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80 HISTORIA Y VIDA HISTORIA Y VIDA 81 VENENOS S eguro que lo recuerdan. A fina- les de 2004, Viktor Yushchenko, líder del partido Nasha Ukrai- na, estaba inmerso de pleno en la campaña electoral por la presidencia de Ucrania cuando, casi de la noche a la mañana, sufrió una extraña enfermedad. Rostro desfigurado, hin- chado, de color grisáceo y con marcas parecidas a las de la viruela. ¿Cómo era posible? Tras varios análisis, un equipo de médicos en Austria determinó que la causa había sido una dioxina. Al pare- cer, el que fuera un atractivo político tan solo unos días atrás había sido envene- nado con este compuesto químico du- rante una cena con altos funcionarios de los servicios secretos. Yushchenko consiguió salvarse y presi- dir el país durante cinco años, pero tiene altas probabilidades de padecer un cán- cer o un ataque al corazón. Y es que su cuerpo alberga una de las mayores con- centraciones de dioxina que se han me- dido en una persona viva. Veneno para morir Aunque ahora hablemos de dioxinas, ga- ses, virus y drogas creadas en el laborato- rio, lo cierto es que las sustancias tóxicas nos han acompañado desde nuestra his- toria más primitiva. La única diferencia es que ahora son más sofisticadas y leta- les. Los australopitecos, un género de primates homínidos, probablemente fue- ron los primeros en ingerir accidental- mente veneno al alimentarse de hongos, bayas o insectos, que ya albergaban toxi- nas hace cuatro millones de años. Ésta podría ser la causa, según algunos paleo- botánicos, de que se activara la forma- ción de nuevas redes neuronales, dotán- doles de una mayor inteligencia. Lo que no podemos saber es si emplearon estas sustancias a propósito, una vez conoci- dos sus efectos psicodélicos o calmantes. Cuando nuestros antepasados llegaron a la convicción de que no estaban solos en el universo, los venenos empezaron a es- tar presentes en todas las culturas. Las sacerdotisas se erigieron en mediadoras entre el más allá y el mundo terrenal gracias a su poder visionario (producido por determinadas plantas). La presencia de sustancias venenosas también se ha detectado en los entierros ceremoniales, según se ha podido observar en yaci- mientos de todo el mundo. Por ejemplo, en una cueva de las montañas del Kur- distán iraquí se encontró la tumba del conocido como Shanidar I, un neander- tal que había sido enterrado con flores y plantas como la efedra. El estudio de sus huesos, de hace 60.000 años, desveló que era discapacitado. Se cree que, debi- do a sus graves problemas de movilidad, tal vez se le practicó la eutanasia me- diante un brebaje con esta planta. Veneno para vivir Aunque los neandertales ya ponían ve- neno en sus flechas para cazar –y para eliminar a sus enemigos humanos–, el conocimiento de la ponzoña tuvo su momento estelar en el antiguo Egipto. Los médicos –por no decir curanderos y brujos– trataban las dolencias con plan- tas y fármacos de origen animal, acom- pañados de oraciones e invocación a los dioses. De esta época data el primer tra- tado clínico, el Papiro de Edwin Smith. En él, el médico, astrólogo y arquitecto Imhotep aconseja el uso de anestésicos como la adormidera. La mandrágora, el beleño y la hiedra fueron otras plan- tas de uso frecuente, y pronto se supo que su efecto terapéutico o mortal de- pendía de la dosis suministrada. Bien lo sabían los sacerdotes que parti- cipaban en el proceso de momificación. Su labor consistía en preparar los amu- letos, que no solo acompañarían al di- funto en el más allá, sino que también le protegerían de los ladrones del más acá. Los saqueadores de tumbas estaban a la orden del día, así que los sacerdotes tu- vieron que inventar todo tipo de tram- pas para ahuyentarlos. Distribuían ve- nenos y narcóticos en los alimentos y bebidas, o en las armas del ajuar funera- rio. Untaban paredes y pasillos con sus- tancias tóxicas. Incluso encendían an- torchas empapadas de cianuro para envenenar el aire justo antes de cerrar el recinto. De esta manera, si alguien lo volvía a abrir, moría en el acto. La tradición de las ponzoñas con fines espirituales se mantuvo hasta que Hi- pócrates, el insigne médico de la anti- gua Grecia, sentó las bases de la medi- cina moderna. Según se puede leer en su Corpus Hippocraticum, las drogas no eran elementos sobrenaturales, si- no productos que “actúan enfriando, calentando, secando, humedeciendo, contrayendo, relajando o haciendo dormir”. Y concluye añadiendo que “lo esencial es la proporción entre la dosis activa y la dosis letal, pues solo la can- tidad distingue el remedio del vene- no”. De hecho, los griegos conocían el poder de la potasa, el salitre, el mercu- rio, el sulfuro de arsénico y la famosa cicuta, que acabó con la vida del filó- sofo Sócrates en el año 399 a. C. Veneno para asesinar Pero si el conocimiento de las sustan- cias tóxicas fuera un concurso, sin duda los ganadores serían los romanos. Mili- tares, políticos, emperadores, ciudada- nos libres, esclavos, comerciantes... In- cluso los amantes despechados quitaban de en medio a sus parejas a golpe de ve- neno. Algunas mujeres, en vez de divor- ciarse, suministraban a sus maridos un vaso de leche con polvo de arsénico. El divorcio era legal, pero ellas no recibían nada en la separación, por lo que la viu- dedad resultaba más atractiva. Otras iban más allá y los mataban con un re- Sanar o morir. El veneno se ha utilizado desde los albores de la humanidad, tanto con fines terapéuticos como para aniquilar a toda suerte de enemigos. VENENO EN LA PIEL ANABEL HERRERA, PERIODISTA VIKTOR YUSHCHENKO durante una intervención en el Parlamento ucraniano, 31 de marzo de 2009. LOS AUSTRALOPITECOS PROBABLEMENTE FUERON LOS PRIMEROS EN INGERIR VENENO POR ACCIDENTE FARMACÉUTICO ITALIANO PESA PRODUCTOS  en su establecimiento. Detalle de un fresco, s. XV.

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Page 1: venenos - La juntaletras · PDF file80 historia y vida historia y vida 81 venenos S eguro que lo recuerdan. A fina-les de 2004, Viktor Yushchenko, líder del partido Nasha Ukrai

80   h i s t o r i a y v i d a h i s t o r i a y v i d a   81

venenos

 Seguro que lo recuerdan. A fina-les de 2004, Viktor Yushchenko, líder del partido Nasha Ukrai-na, estaba inmerso de pleno en la campaña electoral por la

presidencia de Ucrania cuando, casi de la noche a la mañana, sufrió una extraña enfermedad. Rostro desfigurado, hin-chado, de color grisáceo y con marcas parecidas a las de la viruela. ¿Cómo era posible? Tras varios análisis, un equipo

de médicos en Austria determinó que la causa había sido una dioxina. Al pare-cer, el que fuera un atractivo político tan solo unos días atrás había sido envene-nado con este compuesto químico du-rante una cena con altos funcionarios de los servicios secretos.Yushchenko consiguió salvarse y presi-dir el país durante cinco años, pero tiene altas probabilidades de padecer un cán-cer o un ataque al corazón. Y es que su

cuerpo alberga una de las mayores con-centraciones de dioxina que se han me-dido en una persona viva.

Veneno para morirAunque ahora hablemos de dioxinas, ga-ses, virus y drogas creadas en el laborato-rio, lo cierto es que las sustancias tóxicas nos han acompañado desde nuestra his-toria más primitiva. La única diferencia es que ahora son más sofisticadas y leta-

les. Los australopitecos, un género de primates homínidos, probablemente fue-ron los primeros en ingerir accidental-mente veneno al alimentarse de hongos, bayas o insectos, que ya albergaban toxi-nas hace cuatro millones de años. Ésta

podría ser la causa, según algunos paleo-botánicos, de que se activara la forma-ción de nuevas redes neuronales, dotán-doles de una mayor inteligencia. Lo que no podemos saber es si emplearon estas sustancias a propósito, una vez conoci-dos sus efectos psicodélicos o calmantes.Cuando nuestros antepasados llegaron a la convicción de que no estaban solos en el universo, los venenos empezaron a es-tar presentes en todas las culturas. Las

sacerdotisas se erigieron en mediadoras entre el más allá y el mundo terrenal gracias a su poder visionario (producido por determinadas plantas). La presencia de sustancias venenosas también se ha detectado en los entierros ceremoniales, según se ha podido observar en yaci-mientos de todo el mundo. Por ejemplo, en una cueva de las montañas del Kur-distán iraquí se encontró la tumba del conocido como Shanidar I, un neander-tal que había sido enterrado con flores y plantas como la efedra. El estudio de sus huesos, de hace 60.000 años, desveló que era discapacitado. Se cree que, debi-do a sus graves problemas de movilidad, tal vez se le practicó la eutanasia me-diante un brebaje con esta planta.

Veneno para vivirAunque los neandertales ya ponían ve-neno en sus flechas para cazar –y para eliminar a sus enemigos humanos–, el conocimiento de la ponzoña tuvo su momento estelar en el antiguo Egipto. Los médicos –por no decir curanderos y brujos– trataban las dolencias con plan-tas y fármacos de origen animal, acom-pañados de oraciones e invocación a los dioses. De esta época data el primer tra-tado clínico, el Papiro de Edwin Smith. En él, el médico, astrólogo y arquitecto Imhotep aconseja el uso de anestésicos como la adormidera. La mandrágora, el beleño y la hiedra fueron otras plan-tas de uso frecuente, y pronto se supo que su efecto terapéutico o mortal de-pendía de la dosis suministrada.Bien lo sabían los sacerdotes que parti-cipaban en el proceso de momificación.

Su labor consistía en preparar los amu-letos, que no solo acompañarían al di-funto en el más allá, sino que también le protegerían de los ladrones del más acá. Los saqueadores de tumbas estaban a la orden del día, así que los sacerdotes tu-vieron que inventar todo tipo de tram-pas para ahuyentarlos. Distribuían ve-nenos y narcóticos en los alimentos y bebidas, o en las armas del ajuar funera-rio. Untaban paredes y pasillos con sus-

tancias tóxicas. Incluso encendían an-torchas empapadas de cianuro para envenenar el aire justo antes de cerrar el recinto. De esta manera, si alguien lo volvía a abrir, moría en el acto.La tradición de las ponzoñas con fines espirituales se mantuvo hasta que Hi-pócrates, el insigne médico de la anti-gua Grecia, sentó las bases de la medi-cina moderna. Según se puede leer en su Corpus Hippocraticum, las drogas no eran elementos sobrenaturales, si-no productos que “actúan enfriando, calentando, secando, humedeciendo, contrayendo, relajando o haciendo dormir”. Y concluye añadiendo que “lo esencial es la proporción entre la dosis activa y la dosis letal, pues solo la can-tidad distingue el remedio del vene-no”. De hecho, los griegos conocían el poder de la potasa, el salitre, el mercu-rio, el sulfuro de arsénico y la famosa cicuta, que acabó con la vida del filó-sofo Sócrates en el año 399 a. C.

Veneno para asesinarPero si el conocimiento de las sustan-cias tóxicas fuera un concurso, sin duda los ganadores serían los romanos. Mili-tares, políticos, emperadores, ciudada-nos libres, esclavos, comerciantes... In-cluso los amantes despechados quitaban de en medio a sus parejas a golpe de ve-neno. Algunas mujeres, en vez de divor-ciarse, suministraban a sus maridos un vaso de leche con polvo de arsénico. El divorcio era legal, pero ellas no recibían nada en la separación, por lo que la viu-dedad resultaba más atractiva. Otras iban más allá y los mataban con un re-

sanar o morir. El veneno se ha utilizado desde los albores de la humanidad, tanto con fines terapéuticos como para aniquilar a toda suerte de enemigos.

veneno en la pielanabel herrera, PEriodista

Viktor yuShchenko durante una intervención en el Parlamento ucraniano, 31 de marzo de 2009.

los aUsTralopiTeCos probableMenTe fUeron los priMeros en inGerir veneno por aCCidenTe

farmacéutico italiano peSa productoS en su establecimiento. detalle de un fresco, s. xv.

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ciEncia

h i s t o r i a y v i d a   83

venenos

ENSAYOPALAO PONS, Pedro. Los misterios de los venenos. Barcelona: Ed. De Vecchi, 2008.VALLEDOR DE LOZOYA, Arturo. Envenena-mientos por animales. Madrid: Ed. Díaz de Santos, 1994.

para Saber máS

torcido juego erótico, consistente en untarles el pene con un lubricante he-cho a base de aceite y estramonio, con la excusa de potenciar el placer sexual. El resultado era aturdimiento, alucina-ciones y, finalmente, la muerte. De él y, a veces, de ella, si es que no se había to-mado un antídoto y era penetrada antes de que el veneno hiciera efecto.En Roma eran tan altas las probabilida-des de ser envenenado, que entre las cla-ses acomodadas se puso de moda acudir a los banquetes con un catador, el prae-gustator. Él era el encargado de probar todo lo que ofreciera el anfitrión a su amo. Al principio estos catadores eran esclavos, pero con la sofisticación de las ponzoñas, el oficio se convirtió en todo

un arte, al que solo unos pocos podían acceder. Eran mimados hasta el extremo. De su formación se encargaban médicos o botánicos, que les ponían en contacto con los tóxicos a ciegas para que apren-dieran a distinguirlos por su olor.

Veneno divinoTras la caída del Imperio romano, la Edad Media supuso un retroceso en las artes médicas. El papel de la religión cobraba fuerza, al tiempo que resurgían las su-persticiones. Los sacerdotes paganos uti-lizaban drogas para alterar la conciencia y comunicarse con los dioses o la natura-leza. La Iglesia católica no podía permitir la competencia de credos, por lo que in-tentó exterminar a estas figuras acusán-

dolas de magos y brujas, es decir, de he-rejes (lo que se penaba a menudo con la muerte). Ya en la Edad Moderna, la pro-pia Iglesia engendró una saga de papas que utilizaron el veneno como herra-mienta habitual para llegar al poder.A lo largo de todos estos siglos, determi-nar si una muerte había sido natural o por envenenamiento resultaba extrema-damente difícil. El doctor Mateo José Buenaventura Orfila, menorquín de na-cimiento pero parisino de adopción, fue el autor del primer estudio toxicológico moderno, en 1815. Sus investigaciones no solo se centraron en esclarecer si un individuo había muerto a causa del vene-no: también fue capaz de determinar el envenenamiento en personas vivas, y ha-

lló algunos antídotos. Él fue quien esta-bleció la diferencia entre intoxicación y envenenamiento o, lo que es lo mismo, entre la ingestión accidental y la admi-nistración con intención criminal.

Veneno sofisticadoCon la revolución del estudio forense, el número de víctimas descendió, pero no se erradicó. El desarrollo de la far-macología en el siglo xix permitió la síntesis de sustancias en el laboratorio, como la morfina, la codeína, la man-drágora, la cafeína o la cocaína. Por pri-mera vez, los médicos eran capaces de calcular la dosis exacta a la hora de re-cetar un analgésico o un calmante, sin peligro de excederse. Aunque estas in-

vestigaciones no siempre fueron bienin-tencionadas. En el siglo xx, tóxicos de laboratorio como el gas mostaza y el fosgeno se introdujeron en el campo de batalla. Para hacernos una idea de la magnitud de la tragedia, se calcula que 90.000 personas murieron y otro millón quedaron con secuelas por su utilización durante la Primera Guerra Mundial. En la Segunda, los nazis experimentaron con gases para alterar el sistema nervio-so de sus enemigos y sus prisioneros. A partir de los resultados de estos estudios, fabricaron numerosos artilugios dignos de una película de James Bond. Por ejem-plo, había bolígrafos que, al ser presio-nados para escribir, inyectaban veneno a través de unas minúsculas agujas.

Todavía hoy, el veneno ocupa de vez en cuando las portadas de los diarios de to-do el mundo, con casos como el del polí-tico ucraniano Viktor Yushchenko. Más recientemente, en noviembre de 2006, el ex espía del KGB Aleksandr Litvinenko moría envenenado con polonio-210, un elemento altamente radiactivo.

El vEnEno ha ocuPado un lugar PrEEminEntE En la historia En numErosas ocasionEs.

veneno, la solución fácil EL iNfANticiDiO DE LOS GOEbbELSCuando en abril de 1945 los soviéticos entraron en Berlín, Hitler y Eva Braun, reclui-dos en un búnker, decidieron suicidarse. Él se pegó un tiro y ella ingirió unas cápsulas de cianuro. El ministro de Propaganda Joseph Goebbels, fiel a su promesa de mo-rir con el Führer, acabó con la vida de sus seis hijos pequeños ayudado por su esposa Magda, que les dio chocolatinas envenenadas con cianuro tras arroparlos y desearles buenas noches. A continuación el matrimonio salió del búnker y se suicidó.

EL GRAN cORSO Y Su cóctEL mORtALMurió en 1821, en la isla de Santa Elena. Es-taba amarillo, había perdido mucho peso, tenía cáncer en el estómago, hepatitis, fo-tofobia, desvanecimientos... ¿Pero qué ma-tó a Napoleón? Es un misterio. Una teoría extendida culpa al conde de Montholon,

cicutA PARAALEjANDRO mAGNOEl rey de Macedonia murió de malaria, encefalitis vírica, fiebre tifoidea y enve-nenamiento. Eso, claro, si nos creemos todas las teorías. Si atendemos a las que defienden la intoxicación, algunos historiadores creen que ingirió cicuta accidentalmente, al beber agua de un pantano putrefacto de Babilonia (la planta crece en aguas pantanosas). Otros, en cambio, creen que su cocine-ro o su esposa le asesinaron con una copa de vino que contenía estricnina.

que le habría administrado arsénico paula-tinamente con la bebida. Esto, junto con el calomel y el ácido prúsico que Bonaparte tomaba como laxantes, habría dado como resultado un cóctel mortal. ¿Muerte por laxante? Tal vez. Lo que sí sabemos es que el conde heredó un millón y medio de fran-cos en agradecimiento por sus cuidados.

cLEOPAtRA Y LA ViAGRA... VERDE¿Suicidio? ¿Asesinato? La muerte de Cleopatra está envuelta en un halo de miste-rio. Lo seguro es que la reina del Nilo coqueteó con sustancias tóxicas. Al parecer, para que sus amantes no desfallecieran en el acto sexual, les suministraba cantari-dina, que podríamos considerar como una primitiva Viagra. Se trata de un com-puesto químico tóxico que se obtiene desecando y pulverizando la cantárida, un insecto verde metalizado parecido al escarabajo. En dosis elevadas es mortal.