vivencias cabudareÑas

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DEDICATORIA Toda obra del hombre es creación de Díos, por tanto es patrimonio universal. Universal es el pueblo; a él va dirigido mi esfuerzo plasmado en las páginas de este folleto, pequeño en volumen y grande en sentimiento. A mi esposa, hijos, familiares y amigos, dedico. AGRADECIMIENTO A la Alcaldía Del Municipio Palavecino en las personas del Profesor Freddy Pérez y del Profesor Américo Cortez y a su equipo en la Coordinación de Cultura. Al Proyecto Cultural Sarao, en las personas de Raiza Moreno, Julio Alvarez Casamayor y José Luis Sotillo. A los habitantes de Pueblo Arriba, sin cuya participación en el aporte de material bibliográfico y vivencial no hubieran podido nutrirse estas páginas, y en fin, a todas aquellas personas que de una u otra manera han hecho posible la edición del presente trabajo. Al Profesor José Julián Peña (Che Julio), cuya sapiencia y amistad las volcó para estimular al autor al desarrollo de esta obra.

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Anécdotas de Abundio Escalona sobre Cabudare, sector Pueblo Arriba.

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Page 1: VIVENCIAS CABUDAREÑAS

DEDICATORIA

Toda obra del hombre es creación de Díos, por tanto es patrimonio universal. Universal es el pueblo; a él va dirigido mi esfuerzo plasmado en las páginas de este folleto, pequeño en volumen y grande en sentimiento.A mi esposa, hijos, familiares y amigos, dedico.

AGRADECIMIENTO

A la Alcaldía Del Municipio Palavecino en las personas del Profesor Freddy Pérez y del Profesor Américo Cortez y a su equipo en la Coordinación de Cultura.Al Proyecto Cultural Sarao, en las personas de Raiza Moreno, Julio Alvarez Casamayor y José Luis Sotillo.A los habitantes de Pueblo Arriba, sin cuya participación en el aporte de material bibliográfico y vivencial no hubieran podido nutrirse estas páginas, y en fin, a todas aquellas personas que de una u otra manera han hecho posible la edición del presente trabajo.Al Profesor José Julián Peña (Che Julio), cuya sapiencia y amistad las volcó para estimular al autor al desarrollo de esta obra.

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PRESENTACIÓN

Debo confesar que conozco poco a Abundio Escalona, pero la afinidad mostrada en sus escritos por el terruño, por nuestra tierra, me hace sentir que crecí con él, en el mismo barrio, surcando los mismos caminos, compartiendo los mismos mameyes, bañándonos en los mismos bucos, colocando la frente al aire permitiendo que los olores del cañaveral entraran como savia gratificante a nuestros pulmones y allí adentro sembrando la tierra, más allá de nuestro corazón, envolviendo nuestras almas. Contiene este pequeño libro escritos realizados por Abundio para El Impulso, además de el Discurso que pronunciara como Orador de Orden con motivo del Día de Cabudare el 27 de enero del 2.000. Hemos colocado al comienzo de cada escrito la fecha de publicación original, para darle así un orden cronológico, así podremos ver como la madurez de su palabra va apareciendo con magnitudes insospechadas, para beneplácito de todos los palavecinenses. En el caso de Abundio Escalona lo mejor está por llegar, esperamos que este impulso, este estímulo lo catapulte a dimensiones de grandeza. No sabemos cuando ni como sucederá, lo que estamos seguros es que Abundio no perderá la humildad que lo caracteriza ni su profundo amor por la tierra que lo vio nacer y ahora lo ve acometer el agradecimiento de un hijo lleno de calidez humana.Esta es la historia de los pueblos, la que logra hacer que los ciudadanos suspiren por ella, definiéndola como materia cotidiana, sin poses de intelectualidad. No pretende Abundio rebuscar palabras, conceptos, solo deja que salga ese sentimiento arraigado llamado cabudareñidad. No tiene que ser épica, no es necesario que contenga caballos, generales, guerras. La fuerza de un pueblo debe radicar en sus costumbres, en sus espacios, en sus hombres, no necesariamente en batallas, en epopeyas. No se preparó Abundio en ninguna Universidad, en ningún Centro Académico para decirnos ¡Esta es mi tierra! ¡y la quiero!. No le hace falta, su pluma transpira la humildad propia del cabudareño, sus vivencias, los cuentos “echados” por sus amigos de infancia, las fantasías propias de un niño que creció como muchos de nosotros, buscando momentos para llenar sus pupilas de los espacios de su lar querido. Reza un refrán “Los sitios llaman” y por muy lejos que estemos el llamado de la tierra contiene la profundidad de todos sus espíritus que latentes mantienen esa fuerza invisible que nos mueve al regreso.Es un verdadero placer colocar en todos los institutos educativos del Municipio estas vivencias cabudareñas que llenarán de interés a niños y maestros por conocer estos espacios y personajes que la memoria de Abundio nos ofrece y guarda con celo.Ojalá el desencadenamiento de la memoria de este palavecinense produzca en sus coterráneos los deseos de luchar por la preservación de muchos de estos espacios y el respeto por tantos personajes que su sincera pluma expone.Todos vuelven a la tierra en que nacieron, pero Abundio no, la lleva adentrada en sus acciones, en sus pensamientos, en la profundidad de un corazón que vive para Cabudare.Gracias le damos por mantener viva la fibra de nuestro noble pueblo. Algún día, cuando el destino nos alcance, tal vez veamos (en ese momento) el Cabudare deseado que muchos como Abundio compartimos en lo profundo de nuestras esperanzas.

Prof. Américo CortezCoordinador de CulturaAlcaldía de Palavecino

Cabudare, Mayo del 2.000

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El árbol que Anda

Quizás nunca en la Historia Cultural Escolar de Cabudare, no ha habido una obra teatral tan celebrada y con tantas presentaciones, que la pieza teatral "El Árbol que Anda", cuya trama recogía la Historia de un Robusto y frondoso árbol que en una noche de luna llena, caminó y anduvo hasta desaparecer ayudado por ésta, dejando sin su preciada madera a un grupo de leñadores que recostados en su tronco y cobijados por sus frondosas ramas, aguardaban el amanecer para derrumbarlo bajo la acción de sus hachas.

Corría el año 62, cuando cursantes del 5to grado de la Escuela "Nueva Segovia", acuciados e inspirados en la facultad histriónica de su maestro Edgar Morón, acometieron la difícil tarea (por su edad), de montar una obra de teatro que llegó a significar para nuestro distrito, !a punta de lanza en los distintos encuentros y presentaciones que se hacían en el Estado a nivel escolar. Era, junto a "Florentino y el Diablo" de la Escuela Granja "Héctor Rojas Meza", interpretados, respectivamente, por el hoy Ingeniero Solardito Rivero y un muchacho de Zanjón Colorao cuyo nombre no recuerdo, y el Orfeón del Distrito Escolar de Palavecino dirigido por el Maestro Pablo Ramírez e integrado por alumnos con cualidades vocales de !a Escuela Granja y la Nueva Segovia, la “vedette” de los actos culturales de aquel entonces. Su primera presentación se hizo en el primer aniversario de nuestra escuela cuya dirección docente la ejercía la abnegada educadora larense Profesora Pastora Zamora, de muy grata recordación y para cuyas festividades habíamos escogido en elección popular de nuestro conglomerado estudiantil como madrina o novia de la escuela a La niña Anny Hernández.

Mostrábase alegre el auditorio compuesto por padres y representantes, e invitados especiales que se sentían orgullosos de contar con la instalación escolar más moderna y funcional del distrito para la época, una de las primeras obras en Cabudare de la incipiente democracia. Se contaban entre los invitados especiales, el señor E. Ponte Presidente de nuestro ayuntamiento, acompañado por algunos concejales; el Señor Párroco, Presbítero Pedro Rodríguez Gallardo; y alguno que otro representante de las fuerzas vivas de nuestro pueblo. En el Camerino, entre bastidores. que a la sazón era el local de !a cruz roja y primeros auxilios de la escuela, el Prof. Edgar Morón dirigía el maquillaje y vestuario que debía llevar cada aprendiz de actor y era ayudado en estas funciones por las maestras Lucila Castillo, Pilar Cortéz, Jóvita de Torres, Audelina de Pacheco y Gladys Andrade, entre otras. A mi, que representaba el árbol, me eran puestos en el cuerpo semi- desnudo, hebras anchas y delgadas de cocuiza, lo cual me causaba un gran escozor y piquiña en mi cuerpo, mis brazos eran pintados de verde cual ramas de un árbol. A Maria Eugenia Vegas, hoy de Uzcátegui, le aplicaban un maquillaje fosforescente, ya que ella representa a !a luna; Aída Rojas era el "Espíritu de los Ríos", Antonio Mendoza, era el Taita, el papá de los leñadores que eran interpretados por Felipe Herrera, Pablo Emilio Cuello, Clemente Colmenares y Dario Valero Egidio Álvarez era "El Diablo" lo cual le hacía llevar un traje de negro total y un maquillaje tan oscuro como su piel, que llamaba mucho la atención; Leoncito Colmenares, era el diligente "Utilero" del elenco, cuya dirección, como ya dijimos antes, la realizaba Edgar Morón, asesorado por el Prof. Carlos Denis del desaparecido "Grupo Teatral Lara".

Con el calor del público en efervescencia, se dio inicio al acto y entre presentaciones infantiles como "El Pájaro Guarandol", canciones infantiles interpretadas por los niños de

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primero y segundo grado y por supuesto, palabras de la directora, iniciamos nuestra primera presentación del ".Árbol que anda" en medio de una gran transpiración y nervios, mascadas de chicles, miradas nerviosas a nuestros padres y familiares, ganas de acudir al baño y pare usted de contar de cuantas reacciones a causa de la adrenalina desbocada en un organismo. Fue ésta la primera de muchas intervenciones exitosas en actos culturales de nuestro distrito, fuimos al mismo Teatro Juáres de Barquisimeto, al Colegio Padre Díaz de Duaca, al Internado de Menores de El Eneal, estuvimos en la Escuela "Alcides Lozada" de Sanare, y en innumerables actos en la propia escuela "Nueva Segovia". Fue tanta la compenetración y simbiosis de estos pequeños actores con la obra, que aún después de haber egresado de sexto grado, seguimos por algún tiempo presentando dicho acto. Por estos días ha habido la intención de algunos de sus integrantes de reunirnos e intercambiar ideas y recordar aquellas vivencias, y tal vez, por que no, de reeditar viejas actuaciones. Ojalá lo logremos y entonces podamos invitar a nuestro pueblo entero a presenciar esta obra, que le dio resonantes figuraciones a nuestro distrito y fue orgullo de nuestra querida escuela "Nueva Segovia".

Abundio Escalona

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CAMINO A TARABANA

Prosiguiendo con nuestra intención de dar a conocer a las nuevas generaciones de lo que fueron nuestros sitios, costumbres, personajes, etc., de Cabudare, y a la vez para arrastrar a la añoranza a otros, hemos recordado uno de los recorridos que antiguamente hacíamos, unos por obligación, y otros por diversión y juego. Hoy nos referiremos al camino que iba a Tarabana.

Luego de dejar tras nosotros las últimas casas de nuestro desolado barrio Pueblo Arriba en su último segmento del oeste, nos introducíamos en el polvoroso camino que nos llevaba a este encantador lugar que era entonces Tarabana; sin embargo, aunque polvoroso, dicho camino era recorrido por ambos lados por espesa vegetación y uno que otro buco, que se acercaban a la vera del camino invitando al caminante a refrescar su asoleada humanidad, en sus cristalinas aguas o hundir y descansar sus sudorosos y fatigados pies en su llana orilla. La primera tentación se presentaba inmediatamente después del paso de "La Mendera", en el "Puente Limón ", ya llegando a la "casa de rejas", a un lado del monumento mortuorio a !a memoria de Jesús Lozada a cuyas honras nos uníamos mediante la colocación en dicho monumento de una piedrecilla del camino. Allí solíamos descansar bajo un jobo por algunos instantes, y luego continuábamos nuestro camino hasta llegar a la curva donde pereció "Che" Ramón (un lugareño), bajo las ruedas de un pesado tractor, para echarnos una zambullida o simplemente mojarnos la frente y las manos en las frías aguas de una acequia que era un brazo del buco sigalero. A no más de trescientos metros nos topábamos con el primer establecimiento industrial de la época en el lugar, que daba trabajo a una gran cantidad de personas directas e indirectamente de las que dependían un sin número de familias. era el "Central Tarabana", ingenio azucarero de pequeña capacidad de producción que a la postre terminó siendo uno de los grandes tributarios ( en cuanto a materia prima y personal ), del Central Río Turbio. Al cabo de esta primera estación. que hacíamos para admirar la jaula que albergó al famoso tigre de don Mariano Yépez Gil, chuparnos unos gajos de caña después de haberla pelado con machete o con los dientes, entretenernos en su interior con las peripecias y maromas que hacia un enamorado mono, maravillarnos de los silbidos, cantos y colores de la gran variedad de especies de pájaros que allí habían en una gran jaula, y luego persignarnos y santiguarnos en !a capilla de la hacienda donde se veneraba a nuestra Señora de Las Mercedes, Retomábamos nuevamente el camino ahítos de comer, durante el paseo, deliciosos mangos, carnosos mameyes, guayabas, dulces naranjas, todo brindado generosamente por la naturaleza que crecían de manera silvestre. AI cabo de unos cuantos metros, nos sorprendían "Los Matapalos", luego de pasar frente a la Hacienda "Santa Rita", que era un trapiche que producía papelón y el cual también ocupaba a una importante masa laboral de Cabudare, Agua Viva y del propio lugar. Estos matapalos, que aún existen, son unas plantas parásitas que llegan a crecer tanto que con más grandes hojas y raíces, cual tentáculos, cubren y arropan todo el tronco. del árbol matriz, y lo ahogan nutriéndose de su savia, adueñándose de su entorno e imponiendo su siniestra presencia fantasmagórica que hace ver el sitio, donde logra establecerse, como un lugar lúgubre, oscuro, cargado de misterio, y de fácil imaginación para el transeúnte, de aparecidos, espantos, muertos, etc. Superado este tenebroso paso, inmediatamente éramos sorprendidos por una edificación que contenía dos casas en una, separadas o unidas, según se quiera decir, por un gran portón común por el cual se pasaba al interior de ambas; dicha casa se llamaba "La Casa del Toro” y frente a ella, en su lado sur, la acogedora casa de "La haciendita", la cual era amplia, solariega,

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fresca, iluminada, en cuyo patio había distintas especies de animales de corral. Esta Casa pertenecía a "La Haciendita ', que era un trapiche papelonero cuya producción y actividad era menor que los mencionados anteriormente, pero que también ocupó mucho personal de la zona .El olor de los gases del “fuel oil”, que combustionaba para hacer mover su maquinaria, invadía la zona, haciendo típico y característico dicho olor al sitio. Así mismo, el fuerte aroma que despedían los jugos cocinados de la caña y luego convertidos en “melao”, invitaban al visitante a darle temple y dureza con los dedos, logrando transformarlo en un delicioso alfeñique y luego amasarlo y aliñarlo con anís y queso, para producir una sabrosa "melcocha” y el excedente contenido generalmente en una "tapara", servía a nuestras madres y abuelas para sazonar !as arepitas dulces, manducas, buñuelos etc., que se constituían en nuestra _diaria merienda escolar o nuestros postres.

Una vez que habíamos traspuesto la puerta de salida de "La Haciendita”, nos conseguíamos con lo que podía llamarse el Centro de Tarabana, cruce de caminos que conducían hacia el oeste, por la cuesta del río, a Barquisimeto; hacia el este a Cabudare; hacia el Sur a Agua Viva, habiendo pasado por "El Peñuzco” y por “Cacho e’ Venao", y hacia el Norte, por el camino de "El Polvero”, al Carabalí. Allí en este centro había una casa que era una bodega o centro de acopio del lugar regentado por Valentín Gutiérrez y más tarde por Ramón Bravo ( son los dos últimos que conocí), en la cual se conseguía toda clase de víveres, frutas, licores, refrescos, quincalla, etc., se bailaba y hasta de posada servía, si fuera el caso. Podía disfrutarse del juego de boliche por que había un bolo, bien sombreado. Se completaba este Centro con la casa de la casa de la señora Isabel Torres de Nieves (mi abuela materna), o de las Torres como se les conocía, donde comían la mayoría de los foráneos que por ahí trabajaban. Más adelante, siempre en sentido oeste, conseguíamos otras casas, y, finalmente llegábamos a las márgenes del Rio Claro y a su confluencia con el Río Turbio, donde concluíamos el paseo con un reconfortante baño en uno de los muchos pozos que allí se hacían.

La llegada de la industrialización y automatización, hizo que centrales azucareros de mayor capacidad de molienda, necesitaran del arrime a sus patios, de una gran cantidad de caña, que absorbieron toda la que ingenios pequeños y trapiches juntos consumían, obligando a estos a cerrar sus puertas, a cambiar a sus dueños a !a actividad exclusiva de sembradores y a fundarse nuevas plantaciones de la materia prima que irían a alimentar las voraces fauces de la incipiente revolución de la industria azucarera de la región, llevando consigo paulatinamente, al abandono y desolación de estos lugares por la huida de sus habitantes a otros sitios en procura de nuevas perspectivas.

Cuando vamos camino al periódico a llevar este articulo pera su publicación recibo la invitación de la Alcaldía de Palavecino a participar al siguiente día para una toma simbólica de lo que fue " El Central Tarabana", cuyas posesiones, ex de los Briceño Yépez, ahora del I.A.N., por adquisición a aquella sucesión familiar, pretenden venderlas a particulares con el objetivo, quizás, de urbanizarlas borrando con su acción, la posibilidad de sacar provecho cultural de la zona con algún plan do interés turístico o con un proyecto museístico en las ruinas que aún quedan de ese centralito, lo cual, como Cabudareños que sentimos nuestra tierra, estamos obligados a defender y a apoyar cualquier iniciativa que se acometa en procura del rescate y restablecimiento de !o que debe ser patrimonio cultural del Municipio.

Abundio Escalona

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CABUDARE EN LA FANTASIA DE UN DISCURSO

Confieso que me ha sido harto difícil comenzar a escribir este articulo. No me ha sido fácil abordar su contenido. He dudado al esto escribir, he reflexionado, he luchado con las palabras y las frases, y he corregido una y otra vez; pero aquí está. Es mi sentimiento puro. Es mi impresión de todo lo que viví, cuando fui orador de orden en el Centésimo Octogésimo Segundo Aniversario del poblamiento definitivo de Cabudare el pasado 27 de enero de este año 2.000. Todo comenzó cuando visité la Dirección de Cultura de la Alcaldía de Palavecino a consignar un artículo para el periódico " El Kabudari", cuyo director, el Profesor Américo Cortez, luego de cambiar impresiones conmigo sobre distintos tópicos, al despedirme solicitó mi aprobación para postular mi nombre en una terna para ser presentada por la Alcaldía ante la Ilustre Cámara Municipal de ese Municipio para designar el Orador de Orden en la Sesión Especial aprobada para conmemorar tal acontecimiento. Debo testimoniar que, no obstante, haber sido de manera informal, en leguaje coloquial, y casi como sin importancia, por carecer de carácter oficial, en ese memento se me hizo un nudo en la garganta, se me oprimió el pecho y casi lloré de emoción, cuando asentí para aceptar constituir esa terna. Mi interlocutor, consciente de que solamente era una postulación, y siendo testigo de excepción de que tal noticia me había conmovido, atinó a decirme ".... recuerda, solo es una postulación, la Cámara es quien tiene la última palabra al respecto.. yo te llamo". Allí comenzó mi fantasía, era un honor, solamente el ser postulado.

El manes 18 de Enero recibí la llamada del Profesor Américo Cortez donde me invita a pasar por su oficina a retirar un libro sobre Cabudare que me va facilitar en calidad de préstamo:: Sorpresa mayúscula la mía cuando me dan a leer las condiciones del préstamo del libro. Las condiciones no eran otra cosa que la comunicación oficial sobre mi designación como Orador de Orden en tan memorable efemérides. Comenzaba a materializarse mi fantasía. Yo, en el propio Cabudare, en mi pueblo, designado por sus legítimos representantes para que vaciara en sus entrañas, en la centenaria Ceiba, toda mi Cabudareñidad.

De allí en adelante todo fue carreras, consultas, fotocopias, entrevistas, sobresaltos, sustos, imaginación, llamadas telefónicas, marchas, contramarchas, borrones, correcciones, arreglos, etc.

Llegó el ansiado día. Carreras, detalles, recordatorios, más sustos, impaciencia, sudor. Allí estaba yo, acompañado de mi esposa e hijos y otros familiares y amigos. Estaba en el viejo sitio que había sido mudo testigo de mis trasnochos tras un libro en procura del saber en mis tiempos de estudiante. Ahora me veía con mi rostro adusto y mis sienes encanecidas ante el compromiso mayúsculo, recibiendo la recompensa de sentirme honrado en tan preciado momento, valorando en lo profundo de mi ser aquel instante. Mi intimo sentimiento de Cabudareño se desbordó cuando fui invitado, escoltado por una Comisión designada para tal fin, a compartir el presidium ante la presencia de tan honorable auditorio.

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Allí estaba yo, con el canto de felicidad en mis labios. Bajo aquella frondosa Ceiba que, señalando caminos de esperanza, apunta al cielo con una promesa de patria, regada y abonada por nuestro inmenso sentir por la Patria chica; las figuras, rostros y siluetas de mis coterráneos se entrelazaban, se me unían, se confundían, me daban animo con su sola presencia. Desvariaba. No cabía en esa inmensa plaza. A ratos me sentía ínfimo, aunque (creo) me comportaba de manera normal como si antes lo hubiera hecho muchas veces. Pero mi cabudareñidad me daba confianza, era solamente, a través de !a palabra, expresar ese amor filial que por mi pueblo siento. Allí estaría otra vez Cabudare en el altar de mis palabras.

Reconozco que cuando se leyó mi Curriculum Vitae, y era inminente mi subida al podio de oradores, quise tener a mis padres para también a ellos brindarles, orgulloso, mi discurso. Tuve que sobreponerme para no llorar, y rogar a ellos, que desde el cielo, me guiaran en mi alocución.

Comenzó mi discurso e inmediatamente supe que en ese momento estaba asistido por el calor de mis ilustres paisanos ya fallecidos, en cuyas figuras esclarecidas conseguí la ejemplaridad de sus logros. Luego, al cabo de mi disertación, al terminar felicitando a mi Pueblo, nos fundimos en un solo abrazo el auditorio y yo. Me felicitaban, elogiaban mi discurso y yo, humilde, acepté agradecido aquellos abrazos. Sentí que la sinceridad se hacia presente. Cabudare volvía a ser la razón tan especial que solo nuestros corazones eran capaces de asimilar lo grande que encerraba ese momento y el gozo espiritual que de él se derivaba. Y allí estaba el mismísimo Alcalde, testimoniando mi participación oficial con !a entrega de un ejemplar del Acuerdo de mi designaci6n como Orador de Orden publicado en !a Gaceta Municipal, una placa artesanal conmemorativa de dicho acto, y un recuerdo muy especial, de !a Coordinación de Cultura y del Proyecto Cultural Sarao, ante la cual le manifesté al oído al Alcalde, en medio de la emoción, y rompiendo el protocolo, que dicho recuerdo, y demás testimonios del acto, reposarían en un sitio especial de mi casa. En ese momento no pude contener las lagrimas. Volví a ser el niño que muchas veces acudió a esa Plaza tras la búsqueda de conocimientos y diversión. Ahora si, se había materializado mi fantasía y se había convertido en una hermosa realidad, y de que manera. Era el primer Orador de tan Ilustre Corporación en el nuevo Milenio. Había sido merecedor de tan elevada tribuna, y responsable de un hermoso sueño hecho realidad.

Abundio P. Escalona.

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CONDUMIO CABUDAREÑO

Decir que Cabudare tiene, como algunos otros pueblos y regiones, un plato típico que lo identifique, es faltar a la verdad; sin embargo dentro de su tradición han habido verdaderos artesanos u orfebres del condumio criollo que han hecho de sus comidas y elaboraciones unas verdaderas recetas reales. Han cocinado a través del tiempo como si lo hicieran para la realeza. En cada participación de su avezado arte culinario, logran siempre la alegría y por supuesto la aprobación de sus comensales, los cuales cada día son más escasos por la disminución que han hecho del ejercicio de su oficio estos cultores de la rica sazón criolla. Vamos a referimos en esta nota a algunos que de manera comercial o familiar han llevado a muchos a degustar sus especialidades.

Juan Bautista A!varado, “Juantista” como todos lo conocemos, tiene el privilegio de ser el Cabudareño que mediante su especialidad, le ha dado al gentilicio Cabudareño un producto artesanal autóctono, legítimo, propio e identificador de su esencia.

Juantista con sus finas manos y paciencia jobiana logró establecer una formula única para la elaboración de un panecillo de Harina de trigo llamado "bizcocho cabudareño ", que quienes tuvimos el placer ayer, y hoy el honor, de degustarlo no nos queda más alternativa que felicitarnos por haber sido asiduos consumidores de tan rica especialidad. Nunca una taza de café negro o con leche, sabría mejor con cualquier acompañamiento que con un bizcocho cabudareño salido del homo de Juantista, y !o untábamos con mantequilla, y lo remojábamos en el café, refresco, etc., hasta que absorbiera el liquido de la taza, para luego comerlo a cualquier hora del día, no había placer imaginable que lo superara. Y si a postre vamos, nuestro fraternal amigo, ya octogenario, creó una delicia llamada "alfajora”, cuyo secreto estaba en el amasado de su harina que le daba una textura suave y delicada a su capa exterior y a su pulposo interior un relleno a base de pulpa de cambur guineo cultivado con todo esmero y devoción en su huerto familiar, madurados al natural y cocinados en vasijas de barro y arcilla, endulzados con papelón y aliñados con clavos de olor y especias. Por supuesto que toda esta rica elaboración terminaba, para su consumición definitiva, en un homo de barro construido por especialistas artesanos, alimentado por leña cuidadosamente seleccionada por d propio Juantista; y por él mismo también era llevado dicho producto a los distintos puntos de ventas. Así, los llevaba a la bodega de Don Pedro Lamaira, que quedaba a un lado de la Casa Parroquial, al abasto de los Hermanos Vásquez, Julio, Márgaro y Juan Irene, que quedaba diagonal a la Escuela "Ezequiel Bujanda", a que Vicente Palacios, diagonal a la Plaza Bolívar; a que Simón Valera, frente a la plaza; en Pueblo Arriba se podían conseguir en la bodega de Don José de los Santos Guédez, que más tarde fue de Rafelito Hernández; en la pulpería de Marcos, en la esquina de la "Rosa del Viento", a que Carlitos Rondón, y previo encargo, en su misma casa de habitación en la calle San Rafael en Pueblo Arriba. Era costumbre en nuestro pueblo ver por las tardes a Juantista trajeado con unas clásicas blusas de lino o de kaki y su inseparable sombrero, llevando su cesta debajo del brazo repartiendo su oloroso y gustoso encargo en los distintos puntos de ventas.

Hoy, lamentablemente, Juantista ya no fabrica sus bizcochos y alfajoras, quizás porque la edad se lo impide o sus males de salud no le permiten acometer tan laboriosa tarea; sin

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embargo seguros estamos de que al leer esta nota y previa la reparación de su homo y la consecución de los insumos, con la ayuda oficial (atención al profesor Américo Cortez y profesor Freddy Pérez, de la Alcaldía), y particular entre quienes me cuento, se animara a hacer algunos, aunque sea para que alguno de nuestros artistas plásticos ( que los hay muy buenos) lo plasmen en sus obras y se fotografíen y se filmen para legarlo a la historia cultural de nuestro pueblo. Hay una sobrina de Juantista, Carmen Parra de Borges, que casi le ha copiado su formula, no obstante no ejecuta su aprendizaje, quizás y con sobrada razón, por temor a cometer un sacrilegio con !a formula original. Sin embargo, sería interesante que se animara y tratara de igualar a su tío materno.

Julieta Herrera: Nunca habrá en la cocina de la noble matrona Julieta Herrera un exótico canapé, ni sofisticados platillos, pero la criolla comida elaborada por Julieta era hecha con mística y amor, ingredientes necesarios y suficientes en el arte culinario, por muy humilde que este sea, para lograr e! deleite de los comensales.

Ante la exquisitez de las ricas caraotas aliñadas y cocinadas por esta hada de !a cocina no necesariamente se ha de ser diente para rendirse ante un plato. Es que el paladar más exigente da su total aprobación por aquel condumio criollo, consciente de la virtud balsámica de esta especialidad. Las papilas gustativas del más desprevenido y desganado comensal se activan al máximo una vez que empiezan los calderos de Julieta a levantar los efluvios proverbiales de su sazón que invitan a auto invitarse si no se es invitado, y las glándulas salivares se inflaman antes los tentadores olores que inundan las fosas nasales de quien esté cercano a la cocina. Y en cuanto a sopas y hervidos, era un verdadero deleite disfrutar del sabor de uno de estos platos. Quienes hemos tenido el honor de haber sido invitados a su mesa, hemos saboreado y devorado con poco disimulo las raciones servidas. Es que de tanto gusto, casi se le olvidan a uno los principios de las buenas costumbres dictadas por el Profesor Carreño en su famoso manual, y las comidas eran como escanciadas con gran avidez. Muchas veces en nuestra adolescencia envidiamos a Felipe, su hijo, por tener el privilegio a diario de comer esta comida. Nosotros, los amigos y allegados, lo hacíamos de vez en cuando, sobre todo cuando regresábamos de las misas de aguinaldo siempre nos aguardaba una sabrosa y humeante arepa con mantequilla y queso, generosamente regalada por Julieta. De muchacho muchas veces llegamos a “alegrarnos” (en el mejor de los sentidos) de las indisposiciones de salud de nuestras madres para tener que comprar la comida y las arepas en casa de Julieta. Sus delicadas manos combinaron los distintos ingredientes y lograba excelentes sabores en sus comidas guisadas y en salsas. Redondeábase el banquete de reyes con unas arepas que a mi humilde entender no se consiguen en Cabudare ni en sus alrededores, comparables solamente con las que hace mi hermana Teresa o mi hija María Martha.

Afortunadamente, todo cocinero tiene su buen ayudante, y en el caso de Julieta tenía a alguien muy cercana a ella que ha copiado sus recetas y ha logrado una sazón que la iguala. Saborear !a cocina hecha por su hija Eladia de Torres, es admirar y hacer honor a la cocina de Julieta. Que bien la ha copiado, aún cuando esto de la sazón es algo propio, intrínseco, que va implícito en el ser, y que cada quien tiene su propio pulso para cada oportunidad de aliñar y sazonar. Eladia ha heredado de su madre ese maravilloso arte de cocinar.

Han habido otras personas en Cabudare que también han cocinado logrando la total complacencia de sus comensales, tales como: la señora "Chepina" de López, en Pueblo

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Arriba, cuyas empanadas y hallacas han hecho historia en el paladar de quienes las han probado; y Jesusito Roo por cuyo restaurante han desfilado incontables clientes satisfechos y complacidos de su sazón. Lamentablemente de estas comidas no puedo hablar con propiedad por cuanto nunca he tenido el honor de probarlas. Quizás en alguna ocasión tenga ese privilegio, aclarando que con esto no estoy pretendiendo ser invitado a su degustación, sin embargo, me sentiría honrado si así pasara.

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PERSONAJES FOLKLORICOS Y POPULARESDE PUEBLO ARRIBA

Como un modesto homenaje al lugar que me vio crecer, me propongo en esta humilde nota, destacar los personajes que fueron característicos de nuestro querido barrio, Pueblo Arriba, y que pulularon por nuestras polvorientas calles, en épocas en que todos nos conocíamos, y que con el correr del tiempo, algunos de estos sanchos del diario acontecer pueblerino, se hicieron emblema de nuestro pueblo; no sin antes aclarar que los que aquí nombrados no son todos, y con cuya descripción también hago honor y reconocimiento a los que no han sido mencionados. Vayamos pues al encuentro de algunos de estos personajes.

Pompilia, la ropa-vejera: Dama de tez morena de arrugada piel por su avanzada edad, extremadamente alta y delgada, que ofrecía ropa usada de buena calidad a muy bajo costo. Se decía que la mercancía la conseguía en las casas de los ricos de la Urbanización Santa Elena de Barquisimeto, quienes se la regalaban y luego ella con sus laboriosas manos la acondicionaba para la venta. Recordamos su imponente figura con un rodete en su cabeza y su pesado bulto contentivo de las prendas de vestir ya usadas, de prestigiosas marcas, que muchas veces usamos, y que era motivo de burlas y chanzas cuando se descubría o presumía el lugar de adquisición. Nunca supimos su apellido, solo recordamos el nombre de su esposo, Martín, y vivía en una humilde casa en la calle Juan de Dios Ponte entre la casa de "Goyito” Torres y los Colmenares, como conocíamos antes las direcciones de nuestro barrio y que ahora oficialmente sería en !a calle Juan de Dios Ponte entre las calles de la Pérez y la calle General Patiño.

Régulo Amorfiel, El Pachuco: Casi como una devoción era, para Regulo Amorfiel (cuyo apellido tampoco nunca supimos, tal vez tal vez porque en nuestra infancia no era necesario tal calificativo), vestirse de casimir aunque fuera cocido, remendado o simplemente amarrado de la manera más tosca, pero siempre con ese aire de elegancia, heredado quizás de sus antepasados, o tal vez por una costumbre andina, cuyo tipo y fisonomía parecía representar. Régulo, un señor muy decente, con un marcado defecto físico a consecuencia, quizás de la poliomielitis, solía asistir a todos los saraos, velorios, últimas noches, rezos, fiestas, cruces de aros, posturas de agua y cuantas manifestaciones de duelo o alegría, particular o colectiva, había para colarse y luego destacarse por sus risas y carcajadas de cuanto se decía. Los muchachos de la época muchas veces corríamos a guarecernos de sus furiosas pedradas por haberle dicho "pachuco". Régulo habitaba una casa propiedad de un hermano suyo, la cual quedaba por la calle que se iba a Agua Viva, entre la bodega de Marcos en la esquina de "la Rosa del Viento", y la casa de Tista Escalona, es decir, aplicando !a actual nomenclatura de la direcciones, en la calle General Patiño entre !a Juan de Dios Ponte y !a calle San Rafael. Subsistía este celebre personaje muchas veces del favor misericordioso de los vecinos que le regalaban comida, medicinas, etc, y le prodigaban atenciones en momentos de enfermedad. Era muy servicial; tanto caló su mote de" pachuco" que los zagaletones de aquella época nos llamábamos con un silbido que traducía en sus notas "pachuco" tal como se !e decía a él cuando se estaba lejos del alcance de sus pedradas. Régulo es uno de los personajes que recordamos con mayor cariño y aprecio, hoy, cuando ya no podemos disculparnos de todas !as "vainas "que le echamos. Sirva este modesto escrito como un tributo y un homenaje a su humilde figura,

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que dejó recuerdos imborrables en nosotros, los que aún nos sentimos llamados cuando alguien silba... !! !Pachuco!!!!. valga decir: Felipe Herrera, Denis Rodríguez, Alcides y Joel Hernández, Heriberto Arrieche, “la Chuca” Edgar, Dimas Crespo, Joseito Guédez y otros. Regulo siempre llevo con dignidad y decoro su humildad y pobreza.

Santiago: Abuunio y Teesa? Así es el saludo hacia mi de este típico personaje refiriéndose a mi hermana, que aún cuando es nacido y criado en Pueblo Arriba, por su hiperquinesia y sevicialidad, ha traspuesto las fronteras de nuestro bardo para llegar a ser hoy en día conocido en todo Cabudare. Santiago Borges de origen muy humilde es, quizás, el ser más inofensivo con que uno pueda toparse. Siempre dispuesto a colaborar en cualquier "acarreo" o "mandado". Su mayor orgullo es decir que trabaja en la mayor cervecera del País, cuando por una irrisoria paga ayuda a descargar un camión de cerveza en cualquier bar del pueblo. ¿De que muchacha de Pueblo Arriba o Cabudare no ha estado enamorado Santiago? A todas suele decirles en sus lenguaradas a veces ininteligibles producto de su retardo mental,... "Muchacha mía, me vo’ a casa con ella....ja..ja . ta celosa..ja..ja..ja.." y así continua en sus soliloquios con !a muchacha en quien fija sus amoríos. Últimamente Santiago es asiduo visitante del Estadio Terepaima donde tiene como un sagrado deber recoger cuanta botella está tirada y entregarla en el sitio donde fue expendida en el mismo estadio, y carrerear o "espantar" a los muchachos que osen invadir áreas restringidas al público en el estadio. Siempre está pendiente de la situación y actuación del Cardenales, y sufre y goza, al igual que lo hacemos muchos, por los descalabros y triunfos de este equipo. Una característica muy especial en Santiago es que nadie !o ha visto luciendo unos zapatos, siempre, desde que lo conocemos, ha calzado las criollas alpargatas. Santiago aún hoy en día se ve recorrer esas calles, de día o de noche, siempre apresurado y diligente, seguramente portador de algún mandado de alguien.

Manuel y Maria: Manuel “el guaturo” y Marióta: Así los bautizó el vulgo y así se quedaron. Así se les identificaba a este par de viejecitos que, constituidos en matrimonio, llamaban la atención porque siempre andaban juntitos y los fines de semana se emborrachaban juntos también. Un buen día llegaron a Pueblo Arriba, desde donde nadie sabe y se instalaron en varios sitios sin durar mucho tiempo en donde se les daba alojo. Vivieron inofensivamente a la buena de Dios. Manuel era fiel admirador de Rómulo Betancourt y cuando se "rascaba' decía discursos cual el hijo de Guatire, por supuesto en medio de la mayor ignorancia e ingenuidad. Era de los que carrereaba a uno, muchas veces blandiendo un amellado machete, cuando se !e llamaba Guaturo. Uno de los que más lo molestaba, a pesar de ser "toñeco" de ellos, era el hoy Ingeniero Joseito Guédez, quien una vez llegó a encerrarlos en un cuarto donde vivían en !a casa de Juanita Rojas, y bombardearle la puerta con triqui traquis y salta pericos jurando Manuel después de la encerrona, desquitarse del párvulo, soltando la burra de "mano Concho”, el que hacía escobas y que vivía al fondo del inmueble de la noble matrona Juanita Rojas, abuela de Joseito. Manuel y Maria poco a poco se fueron extinguiendo en el tiempo hasta que no se supo mas de ellos, conociéndose posteriormente la noticia de su muerte tal como vivieron, pobres de solemnidad, sin el amparo de algún hijo, puesto que nunca lo tuvieron, o de familia de la que siempre carecieron, aún cuando a su libre albedrío y en base a sus intereses (aunque de lo mas sano), siempre se emparentaban con alguien en particular. Así decían que eran primos de Carlos Guédez, sobrinos de mi padrino "Che Maria Alvárez", primo hermano de Tista Escalona, y así por el estilo.

Los "Encamisonaos” del Puente

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Cuando en nuestro pueblo existía nada más como institución escolar de gran aforo, !a escuela "Ezequiel Bujanda", la muchachada de Pueblo Arriba, teníamos el turno de la tarde, y seleccionábamos como ruta de vuelta a la casa, la calle Juan de Dios Ponte, la cual es atravesada, entre la calle de Las Valero y la de que Pedrito Carri!lo, por el puente Rojas Paúl o Libertador. Pues bien, nuestros padres, quizás por temor a vagabundos y mujeres de vida alegre que siempre merodeaban por el lugar, alertaban siempre a uno de la existencia de unos " Encamisonaos”, cuyas descripciones eran las de unos duendes encantados que se llevaban a los muchachos. Hubo un señor llamado Amalio, que era sobador de huesos y torceduras, que vivía diagonal a que Las Valero, que contribuyó mucho a arraigar esta creencia por cuanto en horas de la noche salía a orinar fuera de la casa arropado con una desvencijada chamarra, para resguardarse del sereno de la noche, la cual le daba un aspecto fantasmal. Fue mucho el que corrió en aquellos tiempos aún siendo adulto, ante la visión del delgaducho mayor, espantado ante la convicción de haber presenciado la siniestra aparición de la figura de un "encamisonao". Cuantas carreras y sustos pasamos por ese oscuro lugar, que boy, aun cuando hay luz eléctrica, como entonces había, con lámparas de neón y la precocidad invadió la infantil inocencia de los muchachos de ahora, seguro estoy que a los que pertenecimos a esa época todavía nos asusta pasar a pie de noche por ese sitio.

Los Malasarines: personajes salidos de la imaginación de nuestros antepasados. Cuéntase que en alguna época del año, ciertos acaudalados hombres de acomodada posición social en Barquisimeto (o de cualquier parte del país) padecían de cierta enfermedad en la piel o en el organismo que minaba su existencia y cuyos embates dizque se combatían eficazmente con la sangre de los niños. También se decía que habitaban o pululaban por los lados del puente de !a calle Juan de Dios Ponte. Era de obligatorio requisito recelar de cualquier persona del que se desconociera su procedencia u oficio, y que buscara amistad con cualquier párvulo. Uno de los que más se recuerda, era un inocente señor de nombre José Ángel, que aún cuando no tenia el terrible mal, y que trabajaba con mucha fidelidad y lealtad para uno de estos señores y, se decía, que mediante el ofrecimiento de alguna Iocha o golosina, lograba convencer al inocente y desprevenido niño, procediendo a extraerle la sangre para la cura del mal que aquejaba a su patrón. Hoy nuestro país está invadido de malasarines, pero ya no como los exclusivos potentados de entonces, sino convertidos en dueños de abastos y almacenes, supermercados etc., donde a la vista gorda y complaciente de las autoridades respectivas, desangran ya no a los niños, sino el bolsillo de los pobres.

Abundio P. Escalona

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VIVIENCIAS Y ESTAMPAS DECABUDARE

Nada más gratificante y estimulante al espíritu, que poder transportarse evocadoramente por el lar nativo, ese que nos vio nacer y crecer. Ese terruño querido del Cabudare que conocimos en los tiempos inolvidables de nuestra infancia y el cual con aires de nostalgia, recordamos. Debemos aclarar que con estas evocaciones no nos apegamos al aforismo de que " todo tiempo pasado fue mejor”, sin embargo si somos de los que creen que el pasado se debe conocer y querer como base para un futuro mejor. Nuestras evocaciones corresponden a un pasado ingenuo, lleno de inocencia y cariño que, guiado por el sendero del recuerdo, ennoblecido por costumbres sanas y de profundas raíces cívicas, ayuda al propósito de reencontrarnos con una identidad perdida que tanta falta nos hace y que nos amenaza con convertirnos en pueblo sin identidad o sin sustancia propia.Así pues, y ya imbuidos en el manto del recuerdo, !legamos en Pueblo Arriba donde en la esquina de que Rafelito en la Avenida Libertador frente a la Escuela Nueva Segovia, nos reuníamos a contar y oír historias y a platicar la actividad del día o de !a semana, esquina cuyo frente sur oeste o sea el "PAREON ", como se le conoció , hasta que fueron derrumbadas sus coloniales paredes, siempre se arrochelaban a pastar mansamente muchos rebaños de cuadrúpedos que algunos suspiros de amor le arrancaban a los zagaletones de aquella época, de los cuales recordamos a Egídio Alvarez, Alcides Hernández Carlucho y Guillermo Rondón, Darío Valero, Ernesto Rivero, Carlitos Hernández (Q.E.P.D) Heriberto Arrieche, “La Chuca” Edgar, Leoncito Colmenarez, Gerardo Borges, y tantos otros, que si bien recordamos, por razones de espacio, no podemos publicar. Este sitio posteriormente, y gracias a la acción mancomunada de todos los jóvenes y adultos del bardo que acometiendo su desmonte y limpieza, lograron construir un espacio donde se jugaba béisbol y voleibol, llegando a armarse un fuerte equipo de este último deporte en masculino y femenino que capitaneaba y dirigía Juan Ag0ero y en el que militaban Bolivia Álvarez, Dilia Vázquez, Alicia Álvarez, (Q.E.P.D), Coromoto Urriola, y muchas otras, en el ramo femenino, y en el rnasculino figuraron Germán Rojas, Vicente Rodríguez, Pablo Urriola, Orlando León, Naudy Álvarez (El Popo), y otros que todas las tardes se daban cita y alegraban el lugar entre partida y partida y en intercambios con el equipo de Pueblo Abajo, que practicaba detrás del mercado donde quedaba el kiosco de " El Batatú". Volvamos a la Avenida Libertador y lleguemos a "El Bucaral', una especie de granja de propiedad privada, pero que por su facilidad para trasponer su alambrada parecía baldía, donde se daban unos sabrosos mangos, dulces mamones, mameyes carnosos, puma rosas dulces, tamarindos, aguacates, nísperos, cambures y muchas frutas más que muchas veces mitigaron la sed y saciaron el hambre de quien de su vergel necesitaba y a la que muchas veces fuimos como escolares de la Escuela Nueva Segovia, en excursión en procura diligente de conocimientos en franca cercanía con la naturaleza, guiados de la mano sabia de nuestro maestro Edgar Morón y ataviados con sombreros o cachucha, cantimploras, una arepa rellena en una "marusita ", y con un cuaderno forrado en papel verde y un lápiz en la mano para anotar. De estas siempre gratas excursiones así como a las de “La Montañita", y a la hacienda “Tarabana”, recordamos a las muchachas que siempre solían restearse con

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uno en una de esas sanas aventuras, Aída Rojas, Matilde Gutiérrez, Delia Fréitez, Evangelina Navas, Eddy López, Juana “Chica” Torrealba, Aída y Ofelia Alvarez y muchas más que siempre suspira uno al recordarlas, por lo buena gente que siempre han sido y que siempre nos apoyaron en nuestras iniciativas culturales, sociales y deportivas.

Prosiguiendo por la senda de la remembranza, vayamos al sitio que llamábamos “El béisbol”, el cual era un espacio de terreno frente a las casa de Teodocia (o Tiodosa, como solíamos decirle), al lado de la vaquera de Lucas y cuyo fondo estaba (por el jardín izquierdo), la casa de Juana Antonia Alejos, en el camino que iba a Tarabana y donde hoy se asienta la urbanización rural Tarabana, promovida por el INAVI; pues bien, en este terreno ancló su sede el glorioso equipo “Terepaima”, pero no fue, sino, el equipo “Escuela Nueva Segovia” capitaneado por su fundador Germán Rojas, quien le dio el verdadero uso deportivo y en cuyas filas destacaron figuras como Benjamín Sosa, picher de grata recordación, Cheito Herrera, los hermanos Herrera, Germán y Amado, Omar Rojas, el receptor era Pablo Borges, a quien Pablo Urriola y Pedro Torrelles peyorativamente bautizado como “pas bol”, como si fuera un americano, pero la intención era asemejarlo con un error en que incurren los receptores en el besbol. De este equipo recordamos que su primera madrina fue Aída Rojas y sus primeros implementos y uniformes fueron donados por la Asamblea Legislativa cuya presidencia ejercía con gran acierto ese gran cabudareño que es el Profesor Francisco José (Coché) Rojas, el señor Victor Borges fue su primer Presidente, Aída Rojas fungía de Secretaria de Actas y Correspondencias, Onésimo Borges era el capitán de prácticas, entre otros directivos, cuyos cargos no precisamos pero que generalmente eran integrantes de equipos, y los cuales se reunían en la casa de habitación de la familia Rojas Castillo en la calle San Rafael al lado de la casa alegre de la señora Altagracia. De estas reuniones, que eran los lunes de las animas y que era de asistencia obligatoria y las cuales servían entre otras cosas parta comentar los juegos del día anterior y analizar el comportamiento de de los jugadores, tanto en el terreno como fuera de él. Recordamos la vez en que “el cuñao”, Placido Torres pidió la palabra para decir ¡arrenunciao! Siendo objeto de una descomunal mamadera de gallo que casi se suspende la reunión por la hilaridad de los presentes; y aquella en que luego de haber pedido la palabra en varias ocasiones, Carlos Hernández sólo atinó a decir cuando le concedieron el derecho solicitado, “lo mismo que dijo Abundio”.Volviendo a la esquina de Rafelito, recordamos que allí, los párvulos, esperábamos el carro de mula de Lucas, para montarnos y luego bajarnos a uqe Juana Antonia para después venirnos chupando caña de azúcar e irnos a bañar en el pozo de “La Voladora”, o en la acequia del gobierno, por los lados de la arboleda de Lino, y prepararnos para ir en la noche a oír o bailar en los ensayos de “Los Ritmicos Bonaires Boys” con Monche, Onésimo, “el conejito” Salcedo, Eduvigis y otros que con alegres instrumentos donde no faltaba la marímbula tocada por Plácido Torres, quien cantaba el sabroso porro colombiano “el 039”, ¡que tiempos aquellos!...

Hemos descendido por el camino del recuerdo. Hemos revivido hoy, como muchas veces, hechos imborrables del pretérito, que recrearon nuestras vivencias ennoblecidas por la ingenuidad. Ha sido nuestro propósito recrear estas estampas, y tal vez arrastrar a otros a ello también.Ojalá lo hallamos logrado.Despidámonos parodiando un tango:

Viejo barrio!

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Perdona si al evocarte!Se me planta un lagrimón!Que al rodar en tu empedrao!Es un beso prolongao!Que te da mi corazón!.

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27 de Enero del 2.000

182 Aniversario del poblamiento definitivo del

casco central de Cabudare

Discurso de Orden

Sr. Abundio Escalona

“Glorioso Cabudare que ostentas en tu historia las luminosas paginas escritas en tu honor hoy se oyen nuevamente los himnos de tu gloria que traen a la memoria tus tiempos de esplendor”.

No encontré en mi eterno peregrinar por los senderos de la historia de este noble pueblo, nada mas bello y hermoso que el 'Canto a Cabudare', inspiración de sutil sublimidad de uno de sus ilustres hijos: Héctor Rojas Meza, creado en la ocasión de celebrar el centenario de su fecha histórica, del cual iré extrayendo estrofas, ésta la primera para iniciar y las otras para continuar lleno de fervor patriótico este discurso, que es sin duda alguna sincera expresión de cariño de un hijo agradecido de su lar nativo, en cuyo entorno creció aprendiendo a quererlo.

Hoy como adulto recibe la recompensa traducida en la inmensa satisfacción de sentirse orgulloso y honrado al asumir la responsabilidad suprema de dirigir la palabra en una de sus más significativas efemérides.

Antes de continuar con este ineludible deber, el cual me compromete como cabudareño, es preciso agradecer infinitamente a la Alcaldía del Municipio Palavecino y a la Cámara Municipal en pleno, el compromiso con que me han honrado al designarme Orador de Orden en esta sesión especial, en la oportunidad de celebrar el centésimo octogésimo segundo aniversario del poblamiento definitivo del casco central de Cabudare.

Especialmente debo agradecer también al señor Alcalde del Municipio Palavecino, profesor Freddy Pérez y al coordinador de cultura de la misma corporación edilicia, profesor Américo Cortez por los elogiosos conceptos sobre mi conducta en lo que respecta a la preocupación que mantengo por el desarrollo y las actividades de nuestro suelo común.

Digo yo ahora, no es nada extraordinario, es solamente el amor filial que siento por esta noble tierra lo que me motiva a aportar, por medio de la palabra, mi humilde contribución a la formación de las páginas que constituyan el libro que conserve la historia menuda de este gran pueblo. Es que Cabudare siempre estará en el altar de mi palabra.

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Ahora si, henchido de emoción continuamos con la tarea que se nos encomendó, cumpliendo de esta manera con el deber de enaltecer los verdaderos valores ciudadanos de un conglomerado digno del mayor respeto y la más alta distinción.

“Los himnos armoniosos que cantan los turpiales/, sobre la ceiba umbrosa, honor de esta región/. Los himnos que nos canta en músicas marciales el Terepaima altivo en su inmortal canción”.

Señores, Cabudare, la ciudad que todos conocemos, la que se yergue imponente, teniendo como fundamento el encantador Valle del Turbio y como valuarte la montaña de Terepaima, no fue fundada según los requisitos exigidos por las reales leyes españolas.

En los predios de lo que es hoy nuestra urbe no se oyó el tropel de los caballos cabalgados por intrépidos jinetes, ni posó su planta el arrogante y gallardo Capitán Conquistador, ni flameó el Pendón de Castilla, ni se invocó la majestad del Rey, nuestro señor Felipe Segundo, ni mucho menos se señaló sitio para el cabildo, ceremonia sencilla pero imponente que se acostumbraba solemnizar en la fundación de las ciudades que eran del dominio del poder español.

No obstante, esto no le resta a Cabudare los derechos que tiene como pueblo o ciudad. Es mas lo enaltece, ya que la nobleza e hidalguía que la hubiese dado el estatus jurídico, político y administrativo de un fundaci6n oficial se lo ha ganado por derecho propio al mantener se constante lucha y su valor heroico por alcanzar su completo desarrollo, desde una originaria comunidad aborigen hasta la pujante ciudad que hoy nos alberga.

En su tránsito por la historia fue desde Parroquia Eclesiástica y Civil organizada, hasta ostentar la categoría de Cantón con rango jerárquico y capital del Estado Lara.

No es la intención polemizar sobre aspectos relacionados con el proceso histórico de esta región de nuestro Estado Lara, responsabilidad que dejamos a los investigadores y hombres estudiosos de esta materia. Pero, si quiero aprovechar esta magnifica oportunidad para exponer conceptos que nos conduzcan por el camino del conocimiento de nuestra identidad como pueblo.

“Hazañas de guerreros que cuentan tus anales/, en la contienda magna de la liberación/, y de Ezequiel Bujanda los bellos madrigales/. Cantando a la belleza bajo tu inspiración”.

Cabudare fue una aldea araguaca, habitada por los indios ajaguas, situada en la sabana de Tarabana, al pie de la Serranía de Terepaima, cuyo nombre significa árbol grande, según la hipótesis etnohistórica postulada por el historiador Dr. Gustavo Rojas.

Partiendo de esta premisa y de acuerdo también a hipótesis, en este caso, la sostenida por el Prof. Taylor Rodríguez, Cabudare ha experimentado, en su devenir histórico, tres poblamientos a saber: antes, durante y después del régimen colonial.

El primero, transcurre desde el tiempo que se pierde en los milenios hasta el siglo XVI aproximadamente, donde encontramos a los aborígenes asentados en la fila de Terepaima y

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extendida hasta lo que es hoy el centro poblado de Cabudare, versión confirmada por trabajos de campo realizado por los antropólogos Juan José Salazar y Walter Montero.

El segundo, o el colonial esta determinado desde el siglo XVI hasta el año 1.818, periodo en el cual se modifica progresivamente el antiguo poblamiento indígena. En este periodo se consolida la producción agropecuaria, se establecen las instituciones y se acentúa la vida religiosa, erigiéndose Cabudare en parroquia eclesiástica bajo el patronato de Nuestra Señora de la Candelaria y la advocación de San Juan Bautista.

El tercero y definitivo poblamiento ocurre el 27 de Enero de 1.818, cuando faltaban tres años para que Venezuela consolidara la independencia de España. Este último poblamiento se considera como el génesis, lo que establece el verdadero y auténtico día de Cabudare.

Es importante para la reflexión destacar que este último poblamiento tuvo una fuerte oposición tanto de los sacerdotes de Yaritagua, Santa Rosa y Barquisimeto como de los comerciantes de esta última ciudad. A los primeros (sacerdotes) les preocupaba ver la disminución de las contribuciones de la feligresía de la futura parroquia. A los segundos (comerciantes) también les preocupaba la consolidación de Cabudare, como parroquia, porque de ello derivaba el auge del comercio propio aquí y la disminución de los ingresos allá. Difícil ha debido ser para nuestros antepasados paisanos luchar con dos poderes tan fuertes como estos para subsistir como pueblo.

“Porque revive el culto en nuestros corazones, la fecha en que cien años cumples de ser cantón/, el culto por tus glorias que son nuestros blasones/, y que le tributamos henchidos de emoción”.

No obstante, aquí estamos en esta soleada mañana y bajo la misma Ceiba que cobijó las tropas libertadoras al mando del padre de la patria, y en la cual aún resuenan los gritos de libertad, celebrando ciento ochenta y dos años desde el momento en que nacimos a la civilidad. Propicio es el momento para invocar a Dios, y agradecer habernos permitido nacer en este lugar y también para recordar aquellos hombres que habiendo nacido o no en esta tierra se formaron y lucharon por ella. Mención especial merecen:

Cristóbal Palavecino, uno de los oficiales patriotas que defendieron la causa patriótica entre 1.811 1.815, acción que permitió situar a Cabudare en el concierto de los pueblos que lucharon en la gesta emancipadora.

José Antonio Ponte, ilustre cabudareño con el cual mantenemos una deuda de gratitud pendiente, ya que no se le han reconocido los méritos que tiene como ciudadano ejemplar que supo como teólogo, literato, orador y escritor brillante situar a Cabudare en el lugar que ocupan los pueblos cultos.

Daniel Vizcaya, eminente orador sagrado, misionero apostólico, individuo de número en la Academia Venezolana de la Lengua Española, nos legó sus virtudes para gloria de Cabudare.

Vicente Amengual, personaje singular en el aspecto social y político, inteligente y sagaz fue un autodidacta que llegó a ocupar cargos de relevancia en la administración pública, hasta

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encargado de la Presidencia de la República, por dos veces, demostró siempre capacidad y eficiencia en el desempeño de la función pública.

Aquilino Juáres, representante fiel de nuestro gentilicio, se hizo acreedor a todos lo ascensos militares hasta llegar a General en Jefe. Destacó como estadista y dio ejemplo de pulcritud en el manejo de los fondos públicos.

Simón Planas, un coterráneo que mereció los honores de los Poderes Públicos, gracias a sus acciones de hombre público y luchador social hasta el punto de influir en la voluntad del General José Tadeo Monagas para lograr la libertad de los esclavos.

La lista de cabudareños ilustres es larga, falta tiempo y espacio para mencionarlos, pero todos han escrito con su gesta la historia de este hermoso pueblo cumpleañero.

“Oh noble Cabudare, emporio en tus ayeres/, de cultos caballeros, de bravos paladines/, de bellas y románticas mujeres, que dieron como rosas tus fértiles jardines”.

Es bueno el momento para recordar y saludar a los verdaderos héroes y heroínas de los pueblos, al hombre común, a los personajes populares, aquellos que verdaderamente hacen de la cotidianidad la esencia de la vida pueblerina.

Saludemos entonces, la historia viva, la de nuestro pueblo, aquel que desde sus inicios encontró su sitio ideal para crecer y cultivarse. Este saludo especial esta impregnado por la emoción que produce cada amanecer y cada atardecer, incentivo para compartir el hermoso e inefable milagro de la vida.

Saludemos pues hoy, puestos de hinojos, límpida la mirada, a todas las madres en las instancias relevantes de su misión sagrada.

Saludemos al hombre de campo, cuyas callosas manos abren surcos para que germine la fértil semilla como ofrenda eterna a la madre naturaleza y continuar la obra del creador.

Saludemos al obrero y al empleado, factores importantes en la lucha diaria, en el cotidiano trajinar, en el desvelo constante por sostener el hogar, por velar por la sociedad y por conservar la patria.

Saludamos, en este memorable día, al poeta, al pintor, al periodista, al médico, a la enfermera, al músico. A todos los que en función del arte, de la ciencia y de la tecnología y de la cultura en general trazándole un mejor destino.

Saludamos al ejército en su concepción mas pura. Lo saludamos en la figura del soldado venezolano, noble, valiente y gallardo, presto a librar combate en defensa de las libertades ciudadanas.

Saludamos a los comerciantes y a los industriales quienes con su esfuerzo y dedicación contribuyen a la edificación de los pueblos.

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Saludamos con especial cariño al maestro, aquel ser que con su experta mano nos conduce por la senda de la inteligencia y del pensamiento profundo.

Saludamos al estudiante, al niño y a la juventud trabajadora y deportista, esperanza de la patria y del seguro provenir.

Saludamos a los gobernantes y a las instituciones públicas en las instancias del cumplimiento de sus compromisos con el pueblo, apegados a la constitucionalidad y al auténtico estado de derecho.

Saludamos al pueblo en general, con sus fortalezas y debilidades, siempre digno de admiración y respeto, maestro de enriquecedora sabiduría.

Saludamos también en buena hora a los sitios y lugares que han sido mudos testigos del crecimiento de Cabudare y aporte fundamental al patrimonio cultural de este hidalgo pueblo, que se debate entre el pasado y el presente, entre el adobe y la cabilla, entre la paz y el bullicio.

Es grato recordar entonces la Capilla de Santa Bárbara, situada en la entrada a nuestro pueblo por el noreste en terreno que fue parte de la antigua hacienda de caña 'La Capilla', comenzada a construir a principios del año 1.791, es restaurada en el año 1.944.

El puente San Nicolás, a cuyo lado norte estamos, llamado también “La Ceiba” o “Patiño”, situado en esta Avenida Libertador, antiguamente conocida como Calle Real, fue construido durante la administración del General Nicolás Patiño en 1.865.

El puente Libertador está ubicado en la calle Juan de Dios Ponte, construido durante el mandato del Dr. Juan Rojas Paúl como Presidente de la República, curiosamente este puente se ha llamado puente Dr. Rojas Paúl.

La Ceibita, este sitio esta localizado en el caserío “El CarabaIí”, antiguo cruce de los caminos Barquisimeto - Cabudare -Yaritagua. Allí nació Don Simón Planas.

Casa de la Hacienda “Santa Rita”, ubicada en el camino viejo Cabudare-Barquisimeto, en el caserío Tarabana.

Capilla Las Mercedes, ubicada también en el antiguo camino Cabudare-Barquisimeto. En este sitio el General Cristóbal Palavecino libró batalla contra el Comandante Ceballos.

Plaza Bolívar, antiguamente se conoció como Plaza de la Iglesia, Guzmán Blanco y Sucre, tenía en el centro una fuente o pila de agua y el alumbrado era administrado por faroles, cambiado por el eléctrico en 1.929. Se terminó de remodelar en el año 1.994 colocándose la estatua del Libertador en el centro y un nuevo alumbrado. En este sitio acamparon las tropas de la revolución restauradora comandadas por el General Cipriano Castro.

La casa de los Meleán. Esta casa esta situada entre la Avenida Libertador y la Calle Juan de Dios Meleán, uno de los hombres más relevantes de la región, educador, poeta, tribuno e

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historiador. A este ilustre ciudadano se le debe la primera reseña histórica de Cabudare que aparece en el Diccionario de Mac-Pherson.

En la Avenida Libertador frente al edificio San Juan Bautista nació el Monseñor Dr. José Antonio Ponte, ilustre hijo de Cabudare, reseñado en este discurso anteriormente.

La Bujandera, este edificio se encuentra en la Avenida Libertador con la calle Simón Planas y es sede del Ateneo de Cabudare. En este mismo sitio existió una casa llamada 'La Bujandera', famosa por haber albergado en su seno al poeta Ezequiel Bujanda, uno de los grandes valores de lo poesía romántica y popular de la región. Las generaciones mas recientes hemos conocido este sitio como “La gota de leche”.

Con los lugares ocurre como con los personajes en este caso. Son muchos los sitios de interés que tiene Cabudare, los que por falta también de tiempo y de espacio no podemos reseñar como quisiéramos: La Cruz Salvadora, La Casa de Alto, La Casa del Paleto, La Blanquita, etc.

En este saludo invoco la imperiosa necesidad de formar hombres y mujeres con verdadero sentido ciudadano, cabudareños buenos, aptos, eficientes, comprometidos con su pueblo fuera y dentro, con una visión clara de la responsabilidad como ciudadano, ante el compromiso con la comunidad que los acoge.

En este saludo reto a los hombres de buena voluntad a que en un esfuerzo común depongan las armas del egoísmo y la mezquindad y empuñen el fusil de la hermandad y la fraternidad y así, conjugando ideas, plasmando proyectos, planificando ejecutorias, construyamos un Cabudare distinto, superior al que tenemos. Permitamos que nuestro pueblo crezca en todos los sentidos; urbanísticamente bajo un diseño en el cual el hombre y el ambiente sean la primera prioridad; e intelectualmente bajo una estrategia curricular, donde vivir y disfrutar de la naturaleza sean los objetivos fundamentales de su implementación.

Este sueño no se logra solo, ni en parcelas, ni estableciendo fronteras, debe ser un sueño compartido entre pueblo y gobierno, donde cada cual aporte su cuota de contribución, tomando en cuenta las necesidades de cada uno.

Si eso sucede así la tarea que es dura, será más llevadera y al final de la jornada tendremos la satisfacción de haberlo realizado juntos.

“Resurge como el Fénix al final del ardoroso/, anhelo de tus hijos que sienten este día/, hervir el entusiasmo por tu pasado hermoso/, y vuelve por tus fueros en paz y en armonía”.

Camino hacia la meta, es mi deber reconocer en este momento la inmensa colaboración que recibí de instituciones y personalidades en la preparación de este trabajo, sin la cual hubiera sido imposible ejecutarlo.

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Agradezco al pueblo, quien me insufló aliento y me inspiró para preparar este discurso, a las autoridades municipales por confiar en mi, a mi esposa y a mis hijos por el apoyo irrestricto que siempre me han brindado, al Prof. Taylor Rodríguez y Benjamín Terán por el suministro de información y bibliografía acerca de Cabudare.

Es mi deber hacer público que para dar autenticidad a lo aquí expuesto consulté “Crónicas en torno a lo humano y divino del Cabudare de ayer', de Julio Alvarez Casamayor y de los apuntes contenidos en “Comentarios Cabudareños”, relacionados con el discurso del Prof. Francisco José Rojas, pronunciado el 10 de Noviembre de 1.991 en la sesión solemne del Concejo de Palavecino.

Señoras y señores, bajo la sombra de esta centenaria e histórica Ceiba hemos experimentado sentimientos de gran emoción como otros en circunstancias diferentes han experimentado angustias. Nos hemos reunido hoy en este sitio con un entusiasmo tan especial por lo grande y trascendental que encierra este momento de gozo espiritual, que gravita sobre el concepto de Patria Chica. Celebremos los 182 años desde que nuestro pueblo ha venido transitando, abriendo brechas de esperanza, relacionadas con quienes forman parte de su entorno afectivo.

Hagamos de esta conmovedora sesión un auténtico renacer de esperanzas e ideales, convirtamos este encuentro en un auténtico sentimiento de felicidad y gozo para que todos los corazones vibren al unísono y todo el amor que sean capaces de producir se los dediquen a este pueblo que tanto nos ha dado y al cual mucho le debemos.

Pueblo en general Feliz Cumpleaños.

¡Viva mi Pueblo!

¡Viva Cabudare!

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“AÑORANZAS DE CABUDARE”

El propósito de esta humilde nota es despertar de un largo letargo las células dormidas de la “cabudareñidad”, para ostentar con orgullo el gentilicio de la patria chica y hacer del terruño lo que en el pasado fue, sin oponernos al progreso y sin subestimar el ayer.

El presente se vive en función del futuro, sobre la base de la experiencia, sin aferrarnos a que “Todo tiempo pasado fue mejor”, no obstante, el recuerdo está presente en la vida de todo hombre sensible a cualquiera de sus manifestaciones.Por tanto a nuestra imaginación viene ahora el Cabudare que irremisiblemente se nos fue, dejando a su paso elegantes y bellas urbanizaciones, testimonio fiel de su sostenido crecimiento económico y social.

Evocamos pues los recuerdos lejanos de nuestras costumbres y personajes que con su diario trajinar y deambular por nuestras calles y sitios se hicieron famosos.Quien que se haya sentido cabudareño no probó el sabroso bizcocho cabudareño y las alfajoras de Juan Tista, o le dijo en su época escolar al mendigo vecino de Agua Viva “Cholito”... ¡Cholito y la burra!, Quien se resistió a comerse una torta borracha donde Vicente Palacios, o quien no jugó tablita de la lotería de Simón Valera, cantada por “el pájaro” y donde podíamos ver hablando solo, en medio de su “rasca” al Guavino. Nadie que se precie de ser amante de nuestro pueblo puede dejar de reconocer la bella época de nuestras fiestas patronales en honor a nuestro patrono legítimo, el de pueblo arriba, San Rafael Arcángel, las misas de aguinaldo con la famosa “bola de candela” preparada por Aline Araña o quien no suspira al recordar las tostadas de “Batatú” o de Pedro Pablo y la suculenta comida de Jesusito. Cuantas caminatas y patinatas hicimos luego de las misas de aguinaldo a Los Rastrojos. Cuantos vimos el cielo estrellado de Cabudare desde cualquier localidad del rimbombante Cine Juáres, luciendo un fino pantalón cortado por el sastre Don Mario Padrón o por Camarata. Quien no recuerda con nostalgia los viajes a Barquisimeto en la camioneta Fargo de tablas de Casimiro, o la colorida camioneta de Andrés el sapo, o la de Enrique Perláez.

Gratos recuerdos se evocan cuando uno ve caer el peso de las mandarrias y los martillos mecánicos sobre antiguas edificaciones como aquella donde antes existió el Mercado Municipal y El Matadero. Que madre cabudareña no se sintió orgullosa de que sus hijas pertenecieran a la legión de Hijas de María, cuyos fundamentos religiosos inspirados en la Santa Madre de Jesús, eran enseñados por nuestra querida Niña Socorro y la Niña Riquilda, quienes también nos prepararon para la Primera Comunión luego de haber recibido las lecciones de la maestra Reina de Ferrer, honorable educadora esposa del Bachiller Ubaldino Ferrer, y a través de quienes también aprendimos a querer las procesiones de Semana Santa y a hacer del Miércoles Santo, con El Nazareno a cuestas, la más grande manifestación de amor religioso de nuestro pueblo y momento obligado de reencuentro de paisanos.Que sirva de estímulo esta nota para solicitar de las autoridades nacionales, regionales y locales las mejoras en todos los ordenes para nuestro pueblo y esperamos que sus ediles hagan una Ordenanza que respete y regule la construcción urbana y se acometa lo más pronto posible un plan de rescate y conservación de las edificaciones viejas que amenazan

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con caerse y llevarse en su destrucción la rica memoria de nuestro ilustre pasado. Apoyemos estas iniciativas y acudamos a la cita con la historia que significa querer y respetar cada día más a nuestro Cabudare.

Abundio Pastor Escalona Torres