono incondicionalmente a tu divino beneplácito" (Experiencias, Diario 1944, p.136, fol.572). "¡Fiat! No puede decir otra cosa mi corazón" (ibídem, p.144, fol.579). "Mi alma continúa con las mismas íntimas disposiciones de confianza y abandono total en Dios" (ibídem, p.145, fol.581). En las dificultades económicas del inicio de la fundación escribe: "Sigo abandonada en El... Dios sabrá lo que hace" (Fundación, 2 octubre, 1945, I, p.145). En algunas ocasiones, describe su actitud de abandono filial en las manos de Dios, con la comparación teresiana de la pelotita en manos de Jesús (Documentos de Fundación, pp.110 y 259-260).

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A

ABANDONO

El "abandono" cristiano no tendría sentido sin la clave del amor y de la entrega a la perfección y a la salvación de las almas. Debe relacionarse, pues, con otras voces que dan todo el significado positivo: Confianza (esperanza), Corazón de Jesús, "fiat", humildad, obediencia, oblación, Providencia, voluntad de Dios....

Escribiendo al arzobispo de México, Mons. L. Martínez, M. Inés nos describe la actitud espiritual del "abandono" como descansando "en brazos de Dios": "Este abandono, por ser tan sencillo, y constituyendo, creo yo, como una unidad de sentimiento en todos los sucesos de la vida, abarca tal infinidad de detalles, de circunstancias, de aspectos, que se necesitaría escribir un libro para ponerlos todos de manifiesto; son caminitos, pequeñas veredas incontables que, saliendo de diferentes puntos, convergen todos a un centro: Dios" (Fundación, 28 noviembre 1943, I, p.75).

Es "la gran ciencia del abandono en Dios. De ese abandono total y absoluto, de ilimitada confianza del alma que ha aprendido... en todo momento a besar su mano amorosa en la prueba y e la angustia, en la alegría y en las contradicciones" (Estudios, Sobre los santos Evangelios, p.200, fol.634). "¡Que delicioso es vivir siempre abandonado a tu amor, confiando en tu divina Providencia!" (ibídem, p.206, fol.640). Este abandono tiene la característica de "vivir la alegría de la vida consagrada" (Colectivas, agosto 1979, VI, p.4450)

M. Inés dice en los momentos difíciles del inicio de la fundación: "Me abandono incondicionalmente a tu divino beneplácito" (Experiencias, Diario 1944, p.136, fol.572). "¡Fiat! No puede decir otra cosa mi corazón" (ibídem, p.144, fol.579). "Mi alma continúa con las mismas íntimas disposiciones de confianza y abandono total en Dios" (ibídem, p.145, fol.581). En las dificultades económicas del inicio de la fundación escribe: "Sigo abandonada en El... Dios sabrá lo que hace" (Fundación, 2 octubre, 1945, I, p.145). En algunas ocasiones, describe su actitud de abandono filial en las manos de Dios, con la comparación teresiana de la pelotita en manos de Jesús (Documentos de Fundación, pp.110 y 259-260).

La oración "Padre, me pongo en tus manos" nos da todo el significado evangélico, a imitación de Jesús en la cruz (cfr. Lc 23,46). De esa oración habla M. Inés con frecuencia (cfr. Estudios, p.283, fol.713; Colectivas VI, p.4384). Es la entrega confiada, gozosa y generosa para la santificación y misión. Es la clave del amor: "Me pongo en tus manos; me entrego a tu amor, a tu bondad, a tu generosidad; haz de mí lo que tú quieras, pero dame almas, muchas almas, infinitas almas... ¡Haz de mi lo que quieras!, mas déjame vivir y morir en tu amante Corazón, para que ahí se caldee el mío y pueda a mi vez calentar las almas que se acerquen a mí" (Lira, 2ª parte, cap.VI).

El "abandono" es una palabra evangélica usada continuamente por los santos. En la perspectiva de la fe y de la confianza en el amor, M. Inés se sabe instrumento dócil, vivo y responsable: "Y para esto, no necesitas más que tomar instrumentos, que quieran dejarse hacer en tus manos; por mi, aquí me tienes; yo quiero dejarme manejar por ti.... Señor, mi fuerza, mi poder, mi confianza, mi fe ciega, está en mi miseria, puesta al servicio de tu misericordia. Con esto lo digo todo" (Experiencias, Viva Cristo Rey, p.80, fol.518). Refiriéndose a sus misioneras, pide por ellas al Señor: "Sírvete de nosotras como de un instrumento para tu gloria... y así nuestra miseria, puesta al servicio de tu misericordia, obrará maravillas" (ibídem, p.85, fol.523).

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Pero no se trata sólo de textos en los que usa la palabra "abandono", sino que es una actitud permanente de confianza, amor y entrega total. Es un proceso de fidelidad a la acción de Dios que purifica el corazón por medio de las dificultades. Así lo experimenta ella: "Mi alma continúa en su ambiente de abandono total en manos de Dios. Estoy segura que nuestro Señor seguirá soterrando el granito de trigo" (Dirección, 24 febrero 1950, p.211, fol.1129); "me he abandonado a él por entero, con todos mis anhelos, que son sólo de su gloria; y en sus brazos espero" (Dirección, 7 abril 1950, p.214, fol.1132). Califica su oración como de "llena de fe y esperanza, de abandono y conformidad con la adorable voluntad de Dios" (Dirección, 15 mayo, 1949, p.177. fol.1095).

La fecundidad apostólica depende de esta confianza y abandono en la Providencia divina: "Esos actos de abandono en su amor y en su Providencia, cuando todo parece perdido, le son en extremo agradables" (Estudios, Excelencia de la vida religiosa, p.186, fol.620). En una carta colectiva, escrita de viaje hacia el Japón (1953), escribe: "Nosotras procuremos vivir únicamente de amor, de esperanza, de confianza, de abandono total... El menor acto de abandono puede salvar más almas que muchos sufrimientos" (Colectivas, 22 abril 1953, I, p.36).

El libro de "La Lira" está impregnado de esta confianza total en el amor de Dios. Ya hemos citado "Padre, me pongo en tus manos" (cfr. Lira, 2ª parte, cap.VI). Precisamente el significado de la palabra "lira" aparece en esas notas "musicales": "La Lira de su corazón, al producir esos como gemidos que le arranca el dolor, envueltos en la confianza en Dios, en el abandono completo de su Divina Providencia, en una fe ciega en su misericordia, en un amor ardiente, con sus vibraciones (del sufrimiento aceptado y amado), hace gozar el Corazón de Dios" (Lira, 1ª parte, cap.I).

Los momentos de oración contemplativa son de abandono confiado y activo: "Se abandona en El por entero, nada teme, puesto que está en sus brazos y, aunque no sienta su presencia, está en paz" (Lira, 1ª parte, cap.XIII). La vida y la muerte de la misionera tiene el tono de estar "abandonada por entero en sus brazos paternales" (Lira, 2ª parte, cap.XII; cfr. Colectivas IV, p.4067)

A un seminarista, futuro misionero de Cristo, escribe en 1980: "Caminar en ese caminito de abandono te hará feliz toda tu vida, te asemejarás a Cristo" (Fundación, 7 julio 1980, I, p.352; cita Heb 10,5-7 y Lc 23,46).

Ver otros temas relacionados: Confianza (esperanza), Corazón de Jesús, "fiat", humildad, misericordia, obediencia, oblación, Providencia, voluntad de Dios....

Abnegación (v. CRUZ, PENITENCIA)

Acción, actividad (v. MISION, MISIONEROS, NAZARET)

Ad Gentes (v. MISION)

Adoración (v. EUCARISTIA, CONTEMPLACION, GLORIA DE DIOS, ORACION)

ADVIENTO

Preparar la venida del Señor

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M. Inés vivía el tiempo de Adviento como preparación a la Navidad. Sus pensamientos discurren en torno al misterio de la Encarnación del Verbo. Son precisamente los textos navideños que describen la venida de Jesús niño, los que incluyen el tema del Adviento, como tiempo preparatorio, tiempo de deseos y de esperanza. La fiesta de la Inmaculada y de la Virgen del Guadalupe (dentro del Adviento) ofrecen una oportunidad única para preparar la Navidad.

En una carta a un novicio (su sobrino Armando), da a entender que es tiempo de sacrificio y penitencia, indicando que ésta es la costumbre que se vive en las comunidades: "Y, aunque no he recibido contestación a la mía, ya de regreso a Roma, no me extraña, ya que estamos en Adviento, y sobre todo que, siendo novicio tú, es un sacrificio que, generalmente se ofrece a Dios en todos los institutos, por este santo tiempo de penitencia" (Familia, 16 diciembre 1970, p.1632).

En una carta navideña, escrita en Cuernavaca, describe la preparación que ella desea para todas las comunidades durante los días anteriores a la Navidad: "En adelante, hijas, en países de fieles como de infieles, será así. El día 24 tiene que ser retiro; para eso se debe organizar todo con anticipación, para que no haya carreras ni nada, que no sea el pensar en tan hermoso misterio, en tan dulce y celestial misterio como es el de la venida al mundo, del Hijo de Dios hecho carne. Esto prepara nuestra alma al fervor, al agradecimiento y al amor. Si ustedes no tuvieron así su Navidad este año, ya deben tenerla así, sin falta, y con el favor de Dios, el año entrante. No se les olvide" (Locales, Navidad, 1961, p.4912).

Vivir el Adviento y la Navidad con María

El tiempo de Adviento es eminentemente mariano. Es como si nos preparáramos a vivir el "fiat" de María, que compendia sus deseos, como respuesta a los deseos del Verbo Encarnado. A partir de la Encarnación del Verbo, la fe cristiana es sintonía con la interioridad de Jesús, uniéndose a sus deseos de morar entre nosotros: "Me imagino al Hijo de Dios ansioso por encerrarse en su seno virginal, y al divino Padre deteniéndolo, hasta no recabar de la llena de Gracia, su fíat. Y, ya cuando ella lo hubo dado, baja el Espíritu Santo a fecundarla con su sombra, y el Verbo de Dios desciende, uniéndose hipostáticamente a la naturaleza humana... pero necesitó primero el consentimiento de María" (Dirección, 20 febrero 1949, p.151).

Se vive el Adviento como cuando María vivía en la expectación o deseo de la venida de Jesús: "La Virgen inmaculada, que está en expectación pues la llegada de su divino Hijo ya se acerca, nos enseña a todas, comenzando por mí, a saber guardar los secretos de Dios, a vivir a solas con él aun cuando estemos rodeadas de gente, para escuchar, como les digo, su voz" (Colectivas VI, diciembre 1978, p.4418).

Los textos navideños que describen la interioridad de María, se refieren a sus deseos de que Jesús nazca en nosotros. Ella esperaba el nacimiento de Jesús con estos deseos de salvación universal.

Tiempo para entregarse a la santidad y a la misión

Vivir este misterio equivale a responder con generosidad al amor esponsal de Cristo, por una entrega incondicional y unión que quiere ser total: "El Espíritu Santo fecundó el seno virginal de María; y el Verbo se hizo carne. El mismo Santo Espíritu descendió a mi alma el día de mi bautismo y dejó en ella al Cristo perfecto; se realizó el matrimonio místico; Cristo se desposó con mi humanidad, y mi alma con su divinidad. Ya no éramos sino uno solo"

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(Dirección, 5 marzo 1949, p.155).

Hay que corresponder a los deseos de salvación de las almas, que inundaban el Corazón de Jesús. Porque su venida tenía este objetivo: "Sólo por las almas se hizo hombre" (Lira, 1ª parte, cap.II).

Todo tiempo litúrgico tiene el sentido de hacer presentes los misterios que celebramos. Aquellas gracias de entonces nos las da el Señor ahora cuando "recordamos" celebrando los misterios de Jesús. Lo que M.Inés dice de la Semana Santa se puede aplicar a cualquier tiempo litúrgico: "Vivamos conforme a esa realidad, transformándonos en un Cristo viviente, pisemos en las mismas pisadas, y no nos dejemos engañar por los espejismos" (COLECTIVAS I, 21, abril 1958, p.203, fol.3248)

El proyecto mesiánico de Dios, que se recuerda en el Adviento y se vive especialmente en la Navidad, consiste en hacernos semejantes a su Hijo: "Dios tres veces santo... proyecta descender a la tierra, abandonar su hermoso cielo en donde es tan feliz, y tomar entre nosotros, la forma de un hermosísimo Niño; y ahí entre las pajas del pesebre, reclinado apaciblemente, con unos pobres pañales que lo envuelven y tiritando de frío, clama muy alto: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Estudios, Aprended de mí..., p.174, fol.609).

El Señor viene a la medida de nuestros deseos. Todo el Antiguo Testamento se concentra en esta esperanza mesiánica, que ahora es para nosotros una realidad salvífica presente: "Viene el divino Niño... hace su entrada triunfal en el mundo el deseado de Israel, el Anunciado de los profetas" (Estudios, Lo que me dice el cuadro de la Anunciación. p.182, fol.616)

La preparación del Adviento y la celebración de la Navidad, son una llamada a vivir la donación con sencillez. La santidad, como entrega total, a la luz de Jesús Niño, no sólo es una urgencia, sino que es también posible para los que se hacen pequeños como él: "La epopeya más gloriosa que se ha llevado a cabo en la tierra, desde que el mundo existe ha sido ésta, y ninguna como ella, ha sido narrada con tanto lujo de sencillez. Es que en Dios todo es sencillo; por eso su amor a la sencillez, a los pequeños, a los débiles, a los impotentes, es muy grande" (Estudios, Sobre los santos Evangelios, p.211, fol.644)

Ver temas relacionados: Anunciación, Fiat, Navidad, Inmaculada, Guadalupe...

Agradecimiento (v. GRATITUD)

ALEGRIA, GOZO

La fuente de la alegría

La fidelidad a la voluntad de Dios y la actitud humilde de servicio y donación, son fuente de alegría: "Siempre pendiente de su amorosa voluntad, tranquila y alegre en los pesares.¡Qué paz!" (Estudios, Postula a me..., p.200, fol.634). "Servicio con alegría; ante un Dios eucarístico el temor no puede anidar en los corazones, sino una santa alegría" (Estudios, ibídem, p.189, fol.623). "Nunca perderíamos la alegría, si nos acostumbráramos a hacer siempre y en todo momento la adorable voluntad de nuestro Señor" (Locales, 20 julio 1953, I, pp.4584-4585). "De ahí su continua alegría, su dicha suprema: seguridad cierta de saberse amada y protegida" (Estudios, Sobre la Regla, p.267, fol.698). "Para eso no necesitamos más que cumplir con amor y alegría nuestros diarios deberes chicos o grandes" (Locales, 28 febrero

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1957, II, p.4779).

Los santos fueron alegres porque no se buscaban a sí mismos: "Espero que todas sean alegres, pero, como les digo a los principios de esta colectiva septiembre-octubre, que esa alegría no sea bullanguera, sino esa alegría que dimana del deber cumplido y del amor a Dios y a María, que sabe comunicar su alegría a los demás, al estilo de santa Teresita; a pesar de sus sufrimientos físicos y morales, ella se manifestaba en las recreaciones la más simpática y alegre de todas. ¿Saben por qué? Porque nunca se buscó a sí misma" (Colectivas, 4 octubre 1978, VI, p.4381).

Al poner en práctica el evangelio, brota la alegría de Jesús en el corazón: "Teresita es un compendio de todo el evangelio, vivido en su carne débil y flaca por la enfermedad, en la máxima abnegación, en la máxima entrega, en la máxima alegría... Quiso ser siempre la alegría de Jesús" (Locales, 1 diciembre 1970, IV, pp.5229-5230).

Es la alegría que proviene de la fe, de la intimidad con Jesús y de la toma de conciencia de ser hijos de Dios: "Alegría porque Cristo ha venido! Alegría porque somos hijas de Dios! Alegría que queremos compartir con quienes no conocen a Cristo y al Padre que lo envió! Alegría que debe brotar de una íntima unión e identificación con Cristo primer misionero, y que debe difundirse sobre todo en quienes nos rodean" (Circular n.16, período 1973ss, Doc.02712, p.5712). La verdadera devoción a María es fuente de gozo y paz: "Esta dulce presencia de mi Madre en mi corazón, me es tan sentida, como la del mismo Jesús... Y me sucede casi siempre que, al estar con ella, como suele experimentar mi alma tanta dulzura y paz, tanta dicha y contento, que todo esto se refleja en mi cara, sin que yo lo pueda evitar, como una irradiación del gozo celestial que llevo dentro de mí" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.24, fol.464).

Sembrar la paz y la alegría

La alegría verdadera es fuente de paz y serenidad para todos. "Procura no perder la paz de tu alma y trata de comunicar tu alegría a tus Hermanas para que, penetradas todas de esa paz interior, no se derrame su lengua en cosas ociosas o nocivas" (Lira, 1ª parte, cap.IX).

M. Inés era alegre y sembraba alegría, porque vivía su vocación como entrega total: "La alegría parecía salir por todos los poros de mi cuerpo, se difundía, según me han dicho, en torno mío, sin que yo lo notara. ¿No era eso un sacrificio que podía ofrecer a mi prometido?...y se lo entregaba con alegría. Desde que Jesús me eligió, desde que me enamoré de él, desde que él fue mi todo, mi alma se estableció en la paz, de la que jamás ha salido, ni aún en épocas de grandes luchas y tribulaciones" (Dirección, 18 abril 1948, p.113).

Cuando se vive en unión con Jesús, el corazón se pacifica y siembra la paz: "Y en el convento durante todo ese tiempo, ¡apenas si podía estar algún tiempo a solas con Jesús en la capilla! Mas, con serme esto penoso, nada podía enturbiar la apacible serenidad de mi alma. En ella todo era paz, alegría, que, según he sabido después, era difusiva y como que la injertaba en otras almas" (Experiencias, María ha escogido..., p.103, fol.540).

El gozo evangélico forma parte del carisma de la familia inesiana: "En nuestro instituto debe haber reciedumbre, espíritu viril, pero lleno de alegría en la paz de Dios, y en la tranquilidad de una buena conciencia" (Circular 4 junio 1965, p.5569). "Ante todo un maternal saludo y mis mejores deseos de que en cada una de ustedes aumente el amor a Dios y el anhelo de vivir con alegría, sencillez y amor su vida de consagradas... A la definición de «Espíritu» se le ha hecho una pequeña modificación para mayor claridad. Ha quedado redactada en la

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siguiente forma: «alegría y sencillez en la amorosa y total entrega de nuestro ser a Dios y a las almas»" (Circular 10 febrero 1972, p.5637).

Alegría: sufrir amando

Las dificultades y sufrimientos se transforman amando; entonces son fuente de paz y de fecundidad apostólica: "Luego la cruz, debe acompañarla en toda su vida; debe ser para la Clarisa Misionera Sacramenta-ria la compañera inseparable, la dulce compañera que, ¡oh paradoja! llenará de alegría, de dicha inexplicable los instantes todos de su existencia" (Estudios, La Santísima Trinidad misionera, p.162, fol.598).

Es la alegría misionera de San Pablo: "Todos, al igual que san Pablo, pueden decir con toda verdad: «Sobre abundo de gozo en medio de mis tribulaciones». Las tribulaciones sólo les son amargas a la parte inferior del alma, pues la parte superior se goza a sus expensas. Ahí, en las regiones superiores de su alma jamás hay cabida para la tristeza; es un gozo no interrumpido, que prorrumpe en aclamaciones de admiración, de inefable gratitud, por todas las obras maravillosas que su Dios ha obrado en su alma, sirviéndose de su inmensa miseria" (Estudios, Postula a me..., p.198, fol.632; cfr. la misma cita de S. Pablo, comentada en: Consejos, Doc.00490, p.1374).

Es la perfecta alegría de San Francisco: "Alegrémonos santamente en él, suframos con alegre paciencia, siguiendo las enseñanzas que el dulce Francisco tan bien se supo asimilar... la perfecta alegría! (Estudios, Sobre la Regla, p.240, fol.673). "Recorrer la senda austera del sacrificio, pero a semejanza de su seráfico padre, entonando alegres cantares a su Dios siendo juglares del divino Amor" (Experiencias, 2 septiembre 1949, p.149, fol.585).

La alegría de sufrir amando sólo se aprende en la intimidad con Cristo: "Nos escudamos en su sagrado corazón, ¿no es cierto que salimos transformadas, alegres, ligeras, aunque cargando con la misma cruz, pero ya suavizada por el contacto de su mano?" (Estudios, Sobre la Regla, p.248, fol.680).

El gozo del Espíritu Santo se concreta en donación y dominio de sí mismo: "Si no sabemos recibir con alegría, siquiera con paciencia lo que Dios más manda o permite, cada día, nunca viviremos en paz con nuestra conciencia, y dejaremos de darle esa Gloria... Venzámonos cada una y dominemos nuestro yo, nuestro amor propio, para sólo pensar en lo que le gusta a él. Entonces, que paz, que alegría, ¡cuántos méritos!" (Locales III, 6 diciembre 1962, p.5038). "Con la humildad vendrán todas las virtudes... y, como consecuencia natural de esto, una perenne alegría: el gozo en el Espíritu Santo" (Estudios, Sobre la Regla, p.259, fol.691).

El gozo de la misión y de la entrega

El gozo de la misión: "Y sabes por qué los Misioneros son tan alegres y viven tan felices en medio de los sufrimientos y amarguras que los rodean? Porque María Santísima, su dulce Madre del Cielo, los acompaña a todas partes" (Consejos, Doc.00479, p.1340). El gozo de la vida consagrada: "Siempre se ha comprobado que: religiosa feliz: religiosa sacrificada, abnegada, sincera y recta" (Consejos, Doc.00486, p.1359). "He aquí el secreto de la felicidad de las almas consagradas a Dios. Se enamoraron de él el día que escucharon su voz, y cuando sus divinos ojos fijaron en ella esa mirada de complacencia y sus labios pronunciaron un veni... Estas son las alegrías inacabables del alma generosa que ha sabido acallar su naturaleza y sus pasiones" (Consejos, Doc.00496, p.1386).

Todo es fuente de gozo cuando se vive con amor: "También es el espíritu de fe, el que

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nos hace contemplar en las alegrías de nuestra vida a ese Dios tan bueno, que digámoslo así, va buscando los medios y eslabonándolos, para darnos de cuando en cuando una de esas alegrías que endulzan nuestra existencia, y ayudan maravillosamente al alma espiritual a progresar en la virtud y amor de Dios" (Ejercicios 1936, p.353, fol.780). "Sabrás hacer consistir la dicha de tu vida en la adoración de la voluntad Santísima de Dios; todos los acontecimientos, por penosos que sean, no serán capaces de desconcertarte" (Lira, 1ª parte, cap.XIII). "¿Y no aceptaremos siempre, con alegría y besando la Divina mano, todos los sucesos diarios? Es eso una fuente de energía para nuestra vida espiritual; es además la fuente de nuestra alegría, de nuestra paz, de nuestra unión con Dios" (Circular, febrero 1957, p.5520).

Son los mismos contenidos que van saliendo continuamente en las cartas Colectivas y Locales, ofreciendo motivaciones, alentando a vivir con gozo el seguimiento de Cristo y la misión: Colectivas I, pp.19, 29, 34, 37, 84, 91, 105, 119s; II, pp.361, 367, 601; III, pp.3712, 3714, 3732, 3737, 3769, 3798, 3837; IV, pp.3882, 3967, 3973, 3983, 4000, 4009, 4059, 4076; V, pp.4222, 4227; VI, pp.4337, 4409. Locales I, pp.4584, 4612, 4614, 4617, 4678, 4686, 4690ss, 4718; II, pp.4755, 4764, 4772; III, pp.5038; IV, pp.5190, 5205, 5218; V, pp.5377s, 5419.

Ver temas relacionados: Confianza, cruz, humor, paz, sonrisa, voluntad de Dios.

ALMAS

La sed de almas

Casi todos los temas inesianos hacen referencia al celo misionero ("almas"). Si habla de la oración y del sacrificio, no deja de referirse a las almas como fecundidad apostólica derivada de la oración y el sacrificio. Y así en muchos de sus temas: Eucaristía, María, Iglesia, vida consagrada... Sus notas íntimas (experiencias, Ejercicios), su dirección espiritual, sus consejos y estudios, así como sus cartas, giran siempre en torno a salvar almas, "todas las almas". Casi en cada página de sus escritos aflora explícitamente el tema de las almas, ya desde su entrada en el convento (ver: Cinco cuadernillos, 1930ss; Diario 1932-1934).

Ella misma habla de "la sed de almas... desde el primer momento de mi conversión" (Experiencias,. María ha escogido..., p.103, fol.540). Se puede seguir paso a paso su biografía, modelada en la "sed de almas". Así se explica su lema paulino: "Urge que Cristo reine" (1Cor 15,25). Algunos escritos (como "Viva Cristo Rey", año 1943) están centrados en este tema; allí ya está la oración "Padre, me pongo en tus manos... dame almas, muchas almas, infinitas almas" (Experiencias, p.79, fol.518). "La sed ardiente que siento por la salvación de las almas" (Ejercicios 1936, p.348, fol.775). Ver también "Autobiografía" (1977, Doc. 101 del "Summarium"), pp.743, 750ss, 756ss.

Algunas de sus frases más expresivas podrían ser las siguientes: "Si no es para comprar almas para Dios, no vale la pena el vivir. La vida no merece el nombre de vida, si no se emplea toda ella en conquistar vasallos para el Rey inmortal de los siglos" (Lira, 2ª parte, cap.IV). "Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero" (Lira, 2ª parte, cap.VI; repetida en: Experiencias, Viva Cristo Rey, p.80, fol.518).

La expresión "monedas para comprar almas" es frecuentísima en los escritos. Hace referencia muchas veces al espíritu misionero de Santa Teresita: "Y es tan hermoso nuestro fin como misioneras clarisas: salvar almas para Dios; y salvarlas, ante todo, con mi oración y sacrificio, con mi inmolación diaria, de pequeños sacrificios, a ejemplo de santa Teresita y de

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innumerables buenas religiosas que viven así su vida consagrada" (Colectivas IV, noviembre 1970, p.3922).

Madre de las almas

M. Inés quiere ser "madre de las almas". Esto llega a ser una sana y santa "obsesión", que dio sentido a su vida y le ayudó a superar las grandes pruebas que el Señor le deparó. La vida que las misioneras reciben de Cristo es "la gran ciencia del amor, para que ellas, a su vez, puedan transmitirla a todas las almas confiadas a sus maternales cuidados" (Estudios, Adveniat Regnum tuum, p.294, fol.723). "Ah Jesús, siempre he sentido entrañas maternales... para salvarte muchas almas, ya que tienes la dignación de hacernos cooperadores tuyos en la grande obra de la Redención" (Ejercicios 1933, p.323, fol.751).

En La Lira, que era el libro básico de formación (como instrumento para entrar más a fondo en el evangelio), el tema del celo de las almas y de ser "madre de las almas", aparece en casi cada página: "Nunca olvida la Misionera Clarisa su título de MADRE DE LAS ALMAS. Y, si es madre, tiene necesariamente que pasar por los terribles martirios del corazón maternal; tiene que «darse», que «abnegarse», que «entregarse», pero con ese total y absoluto entregamiento con que se da la madre, sin medir la magnitud de su sacrificio, deseosa de procurar a su hijo todo lo que le sea más agradable, todo lo que pueda procurarle algún consuelo" (Lira, 1ª parte, cap.X). En La Lira, el tema del celo de almas queda ampliamente explicado, en vistas a la formación contemplativa y misionera desde el principio: 1ª parte, cap.II-III, V-XII, (X: sitio), XVI; 2ª parte, cap.I-IV, VII, XII.

La formación que las superioras deben dar a sus súbditas, se basa en esta realidad de formar "madres de almas": "Más que Superiora es Madre; Madre de las almas que la Divina Providencia ha puesto bajo su cuidado... Madre de esas almas generosas que, fieles al llamado de Jesucristo, han abandonado padre, madre, hermanos, heredades, para seguir a Jesús sólo, a Jesús Crucificado, para ser con El esposas de SANGRE" (Lira, 1ª parte, cap.XIX).

En esa maternidad o fecundidad apostólica, M. Inés ve la razón de ser de la vocación misionera, en relación con la extensión del Reino: "¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas con el sacrificio!" (Lira, 2ª parte, cap.IV). El aspecto maternal de la misión se concreta en la persona del misionero: "es como madre amorosa y solícita que vigila, cuida y ama en todo momento al hijito de su corazón" (Lira, 2ª parte, cap.IX). Sobre "Madre de las almas": Estudios, pp.272, 294; Lira: 1ªparte, cap.XIX; 2ª parte, cap.IX.

Salvar almas = evangelizar, ser apóstol

El lema paulino, "oportet illum regnare" (1Cor 15,25) es el lema de la familia inesiana. Es lo que M. Inés quiso vivir siempre: "Mi vocación fue ser misionera; y por eso me encerré en el claustro, sabía que la oración los sacrificios salvan más almas que todo lo que se puede perorar, todo lo que sea acción" (Autobiografía, 1977, Doc.101 del "Summarium", p.752).

Se trata de vivir de los grandes deseos de Jesús: "Cabe tu Corazón sagrado, como Juan en el día de la cena, nuestros corazones se inflamarán; al escuchar tus latidos de amor nuestras almas se abrasarán y sabrán trasmitir a otras almas los sentimientos que embargan tu Corazón; la sed de almas que lo devora y cómo, tú solo quieres que los corazones se inflamen en el fuego que has venido a traer a la tierra" (Experiencias, María ha escogido..., p.107, fol.543).

Así se quiere agradecer la fe, el perdón, la conversión, la vocación: "El alma contemplativa, más que ninguna otra, en esa oración recogida y silenciosa ha sabido

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encontrarse; y de hecho se ha encontrado con todas sus miserias... de ahí ese arrojarse en el corazón de Jesús para que sus llamas la purifiquen, ese reconocimiento inmenso al verse el objeto de las predilecciones de su Dios, y ese querer, con intensidad de deseo, ser el heraldo del gran Rey en los cuatro confines del mundo, para que todas las almas puedan gozar de la dicha de pertenecer a un Soberano magnánimo y tierno" (Fundación, Carta a Mons. L. Martínez, arzobispo de México, 28 noviembre 1943, p.77).

La verdadera sed de almas se aprende en la contemplación

Si se pasa de la contemplación a la misión, ésta ya no tiene fronteras, como no las tiene el amor aprendido en la relación con Jesús. "Recuerden siempre, hijas, que una misionera clarisa debe ser alma de mucha oración y contemplación, para que de la abundancia de su corazón pueda participar a las almas que se le acerquen" (Colectivas, 6 noviembre 1980, VI, p.4506). Del alma contemplativa llega a afirmar: "Su radio de acción se extiende sobre el mundo entero" (Colectivas 16 abril 1980, VI, p.4528).

Por la contemplación y misión, toda comunidad es como Betania para recibir y dar a Jesús: "Yo les pido ese regalo hijas, para que nuestro instituto sea una verdadera Betania para nuestro Señor y le salvemos muchas almas" (Locales, 20 noviembre 1959, II, p.4852). El amor apasionado por anunciar a Cristo, brota del encuentro con él: "No hay un alma que haya llegado a la unión con Dios, a la plenitud de la contemplación, que no sienta sus entrañas devoradas por el celo de la salvación de las almas" (Lira, cap.XVII; cita texto de Mons. L. Martínez, arzobispo de México).

Entonces se ve la relación entre oración, sacrificio y misión sin fronteras: "¡Ah! Las almas. Éstas han sido desde el principio de mi conversión el móvil más intenso que me llevaba no solamente a la oración, sino también a la mortificación en la medida que me era posible" (Autobiografía, 1977, p.136-137). "Las almas nos necesitan en todo el mundo. Y es un mandato divino: Id y evangelizad a todos los pueblos. Nosotras somos misioneras de acción, pero no olvidemos que esta acción debe arraigar en la oración, en la contemplación. De aquí la necesidad de ser silenciosas, para saber escuchar la voz de Dios que habla en la soledad del corazón" (Colectivas, septiembre 1978, V, p.4376).

Es vivir de los sentimientos y amores de Jesús, también y más en los momentos difíciles: "Que te salve muchas almas, aunque yo no lo sepa" (Ejercicios 1933, p.327, fol.754). "Olvidos, desdenes etc.etc., todo por amor a Dios y para salvarle almas" (Ejercicios 1933, p.333, fol.761). "Gimo de no ser santa, para poderle salvar muchas, todas las almas" (Ejercicios 1936, p.350, fol.777). "Lo que me mueve a amar a nuestro Señor, a procurar su gloria, a ser fiel hasta en las menores cositas, lo que me mueve son las almas, salvar almas para él, alcanzar la santificación de los sacerdotes"... (Ejercicios 1940, p.372, fol.799). "Estos vencimientos que servirán para mi perfeccionamiento, me servirán además para comprar almas para Jesús. No olvidaré nunca que este fue uno de los fines principales por el que vine a la religión" (Ejercicios 1941, p.380, fol.807).

Las almas se salvan amando como Jesús: "En el regazo de Jesús Eucaristía, que es para mí el Jesús dulcísimo del Evangelio, negocio por las almas, por las almas sacerdotales, infantiles y pecadoras" (Ejercicios 1941, p.393, fol.820). "Haré de mi vida, con la ayuda de la gracia, una mina, de la que saque piedras preciosas para negociar con mi Madre celestial, la salvación de todas las almas, porque no quiero contentarme sino con todas" (Ejercicios 1941, p.404, fol.831). "Las almas se compran con sacrificios... si solo quiere recrearse con mis ardientes deseos de salvarle almas, y prefiere dármelas por los medios ocultos de la Comunión de los Santos, yo también lo quiero... las almas son el móvil de mi vida, y este anhelo lo llevo

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muy clavado en el alma... Todo por las almas" (Ejercicios 1944, p.447, fol.873-874).

Es el ansia de hacer conocer y amar a Jesús, al estilo de San Francisco de Asís ("el Amor no es amado"): "Acuérdate Jesús mío, que todas las almas están vinculadas a la mía propia por el deseo de tu gloria, por mis ansias de salvarlas, por mi anhelo de que se enamoren de ti. Dámelas por herencia. Sí Jesús, dame almas y quítame todo lo que quieras" (Ejercicios 1950, p.471, fol.897). "Cómo es posible que haya almas que no te aman?" (Ejercicios 1950, p.476, fol.902). "Enamórame hasta la locura de las almas... para ellas son mis anhelos todos, mis ansias, mis martirios interiores... Da a este Instituto como herencia el anhelo insaciable de la salvación de las almas. Pero que este anhelo se base ante todo en la unión contigo" (Ejercicios 1951, p.485, sin fol.). "Quiero almas, todas las almas... Ve Jesús que es el fin de mi vocación, que lo ha sido desde que me transformaste en ti, y me desbarato toda de ver tan poco fruto" (Ejercicios 1962, p.488, fol.909). "Los intereses de Jesús, las almas, dan gran energía a mi alma" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.16, fol.456). "Dame Señor almas, muchas almas, todas las almas del universo para que te amen perpetuamente!!!" (ibídem, p.22, fol.463). "Esta sed ardiente de almas la considero como una muy grande gracia de su bondad; esta sed viene a serme un martirio, pero un martirio delicioso" (ibídem, p.29, fol.470).

Nos recuerda el ideal de San Francisco de Sales y San Juan Bosco ("dame almas y quítame todo lo demás"): "Quiero Dios mío, por tu amor, por tu consuelo, y por la salvación de las almas, vivir una vida toda de inmolación y sacrificio" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.50, fol.490). "Para mí no había dicha mayor que la de poder sufrir y amar por las almas" (Experiencias, María ha escogido..., p.102, fol.538).

El deseo de salvar almas sostiene la perseverancia generosa en el camino vocacional: "Si mi vocación ha sido siempre trabajar por las almas; en cambio a ellas debo el haberme sostenido en mi vocación" (Experiencias, Maria ha escogido..., p.104, fol.541). "Quisiera manifestar a mi Dios mi sed de almas en un continuo abnegarme, en un continuo darme por amor" (Experiencias, Diario 1944. p.127, fol.563).

Algunos "Estudios" están centrados en el tema de las almas: "La Santísima Trinidad misionera" (pp.155-168); "Hija ¿me amas? Apacienta mis corderos" (pp.176-179); "Postula a me" (pp.188-201); "Adveniat Regnum tuum" (pp.294-298). Ver también: Consejos, pp.1254, 1315, 1343, 1356, 1364, 1385, 1399.

En su dirección espiritual manifiesta continuamente su celo de almas. En carta del 5 abril 1949, deja constancia de su cuarto voto de "trabajar hasta dar mi vida, si fuese necesario, por la salvación de las almas" (Dirección, p.167). Ver también: pp.63, 97, 114, 123, 146, 153, 160s, 168, 196, 200, 158, 300, 308. También en la Correspondencia Familiar: I, pp.1408, 1451, 1469, 1471; II, pp.1719, 1742. En los Documentos de Fundación: I, pp.65s, 70, 74, 102, 127; II, p.227. En las Circulares invita a santificarse para salvar almas, imitando a Santa Teresa de Lisieux: I, pp.5520, 5526; II, p.5673. En la carta circular del 14 abril 1974, ofrece un amplio examen de conciencia sobre el espíritu misionero: II, p.5674ss. En las cartas Colectivas y Locales va indicando el espíritu y los medios concretos. Colectivas: I, pp.8, 16, 22, 35, 47, 138, 179, 207, 211, 241, 270; II, pp.373, 584, 601; III. pp.2683, 3772, 3817, 3841; IV, pp.3942, 4030, 4070; V, pp.4100, 4263; VI, pp.4315, 4317, 4319, 4337, 4375, 4421, 4464, 4490, 4511, 4529. Locales: IV, p.5148; V, pp.5399, 5411.

Temas relacionados: Contemplación, gloria de Dios, gracia, instrumento, misión, Reino, Teresa de Lisieux, vocación...

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AMOR

El primer amor

M. Inés habla del amor a Jesús con un "amor apasionado": "Tú has sido el amor de mis amores desde que te supe amar: y antes no supe amar a nadie porque tú preservaste mi corazón solamente para ti" (Ejercicios 1950, p.454, fol.880). "En tu infinita bondad, desde que me atrajiste a ti, me has dado tu amor por herencia... lo he sentido desde tu llamamiento, desde que mi oído escuchó el «Audi filia», cuando tu amor me guió por los duros caminos de las pruebas a que me sujetaste" (Ibídem, p.459, fol.886). "Cuando tu misericordia penetró en mi alma, cuando por vez primera me sentí enamorada de ti, con ese amor que no encuentra barreras, con ese amor apasionado que solo piensa en el Amado, en agradarlo, en comprarle almas; la fuerza del amor, por ser tan intensa, constituía para mi un gran martirio, un muy dulce martirio" (Ejercicios 1941, p.385, fol.813).

Cuando se ama a Dios de verdad, este amor repercute en el amor a todos los hermanos: "Entrega sencilla y sincera al amor, para que, amando a Dios, amemos a los demás, y por ellos sepamos sacrificarnos, entregarnos en la oración y el sacrificio. ¡Es tan delicioso experimentar, comprobar, cómo el Esposo divino sabe recompensar hasta el menor sacrificio que se hace por su amor!" (Colectivas, diciembre 1975, V, p.4178).

El amor no admite rebajas. Da la sensación de ser "negación", pero es la mejor realización de sí mismo, superando toda clase de egoísmo: "Amarle exclusivamente en la negación de mí misma, en una entrega total de todo mi ser a él, mi único Dueño, vivir una vida más mortificada observando mis votos de obediencia, pobreza y castidad, elevándome... de la ascética a la mística de una unión muy íntima con él, cumpliendo amorosamente todas sus divinas voluntades" (Colectivas, diciembre 1969, III, p.3870). "Sí, hijas, a todas se los digo; la vida espiritual y de santidad es de negación, de donación total, de amor. No de querer hacer aquello que más satisfaga mis gustos personales... ¡Qué pronto seríamos santas!" (Colectivas, agosto 1968, III, p.3760; cfr. Locales, 11 septiembre 1960, II, p.4874).

Este amor se aprende y se expresa en la vida ordinaria: "Dice Sta. Teresita que, un solo acto de puro amor, vale más a sus divinos ojos que las obras más ostentosas. Y, puede haber acto de más puro amor, que aquel deseo ardiente que se sacrifica, en el incensario de oro de su adorabilísima voluntad?" (Experiencias, Diario enero-mayo, 1944, p.127, fol.562). "Se vive tan dulcemente cuando se hace todo por amor, y es tan meritorio" (Familia, 6 enero 1930, p.1408). "Que seamos todas así, como ella (Santa Teresita), pequeñitas, pero gigantes en el amor, sin descorazonarnos por nuestras caídas, sin desanimarnos por los acontecimientos" (Locales, 1º diciembre 1970, IV, pp.5229-5230).

La mejor función que puede ejercerse en el Cuerpo Místico (la Iglesia), es la de amar sin esperar compensaciones: "Quiero hacer mías las palabras de tu virgen santa Teresita: En el corazón de mi Madre la Iglesia, yo será el amor" (Ejercicios 1950: p.459, fol.886; cfr. (Dirección, enero 1949, p.138, fol.1058).

Entrega total al Amor Misericordioso de Dios

En todos los escritos de M. Inés sobresale el amor de Dios hacia nosotros (su misericordia) y nuestro amor para con Dios. Los temas de la misericordia, del Corazón de Jesús y de la caridad, son prueba de ello. No olvida el santo temor de Dios. Ella se mueve en la línea del amor a Dios misericordioso como fundamento de una entrega de totalidad: "Sí, Jesús mío: estoy segura de ti, de tu fidelidad de tu amor, de tu misericordia" (Estudios, Postula a me,

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p.192, fol.622). No se trata tanto de "sentir" el amor, cuanto de amar de verdad, para "vivir de fe, por el amor, para el amo" (Colectivas, noviembre 1969, III, p.3845; cfr. Colectivas, diciembre 1975, V, p.4181). "Caminar en el amor", significa también amar "en la obscuridad, el silencio y la prueba" (Colectivas, 16 abril 1980, VI, p.4517).

Una nota característica de M. Inés consiste en su ofrecimiento como víctima al Amor Misericordioso (a imitación de Santa Teresita). Ella hace referencia este ofrecimiento recordando el año 1926: "En la fiesta de Cristo Rey, de ese mismo año, de 1926, me consagré por primera vez al Amor Misericordioso, como víctima de holocausto" (Experiencias, Cuenta de conciencia, p.9, fol.451). Pero su ofrecimiento más formal fue con ocasión de preparar su profesión perpetua: "Me he ofrecido víctima a tu amor. Que sea una verdadera víctima, dulce y afable, que te encante y te deleite. Que ya para mi próxima profesión Perpetua, quiero ser una verdadera esposa fiel, viviendo vida oculta en mi corazón Contigo y en la cruz; bien se Dios mío, que no bastan mis propósitos por sinceros y fuertes que sean, si tu gracia no los fecundiza y para que ésta no me falte, que mi oración sea sin interrupción" (Ejercicios 1933, p.330, fol.758).

Ella renovaba su entrega total al amor, en la fiesta de la Santísima Trinidad (sin precisar el año): "En este día solemne, en que siento mi alma inundada de gozo, renuevo también en manos de mi Madre celestial, mi ofrenda, como víctima de holocausto al amor misericordioso de Dios, suplicando humildemente a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo que, por el infinito amor que tienen a la Reina del Cielo, me reciba en sus manos purísimas; en ellas me transforme, conmovido por mi inmensa miseria, y en su corazón maternal me consuma, para que, no viviendo ya más que de amor, de cruz y de abnegación en ella y con ella, las dos, a ti, únicamente amemos, Señor" (Estudios, p.290, fol.719). "Señor, enséñame a amarte, a amarte con pasión, con todas las veras de mi alma, y entonces no habrá más ofensas. Mi alma será el templo viviente de esa Augusta Trinidad adorada" (Estudios, Meditaciones, p.273, fol.704).

La ofrenda hecha por el bautismo y por la vida consagrada, debe mantenerse continuamente: "Procuremos hijas no retirar del altar la ofrenda... el amor a Dios fue el que nos impulsó a entregarnos... vinimos a la vida religiosa a santificarnos, a amar con todo nuestro ser a Dios, a amar y no a ser amadas, a servir y no a ser servidas" (Circular n.12, II, pp.5691-5692). "Venimos a la vida religiosa a amar incesantemente a Jesús, y a Jesús crucificado" (Colectivas, junio 1977, V, p.4251).

Amar y hacer amar al Amor

El amor apasionado por Cristo lleva a un anuncio apasionado de Cristo, gastando la vida por amarle y hacerle amar: "Quiero sufrir con corazón fuerte, con ánimo sereno... Quiero, Dios mío, por tu amor, por tu consuelo, y por la salvación de las almas, vivir una vida toda de inmolación y sacrificio" (Experiencias, Diario, p.41, fol.481).

La sed de almas se aprende en sintonía con el amor de Cristo, auscultando los latidos de su Corazón: "Cabe tu Corazón sagrado, como Juan en el día de la cena, nuestros corazones se inflamarán; al escuchar tus latidos de amor nuestras almas se abrasarán y sabrán trasmitir a otras almas los sentimientos que embargan tu Corazón; la sed de almas que lo devora y cómo, tú solo quieres que los corazones se inflamen en el fuego que has venido a traer a la tierra" (Experiencias, María ha escogido..., p.107, fol.543).

La vida se gasta como "lamparitas que ardan y se consuman en aras del amor", para "ser sus cooperadoras en la extensión de su reino de paz y de amor sobre la tierra" (Colectivas, 16 febrero 1974, IV, p.4096). Identificándose con Cristo, en los momentos de contemplación y

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de acción o servicio, el corazón se hace fecundo porque ama y gasta la vida para que amen al Señor:"Dios la deja en la (etapa) de la contemplación (aún en medio de la acción), entonces es ya sólo fuego que consume, fuego que abrasa, fuego que atrae hacia él infinidad de almas que no ven la luz; que anteriormente no la habían visto, pero la descubren a través de aquella pobrecita, pero ya convertida en llama misteriosa de amor sobrenatural y universal, que ilumina, no sólo a cuantos encuentra en su camino, sino hasta a los que están muy lejos, a aquéllos que están sentados en las tinieblas de la gentilidad" (Colectivas, marzo 1978, VI, p.4317).

Sólo a la luz de este amor apasionado se puede comprender este ideal: "Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero" (Experiencias, Viva Cristo Rey, p.80, fol.518). "Me pongo en tus manos; me entrego a tu amor, a tu bondad, a tu generosidad... ¡Haz de mi lo que quieras!, mas déjame vivir y morir en tu amante Corazón, para que ahí se caldee el mío y pueda a mi vez calentar las almas que se acerquen a mí. Que todos te conozcan y te amen, es la única recompensa que quiero" (Lira, 2ª parte, cap.VI).

El camino del amor "conduce a los brazos del amor misericordioso, para que, desde ahí, desde esa cátedra dulcísima, derrame sobre las almas los tesoros de ese amor" (Ejercicios 1940, p.368-369, fol.795-796). Ella, en los últimos de su vida en la tierra, repetía la frase de San Juan de la Cruz: "Ya sólo en amar es mi ejercicio" (cfr. Consejos, Doc.00488, Testamento espiritual, p.1367).

Para gastar la vida por amar y hacer amar al Señor ("quiero vivir siempre con Jesús en mi corazón"), se necesita un amor filial a María: "Quiero amar a María... Quiero hacerla amar por todos los corazones" (Experiencias, Diario 1932-1934, pp.46, fol.486, y p.54, fol.494).

Las obras hechas por amor, convierten la vida ordinaria en un fecundo Nazaret: "Como nuestro Señor y su santísima Madre estuvieron ya salvando al mundo desde su casita sencilla y pobre de Nazareth, en sus trabajos sencillos, humildes y escondidos" (Colectivas, diciembre 1978, VI, p.4418). Es "la gran ciencia del amor, para que ellas, a su vez, puedan transmitirla a todas las almas confiadas a sus maternales cuidados" (Estudios, Adveniat Regnum tuum, p.294. fol.723).

Ver temas similares: Caridad, Corazón de Jesús, misericordia, oblación (víctima), Teresa de Lisisieux.

ANUNCIACION (AVE MARIA, ENCARNACION, FIAT)

Desde los sentimientos de Cristo

Al hablar de la Encarnación (y de la Anunciación), M. Inés describe el "anonadamiento" del Verbo en el seno de María. "Sólo por las almas se hizo hombre" (Lira, 1ª parte, II). Son muchos los textos inesianos que describen la Encarnación. El tema le servía de referencia para imitar la actitud interior o sentimientos de Cristo (cfr. Estudios, pp.164, fol.599; Heb 10,5-7). Es un tema frecuente de Ejercicios Espirituales (cfr. pp.395, 455, 456) y de algunas composiciones (que citamos a continuación).

El misterio de la Encarnación del Verbo en el seno de María, tuvo lugar el día de la Anunciación. Fue el momento inicial de nuestra redención. M. Inés vive este momento en sintonía con los sentimientos del mismo Señor y de la Virgen: "Me imagino al Hijo de Dios ansioso por encerrarse en su seno virginal, y al divino Padre deteniéndolo, hasta no recabar de

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la llena de Gracia, su fíat. Y, ya cuando ella lo hubo dado, baja el Espíritu Santo a fecundarla con su sombra, y el Verbo de Dios desciende, uniéndose hipostáticamente a la naturaleza humana... pero necesitó primero el consentimiento de María" (Dirección, carta 20 febrero 1949, p.151).

En la explicación del misterio, se hace resaltar la acción del Espíritu Santo en María Virgen. Por la "Unión Hipostática", se realizan los "desposorios" de Cristo "con la naturaleza humana" (Experiencias, Viva Cristo Rey, p.75, fol.514). Nosotros participamos de esta realidad de gracia desde el bautismo. Celebrar la Encarnación (y la Anunciación) significa vivir de los sentimientos o amores de Cristo Esposo: "El Espíritu Santo fecundó el seno virginal de María; y el Verbo se hizo carne. El mismo Santo Espíritu descendió a mi alma el día de mi bautismo y dejó en ella al Cristo perfecto; se realizó el matrimonio místico; Cristo se desposó con mi humanidad, y mi alma con su divinidad. Ya no éramos sino uno solo" (Dirección, carta 5 marzo 1949, p.155).

A la luz de la Encarnación, la creación recupera la finalidad querida por Dios en sus planes de amor: "Insondable misterio de amor! Toda la creación está con él relacionada; por él tiene toda su razón de ser; por él contemplamos la magnificencia de ese templo augusto de Dios: la naturaleza, en donde cada cosita nos narra su poder, su amor, su misericordia, nos diseña a él todo entero, nos habla a gritos de su ternura" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.20, fol.460).

La actitud de María en relación con Cristo

María se unió con su "fiat" a estos planes amorosos de Dios. Por esto somos invitados a la "confianza sin límites en María" (Experiencias, Cinco cuadernitos, p.18, fol.458). El día de la Anunciación y de la Encarnación del Verbo se comprende y vivir mejor desde las vivencias de María: "Hoy es el día del «Ave María»... La Virgen pura pronuncia su «fíat» y por este «fíat» sublime nos vino a la humanidad el más rico Tesoro que el Padre celestial nos pudiera ofrendar: su propio Hijo, esto es su Verbo, Dios igual a él, con las mismas infinitas perfecciones; y para darnos a esta Palabra eterna, escoge una humilde y purísima doncella" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.44, fol.484).

La "composición" literaria de M. Inés, que describe el retablo de la Anunciación situado en la capilla de monasterio de México (año 1943) ofrece una síntesis de los contenidos de este misterio y de las vivencias de María: "Pero, ¿qué es lo que aparece, qué es lo que ve mi corazón y mi fe más allá del lienzo? Ve misterios insondables de amor, misterios inefables y dulcísimos... el amor de todo un Dios infinitamente bueno, infinitamente misericordioso, lleno de ternura, de exquisita complacencia y delicadeza... Sólo espera el fíat de la creatura más pura, más santa, más hermosa, más perfecta que ha existido en el cielo y sobre la tierra, para que su Verbo, su Palabra increada, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad... descienda... para sublimar, por medio de la unión hipostática, nuestra naturaleza caída, y hacerla digna de participar de su dicha en el cielo" (Estudios, Lo que me dice el cuadro de la Anunciación, p.180-181, fol.615-616).

La descripción del misterio que ella intuye, va desarrollando la interioridad de Jesús y de María: "Es un conjunto de sentimientos los que bullen allá dentro: el estupor, el anonadamiento, una como sorpresa al ver a un Dios de infinita majestad de hinojos, ofreciendo a la humanidad prevaricadora, (y en ella a mí nominalmente), lo más grande que puede darnos... En ese cuadro veo sólo Anunciación, Encarnación. Pero la fe me muestra antes del misterio, lo que ya he dicho; y después, la sucesión de misterios que tienen por base y fundamento éste, esencial. En el cuadro contemplo a María Santísima arrobada en éxtasis de

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amor inefable y dulcísimo, y me la represento después sumergida por entero en el mar de su amargura... con su Hijo divino, al pie de su cruz" (ibídem, pp.181-183, fol.616-617).

La relación con la Eucaristía y con la contemplación

El misterio de la Encarnación está relacionado con la Eucaristía. De hecho, los santos y autores siempre han visto esta relación, como una especie de continuación del misterio del Verbo Encarnado a través de la historia: "El cuadro me representa todos estos misterios de amor, convergiendo todos ellos en la divina realidad de la Eucaristía. Arriba contemplan mis ojos la promesa realizada, las profecías cumplidas, la vida desarrollada de Jesús y María; y un poco más abajo, manifiesto en su trono de amor, al héroe de todos estos hechos... quién no habiendo querido dejarnos huérfanos, quiso quedarse con nosotros hasta la consumación de los siglos por un milagro de su inmenso poder: He ahí la adorable Eucaristía, que es la cifra y compendio de todas las maravillas de Dios" (ibídem, p.183, fol.617).

Precisamente los momentos de adoración eucarística, son momentos en que se pueden vivir con intensidad todo el misterio de Cristo, el Verbo Encarnado en el seno de María: "Ahí, en la sagrada Hostia blanquísima, que a diario tienen mis ojos y mi corazón la dicha de contemplar expuesta en la custodia, está el Jesús vivo, ofrendado por el Padre, aceptado por María en nombre de toda la humanidad, el Dios Hombre, en quién se realizaron una a una, todas las profecías preanunciadas con tantos siglos de anticipación... las promesas y las oblaciones y las expiaciones y el amor todo de Jesús a los hombres" (ibídem).

La composición titulada "Sobre los santos Evangelios" (18 octubre 1943) es una contemplación de todo el evangelio a partir de la Encarnación del Verbo y a la luz de su amor: "Ah! solo esto: la Anunciación y Encarnación del divino Verbo, que nos da materia para muchas, largas y serias reflexiones... que nos sumerge en el mar sin fondo de su amor, del amor de todo un Dios... En la Anunciación tenemos la humillación de las humillaciones; porque, acto continuo, al fíat de María, cuando ella aceptó el ser Madre de Dios, el Verbo no difirió un momento el designio que tenía formado desde la eternidad, y descendió a esconderse en su virginal seno... ¡Todo un Dios reducido a la impotencia más completa!" (Estudios, pp.202-217, fol.635-650; también: Experiencias, pp.75-79).

Ver temas relacionados: Eucaristía, Fiat, María.

Anuncio (v. EVANGELIO, MISIÓN)

Apostolado (v. MISIÓN, MISIONEROS)

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Se puede decir que todos los escritos de M. Inés están inspirados en una lectura contemplativa de los textos evangélicos, asimilados en el decurso del año litúrgico y en sintonía con los acontecimientos eclesiales y de la sociedad humana. Para cerciorarse de ello, bastaría con tomar sus Ejercicios o sus comentarios a los temas evangélicos, donde el lector queda insertado en la dinámica de la vida del Señor, desde la Anunciación e infancia, hasta su misterio pascual de muerte, Resurrección y Ascensión.

Durante los Ejercicios de 1941, las meditaciones referentes a las apariciones de Jesús resucitado se concretan al final en el examen de amor a San Pedro y en la última aparición

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antes del momento de la Ascensión: “La última aparición, en la que acaba de confirmar a todos de la realidad de su Resurrección, tiene lugar en el Monte Tabor. Ahí se reunieron como 300 personas, testigos todos de su gloriosa Ascensión a los cielos” (Ejercicios 1941, p.426).

M. Inés describe estos últimos momentos de la presencia visible de Jesús, como momentos de despedida de cada uno de los suyos y, de modo especial, de su querida Madre y nuestra, quien tendría que tomar cuidado de cada uno de los Discípulos: “Qué tierna debe haber sido esta despedida! Sin duda que sus primeras ternuras, las primeras recomendaciones del Hijo fueron para la Madre amorosísima y tierna que iba a presenciar la gloria de su Hijo, y a experimentar la pena de verse privada de su dulce compañía. Cómo le recomendaría Jesús su Iglesia naciente! con qué ternura le pediría se encargase Ella misma de mecer su cuna! Con qué amor le encargaría a cada uno de sus Discípulos, para que Ella formase su corazón, pues necesitaban, creo yo, la delicadeza de una mano de mujer, las ternuras de su Corazón virginal!” (ibídem).

Nótese la relación de María con la “Iglesia naciente”, su “ternura” en “mecer su cuna”, la encomienda de “cada uno de sus discípulos”, el encargo de que “Ella formase su corazón” y también la referencia a ella como “mujer” y a “las ternuras de su Corazón virginal”. Es todo un mosaico vivo de una realidad que comenzó entonces y que, bajo la acción del Espíritu Santo, continuaría durante toda la historia eclesial.

El colorido con que M. Inés describe estos momentos tiene una gran densidad cristológica, vivencial y relacional, haciendo resaltar los detalles afectuosos del mismo Jesús: “Después que el Señor hubo dado sus últimas instrucciones, después de haberlos confirmado en su amor, en la fe en su Resurrección, poco a poco se fue levantando del suelo, bendiciéndolos a todos. Según opinión de un autor, no es difícil que en su Ascensión se haya transfigurado el Señor, como lo hizo en aquella otra ocasión en presencia de tres de sus Apóstoles. Todos tenían fija su mirada en él, hasta que lo envolvió una nube y se perdió de su vista. Estaban todos como en suspenso, esperando a ver si se apartaba la nube y les descubría otra vez al Maestro adorado. En su lugar ven dos Ángeles, quienes les dan sus últimas instrucciones” (ibídem).

Esta escena tiene una continuación lógica, que parece glosar la narración de los Hechos de los Apóstoles 1,14-15: “De ahí se dirigen al Cenáculo en espera del Consolador que se les había prometido, y que ya no tardaría en llegar” (ibídem). Allí los Apóstoles y discípulos, con las mujeres que había seguido al Señor hasta el Calvario, pudieron experimentar la cercanía del Corazón de María, que guardaba todas las palabras del Señor y ayudaba a todos a prepararse en oración para recibir las gracias de Espíritu Santo en “plenitud” (cfr. Hech 2,4).

Este momento salvífico, actualizado en las celebraciones litúrgicas de todos los años, lo vivía M. Inés concretando sus deseos misioneros en una carta dirigida “al eterno Padre”, redactada en ese momento litúrgico, como era costumbre en el monasterio del Ave María. El texto manuscrito de que disponemos, firmado por ella, no tiene fecha precisa, pero, por sus referencias a la reciente fundación misionera, podría ser del año 1945 (cfr. Estudios, pp.299-301).

Naturalmente que se trata de un encargo “epistolar” simbólico, que se hace a Jesús, para que lo lleve al Padre, como deseo profundo de que su Reino sea pronto una realidad en todo el mundo. La novedad del texto va más allá de la fiesta del “Gran día de la Ascensión del Señor”, puesto que es una glosa o una sintonía vivencial con la oración sacerdotal de Jesús en la Última Cena. La carta está escrita en singular (“su hija sor María Inés Teresa”), pero incluye, al mismo tiempo, a “todas aquellas religiosas que él, desde la eternidad, tiene escogidas para fundar esta nueva rama de nuestra seráfica orden de Clarisas Misioneras Sacramentarias”.

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Se hace un resumen de la acción redentora de Cristo, quien había derramado “su sangre preciosísima” para que “redimiese al género humano” y, de este modo, “nos abriese las puertas de la patria celestial en este gran día en que, por su propia virtud ascendió al cielo, en donde fue a prepararnos lugar, para que un día reinemos con él para siempre, en las moradas eternas”.

El texto merece ser leído y meditado con detalle y todo entero, con el corazón abierto a los sentimientos de Jesús: “Te pedimos, amantísimo Padre, por la divina mediación de tu Hijo, nuestro hermano mayor, que envíes sobre nosotras al divino Consolador, para que, derramándose sobre nuestras almas con sus siete dones, no formando con la Beatísima y Augusta Trinidad sino una sola cosa, seamos consumadas en la unidad, «santificadas en la verdad»”

La oración al Padre, que es la misma de Jesús vivida en sintonía comprometida, la aplica M. Inés a la santificación y apostolado de los sacerdotes y de los misioneros (y misioneras) que son una “derivación”, también con la “capacidad de mujeres”. Y añade: “Luego divino Padre, cada una nos podemos aplicar estas palabras citadas de Jesús, rogándote por su corazón santísimo, tengan plena aplicación en nosotras”.

Es interesante notar cómo M. Inés, uniéndose a los sentimientos de Jesús, orando por los misioneros y especialmente por los sacerdotes, ella hace un pequeño cambio en femenino para incluir su propia victimación en bien de sus misioneras: “Así como tú me has enviado al mundo, así yo los he enviado también a ellos al mundo. Y yo por amor de ellas me ofrezco como víctima a tu amor misericordioso, para que seamos todas santificadas en la verdad. Pero no ruego solamente por éstas, sino también por aquellos que han de creer en Dios por medio de su predicación (o enseñanza de la doctrina cristiana)”.

El tema de la Ascensión está también explicitado en la oración de Jesús tal como la glosa M. Inés: “¡Oh Padre! yo deseo ardientemente que aquellos que tú me has dado, estén conmigo allí mismo donde (yo por tu misericordia estaré), para que contemplen mi gloria, cual tú (me la darás), porque tú me amaste desde antes de la creación del mundo”.

Como en todos los temas, M. Inés hace la aplicación concreta y ardiente al celo misionero: “¡Ah, tu sabes Padre amadísimo! cuáles son las ansias de mi corazón: ¡La salvación de las almas! de millones, de infinitas almas, para lo cual, con tu gracia, no omitiremos sacrificio, para que puedan realizarse en nosotras las palabras de Jesús, indemnizando así nosotras su amor tan poco correspondido en el mundo”. Este celo de almas no es más que la sintonía “con el mismo corazón de tu Hijo divino y con el corazón purísimo de María”. Todo ello se alimenta en la Eucaristía, viviendo el misterio trinitario en el propio corazón y concretándolo todo en “la caridad en nuestras casas para que se pueda decir, lo que se decía de los primeros discípulos: «Mirad como se aman». Así sea. Tu Hija: sor María Inés Teresa” (Estudios, p.301).

Ver temas relacionados: Espíritu Santo, Padre, Resurrección.

ASUNCION Y REALEZA DE MARIA

Entre los acontecimientos marianos del siglo XX, vividos intensamente por M. Inés, hay que recordar la declaración dogmática de la Asunción (1950) y la celebración del Año Mariano (1954). Pío XII, durante la celebración del Año Mariano, quiso declarar con solemnidad a María como Reina.

La fiesta de la Asunción le recordaba a M. Inés el voto que había hecho desde sus

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primeros años de vida consagrada, con el permiso de su confesor: "15 de agosto de 1934. Se me ha dado por fin permiso oficial de obligarme con voto «a hacer amar a mi divina Madre, cuanto yo pueda de todos los corazones»... Y por mi parte, trabajaré, oraré y me sacrificaré para lograr este fin, tan dulce a mi corazón. Las cosas especiales que me permitió mi padre espiritual hacer al obligarme a este voto, que tuve el consuelo de hacer, en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora y la fórmula de este mismo voto, junto con la oblación de mi vida, la traigo día y noche sobre el corazón, para que en cada latido suban hasta Dios estos mis deseos y ofrendas, como actos formales de mi voluntad" (Experiencias, Diario 1932-1934, p.54, fol.494).

Ella vivía este título mariano como entrega total o víctima de amor al Señor por medio de María y desde su Corazón maternal: "En este día solemne, en que siento mi alma inundada de gozo, renuevo también en manos de mi Madre celestial, mi ofrenda, como víctima de holocausto al amor misericordioso de Dios, suplicando humildemente a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo que, por el infinito amor que tienen a la Reina del Cielo, me reciba en sus manos purísimas; en ellas me transforme, conmovido por mi inmensa miseria, y en su Corazón maternal me consuma, para que, no viviendo ya más que de amor, de cruz y de abnegación en ella y con ella, las dos, a ti, únicamente amemos, Señor" (Estudios, Renovación del voto, pp.290, fol.719-720).

En relación con la Asunción de María, aparece el título de Reina, como expresión del amor de la tres divinas personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo: ..."por el infinito amor que tienen a la Reina del Cielo" (Estudios, Renovación del voto, pp.290, fol.719-720). La vivencia de M. Inés sobre este título se expresa en sentido de oblación misionera a la obra evangelizadora: "Porque mi Madre reine en tantos y tantos hogares; porque ella haga amar a su Hijo divino, porque todos esos pueblos la proclamen su patrona, su reina, daría mil vidas si tuviera" (Experiencias, Diario, 1944, p.131, fol.566).

Estas expresiones de ofrecerse a la misión de modo incondicional tienen el matiz de relacionarse con María Reina, para ofrecer la propia vida por su reinado de amor: "En fin Madre, en nuestro corazón vive inmenso, el deseo de amarte en verdad, y hacerte amar así, de todos los corazones; queremos extender tu reinado de amor a todo el mundo; queremos que todo el mundo te ame con espíritu de desasimiento; esto es, de no retener nada para sí, de cuanto pueda lucrar, sino que tú, divina Reina, dispongas de todo a tu antojo" (Estudios, Ave Maria gratia plena, 25 de marzo 1934, p.289, fol.718).

La fuerte experiencia de María, que tuvo el día 12 de diciembre del año 1924, ante la imagen de Guadalupe de la parroquia de San Miguel, Guadalajara, donde era párroco el Sr. Camacho (obispo de Tabasco, desde 1930, quien era por entonces su director espiritual), refleja también su entrega a María Madre y Reina: "Fue ella, la dulce María, la Reina del cielo, la que fue esta vez más que nunca la Madre mía... en esta ocasión, me dio a luz, por así decir, en una irradiación de amor, de amor guadalupano, allá, por el año de 1924, cuando celebraba México el primer congreso Eucarístico... A sus pies, ante esa imagen idolatrada de la Morenita, se obró en mi alma esa transformación radical, entera, súbita; entró en ella la luz a torrentes... Por eso, la reina del cielo, María de Guadalupe, es mi Madre" (Experiencias, María es mi Madre, p.59-60, fol.499).

Unas notas espirituales, escritas para la Madre Abadesa, durante los primeros meses de su vida conventual (1929), describen una especie de sueño en el que Santa Teresa de Lisieux la presenta a la Santísima Virgen Reina. A las palabras de María ("hija mía, hijita querida"), M. Inés responde: "No soy digna de ser llamada hija vuestra, pero desde este día me entrego a Vos, como vuestra esclava; e hizo a la Reina su consagración solemne. Desde ese día ya no pensaba

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sino en trabajar incesantemente para su amada Dueña" (Experiencias, Cinco esquelitas, 4ª, 1929, p.4, fol.446).

El tema de la Virgen Reina tiene siempre la faceta de maternidad espiritual. Al mismo tiempo, se presenta en la dimensión de servicio humilde, como en el caso de la visitación de María a Santa Isabel: "Qué ejemplo me das, Madre Santísima! Tú la tiernecita niña, la Madre del Mesías, la reina de cielos y tierra, ofrecerse a prestar los humildes servicios de los sirvientes!" (Estudios, Sobre los santos evangelios, pp.213, fol.646).

La realeza de María, ahora ya asunta al cielo, se concreta también en su mediación materna: "Es la excelsa Reina de los cielos, es la omnipotencia suplicante, es la medianera entre Dios y los hombres" (Experiencias, María es Mi Madre, p.58, fol.498).

En el terreno práctico, M. Inés invita, en el momento de hacer la profesión religiosa, a depositar la "corona de reina" (como esposa de Cristo) "a los pies de la Santísima Virgen", imitando así a Santa Teresa de Lisieux: "Quiera nuestro Señor haber dejado a mis pequeñas hijas... como salió santa Teresita de la misa el día de su profesión, sintiéndose verdaderamente reina, la esposa del gran Rey... Dice santa Teresita: por la tarde, deposité mi corona de reina a los pies de la Santísima Virgen, segura de que el tiempo no sería capaz de robarme tanta felicidad y tanta dicha, y que ella, María, se encargaría de velar para que esta pequeña reinecita no manchara ni tirara algún día esa corona" (Locales V, p.5458, 6 de septiembre de 1978).

Ver temas relacionados: María (voto de hacerla amar, consagración), promesa.

Audacia (v. CONFIANZA)

Ave María (v. ANUNCIACIÓN, FIAT, MARÍA)

Ayuno (v. PENITENCIA)