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Comunidades de práctica: una

estrategia para la creación de

conocimientos

Ramona Imelda García López Guadalupe Eugenia Ramírez Martínez Joel Angulo Armenta José Fernando Lozoya Villegas Instituto Tecnológico de Sonora. Ciudad Obregón, México

El hombre es un ser social que interactúa constantemente con otros individuos para aprender. En el ámbito educativo también se requiere de interactuar para mejorar y fortalecer el aprendizaje; por ello, se forman comunidades de aprendizaje para crear conocimientos que contribuyan a la formación y crecimiento personal y grupal y hasta organizacional. Por ello, es importante reflexionar sobre las comunidades de aprendizaje, también llamadas comunidades de práctica o conocimiento e identificar el papel que juegan en la creación de conocimientos; pero, ¿Qué son las comunidades de práctica? ¿Cuáles son sus características? ¿Qué función desempeñan en la adquisición de aprendizajes y creación de conocimientos? ¿Cómo formar una comunidad de práctica? Éstas y otras preguntas se estarán respondiendo a lo largo de este trabajo.

Introducción

esde sus orígenes el hombre ha buscado la manera de unirse a otros para lograr su subsistencia; se dio cuenta que solo no podría enfrentar los

peligros que le acechaban, ni sobrevivir en las adversidades; por ello, fue organizándose en grupos para facilitarse muchas de las tareas que tenía que desarrollar; tenían una estructura de roles y cada quien se hacía cargo de ciertas actividades. De esta manera, lograban entre todos los objetivos que se planteaban: cazar, pescar, sembrar, por mencionar algunas. Así fueron formándose las primeras comunidades. Bajo la perspectiva descrita con anterioridad, puede decirse que una comunidad es un conjunto de personas unidas por un fin común, que buscan el apoyo mutuo, el autovalorarse como personas y hasta cierto punto también se da la competencia entre ellos por ocupar un lugar en dicha comunidad y a su vez competir con otras comunidades. Sin embargo, lo importante es la colaboración o cooperación que se da entre los miembros para llevar a la comunidad a un plano superior. Sobre lo anterior, Belohlavek (2004) menciona algunos atributos de la cooperación: a) para cooperar se necesita compartir y para compartir se necesita valorar el lugar compartido; hay

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cooperación cuando las partes se complementan; b) cuando se coopera hay conflictos, pero éstos deben llevar a la evolución para igualar las oportunidades de todos en su participación en la comunidad; c) se requiere de un vínculo entre las partes, una valoración afectiva del otro al entender sus necesidades; ese vínculo debe llevar a que uno da y el otro recibe sin medir el esfuerzo del que da; y d) la base de la cooperación es la confiabilidad para lograr una integración en donde todos reciben lo que esperan y todos dan lo que esperan de ellos. Como puede observarse, el factor de compartir determina en mucho el bienestar y progreso de la comunidad; pero ¿qué implica esta actividad? ¿Hasta dónde son sus alcances? Compartir es participar con otra persona en alguna acción; es un acto natural del ser humano; implica respetar al otro como par o “impar”; es un acto de madurez; se comparte para hacer o disfrutar algo, tanto entre complementarios (uno tiene lo que el otro necesita y viceversa), idénticos (personas que poseen atributos e intereses similares) y suplementarios, es decir, tienen las mismas características pero proyectos en común diferentes (Unicist Research Institute, 2004). De esta forma, desde sus orígenes el hombre es un ser social en todos los ámbitos en los que se desarrolla en donde interactúa constantemente con otros individuos como tales o como organizaciones, y en dicha interacción siempre está aprendiendo, tanto de manera consciente como inconscientemente. Así, en el ámbito educativo también se habla de formar comunidades para mejorar y fortalecer el aprendizaje pero donde también se orientan todas las acciones a crear o generar nuevos conocimientos que contribuyan a la formación y crecimiento personal y grupal y hasta organizacional. Por ello, es importante reflexionar sobre las comunidades de aprendizaje, también llamadas comunidades de práctica e identificar el papel que juegan en la creación de conocimientos que pueden ser aplicados no sólo a nivel educativo sino en cualquier circunstancia o situación donde el hombre se desempeñe.

Desarrollo Actualmente se está dando un paso importante en el desarrollo de la sociedad, de estar centrada en la información se ha pasado al conocimiento; por ello se le ha llamado Sociedad del Conocimiento y que a su vez es una sociedad de aprendizaje. Varios fenómenos caracterizan esta situación: cada vez son más las personas que pueden acceder a las instituciones educativas en sus distintos niveles y formarse en todos los ámbitos; han surgido nuevas ocupaciones que requieren conocimientos especializados y los miembros de la sociedad en su totalidad son conscientes que el aprendizaje se da a lo largo de toda la vida y buscan los medios pertinentes y adecuados para desarrollar cada vez más esos

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aprendizajes. Este modelo de sociedad ha roto la distinción del ciclo vital donde había un tiempo para educarse y aprender, y un tiempo posterior para aplicar lo aprendido al mundo laboral. Hoy se aprende a lo largo de toda la vida y en todo momento. Gracias al conocimiento, las personas, las organizaciones y las instituciones se adaptan a los cambios que se les presentan en su diario quehacer; el conocimiento lleva a una formación constante y permanente a lo largo de toda la vida. Algunos hechos importantes muestran la importancia que dentro de las instituciones y en sus miembros en particular, juega la formación. Por ejemplo, la incorporación de la perspectiva de la gestión de competencias en el ámbito de los recursos humanos, así como el desarrollo de procesos para crear nuevo conocimiento o adaptar el existente a los requerimientos de dicha formación. Desde esta perspectiva al hablar de conocimiento es necesario entender la clasificación que de él se hace; al respecto Teece (2001) propone las siguientes taxonomías: codificado y tácito; observable y no observable en su utilización; positivo o negativo; autónomo o sistemático. Por su parte, la OECD (1996) propone la siguiente clasificación del conocimiento: a) Know-what que se refiere al conocimiento acerca de los “hechos”.b) Know-why que se refiere al conocimiento científico de los principios y leyes de la naturaleza. c) Know-how que se refiere a las habilidades o a la capacidad para hacer algo. Es una forma típica de conocimiento desarrollado y mantenido dentro de los límites de una empresa individual. Una de las razones más importantes para la formación de redes industriales es la necesidad que tienen las empresas de compartir y combinar elementos de know-how. d) Know-who que se refiere a la información acerca de quién sabe qué y quién sabe cómo hacer qué. Involucra la formación de relaciones sociales especiales que permiten el acceso a expertos y el uso de sus conocimientos de manera eficiente. Como puede observarse, el know-what y el know-why pueden obtenerse por medio de libros, reportes y bases de datos, las otras dos formas de conocimiento se generan a través de la experiencia práctica. El know-how se aprende en situaciones donde uno aprende de otro con mayor experiencia y conocimiento y el know-who se aprende como producto de una práctica social y en ocasiones en ambientes educativos especializados. El know-who es conocimiento socialmente incorporado que no puede transferirse con facilidad por medio de canales formales de comunicación. (Medellín, 2003) De esta forma, podría decirse que estos dos últimos conocimientos son los que se desarrollan dentro de una comunidad de práctica, producto de la interacción de todos sus miembros al compartir sus experiencias e interés sobre una temática en particular.

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Por otra parte, hay dos aspectos centrales en la creación del conocimiento que tienen que ver con el cómo maximizar la habilidad de la gente para crear nuevo conocimiento y cómo construir un ambiente que facilite compartir el conocimiento generado (Sveiby, 2001). Referente a lo anterior, Nonaka y Takeuchi (1995) en su propuesta sobre la organización creadora de conocimiento dividen la creación de conocimiento en dos dimensiones: la ontológica en donde señalan que “el conocimiento es creado sólo por los individuos. Una compañía no puede crear conocimiento sin individuos”. En la dimensión epistemológica establecen las diferencias entre conocimiento tácito y explícito. El tácito es personal y de contexto específico, difícil de formalizar y de comunicar. El explícito o codificado es aquel que puede transmitirse utilizando el lenguaje formal y sistemático. De acuerdo con estos autores, el conocimiento humano se crea y desarrolla a través de la interacción social del conocimiento tácito y conocimiento explícito. A esta interacción la denominan conversión de conocimiento; para dichos autores existen cuatro formas de conversión del conocimiento: 1. Socialización, que es la conversión de conocimiento tácito en conocimiento tácito. Es un proceso que consiste en compartir experiencias. La clave para obtener conocimiento tácito es la experiencia. 2. Exteriorización, donde el conocimiento tácito se vuelve explícito. Se observa en el proceso de creación de conceptos y se genera por el diálogo o la reflexión colectiva. 3. Combinación, que es la conversión de conocimiento explícito en conocimiento explícito. Los individuos intercambian conocimientos a través de diversos medios, tales como documentos, reuniones de trabajo, conversaciones telefónicas o redes de comunicación. 4. Interiorización, que implica la conversión de conocimiento explícito en tácito. Es un proceso que está muy relacionado con el “aprender haciendo”. Por otra parte, así como el proceso de creación y conversión del conocimiento, también el enfoque de las competencias se convierte en el centro de interés de la formación, ya que amplía el horizonte de los contenidos formativos y señala cuáles deben ser las prioridades del aprendizaje. Para Maragall (2002) una de las aportaciones importantes de la perspectiva de las competencias es centrar el interés de los procesos formativos en el aprendizaje de aquellos contenidos que son necesarios para adquirir los comportamientos asociados a las competencias nuevas. La UNESCO (s.f.), citada en Argudín (2005) define competencia como “El conjunto de comportamientos socio afectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas,

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sensoriales y motoras que permiten llevar a cado adecuadamente una función”. Por su parte, Bigelow y Marelli (s.f.) citados en Argudín (2005), explican que competencia es una capacidad de desarrollar habilidades medibles; es decir, producir resultados utilizando conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes. En la educación basada en competencias, el estudiante que aprende se identifica con los productos académicos que genera a través de la aplicación de sus conocimientos y habilidades, ya que reconoce el proceso que realiza y las metodologías utilizadas. Argudín (2005), explica que cuando el estudiante termina cada etapa del proceso de aprendizaje, se debe observar y evaluar cada competencia que ha construido, y deben medirse en resultados. Después se evalúan las competencias logradas en función de lo que el estudiante construye o desempeña. El aprendizaje de las competencias ha estimulado también una renovación amplia de las teorías psico-pedagógicas de los aprendizajes. Por otra parte, se considera que todo proceso de aprendizaje es una integración de un conjunto de informaciones y de experiencias, y que con ellos se vuelven a interpretar los conocimientos preexistentes y, a su vez, se construyen nuevos. Las nuevas concepciones o fundamentos del aprendizaje obligan a reconceptualizar el rol que desempeñan los actores de los procesos formativos. Los estudiantes son agentes activos del proceso de aprendizaje y el maestro (también llamado facilitador, formador, mediador), en lugar de ser quien aporta sólo información sobre contenidos, es quien ayuda a las personas a construir su propio proceso de aprendizaje. Las modernas teorías psico-pedagógicas sobre el aprendizaje insisten en que éste es un hecho social. Las personas aprenden a través de las interacciones que establecen con otras personas que también están aprendiendo. Se aprende a partir de ir construyendo estructuras cognitivas y éstas se crean a partir de la interacción del aprendiz con su entorno, especialmente con su medio inmediato y con los procesos de aprendizaje. Todos los procesos de aprendizaje se dan dentro de un marco social. Las personas aprenden en ese marco, en donde influye la cultura y la interacción social, estos procesos orientan la reflexión sobre su propia actuación lo que a su vez inciden en la interiorización de lo aprendido. Las personas aprenden realmente cuando comparten sus experiencias de trabajo con otras personas que se encuentran en situaciones similares. De esta manera el aprendizaje es primero, un proceso interpersonal que luego se transforma en intrapersonal. (Maragall, 2002) Gracias a los nuevos marcos conceptuales psico-pedagógicos se entiende mejor cómo aprenden las personas adultas, cómo aprenden las personas ocupadas y cómo las organizaciones pueden aprovechar estos aprendizajes. Se aprende dentro y fuera de las organizaciones; así como durante y al margen de

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los espacios formales habilitados para el aprendizaje. Por ello, cada vez surgen nuevas formas o estrategias de cómo optimizar, mejorar y fortalecer los aprendizajes logrados por los individuos de tal manera que se amplíe el espectro de beneficios y beneficiados por los conocimientos generados en los procesos de aprendizaje. Precisamente, una de las estrategias que contribuye tanto a la creación de conocimientos como al desarrollo de nuevos aprendizajes son las comunidades de práctica, también llamadas comunidades de aprendizaje o comunidades de conocimiento. El concepto de comunidades de práctica ha sido propuesto por Etienne Wenger (2001) para referirse a grupos delimitados de personas que comparten algún tipo de práctica, entre las que existen relaciones, en gran medida informales, de reconocimiento, compromiso, reciprocidad y continuidad a la hora de compartir información (surgida, básicamente, a partir de experiencias) en procesos de construcción de conocimiento significativo y, con él, de identidad colectiva (Lozano, s.f.) Es decir, las comunidades de práctica son un grupo de personas que se han reunido con el fin de desarrollar un conocimiento especializado, compartiendo aprendizajes basados en la reflexión mutua sobre experiencias prácticas; son un espacio donde las personas comparten información, ideas, experiencias y herramientas sobre un área de interés común, en donde el grupo aporta valor. Se basan en la confianza y desarrollan una manera de hacer las cosas que es común, junto con un propósito o misión que también es común. Por su parte, Lazo (2005) señala que una comunidad de práctica “es la creación de espacios de comunicación entre miembros de una empresa para lograr que puedan compartir la visión, las historias y las técnicas relacionadas con sus necesidades específicas en el puesto de trabajo en la cual todos deben aprender de todos. Es la construcción de una red social”. Desde este punto de vista, lo más relevante es el cambio de paradigma que se produce al concentrarse el conocimiento en un grupo y no en una persona permitiendo eliminar los egos que producen un bloqueo en el aprendizaje, en consecuencia aquellos que se sentían indispensables por tener apoderada la información y el conocimiento serán reconocidos por su participación y liderazgo. Esta nueva tendencia es interesante y ayuda de sobremanera a acelerar la velocidad de aprendizaje; sin embargo, dado que no todo podrá ser documentado, entonces es el grupo quien se posiciona como el especialista en un dominio particular. Por otra parte, Lozano (s.f.) señala que “las comunidades de práctica parten de un principio regulador, el aprendizaje dialógico. Esta concepción comunicativa defiende que el aprendizaje depende principalmente de las interacciones entre personas, de la construcción conjunta de significados. Un

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modo de desarrollar el diálogo reflexivo es a través de grupos interactivos. En estos grupos se estimula el cambio de roles, unas veces se enseña y otras se aprende del otro, la cooperación y la colaboración. Esta consideración del papel del alumno se aleja de los enfoques constructivistas de corte más cognitivo, básicamente centrados en los procesos del alumno, y se centra en otros de índole más social. La atención se centra ahora en la dinámica interactiva de co-construcción del conocimiento entre profesor y alumno”. Una comunidad de práctica vuelve explícita la transferencia informal de conocimiento dentro de redes y grupos sociales ofreciendo una estructura formal que permite adquirir más conocimiento a través de las experiencias compartidas dentro del grupo. De igual forma, la propia identidad del grupo se consolida al reforzar el aprendizaje como un proceso de participación y liderazgo compartido. Dicha transferencia de conocimiento puede ser virtual o presencial, pero independientemente del medio, siempre debe ser un proceso continuo y cooperativo en donde se establezcan estrategias de participación, liderazgo, identidad, captura y aprovechamiento del conocimiento. Según Wenger (1998) citado en Sanz (2005) hay tres dimensiones en las que se asienta una comunidad de práctica: a) el compromiso mutuo que consiste en el hecho de que cada miembro comparta su conocimiento y acepte el de los otros es lo que otorga valor a la misma comunidad; b) la empresa conjunta, aun cuando los intereses sean diferentes hay un proceso de negociación y llegar a compartirlos y conjuntar esfuerzos por lograrlos y el repertorio compartido al ir adoptando rutinas, palabras, herramientas, maneras de hacer, símbolos o conceptos e incorporarlas a las prácticas. Belly (2004) expresa que las comunidades de práctica son una fuente básica para la creación de conocimiento. Consisten en un grupo de personas que se unen para compartir experiencias positivas o negativas, procedimientos acertados o fallidos pues su función primordial es compartir prácticas a partir de las cuales sea posible crear o generar conocimientos para que el grupo pueda avanzar y obtener mayores y mejores éxitos; como todo proceso, se requiere una dirección que facilite los encuentros. Precisamente como parte de esa dirección es necesario desarrollar ciertas acciones que ayuden a la constitución efectiva de dichas comunidades de tal forma que se establezcan las condiciones adecuadas para el éxito de las sesiones de trabajo cuando éstas se desarrollan de manera presencial. Belly (2004) señala los siguientes aspectos para establecer comunidades de práctica exitosas: a) hay que desestructurarlas, es decir, dar una consigna al grupo para direccionar el encuentro, a partir de ésta dejar que los integrantes determinen el rumbo a seguir para lograrla; b) espacios circulares pues es más provechoso tener una disposición del espacio en círculo de tal forma que todos los miembros del grupo puedan mirarse de frente y que no haya posiciones

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jerárquicas; c) usar cronistas que es una persona ajena a la comunidad, cuya función es tomar nota de lo que se habla en forma objetiva para tener un registro fidedigno y objetivo de lo expresado por todos los integrantes de tal forma que esto pueda ser editado y distribuido entre todos los miembros del grupo y a otras comunidades relacionadas en forma de conocimiento estructurado; y d) crear y distribuir conocimiento, de las crónicas hechas separar el conocimiento útil y válido y distribuirlo al resto de los integrantes por el medio que se considere adecuado o compartirlo y comentarlo con la comunidad en las reuniones; con esto es posible incrementar la confianza de cada uno de los integrantes por compartir sus experiencias y ver como éstas pueden ser útiles para otras personas. A su vez, Medellín (2003) señala que las comunidades de práctica son “grupos de personas que comparten prácticas, intereses o disciplinas particulares y que comparten información y conocimiento tácito. Por lo general carecen de estructura formal, no están estandarizadas, son difíciles de localizar y definir, tienen una membresía exclusiva definida por la comunidad, y son impulsores de cambios en los ecosistemas organizacionales”. De igual forma, Lesser y Prusak (1999) citados en Medellín (2003), han planteado que “las comunidades de práctica son valiosas para las organizaciones debido a que contribuyen al desarrollo del capital social, el cual a su vez es una condición necesaria para la creación, distribución y uso del conocimiento”. Como puede observarse, las comunidades de práctica son una estrategia importante y necesaria para la creación de conocimiento y el desarrollo de ciertas habilidades en sus integrantes de tal forma que contribuyan a su propio crecimiento personal, profesional y social. El proceso de conversión de conocimiento se desarrolla en las comunidades de práctica para llegar a una verdadera creación de conocimientos o aprendizajes significativos, útiles y valiosos, tanto para la misma comunidad como para cada uno de sus miembros. De esta forma, para llevar a cabo las actividades generadoras de conocimiento dentro de una comunidad de práctica es necesaria la presencia de un coordinador o moderador que oriente el intercambio de experiencias y el enriquecimiento de todos los miembros. Algunas de las principales funciones del coordinador, según Wenger (2002) citado en Sanz (2005) son: identificar temas importantes que deben tratarse en la comunidad; planificar y facilitar las actividades de la comunidad; conectar informalmente a los miembros, superando los límites entre las unidades organizacionales, y gestionar los activos del conocimiento; potenciar el desarrollo de los miembros; gestionar la frontera entre la comunidad y la organización formal, como por ejemplo los equipos y otras unidades organizacionales; ayudar a construir la práctica,

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incluyendo el conocimiento base, la experiencia adquirida, las mejores prácticas, las herramientas y los métodos, y las actividades de aprendizaje; y valorar la salud de la comunidad y evaluar las contribuciones de los miembros a la organización. Por otra parte, aun cuando el beneficio que se obtiene de las reuniones presenciales de las comunidades de práctica es amplio en el sentido de lo enriquecedor que resulta el discutir distintos puntos de vista sobre un tema determinado, se ha hecho necesario llevar a cabo reuniones “virtuales” ya que en ocasiones no es posible que los miembros de la comunidad coincidan en un mismo lugar. Por ello, dado el avance tecnológico y científico en todos los ámbitos, cada vez son más las instituciones que incorporan en su quehacer algún tipo de tecnología de la comunicación e información con el fin de agilizar y sistematizar sus procesos. En ese sentido, en el ámbito educativo también se hace uso de dichas tecnologías para extender los beneficios educativos y llegar a mayor cantidad de gente posible en sus procesos de formación. En el caso de las comunidades de práctica, también las tendencias orientan hacia el desarrollo de las mismas de manera virtual, pero sin descartar o desmerecer el trabajo que se desarrolle de forma presencial. Ambas formas contribuyen a la generación de conocimientos. Medellín (2003) considera que las comunidades virtuales existen gracias al Internet, las intranets y otras herramientas electrónicas y de telecomunicaciones. Un elemento importante es la provisión de conocimiento a la comunidad sobre su utilización efectiva, así como la obtención de información sobre sus prioridades, necesidades y conductas. Hablando de un ambiente virtual las comunidades de práctica permiten: interactuar constructivamente, intercambiar conocimientos y experiencias, trabajar en equipo desde cualquier lugar a través de herramientas de Internet, aprender a su propio ritmo, ahorrar espacio y tiempo, cuantificar los resultados del aprendizaje, adquirir conocimientos y habilidades en forma rápida y eficaz, acceder rápidamente al conocimiento necesario, ser efectivos y competitivos, resolver problemas conjuntamente, tomar decisiones, ser creativos, flexibles y adaptables, aprender en el hacer, y estar informados, entre otras cosas (Avanza, 2004). Como puede observarse, en las comunidades virtuales las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) pueden contribuir de manera positiva a la implantación y el desarrollo de las mismas. Lo anterior es congruente con lo señalado por Lesser y Stork (2001) citados en Sanz (2005) quienes mencionan las ventajas que las TIC aportan a la práctica de estas comunidades:

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1. Visibilidad del experto de cara a la comunidad. Probablemente por las veces que interviene o por los comentarios que hacen el resto de los miembros sobre él. 2. Mantener la memoria. El espacio de trabajo virtual común permite almacenar, organizar y descargar presentaciones, herramientas y otros materiales. Además, el sistema de repositorio y los meta datos permiten la identificación del autor del documento y facilitan su análisis. 3. Visibilidad de la comunidad. Permite entender el contexto a los nuevos incorporados y en qué consiste la actividad de la comunidad. 4. Relatos estructurados para preservar la memoria de la comunidad. Son relatos orales y entrevistas recogidas a través de tecnologías multimedia como audio ó video. Conclusiones Por todo lo anterior, puede decirse que una comunidad de práctica es un grupo de personas que comparten intereses comunes sobre una temática en particular, lo que los lleva a desarrollar acciones tendientes a la generación o creación de conocimientos que los ayuden a dar solución a la problemática analizada; son grupos informales y flexibles en su constitución; por ello, no debe confundirse con otros grupos de trabajo, que son formales, trabajan juntos por designación de un superior para desarrollar un proyecto concreto y están sujetos a la duración de ese proyecto. En ese sentido, el aprendizaje implica participación en comunidad y que la adquisición de conocimientos se considera un proceso de carácter social. Se pone de relieve la concepción del aprendizaje como un hecho colectivo frente a la idea clásica que lo limita a un proceso individual. Por ello, uno de los caminos a través de los cuales circula el conocimiento es el camino de la práctica compartida Finalmente, si las comunidades de práctica pueden ser presenciales o virtuales, las TIC les proporcionan ciertas ventajas a su funcionamiento. Por un lado, facilitan una comunicación fluida y también les permiten ser más visibles para el resto de la organización, las tecnologías de la información permiten que dichas comunidades superen las barreras de las estructuras formales de las organizaciones, las barreras geográficas y las temporales. Las otorga cierta flexibilidad y accesibilidad y les permite a los nuevos integrantes entender su contexto rápidamente.

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