violación cósmica, theodore sturgeon

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    Ttulo del original ingls: The Cosmic RapeTraduccin de Jorge A. Snchez 1958 by Theodore Sturgeon

    1983 Ediciones TeoremaAv. Repblica Argentina 248 - BarcelonaI.S.B.N.: 84-85958-83-78Scan: ElfowarRevisin: MelusinaR6 02/03

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    a Hal Spier,quien estaba all

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    CAPITULO 1

    Voy a romperte la cara, Al dijo Gurlick. Te voy a quebrar las costillas. Voy a hacersaltar este lugar por los aires, junto contigo y tus apestosas bebidas. Alguien las quiereacaso? Me oyes, Al?

    Al no lo escuchaba. Al estaba tras la barra de su establecimiento, a tres calles dedistancia, probablemente an rojo de indignacin, an sacudiendo su gran cabeza calvaen direccin al portal por donde Gurlick se haba largado, todava repitiendo lo que susclientes acababan de presenciar: Gurlick emergiendo de la noche hmeda y oleosa,zalamero con Al; forzando una sonrisa que casi era una mueca en su irregular y morenabarba rala, ladeando la cabeza, entrecerrando sus ojos de un verde enfermizo, turbias laspupilas.

    Se meti aqu estara contando Al por cuarta vez en nueve minutos con elcuento de mi buen Al aqu est tu compinche, y ya me conoces Al, que tal un trago de loque t sabes; y todo lo que dije fue s que ests bien, Gurlick, lrgate de aqu, no te daraarena ni en una playa: y entonces escupi as, justo sobre la barra, sali corriendo, asom

    la cabeza a travs de la puerta y me dijo que soy un...El santurrn de Al no mancill sus labios con la palabra. Y el tipo del gin tonic de junto

    a la puerta estara sacudiendo la cabeza como buen entendedor y diciendo: "Un hombreno debe mencionar a la madre de un to, pase lo que pase", mientras el tipo de la cervezaya tibia desde hace rato apretara la mano sobre su copa, caliente como sopa ydescabezada como Ana Bolena, y salmodiara al decir Tienes razn, Al, toda la razn".

    Gurlick, ahora cuatro calles ms abajo, ech un vistazo sobre el hombro y vio quenadie lo persegua. Redujo su desgarbada carrera a un trote y luego a un pesado arrastrarde pies, encorvando los hombros y haciendo presin contra la niebla arrastrada por elviento. Segua maldiciendo a Al, y al tipo de la cerveza, y al del gin tonic, anunciando quelos cogera a u por uno o a todos con una sola mano.

    No hara nada por el estilo, por supuesto. No era su estilo. Hubiera sido una muestra dexito, y era demasiado tarde en su vida para que Gurlick, sin ayuda, comenzara algonuevo y diferente con xito. Su primer aliento haba sido inoportuno y a destiempo, ydesde entonces nada le haba salido bien. Mendigaba con torpeza y robaba cuando nocorra ningn peligro, lo que no suceda a menudo, y desplumaba a los borrachos cuandoestaban sin conocimiento, solos y ocultos. Dorma en depsitos, vagones de carga,camiones aparcados. Trabajaba slo en circunstancias extremas, y nunca haba llegado adurar ms de dos semanas.

    Los tajear musit. Les romper la cara, les....Entr furtivamente en un callejn y tante a lo largo de la pared hasta un tacho de

    basura que conoca. Era el tacho de basuras de un restaurante y a veces... Alz la tapa yal hacerlo vio algo plido que se deslizaba y caa al suelo. Pareca un bollo y trat depescarlo al vuelo, pero fall. Se detuvo a buscarlo y parte de la pared brumosa junto a laque se hallaba pareci despegarse y volverse slida y peluda; con un rascar de uaspas entre sus piernas. Gurlick trag saliva y con un espasmo histrico, casi como unarata, lanz una patada rencorosa.

    Su pie encontr algo slido y el animalito vol por el aire y cay pesadamente junto alseto, bajo la hmeda y mortecina luz de la calle. Era un perrito blanco, casi muerto dehambre. Aull dos veces, dbilmente, trat de incorporarse y no pudo.

    Cuando Gurlick vio que estaba indefenso se ri con fuerza, corri hacia l y lo pate ypisote hasta que estuvo muerto, y con cada golpe su sed de venganza aumentaba. Este

    es para Al, y este otro para los dos moscardones del bar y uno para los polis y otro paratodos los jueces y carceleros, y uno bien fuerte para cualquiera que fuera dueo de algo,y como remate, uno para la lluvia. Cuando acab era un hombre bastante importante.

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    Sin aliento, regres jadeante al tacho de basura y busc hasta que encontr el bollo.Estaba empapado y escurridizo, pero era media hamburguesa que algn derrochadorhaba arrojado en el callejn, y eso era todo lo que importaba. La restreg con la manga,sin que la manga o el bollo cambiaran apreciablemente, y se embuti la pastosa ygrasienta masa en la boca.

    Emergi a la luz y levant la vista a travs de la niebla hasta los cuadrados salientes de

    los edificios que se erguan a su alrededor para vigilarlo. Era un hombre que habaluchado y matado por lo que era legtimamente suyo.No te metas conmigo gru a la ciudad.Una especie de intoxicacin lo inund. Se sinti igual que en el comienzo de ese sueo

    que siempre retornaba, donde caminara por un polvoriento sendero junto a un lago,sintindose bien, sintindose fuerte y a la expectativa, sabiendo que estaba por toparsecon el montn de ropa sobre la orilla. No estaba soando en ese momento, lo saba;haba demasiado fro y humedad, pero enderez los hombros de todas maneras.Comenz a caminar, mirando hacia arriba. Desafi al mundo a contemplarlo. Dijo que loiba a sacudir y a derribarlo y a pisotear su gorda cara.

    Sabris que Dan Gurlick pas por aqu dijo.

    Esta vez tenia toda la razn, ya que algo estaba dentro de l. Haba estado en lahamburguesa y antes en el caballo con el cual la mayora de las hamburguesas habansido hechas, y antes de eso en dos pjaros, uno despus del otro, que lo habancontundido con un grano. Antes de eso... es difcil saberlo. Haba cado en un campo, esoes todo. Era paciente y se contentaba con slo esperar. Cuando el primer pjaro lo comi,advirti que estaba en el sitio equivocado, y no hizo nada, y lo mismo ocurri con elsegundo. Cuando la contundente lengua del caballo lo recogi junto con un manojo deheno, tuvo algunas esperanzas. Se enderez despus de que los dientes del caballo loaplastaran y dej el tracto digestivo prontamente, para abrirse paso entre clulas y fibrashasta descansar en un ganglio. All sufri una nueva desilusin, y muy a tiempo tambin...una vez penetrado en las cadenas de neuronas su naturaleza hubiera cambiadoirreversiblemente, y tenido que permanecer con el caballo el resto de su vida. Tal como,de hecho, sucedi. Pero luego de que la cuchilla del carnicero lo rozara, y la picadora decarne lo retorciera, lo estrujara y lo estirara (pero sin separar ninguna de sus partes), pudoan retomar su misin llegado el momento. Ocho meses en un freezer no lo afectaron enlo ms mnimo, ni tampoco la grasa caliente. Fue vendido en un carro ambulante dentrode una caja llena de otras hamburguesas, y se enrosc en el fondo. El muchacho quemordi esta hamburguesa particular fue el nico ser humano que alguna vez habra deverlo. Pareca una pasa de uva hervida o algo peor. El muchacho haba tenido suficientepor entonces, de cualquier forma. Lo arroj en el callejn.

    La lluvia comenz a caer con fuerza. La exaltacin de Gurlick se desvaneci, sus

    hombros se encorvaron, la cabeza cay sobre su pecho. Se arrastr pesadamente atravs de la lluvia, y pronto se hundi en su nivel habitual de feroz desdicha. Y aspermaneci por un rato.

    CAPITULO 2

    La chica se llamaba Charlotte Dunsay y trabajaba en la Contadura. Era franca, risueay muy atractiva. Tena un soberbio pelo castao con tonalidades rojizas y esa clase deojos de topacio que generalmente pertenecen a un tipo muy especial de rubias. Tena unafigura que Paul Sanders, que era farmacutico, consideraba como un desperdicio para el

    trabajo de oficina, y una autntica privacin cuando averigu que su marido era un oficialde la Marina Mercante en viaje a Australia. En cuestin de horas, luego de haber llamado

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    la atencin de toda la oficina (lo que ocurri en cuestin de minutos despus de haberllegado) corri la noticia de su encantador pero firme "Gracias, no pero gracias".

    Paul lo consider un desafo directo, pero conserv la distancia y esper el momentopropicio. Decidi que ste haba llegado cuando el proveedor de los botellones de aguafra le inform que el barco del marido de la chica haba llevado la peor parte en suencontronazo con la Gran Barrera de Arrecifes, y haba tenido que dirigirse con averas a

    Hobart, Tasmana. Paul anunci sus intenciones en el vestuario y se hicieron apuestas 11 a 2 a su favor, guardando alguien el dinero. Era, de hecho, uno de esos incautos elque le haba dado la pista del nico detalle estratgico que se le haba escapado. Tena laocasin (sbado a la noche), el lugar (obviamente el departamento de Charlotte, ya queella no saldra) y la chica. Lo nico que le faltaba era decidir cmo aparecer en escena lmismo, y no fue hasta que uno de los incautos dijo Nadie entra all si no es su esposolegtimo o un gatito enfermo" que obtuvo la respuesta. La chica haba llorado cuando unode los peces tropicales del jefe apareci.una maana flotando con el vientre para arriba.Haba rescatado una mantis religiosa de manos de un contable que la estaba golpeandocontra la ventana con la edicin matutina del Times, y luego de dejar ir al pequeomonstruo verde, haba salvado el amor propio del contable con unas palabras

    reconfortantes y una sonrisa que lo deslumbre por el resto de la tarde. Deja que ella tengapena por ti y...

    As que el sbado a la noche, lo suficientemente tarde como para encontrar poca genteen los pasillos, pero lo suficientemente temprano como para que ella no estuviera ya en lacama, Paul Sanders se detuvo un momento frente al espejo del vestbulo del edificio,observ con aprobacin su aspecto un tanto llamativo, gui un ojo y se dirigi a la puertade ella, golpeando suave e insistentemente. Escuch pasos suaves y presurosos tras lapuerta y comenz a respirar ruidosamente, como alguien que contiene un sollozo.

    Quines? Qu ocurre?Por favor gimi contra el panel, por favor, por favor, seora Dunsay, aydeme!De inmediato ella abri la puerta una pulgada para echar un vistazo. "Gracias a Dios",

    suspir l y empuj con fuerza. La chica salt hacia atrs con las manos sobre la boca yl se escurri dentro y cerr la puerta con la espalda. Estaba lista para ir a la cama, cosaque l apenas se haba atrevido a esperar. La bata no era muy atractiva, pero lo que pudover del camisn estaba bien, muy bien.

    No. deje que me cojan! No deje que me cojan! dijo con voz ronca.Seor Sanders! Se acerc reconfortante, animosa. Nadie lo va a coger. Entre y

    sintese hasta que pase el peligro.Oh! grit al ver el desgarrn irregular y la mancha de sangre que apareci al dejar

    l que su chaqueta se entreabriera est usted herido!El mir inexpresivamente la mancha escarlata. Luego alz la cabeza e imprimi a sus

    facciones un gesto similar al de aquel muchacho espartano que niega saber algo de unzorro robado, mientras ste oculto bajo su toga le devora las entraas hasta que sedesploma muerto. Se alis la chaqueta y la aboton y sonri y dijo:

    Es slo un rasguo despus su cuerpo se afloj, cogi el picaporte detrs de l, seenderez y volvi a sonrer. Fue devastador.

    Oh, oh, venga y sintese gimi ella.Se apoy pesadamente sobre ella, pero cuidando donde colocaba las manos, y se dej

    conducir al sof. Lo ayud a quitarse la chaqueta y la camisa. Era en efecto slo unrasguo, laboriosamente realizado con las puntas de su tijera de uas, pero era real, yella no pareci encontrar sorprendente la cantidad de sangre. Un par de centmetroscbicos sustrados del laboratorio de plasma pueden hacer mucho en una camisa blanca

    deportiva.Se recost blandamente, respirando con lentitud, mientras ella volaba en pos de tijerasy vendajes y una jofaina con agua caliente, y le apart el rostro de la luz hasta que opt

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    por apagarla y reemplazarla por la dbil luz de una lmpara de mesa, y entonces lcomenz la rutina de decirle que no contara su historia porque era demasiado mala... quel no debera estar all... que ella no deba saber de esas cosas, ya que l haba sido untonto... y as hasta que ella insisti que poda contarle lo que fuera, cualquier cosa, si esque eso lo haca sentirse mejor. De modo que l le pidi que lo acompaara con un tragoantes de empezar, ya que con seguridad no querra hacerlo despus, y no haba otra

    cosa que jerez, y l le dijo que eso estaba muy bien. Vaci un frasquito que tena en elbolsillo en su vaso y logr cambiarlo con el de ella, que cuando lo prob frunci levementeel entrecejo y observ el contenido del vaso, pero en ese momento l estaba hablandohasta por los codos en un reprimido, oscuro e intrincado tono que deba esforzarse por ory descifrar para entender. En veinte minutos su charla fue menguando hasta el silencio.Ella no dijo nada, pero permaneci sentada con los ojos ligeramente vidriosos fijos en suvaso, que sostena con ambas manos como un nio que teme volcarlo. El se lo quit, locoloc sobre el extremo de la mesa y le torn el pulso. Era ms lento que lo normal ybastante ms acentuado. Contempl el vaso. No estaba vaco, pero haba bebido losuficiente. Se acerc a ella.

    Cmo te sientes?

    Tard unos segundos en responder, y luego dijo con lentitud.Me siento Sus labios se abrieron y cerraron dos veces, sacudi la cabeza

    ligeramente y se qued callada, mirndolo con fijeza con sus ojos de topacio ahoraensombrecidos.

    Charlotte... Lotie... pequea y solitaria Lottie. Ests sola, has estado tan sola. Menecesitas, pequea Lottie canturreaba, observndola con cuidado. Cuando no se movini habl, cogi la manga de su bata con una mano y, movindose con seguridad ylentitud, tirone hasta que la mano de ella se desliz hacia adentro. Desat el cinturn consu mano libre, cogi su brazo y lo sac de la bata. No necesitas esto ahora murmur. Eres tan clida, tan clida... Arroj la bata tras ella y liber su otra mano.Ella no pareca entender lo que l estaba haciendo. El camisn era de trama de nylon, tanligero como suelen serlo.

    La atrajo lentamente hacia sus brazos. Ella levant sus manos contra el pecho de lcomo para resistirse, pero no pareca haber fuerza en ellas. Su cabeza cay haciaadelante hasta que la mejilla descans blandamente contra la de l. Le habl al odo envoz baja, carente de nfasis o expresin.

    No debo hacer esto contigo, Paul. No me dejes hacerlo. Harry es el... nunca hahabido nadie excepto l, nunca debe haberlo. Estoy... algo me ha sucedido. Aydame,Paul. Aydame. Si lo hago contigo no podr seguir viviendo; me voy a morir si no meayudas ahora.

    Ella no le hizo ninguna acusacin. Ni una sola vez.

    Paul Sanders se sent muy quieto y silencioso. No fue fcil. Pero a veces, cuandoprecipitas las cosas, stas se salen de lugar, mareadas, an enfermas, pero de cualquiermodo fuera de lugar, y entonces eso es todo, hermano... Despus de un tiempo ensilencio sinti aquello que haba estado esperando, el lento y sereno estremecimiento, y elsuspiro. Esper volverlo a sentir y lleg.

    La sangre le lata en las sienes. Bien, muchacho, si no es ahora no ser nunca.

    CAPITULO 3

    La carcasa del viejo camin yaca olvidada en la parte de atrs de un desguace que

    jams nadie visitaba. Gurlick no lo visitaba; viva en l la mayor parte del tiempo. A veces,el tiempo era tan rencorosamente fro que no le serva, y en la poca ms calurosa delverano se alejaba de all por semanas enteras. Pero por lo general le serva muy bien. Lo

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    protega del viento y no dejaba entrar a la mayor parte de la lluvia; era sucio, oscuro ygratuito, tres elementos que eran puro Gurlick.

    Fue en este camin, dos das ms tarde de su encuentro con el perro y lahamburguesa, que fue despertado de un profundo sueo por... digmoslo as, la Medusa.

    No haba estado soando esta vez con el montn de ropas en la orilla del estanque, yde cmo l se sentara a esperar, y de cmo entonces aparecera ella fuera del agua,

    salpicando ruidosamente y no sabiendo que l estaba all. Esta maana no pareca haberlugar en su cabeza para el sueo ni para ninguna otra cosa, incluyendo su contenidohabitual. Lanz unos gruidos y gimi, e hizo rechinar sus romos y amarillos dientes, yrod por el suelo hasta sentarse, tratando de devolver la forma a su cabeza comprimidaapretndola desde afuera. No pareci dar resultado. Se dobl sobre s mismo y apoy lasrodillas contra las sienes para hacer an ms presin, pero eso tampoco dio resultado.

    No es que la cabeza le doliera exactamente. Y tampoco era lo que Gurlick sola llamaruna cabeza "loca''. Por el contrario, pareca tener un equilibrio amplio, frgido y meticuloso:algo yaca corno una lesin mtrica en la superficie interna de su mente. Se senta capazde contemplarla, pero a pesar de estar dentro de su cabeza- la cosa exista en unadireccin aterradora, y al principio l no se atreva a mirar en esa direccin. Pero entonces

    comenz a expandirse y a crecer, y en unos pocos minutos estremecedores yquejumbrosos no hubo en su cabeza nada excepto la nueva iluminacin, esa ventana quese abra sobre dos galaxias y parte de una tercera, a travs de los ojos y mentesde.incontables miles de millones de individuos, culturas, enjambres, bandadas, tropillas,rebaos, parejas, hatos, razas, tropeles y otros tipos y cantidades de comunidades ygrupos, complejos, sistemas y apareamientos para los cuales el idioma no ha encontradoan trminos: viviendo en estado lquido, slido, gaseoso y en otra buena cantidad decombinaciones y permutaciones entre ellos, nadadores, voladores, reptantes,excavadores, pelgicos, roedores, flotadores y diversos tipos de piernas, cilias y alas conconciencias que podran ser llamadas la mente furtiva, la mente de emergencia, la dehlice, exaltada, a resorte o murmuradora, y otras mentes demasiado numerosas,demasiado difciles o demasiado extravagantes para mencionarlas. Y sobre todo eso, laconciencia central de la criatura misma (aunque ''central" es un trmino errneo; la mentecolmenar es engaosa)... la Medusa, el hombre galctico progresivo, la superconcienciadel animal ilimitado, del cual los habitantes de un planeta eran aqu un nervio y all unrgano, donde culturas enteras eran ganglios especializados; la criatura de la cual Gurlickera ahora miembro y parte, aunque fuera un tomo menor de una molcula simple de unaclula primitiva... esa poderosa conciencia se percat de Gurlick y l de ella. Se permiticontemplarla el tiempo suficiente como para saber que estaba all, y luego bloquediecinueve vigsimos de su mente a la misma idea. Si uno colocara frente a Gurlick unapgina de los escritos de Immanuel Kant, l la vera; podra inclusive leer un cierto

    nmero de palabras, pero no le dedicara ningn tiempo o esfuerzo. La vera y ladesechara, apartando su atencin, y si uno la dejara delante de l, o la mantuviese all, laseguira mirando sin ver y esperara a que la quitaran.

    Ahora bien, en sus cultivos, la Medusa haba dejado caer sus rugosas huevas enmuchas fantsticas oquedades. Y si una de esas esporas esparcidas lograba sobrevivir,sobrevivira dentro y enlazada con la persona y la especie con la que se encontraba. Si laentidad receptora era un pez, entonces seguira siendo un pez; actuara como un pez,pensara como un pez; y cuando se trataba de una "persona" (que es como los bilogosllaman a los plipos que forman las increbles colonias que llamamos hidromedusas). nohaca a un lado sus elementos de pez. Por el contrario, la Medusa estaba interesada enque mantuviera sus mltiples partes especializadas en el medio en el cual haba

    evolucionado: el pez no slo no dejaba de serlo, sino que en muchos casos lo era anms. Por tanto, al instalar a Gurlick dentro de s misma, l permaneci siendo... sloGurlick. Lo que Gurlick vio del (los) medio (s) ambiente(s) de la Medusa no lleg a

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    interesarle. Lo que la Medusa perciba era slo lo que Gurlick poda percibir, y(desgraciadamente para el orgullo de nuestra especie) a Gurlick mismo. No poda, comoes posible suponer, recoger cada partcula de la informacin y experiencia de Gurlick, nipoda observar el mundo de Gurlick ms que a travs de los propios ojos y mente delhombre. Las respuestas a las preguntas que la Medusa formulaba deban estar all, enese depsito desagradable, pero eran inobtenibles hasta tanto Gurlick mismo las

    formulara. Esto siempre haba sido un proceso lento para l. Pensaba verbalmente y susconcepciones se hilaban a una velocidad que era aproximada a la oral.El efecto final era extraordinario; las irresistibles demandas lo asaeteaban desde la

    inmensidad, atravesando aos luz con considerable menos dificultad que la encontradaen atravesar la delgada y resistente capa de poca concentracin subjetiva de Gurlick, suno me importa, no entiendo, no quiero entender. Pero la poderosa armona de voces conque la supercriatura transmita ideas "lo alcanzaba... y eran contestadas en el tiempo quele era propio a Gurlick, a su manera y en voz alta, con sus propias palabras.

    Y as fue como ese miserable, grasiento, casi analfabeto de dientes cariados y suciasropas, elev su rostro a la mortecina luz y respondi a la pregunta-para-la-audiencia delms majesttico, complejo, diestro y potente intelecto de todo el universo conocido.

    Bien, bien. Qu diablos quieres?No estaba asustado. Aunque parezca increble, debe comprenderse que ahora era un

    miembro, una persona de la criatura, una parte de ella misma. No se le ocurri tenermiedo de la misma forma que un dedo no puede tener miedo de una costilla. Pero almismo tiempo su gurlicknesa esencial estaba intacta... o, como se ha sealado,posiblemente ms an. As que adverta que algo que no poda comprender quera haceralgo a travs de l, algo para lo que era incapaz, y por lo que incuestionablemente seraregaado si no era hecho...

    Pero ste era Gurlick! Este tipo de cosas no poda asustar ni sorprender a Gurlick.Patrones, polis, borrachos ms jvenes y taberneros le haban hecho esto a Gurlick todasu vida! Y el "Bien, bien! Qu demonios quieres?" era su respuesta invariable, no slo auna simple indicacin, sino tambin, lo que era exasperante, a rdenes ms detalladas.Entonces se vean obligados a repetir las rdenes, o a levantar las manos condesesperacin e irse, o darle un puntapi e irse. Por lo general, el pedido, sea cual fuere,era a esta altura suprimido y reemplazado, de todas formas, por un puntapi.

    La Medusa no se dara por vencida. Gurlick no escuchara, y no escuchara... y... tuvoque escuchar, tomando el camino ms fcil y sumergindose en la resentida indignacinde siempre, tal como era costumbre en l. Es dudoso que alguna otra persona sobre latierra se hubiera habituado tan rpidamente a su invasor. En ese preciso momento decontacto inicial, advirti la vieja reaccin familiar que tena cualquier persona en un primerencuentro con l: un asombro disgustado, una oleada de descreimiento, enojo y paulatina

    frustracin.Bien, qu diablos quieres?La Medusa le explic lo que quera, incrdula, como quien explica algo total y

    absolutamente obvio, y recibi un vaco de Gurlick. Hubo un momento de incertidumbre yluego una imperativa repeticin de la demanda.

    Y Gurlick segua sin comprender.

    CAPITULO 4

    Soy Guido, tengo diecisiete... al menos eso creo; casi diecisiete. Siempre hay dudas

    sobre nosotros, los que salimos arrastrndonos de entre los esqueletos de Anzio yCassino cuando nios, como... gusanos que surgen de los huesos cuando ya no haycarne. Nunca miro atrs, nunca miro atrs. Hoy la barriga est llena, maana puede estar

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    vaca. La barriga vaca de ayer no es de temer, la barriga llena de ayer no tiene sentidohoy; de modo que nunca miro atrs, nunca miro atrs...

    Y estoy mirando atrs por culpa de Massoni, por lo que ha hecho. Massoni, que nuncame atrapar, me ha encerrado en su casa, sin saber que yo estoy aqu. Mientras l va atodos los lugares en que vivo, a todos los lugares a donde me escondo, yo llegodirectamente aqu, a su propia casa, pues l no es tan listo como yo y nunca imaginar

    que estoy aqu. Quiz le robe y quiz lo mate. La casa de Massoni era parte de unafortificacin durante la guerra, por lo menos eso dicen, con paredes de concreto y puertade hierro y pequeas rendijas por ventanas sobre dos lados de un nico cuarto. Pero enla parte trasera, donde la casa est enterrada en la colina, la pared es de madera terciaday un panel est suelto. Detrs hay espacio para trepar. Sobre el cuarto hay un cielorrasoplano, sobre ste un techo inclinado, determinando as un pequeo espacio que yo,Guido, supongo que (el no suficientemente listo) Massoni podra vivir aqu aos sinsospechar su existencia. Llego aqu. Encuentro la puerta de hierro sin llave. Me deslizoadentro. Encuentro el panel suelto, el lugar para trepar, el oscuro y alto agujero dondeocultarme, la grieta para espiar el cuarto de Massoni. Hay tiempo. Soy yo, Guido, el queest al acecho y l buscar en muchos lugares antes de volver cansado.

    Y l vuelve, y est sin duda cansado; se desploma en su cama con el abrigo puesto.Est casi oscuro y puedo verlo mirar hacia arriba con fijeza y s que est pensandoDonde estar Guido? Y s que tambin est pensando (porque l habla de esta forma),Si pudiera comprender a Guido podra estar all antes de que le rompa la pierna a. otrovagabundo, haga trizas el vitral de otra iglesia, prenda fuego a otra imprenta... Si Massonidice esto en voz alta me reir en voz alta, porque Massoni no comprende a Guido y nuncalo har; porque lo que Guido hace una vez, Guido nunca volver a hacerlo, as que nadiesabe donde Guido golpear de nuevo.

    El suspira, aprieta los labios y sacude con fuerza la cabeza en la penumbra. Estpensando: Y a pesar de que pueda cometer un error algn da, eso no ayuda demasiado.Si uno supiera, si uno pudiera comprender porqu, podra anticiparse, podra estar all atiempo... antes de que suceda, esperndolo.

    Nunca lo comprender, nunca podr predecirlo, y nunca, nunca estar all donde Guidogolpee. Porque Massoni no puede comprender nada tan simple como esto: que yo soyGuido, y que odio porque soy Guido, y rompo y mutilo y destruyo porque soy Guido...porque esa es razn suficiente. Massoni teme porque Massoni es un polica. Su vida esestudiar las cosas como son, y hacer que sean lo que debera ser. Pero... l no es comolos otros policas. Es un detective, sin botones brillantes y sin bastn. Los otros policasatrapan a los que violan la ley para que sean castigados. Algunos los atrapan y loscastigan tambin. A Massoni le gusta decir que detiene al criminal antes de que hayacrimen. Massoni no es entonces como los otros policas. Ellos no comprenden, como yo

    comprendo, que un crimen sin pruebas y sin pistas no es asunto para la polica, y es poreso que se encogen de hombros y olvidan los hechos tal como Guido lo hace. Massoni noolvida. Peor, Massoni sabe cules son las cosas que Guido hace y las que no. Cuando seech cido en el tanque compresor del garage y caus la ruina de sesenta y unautobuses, todos pensaron que era un trabajo de Guido. Massoni saba que no; cuatropersonas diferentes me dijeron que l lo dijo. Dijo que no era la clase de maldad queGuido hara. Por eso me escondo. Nunca lo hice antes. Fui arrestado nueve veces ydejado libre, pues no haba pistas, ni pruebas. Caminaba a la luz del da y rea. Peroahora Massoni sabe qu cosas hago y cules no. No s cmo lo sabe, as que meescondo. Todos son enemigos, cada uno de ellos, pero este Massoni, l es mi principal yms grande enemigo. Todos quieren atraparme, despus; Massoni quiere detenerme,

    antes. Los dems me consideran una plaga, una leyenda, capaz de todo; Massoni meacredita slo lo que yo hago, y dice y dice que yo no hice eso, que no pude hacereso. Massoni me empequeece. Massoni me sigue por todos lados, est detrs de m;

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    est comenzando a estar a mi lado con demasiada frecuencia; estar delante,esperndome, muy pronto, si no me cuido... l mismo me rodear. Yo soy Guido y nosubestimo el peligro real. Soy Guido, que tiene el aspecto y habla y se comporta comocualquier otro chico de diecisiete (creo), que se llena la barriga ayer y hoy, y posiblementemaana, como puede, tal como los otros... pero que sabe que la vida es algo ms que labarriga; hay que estar al da con el odio, y la vida es demasiado corta para ello, aunque

    viviera hasta los ciento diez; hay daos que hacer, hay que estar al da con la destruccin,con la eliminacin, con el silenciamiento, sobre todo con el silenciamiento... acallandobocinas, arrastrar de pies e interminables cantos.

    Massoni, echado sobre la cama con su abrigo, suspira y da vueltas y se sienta. Desdeall puede alcanzar una estufa de kerosene y encenderla.

    Cuando la llama est azul, suspira, bosteza, levanta la tetera, la sacude y la vuelve alfuego. Se levanta lentamente, camina como si sus zapatos fueran demasiado pesados,abre el armario, levanta un...

    No! Oh... no!...levanta un fongrafo porttil, lo coloca sobre la mesa, lo acaricia como a un gato, lo

    abre, extrae la manivela, la coloca, la hace girar. Vuelve al armario, coge un disco, lo mira,

    otro, otro, encuentra uno y lo lleva al aparato...No ahora, no ahora, Massoni, o morirs de la forma lenta que Guido planear para ti....lo coloca, baja la aguja, y comienza otra vez, oh por qu, por qu, por qu

    cualquiera en este maldito pas siempre hace msica, escucha msica, va de una msicaa otra y silba msica mientras camina? Por qu Massoni no puede hacer una taza decaf sin ella? Es algo que yo, Guido, no puedo soportar... y debo soportar ahora... y nopuedo... Ah, mirad al tonto, agitando la mano, sacudiendo la cabeza, estaba demasiadocansado para moverse no hace noventa segundos; es como si extrajera de la msica unsustituto para el sueo, y creo que todos estos tontos pueden hacerlo, bailando la mitadde la noche y cantando la otra restante... Por qu, por qu tiene que haber msica? Porqu Massoni lo hace ahora, cuando estoy atrapado y oculto aqu y no puedo detenerlo yno puedo evitarlo...

    Oh mirad, mirad lo que est sacando ahora de abajo de la cama... seguro que no es...Oh, es, es, es un violn, ese horror de madera y tripa de gato y pelo de cola de caballo, yl, y l...

    No escuchar, envolver mi cabeza con los brazos, yo... Lo hace ahora, rascando lacosa, y el maullido comienza y no puedo mantenerlo fuera de mi cabeza!

    Toca muchas notas, ese polica. Muchas notas. Toca con el disco, nota por nota con elrpido desgranar de notas del aparato.

    Por ltimo lo contemplo. Sus pies apartados, la barbilla apoyada sobre el bano, losojos entrecerrados, el rostro quieto, deja que sus dedos corran como insectos. Todo su

    cuerpo... no se balancea... gira un poco, vuelve la espalda, retorna a la msica. Su manoderecha con el arco es muy... amplia y libre. Todo su cuerpo es... libre de una forma,como si... volara... Pero no puedo evitar eso! Lo...

    Se ha detenido.El disco ha terminado. Lo vuelve, pone el violn sobre la mesa, hace girar la manivela,

    coloca la aguja de nuevo. Contengo el aliento, rugir, gritar si... Pero est mirando haciala tetera, est junto al armario, busca algo para cocinar, una lata grande con una tapa. Laabre. Vaca. Suspira. Va hacia el fongrafo (Detena, detena), lo detiene... slo paracomenzar todo de nuevo. Coge la lata grande, la...

    Sale.Cierra la puerta con llave.

    Estoy solo con este aullido de msica, el violn sube hacia m a travs de sus dosretorcidas hendeduras.Puedo salir corriendo ahora. Puedo...?

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    Ha cerrado la puerta con llave. Puerta de hierro en pared de concreto.Y ha dejado su abrigo. Ha dejado el disco girando. Ha dejado el fuego en la estufa, el

    agua hirviendo.Volver en seguida. No hay tiempo para romper esa cerradura e irme. Debo quedarme

    aqu escondido y or ese graznido musical y contemplar ese violn, y esperar, oh Dios mo,y esperar.

    Este pas tiene msica en la sangre y en los huesos, como una enfermedad, y unhombre no puede dar un respiro que no est acompaado de un rasguido. Puedesromperle las piernas a un pordiosero que canta y detener su msica, puedes quemar laimprenta y los depsitos de papel con las cagadas de mosca y las huellas de gallinas conque los hombres leen msica, y a pesar de todo no se detienen; puedes arrojar un ladrilloa travs de la ventana brillante de un templo y el coro que practica dentro se detendr,pero cuando te alejas en la oscuridad oyes a una mujer cantando a un rapaz, y a la vueltade la esquina algn chapucero idiota toca una mandolina...

    Ah, Dios maldiga ese disco estridente! Qu tipo de locura puede tener un lunticofarfullante para emitir esa serie de chillidos y tartamudeos? No lo s. (No lo sabr.) Unavez hecha esa mescolanza de ruidos, debieron haberlo matado; pero claro, los franceses

    estn locos, todos lunticos, y se puede disculpar por haberle dado a ese ruido un nombreitaliano aceptable. Massoni, Massoni, retorna y vuelve y aquieta tu bienamado aparato oseguramente bajar a pesar de todas las precauciones y el buen sentido y lo aplastarcon ese violn agobiante! Cogerlo, cogerlo por ltimo... podra ser peor, por un momentode paz y un soplo de aire descontaminado del Rond Capriccioso.

    Me muerdo la lengua hasta que gruo de dolor.No s cmo llaman a eso, a esa msica; no puedo, no lo sabr!Alguien re.Abro la garganta, hacer silencio, respiro as, respiro como si hubiera recorrido

    kilmetros a pie... la puerta se abre. Es Massoni. Lo matar muy pronto ahora. Vaciar demsica este pas es como vaciar el ro Po con una cuchara, pero oh, pero esa dosis demsica, ese Massoni, lo vaciar por completo y lo derramar en la ribera; porque si yoodio (y lo hago), y si yo odio eso que los gorgojeantes llaman msica (y lo hago), y si odioa los policas (y por Dios que lo hago), lo que ms odio en el mundo es a este maestrodetective, dejando a un lado y aparte a todo lo dems. Ahora s que he sido un nio, conmi rotura aqu, con mi grieta all. Guido ser Guido despus de esta muerte, as queahora...

    Pero la puerta se abre con mpetu y veo que Massoni no est solo, y me vuelvo asentar, otra vez quieto, y observo.

    Trae consigo un chico, un muchacho de unos ocho aos con un rostro sucio y plido ybrillantes ojos negros como ese maldito disco. Se detienen cuando la puerta se cierra de

    golpe y escuchan, boquiabiertos, como si cada uno tratara de tener un odo ms parapoder or mejor. Y ahora Massoni elimina la lata tapada y agarra el violn; de nuevo haceque las rechinantes y plaideras notas del violn suban hasta m, junto con la msica deldisco, y el muchacho observa, juntando lentamente sus manos hasta que se entrelazan,haciendo girar lentamente los ojos en las rbitas. El rostro de Massoni duerme mientrasuna mano se arrebata y la otra se arrastra, luego contempla por un momento al muchachoy le hace un guio y sonre un poco y deja que el rostro dormite de nuevo, haciendo brotarlas notas como el agua de una manguera.

    Luego, cmo el deslizarse al calor desde la nieve, cmo el sbito gusto del pan frescoluego de la hambruna, un silencio cae sobre el cuarto y yo me desplomo, dbil yempapado de sudor.

    Ah-h-h, Signor Massoni, ah-h-h susurra el muchacho.Massoni deposita el violn y lo toca con la punta de los dedos, como si fueran loscabellos de un amante en lugar de ese estuche retorcido con una gran manija sobre l.

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    Pero, Vicente, t sabes que es fcil.Fcil para usted, Signor Massoni re. Coge la lata cerrada, la abre. Pone caf molido en un jarro, vierte dentro el

    agua caliente, coloca la tetera a un lado, coloca el jarro sobre la estufa, baja la llama,remueve con una cuchara larga, habla.

    Me inclino en la oscuridad, sudoroso, oliendo el caf, observndolos.

    S, si eso te apetece es fcil para m dice Massoni, sonriendo e imposible para ti.Pero ser fcil para ti, Vicente. Tienes dos lecciones ahora... esta noche, tres, y ademslo que haces es fcil para ti. Cuando hayas tocado tantos aos como yo, no tocars tanbien como yo; tocars mejor; no sers bueno, sers grande.

    No, Signor, nunca podra...Massoni re y deshace las negras burbujas de su caf con la cuchara. Retira el caf del

    quemador y apaga la llama, y coloca el jarro sobre la mesa para que repose.Te digo, pequeo dice, que s lo que es bueno y lo que es grande y lo que no

    tiene esperanzas. Lo s mejor que nadie. Soy un polica, feliz de serlo, y no un buenviolinista devorando mi corazn en busca de grandeza, porque s lo que es la grandeza.Levanta el violn, Vicente. Vamos, cgelo.

    El muchacho levanta el violn de la mesa y coloca el bano bajo su barbilla. Tienemiedo del violn y de las palabras de Massoni, y para l el instrumento tiene el tamao deun chello.

    Ah dice Massoni, ah, antes de que toques una nota, djame verlo. Los piescolocados as, para balancearte cuando tu msica vuelque al mundo. El pecho lleno deaire como al comenzar un gran grito que deber orse en toda la tierra. Garganta, barbilla,pertenecen al violn y crecern para t... Levanta el arco, Vicente, pero no toques an.Ah.... eso es lo que el violinista denomina brazo Auer, y a los ocho aos, con tu terceraleccin! Ahora deja el violn de nuevo, muchacho, y sintate, y hablaremos mientras tomoel caf. Te he contundido.

    Yo, Guido, miro desde arriba con el amargo y maravilloso sabor del caf apretndomecon fuerza la nariz, mirando al muchacho dejar el violn primorosamente, como algodelicado y de sueo ligero. Se sienta ante Massoni, quien ha vertido un chorro de caf ymucha leche en una tazona, y la atiborra de azcar como un norteamericano.

    Massoni bebe su caf y contempla al muchacho a travs del humo que brota de la taza.Vicente dice, un talento como el tuyo es una cosa natural, y nunca debes sentirte

    diferente porque... hay algunos que tratan de hacer eso; apnate de ellos si te place, perono los escuches. Un hombre con talento come, transpira y cuida a sus hijos comocualquier otro. Y si el talento es una cosa natural, recuerda que el agua tambin lo es, y elfuego, y el viento; tambin la inundacin y el holocausto y el huracn son tan naturalescomo el talento, y pueden consumirte y destruirte... No me comprendes, Vicente?

    Entonces... te contar una historia.''Haba una vez un muchacho que tena un talento como el tuyo, o quiz ms grande...oh, por cierto que casi tan grande. Pero no tena una madre y un padre como los tuyos,Vicente, ni hogar, ni hermanos. Era uno de esos salvajes que acostumbraban a vagarcomo perros por las colinas, despus de la guerra. No puedo decirte dnde haba nacido,cmo lleg a sobrevivir; quizs alguna muchacha cuid de l cuando era un beb. Tenaun ao y medio cuando fue llevado a uno de los centros UNRRA*, muerto de hambre,harapiento, sucio.

    ''Pero sabes lo que ese nio poda hacer, al ao y indito? Poda silbar. S, poda.Poda echarse sobre su hato de mantas y silbar, y la gente se detena y se apiabaalrededor de l.

    "Quiz si esto hubiera sucedido hoy se habran ocupado de l tan slo por esta nicacosa. Pero entonces todo era confusin; fue colocado con una familia donde el hombremuri, y luego en un orfanato que se quem: eran accidentes desgraciados, pero simples

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    accidentes. No pudieron apagar lo que tena dentro. Antes de los tres aos saba unas milmelodas; poda cantar en idiomas que no comprenda antes de poder hablar; poda silbarel tema de cualquier cancin con slo orla una vez. Estaba lleno de msica ese* chico,lleno hasta estallar.

    (Arriba, escuchando, yo, Guido, pienso, Massoni, a quin ests llenando t concuentos de hadas como ste?)

    Massoni puso las manos alrededor de la tazona como para calentarlas, como buscandoencontrar en el negro lquido la continuacin-de su historia.Ahora que si uno posee un talento natural --dice , como agua pura y fresca de

    manantial, y lo guarda en un lugar cerrado, lo cubre hermticamente, y pone fuego bajol. no sucede nada, nada sucede, nada... hasta que blam! rompe su prisin y sale fuera.Pero lo que sale ya no es pura agua fresca y bondadosa, sino un demonio ardiente prontoa escaldar, empapar y aniquilar todo lo que est junto a l. Uno lo ha cambiado, ya ves,con lo que se le ha hecho. "Bien, all estaba ese niito de tres o cuatro aos con msmsica que sangre en el cuerpo. Y luego algo sucede. Es entregado a la familia de unpastor de Corf y desaparece por seis aos. Cuando volvemos a or hablar de l es undemonio, justo como ese demonio ardiente que surge de aquella torturada gota del agua

    de la montaa. Pero no es un chorro de agua, es un ser humano; su explosin no dur unsegundo, sino que ha continuado durante aos.

    "Algo le sucedi en la casa del pastor en esos seis aos, algo que lo cubrihermticamente, y que lo hizo hervir. Qu fue? pregunt Vicente.

    Massoni no dice nada durante un largo tiempo, y luego habla:Espero descubrirlo algn da... si puedo El pastor est muerto, su esposa

    desapareci, los otros hijos se han ido, quiz tambin han muerto. Vivan solitarios en unaplanicie rocosa, sin vecinos, pescando y criando ovejas y quizs otras cosas... decualquier forma, se han ido. Todos excepto ese infeliz demonio de muchacho.

    (Yo, Guido, siento un ramalazo de odio. Quin es infeliz?)As que has visto lo que puede suceder si un talento suficientemente grande es

    apartado con tuerza suficiente dice Massoni.--Quiere decir que vivir apartado de la msica produjo eso en el nio?Massoni sacudi la cabeza.No, no hubiera sido suficiente por s mismo. Debe haber sido algo ms... algo que le

    hicieron, y hecho con mucho cuidado, eso es lo que sucedi.Qu es lo que l hace?Cosas crueles, depravadas. Dicen que sin sentido; pero no son sin sentido. Golpe a

    un viejo pordiosero una noche y le rompi una pierna. Incendi una imprenta. Cort eltubo del freno hidrulico de un autobs aparcado. Arroj una piedra grande a travs delvitral de San Antonio. Destruy un gran altavoz sobre la puerta de un negocio fonogrfico

    con el mango de una escoba. Y hay docenas de otras cosas menores, sin sentido hastaque se advierte el nico hilo que corre a travs de todas ellas. Sabiendo eso, se puedecomprender porque hace esas cosas (no creo que quiera hacerlas). Uno tambin puedesaber, en la larga lista de pequeos crmenes, crueldades y daos a una ciudad que debecometer cada da, cada semana, los que son realizados por este infortunado muchacho ylos que no.

    Alguien lo ha visto? pregunt Vicente.Muy poco. Quit un juguete a un nio y lo aplast con el pie, luego tenemos su

    descripcin; pero era un nio de cinco aos, estaba oscuro y todo sucedi con mucharapidez; no haba evidencia suficiente para cogerlo. Hubo un testigo cuando destroz elaltavoz, y otro cuando empuj a un mozo de cuerda de camiones en la estacin de

    ferrocarril, pero tambin estaba oscuro, todo fue muy rpido y confuso; los testigos secontradijeron uno con el otro y l qued libre. Se mueve como el viento nocturno, apareceen cualquier lado, golpea cuando est seguro y el acto queda impune.

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    (Ah, Massoni, ahora comienzas a decir la verdad.)Vicente quiere saber cmo se poda estar seguro que todos esos hechos eran el

    trabajo de un solo muchacho.Debido al hilo que corre a travs de todas sus acciones dice Massoni. En el

    templo de San Antonio haba un coro ensayando. El juguete aplastado era una armnica.El transporte del camin estaba compuesto por cajas de instrumentos, un trombn y un

    corno. El autobs daado transportaba a los miembros de una orquesta y a susinstrumentos (y un conductor que tuvo sus dudas sobre l, prob los frenos antes de salir,sino se hubiera matado). La destruccin del altavoz habla por s misma. Siempre algoacerca de la msica, algo contra la msica.

    Y el pordiosero?Un viejo loco que cantaba todo el tiempo. Lo ves?Ah dijo Vicente con tristeza.S, es algo triste. Si la msica lo enfurece sus das y noches deben ser un infierno de

    furia, viviendo como vive en el pas ms musical de la tierra, con cada voz, silbato,campanilla, todos zumbando, cantando, punteando cuerdas, tintineando, hombres,mujeres y nios alcanzndolo con su msica... la msica lo alcanza, como nada en el

    mundo puede alcanzarnos a ti y a m, Vicente; lo alcanza ms que la lluvia; le salpica elcorazn y los huesos... Ah, olvdame, olvdame, muchacho; estoy usando el tiempo de tuslecciones con un tema de inters policial. Sin embargo... no es tiempo malgastado, siaprendes algo sobre la naturaleza del talento, y de cmo algo tan natural como una briznade hierba puede quebrar un bloque de piedra para recibir el suave rayo del sol. Yrecuerda, tambin, que un gran talento no es un sustituto para el trabajo. Un hombre depobre habilidad o hasta de alguna habilidad como yo, debe practicar hasta que los dedosle sangren para que su talento aflore; pero si tu talento es grande, entonces debestrabajar ms duramente an. Ms fuerte se crece, ms confusin se puede llegar a tener;queremos que t te transformes en un rbol enhiesto y no en un grande y ampliosembrado de zarzas. Bueno, basta de charla. Manos al violn.

    ...Y de nuevo yo, Guido, desciendo al infierno, mientras Massoni engatusa y estimula almuchacho y estimula al instrumento para que ste chirri, grazne, rechine y gima. Entrelos ruidos, los consejos y enseanzas:

    Un poco ms alto el brazo con el arco, Vicente... as; ahora si hubiera una maderaapoyada sobre la mueca, el codo y el hombro, se podra colocar all un Vaso lleno y nose derramara. Y ese es el nivel al que siempre debes retornar... Na, na, deja que el codose aleje del cuerpo, Vicente. Nadie aprieta el brazo y los dedos de esa forma para tocar...excepto Joseph Szigeti, por supuesto, y t no vas a ser el segundo Szigeti sino el primerVicente Pandori.

    Desde mi agujero en el cielorraso, yo, Guido, miro, y luego extraamente dejo de

    mirar... como si mirar fuera una faena, algo para hacer, una cosa que se pudiera o nohacer... y como si dejara de intentar hacer esta cosa y en su lugar me convirtiera en algono vivo, como una honda alcantarilla, dejando que todo se vierta dentro de m. Hace unospocos minutos estaba listo para gritar, salir de aqu, asesinar... cualquier cosa paradetener esa agona. Ahora paso de ella. He sido golpeado hasta la inconsciencia... no; unsueo de la voluntad; la consciencia est abierta y despierta como nunca antes. Es unaespecie de ceguera que los ojos pueden ver. Veo, pero estoy ms all de la visin, msall de la comprensin de lo que veo. No veo cuando acaban. No veo cuando se van.Soy, despus de un largo tiempo, consciente de lo que parece ser el sonido del violn,cuando la gran cuerda sol menor es tocada por el delicado filo del arco, apenas apretadapor los inexpertos dedos del muchacho. Al or esto, una y otra vez, comienzo a ver con

    normalidad de nuevo, y veo la habitacin a oscuras gracias a un solitario rayo luminosoque llega desde el farol de la calle a travs de la amplia rendija de la ventana. Massoni se

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    ha ido. Vicente se ha ido. El violn se ha ido. A pesar de todo lo escucho, ese suavestaccato rasgado, una y otra vez.

    Me duele la garganta.Cofff... cofff.

    El callado sonido me duele cada vez ms, como si yo fuera el violn rasgado con

    suavidad: y soy tan tierno, me hace doler con tanta facilidad, mis lgrimas caen tanblandamente...Y entonces comprendo que no es un violn lo que oigo; soy yo mismo llorando en la

    oscuridad. Enfurecido, me trago un puado de pena y detengo el ruido.

    CAPITULO 5

    Bien... qu diablos quieres?La Medusa le explic lo que quera, incrdula, corno quien explica algo total y

    absolutamente obvio, y recibi un vaco de Gurlick. Hubo un momento de incertidumbre, y

    luego una imperativa repeticin de la demanda.Y Gurlick segua sin comprender. Pocos humanos podran hacerlo, no muchos han

    hecho el esfuerzo de comprender la naturaleza de una mente colmenar... ya que esosera igual que poseer ese tipo de mente o, por lo menos, ignorar que pueda existir otrotipo de mente.

    Pues en todos sus eones de existencia, avanzando y retrocediendo una y otra vez atravs de las. inmensidades del espacio que ocupaba, la Medusa jams se haba topadocon la inteligencia ms que como fenmeno grupal. Tena conocimiento de las casiinfinitas variedades en tipo y calidad de la psiquis gestalt, pero tan fusionadas estaban suexperiencia y comprensin con los conceptos de "inteligencia" y "grupo", que erarealmente incapaz de considerarlos como entes separados. Estaba fuera de suexperiencia, y ms all de su por otra parte casi omnisciencia, el que una entidad aisladade cualquier especie fuera capaz de, por lo menos, un solo pensamiento lcido fuera delos procesos del mecanismo grupal. Contactar con cualquier individuo de una especie erao haba sido siempre hasta ahora tomar contacto con toda la especie. Ahora,presionaba a Gurlick, cambiaba de ngulo y volva a presionar de nuevo, detenindosepara reflexionar, y retornando una vez ms, sorprendindose de nuevo con losexploratorios y confundidos actos que realiza un hombre al encararse con la apertura de,y la penetracin hacia, de artefactos que no comprende. Hubo golpeteos y escuchas, y(anlogamente) presiones aqu y all, como para descubrir si una rosca giraba endireccin contraria. Hubo raspaduras como buscando muestras para analizar, punzadas y

    pinchazos como para tests de resistencia, rayos polarizados para determinar estructurasreticulares. Y para terminar, hubo un... llammoslo as, un test de presin, elprocedimiento que se aplica a una tubera obturada o un cortocircuito en un cable aislado:se hace saltarla obstruccin. Se toma lo que se supone corre por dentro y se lo embutecon exceso, haciendo presin.

    Gurlick estaba sentado en el suelo del camin abandonado, desinteresadamenteconsciente de la distante cerebracin, computacin, discusin y conjetura. Escuchaba elparloteo de alguien que saba ms que l de cosas que no comprenda. Como siempre.

    Ay!Haba sido algo sin vista ni odo ni tacto, pero repercuti como las tres cosas juntas, lo

    sofoc por un instante con una tensin insoportable y luego se retir, dejndolo laxo y

    abatido. Algn generador poderoso se haba desviado y volcado en l su producto, y dealguna forma hizo un gran nmero de cosas dentro de l; y todas dolan y ninguna obtuvolo que buscaba.

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    No era sencillamente el conductor adecuado para una fuerza as. Era una barra slidaadosada a un sistema de plomera, una rfaga de aire conectada a un sistema elctrico;era el material errneo en un lugar equivocado y el canal de salida no estaba acopladoabsolutamente a nada.

    El grado de perplejidad que ahora sofocaba a la Medusa era espectacular. Duranteeras incontables haba siempre encontrado un segmento en alguna parte que haba

    podido producir una respuesta a cualquier cosa; ahora no lo haba. Ese impacto particularde esa especie particular debera haber explotado en la psiquis de todos y cada uno delos seres racionales de la tierra, formando una red intangible e irrompible que condujera aGurlick y a travs de l a la Medusa misma. Siempre haba sucedido de ese modo... nocasi siempre, sino siempre. As era como el ser se expanda, no con campaas, ataques,sitios, consolidaciones, conquistas, sino por contacto e influencia. Sus "esporas", si seencontraban con una forma de vida que la Medusa no poda controlar, simplemente nofuncionaban. Si funcionaban, la Medusa se deslizaba dentro. Siempre.

    Desde las cinagas de metano hasta las rocas sin aire, de sol a sol a travs de dosgalaxias y parte de una tercera, parpadeaban los mensajes, clasificando, combinando,comprobando hiptesis, calculando, extrapolando. Y estos parpadeos comenzaban a

    tomar el matiz del miedo. La Medusa nunca antes haba conocido el miedo.Ser contenida as significaba que la fuerza irresistible era resistida, que lo indefendible

    estaba a salvo. La tierra tena un escudo, y un escudo es lo ms parecido a un arma. Eraun arma, en el lxico de la Medusa; porque la expansin era un factor bsico a suexistencia como Deidad para los creyentes, como la respiracin o los latidos del coraznen un animal individual; ese factor no poda, no deba ser contenido.

    La tierra se convirti sbitamente en algo de bastante ms importancia que slo otrabaya para devorar por el mamut. La humanidad ahora tena que ser absorbida, desdetodo punto de vista, de principios, de tica total, de vida.

    Y deba ser hecho a travs de Gurlick, pues la accin de la "espora" dentro de l erairreversible, y ningn otro ser humano poda ser afectado por ella. Las posibilidades deque hubiera otro ser en la misma zona al mismo tiempo eran demasiado remotas para justificar una espera, y la Tierra estaba fsicamente demasiado lejos del planeta mscercano dominado por la Medusa como para considerar un ataque por la fuerza, o almenos una expedicin exploratoria para que mentes expertas pudieran poner expertasmanos (o palpos o garras o tentculos o cilias o mandbulas) a trabajar en el asunto. No,tena que hacerse a travs de Gurlick, quien poda ser deba ser manipulado poremanaciones mentales, que no son tsicas y que, por lo tanto, estn fuera de las leyesfsicas y son capaces de brincar de una punta a otra de la galaxia en el tiempo en que unrayo de luz recorre cien metros.

    As que, despus de esa eclosin de fuerza, mientras Gurlick an se desplomaba y

    arrastraba aturdidamente detrs de su conciencia vacilante, y mientras rodaba conlentitud buscando arrodillarse, gruendo y apretndose la cabeza, la Medusa estabarealizando un millar de computaciones simultneas y preparando diez mil ms. De lasconsideraciones de una cultura viajera en el espacio, desde las profundidades de lanebulosa, lleg un pensamiento en forma de analoga: corno defensa contra densasconcentraciones de polvo csmico, estos seres haban diseado naves espaciales que, alaproximarse a una nube, se fragmentaban en cientos de pequeas partes aerodinmicasque volvan a juntarse y reunirse una vez pasado el peligro. Podra ser esto lo que lahumanidad haba hecho? Tendran acaso un mecanismo incorporado, como la cola de laardilla listada, los intestinos expulsables del cohombro de mar, que fuera capaz defragmentar la mente colmenar ante el contacto exterior y desmenuzarla en dos mil

    millones y medio de especmenes como este Gurlick?Pareca razonable. Era la nica hiptesis lgica que poda concebir la Medusa desdesu aislacin, y pareca tan razonable que casi llegaba a ser una certeza.

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    Cmo podra entonces ser revertido este proceso para restaurar la mente total de lahumanidad? A esto debera responder la Medusa. Una vez unificada la humanidad(reunificando la humanidad, pens) el nico problema restante sera el de la influencia. Siesa influencia no poda ser ejercida a travs de Gurlick en forma directa, se encontraranotros medios: nunca se haba topado con una mente colmenar que no pudiera penetrar.

    Intenta eso de nuevo y me matars, oyes? dijo Gurlick rechinando los dientes en

    un jadeo.Al examinar con frialdad lo que se poda a travs de la niebla de la mente de Gurlick, laMedusa sopes esta afirmacin. Dud de ella. Por otra parte, el individuo era, demomento, infinitamente valioso. Ahora saba que Gurlick poda ser lastimado, y losorganismos que pueden ser lastimados pueden ser manejados. Advirti tambin, noobstante, que sera de mayor utilidad si se lo poda incorporar.

    Para incorporar un organismo, se averigua lo que desea y se le da slo un poco, deforma que quede implcita la promesa de algo ms. Entonces pregunt qu era lo queGurlick deseaba.

    Djame solo dijo Gurlick.La respuesta fue una rotonda negativa, con una leve incitacin de esa fuerza

    desgarradora y explosiva que ya haba usado. Gurlick gimote y la Medusa volvi apreguntar qu era lo que deseaba.

    Qu quiero? susurr Gurlick. Dej por un momento de utilizar palabras, pero losconceptos permanecan all. Haba odio y rostros destrozados, y el gusto de la buenabebida y un montn de ropas en la orilla de un estanque: ella lo vea all sentado y sesorprenda por un momento; luego sonrea y deca "Hola, cario". Qu quera l?... Lospensamientos de Gurlick corrieron por las calles, con la gente apartndose de l conterror y los cantineros de pie en las puertas abiertas de las tabernas, sosteniendo copasrebosantes en sus manos tendidas hacia l, llamando, rogando. Y todo a lo largo de laSouth Main Street, donde estaban los restaurantes y los clubs de lujo, con sus ricachonesde mano suave y ojo severo que nunca-en su vida tuvieron la barriga vaca, y sus limpiasmujeres que olan tan bien. Gurlick los quera ver a todos alineados e ira a lo largo de lafila y les cortara sus barrigas y les arrebatara de un manotn sus comidas y se lasarrojara a la cara.

    A esta altura la Medusa tuvo bastante dificultad en interrumpirlo. Una vez que Gurlickabordaba el tema de sus preferencias, poda continuar con una fuerza sorprendentedurante mucho tiempo. La Medusa crey posible comprender ese resentimiento, casiseguramente el tropismo de algo amputado, algo privado de funcin adecuada, robado,negado. Y, por supuesto, desequilibrado.

    La Medusa comenz a hacer promesas con habilidad. Las recompensas fuerondescritas vividamente y con un lujo de detalles que encant a Gurlick. Fue deslumbrado

    por sutiles circuitos de realimentacin implantados en su propia imaginacin. Y de vez encuando haba una leve presin de aquello que lo haba lastimado, slo para recordarleque an segua all.

    Oh, seguro, seguro dijo Gurlick, por ltimo. Averiguar ese asunto, como lagente puede ser juntada de nuevo. Y entonces, chico, les voy a pisar la cara a todos.

    As fue como, riendo entre dientes, Daniel Gurlick abandon su camin en ruinas paraconquistar el mundo.

    CAPITULO 6

    Prudencia Carmichael se reclin y sonri a la joven que sollozaba.El sexo le dijo a Carolina es, despus de todo, tan innecesario.

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    Carolina se arrodill sobre la alfombra con el rostro hundido en el almohadn del sof,la nuca congestionada por el llanto, las puntas de los cabellos humedecidas por laslgrimas.

    Haba llegado inesperadamente, durante la tarde, y Prudencia Carmichael casi lanzaun grito cuando le abri la puerta. Haba cogido a la joven cuando se desplomaba y lallev hasta el silln. Cuando Carolina pudo hablar, murmur algo acerca de un dentista,

    cmo le haba dolido, cmo haba estado segura de poder volver a casa, pero luego sesinti mal y, encontrndose cerca de all, haba confiado en que Prudencia la dejararecostarse unos minutos... Prudencia la haba puesto cmoda y entonces, con algunaspreguntas incuestionablemente cortantes (Qu dentista? Cmo se llama? No haspodido recostarte en su consultorio? Quera que te largaras de all tan pronto comotermin, no es as? En verdad no era dentista y no hizo el tipo de operacin que suelenhacer los dentistas, no es as?) haba reducido a la plida joven a esa cosa hmeda ygimoteante que se acurrucaba contra el silln.

    Hace ya bastante tiempo que s en qu andabas. Y al final te has pillado los dedos.Fue a esta altura, despus de pensarlo en un inflexible y autosatisfecho silencio, que

    Prudencia Carmichael dijo aquello de que el sexo era tan innecesario. Y por cierto que

    no te ha hecho nada bien. Por qu cediste, Carolina? No tenias que hacerlo.Tena que hacerlo, tena que hacerlo dijo la apagada voz de la muchacha.Tonteras. Dime que queras hacer y estars ms cerca de la verdad. Nadie tiene

    que hacerlo.Carolina dijo algo como Lo amo (o Lo amaba), o algo por el estilo. Prudencia aspir

    profundamente.El amor, Carolina, no es... eso. El amor es todo lo dems que puede haber entre un

    hombre y una mujer, sin eso.Carolina solloz.Ah tienes la prueba, ves? -explic Prudencia Carmichael. Somos seres humanos

    porque hay cierta comunin entre nosotros que no puede ser compartida por... por losconejos, por ejemplo. Si un hombre est dispuesto a hacer un gran sacrificio por unamujer, eso podra ser una prueba de amor. Consideracin, caballerosidad, amabilidad,paciencia, compartir grandes libros y buena msica... esas son las cosas que prueban aun hombre. Difcilmente se puede considerar una demostracin de hombra el que unhombre desee como un conejo desea, tan mal como un conejo desea.

    Carolina se estremeci. Prudencia Carmichael sonri apretadamente. Carolina habl.Qu? Qu dijiste?Carolina volvi a apoyar la mejilla en su puo. Tena los ojos fuertemente cerrados.Dije... que no puedo considerar las cosas de la forma que t lo haces. No puedo.Seras ms feliz si lo hubieras hecho.

    Lo s, lo s gimote Carolina. Prudencia Carmichael se inclin hacia adelante.Puedes, si es que quieres. A pesar de la vida que has llevado... oh, s que hasestado jugando con los muchachos desde los doce aos... pero todo se puede borrar, yeso nunca volver a preocuparte. Si me dejas ayudarte.

    Carolina sacudi la cabeza exhausta. No era una negativa, sino ms bien duda,desesperacin.

    Claro que puedo dijo Prudencia, como si Carolina hubiera expresado sus dudas envoz alta. Slo tienes que hacer lo que yo diga.

    Esper a que los hombros de la joven se aquietaran, y hasta que levant la cabeza delsilln, gir para sentarse sobre las pantorrillas, mirando de soslayo a Prudencia con susgrandes ojos.

    Hacer qu?Dime lo que pas... todo.Ya sabes!o que pas.

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    No me comprendes. No quiero decir esta tarde... que fue una consecuencia, y nonecesitamos extendernos en ella. Quiero la causa. Quiero saber con exactitud qusucedi hasta que te metieras en esto.

    No te dir su nombre dijo ella con hosquedad.Su nombre dijo Prudencia Carmichael es legin, por lo que he odo. No me

    importa eso. Lo que quiero es que me describas exactamente qu sucedi, hasta el ltimo

    detalle, que te llev a esto e hizo un gesto con la mano abarcando a la joven, su"dentista" y todas las partes de su apuro.Oh dijo Carolina dbilmente. De repente se sonroj. N... no puedo estar segura

    de cu... cul de las veces fue susurr.Eso tampoco importa dijo Prudencia secamente.Elige por ti misma. Por ejemplo la primera vez con este ltimo. De acuerdo? Ahora

    dime qu te sucedi... hasta el ltimo detalle, segundo a segundo.Carolina volvi otra vez su rostro hacia el tapizado.Oh... por qu?Vers esper un rato y luego dijo: Y? y de nuevo: Mira, Carolina,

    despojmonos del sentimiento, el poco discernimiento, las ilusiones y desilusiones y te

    dejaremos libre. As como soy libre yo. Vers por ti misma lo que es gozar de esa libertad.Carolina cerr los ojos, dejando dos ribetes rojos donde los prpados se tocaban.No s por dnde empezar...Por el principio. Has estado en... un baile, un club...?En... un autocine.Y luego te llev...A casa. A su casa.Adelante.Llegamos all y tomamos otro trago, y... y sucedi, eso es todo.Que sucedi?Oh, no puedo, no puedo hablar de eso! No contigo!No lo ves?No, no lo veo. Esta es una emergencia, Carolina. Haz lo que yo te diga. Olvida que

    estoy aqu. Sigue hablando hizo una pausa y luego dijo rpidamente: Llegaron a sucasa.

    La joven alz la vista con una mirada inquisitiva, suplicante, y, clavando los ojos en lasmanos, comenz a hablar con rapidez. Prudencia Carmichael se inclin hacia adelantepara escuchar, y la dej hablar durante un minuto, luego la detuvo.

    Tienes que decir exactamente cmo fue. Ahora bien... fue en el vestbulo.En la sa... sala de estar.La sala de estar. Tienes que volver a ver todo de nuevo... cortinas, cuadros, todo. El

    sof estaba enfrente de la chimenea, no es cierto?Carolina describi la habitacin con vacilacin, mientras Prudencia repeta, ampliaba,insista. El sof aqu, la chimenea all, la mesa con las bebidas, la ventana, la puerta, lapoltrona. Qu temperatura? qu tamao? de qu tono de rojo eran las cortinas?Comienza de nuevo para que yo pueda verlo.

    La charla continu ms rpida y tranquila, con ms interrupciones.Qu es lo que usabas?El vestido de faya negra, con guarda de terciopelo y ese escote, t sabes...El que tiene el cierre...En la espalda.Adelante.

    Ella continu. Despus de un rato Prudencia la detuvo ponindole una mano en laespalda.

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    Levntate del suelo. No puedo escucharte. Arriba, chica. Carolina se irgui y sesent en el divn. No, no; chate, chate susurr Prudencia.

    Carolina se acost y se tap los ojos con los brazos. Tard algn tiempo en seguir,pero al final lo hizo. Prudencia acerc una otomana y se sent en ella, muy cerca,observando la boca de la chica.

    No digas eso dijo en una ocasin. Esas cosas tienen nombres. salos.

    Oh, yo... es que no podra.salos.Carolina los us. Prudencia escuchaba.Pero qu sentas todo el tiempo?Qu... senta?Exactamente.Carolina lo intent.Y dijiste algo mientras todo eso suceda?No, nada. Salvo...S?Slo al principio murmur la chica. Se atac y volvi a quedarse quieta, y los

    brazos defensivos se apretaron visiblemente ms fuerte contra los ojos. Creo que hice...y junt los dientes, frunci los labios, aspirando profundamente con un siseo.

    Los labios de Prudencia Carmichael se fruncieron, apret los dientes e inhalbruscamente.

    De esta forma?S.Contina. El dijo algo?No. S. S, l dijo "Carolina, Carolina, Carolina" - canturre en voz baja.Contina.Continuo. Prudencia escuchaba, observando. Vio que la chica sonrea y las lgrimas se

    escurran entre el brazo y la mejilla. Observ el dbil temblor de las plidas aletas de lanariz. Observ el rpido movimiento del pecho, no exactamente igual al jadeo del quecorre escaleras arriba, sino los escalofros superficiales que acompaan cada aspiracin,el instante de aliento atrapado y contenido, la jadeante exhalacin.

    Ahhh... Carolina chill sbita, blandamente. Ahhh... cre que me amaba, pensque me amaba! se ech a llorar, y luego dijo : Eso es todo.

    No, no lo es. Tuviste que irte, disponerte a partir.Hmm? Qu dijo l? Qu dijiste t?Finalmente, cuando Carolina dijo "... y eso es todo", ya no hubo ms preguntas que

    hacer. Prudencia Carmichael se incorpor y levant la otomana y la coloccuidadosamente en su lugar al lado de la poltrona, y se sent. La chica no se movi.

    Cmo te sientes?La chica baj lentamente los brazos y se qued mirando el cielorraso. Se humedecilos labios y dej que su cabeza rodara a un costado de manera de poder mirar aPrudencia Carmichael, muy tranquila en la poltrona... no demasiado amplia, peroconfortable para quien gusta de un asiento chato y un respaldo recto. La joven explor elrostro de Prudencia Carmichael. buscando alguna huella aparente de shock, confusin,enojo o disgusto. No encontr nada de esto, nada excepto labios delgados, piel seca, ojoscalmos.

    Me siento... horrible respondi por ltimo. Esper, pero Prudencia Carmichael notena nada que decir. Se levant con dificultad y se cubri el rostro con las manos. Dijo :Contar lo que sucedi fue como volver a vivirla, casi tan real. Pero...

    Otra vez el silencio.... pero fue como... hacerlo en frente de otra persona. En frente de...En frente de m?

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    S, pero no exactamente.Puedo explicar eso dijo Prudencia. Lo hiciste en frente de alguien... de ti misma.

    T estabas mirando. Despus de esto, Carolina, siempre te estars mirando. Nuncavolvers a estar en una situacin as enton ella, su voz volviendo y volviendo a lamisma nota como sutil e insistente zumbido sin escucharte a ti misma contndolo, concada-detalle, cada gesto y sonido de todo eso, a otra persona. Slo que el hecho y el

    relato no estarn esta vez distanciados por varias semanas. Sern simultneos.Pero e! contarlo lo hace todo tan,., burdo, casi... gracioso!No es el contarlo lo que lo hace as. El acto es en s mismo ridculo, torpe y tambin

    demasiado trivial para el terrible precio que hay que pagar por l. Ahora lo puedes vercomo yo lo veo; ahora sers incapaz de verlo de otro modo. Ve a lavarte la cara.

    As lo hizo y volvi con mucho mejor aspecto, con el cabello peinado y sin las huellasdel llanto en el entrecejo y los costados de sus ojos rasgados. Con la desaparicin delmaquillaje pareca an ms joven que de costumbre; pensar que en realidad tena dosaos ms que Prudencia Carmichael era increble, increble... Se introdujo en su chaquetay levant su abrigo y su cartera.

    Me voy. Me... siento mucho mejor. Quiero decir con... respecto a aquello.

    Es que empiezas a sentirte como yo con respecto a... aquello.Oh! exclam Carolina desde la puerta, un grito que surgi de las profundidades de

    sus problemas, sus agonas fsicas y mentales, de la complejidad desesperada de tratarde vivir lo que la vida ofrece. Oh! exclam, me gustara ser como t. Cmoquisiera haber sido siempre como t! y sali.

    Prudencia Carmichael se qued sentada largo tiempo en la no tan cmoda poltrona conlos ojos cerrados. Luego se levant y fue al dormitorio y comenz a quitarse la ropa.Necesitaba un bao; se senta orgullosa. Tuvo un recuerdo repentino del rostro de supadre con una expresin de orgullo similar. Se haba metido en un pozo negro para quitaruna obstruccin cuando nadie quera hacerlo. Haba sentido nuseas, pero cuando sali,indescriptiblemente sucio y con cada nervio pidiendo a gritos un bao muy caliente, lohaba hecho con ese mismo tipo de orgullo. Mam no lo comprendi ni le gust. Hubierapreterido soportar las innumerables molestias de la cloaca obstruida en forma indefinidaantes de que nadie de la familia supiera que pap se haba ensuciado de esa forma.Bueno, as era pap. As era mam. El episodio haba cristalizado de alguna manera lagran diferencia entre ellos, y el porqu mam se haba sentido tan contenta cuando lmuri, y porqu Prudencia vio cambiado su nombre original que le haba puesto elpadre por uno que reflejaba toda la luz de la maldad y el pecado, y porqu SalomCarmichael fue conocida como Prudencia desde el da en que l muri. Nada de pozosnegros para ella. Limpia, encantadora y frgil era la pequea Prudy, decente, planchada,plegada y guardada para toda la vida.

    Para ir desde el dormitorio hasta el cuarto de bao contiguo siete pasos seenvolvi en una larga bata. Una vez que el agua de la ducha estuvo a la temperaturaadecuada, colg la bata y se introdujo bajo la cascada purificadora. Mantuvo la mirada,as como sus pensamientos, dirigidos hacia arriba mientras se enjabonaba. La detalladarevelacin que le haba extrado a Carolina relampague por su mente, toda ella, en unsegundo, sin perder un solo detalle. Sonri a todo el desagradable asunto con frodesinters. Vio aparecer el fantasmal reflejo de su rostro en la puerta de vidrio de lamampara, la ancha y vulgar nariz, el grueso mentn con sus rizados vellos esparcidos alazar, los dientes fuertes, cuadrados, limpios y amarillos. /Me gustara ser como t, cmoquisiera haber sido siempre como t! Carolina haba dicho eso, la Carolina de cinturaestrecha y pechos amplios, la Carolina con labios que, al relajarse, se fruncan para

    besarme, la Carolina de piel de melocotn, con esos ojos como gemas de rara talla, conese cabello tan bonito y terso y reluciente, con ese brillo interno y propio. Me gustara sercomo t... Sabra Carolina que Prudencia Carmichael haba aorado toda su vida

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    escuchar esas palabras pronunciadas por ese tipo de mujer que era Carolina? No eranacaso las palabras que Prudencia misma reprima mientras hojeaba las pginas de lasrevistas, miraba los fantasmas de la amplia e insoportable pantalla en technicolor y sonidoestereofnico?

    Haba llegado la mejor parte de la ducha, la que Prudencia aguardaba con ansias.Coloc la mano sobre el regulador y la dej descansar all, demorando estticamente el

    momento trascendental....ser como t... quiz Carolina llegara a serlo, algn da, con suerte. Qu bueno erano necesitar todo eso, qu hermoso y claro era todo sin eso! Qu risible rebelin hacerque un hombre pruebe el poder de las preocupaciones de un conejo, con los forcejeosanimales y los canturreos jadeantes del nombre de una: "Salom, Salom, Salom..."(Quiero decir, se corrigi a s misma sbitamente, con una sombra de pnico, "Carolina,Carolina, Carolina".)

    En parte porque ya era tiempo y en parte por la repentina sospecha de que suspensamientos estaban tomando un ritmo que escapaba a su control y en una direccin noelegida, gir el regulador con fuerza a Fro, y abraz todo su cuerpo y mente para eselimpio (y asexuado) momento de sensacin total que realzaba toda su existencia interior.

    A medida que el helado fuego lquido la envolva, los labios de Prudencia Carmichaelse fruncieron, los dientes se encontraron, el aliento penetr con un silbido spero,explosivo.

    CAPITULO 7

    Gurlick hundi el mentn entre las clavculas, encorv los hombros y arrastr los pies.Te lo averiguar prometi, musitando entre dientes. Dime qu quieres saber y te

    lo averiguar. Luego, mi viejo, es asunto tuyo.En la esquina, desparramado en las escaleras de una pastelera abandonada, encontr

    lo que a primera vista pareca ser un maloliente bulto de trapos sucios. Estaba por pasarde largo cuando se detuvo. O fue detenido.

    Es Freddy dijo con disgusto. No sabe nada de nada.Una moneda eh, patrn? pregunt el bulto, movindose dbilmente y estirando

    una sucia mano que floreca en el tallo de una mueca imposiblemente delgada.Bueno, seguro que dije que alguien lo debe saber gru Gurlick, pero no l, por

    Dios.Una moneda eh, patrn? Oh... Danny. Tienes una moneda, Danny?Bien, bien, preguntar! -dijo Gurlick con enojo, y por ltimo se volvi hacia Freddy.

    Cierra la boca, Freddy. Ya sabes que no tengo ni una moneda. Escucha, quiero

    preguntarte algo. Cmo podemos juntarnos todos de nuevo?Freddy hizo un esfuerzo que aparentemente no haba considerado importante hastaahora: enfoc los ojos.

    Quin... t y yo? Qu quieres decir conjuntarnos?Te lo dije! dijo Gurlick, no hablando con Freddy:luego, ante la presin combinada de amenaza y promesa, gimi exasperado y dijo:

    Slo dime si lo podemos hacer o no, Freddy.Qu pasa contigo, Danny?Me lo dirs o no?Freddy parpade plidamente y pareci a punto de hacer un esfuerzo mental.

    Finalmente dijo:

    Tengo fro. Tengo fro desde hace tres aos. No tienes un trago, Danny?No haba nadie a la vista, de modo que Gurlick lo pate.

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    Estpido le dijo, hundiendo el mentn y alejndose con su arrastrar de pies.Freddy lo mir por un rato, hasta que sus arenosos prpados se hicieron demasiadopesados para mantenerlos abiertos.

    Dos calles ms adelante, Gurlick vio a alguien ms y de inmediato trat de cruzar lacalzada. No le fue permitido hacerlo.

    No! suplic. No, no, no! No puedes ir preguntndole a todo el que veas.

    Fuera cual fuese la respuesta recibida, los trminos no eran dudosos, ya que gimi. Mevas a meter en un lo, ya lo vers.Deba preguntar: pregunt. La mujer del plomero, que le llevaba una cabeza de altura y

    que pesaba ms o menos el doble, dej de barrer los escalones de piedra cuando lavanz arrastrando los pies, la cabeza an baja pero alzando los ojos, y obviamente sin laintencin de escabullirse como todos los de su calaa lo hacan.

    Se detuvo ante ella, levantando la vista. Aunque l estuviera de pie sobre un cajn ellalo mirara igual desde arriba; tal como se encontraban, l estaba en la acera y ella en elsegundo escaln. La contempl igual que un tipo de campo examina un monumento. Ellalo escudriaba con la avidez nauseabunda de un testigo de un accidente automovilstico.

    El humedeci sus labios, y por un momento los sujet. Luego se coloc una mano en el

    costado de la cabeza y entorn los ojos. Alej la mano, contempl a la mujer con fijeza yhabl con voz ronca:

    Cmo podemos juntarnos de nuevo?Ella se qued mirndolo, inexpresiva, inmvil. Luego, con un movimiento y una emisin

    de sonido abrupto como un empalme flmico, ech la cabeza atrs y ri. Un largo ratoruidoso pareci transcurrir antes de que la inmensa capacidad de sus pulmones seagotara con esa primera onda de carcajada, pero cuando hubo terminado volvi a bajar lacabeza, lo que le sirvi slo para echar otro vistazo a la ansiosa y sucia cara de Gurlick, locual le caus otro paroxismo.

    Gurlick la dej rindose y se dirigi al parque. Un poco aturdido, maldijo a aquella mujery a todas las mujeres, y a todos sus esposos, y a todos sus descendientes.

    La primavera reciente haba trado al parque delicadas briznas de hierba, brotes en losrboles, perros, nios, ancianos y un aspirante a vendedor de helados. La paz de estosseres era interrumpida por un puado de adolescentes que haban descubierto que eseda el parque era ms atractivo que un colegio, y fueron tres de stos quienesrevolotearon alrededor de la indecisin de Gurlick, mientras se encontraba parado justo ala entrada del parque, tratando de encontrar una forma fcil de resolver lo que an se leexiga desde dentro de su cabeza.

    A por l, dijo uno con la palabra Hroes sobre la espalda de su chaqueta, y otroexclam "En r-bita", y los tres comenzaron a rodear a Gurlick, brincando como indios depelcula, sosteniendo los dedos y dejndolos sobresalir sobre las cabezas y chillando "

    Bip-bip! Bip-bip!" como las seales de satlite.Gurlick gir en todas direcciones, como una veleta en medio de un vendaval, tratandode apartarlos.

    Fuera gru.Bip-bip! grit uno de los satlites. Listos para re-entrar en atmsfera! Los

    brincos se convirtieron en galope a medida que las rbitas se cerraban, arremolinndosea su alrededor en confuso gritero, y a la seal de "se quem" se detuvieron abruptamentey el que estaba tras Gurlick se puso en cuatro patas mientras los otros dos le daban unempujn. Gurlick dio con su humanidad contra el suelo con un "ussss", quedando deespaldas con brazos y piernas en el aire. Alrededor de la escena, una mujer grit conindignacin, un viejo qued boquiabierto de la impresin y todos los otros, todos los otros

    rieron y rieron.Fuera boque Gurlick, tratando de incorporarse sobre sus rodillas.Uno de los muchachos, solcitamente, lo ayud a ponerse de pie, diciendo a otro:

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    Ya, Rocky, basta ya, basta ya.Cuando el tembloroso Gurlick hubo recuperado la vertical, el segundo del tro el

    "Hroe" se puso en cuatro patas detrs de l otra vez y el solcito volvi a darle unempujn. Y all dio Gurlick por tierra otra vez, ahora abandonando sus embozadaspretensiones de amenaza y contraataque, quedando postrado sin intentar levantarse.Todo el mundo rea a carcajadas, todos excepto dos, y stos no hicieron nada; salvo

    aproximarse ms, lo que provoc ms risas.Patrulla Espacial! Patrulla Espacial! chillaba Rocky, sealando al uniforme azulque se aproximaba, A las cuatro!

    Velocidad de esss-cape! aull uno de ellos; y con los dedos pegados a la cabezacomo si fueran antenas y un coro de estridentes bip-bip se deslizaron entre lamuchedumbre y desaparecieron.

    Joputas, sucios joputas. Los voy a matar, sucios joputas.Bueno. Bueno! Tranquilidad. Circulen. Muy bien dijo el polica. La muchedumbre

    se replegaba a medida que avanzaba y se volva a cerrar detrs de l, estirando el cuellocon la boca abierta, como anticipando una nueva carcajada... esa carcajada que hacesentir tan bien a la gente.

    El polica encontr a Gurlick en cuclillas y lo hizo incorporar de un tirn, bastante msbruscamente de lo que lo haba hecho Rocky.

    Bueno, qu sucede con usted?La seora indignada se abri paso y dijo algo acerca de unos gamberros.Aja! dijo el polica con qu gamberro?Sucios joputas gimi Gurlick.El polica calm a la seora indignada con un imperturbable.Est bien, seora, no se excite; yo me hago cargo de todo. Qu tienes que decir al

    respecto? orden a Gurlick.Gurlick, medio suspendido de la fuerte mano del polica, llorisque y se llev las manos

    a la cabeza. De repente nada de lo que haba a su alrededor, ruidos, rostros, lopresionaban ms que esa insistencia interior.

    No me importa si hay mucha gente, no me hagas preguntar ahora.Qu es lo que dices? pregunt el polica con ferocidad.Est bien! Est bien! grit Gurlick a la Medusa, y dijo al polica: Todo lo que

    quiero que me diga es Cmo podemos juntarnos de nuevo?Qu?Todos nosotros dijo Gurlick. Todos en el mundo.Est hablando de la paz mundial dijo la seora indignada. Hubo risas. Alguien

    explic a otro alguien que el vagabundo tena miedo de los comunistas. Otro alguien looy y le explic al hombre que estaba detrs de l que Gurlick era un comunista. El

    polica oy algo de eso y sacudi a Gurlick.No quiero orte abrir la boca por aqu nunca ms, o te voy a poner a la sombra.Entiendes?

    S, ssseor, s mascull gimoteante y servil, apartndose con frustracin.Bien. Circulen. Se acab la funcin. Bien, hay...En cuanto pudo Gurlick ech a correr. Ya estaba sin aliento antes de empezar a correr,

    de modo que el resuello slo le permiti llegar hasta el lmite del parque, donde setambale contra las vallas y se apoy en ellas para recuperar el aliento. Estaba de pie conlas manos sobre la cara, tratando de mantener a raya con los dedos a esa cosa que habadentro de l, la boca abierta exhalando ruidosamente la autocompasin y la anoxia. Unamano cay sobre su hombro y dio un respingo asustado.

    Todo est bien dijo la seora indignada. Slo quera que supiese que no todosen el mundo son tan crueles y miserables... y... miserables y crueles.

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    Gurlick la contempl, moviendo los labios. Tena unos cincuenta aos, de hombrosredondos, con lentes y aspecto serio.

    Est en lo correcto al pensar en la paz mundial. Y en predicarla, tambin.El no era an capaz de hablar. Trag aire; fue casi como un llanto.Pobre hombre. Busc con torpeza en el borde abierto y desprendido de un

    monedero de cuero y encontr una moneda. La sostuvo y suspir como si fuera una

    reliquia de familia y se la entreg. Gurlick la cogi sin mirarla y la guard. No le dio lasgracias.Usted lo sabe? pregunt. Se presion las sienes con ese nuevo gesto compulsivo

    que haba adoptado. Tengo que averiguarlo, entiende? Tengo que hacerlo.Averiguar qu?Cmo la gente puede volver a juntarse.Oh dijo ella. Oh, mi querido. Medit el asunto. Me temo que no comprendo

    exactamente lo que quiere decir.Lo ves? le inform con desesperacin a su atormentador interno. Nadie lo

    sabe... nadie!Explquese un poco, por favor suplic la mujer. Quiz haya alguien que pueda

    ayudarlo, alguien que no sea yo.Es un asunto sobre el cerebro de la gente dijo Gurlick sin esperanzas, qu le

    puedo decir, como lograr que todos los cerebros se vuelvan a juntar.Oh, mi pobrecito... Lo mir con piedad, claramente segura de que lo que

    necesitaban juntarse eran los fragmentos del cerebro disperso de Gurlick, y Bueno, almenos se da cuenta de ello, que es lo que muchos de nosotros no hacernos. Ya s! exclam. Usted necesita al Dr. Langley. Le hago la limpieza una vez por semana y,crame, si desea conocer a alguien que sepa sobre el cerebro, l es esa persona. Tieneuna mquina que garrapatea y luego l puede leer las lneas que hace y decir lo que unopiensa.

    La vaga visualizacin de tal aparato vol a las estrellas, donde produjo un efectoelectrificante.

    Dnde est?La mquina? En su mismo consultorio. El le contar todo acerca de ella; es un

    hombre muy bueno y comprensivo.A m me cont algo de ella, aunque me temo que no llegu a...Dnde est? vocifer Gurlick.Pues, en su oficina. Oh, usted quiere saber dnde. Bien, es el 13 de la calle Deak, en

    el segundo piso; mire, casi puede verse desde aqu. All derecho, donde esta la casa conel...

    Sin decir otra palabra, Gurlick baj el mentn, encorv los hombros y se larg con su

    arrastrar de pies.Oh, mi Dios murmur la mujer, preocupada. Espero que no moleste demasiadoal Dr. Langley. Pero no lo har: es un hombre que cree en la paz. No pens ms en subuena accin y emprendi el camino a casa.

    Gurlick no molest demasiado al Dr. Langley, porque en verdad ste le trajo la paz.

    CAPITULO 8

    Mbala se deslizaba en la noche, aterrorizado. La noche era para dormir, para dormitaren el kraal con una de las esposas roncando en el suelo y las cabras que se mueven y

    mascan en la puerta. Dejad que la jungla murmure y chille, alle y parlotee y que todoest tranquilo, susurre y gorgotee y ruja: es natural que haga estas cosas. Est llena de

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    demonios, como todo el mundo sabe, y es natural tambin. Ellos nunca penetran en elkraal y Mbala nunca va a la oscuridad. No hasta ahora.

    Estoy caminando al revs, pensaba. Los demonios lo hacen. Su parte superior habaolvidado cmo ver, y sus ojos se estiraban, redondos y protuberantes, en la oscuridad.Pero sus pies conocan el sendero, cada raz y cada roca de l. Se mova furtivamenteporque, de alguna manera, sus pies vean mejor ese camino, y su assegai, envenenado

    contra qu? estaba ms dispuesto.Su assegai, de la mejor casta, honorable, hendido ahora hasta la mitad de su largo... lerecordaba el da en que se haba convertido en hombre y erguido rgidamente pararecibirlo, sangrando de las heridas de la ceremonia, enfermo de las pociones que habansido vertidas dentro de l, y que a pesar de hinchar su estmago no mataron las gneashormigas del hambre que mordan su interior. No haba dormido durante dos noches y unda, y no haba comido en casi una semana, y sin embargo no poda recordar ninguno deestos sentimientos salvo como hechos separados, como partes de una historia contadapor algn otro. Lo nico que llegaba a l ntido y claro era su orgullo cuando lepresionaron el assegai en su mano y lo llamaron hombre. Su esbelto y pequeo assegai,con su diminuta y aguzada punta, su largo fuste sin marcas. Pens en esto con e! mismo

    desvado latido de gloria que siempre le produca, pero ahora haba tristeza mezclada conella, y un matiz de horror primitivo; pues a pesar de que e! arma que se inclinaba sobre sucuello era ahora de fuerte metal, adornada con tallas, era intil... intil... y l era menoshombre que ese joven guerrero con su pulido y aguzado palo, era menos hombre quecuando era un muchacho. En el mundo masculino el assegai nunca es intil. Puede serusado para bien o para mal, eso es todo. Pero este era el mundo demonaco, y el assegaino tena lugar o propsito aqu, salvo para confortar su diestra mano y los tirantes nudosde los msculos de sus hombros y espalda. Fue un pequeo alivio, pero en ese mismoinstante advirti su inutilidad. Su misma virilidad se transformaba en una tontera como ladel viejo Nugubwa, cuyo antebrazo haba sido seccionado en una correra, y que alsobrevivir y ser curado, llev el miembro perdido con l hasta que ya no qued nada,salvo un retorcido manojo de algo parecido a varas blancas.

    Un demonio emiti un chillido carcajeante en su mismo odo y luego correte hacia laoscuridad; el miedo fue como una llamarada de luz blanca en pleno rostro, de modo quepor un largo instante la noche fue un completo haz de destellos flotando dentro de susretinas. Durante el da, aquel sonido y correteo tan slo indicaban el paso veloz de unmono; pero aqu, en la oscuridad, pareca que un demonio actuaba a guisa de mono. Yesto lo destroz.

    Mbala qued helado en el sitio, en la postura de su horror, apoyado en una rodilla, laespalda arqueada hacia atrs y un costado, la cabeza hacia arriba, el assegai puestohacia atrs, listo para ser arrojado a la fuente de su terror. Y entonces...

    Se desplom, sacudi su cabeza tontamente, y se alz sobre sus pies como un viejomuy viejo, ambas manos sobre el asta de su lanza y su trasero sobre el suelo. Comenz aavanzar trabajosamente, no balancendose ya sobre los muelles de los dedos de los pies,ni vigilando alerta sus costados, pero caminaba con determinacin y arrastraba suassegai tras l como un chico con un palo. Los ojos haban dejado de servirle, de modoque los cerr. Sus pies conocan el camino. A su lado haba seres que gritaban y moran,y l se arrastraba como si no oyera nada. Advirti vagamente que estaba de alguna formams all del miedo. En verdad, la estupidez marchaba junto a l como un crculo dehombres, una guardia y una barrera contra todo. En realidad era una guardia contra nada,y un mosquito o un cienpis podan penetrarla tan rpido como un len. Pero, a travs deese cordn de estupidez. Mbala no poda saberlo, y se encontr dbilmente contento.

    Caminaba hacia su sembrado de ames.Para el pueblo de Mbala, el sembrado de ames era una fortuna superior a un huerto.Era su tesoro, su honor. Lo trabajaban las mujeres; y cuando produca bien y las barrigas

  • 8/9/2019 Violacin Csmica, Theodore Sturgeon

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    de sus familiares estaban llenas, un hombre poda apilar el sobrante junto a la puerta ysentarse a contemplar