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VOCES Y VIVENCIAS DE AQUÉLLOS QUEGOZAN Y SUFREN LA OBESIDAD

Un estudio fenomenológico

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VOCES Y VIVENCIAS DE AQUÉLLOS QUE GOZAN Y

SUFREN LA OBESIDADUn estudio fenomenológico

MARTHA LETICIA CABELLO GARZA

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

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Jesús Áncer RodríguezRector

Rogelio Garza RiveraSecretario General

Rogelio Villarreal ElizondoSecretario de Extensión y Cultura

Celso José Garza AcuñaDirector de Publicaciones

Graciela Jaime RodríguezFacultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano

Biblioteca Universitaria Raúl Rangel FríasAlfonso Reyes 4000 norte, Planta principalMonterrey, Nuevo León, México, C.P. 64440Teléfono: (5281) 8329 4111 / Fax: (5281) 8329 4095e-mail: [email protected]ágina web: www.uanl.mx/publicaciones

Primera edición, 2010© Universidad Autónoma de Nuevo León© Martha Leticia Cabello Garza

ISBN: 978-607-433-489-0

Impreso en Monterrey, MéxicoPrinted in Monterrey, Mexico

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INTRODUCCIÓN

A unque me parecía una locura, se lo comenté a un compañero de la facultad, quién posteriormente sería el asesor de mi investigación: ¿usted cree que yo pudiera hacer una investigación relacio-

nada al sobrepeso o a la obesidad?... Siendo trabajadora social era un tema poco común en nuestra profesión, pero hacerlo desde un enfoque cualitativo sonaba bien. Si pudiera describir lo que sentí en ese momento diría que fue como la concepción de un bebé. Ahí empezó mi aventura docto-ral. Me encontraba en un momento decisivo de mi carrera profesional, la situación política en mi escuela, la insistencia de algunos de mis maestros y compañeros, la estabilidad familiar que prevalecía en esos momentos, pero sobre todo el apoyo de mi esposo consolidó la decisión más importante de mi vida profesional. A pesar de las muchas complicaciones, contrariedades, trámites administrativos y mi poco dominio del idioma inglés, ya que tendría que viajar a los Estados Unidos para realizar el segundo año de mi doctorado, me sostenía siem-pre firme el hecho de pensar que mi investigación podría revelar algo nuevo relacionado al tema que por siempre me había apasionado: la obesidad. Pero aún más me motivaba la idea de poder ayudar a las personas con problemas de obesidad y sobrepeso a entender esta problemática que sufrí siendo adolescente y con la que he tenido que lidiar desde que nació mi segundo hijo hace poco más de 20 años, siendo

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miembro vitalicio de un grupo de autoayuda y donde pos-teriormente fui conferencista. Debo aclararles que todo ese discurso de la investigación cualitativa era nuevo para mí y empecé por interesarme en esa línea de investigación. Cómo olvidar aquel momento en que el profesor que impartía la materia de Metodología Cualitativa nos repartió la clase para exponer un tema. Jus-tamente me había tocado la entrevista cualitativa. No podía haber un tema mejor para mí e inmediatamente pensé: ¡Tengo que entrevistar a una persona con mucho sobrepeso! Por supuesto que me sobraba gente a quién podría entrevis-tar, ya que en ese entonces todavía era conferencista de un grupo de autoayuda. Sin embargo, decidí entrevistar a una amiga de un familiar que pesaba casi 100 kilos y a quién apenas conocía. Fue increíble esa entrevista; no podía creer que con tan sólo una pregunta alguien pudiera hablar casi por 20 minutos sin que yo tuviera que preguntar nada más. Esa pregunta detonadora simplemente era: ¿qué significa para ti la obesidad? Ella empezó a contar su historia, llena de memorias tristes, de frustraciones, de vergüenzas. Al trans-currir mi entrevista se me dificultaba apartar mis propias creencias, perspectivas y predisposiciones. No podía creer como detrás de aquel cuerpo tan grande podía existir toda una historia de vida que marcaba las huellas del sobrepeso. Ahora que la recuerdo no puedo evitar pensar y confirmar los hallazgos que encontré en mi investigación. Para el investigador cualitativo todas las perspectivas son valiosas, y es que no se busca la verdad o la moralidad sino una comprensión detallada de las perspectivas de otras personas. Si estudiamos a las personas cualitativamente llegamos a conocerlas en lo personal y a experimentar lo que ellas sienten en sus luchas cotidianas en la sociedad. Aprendemos de su vida interior, de sus luchas morales, de sus éxitos y sus fracasos, pero sobre todo asimilamos de

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manera crítica y sumamente objetiva la forma como ellos aseguran su destino en un mundo lleno de discrepancia con sus ideales. La investigación cualitativa enfoca la naturaleza social-mente construida del valor de la realidad. En este sentido fue trascendental saber cómo la experiencia social de las personas obesas se crea y adquiere significado. La investiga-ción cualitativa ayuda a encontrar relaciones entre las causas y los efectos, a operacionalizar las relaciones, a encontrar nuevos contextos y perspectivas diferentes a las metodologías deductivas tradicionales y permite hacer uso de estrategias inductivas en lugar de partir de las teorías y probarlas. Capturar el punto de vista individual en la investigación cualitativa, nos acerca a la perspectiva del actor (persona obesa) a través de una entrevista detallada, en su propio contexto social. Las ricas descripciones del mundo social de los participantes fueron sumamente valiosas y permitieron el proceso de desarrollar generalizaciones. El presente estudio cualitativo utilizó un enfoque feno-menológico. Este abordaje posibilitó la obtención de una imagen realista y fiel de las personas entrevistadas, iden-tificando pautas de pensamiento y abordando un número limitado de casos bajo una perspectiva integral permitiendo el acceso a sus esferas privadas (Denzin y Lincoln, 2003; Husserl, 1998). “La investigación cualitativa celebra la espe-cificidad altamente individual y contextual de las soluciones que las poblaciones en riesgo encuentran para adaptarse a los medios ambientes de alto riesgo” (Ungar, 2003: 93). El estudio tuvo la particularidad de obtener los datos di-rectamente de los puntos de vista de las experiencias vividas por los sujetos que padecen obesidad, así como comprender los significados e interpretaciones de su experiencia en ganar peso y es ahí que se pretende descubrir cuáles son los fenó-menos ocultos y en particular los significados no manifiestos,

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para así tratar de examinarlos y relatarlos (Martínez, 2006; Rodríguez, Gil y García, 1999). “La fenomenología conside-ra que los seres humanos están vinculados con su mundo y pone énfasis en su experiencia vivida, la cual aparece en el contexto de las relaciones con objetos, personas, sucesos, y situaciones” (Álvarez-Gayou, 2003: 86). La fenomenología comprende al ser humano en su mundo, a partir de sus opi-niones, ideas y sentimientos; trata de descubrir cómo es que el otro ve, siente, piensa sobre los acontecimientos vividos. Esta perspectiva es para Husserl (1998) vida trascendental o esencial. Es un modo de vivir la misma vida, sin salirse de ella hacia una causa trascendente, pero de modo radicalmente distinto, evidenciando la esencia de las cosas. El propósito principal de este proyecto fue hacer una contribución para la mejor comprensión del surgimiento de la obesidad y cómo es que ésta condición se mantiene a través del tiempo. Esta investigación buscó así mismo en-contrar similitudes y diferencias en patrones interculturales de alimentación. ¿Por qué interculturales? Bueno, el realizar mis estudios doctorales en un país extranjero me permitiríó además conocer si existían algunas diferencias entre los mexicanos y los mexicoamericanos con obesidad, por lo que el estudio se consideró también transnacional. Un estudio es trasnacional cuando los individuos se proponen exami-nar aspectos particulares o fenómenos en dos o más países con la intención expresa de comparar sus manifestaciones en diferentes escenarios socio-culturales (Hantaries, 2003). Esta investigación contrastó hábitos, estilos de vida, así como los patrones alimenticios intrapersonales y familiares en relación con la obesidad en dos países: México y Esta-dos Unidos. Las razones por las que se eligió entrevistar a mexicoamericanos entre todas las minorías raciales y étnicas en los Estados Unidos no fue sólo porque tienen la más alta frecuencia de individuos con sobrepeso en este país, sino

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también porque comparten antecedentes culturales simi-lares con los individuos de México. Otra justificación para seleccionar una muestra de mexicanos y mexicoamericanos fue la importancia de explorar la preferencia de alimentos, prácticas alimenticias y técnicas de preparación de comida que puedan contribuir al incremento de peso en dos dife-rentes poblaciones con tradiciones culturales similares. Muy importante fue obtener una visión más cercana del medio ambiente individual, familiar y social, así como com-prender cómo los estilos de vida en las experiencias vividas de las personas obesas, tales como los hábitos alimenticios, dietas, disponibilidad de comida en casa o los patrones de actividad física, así como los eventos estresantes, tuvieron lugar en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad. Con el propósito de llegar a describir la experiencia de ser obeso, la tarea principal de mi investigación fue hacer visible el estilo de vida que caracteriza a una persona con sobrepeso, entender el contexto particular en el cual estos eventos ocurren y anticipar qué pensamientos, ideas o senti-mientos se manifiestan en los participantes en relación con el estatus de su peso, así como explorar los enfoques existentes hacia la pérdida de peso y las circunstancias relacionadas con las recaídas. Se realizaron esfuerzos significativos para reclutar 26 personas obesas mexicanas y mexicoamericanas, quienes fueron incluidas en el proyecto. En relación al método para localizar a los participantes, es necesario aclarar que esta investigación utilizó un mues-treo intencional. Esto aseguró que los prototipos específicos de los participantes expresaran los atributos seleccionados. Otra estrategia de muestreo no probabilístico utilizada fue el muestreo “bola de nieve”, el cual algunas veces es la mejor manera de localizar sujetos con ciertas características que son difíciles de encontrar (Maxwell, 1996; Patten, 2002, Rubin y Rubin, 2001).

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Indagar sobre la elegibilidad de los participantes fue diferente en cada país. En México el ser conferencista de un grupo de autoayuda facilitó la selección de algunos participantes con las características requeridas. En Estados Unidos se empleó la cooperación del Centro para Estudios México-Americanos (Center for Mexican American Studies) y de algunas iglesias católicas. En ambos países la técnica de bola de nieve, así como la colaboración del público en general, fueron utilizadas para identificar a los participan-tes. Los criterios para la selección de los participantes fueron como sigue. Se propuso que un número comparable de participantes sería seleccionado en cada uno de los cuatro grupos: mujeres mexicanas, hombres mexicanos, mujeres mexicoamericanas, hombres mexicoamericanos, o hasta que se llegara al punto de saturación. En el caso de los mexi-canos, deberían vivir en México y los mexicoamericanos deberían haber nacido en los Estados Unidos o vivido ahí desde la infancia. Todos los participantes tenían un Índice de Masa Corporal (IMC) igual o mayor a 35, por lo menos durante el último año por lo que podemos entender que los participantes del estudio tenían obesidad media o mórbida. Las edades de los entrevistados fluctuaban entre 24 y 55 años. No se establecieron requerimientos en relación con el estatus económico, nivel educativo o estado civil. Todos los participantes con sobrepeso metabólico, problema hormo-nal, enfermedad de la tiroides o deficiencia glandular fueron excluidos, así como los individuos que estuvieran bajo algún tipo de medicamento como cortisona o anticonceptivos que algunas veces tienen efecto sobre el incremento de peso. En México las entrevistas se realizaron en Monterrey y San Nicolás de los Garza (Nuevo León), así como en Piedras Negras (Coahuila). En Estados Unidos se realizaron en Arlington, Da-llas, Eagle Pass, Laredo, McAllen, Mesquite, Mission y Weslaco

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(Texas). Una de las entrevistas se realizó en Monterrey aún cuando el entrevistado vive en Milwaukee (Wisconsin). La muestra intencional para el estudio fue de siete mujeres mexicanas, seis hombres mexicanos, siete mujeres mexicoamericanas y seis hombres mexicoamericanos. Esta muestra se definió como intencional porque los informantes fueron elegidos de manera deliberada. Todos los infor-mantes tenían un rango de IMC de 38 a 60, por lo menos durante el último año. En relación al estado civil, nueve de los entrevistados estaban casados, ocho eran solteros, tres eran personas viudas, una mujer divorciada, tres estaban casados pero no vivían con su pareja, una madre soltera y una mujer no casada pero viviendo con una pareja. Algunos datos demográficos son los siguientes: en refe-rencia con la educación, hay siete entrevistados con título universitario, tres entrevistados con carrera incompleta, seis entrevistados estudiaron en escuelas técnicas, uno es estu-diante de primer año en la universidad, siete terminaron la preparatoria y dos nunca terminaron la escuela primaria. En referencia con las ocupaciones, se puede encontrar un negociante, un abogado, un guardia, un chofer de camión, vendedores, comerciantes, maestros, enfermeros, estudian-tes, ajustadores, amas de casa, gerentes y un albañil. La recolección y análisis de los datos no fueron proce-sos independientes en esta investigación. Aún cuando la recolección de datos se basó en el proceso de información, también se realizó una observación informal del entrevistado durante la entrevista, y las anécdotas al respecto aparecen en este libro. Esta parte de la investigación fue altamente emotiva, gratificante; intenté lo más que pude sumergirme bajo la superficie del tema en discusión, explorando lo que las personas decían en gran detalle. El ser interactiva y sen-sible con el lenguaje y con los conceptos utilizados por el

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entrevistado y mantener siempre una agenda flexible, me dio la oportunidad de recolectar información sumamente valiosa que de ninguna otra forma podría haberse obtenido. El estilo de preguntas abiertas de las entrevistas me ayudó a incrementar el nivel de comunicación con el entrevistado; y el escuchar con cuidado y hacer una reflexión sobre los comentarios críticos y las percepciones sobre aspectos de obesidad, facilitó la exploración a profundidad de las ideas, sentimientos y actitudes relevantes del tema. Antes de empezar la entrevista se les pidió a los parti-cipantes que firmaran un formato de consentimiento. Esta forma especificaba que la confidencialidad sería respetada durante el proceso de información y reporte, asegurando la forma de que la identidad de cada entrevistado se manten-dría estrictamente confidencial en el proyecto de investiga-ción. Además, la forma de consentimiento aseguraba que las cintas de las entrevistas y transcripciones estarían sólo disponibles para el investigador y el comité doctoral. Aun cuando en esta forma de consentimiento todos los entrevis-tados tenían la opción de no responder a preguntas difíciles, personales o privadas, ninguno se rehusó a contestar. La guía para la entrevista semi-estructurada fue sencilla de seguir y proporcionó una manera muy útil de obtener consistencia entre las entrevistas, aunque ocasionalmente tuve que clarificar o pedir más información, para no hacer preguntas específicas sobre algunos asuntos no contempla-dos, siempre teniendo en mente que aquellos temas pudie-ran dar pie a otras investigaciones. Los entrevistados podían responder de cualquier forma que eligieran. Como Miles (1979) afirma, en la recolección de datos el investigador sirve como un tipo de “instrumen-to” que no puede satisfacer los objetivos de la investigación cualitativa, sin utilizar en cierta medida su experiencia. Es importante especificar que todas las entrevistas la realicé en

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español. Sin embargo, en varias ocasiones tuve que solicitar explicación o traducción al español debido a algunos pro-blemas de léxico, sintaxis, fonema y modismos utilizados por los entrevistados. Comprendiendo que es vital el establecer una relación positiva (rapport) con el entrevistado, que las interacciones personales son utilizadas para la recolección de datos, y conociendo que la primera impresión sobre los partici-pantes puede tener una gran influencia en determinar el éxito o fracaso del estudio, me presenté con cada uno de ellos como un estudiante de doctorado de reconocidas universidades(UANL yUTA)1, haciéndoles saber de mi ex-periencia como conferencista y que compartía muchos de sus pensamientos y percepciones del sobrepeso ya que fui un miembro vitalicio de un grupo de autoayuda. Algunas áreas consideradas en la guía de la entrevista fueron difíciles de responder para algunos de los entrevis-tados. Por ejemplo, la primera pregunta fue: ¿Cuál es la percepción que tienes de ti mismo? o ¿Podrías hablarme de cómo es (nombre de la persona)?, y ellos preguntaban, “¿Cómo?”. Esto indicaba que no comprendían la pregunta y decían, “¿Podrías explicarme más? o ¿Estás diciendo que te hable de mi sobrepeso?”. Otras áreas que involucraban sentimientos y actitudes confusas se relacionaban con aspectos de la niñez. “¿Podría usted hablarme de como era el ambiente que rodeaba a la comida en su niñez?, es importante mencionar que el abanico de sentimientos que se desenvolvían al responder esta pregunta sería difícil de describir. Por ejemplo, algunos recordaban los rituales a la hora de comer, la unión familiar, las ricas comidas que preparaban sus madres, sus costumbres y tradiciones antes de llegar a los Estados Unidos. La mayoría de los entrevis-

1 Universidad Autónoma de Nuevo León y Universidad (México) de Texas en Arlington (USA).

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tados recordaban con una sonrisa, el gran bulto de tortillas de harina sobre la mesa. Otros entrevistados mostraban tristeza. Algunas veces lloraron cuando recordaban que en esa época no tenían nada para comer, o cuando se les forzó a pedir limosna para obtener un pedazo de pan. Entre los tópicos que emergieron y que fueron añadi-dos a la guía para la entrevista, se descubrió una relación importante entre las prácticas alimenticias relacionadas con el aumento de peso y el rol asumido por la madre del entrevistado(a). También emergieron aspectos especiales tales como el apoyo clínico positivo y negativo, cuando una persona obesa pedía asistencia médica, así como la influencia de los medios, específicamente en relación a los comerciales por televisión, en el mantenimiento de la obesidad. La in-clusión e incorporación de estos puntos fueron integrados en las entrevistas siguientes. La entrevista finalizó después de que el entrevistado respondía todas las preguntas demo-gráficas y cuando ya no tenían más que agregar. En todos los casos, los entrevistados también reconocieron la impor-tancia de la investigación sobre la obesidad y en especial la importancia potencial de sus contribuciones en la vida de otras personas. Después de realizar la trascripción textual y agregar las observaciones realizadas, el material recopilado fue fielmen-te trascrito y arrojó una enorme cantidad de textos. Cada segmento fue identificado por el pseudónimo asignado a cada participante, por lo que los nombres que aparecen en este libro fueron cambiados, sin embargo, en cada discurso trato de que el lector identifique el sexo o algunas caracte-rísticas importantes del participante en el estudio. El análisis de los datos se realizó con el paquete AskSam, el cual es un potente procesador y ordenador de datos que ayudó a unir códigos a los segmentos de texto, buscar seg-mentos de texto de acuerdo a palabras claves o de acuerdo a

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los códigos asignados, encontrar segmentos de texto en los que se unen más de un código, así como búsquedas selectivas a través de un conjunto de archivos o documentos. De ahí se partió a un proceso de análisis más meticuloso. Los datos se organizaron en unidades, categorías, temas y subtemas a través de un esquema organizado, utilizando las cuatro etapas clave para el análisis de datos cualitativos descritos por Ritchie, Spencer y O´connor (2003): 1.- Iden-tificar el marco temático o conceptos iniciales. Esta revisión se centró en frases, incidentes o tipos de comportamientos particulares. 2.- Etiquetar los datos. Los índices proporcio-nan un mecanismo para etiquetar los datos en segmentos manejables para su consecuente recolección y exploración. Se aplicó este proceso, realizando juicios, inferencias y decisiones, así como identificando los significados e impor-tancia de los datos. Para cada pasaje de texto se asignaron códigos. Algunos pasajes contenían varios temas diferentes. Estos fueron registrados en el margen de cada trascripción. 3.- Diagramar. Este proceso involucró una cantidad con-siderable de abstracción y síntesis. Los diagramas fueron creados con títulos y subtítulos tomados del marco temático, conforme a las consideraciones sobre cómo mejor presentar y escribir el estudio. 4.- Resumiendo o presentando una síntesis de los datos. El investigador cuidó que los datos se presentaran de manera textual, sin perder el contexto y la esencia del significado que los participantes le asignaron a cada tópico, con el fin de resguardar el enfoque fenomeno-lógico de la experiencia. En cada entrevista dediqué un tiempo significativo a la comprensión de los factores personales y familiares que han contribuido al surgimiento y mantenimiento de la obesidad. De ahí empecé a distinguir entre aquellos que se caracteriza-ban por tener una imagen positiva de sí mismos, o al menos eso expresaban textualmente, coincidentemente eran los

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mismos que narraban su gusto y satisfacción por la comida; y los otros que se diferenciaban de los primeros por tener una imagen negativa hacia sí mismos, tenían sentimientos negativos hacia su cuerpo. Así mismo se denotaba en todos ellos una manera de utilizar la comida como un refugio y una forma de enfrentar las carencias y problemas que los afectaban. La primera parte del libro estará enfocada a una catego-ría central que surgió como parte de las auto-percepciones, ideas, pensamientos y sentimientos que las personas entre-vistadas afirmaron tener sobre sí mismas. La imagen del cuerpo es un tema medular que se asocia más directamente con el surgimiento de la obesidad. Teniendo como base las declaraciones de los protagonistas de esta investigación, fue posible establecer que la imagen del cuerpo involucra actitudes, percepciones, imaginaciones, emociones y sensa-ciones físicas sobre y del cuerpo. En referencia a este tema, pudimos descubrir que los cambios en el estado de ánimo y un medio ambiente sensible influyen en el auto-estima. Muy interesante resultará el conocer a través de las propias palabras de las personas obesas como es que el 76% de los participantes, declararon que vivían felices en cuerpos grandes y que tienen una percepción positiva de sí mismos, mientras que sólo 24% de los participantes afirmaron tener una percepción negativa de sí mismos; más mexicanos (75%) que mexicano-norteamericanos (25%) mostraron estar no satisfechos con su cuerpo. Predominantemente, la gente que afirmó estar no satisfecha en cuerpos grandes disminuyó en el rango de 45 a 57 años. En este apartado podremos conocer los dos caminos que conducen al surgimiento de la obesidad, ilustrado este asunto con narraciones textuales de los entre-vistados: los eventos estresantes en la vida y cambios en el estilo de vida durante la niñez, la adolescencia o en la edad adulta, como detonadores del sobrepeso y la obesidad; así, a

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través de la propias palabras de los participantes tendremos una imagen fiel de cómo se estructura la obesidad. “Gozando la obesidad” será la segunda parte de este libro. En ésta se ilustrará como las personas con grandes cuerpos se quieren y aceptan tal como son, como gozan su vida al igual que gozan la comida; además podremos ilustrar la grandeza y el placer que representa la comida, la cultura del “super size me (engórdame)”; conoceremos a través de los testimonios de estos mismos personajes sobre la “Big Food”, una cultura de comportamientos y hábitos alimenticios erró-neos y perjudiciales en el que prevalece la mercadotecnia y la publicidad de un sin fin de productos. En los discursos de los participantes se logrará entender que no se necesita ser delgado para ser feliz y se podrá confirmar que la persona con un sobrepeso excesivo no siempre es infeliz, ellos ríen, disfrutan y se abren a la posibilidad de amar y ser. La tercera parte de este libro estará dedicada a aquellos que sufren al tener obesidad, y ustedes se preguntaran cómo es que la obesidad se sufre, pues si, aquellos cuyas vidas han sido marcadas por el sobrepeso, relatan su pro-ceso de sobrevivir en un mundo donde la imagen corporal toma gran importancia. El refugiarse en la comida y una falta de control incalculable cuando tienen una decepción amorosa, la muerte de algún familiar o alguna frustración, es palpable en sus discursos; desde el punto de vista feno-menológico, se describirán las vivencias de los casos donde fueron objeto de arrebatos, violaciones, injurias; y es que al parecer para muchos obesos, adelgazar es perder una parte de ellos mismos, perder lo que los distingue ante los demás. Aunque constantemente están tratando de perder peso, los atormenta el consumir, empeñados siempre en restringirlo con mil y una dietas sin lograrlo y cada vez se muestran más insatisfechos con su cuerpo. En esta sección incluiremos algunas narraciones sobre la insatisfacción del cuerpo.

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En la cuarta y última parte trataré en una forma simple, y basándome en mi experiencia como socia activa de un grupo de autoayuda, en los discursos de mis entrevistados y en las lecturas constantes de artículos científicos dedicados a con-trolar la obesidad, una serie de recomendaciones, consejos y sugerencias que en lo personal me han dado resultado para mantenerme en un peso saludable; quiero recalcar lo del peso saludable, porque muchas veces no es sinónimo de ser delgado, pero sí que te sientas bien de acuerdo a tu edad, estatura y complexión. Este trabajo buscó explorar a profundidad de qué manera la obesidad y las condiciones que la generan, se reflejan en las expresiones cotidianas de estas personas y cómo dichas condiciones constituyen un componente decisivo en la mane-ra en que los individuos le dan un sentido a su obesidad. Los resultados de esta investigación nos permitieron adentrarnos en “su mundo” y comprender mejor cómo se articulan conceptos, sentimientos e ideas, que nos permi-ten identificar que el problema de la obesidad es imposible tratarlo como tradicionalmente se ha establecido en las políticas de salud, desde la perspectiva de los profesionales, sino que deben generarse cambios estructurales que partan de la perspectiva de los propios sujetos quienes padecen o gozan esta situación de sobrepeso excesivo, solo así podre-mos intervenir eficazmente en los tratamientos contra esta enfermedad.

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PRIMERA PARTE:SURGIMIENTO DE LA OBESIDAD

Con el propósito de llegar a describir la experiencia de ser una persona obesa, así como a los factores subyacentes e impulsadores del sobrepeso, nos enfocamos a identificar que patrones de com-

portamiento captaron las estructuras de la obesidad como un fenómeno social. Cuando las piezas del rompecabezas se unieron, una de las primeras tareas fue enfocarnos hacia cómo es que surge la obesidad. La imagen del cuerpo fue un tema predominante en el estudio, donde se hicieron declaraciones sobre opiniones, pensamientos, sentimientos e ideas relacionadas con la apariencia física, así como las características positivas y negativas que declararon tener sobre sí mismos. En base a las declaraciones de las 26 personas entrevis-tadas, fue posible establecer dos patrones importantes en el surgimiento de la obesidad (ver figura 1). El primero se dirige hacia eventos estresantes en las experiencias vividas de los entrevistados como impulsores del comer en exceso, aunado al rol del medio ambiente familiar, que fungió como determinante de comportamientos, hábitos o preferencias alimenticias. El segundo patrón encontrado se relacionó con los cambios en el estilo de vida durante alguna etapa del desarrollo humano, como detonante del aumento excesivo de peso. Los sentimientos, pensamientos e ideas de cada participantes mostraron que este tópico fue determinante en la aparición de la obesidad. Además sus vivencias confirman

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la importancia de la imagen corporal con la génesis de esta problemática social.

Figura 1.

IMAGEN CORPORAL. NARRACIONES DE LOS PARTICIPANTES DEL ESTUDIO

Probablemente todos en algún momento hemos experimen-tado la sensación de vernos y sentirnos bien con nuestro cuerpo y de vernos “muy mal” en otros. Esta experiencia que envuelve un sinnúmero de sensaciones, actitudes, pen-samientos y valoraciones que hacemos de nosotros mismos, conforma lo que se denomina imagen corporal. En el con-texto de la obesidad es importante distinguir dos conceptos cuando nos referimos a la imagen corporal: La insatisfacción corporal, que es el grado en que los individuos valoran o desprecian su cuerpo y la distorsión de la imagen corporal, que vendría a ser la imprecisión en la determinación del tamaño corporal.

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En base a los discursos de las personas entrevistadas, fue posible establecer que la imagen del cuerpo involu-cra actitudes, percepciones, imaginaciones, emociones y sensaciones físicas sobre y del cuerpo. En referencia a este tema, se encontró que los cambios en estado de ánimo y un medio ambiente sensible, influyen tanto en el desarrollo de la autoestima, como en la percepción de la atracción física. En este sentido, Cash y otros (2004) aseveran que las carac-terísticas físicas y la imagen del cuerpo afectan el desarrollo de la personalidad, la autoestima, la atracción interpersonal, las oportunidades profesionales, la adaptación sexual y el predominio de comportamientos de alimentación desorde-nados. Los participantes en sus declaraciones ilustran este tema, confirmando la importancia de la imagen corporal en problemas relacionados con la obesidad. Uno de los hallazgos fundamentales de esta investigación, fue que en la mayoría de los discursos afirman verse bien frente al espejo y decirse a sí mismos que se ven y se sienten bien con sus cuerpos. Esto nos hace pensar que tienen una imagen positiva de sí mismos, en el sentido de que no tienen insatisfacción corporal y que valoran su cuerpo; aunque esto implique una distorsión de su imagen corporal, por la im-precisión que podrían mostrar en su tamaño corporal real. Los resultados mostraron que 20 de los participantes (76%) declararon que vivían felices en cuerpos grandes y que tienen una percepción positiva de sí mismos, mientras que sólo seis de ellos (24%) afirmaron tener una percepción negativa; más mexicanos (75%) que mexicano-norteamericanos (25%) mostraron estar no satisfechos con su cuerpo. Predominantemente, la gente que vivía no satisfecha en cuerpos grandes, disminuyó en el rango de 45 a 57 años. Esto se presupone que es debido a que, como ellos mismos mencionan, entran a una zona confortable donde la atrac-ción física por el sexo opuesto no es una prioridad; como

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ellos dicen, ya tienen “su vida hecha” y encuentran en la comida el placer que ya no encuentran en su pareja, o en sus hijos porque ya no están. Los componentes de la percepción y la actitud son dos dominios principales de la imagen del cuerpo (Thompson, 1996). El componente de la percepción se refiere a la preci-sión con la que los individuos perciben su cuerpo, mientras que el componente de la actitud se refiere a los pensamien-tos, sentimientos y reacciones del comportamiento sobre el propio cuerpo. Estos dos elementos fueron, sin duda, los que predominan en los discursos de los participantes. “Me siento bien; me veo bonita pero me gustaría bajar de peso” Existen variaciones de género en el desarrollo de las pre-siones sociales que pueden contribuir a una baja autoimagen del cuerpo y además a desarrollar desórdenes alimenticios (Caldwell y Kimball, 2001; Stice y otros 2003; Thompson y Heinberg, 1999). Tales factores incluyen el rol central de la belleza y las expectativas culturales relacionadas con la apariencia y percepción de la imagen del cuerpo, lo cual hace pensar en que las mujeres tienden a tener una imagen negativa de su cuerpo; sin embrago, este estudio demostró que esto no siempre es así, sobre todo con las mujeres con obesidad media o extrema. En relación al genero, de las mujeres entrevistadas, nueve de 14 declaran verse bonitas a pesar de su peso y tener una auto-percepción positiva. En general, se definieron como perfeccionistas, responsables e inteligentes. Afirmaron ser felices, gregarias, extrovertidas y divertidas, aunque les gustaría bajar de peso. Este es el caso de Ivy, una mujer mexicana con un IMC2 de 49, que afirmó:

2 Indice de Masa Corporal que se obtiene de dividir el peso (kilogramos ) sobre la altura (metros) elevada al cuadrado. Los valores de la obesidad es de 30 a 34.5, la obesidad de clase 2 o media es de 35 a 39.9 y la obesidad extrema alcanza valores por encima de los 40.

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Yo soy muy tranquila..., me gusta pintar; no me gusta ca-minar ni nada de eso. Me gusta mucho oír música, comer pasteles. En relación a mi imagen corporal, pos me siento muy gordita pero muy bonita; no por lo gordita dejo de ser bonita, yo sé que estoy demasiado gorda, pero me veo bonita, y sí, me siento bien conmigo misma aunque sí me gustaría bajar de peso.

Al parecer ellas asocian el no poseer una enfermedad y estar activas físicamente, con sentirse bien con su peso, y eso es expresado por Caly:

Mi sobrepeso no me molesta. Me siento bien; siento que si no me siento mal físicamente, estoy bien; aunque sí pienso, a veces, que estoy en sobrepeso, pero que yo diga que me veo fea, ¡no! ¡Sí, yo me veo bien!

Una característica personal que predominó en los discursos fue el ser extrovertidos; parece que el ser abierto y comuni-cativo es una tendencia de aquellos con sobrepeso excesivo. Wally, una mujer mexicoamericana, al preguntársele sobre cómo se describiría a sí misma, alude a pensamientos, acti-vidades sociales e incluso ideas y sentimientos que lo con-firman, como se aprecia en el siguiente párrafo:

Dolly es amistosa. Me gustan mucho las amistades, soy de-dicada, me gusta que la gente tenga opiniones diferentes a las mías, me gusta la controversia, porque uno aprende de la diferencia de la gente. Me gusta ver que es lo que piensa uno y otro, me gusta platicar con blancos, negros, puertorriqueños, indonesios. Me gusta ser de respeto y juntarme en ambientes de muchas culturas. Soy muy demandante con mis cosas. Yo no me siento mal porque estoy gorda, mi ropa la escojo cuidadosamente cuando salgo de mi casa; de hecho la gente siempre me dice; ¡te ves muy bien!, ¡eres muy bonita!

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En el estudio encontramos que aquellos que durante algún tiempo estuvieron o están actualmente casados, existe un conformismo hacia su imagen corporal. Quizás no pudié-ramos afirmar categóricamente que tienen una percepción positiva de ellos mismos, sin embargo experimentan apro-bación hacia su cuerpo, sobre todo al no verse limitados de alguna actividad física. Cabe reafirmar que en los discursos, aparece continuamente el deseo de estar delgado. Marcos ejemplifica esta afirmación:

Soy un tipo feliz, muy positivo. Mi gordura no es de “nacen-cia” (desde que nació), no es hereditaria; la he adquirido a través del tiempo. No te puedo decir que soy demasiado feliz gordo, pero no me causa ningún problema, hasta ahorita no hay ningún impedimento que trastorne mi vida emocional pero me encantaría ser flaco. Porque puedo hacer muchos deportes que me gusta hacer y que ahora me limito.

Para otros, aunque su condición de obesidad pareciera estar en un segundo plano, y su sobrepeso pareciera no ser tan importante como para dejar de hacer lo que todo mundo hace (casarse, tener novia, jugar…). Mizael nos habla de su situación con añoranza, de un “pasado feliz”, ya que su peso actual no le permite realizar las actividades que él mismo rea-lizaba cuando tenía 25 años. En el siguiente pasaje podemos reafirmar las aseveraciones en relación a ser alegres, diverti-dos y carismáticos. Mizael, quien al momento de la entrevista tenía 38 años y pesaba 240 kilos (529 libras), nos narra:

Soy muy comprensivo, me gusta escuchar, tratar de actuar con razón. Nunca tomo ventajas. Soy alegre, me gusta el baile, y siempre he dado lo mejor que he podido con mi familia con mis hermanos; no me gusta estar en casa, tengo muchos amigos, pero en relación a mi peso, fíjese que no me importaba, porque decían o dicen que soy una persona

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muy carismática, tengo amigos y si veo a una muchacha yo la trato con respeto y la trato de hacerla mi amiga. Así fui yo, nunca tuve que bajar de peso, y luego me case a los 25 años; como le digo usaba talla 42, estaba gordito, pero yo todavía jugaba fútbol, béisbol…

Una pregunta medular en este estudio fue, ¿cómo te descri-birías a ti mismo(a)? En sus respuestas se encontraron una serie de características positivas y negativas muy relacionadas con la imagen del cuerpo y de la percepción que de sí mismos tienen todos ellos. Entre las características positivas, ellos afirmaron ser personas felices y buenas; trabajadoras, nobles, sinceras, líderes y siempre deseosas de ser ganadores o ser el número uno. Con relación a las características negativas, se describieron como resentidas, flojas, desidiosas y algunas veces como un “demonio”. Las siguientes expresiones de Lucas y Checo nos muestran lo anterior:

Yo soy “funny” (divertido), “outgoing” (sociable), buena persona. Me llevo muy bien con otras personas, no soy muy callado, pero tampoco soy muy hablador, y ¿características negativas?, mmm…, dejo las cosas para el último, a veces soy un poco acelerado, quiero hacer las cosas, y lo quiero hacer en el momento, y aunque a veces estoy muy motiva-do para hacer algo, se me pasa el tiempo y no lo hago por mucho tiempo.

No me gusta que me ganen; me gusta ser siempre el que enseñe a los demás, que yo tenga la batuta de todo; como que quiero ser siempre el primero. Me considero alegre; de repente me da mucha pereza y a veces me levanto con la idea de hacer mil cosas y al final nada mas hago una.

En sus respuestas encontramos que aunque son muy socia-bles y tienen muchos amigos, se alientan a sí mismos cuando

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se sienten “gordos” diciéndose que necesitan bajar de peso, pero como dice un refrán “del dicho al hecho hay mucho trecho”. De hecho, Stefan relata que le interesa mucho ir a un gimnasio por recomendaciones médicas, ya que a su corta edad (25 años) recién le avisaron que era diabético.

Soy “funny” (divertido), “outgoing” (sociable). La mayor parte del tiempo tengo hambre, pero yo me describiría más bien divertido. Tengo muchos amigos y siempre me siento bien y cuando me siento gordo simplemente me digo que necesito bajar de peso y eso sucede porque he engordado mucho, y me doy cuenta al rasurarme cuando me veo al espejo y me noto que estoy más cachetón.

Entre las características negativas que declaran tener los participantes se encuentran el resentimiento, el rencor, no perdonar y la desidia, palabras escuchadas constantemente en sus discursos cuando se les pidió que se describieran a sí mismos.

Soy un demonio y créeme que puedo ser muy mala. Soy muy rencorosa; perdono pero no olvido y eso es una cosa muy mala en mí. (Emma).

En general me considero una persona noble y sincera al decir la cosas; soy de las personas que aguantan mucho, pero cuando alguien me molesta sale un demonio dentro de mí y pierdo la noción de lo que estoy diciendo, aunque mayor parte del tiempo trato de ser amigable con la gente. (Gustavo).

Las palabras de Pita refuerzan las características principales tanto positivas como negativas, que describen a una persona obesa en general:

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Me describo como una persona de mucho empuje, muy luchadora, constante en algunas cosas; no en todas, pero en muchas de las cosas que son de interés para mí. Soy una persona muy alegre, muy servicial, me considero solidaria y generosa, pero también dentro de mi lado negativo es que soy una persona sumamente aprensiva, tiendo a ser perfeccionista y eso me hace daño porque hasta con mis hijos, conmigo misma, en mi trabajo, soy muy estricta y eso me ha hecho mucho daño. La ventaja es que lo acepto e intento manejar mucho la tolerancia conmigo misma. A pesar de ser alegre me deprimo constantemente, quizás sea por mis enfermedades, soy muy desidiosa, dejo mi salud para el último y siento que mi autoestima esta baja, porque no es posible que me deje tanto en mi salud.

La mayoría de las personas entrevistadas afirmaron tener percepciones positivas sobre sí mismas; sin embargo es impor-tante hacer notar, que para algunas personas solteras existe un motivo especial para estar preocupadas por su imagen corporal. Y ¿sabe cuál es? La preocupación por tener un compañero(a). Esta situación se presentó en los entrevistados solteros, ya que el tener una relación afectiva cobró importan-cia. En los siguientes párrafos, Adelaido, quien es abogado de 25 años y con un peso de 175 kilos, y Checo, un estudiante universitario cuyo peso oscila entre los 135 kilos, describen sus percepciones sobre sí mismos confirmando lo anterior:

La verdad así mucho mucho que me afecte casi nunca, o sea si digo: “estas muy gordo y está difícil que te consigas novia” porque muchos amigos tienen y andan con una y con otra y yo no. Mi última relación la tuve hace tres años y aunque la ropa no se me ve bien, yo por lo general no me fijo en eso.

La única manera en que yo me siento incómodo es respecto a las mujeres, de no ser atractivo para ellas, y de repente me ha tocado etapas que corto con una chava y ando con

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otra y con otra, lo que me ayuda mucho es que tengo mucha facilidad para hablar.

Dado que el ideal social para la belleza femenina tiene implicaciones en cómo se es atractivo para el otro sexo, las jóvenes a menudo consideran que el éxito para tener citas amorosas depende de la forma de su cuerpo, y es que estudios demuestran que las personas con obesidad tienen dificultades para establecer una sana relación de pareja, porque son víctimas frecuentes de abandono y rechazo (Gershon, Gowen, Compian y Hayward, 2004). En los discur-sos, las mujeres solteras comentan la importancia de tener un novio, incluso buscar un interés romántico, que resulta en una preocupación significativamente mayor acerca de su peso, como ilustran las palabras de Lisa, quien es una mexicoamericana de 25 años con un IMC de 44, quien con risa nerviosa comenta:

Pues ahora que estoy más grande yo pienso que nunca voy a encontrar a una persona con quien compartir mi vida, un esposo. Porque ya me realicé profesionalmente, bueno, un poco pero también me quiero realizar como mujer. He tenido dos o tres oportunidades en el pasado de hacer otras cosas, pero yo quiero matrimonio, quiero tener a mis hijos dentro del matrimonio.

La imagen negativa del cuerpo es un problema grave para muchas mujeres jóvenes obesas, sobre todo cuando se trata de tener una relación. Su imagen se devalúa a tal grado que por su condición de obesidad sienten que no merecen ser amadas. Ello conduce a una inseguridad extrema, baja au-toestima y malestar en situaciones sociales, como lo expresa la misma Lisa:

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Sí, tengo bastante baja autoestima. Mira, soy alegre pero a la misma vez me mantengo aislada. Soy una persona que no tengo muchas amistades, solo un grupo chico y si ese grupo se va entonces como que me quedo...

Por otra parte estudios relacionados con la imagen del corporal, han encontrado que la pérdida de peso puede no estar asociada con sentimientos negativos hacia su cuerpo, como afirma Thompson (1996: 6): “La mayor satisfacción en la imagen del cuerpo puede ocurrir en ausencia de la pérdida de peso”. Aunque cabe hacer notar que en los dis-cursos, los participantes exteriorizan sentirse bien cuando pierden peso. Lucas y Jonás ejemplifican lo anterior:

Bueno, cuando pierdo peso me siento mejor, pero no creo que mi sentimientos directamente estuvieran relacionados con mi peso. Creo que nunca he estado deprimido o des-animado por mi peso; siempre he aceptado mi sobrepeso porque así soy.

Nunca me he sentido deprimido por mi peso. Me siento bien; cuando subo mas de peso es cuando hago pesas o más ejercicio; camino una milla cada mañana. De hecho eso me ha ayudado a perder peso en ocasiones.

Los resultados presentados por Grover, Keel y Mitchell (2003), muestran que la preocupación por el peso es un elemento más predominante en las mujeres que en los hom-bres. Esta diferencia de género se muestra en los siguientes comentarios relacionados con algunos entrevistados mas-culinos casados que no sólo tienen una imagen positiva de su cuerpo, sino que a pesar de su obesidad extrema, no se consideran personas obesas. Ruperto, un mexicoamericano con un IMC de 55 (440 libras), afirmó que está conforme con su peso:

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Me defino como una persona noble y trabajadora. No soy gordo gordo; mire, si alguien sabe que tu pesas más de 400 libras bueno, pues ellos pensarán que tu estas así de gordo (indicaba con sus brazos) pero yo no estoy tan gordo, porque yo estoy así (indicando la altura con los brazos levantados); sí tengo sobrepeso y ciertamente que debo de perder algo de peso, pero ahora es tan difícil…

Gustavo, un albañil de muy bajo estrato económico, con un peso de 110 kilos y un IMC de 38, con una sencillez fantás-tica, expresó la percepción hacia su cuerpo, dejando notar que no se siente ni se percibe “gordo”:

Si usted ve, mi gordura no es pareja, sino como una gordura donde lo malo es el estómago…, porque míreme las piernas, pos no. Porque el gordo es gordo, parejo completamente, de las piernas y todo, los brazos. Un gordo tiene los brazos más gordos que yo. Por eso le digo mi gordura no es, como le diré, como le diré...

La imagen que los entrevistados tienen en relación con su cuerpo, así como las principales características intraperso-nales de los entrevistados, creó el marco para una mejor comprensión de las experiencias vividas por las personas obesas, que junto con los factores familiares y socioculturales son determinantes en el desarrollo de la obesidad.

EVENTOS ESTRESANTES EN LA VIDA

Los eventos estresantes en la vida de los entrevistados apa-recen como un elemento importante en el desarrollo de la obesidad. Este patrón se encontró en siete de los infor-mantes, quienes manifestaron habilidades inadecuadas para

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manejar el estrés psicológico. Ball y Lee (2000) establecieron la hipótesis, que el estrés ejerce un rol significativo en la etiología de los desórdenes alimenticios, esto se comprueba en las narraciones de los participantes que conjuntaron esta categoría, ya que este estudio encontró que eventos rela-cionados con alguna pérdida o cambios importantes en las circunstancias de su vida, tales como un divorcio, pérdida de una relación o enfermedad, fueron algunos de los eventos traumáticos que precipitaron el comer compulsivamente. Todos los entrevistados que pertenecen a esta categoría expresaron que se refugiaron en la comida después del su-ceso. Una de las narraciones de los participantes que más me conmovió y que ilustra claramente como un evento en la vida de estas personas los lleva a acogerse a la comida, es la de Lisa, mujer mexicoamericana que narraba:

Todavía recuerdo cuando tenía 6 o 7 años edad, cuando estaba muy delgada, pero como a los 11 años ya era una niña con sobrepeso. Una de la veces que no puedo olvidar y que noté que yo me... (sollozando y entre lagrimas) refugié en la comida, fue cuando íbamos a ser cuatro de familia. Tenía 12 años y mi mamá quedó embarazada; de haber sido la más chica todo ese tiempo y saber que va a venir otra persona, pues para mí fue bien emocionante, porque yo nunca había sabido lo que es tener una hermana y una vez que dijeron que iba a ser una niña empezaron a hacer planes (refiriéndose a su mamá y sus hermanos). Me sentía bien, pero algo me hacía sentir mal y es que mi familia siempre decían que a ella (la bebe que todavía no nacía) no la iban a dejar engordar. “I mean” (expresión común en los mexicoamericanos) se siente uno... (sus lagrimas apenas la dejan hablar)..., yo pienso que mi familia no pensaba que me iba a herir... ni yo misma pensaba que me iba a herir, pero..., pues si se siente feo, porque no se siente uno per-fecto... y no sentirse perfecto es una cosa y que tu familia te vea no perfecta es otra muy diferente..., y pues cinco meses

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después..., fue un golpe... (continúa llorando y casi sin poder hablar)..., no se logró..., y me acuerdo cuando se llevaron a mi mamá al hospital..., ella no quería ir, porque sabía que no iba a regresar con el niño..., y a mí no me dejaron estar en el hospital porque era muy chica, entonces me manda-ron a la casa. Me acuerdo que lo que hice fue ir a la cocina, agarrar un plato de frijoles y carne, ni hambre tenía, y me lo comí. Fue como un refugio; fue mi primera experiencia que siento que me refugie en la comida.

Algunos sentimientos en épocas de estrés pueden inducir a las personas a acercarse o dar la espalda a la comida en busca de consuelo o contención. La comida juega un papel importante, ya que es la expresión fina y la vía para mani-festar aquellos sufrimientos asociados a estados emocionales. Todo el mundo puede tener problemas con la comida y éstos pueden aparecer en épocas de cambio, cuando hay una gran cantidad de estrés acumulado, además de sentimientos de ansiedad e inseguridad en el futuro, como la pérdida de un ser querido, un divorcio o cambio de status en la vida. “Yo lloraba y comía”, como recuerdo esas palabras. Pita fue una de las personas que acudía a un grupo de autoayuda donde fui conferencista y accedió a la entrevista. Aunque el rol de dirigente de un grupo a veces te permite involucrarte con la vida personal de los socios, jamás imaginé que detrás de cada uno de ellos existieran historias que verdaderamente nos hacen reflexionar sobre el tema:

Yo lloraba y comía..., fíjate que me acuerdo muy bien. Mis amigas se ríen ahora, pero cuando estaba pasando por lo del divorcio, estaba yo en una escuela donde éramos puras mu-jeres y entonces a la hora del recreo yo “llore y llore” y todas lloraban también, pero yo comiendo. De repente, cuando estábamos en el torbellino, no me hicieron el comentario, pero como a los seis meses me decían: tú estabas llorando y

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a todas nos impactaba que nosotras llorábamos y no comía-mos, pero tú estabas llorando y no dejabas de comer.

La sobrealimentación es un síntoma que refleja una patología implícita (Last, 2000), asociada la mayoría de las veces a una condición psicológica, y aunque lo más fácil es pensar que se tiene un problema metabólico, lo cual es posible en un peque-ño porcentaje, la gran mayoría son factores psicológicos implí-citos los que llevan a comer en exceso. Ahora bien, aunque el comer compulsivamente y tener sobrepeso son síntomas que reflejan problemas psicológicos que deben ser atendidos, este estudio encontró que algo ocurrido en las vidas de algunas personas con obesidad media y extrema derivadas un suceso traumático en sus vidas, desencadena el consumo exagerado de alimentos. El caso de Emma una mujer mexicoamericana, con obesidad extrema que de niña no fue obesa, pero si con sobrepeso, al preguntarle sobre cuándo y cómo fue que em-pezó a aumentar de peso, ejemplifica esta situación:

Empecé a aumentar un poquito cuando me bajó la regla, como a los 13 años, y empecé a aumentar 5 o 10 libras, pero más aumenté cuando mi mamá me levantaba a las 5:00 de la mañana a correr, que porque estaba muy gorda…y yo tenía un sueño tremendo. No creas que me levantaba y me decía “mija”... no, me decía cosas feas, como ¡párate, gorda! Cuando me iba a comprar ropa, me decía “no te puedo comprar ropa bonita, estas muy gorda”. Siempre me compraba ropa usada, que ni estaba de moda.

Esta entrevista estuvo cargada de sentimientos y emociones que parecían desbordarse en aquella mesa de un restaurante muy popular en los Estados Unidos. Emma utilizó la comida como una forma de desprecio hacia su madre, una forma de escaparse de la realidad y de compensar en algo la falta de

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amor. En este caso confluye además otro factor importante y es que en algunos casos el comer compulsivamente está asociado a un antecedente de abuso sexual, lo cual deriva una baja autoestima y una acentuada inseguridad social (Weitzner, 2008). El caso de Emma muestra que se come para callar sentimientos, dolores y fracasos.

Me decía, ¿por qué me odiará tanto mi mamá si de por sí yo no me quiero?, ¿por qué cuando ella me dejaba toda sangrada por la boca y por las narices, que no sé cómo no perdí un diente o un ojo, yo gritaba en la noche y mordía la almohada? La cosa peor es que mi propia madre nunca me creyó que fui violada; nunca me lo creyó, entonces el día que llegue violada y mi mamá me dice que estoy loca, ¿tú te imaginas que tu propia madre no te crea? (sollozos)..., ima-gínate tener que superar eso..., y es por eso que te digo que realmente soy bien bendecida porque si escribo un libro de mi vida te contaría lo triste que fue antes de ser casada; yo era una persona insegura, era una persona que no me quería, yo quería morirme, quería que Dios me diera la voluntad de echarme enfrente de un carro y morirme... una depresión tan fea... Pasé mucho si me escapaba de mi casa..., con cualquier muchacho, ya que más me daba. No me quería.

Varias historias se develan en este estudio, el caso de Ra-miro, quien tiene un Índice de Masa Corporal de 91 y 38 años de edad, nos muestra como la persona que se refugia en la comida se sienta en un baúl repleto de sentimientos acumulados de culpa y minusvalía, demasiado dolorosos de afrontar. Ramiro sufre de una vergüenza impresionante y una depresión que le sobrevino después de una decepción amorosa que le ha hecho aislarse del mundo.

Yo era el clásico gordo nada más; siempre estuve pasadito de 10 o 15 kilos arriba. Era el típico gordito bonachón, pero no

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me consideraba gordo. Creo que si regresamos a 1989, perdí mi trabajo y dejé la universidad, sin embargo, mucha gente dice que fue más bien por una depresión que tuve cuando terminé con una chica. Ella se metió de monja… Creo que eso fue un detonador, después me volví una persona más introvertida, más inactiva, solitario, desde entonces yo he aumentado casi 68 kilos.

PRÁCTICAS ALIMENTICIAS FAMILIARES COMO DETONANTE DE TRASTORNOS ALIMENTICIOS

En los párrafos anteriores la categoría de la comida como refugio está cargada de importancia. Más aún, es claro que el rol del medio ambiente familiar, como determinante de comportamientos alimenticios, está relacionado con el con-sumo de alimentos, hábitos alimenticios o preferencias de comida, los cuáles prosiguen hasta la edad adulta, teniendo una relación continua entre las preferencias de comida y su consumo (Cambell y Crawford, 2001). Fuertemente vincula-das con las prácticas alimenticias familiares, se encuentran las estrategias parentales para controlar el consumo de ali-mentos en el niño, como lo vimos en el caso de Emma, las cuales son contraproducentes en el desarrollo de la habilidad del niño para la auto-regulación (Golan y Weizman, 2001). Los hallazgos del presente estudio muestran, que el rol des-empeñado por la madre es muy importante en el desarrollo de desórdenes alimenticios, en el cual algunos entrevistados mostraron un problema serio de obesidad. Este tema se ilustra con fuerza en las palabras de Molly, quien narra su historia relacionada con las dietas, y la repulsión que poste-riormente tuvo hacia ellas. En el mundo de una niña de sólo 5 años, se vuelve consciente el sufrimiento causado por la familia, que mostraba gran preocupación por su cuerpo.

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Mi mamá me puso a dieta desde los 5 años. Recuerdo que llegué a mi casa y le dije que se habían burlado de mi porque yo no pude correr fuerte y entonces lo que hizo mi mamá fue ponerme a dieta, jeje. Fue en “Quitakilos”; por cierto, le agarré algo así como una repulsión. A partir de ahí toda mi vida estuve en dietas y nunca lograba bajar, o bajaba y luego me enfermaba. Finalmente, cuando tenía más o menos esa edad, me harté de que todo mundo me estuviera diciendo que baje de peso y que todo mundo tuviera el derecho digamos de estarme agrediendo, en ese sentido entonces opté por agredirme yo misma, y me agredí más de lo que cualquier persona pudiera agredirme, esa era una especie de protección, entre esas cosas…o sea, para mí era dema-siado deprimente y demasiado humillante que fuera más importante para mi familia que bajara un kilo o dos kilos, que mis calificaciones, o que cualquier otra cosa, o sea, era como si me estuvieran midiendo en base a mi peso.

Vale la pena reflexionar sobre estas palabras, que son difíciles de creer, pero que ahí están, descubriendo sentimientos y percepciones a cerca del cuerpo, y develando que las ma-dres, quizá sin una intensión consciente, generan odios y rencores hacia una condición de sobrepeso, que se traduce en una agresión hacia sí mismo, quizá queriendo agredir a la madre. Molly, al momento de ser entrevistada, me mostró un libro de una colección de literatura dramatúrgica, que ella escribió y de donde tomé algunos textos para mostrarles su experiencia. Ella plasmó en una pequeña obra de teatro los intentos de suicidio que tuvo desde niña, hasta llegar a los 24 años. El siguiente es uno de ellos; en él menciona que su afán autodestructivo no comenzó nada más porque sí, había una razón:

Tengo el recuerdo de un día en que iba caminando con mi mamá y mi tía, y ellas platicaban acerca de un cantante de

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ópera muy gordo, que se comió un huevecillo de solitaria y con eso bajó mucho peso; le pregunté que dónde había esos huevecillos y mi mamá dijo que en la tierra, entonces me emocioné mucho, porque yo podía hacer lo mismo. Tuve que esperar a que mi tía y ella se descuidaran y lo hice, comí de una tierra que parecía tener gusanos. Cuidé que nadie me viera porque les podía dar asco verme comer tierra y a mí no me gusta darle asco a la gente. Por eso no quiero estar gorda, porque por eso les doy asco, estaba muy contenta, ya que solo tenía que esperar hasta que la solitaria creciera.

Al parecer ese fue uno de los momentos más felices de su infancia. Molly platica que luego de tres días de fiebre y vómitos le diagnosticaron tifoidea, algo que ella había an-helado con todas sus fuerzas. Y vuelvo a mis hallazgos, algo sucede en la vida de la personas con obesidad extrema, como en este caso que desencadenan trastornos compulsivos hacia la comida, que se traducen en un odio hacia su cuerpo.

La racha de suicidios, bueno intentos, empezó cuando mis papás se divorciaron, pero yo sé que el problema no comen-zó ahí. No, venía de mucho más atrás, de los 2 o 3 años, de cuando nací, ya ni se. Y la verdad no sé si me odiaba de por sí o me enseñaron a odiarme… A mí me gustaría ser delicada, indefensa y tierna, pero mi cuerpo no permite que me vean así, es tosco y grotesco… ¡lo odio!

Los resultados del estudio también mostraron que el estilo parental también puede influir en los comportamientos alimenticios del niño, y desde la infancia promover prácti-cas alimenticias que tienden a generar sobrepeso en etapas posteriores. Los padres funcionan como un rol modelo para el comportamiento adecuado. Estos generan un medioam-biente social de aprendizaje, donde el niño primeramente adquiere sus hábitos alimenticios (Golan y Weizman, 2001;

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Drohan, 2003). El aprender cómo comer adecuadamente, se inicia cuando el niño empieza a consumir la comida de los adultos e imita sus comportamientos alimenticios. Los pa-dres son una influencia no sólo a través de los alimentos que ponen a su disposición, sino también a través de las prácticas de alimentación, conformando la preferencia o rechazo por ciertos alimentos en los niños pequeños y los consecuentes patrones de selección (Birch, 2002). En los siguientes párra-fos, Marcos narra los hábitos alimenticios familiares durante su infancia y describe cómo el medioambiente alimenticio que sus padres le proporcionaron, fue responsable de sus preferencias de comida, hábitos alimenticios y subsiguientes patrones de selección:

Mi papá era robusto, una persona de 87 kilos, mi mamá era robusta, no era muy gorda, lo que pasa es que los hábitos de las familias de aquel entonces te hacían comer desayu-no, comida y cena; pero después de la comida tomábamos la merienda, y luego la cena... y se acostumbraba la siesta porque en el rancho se levanta uno muy temprano; las faenas del rancho empezaban a las 4:00 de la mañana. Me acuerdo que mi mamá hacia cosas muy ricas. Adorábamos sus tortillas de harina; ella horneaba pan y las cosas más deliciosas que te puedas imaginar. Por otro lado mi papá era muy antojado y mi mamá le preparaba todo lo que él quería. Mi mamá era hija de un Gobernador y vivía en un rancho muy grande, donde todas las mujeres le preparaban la comida a mi abuelo. En la comida a él primero tenía que servírsele un caldo.

Los descubrimientos en este estudio muestran que el contex-to social en el cual la comida se presenta, es muy importante en el desarrollo de las preferencias alimenticias que poseen desde que son niños pequeños (Golan y Wizman, 2001). “La teoría del aprendizaje social” (Learning Theory) presupone

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una cantidad de mecanismos de aprendizaje que determinan el desarrollo de gran parte del comportamiento humano (Huon, 1999: 4). Otro tema importante que surgió de las experiencias vividas por la gente obesa relacionadas con las prácticas alimenticias familiares y fuertemente ligadas al proceso de aumentar de peso, fue el rol desempeñado por la madre como proveedora. En los siguientes párrafos se pueden ver estas suposiciones:

Mi mamá nos hacía de desayunar cereal y pan tostado, aunque no nos daba lonche porque nos daban en la escuela. Siempre nos daban pollo frito, tacos o pizza, y para la cena mi mamá nos tenía preparado un plato enorme de mole o de papas con huevo, o sea la típica comida mexicana. Lo que más recuerdo es que mi mamá cocinaba delicioso.

En la siguiente narración quisiera puntualizar dos situacio-nes que describen perfectamente esta categoría que emergió de los discursos de los participantes. Una es la de culpar a la madre por el sobrepeso actual, y es que hasta el día de hoy aún persiste la idea de que un niño “gordito” es un niño sano y muchos de los que fuimos niños en los setenta, nos daban complementos vitamínicos no tanto para estar “saludables” sino para ganar peso. Y el otro aspecto no menos importante, que Nila narra, es referente a las porciones. Sirven igual, “tanto a los adultos como a los chiquitos”, siendo que los requerimientos son totalmente distintos.

Yo jugando le echo la culpa a mi mamá (de su obesidad), porque obviamente estaba flaquilla y me daban vitaminas y me daban cosas para engordar y ahora yo le digo que me hubiera dejado flaca, pero como estaba flaquilla, así es que ¡cómele! Y como te digo, era la más chica de seis (her-manos); obviamente había dos que tres gorditos y muchas veces oí por ahí que mucha gente está gorda no tanto por

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la herencia, sino porque a todo el mundo le sirven igual, tanto a los adultos como a los chiquitos, le sirven lo mismo en el plato.

CAMBIOS EN EL ESTILO DE VIDA

Definitivamente hay períodos críticos en la vida de las perso-nas, que contribuyen al desarrollo de la obesidad influencia-dos por los hábitos alimenticios familiares, prácticas alimen-ticias y por el uso que se le da a la comida. En su discurso, los entrevistados mencionaron que emplean la comida cuando están aburridos, ansiosos, deprimidos, estresados o inactivos. El rol desempeñado por la comida y los comportamientos de actividad, interactuaron con estos periodos críticos aso-ciados por cambios hormonales como es la adolescencia o la menopausia; y en otros casos, el matrimonio asociado al cambio de estilo de vida, parece poner a la persona en riesgo de tener sobrepeso y obesidad. Es importante señalar que se encontraron algunas diferencias entre los participantes mexicanos y los mexicoamericanos en algunas etapas de la vida que se explicarán en los siguientes apartados.

DURANTE LA NIÑEZ

La familia influye en los comportamientos alimenticios de varias maneras. La familia forma los primeros hábitos del niño y establece la toma de decisión en términos de eleccio-nes de dieta, actividad y otros comportamientos. También las habilidades se adquieren en la familia y estas contribuyen a los comportamientos aprendidos para realizar las elecciones adecuadas. Otras influencias familiares, incluyen la obesidad presentada en los miembros de la familia, así como los patro-

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nes alimenticios de los padres (Campbell y Crawford, 2001; Gallia, 2002; Harris, 2003; Morton y Campbell, 1999). En el estudio sólo dos participantes afirmaron ser obesos desde la infancia; ambos provenían de familias con miembros que tenían sobrepeso. Fueron alimentados con porciones extras y siempre había disponible una gran variedad de alimentos en casa. Aunado a lo anterior, encontramos la disminución de la actividad física y la misma ingesta de alimentos. En los siguientes pasajes Lucas, un hombre mexicoamericano con un IMC de 54, narra este patrón:

Mis dos hermanos tienen sobrepeso; mi hermano un poco menos que yo y mi hermana pues también es gordita. Mi papá también está con sobrepeso, mi mamá un poco, pero siempre hemos sido una familia más grande que lo normal. Yo creo que lo más drástico que subí de peso fue entre los 23 años y 27 años; ese tiempo fue cuando subí lo máximo, y no digo que después no subí, pero no tanto. Creo que lo que pasó es que llegando a esa edad la actividad física disminuyó. Ya no estaba tan activo, y creo que poco a poco fue menos y menos actividad y comiendo igual que siempre, creo que se me acumuló más y más la gordura.

Esmeralda, una mujer mexicana con un IMC de 52, nos narra que sus hábitos alimenticios en la infancia, la gran cantidad de disponibilidad de comida en casa y el no exis-tir límites al respecto, parece ser un aspecto decisivo en las conductas alimenticias de la edad adulta.

Todos mis hermanos fueron gorditos. Todos, los cinco tenemos sobrepeso; mi mamá era gordita. Nunca, nunca en mi vida, fui delgada, solamente cuando bajé en “Qui-takilos”; llegue a ser vitalicia. Recuerdo que bajé treinta y tantos quilos, pero ahora peso lo doble. Siempre tuvimos de todo en la casa. Mi niñez fue maravillosa. Nosotros siempre

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tuvimos una gran cantidad de comida en casa, de sobra; que había plátanos, comíamos plátanos, que había fritos, comíamos fritos, pero además era todo lo que guisaba mi mama, ella cocinaba delicioso, nos hacía pasteles y nunca faltaban las tortillas de harina. Bueno, aparte estaban las frituras que comíamos del negocio de mi papá, ya que te-níamos una tienda en la casa, entonces como que se hace una costumbre y como nunca nos dijeron nada, comíamos hasta que llenábamos.

DURANTE LA ADOLESCENCIA

Uno de los periodos más críticos para el desarrollo de la obesidad es durante la adolescencia, cuando la cantidad y ubicación de la grasa corporal cambia y el riesgo de obesidad relacionado con algunas enfermedades aumenta; es además un período donde se establecen hábitos dietéticos, madura el gusto, se definen preferencias (Castañeda-Sánchez, Rocha-Díaz y Ramos-Aispuro,2008). En esta etapa las condiciones ambientales, culturales y sociales tienen una importante influencia en la definición de la personalidad alimenticia. Aun cuando las diferencias individuales y el metabolismo energético puede ser explicado por la genética, es más probable que los cambios en el comportamiento y el medio ambiente contribuyan al rápido incremento de la obesidad (Levitsky, 2002); sin embargo, para aquellos individuos con una predisposición genética al sobrepeso, quienes se ven más afectados por una abundante ingesta de comida y la disminución del gasto de energía, el riesgo de contraer obesidad es mucho mayor. De todos los entrevistados, más del 34% se hicieron obesos por primera vez durante este periodo. Estos participantes siempre fueron delgados o por lo menos no tenían sobrepeso y empezaron a ganarlo al entrar a la escuela preparatoria,

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High School, o a la universidad. Los datos demográficos muestran dos características principales en esta categoría: la mayoría son hombres mexicoamericanos, y tienen entre 24 y 34 años. Al momento de recoger los datos pudimos corroborar que la disponibilidad del Programa de Comidas Escolares en Estados Unidos (School Lunch Program) ha sido señalado por ellos mismos como responsable del aumento de peso, especialmente durante el periodo de la adolescencia, cuando la calidad y cantidad de las comidas servidas en las escuelas no provienen de lineamientos de dieta adecuados para hacer elecciones saludables (Crister, 2003; Harris, 2002; Healthy People 2001, 2003; Gifford, 2002), al igual que la falta de oportunidades de realizar actividad física (Colditz y Mariani, 2000). Todos los participantes que están comprendidos en esta categoría, experimentaron cambios en sus estilos de vida tales como malos hábitos alimenticios, disminución de la actividad física, mayor tiempo de ocio, cambios en las pre-ferencias de alimentos. Una característica importante de mencionar, es que todos ellos afirmaron tener dentro de su familia nuclear, es decir sus padres o hermanos con sobre-peso u obesidad. También fue notorio que la mayoría de las respuestas de los entrevistados dentro de esta categoría, enfatizaron que aumentaron de peso durante un verano. Y esto tiene su lógica ya que la inactividad al dejar la escuela y estar en periodo de descanso, donde hay más oportunidad de momentos de ocio, descansar, ver televisión y donde no hay el estrés del trabajo escolar, parece propiciar el consumo de alimentos de alto contenido energético. Los siguientes pasajes de Nila y Jonás ejemplifican lo anterior:

Cuando era niña, era mucho muy flaquilla; de hecho me acuerdo mucho que cuando subí de peso fue un verano, que me la pasaba viendo la televisión comiendo galletas saladas con mantequilla encima, de ese año cuando salí

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(de la escuela) y volví a entrar, ya tenía bastante peso de más. De segundo a tercero de secundaria entre (aumenté) 12 y 13 kilos.

En el verano, cuando salí de la “high school”, no trabajaba ni nada y quiera seguir comiendo igual; comía lo de siem-pre, pero no hacía actividades. Y en ese entonces me volví muy gordo.

Un comentario interesante de una mujer soltera mexicoame-ricana enfatizó este patrón haciendo referencia a la famosa frase familiar entre los jóvenes de los Estados Unidos lla-mada “The freshman twenty”. Cuando el investigador pidió una explicación sobre ésta, ella describió:

Pues déjame decirte que es como una regla que no está escrita, pero que pasa. Dicen que cuando usted entra a la escuela, pues claro va a cambiar su tipo de comer, porque en la escuela teníamos ensaladas, hamburguesas, comida china, pastas. Es decir sí hay comida ”healthy” (saludable) y comida que no era tan “healthy” y lo primero que uno escoge son hamburguesas, o la comida china y como es buffet, pues uno puede agarrar todo lo que quiere y dice uno “si estoy pagando, ¿por qué no me lo voy a comer?”, Supuestamente la mayoría de las personas que empiezan en el colegio, y más si tienen tendencia de engordar, aumentan 20 a no sé cuantas libras su primer año de colegio.

Al respecto, Adelaido, un hombre mexicano de 27 años, narró:

Yo creo que fue en el lapso de los años en que salí de la secundaria y entré a la “prepa” (preparatoria); terminé la secundaria a los 16 años y de ahí aumenté demasiado…, y pues yo creo que lo que pasó fue porque ya tenía carro y ya no me iba caminando a la escuela, porque la verdad yo

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siempre he sido muy “comelón”, a parte de la inactividad; yo recuerdo que fue la época en la que empecé a tomar y quieras que no la cerveza engorda.

Existen dos situaciones importantes en esta categoría: una es que los participantes que “empezaron a aumentar cuando entre a la prepa o al “high school” afirmaron haber perdido peso antes de contraer matrimonio, al parecer para verse más atractivos y establecer una relación, y engordaron mucho más después de haberse casado o después de tener su último hijo. El otro aspecto que quisiera hacer notar es como la falta de actividad física fue un fuerte detonador de la obesidad. Este tema se muestra en las siguientes citas. En el caso de Ruperto, un hombre mexicoamericano con un IMC de 50 (194 kilos), la primera vez que aumentó de peso fue durante la adolescencia, cuando ingresó al “high school” pero el mayor sobrepeso lo alcanzó justamente cuan-do se casó, pero no es el hecho de haber contraído nupcias, sino, como él mismo afirma, el cambio de estilo de vida, que disminuyó la actividad física y siguió comiendo igual.

Fui un niño que no era gordo, aunque siempre fui de cuerpo grande; me decían “el toro”. El problema fue que yo aumen-té primero en el “high school” como 30 libras. Pero cuando me casé yo aumenté mucho más. Antes yo trabajaba con mi papá y ahí se trabajaba muy duro, hacía mucho ejercicio y cuando dejé de trabajar con él empecé a engordar; antes poníamos techos en las casas, y el problema fue que dejé de trabajar duro y seguí comiendo igual y es que cuando uno pierde peso y luego ya no le sigue, aumentas de peso y más. Yo pierdo peso y lo aumento de volada aunque la mera verdad ahora, muchos se quedan asombrados porque mi peso siempre fueron 300 libras y ahorita estoy como en 430 libras.

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Como olvidar la entrevista de July, una mujer mexicoame-ricana con un IMC de 44 (135 kilos), quien narra su histo-ria recordando que si bien su sobrepeso inició en la “high school”, ella, como el resto de los entrevistados que al mo-mento de la entrevista estaban casados, hace alusión a su peso corporal antes de contraer nupcias. “Perdí mucho peso antes de casarme”, era la frase que repetían todos:

Antes no estábamos tan “pesaos” como ahora; yo era así como Rebequita (su hija, de 15 años), pero me acuerdo que cuando estaba en la “high school” fue exactamente cuando empecé a engordar. Pero, cuando me iba a casar, yo perdí mucho peso y llegué a las 160 libras; luego pese por mucho tiempo 230 libras, pero cuando tuve a mi segundo niño fue que aumente las libras que tengo. Pienso que un factor es que a uno le gusta comer y la falta de ejercicio también.

DURANTE LA EDAD ADULTA

Este apartado comprende a aquellos que iniciaron el proceso de aumentar peso en la edad adulta. Ocho personas entraron en esta categoría. En general, son mujeres casadas, mexica-nas, quienes empezaron a ganar peso después de contraer matrimonio; en especial, ellas mencionan que engordaron más después de haber tenido su último hijo. Algunas entre-vistadas, como Candy y Gally, demostraron este tema que emergió del estudio en sus propias palabras:

Empecé a engordar cuando tuve a mi tercer hijo; déjame mostrarte estas fotos… (muestra algunas fotografías donde aparece delgada).

Era muy flaquita. Todavía a los 20 años yo era delgada. Creo que pesaba unos 60 kilos; cuando me casé era delgada y

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luego tuve un hijo y seguí delgada, y otro y seguía delgada, hasta el último empecé a engordar

Al parecer, tal como lo afirmó una de las entrevistadas, se entra a una “zona confortable”. Y es que entrar a una zona de confort es un estado mental donde nos encontramos cómodos con nuestra vida actual, sin presiones; ya tene-mos a nuestra pareja segura, los hijos y la casa que siempre quisimos tener. La diferencia en cada persona la hacen sus aspiraciones y valores independientemente del nivel socioeconómico al que pertenezcan. Pero llegar a esta zona es señal de conformismo, miedo, falta de confianza, falta de ambiciones, así lo demuestran los siguientes párrafos:

No sé si fue la edad; no sé si uno llega a la etapa esa que le dicen en ingles el “confort zone” o sea una zona conforta-ble. Ahora que me separé de mi esposo y que me pongo a observar a las parejas, digo “esa mujer está en el ‘confort zone’, porque él está bien arregladito y ella nada más se puso el pantalón, blusa y un “chonguito”[el pelo recogido con una liga], así como estoy ahorita, entonces digo ellos están en una “confort zone”. Una que ya tiene su esposo, su casa, no le falta nada, los hijos están creciendo, nada más va a la tienda y haces cheques, te pones el lápiz labial…, eso sí, yo me arreglaba siempre, pero aunque te arregles estás en una zona confortable porque crees que tu marido va a estar para siempre. Ya tienes tu casa, estás bien, piensas que no eres ni rico ni pobre, nos ha ido bien con los hijos, están en el colegio y lo menos que te preocupa es tu apariencia física, estas concentrada en decorar la casa, que vas comprar algo para el comedor y que la fiesta, pero no piensas en que te tienes que cuidar, sino que dices ya el cuerpo es lo de menos, estas confortable, todo te está yendo bien, tienes tu rutina y no sabes que mañana te pueden quitar el esposo, que mañana ya pasó y que estás no sé cuantas libras más gorda.

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Según Mark Russo (2004), los puntos definitorios de la zona de confort de cada persona son únicos. Hay dos aspectos que todas las zonas de confort tienen en común. Son altamente seductivas (entre más confort tienes, más quieres), y todas las zonas de confort no cuentan con un reto significativo. Estas suposiciones parecen tener sentido en las siguientes declaraciones que no solo son propias del género femenino, sino también se presentan en los varones, como es el caso de Pita y Gustavo:

No fui una niña obesa, ni una jovencita obesa. Fui una niña normal; me case de 60 kilos, nunca fui de complexión muy exquisita, aunque siempre fui muy “bustona” (tenía mucho busto) pero yo pesaba 50 kilos... Siento que el divorcio afectó de cierta manera en mi aumento de peso, pero fue exac-tamente cuando entré a una etapa de relax en mi vida, en una etapa en la que no me importaba lo que otros pensaran de mí, ahí fue cuando realmente gané peso.

Cuando me casé estaba muy delgadito…. ¡era un palito! Jugaba mucho fútbol y después de los 5 años de casado dejé de hacer deporte, hasta que aumentó “la gravedad” (refiriéndose al peso, entre risas).

Definitivamente el cambio de los hábitos alimenticios y la disminución de la actividad física, aunado a esa zona de confort, hace que se desate en ciertas personas un disparo en el peso corporal. Mizael, un hombre mexicano con un peso de 265 kilos, narra su experiencia de aumentar de peso después del matrimonio. Cabe hacer notar como la ingesta de alimentos y el sedentarismo lo llevaron a una obesidad extrema, situación de sobrepeso de la cual también es parte su esposa. Su negocio, por muchos años, fue hacer donas fritas y afirma que llegaba a comerse ocho en un día acom-pañadas siempre de refresco de cola:

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Aunque mido como 2 metros, he llegado a pesar 270 kilos. Creo que engordé cuando empecé a andar en mi troca (camio-neta), aparte de eso fue el tomar tantas cocas… Me tomaba de 6 a 8 litros diarios de Coca Cola por seis años, y a parte unas 10 tortillas de harina en la mañana y otras 10 en la noche o salía a conseguir una torta o una hamburguesa. Desgraciada-mente (lo dice en broma, cerrándome un ojo), me encontré a una mujer que es maravillosa. Me ayuda a mi negocio y entre los dos lo hemos sacado adelante; ella también subió mucho de peso. Cuando nos casamos ella pesaba 82 kilos y tenía 28 años y ahorita anda en los 130 kilos y es chaparrita.

USO DE ALIMENTOS COMO RESPUESTA A ESTADOS EMOCIONALES

Además de los eventos de vida estresantes y períodos crí-ticos de aumento de peso, la evidencia encontrada en esta investigación mostró que las personas comen en respuesta a diversos estados emocionales. Los informantes afirmaron comer cuando están aburridos, ansiosos, deprimidos, inacti-vos o enojados. La obesidad es una enfermedad que lleva a una persona a desear alimentos dañinos, y este deseo algunas veces se convierte en una obsesión, o en una alteración en los comportamientos alimenticios con posibilidad de conver-tirse en una compulsión (Furnham y Manning, 1997; Lugli-Rivero, 2001; McFarland y Backer-Bauman, 1988, Miller, 1999; Waller y otros 2002). Algunos entrevistados ilustran las afirmaciones anteriores, tales como Adelaido, quien expresó cómo utiliza la comida como una forma de distracción:

En la tarde, cuando estoy trabajando, no meriendo, pero cuando estoy en la casa, que no hago nada, siempre vie-nen los antojos. Si se me antoja un chocolate, me hago un chocolatito con leche y luego, al ratito, que se me antoja un pan, pues me lo como.

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Existe una tendencia a no reconocer el hambre, de los an-tojos por algún alimento, muchas veces esto es propiciado por los medios de comunicación, ya que al estar sentados frente al televisor o viendo una película en el cine, se tiende a comer más por antojo que por hambre. Además de la can-tidad de alimentos disponibles y las proporciones mayores de comida que obviamente ofrecen más calorías, la cantidad de publicidad de comida por la televisión y el consumo de comida fuera de la casa, son factores medioambientales que influyen en la obesidad (Chou y Grossman y Saffer, 2002; Crister, 2003; Peck, 2003; Vanderwater, Shim, y Caplovitz, 2004). Esta situación la ilustra uno de los entrevistados cuando se le cuestionó sobre la influencia de los medios de comunicación en el sobrepeso:

Sí, yo creo que tiene mucho que ver, sobre todo aquí, en los Estados Unidos, los comerciales para vender comida son impresionantes, y el gobierno tiene mucho la culpa porque dejan que ciertos medios utilicen comerciales donde se mi-ran más deliciosas las comidas que están preparando. Lo que más se mira durante los comerciales es comida.

Ciertamente, la publicidad de alimentos desencadena un consumo automático que no tiene que ver con el hambre y es un factor significativo al aumento de peso en las perso-nas. Específicamente ellos informan cómo los comerciales televisivos pueden inducir a las personas a comer, comprar y tener antojos. Las siguientes reflexiones, de Adelaido y Lucas, ilustran lo anterior:

Pienso que los medios de comunicación hacen que a la gente se le antoje comer; por ejemplo, ves una pizza donde se le escurre el queso y ¡claro que se te antoja!, ¡o la nieve! Los medios no hacen que engordes, pero hace que tú vayas y lo compres.

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En las noches, cuando veo la televisión, siempre se me antoja comer algo. Siempre tengo cacahuates en mi casa y como un montón.

Existen estados emocionales que ejercen un desequilibrio en el organismo que generan la elección de ciertos alimentos que aumentan los niveles de serotonina en el cerebro, pero a la vez son alimentos altamente adictivos, que provocan el llegar a comer de manera compulsiva (Decaluwé, Braet y Fairburn, 2003). Una considerable cantidad de entrevista-dos, como Lucas, afirmaron que las tentaciones irresistibles contribuían a comer compulsivamente.

Creo que yo me impuse comer así, por ejemplo, yo podría cenar, e iba a la casa de un amigo y ordenan una pizza; yo me la comía aunque estuviera lleno. Mi obsesión de comer es más por la tentación. Es una de las cosas con las que siempre he tenido problema, porque mira con la tentación aunque ya esté bien lleno, una comida que se mira rica me la como y así siempre he sido.

El consumo de estos alimentos se relaciona con estados de ánimo como el enojo, donde al sentir la incapacidad de no poder desquitarse, se desahogan con la comida; este es el caso de Adrián, que declara que utiliza la comida como una forma de descargar su enojo cada vez que le dicen que adelgace:

No lo quiero admitir, pero mi mamá tiene mucha razón cuando me enojo con ellos por el mismo coraje que me da cuando me dicen ¡adelgaza! ¡Y como más!, como para que ellos se enojen. ¡Como más!, como una actitud en defensiva.

Algunos de los entrevistados han utilizado la comida para escaparse de los problemas de la vida desde que eran niños.

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Checo, se sobrealimenta refugiándose en la comida para evadirlos y esperar a que algo cambie, mientras sofoca sus pensamientos y sus sentimientos con comida.

Pues mira, a lo mejor antes me refugiaba en la comida, ya que quería tener una vida diferente y lo que sí me acuerdo es que cuando estaba chiquito y mi mamá me regañaba, era de los que estaba así, (haciendo una seña de introducir alimentos a su boca) come y come y come; todo lo con-trario a la mayoría. No soy como uno de mis hermanos, que cuando se enoja avienta la comida y todo; o cuando se enojan, que no les pasa la comida. Yo era al revés, o sea que cuando estaba estresado me refugiaba de mis carencias en la comida.

Los factores psicológicos, tales como utilizar la comida para resolver los problemas personales o para manejar el estrés emocional, dan como resultado una ingestión excesiva de alimentos, lo cual juega un rol importante en el desarrollo de la obesidad. Estudios relacionados con los desórdenes alimenticios apoyan el hecho que algunos individuos comen en respuesta al estrés emocional, es decir comen compulsi-vamente y por lo tanto tienen un mayor riesgo de ser obe-sos (Decaluwé y otros 2002; McFarland y Backer-Bauman, 1988; Sondermayer, 1995). Este tema fue demostrado en las siguientes afirmaciones de Wally y Esmeralda:

Sí, la mayoría de la gente que he conocido que está como yo (refiriéndose a su obesidad extrema), come cuando tie-nen un problema, pero el problema es que te dan ganas de comer esto y lo otro.

Para mí la comida no es tan importante; me puedo quedar sin comer horas, pero cuando me da eso, me da por comer..., y que no traiga problemas; porque relativamente yo no tengo problemas, pero me da por comer.

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Las palabras de Candy reafirman dos importantes categorías encontradas en el estudio: el aumento de peso relacionado con los eventos estresantes de la vida y la utilización de la comida para reducir la tensión. Al comer en respuesta al estrés, inician un aumento de peso desmedido tratando de aliviar un estado emocional angustiante.

Cuando murió mi hijo, que me lo atropellaron, subí más de peso. Subí más y más y más, porque cuando murió pesaba como 104 y luego llegué a pesar 130 en pocas semanas. Me he fijado que entre más tengo problemas, más como y como y como… Siento que aquello me hace daño y sigo comiendo, o sea que ya no es hambre.

La angustia es una reacción emocional a una situación ad-versa (Rydén y otros, 2001). Una de las estrategias utilizadas por la gente obesa para manejar los disturbios emocionales fue refugiarse en la comida y aunque comer en exceso y tener sobrepeso se consideren síntomas, son el reflejo de problemas psicológicos, que deben ser atendidos (Last, 2000). Lisa ilustra esta situación:

Sí, en sólo seis meses subí como 50 libras, y se lo atribuyo al estrés porque se siente uno como “worthless” (desvalorizada). No tenía fuerza de voluntad, porque me sentía como que no sirvió todos los años que fui a la universidad para encontrar un trabajo bueno. Según yo, tenía la idea de que cuando acaba uno la escuela iba a ayudar a sus papás, pero seguí en la misma situación en mi casa, sin ayudarlos financieramente. Pienso que eso fue, y me veía y comía más y cuando comía decía para qué comí, pero nunca llena uno y hasta que ya está uno enfermo del estómago o equis cosas es cuando deja de comer.

De acuerdo con Caldwell y Kimball (2001), durante un episodio de comer compulsivamente, las personas ingieren

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grandes cantidades de comida mientras que sienten que no pueden controlarse cuánto están comiendo; estas personas pueden tener más dificultad en perder peso y mantenerlo, que aquellas personas que no tienen el problema de comer compulsivamente, como lo muestra Lisa en su discurso.

Cuando estoy mortificada o estresada como lo que sea. Por ejemplo, a mi no me gustan las papas fritas o la carne de puerco, pero cuando tengo alguna tensión, como lo que se me atraviese, tostadas, taquitos, tamales y eso es lo que me hace engordar.

Comer sin sentir hambre física no es natural, los animales y los recién nacidos comen sólo hasta que sacian su hambre; sin embargo, la gente come sin el verdadero sentido fisiológico de la palabra hambre, conducido por factores psicológi-cos, muchas veces para disminuir sentimientos asociados a emociones desagradables (Last, 2000). Algunos informantes narraron sus experiencias en relación con esta afirmación:

Sí, me he fijado que entre más tengo problemas, más como y como y como. Siento que aquello me hace daño y sigo comiendo lo que sea, aunque ya no tenga hambre.

Una de nuestras participantes decía: “La comida es peor que cuando estas alcohólico o drogadicto, porque eso ya no lo vas a hacer y ya, pero la comida, tienes que comer para vivir, la comida es todos los días vas a tener que comer”. La adicción a la comida y el sobrepeso están obviamente relacionados. De acuerdo a Weitzner (2008), a diferencia del alcohol o de cualquier otra sustancia adictiva, la comida es parte de la vida siempre, no se puede cortar con ella de tajo como se hace en el tratamiento de otras adicciones. Como cualquier conducta adictiva, la obesidad produce síntomas tanto orgá-

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nicos como psíquicos. Algunos de los participantes como el caso de Emma, trasmiten a través de la adicción a la comida una carencia profunda cuyo origen puede encontrarse en su historia personal y en cómo fue criada en sus primeros años. “Mi madre decía, ¡por ser tan glotona te vas a morir!, pero yo tragaba más. Yo solo me quería morir; sentía que nadie me quería. En la narración siguiente la categoría de la comida como refugio está cargada de importancia:

No sé cómo decirlo, pero como que buscaba un refugio, un compañero o algo que hacer para compensar algo. Me pregunto cómo fue mi mama tan mala, que me levantaba tan temprano y quería que yo rebajara de peso y eso. En-tonces, pues yo tenía mi carácter y me decía “pos ora que se chingara porque se chingara”. Yo corría al refrigerador, cogía la comida y corría a mi cuarto a tragar y hasta fría la comida me la tragaba, porque como me tenían todo el tiempo a dieta, que dizque a puras verduras y eso y pues entonces cuando era de noche yo comía; porque como tenía varios hermanos, pues yo sabía que mi mamá no se iba a dar cuenta y empecé a engordar y engordar.

Algunas teorías sobre la etio-patología de una adicción seña-lan un indebido maternaje que no permitió en su momento un adecuado proceso de individuación en el niño. Y es así como muchas personas se vuelven adictas a la comida, e inconscientemente buscan a su madre simbólica, la que le proveyó de todo lo necesario en su momento, sin permitir una individuación y entonces no se aprende a ser autóno-mo, buscando en la comida la satisfacción que ha faltado en momentos primordiales. Sin embargo, esta es sólo una teoría. Otros estudios han descubierto la asociación de una compulsión por la comida a la muerte de alguien cercano, o a la pérdida de un trabajo importante, que desencadena una

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depresión que pudiera conducir al desarrollo de la obesidad como una conducta adictiva.

Me embaracé y se me vino el niño, o sea lo perdí, y fue cuando empecé a subir y subir. Mi esposo quería compensar mi pérdida y siempre me traía algo de comer y como no tenía nada que hacer, solo comía y comía.

Así, ante estas últimas reflexiones sobre la génesis de la obe-sidad y la imagen corporal de mis entrevistados, le daré un espacio a un tema medular de mi investigación. Un asunto que pareciera estar siempre ahí y que emerge de las voces de los partícipes de este estudio; Gozando la obesidad…

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SEGUNDA PARTE: GOZANDO LA OBESIDAD

No se necesita estar delgado para ser feliz; parece que la felicidad no depende del peso, sino de muchas otras circunstancias que nos rodean. Hay personas que son felices por sí mismas y

otras necesitan estar rodeados de otras circunstancias para alcanzar la felicidad. Considero que una persona con pro-blemas de obesidad puede ser tan feliz o tan infeliz como una persona de peso normal, aún me sigo preguntando y analizando los discursos de las personas que me llevaron a hacer este libro en relación a si realmente se goza o se sufre la obesidad; tengo que expresarles mi sentir. Aunque nunca llegué a tener obesidad extrema, mi sobrepeso fue siempre un motor que me impulsó a comer saludablemente y hacer ejercicio, pero también me hizo sentir muchas veces coraje por no poder disfrutar de un buen platillo, simplemente un pastel o una rica botana. Mi delirio siempre ha sido el pan, los postres, las galletas y cuando recuerdo las palabras de algunos de mis entrevistados creo que sí, realmente gozan, si no de su obesidad seguramente de las delicias de la comida. Entonces, se preguntarán por qué digo que la obesidad se goza. Bueno, el ser humano goza con todo y en este estudio de los participantes afirman gozar de su vida al igual que gozan la comida, y es que así lo aprendieron desde niños; a ellos les enseñaron a gozar la comida quizás sin límites, sin normas, sin leyes. Las palabras de Adelaido nos ilustran lo anterior:

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A mí me gusta tanto lo salado como lo dulce, pero si hay dulce entre comidas me como lo dulce, o sea, no soy mucho de comprar, pero si me ofrecen algo, yo lo agarro; como mucho, en demasía, en la mañana, en la comida y en la cena. Antes de irme al trabajo me voy bien almorzado. […] En la mañana me levanto y me echo entre seis y siete que-sadillas con frijoles y con aguacatito, mi jugo de naranja o sea que como fuerte, pesado, en la comida no lo sé medir en peso pero me como entre dos o tres bistec de carne y agarro dos platos de arroz, mi coca y mis tortillas, porque como en taco, o sea lo que son las carnes en tacos es raro que la coma con tenedor y cuchillo. En las noches me echo unas ocho tortillas en chilaquiles, con bastante queso y fri-joles, aguacatito y mi soda. Generalmente como solo en el almuerzo y en la mediodía siempre vengo a comer y como con mis papás y mi hermano; en el comedor estamos muy unidos todos. Es la hora que se platica de todo porque en la noche ya cada quien cena solo.

¡Se pueden imaginar estos taquitos! con frijolitos refritos, queso panela y aguacatito con salsa y una gran taza de café. ¡Claro que gozan el placer de la comida! No se reprimen como la mayoría de los que siempre estamos a dieta, cui-dando de no aumentar de peso y conformándonos con un delicioso licuado de avena con manzana o un plato de cereal con leche descremada. Cuando ellos te platican sobre su ali-mentación, no puedes dejar de imaginar esos grandes platos de comida y hasta sentir el olor de tortillas recién hechas.

Fue bonito, aquellas mesas de tacos de harina en la mañana, una taza de café y cuatro o cinco tortillas de harina recién “paloteadas” con mantequilla y ¡vámonos a la escuela. Fui-mos siete hermanos; mi mamá “paloteaba” (hacía tortillas) todo el tiempo, calientitas. Eso, y en combinación con pan dulce, a eso de las 5:00 de la tarde: merienda obligatoria,

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Según Last (2000), algunas personas que comen en exceso siempre buscan pasarla bien; experimentan las alegrías de la vida al máximo y la búsqueda del placer se hace exten-sible a la comida. El acto de comer les aporta una inmensa satisfacción y es una experiencia a la que le confieren un interés absoluto, sin embargo, consumen demasiadas calo-rías y ganan peso rápidamente como en el siguiente caso:

Pero es que a mí me “mata” mucho el sabor de la comida. Te como algo y te como tres veces del mismo platillo porque me gusta mucho el sabor, ¡y ya estoy lleno! Y sigo comiendo y sigo comiendo. Una vez fui a “Los Generales” (un restaurante de comida tipo buffet) terminé de comer y de tan lleno me dieron ganas de vomitar y nomas así me agaché. Me encantan los pasteles a llenar, me encanta lo dulce, me encantan los postres.

Los participantes declararon estar contentos y cómodos con el tamaño de sus cuerpos, de su salud y de su estilo de vida; también afirmaron tener relaciones sociales positivas. Frases tales como “eso no importa”, “no me preocupo por mi peso”, “no tengo planes relacionados con mi peso” o “vivo mi vida feliz día a día” las escuché varias veces confirmando que, en general, no tienen como prioridad principal perder peso, pero si vivir la vida intensamente.

Planes a futuro no tengo, porque mi vida se ha regido por vivir el presente; quiero vivir hoy, mañana, no sé si voy a vivir, porque a mí me dijeron los médicos que el promedio de vida que tenía era de 20 años debido a que mi vejiga no funciona. A raíz de eso pienso que si un día no amanezco por un infarto o lo que sea, no me preocupo. (Adelaido).

Proyectos a futuro..., pues primero acabar mis estudios, para darle un estudio a mi hijo mejor, una buena escuela. Perder de peso es lo último en lo que pensaría en este momento. (Estrella).

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Mis metas son terminar el colegio y andar activo en la iglesia, pero el bajar de peso no es para mí una prioridad. Como tengo tantas cosas, a lo del peso no le doy mucho sentimiento. (Jonás).

La habilidad de respuesta, a cualquier circunstancia puede ser un factor determinante en la relación entre la percepción de la situación y el desarrollo de una respuesta de adaptación efectiva a la condición de peso (Nilsson y otros, 1998). Estudios empíricos (Rydén y otros, 2001) han encontrado que un estilo básico de respuesta es intentar reducir el estrés re-conceptua-lizando el problema cognitivamente, minimizando sus efectos o resolviéndolo. Como bien afirma uno de mis entrevistados que pertenece a un nivel socio-económico alto, status que ha adquirido en parte por ser de una posición acomodada, pero sobre todo por su tenacidad en los negocios, y que en el momento de la entrevista pesaba 146 kilos:

Soy un tipo feliz. Mi gordura, la verdad, no me causa ningún problema como para que trastorne mi vida emocional. Soy de las personas que me encanta vivir la vida; vivo todos los momentos, como me los presenta la vida.

Paquette y Raine (2004), afirman que crear un medio am-biente de mayor apoyo desarrolla una imagen corporal positiva. La mayoría de los participantes en el estudio han aprendido a vivir con su condición de sobrepeso de manera positiva, ayudados por un fuerte soporte de los miembros de su familia y por las características intrapersonales que ellos poseen. Así tenemos las declaraciones de Adelaido, soltero con un peso de 178 kilos.

Soy de los que siempre me ha valido “gorro”; si fuera de los que me decepcionara mucho o de los que me entrara

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la depresión y de que ¡hay, nadie me quiere!, a lo mejor hubiera sido un motivo para bajar de peso, pero como siempre me ha valido “gorro”, creo que ha de ser por eso de que el que me quiera así como soy, si no ni modo. Con mis amigos y con mi familia soy feliz.

Emma, quien tuvo eventos traumáticos en su vida, que fueron detonadores de su condición de sobrepeso, no sólo ha desarro-llado sólidas respuestas de adaptación por sí misma, sino que también ha desarrollado una autoestima positiva en su hija:

En relación a mis planes, la mera verdad no he tenido tiem-po de pensarlo; trato de vivir al día y vivir al máximo, ser espontánea, decirle a mis hijos que los quiero. Hago una fiesta cuando mis hijos me traen buenas calificaciones; tener una buena comunicación con mi hija. Es muy importante, llegar y decirle “¡hay mamita, estas bien hermosa!, ¡no sé porque te hicieron tan bonita! ¡Tengo mis valores bien puestos en la tierra!, sé lo que quiero, lo que quiero lograr, no solo para mí sino para todos a mi alrededor.

Otro de los discursos que te hacen pensar en el gozo de la comida, fue el de Checo, un chico de gran calidad humana, chofer de un taxi. Me platica que le encanta la comida, sobre todo la carne asada. El es del norte de México, donde es muy característico preparar carne en el carbón y acompañarla con guacamole, cebollitas asadas, frijoles a la charra. Algo que llamó la atención es que remarca que no le gusta el chile y ahora verán porque:

Soy un carnívoro, más que nada me encanta la carne guisa-da con jamón, cebolla, salchichas para asar, pero sin salsa porque yo creo que tengo un trauma porque me enchilaron la boca, porque la primer palabra que yo aprendí o que me enseñaron fue “puta” y me enchilaban la boca, me ponían

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chile jalapeño y me lo embarraban en el biberón, y pues si se me quitó eso de decirle a mi mamá “puta”, por eso no uso salsa, pero mi droga es la coca refresco de cola o refresco de cola). A mucha gente si le quitan el cigarro hasta tiembla; a mi me da eso con la coca.

GOZANDO LA OBESIDAD… ¿O LA COMIDA?

Varios participantes tienen su fuente de exceso de peso en el placer que les proporciona comer. La comida juega un papel demasiado importante en su vida. Pareciera que comer es su vida. Otro de mis entrevistados, al comentar sobre sus actividades o rutinas diarias, platicaba que su aumento de peso fue debido a la gran cantidad de donas que se comía a diario, aunado a la gran cantidad de comida que ingería de noche. La siguiente narración demuestra su gusto por la comida con alto contenido de carbohidratos, que hasta sus sueños y pensamientos giraban en torno a ella:

A veces no sólo era la dona, sino que en la mañana me co-mía un paquete de panquecitos y es que el pan es mi vicio, bueno, al grado que a las 4:00 de la mañana yo ya estaba pensando en dejar a mi esposa (en su trabajo), llegar a una tiendita y comer mi paquetito de pan y mi soda.

Mucho del deleite hacia la comida podríamos entenderlo si consideramos el ambiente que rodeó al acto de comer en la niñez de las personas obesas. Las prácticas alimenticias segun Sedo (2005), son en gran parte responsables de nuestros hábitos adquiridos desde etapas tempranas de la vida. Tales hábitos se construyen y moldean dentro del contexto social, familiar y económico, en el cual se desenvuelve la persona y, generalmente, tiende a prevalecer aún cuando ciertos contextos

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demanden cambios en las prácticas habituales. En relación a la alimentación, los padres de familia son los que influyen y modelan actitudes y comportamientos (García, 2007). En el siguiente párrafo Pily demuestra lo anterior:

La despensa en casa desde que yo me acuerdo, eran de paquetes de 10 kilos de harina y de paquetes de 10 kilos de “Maseca” (harina de maíz para hacer tortillas), iban y compraban a la carnicería un cuarto de la res o los kilos que necesitabas, entonces la comida de nosotros básica eran tortillas de harina extendidas por mi mamá, ya que (ella) siempre estaba en la cocina a toda hora; nos mandaba al-morzados con frijolitos guisados con la manteca de puerco, lógicamente el huevito, papitas, o lo que fuera, miguitas (tortillas de maíz fritas y revueltas con huevo) y al mediodía ya estaban la sopa, los frijolitos, el guiso, la sopa, la carne y tortillas de maíz recién hechas y en la tarde otra vez tortillas de harina. Esos eran los hábitos alimenticios de nosotros.

Ante estas narraciones, fue común escuchar, cuando se les pe-día que contaran como fue la alimentación en su niñez, aquel ambiente rodeado de comida y alegría, de más comida y de tranquilidad; al escuchar sus pláticas te remontas a los ranchos, haciendas o quizá aquellas pequeñas cocinas llenas de olores y sabores. Te hubiera gustado estar ahí y ser parte de esa familia.

Viví una infancia feliz; vivíamos en un rancho toda mi vida, donde se cocinaba de todo, lo que es queso, mantequillas, mayonesas, todo lo que tu mente puede imaginar. La nieve se hacía ahí en el rancho. Aunque eso sí, odiábamos el desayuno todos los días, ¡imagínate!, un batido de plátano; a mi me daba mucho asco porque veíamos como le ponían los huevos.

Cuando le pregunté por qué le daban de desayunar ese licua-do, (aunque la respuesta la sabía porque mi madre también

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me daba todas las mañanas un licuado de plátano con leche y un huevo crudo cuando tenía unos 5 años), me respondió: “Es que yo era muy flaquito y mi mamá me lo daba para que engordara”. Y es que el estilo de vida que hoy tene-mos, en especial los niños, que en las últimas décadas han restringido la actividad física debido al uso de videojuego y aparatos electrónicos, no es como el de aquellos tiempos, como lo narra Marcos:

La diferencia era la actividad física, los hábitos de la familias de aquel entonces, no son como los de hoy; te hacían comer desayuno, comida, merienda y cena. Y se acostumbraba la siesta, porque en el rancho se levanta uno muy temprano a las faenas, que empezaban a las 4:00 de la mañana, porque se tenía que ordeñar las vacas y desde esa hora ya había ajetreo. Era un ritmo muy rápido. Luego nos íbamos a ayudarle a mi papa, porque se hacían quesos.

El gusto por la comida y el comportamiento alimentario son, sin duda, de todas las actividades humanas, las más ligadas a la cultura. Según Contreras y Gracia (2005), la elección de los alimentos está unida a la satisfacción de las necesidades del cuerpo o de los deseos, y sobre todo de los gustos per-sonales, pero también al tipo de sociedad. Nuestra cultura alimentaria en México y para todos los mexicanos, aún los que viven en el extranjero, como muchos de los participantes del estudio, es la consecuencia de la existencia de un pro-ceso de socialización, que muestra que las actitudes hacia la comida, han sido aprendidas de otras personas dentro de sus redes sociales, principalmente de su familia. Son repre-sentaciones sociales cargadas de creencias, conocimientos y prácticas heredadas.

Se le va a hacer chistoso, pero no me acuerdo de muchas cosas de mi infancia. Recuerdo que mi mamá siempre nos

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preparaba cosas de comer. Mi papá tenía un trabajo seguro, sin embargo, cuando yo tenía 5 años, tuvo la oportunidad de venirse a Estados Unidos; mucho mejor para nosotros, siempre el dólar se multiplica y aunque fuera poco, para nosotros era mucho. Una de las cosas que recuerdo es que mi papá se iba al mercado y traía costales de fruta; teníamos en abundancia comida. También me acuerdo que en las mañanas nos daban un desayuno mexicano, con huevos, frijoles, salsa y tortillas de las dos: de harina y maíz.

Para los seres humanos, el placer abre muchas puertas importantes. Según Nakken (1999) las experiencias placen-teras nos permiten saborear el existir sin tiempo; saborear una taza de café o degustar un buen caldo como en el caso que presento a continuación, que parece trascender y estar suspendidos en un dominio libre de preocupaciones y lleno de paz, sin embargo, no son placeres duraderos y muchas veces queremos algo más.

Me acuerdo que mi mamá hacia cosas muy ricas. Había ga-llinero para vender huevos y me acuerdo que ella agarraban la gallina y le daban vuelta al pescuezo y la tiraba en unos baldes de agua y hacía unos “caldazos”. Mi papá, que era el hacendado, obligaba a que toda la vida tenía que haber un caldo en la mesa. Tenía que haber un caldo en la mesa, “llueve truene o relampaguee”, “canícula o sin canícula”, tenía que haber caldo. Era la regla número uno de la casa.Era la regla numero uno de la casa.

Para quienes no son del Norte de México, la canícula se le llama a los días más calurosos del año, que generalmente comienza el 26 de julio. En el párrafo anterior podemos descubrir que los gustos por la comida o por determinado alimento se adquieren a través de la repetición que se estable-ce socialmente, pero sobretodo de las prácticas alimenticias

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adquiridas desde la infancia. Como en la siguiente narración de una mexicoamericana:

Cocinábamos comida mexicana, no como la vida de mi esposo (mexicoamericano), que yo supongo era huevo y huevo todas las mañanas, con frijoles y tortillas de harina; nosotros teníamos mucha variedad, que atole, tortillas de harina, huevo; desayunaba poquito y luego siempre nos tenía (su mamá) guisados en la comida. Éramos ocho her-manos. Recuerdo que la hora de la comida, siempre juntos, almorzábamos y nos íbamos; llegábamos a la casa a comer y nos íbamos. Es una cosa que cuando me casé le dije, no me gusta que anden con la comida en la mano, siéntense. Si mi esposo se iba y llegaba a la casa, a las 4:00 hacíamos la cena, nos veíamos en la mañana y en la noche, pero cuando menos una comida en casa todos juntos, porque era la hora en que se quería saber cómo nos había ido. Era importante la hora de la comida. A ver, ¡ven platica!, ¡no has dicho nada! Yo pienso que la comida en la mesa es muy importante.

Además de la cantidad de alimentos disponibles y las pro-porciones mayores de comida que obviamente ofrecen más calorías, la cantidad de publicidad de comida y el consumo de comida fuera de la casa, son factores medioambientales que influyen en el placer por la comida como mencionó uno de los entrevistados:

Si te anuncian que McDonald’s, que el Kentucky, pizzas…, empiezas a comer pura comida que te engorda, ni modo que haya pizzas dietéticas, hamburguesas o si al pollo frito le que quitas el pellejo pues no tiene caso. Ves puras cosas de engordar, más que de adelgazar, porque a veces en la madrugada te anuncian que las pastillas para adelgazar, o que los ejercicios, pero los ponen a las 10:00 de la mañana, cuando todos los gordos están trabajando.

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Tratando de terminar esta complicada parte, ya que a mu-chos de los lectores quizá les parezca sorprendente que la persona obesa se encuentre en un estado de aceptación, felicidad y tranquilidad, leyendo los discursos de mis en-trevistados llego a varias conclusiones, la primera es que no se necesita ser delgado para ser feliz, la segunda es que existen muchos “otros” que los hacen sentirse infelices con su cuerpo. La forma de ser, la personalidad, la gente que les rodea y las vivencias que cada uno tenga en relación a su condición de peso, parecen ser los determinantes de la felicidad. En los discursos de los participantes podemos confirmar que la persona con obesidad no siempre es infeliz, ya que eso nos llevaría a pensar que si adelgaza será feliz. Esta investigación nos muestra que hay gente que ríe, que disfruta, que no se tortura por tener unos o bastantes kilos de más, que se abre al amor y a la posibilidad de ser. Sin embargo, existe una contraparte a los que comen por placer, me refiero a aquellos que comen en exceso como reacción a estados emocionales o como satisfacción sustituta en situaciones intolerables de la vida, que vienen a constituir en mi investigación a aquellas personas que sufren por tener una verdadera compulsión hacia la comida. Los comedores compulsivos endulzan a los demás para generar el rechazo que les garantiza el motivo para comer más, y es que se vuelve un círculo vicioso sin parar, a fin de cuentas deciden sentarse a comer y a soñar. Según Weitzner (2008), así vive la vida la comedora compulsiva, brincando a su dulce fantasía, pero rebotando en la cruel realidad que la lleva a su regreso al atracón. Así pues la comida presenta una ambivalencia profunda, ya que es fuente de intenso placer, pero también de sufrimiento. Una dualidad que parece tener señales culturales. Y es que en una misma historia encontramos que comer o rechazar la comida se convierte en una vía de inmenso placer, pero también de sufrimiento.

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TERCERA PARTE: SUFRIENDO LA OBESIDAD

SUFRIMIENTO Y REPULSIÓN AL SOBREPESO

A partir de las experiencias vividas en sus interac-ciones con la sociedad y las relaciones que se es-tablecen a lo largo de su existencia, las personas aprenden símbolos que su medio ambiente les

trasmite, apropiándoselos o modificándolos de acuerdo a sus necesidades. La persona que padece de obesidad, elabora concepciones que les permiten interpretar el pasado, actuar en el presente y presagiar el porvenir. Así pues encontra-mos que la vida es un acto de percepción y de emoción. La auto-percepción del sobrepeso, como pudimos observar en los capítulos anteriores, difiere entre las personas; si bien algunos de los participantes del estudio se sienten bien con su cuerpo, para otros la necesidad de abstenerse de consu-mir determinados alimentos desencadena una sensación de pérdida de autocontrol. Para entender el contexto de una de mis entrevistas que ilustrará con sus narraciones esta parte del libro, les contaré de mi encuentro con Molly. Como siempre, mi obsesión por encontrar quién me pudiera ofrecer algo de su tiempo para una entrevista, me puso en apuros, pero logré mi objetivo. Debo contarles que una mañana, estando parada dentro del campus de la Universidad vi a una muchacha joven, con un sobrepeso increíble, tal como lo era su belleza, su pelo tenía mechones en tonos rojizos o de color morado; estacioné mi carro en doble fila y lo dejé encendido, porque cuando la vi,

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me dije ¡ella tiene que ser parte de mi investigación! Bajé rápidamente y le pedí que me permitiera estacionar el carro porque quería preguntarle algo. No cabe duda que Dios la había puesto en mi camino. El solo hecho de pensar en las contribuciones que ella podía hacer para que los profesio-nales de la salud entendiéramos cada vez más el problema de la obesidad, me entusiasmaba en sobremanera. Me citó un sábado en la mañana en su casa. Habló de tantos temas que mi mente empezó a dar vueltas, mientras trataba de hilar todo lo que estaba escuchando. Me sentía tranquila pues todo lo que decía estaba siendo grabado por mis dos grabadoras. Molly tenía 26 años cuando realicé la entrevista, era una chica muy guapa, vestida muy moderna con el pelo pintado en tonos rojizos y violetas, con un peso de 122 kilos que realmente te impresionaba al verla. Re-cuerdo que salió de una recámara que daba a la sala donde yo estaba esperandola y detrás de ella un chico que casi me desmayo cuando me lo presentó como su novio; muy gua-po, extremadamente atractivo, amable, simpático; se sentó al lado de ella desde que empezó la entrevista. Casi pensé que tendría que cancelar la entrevista, ya que la privacidad para mí era muy importante, pero ella me dijo “No tengo secretos con él, puedo hablarle de cualquier cosa”. Y como no, si todo lo que me relató no podía ser distorsionado porque él estuviera ahí, ya que de hecho ella había escrito un libro donde justamente trataba la problemática de su sobrepeso. ¡Y era verdad! Cuando termine la entrevista le dije que donde podía conseguir su libro y para mi asombro me vendió uno. Me impresionó tanto leer el libro que no puedo dejar de incluir un párrafo donde ella escribe en un monologo el sufrimiento y repulsión que a veces causa el sobrepeso: “He vomitado tantas veces que ya no se qué parte de mi vomito. Creo que a veces son papilas gustativas otras mis pulmones, en ocasiones cuerdas vocales o partes de mi

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cerebro pero creo que no es mi gordura, porque no puedo vomitar mi sobrepeso”. Sus palabras me emocionaron tanto porque yo sabía que ella estaba expresando lo que muchos no se atreven a decir. Entre sus declaraciones afirmó:

Ciertamente cuando una persona baja de peso cambia aun-que sigue siendo la misma, no sé si me explique, pero las relaciones cambian, el mundo interior cambia, aunque el valor como seres humanos con toda la dignidad y el respeto que nos merecemos ahí está y nunca se ha ido, aunque bajes o subas de peso.

HACER DIETA… ¡ES COMO SI ME ESTUVIERAN ENCAJANDO UN CUCHILLO!

Desde la perspectiva de las personas obesas, hacer dieta, perder peso y mantener lo que se ha perdido ha sido un problema difícil, complicado y doloroso. Sundermeyer (1995) afirma, que algunas veces se desarrolla una asociación entre la dieta y comida, lo cual puede ser sinónimo de culpa, cas-tigo o privación, a menudo resultando en comportamientos severos así como amenazas serias a la salud. Los sentimientos, pensamientos y emociones reprimidas tienen un gran poder y juegan un rol importante en el fracaso o éxito de cualquier meta deseada. En relación con este importante tema, Molly nos muestra sus pensamientos, ideas y sentimientos:

Cuando estoy haciendo una dieta me afecta en todos los sentidos de mi vida, como la concentración o la lucidez. Me siento mal y eso me afecta sicológicamente. Por mucho tiempo mi vida giraba en torno a la comida y ahora quiero que sea lo último que me preocupe, o sea si se me antoja algo, quiero podérmelo comer, y que se me acabe la obsesión

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de comérmelo y eso es lo que he hecho para no aumentar tanto de peso, porque por decir si me someto a periodos de dieta y después son periodos en los cuales estoy comiendo. Entonces mi vida gira en torno a la comida.

La mayoría de las personas entrevistadas saben lo que necesitan hacer para bajar de peso, saben que reducir las calorías o hacer ejercicio funciona. Sin embargo, las acti-tudes y sentimientos sobre el proceso de hacer dieta en el esfuerzo intencional de perder peso son impresionantes, generando un disturbio emocional más profundo. A menudo se desarrolla una asociación, como si la dieta y la comida fueran sinónimos de castigo, culpa o privación, conduciendo en muchas ocasiones a comportamientos más severos, con amenazas serias a la salud, como lo narra Checo:

Pero a veces me entra la depresión y me da impotencia no poder adelgazar, porque por más que lo intento si adelgazo y luego ya no la puedo seguir y a mí se me hace demasiado pesado hacer una dieta. Es como si me estuvieran encajando un cuchillo, más que nada por el ritmo de vida que llevo.

Las diferentes dietas animan a limitar la comida y se hace pensar que entre menos se coma es mejor, cuanto menos comamos mejor nos sentiremos, pero sucede que lo que empezaba a ser un cambio saludable y positivo termina siendo una privación física y emocional. El discurso de Molly referente a este tema resulta impresionante y cabe resaltar que aunque ella narra un incidente a cerca de su amiga, pareciera reflejar todos sus sentimientos de pánico referentes al tema:

He estado analizando el proceso que la gente sigue cuando hace una dieta; yo tengo una amiga que cuando el doctor le

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dijo que tenía que estar a dieta para siempre, después que con tanto entusiasmo había llegado a la meta…, o sea…, esta niña estaba llorando, histérica, muy mal y decía “¡yo tengo miedo!, ¡tengo pánico!” Entonces le digo, “lo que pasa güey, es que estaba analizando la pirámide de Maslow, y cuando tú te pones a dieta te bajan al primer nivel porque estas po-niendo, toda tu vida y toda tu concentración en necesidades físicas, entonces tienes hambre y estas cuidando cada cosa que comes, estás poniendo toda tu atención en tus necesidades físicas y entonces tu sentido de seguridad, que es lo que sigue, se va a la chingada; yo sé lo que es eso güey, cuando estoy a dieta para no sé porque pero me da mucho miedo salir a la calle, me da miedo que me vean, entonces yo estoy a dieta y se supone que estoy a dieta para no sé y el caso es que mi vida social se desmadra porque yo no puedo salir a la calle. Todo el tiempo que estoy a dieta estoy encerrada en mi casa, tus relaciones afectivas se convierten en no sé qué diablos, pero dejan de ser relaciones afectivas, no las estableces como son, no las estableces como deben ser, entonces todo va en relación a eso y pues de ahí olvídate de tus aspiraciones profesionales y olvídate de todos los demás niveles.

No sabría como describir mis sentimientos encontrados cuando escuché las palabras de Molly al referirse al dolor y sufrimiento que implica “estar a dieta”; yo, que me con-sideraba experta en levanta ánimos”, por ser conferencista de un grupo de autoayuda, no hubiera tenido palabras para alentarla y es que parecía oír las voces interiores de muchos de los asistentes a mis reuniones; voces y pensamientos que no se atreven a decir:

No te imaginas la cantidad de veces que se me rodaron las lagrimas de estar oyendo que tenías que estar a dieta toda la vida, que tenías que cuidarte toda la vida, etcétera, y todo se veía tan eterno y es que tú no sabes la cantidad de veces que lloré ante un chocolate, y yo me preguntaba “¿por qué

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chingados no me puedo comer un chocolate?”. Y es que tú crees que porque estas dada de alta ya puedes comer de todo. ¡Me comí una paleta! y sentí que me hubiera muerto feliz al estarme comiendo esta paleta.

Pero detrás de esa rebeldía quizá se encuentre la falta de convicción y fuerza de voluntad de la persona obesa y la inconsistencia de sus esfuerzos por bajar de peso, florecien-do toda una mitología popular sobre el tema y un sistema dedicado a explotar la angustia, la credulidad y la búsqueda de soluciones fáciles: desde “dietas maravillosas”, “sistemas infalibles”, libros que relatan “métodos que sí funcionan”, así como máquinas, instrumentos o productos farmacéuticos que permiten perder peso sin esfuerzo; engaños que difun-den con insistencia la radio, la televisión, revistas, internet y en general todos los medios de comunicación. Aunque el resultado siempre es el mismo: el efecto Yo-Yo, ya que el peso perdido vuelve a recuperarse y algunas veces mucho más.

He hecho muchas dietas como la de baja en grasa; he hecho dieta donde comía muy poca comida y en todas las dietas siempre he perdido peso, el problema siempre ha sido que dejando la dieta las costumbres vuelven y regreso no solo al peso sino que lo que perdí lo aumentaba y a veces más. (Lucas).

Cuando estoy en dieta bajo cinco (kilos) y aumento a 10 o pierdo cinco y aumento 10, y entonces me desanimo más y deseo mejor nunca haber estado haciendo dieta (Lisa).

Yo pierdo y gano peso cuando quiero; ahora que estuve malo del corazón pos a comer vegetales y bajé como 70 libras, pero ya aumenté eso y más. (Ruperto).

Las narraciones de varios entrevistados muestran que aque-llas personas que están constantemente preocupadas por su peso consideran la obesidad como un verdadero martirio,

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pues al sentirse mal con su sobrepeso constantemente se en-cuentran a régimen de adelgazamiento y así se van de fracaso en fracaso y acaban por probar cualquier alternativa que se les ofrece o de la cual tienen noticia. Los siguientes segmen-tos, de Roxana y Ema, muestran estas afirmaciones.

Yo cómo y luego estoy muy apenada, muy mortificada por mi falta de voluntad y..., o sea como algo y luego me estoy lamentando, ni lo estoy saboreando, pero pienso que me falta que esté alguien conmigo llevando la dieta…, o sea siento que todo mi problema es que cuando estoy muy mortificada le entro a la comida.

Lo que pasa es que uno ya está cansado de dietas y luego si hace uno la dieta por mucho tiempo te aburre.

Probablemente ningún tema relacionado con la obesidad ge-nera más preocupaciones y sufrimientos que tratar de perder peso. Caldwell y Kimball (2001) afirman que una razón del bajo índice de éxito para perder peso haciendo dieta, es que muchas personas buscan soluciones rápidas y mágicas a la obesidad (por ejemplo, pastillas, aparatos y programas rápi-dos) y dietas de “comer todo lo que desean y al mismo tiempo perder peso” que ofrecen las expectativas de ser más delgado. Ellos afirman que millones de personas ingresan cada año en algún tipo de programa estructurado para perder peso realizando regímenes especiales de dieta o dietas líquidas; además, la proliferación de centros dietéticos ha traído como consecuencia un fracaso cada vez más pronunciado ante la idea de seguir un plan para disminuir el peso. Las siguientes citas, de Checo y Molly, confirman estas suposiciones:

He tratado todas las cosas para perder peso, la de “Quitaki-los”, la de la “Clínica Theo”; también fui con una nutrióloga; esa era una combinación de equivalencias en las comidas,

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pero no me dio resultado, luego la acupuntura, unas pasti-llas que me hacían orinar y que en la primera semana bajé 7 kilos y luego cinco y luego dos y luego ya la dejé; y luego volví a engordar. También hice la dieta baja en carbohidra-tos y con esa bajé como 7 kilos, pero volví a aumentar. Sí, porque las dietas que dejo vuelvo a subir; luego fui a otra que te ponían inyecciones en la panza y bajé como 10 kilos en 15 días y también la dejé, luego fui con un doctor, pero ahí se la “bañaban” (termino regional para designar que era muy estricta) y no aguanté porque la cena era una fruta… ¡puede creerlo!, ¡una fruta! No aguanté.

No te imaginas la cantidad de veces que se me rodaron las lagrimas de estar oyendo que tenías que estar a dieta toda la vida, que tenías que cuidarte toda la vida, etcétera, y todo se veía tan eterno y es que tú no sabes la cantidad de veces que yo lloré ante un chocolate y me preguntaba “¿por qué chingados no me puedo comer un chocolate?”. Y es que tú crees que porque estas dada de alta ya puedes comer de todo.

Hacer dieta es un factor significativo de riesgo para el desarrollo de desórdenes alimenticios y dejan efectos de mala adaptación que son peligrosos para la salud sicológica (Aranceta, 2007). Uno de ellos es el impacto negativo en el bienestar sicológico y la autoestima que se asocian al hecho de estar bajo un régimen de adelgazamiento, como en el caso siguiente:

Hasta ahorita me he construido como una persona que vale; ahorita estoy en una clase y todas las opiniones lucidas van de parte mía y mis opiniones pesan y en base a eso valgo, pero si me pongo a dieta de pronto me convierto que de ser una persona que en el salón está en mero adelante, opi-nando y discutiendo con el maestro y haciendo propuestas, entonces si me voy a convertir en una persona que está allá atrás que está mareada, con dolores de cabeza que está no

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lucida sin entender lo que está pasando en la clase; porque ya me ha pasado que no estoy poniendo atención por culpa de la dieta.

Todos aquellos que incursionan en prácticas alimenticias restringidas, de una u otra manera han experimentado re-sultados dañinos y con frecuencia no exitosos. De acuerdo con MacFarland y otros (1999), hacer dieta puede llevar a una variedad de resultados psicológicos negativos, in-cluyendo disturbios en el afecto, autoestima, cognición y comportamiento alimenticio. Principalmente las dietas bajas en calorías y ayunos largos se asocian con incremento en la ansiedad, nervios, irritabilidad, enojo, frustración y depresión. Las siguientes citas, de Molly, Gally y Roxana, ilustran este tema.

Todas las dietas que he hecho en mi vida me enferman; cuando era niña mi hermana tenía sarampión, y a mí no me dio, pero desde que estoy a dieta, Siempre estoy enferma.

Nunca bajo de peso, y nunca hago las dietas bien; la doc-tora me da un montón de consejos, pero yo nunca los sigo y sigo comiendo mi carne guisada, aunque a veces me da vergüenza.

Ahora estoy en dieta, pero necesito no salir, porque si salgo ¡olvídalo! Si voy a ir a una reunión social necesito comer primero, ¡soy un desastre! Ayer vino mi vecina a pedirme azúcar y me trajo tacos y coca… ¡renuncié y me los comí!

Para algunas personas la obesidad es un verdadero marti-rio, pues aunque tratan de combatirla, van de fracaso en fracaso y acaban por probar cualquier alternativa que se les ofrece o de la cual tienen noticia. Pareciera que en el fondo de los fracasos estuviera una rebeldía, falta de convicción y fuerza de voluntad. Además los recursos asignados a bajar

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de peso ponen en riesgo la salud y la vida. El negocio de las dietas y productos para bajar de peso es gigantesco, por la propia inclinación de las persona con sobrepeso a creer en soluciones mágicas que no demandan sacrificios y por la desinformación reinante. Caso que se ilustra Adelaido:

Siempre trato de perder peso. Mi primera dieta fue como a los 8 o 9 años, que me metieron a “Quitakilos”, porque mi papá se metió en aquel entonces y bajó 20 kilos, entonces me metieron, pero yo comía entre comidas. Claro que nun-ca bajé y ya en la secundaria típico que te quieres poner a dieta. Mi primer dieta seria fue en la “Clínica Theo”, pero era todo medido, en la mañana medio jugo de naranja, un pan y cuatro rajas de jamón sin mantequilla ni mayonesa; me daban mucho potasio porque era bueno para el corazón, pero también eran pastillas para que no te diera hambre; y en la mediodía, era carne y si comías frijoles o sopa no comías tortilla, entonces las pastillas te ayudaban a reducir grasas y en la cena que tenía que ser a más tardar a las 6:00 de la tarde y era “All Bran” y si bajé, pero no sé si yo seré muy negativo; estaría como en tercero de prepa y en esa época a mi papá lo desocuparon del trabajo y eran caras las pastillas del tratamiento y entonces dije “¡yo con la pura dieta no la voy a hacer!”, y me estabilizaron por dos meses, pero cuando me dijeron ya no te la vamos a poder pagar dejé la dieta volví a aumentar lo doble.

En esta última narración podemos darnos cuenta que ade-más de la angustia que causa el hacer una dieta, se entrelazan factores económicos, que constituyen uno de los fracasos para perder peso. Desafortunadamente la comida saludable es a menudo más cara que la comida rápida. Como establece Molarius (2003), las personas constantemente optan por lo que su situación financiera permite, que generalmente es una comida de baja calidad y alimentos rápidos y más bara-

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tos. Los entrevistados refirieron su situación económica como una de las razones por las que habían dejado la dieta o el tratamiento para perder peso. Los siguientes testimoniales de Gustavo y Candy señalan este importante tema vinculado al fracaso para perder peso y sobre todo a las recaídas:

Veo un montón de cosas en la televisión para reducir mi so-brepeso y pienso acerca del problema económico, porque veo los jugos o los licuados para perder peso, pero no tengo como comprarlo, porque a veces tengo trabajo y a veces no.

Hace mucho tiempo perdí muchos kilos con la dieta de “Quitakilos”, pero todavía recuerdo que el único motivo por lo que no pude llegar a la meta y ser un miembro vitalicio fue debido a problemas económicos, ya no pude pagar la inscripción.

Además de fraudulentos e inútiles, las pastillas, inyecciones y demás métodos para bajar de peso, exigen cuantiosos recursos económicos que demandan sacrificios; el caso de Emma ilustra lo anterior:

Cuando llegué a las 350 libras me dije”tienes que hacer algo”. Comencé a tomar pastillas e inyecciones, pero el tra-tamiento era muy caro; las inyecciones costaban 12 dólares cada una y las pastillas 80; recuerdo que solo pude pagarlo por tres meses, después volví a mi peso.

INSATISFACCIÓN DEL CUERPO: UN SUFRIMIENTO PROLONGADO

La famosa “curva de la felicidad” se ha transformado hoy en día en la “curva de la desgracia”. De acuerdo con Caldwell y Kimball (2001), uno de los efectos sicológicos y sociales más dolorosos de la obesidad puede ser el sufrimiento emocional

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que ocasiona. Esto se debe al énfasis que la cultura otorga a la apariencia física, así como el estándar actual que la sociedad concede a la delgadez, que se ha convertido casi en un sinóni-mo de belleza. Mi estudio demuestra que los que más sufren el problema del sobrepeso son aquellos que en la actualidad no tienen una pareja formal: solteros, viudos, divorciados; ellos presentan insatisfacción sobre sus cuerpos. Gaby, por ejemplo, es una mujer mexicana de 56 años, separada desde hace varios años de su esposo con un IMC de 46. Ella reveló:

Soy alegre; me gusta mucho la música, pero al mismo tiempo siempre ando seria. Me siento mal por lo gorda que estoy, por lo mismo siempre ando pensando, ¡ahí tengo una falda; cuando esté más delgadita me la pongo!” Haga de cuenta que me siento…, muy..., no sé cómo explicarlo, pero a veces hasta yo sola me avergüenzo de mi mismo cuerpo, yo quisiera bajar de peso pues para seguir a mi esposo y que no se avergüence de mi, ¡pero nunca lo he logrado!

Muchas de las personas inician el consumo excesivo por la comida como respuesta a una pena o un cambio que no pueden aceptar. Según Nakken (1999), la adicción a la comida ofrece a estas personas otra manera de enfrentarse con el problema. Todos los entrevistados que pertenecen a esta categoría literalmente expresaron que se refugiaron en la comida después del suceso. El caso de Caly, quien en el momento de la entrevista pesaba 132 kilos, ejemplifica cómo inicia en mayor medida su aumento de peso al tener un evento estresante como la muerte de un familiar y donde su única salida en ese entonces era la comida. Generalmente las personas que sufren una pérdida tar-dan un cierto tiempo en asimilarlo, en aceptar y adaptarse a su nueva situación. Según Lazarus (2000), la diferencia entre resignación y aceptación es sutil. La persona obesa

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comiendo de más, contrarresta el nivel de estrés que siente profundamente y las necesidades emocionales frecuente-mente producen un deseo urgente y compulsivo de ingerir alimentos. Pita demostró este tema cuando recapituló un pasaje de su vida:

Soy de las personas que le doy frente a los problemas co-miendo; por ejemplo, sufrí mucho cuando el trasplante de mi hermano que entró en estado de coma, pero recuerdo que comía donde sea, hasta en el hospital. No soy de las personas que no comen cuando tienen un problema, pero yo sí... pero mira yo ahora disfruto la comida. Por ejemplo, si me dices vamos a ir a una reunión y sé que voy a comer bien rico, o sea lo disfruto, es un placer, quizás porque tenga muchas necesidades afectivas y probablemente sea lo único que compensa esas necesidades.

Las personas obesas pueden asimilar, aceptar o resignarse ante la situación vivida. Muchos de ellos aceptan o se resig-nan a su imagen corporal, sin embargo, la confianza en sí mismos afecta su identidad y su autoconcepto. Así, un senti-do de autoestima es una poderosa influencia en la conducta y en el estado emocional. El contexto sociocultural es uno de los factores que influ-yen en el incremento en los índices de obesidad e insatis-facción con el cuerpo. El fuerte valor cultural dirigido hacia estar delgado, especialmente en el caso de las mujeres, ha hecho que sientan que su nivel de atracción, como aspecto potencial para las relaciones románticas, se base en la forma del cuerpo (Gerson, y otros, 2004; Paquette y Raine, 2004). Por lo tanto, para evadir la presión y consecuente frustración por no poder ser de “los exitosos”, comen aún más para callar todos sus sentimientos de dolor, fracaso y minusvalía, pero además se aíslan, presentando dificultades para hacer amigos, como lo expresa Lisa:

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Porque yo me cohíbo, no puedo hablar con las personas bien y más si me gusta una persona, un muchacho. Yo puedo vacilar, hablar y jugar con personas que no me encuentro atraída, pero si me gusta un muchacho siento que no puedo hacerlo…, yo siento que no merezco.... Exacto, siento que no merezco.

El interés en los efectos sicológicos y sociológicos sobre la insatisfacción del cuerpo ha crecido sobre todo en las últimas décadas, tanto en hombres como en mujeres, y es que nues-tros cuerpos se han convertido en la nueva moneda. Pareciera ser que la clase social y el dinero ya no son los parámetros para medirnos y compararnos con los demás y en cambio la apariencia, el buen aspecto y aptitud física, son ahora medi-da de nuestro valor social. En relación con este tema, Molly declaró abiertamente sus sentimientos, pensamientos e ideas relacionadas con estas influencias sociales y culturales:

Yo odio esa manía de si el sobrepeso es bueno o es malo, o sea si a ti te parezco fea porque tengo sobrepeso, ¡es tu pro-blema!, pero no me vengas a decir que te preocupas por mi salud y no sé qué diablos más. Y es que así me esté muriendo por las dietas, para muchos “está a toda madre”, yo pienso que en el momento en que tú, para sentirte bien contigo misma, necesitas autodestruirte entonces estamos hablando de una falla social importante. La sociedad está muy en la idea de que si estas gordo es porque no te quieres o porque no tienes fuerza de voluntad, y este tipo de cosas te afecta en el sentido de que estás inmersa en una sociedad en que si a mí me gustas o no me gustas, equis; si tienes esta imagen vendida, entonces resulta que quien tiene sobrepeso no nada más tienes sobrepeso sino que además eres es feo, y además de ser feo eres estúpido porque estas así porque quieres y no te quieres a ti mismo y además eres una persona que tiene problemas a nivel sicológico, que no tiene voluntad y que tiene problemas en su vida, una persona poco responsable,

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o sea una serie de adjetivos innecesarios y no reales que se le han ido adjudicando a la persona obesa.

Las repercusiones que la obesidad tiene sobre el desarrollo sicológico y la adaptación social de las personas con sobrepe-so son muy importantes. Algunas de las personas afectadas por su sobrepeso no son bien consideradas en la sociedad, y muchas de ellas tienen una pobre imagen de sí mismos y expresan sensaciones de inferioridad y rechazo. La baja autoestima y una acentuada inseguridad social juegan un rol determinante en la persona obesa, dado que en nuestra sociedad las apariencias e imagen corporal ejercen una presión constante. Como afirmó uno de los informantes:

La cuestión es que de repente llega un momento en que te ves como eres, entonces..., o sea hay períodos en que de repente te ves como eres y causa un shock emocional muy fuerte. A mí me daban depresiones de no salir de mi cuarto, o sea de que me daba miedo salir, porque me veía horrible, o sea por decir había andado todo el día afuera pero ya en la noche que me daba cuenta de eso, al otro día yo no quería salir y cosas así.

Definitivamente la autoestima está sumamente relacionada con la imagen corporal y aunque ya habíamos tocado el tema, es importante hacer notar la problemática de la persona obesa desde el punto de vista de la comprensión de sí mismo, saber que ocurre dentro de ellos y a su alrededor, pues en la medida en que la persona entienda lo que pasa, podrá relacionarse mejor con el mundo exterior. Muy ligado con el concepto de la comprensión de sí mismo, se encuentra la aceptación. De acuerdo a Álvarez (1999), de la aceptación dependen entre otras cosas la actitud de los individuos hacia sí mismos y el aprecio por su propia valía, aspectos fundamentales para su propio crecimiento y desarrollo. Pita, después de algunos años de estar divorciada declaró:

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Si, ¡definitivo!, mi baja autoestima está muy relacionada con mi sobrepeso. No, no me acepto, pero tampoco hago nada, mira estoy en una etapa de indiferencia, me miro en el espejo y digo, ¡ah caray!, y me digo, ¿qué estás haciendo por ti?

EMOCIÓN DE CULPA, ENOJO Y VERGÜENZA

Algunas de las personas afectadas por su sobrepeso no son bien consideradas por la sociedad y muchas de ellas tienen una pobre imagen de sí mismos y expresan sensaciones de inferioridad y rechazo. Los sentimientos de inferioridad y poco valor por sí mismo generan también otras emociones frecuentes en el fenómeno de la obesidad como la culpa y la vergüenza; la emoción de la culpa se relaciona con sentir que se ha transgredido un código moral que forma parte de los valores de las personas; las personas que experimentan culpa, no necesariamente incurren en algo moralmente malo, sino en creer que lo han hecho. La emoción de la culpa se centra en el sentimiento subjetivo de culpabilidad (Lazarus, 2000). En el caso de las personas con sobrepeso, la culpa sobreviene porque se sienten incapaces de trascender su obesidad, per-cibiendo su imagen corporal como algo que los devalúa ante los demás, por lo que se sienten discriminados o rechazados. Veamos la narrativa de Molly a continuación:

Yo sé que tengo muchas marcas y muchos traumas que sé que no me voy a poder quitar, sin embargo, he estado tra-bajando en las que me joden más y una de ellas es la culpa; la culpa te friega y te “desmadra”, y esa ha sido una de las cosas por las que he estado trabajando. No me puedo sentir culpable por estar comiendo, o sea que si me discriminan en algún aspecto, no debo sentirme culpable por eso, no puedo sentirme culpable.

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Los factores sicológicos, incluyendo la auto-percepción, culpa, ansiedad y frustración, a menudo aceleran el comer en exceso. La persona obesa comiendo de más contrarresta el sentido de impotencia y descompensación que siente profundamente; las necesidades emocionales frecuentemente se sienten de manera urgente y compulsiva, sin embargo, la lógica emo-cional trabaja para satisfacer esa urgencia y liberar presiones. Algunas participantes, especialmente mujeres, manifiestan emociones de enojo, rebelándose ante un imaginario social que las coloca como personas sin valor. En muchas ocasiones, las personas obesas ante los discursos que estigmatizan y deva-lúan los cuerpos que no se ajustan a los estándares socialmente “adecuados”, adoptan diferentes actitudes como el rebelarse, mostrarse indiferentes, enojados o combativos ante situaciones conflictivas surgidas en torno a su figura obesa. Una variable importante para entender la problemática de la obesidad, como un problema de autoestima, es el res-peto a sí mismo. El comer en exceso y una pobre imagen de sí mismo genera antipatía hacia uno mismo, al rechazar el esquema y la imagen que una persona observa en el espejo y que da por resultado un sufrimiento psíquico, que según Coogiola (1996), es mayor al placer de comer alimentos que engordan y es originado por el aspecto desagradable y el disgusto que se siente por sí mismo, además del rechazo y la repulsión que la persona obesa cree tienen hacia él otras personas. Como afirma Ricardo, quién pesa 287 kilos:

Nunca me he aceptado gordo y he aprendido a vivir como obeso, pero nunca me he aceptado y eso pues me ha acarrea-do a lo mejor a veces problemas con la gente con quien he convivido, o sea, no soy muy afecto a las bromas de gordos o que tú mismo te hagas bromas de gordos. Yo les decía, pos si no es un circo, que la gente no te vea como que es un circo, que tienes un problema, una enfermedad, digo pos últimamente se le ha llamado enfermedad.

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Es interesante cómo las personas que luchan contra la ver-güenza prefieren “esconderse del mundo”, ya sea mostrando una buena fachada o bien evitando los contactos sociales. En las personas con sobrepeso, es común el sentimiento de vergüenza, dado que el ideal de todo ser humano es tener un cuerpo estético y atractivo, que cumpla con los estándares sociales creados por la cultura. Los ejemplos siguientes dan cuenta de cómo surge esta emoción en algunos participantes:

Pues mira, yo como y luego estoy muy apenada, muy mor-tificada por mi falta de voluntad. O sea, como algo y luego me estoy lamentando, ni lo estoy saboreando.

Bueno, como persona sí soy alegre, nomas que con el sobrepeso si me siento amargadita, o sea porque a veces quisiera ponerme alguna ropa y cambiar mi carácter. Antes era más alegre y ahora me he hecho más calmada; no me gusta salir mucho, no me gusta ir a los bailes y antes me fascinaba ir a los bailes.

La tendencia a “esconderse” de esta participante, de rehuir las relaciones sociales, se enmarca en el contexto de la vergüen-za, de no querer enfrentar comentarios desagradables que la ponen de frente al problema de la obesidad. Entonces, al no sentirse capaz de afrontarlo, es mejor esconderse, es mejor aceptar que se es una persona inadecuada para la convivencia social y quedarse en casa, como lo narra en su discurso Mizael:

El sobrepeso te hace sentirte inseguro, entonces me acuerdo que yo vivía aislado; trabajaba de 8:00 de la mañana a 8:00 de la noche y aunque no todo el tiempo fui así, cuando tenía 19 años me fui rápido, empecé a salir con mis amigos y me salía de la casa, entonces me quise comer la vida a puños; venía hasta el día siguiente, vivía en un cuartito, aquí con mi hermano; según yo me acostaba y me salía a andar con las mujeres. En esa edad no piensa uno más que en el sexo, ¡pero eso era antes!

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Entre los hallazgos de este estudio se encontró que las personas cuyo peso es excesivo reaccionan como la sociedad espera de ellos, es decir, se sienten mal o inadecuados; a veces generan sentimientos de baja autoestima o inseguridad ante la convi-vencia social, tal como se mostró en las narrativas anteriores. Surge entonces una “normalización” de la imagen socialmente devaluada de la obesidad. Sin embargo, de manera paradójica se encuentran personas que, después de una larga experiencia de sufrimiento y rechazo por los demás, adoptan una posición diferente ante el problema, reconociendo el esfuerzo que rea-lizan para bajar de peso y cuestionando las formas en que se ha abordado la cuestión de la obesidad.

Como que mis relaciones cambiaron, o sea, yo era como que..., sentí que yo era muchas cosas y que esas cosas no valían absolutamente nada, pero cuando no tengo sobrepeso todas esas cosas valen, entonces hay una sobrevaloración de mi misma, y hay un desprecio por los demás porque llega un punto en el que dicen tu eres súper inteligente y tu eres lo otro, ah, ¿y para que tú te dieras cuenta que yo soy super-inteligente tuve que bajar de peso?, pues ¿sabes qué?, vete mucho a la chingada... si tu no fuiste capaz de valorarme cuando tenía sobrepeso, ahorita tú no me interesas.

El placer que otorga cierto tipo de comida se contrapone con los efectos que ésta puede tener en el peso de las personas. La persona con obesidad, aunque sabe inconscientemente que comer es una actividad satisfactoria, que le genera placer o le recuerda la protección de sus padres, cuando se somete al juicio social, a las críticas y a la impopularidad, entra en un estado emocional contradictorio que puede ir del enojo a la ansiedad. Esta ambivalencia se muestra en la siguiente narración.

Lo que pasa es que me volví muy agresiva, sea que estoy en control de todo, entonces no voy a volver a comer y no voy

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a volver a engordar, por ejemplo, en general me di cuenta que la gente no valía madre, que la gente no era nadie. Entonces, vaya, no que era una persona agresiva, pero que ni te metas conmigo porque te mato. Y pos como que la gente empezó a entender ese mensaje; mira se empezaron a acercar, pero la gente me tenía mucho miedo, entonces hasta la fecha hay gente que se acerca a mí que me tiene mucho miedo, es como un estado mental que me dejó.

LA ESTIGMATIZACIÓN, UN PROBLEMA DE DISCRIMINACIÓN PARA EL OBESO

La discriminación por parte de la sociedad desencadena en las personas con sobrepeso excesivo algunas actitudes sociales que les conducen al aislamiento, a la depresión o a la inactividad, y frecuentemente producen aumento en la ingestión de alimen-tos, lo que a su vez agrava o al menos perpetúa la obesidad. Adelaido, un recién egresado de la facultad de Derecho, nos narra una situación bastante común en nuestro país:

Sí, de hecho hay bastante discriminación. Mire, he tenido co-nocidos que trabajan en bancos y que tienen muy buen puesto y les digo ¡méteme, güey!, méteme a jurídico y te dicen, “es que, güey, a lo máximo que aceptan es a 95 kilos”, en los bancos de plano no te aceptan, en empresas tampoco te contratan, lo único que creo que hay posibilidades es en negocio propio. Trabajé en un mercadito vendiendo ropa antes de graduarme de leyes y ahorita pues le estoy ayudando a mi hermano en la litigada, pues tiene un despacho y estoy litigando con él y si no hubiera yo litigado no sé donde estuviera vendiendo algo porque en ninguna empresa ni en telemarketing te agarran.

En las sociedades modernas, los cuerpos son reflejo de múl-tiples identidades. No obstante, pareciera que los cuerpos

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han llegado a ser más importantes que los sujetos pues es más frecuente escuchar describir a una persona por sus características físicas que por su ser en sí mismo. Es decir, la imagen corporal es la primera descripción de los sujetos, antes de cualquier otro atributo (Gavilán, 2005). En este sen-tido, las narrativas de los participantes del estudio ilustran el impacto en la subjetividad, a partir de la forma en cómo los “otros” definen, configuran y reconfiguran su identidad. Las personas obesas tienen que enfrentarse a esta situación, a veces volviéndose rebeldes ante la vida y en situaciones que no muchas veces pueden ser controlables; la siguiente narración nos muestra lo anterior:

Me di cuenta de que valgo, que estando como esté valgo y que mi carácter es independiente de mi cuerpo, y que ese carácter yo lo desarrollo y no tengo un carácter que vaya de acuerdo al cuerpo que tengo, de acuerdo al estereotipo creado de acuerdo a…, los médicos, porque los médicos son demasiado estúpidos; y llegas y tal parece que saben que porque tienes ese cuerpo eres sexualmente inactiva o cosas así; o sea, de que yo dije “no tengo por qué tener un carácter que la sociedad espera que yo tenga por mi cuerpo”. Pienso que deben irse quebrando ese tipo de estereotipos y vaya si yo como persona me considero una basura, pues a lo mejor el bajar de peso me va a ayudar a reconstruirme, y no importa el costo emocional de una dieta porque yo soy una basura.

Algunos de los participantes refieren haber escuchado desde la infancia discursos descalificadores, estigmatizantes acerca de su cuerpo obeso. Es decir, desde niños han escuchado lo que Gergen (2006) plantea como el “discurso del déficit”, el cual se construye a partir de la enfermedad, la patología y la disfuncionalidad, discurso en el cual se ubica la obesidad y que es reforzado por las profesiones orientadas a la atención de la salud.

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Siempre era el pleito con ella (con su mamá), que porque estaba muy gorda..., y ya no era tanto el problema mío de que no me quedaba la ropa, sino que entonces me robaba la comida, claro que si me llegaban a cachar era una golpiza que me daban; o sea, que si se daban cuenta que me llevaba al cuarto los taquitos, entonces cuando me cachaban era a darme (pegarme) y mi mamá no era de pegarme con un cinto, ¡no!, ella con la hebilla del cinto era muy violenta; me estropeaba la cabeza en las paredes.

Así, algunas personas obesas, ante los demás, parecen pre-sentar una “deficiencia”, una “anormalidad”, son personas diferentes al común de la gente; es decir, hay una transgre-sión a la identidad, pues se afecta la autoestima y la segu-ridad a partir de sentirse lejos de los estándares sociales de la imagen corporal. Al respecto, Molly nos narra como un profesor de una clase relacionada con la dramaturgia, le propone un papel donde ella se sentía vulnerable:

No me voy a meter a una obra de teatro que fuera a hacer un esquema social con el cual yo no estoy de acuerdo, yo estoy muy consciente de que en el teatro no hay papeles dignos para mujeres gordas y yo quiero cambiar ese estigma y yo sé que no es fácil. Le dije, “entonces tú estás diciendo que si mi forma física se torna chiste por mi grosor, yo tengo que aprovecharme de eso y hacer que la gente se burle de mi cuerpo”. Y entonces dice “bueno, yo solo te estoy poniendo al tanto”, entonces fuimos y nos quejamos con el director y hablamos con él y puse un reclamo muy fuerte. Creo que a cualquier persona, le interesaría saber que hay discrimi-nación en una institución como es la escuela.

El cuerpo se crea a través de redes discursivas y el interjuego de relaciones de poder, dando origen a actos de resisten-cia, pues la fuerza de los discursos sociales acerca de este

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fenómeno repercute fuertemente en la experiencia indivi-dual, subjetiva de los participantes. Así, la influencia que las personas significativas tienen sobre la visión del cuerpo adquiere importancia en la autovaloración de las personas. La persona obesa, al fracasar en su intento por disminuir su peso, pierde autoestima y el estigma por la obesidad cobra importancia, mostrando ante los demás y ante sí mismo un self devaluado y deteriorado (Goffman, 2006). El impacto emocional se manifiesta con sentimientos de desvalorización, nerviosismo, irritabilidad o debilidad que contribuyen a la aparición de cuadros depresivos, an-siedad, culpa, vergüenza y sensación de inadecuación, que son afrontados comiendo en exceso (García, 2005; Aldrete y otros 2006). Asociado a lo anterior, pueden presentarse problemas interpersonales derivados de una imagen cor-poral alterada (más en mujeres), haciendo difícil establecer relaciones sociales y afectivas. La situación de las personas con obesidad se hace más compleja al sumar los factores socioculturales, como la disminución de oportunidades laborales, la dificultad para establecer relaciones de amis-tad y de pareja; creando una tensión en ellas y provocando estados de ansiedad y depresión que las llevan a utilizar la comida como un refugio a su malestar emocional (Silvestri y Stavile, 2005). Los siguientes párrafos ilustran lo anterior.

Cuando me regañaban, por lo gordo que estaba, yo comía y cuando me enojaba, porque quiero que sepa que yo nunca me enojé con mi esposa, nunca pelee ni le grite, ni le dije nada, es lógico que de algún lado me tenía que agarrar. Me imagino que eso ayudó a canalizarlo con la comida, porque después del accidente no salía con mis amigos, ni buscaba a otra mujer por ahí, ni a pasear o agarrar la “peda”, entonces me imagino que esa era mi salida, mi escape (refiriéndose a la comida), y ahí yo canalizaba en la comida mis enojos, mis pasiones, mis alegrías, todo.

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Estrella, quien proviene de una familia mexicoamericana cuyas costumbres aún están muy arraigadas a la cultura mexicana, nos narra su rebeldía que ella misma atribuye a su sobrepeso.

Llegué al punto que ya no me gustaba estar en la casa; solo quería salir con mis amigas y como quiera no nos dejaban y era puro discutir, aunque cuando mi papá salía a trabajar nos dejaban salir un rato pero si el señor llegaba y tu no estabas ahí, era un pleito completo. Pero mi rebeldía y coraje a lo mejor era debido a mi sobrepeso. Sí, eso creo, porque cuando uno está “ancina” (refiriéndose a su sobrepeso), te hacen a un lado, te dicen cosas y pues para defenderte, pues te juntas con personas equivocadas en ese entonces. Para darme a respetar me juntaba con las personas equivocadas.

El estigma es el atributo de la persona que es reducida a un ser desvalorizado por la visión que tenemos de la misma al estar presente entre nosotros. El estigma “a veces también recibe el nombre de defecto, falla o desventaja”. En este tipo de falla o desventaja se encuentran las personas con sobrepeso y obesidad (Goffman, 2006). Así lo afirma uno de los entrevistados:

Entonces yo le digo que a ningún negro, por más supera-do que esté y por muchos años que hayan pasado, no le va a gustar que lo discrimines porque todavía es negro; a ninguna mujer le va a caer bien que la discrimines por ser mujer, así a nosotros.

Historias como la siguiente, cuya obesidad mórbida es ma-nifiesta, son frecuentes en un medio ambiente donde no existe una cultura, ni una infraestructura hacia los grandes cuerpos, sufriendo discriminación en restaurantes, baños públicos, etc. Estas personas sufren por tener sobrepeso,

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pero no porque se sientan mal consigo mismos, sino mas bien porque los “otros” imponen un modelo de discriminación. Mizael (178 kilos) nos narra:

Pues sí, hasta en los restaurantes, en los baños públicos, cuando no hay baños especiales donde meten la silla de rueda, los autobuses que te llevan de un lugar a otro de via-jes largos. Entonces tengo que comprar dos asientos en los aviones, todo el tiempo que he viajado de aquí a Yucatán, era un problema amarrarme el cinto, pasármelo por acá por las piernas…, eso sí es un problema, sí era vergüenza. Esas son las situaciones en que sí me incomoda mi gordura. También lo que me incomoda de mi gordura es que uno cuando esta gordita, tal vez tu nunca has pasado por eso, tienes un olor, tienes que bañarte más seguido, echarte desodorante por las partes privadas, porque sí hueles, porque la carne pega y si da un olor, que me tengo que estar aseando y bañando muy seguido. En tiempo de calor hasta te rozas y es cuando digo, oye, algo tienes que hacer.

Mizael es una persona con un peso aproximado de 280 a 300 kilos y nos cuenta como su sobrepeso ha deteriorado su calidad de vida al grado de no poder bajar de la camioneta para ir a las tiendas o comprar ropa adecuada e incluso para conocer su peso, así nos narra:

No me quise pesar esta vez porque me da vergüenza ir a las pesas públicas; digamos que no hay una que me alcan-ce…, bueno, sí puedo ir a las pesas industriales, pero me da vergüenza, ¿verdad? Inclusive dijo mi hermano, vamos donde pesan las camionetas; que pesen la camioneta, nos regresamos, te bajas tú, voy y peso otra vez la camioneta para sacar el balance de lo que pesas. Le digo, bueno ahí puede que sí, pero no me quiero bajar y pararme en una pesa; a mí no me gusta y menos que me presionen de esa manera. El año pasado tuve que ir a Monterrey, a la visa

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láser, y pues tuve que bajarme a hacer fila, fue muy difícil, todo mundo se me quedaba viendo.

EL PAPEL DE LOS DISCURSOS DE LA MADRE Y EL SUFRIMIENTO DE LA OBESIDAD

Las familias donde se presenta la obesidad como enfermedad crónica muestran interacciones muy complejas, manifestando como una característica sobresaliente la falta de límites entre generaciones, con tendencia a la intrusión de los espacios tanto físicos como emocionales y manifestando baja toleran-cia a las situaciones de tensión y frustración, impidiendo una abierta explicación de los desacuerdos. Parece que toda la familia vive en una aparente armonía, negando un problema real que gira en torno a la obesidad (Onnis y Ceberio, 2007; Ogden, 2005). Checo, un jovencito estudiante, expresó:

La relación con mi mamá es muy rara; nos tratamos como amigos. No la trato como mamá. No le hablo de mamá; ella me dice “que onda, güey, ¡estás bien panzón!” Y le digo, “¡pos tú estás bien obesa!”.

Entre las similitudes encontradas en las narraciones de mis entrevistados en los patrones que componen la obesidad se encuentra una relación negativa con sus madres. El caso de Emma no es el único, pero sí el más sorprendente. Emma es una mujer pequeñita, de 1.45 metros de estatura, con un peso impresionante de 154 kilos. Ella es la menor de cinco herma-nos, hija de padres divorciados. Su hermana se hizo cargo de ella desde los 20 días de nacida, ya que su mamá los abandonó para irse a buscar a trabajo a los Estados Unidos; a los cinco años su mamá se la llevó a vivir con ella. Su caso realmente impacta cuando narra su experiencia en relación a su madre:

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Mi mamá me dejó con mi hermana y su nuevo esposo; bueno, nos dejó junto con todos mis hermanos; mi papá nos abandonó y mi mamá nos tenía que buscar de comer, entonces se vino para acá (Estados Unidos) y yo fui crecida con mi hermana, hasta los 7 años y aunque le decía “mamá”, yo siempre supe que era mi hermana. Casi no conocí a mi mamá. Yo era una muchachita muy feliz, mi hermana siempre me trató como su hija, pues era su bebé. Su esposo a veces la maltrataba o lo que sea, pero conmigo nunca se portó mal; él me dio todo lo que necesitaba, al igual que a mis hermanos. Me acuerdo que me trajo mi mamá a Dallas y me metió a la escuela y se me hizo muy difícil, lo más difícil fue congeniar con mi mamá, primeramente porque no sabía cómo era y segundamente porque como que ella no estaba impuesta a mí, entonces siempre hubo un alejamiento entre hija y madre; si vieras como lloraba en la noches. Me acuer-do mucho que me sentía abandonada, ya que mi mamá es muy fuerte, muy estricta, entonces no estaba acostumbrada a eso, aparte no me dejaba salir, no me sacaba a ninguna parte y mi mamá lo que hacía era puro trabajar, no tenía tiempo para nosotros, entonces mi vida cambió totalmente. Básicamente siempre hubo problemas entre mi mamá y yo, y ahí si ya estamos hablando de cosas drásticas, con decirte que yo hacía lo que podía para alejarme de la casa; gritaba que quería morirme, yo ya no quería existir. Mi mamá decía, “¡Por gorda te vas a morir!”, entonces yo mas tragaba, yo lo que quería era morirme, no me sentía querida, no me sentía amada, ni me sentía necesitada en ese tiempo.

Las personas significativas, como lo son las madres, se in-sertan en una dinámica relacional que produce un ambiente emocionalmente difícil. Tomando en cuenta el contexto teórico, la obesidad sería un mensaje callado pero eviden-te de la interacción familiar, de temores ocultos, rencores guardados, duelos no resueltos, tristezas perpetuadas y todos esos mensajes “acumulados” dentro de un cuerpo, donde es

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necesario encontrar una salida segura para toda esa energía, que tal vez está ahí prisionera, como un grito silencioso que quiere ya ser escuchado. La experiencia individual, personal de cada uno de los participantes está inmersa en un vaivén emocional que oscila de la tristeza al enojo y tal vez la frustración de no tener una positiva relación con sus madres. Las narrativas de algunos de nuestros participantes muestran claramente la fuerte influencia de la madre, para tener una idea de sí mismos, o bien para regular acciones en torno a la obesidad.

Con mi mamá todos los días me peleo. Mi mamá es una persona bien hostigante; por ejemplo, ella, cuando más me la hace de pleito, es cuando estoy comiendo. Apenas me estoy sentando a comer y esta “zas y zas”, me lo estoy comiendo tranquilo para que no me duela el estómago, hasta que ya aviento el plato, agarro las llaves y me salgo a trabajar; la manera que no exploto es salirme a trabajar y lo que pasa es que mi mamá es bien hostigante, que si el vaso escurrió agua, empieza a gritar, ¡por qué chingados, deja que escurra el pinche vaso!, y si estoy leyendo, ¡por qué chingados no te vas a trabajar!, y así por cualquier cosita. Lo que pasa es que de chiquito me dominaba, me asustaba y me pegaba…

Por otra parte, Field y otros (2001) demostraron que existe una asociación entre el peso corporal de los padres y los hi-jos, donde las prácticas alimentarias familiares, los aspectos genéticos y la preocupación que los padres trasmiten a los hijos sobre el peso corporal pueden influir en ellos (Cave, 2009). Los padres intervienen en las conductas alimentarias de sus hijos a través del modelamiento, en especial de las actitudes y conductas de estos con respecto a los alimentos. Influyen además en la exposición a estímulos producidos por los alimentos y en la habilidad de los jóvenes para la

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regulación de la selección e ingestión de los mismos, lo-grando así un ambiente estable emocional, nutricional y de actividad física que favorezca o no el desarrollo de ciertas enfermedades (Vázquez, 2004). Ramiro, quien tiene un IMC de más de 50, declara:

Yo pienso que es muy difícil seguir una dieta cuando hay tanta comida en la casa. Yo le digo a mi mamá, ¿cómo voy a perder de peso si todo el día te la pasas cocinando?

Una categoría importante que emergió en relación con el fracaso para perder peso fue el apoyo de los miembros de la familia. Al crecer en una familia donde hubo abuso emocional, físico o sexual, se envía el mensaje de que el individuo no es amado, aunado a la no satisfacción de las necesidades sociales; esto, de acuerdo con Nakken (1999), tiene un fuerte impacto en la autoestima y en el valor que se tiene de sí mismo. Aún más, Márquez (2000) afirma que no es extraño que algunos miembros de la familia de una persona obesa utilicen estrategias de sabotaje durante sus intentos para perder peso. Esmeralda nos muestra estas suposiciones:

Lo que pasa es que ellos (refiriéndose a los miembros de la familia), bueno mi mamá empieza a comprar cosas que tú no debes comer, y eso me hace poner furiosa, porque ya saben que se te antoja, entonces te preguntas entonces, ¿cuál es la ayuda?

En los discursos de esta sección hemos podido identificar las marcas del sufrimiento de aquellos que padecen de obesidad, ya sea por estar a dieta, por estar insatisfecho con su cuerpo o por ser estigmatizados, emergiendo así todo un conjunto de sentimientos de enojo, culpa y vergüenza,

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que se entretejen en las narrativas de los participantes del estudio. En la siguiente sección, se presentan una serie de recomendaciones que se desprenden no solamente de la experiencia vivida de los entrevistados, sino de las propias vivencias del investigador como conferencista de un grupo de autoayuda y a través de los conocimientos adquiridos sobre el tema como línea de investigación.

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CUARTA PARTE: RECOMENDACIONES PARA TENER UN PESO SALUDABLE

T ener un peso saludable implica mantenerse en un buen estado de salud, más allá de cuanto pese una persona. Existe una diferencia entre el peso ideal, que es el que indican las tablas, o el que

se tuvo durante la juventud temprana, y el peso posible de cada persona; este es el peso razonable que puede alcanzar una persona que necesita adelgazar, un peso que pueda mantenerse en el tiempo sin exigir demasiados sacrificios. Y para lograr un peso saludable, es importante en primer lugar darse cuenta de cuál fue la situación que nos hizo llegar al peso que tenemos. Si el problema fue un cambio de estilo de vida, es que se han adquirido hábitos de comer y de actividad física con el tiempo, por lo tanto no esperemos cambiarlos de un día a otro. Debemos cambiarlos uno por uno. Empezar una dieta no es la forma adecuada para perder peso, porque el peso se vuelve a ganar tan pronto como usted termina la dieta. Una correcta alimentación va más allá de la imagen estética que se pueda lograr, nos ayuda a prevenir enfermedades y preservar las capacidades cognitivas, además de que nos da energía para nuestras actividades diarias. Lo más importante para alcanzar un peso saludable es identificar las causas de nuestro sobrepeso y recordar que las dietas fracasan porque se centran en el síntoma de la alimentación exagerada, en lugar de hacerlo en los factores psicológicos y socioculturales que provocan la sobre ingesta

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de alimentos que son los que originan el problema. Cuando se pone consideración en estos factores, el peso perdido no se recupera, porque se trató la causa individual del proble-ma. Varias pueden ser las razones por las que se aumenta de peso. Según Last (2000), una de las razones está centrada en cómo come la gente, esto incluye las conductas alimentarias y hábitos que favorecen la alimentación; otros pertenecen al qué come la gente, que abarcan la selección de la comida, y finalmente los factores comprendidos en el por qué come la gente, que se constituye por los activadores emocionales que provocan la sobrealimentación. Entonces para perder peso y mantenerlo dentro de los limites de normalidad lo que se debe hacer es conocer de donde proviene nuestra conducta alimentaria, si eres de los que estas demasiado ocupado para prestar atención a la comida, no tienes un horario fijo, o pasas el día al cuidado de tus hijos o tu trabajo y no te das el tiempo para disfrutar la comida; o bien, si eres activo, intenso, comes rápidamente no utilizas los cubiertos, es que tu sobrepeso se debe a tu modo de comer; si por otro lado, aunque te preocupa tu peso, te encanta cocinar y comer fuera buenas comidas, esperas las comidas con ilusión y siempre deseas probar nuevas cosas, lo que debes hacer es algunos cambios en tu dieta y desarrollar una nueva perspectiva hacia la comida; tu sobrepeso se debe a lo que comes. Existen otras causas de la sobrealimentación que se deben al por qué comes, si eres de estas personas utilizas la comida como reductor del estrés, para evadir los problemas, o como un estimulante, lo más probable es que seas una persona sensible, nerviosa; te preocupas mucho por las cosas, comes en lugares que no es propiamente la cocina. Este tipo de personas se encuentran algunas veces en un círculo vicioso, en el que te sientes mal, comes en exceso, te sientes peor y

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vuelves a comer para sentirte mejor y así continuamente; ellos son personas que generalmente tienen baja autoestima y consideran la comida como su mejor amiga, es decir comen para mejorar su ánimo. En los casos anteriores, cuyas causas se deben a la forma de comer, a la selección de la comida o bien para reducir ansiedad o mejorar estados de ánimo, tienes que estar cons-ciente que la ayuda que se necesita no es centrada en una dieta sino en una ayuda profesional que permita manejar la situación de sobrepeso y que aborde directamente la causa de este, entonces serán capaces de adelgazar y no volver a recuperar el peso perdido. Como se pudo comprobar en capítulos anteriores, a través de su propia conducta, los padres sirven de ejemplo y de modelo para sus hijos, sin embargo, aunque en el pasado hayan aprendido que la función principal de la comida es la de servir de fuente de placer y de entretenimiento, ahora es posible desarrollar una actitud más sana hacia ella. Lograr un cambio de actitud no es fácil, primeramente deberán ser identificados los pensamientos inútiles que tienen acerca de la comida y reemplazarlos por otros más provechosos; esos nuevos pensamientos se irán convirtiendo poco a poco en un hábito. También se pudo obtener información a partir de los discursos de los participantes, que la reducción del estrés es mitigada con comida generalmente alta en grasas y azúcares, recordemos que la causa del sobrepeso en estas personas reside en el por qué se come, y no en lo qué se come, por lo que solo aprendiendo a manejar la ansiedad, en lugar de suprimirla con comida, es como los reductores de estrés eliminan el origen del sobrepeso. En este caso la solución es aprender estrategias útiles que reducen la ansiedad y aumentan la relajación, como por ejemplo la relajación muscular profunda, la respiración abdominal y otras que

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seguramente aprenderán en algún libro relacionado con este tema. Otra solución es inscribirse a algún curso de meditación o clases de yoga, etc. Al utilizarlas, verán como desaparecerá paulatinamente la ansiedad por comer, per-derán peso y permanecerán delgados para siempre. Este estudio reveló que las personas conocen o por lo me-nos están bien informadas de lo que deben hacer para bajar de peso, sin embargo, no aplican estas recomendaciones. Es importante discutir sobre las creencias, opiniones, ideas y mitos relacionados con la dieta y analizar las causas del problema de la obesidad. También, una dieta para perder peso debe adaptarse al estilo de vida de cada individuo. La historia de dietas de la gente obesa, fallas y éxitos, recaídas y horarios de comidas, indican patrones constantes. Las necesidades anteriores deben ser consideradas cuando se brinda asistencia profesional y cuando los profesionales de la salud trabajan con clientes obesos. Los medios de comunicación, a través de la publicación de una variedad de dietas, han popularizado el concepto del “éxito instantáneo” para perder peso. Los resultados de este estudio demostraron con claridad que este tipo de dieta no es un compromiso a largo plazo, lo cual causa la recaída en la obesidad. Se recomienda que el tratamiento no se base en modificaciones físicas sino que se dirija a los eventos de vida estresantes, mejorando y combinando habilidades de estilo de vida, tales como la resolución de conflictos o manejo del estrés, con actividad física e información nutricional. Otra parte importante del tratamiento de la obesidad reside en algo sumamente sencillo. El bajar de peso debe ser una aventura en conjunto con “aliados”. El apoyo so-cial que la persona tenga es también un factor importante para perder peso con éxito. De acuerdo a Young y Nestle (2002), la familia, amigos y compañeros de trabajo pueden proporcionar una variedad de apoyos, incluyendo el soporte

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emocional, instrumental, muestras de valoración y sobre todo la motivación como parte trascendental en los cambios en el comportamiento. Caty y Lucas muestran lo anterior:

Mi sobrina preferida me dijo un día: mira, tía, me voy a poner a dieta; por favor no me invites a comer fuera. Le dije, bueno, entonces ¿por qué no nos ponemos todos a dieta? Y no lo creerás, pero me quité como 30 libras.

Tengo tres meses siguiendo la dieta de Atkins y ya perdí 41 libras. Había hecho esta dieta muchas veces sin embargo, esta es la primera vez que mi hermano, mi mejor amigo y más gente que conozco, también empezaron con esta dieta. Eso fue justamente lo que me motivó a empezar y ahora lo que me motiva es que me veo en el espejo y me miro como nunca. Ahora no puedo ni ponerme la ropa que yo había usado antes y eso me hace sentir lo máximo.

Como resultado de la información recopilada en el estudio, se muestra que el impacto del apoyo de la familia es un factor importante para mejorar los patrones de alimentación cuando la persona obesa intenta perder peso. Es esencial obtener el apoyo de los miembros de la familia para motivar la acepta-ción de la dieta y ayuda en la preparación de los alimentos. Las personas que están aisladas son más propensas a llevar un comportamiento de alto riesgo y dejar la dieta, que aquellos que están en una red de apoyo de relaciones sociales tales como la familia, amigos y compañeros de trabajo que son influencias importantes en los comporta-mientos saludables. Pierre (2003) comprobó que existe una importante relación entre la disponibilidad a un cambio en la dieta y el apoyo de los compañeros de trabajo y del hogar, encontrando que tienen un rol importante en la influencia de los hábitos alimenticios. Las palabras de Adelaida y Emma confirman este hecho:

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Mi papá me dice todos los días que debería de comer como él, o sea un poquito arroz, poquito fríjol, poquitos nopales, pero me dice ¡nombre tú te echas dos platos de cada cosa! Mi papá es muy buena persona y mi mamá también. Ellos siempre me ayudan a que baje de peso

Mi esposo siempre ha sido un gran apoyo cuando estoy a dieta, por ejemplo, le digo “oye, voy a hacer una dieta”, y me dice, “¿cuál vas a hacer?” No pos esta y ya cuando llego me dice ahí están tus verduras para que no llegue con mucha hambre y agarre lo que sea. Es muy detallista, por ejemplo, me tiene fruta picada, me compra mis frutas, mis verduras, siempre me ha apoyado, si me toca un jugo en las mañana, él me lo hace, cuando no tengo tiempo.

Al respecto, es necesario enfatizar que ésta situación vivida y compartida por algunos de los entrevistados, de realizar el proyecto de disminución de peso junto a pares, quienes comparten no solo la misma problemática, sino caracterís-ticas homogéneas, es una importante contribución de este estudio, en el sentido que las ocasiones en que ellos bajaron de peso con éxito fue con el apoyo y motivación de otro u otros. En este sentido quiero compartirles que mi expe-riencia como miembro vitalicio de un grupo de autoayuda ha sido una de las claves más importantes en el éxito de bajar y mantener un peso saludable por más de 20 años; y es que los grupos de apoyo son de gran valor para aquellos que intentan perder peso, pero lo es aún más para quienes desean conservarlo. Sin embargo, es importante advertir que algunos de los grupos de autoayuda muchas veces no cuentan con asesoría nutricional individualizada, por lo que si bien ganan puntos en cuanto a motivación y estrategias psicosociales, los dismi-nuyen al querer generalizar un solo tipo de plan alimenticio, sin considerar las particularidades de cada persona. El peso

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que se debe perder tiene que estar acorde a la edad, sexo, actividad física realizada, problemas médicos o psicológicos, traumas, etc. Una recomendación sería considerar la consul-ta de algún nutricionista, siempre cuidando el régimen de alimentación de forma individualizada y combinado con la asistencia a un grupo de autoayuda que será de gran apo-yo, ya que estos grupos brindan información, orientación y conducción de métodos para disminuir el peso. Esto ayuda a crear hábitos alimenticios, que llegan a representar en su vida, un estilo y forma de ser y vivir, lo cual hace posible que esa idea o meta sea aterrizada a la realidad. De acuerdo a los resultados del estudio, el mayor proble-ma que tiene la gente que sufre siendo obesa está amplia-mente relacionada con la salud. Los estudios presentados por National Association to Advance Fat Acceptance (NIDDK, 2003) precisan que “los individuos obesos tienen un riesgo de entre un 50% y 100% más de incrementar el riesgo de muerte, en comparación con individuos de peso normal” De hecho la obesidad se encuentra clasificada como la segunda causa de muerte más previsible, después del uso del tabaco (Caldwell y Kimball, 2001; Daily Policy Digest, 2002). La mayoría de los entrevistados de este estudio concuerdan en la salud como un punto definitivamente significativo para sentirse mal con su cuerpo, y cómo no estarlo, si en la actua-lidad la obesidad es reconocida como la epidemia del siglo, y sus efectos más negativos se producen porque actúa como un agente que exagera y agrava a corto plazo y de forma muy evidente patologías graves como la diabetes, la hipertensión, las complicaciones cardiovasculares (especialmente la car-diopatía isquémica), e incluso algunos tipos de cáncer como los gastrointestinales. Además, la obesidad es una condición compleja, con dimensiones psicológicas y sociales que afectan a las personas de todas las edades, en todos los niveles so-cioeconómicos, tanto de naciones desarrolladas como aquellas

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en vías de desarrollo (OMS, 2003). Baste mencionar algunos fragmentos de la entrevista con Nila, que casi alcanza las 280 libras; ella tuvo a su hijita a los 40 años:

Imagínate, no puedo andar corriendo con ella, ni jugando pues traigo problemas de rodillas y lo peor es ver bailar a mis padres; ellos bailando y yo no podía mover una pierna porque me dolían las rodillas, siempre sentada y ellos son 30 años mayores que yo; aparte fui diabética con el embarazo, la presión la traigo muy alta y el colesterol, no sé cómo está pero ya estoy tomando medicamentos.

A ella le preocupa mucho su sobrepeso sobre todo para po-der ver crecer a su hijita de apenas 4 años: “mi mortificación es durar lo suficiente sana para ver crecer a mi hijita y que no anden empujándome en una silla de ruedas; sé que es muy probable porque soy diabética”. Otros testimonios como el de Esmeralda nos muestran que el miedo a enfermarnos o a no poder hacer ciertas actividades podría dar la pauta a los profesionales de la salud para sensibilizar a la población sobre esta condición:

Lo que quiero es caminar, no quiero andar en silla de rue-das; cuando ya no pueda caminar va a ser la muerte para mí porque yo no voy a aguantar aquí encerrada; necesito ver luz…, además quiero ver crecer a mis nietos.

Aunque gran evidencia científica apoya que la pérdida de peso se asocia con estilos de vida saludable, el presente estudio muestra que tomar consciencia de los beneficios de perder peso no es suficiente. Los discursos de las experien-cias vividas por las personas con un Índice de Masa Corporal mayor a 30, tal como narran los mismos participantes del estudio, demuestran que ellos viven felices en sus cuerpos

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grandes. Para ellos, comer es un placer, incluyendo comer compulsivamente y viven satisfactoriamente conforme a su estilo de vida. De hecho, la mayoría no considera el perder peso como la meta principal; por lo tanto, la obesidad no es un “gran” problema para ellos. Como uno de los informantes dijo: “sólo bajaría de peso si mi doctor me dijera que esto me dará una mayor vida o evitará una enfermedad”. ¡Esta es una clave!, pero al no ser esto posible, apostaremos al cambio de hábitos tanto alimentarios como costumbres y rutinas. No obstante, esta investigación encontró que aunque algunas personas reconocen que la única manera de per-der peso y estar saludables es a través de la adquisición de hábitos saludables y de cambiar sus patrones alimenticios como una nueva manera de vivir, ellos no quieren hacerlo, como lo narra Pita:

Estoy bien convencida de que una buena alimentación, un buen régimen, te va hacer adelgazar a menos que tengas un problema hormonal; sé que si voy a “Quitakilos” o hago cualquier dieta voy a adelgazar, ¡el problema es que no quiero! ¿Por qué? ¡No sé!

Este tipo de discursos fueron repetidos constantemente por las personas cuyo origen del sobrepeso estaba relacionado con eventos estresantes en la vida. En estos casos creo que no habrá una sola dieta por más personalizada que ésta sea que obtenga positivos resultados. Una atención psicológica-clínica deberá ser incluida en el tratamiento integral con este tipo de problemáticas. Ahora bien, algunas recomendaciones relacionadas con el momento que iniciaron el proceso de aumentar de peso, conectadas de alguna manera con ciertas etapas de la vida, son las siguientes. Si ustedes han sido gorditos desde niños, y toda su familia está en esta situación, existe una gran

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probabilidad que más que una cuestión genética, sea un patrón familiar de alimentación que hay que romper. En mi familia de origen, por el lado paterno, tengo familiares con grandes cuerpos, sin embargo, mi padre pudo romper ese patrón ajustándose a un cambio de hábitos; desde que yo me acuerdo, él sale a caminar todos los días y sigue un régimen de alimentación bajo en carbohidratos; no es una persona delgada, pero si tiene un peso saludable, que lo ha mantenido por décadas. Con esto quiero asegurarles que no importa si el resto de la familia tiene sobrepeso, uno puede hacer el cambio, todo es cuestión de una firme decisión.

Yo sé que lo más importante que tiene uno que hacer es una nueva forma de vivir; uno necesita aprender cómo cocinar, qué tipo de comida necesitas, tener en casa lo necesario como vegetales, todo asado, al vaporcito, otra cosa impor-tante es caminar no importa donde, si es invierno puedes caminar en el Moll. ¡Lo más importante es mantener el enfoque y aprender a decir no! (Dolly).

Si tu aumento de peso fue durante la adolescencia, donde el metabolismo cambia radicalmente e influye en el peso, debes tener en cuenta que las presiones sociales y persona-les de tus pares para inicitarte a comer pueden revertirse. Si aún te encuentras en esta etapa y padeces de obesidad, seguramente tendrás una imagen corporal dañada, porque en vez de crecer hacia arriba creces hacia los lados; recuerda que el desarrollo y mantenimiento de la obesidad es un pro-blema complejo y multideterminado por factores genéticos, conductuales, familiares, culturales y económicos. No se trata sólo de llevar una dieta, ni de modificar hábi-tos alimenticios, lo cual es sumamente difícil por la insisten-cia de tus compañeros a comer. Esto implica el apoyo familiar de todos los miembros, porque si no cambia el entorno no

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podrán ayudarte; para ello debes hablar con tus padres y hacerles ver que necesitas ayuda. Requieres, además, de un grupo de profesionistas o especialistas, el médico debe determinar si existen problemas cardiacos u hormonales o falta de nutrientes; un nutriólogo que te diseñe una dieta acorde a tus necesidades y tu edad, además debes seguir un programa de ejercicio físico o inscríbete a un deporte que te guste; pero no olvides el apoyo psicológico, para explorar y hacer las modificaciones de actitud que requieras para for-talecer tu autoestima, lo cual mejorará tu imagen corporal. Si ya estás en la edad adulta y no has podido superar el conflicto que te genera el no poder bajar de peso, además de considerar lo anterior, debes de estar y hacer muy consciente que pasó en tu cuerpo. La monotonía de los quehaceres del hogar o de la oficina quizás te hayan llevado a un estado o zona confortable donde pareciera que ya se han cubierto todas las aspiraciones. Pero permanecer en esta zona para siempre es ser conformista, es dejar de crecer como persona, quizás ya no aspiremos a ganar más o a tener bienes, pero podemos aspirar a tener un mejor cuerpo e invertir en él tiempo y dinero. No podemos quedarnos en esa zona de confort y esperar a que nuestra salud se deteriore. Salgamos de ese letargo. Cuando me decidí a bajar de peso justamente fue después de tener a mi segundo y último hijo. El empren-der ese maravilloso proceso fue algo excitante, un reto que si bien me costó esfuerzo y tiempo invertido, sobre todo en la preparación del menú de régimen alimenticio que lleva-ba, el asistir al grupo de autoayuda me ha dado inmensas satisfacciones a nivel personal, profesional y familiar. Lo que yo recomendaría en lo particular si estás en esta situación, es buscar un grupo de autoayuda donde puedas revertir el proceso de compulsión por los alimentos, pero ten mucho cuidado con la dieta a seguir porque en ocasiones no es la adecuada para tus requerimientos. Pero lo más importan-

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te, ¡haz ejercicio! Inscríbete en un grupo de aerobics, sal a caminar con amigas(os), desestrésate y sal de tu rutina, no renuncies a esa iniciativa nunca, aunque a veces te veas tentado a hacerlo por la falta de apoyo de tu familia o de tus compañeros de trabajo; gobierna tu vida. Cada vez que la pesa se mueva a tu favor será un triunfo, no voltees a atrás y encomiéndate a Dios. Un factor contribuyente de la obesidad, y quizás el más común de las personas, son los cambios de estilos de vida; este trabajo mostró que mucha gente inicia su aumento de peso después de que contrae matrimonio, en el caso de los varones; y más específicamente cuando se embarazan o tie-nen el último hijo, en el caso de las mujeres; pero también se asocia con el término de sus estudios, ya sea de secundaria o de preparatoria e incluso la universidad, ya que se asocia con una vida más sedentaria. En esta situación, lo primordial es darnos cuenta de lo que está pasando y no caer en lo que algunos llaman “ceguera de la obesidad”. Otra de las recomendaciones que se sugieren para seguir un nuevo régimen alimenticio es a cerca de la preparación de los alimentos. Generalmente surgen una serie de cues-tionamientos relacionados con la forma de elaborar los menús, que comprar a la hora de ir al supermercado o quién podría ayudarles a tener siempre lista la comida. Varios de los entrevistados coincidieron que en las ocasiones en que han bajado de peso, una de las fortalezas ha sido la ayuda de alguna persona en la preparación de los alimentos. Al respecto, se exponen algunas narraciones de las ocasiones que mis entrevistados perdieron peso:

Recuerdo la única que vez que bajé mucho de peso. Tenía una persona que me ayudaba en la cocina, ella preparaba todo lo de mi dieta, me ponía todo lo que debía comer ya pesado y con la cantidades exactas en el comedor. Cuan-do llegaba de mis vueltas, ahí estaba toda la comida que

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necesitaba. No tenía que entrar a la cocina para nada. (Roxana).

Mira, una vez que bajé mucho de peso llevaba una dieta de 21 días. No me acuerdo quien me la dio, pero lo que mi mamá me ayudaba porque ella me preparaba y me ponía lo que tenía que comer en la mesa y yo no me metía a la cocina para nada. Era una dieta como de mil 200 calorías, ¡y si rebaje mucho!, pero te juro que si yo llego a la carrera a la cocina y no tengo nada preparado, me como lo que encuentre; pero si tengo preparado más o menos lo que voy a comer desde un día antes estoy preparada para la hora que llego, no hay problema (Wally).

Entonces la clave es “tener lista la comida”. Primero me voy a referir a aquellos que no tienen quien les dé una “ayuda-dita” con la preparación de la comida. La importancia de seguir un régimen individualizado, como ya se ha tratado anteriormente, reside en tener a la mano todos los ingredien-tes para la preparación de las comidas, desde los desayunos hasta la cena, incluyendo por supuesto los tentempiés y no comprar alimentos, botanas o refrescos “por si vienen visitas” o “para los niños”, porque es bien sabido que acabarás por comértelos tu mismo. Otro tip importantísimo es comprar una gran variedad de aderezos que pueden ser bajos en ca-lorías o carbohidratos, según el régimen que estés siguiendo y siempre tener una gran diversidad de condimentos, ya que te ayudará a no convertir monótona o aburrida tu dieta. Siempre contempla la posibilidad de los antojos y del momento más riesgoso: la preparación de la comida para ti y para el resto de la familia. Lo más recomendable es que hagas el mismo tipo de comida para todos y los arreglos necesarios para que no tengas que cocinar doble. Un ejem-plo es, si ese día te corresponde comer pollo a la plancha y ensalada, entonces cose el pollo sin pellejo y desgrásalo lo

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mas que puedas, prepara un rico caldo o crema de verduras y al resto de la familia puedes agregarle a éstos crema o un poco de mantequilla, o bien preparar un mole o un gravy aparte para aquellos que deseen; y si no resistes la tentación, puedes comprar crema o mantequilla baja en grasas que no agregará más que unas cuantas calorías a tu comida. Para aquellos que afortunadamente tengan una pareja que les ayude con la preparación de su comida o una madre que se preocupe por su alimentación o una empleada do-mestica que se encargue de ustedes, será fácil acostumbrarlos a que desgrasen la comida o que hagan algunos cambios como el utilizar un spray antiadherente en vez de aceite, diariamente desinfectar lechugas y rallar algunas verduras encima preparar diariamente crema de verduras; en fin, vale la pena dedicarle unos días a enseñarle la preparación de los alimentos, así como las porciones del régimen alimenticio. Recordemos que lo más importante en este caso es la pla-neación, si tenemos a la mano los ingredientes, fácilmente pondrán en práctica lo anterior. En el estudio pudimos descubrir a través de las voces de los participantes, que la comida es usada en muchas ocasiones como estimulo, gratificaciones o castigo, asociada siempre a diversos estados de ánimo; sin embargo, la comida tiene dos objetivos básicos: 1) suministrar la energía necesa-ria para todas las actividades que realizamos y 2) suministrar los elementos necesarios para reparar y renovar todas las células y tejidos de nuestro cuerpo. Es decir, es necesaria, pero en la actualidad nos han bombardeado de una varie-dad increíble de diversos tipos de comida, y dentro de esos tipos, un sinfín de marcas; uno de los problemas a los que nos enfrentamos es a la elección adecuada de los alimentos. Creo que necesitamos aprender a escoger la comida que consumimos entre esa inmensa diversidad de productos en los centros comerciales donde hay tanta variedad de comida

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y debemos educarnos desde el punto de vista nutricional; por lo tanto, lo que necesitamos es una orientación nutri-cional profesional y no comercial. Esa orientación debe ser personalizada, de acuerdo al nivel de energía que cada uno de nosotros requiere ya sea para mantenerse o para bajar de peso. Otra recomendación está relacionada con un problema muy importante. En muchos consultorios permiten que la gente coma cuanto quiera y bajo la prescripción médica empiezan un tratamiento farmacológico. No podemos me-dicalizar la obesidad; aunque en los congresos relacionados con el tema, se presenta como una de las soluciones al exceso de sobrepeso, esto no es lo más recomendable. Y es que todo lo queremos fácil, una pastilla que nos quite el hambre, otra que nos queme la grasa, otra que nos permita comer lo que queremos y luego bajo los efectos de una pastilla laxativa nos haga despojarnos de todo cuanto hemos comido. El problema es que estos sistemas de prometedores resultados rápidos tienen un efecto de “rebote”, donde rápidamente se obtiene el peso perdido y muchas veces hasta más. Los episodios continuos de pérdida y aumento de peso se acompañan de una adaptación metabólica creciente de ingestiones más bajas cada vez, y donde cada reducción se torna más difícil. Una de las principales causas de ese au-mento de peso es debido a una dieta “muy estricta”, ya que el metabolismo basal disminuye los cambios bioquímicos producidos por los ciclos de subir y bajar de peso, aumen-tando el porcentaje de calorías que se acumulan como grasa, además de los posibles peligros fisiológicos y psicológicos que conllevan las continuas fluctuaciones en la pérdida de peso. Incluso se ha llegado a sugerir que es preferible permanecer con sobrepeso que pasar por ciclos de fracasos repetidos. Claro que alguna de la literatura referente al tema, sobre todo la patrocinada por laboratorios reconocidos,

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afirma que los ciclos de aumento y disminución de peso no son suficientemente convincentes como para recompensar los efectos benéficos de una pérdida de peso moderada. Lo recomendable, posible y cierto, es que aunque la mayoría de personas quieran bajar rápido de peso y luego mantenerse, una dieta balanceada y un aumento de ejercicio gradual, realizado periódicamente, darán resultados permanentes y saludables. El proceso de bajar y mantener el peso es para muchos como entrar a un túnel y nunca ver la salida, ya que queremos las cosas fáciles, útiles, prácticas y, sobre todo, ver resultados rápidamen-te. Continuamente escucho frases como “si me espero un mes para perder 5 kilos, no me podré poner el vestido para la cena del sábado”. Ya los veo empezando el lunes con una dieta de puros líquidos, licuados y el martes con pura fruta, el miércoles con mi dieta de hambre hasta llegar el sábado con una inmensa frustración y enojo porque el vestido aún me queda apretado, con una faja que apenas si me deja respirar y llego a la fiesta con un humor de los mil demonios y digo ¡al diablo con la dieta!, ¡comeré lo que se me antoje!, por supuesto, recuperando el poco peso perdido y finalmente constatando la poca fuerza de voluntad que se ha tenido, ya que la meta era justamente que le quedara un vestido para el sábado, pero nunca se programó para realizar cambios físicos y mentales. Afortunadamente, ya existen cursos de programación neurolingüística aplicada a la nutrición, enfocados a manejar y controlar nuestra mente y nuestros pensamientos para perder peso de manera saludable, si este es tu problema, te sugiero localizar estos cursos donde te enseñarán a crear una nueva realidad en tu mente3. Según Garibay (2004), existe un componente que crea la mayor parte de la realidad en nuestra cabeza y procede de la programa-ción cerebral la cual proviene de nuestra educación. Todos actuamos conforme a las ideologías y creencias que durante

3 WWW.NUTRIACTIVE.COM.MX

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los primeros años de la vida han moldeado nuestras ilusiones e iniciativas, las cuales hacen posible que los seres humanos de manera consciente o inconsciente realicen actos o acciones para volverlos realidad. Curar la obesidad es posible y muy necesario, pero es más importante intervenir en la pre obesidad, evitar que las personas engorden. Tengamos siempre presente que la salud precede a la enfermedad tanto en lo que respecta al tiempo, como en su apreciación, por lo que debemos procurar, en primer lugar, conservar la salud y luego curar las enfermedades. En realidad, salud y enfermedad forman un continuum; de tal modo que intervenir en zona de bajo riesgo, es decir no rebasar el Índice de Masa Corporal de 30, resulta más rentable que hacerlo en zona de riesgo medio (IMC = 30-40) o de riesgo elevado (IMC más de 40). Por desgracia, donde más se interviene es donde menos rentable resulta. Para terminar este capítulo quisiera dar un poco de aliento y esperanza a quienes se culpan a sí mismos de su obesidad, un gran error en el que a menudo se cae porque la obesa es nuestra sociedad, una sociedad que no tiene justificación moral para apuntar con el dedo a nadie. Cier-tamente nos incomoda la obesidad, pero el funcionamiento de nuestra sociedad en materia de transporte, fiscalidad, reglamentación de la industria alimentaria, empleo, vi-vienda, enseñanza, medios de comunicación o asistencia sanitaria pareciera ser que promueven de alguna manera la obesidad, un fenómeno que ha traspasado fronteras de países y continentes, afectando tanto a niños como adultos. Para dar reversa a esta situación es importante considerar que el sobrepeso tiene su origen en un desequilibrio entre el consumo de comida y la actividad física, propiciado por las economías de mercado; la gente utiliza ingresos extra para comer más y ser menos activos, ellos hacen que la gente

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consuma productos comestibles con alto contenido calórico y bajo en nutrientes, aunado a la automatización de la vida globalizada: el uso de carros, televisiones y computadoras que promueven el comportamiento sedentario. Ganar peso es un buen negocio y la comida es particu-larmente un excelente negocio porque todos comemos. Existe una sobreproducción de comida en muchos países, especialmente los ricos: producen más de lo que necesitan. Por mencionar un ejemplo, en los Estados Unidos la oferta de comida provee 3 mil 800 kilocalorías diarias por persona, cerca del doble de los requerimientos diarios de un adulto (Crister, 2003). Esta sobreproducción de alimentos obliga a las empresas a completar las ventas a través de los medios publicitarios, demandas o requerimientos diarios para la salud a través de nuevos y milagrosos productos, porciones abundantes de comidas en los restaurantes y en los hogares, así como productos dirigidos a los niños. El mercado de comida promueve así el aumento de peso y esas empresas florecen cuando la gente come más; y todas ellas, así como las agencias gubernamentales, están cons-cientes de que las implicaciones de revertir la epidemia de la obesidad ocurrirá si la gente “come más saludable”, pero ¡cuidado! Porque la idea parece bombardearnos con “comer más”, Ah, pero además aconsejan a cerca de la dieta “ideal y saludable” o sea, ¡a veces comer menos!, o bien seguir la pirámide nutricional o el plato del buen comer con la idea de promover un “peso saludable”, promoviendo la elección de “bebidas saludables” o sea, consumir más. Así, medidas publicitarias no solo promueven el consumo de más variedad de alimentos, sino que entran en conflicto al querer poner un alto al manejo de la epidemia de la obesidad. Ante esta panorámica queda mucho por hacer en materia de prevenir la obesidad. Es importante crear nuevas leyes que restrinjan los anuncios publicitarios donde promueven

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el consumo de alimentos no saludables, restricciones en el mercado de comida publicitaria en los niños. Regulación de los alimentos llamados “chatarra” en las escuelas públicas y privadas. Aplicación de pequeños impuestos a los alimentos con bajo nivel nutricional y bebidas gaseosas que no propor-cionan los nutrientes necesarios para el correcto desarrollo del niño y el adolescente. Distinguir y hacer obligatoria las etiquetas en los productos alimenticios y promover en los medios de comunicación la lectura de estas, antes de com-prar algún producto. Considerando los párrafos que preceden, espero haber creado en ustedes una clara conciencia de que disminuir los alarmantes índices de obesidad va mucho más allá de la suma de individualidades y se convierte así en un reto para los actores de la política social en materia de salud y alimentación, donde la necesidad de establecer vínculos con los grupos y actores sociales involucrados con esta proble-mática se convierte en una necesidad imperante. Y ¿que nos queda ahora? ¿Seguir con nuestro sobrepeso encima? Bajar de peso y llegar a tener un peso saludable si se puede. En una de mis más recientes investigaciones relaciona-das con el éxito en perder y mantener el peso, he oído un sin fin de experiencias exitosas. Uno de los hallazgos más importantes es que para el 100% de las personas que parti-ciparon en ese estudio, el haber bajado de peso y no volver a aumentarlo en por lo menos 4 años, representó un gusto, una alegría, una felicidad inmensa que los hizo despojarse de traumas, pre-juicios y frustraciones (Cabello y Avila, 2009). Los resultados del estudio mostraron que la toma de con-ciencia y una firme decisión para bajar y mantener el peso, así como mentalizar los beneficios de disminuirlo aparecen como factores importantes en la lucha para conservar la pérdida de peso con éxito. El estudio hizo notar que un plan de alimentación requiere esfuerzo y perseverancia, además,

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los resultados positivos tardan en verse. Sin embargo, el perder peso y lograr mantenerlo trajo consigo beneficios que sobrepasan las adversidades enfrentadas, ya que cuan-do la persona logra llegar a su peso normal, se producen modificaciones en la manera de comer, lo cual redunda en cambios notables en la salud, surgen transformaciones en su autoestima y aumenta la confianza en cualquier cosa que se propongan y hasta la relación con su familia y con las personas que los rodean mejora notablemente. Los resultados de ese estudio mostraron que indepen-dientemente de las características sociodemográficas y el tipo de tratamiento utilizado para bajar de peso, estrategias psicológicas tales como la toma de conciencia hacia la comida y una firme decisión, se convierten en factores importantes en la lucha para conservar la pérdida de peso con éxito. También descubrimos que todo ser humano desea saber cómo utilizar sus ideas y sueños para volverlos realidad. Y que para los individuos el deseo de conocer el potencial efectivo del éxito se encuentra en cada uno de nosotros y está en espera de ser liberado para beneficiarse con sus frutos; tal situación, representa en cada una de las personas que se encuentran en el proceso de bajar y/o mantener el peso, una motivación y un entusiasmo impresionante al llevar a cabo el régimen alimenticio con el fin de llegar al peso y talla que se han propuesto. Esperamos que este libro haya marcado pautas para en-tender, independientemente de aquellos que gozan o sufren con su obesidad, que el éxito de alcanzar un peso saludable se encuentra en las causas y orígenes de su sobrepeso, y ha-cer consciente la imperante necesidad de ir en búsqueda de ayuda para atacar los problemas encubiertos que la obesidad trae consigo.

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REFLEXIONES FINALES

El presente estudio fenomenológico aportó ciertas bases para establecer formas creativas y no con-vencionales de enfrentar los retos relacionados con la obesidad. En términos generales, la gente

vive feliz en cuerpos grandes, les gusta comer, disfrutar de porciones grandes de alimentos y no les gusta estar a dieta. Entonces, ¿cuál es el problema? Considerando el sentido que lo anterior tiene para los diseñadores de las políticas de salud, es importante que estas personas estén conscientes de su salud como una amenaza durante sus últimos años de vida. La conclusión más sólida que puede inferirse del estudio es que ciertos eventos estresantes en la vida y los aspectos relacionados con la obesidad tienden a coexistir en la aparición y mantenimiento de la obesidad. El estrés psicológico debe examinarse en investigaciones futuras como concurrente con los desórdenes alimenticios. Aún más, es importante examinar con mayor detenimiento la posible naturaleza causal en la relación entre madre e hija como un aspecto concerniente con la obesidad. Este trabajo amplió las perspectivas relacionadas con el mundo de estas personas obesas y su visión acerca del pro-blema de la obesidad. Esto abre nuevas posibilidades para detener los altos índices de obesidad a través de políticas de salud pública que en lugar de enfocarse a la pérdida de peso en sí, promuevan cambios en los patrones alimenticios, costumbres al comer y originen nuevos comportamientos

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relacionados con la comida. El tratamiento de la obesidad utilizado por muchos profesionales de la salud parece ser todavía inadecuado, tal como narran los participantes en el estudio. A través del discurso de nuestros informantes se demostró que las prácticas alimenticias familiares, factores intraperso-nales y familiares así como comidas tradicionales son deter-minantes en el éxito del tratamiento. Por lo tanto, la dieta debe elegirse con cuidado para cada persona. La mayoría de las dietas especifican un rango que dice a quien realiza la dieta cuánto debe bajar de peso; sin embargo, cada persona es diferente y debe aprender a establecer su propio ritmo. Es trascendental advertir en contra de dietas restrictivas y promover el concepto de alcanzar un peso saludable a través de la asistencia social y apoyo de la familia o redes sociales cuando se intenta perder peso. El estudio reveló que las personas conocen o por lo menos están bien informadas de lo que deben hacer para bajar de peso, sin embargo, no aplican estas recomendaciones. Es importante discutir con ellos sobre sus creencias, opinio-nes, ideas y mitos relacionados con un régimen alimenticio saludable y analizar con ellos las causas del problema de la obesidad. También, una dieta para perder peso debe adaptarse al estilo de vida de cada individuo. La historia de dietas de la gente obesa, fallas y éxitos, recaídas y horarios de comidas, indican patrones constantes. Las necesidades anteriores deben ser consideradas cuando se brinda asis-tencia profesional y cuando los profesionales de la salud trabajan con clientes obesos. Los medios de comunicación, a través de la publicación de una variedad de dietas, han popularizado el concepto del “éxito instantáneo” para perder peso. Los resultados de este estudio demostraron con claridad que estos tipos de dieta no exigen un compromiso a largo plazo, lo que causa la recaída

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en la obesidad. Se recomienda que el tratamiento no se base en modificaciones físicas sino que se dirija a los eventos de vida estresantes, mejorando y combinando habilidades de estilo de vida, tales como la resolución de conflictos o manejo del estrés, con actividad física e información nutricional. Por otra parte, se asume que el rol asumido por los medios de comunicación es muy poderoso en la formación de los desórdenes alimenticios y trastornos relacionados con la percepción del cuerpo, y esto debe cambiarse a través de políticas de mercadotecnia que ofrezcan esperanza para nue-vos paradigmas que promuevan comportamientos saludables relacionados con la imagen corporal y prácticas alimenticias. Los medios masivos también deben proporcionar los espa-cios para la prevención primaria de la obesidad, aun cuando actualmente este potencial casi no ha sido explotado. Para comprender en su totalidad el impacto que la cul-tura tiene en las tendencias de obesidad en el mundo, se deben conocer ambos: comida y cultura. Será importante desarrollar intervenciones culturalmente competentes y ca-pacitar de una manera cultural y sensible a los instructores y proveedores del cuidado de la salud para que las poblacio-nes de minorías, como los mexicoamericanos en los Estdos Unidos, que tienen la presencia más alta de sobrepeso, sean apoyados con programas para reducir de peso acordes a su estatus socioeconómico y cultural. Los profesionales en el cuidado de la salud necesitan comprender la cultura, creencias, normas, prácticas alimenticias y la terminología utilizada por ellos. Es crucial considerar el típico patrón de comida mexicana, las prácticas alimenticias y la preferencia de alimentos, así como las técnicas de preparación de éstos, para apoyar a los clientes obesos de la mejor manera. Como resultado de la información recopilada en el es-tudio, se muestra que el impacto del apoyo de la familia y de las redes sociales, como los amigos o compañeros de

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trabajo, son factores importantes para mejorar los patrones de alimentación cuando la persona obesa intenta perder peso. Es esencial obtener el apoyo de los miembros de la familia para motivar la aceptación de la dieta y ayuda en la preparación de los alimentos. Las experiencias vividas por 26 personas obesas han de-mostrado que las formas tradicionales de prevenir y tratar la obesidad han sido, desafortunadamente, inadecuadas. Revertir las tendencias actuales requiere un enfoque multi-dimensional para detener la pandemia de obesidad que se avecina con rapidez y a menos que cambiemos la manera en que estamos actuando, en los próximos años apareceremos como negligentes. Finalmente, es importante subrayar la honestidad y aper-tura de los participantes en el presente estudio, recordar las voces detrás de cada declaración, sus tonos, expresiones faciales y el poder de sus discursos que en verdad han agre-gado un profundo y particular significado al campo de los estudios sobre la obesidad.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN / 7 PRIMERA PARTE. SURGIMIENTO DE LA OBESI-DAD / 21

Imagen corporal. Narraciones de los participantes del estudio / 22Eventos estresantes en la vida / 32Prácticas alimenticias familiares como detonante de trastornos alimenticios / 37Cambios en el estilo de vida / 42

Durante la niñez / 42Durante la adolescencia / 44Durante la edad adulta / 48

Uso de alimentos como respuesta a estados emocio-nales / 51

SEGUNDA PARTE: GOZANDO LA OBESIDAD / 59 Gozando la obesidad… ¿o la comida? / 64

TERCERA PARTE: SUFRIENDO LA OBESIDAD / 71Sufrimiento y repulsión al sobrepeso / 71Hacer dieta… ¡Es como si me estuvieran encajando un cuchillo! / 73Insatisfacción del cuerpo: un sufrimiento prolongado / 81Emoción de culpa, enojo y vergüenza / 86 La estigmatización, un problema de discriminación para el obeso / 90El papel de los discursos de la madre y el sufrimiento de la obesidad / 96

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CUARTA PARTE: RECOMENDACIONES PARA TE-NER UN PESO SALUDABLE / 101

REFLEXIONES FINALES / 121

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICA / 125

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VOCES Y VIVENCIAS DE AQUÉLLOS QUE GOZAN Y SUFREN LA OBESIDAD Un es-tudio fenomenológico, de Martha Leticia Ca-bello Garza, se terminó de imprimir en diciembre de 2010, en los talleres de Im-prenta Universitaria. La correción de esti-lo estuvo a cargo de la autora. Formación editorial y diseño de portada de Emanuel García.

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