volvamos a sonreír que la sonrisa vuelva a ser una virtud ... · nacido en lima, estudió en la...
TRANSCRIPT
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 1
Volvamos a sonreír...
Que la sonrisa vuelva a ser una virtud
de todos los peruanos.
Sonreír... es amar la vida.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 2
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 3
Todo lo que se presenta en la presente Página
Web – www.rogercasalino.com – los textos,
poemas y canciones, son propiedad exclusiva del
autor y queda protegida bajo el amparo de la
Ley de los Derechos de Autor. La Biblioteca
Nacional del Perú tiene copia de todo cuanto en
esta página web se presenta.
El Autor
HECHO EL DEPOSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA
NACIONAL DEL PERU
INDECOPI
Partida Registral N° 00011- 2001
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 4
Sol del Pasado
Sol de los nobles Incas que coronaron el pasado
en estas tierras benditas de mil glorias no contadas,
de caciques victoriosos que resueltos enfrentaron
con valor y sacrificio a las tierras no labradas,
vírgenes invioladas por el pico o el arado.
Cuántas generaciones pasaron para lograr la papa.
Cuántos esfuerzos y lágrimas para cosechar maíz.
Cuántas plantas silvestres con las manos escarbaron,
trabajando con pasión por mejorar su raíz...
antes que el español cambiara el poncho por la capa.
Cuando la llama era bestia y vagaba en las alturas,
con la alpaca y la vicuña correteando el altiplano,
hombres de la sierra hicieron, aquello que soñaron,
con esa paciencia infinita que enaltece al ser humano,
domesticando las plantas en andenes y llanuras.
Quiero pensar en el tiempo anterior a Machu Picchu,
Saqsayhuaman no existía y Ollantaytambo era loma,
se organizaban buscando conservar agua y comida,
porque la raza del Quechua que ya tenía un idioma,
investigaba en la tierra y en los frutos que le daba.
Mirando al Sol del pasado que calentaba la tierra,
cada día comenzaba al brillar en la montaña,
y sin dudar de su ciencia y para honrar a la vida,
busca la mejor semilla que atesora en su cabaña,
luego con mucho cariño, la acaricia y la entierra.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 5
Cuando en la noche la Luna coqueteaba con el Sol
y se ponía rosada por las cosas que escuchaba,
el quechua que sí quería y la chola que se oponía,
hacen del juego el amor cuando el trueno retumbaba
para engendrar nueva vida al Incanato del Sol.
Quiero recordar el tiempo que mi memoria rebasa,
tiempo que fuera de fuerza, de sudor y de trabajo,
tiempos que fueron la base de constancia y armonía,
para que después más tarde se construya desde abajo,
un Incanato que corone la grandeza de su raza.
Quiero saber cómo hiciste para enfrentar a los pumas,
cómo sobreviviste al frío, a víboras y alimañas,
cómo cuidabas tus hijos, tus animales, tu siembra
y en simultáneo luchabas, sintiéndolo en tus entrañas,
al grito de gavilanes que te ofrecían sus plumas.
Pero nunca alzaste vuelo y te quedaste en la sierra
para enseñar a otros pueblos cómo se siembra la papa,
para enseñar a los mundos que tu tajlla no se quiebra,
demostrando que tampoco a tu inteligencia escapa,
que eres el hijo del Sol... y eres fruto de ésta tierra.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 6
PRÓLOGO
Los Hijos del Ande... es un libro versátil por sus temas
autóctonos y, por lo mismo, de lectura sugerente y
estimulante. El lector se siente atraído, desde el primer
instante, por el lirismo íntimo de su poesía y por la agilidad
reflexiva y crítica de su prosa. Ambos niveles del texto se
conjugan, entre otros, por el uso del lenguaje claro y preciso.
Este nuevo libro de Roger Casalino confirma la voluntad de
escribir, explorar e invitar a un encuentro personal con una
temática de variadas y complejas aristas de enfoque. Por lo
mismo Los Hijos del Ande... es un libro ambicioso, tanto
por el modo de configurar sus estructuras formales como su
contenido, principalmente en los ámbitos históricos,
legendarios y religiosos del mundo prehispánico, Esta
presencia autóctona se evidencia desde el primer hasta el
último instante de su lectura, cuyo antecedente ya se
encuentra en algunos de sus libros.
Los Hijos del Ande... es un libro cuyos textos muestran, en
su estructura externa, un conjunto de microrelatos narrativos
que alternan con poemas en verso. Pero son estos
microrelatos los que se correlacionan entre sí por su
variabilidad formal, pero que sobresale por la pluralidad del
contenido y del sentido de su discurso, su eje semántico,
entre otros, está constituido por las formas de vida del
hombre prehispánico, éste eje permite precisamente su
continuidad y su unidad dentro de una coherencia interna al
conjunto de los textos narrativos y poéticos de éste libro de
Roger Casalino.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 7
Creemos que éste rasgo semántico expresa precisamente un
conjunto de características internas y externas al universo de
los textos, pero también permite un visible contrapunto entre
la connotación poética y la denotación histórica, legendaria
y mítica que poseen los propios textos narrativos y algunos
poemas en verso. Bajo esta configuración textual el libro se
facilita en su comprensión y explicación de su contenido y
sentido literario. Puede afirmarse, entonces, que existe una
consciente y premeditada voluntad de construcción de los
textos por parte de su autor, sobre todo al hacer posible y
revelar el universo de su dinámica intertextual. En ésta
ocasión el lector es desafiado de manera activa y compleja
por el poeta protagonista de los poemas y por el narrador
omnisciente de los microrelatos narrativos.
Desde los primeros instantes de la lectura de Los Hijos de
Ande... el poeta rememora y evoca el pretérito autóctono.
Al hacerlos se sume en los hechos y acontecimientos
ocurridos, manifestando su propia concepción y visión del
mundo. Lo mismo ocurre al expresar en su prosa una
explícita actitud revisionista y contestatoria de la
interpretación de la historia incaica propuesta por otros
autores. Esto ocurre al considerársele como “flasas” y
“arbitrarias” al sustentarse en conceptos “clásicos” y
“científicos”, ajenos a la experiencia empírica y a la
tradición al que se adhiere el autor de este libro.
Los Hijos del Ande... es un libro ambicioso tanto por la
forma de abordar sus estructuras formales como su acontecer
histórico y legendario, diferenciándose de otros de sus libros
que se caracterizan por la heterogeneidad de los hechos y de
los acontecimientos ocurridos en el pasado. Aunque la
mayor expresión expresiva está en su prosa, mostrando una
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 8
explícita visión paradisíaca y elogiosa de la sociedad
incaica, ganada por la racionalidad de su forma de vida,
sustentada por la reciprocidad asimétrica y la distribución
equitativa de los bienes materiales. De ahí que la cultura –
según Roger Casalino – estaba “asentada en las bases del
bienestar general”, cuyas reglas de ordenamiento social
constituyen un modelo de vida de sus héroes como
Antayhua y Kunturi, quienes instauran las actividades
agrícolas y pastoriles a los hombres. Es Antayhua quien
más sobresale por su enseñanza en el trabajo a los hombres,
estableciendo lugares como Huanca, Ñawipampa y Mallco,
principales centros de aprendizaje. Y es así como la llegada
de éste héroe al valle de Acarí hizo que se convirtiera en un
lugar de alta productividad, instalando tambos y colcas. Lo
mismo hizo Antayhua por los diversos lugares del sur
adonde viajaba enseñando a los hombres a nuevas formas de
vida, sobre todo por los lugares como Acarí, Yauca, Jaquí y
Atiquipa.
No cabe duda que en Los Hijos del Ande... se percibe una
clara intención interpretativa y valorativa del pasado
autóctono peruano, cuya ideología revela ámbitos de la vida
del hombre, apegado a la tierra con gran sentimiento telúrico
y cósmico. Esta ideología expresada, a veces sostenida con
cierto milenarismo y utopía, hace que el contenido y el
sentido de la textualidad estén encontrados entre sí,
permitiendo que su coherencia interna sea accesible y
explorable.
Los textos que constituyen Los Hijos del Ande... revelan
que Roger Casalino es un poeta y un crítico peculiar y
auténtico. Con cada página revela su amor y se vanagloria
de su pasado prehispánico. Su poesía está cargada de
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 9
sentimentalismo autóctono y de un natural lirismo donde el
yo poético rememora y evoca héroes y dioses de la sociedad
incaica. De ahí que la evocación al Inti (Sol) esté acentuada
con emotividad lírica, presentándolo como Dios principal y
tutelar.
Puede afirmarse que el “bienestar” es uno de los ejes
semánticos medulares del universo textual de Los Hijos del
Ande... A través de este eje se predispone las diversas
formas de vida y la condición humana de los dioses y
hombres incaicos.
Finalmente, gracias a la lectura de este libro, se accede al
variado y complejo universo incaico que la prosa como
verso ofrecen al lector, pero también nos hace partícipe de
su heterogeneidad discursiva, como la variante autóctona
que es uno de los rasgos más importantes y constantes que
han incidido en la literatura peruana y que todavía tiene la
voz de su vigencia.
Lima, 18 de Julio de 2000
CARLOS CORNEJO QUESADA
Nacido en Lima, Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
Educación, Literaturas Hispánicas y Antropología. Ha ejercido el periodismo y la
docencia universitaria en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, San Martín
de Porres, Ricardo Palma y Faustino Sánchez Carrión.
Ha publicado numerosos trabajos de literatura, antropología y comunicación. Entre
sus libros publicados se encuentran: “Textos Lingüísticos”, “Aperturas y
Confirmaciones” y “El Lenguaje de las Técnicas Narrativas”
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 10
INVITACIÓN
Estimado lector:
En mi libro: Lima, De la Conquista a la Reconquista, en
el último párrafo de la página noventiocho, digo lo
siguiente:
“Siempre hemos aceptado las cosas, o los cuentos que nos
han hecho de la historia y el civismo, vistos desde el
balcón de los que llegaron, hasta la estupidez, inclusive,
de llamar “Imperio” al Incanato. Ya no más; no quiero
hacer eso más; retomo mi lugar en la vereda del frente,
donde me corresponde, para medir las cosas con mi
propia vara y decirlas con mis propias palabras; sentado
sobre mis raíces, haciendo honor a mi tronco y luciendo
mi florido y hermoso ramaje. Ésta es mi Lima y éste es
mi Perú”.
Pues bien, esta historia, (no histórica según conceptos
clásicos y científicos) es la realidad de mi visión,
concepción y percepción, mirando un pasaje del Incanato
desde el otro lado de la raya, desde la otra vereda.
Lejos de la posición histórico-científica de los
antropólogos e historiadores, que algunas veces se ven
parametrados por la ubicación que los aleja de la
realidad, no pretendo ser yo el histórico, sino,
simplemente, hacer un llamado a los lectores peruanos,
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 11
sobre todo a los peruanos estudiosos, a saltar la raya
para hacer los enfoques y llegar a conclusiones, como si
éstos fueran hechos por el propio Inca, o uno de sus
sabios.
Así pues, les pido humildemente, que los asuntos
religiosos sean visualizados desde la mística que
representaría, hacerlos siendo parte real de ese “algo”
tan grande, ubicados en El Templo del Sol en el Cusco, o
en la cumbre del Huayna Picchu en Machu Picchu, o en
el Huilcañaupa enclavado en las alturas de Marcahuasi.
Por todo ello, los invito a meditar, a sentir hambre,
soledad y silencio en los lugares mencionados. Quizá la
resignación y el consuelo que sentirán, los lleve a la
comprensión del amor, la paz, y la armonía que les
permitirá, percibir con realismo propio, nuestro
milenario y maravilloso pasado.
Gracias
El Autor
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 12
C O M E N T A R I O S
... Cuando era niña escuché en algunas oportunidades los
sentidos y profundos sentimientos de orgullo y añoranza por
la patria al oír el Himno Nacional del Perú en tierra
extranjera, o al participar de nuestra música fuera de aquí.
Igualmente, en mi niñez, percibí con desagrado los tratos
despectivos a los cholos peruanos “recién bajaditos de la
Sierra”; las bromas de mal gusto que se les hacía por ser
“todavía cándidos y correctos, trabajadores e ingenuos”; y
reprobé los insultos y burlas por el hecho de hablar ellos con
el acento típico del inmigrante de la sierra a la gran Lima.
Viví una generación cuyos jóvenes bailaban rock y cantaban
fonéticamente en inglés, sin saber siquiera lo que decían
(exceptúo aquí a los que sí masticaban el inglés por estudiar
en colegios “bilingües”, o por dominarlo de alguna manera);
los chicos que cantaban podían incluso ser de la sierra y
recién haber llegado a Lima, pero para “igualarse” y “no
sentirse menos”, gracias a la magia de la radio, cantaban
como “amerincaicos” y no volvían a hablar en quechua, para
no sentirse discriminados. En esa época todavía se aceptaba
bailar valses peruanos, podías matricularte en una academia
para prender a bailar marinera limeña o norteña o te la
enseñaban en el colegio para alguna actuación, ero de
ninguna manera era bien visto entre los congéneres el bailar,
cantar o participar de música andina cualquiera fuera el
género de ésta; “eso era de cholos”.
Con el paso de los años me di cuenta que los jóvenes no
valoraban ni a sus “connacionales” ni nada que viniera de la
sierra peruana, era una guerra fría de discriminación, o una
guerra abierta y salvaje contra los “serranos”.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 13
Cuando Roger Casalino Castro me hizo el encargo de hacer
estas líneas después de leer su obra, para mí fue muy grato,
pues ya sabía de sus obras, y las he leído una por una,
recreándome en cada línea, sintiendo ese ORGULLO DE
SER PERUANA, orgullo que me enseñaron en mi hogar,
pues mis padres siempre festejaron que yo cantara, bailara, o
tocara en el piano música peruana, y me hicieron sentir muy
bien con ello, festejando a mi lado; pero el resto de mi
generación no sentía igual. Poca gente cultiva esto: o era
alguna pequeña parte de los limeños, o gente mayor de la
sierra.
No se necesita salir al extranjero para valorar y añorar
al Perú, o su tradición, a la tierra, a sus costumbres, a la
comida y a su gente. Roger nos da esta oportunidad con
esta obra: SIÉNTETE PERUANO EN EL PERÚ, Y
SIENTE ORGULLO POR ELLO.
Durante la lectura de esta obra “Los Hijos del Ande: La
Honda, La Tajlla y El Varayoc”, he sentido por fin la
emoción de ver llegar la hora de que un peruano valiente
rescate lo nuestro, y “nos cuente bien el cuento” de lo que
antes se transmitía fielmente para no perder identidad ni
orgullo, de generación en generación, de abuelos a padres,
de padres a hijos y así por siempre; no el cuento que nos
dejaron “otros” que nos quitaron no sólo lo material, sino
aún peor, el orgullo de ser peruanos, y que nos arrebató la
brújula, porque si no comprendemos bien quienes fuimos,
cómo éramos, cómo sentíamos, hacia adónde íbamos, menos
comprenderemos quienes somos, cómo debemos sentir,
cómo debemos vivir, qué debemos rescatar para salir del
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 14
hoyo en el que nos encontramos, y finalmente hacia adónde
ir y por fin poder surgir.
Tal vez Roger no sea el único, pero sí lo hace de una manera
muy cuidadosa y hábil, de manera que nos presenta al Perú
de entonces, NO DEL IMPERIO DE LOS INCAS, como él
bien sabe remarcar, SINO DEL INCANATO, de ese
Incanato que es nuestra herencia, y al que futilmente
habíamos renunciado por motivos de opresión y depresión
en manos extranjeras.
Honestamente, recomiendo esta obra, para todas las edades,
para todas las profesiones, para todos los jóvenes que se
forman en las universidades en Estudios Generales, pues
puede ser su última oportunidad de rescatar IDENTIDAD Y
ORGULLO DE LO NUESTRO, de RECUPERAR LA
BRÚJULA; y especialmente la recomiendo para los
estudiantes de colegios de todo el Perú, tanto de primaria
como de secundaria. Dios quiera que alguna autoridad
educativa leyera la obra y la propusiera como lectura
obligatoria; son mis sinceros deseos de peruana.
Paula Bazán Campos De Jiménez
Peruana, limeña, Licenciada en Psicología en la Universidad Particular
Ricardo Palma; Estudios completos de Maestría en la Universidad
Femenina del Sagrado Corazón; Bachiller en Música en la especialidad de
Piano; en el Conservatorio Nacional de Música. Desde hace muchos años
hasta la actualidad trabaja con niños, tanto en el campo de la Psicología
como de la música.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 15
“Los Hijos del Ande, es una historia novelada –con textos
poéticos- que tiene como escenario el mundo del incanato,
haciendo hincapié en su cultura socio-económica, la cual,
según el autor, estuvo determinada por un espíritu egalitario
y fundamentada sobre las bases del bienestar general. Dentro
de este marco se desarrolla, al mismo tiempo, una bella
historia de amor”.
“Narrado en un estilo ágil y ameno, y en un lenguaje
asequible para cualquier lector, Los Hijos del Ande,
contiene un mensaje importante para la sociedad actual,
especialmente para niños y jóvenes de edad escolar”.
Isaac Goldemberg Nacido en Chepén, Perú, en 1945. Reside en Nueva York desde 1964. Realizó estudios de literatura latinoamericana en The City College of New York, la Universidad de Madrid y New York University. Ha publicado: Tiempo de silencio (1970); De Chepén a La Habana (1973); Hombre de paso/Just Passing Through (1981); La vida al contado (1991, 1992); Cuerpo del amor (2000) y Las cuentas y los inventarios (2000). La vida a plazos de don Jacobo Lerner (1978, 1980); Tiempo al tiempo (1984, 1986). To Express My Life I Have Only My Death, fue montada por un teatro de off Broadway en 1969. Hotel AmériKKa (2000). Como antólogo ha publicado El Gran Libro de América Judía (1998). En 1977 recibió el Premio Nuestro en 1996 el Premio Nathaniel Judah Jacobson De 1970 a 1986 fue profesor en New York University y actualmente enseña en Eugenio María de Hostos Community College de CUNY, dirige el Instituto de Escritores Latinoamericanos y la revista literaria Brújula / Compass. Tiene en prensa diversos trabajos.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 16
“Los Hijos del Ande – La Honda; la Tajlla y el Varayoc”,
nos remonta con maestría poética, a los gloriosos tiempos
del Incanato, y nos brinda en su fresca lectura la oportunidad
de re-encontrarnos con la cultura profundamente humanista
y telúrica de nuestros ancestros.
Por la Lectura de “Los Hijos del Ande...”, concluimos que
el legado invalorable de el Perú pre-hispánico, merece una
difusión a través de todas las universidades del país pues, a
estas corresponde conservar, acrecentar y transmitir la
cultura, afirmando preferentemente los valores nacionales.
Por ello en estos tiempos de crisis material y de valores que
nos ha tocado vivir, nos reconforta y enorgullece conocer,
por la pluma de Roger Casalino Castro, las
manifestaciones de solidaridad, trabajo, honradez y la
alegría de vivir, que han caracterizado al hombre del
Tawantinsuyo.
ENRIQUE BEDOYA SANCHEZ
Rector de la UTP
Rector de la Universidad Tecnológica del Perú, Dr. Honoris Causa de la
Universidad Privada de Iquitos, Dr. Honoris Causa de “The England and Wales
University” y Candidato al P.H.D. en Administración de Empresas de “The
Enland and Wales University”. Estudios, Doctorados y Maestrías en
Administración y Gestión Empresarial en La Universidad de Chile, en La
Universidad Inca Gracilaso de la Vega, y en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos. Empresario, ha desempeñado cargos de Alta Dirección en
Instituciones Públicas y Privadas. Concejal del Concejo Provincial de Lima,
condecorado con la Medalla de la Ciudad de Lima en el Grado de Gran Oficial.
Palmas de la Cultura Peruana por INSULA, Socio Honorario de la ANEA,
distinguido como el Rector del Año 1998 y 2000. Personaje del Año 1999 por su
aporte al desarrollo educativo por la Asociación de Periodistas Municipales.
Socio Honorario de la Federación de Periodistas del Perú. Representante del
Perú en diversos eventos Internacionales en Centro América, USA e Italia.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 17
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 18
Los Hijos del Ande
La Honda,
La Tajlla
y El Varayoc
Las columnas interminables de hombres que acompañaban
el cortejo Inca, todos correctamente provistos de hondas,
tajllas y otros instrumentos de labranza, y bajo el Varayoc
absoluto del Inca, avanzaban al paso que imponía el
comando de sabios y conocedores de climas y tierras que lo
acompañaban. Todos en un conjunto ordenado, bajaban
desde las serranías, paso a paso, en busca de terrenos fértiles
donde poder lograr mejores cosechas destinadas a la
alimentación de los pueblos que conformaban el Incanato.
Las llamas, cabeza en alto, divisando el paisaje, cargaban
costales sobre el lomo conteniendo semillas de diversas
variedades de quinua, cañihua y quiwuicha, como también
papas, maíz y otros muchos productos, todo lo que iba en un
lugar preferente recibiendo la atención que
permanentemente requería su valiosa carga.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 19
Debemos tener presente que los Incas, eran hombres de un
físico extraordinario a los que les gustaba la actividad
permanente. Ellos, durante sus constantes viajes por el
Incanato, caminaban dando el ejemplo de lo que se podía o
debía hacer. El anda, en la que se supone, se le cargaba, era
utilizada solamente para el ingreso a los pueblos en ciertas
festividades, y para ceremonias importantes.
Los Incas no hacían nada que indujera al ocio, por lo tanto,
la contra parte natural de esta actitud, era que ellos
inspiraban fuerza de trabajo en los demás. Ellos debían
ganarse con mucho esfuerzo el cariño de los pueblos,
basándose en la admiración por el ejemplo, lo que conducía
al respeto casi divino que se les profesaba.
Era costumbre de los Incas, subir cada mañana a la torre de
Saqsayhuaman a ver la salida del Sol y así recibir
directamente los primeros rayos que purificarían su espíritu
para las acciones del día. Donde él estuviera, siempre estaría
al amanecer en un punto en el que el Sol pudiera alumbrarlo
directamente. Los días en que el Sol no alumbraba al
amanecer, no eran aptos para grandes empresas o para tomar
riesgos; solamente eran dedicados a tareas cotidianas.
Que se diga que eran dioses, no se puede creer, porque ese,
es un concepto infiltrado proveniente de los “Imperios”:
Griego y Romano donde tenían más de treinta mil dioses, a
parte de los Césares y de los que nombraban como dioses
por cualquier circunstancia especial, o también, el criterio
europeo, donde los reyes o nobles de alta alcurnia se
jactaban de no hacer nada que pudiera ser considerado
cortesano o vulgar.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 20
En el Incanato había un solo Dios: El Inti (El Sol) que era la
luz y la vida. El Inca, como guía y conductor del culto a la
vida, era parte del que hacer cotidiano para lograr el fruto de
la Pachamama (madre tierra)
El Inca
Magnífico, camina delante de sus huestes,
erguido el pecho muestra el Sol del Incanato,
la frente altiva, luce viril la mascaipacha,
que lo eleva como el hijo de los Andes.
La madre Quilla lo guarda por las noches,
Huiracocha le da la luz de los sentidos,
El Inti le proporciona calor y fortaleza
para consolar a quienes ama con cariño.
No habrán guerras sin dominios ni fronteras,
no sufriremos hambre si escogemos las semillas,
tendremos abrigo si protegemos las alpacas,
viviremos en paz si conservamos la armonía.
El Inca se aposenta en tierra virgen,
que luego deja sembrada de esperanzas,
todos escuchan animados sus consejos,
porque es la voz, entre el Inti y la tierra.
Vienen a él los que quieren aprender,
y humildemente le ofrecen sus esfuerzos,
piden aprender cómo lograr comida,
quieren labrar con amor la pachamama.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 21
Es la palabra veraz que no mancilla,
es el ejemplo que laborioso los alienta,
es el caudillo que no ofrece, pero enseña,
es el Inca de todos, que sustenta.
Cada tarde se reúne con los niños,
juega con ellos y los escucha con cariño,
cuenta historias de los grandes de otro tiempo,
hablan del Sol, de la luna y las estrellas.
El Sol, les dice, es el dueño de la luz,
la luna, en cambio, es el reflejo en la laguna,
las estrellas son los niños que algún día,
nuevo brillo darán a nuestro Sol.
Soy apenas, un tambo en el camino,
soy tan sólo, un paso más hacia el destino,
el final, está tan lejos en la ruta,
que el tiempo, exigirá de nuestro tiempo.
Yo fui un niño colmado de ilusiones,
porque nací y eso era parte de mí mismo,
luego crecí para sembrar la realidad,
y moriré, justamente en la cosecha.
Ustedes son la nueva vida de mi campo,
y crecerán fuertes, sanos y valientes,
continuarán mejorando mis sembríos,
y su cosecha, será el futuro quien recoja.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 22
He caminado largamente el Incanato,
he puesto los pies descalzos en su suelo,
he sentido la dureza de las piedras,
he resbalado sobre el lodo de los huaicos.
He sentido el dolor en carne propia
cuando el clima anulaba todo esfuerzo,
he resembrado los campos, reabierto los caminos,
he dado gracias al Inti por la vida.
Un duro pasado soporta mi tristeza,
para mostrar con orgullo esta sonrisa,
al distinguir en la hermosura del ocaso,
el preludio feliz, de un nuevo día.
.
Las mesetas y pampas, así como los valles interandinos del
sur habían tenido un año seco. La ausencia de lluvias en esa
parte del Tawantinsuyo, no dejaba dudas, que se habría de
enfrentar un año de escasez y sacrificios. Era de suponer que
se impondría un racionamiento serio de alimentos para evitar
que alguien pudiera morir de hambre. En otros tiempos,
situaciones como ésta, habían obligado a los Incas a pensar
que era indispensable lograr expandir el territorio, razón por
lo que se esforzaron por convencer a sus vecinos de que era
necesario unirse a ellos.
Manco Capac, fundador del Tawantinsuyo, había decidido
que los conocimientos de sus antecesores fueran dedicados
al bienestar de todos los pobladores, de tal manera, que los
lugares donde no se hubieran obtenido cosechas suficientes,
pudieran recibir apoyo desde aquellos puntos, aún, cuando
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 23
distantes, que al haber tenido condiciones climáticas
favorables, hubieran podido lograr cosechas abundantes.
Para este efecto, las pocas guerras que en ocasiones
sostenían con pueblos menos privilegiados intelectualmente,
quedarían desterradas, pudiendo dedicar entonces todos los
esfuerzos a la agricultura, que sería el medio natural de vida
al cual debían aportar todos y sin distingo alguno. Eran
tiempos difíciles, pero la unidad a la que estaban obligados
los sostenía en la seguridad de que la Pachamama –madre
tierra- sería pródiga en frutos gracias al esfuerzo común y a
las técnicas aplicadas por los especialistas y maestros que
venían a enseñarles formando parte del cortejo del Inca.
Estos maestros contaban con el apoyo decidido y exigente
del Inca, y por lo tanto, con la ayuda de Huiracocha y de los
conocimientos que desde Saqsayhuaman y otros templos
dedicados al estudio del tiempo les proporcionaban, estaban
obligados a lograr bienestar.
De esta manera, muchas familias iban siendo redistribuidas
en los valles y tierras productivas e integrándose con los
lugareños a quienes enseñaban nuevas técnicas de cultivo, y
de paso, colaborando para que éstas nuevas tierras fueran
dotadas de los medios y elementos necesarios para albergar
y dar ocupación a nuevas familias.
Todo estaba perfectamente estudiado para que, en cada
oportunidad, se contara con los hombres necesarios para el
cultivo, la cosecha y el almacenamiento o conducción de
saldos y semillas a otros lugares donde fueran requeridos.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 24
La fuerza del Incanato estaba, tanto en sus conocimientos
como en la continuidad de la organización social. Un
pueblo agrícola, sin armas y sin ambiciones personales,
aseguraba bienestar sin luchas intestinas que pudieran
desestabilizar el sistema. Todos vivían preocupados de la
conservación de las semillas y del adecuado almacenamiento
de las cosechas, resultando ésta, por lo tanto, una actividad
fundamental.
Los caminos enlazaban toda la red de campos de cultivo, y
los ayllus hacían, a iniciativa propia, grandes esfuerzos para
resolver sus propios problemas, de tal manera que ellos no
produjeran efectos negativos sobre los problemas comunes,
ya que éstos, a su vez, debían ser resueltos por los Varayocs
de mando intermedio, para evitar que pudieran causar
dificultades mayores al manejo administrativo del Inca.
Los chasquis recorrían incesantemente todo el incanato
llevando y trayendo noticias. Con rapidez increíble hacían el
relevo en los tambos ubicados cada cuatro o cinco leguas,
según fuera el terreno por recorrer, de tal manera que en un
solo día, corriendo de sol a sol, podían cubrir distancias
superiores a los ciento cincuenta kilómetros.
Es indudable que, para que aún este simple sistema
funcionara, era necesario también ser duro al aplicar castigo
a todos aquellos que incumplían sus obligaciones
elementales, pero sobre todo, en el castigo de todo aquello
que afectara la familia o el trabajo. Ama sua – ama llulla -
ama ccella. Esta era una de las formas de establecer la
diferencia entre el bien y el mal. El bien era la vida
dignificada en la familia a través del trabajo y la necesidad
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 25
de compartir. El mal era el ocio, el robo y la mentira o
traición.
Pues bien. Hubo un tiempo en que las huestes del Inca se
vieron afectadas por continuos ataques de elementos
inconformes que pretendían ser ellos los comandantes, y que
adicionalmente, pretendían tomar una mayor participación
de las cosechas sin tener que compartir. Actitud egoísta que
tenía que ser desterrada radicalmente.
Esta posición, que representaba la violación de las normas
fundamentales de convivencia ordenadas por el Inca desde
los inicios del Incanato, obligó a Sinchi Roca a tomar acción
contra los malos elementos. La vida era el bien más
preciado, y por lo tanto, era necesario considerar como tal y
en primer plano, la vida de los habitantes de la comunidad.
La vida de aquellos que rompían las normas, no eran dignas
de consideración, para ellos, la justicia era clara y de
aplicación inmediata.
La maldad no es ajena a la felicidad, como lo negro no lo es
a lo blanco ni la oscuridad a la luz. En este contexto,
tampoco era posible evitar que las sombras oscurecieran
algunos episodios de la rutina simple de la vida cotidiana del
Incanato.
No faltaba pues, quien pretendiera comerse las semillas,
vivir el ocio o tomar para sí, lo que era razón de compartir.
Todos los actos que pudieran afectar la moral o las
costumbres del ayllu eran considerados como aberración de
la vida, y allí, la justicia era aplicada de manera rápida,
severa y terminante.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 26
Luego, necesariamente, se realizaba un trabajo importante
de comprensión de los hechos, con aquellos que pudieran
resultar afectados colateralmente como resultado de la
aplicación de la pena. De esta manera se evitaban reacciones
indeseables o violentas. Esta importante tarea, a la que hoy
llamaríamos re habilitación, era encomendada a los
ancianos.
La idea era lograr la autosuficiencia en la conducta, bajo el
entendimiento claro de los conceptos del comportamiento en
común, de la misma forma como se hacía en los casos de
alimentación y abrigo, aplicando el principio fundamental de
“compartir”, lo mucho con equidad y lo poco con la
resignación natural del poco.
Una columna de maestros se separó del cortejo y tomó el
camino en dirección a Cora Cora. Se internaron por un
desvío que conducía a las faldas del volcán Sara Sara con la
idea de tomar un baño tibio en una de las tantas fuentes
cuyas aguas emanan de las entrañas de fuego del volcán.
Mientras caminaban despreocupadamente entre los riscos,
fueron de pronto interceptados por un grupo de hombres que
les cerraban el paso en actitud poco cordial. Todos llevaban
hondas colgadas al cuello y a ellas se hallaba atado un mazo.
Los maestros en cambio, llevaban tajllas sobre el hombro y
una bolsa tejida de lana de alpaca conteniendo semillas.
- Antayhua, quien ostentaba el Varayoc del comando de
aquel grupo de maestros, se dirigió al jefe
preguntando: ¿Quiénes son ustedes?
- Quispe, en actitud, un tanto prepotente, dijo: Somos los
residentes de estas tierras y no nos gustan los extraños.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 27
Hemos tenido un mal año de lluvias y la vida será
difícil, por lo tanto, no estamos dispuestos a compartir
nada con otros.
Como Antayhua, era un hombre acostumbrado a tratar con
gente inteligente y serena, no se inmutó con la aparente
actitud de discordia del grupo interceptor, y de inmediato,
hablando en tono seguro y firme, los invitó:
- Sentémonos a conversar, así me darán la oportunidad
de explicarles la razón de nuestra presencia en este
lugar.
- Pues bien, dijo Quispe sin perder su arrogancia inicial,
busquemos un lugar apropiado. Vengan por aquí.
Se ubicaron en una pequeña explanada, y allí, sentados en
círculo, mientras comían un poco de cancha, Antayhua
comenzó su disertación.
- Debo explicarles que soy un enviado del Inca Sinchi
Roca y estoy aquí para decirles que él es consciente y
comprende perfectamente todas las dificultades por las
que ustedes están pasando debido a la sequía existente
y a las malas cosechas que han obtenido. Precisamente,
está enviando grupos de maestros como nosotros a
todos los poblados afectados con el fin de enseñarles
las nuevas formas de riego y de cultivo, para ayudarlos
a salvar este momento, y para que en el futuro se
encuentren preparados para enfrentar situaciones
similares.
- Pero, observó Quispe, ¿Cómo resolveremos el
problema inmediato?
- Para ello también se están enviando huestes de
hombres hacia tierras lejanas, donde no han sido
afectados por la falta de lluvias oportunas, con la
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 28
finalidad de traer los excedentes de alimentos que
sabemos que ellos tienen disponibles. Con ellos
esperamos mitigar el hambre en la región.
- Como ves, estamos armados de hondas y mazos
porque estamos dispuestos a defender lo poco que
tenemos.
- No será necesario. Dijo Antayhua. Las hondas no
deben usarse como arma para hacer daño a otras
personas, pero sí, en cambio, podrían ser utilizadas
como herramientas de trabajo para espantar a los
pájaros que hacen tanto daño a las cosechas al comerse
el grano al momento de la siembra. Los mazos,
resultan muy útiles e importantes cuando son utilizados
para romper los terrones al trabajar la tierra; ésta se
ablanda y se logra un mejor desarrollo de las plantas.
Trabajando el campo de esta manera, podremos lograr
mayor producción.
Ante los simples argumentos de la disertación de Antayhua,
Quispe, sorprendido, no decía palabra y era el que escuchaba
con mayor atención. En un momento en que Antayhua hizo
un alto, preguntó:
- ¿Qué contienen las talegas que todos llevan?
- Son semillas, y éstas servirán para enseñar en los
ayllus como trabajar mejor la tierra, contestó Antayhua
con toda naturalidad.
- Sorprendido por la respuesta, Quispe dijo: No imaginé
que pudieran ser semillas, y menos aún, que éstas
servirían para enseñar a los habitantes de mi
comunidad.
Quispe se sintió honrado de conocer a un maestro que tenía
la posibilidad de hablar con el Inca, que fuera enviado de
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 29
éste y que le diera la oportunidad de ser un vocero de él. Se
paró del lugar donde estaba sentado, se acercó al joven
maestro y le puso la mano derecha sobre el hombro, actitud
a la que Antayhua respondió con el mismo gesto y actitud.
Conocedor de la zona, palmo a palmo, Quispe invitó a los
maestros a seguirlo hasta una poza de agua termal que
estaba protegida de los vientos helados de las alturas. en
donde podían tomar un baño más prolongado porque sus
aguas no eran demasiado calientes. Después de tan
agradable baño, los condujo hasta una vertiente de aguas
cristalinas que bajaba de los picos nevados para deleitarse
bebiendo unos sorbos.
A medida que el grupo conformado por los hombres de
Antayhua y Quispe se aproximaba a Cora Cora, iban
apareciendo las modestas viviendas construidas de piedras y
adobes, y techadas con paja de ichu. Como es natural, los
niños fueron los primeros en salir a curiosear a los visitantes.
Como era usual, a la hora que llegaron, la mayor parte de los
habitantes no estaban en el poblado, ya que se encontraban
en las quebradas o en las faldas de los cerros realizando
tareas agrícolas. Sin embargo, apareció un joven fornido y
de aspecto atlético, quien al ver a los visitantes, ingresó a
una vivienda, para salir un momento después con un varayoc
en la mano derecha. Este instrumento, consistente en una
vara de madera oscura en forma de cuña y con algunos
adornos en el mango y la punta, y de unos noventa
centímetros de largo, era el símbolo de su autoridad.
La relación lograda por Antayhua y Quispe fue inmediata,
gracias a la apertura de pensamiento que ambos pusieron de
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 30
manifiesto en una actitud de entendimiento que abrió las
puertas –simbólicas- de Cora Cora a los enviados del Inca,
quienes fueron bien recibidos mereciendo el ofrecimiento de
la más amplia colaboración.
Con la disposición para aprender que mostraron todos los
habitantes, pudieron afianzar la idea del Inca, de que eran,
por esencia, un pueblo agrícola y que necesariamente debían
mantenerse unidos y ayudarse mutuamente para evitar que
las catástrofes naturales los afectaran, ya que, en un estado
de caos, podrían ser inducidos al egoísmo, que al final, es el
que genera discordias y éstas al odio que conduce a la
guerra.
La inmensidad de los Andes, aparentemente lúgubre y fría,
escondía una variedad impresionante de aves y animales que
servían de sustento de emergencia a las comunidades. Las
perdices, patos y palomas, entre las aves, y los guanacos y
venados, además de los cuyes que ya habían sido
domesticados, constituían una fuente natural de alimentos.
Una luna era el tiempo que Antayhua disponía para enseñar
a los habitantes de esa zona. Luego, Quispe se encargaría de
continuar su trabajo. Él debía viajar a los Valles de Jaquí y
Acarí y luego a las lomas de Atiquipa, con la finalidad de
hacer pruebas de nuevos cultivos. Allí se reuniría con otros
enviados del Inca para hacer, conjuntamente con los
habitantes de la región, los experimentos de aclimatación de
las plantas oriundas de la sierra, a los valles y climas de la
costa.
Alimentación y abrigo eran las preocupaciones
fundamentales del Incanato, y para ello, trabajaban en
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 31
comunidad y orden. La dura e incorruptible madera de
guarango, servía para hacer buenas tajllas y otros utensilios
de labranza. La lana y el algodón natural de color café,
tenían una gran importancia en la confección de mantas y
ponchos.
Hombres como Antayhua, calmos y observadores, claros en
el pensamiento y poseedores de un alto poder de
entendimiento, eran los encargados de evaluar durante su
recorrido, las virtudes y capacidades de los niños. Ellos
representaban el desarrollo futuro y la grandeza del
Incanato.
Sinchi Roca, siempre magnífico, siempre cauto y
naturalmente dispuesto a escuchar, acostumbrado a ser guía
y maestro del Tawantinsuyo, no dejaba que ninguna
inteligencia se desperdiciara. Era perceptivo y perspicaz, de
manera que sabía observar y distinguir la diferencia entre los
inteligentes y los hábiles, lo que le permitía asignar tareas y
responsabilidades según los atributos de cada quién.
Los genios estarían siempre cerca del Inca, asistiéndolo, o en
su defecto, en los templos, dedicados al estudio del tiempo y
la arquitectura, y especialmente, a la investigación y mejora
de los cultivos. Los místicos estaban al servicio del Inti, la
Quilla y Huiracocha. Trilogía clásica del Padre, la Madre y
el Espíritu que protegen el ayllu, que a su vez, representa la
vida y la supervivencia. Los místicos también se dedicaban
al estudio de las enfermedades y la preservación de la salud.
Nadie llegaba a gran jefe por ser la bestia guerrera, como
sucedía en las culturas orientales o en Europa mismo, donde
el botín de guerra era el fruto para la supervivencia
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 32
El Incanato vivía por el desarrollo de las comunidades que
de ellos aprendían. Jamás creció por el robo o el exterminio
de los pueblos más débiles. Cualquier actitud de este tipo era
severamente castigada. De otra manera, el Tawantinsuyo no
hubiera alcanzado una población tan importante como la
tuvo, de catorce millones de habitantes, considerando, y está
a la vista, una geografía tan difícil. Además, sus caminos no
hubieran subsistido en el tiempo como lo han hecho.
Simplemente, un hombre de la dimensión de Manco Capac,
pudo ver con claridad meridiana, que la base de la
convivencia es la buena voluntad y el entendimiento, los que
a su vez llevan a la alegría y el amor. Las quenas lo dicen y
lo sostienen.
No puedo imaginar el Incanato como un lugar triste,
oprimido y sojuzgado, como tampoco puedo comparar una
comunidad incaica con una tribu de otros continentes.
Manco Capac decía muy a menudo: No dejemos que la
alegría nos ciegue el camino, ni que el exceso de orgullo nos
eche por la barranca. Seamos mesurados y prudentes.
Por lo tanto, y como es natural, reniego desde estas líneas,
del infeliz que en su afán de menospreciar la cultura Inca,
inventó el cuento de la “noche de sangre de Rumi Ñahui”.
Prueba clara del espíritu de inferioridad español ante una
cultura social, agrícola y arquitectónicamente superior.
Citaré los versos finales de mi poema Qosco:
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 33
Nada se compara al enclave de tus piedras,
que nos inspiran a ser firmes y valientes,
a soportar... cargando Iglesias por los siglos,
como Cristo cargó la cruz hasta el calvario.
No puedo decir más sin ofender memorias,
no puedo escribir más sin desmentir historias,
mas la verdad de mi pluma escarba en el olvido,
para descubrir que Qosco... es cultura y es verdad.
Sin hacer alarde de poder y sin ninguna vestimenta especial
que lo destacara, el hombre del varayoc se presentó como el
responsable del poblado diciendo su nombre: soy Huamani,
y de inmediato, Quispe que lo conocía bien por ser de la
misma comunidad, le hizo ver a Antayhua que en él tendría
un excelente colaborador para el logro de los fines que tenía
encomendados por el Inca.
Sin perdida de tiempo, se sentaron a cambiar ideas sobre lo
que debían hacer para evitar el hambre durante los difíciles
meses que vendrían. Huamani sugirió que sería muy
importante integrar a este conjunto a Kunturi, por cuanto era
muy apreciado por ser un magnífico agricultor.
Informado Kunturi de la llegada de los emisarios del Inca, se
izo presente muy interesado en conocer los pormenores y
dispuesto a dar de sí lo que pudiera, por lo que de inmediato
se inició el diálogo:
Kunturi - Trabajo en la siembra, - léase cultivo – y estoy
dispuesto a colaborar si con ello puedo mejorar las cosechas
para que no falte comida en los ayllus.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 34
Antayhua - El Inca estará complacido de escuchar de ti. Él
necesita la colaboración de los más inteligentes y fuertes,
para que todos en el Incanato, principalmente los niños y
ancianos, nunca pasen hambre o puedan correr el riesgo de
morir de frío por falta de abrigo. En todo lo que hagamos,
debemos de tener en cuenta que los niños requieren la
mayor atención de los mayores y que los ancianos
merecen el mayor respeto y consideración.
Kunturi - Por ésta causa, mi corazón – alma y sentimiento
– es del Inca y estaré orgulloso de ser tu amigo. Tú tienes la
confianza de Quispe y sólo me queda ofrecerme para formar
parte de esa relación.
Quispe - Seremos como las manos, los brazos y las
piernas de un cuerpo unidos por el corazón. Trabajaremos
juntos y los ayllus de la región se unirán a nosotros en esta
misión.
Antayhua - El Inca, inspirado por su padre el Inti y por su
madre Quilla, podrá gobernar tranquilo con la seguridad de
que el entendimiento y la buena voluntad de todos sostendrá
la paz eternamente. Somos agricultores y la Pachamama nos
dará la fuerza necesaria para vivir en armonía.
Huamani - Sostendré ese criterio y lo comunicaré a los
demás varayocs de los ayllus vecinos, así podremos
mantener una organización de la que nuestro Inca pueda
estar satisfecho. Que nuestras jalcas y nevados sean testigos
de este juramento que hacemos para que cada pedazo de
tierra disponible sea productivo.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 35
De esta manera, Quispe, representando “la honda”, se
ocuparía de proveer caza y vestimenta. Kunturi
representando “la tajlla”, se ocuparía de las faenas
agrícolas, mientras que Huamani, quien ostentaba “el
varayoc”, vería la vivienda y el orden en el manejo de los
bienes destinados a la alimentación, y las semillas y los
saldos que debían aportar a otras comunidades menos
favorecidas.
Este comité estaba asistido por los ancianos del lugar,
quienes eran los encargados de transmitir a los niños todos
los conocimientos vividos y aprendidos de sus mayores en
su oportunidad. Las mujeres se ocupaban de cocinar, hilar y
tejer. Además, participaban activamente en la siembra,
cosecha y clasificación de semillas.
Éste era un comité simple y sabio al que Antayhua aportaba
los conocimientos traídos desde el Cusco, y cuya
transferencia, cumplía con todo fervor y respeto por orden
directa del Inca.
Antayhua lograba, de esta manera, su objetivo, pues al
hallar personas como ellos, allanaba su camino. Él, luego de
entregar los valiosos conocimientos que traía, podría
marchar tranquilo a su próxima pascana.
El sol estaba al ocaso y el firmamento se cubría de celajes y
bellos colores indicando que era hora de terminar las labores
del día y de preocuparse por buscar abrigo. Al día siguiente,
con el alba, comenzarían nuevamente las faenas.
Se acostumbraba a tomar los alimentos dos veces al día. Por
la mañana se preparaba “lagüa”, consistente en una sopa
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 36
espesa preparada con habas, quinua, quiwicha, cañihua y
otros productos disponibles y se acompañaba con “cancha”.
Por la tarde, se comía un guisado con papas y chuño, a la
que se agregaba cualquier tipo de carne de ave o cuyes, o
también cecina, chalona o charqui. Sin embargo, “la
pachamanca” (olla de tierra) se preparaba en las cosechas
para dar gracias a la tierra por sus dones. La cancha era el
complemento obligado de las comidas.
Antayhua se levantó al alba, tomó sus alimentos en
compañía de Kunturi y luego salió con éste a recorrer los
campos. Observaron los diversos tipos de suelos y la
capacidad de retención de agua y humedad de los mismos.
Calcularon las posibilidades de construir andenes en algunos
lugares para ampliar las áreas de cultivo.
A medida que, durante los días sucesivos, ampliaban su
recorrido, estudiaban en qué campos se sembraría cada
producto de acuerdo a las características del terreno,
haciendo hincapié en que no deberían sembrar más de dos
veces seguidas el mismo producto, en el mismo campo.
Cada vez, al final de las cosechas más importantes, un grupo
de hombres era enviado con una recua de llamas cargadas de
productos hacia la costa para ser entregados en los tambos,
donde recogían pescado salado, sal, zapallos y otros
productos de la región.
Perspicaz e inteligente, Antayhua había sabido influir en el
comportamiento del diario discurrir de aquella agrupación
de ayllus. Había logrado que tomaran conciencia de los
deseos del Inca, haciéndoles notar que éstos eran por el bien
de todos y que los objetivos se lograrían con el esfuerzo
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 37
común, de tal manera que, - y lo repetía insistentemente - en
los años de buenas cosechas ellos pudieran contribuir a
evitar el hambre en otras regiones menos favorecidas y que
durante los años malos ellos pudieran recibir el apoyo de
otros.
Esta filosofía de la escasez y la abundancia, resumida en una
palabra: “reciprocidad”, hacía que el clima, que muchas
veces se convierte en una dificultad insalvable, podía ser
compensado por el hecho de que la variedad de climas, que
en su gran extensión tenía el Incanato, les permitía cultivar
una diversidad igualmente grande de productos, además de
tener siempre la seguridad de que en muchas regiones sus
efectos no serían negativos.
Como la producción de alimentos no permitía su
almacenamiento por largo tiempo, éstos debían ser
repartidos y consumidos oportunamente. Al no existir el
dinero, no existía la actitud mercantilista. ¡No existía la
“acumulación”! Palabra clave del léxico bancario.
La posición dominante no indicaba con el dedo que:
“aquello que yo te doy vale mucho y aquello que tu me das
vale nada”, haciendo al poderoso más poderoso y al débil
más débil. Eso llegaría siglos después con los españoles.
A nadie se le podía ocurrir en ese tiempo, que ante una
posición de desventaja que se produjera en una región, la
ayuda que recibiera, tuviera que estar condicionada a ser
devuelta, inexorablemente, en la siguiente cosecha pero
duplicando la cantidad. El Incanato hubiera desaparecido en
diez años, los pueblos se hubieran convertido en nómadas y
asaltantes para vivir los unos del esfuerzo de los otros. Se
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 38
hubiera llegado al imperio de la rapiña y la esclavitud.
Patrimonio euro–oriental importado y magnificado en
América bajo la fórmula del “interés simple y el interés
compuesto” que siempre termina siendo “descompuesto”
porque huele a cocina.
Sabemos que las cosas sucedieron tal como lo manifiesto,
sabemos fue así porque así lo percibe nuestro corazón
peruano, tal como lo estoy diciendo, porque los Incas tenían
un principio fundamental, elemental para sostener el orden y
la armonía y equidad de manera permanente:
Ama sua - no sea ladrón. Ama llulla - no seas mentiroso. Ama ccella - no seas ocioso.
La cultura social del Incanato, asentada sobre las bases del
bienestar general, tenía como objetivo lograr suficiente
cantidad de alimento y abrigo para todos, mediante la lucha
permanente contra los cambios naturales y sus efectos, tanto
por las variantes del clima como de la topografía.
Durante aquellos veranos que se caracterizan por que las
lluvias avanzan hacia la costa, se producían, y se producen
hasta hoy, en las partes altas, los huaicos que arrastran lodo
y grandes piedras generando caos en las casas que son
sorprendidas por su fuerza incontenible, pero también se dan
casos en los que, en las partes bajas de los valles, se
producen las “llapanas” – pequeños huaicos que arrastran
tierra nueva- que inundan los cultivos.
Para estos casos o avenidas especiales que son las llapanas,
Antayhua recomendaba prevenirlas estudiando los cauces
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 39
para crear en ellos pequeñas cascadas que redujeran su
fuerza y luego poder orientar su caudal hacia zonas que
después pudieran ser convertidas en terrenos de cultivo.
Hay que tener en cuenta, les decía, que la tierra que arrastra
la llapana es muy buena y que después podremos sacar
provecho de los terrenos que se formen. Observa que todos
nuestros sembríos están sobre parcelas que han sido lecho
de río o inundados por la llapana.
En su lucha por conocer las variables del tiempo, a través del
estudio del sol, la luna y las estrellas, los Incas aprendieron
a ubicarse en el presente, aprovechar las experiencias del
pasado y proyectarse al futuro, posición que les dio una
dimensión sobrenatural para la época.
Aprendieron a ser conscientes y consecuentes. Los hombres
eran valientes, corteses y respetuosos. Las mujeres fueron
abnegadas madres cariñosas. El concepto de familia era
soportado por los pilares básicos de la unión y la razón de
su lucha contra los excesos de la naturaleza, la que
provocaba avalanchas y huaycos unas veces, o sequías y
heladas, otras.
Lo usual era ver a una niña abrazada a la pierna de la madre
y a un niño abrazado a la pierna del padre, como quien
siente la necesidad de tomar una muestra del camino por el
que deberá ir en la vida, y desde ya, aceptando las
obligaciones que le tocarán por ser hombre o mujer.
Encontraban consuelo en el trabajo y distracción en la
música y la danza, pero sobre todo, en la alegría de los
niños. El indio taciturno surgiría después de la conquista
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 40
como resultado de la opresión y el aislamiento cultural,
apartado de sus propias razones. Se reunían para festejar
el inicio de las lluvias y el logro de las cosechas; adoraban el
amanecer y el ocaso, lloraban con tristeza por sus muertos y
les rendían culto. La espiritualidad era una realidad presente.
Sentimientos de bondad y sinceridad cotidiana no
destacados en los libros, debido seguramente, a la necesidad
de mantener la idea de la condición infrahumana de los
naturales, sin lugar a dudas, para conservar esa hegemonía a
la que los impulsaba la obsesión por obtener riquezas y
poder irrestrictos. Estos productos importados y sublimados
por la verdad sacrosanta, socavaron muchas voluntades.
Pero, será mejor que digamos nuestra propia verdad en unos
versos:
La Verdad
La verdad es aquella
que me levanta al amanecer,
la que veo cuando sale el Sol,
cuando despiertan las flores,
cuando se avivan las hojas,
cuando comienza el trabajo.
Tomo mi tajlla,
voy a los campos,
a cultivar la tierra
cuando brilla el Sol,
porque él es la vida,
porque él es el Inti,
que me deja ver,
que me da calor.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 41
Y cuando él descansa,
al caer la tarde,
descanso también.
Entonces la luna,
que es la madre Quilla,
me guarda en mis sueños,
contándome historias,
de vida y amor.
Cuando Antayhua y Quispe se encontraron por primera vez,
ninguno de los dos manifestó una actitud de beligerancia
plena, pues ambos estuvieron desde el primer momento
dispuestos a escuchar y a cambiar ideas. Ambos tenían el
valor suficiente para ser prudentes, ambos poseían la
serenidad de espíritu necesaria para escuchar razones, ambos
estaban allí en busca de lo mismo: el bien de todos.
Antayhua era el mensajero de la vida, su misión era ayudar a
salvarlos mediante el cultivo de la razón basado en el cultivo
de la tierra, y en la distribución racional y consciente de las
ideas y sus frutos.
Quispe era la mano firme que orientaría a los suyos a
contribuir con esfuerzo y dedicación, con paciencia y
comprensión, a llevar a cabo esa noble misión.
El progreso era pues, más espiritual que físico o económico
– aunque vista la economía de una manera distinta –
encaminado hacia el bienestar alejado del egoísmo
pernicioso. El orgullo estaba en la dignidad del trabajo y
en la satisfacción de ver a todos satisfechos.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 42
La gloria se encuentra cuando se logra amar y ser amado
con serenidad; querer y ser querido con afecto; dar y
recibir con devoción; vivir y morir con dignidad.
Por todo esto y por ese sentimiento místico que albergaba el
corazón de Antayhua, sentimiento que había sido cultivado
en él y tantos otros como él, en los templos del Incanato,
hoy mal llamados fortalezas, se podía aspirar a una cultura
social libre de ambiciones personales.
Las guerras son siempre económicas y sus banderas
símbolos de muerte. El amor y la paz son como hongos en
los pies del guerrero que le estorban al caminar por lo que
sólo piensa en eliminarlos.
Había llegado el momento de partir. Antayhua preparaba su
poncho y su varayoc, y aquellas personas que lo
acompañaban, las semillas destinadas a ser sembradas en los
valles de la costa, en otros climas.
Una comitiva encabezada por Quispe, Kunturi y Huamani
los acompañó en señal de afecto hasta varias leguas del
poblado, comprometiéndose a que se comunicarían cada vez
que fuera posible.
Cuando llegaron a Huanca, en la parte alta del valle de
Acarí, encontraron unos ayllus que se dedicaban a la caza de
palomas, abundantes en los montes (léase bosques)
formados por cayacasos y sauces, chilcas, mangles y
guacanes que eran surcados por el río, cuyas aguas
proporcionaban abundante pesca de camarones, bagres y
pequeñas lizas.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 43
Casi no tenían agricultura por lo que se limitaban a la
extracción de frutos como pacaes y tunas, guayabas y
pepinos y también algunos otros en estado casi silvestre,
como eran los zapallos, tomates, tumbos y muchos más.
La gente de Antayhua inmediatamente evaluó y determinó
que las tierras eran buenas y que el agua no faltaba. Tendrían
que establecer un sistema de regadío para lo que construirían
tomas y acequias, luego sacrificarían la parte exterior del
monte para hacer de esa zona los terrenos de cultivo. El
monte de la ribera del río serviría para sostener el cauce
firme.
Rápidamente la noticia de su llegada se extendió a lo largo
del valle hasta la desembocadura del río en Chaviña. De
cada pueblo enviaron hombres para observar y aprender de
él, por lo que decidió hacer de Huanca, Ñawipampa y
Mallco, centros de aprendizaje.
Aprovecharían el invierno para hacer los canales y tomas de
agua, y para sembrar las la mayor cantidad de especies que
les fuera posible, de tal manera que pudieran luego
determinar el rendimiento de cada una de ellas y tratar de
lograr otra cosecha durante el verano.
Después de esto, Antayhua distribuyó sus hombres a lo largo
de todo el valle y procedió a enviar emisarios a Yauca y
Jaquí para invitarlos a que vinieran a ver lo que aquí se
estaba haciendo, de manera que ellos pudieran adelantar
trabajos en sus comunidades.
El valle de Acarí se convirtió en un lugar de alta
productividad y allí se instalaron más tambos y colcas
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 44
destinados al almacenaje de productos que serían llevados
luego a otros pueblos.
Antayhua llegaba a enseñar, sin embargo, encontraba que en
cada pueblo siempre había algo que aprender. Así fue que al
llegar a Huanca pudo observar sus métodos y habilidades
para pescar.
Ellos encausaban una parte del río y lo canalizaban en forma
de embudo a un punto en el que hacían una pequeña caída.
Justamente allí colocaban un “pache”.
El pache consistía en un tejido de cañabrava, cuyas medidas
eran de una braza de ancho por dos de largo. Colocado en la
caída, ligeramente inclinado hacia arriba, hacía las veces de
filtro y en él quedaban atrapados los camarones y lizas que
iban con la corriente de agua. Como en el contorno se
colocaban ramas de sauce, no era necesario estar pendiente
de la pesca. Con ir a recogerla un par de veces al día, en la
mañana y al atardecer, era suficiente.
Era común en la región secar el maíz utilizando un “chipo”,
ya que de esta manera, evitaban que los pájaros diezmaran
sus cosechas y de paso les servía como trampa para cazar
palomas. El chipo consistía en una construcción de cañas
que se hacía en un lugar descampado y con mucha
ventilación, de manera que el aire se filtraba entre las cañas
oreando adecuadamente el maíz. El techo era un tejido
abierto de cañas cruzadas, para darle a las aberturas la forma
de un rombo, y lo suficientemente grandes como para
permitir que las palomas pudieran ingresar, atraídas por el
maíz, pero no salir, al tener que volar con las alas
desplegadas. Este trabajo tenía que hacerse muy
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 45
concienzudamente, ya que la cuculí es muy desconfiada, y si
tan sólo una lograba escapar, no volverían a ingresar más
dejando ese chipo inutilizado como trampa.
También era común y casi se podría decir, ritual, que cada
vez que se sembraba un campo, se utilizaran los
“manchachis”, –espanta pájaros- los que comúnmente se
confeccionaban con palos y totora, se daba forma de cuerpo
humano, para luego pintarlos de colores utilizando arcillas
húmedas.
Cuando consideró terminada su labor en Acarí, Antayhua
hizo un viaje a Yauca y Jaquí con la finalidad de observar
los trabajos que se habían realizado simultáneamente allí, y
de paso dar las últimas indicaciones a que hubiera lugar para
efectuar las mejoras que fueran necesarias.
Ahora él debía establecer en Atiquipa el campo de
experimentación que tanto deseaba. Una especie de vivero
donde las plantas pudieran sobrevivir en condiciones
adversas de clima, escasez de agua y por largos períodos de
ausencia de lluvias.
Para ello, implantó varias familias que trajo de los valles y
quebradas vecinas. Este era un trabajo realmente difícil.
Todo lo que había logrado con gran suceso hasta hoy había
sido solamente el prólogo para la gran tarea que le esperaba.
Contaba con un equipo capaz y hábil. Comenzaron
sembrando árboles que pudieran retener humedad y agua en
las pequeñas quebradas que bajaban de los cerros y
aprovecharon cada recodo disponible para sembrar plantas
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 46
que les aportaran una provisión de alimentos y frutas
frescas.
Surcaron las lomas y con sólo las pequeñas lloviznas, la
niebla y la humedad del ambiente, hicieron germinar
semillas de las que lograron cosechas, indudablemente no
importantes al principio, pero que fueron mejorando a
medida que iban descubriendo las mejores condiciones y
ciclos requeridos por cada especie.
Simultáneamente los conocimientos que adquirían, eran
llevados a otras comunidades, donde con apenas un poco de
mejores condiciones de clima y de riego, obtenían
excelentes resultados.
Como una atención especial a su dedicación y al tiempo
dedicado a tan fructífera labor, Antayhua recibió la visita del
Inca Sinchi Roca, quien llegó acompañado de un ejército de
cuarenta mil hombres, cuyas únicas armas eran las mismas
que siempre portaba Antayhua y su grupo: la tajlla y los
mazos que algunos llevaban, y que servían, como ya
también se ha dicho, para romper los terrones que impedían
la retención uniforme de la humedad.
En dos fases de luna que permanecieron allí, aquel ejército
de agricultores, mejoró los caminos, los canales de retención
de agua y las viviendas de los ayllus. Trajeron gran cantidad
de plantas recomendadas por los sabios del Cusco, las que
sembraron de manera que sirvieran de sombra, abrigo y para
asegurar la provisión de agua por retención de humedad en
las quebradas.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 47
Al anochecer, en un momento de quietud, después de
concluir las faenas del día, Sinchi Roca se enfrascó en una
conversación con Antayhua.
- El Inca: Este viaje es para mi un sueño realizado,
por cuanto me ha permitido llegar a un lugar donde
se siembran esperanzas.
- Antayhua: Sembramos la semilla con cariño y
cultivamos la tierra con paciencia.
- El Inca: Veo en ti un pedazo de mi espíritu, porque
comprendes mi pensamiento, que no es solamente
para hoy.
- Antayhua: Si el presente es la siembra y el mañana
es la cosecha, entonces no hay duda que tendremos
la protección de Huiracocha.
- El Inca: El espíritu del Ande no dejará que las
lágrimas surquen en vano las mejillas.
- Antayhua: Si cada lágrima se convierte en fruto,
entonces no pasaremos hambre.
- El Inca: Pide y tendrás lo que necesitas.
- Antayhua: Estamos aquí para dar y eso seguiremos
haciendo. Nuestro brazo será más fuerte y nuestro
espíritu más firme para enseñar.
- El Inca: Recuerda que los momentos difíciles no
son aquellos en los que el dolor pone a prueba
nuestra fortaleza, sino aquellos en los que la alegría
no nos deja ver con claridad.
- Antayhua: Es el consejo más sabio que he recibido.
En adelante, siempre lo tendré presente.
- El Inca: Es duro heredar una obligación, pero es
reconfortante encontrar alguien que nos ayude a
soportarla.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 48
Dicho esto, el Inca se retiró a descansar en medio de la
apacible noche de Atiquipa, donde la paksa –claridad de la
luna- destacaba el perfil de los cerros por el oriente y la
sonrisa de la rompiente del mar por el occidente.
El Inca entregó una hermosa Ñusta para que Antayhua
formara familia, de tal manera que fuera ejemplo y guía en
el lugar. Kukulí había sido enseñada en el arte de hilar y
tejer, y a su vez, ella enseñaría a todas las mujeres de la
región a mejorar la vestimenta.
De paso se aumentó el número de chasquis para sostener una
comunicación fluida con el Cusco, de manera que por lo
menos, en cada fase de luna, dos chasquis llegaran y
partieran de Atiquipa.
La pesca rudimentaria que hacían con gran dificultad,
mereció una atención especial. Mejoraron un sistema de
flechas y lanzas confeccionadas con sacuaras y afiladas
puntas dentadas de madera de guarango o espino. Armaron
trampas para cazar cangrejos y pancoras y confeccionaron
redes con hilado de algodón y también botes de totora.
Se aprovisionaron de gran cantidad de sal y prepararon
tendales, a fin de que cada vez que hubiera una varazón de
anchovetas - muy común por esos tiempos - todo el mundo
dejaría las tareas agrícolas e iría a recoger la mayor cantidad
de éstos pequeños peces que le fuera posible. Luego serían
llevados a los tendales, y arrumados por capas sucesivas,
una sobre otra, de anchovetas y de sal. Una vez
acondicionadas así, serían cubiertas con esteras de totora, y
de esta manera, podrían conservar el nutritivo y poderoso
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 49
alimento por mucho tiempo para atender fluidamente a los
pueblos de la sierra.
Un día, pasados unos años, Antayhua y su familia recibieron
una grata sorpresa: Quispe, su esposa y dos hijos, haciendo
gala de una profunda amistad, no quisieron dejar pasar la
oportunidad de reunirse nuevamente con él en Atiquipa, así
es que, aprovechando la ocasión de estar en Acarí, a donde
llegaron conduciendo una recua de llamas cargadas de
quinua, habas y papas y después de entregar su cargamento
en las colcas, partieron a visitarlo mientras les preparaban la
carga que a su retorno, llevarían a Cora Cora, la misma que
consistiría en pacaes, pepinos, zapallos y frijoles.
Quispe no podía quedarse por mucho tiempo, pero los pocos
días que estuvo allí, fueron motivo de mucha alegría. Para
colmar ese sentimiento de confianza y amistad, él y su
esposa convinieron en dejar con ellos a uno de sus hijos
llamado Poma, con el propósito de que aprenda directamente
de su sabiduría.
- La amistad se sostiene en la nobleza de un corazón
puro, le dijo Antayhua al despedirse.
- A lo que Quispe respondió: Quedas con mi hijo que
es parte de mí y me lo devolverás con tus
conocimientos, que son parte de ti, lo que para mí,
es un honor.
- La mano que se apoya en el corazón es doblemente
fuerte, pues posee la fortaleza propia y la del
espíritu, agregó Antayhua con satisfacción.
Dicho esto, pusieron, cada uno de ellos, sus manos sobre los
hombros del otro en actitud de franqueza. Fue un momento
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 50
realmente emocionante para dos hombres fuertes pero
dotados de gran sensibilidad.
Además de las labores de la casa, las mujeres, siguiendo las
enseñanzas de Kukulí, la esposa de Antayhua, hilaban y
tejían constantemente, pues en Atiquipa las noches de
invierno son húmedas y frías. Para ello les enviaban lanas de
alpaca desde el Collao y Cusco, y recibían algodón natural
color café de los valles de la costa.
Durante las reuniones que constantemente sostenía Kukulí
con las jóvenes de los diferentes ayllus que visitaba con el
fin de enseñarles a hilar y tejer, les contaba historias y les
decía algunos poemas para facilitar la captación del mensaje,
que como futuras esposas, debían escuchar con atención.
También les contaba cuentos y les recitaba poemas rosa que
aumentaban su sensibilidad de adolescentes.
Una vez que tenía la atención plena de las chicas,
comenzaba diciendo: Los ojos de la joven brillaban a la luz
de la luna, en la frente lucía un pequeño adorno
cuidadosamente tejido con lana de vicuña que ella misma
había hecho con esmero, y que terminaba en dos largas
trencillas que circundaban su cabeza.
El largo y negro pelo le colgaba sobre los hombros en dos
gruesas trenzas que destacaban sobre su hermosa figura
juvenil, en los años en que, como una flor, podía mostrar sus
encantos con naturalidad, deseando formar un hogar.
Aún inocente, ella no sabía por qué, pero su instinto natural
la llenaba de inquietud cuando observaba con curiosidad a
los jóvenes, quienes no se atrevían a mirarla fijamente sin
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 51
sentir cierta vergüenza y bajaban la mirada, entonces ella
con rubor, hacía lo mismo y luego levantaba un ojo para
seguirlos mirando.
Cuando al bañarse en el arroyo, notaba que se iba haciendo
mujer, intuía que pronto tendría que formar familia. En un
acto de confianza, habló con su mamacha para expresarle
sus dudas y temores por el cambio de actitud que notaba
ante los hombres.
La mamacha le explicó con mucho cariño que le había
llegado el tiempo del amor, que su corazón le diría por quién
al palpitar, pero que era muy importante tener mucho
cuidado para asegurarse de que, aquel que dulcemente le
quitaba el sueño, tampoco dormía por las noches pensando
en ella.
Efectivamente, poco tiempo después, camino del sembrío se
encontró con uno de los jóvenes del ayllu quien le hizo
compañía en su camino.
Mientras ella preparaba las semillas y sembraba, él trabajaba
en el andén que estaba al lado, sin embargo, constantemente
sus miradas se cruzaban haciendo que ella, con ilusión,
esperara el fin de la jornada para tener la oportunidad de
saber si él, se atrevería o no, a ofrecerle compañía
nuevamente.
Así fue, él, rápidamente le cortó el camino, se acercó a ella y
le tomó la mano; entonces ella la retiró con temor, pero
sentía la necesidad de que él la tomara nuevamente. Él
volvió a la carga, y aparentando dar un tropezón, la abrazó
como quien se sujeta para no caer, ella lo sostuvo por un
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 52
momento, tan cerca de él, que se sobresaltó y luego lo
rechazó con suavidad, pero con esa coquetería natural que
usamos las mujeres
Simultáneamente, en ambos surgió la necesidad espontánea
de hablarse y contarse cosas, perdieron el temor y se
tomaron de las manos y fueron en dirección al arroyo. Allí
se lavaron, se echaron agua y rieron juntos con gran alegría,
como si fueran los dos únicos seres sobre la tierra.
De pronto, ella, mujer, más consciente que los hombres, al
ver que caía la noche, volvió a la realidad y se dio cuenta
que tenían que regresar. Con firmeza concluyó el juego y
retornaron corriendo, pero dándose pequeños empujones y
pellizcos sin dejar de reír todo el camino.
Cuando ella entró a la casa, medio mojada, sonrosada y con
una sonrisa de felicidad que no había mostrado antes, la
mamacha supo que había llegado el momento.
Los padres de ambos hablaron y convinieron que festejarían
la unión con la próxima cosecha de maíz. Mientras tanto, él
construiría una casa y ella tejería mantas para tener con que
cubrirse y protegerse del frío.
La casa sería simple y consistiría: en la parte delantera, una
habitación grande que serviría como cocina, comedor y
también como lugar de reunión al calor del fogón. Luego
vendría otro cuarto para dormir, y en la parte posterior, un
corral donde se criarían cuyes, perdices y ocasionalmente un
venado o alguna llama o alpaca que perdiera a su madre.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 53
Se acostumbraba que el primer día que habitaban la casa,
ella tenía que sembrar un árbol en el corral, y él, otro árbol
en la parte delantera, dejando espacio para que más adelante,
cada hijo, al llegar a la edad de recordar, pudiera sembrar el
suyo al lado del que sembrara el padre o la madre, según
fueran hombre o mujer.
El árbol exterior era el símbolo de la hombría y
representaba la obligación de abrirse a la vida, mientras
el árbol interior era el símbolo de la feminidad y la
encomienda de cuidar el ayllu.
Los padres ayudarían en las construcción y las madres
enseñarían a ella todo aquello que aún no supiera para
sobrellevar el serviñacuy y luego ser una buena esposa y
madre.
Entonces, una vez terminado el cuento, Kukulí les recitaba
los versos que le enseñara su madre:
El primer amor
Si el amor llama a tu puerta,
no le digas nunca no,
tampoco le digas si,
dile, pues, lo pensaré.
Si él insiste con que quiere,
dile pues, quizá, algún día,
cuando me ofrezcas la dicha
que haga palpitar mi pecho.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 54
Él te dirá muchas cosas,
te ofrecerá muchas más,
pero tú dirás que no
y cerrarás tus encantos.
Él te dirá cosas lindas,
te pegará con cariño,
y una cosquilla al sobaco
para que pierdas la calma.
Te reirás mucho de él,
reirán juntos los dos,
otra cosquilla a los pies,
mas no abrirás tus encantos.
Le pedirás que te deje
y que regrese otro día,
que para entonces quizá...
si es que te ofrece la vida.
Él volverá, no lo dudes,
fácil se alocan los hombres,
pues no soportan el no,
de la mujer que ellos quieren.
Tú, resiste las cosquillas
y esos golpes de cariño,
y así tu macho tendrás,
en los brazos como un niño.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 55
Estos versos tenían la virtud de generar coquetería e
inquietud en las jóvenes, las que de inmediato reían y
cuchicheaban avizorando un nuevo mundo ante sí.
En otras ocasiones las hacía recitar un poema destinado a
crear en ellas una actitud romántica:
Botón en Flor
El botón en flor que llora gotas de rocío,
nos ofrece la frescura de inocentes años,
pétalos tiernos que se abren a la vida,
para expresar la belleza de una flor.
Nos llama a la caricia llena de alegría,
brillando coqueta al salir el sol,
ofrece su polen a una mariposa,
que viene trayendo sueños de ilusión.
Vienen las abejas a trabajar la miel,
luego un picaflor se arrima al festín,
mientras luce hermosa todo su esplendor,
la más bella flor que adorna el jardín.
Al caer la tarde ve caer el sol,
se curva graciosa mirando al ocaso
recoge los pétalos guardando sus sueños,
después de gozar de un día de amor.
Las enseñanzas de Kukulí estaban llenas de alegría. Partían
de un corazón noble que se daba íntegro para que todos
pudieran vivir con felicidad. Indudablemente, tanto ella
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 56
como Antayhua se complementaban en una relación serena e
inteligente en la lucha que ambos sostenían cada día, sin
apuro, para mantener la armonía en la vida cotidiana.
En Atiquipa, solamente tenían criaderos de llamas, las que
eran regularmente utilizadas como animales de carga,
aunque también, llegado el momento, eran sacrificadas para
la preparación de charqui, un alimento muy apreciado.
Periódicamente, Antayhua, acompañado de algunos de sus
colaboradores, hacía viajes a los valles de Acarí y Jaquí por
el norte, y de Chala y Cháparra por el sur, con la finalidad de
enterarse directamente de los resultados obtenidos en las
cosechas, y de paso, sugerir la aplicación de las mejoras, que
gracias a sus investigaciones, él considerara necesario
realizar.
Esta es una región muy difícil para el cultivo debido a su
geografía, y también, por carecer de agua en el momento en
que los cultivos más la necesitan. Por eso, las
investigaciones que se hacían en Atiquipa eran muy
importantes, y lo que él lograba era aceptado por todos,
poniendo luego especial cuidado en aplicarlos
adecuadamente.
Somos un país grande porque fue hecho grande a través
de miles de años de sacrificio y esfuerzo, por haber
sabido acumular conocimientos y experiencias, por
haber canalizado, no solamente las aguas, sino todos
aquellos conocimientos en bien de un pueblo que se hizo
partícipe voluntario de la necesidad de mantenerse unido
en busca de bienestar.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 57
Pasado un tiempo, Antayhua les contaba a Poma, el hijo de
Quispe y a los suyos, Tupac y Mamani, cómo Kunturi, con
gran esfuerzo, cultivaba en las altas cumbres al pie de los
barrancos. Les explicaba el por qué de la importancia de
acumular la mayor cantidad posible de conocimientos, pues
también ellos, quizá más pronto de lo que esperaban,
tendrían que salir a otras tierras, a otros pueblos, a enseñar lo
que sabían.
Era la sagrada misión encomendada por el Inca el transmitir
los conocimientos, de la misma forma como se venía
haciendo en el Incanato desde sus antepasados, muchos
miles de lunas atrás, desde el primer Inca, Tanta Tupac Cusi,
quien fuera dotado de gran inteligencia por el Inti, y que con
gran visión del futuro, unió a los pueblos en el sagrado deber
de sembrar y cultivar la tierra.
Pero había algo más. Era el conocimiento del mundo que
nos rodea, del que gobierna el clima, la lluvia y las fuerzas
de la naturaleza, aquel que era conocido por los más
inteligentes y dedicados del Incanato. Eran aquellos a
quienes el Inti había dado dones especiales.
Ellos estaban en Saqsayhuaman y Machu Picchu, en Nazca
y Chavín, en Chan Chan y Pachacamac, y en Qenco y
Tiahuanaku. Ellos sabían con sólo mirar. Ellos sabían por la
brisa y por el olor del ambiente. Leían los celajes al
atardecer.
Los pututus anunciaban la llegada de los chasquis que
cruzaban por Atiquipa en diferentes direcciones. Todos los
centros de investigación estaban interconectados por
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 58
caminos principales y cada situación importante era
informada al Cusco.
Así pues, el Cusco era:
“Corazón de Corazón” “Todos limitan con él y él no
limita con ninguno” “El poeta tal vez pueda abrir la
puerta cerrada desde antiguo del más purísimo amor”
“Lugar donde el burgués sólo podrá encontrar comida”.
“Aquí puede verse sin atajos el color del canto de los
pájaros invisibles”.
Estas leyendas, sublimes y profundas, gravadas en un
cuadro del siglo dieciséis que se encuentra en un restaurante
de la plaza de armas del Cusco, nos indican una variedad
increíble de bondades para decirnos que el amor se guardaba
con respeto y que el romanticismo existía en el Incanato de
la forma más pura.
La sensibilidad de Antayhua encontró en Kukulí el amor,
que sin saberlo, había estado buscando siempre, para que en
la comprensión y alegría que le proporcionaba, realizara con
más esmero aún su difícil tarea. La amó profundamente y de
ella, alma sencilla y pura, recibió ternura y cariño. Gracias a
estas virtudes pudieron criar a sus hijos con la serenidad y
respeto necesarios para poder inducir estas cualidades en los
demás miembros de los ayllus de las comunidades que
visitaban periódicamente.
Kukulí, mujer tierna que no encontró diferencia entre la vida
en el palacio del Inca y la soledad aparente de las lomas de
Atiquipa, llenó su vida con la dicha de ser esposa de un
hombre sano y sabio, entregado totalmente a servir a los
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 59
demás, y quien además, no dejaba de halagarla con poemas
simples en los que le manifestaba su amor y confianza.
Kukulí que cantas al amanecer
para alegrar mi camino,
para hacerme conocer
que voy hacia buen destino.
Kukulí que me acompañas
volando de rama en rama,
que yo siento en mis entrañas
porque me inspiras amor.
Antayhua, acompañado por sus dos hijos mayores, Tupac y
Mamani, emprendieron viaje a Nazca con la finalidad de
visitar a los sabios del tiempo. Era una ilusión que siempre
había tenido y que ahora se haría realidad en compañía de
sus hijos, quienes con entusiasmo juvenil, seguían sus pasos.
El recorrido era largo, pues de paso, visitarían algunos
pueblos en el camino, sin embargo, esperaban que el viaje
no les tomara más de dos lunas. Kukulí intuía con mucha
pena, pero con resignación y responsabilidad, que a uno de
ellos no lo volvería a ver por un buen tiempo, quizá por un
largo tiempo.
Partieron por el camino del norte en jornadas marcadas por
las aguadas, por lo tanto, después de dejar el valle de Acarí,
por la desembocadura del río en Chaviña, caminaron hacia
las aguadas de Sacaco, luego Lomas y después Jahuay. Allí
descansaron, porque la jornada desde Chaviña era agotadora
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 60
y sobre todo porque al día siguiente les esperaba un largo
tramo hasta Poroma, una pampa cruzada por un riachuelo
lánguido pero cubierta de guarangos. Hasta allí, habrían
cubierto el tramo más pesado de la ruta, ya que la jornada a
Nazca que emprenderían al día siguiente era relativamente
corta.
Entusiasmados por la idea de conocer los púquios de
Bisambra y Cantayo, Aja y Majoro y muchos otros que
servían para regar el árido valle, se quedaron conversando
hasta tarde durante aquella noche de luna clara, la que
podían ver a través de las ramas del guarango que les servía
de cobija.
Fueron recibidos con muestras de afecto por los sabios del
lugar, pues ya habían sido advertidos de su visita por los
chasquis. A pesar del cansancio del viaje, iniciaron un
recorrido de reconocimiento por los púquios más cercanos,
resultando todo tan interesante y prometedor, que Antayhua
decidió que dedicaría una luna al estudio de su construcción
y mantenimiento.
Al fin, una madrugada partieron hacia el calendario, donde
llegaron al medio día. El recibimiento de que fueron objeto
por los sabios del tiempo, fue simple y natural. Tan normal
como si se conocieran de mucho tiempo atrás.
Todos ellos eran místicos dedicados íntegramente a la
observación de los detalles climáticos y movimientos de la
luna y las estrellas. En cada uno de los símbolos de la gran
pampa, tres sabios se ubicaban cada noche a observar y
discutir sus puntos de vista. Para ver el firmamento con
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 61
mayor precisión utilizaban cañas perforadas de diferentes
tamaños.
Tupac, el hijo mayor de Antayhua, había quedado en
Bisambra con el encargo de continuar con el estudio sobre
los púquios durante el tiempo que ellos permanecieran en el
calendario. Estaba muy satisfecho con tal decisión, pues en
Atiquipa resultaría sumamente importante aplicar esas
técnicas.
Las observaciones en el calendario exigían tanta dedicación,
por ser tan complicadas, que consideró que no sería
necesario permanecer allí por mucho tiempo, pero eso sí,
dejaría a Mamani por un largo período. Mientras tanto él se
dedicó al estudio de la interpretación correcta de los
mensajes que eran enviados por intermedio de los chasquis.
Después de unos días, Mamani se hallaba deslumbrado por
todo lo que escuchaba y se mostró sumamente interesado en
aprender cada vez más, a tal punto, que los sabios pidieron a
Antayhua que lo dejara con ellos, con la idea de que
considerarían la posibilidad de que se quedara a servir y
estudiar en el calendario.
Le hicieron saber que no significaba que quedaría retenido
para siempre, ya que él tendría oportunidad de visitar su
familia cada vez que viajara a otros puntos de observación
con quienes se mantenían contacto e intercambio
permanente.
La mística profunda de Chavín y Tiahuanaku, la práctica en
la aplicación de Chan Chan y Pchacamac y la gran cantidad
de conocimientos congregados en los observatorios de
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 62
Saqsayhuaman, Machu Picchu y Quenko, no podían
mantenerse aislados. La antigüedad que todos tenían y la
herencia que representaban, mantenían y proyectaban, hacía
que fueran considerados como el patrimonio más importante
del Incanato.
Allí, en las asoleadas y desérticas pampas de Nazca, no sólo
aprendieron sobre el sol, la luna y las estrellas, sobre el
tiempo y los vientos, también aprendieron de boca de esos
hombres de cultura superior, la Oración a Machu Picchu que
con mucho fervor decían, y que luego ellos enseñarían en
sus ayllus para perpetuar su mensaje.
Plegaria en Machu Picchu
Emerge de la noche
entre rayos truenos y centellas,
anunciando la aparición de un nuevo día.
Emerge Machu Picchu,
corona magnífica del Ande,
espíritu del conocimiento,
resumen de la vida.
Vida que ilumina las tinieblas,
tinieblas de un destino abierto,
destino de seres de otros mundos
que llegan a sembrar en nuestra tierra.
Que vienen a hacer cosas hermosas
desde lejanas estancias,
con humildad casi divina,
con respeto a nuestros Apus.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 63
Machu Picchu guía de los cielos,
galáctico templo de los dioses,
compendio espiritual de las estrellas...
guía mis pasos...
Tú que eres la ilusión en la niñez,
la esperanza en la juventud,
el consuelo en la vejez...
sé mi refugio...
Musa de los poetas,
espíritu de los místicos,
delirio de la grandeza,
pasión de lo desconocido...
disipa mis dudas...
Fuerza de padre,
amor de madre,
espiritualidad de los principios...
protege mi ayllu...
Antayhua, casi poseído por la espiritualidad de los días
pasados en el gran calendario, partió con pena pero
orgulloso de que su hijo hubiera quedado aceptado e
insertado en ese grupo de importantes sabios y visionarios.
Sabía que pronto tendría noticias de él por los chasquis.
Para despedirse de su hijo, al abrazarlo tiernamente, y como
una invocación a la reflexión, le dijo:
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 64
- “Mírame bien. Las arrugas de mi frente, no son tan
viejas como yo. Ni tan jóvenes... como la tersura del
espíritu... que sin embargo... es tan viejo”
- Mamani, con cariño, le respondió: “Recordaré cada
una de tus palabras y las meditaré, para apreciar
con más amplitud, cada una de tus enseñanzas”
- Haz que tu madre pueda vivir orgullosa de ti.
- Dale mi corazón. Yo viviré con su recuerdo.
Al llegar a Bisambra, encontró a Tupac muy entusiasmado
con el comportamiento de los púquios y todo lo que había
visto, por lo que sin pensarlo dos veces acordaron quedarse
por una luna más, para que juntos, acumularan
conocimientos importantes que pudieran aplicar en Atiquipa.
Quizá podrían darle una nueva dimensión a sus experiencias
allí.
Retornaron después de casi tres lunas de su partida.
Recibidos con gran alegría y felicidad hicieron una gran
reunión con todos los encargados de los diferentes cultivos,
para explicarles, a grandes rasgos, lo que habían aprendido y
que tratarían de aplicar en sus experimentos.
Tupac estudiaría las vertientes y las quebradas y trataría de
hallar aguas subterráneas para construir un púquio que les
permitiera tener agua corriente todo el tiempo. Acordaron
pedir a Nazca que les enviaran un sabio para facilitar el
descubrimiento de alguna fuente oculta.
Fuerza y éxitos, fracasos y paciencia, iban de la mano sin
que desmayaran en su lucha por obtener las mejoras que
debían necesariamente lograr.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 65
Los niños y los ancianos hacían un grupo muy unido que
permanentemente estaba haciendo visitas a los campos, al
mar y a las casas donde trabajaban o hacían sus labores las
mujeres, con la finalidad de darles la oportunidad de
formarse observando todas las disciplinas de la comunidad,
y de paso, alternar alegremente con las ocasiones naturales
que se presentaban para jugar y reír aprendiendo y dando
valor al trabajo, tanto masculino como femenino.
Tupac extrañaba mucho a Mamani, y como compensación
natural estrechó su amistad con Poma con quien
constantemente salía a estudiar los terrenos y el estado de los
escasos pastos donde debían conducir a pastar las llamas. De
paso recogían en las faldas de los cerros, las pitajayas y
sanques que encontraban, ya que eran muy apreciados por
los niños, y por supuesto, los ayrampos, amarillos y
granates, que las mujeres utilizaban para teñir el hilado.
Pasaron los años y Antayhua se convirtió en una leyenda. Su
gran sensibilidad - sumada a la serenidad con que impartía,
transmitía y delegaba sus conocimientos, con seriedad pero
siempre con una sonrisa - le habían permitido una vida de
amistad y reconocimiento en toda la región.
Sinchi Roca lo apreciaba y respetaba, y comúnmente al
hablar de él, lo mencionaba como símbolo y ejemplo del
pensamiento, de lo que él esperaba que fuera el Incanato:
Armonía, devoción y auténtica confraternidad.
Él representaba en esta parte del Incanato la trilogía de La
Honda, La Tajlla y El Varayoc sobre la que se erigían los
principios básicos de la conducta social.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 66
Personas como Quispe, Kunturi y Huamani, cuya actividad
trascendía su entorno por la habilidad natural que tenían para
realizar sus tareas y la fuerza de espíritu que siempre
mostraron ante las adversidades que constantemente
provocaban los desastres naturales, confiaban en la buena fe
y disposición de ánimo con que los alentaba Antayhua.
La amistad que les ofrecía en actitud franca y alegre,
representaba siempre un hálito de vida y consuelo en su
diario y monótono discurrir.
Antayhua reunía la experiencia de muchas generaciones
anteriores, por ello, les enseñó a todos que la vida de los
niños debía ser alegre. También les enseñó un axioma muy
importante que sería adoptado como norma de vida:
* Haz un niño feliz y harás de él un hombre feliz.
* Haz un niño responsable y harás de él un hombre
digno.
* Haz un niño con visión del futuro y harás de él un
hombre sabio.
* La vida está en la tierra y de ella aprenderás la
filosofía que te señale el camino.
Es por esta razón que digo:
* En tus tribulaciones busca una flor y verás en ella
cómo la vida continúa... y qué bella es.
* En tus arrebatos, mira la tierra, sé humilde y serénate.
* En tus alegrías, observa el firmamento, sonríe y
comparte ese don con los demás.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 67
¿ Cómo era posible que una persona tan sencilla como
Antayhua pudiera encerrar en su interior tanta sabiduría? Él
era un corazón abierto en la que todos podían ver con
facilidad.
Cada noche, a la hora del descanso, Antayhua se sentaba
sobre una piedra en algún lugar solitario para meditar sobre
el esfuerzo realizado durante el día, así como también sobre
las complicaciones inherentes.
Era un momento muy importante por cuanto debía luchar
consigo mismo para sobreponerse a las decepciones y
nostalgias, y para evitar envanecerse por algún éxito. Ser
dueño de sus esfuerzos, no le daba necesariamente el
derecho de ser dueño de los resultados. Debía comprender
que estaba de por medio el aporte de todos, y que por lo
tanto, tenía que ser humilde para escuchar y generoso para
transmitir sus conocimientos, pues ésta actitud representaba
también el soporte del desarrollo cultural del Incanato.
Antayhua, inesperadamente hubo de hacer un viaje a su
ayllu natal, a donde fue llamado por su madre, hermanos y
hermanas. Volvió muy apenado, después de asistir a los
funerales de su madre, a la que felizmente logró ver con vida
por última vez, tal como ella había querido.
Durante las noches que siguieron a su retorno, sentado sobre
la roca donde acostumbraba a meditar, con profunda
emoción recitaba ante los amigos y demás miembros del
ayllu que iban a acompañarlo en su tristeza, un poema que le
salía desde lo más íntimo. Conocedores de su gran
sensibilidad, ellos querían mostrarle su afecto y
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 68
reconocimiento, escuchándolo sin decir palabra, aceptando
su pena y haciendo que se sintiera acompañado y consolado.
La Momia Madre
Ha muerto la madre de muerte repentina,
ha sucumbido a los avatares de la vida,
ha llegado al final de su camino,
porque así debió suceder, feliz destino,
después de sembrar las semillas de una raza.
Y los hijos la rodean para darle sepultura
y la preparan con cuidado y con ternura.
Tú, péinala... y coloca las hondillas,
perfúmala con el aroma de esas yerbas milagrosas,
mientras sigues trenzando sus cabellos,
haciendo más largas aún las trenzas de su pelo.
Así... así... ahora colócala sentada,
sobre esa manta tejida de vicuña,
acomódala... las rodillas pegadas a su pecho,
los pies juntos, las manos estiradas...
que tomen los tobillos...con cuidado,
la cabeza que supere las rodillas,
que la espalda no se curve... así, orgullosa...
como orgullosa fue toda su vida.
Ahora así... ponle otra manta,,
la que ella usaba en sus paseos,
aquella que ponía sobre el césped,
cuando a la sombra de una mata de pacaes,
hacía el amor, amante, apasionada.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 69
Pero antes, corónale la frente,
con esa cinta de colores que tejiera con sus manos,
adórnala con metales muy brillantes,
y con ese collar de conchas...
para que el mar purifique sus acciones.
Ahora cúbrela... con tantas mantas,
como hijos en la vida ella pariera,
con tanto amor como ella en vida diera,
con tanto celo como ella nos cuidara,
tanto cariño como ella prodigara,
para que envuelta, eternamente viva,
en el calor de las emociones de su vida.
Ponle alimentos en bandejas bien cuidadas,
no, no te apures, hazlo tranquila y amorosa,
hazlo con paciencia que tiempo es lo que tiene,
ponle ternura a la tarea que realizas,
porque pronto tendrá un banquete con los dioses.
Se lo merece... era mujer y era madre,
ahora será parte feliz de un mundo nuevo,
ahora estará en un lugar de privilegio,
y desde allí, ella vera, cómo el recuerdo,
hace del mortal, un semi dios sobre la tierra.
“Cuando Rosa Negra me dijo éste poema con el propósito de
mostrarme cómo en otro tiempo se respetaba y amaba a los
muertos, y con qué cariño se les momificaba tratando de
perpetuar en ello la importancia de su vida, ignoraba que
algún día sabría en qué momento y quién creó el poema. Me
alegro de saberlo, como me alegro de haber sentido
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 70
profundamente ese momento, tan antiguo, pero tan
presente”.
La habilidad superior de los muchos Incas que precedieron a
Sinchi Roca, había consistido precisamente en saber
seleccionar a los maestros, pero sobre todo, en hacer de ellos
hombres útiles a todos.
Este criterio sirvió para que el Incanato se expandiera por sí
solo. Los Incas no tuvieron necesidad de recurrir a la
conquista por la fuerza. Su filosofía, sus conocimientos y sus
logros trascendieron los profundos valles y quebradas de la
sierra y sobrepasaron las cordilleras. Entonces los pueblos
vinieron a ellos porque querían aprender, porque querían
evitar el hambre, el frío y la enfermedad.
Los grupos menos inteligentes, aislados en algunas regiones,
tardaron en comprender los alcances de lo que significaba
ser y formar parte del Incanato. Sin embargo, al Inca jamás
le preocupó esta situación, pues él sabía perfectamente que
el tiempo era su aliado, y que precisamente, esa naturaleza
poderosa que era su sombra, sería en algún momento y como
resultado de su fuerza, la luz que los guíe a buscar refugio en
su sabiduría.
En el infortunio, la unión sería el mejor refugio. Ante el
hambre y el frío, un poncho y una papa harían el mejor
amigo.
El Incanato creció sin darse cuenta de realmente cuánto, sin
medir su dimensión. Iba consolidando la unión de los
pueblos a medida que el Inca llegaba a visitarlos y entre lo
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 71
que daba y recibía con devoción, lograba que las fronteras
no existieran.
Nadie podía decir que el Incanato se extendía desde tal hasta
cual lugar. Los pueblos por sí solos preferían ser parte de él
y participar de sus luchas por mejorar la tierra, y en
conjunto, aportar y recibir conocimientos. Este era el
Incanato de la expansión por la cultura. No tenía límites, no
tenía fronteras.
¿Cuánto tiempo hubieran podido sostener su hegemonía si
no hubiera sido así? ¿Se imaginan cómo hubiera sido si en
cada poblado hubieran tenido que dejar un ejército para
asegurar sus beneficios?
En principio, se hubiera fomentado una forma de ocio y de
consumo improductivo, el que era penado por ellos mismos.
Hubiera establecido diferencias insalvables que hubieran
generado odio, luego rebeldía y después represión; todos
estos, argumentos irreconciliables.
Aquí me veo precisado a establecer la diferencia entre
“Imperio” e “Incanato”.
Imperio: Palabra euro-oriental que significa opresión por
sojuzgamiento de las ideas y de la libertad. Se enmarca en
un territorio con fronteras impuestas por la razón de la
fuerza y de las armas, siempre dispuestas a eliminar a quien
se oponga. El poder es sostenido sin miramientos por las
instituciones al servicio de una clase absoluta.
Incanato: Palabra quechua de conceptos e ideología propios
que fomenta la vida por la unión familiar dedicada a la
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 72
explotación de la tierra. Las fronteras están puestas por el
alcance de la cultura y los conocimientos adquiridos como
bien general. No hay ejército, y las armas son los
instrumentos de labranza. Los pueblos aportan libremente
para lograr comida y abrigo para todos.
Cuando vemos un libro y leemos: “El Imperio de los
Incas”, tácitamente aceptamos que se les coloque en una
posición aberrante de incultura. Debemos decir
simplemente: El Incanato y estaremos utilizando la
palabra adecuada para hacerles justicia.
¿Suponen ustedes acaso, que se podría establecer similitudes
equivalentes entre: la crueldad de un Atila, el mal genio de
un Carlo Magno, la soberbia de un Julio César, la barbaridad
de un Gengis Kahan arrasando cultivos y pueblos, de las
hordas salvajes comunes en Asia y la prepotencia cruel y
brutal de Hitler, etc. con la cultura Incaica? ¿Su lucha en
común, la ecuanimidad de un Inca en su manera de impartir
conocimientos para hacer una sociedad justa en toda la
dimensión del territorio que abarcaron por muchos siglos
los pueblos unidos a ellos en un pensamiento?
No, de ninguna manera. No puedo comparar a los dioses
de la guerra, con los dioses de la tierra.
Lamentablemente, cuando los europeos llegaron a América,
no estaban preparados para llegar, y menos aún, para
comprender. Lo hicieron de una manera vulgar y cruel, bajo
las mismas normas y principios de las hordas orientales o de
las legiones romanas. La diferencia fue que no podían traer
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 73
millones de soldados; entonces lo hicieron investidos de
crueldad y egoísmo, de hipocresía y fanatismo religioso.
Utilizaron el alcohol y la nueva fe como armas para sojuzgar
la mente, y la pólvora y el hierro como armas de
intimidación física y muerte.
El Dios que se clava en la Cruz y muere por una lanza es
una muestra de la insensibilidad humana existente
allende los mares. El Dios que alumbra cada día e inspira
a cultivar la tierra, es un ejemplo de vida y es una
muestra real de humanidad.
Oración a Huiracocha
Siento una voz que me llama.
Es el Ande que me grita desde adentro,
haciéndome saber que tiene alma.
Es el Huiracocha fuerte que nos guarda.
Es el Huiracocha ferviente que nos guía.
Es el Huiracocha afable que nos ama.
Está dolido y llora.
Se ha enterado que en otros continentes...
hay guerras...
Que los unos se matan con los otros.
Que unos comen mucho...
y otros comen, nada.
Que unos tienen abrigo...
y otros, ni mortaja.
Que los unos se van al cielo...
por hacer lo que les dicen.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 74
Que otros van al infierno...
por buscar otro consuelo.
Que hay un Dios que sufre,
crucificado en un altar,
al que no llegan los débiles...
hay un pecado en el camino,
que es muy difícil salvar.
Ven Huiracocha,
alma de mis dioses,
consuela este espíritu
que busca la hermandad.
Salva este cuerpo,
del dolor y la miseria.
Dame la riqueza...
de ser noble y generoso,
de asistir al desvalido,
de compartir mi papa,
de conceder abrigo.
Dame el valor,
de ser humilde y abnegado.
Dame la dicha,
de honrar mi ayllu,
cultivando los dones santos,
que has colocado en mis manos.
Haz que con paciencia encuentre
el honor en el trabajo,
el amor en la bondad,
la paz en la hermandad.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 75
¡Ven Huiracocha ¡
Alma de mis dioses.
Ven...
Somos los hijos del Ande.
En Cora Cora se produjo un acontecimiento muy especial,
como para celebrar. Kunturi había logrado una cosecha
excepcional mediante la aplicación de la técnica de rotación
de cultivos. Cada mazorca de maíz era grande y pareja, las
papas se habían dado en abundancia y más grandes que en
cosechas anteriores, las habas eran hermosas y las espigas de
la quinua se notaban completamente rellenas de sus perlados
granos.
Antayhua había sido invitado para la ocasión, lo que le dio la
oportunidad de devolver la visita que Quispe le hiciera años
antes, o sea que llegó con su esposa Kukulí y su hijo Tupac,
y para darles una alegría mayor, trajo también a Poma, el
hijo de Quispe, con la idea de que pudiera nuevamente
confraternizar con sus familiares y amigos de la niñez.
La felicidad de Sisa, la esposa de Quispe no tenía límites.
Reunirse con su hijo mayor después de varios años; de verlo
ya hombre y poseedor de tantos conocimientos inculcados
por Antayhua, la hacían llorar y reír.
Toda su sensibilidad y amor se manifestaban cuando lo
abrazaba y mimaba recordando que cuando lo dejó era aún
niño y quería tratarlo como si lo continuara siendo, como si
el tiempo se hubiera congelado en aquel momento. Lo
besaba y luego iba a besar a Kukulí con un cariño inmenso;
escenas que daban emoción y realce a la ocasión.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 76
Había valido la pena el sacrificio. Ahora, ya maduro, se
quedaría para acompañar a Kunturi en sus esfuerzos y a
enseñar lo que sabía en los ayllus de la región.
Después de dos semanas de permanecer en Cora Cora, que
fueron de provecho y felicidad para todos, era natural que la
despedida fuera muy tierna, particularmente entre Kukulí y
Poma, que se tenían un gran cariño, por lo que concluidos
los abrazos emprendieron el retorno hacia Atiquipa donde
eran esperados.
Pasaron unas lunas, cuando Antayhua recibió, por mediación
de los chasquis, un mensaje del Inca. Él se encontraba en
Pachacamac y había decidido organizar su retorno al Cusco
pasando por las tierras de los Huancas y los Ayacuchos, pero
lo haría visitando Marcahuasi, ya que cada cuatro años se
celebraba una ceremonia especial en el Huilcañaupa
(Santuario muy antiguo), y al estar la fecha próxima, estimó
que sería interesante invitar algunas personas especiales, por
lo que le hizo llegar la invitación.
Místico y enigmático, Marcahuasi es un lugar excepcional
ubicado al oriente de Pachacamac, sobre el techo
cordillerano, donde los vientos soplan libres a más de cuatro
mil metros sobre el nivel del mar, y donde al salir cada
mañana, el brillante sol proyecta la sombra del perfil de
cientos de rostros esculpidos en la roca de manera invisible,
los que emergen en donde menos se espera, en sus variadas
formas y dimensiones.
Desde los tiempos de los antepasados del primer Inca se
venía celebrando en el Huilcañaupa, -ahora lo llaman
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 77
anfiteatro- esta ceremonia tan especial y mística a la que
podríamos llamar como la “Concertación de las Sombras”.
Para esta ocasión el Inca quería tener a su lado a Antayhua,
como una manera de expresarle su reconocimiento y amistad
por ser un Yachacysimi (hombre que habla con sabiduría).
También consideró que él, a su vez, tendría oportunidad de
conversar con los sabios que lo acompañaban, lo que como
siempre, sería de mucha utilidad para todos.
Antayhua, con tres acompañantes, hicieron un largo y
pesado viaje por la costa, durante el que, sin embargo, tuvo
la satisfacción de visitar en Nazca, en el calendario, a su
hijo Mamani, y además, en Ica pudo hacer arreglos para que
le preparen semillas de pallares, garbanzos y frijoles;
zapallos, lacayotes y algunas otras que recogería a su
regreso.
Cuando llegó a Pachacamac, inmediatamente fue conducido
a la presencia del Inca, quien lo recibió con familiaridad,
indicándole que partirían a Marcahuasi al subsiguiente día.
Partieron por el camino de Lima, Puruchuco, Pomaticla y
Yanahuanca. Al final, Sinchi Roca prefirió tomar el tramo
más empinado de la cordillera para llegar directamente a la
hoyada que se encuentra en el frente occidental de
Marcahuasi, donde se pueden notar con claridad las siluetas
de grandes animales, todos ellos desconocidos en el
Incanato, vigilados por la escultura de una gran cabeza
humana que mira hacia el mar
Luego viene una subida liviana para llegar a la planicie en la
que se encuentran ubicadas las viviendas de los Quimichus
(encargados de dirigir los ritos) y un poco más adelante,
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 78
finalmente, se llega a una bajada, casi labrada en la masa
rocosa que conforma toda el área, y que tiene la forma de
una S muy disimulada. Es el ingreso obligado al Hilcañaupa,
desde las viviendas de los Quimichus.
No se puede describir el lugar sin pecar de simpleza, pues él
es realmente simple. –como todo lo místico, santo y
enigmático- La roca hace una forma de herraje de contorno
vertical de seis u ocho metros de alto, o en algunos lugares
mayor, cuya abertura da al oriente y es la entrada obligada al
santuario desde el valle.
Lo curioso es que, cuando cada mañana, el sol comienza a
iluminar las paredes, empiezan a emerger las sombras
dibujando el perfil de los rostros que van luego
desapareciendo mientras otros surgen a medida que el sol va
cambiando el ángulo de iluminación, al tiempo que nos
damos cuenta de que no todas las caras son iguales.
Lo curioso es que, cuando cada mañana, el sol comienza a
iluminar las paredes, empiezan a emerger las sombras
dibujando el perfil de los rostros que van luego
desapareciendo mientras otros surgen a medida que el sol va
cambiando el ángulo de iluminación, al tiempo que nos
damos cuenta de que no todas las caras son iguales.
La ceremonia comenzó al día siguiente al salir el sol con
explosiones de alegría y regocijo a medida que el perfil de
las caras iban apareciendo. Luego se realizó el acto principal
de la festividad, que fue tan simple como místico, pero al
igual que las paredes del Huilcañaupa, enigmático. El Inca
era partícipe de la ceremonia, mas no el actor de ella. Los
actores eran los espíritus de los antepasados, de tal forma
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 79
que los allí presentes, con todo fervor y en el más absoluto
silencio, se limitaban a escuchar con atención los
Huaccaytaqui (poemas y meditaciones) y los Kacharparis
(cantos tristes) que recitaban y cantaban los Quimichus. Uno
de los poemas que se recitó con mayor sentimiento, como
una invocación, fue el siguiente:
Eternamente
Quiero gozar de la vida de los muertos,
quiero gozar del cielo que ellos viven,
me han contado que los nichos son los puertos,
de donde parten a la gloria que perviven.
Quiero escapar a las tinieblas de la tierra,
quiero llegar a donde aguardan los que fueron,
hacia la realidad que cada sueño encierra,
a la unión con los que otrora ya partieron.
Dejaré tan sólo, el polvo de mis huesos,
y la gloria del bien que haya sembrado,
en la producción bendita de mis sesos.
Dejaré las penas, el rencor y los dolores,
y todo aquello a lo que estaba acostumbrado,
para vivir eternamente... sin temores.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 80
En el momento culminante de la ceremonia, el Quimichu
más anciano hizo un movimiento pausado hacia adelante, y
luego levantó los brazos; en el acto se produjo un silencio
sepulcral. Entonces recitó con voz pausada y solemne:
La Luz de las Sombras
Llega hasta mí la luz de las sombras,
la luz de los espíritus presentes.
Reviven en mí las palabras del pasado,
que nos invitan a ser pacientes y prudentes.
El trabajo será bendecido por el Sol.
El amor será la ruta a las estrellas.
La amistad será el fruto de la vida.
En la armonía estará siempre Huiracocha.
Percibo el regocijo del reencuentro,
veo la felicidad en la mirada de los vivos,
y en la ternura que se refleja en cada uno,
hay un espíritu que nos consuela desde lejos.
Sintamos pena al extrañar los que se fueron.
Sintamos el amor de amar a los que amamos.
Sintamos la dicha de vivir lo que vivimos.
Y la gloria de ser lo que somos... lo que fuimos.
Nadie era importante, nadie buscaba aplausos en una
ceremonia donde los importantes, como ya se ha dicho, eran
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 81
los espíritus y la necesidad de honrarlos fervientemente en
honor a sus creadores.
Antayhua estaba profundamente conmovido recordando a
sus parientes y amigos muertos y agradecido al Inca por
haberle hecho posible un momento tan importante en su
vida. Sentía que el viaje hasta allí, había sido ampliamente
recompensado.
Recordó el poema que le enseñaron los sabios en Nazca: La
Plegaria en Machu Picchu, que cuando menciona seres de
otros mundos, éstos no dejan, sin embargo, de respetar a
nuestros propios dioses:
Vida que ilumina las tinieblas,
tinieblas de un destino abierto,
destino de seres de otros mundos
que llegan a sembrar en nuestra tierra.
Que llegan a hacer cosas hermosas
desde lejanas estancias,
con humildad casi divina,
con respeto a nuestros Apus.
Concluida la ceremonia, Antayhua, sus acompañantes y
algunos sabios de Pachacamac, salieron del Huilcañaupa
por la gran abertura hacia el valle iniciando el descenso. A
medida que se alejaban de allí vieron cómo la cordillera,
sobre ambos lados de la entrada, formaba una línea casi
recta decorada por cientos, o quizá miles de figuras
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 82
monolíticas. Esta visión terminó por generar en Antayhua y
sus acompañantes un sentimiento de unión y hermandad que
los reunió en un abrazo.
Marcahuasi El Relieve de las sombras
Allá donde el sol brillante
despierta vida en las sombras,
en los perfiles labrados,
que atesora el Huilcañaupa.
Cada día anuncian vida,
que las rocas perpetúan,
mil espíritus emergen
para ofrecer su presencia.
Cada noche en dulces sueños
cobijan a los viajeros,
los protegen de peligros
adornados por la Paksa (claridad de la luna)
Mas en las noches oscuras,
ellos miran las estrellas,
porque saben que algún día,
volverán los que se fueron.
Allí donde nada vale,
o en apariencia, es inútil,
sin embargo, vale tanto,
si nos metemos al alma.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 83
Marcahuasi tierra santa
que por milenios espera,
allá arriba, en la montaña,
acariciada del viento.
Esperamos con paciencia,
los que aguardamos con fe,
donde las rocas recuerdan,
la inmortalidad del hombre.
Soledad, hambre y dolor,
frío, pasión y silencio,
que enmudece los sentidos,
para estar cerca de Dios.
Así como un día llegaron
para crear Marcahuasi,
otro día volverán
a orar en el Huilcañaupa.
Los espíritus creyentes
se inclinarán con fervor,
pedirán humildemente,
aprender del Creador.
Ya hemos hablado de la importancia que se daba a los niños
y de la necesidad de contar con los más inteligentes para que
reciban la mejor educación. Antayhua era informado sobre
las habilidades y dotes de los niños excepcionales de cada
lugar que visitaba. De esta manera él podía reunirse con
ellos, conversar y determinar si alguno podía ser
considerado para actividades especiales.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 84
Nadie era importante por ser hijo de quién. La inteligencia
de los niños excepcionales era bien general, y por lo tanto,
eran preparados para ser guías de otros y a servir al Inca
aportando lo mejor de sí mismos. Algunos irían a los
templos para aprender los conocimientos heredados,
mantenerlos y mejorarlos.
Cada niño tenía la obligación de sembrar un árbol al frente
de su casa como una forma de ver el futuro en la esperanza
de poder gozar de su sombra, e indicar que allí había vida.
Antayhua, era como un pica flor. Iba de flor en flor
polinizando, para lograr de cada flor un fruto. Él llevaba la
belleza en el espíritu y ésta se reflejaba en la fortaleza de
sus convicciones, que sin ninguna mezquindad, compartía.
Él lograba con una palabra lo que un ejército no podría
lograr por la fuerza. Siempre daba, vivía un mundo de
entrega total..
Al llegar a cada pueblo, de inmediato era rodeado y coreado
por los niños que querían escuchar sus historias. Se sentaba
con ellos e iniciaba sus relatos en forma histórica
contándoles sobre el Inca y de los muchos sabios que
estaban con él permanentemente para darle consejo y
asistencia.
Indudablemente a los niños les gustaba escuchar cuentos
sobre pumas, serpientes y aves de afiladas garras, lo que de
paso le aseguraba la total atención de la audiencia para
educar y entretener.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 85
Había una vez... –decía siempre al comenzar- un niño
despreocupado y alegre que tenía la costumbre de ir casi
todos los días a pescar al arroyo. Se llamaba Ñahuicha –le
pusieron ese nombre porque tenía los ojos muy pequeños- y
durante sus caminatas aprendió a conversar con las
vizcachas y chinchillas que curiosas salían de sus escondites
a mirarlo, entonces él dejaba caer unos por uno, algunos
granos de cancha que siempre llevaba en una pequeña bolsa,
y así lograba que éstas lo siguieran a cierta distancia
haciéndole compañía.
Un águila, muy hermosa, lo observaba desde la cumbre de
un alto peñasco sin perder un solo movimiento que él
realizara. Sucede que Ñahuicha llevaba una varilla en la
mano y trataba con ella de hacer salir alguna culebra de
entre las piedras del camino. Cuando esto sucedía, el águila
se lanzaba rauda en veloz picada a la caza de la serpiente.
La forma displicente como Ñahuicha caminaba espantando
las culebras y perdices, que eran el alimento preferido del
águila, estableció una suerte de relación o amistad entre
ambos.
Algunas veces las perdices eran golpeadas o heridas por el
águila, entonces Ñahuicha las recuperaba y las llevaba a su
ayllu como contribución para la comida. En otras ocasiones,
él dejaba algo de su pesca, como olvidado a la orilla del
arroyo, que el águila recogía para ella.
Ñahuicha era muy feliz sabiendo que tenía amigos con
quienes conversar, o por lo menos a quienes dirigir la
palabra y disfrutar de su compañía. De esta manera él
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 86
aseguraba que el tiempo que dedicaba a la pesca le resultara
agradable.
Un día, al llegar al arroyo, de improviso se encontró cara a
cara con un puma que había bajado a tomar agua. Ante la
sorpresa, los dos se miraron fijamente y en esa mirada
ambos manifestaron su temor. El rugido que lanzó el felino
dejó petrificado a Ñahuicha que sólo atinó a lanzar un grito.
De repente, apareció el águila, que como se ha dicho no
perdía un solo movimiento de Ñahuicha, y volando rasante,
como una centella, clavó sus garras en una de las orejas del
puma que sorprendido dio un salto hacia atrás a la vez que
daba otro rugido mientras aparecían unos hilos de sangre en
la oreja herida.
El puma, desconcertado aún por el sorprendente ataque de
que había sido objeto, se disponía a saltar sobre Ñahuicha,
cuando apareció nuevamente el águila cargando sobre él al
tiempo que, ya repuesto de la primera impresión y dispuesto
a tomar su parte en la batalla, Ñahuicha boleaba la honda
sobre su cabeza y disparaba una certera pedrada que dio en
las costillas del puma que huyó despavorido perdiéndose
entre los peñascos y arbustos de la quebrada, bajo la
vigilante mirada del águila que no cesaba de hacer
constantes pases sobre el lugar.
Pasado el susto, Ñahuicha emprendió el retorno a su ayllu
mientras el águila sobrevolaba a media altura cuidando sus
pasos.
Es bueno hacer amigos, les decía Antayhua, pues no
sabemos en qué momento nos darán consuelo, como
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 87
tampoco sabemos en qué momento nos proporcionarán su
ayuda. En cada uno de nosotros hay un puma que ataca por
hambre o por el temor de ser atacado, como también hay un
Ñahuicha que sabe compartir y hacer amigos.
Esta historia, les repetía, nos enseña que siempre debemos
estar dispuestos a ofrecer amistad y consuelo a quienes lo
necesitan. Todo lo que hacemos con humildad y cariño,
genera a nuestro rededor un espíritu que nos protege del mal.
Es nuestro propio Huiracocha que nos guarda.
Las manifestaciones de alegría y entusiasmo de los niños,
exigían la capacidad de Antayhua quien se veía obligado a
crear nuevos cuentos; por supuesto, además de las anécdotas
que a modo de educación les contaba para abrir el
maravilloso cofre de su propia imaginación.
Hubo una época, les contaba otras veces, que los sabios han
preferido guardar el secreto, llegaron unas balsas muy
grandes que flotaban en el aire y podían volar sin tener alas.
En ellas llegaron hombres, mujeres y niños que se quedaron
con nosotros por un buen tiempo.
Ellos nos enseñaron muchas cosas buenas, y gracias a sus
enseñanzas, pudimos mejorar la tierra y hacer canales para
llevar el agua a donde antes no había. Nos indicaron cómo
podíamos mejorar nuestra salud utilizando las hiervas del
campo y trajeron otras plantas que aprendimos a cultivar.
Aprendimos a distinguir los climas para guardar las semillas
y nos ayudaron a hacer ciudades fuertes para protegernos de
los terremotos. Con su ayuda hicimos templos como
Saqsayhuaman y otros desde donde podíamos ver con
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 88
claridad las estrellas y la luna para saber de las lluvias, las
heladas y el clima.
Cuentan las historias que estando debajo de esas balsas,
podían viajar desde lugares muy distantes subidos sobre
enormes piedras que luego serían colocadas en el lugar que
les correspondía en las construcciones.
A medida que se iban construyendo, aprendíamos muchas
cosas que ignorábamos, porque según dijeron, nosotros
debíamos usar nuestra propia inteligencia para continuar la
obra que ellos iniciaron y cuyas bases quedaban asentadas.
Exigieron el entendimiento, la reflexión y el amor. Para ello
nos inculcaron el culto a Huiracocha, que es el espíritu; y al
mismo tiempo, es el padre y la madre de la naturaleza.
Observen una planta: nace, crece y muere, pero antes da
semillas, las semillas germinan y se convierten en nuevas
plantas. Allí está el pasado, el presente y la eternidad.
Nosotros somos parte de la eternidad de nuestros ancestros,
como nuestros hijos serán parte de la nuestra. Lo mismo
sucede con las rocas, con el agua y con los animales. Con
todos sucede lo mismo. En cada uno está el principio y el fin
eternos. Desde que eres concebido, hasta que concibes o
procreas, desde los huaicos hasta los terremotos, desde las
heladas hasta las lluvias, en todo está la perfección de
Huiracocha y la de sus hijos: La Naturaleza, que aquí en la
tierra, se sirve del Sol y la Luna.
Por ello, no debemos romper el ciclo natural de la vida y
de las cosas. No debemos ser ociosos porque debemos
aportar trabajando con tesón. No debemos robar porque
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 89
quitamos el pan y el abrigo de otros, porque es mejor
compartir. No debemos mentir para estar bien con
nuestra propia conciencia.
En cierta ocasión, ante un auditorio nutrido de niños ávidos
de saber, les contó que en las cercanías de un pantano, se
encontraron una zorra y una garza.
La astuta zorra puso en juego todas sus habilidades para
atraparla, pero como la garza sabía volar, se le escapaba
fácilmente, haciendo inútiles todos los esfuerzos y artimañas
de la zorra.
¡Entonces!... decidió hacerse su amiga, y para demostrarle la
sinceridad de sus intenciones, la invitó a un banquete que le
daría en ese mismo lugar, al día siguiente al medio día.
Con mucho esmero preparó alimentos líquidos, los que
fueron servidos en un batán, - piedra plana que se utiliza
para moler – en el que ella podía comer muy bien utilizando
su lengua, pero que en cambio, su invitada, con su agudo
pico, no podía.
La zorra disfrutó de su propio banquete, y cuando terminó,
le preguntó a su amiga: ¿Y, qué le pareció el banquete?
¿Verdad que estuvo delicioso?
Efectivamente mi amiga zorra, he disfrutado viéndola
comer, y para retribuir su cortesía y amabilidad, quiero
invitarla a gozar de mi hospitalidad, mañana, aquí mismo y a
esta misma hora. Haré mi mejor esfuerzo para ofrecerle unos
potajes muy sabrosos. ¿Qué le parece?.
¡Fantástico! Dijo la zorra entusiasmada. Aquí estaré.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 90
Al día siguiente, cuando la zorra llegó al lugar, ya la garza la
esperaba con la mesa servida. Había preparado unos
deliciosos guisos de lombrices y pececillos, y otros potajes
de grillos y saltamontes que sirvió en unos potos a los que
había hecho un orificio por el que solamente podía penetrar
su afilado y largo pico.
Sírvase, por favor sírvase. Le decía con mucho entusiasmo
la garza al tiempo que saboreaba sus guisos mientras la zorra
no podía hacer nada.
Concluido el banquete, la zorra, burlada esta vez, se fue para
no volver más, mientras la garza reía al volar sobre ella.
Esto nos enseña, concluía Antayhua, a no burlarnos de
aquellos que puedan tener una desventaja aparente, porque
suele suceder, que esa desventaja, utilizando adecuadamente
la inteligencia, se puede convertir en una ventaja.
Nos enseña también a que la amistad debe darse íntegra, y
de tal manera, que la otra persona pueda disfrutar de ella.
No deben olvidar jamás que la amistad es algo muy
hermoso que se comparte.
Ante la alegría que despertaban sus fábulas, Antayhua, se
veía a menudo comprometido a buscar algo más que los
entretenga. Les contaré algo más sobre Ñahuicha.
Ñahuicha tenía dos hermanas menores llamadas Quillay y
Kantuta. Mientras que Quillay, la mayor era muy gordita, en
cambio, Kantuta era delgada y de apariencia muy frágil.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 91
Cada mañana, era todo un problema lograr que Kantuta
saliera de la barbacoba donde dormía y siempre llegaba
tarde para los quehaceres de la casa. Indudablemente esto se
debía a que como era flacucha, era muy friolenta, costándole
trabajo hacerlo, y Ñahuicha, con la ayuda de Quillay, entre
juegos, bromas y cosquillas, se encargaban de hacerla entrar
en calor.
- ¡Ya pues Ñahuicha! Fíjate que la Kantuta sigue
durmiendo
- Espera un momento, arreglo mi chapo que se ha roto y
voy a levantarla. Quiero que me acompañe al arroyo a
traer yuyos para la comida.
- ¿No quieres que yo también te acompañe? Así
podríamos traer algo más.
- Pero, dijo Ñahuicha. ¿Y quién ayudará a la mamacha
en la casa?
- Al regreso pues, entre todos, en un rato hacemos todo
lo necesario.
- Ya pues, avísale a la mamacha y a ver si pescamos
algo; aunque sea unas ranas.
- Yau, acuchic. Vamos pues.
Camino al arroyuelo, Ñahuicha les contaba cosas que él
había aprendido de su papá. Él sabía como escoger los yuyos
buenos y distinguir los sapos de las ranas. Sabía también
cuidarse de las arañas venenosas, alacranes y víboras y a
medida que avanzaban, tanto Quillay como Kantuta lo
escuchaban con atención y admiración.
- Miren, ésa es una culebra. Si tuviera la panza
amarilla sería una víbora venenosa. Los alacranes,
todos son peligrosos, con ellos no se juega.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 92
- ¿Por qué? Dijo Kantuta. ¿Si son bonitos y se
parecen a los camarones?
- ¿Es cierto que se matan solos? Preguntó Quillay.
- Sí. Dijo Ñahuicha. Cuando se ven amenazados por el
fuego, se clavan la espina que llevan en la cola y con
su propio veneno se mueren.
- Yau. ¿Por qué será? Dijo Quillay.
- Ñahuicha tratando de explicarles les dijo que
posiblemente el fuego no los dejaba ver y el calor los
desesperaba, y por esa razón se mataban.
Quillay y Kantuta se sentían seguras caminando en fila por
el sendero atrás de Ñahuicha que no cesaba de hablarles de
las chinchillas, perdices y vizcachas, pero sobre todo y con
orgullo, del águila, a la que consideraba su amiga.
- ¿Tú crees que el águila, también quiera ser mi
amiga? Preguntó Kantuta con curiosidad e inocencia.
- Claro que sí, le contestó Ñahuicha. No la molestes, no
le tires piedras y camina naturalmente. Si cazas alguna
presa que sea de su gusto, déjala sobre una roca donde
ella pueda tomarla y verás como sientes que eres su
amiga.
- Me gusta caminar contigo Ñahuicha, y lo tomó de la
mano para decirle: Cuando lleguemos al riachuelo,
¿Me arreglas mi chapo Ñahuicha?
En un recodo del riachuelo se había formado una pequeña
cocha donde cazaron algunas ranas, y ya de regreso,
recogieron suficiente cantidad de yuyos.
Lo más importante de este pequeño paseo era la ternura y
el cariño con que se hablaban y comprendían Ñahuicha y
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 93
sus hermanas. Es, les decía Antayhua, la manera como se
forma un ayllu fuerte por la unión.
Cada seis lunas, en la costa, tenía lugar la caza del lobo
marino. En ella participaban también todos los niños y
jóvenes. Ubicaban las loberías y lugares donde los lobos se
agrupaban y luego procedían a separar las hembras y los
machos de mayor fortaleza tratando de que éstos vuelvan al
mar.
Era un trabajo que implicaba mucho riesgo porque los
machos, cuando se enfurecen, son muy peligrosos pues
atacan con mayor rapidez de la que uno puede suponer. Se
sacrificaban los machos necesarios además de aquellos que
presentaban heridas producidas por tiburones o por el oleaje
del mar embravecido.
La piel se utilizaba para hacer chapos, la carne era salada y
secada al sol como charqui y la grasa tenía diversas
aplicaciones, entre ellas, se usaba para untar la lana con la
que se hacían antorchas para que éstas tengan una larga
duración.
Los domingos y feriados no existían, y menos aún, las
vacaciones. La variedad de ocupaciones se daba por la
diversidad de las tareas agrícolas, la influencia del sol, la
luna y el clima, y la oportunidad de la siembra y la cosecha.
Es importante mencionar que los niños crecían juntos y se
hacían jóvenes y adultos en el trabajo constante.
Era común pues, que algunos sintieran inclinación por la
poesía, cuyos versos eran recitados generalmente al compás
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 94
de algún instrumento, ya que la música contaba con un gran
número de entusiastas cultores.
El Cóndor y el Águila
El cóndor le sugirió al águila,
que volara más allá de las montañas,
que se adentrara en la selva, donde hay caza,
y pasara la noche sobre un árbol.
¡No puedo hacer semejante cosa!
porque yo amo la cumbre de los cerros,
soy feliz al trabajar por mi comida
y despertar con el sol, en la mañana.
Serías cóndor si no volaras por los valles,
lejos de tu cielo y tu agreste cordillera,
en la humedad de una selva que te abrasa,
y sin disfrutar de la carroña que te gusta?
Serías parte de un mundo diferente,
al que no puedes acostumbrar a tu manera
te verías envuelto por sus modos,
y sus costumbres, te convertirían en paloma.
Perderías el reinado de tu mundo,
la libertad de ser lo que tú eres,
perderías la fuerza de tus garras,
y al volar... tendrías que agitar las alas.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 95
¡No!... ¡Yo quiero defender mi mundo raro!
Poner mis huevos en la barranca inaccesible,
pelear mi vida enfrentando a una sierpe,
en una lucha de mil siglos que he vivido.
Déjame ser parte del camino...
cuando vuelo divisando a los viajeros.
Déjame sentir que soy la dueña,
de los vientos, del Sol, de las praderas.
Regularmente se sentaban a escuchar música alrededor de
una fogata, donde todos aquellos que manifestaban una
habilidad innata, tocaban el instrumento que habían
aprendido.
Se inculcaba a los niños a buscar los materiales necesarios,
para que cada uno, intentara hacer su propio instrumento.
Ellos desarrollaban su imaginación buscando los elementos
en la naturaleza de la zona, así podían hacer sus quenas,
sonajas, pututus, zampoñas y otros con los que pudieran
obtener sonidos diferentes.
A través de la música aprendían a reír, sin embargo, ellos
tenían en la propia naturaleza, una fuente permanente e
inagotable de momentos de satisfacción y gozo que los hacía
reír a carcajadas. Eran niños, bastaba con que alguno se
cayera, se mojara o que simplemente se diera un tropezón.
Otras veces sucedía como en las historias que contaba
Antayhua sobre su personaje Ñahuicha.
La Quillay llegó corriendo agitada:
- ¡Kantuta, Kantuta! ¡La mamacha dice que debemos
aprender a tejer, pero tenemos que construir un telar!
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 96
- Pero, ¿Cómo lo hacemos? Yo no sé como se hace.
- ¿Por qué no le preguntamos a Ñahuicha? Segurito que
él sí sabe.
- ¡Yau! Respondió Kantuta con entusiasmo. Acuchic
(Vamos)
Y se fueron a buscar a Ñahuicha que se encontraba en ese
momento arreglando el corral de los cuyes, ya que era
necesario tener mucho cuidado que no se fueran a meter las
lechuzas o los gatos monteses.
- ¡Ñahuicha! ¡Ñahuicha! Debemos aprender a tejer, ÿÿro
tenemos que hacer un telar. ¿Nos enseñas cómo
hacerlo?
- ¡Claro que sí! Lo haremos juntos. Esperen a que
termine de arreglar esto y enseguida vamos a buscar
los palos que necesitaremos. También haremos unos
hiladores (pushca) nuevos para que puedan hacer más
hilado, porque si no tienen la cantidad suficiente de
hilo, no podrán avanzar con el tejido. Así, mientras yo
hago el telar, ustedes van hilando. ¿Ya?...
- ¡Listo Ñahuicha! Saltó Kantuta que era la más
expresiva.
Ñahuicha era un niño muy hábil. Sus manos eran capaces de
hacer cualquier cosa, además, siempre estaba ocupado o en
busca de algún alimento para llevar a la casa; por eso es que,
generalmente, él no se ocupaba de las tareas de siembra o
cultivo, sí en cambio, participaba en las cosechas porque
todos debían hacerlo. Él prefería hacer tajllas y otros
instrumentos de labranza, o trabajar arreglando las
viviendas.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 97
Pues bien, partieron los tres en busca de los elementos que
necesitaban para hacer el telar, los que consistían en: unos
maderos resistentes y unas ramas de retama, que por su
dureza, es la madera ideal para hacer las pushcas.
Ñahuicha, con gran habilidad, se valía de su ingenio para
cortar la madera, pulirla y hacer en ella canales y hasta
huecos. Sólo contaba para ello, con piedras que recogía
durante sus recorridos por el campo, las que eran de
diferentes formas, afiladas unas y puntiagudas las otras.
Usaba, según el caso, lanas que envolvía en la madera con
muñiga de llamas y les prendía fuego. La muñiga produce
altas temperaturas y no hace flama, de manera que, cuando
se quemaba, él podía trabajar con sus piedras.
Ingeniosamente, Ñahuicha fue resolviendo los problemas
que se le presentaron, hasta que, con la compañía y el aliento
de Quillay y Kantuta, terminó de hacer el telar.
Como ya había caído la tarde, dejaron todo preparado para
que la mamacha, al día siguiente, les enseñara cómo
preparar el urdido. Luego vendría la etapa del aprendizaje
del tejido propiamente dicho, y más adelante, les enseñaría
cómo hacer las amarras y los cambios para tejer con hilado
de varios colores. De la manera de trabajar correctamente
dependía que pudieran obtener un tejido firme y fuerte.
Aprenderían a hacer el pushca pushca (hilado fino), el
pushca munqui (hilado para ponchos y otra prendas) y el tita
pushca munqui (hilado grueso para mantas y cuerdas) Ellas
tenían que aprender todo acerca del “acalli caramucha” (arte
de tejer).
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 98
Quillay y Kantuta no durmieron sino hasta muy tarde
aquella noche, debido a que habían vivido un día muy
intenso y además estaban ilusionadas con la idea de que
pronto aprenderían a tejer.
El mundo tierno y natural en el que ellas vivían, era el mejor
don que la naturaleza podía haberles dado. La ilusión del
“algo”, la complacencia “del poco” y la satisfacción que les
producía “poder aportar”, hacía de su niñez, una experiencia
feliz, al tiempo que las preparaba para la adolescencia.
Con el mismo método utilizado por Ñahuicha para hacer
canales en la madera, se podían cortar con precisión
increíble, grandes bloques de piedra. Cuando se lograba que
la temperatura producida por el quemado de la muñiga
llegara al máximo de calor, y la roca adquiría un color
blanquecino, se le daba un golpe de agua fría, haciendo que
la piedra se desgajara en bloques menores. La muñiga puede
permanecer encendida por varios días. Era también una
manera de guardar el fuego.
Cuando en ocasiones, algunos mostraban inquietud por saber
de dónde vino el primer Inca, haciéndole preguntas al
respecto, Antayhua, con mucha serenidad y convicción, les
recitaba un poema con el que pretendía resumir la antigua
leyenda del lago Titicaca.
Gloria en el Altiplano En los tiempos trepidantes surgieron las cordilleras
impulsadas por la fuerza que desde adentro empujaba,
los nevados majestuosos se adornaron con lagunas,
donde nacieron los ríos alegres y cristalinos;
las aguas cavaron valles y fueron a dar al mar.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 99
Al estar cerca del cielo sobre el altiplano triste,
en la pasividad embriagante de su paisaje mustio,
percibimos que la gloria pasó dejando una huella,
que dominó los Andes haciendo de ellos colinas,
convirtió el valle en llanura como esperanza de vida,
de la quebrada hizo un lago al que llamó Titicaca.
Meseta de tierra fértil, de los ríos serpenteantes,
Ñustas que viajan desnudas en busca del lago hermoso,
para entregarle sus aguas y convertirlo en espejo,
donde el Sol se regocija reflejando su esplendor.
Cada mañana brillante emerge sobre el oriente
precedido del celaje que anuncia su aparición,
cuando sus rayos de fuego lo llenan de colorido,
hacen del cielo serrano un jardín que flota al viento,
luego nos da su calor, como muestra de poder.
Rayos de luz que rebotan sobre las aguas azules,
estrellándose con fuerza sobre las chullpas de piedra,
las que proyectan su sombra, más allá del infinito,
portando el mensaje santo del dios Inti Huiracocha.
Pero un día algo pasó, y se agitaron sus aguas,
y entre borbollones de espuma del color del arco iris,
surgió la Pareja Andina caminando a tierra firme,
y al violar la tierra virgen que ofrecía el altiplano,
colocaron la semilla que poblaría la sierra.
Inteligencia y cordura, serenidad y paciencia,
fuerzas que mueven montañas para construir ciudades,
empeño que encausa ríos para dominar la tierra,
y hacer un Incanato grande... bajo la Luna y el Sol.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 100
Luego de un momento de meditación, con la seriedad que el
momento exigía, les dijo: agradezco sus preguntas porque
me complace contestarlas, pero además, permítanme
aprovechar la ocasión para recordar las palabras que siempre
menciona el Inca: “Un pueblo no vale nada si no busca en
sus raíces, los argumentos que eleven su pensamiento,
alienten el orgullo de su raza y sostengan la razón de sus
principios”.
El Inca siempre quiere lo mejor para todos, es por ello, que
siempre espera de cada uno de nosotros el mayor esfuerzo.
Huiracocha y otros espíritus que guían nuestros pasos y
cuidan nuestro sueño, también le dicen al Inca cómo hacer
para lograr que en cada ayllu, en cada Suyo y en todo el
Incanato, se pueda vivir con salud y que jamás nos falte
comida y abrigo.
Todos nacemos y morimos, hemos nacido de la nada por
obra y gracia de Huiracocha, y cuando nos llegue la muerte,
volveremos a la nada. Sólo puedo decirles que debemos
poner voluntad y determinación en lo que hacemos para
vivir con dignidad y morir con honor, entonces, Huiracocha
guiará nuevamente nuestros pasos cuando volvamos a nacer.
La madurez y amplitud de pensamiento, que como ya hemos
dicho, poseía Antayhua, le permitieron penetrar y calar
profundo en el corazón de la gente. Sin embargo, con toda
su sabiduría, humildemente prefería no aspirar a ser un
Huillac Umu o un personaje místico. Prefería dedicar sus
conocimientos a servir a los demás, asistiéndolos e
inculcándoles los nobles principios de la filosofía del
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 101
Incanato al mismo tiempo que les transmitía todo lo que él
sabía.
En su afán por lograr el interés de todos por aprender les
decía: La oscuridad que genera la ignorancia es tan
grave como las tinieblas que son generadas por el olvido,
pero, más grave aún lo es, la agresión de sumir en la
ignorancia y el olvido a una persona, o un pueblo, como
represión para ocultar los errores cometidos por el opresor o
para imponer su propio código de virtudes y valores, de
acuerdo a su conveniencia personal.
Los que así actúan, olvidan siempre que la dignidad no
puede ser suplantada, y que por lo tanto, todo intento de
avasallamiento sucumbirá. Sin embargo, el precio que debe
pagar la dignidad por conservar su lugar, será muy alto. Será
necesario sacrificar la vida, enfrentar la guerra, y pagará la
familia.
- ¿Y cómo es la guerra?... preguntó un niño.
- Antayhua sufría con estas preguntas, pero estaban allí y
era necesario responderlas.
La guerra es el fruto amargo que produce la
inconsciencia y ambición de los hombres que quieren
tener más de lo que pueden comer, de quienes quieren
que otros trabajen por ellos y que suponen que por
propia voluntad pueden decir: “esto es mío... y tomarlo”,
y luego para defenderlo están dispuestos a matar.
Entonces quieren más y dirán a los que los rodean que
compartirán con ellos lo que quiten a los demás y
necesitarán tomar más cada vez y los unos se matarán
con los otros.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 102
En la guerra todos pierden. Los que tienen suerte
pierden la vida.
- Y si es tan malo... ¿Por qué tiene que haber guerras?
- Felizmente en el Incanato nos hay guerras hace mucho
tiempo. Ya hemos olvidado desde cuando, pero no
estamos libres, siempre hay insensatos que no dudarían
en hacerlas. El Inca y los sabios del Incanato hacen
grandes esfuerzos para compartir sus conocimientos y
que no haya hambre, porque es la mejor manera de
evitarlas.
¿Alguna vez peleaste con tu hermano por algo?
- Si... lo hice. Él tenía una honda mejor que la mía y yo la
quería.
- Y... ¿Se la quitaste?
- No... Él me ayudó a hacer una igual.
- Allí tienes la respuesta. Sólo si nos ayudamos podremos
tener siempre paz, de lo contrario, una insensatez llevará
a otra y ésta a otra mayor. Es muy fácil romper el
equilibrio. Si vas por un camino amplio caminarás firme,
en cambio cuando caminas sobre un palo colocado para
cruzar un riachuelo, bastará con que tu cuerpo se incline
ligeramente sobre un lado para que pierdas el equilibrio
y caigas.
¿Qué pasaría si las aves de rapiña no existieran?
Imaginen que no hubieran cernícalos, águilas, ni
halcones, gavilanes ni lechuzas.
¿Qué pasaría con los ratones, serpientes y sapos?
- ¡Habrían muchos!
- Claro. Habrían tantos que los charcos, lagunas y ríos
estarían llenos de sapos, los campos se llenarían de
ratones que se comerían nuestras cosechas y las
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 103
serpientes y culebras estarían en nuestras casas.
Tendríamos que cambiar nuestra forma de vivir.
Huiracocha, que es la naturaleza, equilibra las cosas,
porque vida es todo lo que hay sobre la tierra y todo es
perfecto. Nacer, crecer, morir, o sea: ser, evolucionar,
dejar de ser, pero al mismo tiempo convirtiéndose en
otro ser u otros seres. La tierra nos entrega la vida y la
tierra nos guarda la muerte para darnos nueva vida.
En la verticalidad del concepto de bienestar prevalecía la
filosofía de “ la honda, la tajlla y el varayoc”, la que se
manifestaba en el juego de los niños, en el manejo familiar y
en todo aquello que se emprendiera porque todo estaba
enfocado a la suficiencia, y por lo tanto, instintivamente se
pensaba:
En la honda, como el símbolo del control, la disciplina y el
orden. La defensa de los principios. Era la fuerza del padre.
En la tajlla, se veía el contacto con la tierra, era la razón de
dar siempre y de reclamar para sí el fruto de su vientre, esto
es, dar la vida y guardar la muerte. Era el amor de madre.
El varayoc, bajo la administración de los quipus, era el
reparto justo del consumo, el manejo adecuado de las
semillas y el respeto a la vida. Era el manejo de la sabiduría
y el conocimiento que debía ser transmitido necesaria y
permanentemente a las generaciones nuevas con devoción a
Huiracocha, al Inti y al Inca.
Con el fin de lograr una mayor comunión con los
pobladores, Antayhua les decía que los seres humanos
amamos el dolor, tanto como amamos el amor, y que
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 104
necesitamos de él para comprender y valorar las cosas. Para
hacerlos comprender mejor les recitaba un poema:
El Dolor
Cerca del dolor me pude confortar,
cerca del dolor fui la pasión,
cerca del amor pude ser feliz,
cerca del amor fui la ilusión.
Lejos del dolor no sentí nada,
lejos del dolor viví con ansias.
Lejos del amor fui soledad,
lejos del amor no tuve calma.
Puede doler hasta lo más profundo.
hasta donde el cuerpo se confunde con el alma,
hasta donde la realidad y la ilusión se miran,
hasta donde los sueños no lo son,
hasta donde la tristeza ríe,
hasta donde las lágrimas fluyen de alegría.
Porque el dolor exalta los sentidos,
haciendo del amor un cielo hermoso.
Pero Antayhua era un ser humano, su vida transcurrió con
las penas, alegrías y vicisitudes naturales de la vida
cotidiana, y por lo tanto, haciéndose viejo mientras avanzaba
hacia su destino natural, después de una estancia fructífera y
digna en la tierra. Murió entre los suyos y entre todos
aquellos que lo apreciaron y disfrutaron de sus dones. Murió
rodeado de amor y consideración recitando un poema, el
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 105
mismo que tiene la apariencia de una oración, pero sin
embargo, se pueden apreciar en él, las inquietudes y penas
que siempre guardó muy adentro.
Si Polvo fui... Polvo seré
Tristemente, con dolor, me supe humano,
y no lo pude gritar con alegría,
pues deseaba que cada igual fuera mi hermano,
mas, me alegré de saber lo que sabía,
al recordar que otro animal me dio la mano,
cuando fui insecto, felino y cocodrilo.
Los humanos somos seres tan extraños,
a quienes Dios dotó de inteligencia,
sin embargo, nos llenamos con engaños,
para apaciguar apenas la conciencia,
por temor a que el peso de los años,
acabe sin piedad nuestra paciencia.
Instrumento de la dura realidad,
sentado en el banquillo del delito,
veo mi luz, convertida sin piedad,
en el oscuro infierno del proscrito,
mi cielo sigue buscando la bondad,
y en la espiritualidad, sufro contrito.
Mis sueños están viviendo su presente,
como flor que florece por un día.
Ya no me atrevo a soñar, estoy ausente,
al olvidar la piedad que yo tenía ,
prefiriendo ignorar por qué la gente,
puede sufrir hambre y tiranía.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 106
Dios mío ven... salva mi carne.
Dios mío por favor... calma mi sed.
Que la biología santa de la tierra,
encuentre en mí, algo de bueno.
No quiero dar asco a los gusanos,
que mi osamenta quede limpia...
que en mi se regocije el tiempo...
al convertirme nuevamente en polvo.
Si Polvo fui... Otra vez, Polvo seré.
Y así, Antayhua se desprendía en la trilogía de la muerte. Su
cuerpo volvía a la tierra, con la que tenía pendiente una
deuda de respeto y a la que debía abrazar toda la muerte; Su
espíritu iba a un nuevo encuentro con Huiracocha, mientras
su imaginación volaba al infinito.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 107
E P Í L O G O
Qué lejos estaba Antayhua de suponer que algún día las
cosas serían absolutamente diferentes. De que la vida en
libertad por la paz y el trabajo cambiaría desde lo más
profundo de sus bases.
Pasaron los años, el Incanato creció más allá de lo que un
solo eje podía soportar, por lo que Yoque Yupanqui, decidió
crear un nuevo eje, ya que era natural esperar que otros
pueblos siguieran anexándose al Incanato.
En esas circunstancias, cuando aún no se consolidaba
plenamente el nuevo eje, llegaron por mar los extranjeros
diferentes, con sus cuchillos largos, palos de trueno y
animales desconocidos, los que sumados a su apariencia, los
hacía realmente diferentes y temibles, porque mataban con
toda facilidad.
Con ellos llegaron algunos hombres de piel negra y muchos
naturales que se infiltraron en los ayllus. Comenzaron una
campaña de desunión, los indujeron a la rebeldía y les
hablaron de guerra para ser independientes, en el caso de los
que fueron al norte y de rechazo y desconfianza, en el caso
de los que fueron al sur. Sembraron el caos y el egoísmo
comenzó a tomar cuerpo.
Los predadores, que ya hemos dicho que se hicieron llamar
conquistadores, eran naturalmente ignorantes, pero los
peores, eran aquellos que tenían cierta cultura, pues eran
fanáticos e intransigentes, de manera que no podían ser
ecuánimes en su razonamiento. Tenían una mentalidad
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 108
cerrada bajo el criterio de la verdad absoluta, la que a su vez,
era totalmente distorsionada por la ambición
“El Conquistador”, prepotente, engreído y pagado de su
suerte, tan sólo porque portaba un cofre lleno de lo que él
llamaba riquezas, sucumbía a los propios temores y debía
imponer terror utilizando sus armas superiores para
escarmentar - en éstos tiempos hubieran dicho: “para
disuadir”- y así ocultar el propio miedo a ser traicionado por
uno de los suyos, quien podía revelarse al verse cegado por
la ambición o por el natural instinto de ser guerrero.
Ellos no sabían que traían en sus cuerpos un arma poderosa,
“la que les serviría en bandeja de plata” las tierras y riquezas
de América. Ignoraban que eran portadores del germen de la
“viruela negra” y otras enfermedades que aquí no existían y
que éstas se encenderían como un reguero de pólvora,
diezmando las poblaciones y rompiendo la continuidad
tradicional y los eslabones del orden social y de trabajo
establecido en el Incanato.
Rotos los eslabones de la cadena que caía verticalmente, la
cadena dejo de ser, se rompió fácilmente todo vínculo
cultural y forma de comunicación, para reemplazar cada
culto, cada actitud y cada valor por los suyos. La armonía no
era importante porque no daba riquezas, por el contrario, era
necesario estar en guardia para defender lo suyo propio de
cada uno. Luego se repartirían el botín a gusto y paciencia
de ellos mismos.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 109
Todo resultó fácil. En pocos años lograron echar a los
seguidores de Atahuallpa contra los de Huáscar.
Lógicamente. Los de Atahuallpa, apoyados por la crueldad
de los españoles, se impusieron a los de Huáscar que seguían
manteniendo la mística agrícola del Incanato.
Muerto Huáscar, ya no necesitaron a Atahuallpa y lo
mataron. Entonces, logrados los objetivos de la intriga y la
siembra de nuevas ideas, ya dueños de la situación,
emprendieron la ruta al Cusco, ruta que, sin ningún apuro,
les llevó varios años durante los que introdujeron nueva
ideología, nueva religión y nuevas formas de emborracharse.
Al Cusco llegarían antes las ideas que los caballos y éstas
producirían más daño.
La trilogía de “la honda, la tajlla y el varayoc se deterioró y
no se permitió la recomposición de su orden lógico, de tal
manera que fue fácilmente reemplazada por la trilogía de “El
Padre, El Hijo y El Espíritu Santo”, la que aplicada con la
iniquidad de conquistadores e inquisidores, se hizo bajo el
estigma del despojo para retribuir bondad, del trabajo
obligado para retribuir limosna y de la muerte indigna para
retribuir el cielo.
Los niños, que poseían la inteligencia nueva que miraba al
futuro, serían marginados, relegados a una vida vegetal:
nacer, crecer, morir. Nacer enraizados para que sobrevivan
los más fuertes, los que tuvieran la “suerte” de pasar los
doce años. Crecer en una lucha permanente con la miseria, o
con la vida miserable surgida de la limosna, para finalmente
morir, en lo que quizá pudiera resultar, el único acto feliz de
su vida.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 110
La lucha interna, la propia lucha, incomprensible para ellos,
buscará una respuesta cuando alguna vez al acudir a una
iglesia, deslumbrados por el dorado de los altares, vean al
nuevo Dios crucificado, doliente, herido. Allí acabarán sus
esperanzas cuando les digan que ellos lo hicieron; entonces,
dentro de esa sombra de culpa se verán obligados a aceptar,
con la mayor naturalidad, vivir haciendo venias,
arrodillados, pidiendo perdón a taita lindo. Tendrán que
pedir perdón al patrón y no sabrán por qué, si lo sirven. Le
darán lo que ya no tienen y se les exigirá más, porque de lo
contrario, no habrá migajas para todos y se irán al infierno.
El peso de la culpa pasará a ser atributo de los naturales.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 111
La Toma de Saqsayhuaman
Me encuentro en Saqsayhuaman,
de pronto inmerso en una lucha,
sorpresiva, cruenta y desigual.
Cada cañón vale un ejército,
cada mosquete, muchas hondas,
cada sable, muchas vidas.
Están haciéndome un guiñapo;
oigo alaridos de dolor,
gritos de angustia me conduelen,
nadie comprende el por qué,
de tan horrible matanza...
y mientras... yo, sigo muriendo.
Lucha Cahuide en lo alto de la torre,
abriendo cabezas hasta caer vencido,
acribillado de plomo y de metralla.
Mas los mosquetes, síguenle tirando,
no lo necesitan de héroe,
ellos... lo prefieren muerto.
Yace moribundo a mi costado,
sus ojos lloran lágrimas de sangre;
jadeante luce brillantes orejeras,
radiante el sol que lleva al pecho,
una mano se agarra a la macana,
cuando la espada... el corazón le clava.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 112
¡Ha caído el enemigo! Dice el grito.
¡Al guerrero infiel ya dimos muerte!
¡Corred! Vayamos a la entrada.
¡Arrancad la enorme sierpe de oro,
que de esta fortaleza, los muros santifica,
para ofrendarla con loas al Señor!
Alaridos eufóricos se escuchan,
cual una arenga guerrera...
vociferando sin cesar aquello,
que terrible, la voz pregona,
para mostrar con crueldad,
lo que implanta el nuevo idioma.
¡Disparad!... ¡Que ya son nuestros,
acabad con los idólatras del Sol,
acabad con los bárbaros os digo,
que Cristo bendecirá este día...
con indulgencias y dones
por matar infieles en su nombre!
Y con fervor... sigo muriendo,
apoyado sobre el palo de mi tajlla,
que sin embargo... no se quiebra,
estoicamente sigue soportando,
el peso de mi angustia... cómo pesa...
y la carga asfixiante del que hiere.
Mas no muero... aún sigo consciente.
Sigo escuchando gritos y explosiones.
Los ayes son iguales, de uno y otro lado;
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 113
los de aquellos que defienden,
y los de aquellos, que conversos,
parte son ya... del enemigo.
Los de armadura no se mueren.
Las espadas y mosquetes hacen daño.
Las hondas sólo sirven desde lejos.
Mientras tanto... yo sigo muriendo,
abrazado a mi Dios, mi Huiracocha,
firmemente, contra el suelo.
Mancilladas las reliquias de mis Apus,
al despertar, inmóvil, agotado,
aplastado por dos cuerpos
que soportan mis espaldas,
sigo sin comprender qué dicen
los triunfantes gritos del que invade,
Largas horas después... Yo vivo...
Siguen anunciando que han vencido,
¡que del Señor su Dios ha sido la victoria,
que un milagro se ha visto consagrado,
en la empuñadura de la espada vencedora,
donde una cruz revela su misterio!
Mi Dios, mi Huiracocha, está dolido,
Saqsayhuaman en pedazos se desgaja,
ruedan sus hermosas piedras cuesta abajo
empujadas por la pólvora y el odio,
sin que sepamos por qué se nos ataca
desoyendo el clamor de la cultura.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 114
Al destruir el amor a nuestros Apus,
para imponernos la Cruz y la sotana,
las heridas de mi cuerpo ya no duelen,
son más graves y profundas las del alma,
sufriendo, abatida en la amargura,
llorando, condolida en la tristeza.
La mirada ya no abarca el horizonte,
hay mil preguntas sin respuesta,
y hay mil respuestas que no entiendo.
El humo asfixiante de la pólvora
interfiere el contacto con mi Sol...
ya no podré llamarlo Inti con cariño.
La hoja cortante de la espada...
segó alegremente mi cosecha.
¡El calvario de la Cruz...
se enclavó en la Pachamama!
¡penetró en mi ayllu...
inclinó mi frente!.
¡Huiracocha!...
¡Espíritu del Ande!...
¡Qué dolor!...
Esos niños, que tan felices vagaron por los valles de la costa
gozando de los frutos que la naturaleza les proveía, o
aquellos de las serranías, que como Ñahuicha disfrutaban al
caminar por los cerros y arroyuelos, absorbidos por sus
infantiles ilusiones, tuvieron que cambiar su forma de vida
por otra limitada por conceptos y restricciones no aptos para
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 115
niños. No fueron nunca más tomados en cuenta ni
consultados sobre sus preferencias, gustos o expectativas.
¡Qué pena!
Una escena común desde entonces:
- Mirad niño. Subid a aquel árbol y arrancad todos los
frutos que estuvieren aptos para comer.
- Si taitita... si. Y el niño sube al árbol, en algunos casos
con riesgo de caer y recoge todos los frutos que son
recibidos por el señor.
- Id pues a la cocina para que os den un pedazo de pan.
- Y... ¿No podría su merced darme algún fruto?
- Pues mira que no, que ellos rezultan inzuficientes para
nuestra meza. Conformaos con lo que os doy y dad
gracias a Dios que lo recibiréis.
- De pronto el señor da un grito: ¡Pablo!, ¡venid aquí!... Id
corriendo a la cocina y decid al encargado que no de pan
alguno al chico que arrancó los frutos, pues ha tenido la
ozadía de dar un mordizco a uno de ellos.
- ¿Podría su merced, darme después el fruto aquel que
tiene el mordisco?
- Pues mira que no, de ninguna manera. Zervirá para zer
presentado durante la aplicazión del castigo que ze le
dará al rapaz atrevido que ozó morder un fruto deztinado
a la meza. Y vos también... aprended la lección, no zea
que se os ocurra en ocazión alguna hacer lo mizmo.
¡Aahh!...Zeñor... Líbrame Zeñor... de éstos indios.
¡Aahh!... Mi Huiracocha... Libérame mi Dios.
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 116
¡VAMOS CHOLO¡ ¡Vamos Cholo! Levanta la cabeza. ¡No te detengas! Defiende lo único que tienes, la dignidad y el orgullo. ¡Eso es tuyo! No te lo pueden robar los que quieren que lo pierdas. Piensa en el hoy y en el mañana, que tu pasado lo sustente. ¡Hurga en él! No es malo todo aquello que te han dicho, allí están las razones de tu fuerza, allí descubrirás tu yo sincero, protegido por el orgullo de ser tú, sabiendo que la dignidad está contigo. Ahora deberás enfrentar a todo el mundo. ¡Que revienten! Con estas armas no podrán hacerte daño. Juégalas limpio, llévalas siempre, Tus raíces las sostienen con firmeza y tu tronco es el tronco de la historia. ¡Vamos Cholo! No permitas que te frieguen. Que no te entierren argumentos de otras tierras. ¡No te achiques!
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 117
Si no hay palas, escarbarás nuevamente con las manos, harás un hoyo en el surco con el dedo, tomarás una anchoveta, colocarás en su vientre una semilla, y al sembrarla sí, de esta manera, florecerán nuevamente, la dignidad y el orgullo de tu raza. La delincuencia, Es el arma que te ha dado el menosprecio, todos tus males han nacido en la limosna, como el hambre que se mitiga en la migaja, como el falso orgullo que parte de un ¡qué bien! ¡No carajo! Exijamos amor para cada niño de esta tierra, Exijamos respeto para cada gramo de este suelo. ¡Vamos Cholo! ¡Levanta la cabeza!
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 118
I N D I C E
Pág.
La Sonrisa (Cabeza Clava Chavín) 1
Título 3
Sol del Pasado 5
Prólogo 9
Invitación 13
Comentarios 15
Los Hijos del Ande...
La Honda – La Tajlla – El Varayoc 21
El Inca 23
La Verdad 45
El Primer Amor 59
Botón en Flor 60
Plegaria en Machu Picchu 68
La Momia Madre 74
Oración a Huiracocha 79
Eternamente 86
La Luz de las Sombras 87
Marcahuasi 89
El Cóndor y el Águila 102
Gloria en el Altiplano 107
El Dolor 112
Si Polvo Fui... Polvo Seré 113
Epílogo 116
La Toma de Saqsayhuaman 120
Vamos Cholo 126
Índice 127
Semblanza 128
Los Hijos del Ande
Roger L. Casalino Castro 119