2011 - volvamos a partir de jerusalen

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Monseñor Luis H. Villalba Arzobispo de Tucumán Carta Pastoral VOLVAMOS A PARTIR DE JERUSALÉN

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Monseñor Luis H. VillalbaArzobispo de Tucumán

Carta Pastoral

VOLVAMOS A PARTIR DE JERUSALÉN

Arzobispado de TucumánMiércoles de Ceniza

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9 de marzo de 2011

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VOLVAMOS A PARTIR DE JERUSALÉN

INTRODUCCIÓN

1. ESQUEMA DE LA CARTA

Esta Carta Pastoral “Volvamos a partir de Jerusalén” intenta ayudar a comenzar la nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, que abarcará el sexenio 2010-2016.

Está dividida en dos partes.

La primera parteAbarca los capítulos 1, 2 y 3 y tiene como finalidad ver la continuidad del Plan

Arquidiocesano de Pastoral, porque ahora estamos comenzando una nueva etapa del mismo Plan de Pastoral.

El capítulo 1 -La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral- nos muestra que la espiritualidad del Plan, el modelo ideal de Iglesia, las características generales que identifican a la Iglesia Arquidiocesana, el objetivo general, los criterios pastorales comunes, y el itinerario de los discípulos de Emaús, como ícono del camino pastoral de nuestra Iglesia arquidiocesana, siguen siendo los mismos y están contenidos en el Libro Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” (publicado en el mes de junio de 2004).

Por eso se recomienda tener presente el Libro Azul y volverlo a leer.

El capítulo 2 -Las tres primeras Cartas Pastorales- nos recuerdan aquellas Pastorales que escribí preparando la primera etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.

Considero que en estas tres Cartas se expone el fundamento de la Misión de la Iglesia:

1. La primera Carta Pastoral (del año 2000) es sobre la Palabra de Dios: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”.

2. La segunda (del año 2001) trata sobre la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía”.

3. La tercera Carta (del 2002) desarrolla la realidad descollante y la síntesis de la vida de la comunidad cristiana, la caridad: “En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

Al comenzar una nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, tenemos necesidad de recordar que el empuje misionero surge de la contemplación de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y del testimonio de la caridad. La Palabra, los Sacramentos y el testimonio de la caridad son el fundamento, la raíz, desde donde brota la misión en la Iglesia que, en otras palabras, son los temas de las tres primeras Cartas propuestas en el capítulo segundo.

Les propongo considerarlas de nuevo, teniendo en cuenta que quizás no todos los agentes de pastoral las trabajaron. Por eso, en este segundo capítulo, les presento un breve resumen de las mismas. Pero es importante no quedarse sólo con el resumen: hay que volver a leer estas cartas, meditarlas y reflexionarlas.

El capítulo 3 -La Carta Pastoral del año 2003- se refiere a la Carta Pastoral titulada: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19), que trata sobre la misión.

Además, en este capítulo, se transcriben las meditaciones: “Los tres pilares del misionero” y “Como el Padre me envió, Yo también los envió a ustedes” (Jn. 20,21) con la intención de alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral para que no se apoyen en las fuerzas humanas, sino solamente en Dios. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1 Cor. 3,7).

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La segunda parteCorresponde a los capítulos 4, 5 y 6, que tratan de algunos de los desafíos a los

que responde el Plan Arquidiocesano de Pastoral en esta nueva etapa. El capítulo cuarto desarrolla el desafío de alentar en todas las comunidades un estilo misionero en la pastoral orgánica arquidiocesana. El desafío propuesto en el capítulo quinto nos impulsa a desarrollar un Itinerario Catequístico Permanente con especial insistencia en la iniciación cristiana y en la formación de los agentes de pastoral. El capítulo sexto encara el desafío de promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable.

2. DESTINATARIOS Y USO DE ESTA CARTA

Los destinatarios de esta Carta son, en primer lugar, los agentes de pastoral y los fieles practicantes.

Deseo que sea un instrumento de reflexión y de diálogo, un medio para progresar en la pertenencia a la Iglesia y en el compromiso de cada uno como discípulo y misionero de la Nueva Evangelización.

Les propongo, además, algunas indicaciones sobre el modo de utilizar esta Carta:

pido a los párrocos, a los superiores y superioras de comunidades de vida consagrada, a los directivos de los institutos educativos católicos, a los responsables arquidiocesanos de áreas y sectores pastorales, de instituciones y movimientos laicales, etc. que arbitren todos los medios posibles para que esta carta llegue a sus destinatarios.

les ruego que en el primer domingo de cuaresma –sábado 12 de marzo por la tarde y domingo 13- se reparta la Carta Pastoral a los fieles a la salida de todas las misas de parroquias, capillas e iglesias.

Es importante trabajar esta Carta comunitariamente. Los sacerdotes dedicarán algún tiempo de las reuniones del Clero

para reflexionar sobre los temas de la misma. Las consagradas pueden hacerlo en sus comunidades y en alguno

de los encuentros con todas las religiosas de la arquidiócesis. En las parroquias y capillas se reflexionará sobre esta Carta en las

reuniones ordinarias de los diversos grupos, por ej., de catequistas, Cáritas, jóvenes, matrimonios, ministros extraordinarios de la comunión; de pastoral misionera, de la salud, social,etc.; de Acción Católica, Liga de Madres, Movimiento Familiar Cristiano, Encuentro Matrimonial, Cursillos de Cristiandad, etc.

Los miembros de instituciones, movimientos, asociaciones de fieles, etc. podrán dedicar algún momento de sus reuniones ordinarias para profundizar el contenido de esta carta.

En los establecimientos educativos la reflexión se hará dentro de la enseñanza religiosa escolar y en los distintos encuentros catequísticos.

En los establecimientos educativos católicos se realizará en los diferentes estamentos de cada institución: docentes, administrativos, auxiliares, padres de alumnos, exalumnos, etc., y se procurará integrar el contenido de esta Carta en la programación de cada uno de los espacios, departamentos o áreas curriculares.

3. METODOLOGÍA DE TRABAJO

Este material está preparado para ser desarrollado en ocho reuniones a lo largo del año.

Marzo: Introducción.Abril: Cap. 1º La nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.Mayo: Cap. 2º Las tres primeras Cartas Pastorales.Junio: Cap. 3º La Carta Pastoral del año 2003: Únicamente los puntos 1 y 2:

“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” y Los tres pilares del misionero.

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Julio: Cap. 3º El punto 3 restante: “Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes”.

Agosto: Cap. 4º: Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y arquidiocesana en todas las comunidades.

Septiembre: Cap. 5º: Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial insistencia en la Iniciación Cristiana y en la formación de los agentes de pastoral.

Octubre: Cap. 6º: Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable.

El estilo de cada encuentro debe ser el de una reunión de oración. Para cada uno de los ocho temas sugiero seguir los siguientes pasos:

Disponerse a la escucha con una actitud de recogimiento. Comenzar con una oración comunitaria. Luego se lee la palabra del Arzobispo, de acuerdo al capítulo

correspondiente. Se leen los textos bíblicos citados. Se comenta y reflexiona entre todos. Lo importante es dialogar con

sinceridad y fraternidad. Se termina con una oración.

Adaptación a los diferentes destinatarios

Los destinatarios de esta Carta son diferentes. Las diversidades se pueden dar: por el contexto de la comunidad eclesial (urbano, de montaña, rural, etc.), las edades, los niveles de formación, la madurez espiritual, el compromiso eclesial, etc.

Por esta razón se hace necesario adaptar el contenido de esta Carta Pastoral a cada comunidad y a cada grupo en particular. Es imprescindible este trabajo de mediación entre la Carta y los destinatarios concretos.

En la Parroquia, la tarea deberá hacerla el Párroco, con la colaboración del Consejo Pastoral y, especialmente, de los catequistas.

En los establecimientos educativos, esta labor deberá realizarla el Equipo o Departamento de docentes de religión.

Por último los animadores, coordinadores o catequistas de cada grupo, darán la forma final concreta a esta propuesta de trabajo. Por lo mismo exige, de parte de ellos, una preparación previa donde estudien y recen el contenido, y planifiquen el encuentro catequístico.

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Hay una precisa tarea

de mediación

entre el contenido de

esta Carta Pastoral y sus destinatarios

concretos, que exige

oración, reflexión y

preparación previa.

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PRIMERA PARTE

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Capítulo PrimeroLA NUEVA ETAPA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE

PASTORAL

Tengamos presente que estamos comenzando una nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral (PAP).

¿Qué es el Pan Arquidiocesano de Pastoral?En primer lugar, un Plan es un proyecto que uno tiene, algo bien pensado y

organizado que uno intenta realizar.Es Arquidiocesano porque abarca a toda la Arquidiócesis: a todos sus miembros:

sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles laicos; a todas sus comunidades: parroquias y capillas; escuelas y colegios; todas sus instituciones y movimientos, etc.

Es de Pastoral porque se refiere a la tarea de la Iglesia en su misión evangelizadora en medio de la sociedad.

Entonces el PAP es un esfuerzo comunitario de la Iglesia particular de Tucumán para responder a las necesidades de la Evangelización en un espacio y tiempo concretos: “hoy” y “aquí”.

Se dijo muchas veces que la pastoral es un proceso que tiene fases, etapas; tiene un desarrollo. “Entonces lo que queremos es iniciar una nueva etapa de nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral, sabiendo que su contenido permanece vigente” (ver Carta Pastoral. “Crucemos a la otra orilla”).

El contenido fundamental del Plan Arquidiocesano de Pastoral está en el Libro Azul: Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar Adentro y echen las redes” (publicado en el mes de junio de 2004).

Entonces es muy conveniente volver a leer y tener presente el Libro Azul.En este sentido debemos tener en cuenta que permanecen vigentes las

características o notas del PAP que explico a continuación:

1. LA ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN ES EL ALMA DEL PLAN ARQUIDIOCESANO DE PASTORAL

Precisamente el capítulo primero del Libro Azul se refiere a este tema. El Papa Juan Pablo II nos exhortó, en la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, a promover la espiritualidad de comunión. En ese documento nos pide que toda la organización y la planificación pastoral de la Iglesia esté marcada por el amor fraterno: “Si verdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo, queridos hermanos y hermanas, nuestra programación pastoral se inspirará en el mandamiento nuevo que nos dio: «Así como yo los he amado, ámense también ustedes los uno a los otros«” (Jn. 13,34).

2. EL MODELO IDEAL DE IGLESIA

La Iglesia contempla como en un espejo su imagen acabada en la imagen de María, la llena de gracia (ver Lumen Gentium, 53).

Corresponde al capítulo cuarto del Libro Azul (pág. 99).

La Iglesia de Tucumán, teniendo como modelo a María, quiere ser:

A. Una comunidad viva

La comunidad viva es la que vive del Espíritu Santo y está llamada a la santidad. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral.

La comunidad viva es la que vive la comunión orgánica y dinámica de la diversidad en la unidad.

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El ángel la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc. 1,28).

B. Una comunidad fraterna

Llamada a ser casa y escuela de comunión. Familia de Dios. Acogedora y abierta.

María es nuestra Madre. La Virgen María desde el cielo cuida a sus hijos que peregrinan en la tierra (ver Lumen Gentium, 62).

C. Una comunidad misionera

Es la Iglesia enviada Los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos alejados. Como el Buen Pastor, sale a buscar a la oveja perdida.

María, en la Visitación, es la misionera que lleva a Jesús. El Papa Juan Pablo II dijo que América es la nueva Visitación, pues Cristo fue traído por María: Estrella de la Nueva Evangelización (ver Homilía en la Misa por la Evangelización de los pueblos, Santo Domingo 11.10.1984).

D. Una comunidad servidora

“Y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús” (2 Cor. 4,5).

Porque no existe para sí, sino para ser “en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1).

Para cumplir su misión la Iglesia debe encarnarse y hacer suyos “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres, sobre todo de los pobres y cuantos sufren” (Gaudium et Spes, 1).

3. LAS CARACTERÍSTICAS GENERALES QUE IDENTIFICAN A LA IGLESIA ARQUIDIOCESANA

Corresponde al capítulo 4, ap. 2.1, del Libro Azul (págs. 100-102).

A. El primado de DiosDebemos partir del primado de Dios, de Jesucristo, de la gracia, respecto a toda

actividad humana, tanto en nuestra vida personal, como en nuestra vida comunitaria y en nuestra pastoral.

“Nuestras Iglesias particulares están llamadas a renovarse en el camino de la santidad comunitaria y misionera que anime la actividad pastoral ordinaria en forma más creativa y orgánica. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, «pero es Dios el que hace crecer» (1 Cor. 3,7) Reconocer el primado de la gracia de Cristo implica alentar una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo tal que sepamos alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la evangelización. La acción pastoral de la Iglesia se alimenta en la fuente de la vida divina y alcanza su expresión más plena y bella en la liturgia” (Novo Millennio Ineunte, 80-81).

B. Manifestar el rostro de CristoNuestra Iglesia Arquidiocesana quiere manifestar al mundo el rostro de Cristo. Juan

Pablo II nos recuerda que, así como aquellos peregrinos de hace dos mil años le pedían a los Apóstoles “queremos ver a Jesús” (Jn. 12,21), “los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, les piden a los creyentes de hoy no sólo que «hablen» de Cristo, sino, en cierto modo, que se lo hagan «ver». ¿Y no es quizás un cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer su rostro también a las generaciones del nuevo milenio?” (Novo Millennio Ineunte, 16).

María, en Caná,

es laservidora,

atenta a las necesidades.

“Mujer aquí tienes a tu hijo... Aquí tienes a tu

madre” (Jn. 19,26-27)

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La Iglesia debe transparentar el rostro sufriente de Cristo, el rostro del Siervo Sufriente: ser Iglesia es ser el Cuerpo de Cristo crucificado en la historia, la representación de su rostro en el tiempo.

En Cristo, que es la Misericordia hecha carne, nuestra Iglesia está llamada a ser Iglesia de la misericordia; en Él, pobre, la Iglesia debe ser pobre y amiga de los pobres; en Él, apasionado por la unidad, debemos ser la Iglesia de la unidad en torno a los Pastores que Él ha querido para nosotros.

La Iglesia debe mostrar el rostro del resucitado: ¡Él es el Resucitado! Como dice San Pablo: si no fuese así, vana sería nuestra predicación y vana sería nuestra fe (ver 1 Cor. 15,14).

Como Pedro (ver Jn. 21,15.17) y como Pablo (ver Flp. 1,21), la Iglesia vuelve su mirada hacia Jesús resucitado para confesarle su amor y encontrar en él su vida: “En el rostro de Cristo, ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría... La iglesia, animada por esta experiencia, retoma hoy su camino para anunciar a Cristo al mundo, al inicio del tercer milenio” (Novo Millennio Ineunte, 70).

C. Estilo de vida evangélicoNuestra Iglesia Arquidiocesana quiere manifestar con su vida y sus obras el

Evangelio de la caridad. La caridad es el corazón del Evangelio.Nuestra comunidad arquidiocesana quiere ser la Iglesia de la caridad, que vive la

caridad, porque, ante todo, es la Iglesia del amor trinitario y del amor de Cristo.Solamente reconociendo el primado del amor de Dios por nosotros, es posible ser

testigos de la caridad. Nuestra Iglesia Arquidiocesana es la comunidad de los que están unidos no por lazos humanos, o de algún interés común, sino por Jesús, por su Palabra, por su Pascua.

D. El estilo del diálogoNuestra Iglesia Arquidiocesana quiere vivir el estilo del diálogo. El diálogo es la

expresión auténtica de la caridad y de la comunión. El Espíritu construye la unidad no como uniformidad, sino como valorización de los dones de cada uno (ver 1 Cor. 14). La unidad requiere siempre que las particularidades se integren en una armonía que las supere sin anularlas. Esto supone dosis generosas de humildad y renuncia (ver Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 35).

Nuestra Iglesia Arquidiocesana quiere, también, “asumir decididamente un espíritu y estilo de diálogo con los diferentes círculos de personas y ambientes del mundo señalados por el Papa Pablo VI, el Concilio Vaticano II y ratificados por Juan Pablo II” (Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 30) y últimamente también por el Papa Benedicto XVI.

E. Una Iglesia misioneraNuestra Iglesia Arquidiocesana quiere tener un estilo misionero para llevar la Buena

Nueva hacia las dimensiones humanas de todo el hombre y de todos los hombres, incluyendo, en esta perspectiva universal, a aquellos que están más amenazados en su dignidad humana: los pobres, los débiles y los enfermos (ver Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 31).

E. La liberad de espírituEl mandato misionero exige invitar a la fe sin coacción alguna, dando cabida a que

surja en el corazón del hombre la respuesta libre que sólo puede provocar el Espíritu. Esta actitud respeta por igual la gratuidad divina del llamado y la dignidad de la persona humana (ver Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 36).

F. En el seguimiento del Señor en su camino hacia JerusalénDe su Señor nuestra Iglesia particular de Tucumán saca las fuerzas para vencer

con paciencia y amor los obstáculos que le presenta el camino que recorre. A tal fin, el Espíritu le comunica la esperanza y la fortaleza con la que el Señor se encaminó a Jerusalén (ver Lc. 9,51), en donde consuma su entrega al Padre.

Jerusalén, patria de todos los pueblos según la tradición bíblica (ver Sal. 87), es el símbolo de la comunión de Dios con la humanidad (ver Ap. 21,2-3) y la meta a la cual toda criatura humana se dirige.

Con mirada contemplativa, nuestra comunidad arquidiocesana está llamada a vivir su peregrinación terrena (ver 1 Ped. 1,13-21). Ella desea (ver Ap. 21,1-22,5) y espera

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vigilante la segunda y definitiva venida de su Señor (ver Mt. 24,36.43-44), como la manifestación de la nueva Jerusalén (ver Ap.21,1-22,5).

4. EL OBJETIVO GENERAL

Corresponde al capítulo 6 del Libro Azul (pág. 133).

Recordemos el objetivo del Plan Pastoral:

Que todas las comunidades y todos sus componentes se integren

en una GRAN MISIÓN ARQUIDIOCESANApara impulsar la NUEVA EVANGELIZACIÓN

La Misión caracterizará el camino pastoral de nuestra Iglesia Arquidiocesana en los próximos seis años.

Lo importante es introducir el tema y la finalidad de la Misión dentro de la pastoral ordinaria de nuestras comunidades, de manera que ellas se conviertan en comunidades misioneras permanentes.

La Misión deberá dar un fuerte impulso a la pastoral ordinaria de la Nueva Evangelización, infundiendo en ella aquella carga misionera que la haga, en modo permanente, nueva, valiente y abierta.

Recordemos que el tema de la Misión lo retoma fuertemente el Documento de Aparecida: “Hoy, toda la Iglesia de América Latina y El Caribe quiere ponerse en estado de

misión” (nº 213). “Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y

todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia” (nº 365).

“La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación, a una pastoral decididamente misionera” (nº 370).

“Esta V Conferencia...desea despertar la Iglesia...para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia... ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo...! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones...” (nº 548).

También los Obispos Argentinos insisten en este tema con la Carta Pastoral sobre la Misión Continental (20/8/2009).

La gran preocupación es cómo hacer que nuestros fieles, que fueron bautizados, que hicieron su primera comunión, que tuvieron enseñanza religiosa en las escuelas, vivan una fe práctica, comprometida. El problema es el de la recuperación a la práctica cristiana de personas que, en algún momento, han gustado la fe. Tenemos que reconocer que muchos de ellos no han tenido una catequesis profundizada.

Por tanto, esta nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral, con los ajustes necesarios, sigue teniendo la misma finalidad: L A M I S I Ó N .

Ahora se le agrega: con estilo kerigmático. De esta manera el objetivo es:

Que todas las comunidades y todos sus componentes se integrenen una GRAN MISIÓN ARQUIDIOCESANA

para impulsar la NUEVA EVANGELIZACIÓN con estilo kerigmático

Expliquemos esto.

¿Qué es el Kerigma?Kerigma es una palabra de origen griego que significa proclamación, anuncio. Es el

anuncio de la salvación obrada por Jesucristo, por su vida, muerte y resurrección.

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El kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la conversión y a la fe. Podríamos decir que es el momento misionero de la evangelización, que precede a la catequesis propiamente dicha.

El kerigma (el anuncio, la proclamación) suscita la fe, abre el corazón, nos lleva a convertirnos y a tener una adhesión global a Jesucristo. La catequesis, que es un paso posterior, busca profundizar y madurar esa fe inicial.

Ser cristiano significa decir «sí» a Jesucristo, pero este «sí» tiene dos niveles: consiste en entregarse a la Palabra de Dios y apoyarse en ella (fruto del kerigma), pero significa también, en segunda instancia, conocer cada vez mejor (por la catequesis) el sentido profundo de esa Palabra (ver Catechesi Tradendae, 20).

Desde este punto de vista, la catequesis se distingue del kerigma, aunque permanece en continuidad con él. La catequesis muestra todo el desarrollo y las virtualidades del kerigma. Pero, propiamente, la catequesis se dirige a los convertidos que ya han recibido, escuchado y acogido el kerigma

El kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes, conduce a la fe, a la adhesión a Jesucristo. De aquí nace la Iglesia, la comunidad cristiana, es decir, la convocación en torno al anuncio de la Buena Nueva.

“La fe nace de la predicación” (Rom. 10,17), o sea: es la Palabra oída la que conduce a creer. Y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo: “Dios quiso salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación” (1 Cor. 1,21).

El objetivo primero de esta predicación kerigmática es la conversión y la fe.La conversión y la fe van unidas. Son como las dos caras de una misma realidad:

“Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mt. 1,15).Los hechos anunciados no son solamente para la admiración, sino para la

SALVACIÓN. Todo lo que se anuncia es para la salvación. Por eso el anuncio llama al hombre a la conversión.

El primer anuncio busca el despertar de la fe. Evangelizar es anunciar el mensaje de salvación en forma global a los hombres, para convertirlos y sembrar en ellos la fe.

Esto supone: Escuchar la llamada y seguirla, como hicieron los primeros discípulos de

Jesús (Jn. 1,35-42). Haber encontrado un tesoro y estar dispuesto a vender todo para comprarlo

(Mt. 13,44-46), Vivir la experiencia del amor de Dios en Cristo y considerar todo como

“basura” con tal de ganar lo único que merece la pena: Cristo (Fil. 3,7-11). Acoger en la fe que Jesús es el Hijo de Dios y nacer de nuevo “del agua y del

Espíritu” (Jn. 3,1-8).El kerigma, el primer anuncio, es la proclamación del Evangelio como Buena

Noticia: es el anuncio de una gran alegría y el mensaje de una felicidad; la alegría de Cristo nacido, muerto y resucitado por nosotros.

El kerigma es anuncio vivo y vibrante. El Papa Juan Pablo II en Catechesi Tradendae (el documento sobre la catequesis) dice que el kerigma es “un anuncio lleno de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe” (nº 25).

Se trata de un anuncio directo, testimonial, que relata lo que “hemos visto, oído y tocado”, aquello que llena nuestra vida de un sentido, una esperanza y un amor nuevos.

Es una evangelización que “toca” y “moviliza” a la persona entera, en un proceso de búsqueda, por aquello que le da sentido a su vida.

Si el kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la conversión y a la fe, si el kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes, conduce a la fe, a la adhesión a Jesucristo, ¿por qué encarar la Misión por el anuncio del kerigma a los que ya están bautizados y son cristianos?

Si el kerigma es el primer anuncio del Evangelio a los no creyentes, con vistas a la conversión y a la fe, si el kerigma, la proclamación del Evangelio, engendra creyentes, conduce a la fe, a la adhesión a Jesucristo, ¿por qué comenzar en la Gran Misión por el anuncio del kerigma a los que ya están bautizados y son cristianos?

Para entenderlo, debemos leer y meditar con mucha atención estas palabras del Papa Juan Pablo II en el documento sobre la catequesis:

“La peculiaridad de la Catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha suscitado la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en la práctica catequética,

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este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera evangelización no ha tenido lugar . Cierto número de niños bautizados en su infancia llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe, y sin tener todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino solamente la capacidad de creer puesta en ellos por el Bautismo y la presencia del Espíritu Santo...

Además muchos preadolescentes y adolescentes, que han sido bautizados y que han recibido sistemáticamente una catequesis así como los sacramentos, titubean por largo tiempo en comprometer o no su vida con Jesucristo...Finalmente los adultos mismos no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe, a consecuencia de un ambiente notoriamente incrédulo. Es decir que la “catequesis” debe a menudo preocuparse, no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquellos que están en el umbral de la fe (Catechesi Tradendae, 19).

Esto significa que muchos cristianos que fueron bautizados de niños, no han tenido ninguna iniciación a la fe ni una adhesión explícita y personal a Jesucristo.

Lo que se busca es la evangelización de los cristianos no prácticos, la renovación y fortalecimiento de su fe, su compromiso con la Iglesia.

Se trata de aquellos cristianos que, habiendo sido bautizados de niños, no han vivido una verdadera conversión, ni han sido catequizados en profundidad.

El contenido del kerigmaEl centro del kerigma es Cristo. Es poner al hombre en contacto con el Evangelio de

Jesús: como un alegre anuncio de salvación.El contenido es la persona viva de Jesucristo y sus hechos de salvación, no a modo

de historia o relato de hechos pasados, sino, como dice el Papa, anuncio lleno de ardor que lleve a la decisión de entregarnos a Jesucristo por la fe (ver Catechesi Tradendae, 20).

El contenido básico del kerigma es doble:a) Dios es nuestro Padre y nos ama: si creemos, esto nos cambia la vida.

El anunciar que Él es nuestro Padre: “Evangelizar, dice el Papa Pablo VI, es ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo… Este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando pone de manifiesto que para el hombre, el Creador no es un poder anónimo y lejano: es Padre” (Evangelii Nuntiandi, 26).

Jesucristo vino a hablarnos del Padre: “Les he dado a conocer tu nombre”. El nombre de Dios es Padre. El gran misterio cristiano es que Dios es Padre y tiene un corazón de Padre.

Cristo murió y resucitó para comunicarnos la vida de Dios: somos de verdad hijos de Dios.

“¡El hombre es amado por Dios! Éste es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del hombre. La palabra y la vida del cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti, para ti Cristo es el «Camino, la Verdad y la Vida» (Jn. 14, 6)” (Christifideles Laici, 34).

b) El anuncio de la salvación en JesucristoEl contenido de la evangelización es el anuncio explícito de Jesucristo: “No hay

evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, hijo de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 22).

El contenido del kerigma es la Persona viva de Jesús y sus hechos de salvación: “La evangelización debe contener siempre –como base, centro y a vez punto culminante de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 27).

5. LOS CRITERIOS PASTORALES COMUNES

Corresponde al capítulo 7.2 del Libro Azul.

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Podemos comprobar que asumimos los criterios pastorales comunes que señala el capítulo 4 del documento “Navega Mar Adentro” del Episcopado argentino.

La nítida asunción de estos criterios por parte de los agentes evangelizadores, no es sólo una exigencia organizativa, sino la forma de realizar la comunión misionera de la Iglesia en la Arquidiócesis de Tucumán.

La importancia de estos criterios se aprecia cuando pensamos en: Las actitudes que nos están exigiendo; Las exigencias de conversión que esos criterios nos plantean; Las consecuencias positivas que se derivan de la aplicación de estos

criterios.

Los criterios pastorales son:

A. Integrar toda acción evangelizadora en la pastoral ordinaria y orgánica de la Iglesia Arquidiocesana.

Pasar de la desarticulación a la comunión; Ayudar a comprender que el alma del PAP está en una espiritualidad de

comunión.

B. Privilegiar la evangelización misionera, permanente y sistemática, que promueva un camino comunitario e integral de santidad.

Pasar de la misión esporádica a la misión permanente, de manera que nuestras comunidades se conviertan en comunidades misioneras permanentes;

La misión, como escuela de misionalidad, donde se aprende a ser misionero mediante el ejercicio mismo de la misión;

Entender que la tarea de la Iglesia se orienta a llamar a todos a alcanzar la santidad.

C. Ayudar a que todos se reconozcan sujetos corresponsables de la evangelización.

Pasar de unos pocos que hacen todo, a muchos que hacen cada uno un poco;

Procurar que sean cada vez más los que se sumen a la tarea evangelizadora;

Comprometer desde el principio a todos los agentes pastorales; Ayudar y formar a los laicos para que asuman su misión en el mundo.

D. Convocar y dirigirse siempre a todos, especialmente a los últimos y alejados.

Partir de una evangelización de todo el Pueblo de Dios en lo que tiene de común;

Hacer que la comunidad no esté cerrada y centrada sobre sí misma; Asumir decididamente un espíritu y estilo de diálogo con los diferentes

círculos de personas y ambientes; Salir a buscar a todos los hombres, incluyendo, de modo preferencial, a

aquellos que están más amenazados en su dignidad humana: los pobres, los excluidos, los débiles y los enfermos.

E. Generar procesos graduales y permanentes que ayuden al crecimiento de nuestros bautizados.

Pasar de los hechos aislados a los procesos continuos; Pasar de comenzar siempre de cero a aprovechar lo que hay en la vida de

las personas y de las comunidades, para secundar la acción de Dios en su Pueblo;

Encontrar métodos de formación en la vida; Ayudar a que la piedad popular se ilumine desde el Evangelio y la doctrina

de la Iglesia, para que vaya teniendo la formación adecuada; Ayudar a la maduración y crecimiento de la fe de nuestros fieles.

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F. Promover la creación y el fortalecimiento de estructuras comunitarias que faciliten el diálogo, la participación y la corresponsabilidad.

Pasar de la fragmentación a la unidad, de la desarticulación a la organicidad; Pasar de una pastoral individualista a una pastoral orgánica; Promover siempre la integración y el enriquecimiento recíproco de las

distintas categorías de personas (laicos, consagrados, pastores) y de los diversos carismas.

6. EL ITINERARIO DE LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

Corresponde al capítulo 7,1 del Libro Azul (págs. 137-146).

Volvamos a partir de Jerusalén

La imagen de los discípulos de Emaús es un ícono del camino pastoral que nuestra Iglesia diocesana ha cumplido y todavía debe seguir recorriendo.

Dos discípulos abandonan la comunidad, después de la pasión y muerte de Jesús, y se alejan de Jerusalén.

Estos discípulos se van, están tristes, derrotados y se apartan de la comunidad.En la escena de Emaús vemos que la iniciativa del encuentro parte de Jesús, que

se pone a caminar y compartir sus vidas.Las palabras de Jesús les hacen ver a los discípulos los acontecimientos de la vida

de una manera nueva y llena de esperaza.Así los discípulos de Emaús descubren a Cristo en su misterio. Entonces renace el

ardor que mueve y empuja a proclamar la fe y decirle: “Quédate con nosotros porque ya es tarde y el día se acaba”.

Estos discípulos, que se fueron desanimados y sin esperanza, al redescubrir a Jesús en la Palabra y en la Eucaristía vuelven corriendo a Jerusalén a encontrarse con la comunidad y decirles: ¡El Señor ha resucitado!

En la narración de los discípulos de Emaús el evangelista Lucas dice que después que Jesús parte el pan, los dos lo reconocieron y en ese momento se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos y éstos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón! Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan” (Lc. 24,33-35).

Esto que hacen los discípulos es la práctica común de la Iglesia primitiva. Nos lo ha recordado recientemente el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Verbum Domini: “Los primeros cristianos han considerado el anuncio misionero como una necesidad proveniente de la naturaleza misma de la fe: el Dios en que creían era el Dios de todos, el Dios uno y verdadero que se había manifestado en la historia de Israel y, de manera definitiva, en su Hijo, dando así la respuesta que todos los hombres esperan en lo más íntimo de su corazón” (nº 92). En los Hechos de los Apóstoles se ve que la actividad de los misioneros partía de la comunidad y retornaba a la comunidad. Los capítulos 13-14 de los Hechos son páginas significativas en este sentido.

“En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores… Un día mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hech. 13,1-3). Aquí los dos misioneros inician un largo viaje a través de diversos lugares -Pafos, Panfilia, Iconio-, luego anuncian la Palabra en Perge y descienden a Atalía. Y el libro de los Hechos agrega: “Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir” (14,26).

En una palabra: la misión se inicia en la comunidad y retorna a la comunidad.En este proceso se puede ver la naturaleza misma de la misión: Cristo ha recibido

la misión del Padre, viene a nosotros para anunciar el amor de Dios y retorna al Padre. Somos enviados por Dios y debemos retornar a Dios. Jesús envía sus discípulos de dos en dos “para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir” (Lc. 10,1). Después de la misión los setenta y dos volvieron “llenos de gozo” (Lc. 10,17).

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La Iglesia envía a sus misioneros para anunciar el Evangelio y éstos, después de haber sembrado la Palabra, retornan a la comunidad. Somos parte de una comunidad que nos envía y volvemos a la comunidad.

La comunidad expresa con alegría el regreso de los misioneros y el compromiso sucesivo que continúa asumiendo.

Ahora, en esta nueva etapa del Plan, seguimos teniendo el modelo de los discípulos de Emaús.

Volvamos a partir de Jerusalén

Ahora deben dejar Jerusalén para ir al encuentro de sus hermanos alejados y dar testimonio que Cristo está vivo y los ama. Los discípulos de Emaús fueron, primeramente, destinatarios del anuncio de la resurrección, luego deben ser sus misioneros para comunicarlo a los otros.

De ahora en más serán testigos del Resucitado para todos los pueblos y todos los hombres hasta los confines del mundo.

¡Ánimo: vayamos al encuentro del hermano! El día ya declina, pero Cristo ilumina nuestro camino.

Esto significa que la renovación de nuestra misión no es fruto de una decisión heroica, sino que es el fruto de un encuentro auténtico con Jesús resucitado.

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Capítulo SegundoLAS TRES PRIMERAS CARTAS PASTORALES

En los tres años de preparación de la primera etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral he escrito tres Cartas que considero son el fundamento de la Misión en la Iglesia.

La primera Carta trató de la Palabra de Dios: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Carta Pastoral del año 2000).

La segunda fue sobre la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía” (Carta pastoral del año 2001).

La tercera se centró en la caridad: “En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Carta Pastoral del año 2002).

Me parece importante tener presente estas tres Cartas Pastorales porque la fuerza y convencimiento misionero surge de la vivencia de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y del testimonio de la caridad.

Por ello, les propongo, en primer lugar, preguntarse si estas Cartas Pastorales se dieron a conocer y se trabajaron en cada una de nuestras parroquias, capillas, escuelas católicas, instituciones, movimientos, grupos pastorales, etc.

Les pido hacer luego una revisión acerca de cómo, en la vida personal y en nuestras comunidades cristianas, se han acogido y puesto en práctica estas Cartas Pastorales.

Teniendo en cuenta que quizás no todos los agentes de pastoral la trabajaron en su momento, les presento ahora un breve resumen de las mismas. Es importante volverlas a leer y meditar.

1. LA CARTA DEL AÑO 2000:“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28).

Esta Carta resaltó la importancia que tiene la Palabra de Dios para nuestra vida cristiana.

El Concilio Vaticano II puso particular atención en la centralidad de la Palabra de Dios, en la vida y en la misión de la Iglesia.

Recordemos las palabras del Concilio Vaticano II: “Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (Dei Verbum, 21).

La lectura de la Palabra de Dios debe ser una lectura habitual de nuestros fieles.En esta Carta pastoral, con las palabras del Concilio, exhorto “con fuerza y con

vehemencia a todos los fieles...a que aprendan «el sublime conocimiento de Jesucristo» (Fil. 3, 8) con la lectura frecuente de las divinas Escrituras” (Dei Verbum, 25), pues como dice San Jerónimo “Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”.

A. El Señor ha hablado

“En los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos” (Dei Verbum, 21).

Lo específico del cristianismo consiste en el hecho de proceder de una iniciativa amorosa de Dios, de una Palabra dirigida por Dios a la humanidad.

“Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo” (Heb. 1, 1-2).

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Dios, al hablar al hombre, lo invita a la obediencia de la fe para vivir en comunión. La Palabra de Dios es palabra de amistad y de amor. Dios le dirige al hombre su Palabra para establecer con el hombre lazos de amor y de amistad y para asociarlo a su vida.

En Cristo tenemos la Palabra definitiva de los designios de Dios: hacernos sus hijos adoptivos y partícipes de la naturaleza divina, por medio de Cristo, la Palabra hecha carne en el Espíritu Santo.

B. La respuesta del hombre a Dios

“Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 21).

Si nuestro Dios es el Dios que nos habla, a nosotros nos corresponde escuchar su Palabra.

La respuesta a esta invitación es la fe.La Palabra suscita la fe y convoca a la Iglesia: “Nosotros no cesamos de dar gracias

a Dios, porque cuando recibieron la Palabra que predicamos, ustedes la aceptaron no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios que actúa en ustedes, los que creen” (1 Tes. 2, 13).

A la Palabra de Dios el hombre responde con la fe. La fe nace de la escucha abierta y cordial de la Palabra de Dios.

La comunidad cristiana, la Iglesia, nace de la Palabra. Lo que convoca y reúne a los fieles es el anuncio de la Buena Noticia: es la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios “convoca”, equivale a decir que la Iglesia comienza por un llamado de Dios.

C. La Sagrada Escritura es el Libro de la Iglesia

Por lo tanto el contacto del fiel con la Sagrada Escritura exige una cordial consonancia con la fe de la Iglesia. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo (ver Dei Verbum, 10).

D. La Iglesia venera la Sagrada Escritura: Palabra y Eucaristía

“La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura así como ha venerado el mismo Cuerpo del Señor, ya que no cesa de tomar el pan de vida tanto de la mesa de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo para repartírselo a los fieles, sobre todo en la sagrada liturgia” (Dei Verbum, 21).

El Concilio Vaticano II nos recuerda que la Iglesia tiene para la Biblia la misma veneración que tiene para la Eucaristía.

Debemos tomar conciencia de la estrecha unidad de la mesa de la Palabra de Dios y la mesa de la Eucaristía y vivir esa unidad concreta en nuestra vida cristiana de cada día.

Debemos alimentarnos del pan de la Palabra de Dios y del pan de la Eucaristía, porque se trata de realidades que han de vivirse conjuntamente. Una prolonga a la otra. Una prepara y profundiza a la otra. No es casualidad que la liturgia la mesa de la Palabra de Dios preceda a la mesa de la Eucaristía.

Por eso debemos invitar a nuestros fieles a la mesa de la Palabra de Dios, así como los invitamos a la mesa de la Eucaristía.

Cristo se da en su Palabra y se da en su Cuerpo. En ambos casos es el Pan de Vida que da la vida eterna.

E. El “primado” de la Palabra

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“Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte que no le será quitada»” (Lc. 10, 38-42).

Jesús proclama que la ocupación más necesaria es la elegida por María, una de las hermanas, que sentada a sus pies lo escuchaba. La primacía está en el escuchar la Palabra.

Hay, ciertamente, una relación entre el obrar caritativo de Marta, la otra hermana, y la escucha de la Palabra por parte de María.

Podríamos sintetizar así: sólo quien escucha como María la Palabra de Dios es capaz de hacer obras de caridad como Marta.

F. El Poder de la Palabra de Dios

“Es tan grande la fuerza y el poder que hay en la Palabra de Dios, que es sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de la fe para los hijos de la Iglesia, alimento del alma, fuente pura y permanente de vida espiritual” (Dei Verbum, 21).

G. La Palabra de Dios en la vida del cristiano

“Es necesario que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura” (Dei Verbum, 22).“Es necesario...que todos los sacerdotes...los diáconos y los catequistas... se adhieran a las Escrituras...De igual forma el Santo Concilio exhorta con fuerza y con vehemencia a todos los cristianos... a que aprendan «el sublime conocimiento de Jesucristo» (Fil. 3, 8) con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» (San Jerónimo)” (Dei Verbum, 25).

Cada cristiano debe encontrarse personalmente con la Sagrada Escritura, con la Palabra de Dios, ahondar en ella, de ella alimentarse y en ella apoyarse para orientar su vida.

¿Qué cosa recomienda el documento del Concilio Vaticano II Dei Verbum? Recomienda que todos los fieles tengan un acceso directo a la Sagrada Escritura (nº 22); que la lean frecuente y gustosamente (nº 25); que aprendan a orar con ella (nº 25), para conocer a Jesucristo (nº 25).

H. El encuentro con la Palabra de Dios en la liturgia

La Constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, indica que la Sagrada Liturgia es un lugar privilegiado para la escucha de la Palabra de Dios: “la importancia de la Sagrada Escritura en la liturgia es máxima. En efecto, de ella se toman las lecturas que se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las preces, oraciones y cantos litúrgicos están impregnados de su aliento y su inspiración; de ella reciben su significado las acciones y los signos” (nº 24).

En toda celebración litúrgica, y en particular en la eucarística, al proclamar la Sagrada Escritura es el mismo Señor el que habla a la comunidad reunida. Cuando resuena la Palabra de la Escritura en la celebración litúrgica, estamos ante uno de los

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modos de la presencia del Señor: “(Cristo) está presente en su palabra, pues cuando en la Iglesia se lee la Sagrada Escritura, es él quien habla” (Sacrosanctum Concilium, 7).

En consonancia con la enseñanza conciliar, quiero señalar algunas orientaciones referidas a la proclamación de la Palabra en la liturgia. Son cosas simples que se pueden realizar sin grandes dificultades:

La proclamación de las lecturas y de los salmos no deben improvisarse, sino confiarse a fieles que se preparen debidamente para este servicio.

El que cumple el oficio de lector debe preparar su espíritu y leer previamente el texto.Por lo tanto se le debe avisar con tiempo y no improvisar. Se le debe enseñar dónde y cómo empieza la lectura bíblica y cómo termina.

La lectura bíblica se debe realizar en voz alta, con cierta lentitud, con las debidas pausas, respetando el sentido, la puntuación y las correctas acentuaciones.

El lector proclamará la Palabra de Dios deseoso de comunicar un mensaje que es de salvación, sabiendo que realiza un gesto que hace presente a Cristo, Palabra de Dios, en medio de los fieles. Será comunicativo, teniendo contacto visual con la Asamblea, y no sólo leerá para sí, como a veces acontece.

Es importante que los medios técnicos (micrófonos y parlantes) permitan una escucha clara y comprensible de la Palabra por parte de los fieles.

Hay que procurar que el aspecto externo de los leccionarios litúrgicos y el uso y tratamiento que se hace de ellos, refleje la dignidad de la Sagrada Escritura y el aprecio que la Iglesia tiene por ella.

La escucha de la Palabra exige recogimiento y atención. Por eso se deben valorar y respetar los momentos de silencio previstos en la liturgia: “También debe guardarse a su tiempo un sagrado silencio, como parte de la celebración... después de la lectura o de la homilía, mediten brevemente la palabra escuchada” (Misal Romano, 23).

El salmo responsorial o gradual -se lo lee o se canta- es la respuesta a la Palabra de Dios. No se lo debe suplantar nunca por otro canto de meditación.

I. La Lectio divina

“Recuerden que la oración debe acompañar la lectura de la Sagrada Escritura, para que se entable un diálogo entre Dios y el hombre, porque «a Él le hablamos cuando oramos, y a Él oímos cuando leemos las divinas palabras»” (San Ambrosio).

El Concilio nos habla de lectura acompañada de oración. Nuestra pastoral debe dar prioridad a la familiaridad orante de cada fiel y de cada comunidad con la Biblia.

Esta familiaridad de todos los cristianos con la Sagrada Escritura es la lectio divina.

La lectio divina entre los fieles es una gran esperanza para la renovación pastoral de nuestras comunidades.

¿Qué entendemos por lectio divina?Es la oración que nace de la Biblia y se hace con la Biblia.Se puede decir que la lectio divina es la lectura de una página bíblica que tiende a

hacerse oración y a transformar la vida.

Al considerar la Iglesia como «casa de la Palabra»,

se ha de prestar atención ante todo a la sagrada

liturgia… Aquí se muestra también la sabia

pedagogía de la Iglesia, que proclama y escucha la

Sagrada Escritura siguiendo el ritmo del año litúrgico. Exhorto, pues, a

los Pastores de la Iglesia y a los agentes de pastoral a

esforzarse en educar a todos los fieles a gustar el

sentido profundo de la Palabra de Dios que se

despliega en la liturgia a lo largo del año, mostrando

los misterios fundamentales de nuestra

fe. El acercamiento apropiado a la Sagrada

Escritura depende también de esto.

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Como Iglesia arquidiocesana, debemos promover en todos los fieles la práctica de la lectio divina.

Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado tres libros que permiten realizar la lectio divina en relación con el Evangelio del domingo, y siguiendo los tres ciclos de la liturgia: A, B y C.

El método de la lectio divina se despliega en cuatro momentos, a saber:1. la lectura2. la meditación3. la oración4. la contemplación.

En la Carta del año 2000 -“Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”- se explican detenidamente estos cuatro pasos (págs. 22-24). Recomiendo leerlos y meditarlos.

J. Palabra-Vida

“Las palabras que les dije son Espíritu y Vida” (Jn. 6,63).

No basta escuchar la Palabra de Dios: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11, 28).

“En efecto, escuchar juntos la Palabra de Dios, practicar la lectio divina de la Biblia; dejarse sorprender por la novedad de la Palabra de Dios, que nunca envejece ni se agota; superar nuestra sordera ante las palabras que no concuerdan con nuestras opiniones o prejuicios; escuchar y estudiar en la comunión de los creyentes de todos los tiempos; todo esto es un camino que se ha de recorrer… como respuesta a la escucha de la Palabra” (Verbum Domini, 46)

Por tanto, después de escuchar la Palabra, tenemos todavía delante de nosotros el compromiso de llevarla a la vida:

“Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. El que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será feliz al practicarla” (Sant. 1, 22.25).

La Palabra de Dios nada tiene que ver con un intimismo espiritual o un no-compromiso con la vida.

La Palabra de Dios está destinada a transformar la vida del creyente, a hacerlo un hombre nuevo

La Palabra de Dios está destinada también a transformar la comunidad, a hacerla más fraternal y misionera, como sucedió con la comunidad de Tesalónica: “Ustedes imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. En efecto de allí partió la Palabra del Señor que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios” (1 Tes. 1,6-8).

2. LA CARTA DEL AÑO 2001:“Hagan esto en memoria mía” (LC. 22, 19)

“Todos se reunían asiduamente para escuchar las enseñanzas de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech. 2, 42).

En la Carta Pastoral de 2001 trato de la Eucaristía.

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La Eucaristía, o fracción del pan, juntamente con la escucha de la Palabra de Dios, la comunión fraterna y la oración, es el elemento inconfundible que expresa la vida de la Iglesia.

La celebración eucarística asume un particular relieve en el cuadro de la vida de la comunidad: …“Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo” (Hech. 2,46-47).

La comunidad cristiana, bajo la conducción de su Pastor, se edifica en el Espíritu Santo por medio de la Palabra de Dios y de los sacramentos, entre los que sobresale la Eucaristía, máximo signo de unidad y comunión.

En esta Carta me detengo en una consideración fundamental, esto es, que el desarrollo de la comunidad cristiana se funda en la Eucaristía como el centro de su vida y de su misión. La Eucaristía produce la unión y la comunidad. No es posible formar una comunidad cristiana “si no tiene su raíz y quicio en la Eucaristía”.

La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. En ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, el mismo Cristo, Pan Vivo que da la vida a los hombres.

Por lo tanto, los fieles cristianos, si quieren colaborar en la construcción del Pueblo de Dios, no pueden menos que enraizar toda su vida en el misterio eucarístico. La Eucaristía debe plasmar la vida del cristiano y de la comunidad de tal manera que se convierta en una vida “según el Espíritu” o en un “culto espiritual” (ver Rom. 12, 1).

Debemos acercarnos a la Eucaristía siguiendo la regla de San Agustín: “Realmente lo principal y lo más necesario es orar para comprender”.

Después de consagrar el pan y el vino, el sacerdote dice: “Este es el misterio de nuestra fe”. En estos momentos la Asamblea reconoce a Cristo presente en la Eucaristía y lo adora: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”.

Cada uno debe hacerse esta pregunta: ¿La Eucaristía es verdaderamente el centro de mi comunidad y de su misión?

Para favorecer la reflexión, en las parroquias y en las otras comunidades de la diócesis, presento un esquema de los capítulos de esta Carta:1. La Eucaristía es el sacramento de la Nueva Alianza2. La Eucaristía actualiza la Pascua de Cristo3. La Eucaristía es el sacramento del encuentro con Cristo4. La Eucaristía es el centro de la comunidad cristiana y de su misión5. El domingo, día del Señor6. Orientaciones pastorales.

La Eucaristía debe ser el punto central,el vínculo de todo nuestro camino arquidiocesano

y de todos nuestros programas pastorales.

3. LA CARTA DEL AÑO 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35)

En la Carta Pastoral del año 2002, “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), continúo los temas y la intención de las anteriores cartas de los años 200 y 2001 y en ella me refiero a la Caridad.

El punto de partida de la Iglesia es la Palabra de Dios. Al que responde por la fe Dios se le comunica. La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II nos dice que la Iglesia es la Iglesia que escucha la Palabra viviente de Dios, se nutre de ella y la proclama a los hombres.

La Iglesia generada por la Palabra y alimentada por la Eucaristía produce su fruto y alcanza su culmen en la Caridad.

La Iglesia es la Iglesia de la caridad, que vive la caridad, porque ante todo es la Iglesia del amor trinitario y del amor de Cristo.

La caridad es el momento descollante, la síntesis de la comunidad cristiana.En esta Carta Pastoral “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos:

en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13, 35), me referiré a la Caridad.

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No se da la Iglesia sin la Palabra, los Sacramentos y el Testimonio de la Caridad. La Palabra prepara al Sacramento y acompaña a la Celebración. La Palabra y el Sacramento desembocan en el Testimonio de la vida cristiana.

Cada comunidad cristiana debe manifestar con la vida y con sus obras el Evangelio de la caridad.

Esta Carta del año 2002 contiene los siguientes capítulos:1. El Evangelio de la caridad2. La Iglesia de la caridad3. El Evangelio de la caridad y nuestras comunidades4. La caridad en el interior de la comunidad5. La caridad como atención a los últimos6. Cáritas7. El ejercicio de la caridad a nivel social y político8. Caridad y Nueva Evangelización.

La comunidad está llamada a ser testigo de la caridad de Cristo en medio de los hombres. Para eso es necesario que el Espíritu Santo nos comunique la ternura de Dios y cree en nosotros entrañas de caridad.

El Papa Juan Pablo II nos decía: “Muchas cosas serán necesarias para el camino histórico de la Iglesia también en este nuevo siglo; pero si faltara la caridad (ágape), todo sería inútil. Nos lo recuerda el apóstol Pablo en el himno a la caridad: aunque habláramos las lenguas de los hombres y los ángeles, y tuviéramos una fe «que mueve las montañas», si faltamos a la caridad, todo sería «nada» (Cf. 1 Co. 13,2)” (Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, 42).

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Capítulo TerceroLA CARTA PASTORAL DEL AÑO 2003: “VAYAN, Y HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS

DISCÍPULOS” (MT. 28,19)

Las tres primeras Cartas Pastorales que recordamos en el capítulo anterior son el fundamento de la Misión de la Iglesia.

La Iglesia se hace misionera apoyándose y sosteniéndose en aquellos dones divinos que la constituyen como comunidad misionera: La Palabra de Dios recibida y asimilada que hace de los creyentes testigos de la fe,

capaces de hacer nuevos discípulos de Cristo; Los sacramentos, especialmente la Eucaristía, porque construye la comunión de todos

los fieles en el Cuerpo de Cristo, y los conduce a hacer de la propia vida un sacrificio “en rescate por una multitud” (ver Mc. 10,45);

La caridad con la cual Dios nos ha amado y que es el corazón de la tarea misionera según la regla que nos dejó Jesús. “En esto todos reconocerán que son mis discípulos...” (Jn. 13,35).

Tenemos necesidad de descubrir que el empuje misionero surge de la contemplación de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y del Testimonio de la caridad que es el camino que hemos recorrido en estos años.

La Palabra, los Sacramentos y el Testimonio de la caridad son la raíz desde donde brota la misión en la Iglesia.

La caridad de la Iglesia, que crece y se alimenta continuamente de la Palabra y de la Eucaristía, se abre a la misión. La Iglesia descubre que la caridad debe sobrepasar continuamente los límites de la propia comunidad para extenderse a todos los hombres, a los que Cristo ama y quiere atraer hacia el Padre. Cuando una comunidad no coloca en el centro de sí misma a sus propios proyectos o las propias instituciones, sino a Jesucristo, presente en la Palabra y en la Eucaristía, necesariamente, se pone en estado de misión hacia cada persona y cada ámbito que debe ser alcanzado por el gozoso anuncio del Evangelio.

1. EL TEMA DE LA CARTA “VAYAN Y HAGAN QUE TODOS LOS PUEBLOS SEAN MIS DISCÍPULOS”

El tema es la Misión y tiene la intención de ayudar a renovar e impulsar la acción pastoral de nuestras comunidades.

La misión es la medida de la autenticidad de nuestra vida cristiana y eclesial: “Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización: es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en alguien que, a su vez, da testimonio y anuncia” (Evangelii Nuntiandi, 24).

Podemos decir que esta Carta tiene dos partes:La primera abarca los capítulos 1, 2 y 3.La segunda parte de la Carta comprende los capítulos 4, 5 y 6.

Primera Parte

El capítulo primero trata sobre la Evangelización y desarrolla estos puntos:A) Anunciar el Evangelio a todos los hombres mediante:

a) El testimonio de vidab) La Palabra: el enuncio explícitoc) Los sacramentos: la celebración comunitaria de la fe

B) Hacer nacer un hombre nuevoC) Entrada en la comunidad

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D) ApostoladoE) Evangelización de la culturaF) Promover los valores del Reino

El capítulo segundo evoca la Nueva Evangelización y recorre los temas siguientes:A) El Santo Padre nos convoca a una Nueva EvangelizaciónB) Los destinatarios de la Nueva Evangelización

a) La misión “ad gentes”b) La atención pastoral de la Iglesiac) La Nueva Evangelización

C) Los católicos no practicantesa) Los que se acercan a la Parroquiab) Los católicos alejados

El capítulo 3, “El camino de Emaús como modelo para la Nueva Evangelización”, muestra que éste es el camino que debe recorrer nuestra Iglesia arquidiocesana.

El itinerario de los discípulos de Emaús, que se encuentra en el capítulo 7,1 del Libro Azul (pág. 137), también nos acompañará en esta nueva etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.

Segunda ParteEsta segunda parte mira a alimentar la espiritualidad de los agentes de pastoral

para que no se apoyen en sus fuerza humanas sino solamente en Dios. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral, porque nosotros sembramos, regamos, cultivamos y cosechamos, pero “es Dios el que hace crecer” (1 Cor. 3,7).

Reconocer la primacía de la acción de la gracia de Cristo implica alentar una renovada escucha de la Palabra de Dios en la oración, de modo que sepamos alimentarnos de ella para ser sus servidores en el compromiso de la evangelización. El capítulo cuarto muestra cuáles son las condiciones de la misión. Se trata de recorrer el camino que nos hace pasar del obrar humano a la acción de Dios. En este capítulo se meditan estos textos bíblicos:A) “Él decía esto para ponerlo a prueba” (Jn. 6,6).B) El caso de Gedeón (Jueces 6,1-16; 7,1-8)).C) El caso de Moisés (Ex. 3,1-12).D) La instrucción a los combatientes (Deut. 20, 1-4). El capítulo 5 lo transcribo para que se medite. El capítulo 6 lo transcribo para que pueda ser meditado.

2. LOS TRES PILARES DEL MISIONERO

1. El primado de la fe

Entonces debemos fortalecer la fe de los misioneros a partir de la escucha de la Palabra de Dios y de la oración, para reconocer el absoluto primado de Dios.

“La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros” (Redemptoris Missio, 11). Aquí tenemos el punto central. Para ser evangelizadores, misioneros, hace falta tener una fe plena, total, en el amor del Padre que nos rodea y nos acompaña en todo momento. Entonces debemos fortalecer la fe de los misioneros a partir de la escucha de la Palabra de Dios y de la oración, para reconocer el absoluto primado de Dios.

Anunciar la Palabra es, ante todo, contemplarla. No es una palabra humana la que decimos: es la Verdad de Cristo. Se necesita que primero tomemos posesión de ella, que vibre en nosotros, y luego la comuniquemos con fe y amor. La fe que se nutre de la escucha y meditación de la Palabra de Dios, se expresa necesariamente en una esperanza viva; es una fe que sabe mirar más allá de las cosas visibles, como dice San

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Pablo: “Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno” (2 Cor. 4,18).

Una fe así es una fe que se llena de alegría aún en las pruebas. Santa Teresa del Niño Jesús, en sus Escritos autobiográficos, dice: “Me encuentro en un punto de mi existencia desde el cual puedo mirar el pasado; mi alma se ha madurado en las pruebas externas e internas. Ahora como un capullo reforzado por la tempestad, me reanimo de nuevo y veo que en mí se verificaron las palabras del Salmo: «El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar» (Sal. 22)”.

Con esta fe, debe misionar el evangelizador. Es la fe señalada por San Pedro: “Así la fe de ustedes, una vez puesta a prueba, será mucho más valiosa que el oro perecedero purificado por el fuego” (1 Ped. 1,7).

Tenemos que poseer el “entusiasmo de la fe” que es contagioso y es el que “atrae” a los ausentes hacia la comunidad cristiana y los “ayuda” a vivir un cristianismo práctico.

Entonces tenemos que renovar esta “actitud entusiasta y contagiosa de la Fe”.Es el estar enamorados de Jesús lo que nos hace misioneros.La misión nace de un profundo amor a Jesucristo. Contemplando a Jesús en la

cruz, participamos de su compasión por la multitud: “Al ver a la multitud tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha»” (Mt. 9,36-38).

Contemplando la cruz, descubrimos el gesto supremo del amor de Dios por el hombre. Participando de la agonía del Señor, participamos de su compasión por los hombres, que no saben hasta qué punto Dios los ama o que, sabiéndolo, no corresponden a ese amor.

Es este amor a Jesucristo, esta compasión, lo que nos hace misioneros. Lanza al discípulo a hacerse testigo del Resucitado para sus hermanos.

El empuje misionero nace de haber encontrado un tesoro y del ansía de compartirlo con los que uno quiere.

Si de verdad hemos entendido que Jesús no es un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, que conoce la verdad plena del hombre, no podemos permanecer indiferentes delante de tantos hermanos que viven, trabajan, sufren y mueren sin conocer ni encontrarse con Jesús.

Jesús pide nuestra colaboración para reunir a todos los hombres. Necesita nuestros brazos, nuestra boca, nuestro corazón.

Para la reflexión

¿qué nos hace falta para tener un espíritu misionero? ¿en nuestro apostolado la gente nota que estamos queriendo compartir con ellos algo

realmente valioso?

2. La fuerza del Espíritu Santo

Es el Espíritu Santo el que impulsa al misionero a anunciar el Evangelio y el que, “en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación“ (Evangelii Nuntiandi, 75).

Podemos anunciar el Evangelio gracias a la fuerza del Espíritu Santo.Es el Espíritu Santo el que impulsa al misionero a anunciar el Evangelio y el

que, “en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de salvación“(Evangelii Nuntiandi, 75).

El Espíritu Santo nos da la fuerza para ser misioneros. Por eso, en el momento de enviar a los Apóstoles, Jesús les pide que esperen el día de Pentecostés, a fin de recibir la fuerza del Espíritu Santo.

Para cada uno de nosotros, Pentecostés fue cuando recibimos el sacramento de la Confirmación. La Confirmación nos hace testigos y apóstoles de Jesús.

El Espíritu Santo obra antes que nosotros, mejor que nosotros. Esta es la certeza que debe acompañarnos en la obra de la evangelización: el Espíritu Santo está trabajando. A nosotros nos corresponde sembrar y regar. El Espíritu Santo es el que da la vida.

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El Espíritu Santo actuó al comienzo de la Iglesia: “La Iglesia… crecía en número, asistida por el Espíritu Santo” (Hech. 9,31). El Espíritu Santo sigue actuando “hoy” en la Iglesia y en el mundo: no duerme, no se ha escondido, como pueden pensar, con pesimismo, los que se lamentan de nuestro tiempo. Es en nuestro tiempo que el Espíritu Santo actúa, obra, mueve los corazones de los hombres.

Si abrimos los ojos de la fe descubriremos que el Espíritu Santo está presente en la vida de la Parroquia, en la vida de tantos enfermos, en los santos de nuestro tiempo, en los carismas de los Movimientos eclesiales, en el compromiso de muchísimos fieles laicos, en la esperanza de tantos ancianos.

Es importante, que en los programas pastorales, partamos del análisis de la realidad. Es importante que señalemos las dificultades que encontremos, que descubramos las expectativas de la gente. Pero es más importante todavía que partamos de la experiencia del Espíritu, que sigue obrando en la Iglesia y en el mundo.

Para la reflexión ¿hemos descubierto la acción del Espíritu Santo en nuestra labor pastoral? ¿qué signos hemos tenido de ella? ¿contamos con ella para animarnos a emprender esfuerzos nuevos y creativos (a

“remar mar adentro”)?

3. La alegría del anuncio evangélico

La fe en el amor de Dios y el reconocimiento de la fuerza del Espíritu Santo, es lo que nos permitirá “proclamar con alegría el Evangelio del Señor” a todos los hombres y a todas las familias.

El Papa Pablo VI nos dice: “Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo – como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores, que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia - con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual – que busca a veces con angustia, a veces con esperanza - pueda así recibir la Buena Noticia, no a través de evangelizadores tristes y desalentados... sino a través de aquellos, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Evangelii Nuntiandi, 80).

Estamos llamados a proclamar un anuncio que parte de la conciencia de lo que el Espíritu hace en la Iglesia y en el mundo.

Y el Espíritu hace la historia de la salvación, hace al cristiano, al hijo de Dios, hace a la Iglesia.

El Espíritu Santo nos hace ser y vivir a cada uno de nosotros como hijos de Dios. Nos dona el Espíritu de hijos, nos hace Iglesia, esto es, un solo cuerpo con Jesús: “El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn. 3,5). El Espíritu nos conforma a Cristo, nos hace hijos del Padre que está en el cielo, “nos hace llamar a Dios «¡Abba!», es decir, «¡Padre!»” (Rom. 8,15).

Es el Espíritu Santo el que anima la virtud teologal de la fe, la consolida y la fortalece, mediante los dones de inteligencia, de consejo y de ciencia.

Es el Espíritu Santo el que reaviva la virtud teologal de la esperanza y la refuerza, mediante el temor de Dios y la fortaleza.

El Espíritu Santo inflama la virtud de la caridad con los dones de la piedad y de la sabiduría.

¿Y qué hace el Espíritu para el mundo?El Espíritu Santo suscita en el corazón de los hombres la comunión fraterna,

la solidaridad, la justicia, la bondad, la paz, la verdad, la libertad . Todo acto bueno, verdadero, que se realiza en el mundo, es suscitado por el Espíritu. Por eso, si vemos con los ojos de la fe, aún en medio de tantos males y sufrimientos, podremos descubrir los dones del Espíritu Santo. Éste es un mensaje de esperanza que debe animar nuestra tarea evangelizadora.

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La fe en el amor de Dios y el reconocimiento de la fuerza del Espíritu Santo, es lo que nos permitirá “proclamar con alegría el Evangelio del Señor” a todos los hombres y a todas las familias.

Para la reflexión

¿Somos concientes de que estamos continuando la obra de Jesús y con la fuerza de su mismo Espíritu?

¿Nuestras decisiones y opciones pastorales están siempre inspiradas por este Espíritu misionero? ¿a veces ha primado otro espíritu en nuestras comunidades?

¿Hemos sabido buscar y descubrir la obra del Espíritu Santo también en los “hombre de buena voluntad”, aun fuera de los límites visibles de la Iglesia?

Espíritu Santo, concédenos el coraje y la gracia de ir a nuestros hermanos con el alegre testimonio de nuestra fe; con la simplicidad y el entusiasmo de quien sabe que posee un tesoro para comunicar y compartir; con la sabiduría del corazón, para poder dar a todos la razón de nuestra esperanza con verdad y humildad.

3. “COMO EL PADRE ME ENVIÓ A MÍ,YO TAMBIÉN LOS ENVÍO A USTEDES” (JN. 20,21)

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra (Hech. 1,8).

1. El Padre envió a Jesús

El Maestro que nos lleva a Dios es Jesús: para eso ha sido enviado al mundo y no hay ningún otro maestro que pueda

igualarlo y menos superarlo.

a) Jesús es enviado para que nosotros conozcamos al Padre

Jesús es nuestro Maestro: vino para darnos a conocer al Padre, para darnos a conocer a Dios. Nosotros no podemos ver a Dios. El Maestro que nos lleva a Dios es Jesús: para eso ha sido enviado al mundo y no hay ningún otro maestro que pueda igualarlo y menos superarlo. El conocimiento que Jesús tiene del Padre, no es como el que nosotros podemos tener cuando decimos que conocemos a una persona.

Jesús conoce al Padre porque él está en el Padre y el Padre está en él. No se trata de una simple información sobre quién es el otro, sino que es una unión tan fuerte, que llegan a ser uno solo: “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno” (Jn. 17,22).

Jesús tiene ese conocimiento del Padre porque Él es Dios junto con el Padre: “Padre justo, decía Jesús, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí” (Jn. 17,25).

Jesús dice: “Les di a conocer tu Nombre” (Jn. 17,26). ¿Cuál es su nombre? Ese nombre es el de “Padre”. Cristo vino para eso: para contarnos que Dios es Padre; para poner en nuestro corazón y en nuestros labios la oración de los hijos. Jesús nos dijo: “Cuando oren digan: Padre, santificado sea tu Nombre” (Lc. 11,2).

b) Jesús nos da a conocer al Padre entregando su vida por nosotros

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Jesús es nuestro Salvador y Redentor: vino para dar la vida por la salvación de los hombres: El Padre ha manifestado su gran amor por los hombres entregando a su Hijo Único como víctima en sacrificio por la humanidad.

Como si fuera poco hacernos conocer al Padre, Jesús también da su vida por nuestra salvación. El entrega su vida por amor y la medida de este amor es la del amor más grande: Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos, nos dijo Jesús (ver Jn. 15,13).

c) Jesús entrega su vida para que nosotros tengamos Vida

Jesús es nuestro Buen Pastor: “Yo he venido para que los hombres tengan Vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).

La vida que Jesús vino a traer a los hombres no es una simple prolongación de la vida mortal, como lo podría aportar un médico que nos alarga la vida, en una grave enfermedad.

La vida que Jesús vino a traernos es la vida eterna, la vida que tiene Dios. Por ser enviado y por venir del Padre, Jesús posee esa vida y puede darla a los que creen en Él: “El que cree en el Hijo tiene Vida eterna” (Jn. 3,36).

La vida eterna no es vivir unos años más, aunque sean infinitos, sino es vivir como hijos de Dios. Es participar de la vida de Dios. Es vivir en la intimidad y en la familiaridad con Dios, como vive Jesús.

Jesús tiene esa vida porque Él es Dios junto con el Padre y ha sido enviado para que también nosotros podamos llamarnos y ser hijos de Dios, participando de esa misma vida.

“¡Miren como nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente” (1 Jn. 3,1).

Jesús es nuestro Maestro, nuestro Redentor y nuestro Buen Pastor.

Para la reflexión

¿Por qué Jesús es el único que puede revelar al Padre? ¿Buscamos la intimidad con Jesús, para conocer más el amor del Padre? ¿En qué se nota que somos hijos de Dios?

2. Jesús envía a sus discípulos

Así como Jesús fue enviado por el Padre, de la misma manera, Jesús envía a sus discípulos para que continúen con la misma misión que él realizó..

a) Los enviados por Jesús deben dar a conocer al Padre

Lo mismo que Jesús, los discípulos deben dar a conocer a Dios a los hombres.Los discípulos tienen que llevar a sus hermanos, a todos los hombres, a conocer a

Jesús y conociendo a Jesús, conocer al Padre. A los discípulos que querían ver al Padre, el Señor les respondió: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn. 14,9).

b) Los enviados de Jesús dan a conocer al Padre mostrando su amor

Lo mismo que hizo Jesús. Si Jesús ha dado la vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si Jesús nos amó, también nosotros debemos amar como Él a nuestros hermanos.

c) Los enviados de Jesús muestran su amor a los hombres conduciéndolos a la Fuente de la Vida divina.

“Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10). Jesús envía a sus discípulos para que hagan partícipes a todos los hombres de esa misma vida que tiene el Padre.

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Entonces tenemos que dar a conocer a los hombres a Jesús y al Padre, tenemos que dar muestras de amor a nuestros hermanos y es necesario llevar a los hombres a que alcancen la condición de hijos de Dios: enseñándoles el camino y alcanzándoles los medios.

Todo esto, en su conjunto, es lo que llamamos “evangelización”.

Para la reflexión

¿cómo podemos expresarles a los hermanos este mismo amor de Cristo? ¿en qué personas concretas hemos descubierto nosotros ese amor?

3. El Espíritu Santo, Agente Principal y Alma de la Misión

El Espíritu Santo es dado a la Iglesia, para poder hacer cosas que solamente pueden ser hechas por Dios: como convertir a un pecador y hacerlo santo.

Jesús pudo realizar esta obra porque estaba unido al Padre: “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn. 10,30). Jesús contaba con la vida y con la fuerza de Dios para realizar esta obra de salvar a los hombres.

Pero los discípulos podían haber dicho: “esta no es una obra que esté a nuestro alcance”. Supera nuestro entendimiento, supera nuestras capacidades, supera nuestras fuerzas.

Por esta razón Jesús envía el Espíritu Santo: A estos discípulos, débiles, frágiles, desorientados, temerosos, tristes, incapaces de entender solos las cosas de Dios, Jesús los transforma dándoles la vida de Dios. El Espíritu Santo que ellos reciben es un solo Dios con el Padre y el Hijo. Es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Es la Vida, la Fuerza y el Amor de Dios.

El Espíritu Santo da luz, vida, fuerza y amor a los creyentes.El Espíritu Santo es dado a la Iglesia, y esto significa que le está otorgando un

poder de hacer cosas que solamente pueden ser hechas por Dios: como convertir a un pecador y hacerlo santo.

Sabemos también que esos discípulos, que unos momentos antes estaban encerrados, llenos de miedo, quedaron transformados al recibir el Espíritu Santo en Pentecostés. Olvidaron el temor y la tristeza y, llenos de valor y alegría, salieron a transformar el mundo anunciando el Evangelio por todas partes. Ni las amenazas, ni las cárceles, ni el martirio pudieron hacerlos callar; porque hablaban y actuaban impulsados por el Espíritu Santo, que es fuerza, vida y amor de Dios.

La donación del Espíritu Santo no se limita al momento que lo recibieron los Apóstoles en Pentecostés. Jesús sigue entregando su Espíritu a la Iglesia.

Para cada uno de nosotros, la recepción del sacramento de la Confirmación fue su Pentecostés. El día de la Confirmación, quedamos llenos del Espíritu Santo. Y El Espíritu Santo nos transformó en testigos de Cristo. Como sucedió el día de la Confirmación, cada uno de nosotros debe sentirse llamado por su nombre para ser misionero, evangelizador, apóstol de Cristo.

Para la reflexión

¿Invocamos al Espíritu Santo para que inspire, acompañe y lleve a cumplimiento nuestras acciones pastorales?

¿Cómo podemos hacernos más dóciles a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida personal y comunitaria?

Reavivemos nuestra Confirmación, vivamos nuestro Pentecostés y asumamos nuestro compromiso misionero.

Pidamos al Espíritu Santo que nos capacite para ser misioneros, viviendo la vida de hijos de Dios y acompañando a nuestros hermanos para que lleguen a participar de esa misma vida.

¡Que el Espíritu Santo descienda abundantemente sobre nuestra Iglesia arquidiocesana para que no desfallezca en su misión de llevar la Vida Nueva a todos nuestros hermanos!

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Pidámosle al Señor su Espíritu Santo que reavive nuestro ímpetu misionero:

Señor Jesús, que enviaste a los Apóstolesa anunciar el Evangelio,te pedimos que el amor del Padrey la fuerza del Espíritu Santorenueven nuestro espíritu misionero.

María, Estrella de la Nueva Evangelización,ruega por nosotros.

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SEGUNDA PARTE

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Capítulo CuartoALENTAR UN ESTILO MISIONERO EN LA PASTORAL

ORGÁNICA Y DIOCESANA EN TODAS LAS COMUNIDADES

1. DESPERTAR Y POTENCIAR LA VOCACIÓN MISIONERA DE TODOS LOS BAUTIZADOS

“La vocación cristiana por su misma naturaleza, es vocación, también, al apostolado” (Apostolicam Actuositatem, 2)

El secreto para renovar la parroquia es el redescubrimiento de su innato ser misionero.A veces se puede pensar que la parroquia también debe ser misionera: La parroquia no es

“también” misionera. Es misionera. Es misionera en cuanto es Iglesia de Cristo. La Iglesia está en estado de misión permanente porque “la misión de la Iglesia –como dice Benedicto XVI- no puede ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida. Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la Palabra que ilumina, purifica, convierte. Nosotros no somos más que servidores” (Verbum Domini, 93).

Tenemos que reconocer que en muchas de nuestras comunidades hay un espíritu misionero. Son cada vez más las parroquias que cuentan con misioneros parroquiales que visitan las familias; que tienen Pastoral de la Salud para atender a los enfermos y ancianos; o que buscan, por diversos modos, llegar a los alejados. Así, por ejemplo, realizan las Novenas en las calles del barrio. También en muchas parroquias se están abriendo Capillas en zonas alejadas del Templo Parroquial.

Pero también hay parroquias que les cuesta abrirse. Reservar para sí lo que se tiene, no es bueno. Toda riqueza de fe se ha de compartir.

La comunidad no puede quedar encerrada, pensando sólo en ella, en sus problemas, compartiendo sólo con los hermanos que tienen los mismos ideales. Debe abrirse a todos, ensanchar sus horizontes. Debe organizar momentos de encuentro con los alejados. Debe salir a buscarlos.

La parábola del Buen Samaritano nos lleva a poner la atención no tanto en ¿quién es mi prójimo?, sino en “hacerse prójimo” como hizo el samaritano. “Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? El que tuvo compasión de él, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: Ve, y procede de la misma manera” (Lc. 10,36-37).

Es necesario hacer de la parroquia una comunidad que camina. Y una comunidad camina cuando crece en la misión.

La Iglesia se extiende porque vive.Donde existe una comunidad viva, creyente, será necesariamente misionera: “Nosotros no

podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hech. 4,20).En el primer capítulo recordamos el modelo ideal de Iglesia. Allí se decía que la Iglesia de

Tucumán quiere ser una comunidad viva. Y se agregaba: “La comunidad viva es la que vive del Espíritu Santo y está llamada a la santidad. Esto implica reconocer el primado de la acción de la gracia en la vida pastoral”.

Una comunidad viva suscitará la admiración, el respeto de los hombres que se sentirán, por lo mismo, atraídos a incorporarse a ella.

En los Hechos de los Apóstoles, la vida concreta de los cristianos es presentada como motivo de admiración para la gente y como estímulo para unirse a la comunidad.

Es la dimensión misionera la que hace crecer una comunidad parroquial. Sólo así se pueden superar celos, chismes y espíritu de campanario.

La dimensión misionera fundamental de cada cristiano y de cada comunidad es por irradiación o contagio. La misión por irradiación o contagio alude metafóricamente a la luz y al calor del sol que se irradian por el simple hecho de existir el sol como sol. Esta misión es la fuerza irradiante del Evangelio verdaderamente vivido por el discípulo de Cristo y por la comunidad cristiana.

Así, pues, cuando nos interroguemos sobre la “dimensión misionera” de nuestras comunidades, debemos interrogarnos sobre como viven el Evangelio.

La misión es, sobre todo, una irradiación de Jesús, de su gracia, de su vida, de su salvación: “Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse” (Hech. 2,47).

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Hay también una dimensión misionera que se explicita en la proclamación. Es dar razón de la propia esperanza, decirla con convicción y sencillez, proponerla para que todos tengan acceso. Se trata del anuncio explícito del Evangelio.

A la dimensión misionera por irradiación y proclamación, se suma la dimensión misionera por envío.

En el capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles vemos como Bernabé y Pablo son enviados a evangelizar otras regiones: “Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios” (Hech. 13, 2-5).

El Documento de Aparecida, siguiendo al Papa Benedicto XVI, nos recuerda que todos los discípulos del Señor somos misioneros: “Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva” (nº 146).

Recorriendo las comunidades escucho con frecuencia que faltan agentes de pastoral o que la gente no se quiere comprometer.

¿Es un problema la falta de agentes de pastoral?La Iglesia primitiva nunca lo vivió como un problema.A pesar que tenía un número relativamente pobre de agentes de pastoral, nunca a

la Iglesia primitiva se le ocurrió limitar a unos pocos la obra de la evangelización.Durante los primeros siglos encontramos un estilo “católico” de evangelización: una

Iglesia para la multitud, para todos.Pero la Iglesia no inventó este estilo “católico”. Este estilo le viene de Cristo. Lo

implantó el Señor que se dirigió a la turba, a la multitud, a la muchedumbre, al pueblo. Estilo que, poco después, San Ignacio de Antioquía designó con el vocablo “católico”, es decir, “conforme a la totalidad”, o “para la totalidad” de los hombres.

Aunque la Iglesia primitiva no contaba con suficientes recursos humanos, no se encerró.

Según nuestra ciencia, Iglesia multitudinaria y ministros insuficientes, son términos inexorablemente antagónicos. Por tanto habría que limitar la evangelización. Pero la sabiduría del Evangelio es otra.

La lógica del Evangelio razona así: porque son muchos los pecadores, por eso, a todos Dios envió a su Hijo (ver Jn. 16; 1 Jn. 4,10); o bien: Porque Cristo derramó su sangre por todos los hombres, por eso envió a los Apóstoles a todos los hombres (ver Jn. 20,21; Mt. 28,18-20; Mc. 16,15).

La lógica del Evangelio, que explica la rápida difusión del cristianismo, se mueve así: Cuando el Evangelio es ofrecido a todos los hombres, entonces Dios provee de todos los medios para que el Evangelio continúe siendo ofrecido a todos los hombres.

Así la contemplación de la imponente multitud humana a la que hay que evangelizar, en vez de descorazonarlo, llevó a Jesús a inventar la Misión de los Apóstoles: “Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega... Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado” (Jn. 4,35-38).

Para la reflexión

¿Nuestra comunidad es misionera? ¿Nuestro grupo es misionero? ¿Está abierto o encerrado en sí mismo? ¿Qué signos son necesarios en nuestra comunidad para hacerla más misionera? ¿Qué es lo primero que necesita nuestra comunidad para ser misionera? ¿Nuestro grupo irradia el Evangelio? ¿Atrae a los alejados? ¿Salimos a las casas para llevar el Evangelio de Jesús?

2. DESARROLLAR UN ESTILO DE PARROQUIA ACOGEDORA

Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización han resaltado la importancia de la “acogida cordial” que debemos tener con nuestros hermanos: “Debemos motivar a nuestras comunidades para que renueven su capacidad de acogida, y revistan de calidez humana y de atención cordial su trato con todos” (nº 49).

En otras palabras: todos deben poder encontrarse en la parroquia o en la capilla como en su propia casa.

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La acogida cordial es la primera actitud pastoral a tomar. Esto supone: Confianza y aceptación del otro; Escucha y diálogo; Partir de las inquietudes personales, de los problemas y situaciones

concretas; Respetar el contexto cultural, familiar y social.

.Es necesario dedicar atención a cada persona.Se debe favorecer el diálogo cordial, amable, paciente, sencillo.Se ha de acoger a las personas y hacerlas progresar a partir de su situación real.

Es un esfuerzo de realismo pastoral. Toda una pedagogía de la fe está aquí en juego. Este diálogo será diferente según la situación espiritual de cada persona. Esto hay que tenerlo bien en cuenta, para no querer hacer pasar a todos por el mismo camino.

De manera casi natural, la mayoría de nuestra población acude a la parroquia en los momentos claves de la existencia (nacimiento, matrimonio, enfermedad, muerte). Esta demanda ofrece a la parroquia una gran oportunidad para evangelizar a los alejados.

Para la reflexión

¿qué es la “acogida cordial”? Explícala. ¿Cómo eran los encuentros de Jesús con las personas concretas?

3. ACERCAR LA PARROQUIA A LA VIDA DE LAS PERSONAS

En este sentido el Documento de Aparecida sugiere la sectorización de la parroquia para posibilitar la cercanía y un servicio más eficaz (ver nº 518c). Notemos que esto coincide con lo que proponemos en nuestro Plan Arquidiocesano de Pastoral: dividir la parroquia en zonas “que sirven para descentralizar la parroquia y favorecen el conocimiento entre las personas y la participación de los laicos” (Libro Azul, pág. 113).

El coordinadorEn cada zona en que se divide el territorio parroquial hay un “coordinador”. En cada

zona el coordinador se reúne, periódicamente, con los misioneros de su territorio.

Los misionerosLos misioneros o mensajeros parroquiales “son los encargados de visitar las casas,

al menos, una vez por mes. Su misión es hacer que la información y consulta llegue a todos en forma personalizada y eficaz… Los misioneros pueden cumplir tres tareas principales:

Tarea informativa sobre la vida y actividades de la comunidad parroquial. Tarea asistencial: detectar enfermos, niños sin bautizar o sin catequizar, gente

necesitada de ayuda espiritual o material. Tarea evangelizadora: formación de grupos de oración o círculos bíblicos en las

casas (Libro Azul, pág. 112)Al visitar las casas los misioneros llevarán la cartilla u hoja o boletín parroquial.

4. LA CARTILLA U HOJA PARROQUIAL

(Ver Libro Azul pág. 113).Es el medio para comunicarnos con la comunidad parroquial. Debe contener las

actividades de la parroquia y algún mensaje que se considere conveniente de acuerdo, por ejemplo, a los tiempos litúrgicos.

Esta cartilla será llevada por los misioneros parroquiales, casa por casa de la jurisdicción parroquial.

Equipo de redacciónEs importante que haya un equipo encargado de la redacción de la cartilla. Deben

ser personas que conozcan los lineamientos pastorales de la parroquia y tener representación en el Consejo Pastoral.

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5. LOS CÍRCULOS BÍBLICOS

La Palabra de Dios no sólo suscita la fe del creyente, sino que debe alimentar esa misma fe: “Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe, debemos alimentarla con la Palabra de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 162).

La lectura y meditación de la Palabra de Dios dará un nuevo impulso a la vida espiritual de los fieles.

En nuestras comunidades un objetivo pastoral debe ser: ayudar a los fieles a alimentarse con la Palabra de Dios. Dice el Papa Benedicto XVI: “Hay que educar al pueblo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn. 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a esforzarse en darla a conocer” (Discurso Inaugural en Aparecida, 3).

La lectura oranteEntre las formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada: la lectio

divina o ejercicio de lectura orante de la Palabra de Dios. El Documento de Aparecida dice: “Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación) la lectura orante favorece el encuentro personal con Jesucristo” (nº 249).

Para facilitar el encuentro del pueblo de Dios con su PALABRA proponemos la formación de Círculos Bíblicos.

Los Círculos Bíblicos son un espacio de participación y comunión en los que un grupo de personas, vecinos, familiares, amigos se reúnen en un día y hora prefijada a reflexionar sobre el texto evangélico.

Los Círculos Bíblicos son el instrumento para llevar y compartir la Buena Noticia a todos.

En las parroquias se propone que los mensajeros/misioneros que visitan las casas, sean los encargados de reunir a los vecinos y formar los Círculos Bíblicos.

Para facilitar la formación de los Círculos Bíblicos, la Arquidiócesis ha publicado tres libros que permiten realizar la lectio divina con el Evangelio del domingo y siguiendo los tres ciclos de la liturgia: A, B y C.

6. PROGRAMAS DE RADIO

Es muy importante que cada parroquia (capilla) tenga un programa semanal en la FM de su zona. Por medio de la radio la parroquia puede entrar en muchas casas, no sólo llevando noticias de la vida parroquial, sino, también, haciendo una catequesis.

Esta es una tarea laical. Para ello cada parroquia debería capacitar a un grupo de laicos para que realice esta tarea.

7. LA PARROQUIA PRESENTE EN SU TERRITORIO

La parroquia debe insertarse en todas las instituciones y grupos humanos de su territorio haciendo en ellos una pastoral. Por ejemplo:

Las escuelas y colegios: debe haber una presencia y un trabajo pastoral en los establecimientos educativos (inicial, primarios, secundarios, terciarios, estatales y privados), tanto con los alumnos y sus padres, como con los docentes. Se debe tener una relación con los docentes de Religión de esas escuelas para trabajar juntos. Programar, por ejemplo, la fiesta de la familia, la Misa Pascual y de fin de curso, charlas para los alumnos, etc. etc.

Centros de salud: sanatorios, CAPS. Cada parroquia debe tener un Equipo de la Pastoral de la Salud que visite todas las semanas esos lugares para rezar, hacer una catequesis, proponer la recepción de los sacramentos, etc.

Hogares de ancianos, centros de jubilados: De la misma manera visitarlos todas las semanas y realizar en ellos una pastoral.

Comisarías: visitarlas periódicamente y si tiene detenidos atenderlos pastoralmente.

Clubes deportivos y sociales: insertarse en ellos y hacer una pastoral en estos sectores.

Etc. etc.

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8. CREAR CAPILLAS EN LOS LUGARES ADONDE NO LLEGA LA PARROQUIA

Las Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización reclaman una profunda renovación de la Parroquia, que incluye “una modificación operativa”, y plantea que la necesidad de “expandir la presencia física de la parroquia a toda su jurisdicción”, exige “la multiplicación de capillas”(nº 44).

Es evidente que la comunidad parroquial no llega a todos los habitantes de su territorio, de su jurisdicción. Una comunidad misionera es una comunidad capaz de multiplicar su presencia física, en las zonas menos atendidas, mediante la creación de capillas.

Pensemos que la mayoría de las parroquias comenzaron como capillas gracias al espíritu misionero de una comunidad vecina.

La extensión geográfica de nuestras parroquias es muy grande. Cada comunidad parroquial conoce perfectamente las zonas donde no llega la influencia de su pastoral. Esas “zonas de nadie” son, precisamente, caldo de cultivo para las sectas, como lo afirma el Papa Benedicto XVI: “Allí donde no se forma a los fieles en un conocimiento de la Biblia según la fe de la Iglesia, en el marco de su Tradición viva, se deja de hecho un vacío pastoral, en el que realidades como las sectas pueden encontrar terreno donde echar raíces” (Verbum Domini, 73).

Por eso, es pastoralmente urgente, la multiplicación de capillas.Para ello sugiero: Estudiar en el Consejo Pastoral la realidad socio-pastoral de la parroquia para

detectar las zonas menos atendidas y arbitrar los medios para poder levantar una capilla.

Prestar atención a la formación de barrios nuevos y prever con tiempo el modo de obtener un terreno para una futura parroquia.

9. ELABORAR E IR DESARROLLANDO, POCO A POCO, EN LA PARROQUIA UN PROYECTO MISIONERO

Este proyecto o plan misionero supone: concretar acciones dirigidas a sectores alejados de la práctica cristiana; suprimir o purificar lo que resulta superfluo o contraproducente para la acción

evangelizadora.

“…comunicar la alegría que se produce en el encuentro con la Persona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia. En un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extraño, confesamos con Pedro que sólo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68). No hay

prioridad más grande que ésta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos

comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10,10)” (Verbum Domini, 2).

10. REALIZAR PERIÓDICAMENTE GESTOS MISIONEROS PROGRAMÁTICOS

a) Misiones popularesLas misiones populares tienen una larga tradición en la pastoral de la Iglesia. Las

misiones populares son acciones pastorales extraordinarias al servicio de la pastoral ordinaria.

Ellas son eficaces, no sólo para el acrecentamiento o recuperación de la fe, sino también para dar a nuestras comunidades ese estilo misionero que debe caracterizar a toda comunidad cristiana.

Necesitamos parroquias en permanente estado de misión. Se ha de renovar el impulso misionero de la parroquia para que no quede cerrada y centrada sobre sí misma. La parroquia debe pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera. Recordemos que los destinatarios de la Nueva Evangelización son los cristianos no prácticos, o practicantes irregulares.

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Además estas misiones promueven agentes pastorales dentro de la misma comunidad parroquial, pues el agente principal de estas misiones es la misma comunidad parroquial.

Sin duda que estas misiones parroquiales serán una gracia inmensa para nuestra arquidiócesis y una continuación de los trabajos de la Pastoral Orgánica.

El Papa Juan Pablo II en el documento sobre la catequesis nos dice: “Hay que reanudar y remozar las misiones tradicionales que son insustituibles para una renovación periódica y vigorosa de la vida cristiana” (Catechesi Tradendae, 47).

Y el Documento de Puebla afirma: “Para la evangelización de las multitudes resultan de mucha eficacia las misiones populares” (nº 1010).

El Papa Juan Pablo II, al anunciar la misión que se iba a realizar en Roma, decía: “Considero necesario que se ponga en marcha con gran esmero y se celebre con impulso apostólico una gran misión. La misión deberá volver a proponer y actuar el compromiso de la evangelización en cada ambiente, en cada barrio y localidad”.

b) Misiones parroquialesSe propone que la Parroquia realice todos los años una misión en su territorio. Se

deberá hacer en alguna zona de la parroquia menos atendida pastoralmente. En esta misión el protagonismo misionero estará a cargo de los fieles laicos de la misma Parroquia. También podrían colaborar agentes pastorales (sacerdotes, consagradas y laicos) del Decanato. Esto supone que en el Decanato se tengan que organizar para que no se superpongan las misiones de las diferentes Parroquias que lo integran.

Para la reflexión

¿Cómo vivimos la dimensión misionera en nuestras comunidades? ¿Cuál es el sentido misionero al interior de nuestras comunidades? ¿Cómo atendemos a los alejados?

¿Somos conscientes de la cantidad de cristianos bautizados y que han recibido la Primera Comunión y que están alejados de la vida ordinaria de la Iglesia?

c) Los objetivos de la misión populara) Objetivo General

Acercarse a cada persona, a cada familia, llegar a cada ambiente de la Arquidiócesis, para anunciar que Dios nos ama y envió a su Hijo Jesucristo para reconciliarnos con Él y entre los hombres, haciéndonos hijos de Dios.

b) Objetivos específicos: Despertar y avivar el fervor evangelizador de nuestras comunidades

parroquiales, educativas, instituciones y movimientos. Implementar o revitalizar la Misión Permanente en todas nuestras comunidades.

d) El contenido de la misiónEn el centro de la misión está Jesucristo.La misión consiste en proclamar que:

“Jesús es el Hijo de Dios, hecho hombre y único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre”.

e) El sujeto de la misión La misión parroquial compromete a todos:

sacerdotes, consagradas y laicos. Todos deben vivir el anuncio del Evangelio como una responsabilidad y un compromiso comunitario.

El documento de los obispos argentinos Navega Mar Adentro ha subrayado que el Pueblo de Dios es sujeto y agente de la Nueva Evangelización, insistiendo “en el protagonismo de todos y cada uno de los bautizados,

A diferencia de la primera evangelización, que fue realizada por los misioneros, la nueva evangelización ha de ser protagonizada por cada uno de los bautizados, insertados como miembros vivos y activos en el Cuerpo de la Iglesia: Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización, 38.

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especialmente de los laicos y laicas, favoreciendo su activa participación en las distintas instancias de las acciones pastorales: no sólo en la fase de ejecución, sino también en la planificación, en la celebración y en la metódica evaluación. Hemos de ingeniarnos para facilitar que en las actividades evangelizadoras se integren también los niños y los ancianos” (nº 75).

Pero, particularmente, debemos tener presente que la misión debe ser llevada adelante por los laicos y laicas de nuestras parroquias y capillas.

f) La organizaciónEs importante que la organización de la Misión esté a cargo del Consejo Pastoral

Parroquial. Se determinará la zona en donde se realizará la Misión.Se confeccionará un Mapa del territorio a misionar, en donde se señalará:

Cantidad de viviendas Estimación de la población Escuelas y colegios Centros de salud Geriátricos Otros lugares o centros de importancia comunitaria.

Se dividirá la zona a misionar en sectores y se nombrará un«responsable» para cada sector.

También se preparará el material que se entregará a cada familia.

g) Tiempo de oraciónLa misión parroquial debe ser realizada desde una visión y vida de fe.El centro de la Misión es JESUCRISTO: su proclamación y el encuentro con Él.La misión intentará renovar la profunda adhesión de cada fiel a Jesucristo, único

Salvador del mundo. Empezando por cada uno de los cristianos comprometidos, agentes de pastoral, misioneros. Por eso la preparación espiritual para la misión es Fundamental.

El agente principal de la misión es, propiamente, el Espíritu Santo. Por eso, en el camino de preparación a la misión es fundamental la oración.

h) Misión en los “ambientes” de nuestra arquidiócesisLa misión no sólo debe ser territorial, visitando

las casas, desde la parroquia, sino que debe alcanzar a los diversos “ambientes” sociales y culturales. Se trata, sin duda, de una empresa difícil, pero que debemos encarar con la confianza de quien confía en Cristo, Redentor del hombre.

La misión en los “ambientes” es necesaria porque reconoce una esfera que es más amplia que la pastoral territorial. Ésta se abre más allá de los confines de la parroquia para alcanzar los ambientes de trabajo, de estudio, de las comunicaciones, etc.

La misión “ambiental” estará a cargo de los sectores pastorales.

Propongo algunos de los “ambientes” en los que se podría realizar una Misión:

a) En la Universidad, a cargo de la Pastoral Universitaria;

b) En los Medios de Comunicación, a cargo de la Pastoral de Medios de Comunicación;

c) En la Cárcel, a cargo de la Pastoral Penitenciaria;d) Con los Empresarios, a cargo de la Pastoral Social;e) Jóvenes, a cargo de la Pastoral de jóvenes;f) Políticos, a cargo de la Pastoral Social;g) Etc. etc.

No podemos contentarnos con esperar a los que vienen… Otra manera de llegar a todos puede canalizarse a través de una pastoral sectorial que ayude a vivir la fe en los lugares de trabajo, de estudio, de recreación y deportes. Ámbitos tan importantes como los que ofrecen los medios de comunicación social también han de ocupar esmerada atención por parte de los agentes de pastoral: Navega Mar Adentro, 94.b)

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Capítulo QuintoIMPULSAR UN ITINERARIO CATEQUÍSTICO

PERMANENTE CON ESPECIAL INSISTENCIA EN LA INICIACIÓN CRISTIANA Y EN LA FORMACIÓN DE LOS

AGENTES DE PASTORAL

“Son muchos los creyentes que no participan de la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial… este fenómeno nos interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento a ellos para ayudarles a valorar el sentido de la vida sacramental, de la participación comunitaria y del compromiso ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento del mundo, con una identidad cristiana y débil” (Documento de Aparecida, 286).

El gran desafío de hoy para la iniciación cristiana es ver “cómo estamos educando en la fe y cómo estamos alimentando la vivencia cristiana” (Documento de Aparecida, 287).

La catequesis es un camino pastoral privilegiado. En gran medida la Nueva Evangelización pasa por la catequesis. Debemos trabajar en la catequesis y en la formación religiosa de nuestro pueblo. Nuestro pueblo es creyente, pero su fe es débil y poco formada, acosada por las sectas y el secularismo.

Debemos desarrollar una catequesis integral que acompañe a los niños, jóvenes y adultos en todo el proceso de su maduración cristiana.

La catequesis “comporta un acercamiento a las Escrituras en la fe y en la Tradición de la Iglesia, de modo que se perciban esas palabras como vivas, al igual que Cristo está vivo hoy donde dos o tres se reúnen en su nombre (cf. Mt 18,20)“ (Verbum Domini, 74).

Debemos comprometernos en vigorizar la tarea catequística que ayude a los fieles a un mayor conocimiento de Jesucristo y a comprometerse en llevar una vida cristiana coherente con su fe: “Un gran medio para introducir al pueblo de Dios en el misterio de Cristo es la catequesis. En ella se trasmite de forma sencilla y substancial el mensaje de Cristo. Convendrá por tanto intensificar la catequesis y la formación en la fe, tanto de niños como de los jóvenes y adultos” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 3).

La iniciación cristiana, como acción evangelizadora de la Iglesia, debe ubicarse dentro del Plan Arquidiocesano de Pastoral y, por lo mismo, debe vincularse orgánicamente con el resto de las acciones pastorales.

En este sentido el Plan de Pastoral es el marco necesario para la catequesis. La catequesis no puede estar aislada del resto de la pastoral de la comunidad.

El modelo ideal de Iglesia que nos propusimos (ver capítulo 1) es ser una comunidad viva donde aquel que ha sido catequizado y haya celebrado su iniciación cristiana pueda vivir y compartir la fe.

1. CATEQUESIS DE NIÑOS

Es importante tener presente la Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, publicada en el año 2005. Es necesario que los catequistas la conozcan, la estudien y la apliquen.

Destaco algunos temas y aspectos que de ninguna manera se pueden dejar de lado en la Iniciación cristiana de los niños:

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a) La Iniciación cristiana se debe concebir como un itinerario educativo unitario que, a partir del Bautismo y a través de la recepción de la Confirmación y la Eucaristía, no puede limitarse a la sola recepción de los sacramentos, sino a una experiencia de vida cristiana y a una integración de los niños en la comunidad. La catequesis debe ser presentada como "escuela de vida cristiana". Ellos van a la catequesis no solamente para "hacer la Primera Comunión", sino para aprender a ser cristianos.

b) Hay que hacer un gran esfuerzo para que ningún niño se quede sin catequesis. Para ello no basta sólo facilitar su participación en la catequesis; es necesario también ir a buscar a los que no llegan.

La catequesis misionera debe llegar a todos, especialmente a los más alejados. Para ello se debe ir a buscarlos y no sólo esperar a que vengan.

No se debe rechazar a ningún chico de la catequesis preparatoria para la primera comunión. La Parroquia tiene la obligación de catequizar a todos los chicos. No se debe poner un límite en el número de catecúmenos a catequizar. No podemos excluir a nadie. La parroquia, la capilla, debe recibir a todos y acogerlos con delicadeza, y no imponer métodos de catequesis tan estrictos que, en la práctica, constituyen una barrera.

c) Multiplicar los centros catequísticos en la parroquia (en la sede, en las capillas, colegios, etc.), para facilitar la participación de los niños en la catequesis.

d) En muchos lugares hay una notable disminución entre los niños que hicieron su Primera Comunión y los que se preparan para la Confirmación. Cada Centro catequístico tendría que ir a buscar a esos niños para que puedan recibir el Sacramento de la Confirmación.

e) Se debe destacar el momento kerigmático de la iniciación cristiana de los niños.

Dado que el despertar religioso de los niños no se da en muchos de sus hogares, conviene que la catequesis, tanto en las parroquias como en los colegios, comience por despertar o afianzar en los niños el sentido de Dios y la vivencia de Jesús, mediante el primer anuncio del Evangelio.

La catequesis supone una base mínima del anuncio de Jesucristo, una base mínima de conversión y de adhesión de fe al Evangelio de Jesucristo.

Pero hoy muchos niños llegan al catecismo sin estar evangelizados. Muchos no han tenido una auténtica experiencia y vida de fe en la familia.

Se debe tener en cuenta lo que dice al respecto Catechesi Tradendae 19: "La peculiaridad de la Catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha suscitado la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Pero en la práctica catequética, este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación a la fe, y sin tener todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino solamente la capacidad de creer puesta en ellos por el Bautismo y la presencia del Espíritu Santo; y los prejuicios de un ambiente familiar poco cristiano o el espíritu positivista de la educación crean rápidamente algunas reticencias" (nº 19).

2. CATEQUISTAS

Se debe procurar aumentar el número de los catequistas dada la cantidad de niños que tenemos en la catequesis.

Sabemos que en las y los catequistas existe mucha buena voluntad, disponibilidad y generosidad para cumplir su tarea y, por eso, se lo agradecemos de todo corazón. Pero también, debemos reconocer que muchos de ellos no tienen la preparación necesaria para cumplir esta tarea. Este es un tema prioritario que se debe abordar en las comunidades: la formación de los catequistas tanto en lo doctrinal como en lo espiritual y lo metodológico.

Es prioritariala formación

de los catequistas: en lo doctrinal, en lo espiritual

y en lo

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Tenemos que fomentar que todas las parroquias tengan el mayor número posible de catequistas que hayan cursado en el Seminario Catequístico. Además hay que acompañar a los catequistas en la preparación de los Encuentros con los niños.

También es muy frecuente el caso de catequistas adolescentes. Como se pide en la Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, los catequistas no deben ser menores de 18 años.

Recordemos que en las Normas de esta Instrucción se dispone que “en cada Parroquia se debe constituir el Equipo Parroquial de Catequesis”. Este Equipo “es un organismo parroquial que integra a todos los catequistas de la parroquia (tanto de la sede como de las capillas, oratorios y demás comunidades) que, en plena comunión con el párroco, orienta y promueve toda la catequesis de la parroquia. El Equipo Parroquial de Catequesis tendrá un coordinador, designado por el párroco, por un período de tres años, pudiendo ser renovado su nombramiento solamente por un nuevo trienio” (nº 6).

3. CATEQUESIS DE JÓVENES Y ADULTOS

Tengamos presente la Instrucción Pastoral La Catequesis de Adultos, publicada en el año 2008. Es necesario que se conozca, se estudie y se aplique en nuestras comunidades.

La catequesis de adultos debe ser una estructura permanente de nuestras comunidades, como lo es la catequesis de niños.

Un objetivo debe ser el de tener Catequesis de Jóvenes y Adultos en todas las parroquias. Como se dice en la Instrucción Pastoral sobre la Catequesis de Adultos. “No es suficiente esperar a que llegue algún adulto pidiendo un sacramento, para catequizarlo. Se hace necesario tener una estructura estable y continua para ofrecer esta catequesis”. La Iglesia y la realidad actual nos están pidiendo que salgamos a convocar a los jóvenes y a los adultos para la catequesis.

Ciertamente para realizar la catequesis de jóvenes y adultos cada comunidad deberá tener suficientes catequistas, y bien preparados.

La Instrucción Pastoral La Catequesis de Adultos nos ofrece: las características de la catequesis de adultos; sus objetivos; sus tareas; una propuesta de cronograma.

Además, nos presenta un esquema de cómo desarrollar la catequesis de adultos en tres etapas:a) La precatequesis que comprende cuatro encuentros catequísticos con estos elementos:

la acogida cordial la formación del grupo el kerigma del primer anuncio.

b) La catequesis propiamente dicha que comprende alrededor de 15 encuentros y tiene: Rito de “admisión al catecumenado” Las catequesis.

c) La etapa de preparación espiritual que puede desarrollarse en dos encuentros o en una jornada:

El rito de la “elección” Preparación espiritual.

4. ¿CÓMO CATEQUIZAR AL HOMBRE DE HOY?

Cristo es nuestro modelo, nuestro ideal. Un ideal pedagógico del que debemos aprender.

Para comprender cómo la catequesis es un camino privilegiado para la misión contemplemos el encuentro de Jesús con algunas personas narradas por el Evangelio. La misión tiende al encuentro de Jesús con todos los hombres.

Es necesario conocer, estudiar y aplicar la Instrucción PastoralLa Catequesis de Adultos, publicada

el 13 de junio de 2008.

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a) El encuentro con Zaqueo

El relato, del Evangelio según san Lucas 19,1-10, comienza y termina con el verbo “buscar”.

En el v. 3 Zaqueo “busca” ver a Jesús; en el v. 10 Jesús se revela como el Hijo del hombre que viene a “buscar” y salvar lo que estaba perdido.

El encuentro se produce gracias al amor de Jesús que busca a Zaqueo, superando todos los obstáculos. Pero también se valoriza y se purifica la búsqueda de Zaqueo que, a partir de una curiosidad inicial, se transforma en una gozosa acogida de Jesús y en una conversión.

El fruto más preciado de este encuentro es la conversión de Zaqueo. Consciente y convencido de las injusticias que ha cometido, decide devolver con creces –al cuádruple- a quienes había defraudado. Además asume una actitud de desprendimiento de las cosas materiales y de caridad hacia los necesitados, que lo lleva a dar a los pobres la mitad de sus bienes.

b) El encuentro con la Samaritana

Algo parecido sucede en el encuentro con la Samaritana (Jn. 4,1-42). Aquí también la iniciativa la tiene Jesús. Pero la misericordia salvífica del Señor se cruza con una búsqueda humana, que es purificada y engrandecida.

La mujer, en primer lugar, busca el agua, y Jesús la invita a ir más allá del agua, prefigurada en el deseo inicial. Luego la mujer intuye en Jesús al profeta, porque conoce su vida pasada y entonces trata de ubicarlo dentro de los personajes bíblicos conocidos: “nuestros padres”. Jesús la invita a abandonar estos esquemas, abriéndose hacia la promesa mesiánica. La mujer trata de conducir a Jesús al tema de la espera del Mesías que debía de venir. Y otra vez más, Jesús le hace dar un salto para abrirse al “ahora” salvífico ya presente en su persona.

Jesús la llama para saciar su sed, que no era sólo material, pues en realidad “el que pedía de beber, tenía sed de la fe de la misma mujer” (S. Agustín, Comentario al Ev. según S. Juan, 15,11), y al hablarle del agua viva, el Señor suscita en la samaritana una pregunta, casi una oración, cuyo alcance real supera lo que ella podía comprender en aquel momento: “Señor, dame esa agua, para que no tenga más sed” (Jn. 4,15). La samaritana, aunque todavía no entendía, en realidad estaba pidiendo el agua viva de la que le hablaba Jesús. Al revelarle el Señor su mesianidad, la samaritana se siente impulsada a anunciar a sus conciudadanos que ha descubierto al Mesías (ver Jn. 4,2.28-30).

c) El encuentro con Pablo en Damasco

Podríamos recordar otros muchos encuentros que hacen referencia al deseo humano: deseo de salud en el enfermo, deseo de perdón en los pecadores, deseo de conocimiento como en Nicodemo.

Señalo un último encuentro, que sucede después de la resurrección y que parecería darse sin una búsqueda, sin un deseo humano.

Es el encuentro del Señor con Pablo, en el camino de Damasco (Hech. 9,1-9). Aunque el relato deja ver que Pablo no tiene ningún deseo orientado al Evangelio, sino que más bien está movido por una violenta hostilidad, sin embargo, también este encuentro comporta, de algún modo, un deseo cumplido y superado. En el fondo, la aversión de Pablo por los cristianos proviene de un deseo de observar la ley.

Jesús presentándose como el Señor resucitado, como el principio del mundo nuevo, interpreta, purifica, orienta el deseo de Pablo. Le hace comprender que la vida no proviene del cumplimiento de la ley, sino de la fe en Cristo, rechazado por los hombres y glorificado por Dios.

En este encuentro tuvo lugar el cambio radical en la vida de Saulo: su conversión. Pablo pasó de perseguidor de los cristianos a Apóstol de Jesucristo.

d) La catequesis al servicio de la pedagogía divina

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Estos encuentros encierran una pedagogía: Así la iniciativa gratuita de Jesús se entrecruza, purifica y conduce a su plenitud el deseo de vida y de gozo que está en el corazón de cada hombre.

Algo parecido sucede en catequesis. La catequesis es un servicio prestado a la verdad de la fe. A través de procedimientos demostrativos y reflexivos se busca hacer ver cómo en la verdad de Cristo, tal como es propuesta por la fe de la Iglesia, se integra la búsqueda de la verdad, que todo hombre, más o menos explícitamente, busca a partir de su condición psicológica y cultural.

La invitación del Señor respeta siempre la libertad de los que llama. Hay casos en que el hombre, al encontrarse con Jesús, se cierra al cambio de vida al que Él lo invita. Fueron numerosos los casos de contemporáneos de Jesús que lo vieron, lo oyeron y, sin embargo, no se abrieron a su Palabra. El Evangelio de san Juan señala el pecado como la causa que impide al ser humano abrirse a la luz de Cristo: “La luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn. 3,19).

Si la misión tiene como finalidad el encuentro de Jesús con cada hombre, entonces la catequesis tiene un lugar privilegiado en la acción misionera.

5. LA CATEQUESIS OCASIONAL

La Carta Pastoral Crucemos a la otra orilla dedica el capítulo octavo a este tema.La Providencia nos proporciona varias oportunidades para hacer una catequesis. Lo

importante es que aprovechemos esas ocasiones.Además de la catequesis sistemática, debemos aplicar la catequesis ocasional. En

esto Jesús nos enseña todo un estilo verdaderamente misionero. El Evangelio nos trae encuentros ocasionales de Jesús con algunas personas, y Él no deja pasar esa circunstancia para hacer una verdadera catequesis.

Recordemos los encuentros con Zaqueo, con la samaritana o con los discípulos de Emaús.

También la comunidad debe aprovechar ciertos momentos especiales para hacer una verdadera catequesis.

A continuación menciono algunos de esos encuentros en los que podemos catequizar.

a) Catequesis prebautismal

Pensemos que la mayoría que se acerca a pedir el Bautismo para sus hijos son cristianos no prácticos. En la Arquidiócesis hemos publicado la Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de los Niños, en el año 2005. Allí se lee: “Es necesario que en cada parroquia haya un Equipo encargado de la pastoral bautismal. Como es obvio, el párroco solo no puede realizar todo lo que supone esta pastoral, donde son muchas y diferenciadas las exigencias.

La acogida de los padres que piden el Bautismo para sus hijos, la catequesis bautismal, la celebración del sacramento y el acompañamiento de las familias, suponen la participación organizada de muchas personas”.

La Carta del Episcopado Misión Continental dice: “La novedad misionera debe estar en agregar a la preparación pre-bautismal, una pastoral post-bautismal, donde la Iglesia haga visible que se hace cargo de los hijos que engendra” (nº 32).

b) Catequesis prematrimonial

c) Catequesis para padres cuyos hijos van a recibir la Confirmación o la Primera Comunión

d) La catequesis con ocasión de cumplir las chicas 15 años o los muchachos 18 años

En algunas parroquias ya se está implementando tener con estos jóvenes un encuentro previo a la celebración para hacer una catequesis, ayudarlos a que se acerquen al sacramento de la Confesión, etc. Esta tarea puede estar a cargo de algún laico de la comunidad.

e) Otras catequesis ocasionales

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Con ocasión de celebrar un aniversario matrimonial Con ocasión de algún fallecimiento Con ocasión del término al año escolar Etc.

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Capítulo SextoPROMOVER EL COMPROMISO MISIONERO HACIA UNA

SOCIEDAD JUSTA Y RESPONSABLE

1. EVANGELIZAR ES EL FIN DE LA IGLESIA

La Iglesia existe para evangelizar. Esta es la conciencia de Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio” (1 Cor. 9,16). La Iglesia existe para esto. Anunciar a Jesucristo y la misericordia del Padre es el corazón del Evangelio, que debemos llevar, con confianza y con fuerza, a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo en las situaciones cambiantes de nuestra historia.

La Iglesia está al servicio del Evangelio y de la obra redentora de Cristo: “La obra de la redención de Cristo, de por sí busca la salvación de los hombres y, a la vez, intenta restaurar todo el orden temporal. Por lo tanto, la misión de la Iglesia no es sólo llevar el mensaje y gracia de Cristo a los hombres, sino también impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico” (Apostólicam Actuositatem, 5). Por tanto la Iglesia está llamada a contribuir al perfeccionamiento del orden social y del bien temporal de los hombres. Esta tarea es parte integrante de la misión general de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus indica que la Doctrina Social de la Iglesia “pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad” (nº 5).

La Iglesia que peregrina en Tucumán tiene conciencia que ésta es su misión esencial.

A esta altura quiero detenerme en un punto particular: La Iglesia en los últimos años, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha sentido la necesidad de exhortar a los laicos a comprometerse en la construcción de la ciudad temporal y en el servicio al bien común, porque es a ellos “educados en la escuela del Evangelio, a quienes corresponde la tarea de intervenir directamente en la acción social y política“ (Verbum Domini, 100).

El Documento Navega Mar Adentro, del Episcopado Argentino, afirma que “participar activamente en la construcción del bien común en nuestra patria es hoy una necesidad impostergable” (nº 97).

En este sentido los laicos tienen una manera propia de participar en la animación evangélica del orden temporal. En esta tarea los laicos son los protagonistas.

La misión propia y característica de los laicos es la que se deriva de su condición secular: es decir, de su presencia en el mundo de las realidades temporales.

Ellos reúnen la doble condición de ser miembros de pleno derecho en la Iglesia y de vivir plenamente insertos en el mundo.

De esta conjunción brota su especial aptitud y misión para ser los testigos del Dios vivo en el mundo. Los laicos tienen como vocación propia la realización de la misión general de la Iglesia por medio de su participación en las instituciones y tareas de la sociedad civil: “El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad terrena y de la ciudad celestial, a que cumplan fielmente sus deberes terrenos, guiados siempre por el espíritu del Evangelio. Están lejos de la verdad quienes, sabiendo que nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente sino que buscamos la futura, piensan que por ello pueden descuidar sus deberes terrenos, no advirtiendo que precisamente por esa misma fe están más obligados a cumplirlos, según la vocación a que cada uno ha sido llamado. Pero no menos equivocados están quienes, por el contrario, piensan que pueden dedicarse de tal modo a los asuntos terrenos como si estos fueran del todo ajenos a lo religioso, como si lo religioso se redujera a ciertos actos de culto y determinadas obligaciones morales” (Gaudium et Spes, 43).

“Si el papel de la Jerarquía es el de enseñar e interpretar auténticamente los principios morales que hay que seguir en este terreno, a los laicos les corresponde con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directivas, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven” (Populorum Progressio, 81; ver Verbum Domini, 100).

Nos vamos a referir a esto.

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La presencia de los laicos en la vida pública

El tema a tratar es el de la presencia y la intervención de los laicos en la vida pública.

Cuando hablamos de la presencia de los laicos en la Vida Pública nos referimos a un campo más amplio que el de la actividad estrictamente política. La actividad política es, ciertamente, una parte importante de la Vida Publica. La Vida Pública abarca otros sectores como la realidad social, la economía, la cultura, las ciencias, el arte, la vida internacional, los medios de comunicación, la familia, la educación, el trabajo, el mundo de la salud y la enfermedad, etc.

Queremos estimular su participación en ella en conformidad con las exigencias de la fe cristiana. No es exagerado decir que la marcha de nuestra sociedad, el tono moral y humano, y aún el bienestar de las nuevas generaciones, dependerá en buena parte de la generosidad y el acierto con que los católicos seamos capaces de asumir nuestras responsabilidades específicas en el seno de las instituciones temporales, en el tejido mismo de nuestra sociedad, en todos los barrios de las ciudades y en todos los pueblos de la provincia.

“Somos nosotros, los bautizados y confirmados en Cristo, los llamados a acercar el Reino de Cristo, a hacerlo visible y actual en este mundo, como preparación a su establecimiento definitivo. Y esto se logra con nuestro empeño personal, con nuestro esfuerzo y conducta concorde con los preceptos del Señor, con nuestra fidelidad a su persona, con nuestra imitación de su ejemplo, con nuestra dignidad moral” (Juan Pablo II a los jóvenes).

No podemos perdernos en protestas estériles o en una indiferencia conformista. Tenemos que ser los agentes de una sociedad mejor. El verdadero camino consiste en intensificar la autenticidad de nuestra vida cristiana y en promover la presencia y la actitud de los laicos católicos en perfecta comunión con la Iglesia, en los sectores más importantes de la vida pública.

Tenemos que reconocer, en muchos casos, la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y culturales.

En nuestro continente existe “una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas. Los movimientos eclesiales tienen aquí un amplio campo para recordar a los laicos su responsabilidad y su misión de llevar la luz del Evangelio a la vida pública, cultural, económica y política” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 4; ver Verbum Domini, 94).

El Dios de la salvación, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, es también el creador del universo y Él mismo ha puesto en manos del hombre el cuidado y el desarrollo de su obra.

Dios ha destinado al hombre a su Reino eterno como a su fin último y hacia él lo conduce misteriosamente, pero eso incluye, también, la llamada del hombre al dominio y cuidado del mundo, a la ordenación de su propia vida en sociedad y a la dirección de la historia a lo largo de los siglos.

La separación o contraposición entre el interés y empeño en los asuntos o “realidades temporales” de este mundo y los dedicados a la propia salvación eterna contraría la unidad del proyecto de Dios creador y salvador.

“Aunque se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo si pierde su vida (ver Lc.9,25), sin embargo, la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar sino, al contrario, debe animar la preocupación por la transformación de esta tierra, en la que crece el cuerpo de la nueva humanidad, que ya presenta como un esbozo de lo que será el siglo futuro. Por eso, aunque el progreso terreno no se haya de identificar con el desarrollo del Reino te Cristo, con todo, por lo que puede contribuir a una mejor

Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la

luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la

humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el

trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la

vida social.No se trata de anunciar

una palabra sólo de consuelo, sino que

interpela, que llama a la conversión, que hace

accesible el encuentro con Él, por el cual florece

una humanidad nueva.Verbum Domini, 93

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ordenación de la sociedad humana, interesa mucho al bien del Reino de Dios” (Gaudium et Spes, 39).

La religión no puede ser un atajo para que el laico se exima de su responsabilidad en la sociedad. La confesión de Cristo, el pensamiento del cielo, el fin trascendente del hombre, de ningún modo deben hacer que los cristianos vivan aparte del mundo, descuidando las cosas de la tierra.

2. ALENTAR EL PASO DE HABITANTES A CIUDADANOS RESPONSABLES.

Para acrecentar la conciencia de ser ciudadanos responsables de la sociedad contemporánea, se debe promover la formación de los laicos en la Doctrina Social de la Iglesia.

Es necesario formar a los laicos, para que puedan cumplir su rol y su responsabilidad de contribuir a la renovación de la sociedad tucumana y argentina.

Tanto en la vida privada como en la pública, el cristiano debe inspirarse en la doctrina y el seguimiento de Jesucristo.

Hay criterios que deben configurar el compromiso temporal de los cristianos:

la dignidad de la persona humana el respeto absoluto a la vida humana desde su concepción hasta su muerte

natural la valoración del matrimonio como la unión estable entre un hombre y una

mujer la protección de la familia el reconocimiento efectivo de la libertad y la justicia como fundamento de la

convivencia y de la paz la mansedumbre la solidariedad el amor a la justicia y a la paz la preocupación real por los pobres y marginados el servicio a la comunidad la preferencia por los procedimientos pacíficos el ejercicio del amor solidario la renuncia a la violencia la preferencia por el diálogo y el entendimiento.

La formación

La Encíclica Centesimus Annus afirma: “Enseñar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia pertenece a la misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano”(n. 5).

En la dimensión social y política los protagonistas son los laicos. Por tanto se les debe ofrecer el servicio de la formación.

La formación de los laicos para que asuman su compromiso social debe ser una meta de la acción pastoral.

Es necesario formar “adultos en la fe” que, formados en la dimensión socio-política, puedan ser ciudadanos activos en la sociedad y no padezcan pasivamente los acontecimientos.

Educar para este compromiso social de los laicos es una tarea que debe realizar la comunidad eclesial. Para una evangelización integral debemos educar para el compromiso social a los laicos para que sean ciudadanos responsables y activos.

Es necesario formar laicos convencidos y coherentes: cristianos maduros dispuestos a testimoniar en todos los ambientes. La evangelización de los dirigentes de la sociedad debe orientarse hacia la formación de una fe personal, adulta, interiormente formada.

La formación para el compromiso social constituye una meta educativa muy importante dentro de la acción pastoral de nuestra Iglesia.

Es sobre todo a los fieles laicos, educados

en la escuela del Evangelio, a quienes corresponde la tarea

de intervenir directamente en la

acción social y política. Por eso, el Sínodo recomienda

promover una adecuada formación según los principios de la Doctrina social

de la Iglesia.Verbum Domini, 94.

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Hay que promover cursos de formación, en conformidad con la doctrina social y moral de la Iglesia, para los laicos llamados a la vida pública. Es necesario compartir con ellos sus dificultades, ayudarlos y ampliar sus conocimientos, atenderlos espiritualmente, respetando su libertad personal y la autonomía propia de las actividades sociales y políticas.

Su inserción en la comunidad cristiana tiene que ser una primera ayuda. Los laicos que dan su testimonio en el mundo tienen derecho a una plena acogida en la comunidad cristiana. Tienen derecho, ante todo, a una espiritualidad laical madura, que sostenga su compromiso temporal. Se debe ayudar a los laicos a vivir su desafío de testimoniar el Evangelio en medio del mundo. Una espiritualidad que haga posible la santificación de los laicos comprometidos en impregnar las realidades temporales con la luz del Evangelio. En el anuncio de la Palabra de Dios referida a los problemas del hombre, los cristianos necesitan descubrir el valor y el sentido religioso del compromiso de la vida pública, de acuerdo con la visión cristiana de la vida y las orientaciones morales del Evangelio anunciado por la Iglesia.

Mucho se ha hablado de la participación de los cristianos en la política. Sin embargo, sigue habiendo un déficit enorme de formación en la doctrina social de la Iglesia, así como de acompañamiento pastoral.

Son los laicos los que tienen que actuar a la manera de fermento en la masa para construir una ciudad temporal que esté de acuerdo con el proyecto de Dios. La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, económico y social exige la formación de la conciencia, que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Se hace necesario llevar a cabo una catequesis social y una adecuada formación en la Doctrina Social de la Iglesia porque “la vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural en Aparecida, 3; Verbum Domini, 100).

Otro aspecto de esta tarea educativa está en formar a los cristianos en su capacidad de discernimiento en la vida cotidiana. El Concilio Vaticano II nos ha enseñado en este sentido: “Para cumplir esa función, toca a la Iglesia, en todo momento, el deber de escrutar a fondo los signos de los tiempos y de interpretarlos a la luz del Evangelio; sólo así podrá responder, adaptándose a cada generación, los perennes interrogantes humanos sobre el sentido de la vida presente y de la futura y sobre la mutua relación entre una y otra” (Gaudium et Spes, 4).

Los católicos afirmamos que el último fundamento de los valores morales es el reconocimiento de Dios como fuente de vida, inspirador de nuestros comportamientos y juez supremo de la vida y de la historia. Por eso creemos que estamos en condiciones de aportar algo importante al recto ordenamiento y a la pacífica prosperidad de nuestra sociedad.

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CONCLUSIÓN

Queridos hermanos y hermanas:

El Papa Benedicto XVI dice en Verbum Domini que “todo lo que le sucedió a María puede sucedernos ahora a cualquiera de nosotros en la escucha de la Palabra y en la celebración de los sacramentos”(nº 28).

La Virgen Madre –agrega- es el perfecto ejemplo de una “una existencia totalmente modelada por la Palabra”. Ella, pues, nos puede conducir –individualmente y como arquidiócesis- a vivir la urgencia misionera del anuncio de la Buena Nueva y del compromiso por el Bien Común en la sociedad secularizada de hoy, que parece olvidar a Dios, pero que sin embargo lo busca y lo espera.

Éste es el camino comunitario que hemos elegido y comenzado hace ya más de diez años, y que ahora retomamos y continuamos con un vigor renovado, nuevo, esperanzador, más conscientes de que la fe nos ha sido dada, no para conservarla intimísticamente, sino para proyectarla a los cuatro vientos, incluso en las estructuras de la sociedad.

Que María de la Merced nos acompañe y haga fecundos nuestros esfuerzos.

A todos los saludo y los bendigo en el Señor.

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DOCUMENTOS CITADOS

ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Plan Arquidiocesano de Pastoral “Navega mar adentro y echen las redes” 2004-2009, San Miguel de Tucumán, 2004 (= Libro Azul).

ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo A, San Miguel de Tucumán (Publicaciones Plan Pastoral, nº ).

ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo B, San Miguel de Tucumán (Publicaciones Plan Pastoral, nº 61).

ARQUIDIÓCESIS DE TUCUMÁN, Círculos bíblicos. Ciclo C, San Miguel de Tucumán (Publicaciones Plan Pastoral, nº 56).

Benedicto XVI, Carta encíclica… sobre el amor cristiano, Deus Cáritas Est, Ciudad del Vaticano, 2005.

Benedicto XVI, Carta encíclica… sobre la esperanza cristiana, Spe Salvi, Ciudad del Vaticano, 2007.

Benedicto XVI, Exhortación apostólica post-sinodal… sobre la Palabra de Dios en la Vida y en la Misión de la Iglesia, Verbum Domini, Ciudad del Vaticano, 2010.

Catecismo de la Iglesia Católica, Ciudad del Vaticano, 1997.

Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2005.

CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la divina revelación, Dei Verbum, 1965.

CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, 1964.

CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes, 1965.

CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosanctum Concilium, 1963.

CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Decreto sobre el apostolado de los laicos, Apostólicam Actuositatem, 1965.

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Carta Pastoral de los obispos argentinos con ocasión de la Misión Continental, Buenos Aires, 20 de agosto de 2009.

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Líneas pastorales para la nueva evangelización, Buenos Aires, CEA, 1990.

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Navega mar adentro, Buenos Aires, CEA, 2003.

CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Puebla de los Ángeles, México, La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, “Documento de Puebla”, Buenos Aires, CEA, 1979.

CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Aparecida, Brasil, Documento Conclusivo, Documento de Aparecida, Buenos Aires, CEA, 2007.

JUAN PABLO II, Carta apostólica… al concluir el gran jubileo del año 2000, Novo Millennio Ineunte, Ciudad del Vaticano, Tipografía Vaticana, 2001.

JUAN PABLO II, Carta apostólica… como preparación del jubileo del año 2000, Tertio Millennio Adveniente, Ciudad del Vaticano, Tipografía Vaticana, 1994.

JUAN PABLO II, Carta encíclica… sobre la permanente validez del mandato misionero, Redemptoris Missio, Ciudad del Vaticano, 1990.

JUAN PABLO II, Carta encíclica… en el centenario de la Rerum Novarum, Centesimus Annus, Ciudad del Vaticano, 1991.

JUAN PABLO II, Exhortación apostólica… sobre la catequesis en nuestro tiempo, Catechesi Tradendae, Buenos Aires Paulinas, 1979.

Misal Romano, Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina, 2009.

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PABLO VI, Carta encíclica… sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos, Populorum Progressio, Ciudad del Vaticano, 1965.

PABLO VI, Exhortación apostólica… acerca de la evangelización del mundo contemporáneo, Evangelii Nuntiandi, Buenos Aires, Paulinas, 1976.

JUAN PABLO PP II, Exhortación apostólica post-sinodal… sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, Christifideles Laici, Buenos Aires, Claretiana, 1989.

VILLALBA, LUIS H.1, Carta pastoral de cuaresma. “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28), San Miguel de Tucumán, 2000.

VILLALBA, LUIS H.2, Carta pastoral de cuaresma. “Hagan esto en memoria mía”, (Lc. 22,19), San Miguel de Tucumán, 2001.

VILLALBA, LUIS H.3, Carta pastoral. “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35), San Miguel de Tucumán, 2002.

VILLALBA, LUIS H.4, Carta pastoral. “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19), San Miguel de Tucumán, 2003.

VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre el Bautismo de Niños, San Miguel de Tucumán, 2005.

VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral sobre la Iniciación Cristiana de los Niños, San Miguel de Tucumán, 2005.

VILLALBA, LUIS H., Instrucción Pastoral: La Catequesis de Adultos, San Miguel de Tucumán, 2008.

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ÍNDICE

Introducción.......................................................................................................................... 21. Esquema de la Carta.................................................................................................2

La primera parte.........................................................................................................2La segunda parte.......................................................................................................3

2. Destinatarios y uso de esta Carta..............................................................................33. Metodología de trabajo..............................................................................................3

Adaptación a los diferentes destinatarios...................................................................4PRIMERA PARTE.................................................................................................................5

CAPÍTULO PRIMERO La Nueva Etapa del Plan Arquidiocesano de Pastoral.......................71. La Espiritualidad de comunión es el alma del Plan Arquidiocesano de Pastoral.......72. El modelo ideal de Iglesia..........................................................................................73. Las características generales que identifican a la Iglesia Arquidiocesana................84. El Objetivo General..................................................................................................10

¿Qué es el Kerigma?...............................................................................................10El contenido del kerigma..........................................................................................12

5. Los Criterios pastorales comunes............................................................................126. El itinerario de los discípulos de Emaús..................................................................14

CAPÍTULO SEGUNDO Las tres primeras Cartas Pastorales...............................................161. La Carta del año 2000: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11,28)....................................................................................................................162. La Carta del año 2001:“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19)..........................203. La Carta del año 2002 “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35).......................................21

CAPÍTULO TERCERO La Carta Pastoral del año 2003: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt. 28,19)........................................................................23

1. El tema de la Carta “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”...232. Los tres pilares del misionero..................................................................................24

1. El primado de la fe...............................................................................................242. La fuerza del Espíritu Santo.................................................................................253. La alegría del anuncio evangélico........................................................................26

3. “Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes” (Jn. 20,21).........271. El Padre envió a Jesús.........................................................................................272. Jesús envía a sus discípulos...............................................................................283. El Espíritu Santo, Agente Principal y Alma de la Misión......................................29

SEGUNDA PARTE............................................................................................................31CAPÍTULO CUARTO Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana en todas las comunidades....................................................................................................33

1. Despertar y potenciar la vocación misionera de todos los bautizados.....................332. Desarrollar un estilo de parroquia acogedora..........................................................343. Acercar la parroquia a la vida de las personas........................................................354. La cartilla u hoja parroquial......................................................................................355. Los Círculos Bíblicos...............................................................................................366. Programas de radio.................................................................................................367. La parroquia presente en su territorio......................................................................368. Crear Capillas en los lugares adonde no llega la Parroquia....................................379. Elaborar e ir desarrollando, poco a poco, en la parroquia un proyecto misionero...3710. Realizar periódicamente gestos misioneros programáticos...................................37

a) Misiones populares.............................................................................................37b) Misiones parroquiales.........................................................................................38c) Los objetivos de la misión popular.......................................................................38d) El contenido de la misión.....................................................................................38e) El sujeto de la misión...........................................................................................38f) La organización.....................................................................................................39g) Tiempo de oración...............................................................................................39h) Misión en los “ambientes” de nuestra arquidiócesis............................................39

CAPÍTULO QUINTO Impulsar un Itinerario Catequístico Permanente con especial insistencia en la Iniciación Cristiana y en la formación de los agentes de pastoral.........40

1. Catequesis de niños................................................................................................402. Catequistas..............................................................................................................41

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3. Catequesis de Jóvenes y Adultos............................................................................424. ¿Cómo catequizar al hombre de hoy?.....................................................................42

a) El encuentro con Zaqueo.....................................................................................43b) El encuentro con la Samaritana...........................................................................43c) El encuentro con Pablo en Damasco...................................................................43d) La catequesis al servicio de la pedagogía divina.................................................43

5. La catequesis ocasional..........................................................................................44CAPÍTULO SEXTO Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable.....................................................................................................................46

1. Evangelizar es el fin de la Iglesia...........................................................................46La presencia de los laicos en la vida pública...........................................................47

2. Alentar el paso de habitantes a ciudadanos responsables....................................48Conclusión.......................................................................................................................50Documentos Citados.......................................................................................................51Índice...............................................................................................................................53

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