ver oir y tocar con la fe

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    Ver, oir y tocar con la feA propsito de la Encclica

    Lumen Fidei

    Francisco ConesaUniversidad de Navarra

    Seminario Diocesano Orihuela-Alicante

    Con el fin de comprender mejor la naturaleza de la fe cristiana, tanto la Sagrada Escritura como la teologa se han servido de diversas imgenes. Son especialmente relevantes, dada su profunda carga antropolgica, aquellas metforas que conectan la fe con los sentidos externos del ser huma-no. La fe es presentada con frecuencia como or y como ver y, aunque resulta menos usual, tambin se ha hablado de la fe como tocar, gustar e incluso oler1. Adems de ayudar a expresar en qu consiste creer, cada una de estas metforas sirve para conectar la fe con experiencias funda-mentales del ser humano. Cada una de las imgenes apunta tambin a una forma de comprender el conocimiento de fe que resulta complementaria de las otras.

    1 La doctrina de los sentidos espirituales fue desarrollada por la teologa patrstica -al menos desde Orgenes- y prosigui en la poca medieval para des-cribir la experiencia de fe (cf. VON BALTHASAR, H. U., Gloria, Una esttica teolgi-ca, 1. La percepcin de la forma, Encuentro, Madrid 1985, 323-375; Idem, Ver, or, leer en el mbito de la Iglesia, en Ensayos teolgicos II, Sponsa Verbi, Cris-tiandad, Madrid 1964, 567; RAHNER, K., Le debut dune doctrine des cinq sens spirituels chez Origne, en Revue dAsctique et de Mystique 14 (1932) 113-145; RAHNER, K., La doctrine du sens spirituels au Moyen-Age: en particulier chez St. Bonaventure, en Revue dAsctique et de Mystique 14 (1933) 263-299; CAN-VET, M. - ADNS, P. - YEOMANS, W. - DERVILLE, A., Les sens spirituels, Beauchesne, Paris 1993).

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    Vamos a centrar nuestra atencin en las principales me-tforas con las que nos referimos a la fe: aquellas que se refieren a la palabra-escucha, las que aluden a la luz-visin y las que se refieren al tocar-experimentar, explorando a gran-des rasgos los matices que cada una de ellas aporta. Sos-tendremos en este artculo que estas tres imgenes han de ser entendidas de modo complementario y que encuentran su conexin precisamente en Jesucristo, el autor y consu-mador de la fe que profesamos (cf. Heb 12, 12). Para esta exposicin nos sirven de inspiracin algunas indicaciones preciosas contenidas en la encclica Lumen Fidei escrita principalmente por Benedicto XVI y asumida ejemplarmen-te por el Papa Francisco2. En ella se dice literalmente: Creer es escuchar y, al mismo tiempo, ver (LF 30) y un poco ms adelante se aade que creer es tambin tocar (cf. LF 31).

    Creer es escuchar la palabra de Dios

    La primera imagen conecta la fe con el odo, por el que llegan al corazn del hombre las palabras y la msica. Creer es escuchar a un Dios que ha salido de su silencio y ha diri-gido al ser humano su palabra con el fin de establecer con l una relacin de amistad.

    CREER ES ESCUCHAR A DIOS

    El Dios cristiano es un Dios que habla. A diferencia de los dolos, que tienen boca y no hablan (Sal 115, 5), Dios

    2 PAPA FRANCISCO, Enc. Lumen Fidei (29/6/2013). En adelante LF. Sobre el tema ha escrito LARR RAMOS, J. D., Los sentidos de la fe. En torno a la Lumen fidei, en Cuadernos de pensamiento n. 26 (2013) 11-24; GRANADOS, J., El que cree, ve: la lgica de la fe es la lgica de los sentidos, en GRANADOS, J. - LARR, J. D. (coed.), El que cree ve. En torno a la encclica Lumen Fidei del Papa Francisco, Monte Carmelo, Burgos 2014, 28-49.

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    est en relacin con el hombre, al que dirige su palabra para hacerle partcipe de la salvacin. En el Antiguo Testamento es frecuente y significativa la expresin palabra de Yahveh para manifestar la comunicacin divina. El dabar divino expresa lo que est en el corazn de Dios. La Palabra, que sale de su boca, tiene una fuerza creadora y salvadora: es palabra que suscita el mundo y que dirige e inspira la histo-ria y, al mismo tiempo, es palabra que manifiesta el desig-nio salvfico de Dios.

    Israel vive esta experiencia y entiende que su actitud principal ha de ser de acogida y escucha humilde y constan-te. Tambin para la nueva alianza, el creyente es un oyen-te, alguien que acepta en su corazn la palabra de vida que Dios ha pronunciado. Ahora bien, el nuevo testamento entiende que esa palabra tiene un nombre: Jess de Naza-ret. Dios, que ha hablado de muchas maneras (cf. Heb 1, 1), ahora nos ha hablado en el Hijo, que es la Palabra encarna-da que nos da a conocer al Dios invisible (cf. Jn 1, 18).

    Creer es, ante todo, escuchar. La respuesta del hombre no puede ser otra que la de Samuel: Habla, Seor, que tu siervo escucha (1 Sam 3, 10). La fe supone, en primer lu-gar, la escucha de un mensaje (cf. Rom 10, 17), la acogida de la autocomunicacin que Dios en su amor ha dirigido al hombre. Creer es aceptar una palabra de verdad (cf. Gal 2,5; Sant 1, 18); es respuesta a una palabra que interpela per-sonalmente (LF 8). Conviene tener en cuenta que para la Sagrada Escritura escuchar no es slo prestar odo atento, sino abrir el corazn (Hech 16,14) y poner en prctica (Mt 7, 24s). Creer es aceptar una palabra, acogerla con el cora-zn, dejando que transforme la vida. Por su parte, el pecado consiste principalmente en no querer escuchar a Dios, en cerrazn sobre s, en dureza de corazn3.

    3 Este aspecto es descrito por BENEDICTO XVI, Ex. Ap. Verbum Domini (30/9/10), 26.

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    Creer es, tambin obedecer, abrir el odo a la Palabra (Rom 1, 5; 10, 14ss; 16, 26). El trmino obedecer (ob-au-dire) se deriva de or y significa saber escuchar, estar en dis-posicin de escuchar al otro. La raz hebrea shem significa tambin primariamente escuchar y, secundariamente, obe-decer. En Rom 10, 14-17, el Apstol juega con este doble significado del trmino shem cuando dice: Cmo invoca-rn si no han credo? La fe nace del mensaje La fe consiste en escuchar la palabra, lo que lleva a la obediencia y, vice-versa, la obediencia lleva a la escucha.

    La palabra que Dios dirige al hombre es palabra de amor que interpela al ser humano. En esta perspectiva se puede comprender tambin la fe como respuesta a una llamada a establecer un dilogo con Dios y a participar de su vida divina4. La fe es respuesta libre a la iniciativa de Dios que se revela y nos llama por nuestro nombre, es respuesta a una vocacin. La fe -dir LF a propsito de Abraham- es res-puesta a un T que nos llama por nuestro nombre (LF 8).

    Esta llamada que Dios dirige al hombre en la historia, es-tablece una relacin de comunin entre Dios y el hombre, y tiene carcter de dilogo. La revelacin es palabra que invita a entrar en dilogo con Dios. As lo resume la constitucin sobre la revelacin divina: Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para invi-tarlos y recibirlos en su compaa (DV 2). Si Dios se dirige al hombre no es para aumentar sus conocimientos sino para reclamar su reconocimiento y pro-vocar su respuesta, hacin-dole entrar de esta manera en su dinmica de vida y amor.

    Pero, en qu condiciones es posible escuchar la Palabra de Dios? Para comprender la fe como escucha, la tradicin teolgica distinguir dos maneras de or la revelacin. El auditus exterior se realiza per aurem corporis mientras que el auditus interior sucede per aurem cordis, dice San

    4 Cf. CONESA, F., La revelacin como vocacin, en Facies Domini 4 (2012) 13-30.

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    Buenaventura5. Por eso, es preciso escuchar las palabras con nuestros odos, pero a ello se debe unir la escucha en el inte-rior. Toms de Aquino tambin distingue una doble llamada, la recibida por la predicacin del Evangelio y la llamada inte-rior que no es otra cosa sino un instinto o movimiento al bien infundido por Dios6. A esta llamada interior la denomina vo-catio interior, auditus interior, inspiratio o inclinatio cor-dis. Si el odo corporal escucha fsicamente la predicacin, es el odo interior el que la acoge como Palabra de Dios.

    ACEPTACIN DE UN TESTIMONIO

    La metfora del or incide en la idea de que creer es aceptar la palabra que me viene de otro y ello lleva a com-prender la fe como aceptacin de un testimonio. En co-herencia con ello, gran parte de la tradicin teolgica ha entendido la fe en analoga con el acto por el que aceptamos el testimonio de una persona, situndola epistemolgica-mente en el mbito del conocimiento testimonial o el cono-cimiento que viene de una autoridad.

    Esta manera de comprender el conocimiento de fe no es extraa al Nuevo Testamento, que invita a pensar la revela-cin como un testimonio que pide ser acogido por el hombre7. Responde tambin al modo en el que comprendemos la fe en el mbito de la vida humana: como aceptacin de la palabra de quien sabe ms, apoyada en la autoridad de la persona. Sin

    5 Cf. S. BUENAVENTURA, In III Sent. d. 25, dub 2: Se objeta que la fe es in-fusa y no viene por el odo, a lo que hay que decir que la fe en su aspecto formal es por infusin, pero en el aspecto material, en cuanto noticia que es conocida, viene por el odo, del mismo modo que uno es el odo del corazn y otro el odo del cuerpo. Por eso dice Gregorio que en vano trabaja la palabra del predicador si no ilustra el doctor interior.

    6 S. TOMS DE AQUINO, Super Sent., lib. 4 d. 17 q. 1 a. 1 qc. 2 co. Cf. S. TOMS DE AQUINO, In Rom., c. 8, lect 6. (Cf. LATOURELLE, R., Teologa de la revelacin, Sgueme, Salamanca 19794, 193-195).

    7 Latourelle subraya que la revelacin divina es una economa de testimo-nio. Cf. LATOURELLE, o.c., 409-414.

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    embargo, la acentuacin unilateral de este aspecto del cono-cimiento de fe corre el peligro de no captar toda la riqueza y complejidad de este conocimiento8. En efecto, cuando se tiene como modelo de conocimiento la evidencia, creer se convierte en un saber inferior e imperfecto, menos seguro que el que procede de la ciencia.

    En las grandes sntesis de la Edad Media -como la ofre-cida por Toms de Aquino- an se mantiene el equilibrio, pues est muy vivo el concepto de autoridad y se valora grandemente la fe como participacin de un conocimiento superior9. Pero, conforme se vaya imponiendo el concep-to de razn autnoma -desligada de toda autoridad- la fe ir quedando arrinconada en el terreno de lo que es me-nos relevante, porque no podemos ver ni comprobar lo que afirma. La teologa, por su parte, -sobre todo desde el siglo XVII- ir acentuando que la fe es asentimiento a las verda-des sobrenaturales reveladas por Dios y enseadas por la Iglesia, las cuales no pueden ser intuidas, sino slo credas en virtud de la autoridad de Dios.

    La teologa del siglo XX se ha esforzado en repensar esta relacin del creer con el escuchar-aceptar una palabra, situando la fe en el mbito del conocimiento personal, y subrayando que creer es el modo de tener acceso a una persona por medio del conocimiento10. La fe es el modo propio de conocer las realidades personales, que no pueden

    8 Una explicacin ms detallada de esta tesis en CONESA, F., Conocer a Dios por la fe. Apuntes para una epistemologa de la fe cristiana, en Scripta Fulgentina 22 (2013) 9-42.

    9 En la Summa Theologiae se pregunta explcitamente Toms qu es ms conocer o creer, ver o or. Y responde: En igualdad de condiciones, la vista tiene ms certeza que el odo. Sin embargo, en cuanto adhesin a un conocimiento superior, la fe es ms. El texto sigue as: si aquel por el que se sabe algo oyn-dole est en condiciones de percibir mucho ms que lo que uno puede ver por s mismo, en este caso or es ms que ver (S. TOMS DE AQUINO, ST, II-II, q. 4, a. 8, ad 2).

    10 FRIES, H., Fe y ciencia, en Sacramentum Mundi 3 (1973) 132. Me apo-yo en este autor pero podramos haber recurrido a muchos otros: Blondel, Zubi-ri, Alfaro entre otros.

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    ser reducidas a sus elementos objetivos, ni captadas slo por evidencias. En esta tesitura, se comprende la fe como un conocimiento seguro y fundado. As lo explica H. Fries: En la fe accedo cognoscitivamente a la realidad de Dios, a su misterio ms ntimo. Creer significa entregarse a la ma-nera de pensar y de ver de aquel en quien se cree y a quien se cree. Creer significa participar y entrar en comunin con el otro; ser elevado a la altura de su conocimiento. Con res-pecto a la fe en Dios esto significa que el creyente es incor-porado y recibido en la comunin con Dios, con su Espritu, con sus sentimientos y con su vida. Creer significa poder conocer con Dios, poder saber con Dios, poder ver con los ojos de Dios11.

    Entendida en esta perspectiva personalista, la fe es un conocimiento que tiene como fundamento el acto de con-fianza y entrega a la persona que se ha comunicado: acep-tamos la verdad por la confianza en quien la atestigua (CEC 177). La teologa contempornea ha recordado a este propsito el dictum de Toms de Aquino, segn el cual, lo primordial en la fe es aquel en cuya asercin se cree12. En esta lnea se sita la Encclica Lumen fidei al desta-car que el conocimiento asociado a la palabra es siempre personal (n. 29) pues es un conocimiento que acoge en la libertad y reconoce la palabra que ha sido pronunciada por otro.

    Creer en Dios es creerle, aceptar como verdad su pala-bra. Nos apoyamos en Dios, que es siempre fiel, descansa-mos en su testimonio y, de esta manera, somos introducidos en su verdad. Dios mismo, su bondad y fidelidad, es la ra-zn ltima de la fe, de su certeza. La fe nos hace participar en la sabidura de Dios, abrindonos su intimidad.

    11 FRIES, H., Creer y saber. Vas para la solucin del problema, Cristiandad, Madrid 1963, 132.

    12 S. TOMS DE AQUINO, ST, II-II, q, 11, a. 1.

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    CREER ES RECORDAR

    La metfora de la escucha vincula, adems, la fe con el tiempo pues la palabra acontece en el tiempo. El odo es el sentido del devenir porque, adems de captar en el espa-cio el sonido, capta tambin lo distendido en el tiempo y lo retiene en su haber pasado.

    Pues bien, con el tiempo se relacionan dos categoras fundamentales: memoria y promesa13. La fe es memoria de la palabra dada por Dios en una historia de salvacin. La fe es narracin y recuerdo de lo que Dios ha realizado en la historia. Creer es contar una historia de amor y bendicin, una historia de salvacin. Y creer es, tambin, re-cordar, es decir, volver a pasar por el corazn. Lo que se oye -adverta Zambrano- se adentra en el nimo, en el interior14.

    Pero es memoria ligada a una promesa, de manera que est preada de esperanza. La fe es memoria futuri. La fe es memoria de una promesa y, por ello, presencia abierta al futuro. El recuerdo de las obras de Dios nos proyecta a un futuro que aparece bajo el signo de la promesa. Por eso, la fe abre la mirada al futuro (LF 4) y da alas a nuestra esperanza (LF 7).

    Creer es ver con la luz de la fe

    La segunda imagen hace referencia al ver y a la luz. La visin fue considerada por el mundo clsico como el ms espiritual de los sentidos (Aristteles, Toms de Aquino) debido a su capacidad de formalizacin. Esta imagen, de

    13 Cf. LARR RAMOS, J. D., Los sentidos de la fe. En torno a la Lumen fidei, en Cuadernos de pensamiento n. 26 (2013) 19.

    14 ZAMBRANO, M., Entre el ver y el escuchar, en CASADO, A. - SNCHEZ GEY, J. (eds.) Filosofa y Educacin. Manuscritos, Editorial gora, Mlaga 2007, 58.

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    alguna manera, sirve de complemento a la anterior repre-sentacin de la fe, al poner la fe en relacin con el espacio. En efecto, la vista despliega ante nosotros el mundo orde-nado y relacionado espacialmente.

    VER CON LA LUZ DE LA FE

    Adems de la imagen de la palabra, tambin el nuevo testamento entiende tambin la fe como luz15. El IV Evan-gelio presenta a Jesucristo no slo como la Palabra sino tambin la Luz verdadera (cf. Jn 1, 8). Los cristianos son aquellos que son iluminados (cf. Heb 6, 4; 10, 32). De ellos se dice: El Dios que dijo Brille la luz en medio de las tinie-blas ha brillado en nuestros corazones, para que resplan-dezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo (2 Cor 4, 6). El bautizado es hijo de la luz (Ef 5, 8; cf. 1 Tes 5, 5) y, por ello, debe caminar en la luz.

    La tradicin teolgica tambin ha prestado atencin a la fe como luz. Los padres de la Iglesia ven unidos la fe y el bau-tismo, al que denominan iluminacin, de manera que creer es ser arrancados de la ignorancia y del error para entrar en la luz. El cristianismo, dice Clemente de Alejandra, es una luz especial que se enciende en el alma por la obediencia a los mandamientos; y aade: lo que es el ojo en el ciego, eso mismo es la gnosis en la mente16. Tambin la teologa latina comprendi la fe como luz. San Agustn, especialmente en el Tractatus in Ioannem, presenta la fe como una iluminacin de la inteligencia, que hace capaz de aceptar el mensaje reve-lado. Ya en la Edad Media, Guillermo de Auxerre entender

    15 Cf. RATZINGER, J., voz luz, en FRIES, H. (dir.), Conceptos fundamentales de teologa, vol. 2, Cristiandad, Madrid 1966, 561-572. Desarrolla brillantemente el tema de la luz en las religiones, la Escritura y la historia de la teologa; Idem, Luz e iluminacin. Consideraciones sobre el puesto y el desarrollo del tema en la historia de las ideas de Occidente, en Obras completas, vol. 2, BAC, Madrid 2013, 641-662.

    16 CLEMENTE DE ALEJANDRA, Stromata, III, 5, 44,2..

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    la fe como una iluminacin: Fides est illuminatio mentis a prima luce ad videndum bona spiritualia et bona aeterna17. Sin embargo, con la disolucin de la armona entre razn y fe, acontecida en el siglo XIV, se acentuar que la fe consiste en aceptar dcilmente verdades no evidentes, poniendo el nfasis en su carcter incomprensible. Ms tarde, la teolo-ga del barroco tendi a subrayar los aspectos oscuros de la fe: creer es aceptar lo que no vemos. Precisamente en el momento en que la razn humana se autocalificaba como luz, la fe apareca como oscuridad. Por su parte, la teologa del siglo XX se ha esforzado por recuperar el carcter lumi-noso de la fe, influida en gran medida por el telogo jesuita P. Rousselot, quien, a comienzos del siglo XX escribi su importante ensayo teolgico titulado Los ojos de la fe18, en el que reivindicaba la importancia de volver a hablar del lu-men fidei, como luz o gracia interior alcanza tanto a lo que hay que creer como al acto mismo de creer. Von Balthasar dar un paso ms, al destacar la unidad de la luz interior de los ojos de la fe con la luz exterior que resplandece en Jesucristo, de la luz que brilla en nuestros corazones y la percepcin de Cristo como epifana de Dios19.

    El tema ha sido retomado con fuerza por la Encclica Lu-men fidei, que describe la fe como una luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca a la persona en su centro, en el corazn, implicando su mente, su volun-tad y su afectividad (LF 40; cf. n. 26). La fe procede, pues, de un encuentro amoroso que nos transforma por completo y nos da la capacidad de ver: quien ha sido transformado

    17 GUILLERMO DE AUXERRE, Suma Aurea, III, trac 3, c. 2, a. 1. Este autor es el primero que aplica explcitamente la doctrina de la iluminacin para hablar de la fe (cf. GSSMANN, E., Fe y conocimiento de Dios en la Edad Media, BAC, Madrid 1975, 57).

    18 ROUSSELOT, P., Los ojos de la fe, Encuentro, Madrid 1994. Sobre el autor vid. PI-NINOT, S., La teologa fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca 20097, 206-207.

    19 De la luz de la fe se ocupa sobre todo en VON BALTHASAR, H. U., Gloria. Una esttica teolgica, vol. 1, Encuentro, Madrid 1985, 119-179.

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    de este modo adquiere una nueva forma de ver, la fe se con-vierte en luz para sus ojos (LF 22). La fe nos saca del crculo cerrado del yo y nos abra a una luz que nace del encuentro interpersonal.

    Para entender la metfora de la luz, se distinguen dos tipos de luz, la luz sensible y la luz espiritual. Ambas son igualmente luz. Pero para captar la luz espiritual no bas-tan los ojos de la carne sino que hacen falta los ojos del corazn (Ef 1, 18), los ojos de la fe. Desde Orgenes, al menos, se habla de una visin interior del espritu, que trasciende los ojos de la carne20. La fe tiene sus ojos, dice el comentado texto de San Agustn21. Con ellos puede ver al Invisible. Toms de Aquino, por su parte, habla de la oculata fides, la fe que ve22. Segn Santo Toms los apstoles vieron a Cristo despus de la resurreccin no con los ojos corporales, sino oculata fides, con los ojos de la fe.

    PARTICIPAR DE UNA MIRADA

    Creer es ver la realidad con los ojos del otro (LF 47). Creer es apoyarse en otro para ver, participar en la visin de otro, en su mirada (cf. LF 14). En la vida humana necesita-mos apoyarnos en otras personas para ver. Al creerles, par-ticipamos en la experiencia de esas personas. La fe humana consiste, pues, en confiar en alguien que conoce mejor, que nos hace ver ms all.

    20 As, por ejemplo, interpreta el texto del Cantar Tus ojos son palomas (1, 15) en el sentido de que tus ojos son espirituales, pues ven espiritualmente y comprenden espiritualmente (ORGENES, Comentarios al cantar, III, 11).

    21 S. AGUSTN, Ep 120. El comentario ms conocido es el de ROUSSELOT, P., Los ojos de la fe, Encuentro, Madrid 1994.

    22 Cf. S. TOMS DE AQUINO, ST, III, q. 55, a. 2, ad 1. Esta expresin se en-cuentra tambin en Catena Aurea in Lucam, c. 9, lect. 6; c. 24, lect. 9; ST, III, q. 44, a. 2, ad 2 y Responsio ad Bernardum. LF 30 hace referencia a la oculata fides. Vid. tambin PI-NINOT, S., La teologa fundamental, Secretariado Trinita-rio, Salamanca 20097, 442-443.

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    La fe cristiana consiste en aprender a mirar con Cristo. Cristo no es slo aquel a quien creemos, sino aquel con quien nos unimos para poder creer (LF 18). Creer es unirse a Cristo, participando de su mirada. La fe mira desde el pun-to de vista de Jess, de sus ojos: es una participacin en su modo de ver (LF 18). Como escribi el Cardenal Ratzinger, la fe cristiana es, en su esencia, participacin en la visin de Jess, mediada por su palabra, que es la expresin autntica de su visin. La visin de Jess es el punto de referencia de nuestra fe, su anclaje ms concreto 23. La fe es un encuentro con el testigo del Padre, para participar en su modo de ver, para compartir su visin. La fe ilumina y educa nuestro cora-zn y nuestra mirada para ver el mundo y para ver a los otros como los ve Dios, como los ve y comprende Cristo.

    Ahora bien, la fe no es un salto en el vaco o un senti-miento ciego (LF 3) sino que est firmemente apoyada en la fiabilidad y credibilidad de Dios, manifestada a lo largo de la historia. Nos podemos fiar tambin de Jess que es testigo fiable, digno de fe; es fiable y experto en las cosas de Dios, porque es el Hijo de Dios (cf. LF 17, 18). Esta con-fianza en l nos abre a una participacin en su mirada y se verifica despus en nuestra experiencia.

    LA FE COMO CAMINO

    La fe es luz para el camino. La metfora de la luz conecta la fe con el espacio y, por ello, con el caminar humano. As como la luz se expande a todo lo que la rodea, tambin al-canza a iluminar todo el trayecto del hombre.

    La fe pone en camino e ilumina ese camino. La fe es xodo, salida y peregrinaje. El creyente es un itinerante, al-guien que va haciendo camino. La fe es un conocimiento que se aprende slo en un camino de seguimiento (LF 29).

    23 Cf. RATZINGER, J., Mirar a Cristo. Ejercicios de fe, esperanza y amor, Edi-cep, Valencia 20052, 36.

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    Es decir, en el mismo caminar vamos creciendo en el cono-cimiento de Dios. Esto significa que la praxis no es ajena al conocimiento de Dios. La luz de la fe que hemos recibido tie-ne que realizarse. A propsito de la experiencia de Abraham dice el Papa que la fe ve en la medida en que camina (LF 9). Abraham, el padre en la fe, camina escuchando al Seor, que le invita a seguir y a salir de s. Acepta salir hacia lo in-esperado, ponerse en camino, y en esa medida aprende a ver.

    La fe se va verificando en la vida. Realizando la verdad (cf. Ef 4, 15), vemos ms. Profesando la fe, celebrando los sacramentos y practicando la caridad somos capaces de ver mejor. Los samaritanos, despus de entrar en contacto con Jess, pueden decir que ya no creen por el testimonio de la mujer, sino que nosotros mismos hemos odo, y sabemos que ste es el salvador del mundo, el Cristo (Jn 4, 42).

    Creer es tambin tocar. Las manos de la fe

    Estas dos primeras imgenes se complementan con otra tambin sensorial, la del tocar. El tacto tiene una importancia grande para el ser humano, como expresin de su corporei-dad. Por el tacto experimentamos la realidad, nos acercamos a las personas y las cosas, nos relacionamos con ellas. El tocar individualiza, acerca, comunica y estimula. Debemos nota que, aunque el nivel de formalizacin y reflexividad es menor que en los otros sentidos, el tacto es el fundamento de todos los dems sentidos. As se admite desde Aristteles, quien hace notar que los dems sentidos pueden faltar en un viviente, pero no el tacto. Adems el tacto aparece como cri-terio de realidad: podemos estar seguros de que algo es real si se toca24. Pues, bien, creer es tambin tocar.

    24 Cf. ARISTOTELES, Acerca del alma, lib. II, cap. 2; CHOZA, J., Manual de antropologa filosfica, Rialp, Madrid 1988, 173-185.

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    TOCAR CON LA FE

    Jess manifestaba continuamente los bienes del Reino con gestos visibles, que afectaban tambin a la corporei-dad del hombre25. En los evangelios aparece con frecuen-cia que Jess tocaba a los que quera comunicar su fuerza salvadora. Se le acerc un leproso, y l, extendi la mano y lo toc diciendo: quiero, queda limpio (Mt 8,3). Le se-guan dos ciegos: entonces les toc los ojos, diciendo: que os suceda conforme a vuestra fe (Mt 9,29). Y acercaban a Jess nios para que los tocara () y tomndolos en bra-zos los bendeca imponindoles las manos (Mc 10,13). A la suegra de Pedro le toc su mano y se le pas la fiebre (Mt 8,15). Al sordomudo le meti los dedos en los odos y con la saliva le toc la lengua (Mc 7,33). Al criado herido por Pedro, Jess, tocndole la oreja, lo cur (Lc 22,51). A la nia del jefe de la sinagoga le cogi de la mano y ella se levant (Mt 9,25). Al ciego de nacimiento hizo barro con la saliva y se lo unt en los ojos(Jn 9,6). Ese tocar de Jess tiene un significado profundo: a travs de su hu-manidad es Dios quien nos toca, mediante su mano so-mos bendecidos, sanados y perdonados por Dios mismo.

    En el episodio de la confesin de Toms, el cuarto evan-gelio establece una vinculacin entre tocar a Cristo y creer. Toms no da crdito a lo que cuentan los otros apstoles y quiere verificar sensiblemente el hecho de la re-surreccin, quiere meter el dedo y la mano en las llagas de la pasin. La respuesta de Jess es: trae tu dedo, aqu tie-nes mis manos; trae tu mano y mtela en mi costado; y no seas incrdulo, sino creyente (Jn 20, 27). Es una invitacin a tocar a Jess no slo fsicamente, sino sobre todo con la fe. El poeta Paul Claudel comenta si Toms puede tocar a Jess es porque Dios le ha dado permiso: Dios mismo se

    25 Cf. GROB, R., Tocar, en COENEN, L. - BEYREUTHER, E. -BIETENHARD, H., Diccionario teolgico del Nuevo Testamento, Vol IV, Sgueme, Salamanca 1994, 294-295.

  • Ver, oir y tocar con la fe 101

    abre y gua su mano hasta las junturas ntimas de su accin y hasta su corazn palpitante26.

    Esta relacin de la fe con el sentido del tacto, fue te-nida en cuenta, de manera especial por San Agustn. Son varios los pasajes en los que compara creer y tocar. Co-mentando el episodio de la mujer que sufra hemorragias (Lc 8, 45-46), al que se refiere en varios sermones27, pone de manifiesto la gran diferencia entre tocar a Cristo sin fe, por mera costumbre, y tocarle con fe, como hizo aquella mujer. En ello incide tambin al comentar el Noli me tan-gere de Jn 20, 17. Dice San Agustn que es una adverten-cia contra la creencia carnal y una exhortacin al toque espiritual de la fe28. Las palabras a Mara Magdalena son invitacin a que no le toque fsicamente sino que le toque por la fe, que nace del Espritu. Finalmente, San Agustn se ocupa del tocar en relacin con la fe a propsito del Apstol Toms, que no quiere creer sin antes tocar. Vea y tocaba al hombre -dice-, pero confesaba su fe en Dios, a quien ni vea ni tocaba. Pero lo que vea y tocaba lo llevaba a creer en lo que hasta entonces haba dudado29.

    Siguiendo al pensamiento agustiniano, la Encclica Lu-men fidei pone tambin la fe en relacin con el sentido del tacto y, recogiendo una frase de San Agustn, dice: Tocar con el corazn, esto es creer30. Con la fe, -se explica- noso-tros podemos tocarlo, y recibir la fuerza de su gracia (LF 31). Podemos tocar a Cristo, ante todo porque por el mis-terio de la Encarnacin el Verbo ha asumido la carne huma-na: nos puede tocar y podemos palpar al Verbo de la vida.

    26 CLAUDEL, P., La sensation du Divin, en Prsence et Prophtie, ditions de la librairie de lUniversit, Friburgo 1942, 116.

    27 S. AGUSTN, Sermones 229 L, 2; 243, 2; 244, 3; 245, 3 y otros.

    28 S. AGUSTN, Sermones 143, 4; 244, 4; 254, 4; In Jo. Ev. Tr. 121, 3; Ep. 149, 32.

    29 S. AGUSTIN, In Jo. Ev. 121, 5.

    30 S. AGUSTN, Sermn 229/L.

  • 102 Francisco Conesa

    Con su encarnacin, con su venida entre nosotros, Jess nos ha tocado (LF 31).

    Pero tambin podemos tocar a Cristo sacramentalmen-te, a travs de los signos que prolongan su presencia en la historia (cf. LF 31). Los sacramentos y la liturgia recurren continuamente al sentido del tacto (signacin en la frente, uncin, imposicin de manos, etc.), mediante la cual con-tinan y prolongan la accin de Cristo, que tocaba a los nios y a los enfermos. Mediante estos gestos se significa que Dios nos alcanza con su gracia y que sta abarca todo nuestro ser, tambin nuestro cuerpo. Explica Aldazbal: Al igual que el amor de Dios-inefable, invisible-se nos mani-fest en la Humanidad concreta y corporal de Cristo Jess, tambin en los sacramentos de la Iglesia se encarna su gra-cia-invisible, inefable-en el lenguaje de unos signos concre-tos que nos alcanzan tambin corporalmente: tocar, baar, ungir, comer, beber31.

    Por la fe podemos tambin tocar a Cristo en la carne de la Sagrada Escritura. La comparacin de la Palabra de Dios con la carne de Cristo es un tema frecuente en los Padres de la Iglesia. El cuerpo de Cristo y su sangre -escribe San Jernimo- es realmente la palabra de la Escritura, la ense-anza de Dios32. Hacindose eco de esta doctrina, escriba Benedicto XVI: Cristo, realmente presente en las especies del pan y del vino, est presente de modo anlogo tambin en la Palabra proclamada en la liturgia33.

    Finalmente, podemos tocar a Cristo en la carne del her-mano. Es un tema presente de manera recurrente en el ma-gisterio del Papa Francisco: A veces sentimos la tentacin de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Seor. Pero Jess quiere que toquemos la miseria

    31 ALDAZBAL, J., La importancia del tocar, en Gestos y smbolos (I), CPL, Barcelona 1984, 36.

    32 S. JERNIMO, In Psalmum 147. El tema est ya presente en ORGENES, In num., 16, 19.

    33 BENEDICTO XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, 56.

  • Ver, oir y tocar con la fe 103

    humana, que toquemos la carne sufriente de los dems34. Por la fe podemos tocar las llagas de Jess en los ms po-bres, como San Francisco que abrazaba a los enfermos, san Roque a los leprosos y tantos otros santos. Nuestro tocar y abrazar, como el de Cristo, ha de ser tambin salvador, ayudando al hombre a liberarse de la enfermedad que lo aprisiona y de la enfermedad mortal del pecado.

    SER TOCADO

    Tocar implica tambin ser tocado. El tacto es el senti-do ms vinculado al cuerpo. Los msticos usan el lenguaje tctil para expresar la presencia de Dios en el alma. Para San Juan de la Cruz, Dios es cauterio suave que hace con-sumir y transformarse el alma que toca: Y como l sea infinito fuego de amor, cuando l quiere tocar el alma algo apretadamente es el ardor del alma en tan sumo grado de amor, que le parece a ella que est ardiendo sobre todos los ardores de el mundo35. Ms adelante, en el mismo poema se refiere a la mano del Padre como mano blanda y toque delicado y explica que nos ha tocado con su Hijo unigni-to, que es la mano misericordiosa del Padre36.

    La imagen del tocar resulta complementaria de las an-teriores y conecta la fe con sus elementos afectivos y ex-perienciales. Por la fe somos tocados por Dios y podemos tocarle. En este trato con l nos vamos adentrando en su Misterio. La vida de fe, la oracin, los sacramentos, la litur-gia y la vivencia del amor van haciendo que lo que hemos aceptado y la luz que hemos recibido se transformen en algo vivido, que va impregnando nuestra existencia.

    34 PAPA FRANCISCO, Ex. Ap. Evangelii Gaudium, 270. El tema aparece varias veces en la exhortacin, por ejemplo n. 24.

    35 S. JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, 2,2 en Obras Completas, BAC, Madrid 198211, 774.

    36 S. JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, 2,16 en Obras Completas, BAC, Madrid 198211, 783.

  • 104 Francisco Conesa

    TOCAR CON LAS MANOS DE LA FE

    El tacto del hombre se hace especialmente manifiesto en las manos. San Agustn tiene una expresin que resulta muy significativa: manus fidei. Podramos decir que del mismo modo que existen los ojos de la fe, tambin la fe tiene manos. Al hablar de los judos que queran prender a Cristo, observa, San Agustn: no lo aprehendieron porque no tenan las manos de la fe37. Como explica Mouroux, las manos de la fe sirven para palpar a Alguien en la oscuridad.

    Para poder tocar a Cristo se necesitan las manos de la fe. Si faltan esas manos, los sacramentos se convierten en ritos sociales, la Escritura deviene en libro curioso y el her-mano se vuelve un extrao. El evangelio habla tambin de personas que oprimen a Jess, pero no lo tocan. Slo la hemorrosa le toc con las manos de la fe (cf. Mc 5, 25-34).

    Las manos rompen nuestro aislamiento y nos abren a otros, y al contacto con Dios. Son las manos de la fe las que nos permiten reconocer la Escritura como Palabra de Dios y las que reconocen el rostro y la carne de Cristo en el hermano que pasa necesidad. Slo con las manos de la fe podemos tocar, abrazar y besar a Cristo.

    CONSTRUIR CON LAS MANOS DE LA FE

    Pero las manos no sirven slo para tocar. Tambin son para construir y edificar. No hay que olvidar que la luz de la fe procede del amor, el cual toca el corazn. En la Encclica Lumen fidei se usa tambin la expresin manos de la fe en este segundo sentido: Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios (LF 51). Las manos de la fe no slo quieren tocar a

    37 S. AGUSTN, In Ioannem Tractatus, 48, 9-11 (PL 35, 1745): Non cum aprehenderunt, quia manus fidei non habuerunt. Cf. MOUROUX, J., Creo en ti. La estructura personal de la fe, Juan Flors, Barcelona 1964, 52.

  • Ver, oir y tocar con la fe 105

    Dios, sino que deben ponerse a construir la ciudad de los hombres, empendose en el desarrollo de unas relaciones autnticamente humanas.

    Encontramos aqu una conexin entre la fe y la praxis. Las manos de la fe tambin deben empearse en la cons-truccin de un mundo ms humano. Como subray espe-cialmente Metz, la fe y la salvacin estn referidas al mundo social y poltica. No se puede separar la fe de categoras como conversin y solidaridad38.

    Jesucristo, palabra encarnada en la que brilla la gloria de Dios

    Las tres metforas estudiadas revelan tres aspectos im-portantes de la fe. Creer es aceptar una palabra, dejarse guiar por una luz y tocar con el corazn; es recuerdo, cami-no y edificacin. Ahora bien, todas estas imgenes, encuen-tran una profunda e insospechada unidad en la persona de Jesucristo. La nueva lgica de la fe -dice Lumen Fidei- est centrada en Cristo (n. 20).

    As lo pone de relieve, de una manera especial, la teologa jonea. Jesucristo es la Palabra del Padre, el Verbo eterno que exista desde antes de la creacin. Esta Palabra se ha encarnado y por eso la podemos palpar y tocar. Y la Pala-bra encarnada se convierte adems en luz para el mundo. Frente al gnosticismo, que separa creacin y salvacin, el IV Evangelio afirma la unidad. La misma Palabra que ha dado origen al mundo, se ha hecho carne en Jesucristo.

    En el prlogo de la primera carta se resume esto de ma-nera excepcional cuando se refiere a Jesucristo como:

    38 Cf. METZ, J. B., La fe en la historia y en la sociedad: esbozo de una teologa fundamental prctica para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 1979.

  • 106 Francisco Conesa

    lo que exista desde el principio, lo que hemos odo, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la Vida

    Jesucristo es el Verbo que hemos odo, visto con nues-tros propios ojos y palpado con nuestras manos. En el rostro humano de Jess, en su vida, hemos visto al Padre. l es la Palabra hecha carne, cuya gloria hemos contem-plado (cf. Jn 1,14). La luz de la fe es la de un Rostro en el que se ve al Padre (LF 31). Benedicto XVI en la exhortacin Verbum Domini aluda a la sugestiva expresin patrstica verbum abbreviatum39, pues Cristo es la Palabra que al en-carnarse se ha hecho pequea. Y aada: Ahora, la Palabra no slo se puede or, no slo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jess de Nazaret40. Jess es el Verbo encarnado que podemos escuchar, ver y tocar. Dios se ha dejado escuchar, ver y tocar en Jesucristo.

    CREER ES ESCUCHAR A CRISTO

    Por eso, creer es escuchar a Cristo, palabra personal del Padre, fundando nuestra existencia en l y asintiendo a lo que Dios nos ha revelado por l. Sobre todo el IV Evangelio desarrolla la idea de que la fe es creer a Cristo, el Unig-nito, enviado por el Padre para revelar su misterio y hacer partcipes a los hombres de la vida eterna. Tambin la carta a los hebreos explica que en esta etapa final, nos ha habla-do por el Hijo (1,2). La persona misma de Jess se con-vierte en la palabra nica y definitiva que Dios dirige a la humanidad. Por ello, como seala Alfaro, en el acto de fe el primado corresponde a la relacin personal a Cristo, como

    39 Sobre esta expresin vid. GARCA GUILLN, D., Verbum Abbreviatum en Facies Domini 4 (2012) 31-72.

    40 BENEDICTO XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, 12.

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    Palabra de Dios hecha palabra humana, como presencia de Dios en la historia, como el s absoluto de su amor41.

    CREER ES MIRAR A CRISTO Y MIRAR CON SUS OJOS

    Creer es, tambin, mirar es mirar a Cristo y mirar desde Cristo, con sus ojos. Al primero que hay que dirigir la mi-rada es a Cristo. La fe es cristiana en cuando que se dirige a Cristo. Creer es mirar a Cristo, que est en el centro de la fe. La verdad que la fe nos desvela est centrada en el encuentro con Cristo, en la contemplacin de su vida, en la percepcin de su presencia (LF 30). Ver a Jess, contem-plar su vida luminosa y, en ella, el rostro del Padre.

    Pero creer es tambin mirar desde Cristo, con sus ojos. Se trata de ver con los ojos de Cristo (LF 46), aprender de su modo de mirar, participar en la misma mirada de Cris-to (LF 46 y 19), pues l tiene la mirada plena, que abraza toda la realidad. Creer es seguir a Cristo, aprender a ver con sus ojos y a medir con sus criterios.

    CREER ES TOCAR A CRISTO

    Finalmente, es a Cristo a quien tocamos en los sacra-mentos, en la Palabra y en el hermano, es decir, en todas las realidades que prolongan en el tiempo su humanidad santa. Creer es tocar con el corazn a Cristo.

    LA FE ES CRISTIFORME

    En consecuencia, la fe tiene la forma de Cristo, es cristi-forme. Jesucristo es el logos que el hombre tiene que aco-ger, el eikon que hay que mirar y la sarx que debemos gustar. La fe cristiana brota del encuentro con la persona

    41 ALFARO, J., Revelacin y fe, en Cristologa y antropologa. Temas teol-gicos actuales, Cristiandad, Madrid 1973, 395

  • 108 Francisco Conesa

    viva de Jesucristo y tiene como meta escuchar su palabra, dejarnos iluminar por su luz y experimentar su presencia.

    Mouroux explica que la fe es cristiana porque tiene a Cristo como objeto y fin42. Alfaro insisti en que la fe cris-tiana no slo es cristocntrica, es decir, tiene como centro a Jesucristo, sino que tambin es cristolgica, pues est fun-dada en su testimonio, y cristoteleolgica, puesto que tiene como fin el encuentro perfecto y total con Cristo glorioso43.

    Ya en San Agustn se puede encontrar la sugerente frmu-la: credere Christum, credere Christo, credere in Christum44. La fe es reconocer a Jess como el Cristo, el Hijo de Dios (credere Christum), pero tambin creerle, es decir, aceptar su testimonio (credere Christo) y confiar en l, acogindole personalmente en nuestra vida (credere in Christum).

    La Iglesia, comunidad que escucha la Palabra, que contempla a Cristo y experimenta su amor

    Este proceso de ver, or y tocar con la fe slo puede acon-tecer en la Iglesia, comunidad de fe, esperanza y amor (LG 8). Es importante subrayarlo porque las imgenes que conectan la fe con los sentidos son muy sugerentes, pero corren el peligro de perder el nosotros de la fe, puesto que los sentidos son lo ms privado e individual que tie-

    42 Cf. MOUROUX, J., Creo en ti. La estructura personal de la fe, Flors, Barce-lona 1964, 10.

    43 Cf. ALFARO, J., Fides, spes, caritas. Adnotationes in Tractatum de Virtuti-bus Theologicis (ad u. p.), Roma 19642, 458 Ha expuesto esta cuestin CRIADO, M. A., La fe. La teologa de Juan Alfaro, Secretariado Trinitario, Salamanca 2012, 196-262.

    44 S. AGUSTN, In Ioannis Evangelium Tractatus 29, 6; Sermo 144, 2, 2. So-bre el triple credere vid. PI-NINOT, S., La teologa fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca 20097, pp. 188-192.

  • Ver, oir y tocar con la fe 109

    ne la persona. Ciertamente cada uno de nosotros tiene que escuchar la Palabra, unirse a la mirada de Cristo y experi-mentar su presencia. Pero esto slo se realiza en el seno de la comunidad-Iglesia. Lumen fidei no se olvida de poner el acento en este carcter eclesial de la fe, sin el cual no resulta comprensible. El creyente se comprende a s mismo den-tro de un cuerpo, en relacin originaria con Cristo y con los hermanos en la fe (LF 22). La fe se vive en compaa. Slo por mediacin de la Iglesia y dentro de la Iglesia, el cristia-no puede decir creo en Dios.

    La Iglesia es creatura Verbi, engendrada por la Palabra. El anuncio de la Palabra es el que convoca a la ekklesia. Ella es comunidad de escucha (Dei verbum religiose au-diens dir DV 1) y comunidad que acoge con la fe la pala-bra recibida y la transmite a lo largo de los siglos. Tambin la mirada de fe se realiza junto con los otros, de manera que es posible tener una visin comn (LF 47). La experiencia de ser tocados y tocar a Cristo slo es posible en el seno de la comunin eclesial. En definitiva, vivimos la aventura de la fe junto con otros. Juntos escuchamos, juntos caminamos y trabajamos para construir la ciudad de los hombres. En un precioso texto resume Lumen fidei esta ideas: Confesan-do la misma fe, nos apoyamos sobre la misma roca, somos transformados por el mismo Espritu de amor, irradiamos una nica luz y tenemos una nica mirada para penetrar la realidad (LF 47).

    Adems, es la Iglesia, tambin, la que nos ensea a or, ver y tocar a Cristo con la fe. En un sugerente texto compa-ra von Balthasar a la Iglesia con una madre, que ensea a su hijo: Al igual que una madre explica a su hijo el mundo, le muestra lo que hay que ver, y no slo le ensea las palabras del lenguaje, sino tambin la realidad a la que correspon-den a fin de que la palabra brote de la imagen y retorne a ella, as la Iglesia, partiendo en ltimo anlisis de la expe-riencia de la madre corprea del Seor, que fue la creyente por antonomasia, puede ensear a sus hijos la Palabra de Dios y comunicarles, no slo su sentido, sino tambin su

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    sabor, su perfume, su concrecin encarnatoria, a partir de su propia experiencia de esposa45. La Iglesia, en continui-dad con Mara, ensea a usar los sentidos en el Espritu.

    Finalmente, en el seno de esta comunin esperamos y anhelamos alcanzar la plenitud de la visin, pasar de los signos a la realidad. La fe pertenece a la condicin peregri-na del pueblo de Dios: Caminamos en la fe y no en visin (2Cor 5,7). Mientras avanzamos por el camino de la fe, an-helamos a Dios, deseamos que el encuentro se consume y llegue el momento en el que cesar la palabra y comenzar la presencia, en el que entraremos completamente en la luz y seremos semejantes a l, porque le veremos tal cual es (1Jn 3,2).

    Or, ver y tocar a Cristo

    El dinamismo de la fe abarca a todo el hombre, afecta a todo lo que somos, encaminando todo nuestro ser a la comunin con Dios. La fe es una luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca a la persona en su centro, en el corazn, implicando su mente, su voluntad y su afectividad (LF 40; cf. n. 26). Todas las dimensiones del ser humano intervienen en la fe. La fe es un acto de todo el hombre que no slo incluye necesariamente su sen-sibilidad, sino que la acenta. Cuando San Agustn describe su experiencia de encuentro con Dios, subraya la apertura de todos los sentidos y exclama: Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respir, y suspiro por ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abrseme en tu paz46.

    45 VON BALTHASAR, H. U., Gloria, Una esttica teolgica, 1. La percepcin de la forma, Encuentro, Madrid 1985, 371-372.

    46 S. AGUSTN, Confesiones, X, 27, 28.

  • Ver, oir y tocar con la fe 111

    La capacitacin de nuestros sentidos para el conoci-miento de Dios es obra del Espritu. En la fe, el corazn del creyente se ensancha para ser habitado por otro (cf. LF 21). Por la fe el Espritu habita en nosotros y nos transforma, dndonos nuevos ojos, odos nuevos y manos para tocar con el corazn. La fe -se dice en Lumen Fidei- transforma a la persona entera (LF 26). Ella nos da luz para mirar, sensi-bilidad para tocar y nos capacita para escuchar la Palabra.

    La unificacin de todos los sentidos procede del encuen-tro con Cristo y tiene su clave en el amor. En Jess se unen todos los sentidos del hombre. Lo que ven los ojos, lo que tocan los dedos y lo que escucha el odo se hace uno en Cristo. El encuentro amoroso con Cristo unifica todo el co-nocimiento de fe.

    Finalmente, para comprender correctamente la fe, debe-mos ponerla en relacin con las dems virtudes teologales, con las que se encuentra en admirable urdidumbre (LF 7). Para terminar, recurrimos una vez ms al Obispo de Hi-pona: Cree en Cristo quien tambin espera en Cristo y ama a Cristo. Porque, si uno tiene fe sin esperanza y sin amor, cree que existe Cristo, no cree en Cristo47.

    47 S. AGUSTN, Sermo 144, 2, 2.