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Vivencias trágicas de una comunidad valiente en 1933. Las monjas agustinas recoletas de Granada-Albaicín Hna. Mª Eugenia GARISOAIN OTERO, OAR Convento Santo Tomás de Villanueva Granada-Albaicin I. Introducción. II. Semblanza de la Hermana Asunción Agrela Megías. III. Cronología del manuscrito: sucesión de hechos de 1930 a 1932. IV. Texto del manuscrito. Año 1930. V. Epílogo.

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Vivencias trágicas de una comunidad valiente

en 1933. Las monjas agustinas recoletas de

Granada-Albaicín

Hna. Mª Eugenia GARISOAIN OTERO, OAR Convento Santo Tomás de Villanueva Granada-Albaicin

I. Introducción.

II. Semblanza de la Hermana Asunción Agrela Megías.

III. Cronología del manuscrito: sucesión de hechos de 1930 a 1932.

IV. Texto del manuscrito. Año 1930.

V. Epílogo.

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I. INTRODUCCIÓN

En esta comunicación nos vamos a detener en un momento histórico

concreto de la vida del convento Santo Tomás de Villanueva de agustinas recoletas sito en el barrio del Albaicín de Granada. Dicho convento ha celebrado recientemente el 375 aniversario de su fundación, su historia, pues, es ya larga en el tiempo. Puede resultar contradictorio que dentro de tan dilatado acontecer nos fijemos en un momento concreto de la misma, pero debemos añadir que no se trata en estas líneas de hacer un estudio histórico al uso, que no va a ser nuestra pluma la principal aportación al mismo, sino que nuestro fin es dar a conocer el testimonio inédito de una de nuestras hermanas que vivió en primera persona los hechos que se refieren.

El convento Santo Tomás de Villanueva de Granada surge como empeño

y obra de la madre Antonia de Jesús1. Nacida en Pastrana (Guadalajara). Su infancia y primera juventud trascurre en Granada, en la casa paterna. Desde muy pronto se hace patente su vocación religiosa, pero el camino hasta alcanzarlo va a estar sembrado de dudas, de problemas y de adversidades. Decidida a lograr su meta, en 1635, profesa como beata de San Agustín e inicia un retiro de casi un año en su propia casa. Finalmente, los agustinos recoletos ya instalados en el Albaicín granadino le proporcionan una pequeña casa que será el germen del futuro convento, con una larga fase como beaterio.

En 1643 saldrían del beaterio original la fundadora y diez de sus beatas

para fundar un convento agustino recoleto en el centro de la ciudad de Granada, otras tantas quedaban en el establecimiento primigenio. Éste debía esperar todavía hasta 1668 para convertirse en el convento Santo Tomás de Villanueva, de ahí el sobrenombre de “Tomasas,” y hasta 1676 para acogerse a la Recolección Agustiniana. A partir de ahí hay toda una larga vida presidida por la oración y la pobreza. El convento, como cualquier otro miembro

1 Antonia López Jiménez (1612-1695) Con sus padres se traslada a Granada, a los seis

años. La mayor de 15 hijos. Movida por Dios a su servicio y a una vida de mayor perfección inicia su labor fundacional con 24 años. A los dos conventos de Granada le siguieron otros dos en la provincia de Cádiz entre los años 1666 a 1687. Se abrió la causa de canonización en el año 2000. Cf. BOHORQUEZ JIMÉNEZ, D., La Madre Antonia de Jesús, Cádiz 1987.

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social, ha participado en todas las agitaciones históricas de estos casi cuatrocientos años. Guerras, revoluciones, calamidades, desamortizaciones... las ha sufrido y sobrevivido. Las adversidades, siguiendo el espíritu de la madre Antonia, han sido puestas en manos de Dios y sobrellevadas por sus miembros en los diversos procesos históricos “sí yo abracé esa cruz, no la temo; porque la cruz que se abraza es suave de llevar, aunque sea muy pesada”. (Antonia de Jesús).

Como decíamos al principio, nuestro interés es detener la atención en uno

de estos momentos, quizá de los más graves, la quema del convento en 1933, formando parte de uno de esos hitos históricamente adversos y relevantes para la comunidad del que supo rehacerse con sacrificios y penurias. Pero en este caso contamos con un documento que nos narra en primera persona los hechos, unos acontecimientos vividos desde dentro de la comunidad, expuestos para mantener su memoria y para ayudar a que no cayeran en olvido. Salvamos así una de aquellas historias a las que alude Montero2 en el universo de su expresión “¡cuántas odiseas anónimas perdidas!”. Es por ello que apuntábamos al principio que no va a ser nuestra pluma la importante en esta colaboración, sino dejar en la mayor medida posible el espacio para que hable el testimonio directo de quien lo vivió.

2 MONTERO MORENO, A., Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939,

BAC, Madrid 2004, p. 433; citado también por la catedrática TARIFA, A., Crónica de un convento de clausura en Úbeda durante la guerra civil: La comunidad de Santa Clara de 1936 a 1942, Instituto de Estudios Giennenses, Jaén 1994.

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En Granada, las elecciones municipales de 1931 fueron un reflejo del resto de España. En la capital triunfó la coalición republicano-socialista mientras en la provincia lo hicieron los monárquicos. A pesar de las diferencias surgidas entre los partidos vencedores, en 1932 hay un bloque municipal de izquierdas con un programa de actuación mínimo consensuado. Uno de los problemas fundamentales que debía abordar la nueva corporación era la del paro obrero, dicho problema iba a determinar el desarrollo de la vida municipal con continuas crisis entre los miembros del consistorio. Desde 1930 el paro va en aumento y continúa esta línea ascendente hasta 1935. Si en la provincia es el sector agrícola el más afectado, en Granada capital serán los obreros y nuestro convento se encuentra enclavado en uno de los barrios obreros por antonomasia, el Albaicín. Una muestra de ello son los resultados de las elecciones municipales, aquí triunfa de lleno la coalición republicano-socialista. Ya apuntábamos antes que la inestabilidad política y social va a ser una de las características de este periodo, un reflejo de ello son las innumerables huelgas que se van a ir sucediendo, acompañados en muchos casos de acciones violentas que las autoridades no saben o no pueden reprimir.

En 1931 hay serios altercados con intentos de quema de edificios religiosos, algunas congregaciones tienen que dispersarse o trasladarse. Pero es a raíz del intento de golpe de estado de Sanjurjo en agosto de 1932 cuando la situación empieza a tomar un cariz preocupante. El golpe de Sanjurjo pretende restaurar la monarquía, tradicionalmente se venía asociando a la iglesia con las ideas monárquicas desde la Restauración, tanto desde el punto de vista ideológico como económico. Es por ello que la iglesia se convierte en uno de los objetivos de la izquierda, especialmente la radical representada por los anarquistas.

A finales de 1932 la detención de Fernando Maroto, líder anarcosindicalista, desencadena huelgas y protestas. Progresivamente el clima se va envenenando: desaparecen muchas cruces de la ciudad de Granada y los conatos de incendios de edificios se van sucediendo. A veces, como recurso, se culpa a las mismas derechas de provocar los incendios. Esta situación alcanza su cenit el día ocho de diciembre, ese día era el previsto para la apertura de las Cortes después de las elecciones ganadas por la derecha, fue entonces cuando se desencadenaron hechos especialmente graves. Hubo tentativas de incendio en el convento de Santa Inés, en las iglesias de San Cristóbal, San Gregorio Alto, sacristía de la iglesia del Salvador, etc. pero especialmente grave fue en la iglesia de San Luis y en nuestro convento de las Tomasas, que fueron destruidos.

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II. SEMBLANZA DE LA HERMANA ASUNCIÓN AGRELA MEGÍAS Eloísa Francisca nació el 9 de marzo de 1903 en Churriana de la Vega,

pueblo próximo a Granada capital. El hogar familiar estaba formado por José Agrela y Trinidad Megías, fue la tercera de los seis hijos que tuvo el matrimonio. Recibió las aguas del bautismo3 al día siguiente, el 10 de marzo. Era una niña vivaracha y despierta. Sus padres tenían muchas esperanzas puestas en ella.

Su padre, hombre honrado, fue requerido por su hermana, la madre Josefa

de los Ángeles del Sagrado Corazón4, como administrador del convento, había tomado experiencia en ese oficio durante la gestión de un cortijo. Establecida la familia en la vivienda de los mandaderos también desempeñaron ese oficio, la casa estaba adosada al convento. Eloísa recibió su formación intelectual en las Escuelas del Ave María, fue alumna de Don Andrés Manjón5, de lo que ella se preciaba mucho. Esas Escuelas fueron un proyecto del catedrático burgalés, una iniciativa pionera en la enseñanza. En el año 1905 se abrió el Seminario para formar maestros, esta obra seria “la niña de don Andrés”. Familiares de nuestra hermana dicen que obtuvo el título de maestra. Parece ser que ella debió comunicar al fundador su entrada al convento y don Andrés le obsequió con su libro “Visitas al Santísimo” escrito en 1913 donde le escribe una dedicatoria en estos términos: “A Eloisa Agrela, ex alumna del Avemaría para que ore por las Escuelas y por el autor A. M” (Andrés Manjón).

También acudió al taller o clases extraescolares como llamaríamos ahora,

impartidas por las religiosas de Cristo Rey6, concretamente el bordado. A propósito de esta labor que realizaba con todo primor y esmero, su tía la Madre Corazón, priora de las religiosas Agustinas Recoletas le mandó llamar para que enseñase a las monjas a bordar.

3 Parroquia Ntra. Sra. de la Visitación de Churriana de la Vega. Certificado de bautismo

Libro 24, f. 19v., nº 25. 4 La madre Josefa Ángeles del Sagrado Corazón, Agrela Rodríguez (1867-†1930), era tía

de la hermana Asunción. Fue un modelo para la comunidad en observancia, la gobernó durante 12 años, como priora.

Durante su priorato hubo un aumento de vocaciones y entre las obras materiales hizo el embovedado para pasar al carmen propiedad de la comunidad desde 1918. A partir de ahora la llamaremos Madre Corazón.

5 Don Andrés Manjón (1846-†1923) nació en Sargentes (Burgos). Catedrático, sacerdote llegó a Granada en 1880 fundó las Escuelas del Ave María en 1889. cf. VILLA-REAL, R., Andrés Manjón (vida, obra y persona), Granada 1980.

6 Hijas de Cristo Rey fueron fundadas por el venerable José Gras y Granollers en 1876.

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¡El Señor tenía otros planes para ella y le salió al encuentro en esta visita de varios días! Dulcemente la fue atrayendo. A Eloísa le impactó la vida contemplativa y claustral de esta pobre, sacrificada, alegre y fervorosa comunidad, hija del gran padre de la iglesia San Agustín. Su corazón le apremiaba a buscar algo más grande y esta máxima-sentencia fue el norte de sus aspiraciones: “Tú, Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”7.

Desconocemos la fecha de su entrada. En el libro de las Profesiones8 se registra la primera el 15 de junio de 1924 siendo orador sagrado D. Manuel Medina Olmos9 y la segunda profesión solemne a los tres años, el 24 de junio de 1927. Se sabe que antes de 1930, la comunidad preparaba con mucha dedicación y esmero la misa del Gallo, con ensayos repetitivos para afianzar bien los villancicos junto al tañer de los instrumentos. El coro lo enriquecían tres voces selectas y una de ellas correspondía a hermana Asunción. Federico García Lorca era de los asiduos que subía a escucharles. Éste lo recordaba a sus padres en una carta desde New York: “la misa del Gallo de las Tomasas”.

7 SAN AGUSTÍN, Confesiones 1,1 8 2º libro de Profesiones simples, da comienzo en 1816. 9 D. Manuel Medina Olmos (1869-†1936), canónigo del Sacromonte, obispo auxiliar de

Granada, amigo de la comunidad, director espiritual de varias monjas, murió mártir como Obispo de Guadix.

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Su nombre de religiosa fue madre Eloísa de la Asunción. En el manuscrito firmará Sor Asunción Agrela. Los oficios que desempeñó fueron: enfermera, maestra de novicias, secretaria y depositaria. Gracias a su capacitación le mandaron que escribiese las vivencias de la comunidad en la 2ª Republica.

A partir de 1955 ayudó a otros monasterios de la recién erigida

federación de monjas agustinas recoletas de España10. Retorna en 1964 aquejada de diferentes dolencias: reuma, hígado, fiebres maltas. El 15 de junio de 1974 celebró sus bodas de Oro de profesión religiosa.

Un día antes de su muerte, el 2 de enero de 1975, dijo al médico: “el fin

de mi vida ha llegado, yo quiero lo que Dios quiera”. Recibió todos los sacramentos con plena lucidez y descansó en el Señor el día 3 de enero de 1975, a los 71 años de edad y 53 de vida conventual. “Se distinguió principalmente por la virtud de las abnegación, sacrificio, amor a la Comunidad y a la Orden”11.

El manuscrito que nos legó fue escrito en un cuaderno escolar de la

época. Consta de 43 hojas escritas de su puño y letra. La caligrafía es pulcra y cuidada. De la trascripción que hacemos no hemos modificado nada, es decir, es literal. Con él aportamos el testimonio objeto de esta comunicación sin más comentario por nuestra parte. Previamente, ofrecemos una sucinta cronología de los hechos de 1930 a 1932 incluido, según los vivió la comunidad.

III. CRONOLOGÍA DEL MANUSCRITO: SUCESIÓN DE HECHOS

DE 1930 A 1932 - En 1930 moría en junio Madre Corazón, una monja muy significativa y tía

de hermana Asunción.

- 20 de enero de 1931 elección canónica. Eligen priora a Madre Pilar del Espíritu Santo. La comunidad estaba formada por 20 miembros.

- 14 de abril se proclamó la II República en España. Se oían gritos en las proximidades del convento en contra de los frailes y las monjas.

- El mes de mayo no se celebra en la iglesia, para no tocar las campanas. Fue una de las primeras medidas que se tomó.

10 cf. se crea canónicamente por la sede apostólica, decreto 14 de julio de 1954. Estatutos.

FEDERACIÓN DE MONJAS AGUSTINAS RECOLETAS DE ESPAÑA, 1994. 11 cf. oficio de defunción.

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- El 12 de mayo: Después de la Misa el Sr. Capellán pide el Santísimo y se lo lleva. A las 9 de la mañana varias familias vienen a llevarse cada una a sus hijas, a las tres de la tarde envió el Sr. Obispo una circular ordenando la salida de las monjas, a las cuatro empezaron a salir. La llave del convento se la lleva el Sr. Cura del Salvador.

- El 30 de mayo murió la Madre Presentación fuera del convento.

- Mes de junio entran las monjas de día al convento y salen de noche por la poca seguridad. Sacan a la calle los muebles del convento que tenían valor, las imágenes, ropas y todo cuanto tenía valor.

- El 22 de junio muere la hermana Agustina, religiosa de velo blanco.

- Se prolongo esta salida hasta el 2 de agosto, en que vuelven las monjas. Volvieron a reanudar su vida de observancia: hicieron los ejercicios espirituales del año acompañadas de grandes sustos. No rezaban el Oficio Divino en el coro, no podían tocar las campanas.

- El 12 de agosto de 1932 se recibe una circular del Sr. Obispo mandando retirar a sus casas las ancianas, enfermas o las que tuvieran miedo, salieron dos monjas. Esa noche huyen por el embovedado con el Santísimo, estaban levantando la puerta de la iglesia e incendiándola. Con gran trabajo consumieron todas las formas consagradas para evitar la profanación.

- Ese mismo día quemaron la iglesia de San Nicolás.

- Del 14 de agosto al 14 de septiembre salieron de nuevo. El Sr. Obispo las mandó llamar para darles la enhorabuena por lo que habían sufrido: “Son una comunidad religiosa de gran espíritu y heroísmo”.

- No teníamos Misa diaria por faltarnos el estipendio y para comulgar tenía que venir un sacerdote de la parroquia.

- El 24 de octubre a las 10 y media de la noche la puerta de la iglesia estaba ardiendo. Nos quedamos toda la noche dando vueltas por el convento.

- Otra noche serían las doce dieron tal pedrada en la puerta de la iglesia, que parecía ser una bomba.

- Por estar desabrigadas varias hermanas fueron cayendo enfermas con gripe.

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IV. TEXTO DEL MANUSCRITO. AÑO 1933

“En este mismo tiempo, la noche del 11 de febrero de 1933 se oyeron en nuestro convento a la una de la madrugada grandes voces de alarma, las que estaban un poquito mejores se levantaron y pudieron apreciar que habían pegado fuego a la puerta de la huerta, la que ardió toda y parte del techo del pasillo con varios muebles y maderas que le arrimaron para fomentara más las llamas. Pero quiso la Divina Providencia que dos jóvenes católicos se unieron para dar un paseo al Albaicín y acertaron a pasar por la puerta al mismo tiempo que se elevaban las llamas, dieron aviso a los porteros y todos lograron extinguir el fuego. Nosotras de ninguna modo nos podíamos tranquilizar aquella noche por temor a si volvían y todo el resto de la noche la pasamos en vela a pesar de nuestra alta fiebre.

Una de las que mas graves estaban de esta enfermedad era nuestra Madre Priora y de resulta de esta sofocación le subió a la cabeza un ataque de erisipela tan aguda que los médicos pensaban ponía fin a su vida. Por este tiempo, a 24 de febrero teníamos el Santísimo Sacramento dentro del convento por miedo a que ocurriese algún atentado en la Iglesia; las enfermas todavía no acababan de convalecer y al mismo tiempo seguía otra religiosa con pulmonía muy grave y por la que se tenía gran cuidado.

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Ya había yo despachado a mis enfermas la noche del 28 y estaba leyendo un poquito antes de acostarme cuando de pronto se siente una lluvia grandísima que más bien parece granizada, esto nos chocó grandemente pues la noche hacia poco la vimos y estaba serena; como al mismo tiempo se sentían ruidos me dio curiosidad de asomarme por un balcón al patio y ¡Oh sorpresa! vi una de las celdas echa una pura llama; con el cuerpo cortado y sin saber cómo explicarme dije lo que veía a Ntra. Madre e inmediatamente con otras dos religiosas que estaban velando con el Santísimo y de algunas otras que se levantaron llamamos a los porteros y tocamos campanas de alarma; acudió alguna jente y más tarde las autoridades y el cuerpo de bomberos. El Señor Gobernador se portó finísimo en extremo, ordenó la permanencia de una pareja de Seguridad para que todas las noches guardasen el convento en su interior, y a nosotras nos ordenó el Sr. Obispo saliéramos de nuevo a dormir a la calle y que el día lo pasásemos en el convento. Así lo hicimos desde el día 29 de febrero que fue al día siguiente que esto sucedió hasta el 22 de marzo; pero para que se vea la intención tan decidida de nuestros enemigos, aun estando los guardias les pillaron las vueltas y una noche quemaron de nuevo la puerta de la Iglesia.

Viendo los superiores de la Orden la imposibilidad de nuestra permanencia en el convento por la persecución tan grande que se nos hacía y al mismo tiempo tampoco querían que estuviéramos mas tiempo en la calle, acordaron con el Sr. Obispo de repartir la comunidad de dos en dos en cada convento de Recoletas. No es para decir el sentimiento que esto a todas nos dio y las escenas de dolor que con este motivo se desarrollaron, pues de ningún modo queríamos separarnos y así todas unánimes, rogamos al Sr. Obispo nos diese permiso para quedarnos también de noche en clausura, aunque perdiésemos la vida. Como por otro lado los superiores sentían mucho la pérdida de nuestro convento que había sido la cuna de todos los de Andalucía, pues de el salieron todas las fundaciones y en la actualidad se encontraba con una comunidad del todo observante, vinieron en ello y alababan con entusiasmo nuestro heroísmo y nos decían éramos ejemplo de religiosas valientes.

De nuevo en clausura, tuvimos que arreglarnos del modo más práctico de guardar la Iglesia que entonces teníamos el Santísimo en ella y todas las imágenes que se habían ya colocado y por ello pusimos las camas en las habitaciones más próximas al coro porque ya nos faltaban las fuerzas para velar tanto. Una noche al parecer

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dormíamos en tranquilidad cuando una de las religiosas despertó por la asfixia que sentía, se dio perfecta cuenta de lo que ocurría y bien pronto nos puso a todas en pie y sin darnos tiempo a vestirnos del todo, nos alejamos de aquel sitio apresuradamente y con bastante fortuna porque a los cinco minutos no se podía estar allí del espesor de los gases asfixiantes que habían puesto al pegar de nuevo fuego a la puerta de la Iglesia. Con el mayor apresuramiento corrimos abrir puertas y ventanas para que salieran aquellos fétidos gases, al mismo tiempo que por la parte de fuera apagaban el fuego las personas que quisieron hacer esa caridad.

De nuevo se volvió a tranquilizar la noche, pero nosotras quedamos tan sobresaltadas que todas juntas nos fuimos al coro a acabar de pasar la noche con Ntro. Señor, con mucho miedo porque como la puerta de la Iglesia había ardido casi toda, era muy fácil que entrara el que quisiera y lo que mas sentíamos era el Santísimo que pudieran aquellos malvados ultrajarlo.

Al día siguiente muy temprano se llamó a un carpintero, el que compuso por décima vez la puerta, que ya habían sido diez veces las que intentaron que ardiera nuestro queridísimo convento hasta que lo consiguieron. Todo nuestro afán era forrar las puertas con chapas de hierro como hacían en otras partes, pero nunca pudimos, porque importaba una cantidad de dinero tan alta que no había en la comunidad para ello, pues a decir verdad vivíamos y al presente vivimos de milagro sin tener ni aún lo necesario para poder sobrellevar la vida. Ntro. Señor sabe digo la verdad y me quedo corta en ponderar pues quien de veras sabe nuestras cosas se admira de ver que con los escasísimos ingresos que hay se pueda llevar adelante una comunidad con la más perfecta vida común y todas tan contentas como por la misericordia de Dios lo estamos.

Como en este tiempo todavía seguía siendo Sede Vacante, el Ilmo. Sr. Vicario que a la sazón era D. Lino Rodrigo Ruesca, el que fue nuestro consuelo en todos los apuros que llevó dichos, nos prometió unas puertas que él tenía en la Zubia y mandó un oficial que tomase las medidas, pero Ntro. Señor no quería por entonces alivio ninguno y bien pronto pudo apreciarse que valía mas dinero acomodar aquellas chapas a la puerta de nuestra Iglesia que hacerlas nuevas y con esto con quedamos lo mismo que antes, esperando el golpe de una vez que no tardo mucho en presentarse.

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Frío me da y hasta casi me atrevo a decir me encuentro inhábil para referir lo que después de lo que ya llevo dicho nos ha sucedido. ¿Pues cómo acertaré a recordar detalle siendo tantos y de tan distintas especies? Solamente de acordarme me parece que lo estoy pasando de nuevo, aunque por mucho que diga nunca podré enumerar en una relación tan rápida como la que estoy haciendo todo lo que Ntro. Señor quiso que pasásemos en aquel tiempo.

Era el mes de noviembre del año 1933 cuando los políticos entraron de elecciones y como se les concedió el voto a las mujeres el Sr. Nuncio de su Santidad dispensó a todas las religiosas de España la clausura para que saliésemos a votar. Nosotras aunque oíamos rumores de esto, nada sabíamos cierto y así no nos preocupaba tan extraña nueva hasta que la víspera de las elecciones que fue el día 18 de noviembre por la noche nos dieron la orden de salir a otro día para cumplir con este deber patriótico en que disputaba todo el bienestar de la Nación y la tranquilidad de la Iglesia.

A otro día como digo y que fue el 19 vinieron unos caballeros para acompañarnos al colegio electoral, nos vestimos de seglar y para menos ser conocidas fuimos primero un grupo de cuatro y luego otro y así sucesivamente. Nos tocó por suerte un colegio en donde no había mas que jente mala y del partido contrario; se dieron cuenta de que éramos religiosas y no fue poco lo que nos hicieron sufrir, pues de ningún modo querían admitir nuestro voto, buscando miles de pretextos y de injusticias para que nos fuéramos y gracias al padre de una religiosa y los caballeros que nos acompañaban que al darse cuenta de lo que ocurría y que nos insultaban, lucharon con ellos y por fin cedieron aunque de mala gana y con palabras ofensivas, pero nosotras a todo callamos y ofrecimos al Señor aquella persecución para su gloria.

No paro aquí esto porque a la salida del colegio había infinidad de niños mal criados y de jente baja, los que aleccionados por toda aquella mala jente, nos siguieron por todo el camino tirándonos piedras y diciéndonos palabras injuriosas. Los caballeros querían defendernos, pero nosotras les aconsejamos que no les hicieran caso, porque aquellos niños estaban muy bien guardados de los mayores y sería un verdadero conflicto meterse con ellos. Así nos siguieron hasta el convento en donde varias personas mayores compadecidas de nosotras y ayudadas de los caballeros pudieron disolver aquella turba de niños y hacer que nos dejaran en paz.

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En estas elecciones ganaron las Derechas y ya parecía que la Nación iba a quedar pacificada. Empezamos a arreglar nuestro convento trayendo muebles de los que teníamos en casas particulares y hasta admitimos a una niña que quiso ser religiosa, creyéndonos ya en la seguridad completa que como antes de la República disfrutábamos. ¡Dios mío, y que poco nos duro esto!

Como al parecer de nosotras estábamos en paz, pensó nuestra Madre que ya no era preciso que una anciana que había con setenta y ocho años, saliera más a dormir a la calle, porque ya parecía nulo el permiso puesto que no existía ya el peligro.

Por entonces nos preparábamos a celebrar la fiesta de la Purísima Concepción que en esta comunidad es de tradición hacerla muy solemne, al mismo tiempo que todos los años se renueban unas escrituras y contratos, que las primitivas religiosas hicieron a la Santísima Virgen en acción de gracias por tantos beneficios como siempre ha dispensado a nuestro querido Convento de Sto. Tomás de Villanueva. Con este motivo persuadió Ntra. Madre a dicha anciana para que quedara en clausura a lo cual obedeció rendida y vino a quedarse la primera noche, la víspera de la Purísima. A otro día celebramos el día como de costumbre, en una sala grande hicimos un altar a la Santísima Virgen, la engalanamos lo mejor que pudimos, todo el día la estuvimos acompañando y por la noche nos fuimos a cenar con Ella y a cumplir con todas las ceremonias y obligaciones que como ya digo son de tradición antigua.

Grande fue nuestra sorpresa cuando a otro día, que fue el día nueve, nos vinieron a decir que había rumores de revolución preparada para el día diez; pero que no temiésemos, porque había mucha vigilancia por todas partes. Ntra. Madre se reservó esta mala noticia porque no llegara a oídos de la referida anciana que se ponía toda temblando y por la noche poco antes de la siete vino la mandadera diciendo, le había dicho una mujer que muy cerca de su casa había un centro en donde se reunían los anarquistas revolucionarios y que la policía quería pillarlos, que si oíamos muchos tiros, no tuviésemos susto porque ya sabíamos que esta vez no era con nosotras.

Esta noticia también fue reservada como la anterior y por lo mismo. La comunidad seguía en la más completa tranquilidad e ignorancia de lo que ocurría.

Estábamos en el recreo de la noche cuando nos sorprendió el apagón de luz, que hubo en toda la capital, lo que trajo grandes males, pues

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este fue uno de los mayores atentados que hicieron los revoltosos, pero nosotras inocentes de todo, lo tomamos a risa, no sospechando nunca ni una sombra de lo que nos esperaba aquella noche. Serían las diez y media cuando estábamos casi todas en el Coro despidiéndonos de Ntro. Señor para acostarnos y como se sintiesen unas campanas tocar a fuego, algo sobresaltada dije a Ntra. Madre: -Están tocando a fuego, como hoy es día nueve ¿habrán empezado ya los comunistas, pues lo tenían ya preparado para el día diez?

Ntra. Madre más pacífica que yo me dijo que estuviese tranquila que a nosotras no ocurría nada, que aquellas campanas serían de algún fuego casual, pero todavía no había terminado de hablar cuando se sintió un enorme tropel que según con la algazara con que venían se me representó el prendimiento de Ntro. Señor en el Huerto de los olivos.

No es para decir nuestro espanto y temor al darnos cuenta que se dirigían a nuestro convento. Había allí cerca una grande obra de aguas potables y se aprovecharon de las herramientas para romper las puertas de la Iglesia. Como venían tan enfurecidos daban unos golpes tan grandísimos que retumbaban en todo el convento. Una religiosa se asomó a una de las ventanas del coro y díjoles que querían. -Que ¿qué queremos? Que ya ha llegado la hora respondieron.

-Pues llamaremos a los guardias, replicó la religiosa.

-Si, llamadlos que van a venir pronto contestaron, muy persuadidos de que no teníamos quien nos defendiese.

Grande fue la confusión que se formó en todos nuestros ánimos, unas fueron a despertar a las enfermas y decirles que se levantaran, otras a llamar a la pobre anciana, que ya tengo referida y como no dio lugar a vestirla tuvo que salir con la ropa bajo el brazo hasta la huerta en donde pudimos ponerle el hábito. Yo fui a llamar a los mandaderos y al tirar de la campanilla y abrir algunas ventanas pude oír que me decían: -“Cuidado con abrir mas ventanas, que ahí se quedan fritas”. Quisimos tocar las campanas pero eran tantos los tiros que no pudimos subir a la torre. Me asomé con mucho cuidado por una ventana entreabierta y vi claramente que estaba todo el convento y la casa de los mandaderos tomada de pistoleros apuntando con las pistolas en todas las direcciones, por lo que tuve que retroceder llena de espanto.

Mientras tanto las Madres Priora y Subpriora llenas de un santo valor y sin temor alguno de perder la vida bajaron a la Iglesia por el Santísimo Sacramento; para esto tuvieron que abrir tres grandes

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puertas, una la del dormitorio que ya estaba cerrado, la de la sacristía interior y la de fuera. Con la turbación no encontraban las llaves de estas puertas y mientras tanto la de la Iglesia seguían echándola abajo. Ya corrían astillas por el suelo cuando las madres pudieron salir a la Iglesia, pero animadas de un heroico fervor y amor a Ntro. Señor Sacramentado, corrió la Madre Subpriora y abrió el sagrario que del temblor y turbación no podía hacer que entrara la llave, y Ntro. Señor le dio ánimo para que cogiese en sus manos el Sagrado Copón y lo librará de los insultos y sacrilegios de que hubiese sido objeto aquella noche.

Corrieron las dos buenas madres con tan estimable tesoro y apenas cerraron la primera puerta de la sacristía cuando la de la Iglesia cayó al suelo, entrando un tropel de revolucionarios. Ntra. Madre Priora dio orden a la Madre Subpriora para que huyera a la huerta con el Santísimo y que se llevara a la anciana y a una niña postulante que hacía 8 días había entrado para ser religiosa mientras S.R. recogía a las demás religiosas.

Al mismo tiempo que sucedían estas cosas yo estaba en el coro alto observando por la reja lo que pasaba en la Iglesia. A penas cayó la

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puerta entró aquella turba numerosa que más que hombres parecían demonios por la forma que entraron en la casa de Dios; unos se pusieron a amontonar sillas, los bancos y las mesas y todo lo que pillaron hasta formar con todo un monte alto y otros subidos en los altares se entretenían en echar gasolina a los retablos por las partes altas, otros en el púlpito y otros prendiendo fuego a todo y pude observar que empezó toda la Iglesia a arder por la parte alta antes de emprender el fuego al montón que tenían en medio.

Una religiosa había allí conmigo tirando un poco de la cuerda de la campana y como ellos oyesen dar algunas campanadas se burlaban diciendo: -Si, si, tocad que va a venir mucha jente. Yo desde la reja observaba cuanto hacían, con el corazón traspasado de dolor al ver aquellas escenas y al oír esas bocas tan blasfemas que tan solo parecía habían salido del infierno. Entonces uno tan atrevido como demonio cojió a la Santísima Virgen de los Dolores que estaba en su nicho a la derecha de la Iglesia y con una infinidad de insultos y blasfemias la echó a la hoguera. Ya me fue imposible el contenerme y con una voz fuerte y sin miedo les dije:- ¡Infames! a lo que ellos respondieron con tiros y amenazas hacía la reja donde yo estaba. Ya era imposible el esperar mas tiempo, pues se veía que allí ya tenían la faena acabada y su intención era entrar en el convento a hacer lo mismo y cojernos a todas, pero lo mas apurado fue que al tiempo de la huida nos reunimos todas y como faltasen las que se ya habían huido a la huerta a Ntra. Madre se le olvidó la orden de su marcha que les había dado y todas temíamos se hubiesen quedado encerradas en la parte baja que ya estaba a punto de ser tomada por los revoltosos, las buscamos por todo el convento, volvimos a bajar y como no las encontrásemos nos decidimos a marchar y al bajar por la escalera que llamamos del muro parecía estaban ya dentro del convento aquellos desgraciados tan insultantes y blasfemos.

Como digo bajamos aquella escalera con el pánico que es de suponer, con mucho cuidado y silencio para poder pasar desapercibidas aunque con la consiguiente pena de no saber de nuestras hermanas que se habían perdido. Al abrir la puerta de la huerta nos sorprendió grandemente el verlas allí con el mismo dolor que nosotras porque creían que ya habíamos caído en manos de nuestros perseguidores.

Nos llenamos por un momento de alegría al vernos todas juntas y más que todo con la dulce compañía de Jesús Sacramentado que como ya dije llevaba la Madre Subpriora. Nos abrazamos con cariño fraternal

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y proseguimos la huida por la explanada de la huerta; cayéndonos y levantándonos corrimos hasta la puerta del colono, que era después de Dios nuestra esperanza de salvación, pero el colono no estaba allí. El hombre asustado porque vivía en casa de nuestra propiedad creía se indignarían con él nuestros enemigos y así huyó de la casa con su familia, dejando por guardianes a dos perros lobos capaces de devorar a todo el que se arrimase a la casa.

Llamamos y reyamamos y solamente nos contestaban los furiosos animales con sus espeluznantes ladridos. Mientras tanto los tiros corrían en todas las direcciones y el huerto estaba todo iluminado por el fuego del convento que sus llamas las remontaba hasta el cielo. Como las tapias son bajas y el ruido y revolución de nuestros perseguidores iba creciendo en aumento volvimos a sentir de nuevo el peligro en que estábamos allí, porque de dar con nosotras no teníamos escapatoria por ningún lado. Decidimos escondernos entre las pencas de las chumbares y así lo hicieron algunas, mientras otras nos arrinconamos a un lado de la alberca. Allí vestimos a la anciana y a la niña seglar se le lió una manta porque estaba temblando de frío. Todas juntitas nos sentamos en el brocal y allí nos cayó un buen chaparrón de lluvia al mismo tiempo que la alberca se rebosaba y con una cosa y otra quedamos caladas hasta los huesos.

Era la una de la mañana y no había pensamiento de serenidad, algunas dábamos vueltas acechando por si venia el colono, pero todo era en balde. Por fin una religiosa llena de valor dio un fuerte golpe a la puerta, arrancó los cerrojos y se abrió. Los perros se hicieron fieras, estaban atados con cadenas pero tan largas que nadie se podía acercar ni al patio de la casa. Una religiosa lega ciertamente guiada por la mano de Dios decidió con heroísmo bajar la escalera que del huerto iba al patio, se acercó a los perros y los amansó de tal modo que a todas nos abrió paso mientras ella los acariciaba. De la primera embestida le rompieron la toca, se ponían de pie con ánimo de morder y como eran mucho más altos que ella imponían el verlos tan furiosos y de no haber hecho Ntro. Señor un verdadero milagro la hubieran destrozado por completo. Después enterados los dueños y varias personas de este caso tan singular no dudan en darlo por verdadero milagro. Nosotras mientras tanto nos refugiamos en una cuadra y como nada se veía algunas tropezaban con los animales y se caían, que todo parecía conspiraba contra nosotras aquella noche.

A los alaridos de los perros acudió el dueño de la casa que a este le quitó el miedo el creer estarían robando su casa o que se hubieran

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apoderado de ella los revoltosos. Venía bien armado y con la inquietud que es de suponer, pero nosotras tuvimos la precaución de llamarle por su nombre a penas sentimos abrir la puerta y con esto se tranquilizó él y nosotras respiramos un poco más. De lo contrario quien sabe lo que allí hubiera pasado pues venia dispuesto a disparar desde la puerta.

Inmediatamente abrió sus habitaciones y en una salita baja nos sentamos llenas de dolor al considerar lo que estaba ocurriendo con nuestro querido convento. Aquel buen hombre llamó a su señora que por miedo se había ido de la casa. Quiso Ntro. Señor que aquel matrimonio se compadeciera de nosotras, nos llevaron lumbre y algo nos pudimos secar el agua que en la huerta nos había caído. Como los disparos no cesaban y se oían tan cerca apenas si nos podíamos mover, pues aquel hombre ya estaba temiendo el habernos admitido en su casa por si a él le ocurría algo, pero no quiso el Señor porque nosotras se lo pedimos con todo el corazón y le decíamos al hombre que no temiese, que Ntro. Señor Sacramentado que allí le teníamos acompañándonos, le premiaría tan buena obra de caridad y no permitiría que a él ni a su casa ocurriera nada.

Alguna que otra vez salíamos al patio de la casa y desde allí veíamos el fuego que se remontaba casi hasta las nubes, se sentían caer los

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techos del convento, saltar los cristales y la algarabía de aquellos hombres sin corazón que con tanto gozo cometían las mas grandes profanaciones en la casa de Dios.

Así continuamos hasta a otro día (10 de diciembre) muy temprano en que pudieron dar con nosotras algunos de nuestros familiares y nos contaron algo de lo sucedido en el exterior del convento que no fue poco lo que allí pasó.

Enseguida mandamos llamar al Sr. Cura de la Parroquia que era D. José Pérez Ruiz, este vino de incógnito y a él entregamos el Sagrado Copón.

Poco a poco fueron llegando las familias de las religiosas y se fueron yendo a sus casas. Las últimas pudimos salir de aquella casa a las cuatro de la tarde y con el sufrimiento de la noche y el estar en ayunas, no es para decir las caras de muertas que llevábamos, pasamos por la puerta del convento y lo vimos hecho todo una hoguera, pues la parte de la portería y locutorio que en la noche no había ardido, fueron los muy bárbaros y la quemaron a otro día.

El Sr. Obispo muy fino y compasivo nos envió a llamar con nuestros padres Agustinos, fuimos a ver lo que quería y como verdadero padre nos dio audiencia extraordinaria, pues quiso fuese a deshora y en sus habitaciones particulares para estar con nosotras todo el tiempo necesario para consolarnos. Nos felicitó y dio la enhorabuena, diciendo: -que Ntro. Señor nos había escojido para el sufrimiento y que seríamos bienaventuradas por padecer persecuciones por el Nombre santo de Dios. Nos dio una limosna para ropa que toda la habíamos perdido y nos invitó a visitarle varias veces hasta ver en que convento sería mejor entrarnos.

Un día de los que bajamos a Palacio, nos dijo que casi todos los conventos de Granada le habían enviado ofrecimientos para nosotras, que él nos dejaba libres para que nosotras escojiésemos. Sin titubear un momento le respondimos que nosotras nos poníamos a las órdenes de S.E. que lo que él dispusiese lo aceptábamos gustosas. Entonces nos dijo que a él le parecía que como no había en Granada otro convento de Agustinas Recoletas que el de Corpus Christi, era lo más conveniente que entrásemos en él hasta que se pudiera habitar el nuestro de Sto. Tomás de Villanueva.

Muy conformes y resignadas quedamos con este consejo del Sr. Obispo y por este motivo se dispuso la entrada de las religiosas el día

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siete de enero del año de mil novecientos treinta y cuatro. Entramos a las cinco de la tarde.

Escrito por la más indigna de las criaturas, Sor Asunción Agrela

A.R. (rubricado. Agustina Recoleta)”.

En la edición de la mañana del periódico ABC el domingo 14 de

enero de 1934 en la página 35 recogemos literalmente esta noticia:

“Varios condenados a diecinueve y ocho años de prisión en Granada: Granada 13, 10 mañana. Hoy se vio la causa contra Ángel Ávila, Miguel Gallego, Francisco Marín, Miguel Paso y Adolfo Zurita, acusados de sedición e incendio del Convento de Tomasas. Los tres primeros fueron condenados a diecinueve años, y el último a ocho años y 45.000 pesetas de indemnización”.

V. EPÍLOGO

La comunidad volvió a reagruparse en el convento de Agustinas Recoletas “Corpus Christi”, la segunda fundación efectuada en Granada por madre Antonia de Jesús, como sugirió quien hacía las veces de Obispo12, D. Lino Rodrigo Ruesca.

Tras pasar cinco largos años volvieron a su amado recinto el 18 de marzo

de 1939. Arreglaron lo más imprescindible para poder vivir. A pesar de la pobreza eran felices. Empezaron a entrar nuevas vocaciones. Buscaron trabajo para mantenerse y siguieron luchando para ser agradables al Señor...

12 LÓPEZ, M.A., Los Arzobispos de Granada: Retratos y Semblanza. Granada 1993 pp.

276 y 305.