un profesor de español llega a marruecos con el vago

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UnprofesordeespañolllegaaMarruecosconelvagopropósitodeconcluirunanovela.SeinstalaenMimoun,unpueblodelAtlas,yallíseciernesobreél un extraño tejido de relaciones en el que los personajes se mueven,tropiezanydesaparecencomobolasdeunbillaramericano.

Francisco,Hassan,Aixa,RachidaoCharpentsonparaManuel,elnarrador-protagonista, seres enigmáticos sobre los que proyecta su propiodesconcierto. Pero es Charpent, un misterioso exiliado, quien, con suprocesoautodestructor,leofreceaManuelelcontrapuntomásexactodesupropio destino, resumido en las palabras deRilke: «Oh, Señor, concede acadacualsupropiamuerte.»

ElMarruecosdeMimounnoesunmarcoexótico,sinounespaciopalpitantey hostil donde los personajes buscan la fuerza necesaria para seguirviviendo.Escritaenunestilocontenido,mássugerentequeindicativo,esalmismo tiempo una narración tensa y pasional que no oculta su pretensióncatártica. Veinte años después de su primera edición,Mimoun, la primeranovela de Rafael Chirbes, que fue tan bien acogida por la crítica y loslectores, sigue brillando en su narrativa como una joya de inquietantebelleza.

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RafaelChirbes

MimounePubr1.1orhi23.05.16

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Títulooriginal:MimounRafaelChirbes,1988Fotografíadecubierta:AnaGriñón

Editordigital:orhiCorreccióndeerratas:oleoleePubbaser1.2

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Eldía7denoviembrede1988,unjuradocompuestoporSalvadorClotas,JuanCueto, Luis Goytisolo, Esther Tusquets y el editor Jorge Herralde otorgaron porunanimidad elVI PremioHerralde deNovela aLaquincena soviética, deVicenteMolinaFoix.

ResultófinalistaRafaelChirbesconMimoun.

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ELSILENCIODELTESTIGOporCarmenMartínGaite

Amedidaque loabsurdoe irracionalproliferaen tornonuestroynos tambaleauna creciente sensación de provisionalidad,más se nos van quitando las ganas deacudir a la literaturaenbuscade solucionesni respuestas,ymásagradecemos—opor lo menos yo— esa sombra ambigua y confortable de los textos que espejannuestraspropiasperplejidades.Merefieroaesosrelatosquenodejanclaralafronteraentrelovividoylosoñado,entreelespacioyeltiempo,entrelaverdadylamentira,alosqueTodorov,ensuespléndidoensayosobrelaliteraturafantástica,haaludidocomo«textosdelaambigüedad».

«La fe absoluta, lo mismo que la incredulidad total», dice Todorov, «nosconduciría fuerade losdominiosde lo fantástico.Es la incertidumbre loque ledavida.»

Sí:loquedavidaaltextoquehaidosurgiendoyloqueatraealreticentelector.Delamismamaneraquecuandoestamosenconflictoconnosotrosmismosoconelmundo(esdecir,casisiempre)nospuedeofrecercobijounamigodesengañado,peronuncaotroquenoadmitafisuraalgunaensusconviccionesynoslaspropongacomopanacea,asítambiénhemosidodandoendesconfiardetantoexplicoteológicosobrelaconducta,yentrancesdezozobrapreferimospediralberguealosautoresquenoparecen haber cogido la pluma soñando con tener razón ni con recibir respuestaalguna.Talvezporesolareciben,pornoexigirla.

Lamejorliteraturahasidosiemprefrutodelaperplejidad,undesafíoalalógica,unrechazofrentealasaparienciasdelonecesario.Perodentrodeesteenfoque,que(especialmenteapartirdeKafka,inquilinoymaestrosublimedelaambigüedad)hatentado a muchos escritores noveles, hay —como en todas las cosas— empeñospuramenteartificiosos,vacíosymiméticos,yotrosquedesdeelprincipionosuenanahueco,sinoquereflejanunaluchaprofundaygenuinaporpartedelapersonaquelosemprendeydanfedeunabúsquedadeordendentrodelcaos,atravésdelacualseponeenjuegolapropiaidentidadamenazadadeasfixia.ÉsteeselcasodeMimoun,lanoveladeRafaelChirbesquequierocomentarbrevemente.

Conviene decir, en primer lugar, que Rafael Chirbes no se ha convertido enescritordelanochealamañana,sinoquellevamuchosañosenestabúsquedaalavezpacienteydesesperada,ensayandoeloficio,guardandoenuncajónnovelasquenolesatisfacíandeltodo,podandosuprosadeexcrecenciasinnecesariasyviviendosin prisas una etapa ascética de aprendiz exigente, hasta dar por buenas las 134páginasquehoyeditaAnagrama.

Mimoun,desdesusprimeraslíneas,consigueesetonosugerenteymisteriosoconque aciertan a iniciar su relato los buenos narradores orales y cuya llamadaenvolvente despierta nuestra atención aletargada, esos—que no son tantos—a los

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quepedimosenseguida,sihacenunapausa:«Siguecontando,porfavor.»Como nuncame ha gustado emitir una opinión como se emite un decreto-ley,

antes de ponerme a comentar esta novelame parece oportuno reproducir sus docelíneasiniciales,quefueronelanzuelopormediodelcualmeenganchóamí,conlaesperanzadequeenotrosaficionadosalaliteraturaprovoquenunecoparecido:

«CuandotomélaprecipitadadecisióndevivirenMarruecos,noimaginabaque,enunpaísquehabíarecorridoenvariasocasionesyquesiempremehabíaparecidodesértico, pudiese llover tanto. Sin embargo, aquel invierno que pasé enMimounlloviódurantesemanasenteras.Elvientoseensañabaconlasramasdelosárboles,ylasramasdelosárboles,almoverse,torturabanmiimaginación.Conseguían,consutriste sonido, trastornar mis sentimientos y arrastrarme a estados de ánimo máspropiosdeunadolescentequedelhombreque,yaporentonces,era.»

Estenarrador enprimerapersona, del que sólo sabremosque se llamaManuel,que antes de venir a Marruecos vivía en Madrid y que los cambios de climarepercutennotablementeenlaciclotimiadesushumores,navegaporlanovelapresadesusindecisiones,comoenbuscadeclavesoalaesperadealgúnacontecimientoexterior que justifique su permanencia en ese país extraño e irreal, un bosque deárboles aislados unos de otros y que le parecen guardar entre sí secretas y ocultascomunicaciones.

«Vagabundeaba por las calles tortuosas», dice en un momento determinado,«como si, a fuerza de andar, fuera a conseguir hacerme con las claves que meabriesenaquelmundoqueimaginabamágico.»

Peroestasclavesnolasencuentraenelpaisaje,enlaciudadpolvorientaycarentede estímulos, en la entrega al alcohol que va disolviendo progresivamente suvoluntad,nienlospersonajesigualmenteborrososeinvertebradosconlosquesevaencontrandoyconlosquemantienecontactosfurtivos,esporádicoseinsatisfactorios.EnMimoun no solamente es extranjero el narrador, ni siquiera los europeosque lerodeanyencuyasmentesluchaelpaísqueinventaronconaquelenqueviven,sinotambién lospropiosmarroquíes,quese temenunosaotros,queseocultanunosdeotros,poseedoresdeuncódigo indescifrable cambiante como las señalesdehumo.Todosestánperdidosygolpeansuplicantesenelespejodelprójimo,requiriendounaimagen que les devuelva la propia identidad. Pero parecen estar cegados losconductos de información,másomenos inexacta, que suministra la fusión con losdemás,ycadaunoexistecomoimposibilidaddellegaraserotroyconfundiendosupuntodevista,sualientoysucuerpoconelajeno.

Mimoun esunanoveladeacidia,deempantanamiento,quepuedeemparentarseconlalíneaseguidaporCarmenLaforetenNadaoporIgnacioAldecoaenPartedeunahistoria.Aligualqueestosautores,RafaelChirbeshadelegadoenManuelparaqueobserveycuenteloquesucedeasualrededor;nolohaideadocomoprotagonistade novela a quien van a sucederle cosas, sino que lo ha imbuido de las dotes deltestigo. Durante el tiempo que transcurre desde su llegada a Mimoun hasta que

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consigueabandonaresaciudadqueloembrujayvampiriza,Manuelsesientemásomenos implicado en historias fragmentarias y en conflictos ajenos que casi nuncasabe interpretar,de losquesedefiendemejoropeor,de losquesacamásomenosconsecuencias,entre losquesedisgregayextravía.Peroaélno lehapasadonadaimportante.Nadadenada.

Solamentealfinal,alsercapazderomperelhechizoqueloreteníaallícontrasuvoluntad,haocurridoalgoqueleconcierne:sehadesatrancadolaventanapordondeelairedelapalabra—¡alfin!—seabrecaminoparaventilarelambienteenrarecidodelcaos.Salenserpenteandolosfantasmasquemedrabanconelmohodelaestanciacerrada.YManuelhaconquistadolasoledadyharecuperadolavoz.Elresultadoesestahermosaeinquietantenovela.

Saberleer,abrilde1989

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EDITARARAFAELCHIRBESporJorgeHerralde

«MIMOUN»,VEINTEAÑOSDESPUÉS

DespuésdelaextraordinariaacogidadeCrematorio, laúltimanoveladeRafaelChirbes,pareceoportunalareedición«conhonoresdeestreno»,segúnlafórmulaquepopularizólarevistaFotogramas,desuprimeranovela,Mimoun,publicadaen1988,quegozódeunaexcelenteacogidacríticaysereeditómuypronto,perollevabauntiempoagotada.LosnuevoslectoresquetanmerecidamentehaconseguidoChirbes,tendránlaocasióndeconocerestavaliosaóperaprima.

RepasoelvoluminososobrequecontienelasreseñasquerecibióMimounelañodesupublicación.Meparecesignificativomencionarlosnombresdeloscríticosqueacogieronunaprimeranoveladeunescritordesconocidodeformamuyfavorableyamenudoentusiasta.Pororden alfabético, constan en el dossierRamónAcín, JavierAlfaya, Santos Alonso, José Ángel Bermejo, Constantino Bértolo, David Castillo,Maria Dols, Javier Goñi, Joaquín Marco, José Andrés Rojo, Francisco J. Satué,MercedesSoriano.Otroscríticos,muypocos,optaronporsuderechoadesafinar.Porejemplo, Juan Carlos Suñén, entonces colaborador habitual del muy influyentesuplementodeElPaís.

Quisiera destacar el texto que Álvaro Pombo, en su sección «Alrededores» deDiario16, dedicó al autor: «Es emocionante siempre saludar a un nuevo narrador.RafaelChirbeshalogradoenestanovela,nomuyextensa,inventarunanuevavozyunmundo empapado de subjetividad, presidido por la emocionada percepción delpaisaje, que el narrador contempla durante horasmientras el olor a tierra quemadainvade el interior de la casa…»Y naturalmente aCarmenMartínGaite, quienmehabíarecomendadoelmanuscritoynoshabíapuestoencontacto,yqueensufacetadelúcidacríticaliterariaseocupóenseguidadelanovelaenSaberleer, subrayandoqueentrelostrabajosdelosescritoresnoveleshayalgunos«quedesdeelprincipionosuenan a hueco, sino que reflejan una lucha profunda y genuina por parte de lapersonaquelosemprendeydanfedeunabúsquedadeordendentrodelcaos,atravésdelacualseponeenjuegolapropiaidentidadamenazadadeasfixia».

También cabe destacar la muy aceptable acogida internacional que tuvo unaprimeranovelacomoMimoun.Lapublicarondosdemismásviejoscompinches,dosexcelentes editores independientes: Klaus Wagenbach en Alemania y Pete Ayrton(Serpent’sTail)enelReinoUnido,asícomoMicroartenItaliayRivagesenFrancia,que luego ha ido publicando toda su obra, mientras que en Alemania fue AntjeKunstmannlaque tomóel relevodeWagenbachconunéxitoextraordinario,comocomentoenlaentrevistarealizadaparaKölnerStadt-Anzeiger.

Juliode2008

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ENTREVISTA SOBRE RAFAEL CHIRBES CON SU EDITOR JORGEHERRALDE

1.¿CómorecuerdalacolaboraciónentreAnagramayChirbes?¿Recuerdaelprimercontacto?

MiprimercontactofueatravésdeCarmenMartínGaite,granescritorayamiga,aquienlosjóvenesautoresconsiderabannuestraconsulesaenMadridylaabrumabanconsusmanuscritosinéditos.Carmeneratangenerosaconsutiempocomoexigentecon la calidad de los textos. En muchos años sólo salvaron su severa criba dosprimeras novelas:La escala de losmapas de BelénGopegui yMimoun de RafaelChirbes, loquedemuestra suvisiónprofética.En1988 recibíMimoun, que leí conentusiasmo: era una visión de Marruecos exenta de la bisutería y color localhabituales y también una visión oblicua y crítica de la transición, alejada de todaquincallatriunfalista,yunretrato«ennegativo»desugeneración.

2.¿Cómocreequeessureputaciónenelextranjero?¿Porquécreequetienetantoéxitoenelextranjero,p.e.Alemania?

AlemaniaeselpaísenelqueChirbesgozademayorreputación.Reich-RanickiloseleccionóendosocasionesparaDasLiterarischeQuartettylocolmódeelogiosy así también la crítica alemana. Recuerdo una que afirmaba que ningún escritoralemánsehabíaacercadoalahistoriadesupaísconunamiradatancerteracomoladeChirbesrespectoaEspaña.LaeditoraAntjeKunstmannhapublicadotodasuobracon gran éxito, con ventas de centenares demiles de ejemplares en varios títulos.También en Francia la editorialRivages publica puntualmente todas sus obras conexcelenteacogidacrítica.Entotaltieneobrastraducidasadoceidiomas.

3.¿YenEspaña?¿Creequeelpúblicoserigeporlasmismasimpresionesyreglasqueenelextranjero?

EnEspañalarecepcióndelosmejorescríticoshasidoinmejorable,increscendotítuloatítulo.Yconrespectoasuúltimanovela,Crematorio,laopiniónunánimeesque es su mejor libro y una de las novelas mayores de la literatura española enmuchosaños.CitolareseñadeJ.ErnestoAyala-DipenElPaís(27-10-07):«AhoraChirbes nos entregaCrematorio, una novela en la estela deLa largamarcha y LacaídadeMadrid.En laestelaépicae intrahistóricaquecaracterizaaaquéllas,peroque en cuerpo introspectivo y solidez reflexiva incluso las supera.» Y otro críticoexigente, Santos Alonso, afirmó en su reseña de su novela anterior, Los viejosamigos:«EsavisióncríticatotaldelaEspañadenuestrotiempo,quecomenzóconEnlaluchafinal,siguióconLabuenaletrayLosdisparosdelcazador,yculminóconLalargamarchayLacaídadeMadrid,secierrademomentoconLosviejosamigos,una novela dura que puede verse, ante todo, como la crónica devastadora de la

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desolación,delasruinasylosdespojosdelautopíaylarevolución.»

4. ¿Qué importancia tiene el autor para la editorial? ¿En qué consiste para laeditorialloespecialolacalidaddelautorChirbes?

ChirbestieneparaAnagramaunvalor importantísimo,publicarloesunodemismayoresorgulloscomoeditoryesunagransatisfacciónhaberlepodidoacompañarlibro tras libro, y ya son diez, desdeMimoun en 1988 hastaCrematorio en 2007.Chirbestienelamismaautoexigenciaensusnovelasbreves—Mimoun,Enlaluchafinal,Labuenaletra,Losdisparosdelcazador—queenlasnovelasdegrantonelaje.—Lalargamarcha,LacaídadeMadrid,Losviejosamigos,Crematorio—ytambiénensusensayosliterariosrecogidosenElnovelistaperplejoyensusreportajesdeElviajerosedentario.

HaceunosañosmepidieronuntextoparaunhomenajeaChirbesydeinmediatosemeocurrióel título:RafaelChirbes: la vozde la verdad.Ypodríaahoraañadircomosinopsis:Enningúnotroescritorpuedeencontrarseunacrónicadelahistoriadesdelaguerracivilhastaahoramismo,conelnefastoboom inmobiliario,untemaquenoesúnicamenteespañol,comoesbiensabido.Así,DeyanSudjic(directordelMuseodeDiseñodeLondres)afirmórecientementeenfraselapidaria:«Elboomdela construcción es el agujero negro por el que el mundo está desapareciendo.» Yduranteeltrayecto,pasandoporlaposguerra,latransiciónyelconfortdelacomodo,con el rigor (incluso la ferocidad) siempre presente, acompañados por lapreocupación formaly laverdad literaria que son constituyentes de la escritura deChirbes.

5. ¿Es Chirbes un referente representativo de la actual escena de la literaturaespañola? ¿O por el contrario se le podría definir como uno de los autoresindependientes de movimientos, críticas literarias, foros e intereses editoriales (loqueenAlemaniasedefinecomounAussenseiter)?

Miopiniónpersonal esqueenel área (yauncontinente)de la autoficcióny lametaficción(comoetiquetasreductoras)losnombresdeEnriqueVila-MatasyJavierMaríasseríanimprescindibles;enlazonapombiana,ÁlvaroPomboes,naturalmente,el monarca absoluto; si nos adentramos en el ámbito realista, en su más amplio,variado y literario registro («su realismo es del mismo tipo que el defendido porFrancisBacon»,escribióenfelizcomparaciónelcríticoFernandoValls),piensoquemuypocosautoresespañolespodríancompetirconRafaelChirbes.Y tambiéncreoque se trata de un escritor insobornable, muy crítico, obviamente, con las fuerzasreaccionarias pero también con los presuntos progresistas que han traicionado susideales; un escritor alejado de los oropelesmediáticos, que no pertenece a ningúngrupo de poder, ninguna camarilla de favores mutuos. Quizá por ello, pese a suprestigio, Chirbes no tiene aún en nuestro país tantos lectores como merece; alparecer,segúnmecuentan,pasaalgosimilarconSebaldenAlemania.Escritoresque

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resultan incómodos en sus propios países, indudablemente. En resumen, pues,Chirbesesunfrancotiradorquedispara,conmuycerterapuntería,dondehacedaño.

KölnerStadt-Anzeiger,Noviembrede2007

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Mimoun

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CuandotomélaprecipitadadecisióndevivirenMarruecos,noimaginabaque,enun país que había recorrido en varias ocasiones y que siempreme había parecidodesértico, pudiese llover tanto. Sin embargo, aquel invierno que pasé enMimounlloviódurantesemanasenteras.Elvientoseensañabaconlasramasdelosárboles,ylasramasdelosárboles,almoverse,torturabanmiimaginación.Conseguían,consutriste sonido, trastornar mis sentimientos y arrastrarme a estados de ánimo máspropiosdeunadolescentequedelhombreque,yaporentonces,era.

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Fez,enaquellaprimerasemanadeseptiembre,sehundía,sucia,enunpaisajedematorralesresecos.Duranteeldíalaciudadparecíaarderenunapesadacalimagrisy,porlasnoches, laluna,sobreelperfildelascolinassembradasdetumbasyolivos,eradefuego.

Para un individuo cansado y deprimido, resultaba poco menos que imposiblemoverse en el decorado asfixiante de la ciudad y vagabundear por absurdosdespachos, persiguiendo una plaza de profesor en aquel edificio universitario quehabíasidocuartel,yencuyopatiopastabanlasvacasypicoteabanlasgallinas.DelosprimerosdíasenFezrecuerdoeltraqueteodelosviejostaxisquemeconducíanhastalaUniversidad,yelpolvopegajosoylatristezadelashojassuciasdeloseucaliptos.

MehabíainstaladoenelsegundopisodelhotelJeanned’Arcyaúnnomeatrevíaa tumbarme en el interior de la descomunal bañera, por el que paseaban enormescucarachas rojizas. Sentía una mezcla de fascinación y asco por el olor a orín,excrementosyespeciasdeladecrépitamedina,quetodavíasemepresentabacomoun santuariomaravilloso, aunque cerrado para el forastero. Vagabundeaba por suscallestortuosascomosi,afuerzadeandar,fueraaconseguirhacermeconlasclavesquemeabriesenaquelmundoqueimaginabamágico.

Visitaba casi a diario a los otros cuatro profesores españoles que vivían en laciudad y que compartían un piso cerca del Jeanne d’Arc, en la destartalada partenueva.Pasabamuchashorasconellosenlasterrazasdeloscafésdelbulevar:enelZanzi-Bar,enLeMarocyLeMarignan.Desdedetrásdelastazasveíamospasaraloscampesinos,alasmujeresfáciles,alosoportunistasquesedisputabanunpuestoenlaadministración, y, sobre todo, veíamos pasar las horas. Todo aquello nos parecíalejanoeincreíble.Comosilasmaltratadascasascolonialessólofueranundecorado,y las gentes que se movían entre ellas, extras de una película en el descanso delrodaje.Paranosotros, laciudadnoexistíamásquecomounguión interminable,alqueíbamosañadiéndolecadadíanuevassecuencias.

Antes de la cena me despedía de los españoles y volvía a perderme en lascallejuelasdelamedina,másalládeBabBoujouloud,yesperabahastalahoraenqueloscarburosdelastiendasempezabanadesprenderunaluzblanquecinaquesilbabasobrelosobjetosdecobreylosdecuero,sobrelaplataylosmontonesdeespecias.PensabatodavíaqueFezeralaciudadmáshermosadelmundo,aunqueyanosabíaexplicar el porqué. Como si un mar de tristeza hubiera inundado aquel laberintoluminoso,ylosobjetosylagentehubiesenquedadosumergidosenél,yfueran,pocoapoco,destiñéndoseydejandolamentablesrastrosdecolor.

Aprincipiosdeoctubrehabíaacabadoconsiguiendoeltrabajoy,sinembargo,nome sentía bien. Me pareció que me llegaba cuando ya era demasiado tarde y nisiquiera seguía estando seguro de querer vivir en aquella ciudad polvorienta. Elperfumedelestiércolanulabaeldelasespeciasyhabíaempezadoaasfixiarmeenlas

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terrazasdelbulevar.

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Meencontréconque teníamuypocashorasdecursoporsemanayunasclasesqueexigíanescasapreparación.Ibaadisfrutardetantotiempolibrecomoquisiera;yeso, que en cualquier otra parte hubiera sidomaravilloso, en Fez, encerrado en elpequeñocírculodelosprofesoresespañoles,measustómásquealegrarme.

Habíacomprendidoquenopodríavivirnuncaenlamedina,enunodeaquelloscaseronesmagníficosperocarentesdecualquiercomodidad,sobretodosidebíanserhabitados por una sola persona. Tampoco me seducía la idea de alquilar unapartamentoenlapartenuevaydejarmeenvolverporlasensacióndellevarunavidadeeuropeodeterceraenunexilioodiado.Decidímarcharmeacualquierpueblodelosalrededores.Enrealidadsóloteníaqueacudiraclaseunpardedíasporsemanay,aunque no tenía vehículo, podía instalarme fuera de Fez sin que me supusieraexcesiva incomodidad.Penséen Immouzzer,peroAlcira,unode losespañoles,medisuadió del proyecto: al parecer, durante el invierno, la carretera quedabafrecuentementecortadaporlanieve.

FueélmismoquienmepropusoMimouncomo lugar alternativode residencia,ofreciéndose a llevarme en su coche para que lo conociera. Además, enMimounvivíaunespañol conel que, si conseguíaponermede acuerdo,podría compartir lacasahastaqueacabaseencontrandounapormicuenta.

En los últimos días de estancia en Fez conocí a Ahmed y estrené la inmensabañeradelJeanned’Arc,despuésdequelahubiésemoslavadometiculosamente.Aúnno sé de quémanera conseguíaAhmed colarse cada noche en el hotel y quedarsehastalamañanasintenerquepagaruncéntimo.Teníaunapielreluciente,comodegoma,yvivíaenunacasa indefinida,detrásdeunmacizodeadelfas.Pertenecíaalsector de losmarroquíes fascinados por los automóviles europeos y los pantalonesvaqueros.Pedíaelcaféenfrancésymanejaba,conloqueélconsiderababuengusto,todoslostópicosquecirculabanenlaadministracióndelaciudad,yquenoeransinounacaricaturadetestablede laspeoresestupidecesdejadascaerpor loscooperantesfranceses.

—AFès,lemeilleurcaféc’estauZanzi-Bar.Moi,j’adorelecaféduZanzi-Bar.Jeleprendstoujourslà.

Allí, en el Zanzi-Bar, se dejaba saludar por hombres mayores que pensabanexactamenteigualqueél.Yonosoportabaaquelambiente.Fueporentoncescuandoempecéacomprenderquelamayorpartedelascharlasdecaféentremarroquíesdeclasemediase referíanadinero.Aprendí lapalabraflusymeenterédequeeradebuengustojugaraltiercé.LasemisorasderadiotransmitíanendirectolascarrerasdeLongchamps, el domingo por la tarde, y aún no he conseguido saber de dóndesacaban los fasíes el dinero para comprar las botellas de Johnny Walker, que sebebíanendesvencijadosautomóvilesenlosqueseencerrabanconalgunamujer.

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NopodíaenamorarmedeAhmed,apesardesucuerpo.Nisiquieralosoportabacuandoestábamosen lacamaypaseábamosporunaciudad llenadeconocidos tantrivialescomoél.Dejamospocoapocodevernos.Probablemente,Ahmedseaburríaconmigotantocomoyoconél.Además,yoestabapreparandomihuidaaMimoun.HabíahechounabreveexcursiónconAlcira,habíaconocidoaFrancisco,elespañoldeMimoun,y,bueno,digamosqueFezhabíadejadodeinteresarme.

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Llegué a Mimoun muy entrado el otoño, cuando los días eran más cortos yfrescos, habían caído las primeras lluvias y las hojas de los árboles empezaban atomarmaravillosos tonos de oro. Fue un buen comienzo el encuentro con la tierrarojayhúmeda,yconelcielolimpiocomounesmalte.Meestimulabanelolordelaleñaquemada,lapurezadelaireyelperfildelosalminaresrecortándoselimpiamentecontraelcielo.

Me había instalado en la casa de Francisco, que todo elmundo conocía comoCreuseduBonDieuporquehabíasidoconstruidajuntoaunbarrancoconlafinalidaddeservircomoiglesiacatólicayviviendadeunmisionerofrancés.Elmisionero,ensuafánporconvertiralosmusulmanes,habíaelegidoparaedificarsucasa-misiónelbordedelcaminoqueconducíaalmorabitosituadoenlomásaltodelamontaña,enelqueseguardabalatumbadeunsantomilagrero,objetodeveneraciónporlosfielesislámicos,SidiAhmedAl-Qarim.

Lacasa,aunquenodemasiadocómoda,eraunahermosísimamansióndegrandesbóvedasyventanalesdemediopuntoa travésdecuyosvidriossecontemplaban laarboleda, el pequeño pueblo blanco apretado bajo los alminares y la línea azul ymisteriosadelAtlas,flotandoalolejos,suspendidadelcielo.

Los primeros días fueron inolvidables.Detrás de las vidrieras las hojas se ibanvolviendo cada vez más amarillas, y bandadas de aves blancas se escapabanprecipitadamentehaciaelsur,llenandolacasaconsusmelancólicoschillidos.

Unamañanaapareciónevadaen la lejanía lamolefantásticadelBouIblanyelfrío nos obligó a encender las salamandras de las habitaciones, en un esfuerzorelativo por luchar contra el viento que se colaba a través de las desvencijadasventanas.Eloloraleñaquemadainvadióelinteriordelacasa,todopareciórecogerseaúnmásentornonuestro,yaqueldíanosquedamosdurantehorascontemplandoelpaisaje,alaesperadequelalunaselevantaseenelhorizontedetrásdelaimprecisacordilleranevada.

Lalunavinocomounajoyaexquisita.

Franciscodabaclasesenelinstitutodelpuebloydibujabaalápizenunosgrandescuadernosamarillos.HacíaañosquevivíaenMimoun,trashaberobtenidoenEspañaalgunosmodestos triunfoscomoescultor.Pero,poco tiempodespuésdesu llegada,había abandonado la escultura y sufría cada vez que encontraba la ocasión derecordarlo.

—Me vine aquí para trabajar tranquilo—decía—, y ya lo ves. Ahora sé quenuncavolveréaesculpir.Estepaístequema.

Legustabanlasescenasbienconstruidasysolíahacercoincidirelveredictofinalsobresuvidaconungestoporelqueacercaba la llamade lacerillaa lapuntadel

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cigarrillodehachís.—La indolencia marroquí —decía entonces, soltando la primera bocanada de

humoyofreciéndomeelcigarrillo—.Laputaindolenciamarroquí.Enestepaíshayunvirusdelquenadieselibra.Alfinal,tevuelvesmoro.

Se levantaba y se ponía frente a mí con los brazos abiertos, como si alguienacabase de crucificarlo. Era un cristiano martirizado. Llevaba su frágil cuerpo depájaroenvueltoenunagandora.

—¿Esquénoloves?Yosoyyamásmoroqueespañol.Allínotengonadaquehacer.Nopodríavolveraadaptarme.Séquenopuedovolver.Hecavadounatumbadelaquenomepuedoescapar.

Lebrillabanlosojoscomosihubieseempezadoallorar.Sedeslizaba,encimadesus inmensasbabuchas amarillas, hasta el tocadiscos,pomaunacanciónbereber, yluegosedirigíaalacristaleradelevante,queseabríasobreelpueblo,lallanurayelperfil inquietante del Atlas. En la media luz de la noche recién llegada, la lunanavegabayasobrelosmontes.

—Aquí,almenos,tengoesto—decíaextendiendolasmanoshaciaelvidriodelaventana—.Estapaz.Estalunamaravillosa.Ven.Venymírala.

Meconducíajuntoalaventana,volvíaaofrecermeunacaladadelcigarrilloqueagonizaba y me hacía mirar la luna, que parecía apuntarnos a nosotros con suscuernos de plata. La habitación, con el tocadiscos a todo volumen, se llenaba detamtamesygritosbereberes,el fuegode lassalamandras temblabay losobjetosdecobre y madera, comprados en lejanos zocos del sur, parecían crecerirremediablemente.

Eralahoradelacena.Frentealacasasehabíaencendidolaluzdeunaviviendacercana, que fue en su día de la criada delmisionero y ahora ocupaba un francésextrañoqueapenasmovíalacabezaparasaludarnos.

—Durante mucho tiempo pensé que Charpent era mudo—decía Francisco—.Despuésmeenterédequeno:trabajacomoprofesorenunaescuelaprivadaenFez.Ciertodía,alpasaramilado,emitióunsonidoinquietante,comosialguienacabasededarleunapatadaenelestómago.Eslomáspróximoallenguajearticuladoquehellegadoaescucharle.

Apenas recibía visitas.A veces aparecía con un par de tiposmalcarados y dosmuchachas conaspectodeprostitutas.Se encerrabadurantehoras en la casa, de laque se escapaba una música ramplona. Los visitantes salían de madrugadaorganizandounfuerteescándalo.Después,durantesemanasenteras,nadievisitabaaCharpent,queaparcaba—casifurtivamente—elcochecercadelapuertayentrabasinlevantarlacabeza.Franciscoyyoestábamosconvencidosdeque,enesaslargastemporadas,bebíaasolas.Teníalacarallenademanchasrojasydeescamas.Alosdosnosdabapena.AFrancisco,además,ledabamiedo.

—Estanmisterioso…—decía—.¿Tehasfijadoensusojos?Yonohabíatenidolaoportunidaddevérseloshastaentonces.

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Mi trabajo resultó serverdaderamentecómodo.DescendíaaFezpara lasclasessólounpardevecesporsemana,ylohacíautilizandoelserviciodetaxiscolectivos.ElrestodeltiempolopasabaenMimoun,sinsalirapenasdecasa.Leía,ultimabalosdetallesdelanovelaempezadaenMadridyteníalacabezallenadeideasquehabríandeservirmeparaunnuevolibro.Habíadejadodebeber:sólotomabaeltéconmentaquenospreparabaRachida,lamujerqueveníaadiarioparahacernoslalimpieza.

Todo estaba en orden. Francisco hacía proyectos acerca del modo en quedebíamoscultivareljardíncuandollegaselaprimavera,mientrasyopensabaatodashoras en buscar cuanto antes una casa para mí solo. Tenía ganas de empezar eldisfrute de esa independencia, cuya búsqueda me había llevado hasta Mimoun.Además,presentíaqueaquellafelicidadnopodíadurardemasiado.

Algunasveces,Ahmedsehacíaelencontradizoyaparecíavagabundeandocercadelaparadadetaxis,enFez,enlaPlazadelAtlas.Nossentábamosenalgunodelosbancosde la plaza, bajo las enormes jacarandas; o tomábamos algo en elCafédelAtlas,queaAhmednoacababadegustarleporqueloencontrabapocoelegante.

Amímeparecíanmuyhermosos sus espejos, conel azoguequebrándosey laspequeñas motas negras que habían dejado por todas partes las moscas. Aquellosespejos habían de reflejar, cuando llegase la primavera, las flores azules de lasjacarandas,queparecíannacerdelaniebladelamañana,colgadasdelosárbolesaúndesnudos. EnMarruecos habría de enamorarme de ese árbol que florece antes deecharlashojas.

LosimprevistosencuentrosconAhmedterminabanenalgunadelashabitacionesdelJeanned’Arc.Hoyrecuerdoconmelancolíaelgrifoquellenabaconaguatibialabañeradescomunalyelvahoquecrecíasobreelaguahastaocupartodalahabitación.EntrelanieblasurgíaelcuerpodesnudodeAhmedcomo,enprimavera,enlaPlazadelAtlas,brotaronmesesmástardelasfloresazulesdelajacaranda.

Ciertos atardeceres, ya enMimoun, y antes de iniciar el ascenso a pie hasta laCreuse,me detenía en alguno de los bares del pueblo para beber.Mi presencia enaquellaciudadapartadacausabaunamezcladecuriosidad,simpatíaydesconfianza.Mimoun había sido, años antes, un importante centro comercial que se fuedesmoronandopocoapoco.Losfrancesessehabíanmarchadoaldíasiguientedelaindependencia,y losúltimos judíosabandonaron laciudadcuandoestalló laguerradelYonKipur.Quedabasólounpardehebreos,propietariosdedespachosdealcohol,ydenostados.

Cuando yo conocíMimoun, el barrio francés, con sus villas decó, estaba casiabandonado. Las casas más elegantes habían sido ocupadas por marroquíesenriquecidos que destruían la vieja arquitectura para adaptarla a sumodo de vida.Otrasvillasenvejecían,abandonadas,entre jardinesqueundíafueronmagníficosyque ahora habían sido invadidos por lamaleza. Entre losmatorrales se levantaban

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todavíasofisticadosárbolesornamentales,comorestosdelantiguoesplendor.Porotraparte,enelcorazóndeladecrépitamedina,elquefueflorecientemellah

se había ido convirtiendo en el barrio de los prostíbulos, y los soldados borrachosorinabanensuscallejasylaschinchessereproducíanensilenciobajoelforrodeloscolchones de paja.Mimoun era una ciudadmuerta que sólo se animabadurante elzocodelosjueves,cuandolatomabanalasaltolosbereberesdelcampocercano,consusreatasdeasnos,susovejasycabras,ylascestasllenasdehuevos.

Creo que esa decrepitud de la ciudad se transmitía a sus habitantes, y que losdesconchadosde loscafés secorrespondíanmisteriosamentecon lasarrugasde lostrajesdelosclientes.Esadecrepitudsemefuepocoapocoagarrandoalalma,ymisestanciasenlosbaresdelpuebloempezaronaprolongarse,ycomencéasubir,cadavezconmayordificultad,lacuestaqueconducíahastalacasa.

Cuandomedicuenta,habíavueltoabebercomoenMadridypermanecíadurantelargas horas apoyado en la barra de los bares, donde me enfrentaba con nuevasofertasdeamistadcadadía,yteníaqueescaparmedefrecuentesinvitacionesquenome atraían. A mi pesar, me había convertido en la novedad de aquel otoño en laciudadmuerta,quesóloanimabanlosmilitaresdelcuartelcercano.

AFrancisconolegustabaquebebieseconlosmarroquíes.«Nosabenbeber.Seponenbordes»,decía,«yloúnicoquepuedessacardeesashistoriasesmeterteenunbuenlío.»Creoqueteníamiedodequeyoempezaseallevaramisnuevosamigosasucasa.Leasustabaperderunaintimidadtozudamenteconseguida.Élpreferíasubir,alatardecer,auncafécercadelmorabito,donde los jóvenesdelpueblofumabanycantaban.Alláarriba,elhumodelkifmezclabaambiguamentealosadolescentesconlossoldadosdelcuartel.

El café delmorabito no estaba bien visto entremis compañeros de barra, quesiemprese referíanaélconsonrisasdesdeñosasycon risitasqueparecíanaludiracosas que nadieme explicaba, pero que yo suponía. Sin quererlo, Francisco y yohabíamosconseguidonoestorbarnoselunoalotro,porelmétododeintroducirnosenmundosquenoteníancontactoentresí.

PorentoncesmeenterédequenadieenMimounaceptaríahabitarlacasaenquevivíamos.Guardabaunmisterioyhabíasidomarcadaporunamaldición.Alparecer—según me contaron en el bar—, los fieles musulmanes se habían vengado delmisioneroqueintentóarrancarlosdesureligiónydelaveneraciónaSidiAhmedAl-Qarim y, valiéndose de complicadas artes, habían conseguido que acabaravolviéndoseloco.

—Durantemeses,aullótodaslasnochescomounperro,ysusalaridosllegabanhastalamismapuertadelmorabito,atemorizandoalosperegrinos.

Sequedósinnadie.LacriadaabandonólacercanahabitaciónqueluegoocuparíaCharpent,y losfielesquesubíanavisitaralsantopreferíandarunrodeoantesque

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acercarse a la casamaldita. Sólo los perrosmerodeaban alrededor de las ventanascerradas, atraídos tal vez por los aullidos del misionero. Poco a poco, se hizo elsilencio y empezó a apoderarse del barranco un hedor insoportable. Al final, losperros ya no pudieron resistir su ansiedad, saltaron a través de las ventanasrompiendo los vidrios, y se instalaron en la casa. Días más tarde, los gendarmesencontraronlacabezadelcuracolgadadeunacuerdaenelcentrodelsalón.Elrestodelcuerpo,hastaloshombros,habíasidodevoradoporlosperros.

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Cuandomeenterédel finaldelantiguopropietariode lacasa,medieronmiedolos perros quemerodeaban a su alrededor. Tropezaba con ellos—amenazadores ohuidizos—cuando subía la cuestadespuésdemihabitualpaseopor losbares.Lasnochesenquehabíabebidomásdelacuenta,dabavocesparaespantarlosy,luego,ala mañana siguiente, me avergonzaba pensando que alguien podía haber oídoaquellosgritos.

HabíanempezadolaslluviasenMimoun,yseestababienencasa,escuchandoelruidoquehacían lasgotas al estallar contra el tejadoy losvidriosde lasventanas.Franciscohabíaconseguidounviejopianoyunascarpetasdepartituras,ysepasabael día tocando cosas de Satie, Schubert y Chopin. Teníamos, además, una buenadiscotecaclásica,algunoslibrosylamujerqueacudíacadamañanaparaprepararnoslacomidaymantenerlascosasenorden.

LatierradeMimouneradecolorrojoy,apesardequemehabíacompradounasbotasqueme llegabanhasta lamitadde lapantorrilla,siempre llevaba laspernerasdel pantalón llenas de salpicaduras. El camino hacia la casa se convertíaperiódicamente en un barrizal que atravesaban los perros como sombras fugitivas.Losveía romper los charcosbajo lasbombillas amarillasy, denoche, ladraban sincesarcercadelacasa.Elfríodel inviernohabíaagostadolahierbadelespacioquehacía las veces de jardín y que separaba laCreuse de la viviendadeCharpent.Encuanto dejaba de llover algunos días, oía el ruido de las patas de los perros, quetrotabandurantetodalanochesobrelahierbareseca.Eseruidomedesvelabaalgunasvecesy,otras,semetíaenmispesadillas.

Soñaba con perros que invadían el jardín y escuchaba sus pasos desde eldormitorio.Habíauno,especialmentegrandeysucio,querascabaentrelashierbasycaminaba,cadavezmáscercadelaventana,conpasosamenazadores.Pocoapoco,lasparedesdelahabitaciónseibanvolviendotransparentesyloveíamirarhaciaelinteriordelcuarto,comosi tuviese intencionesdesaltardeunmomentoaotro.Yogritaba con el propósito de asustarlo; quería que se diera cuenta de que la casa noestabavacía;dequenodebíaentrar.Gritabacontodaslasfuerzas,perodemislabiosno salíaningún sonido.Elperroacababa saltandoa travésde los cristalesyde lospostigoscerrados,queseabríansinoponerresistencia,suavementeyensilencio.Sesituabaentonces ami lado,muycerca,hastaquepodía sentir su alientohúmedoycalientesobremirostro.Erainútilquesiguieragritando,porquenoconseguíaemitirsonidoalguno,apesardequeoíasuronroneocontramioídoysulenguaempezabaalamermislabiosmudos.

Ciertavez,medesperté a tiempode escucharmipropiogrito, aquelquenuncaalcanzabaaoírensueños.EntoncesdescubríaFranciscoderodillasjuntoalacama.

—Gruñías en sueños como si fueses un perro—me dijo—, y rascabas con lasuñaslaesterilladecañasquehaybajoelcolchón.

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Así fue como descubrí que era yo mismo el perro que me perseguía por lasnoches.Meechéareír,ymelevantéparafumaruncigarrilloconFrancisco.Apesardelarisa,teníalarespiraciónagitadaporelmiedo.

FranciscohabíaempezadoatocaralpianoalgodeSatie,sutilcomounmonólogode solitario pronunciado a media voz, que apenas rompía el silencio de la noche.Penséenelantiguopropietariodeaquellascarpetas.QuévidapudohaberllevadoenMimoun.Durantecuántotiempo.Franciscohabíaadquiridolascarpetasenelfundukde la ciudad: un almacén destartalado que los pastores y campesinos bereberesutilizaban como establo cuando bajaban aMimoun para el zoco de los jueves. Enaquel solar, al lado de los asnos, de las ovejas y las cabras, se almacenaban cajasrotas, viejas salamandras de hierro colado, con diseños exquisitos, y muebleshermosos,aunquedesvencijados,construidosenelmismoestilodelosqueadornaronlasmejorescasasdeParísoLondres,alláporlosañosveinteytreinta.

Enelmiserablebric-à-bracdelfunduk,habíaconseguidoFranciscosupiano,suspartituras y algunos de los escasos muebles repartidos por las habitaciones delcaserón.Habíaunagigantescalibreríadecaoba,casivacía,queocupabaexactamenteunadelasinterminablesparedes,comosihubiesesidodiseñadaamedida;ytambiénlamesaqueFranciscohabíaelegidoparaelsalóneradetalesdimensionesquesóloenunacasacomoaquellapodíaencontrarsulugar.

Mientras me fumaba el cigarrillo, sentado sobre los cojines esparcidos por elsuelo, al lado del piano, me invadió la certidumbre de que la mayor parte de losobjetos usados que Francisco había ido acumulando fueron fabricados para ocuparprecisamente el lugar que ocupaban ahora, y que incluso la música de Satie seadaptabaaaquelespaciocomosiestuvieseacostumbradaavivirenél.

Francisco había dejado de tocar, se acarició lasmanos delgadas, en las que semarcabantodosloshuesos,ysonrió.

—¿Qué ocurre, hombre-perro? ¿Te encuentras mejor, o te molesto con estamúsica?

Ledijequenomemolestaba,y él aprovechóparahablarme, comoya lohabíahecho en otras ocasiones, de la belleza de lamúsica deSatie y del encanto de lasnochesdeinviernoenlasquecruzannubesvagabundascomobarcosfantasmas,que,aveces,ocultanlalunaydejanelmundoaúnmásensilencio.

—Toma,fumadeesto.Metendióuncigarrillodehachísysepusodenuevoatocar.Parecíaunpájaro,

dobladoanteelpiano,tanfrágil,conlosescasoscabellosrevueltosylanarizafilada.Mediopenaverloasí,envueltoenelcelofándelainocencia,acariciando,alpasarlas,aquellas hojas envenenadas. Pensé que no debería contarle nunca la leyenda delmisioneroquequisoconquistarelalmadeMimoun.Mirélalargamesa,lalibreríadecaobaylasventanasconsusvidrierasquelanochevolvíaopacas.

—Noséporqué—ledije—,perosiempremehandadopánicolosperros.Yhaytantosporaquí.

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EnlaUniversidaddeFezcualquierapodíamorirsedeaburrimiento.Losalumnosno pensabanmás que en la posibilidad de encontrar un empleo cuanto antes, parapodermantenerconunsueldodelGobiernoa toda la familia.Mientras llegabaesedía, vivían sórdidamente en los pabellones universitarios, donde ocupabanhabitacionesmal ventiladas, repletas de ropa tendida y de cacerolas sin fregar. LamayoríadeloshabitantesdelallamadaCiudadUniversitariaeranbecariosdelEstadoqueenviabancasitodoelimportedelabecaasusfamiliaresasfixiadosporlamiseriaenaldeasperdidas,cuyosnombresnoestabanescritosenningúnmapayporlasquenopasabacarreteraalguna.

Los profesores franceses —que dominaban en el Departamento de Español—sóloqueríanahorrarunosmilesdefrancoscadames,conlaesperanzademontarunnegocio familiar, devuelta a lapatria, ode adquirirunamaisondecampagne,queiban amueblando con los cobres y tapices que exportaban cada verano. Los pocosmarroquíes que daban clases en elDepartamento se limitaban a pavonearse en lasbarrasdeloscafésdelbulevar,yaprocurarsebotellasdewhiskyparabeberconlasalumnas.HablabanunespañolmáspróximoaldeMillánAstrayquealdeCervantes,no disimulaban su complejo de inferioridad ante los europeos, y se entreteníancontándosechistessucios.

—Tuvois lapluspetite?Celledubluejeans?Je l’ai tapéel’autrenuit.Onétaitsixàlachambreetonabuquatrebouteillesdewhisky.Lestroisfilies,provenantesdesmeilleuresfamillesdeFès,étaient,touteslestrois,nues.

Los españoles soportábamosmal aquel ambiente cuartelario, queprocurábamosfrecuentar lo menos posible, y del que sólo parecía escaparse un profesor reciénllegado que mostraba interés por la literatura española y un extraño orgullo demarroquí.SunombreeraAbd-el-Jaq,quequieredecirEsclavodelVerdadero,porloquemeparecíatanbellocomosuactitud.

Alpocodeconocernosyaéramosbuenosamigos.Fuidejándolealgunosde losescasos libros que había llevado conmigo a Mimoun, y otros que me habían idollegandoluego,enviadosporlosamigosqueseguíanenEspaña.

CharlabaconAbd-el-Jaqdespuésdeltrabajoynosacostumbramosavisitar,entredos clases, los chiringuitos instalados en los pasillos de la Universidad por loschauch,dondevendíanhuevoscocidosconcomino,pancorreosoyvasosdetéconhierbabuena.YohabíainvitadoaAbd-el-JaqparaqueconocieselacasadeMimounenquevivíamos,apesardequenoestabadeltodoconvencidodequeaFranciscoleagradaralavisitaytemíaqueterminaseenuntremendomalentendido.

CuandoAbd-el-JaqvinoporfinaMimoun,senegóavisitarlacasadelaCreuse.Dijo: «Otro día», y buscó con sumeñique elmío. El taxi se había detenido en eljardín deBabMarwan, junto a la puerta de lamuralla.A pesar del frío, los niñosjugabanenlaexplanada,peleándoseconlasprimerassombrasdelanoche.Laradio

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habíatransmitidounboletíndenoticias,yluegosonólavozperfectadeUmKultum,mientras nosotros nos hundíamos, cogidos de la mano, en las sórdidas calles delmellah.Tomamosuntéparacombatirel frío,antesdedetenernosfrenteaunacasaconlascontraventanaspintadasdelcolordelasangreseca.Allí,Abd-el-Jaqeligióaunafalsapelirroja,conlosdientesnegrosylasmanosarrugadas.Yomequedéconunamuchachitadepieloscuraycabellosrizadosycortos,queapenasdebíadetenerdieciséis años y se parecía a la Sumurrut que Pasoliní eligió para LasMil y unaNoches.Eratanhermosaquedabamiedotocarla,pero,cuandosedesnudó,susexodejóescaparunhedorinsoportable.

Nosacostamosendosjergonesqueestabanelunomuycercadelotroy,mientrasabrazabaalamalolienteSumurrut,escuchélosgemidosdeAbd-el-Jaqyvicómosusnalgasseabríanycerrabancadavezquepenetrabaalamujerdeloscabellosrojos.

SiemprehepensadoquelamujerquesevolvióamirarnoscuandosalíamosdelburdeleraRachida,yquefueesedíacuandoempezóatratarmecomouncómplicecadavezqueFranciscolatorturabaconsusmanías.Laverdadesque,fueradecasa,yo jamás reconocía a Rachida. Se cubría el rostro con un velo negro y llevaba elcuerpoenvueltoenunkeftándecolorcrema,idénticoalqueutilizabanlamayoríadelasmujeresdesuedad.

Noeravieja,aunqueteníalacarallenadearrugasybuenapartedesusprimitivosdienteshabíansidosustituidosporpiezasdemetal.Sólosusbrazosseguíansiendolimpios,blancosyduros.

Cuando nos cruzábamos en la cuesta de la Creuse, se paraba amirarme ymesaludabadivertida.

—¡Manuel!Aveces casi tropezaba con ella sin reconocerla. Se paraba delante demí yme

sonreíadesdedetrásdelvelo.—Est-cequetunemereconnaispas?Aquellosencuentroseran,paraella,unjuegodelquesalíasiemprevencedora.Le

divertía mi torpeza, tan europea, y que nunca la reconociera. Los marroquíes nonecesitabanverleslacaraalasmujeresparaidentificarlas.Sefijabanendetallesqueaúnmepasabandesapercibidosyalgunosdeloscualesfuiaprendiendolentamente.Para Rachida, los nazarani éramos gente extraña, como niños inmaduros quehubiesen crecido de una manera poco natural. A veces pienso que le parecíamossencillamenteestúpidos.

RachidahabíaaprendidoaobedecerdeunmodociegoaFranciscoylecomplacíaen todossuscaprichos,comosecomplaceaunniñomimado.Creoquesuopiniónsobreloseuropeosprocedía,enbuenaparte,desu tratoconél.Conmigoempezóamantenerunaactitudenalgodiferente,talvezdesdequemeviosalirdelburdelencompañíadeAbd-el-Jaq;oporqueenotrasocasionesmehabíavistomerodearcercadelosbaresacompañadoporgentedeMimounalaqueellaconocía.ParaRachidayoeraunejemplarambiguo,capacitadoyaparacomprender,aunquesólofueranalgunas

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pocas cosas: algo así como un embrión de marroquí que estuviese cubriendofavorablementeelprocesodesuevolución.

Eso explica que me sonriera, a espaldas de Francisco, cada vez que éste leordenabacosasqueaella leparecían impropiasdeunapersonamadura:cuandoseempeñabaenabandonardurantevariosdíaslasclases,semetíaenlacamaylepedíaque pusiese la mesa junto a la cabecera y que le sirviese la comida allí, en lahabitación.Entonces,Rachidamemirabaconpena,porqueteníaquecomer,tambiényo,enlahabitación,plegándomealcaprichodeFrancisco.Mesonreíacomosonríeunesclavoaotro.

Francisco se pasaba semanas enteras en la cama. Desde allí alimentaba sumisteriosavidainterior.Vigilabalastrayectoriasdelsolydelaluna,lasvariacionesen el color de las hojas de los árboles y los juegos de luces y sombras sobre lasuperficiedelosmuebles.Avecesleoíallorary,enotrasocasiones,lodescubríaenestadofebril,dibujando,ensuscuadernosamarillos,cuerposenmovimientoyrostrosquehabíavistoenalgunaparte.Permanecíaensilenciodurantehorasy,derepente,se ponía a gritar porque la estufa humeaba en exceso, o porque no había leñasuficienteenelcapazo,juntoalasalamandra;otrasvecesselamentabaporquetodoestabaheladoasualrededoryselequitabanlasganasdeseguirviviendo.

—No soporto más este país —decía, sin venir a cuento—. Todos. Aquí teengañantodos.

Desde hacía años, luchaba, en un descabelladomano amano, contra toda unanación.

Porlanoche,looíalevantarseyremoverloscacharrosdelacocina,ybuscaralgoenelmuebledelsalón.Suspiraba,creoqueapropósito,cuandocruzabaantelapuertademicuarto.Yofingíadormir.Susmaníashabíanempezadoaresultarmedemasiadofatigosas, y hasta puedo asegurar que los días en que Francisco se encerraba y lainmensa casa se quedaba en silencio, me parecían una dichosa tregua. No estabasiendofácilconvivirconél.

Sus encierros terminaban de manera tan imprevisible como acostumbraban aempezar.Derepente,unanoche,seescuchabaunamúsicacualquieraenelpianoylavozdeFranciscoquevoceabaunaestrofainventadayabsurda.Eralaconsignaquealertabaalotrohabitantedelacasa,alanaturalezatoda,yaunpaísquelotorturabasinmotivo,dequeFranciscoacababaderesucitar.

A la mañana siguiente, en cuanto Rachida llegaba a la casa, Francisco leencargaba una comida de fiesta y se iniciaba un revuelo que duraba hasta elanochecer. Losmuebles cambiaban de lugar y desaparecían los tapices que habíanadornadolasparedeshastaentonces,yeransustituidosporotrosquesalíannosesabededónde.LacasadeFranciscoeraunalmacénqueyoapenasconocía.Estaballenadeviejasmaletas,debaúlesyde rinconespolvorientosen losque seamontonabantablasdemadera,tejidosyesculturasamedioconcluir.

—Rachida—trinaba Francisco—, ponmuchas pasas en el alcuzcuz.Y compra

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floresparadarlesunpocodealegríaalsalónyamicuarto.¿Túnoquieresfloresentucuarto,Manuel?Haceunmesquenoveomásquemiseria.Quieroveralgoalegre.Lonecesito.¿Yquéotrasalegríaspuedeunotenerenestepaís?QuierodisfrutardelascosasquenopodríatenerenEspaña.¿Esquenoosdaiscuenta?

Rachida le obedecía en todo.Compraba flores y no escatimaba las pasas en elalcuzcuz. Era el día de la abundancia, en el que se negaban otros días que fuerontristes,aquéllosenlosqueFranciscolehabíagritadoaRachidaporexcederseenlascompras.

—¿Novesqueluegotiramoslacomida?Vosotros,losmarroquíes,oscreéisquelos europeos somos ricos—había dicho entonces—. Pero yo no soy francés. Soyespañoly,enesesucioinstituto,ganolomismoqueunmarroquíynisiquieratengodineroparairaveramifamilia.

Aqueldía,Rachidahabíalloradosindemasiadoconvencimiento.Coneltiempo,se había ido acostumbrando a que un día fuese así, y al otro sobrara la carne delalcuzcuz,ysefueralamitaddelpresupuestodelasemanaenrosas.

CuandoFranciscotomabaladecisióndelevantarsedelacama,eraporquehabíavueltoaconvencersedequeMarruecoseramaravillosoydequetodaaquellagente,incluso la queno conocía, estabaofreciéndole lomejor de símisma, aunque él nosabía agradecerlo. Francisco no conocía los sentimientos intermedios y saltaba delpapeldevíctimaaldeverdugo.Ambosseledabanbien.

—Son tan nobles, tan ingenuos —decía, y para probarlo, recordaba algunaanécdota vivida en cualquier lejana aldea, junto a cualquier camino olvidado; y seconvencíadeque todoasualrededorestabadibujadocon lamismaperfecciónqueloscuerposhumanosdesuscuadernosamarillos:laarboledaquedescendíaenzigzaghastaelpuebloporelcaminoqueseguíaelperfildelbarranco,lamoledelBouIblan,enterradabajounmantodenieve,yelcielolimpiodelosúltimosdíasdelotoñodelAtlas.

Cuantocaíalanoche,yempujadosindudaporeldeseodehaceraúnmásperfectalaperfección,Franciscodesaparecíadecasa.Piensoquesubíaalcafédelmorabitoyquepermanecíaallí, fumandoycantandocon losadolescenteshasta lamadrugada.Luego,desdemihabitación,podíaoírsusurrosentrecortadosyunamúsicasuavequesemezclabaconloscrujidosdelsomier.

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En contra de lo que Francisco pensaba, Charpent resultó ser un tipo exquisito.Tuvelaocasióndeconocerlociertodíaenquellovíaamaresyyomeempapababajounparaguasquepocopodíahacercontraeltemporal.LacaradeCharpent,detrásdelaventanilladelautomóvilqueacababadedetenerseamilado,brillóbajoeldiluvioconlaesperanzadeluzdeciertospasajesbíblicos.

MeacompañóhastaFezy,unavezallí,senegóadejarmeenlaPlazadelAtlas.Apesar de mis protestas, me condujo hasta la puerta de la Facultad. En el trayectohabíamoshabladopoco; losuficiente,sinembargo,comoparaquemediesecuentadequetartamudeabaydequeesedefectoleavergonzaba.

—Aquelleheureest-cequevousallezsortircetaprès-midi?—seofrecióantesdedespedirse.Yorechacéelofrecimiento.

Sinembargo,alasalidadeclase,volvíaencontrarmeelviejoReanultamarillodeCharpentaparcadofrentealaFacultad,comosinosehubiesemovidodeallíentodoeldía.

Le propuse que tomáramos una cerveza antes de subir a Mimoun, y aceptó.Bebimosunadocenadecervezascadauno,enelbardeunajudía,cercadelbulevardeFez.El local era si u estro: lamúsica estabademasiado alta y los bebedores seempujaban,secogíandelamano,osebesabanenlamejilla,gritandocomosifuesecadavezlaúltimacervezadesuvida.Cuandosalimosdelbarerayadenoche.Nosécómo pudo escapársenos tan rápido el tiempo, porque Charpent hablaba poco. Sebebíalascervezasdeuntrago,alamarroquí,ycanturreabaenvozbajalascancionesquesonabanporlosaltavoces.

ACharpentlegustabalapoesía.MehabíaenteradocuandoloencontréalapuertadelaFacultad,protegiéndosedelalluviadentrodelcoche;alvermehabíaalargadoelbrazo y había dejado caer sobre el asiento trasero el volumen de Capitale de ladouleur que había estado leyendo hasta que golpeé en la ventanilla para llamar suatención.Enelbardela judía,mientras tomábamosaquellascervezasqueparecíanaguaconjabón,mecontóquehabíapublicadoenFranciaunpardelibrosdepoesía.

—Mais,de tout ça, il faitdéjáquelque temps.Ondiraitque tousces souvenirsappartiennentàunevieantérieureques’esttoutàfaitévanouie.

Conducíacomosilohipnotizaseelvaivéndellimpiaparabrisas.Estababorrachoytartamudeabaaúnmásqueenelbar.Yotambiénestababorracho,aunquehubierapodidoseguirbebiendotodalanoche.TeníasedyescuchabaaCharpentmuylejos,como si me hablase exactamente desde el fondo de aquella otra vida anterior,desvanecida.Todoerasuaveylejano.

También la carretera se borraba bajo la noche y la lluvia. Me sentía fatigado,soñoliento:nosabíasicansadoocobarde—las,oulâche,acababadedecirCharpent—, viendo pasar el asfalto y sintiendo el tiempo como un río bajo mis pies, unacarreteraqueseescaparahaciaundestinotanimprevisiblecomoabsurdo.

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—Des livres, des mots. Je ne sais pas ce que je suis venu foutre ici, dans cemisérabletrou.Jenesaispascequim’yretientencore.Maintenant,jesuismalade.Voussavez?C’estRilkequi l’adit:«ÔSeigneur,donneàchacunsapropremort.»Maisvousleconnaissez,biensûr.

Elcampo,enlanoche,eracomounmarqueselevantaraalrededordelautomóvil.Mimounestabaaunpaso.Alolejosbrillaban,entrelaniebla,laslucesdeBatij,enlaladera de una ola negra. Pronto entraríamos en la Avenida de los Plátanos ynavegaríamosbajolaosamentablanquecinadelosárbolessinhojas,comocarcasasde ballenas fosforescentes ahogadas en aquel naufragio atroz que acabaríallevándoselo todo. Un perro cruzó delante de los faros, antes de que Charpentdetuvieseelautomóvil,abriera laportezuelaysalieradando traspiésalexterior.Loescuché vomitar bajo la lluvia y, a continuación, el ruido pesado de su orina seconfundióconelchasquidodelagua.Yotambiénbajéaorinarehiceesfuerzosvanospordevolver,pensandoquelaangustiaquemeinvadíasedebíasóloaquelacervezamehabíasentadomal.

—Leschiens.Jeleshais—dijoCharpent,alvolveralcoche.Lecaíalalluviaporlafrente,comosifuesesudor.—Noescansancio—penséyo—;escobardía,miedo.HabíanempezadoarodearnoslaslucesamarillasdeMimounytuvelaimpresión

dequepedíanalgodenosotros:deCharpent,deFranciscoydemímismo;algoquesóloelviejoylocomisioneroleshabíallegadoadar.

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Apenasescribía.Durantelasúltimassemanasnolehabíaañadidomásqueunaspocaslíneasnuevasallibro;envezdeescribir,cortabaycorregía.Erauntrabajoqueejecutabacondesgana,sin ilusión.Cadavezsehacíanmásbrevese irregulares losratosquepasabaante lamáquinadeescribir.Mesentíacansado, teníasueñoysed;además,despuésdevariosmesesenMarruecos,habíadejadodepensarqueresultabacreíble la historia que me había parecido tan importante contar cuando vivía enMadrid.

Madrideraunpuntoinsignificanteenelmapaymilibro,algoperdidoenalgúnrincón invisible de ese punto. Me había acostumbrado a leer en la cama y bebíademasiado.

CadadíamehacíaelpropósitodenovolverapisarlosbaresdeMimoun,dondeme rodeabadegentequenomegustabayque inclusoempezabaaprovocarmeunsentimientoqueseparecíamuchoalmiedo.Sinembargo,alatardecer,nosoportabaquedarme en casa,mientras las sombras de la ventana se iban alargando sobre lasparedesylaluzsevolvíamásfrágil,comodevidrio.Pensaba,entonces,queacababade perder un nuevo día. No hubiese sabido explicarle a nadie en qué habían dedistinguirseesosdíasperdidosdeotrosquepodríanganarse,peroallí,enlaCreuse,unavezqueRachidasehabíaido,empezabaasentirmeacobardado.

Teníaquebuscarlaesperanzafuera,pordetrásdeloscadáveresdelosplátanos,delasarruinadascasasdelbarriocolonialydeloscristalesesmeriladosdelbar.¿Quéclasedeesperanzapodíaencerrarseallí?

HabíaocasionesenquelasoledaddelaCreusemedabamiedo.Otrasvecesoíaelruido de la puerta, abriéndose de unmodo especial que yo conocía perfectamente.Franciscointroducíalallaveconmáscuidadoyempujabalapuertaprocurandoquenoprodujeseningúnruidoalabrirse.Esoqueríadecirquenovolvíasoloyqueestabatácitamente desaconsejada mi presencia en el salón, y aún más en el cuarto deFrancisco. Jamás habíamos hablado de cuál debía ser mi comportamiento en esasocasiones,perolosdossabíamosqueteníaqueserasí.

Me quedaba en mi habitación y procuraba no hacer ruido con la máquina deescribir. Era necesario que la casa permaneciese en silencio, a la espera de quecomenzara a escucharse el sonido obsesivo de la música bereber, como un cantoritualdesacrificio.Oíalosgritosybandufesdelosmúsicos,alosquesesumabanlasvoces de Francisco y su acompañante. Era siempre lo mismo: la canción bereberapoderándosedelacasasilenciosa,elvahodeltéyelhumodelhachísdeslizándoseinvisiblespordebajodelaspuertasy,paraterminar,losgemidosqueflotabanenelaireporencimadelruidoirritantedelsomier.

Algo tan monótono como mis paseos al pueblo, en busca de no sé qué. Alprincipio llegué a vivir convencido de que buscaba a alguien; tuvieron que pasarmuchosmesesantesdequemediesecuentadequehabíaempezadoahuir.

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Había aprendido a desconfiar de las sonrisas y las invitaciones. Presentía quealguienaquiennoconocíaestabatendiendounaredinvisibleentornoamí,yqueesared crecíamás ymás, enredando las palmadas, las sonrisas y los vasos de aquellacervezaquesabíaajabón.

Me invitaban a demasiadas copas yme hacían demasiadas preguntas. Sabía yaque, en aquellosmostradores pegajosos, no había de encontrarmemás que con losconfidentes de la policía que buscaban una explicación a mi presencia en aquelpueblodesolado,amitaddecaminoentreelmundoyelSahara;yconlosalcohólicosque se ensangrentaban lasmanos con los vidrios de los vasos rotos y cantaban, sepeleabanybesaban,conunoloragrioqueseme ibapocoapococontagiando.Meenterédeque,cuandoporesebrevecaminoatravesabanlafronteradelamiseria,sequedaban a vivir junto al río. Allí bebían alcohol mezclado con agua, hasta quealcanzabaneldescansodelalocuraodelamuerte.

—Ah!L’Espagne!Etc’estMadridquevoushabitiezavantMimoun?Vousn’avezpasbienchoisi,Monsieur.

ElalcoholhizoaúnmásdifícileslasrelacionesconFrancisco.Nosoportabaquefrecuentase, cadavezmás, losbares.Aveceshacíabromas tensas cuandomeveíallegarborrachoacasa.Lohabitualeraquememiraseconmalacarayqueacabaraenfadándose, tomando como excusa algún otro motivo. La última discusión quetuvimos—yquemedecidióabuscar,sinmásdilaciones,unacasaparamísolo—fueacausadeCharpent.

Francisco se puso insoportable cuando le conté que el francés me habíaacompañadoaFezensucoche,quehabíamosestadobebiendohastatardeyqueyolehabíapropuestoqueeligieseunafechaparaveniracomerconnosotros.Fuealgoasícomosiacabasedeviolaralgúnpactoespecialmentesagradoquehubiera,hastaeseinstante,existidoentrelosdos.

—Noquieroqueentreenmicasa.Esetipotraemalasuerteynovaaponerlospiesaquí.Siquieresinvitarlo,loinvitasatucasaeldíaenque,deunavez,latengas.

Noséconquépalabraleinsultéantesdemarcharme,dandounportazo,dispuestoanoregresarmásquepararecogermiscosas.Reservéunahabitaciónenlafondadelpuebloymefuiabeberhastaquecerraronelúltimobar.Llovíaamares;todoestabamojado y sucio.Olía a lana de chilaba empapada. El barro lomanchaba todo: loszapatos, la perneradel pantalón, el anorak.Yaborracho, estuve apuntode caermevariasveces.Mediotantomiedoquedarmesoloaquellanochequeacabébuscandounaputa.Mesiguióhasta lapuertadelhotelguiadapor las etiquetasdeunpardebotellasdevinoqueyohabía tenido laprecaucióndeescondermeenel anorak.Elvigilantedel hotel novio las etiquetas, pero con la sagacidadque caracteriza a loshijos de los pueblos colonizados, descubrió la forma de las dos botellas bajo elimpermeable.Huboquedejarleunapropinayalgodevinoparaquenospermitieseentrar. La puta, que estabamás borracha que yo, se pasó la noche ofreciéndose adepilarme el pubis, según la tradiciónmarroquí, y suplicándome que la invitase a

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comerjalufenmicasa,comosiel tocinofueseunadminículoimprescindibleeneljuegosicalíptico.

—Laisse-moitranquille.Jen’aipasdemaison—dije.Ellasepusoa llorarconelúltimovasodevino,ysiguió llorandoe insistiendo

hastaelamanecer.Nosabíafrancésynopodíaentenderningunadelasexplicacionesque yo intentaba darle. Al final se quedó dormida, acurrucada como una niñapequeña,conlacabezapegadaamiombligo.

—Ilfautattendreàdemain—mepuseacanturrearle,comosifueseunanana—.Demain, inchAllah, tuauras tonpetitboutde jalouf,etmoi, j’auraisunegrosseetbellemaison.Est-cequetuveuxaussiunbeaujardín,maprincesse?

La lluvia caía sobre elpueblocomoun insulto.Lasprimeras lucesgrisesde lamañanamojabandetristezalasetiquetasdedosbotellasvacíasqueyacíantumbadasenelsuelo.Entodoeldíanoibaasalirelsol.

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LalluviadesplegabatodalatristezadeMarruecos,sacabalastripasenfermasdelpaís y las tendía sobre las hortalizas embarradas de los mercados, los caminosintransitables y los cafés que apestaban a lana mojada y suciedad. Después, derepente, la lluvia se convirtió en nieve y pareció que nos purificaba a todos. Unsilencioapacibleseextendióporlosjardinesabandonados.Fuecomosidespuésdeuna larga enfermedad, hubiese al fin venido a visitarnos una vieja amiga. Loscaminossellenarondemudasfloresblancas.LostaxisdeBabMarwanarrastrabansucargamentohumanorumboaFez,yloscampesinoslosmirabanirsedesdedetrásdeloscristalesempañadosdelCafédelaPoste.

Según supemás tarde, tambiénFrancisco se pasó el día tras los cristales de laventanadesuhabitación,vigilandoelcaminodelaCreuse,porsivolvíayo.Rachidano fue a trabajar y, en mi cuarto, estuvo ardiendo la leña con su mugido suave,esperándome.

Yo no quería volver. Acepté hospedarme en la casa de uno de mis habitualescompañeros de barra, que se llamaba Hassan y trabajaba como técnico en unaexplotaciónruraldelosalrededoresdeMimoun.Paséeldíabebiendoconély,porlanoche, dormimos juntos en una habitación helada. Antes de acostarnos,completamenteborrachos, estuvimosbesándonosdepie juntoa las esterasdepaja.Lahabitaciónolíaahumedady llevábamoselalientodescompuestopor lacervezaagria.Aldespertar,viqueélseestabamasturbandoyyomemasturbé,ensilencio,asu lado.No nos dijimos ni una sola palabra. Fue como si ninguno de los dos noshubiésemosdadocuentadeloquehacíaelotro.

Francisco bajó a Fez para contarles a los españoles que habíamos tenido unadiscusión,aconsecuenciadelacualyohabíadesaparecido.Porsuerte,losespañolesnolehicierondemasiadocaso.DecidióentoncespreguntarpormíenelJeanned’Arc,dondeledijeronquenomeconocían.EnMarruecosseolvidanantesdelnombredelosextranjerosquedesusvicios.

DeregresoaMimoun,Franciscosedirigióalhospital,dondeunmédicofrancésamigo suyo le dijo lo mismo que los marroquíes del Jeanne d’Arc, que no meconocía.ParaentoncesyahabíaempezadoaanocheceryFrancisco—segúnhabríadedecirmedíasmástarde—habíacreídoquesevolvíaloco.Lanievehabíaimpuestounsilenciodemuertealaciudadylascallesestabandesiertas.

—Mesentísolo—meexplicaría luego—.Comosi todohubiesedesaparecidoamialrededor.Estabacansado,llevabadosnochessindormir,ynoimaginabadondepodrías haberte metido. Por un momento, llegué a pensar que el destino lo habíapreparadotodoparahacermemorirsoloenlaCreuse.

En la fonda de Mimoun hubiesen podido contarle que había pasado por allí;también en el bar hubiera podido conseguir alguna información. Sin embargo, eserecorridológiconocabíaenlacabezadeFrancisco.Tuvoqueacabarpresentándose

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enelúnicolugarquecualquierindividuosensatodebeevitarenMarruecos.Francisco—queeracapazdecometertodosloserrores—sepresentó,preguntandopormí,enlacomisaría.

Le hicieron esperar un buen rato en una sala destartalada, en la que había, portodomobiliario,ungigantescoretratodeSuMajestad.Letuvierondepie,muertodefrío,«yobservándome,sinduda,poralgunarendija»,segúnmedijoluego.

Fue atendido por un tipo sinuoso, que —gracias a aquella intervención deFrancisco— iba a convertirse enmi sombradurantevariosmeses.Desde el primerdíanoscaímosmal.HabíaaparecidoencasadeHassandespuésdelaentrevistaconFrancisco. Llegó acompañado por un par de niños de una decena de años, que sequedaronjugandoconloshijosmáspequeñosdelafamiliatodoeltiempoquedurólavisita.Nuncalleguéasaberconexactitudloquelehabíadadoporsospechar.

—Vousnesavezpasquevotrecopainvouscherchepartout?—preguntó.Y,luego—: Les gens, au Maroc, sont trop polis, vous le saviez? Même les familles tropmodestespoursupporterdesinvités,setaisentmêmesi,parfois,onlesdérange.Vousmecomprenez?

Yo había comprendido aun antes de que aquel tipo delgado y de miradaamarillentamehubiesedirigido lapalabra.A la familiadeHassanno legustaba lapresenciadelapolicíaensucasayyoeraquienlahabíaprovocado.El tipoestabaadvirtiéndomedeloque,sinduda,habíaadvertidoalosotroshabitantesdelacasa.Poralgúnmotivodebíaserevitadamipresenciaallí.Hassansonreíaalpolicíay leofrecíaotrovasodeté.Meparecióqueestabamuertodemiedo.

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Volvía laCreusey,porvezprimera,deseé regresaraMadrid.Otravez lacasabajolalluviayelcaminoquesecurvabaantelapuertadeentrada.Lalluviadisolvíalanieveydejabaaldescubierto losmontonesdebasuraen lacuneta.Labombilla,sobrelaentradadelacasa,estabaencendidaenplenodía.Losperrosvagabundossehabían tumbado en silencio al pie de una acaciamuerta. Estaban empapados y nisiquierasevolvieronparamirarme.Lacasadelmisionerofrancés.Llovía,yeracomosi la lluvia no hiciera más que subrayar el olor a cementerio de todo el país.Marruecos. Los interminables cementerios bajo la lluvia. Las tumbas sin nombrecavadas en dirección a LaMeca. Los cadáveres bajo la tierra, descomponiéndoseentrelágrimasdelluvia.

MeparecióqueFranciscoespiabadetrásdelosvidriosdeunadelasventanasdelsalón.Despuéspenséqueno,quelacasaestabavacíaymuertadetrásdelabombillainútilmente encendida. El dibujo geométrico de losmuros de la casamarcaba unafrontera. Yo venía de otra parte, de un mundo exterior en el que crecían losmostradoresdelosbaresylasbasurasalbordedelascunetas.Estabatancansadoquenisiquierameveíaconfuerzasparagritarlequeabrieselapuerta.

Noestabacerrada.Enel interiorde losmuros todas lascosasesperaban.Hacíafríoenelsalón;ningunadelasdossalamandrashabíasidoencendida.Escuchéruidosen la habitacióndeFrancisco.Era él, quien, comoun cazador, esperaba.Medirigídirectamenteamicuarto: allí ardía silenciosoel fuego, e inclusoel calor resultabaexcesivo.

—¿Dóndehasestado?—medijo luego,al cabodeunbuen rato, cuandoyanopudosoportarlatentaciónderevisarlasredesquehabíatendido.

—Jodiendo—ledijeyo,ehizocomosinohubieseoído.—Tieneslaropaempapada—comprobó,apretandoeljerseyqueyohabíadejado

sobreunasilla—.Hastenidoquepasarmuchofrío.Tevoyaprepararunté.Semarchó sindejarmeque ledijeraquenoquería téy, al cruzar ante el piano

caminode lacocina, tecleómediadocenadenotas.Alcabodeunratovolvióparacolocarme la tazade tébajo lanariz;despuésregresóalsalónysepusoa tocardecorrido.

—EsBach—levantó lavozporencimade lamúsica—.Conocesquépiezaes,¿no? Conseguí algunas partituras nuevas en Fez, en un sitio raro, cerca de BabBoujouloud, donde tengo la impresión de que venden cosas robadas en villas deextranjerosdeCasablanca,Tángerysitiosasí.¿Túcreesqueesposiblequelapolicíamarroquídejequerobenalosfranceses?Sonlosdiosesdeestepaís.

—¿Quiénes?—ledijeyo—.¿Lospolicíasolosfranceses?—Habíadudadoantesdeabrirlaboca.Hubierapreferidonohablarconél,peroeltéestabacalienteydulceymesentababien, tanbienquede repenteempecéa tenerganasde reír. ¿AquiénpodríaocurrírseletraficarconpartiturasdeBachrobadasenMarruecos?

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—MarruecosnoesViena.Aquínadietraficaconpartituras—ledije.Al té le faltaban unas gotas de algo. Llovía en todo el país menos en aquella

habitación,dondelaleñasequemabaentrenotasdeunapartiturarobadadeBach.—¿Queda algo de las bebidas que Alcira trajo de Melilla? —grité para que

pudieseescucharmeapesardelpiano.Se presentó con una botella de absenta a la que le quedaban pocomás de tres

dedos. Me sentí humillado. El líquido tenía un maravilloso color dorado que meatraía.Fueextraordinarioescucharelchorritodellicorcayendosobrelatazamediadadeté.

—Échatelotodo—insistió—.Yasabesqueyonobebonunca.AlavueltadeFezmeencontréconCharpentymehabló.Unanovedad.Medijoquevaaveniracomerconnosotroselviernesdelapróximasemana.Teníasrazón.¿SabesqueesunpoetabastanteconocidoenFrancia?Melodijoelmédicofrancésdelhospital;porque,alverquenovenías,heidoalhospital.Tuvelaimpresióndequenosibaapasaralgomalo.¿SabesqueRachidatampocohavenidoestosdías?—sehabíadesmoronado—.La casa empezó a darme miedo. Es un lugar misterioso. No creo que volviera aacostumbrarmeavivirsolootravez.

Nomemirabaamí,sinoquemirabahacialaventana,hacialosárbolesdesnudosylaniebla.Apenassipodíanverse,entrelasnubes,lasprimerascasasdelpueblo.Sederrumbó la leña en el interiorde la salamandray la respiracióndel fuego sehizomásviolenta.Yono teníaganasdehablar.El tésehabía terminadoyen la tazanoquedabanmásquelasúltimasgotasdeabsentaqueacababadeservirme.Melabebídespacio,paladeándolaconlosojoscerrados.

Cuando me desperté era ya de noche. Había dejado de llover, aunque aún seescuchabaelruidodelasgotaseneljardín.Másalládelaventanacruzabanelcielonubesnegrasy,devezencuando,aparecía la lunaentreellas,comouna llamaradapálida.Alguienllorabaenelsalón.Eranunossollozoslargosyacompasados,comolosdeunperroquehubierasidocastigado.

Me levanté. Junto a la ventana más próxima al piano, lloraba una mujer quemirabaatravésdeloscristales,hacialanocheylasluceslejanas.Llevabaelcuerpocubierto por unagandoray, allí, en el rincón, llorando a solas, ofrecía una imagenterrible. Parecía como si alguien hubiese venido desdemuy lejos sólo para llorar.Gritéaterrorizado:

—¿Schkun?¿Quiénes?Se volvió al oírmi grito y quedamos frente a frente. Si extendíamos el brazo,

podíamostocarnos.Lossollozoshabíancesadoderepenteyahorapodíaescucharsurespiración.Por encimadel veloque le cubría la parte inferior del rostro, brillaronunosojospequeñosmarcadosporunalíneadekhol.Losreconocíenseguida,apesardelmaquillaje.

—Francisco—dije.Lo vi correr entre los árboles y desaparecer, bajo la luna, por una ladera del

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barranco.Pasaron tresocuatrodíasantesdequevolviésemosahablarnos.Rachidahabía

regresadoacasayseextrañabaalrecibirórdenesdequenossirvieselacomidaporseparado.Paramífuerondíasterribles;aunqueyahabíaconseguidoalquilarunacasapor medio de Hassan, me encontraba desconcertado. Abd-el-Jaq, mi hombre deconfianza en la Universidad, había dejado de hablarme sin que mediase ningunarazón.Meenterédeque lehabíandadounpuestoen la juntadelDepartamentodeEspañol y de que ahora frecuentaba los mismos cafés que sus compañerosmarroquíes,aquienestantasveceshabíallamadotraidores.

Un día Francisco entró en mi habitación y me miró fijamente. Jamás se mehubieraocurridoquesusojospudieransertanduros.Memirabadesdemuyarribaydesdemuylejos,comosituvieraunarazónqueyonisiquierahabíallegadoaintuir.Creciótodavíamás,cuando,antesdevolveracerrarlapuertadelcuarto,dijo:

—Túnuncallegarásaescribir:sóloteinteresanlasvistaspanorámicas.

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MisúltimosdíasdeestanciaenlaCreuseestuvieronllenosdesorpresas.Abd-el-Jaqsepresentódeimprovisoencasa.TraíaenlamanounramilletedefloresblancasdeNavidadquehabíarecogidoenelcamino.Meabrazóalvermeysequedólargorato en mi habitación, contándome historias de sus hermanos, que vivían en lasafueras de Mequínez. Fue como en los primeros días de conocernos. Me pidióalgunoslibrosymedevolvióotrosqueyolehabíadejadomesesantes.Volvimosahablardeliteratura.

Alatardecer,bajamosalpuebloyfuimosdenuevoalburdeldelmellah.Enestaocasiónseempeñóenqueeligiésemosunachicaparalosdosyenquedebíaseryoquien laescogiera.Cuando ledijoa lamuchacha loquepensábamoshacer, ella seresistióuninstante, luegoseechóareírynosabrazóaambos.Entramosenlazadospor los hombros en la habitación. No era la misma que la primera vez; en estaocasión,setratabadeuncuartoangosto,maliluminadoporunaventanasituadacercadeltecho.Estuvimosmuchoratoconlamuchacha.Alasalidadelburdel,cogidosdelamano,nosdirigimosal bar.Allí,HassanyAbd-el-Jaq seobservaronen silenciocomodosrivales.Diasmástarde,medijoHassan:

—C’estridicule,tonami.Est-cequetun’aspasremarquécommentilprononcelemotautobús?Toubus.C’estridicule.

Hassan y yo nos habíamos reído de Abd-el-Jaq. Habíamos comprado unasbotellasdevinoysalimosalcampoparabeber.La tardeeramagnífica;unode losprimerosdíasenque seanunciócómopodía llegara ser laprimaveradeMimoun.BautizamosaAbd-el-Jaqconelnombrede«monsieurToubus».Peroesofuecuandoyamehabíainstaladoenminuevacasa.

La jornada de estancia deAbd-el-Jaq enMimoun había concluidomal.Yomeofrecíaacompañarlohasta laparadade los taxisyHassansedespidiódenosotrosdisplicente. Abd-el-Jaq aprovechó el momento en que nos quedamos a solas parapedirme dinero.Al parecer, su padre estaba enfermo y losmédicos le exigían unasuma fabulosa por hospitalizarlo para una operación. Desde la parada de taxistuvimosqueregresaralaCreusepararecogereldinero.Nomesobraba,pero,dadalagravedad del caso, conseguí reunir unos cientos de francos que no iba a recuperarjamás.Abd-el-Jaqmedio lasgraciasymeabrazócon lágrimasen losojos.Mesesmás tardemeenterédeque, por lasmismas fechas, sehabíadedicadoaperseguir,unoporuno,a todoslosespañolesdeFez,mostrándolesunaensangrentadacajadezapatosenlaqueguardabaunfeto.Aelloslesexplicóquesunoviasehabíaquedadoembarazada y que no había tenido más remedio que abortar. A todos consiguiósacarlesalgo.Amívolvióatratarmeafectuosamenteduranteunatemporada,aunquemuyprontofuedosificandosussaludos,hastaqueacabópornegármelosdeltodo.

Entretanto Francisco intentaba retenerme en la Creuse. Estaba asustado. Noqueríaquedarsenuevamentesolo.AlguienlehabíacontadoqueRachidaeraunade

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lasmásconocidasbrujasdelpuebloyyo lleguéasospecharque también lehabíancontadolahistoriadelmisionerofrancés.Noeraasí.Yomismoledescribíelfinaldeaquel desgraciado y la leyenda que envolvía la Creuse cuando, años más tarde,acabamos encontrándonos en Madrid. Había transcurrido mucho tiempo desdeaquellosúltimosdíasenqueintentóinútilmenteretenerme.

Sepasólaúltimasemanasinapenassalirdecasa.Nosubióporlastardesalcafédelmorabito,nisetrajoningúnamante.MedemostrabaquelaCreusepodíaserunmundo,eldelosdos,dulcementeperfecto.Faltóaclase.Sequedabaensuhabitaciónleyendoy,alahoradelacena,medecía:

—Nonosmolestamosnada,¿verdad?Tocabaelpiano,poníafloresenmicuartoyhablabacomosi,derepente,hubiera

encontrado una paz muy especial en su interior. Era una cuerda tensa a punto deromperse. Algunas noches sus esfuerzos pormantener la calma se derrumbaban yregresabaalinfierno,desdedondemellamabasollozando:

—Notevayas,Manuel.Medamiedoquedarmesoloaquí.Nopodríasoportarniundíamáselgemidodelasramasdelosárboles,todasestasmaderasquecrujen,estemalditovientodeMimounquetevuelveloco.Ylacasa,¿notedamiedolacasa?

Paracomplicarlotodoaúnmás,ciertanocheescuchéunosalaridosqueprocedíande algún lugar cercano a la vivienda.Enun principio pensé que podría tratarse dealguien que se había caído al barranco. No era extraño que merodeasen por losalrededoresmendigosyborrachosquebuscabanabrigoenalgunadelascuevasdelasladeras de la Creuse. Sali de la casa y estuve largo rato intentando averiguar laprocedenciadelasvoces,queserepitieronaldíasiguienteyennochessucesivas.

LleguéapensarqueeraelpropioFranciscoquiengritaba,intentandodespertarmicompasión para que no lo dejara solo en aquella casa que se le iba llenando defantasmas. Cada vez que volvía a escuchar las voces me dirigía al cuarto deFrancisco,llamabaalapuertaymeloencontrabaallí,juntoalaestufa,enfrascadoenlalectura.Tuvequeacabarconvenciéndomedequeélnoteníanadaqueverconlosgritos.Eran unos alaridos terribles. Sonaban de repente, se repetían cuatro o cincovecesy, luego, volvían a apagarsedurante espacios irregulares de tiempo; a veces,durantehoras.Seescuchabanpocodespuésdequecayeselanocheyvolvíanaoírseenlamadrugada.

Eldíaantesdemipartida,cuandoyahabíaperdidotodaesperanzadedescubrirelorigendeaquellosalaridos,losescuchédenuevo.Primerofuerontresocuatrogritosy, luego, un rugido largo y atroz que no parecía emitido por ninguna gargantahumana.Alotroladodelespacioqueservíadejardínalacasa,recortadoenelvidriodelaventanadeCharpent,visuperfil.Levantabalosbrazosalcieloyarrojaba,sindejardeaullar,objetosquerecogíaasualrededor.Seoíaelestrépitodemuebles,devidriosque se estrellaban contra el suelo.Seoía, sobre todo, sugritodesesperado,quefueconvirtiéndoseenungemidoanimal.

Eneseinstantesentíqueunosdedosdelgadosylargosseclavabanenmibrazo.

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Era Francisco. También él había escuchado aquella noche el estruendo de la casavecinayhabíaentradoenmihabitación.Seechóallorarcontramihombro:

—Portuculpa,esetipoendemoniadohaestadoapuntodepisarmicasa.Yluego:—Tengomiedo.Tepidoporfavorquenotevayas.

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Hassan se presentó en la Creuse a la hora convenida para hacer la mudanza.CargamosensudestartaladoCitroenlamaletaconlaropa,unpardecajasllenasdelibrosypapeles,ylamáquinadeescribir.Francisconoquisodespedirse:selevantómástempranoquedecostumbreysemarchó,supongoquealinstituto,sindarmelaoportunidaddecruzarunasolapalabraconél.AntesdeirmeledejéunanotaensuhabitaciónyacordéconRachidaquebajaseunpardevecesporsemanaaordenarlanueva casa. Para formalizar el compromiso le puse unos dirhams en lamano.Losrecibióconunasonrisa.

Lacasaqueacababadealquilarestabacasienlallanura,alasalidadelpueblo,yteníaunapequeñahuertarodeadaporunmuroblanco.Mepareciómodesta,peromuyagradable, y la ocupé con verdadera ilusión, como si el nuevo decorado y laindependencia fueran a cambiar mi vida en Mimoun. Hassan se comportó aquelprimerdía—yhabíadecomportarselossiguientes—comosihubiésemosalquiladola casa para los dos. Comía conmigo, me acompañaba al mercado y me ayudó aadquirirabuenprecio,enelinmundopatiodelfunduk,losmuebles.

Allí habría de comprar, días más tarde, la hermosa estufa de leña, una mesafabricadacon tablasprocedentesdeldesguacedecajasde frutas,unparde sillasyalgunasestanteríasdecaña.Elrestodelmobiliariolocompondríandoscolchonetasdegoma-espuma,algunasesterasyungrancolchónquecoloquéenel suelo, en lahabitaciónqueocuparíanlamesaylaestufa.Eldíadelamudanzanomealcanzóeldineromás que para el colchón y dosmantas.Aún no imaginaba que nunca iba allegar a amueblar aquella casa, a pesar de que mi proyecto era, por entonces,permanecerallídurantemuchotiempo.

EnaquelañoquepaséenMarruecos,lasbombillascolgarondesnudasdeltecho;nunca tuve suficiente dinero para adquirir un tapiz, y ni siquiera llegué a compraralgunodeloseconómicosobjetosdecobreodebarropresentesenladecoracióndetodas lasviviendasdeextranjeros.Elalcoholse llevaría todocuantopudohabermequedado de mi modesto sueldo de profesor no acogido a ningún convenio decooperación.Apesardequefingínoadvertirlo,durantelaprimeratardedeestanciaenlanuevacasaseapoderódemíunamargosentimientodeprovisionalidad.

Hassansehabíamarchadoadormiracasadesuspadres.Elsolhabíaidocayendoentrelasramasdesnudasdelosviejosolmosyyomehabíaquedadoasolasenunacasavacía,cuyasparedesanotabantodoslosruidosylosdevolvíanalinstanteconunchirridometálico.Hastaqueanocheciónosemehabíaocurridopensarque,paravivirallí,ibaanecesitarunmontóndepequeñosobjetosquetendríaqueir,pocoapoco,acumulando.Mesentíaincapazdellevaracaboaquelesfuerzodeacumulación.Meenvolvíenlasmantas,sindesnudarme,ymesentésobreelcolchón,colocadoenelsuelo,ocupandounodelosángulosdelcuarto.Laluzquedespedíalabombillaeradébilyamarillenta.

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Allí, frente a mí, bajo la frágil luz, estaba todo cuanto poseía: el informemontículocompuestoporlamaleta,lascajasylamáquinadeescribircubiertaporsufunda. Más allá de esas pocas cosas, nada era mío. Las habitaciones vacías, losárbolesylanoche.

El almuédano había llamado a oración y el paisaje se había ensombrecido aúnmás.Enlacasanohabíaniunvaso,niunplato,niunhornilloenelquehacerfuego.Estaba situada sobre un altozano desde el que dominaba una vieja muralla y, porencima,lasazoteasdelsuburbioquellamabanAl-Manzel,quesepoblarían—cuandollegaseelbuentiempo—detapices,mujeres,niñosygatos,peroque,enaquelfríoanochecer de febrero, estaban vacías. El viento frotaba la muralla y yo estuvemirándoladesdemirincón,durante largorato,hastaque lassombrasse la tragaronporcompleto.

—¡Allah Akbar! —había gritado el almuédano, y el grito se había quedadotemblandolargotiempoenelmardesombras.

Yo ignorabaaquella lengua,bellay terrible,ynopodíaconfiarenningúndios.Las palabras del almuédano parecían nombrar objetos que yo nunca había visto,sentimientosquedesconocía.Encendíuncigarrilloyacerquélasyemasdelosdedoshacialallamadelacerillahastaquemarme.Mesentíacomosifueraunaburbujaqueflotaseenelmardelanocheypenséque,cuandoaquellaburbujasevieraobligadaareventar, ibaaconvertirseennada.Elcantodelalmuédanodescribía jardinesa losqueyono teníaacceso.Yonoeramásqueunmontóndepapelesamedioescribirencerrados en aquellas húmedas cajas de cartón. También había subrayado ciertasfrasesenloslibrosqueallíguardaba,yesoerapartedemí.Nada.Cuandoelalfilerdelavidapinchaselaburbuja,losniñosdeMimountrazaríansignosescolaresenelreversodelascuartillas,unossignosquejamásllegaríaadescifrarquienescribióelanverso.

Salí a la calle.Recorrí, por primera vez a solas, el camino bajo los olmos queconducíaalpueblo.Ramassecasdelinviernoyunaburbujavacíaquerodababajolasramassecas.Cenéenunpuestodekeftájuntoalamurallay,después,bebíenelbarhastaqueecharonelcierre.

Esanocheviporsegundavezalpolicíaderostroamarillo.—ToujoursàMimoun?—dijo,tendiéndomelamano.Como de costumbre, en el interior del bar la gente gritaba y se besaba. El

estruendoresultabacasiinsoportable.Elpolicíasevioobligadoalevantarmucholavoz para que yo pudiera oírle. Más allá, el pueblo estaba desierto. El vientobamboleaba las bombillas miserables que, de trecho en trecho, pendían bajo laAvenidadelosPlátanos.DondeacababanlasúltimascasasdeMimoun,elmundoeraunmarnegroyloscadáveresanónimos,bajolatierra,contagiabansusilencioatodoelpaís;loamordazaban.

—Jem’appelleDriss—dijoelpolicía.Me invitó a una cerveza y me preguntó mi nombre, a pesar de que tenía que

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saberlodelaotravez.Penséenlasmuchastardesenquesehabríaquedadomirandomifichaensudespachodelacomisaría.ÉramospocoslosextranjerosquevivíamosenMimoun,apenasmediadocena.

Elpolicíamehizodecirledenuevominombrey lo repitió tresocuatroveces,comosiquisieraaprendérselodememoriayleresultarasumamentecomplicado.

—C’estjuif,n’est-cepas?—sacócomoconclusióndesuejercicionemotécnico.Loneguéy,porelhechodenegarlo,mesentísospechoso.Éltambiénlovioasí.—Oui,c’estjuif—reflexionó.Y,luego—:Çavatoujoursavecvotrecopain?LeexpliquéqueyanovivíaenlaCreuseyélseinteresóporminuevodomicilio.—Etc’estMadridquevoushabitiezavant?Bientôt jevaisvous rendrevisite à

votre nouvelle maison. La Creuse c’etait loin, mais, maintenant, on est presquevoisins.Madridc’estbien;leMarocaussiilestbien.OnbouffebienauMaroc,onade très belles filies et il n’y a pas de criminéis. C’est un beau pays tranquille, leMaroc.

Dehaberlopermitido,mehubieseacompañadoaquellamismanocheamicasa.Insistióenquehiciésemoseltrayectojuntos,peroyomeneguéconunatozudezquedebióconfirmarleloacertadasqueeransussospechas.Deregresoacasa,Franciscome esperaba en el interior de su automóvil, aparcado junto almuroque cerraba lahuerta.

—Tehe traídoalgunascosas—dijo—.Hepensadoqueaquíno tienesnada.Tetraigo cuchillos, cucharas, platos, un par de cacerolas, un hornillo y algunas cosasparacomer.Yononecesitonadadetodoesto.Yamelodevolveráscuandotevengabien.

Descargódelautomóvilvariascajasllenasdeobjetos;inclusountermoconjariracalienteparaquecenaraaquellanoche.Loesparciótodoporelsuelodelacocinaysemarchóenseguida.Creoquesequedóconlasganasdequeleofrecieraalgunaescenadehijopródigo,peroyonoqueríaentrarensujuego,apesardequetodoaquelloibaavenirmemuybien.Ledilasgraciasyloacompañéalautomóvil.

Unavezsehubomarchado,metoméunbuentazóndejariracalientey,luego,mepreparéuncafé.Elagua,alhervirenelcazo,empañólosvidriosdelaventanadelacocinaylacasaseencogióamablementesobresímisma,protegiéndomeyobligandoalanocheacambiardesigno.

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Me embriagó la primavera de Mimoun. A los días lluviosos sucedieron otrosmagníficosenlosque,alatardecer,elcielosevolvíacárdenoysubíadesdelatierraunaperfumadarespiraciónvegetal.Estalló lavidaen lascallesy, frentea lanuevacasa, lasazoteasdeAl-Manzel se llenarondemujeres,niñosygatos.Lasprimerasbandadasdeavesblancascruzabanvoluntariosasendirecciónalnorte:eracomosilanievedelBouIblanhubieseestalladoenmilpedazosysehubieraesparcidoporelazuldelcielo.

Yonuncahabíabebido tanto.Parecíacomosimicuerponopudiesesoportar lafelicidaddeaquellosdíashermosos.Esperabaansiosoelmomentoenqueseabríanlosbaresy,desdemediamañana,mezclabalascervezasconvinoypastís.Raroeraeldíaenquenollegabacompletamenteborrachoalahoradelacomida.Sóloelalcoholmecalmaba,poniendoentremissentimientosylaprimaverauncelofánaislante.Elmalestar físico provocado por la bebida carecía para mí de importancia. Lo quecontaba eran aquellos viajes en el cochedeHassanhasta los cercanos bosques delAtlas.Recorríamos lasorillassilenciosasde los lagosqueseabríanen lamontaña,entreloscedros;ybebíamosallí,albordedelaguaclara,envueltosporelrumordelasramasyloscantosdelospájaros.ElBouIblansehabíaidodesnudandodenieveyaparecía,alolejos,convertidoenunafascinantenaveazul.

En nuestros vagabundeos alcohólicos nos encontrábamos a veces con pastoresnómadas que, aprovechando el buen tiempo, instalaban sus campamentos en lamontaña. Venían de muy lejos, de los remotos oasis del sur, y nos miraban condesconfianza. Sus hijos solían ofrecernos setas recogidas en los bosques, pequeñaspiezasdeartesaníaqueellosmismosfabricaban,opecesypájarosquecapturabanenlos alrededores.Pedíanpocodineropor aquellosproductosy sequedabanmirandocómobebíamosdesdecualquierrincónapartado.

Mi vida se cerraba alrededor de Hassan. Cada vez que intentaba mezclar sumundoconelde losespañolesdeFez, el encuentro seconvertíaenun fracaso.LaverdadesquesolíamosaparecerborrachosencasadeAlcira,ynodebíaresultarnadafácileltratoconnosotros.Tambiéninfluíanenlaincomprensiónlasreservasquelosespañolesmanteníanhacialosmarroquíesyqueeranfruto,enbuenaparte,delargasydecepcionantesconvivenciasanteriores.Aquelpaísnosquemabaatodos.

Alciraejercitabaconmigounapacienciamuyespecial.Hassanyyovaciábamossumodestísimabodegayélnosmirabaconironíamientrasagotábamoslasbotellasde alcohol procedentes de Ceuta oMelilla. Nuestra relación tenía algo de rapiña,aunqueyointentabadisimularlacomportándome,cuandoregresabasoloalaciudad,deunamaneragenerosa.

Empezabaaconsiderarmeunpocomarroquí.ComosiMimounhubiesepuestoaldescubiertoalgúnespacioolvidadodemimemoria.Avecesteníalaimpresióndequeya había vivido allí muchos años antes, e intentaba reconstruir la lógica de los

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habitantes de aquella ciudad moribunda. Ante los españoles me veía obligado adefenderpuntosdevistaquemedesgarrabanpordentro.Tenía lasensacióndequehabíaabandonadouncontinenteydequenuncaibaallegaraotro.Meencontrabaaladeriva.

Frecuentaba la medina de Mimoun y sus viejos cafés. Vagabundeaba por losmiserables callejones, visitaba los prostíbulos delmellah y pasaba horas junto a lamesa en queHassan jugaba a las cartas con sus amigos, envuelto en una nube dehumo.Elsonidodelamúsicaárabetraducíasentimientosqueyorecuperabaenalgúnlugardemímismoyempezabaadistinguiralgunaspalabrasenlasconversaciones.Hacíamiscomprasenderijahyfumabakifconlostenderos.

Volvía lacasadeHassan.Yanoeraunextranjerosospechoso.Alprincipiofuirecibidocomouninvitadodeexcepcióny,pocoapoco,comounmiembromásdelafamilia. Sidi Mohamed, el padre, había servido en el ejército francés y era unexcelentecocinero.Sehabíaalistadoconlasecretaintencióndemoriryluchócomovoluntario en Indochina, donde consiguió una herida en la pierna, una modestapensiónquelehabíapermitidoadquiriralgunastierrasensualdeanatal,ylacertezadequeeralavoluntaddeAllahlaquelohabíamantenidoconvida.Laguerrahizodeélunhombrereligioso:visitabaconfrecuencialamezquita,practicabasusoracionesensolitario,nofumabanibebía,ycriticabaaloshipócritasqueconfundíanreligiónypolítica.SumayorpreocupacióneraHassan.

FueélquienempezóadescubrirmequeHassanmentíaconfrecuencia.Durantemesesyohabíapensadoque,siseibademicasaporlasnoches,eraparavolverconsufamilia.Sinembargo,SidiMohamedsequejabadequeHassannuncadormíaencasa. Cada vez que intenté averiguar dónde pasaba la noche, me respondió conevasivas.

TambiénRachidadesconfiódesdeelprincipiodeHassan.Cuandocoincidíanenmi casa, se hacían bromas cómplices, aunque, ya el primer día, cuandoHassan sehabíamarchado,Rachidaserefirióaéldiciendo,enuntonodespectivo:«Cetype».Enadelante,siempre,paranombrarlo,decía«tonami»,comosiquisieradejarclaroque,siHassanveníaacasayellalorecibía,erasimplementeporqueyomeempeñabaynoporqueellalodesease.Enciertaocasiónhabíamurmurado,«c’estunprofiteur»,aunque,después,searrepintióyselimitabaadecirdeunmodoenérgico:

—Lesmarocainssonttousdesvoleurs.

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Volvieronlaspesadillasyaparecieronlosprimerosinsomnios.Alasalidadelbardormíaduranteunpardehoras,conunsueñoagitado,ydespuésmedespertabayyanoconseguíacerrarlosojosdurantetodalanoche.Eranterribleselsilenciodelacasaylaciudaddormida,amialrededor,cuandosóloseescuchabaelladridolejanodelosperros.

Creo que las pesadillas empezaron después del encuentro con Charpent en lacarreteradeFez.

Fueporlatarde.Regresabademisclasesenuntaxicolectivoyhabíaconseguidoocuparelasientojuntoalconductor,queera,sinduda,elúnicoenelquesegozabadeunarelativacomodidad.Noeraunaplazaquemegustasedemasiado,porqueenaquellacarreteraseconducíadeunamaneramuypeligrosayyahabíatenidoocasiónde asistir a algunos accidentes.Enunode ellos tuveque soportar la imagendeunniñomuertoconlacabezadeshechaporlaruedadeuncamión.Poreso,durantetodoel invierno me había acomodado en la parte trasera del automóvil, bastante másincómoda; sin embargo, con la llegada de los primeros días de calor resultabaasfixiante aquel espacio diminuto en el que se mezclaban los sudores de cuatropasajerosapretadosenunúnicoasiento.

Eltaxisaltabaenlosinnumerablesbachesdelacarretera,sonabaenlaradiounaestridente melopea metálica y el sol se recogía a espaldas del automóvil en queviajábamos.Desdemi posición privilegiada veía pasar los campos, los rebaños deovejasjuntoalacunetaylashilerasdeolivosescapándosehacialascolinas.Latardeeramagnífica.

Cuando el taxi enfiló la recta frente a Batij me pareció distinguir a lo lejos,aparcado en el arcén, el viejo Renault amarillo de Charpent. Hacía meses que nosabía nada de él. Desde que me trasladé a la nueva casa, jamás había venido avisitarme. Era extraño, aunque resultaba probable que Francisco—después de losincidentesdemiúltimanocheenlaCreuse—nohubiesevueltoadirigirlelapalabray,portanto,Charpentdesconocieraminuevadirección.Mimounnoeraunlaberintoenel queunextranjeropudieraperderse.Decidípedirle al taxistaque sedetuvierajuntoalautomóvildeCharpentycontinuarmiviajeconelfrancés.

Alcruzaralaalturadelautomóvildescubríqueestabasoloyqueteníalacabezaapoyadacontraelvolante,comosisehubieraquedadodormido.Mientrasintentabaqueeltaxistaentendieraquequeríadescender,intuíqueCharpentdormíaenlacunetaalgunadesusfrecuentesborracheras.

Meapeéantelacuriosidaddelosdemáspasajeros,quesevolvieronparamirarloquesucedíaasusespaldasunavezqueeltaxisepusonuevamenteenmarcha.Elsolseescondíatraslascolinasylacarreterasehabíaquedadoderepentevacía.Soplabaunvientecitosuave,casimarítimo,queremovíalashojasdelosolivos.

Al llegar juntoalautomóvil,golpeéloscristalesdelaventanilla,peroCharpent

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nosemovió.Tenía lacabezadirectamenteapoyadasobreelvolantey losbrazoslecaíanalolargodelcuerpo.Simeinclinabasobrelaventanillapodíaversunucayelbrazoizquierdo.Noeraexactamentelaposicióndeunborracho.Measustéalpensarque tal vez estuvieramuerto. El silencio de la tardeme dio escalofríos y dudé uninstanteantesdeabrirlaportezuela.

Cuando me atreví a hacerlo, la cabeza resbaló y se quedó apoyada contra elhombroderecho.Unhilodesangrelecaíaporlafrenteyseibaextendiendoporlasuperficieblancadelacamisa.Tuveganasdegritar.Mevolvíhacialacarretera.PasóuncocheendirecciónaFezyelconductorgirólacabezaparamirarme.

Charpent se movía. Respiraba con dificultad y había empezado a lamentarsedulcemente, comosi estuviese soñandoalgoque leprodujeseunplacer sinpasión:unacuna infantil, el abrazoconalguienqueyanoproducemásque ternura.Penséquemiobligacióneradetenerelprimercochequecruzaraporlacarretera,peronolohice. Pasó una destartalada furgoneta y yo me coloqué de manera que mi cuerpocubriese,ocultándolo,eldeCharpent.Descubríqueteníamiedo.

Examiné la herida apartándole los cabellos. Charpent alteró ligeramente laposicióndesucabeza,comosiquisieraqueaquellamanodesconocidaloacariciase.Teníalapielcalienteygemíacomosiserevolcaraenunalmacéndealgodones.

Laheridaerapocoprofunda.Habíaotrasenelrostro,tambiénsuperficiales,ylasmanos estaban ensangrentadas y llenas de arañazos. Parecía recién salido de unapeleaenlaquehubierahabidoensañamiento,odeunasesiónderefinadastorturas.Habíaempezadoallorar.Medicuentaporquelapalmadelamanoconquesosteníasucabezasemehumedeció.Llorabaensilencio,sindejardegemirtiernamente.Noparecíaunllantodoloroso,nihabíaningúndramatismoenlaexpresióndesumiradacuandoabriólosojosydijo:

—C’estrien.Lodijodosotresveces.Muysuavemente.Ysóloseinquietócuandolepropuse

quesolicitáramosayudaparaquealguiennosacompañaraaMimoun.—Non. Je vous en prie. Ça non. Maintenant ça va mieux. Je vais beaucoup

mieux. C’est rien. Je viens de tomber sur la route. J’étais un peu sâoul et je suistombé.

Mentía y no tenía ninguna intención de ocultar que mentía. Se limitaba asuplicarmequeyofuerasucómplice,porquenoeraconvenientequenadiellegaraasaberloquehabíaocurrido.

—MaisilfautarriveràMimoun,etjen’aipasdepapiers—ledijeyo.—Jepeux.Jepeuxconduire.Regresamos a Mimoun una vez que se hubo frotado la cara hasta que

desaparecieron lasmanchasdesangreseca.Noquisoque leacompañaseasucasa.Medejóalapuertadelamíay,antesdevolveraponerelcocheenmarcha,insistió:

—Ilnefautriendireàpersonne.Yluego,tendiéndomelamano:

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—Merci.Pocosdíasmástarde,encontréunramodefloresenelumbraldelapuertademi

casa,ypiensoquefueélquienmelasenvió.Jamástuvelaoportunidaddeaclararloycreoquefuemejorasí.Sólovolvíaverloenunaocasión,apenascruzamosalgunaspalabras, y nome pareciómomento oportuno para preguntarle acerca del ramo deflores, que por fuerza tenía que avivarle el recuerdo de las circunstancias querodearonaqueldesagradableencuentroenlacarretera.

AúnnoséporquémedioporrelacionarlasdesaparicionesnocturnasdeHassanyelencuentroconCharpent.Prontohabíadeconvencermedequenadateníanqueverentresí,pero,enunprimermomento,meparecióqueeranhilosdeunamismared,aquella que nos asfixiaba a todos. Tal vez contribuyó a fomentar esa angustia eldescubrimiento de que Francisco tenía razón al pensar que Rachida robaba en sucasa.Ciertodíaenquelevantóelpañoquecubríasuenormecapazo,tuveocasióndever escondidos algunos pequeños objetos de los que Francisco jamás se hubieradesprendido.Curiosamente,lamiradaquemedirigióRachidaaldarsecuentadequela había descubierto, fue más de amenaza que de temor. También yo estabaconvirtiéndomeen su esclavo, porque tambiényo—comoCharpent oFrancisco—teníaescondidaunapartedemivida.

Parahacerloaúnmásdifícil,unatardequetrabajabaenlapartetraseradeljardínsepresentóencasaelpolicíaDriss.RachidapensóqueyohabíasalidoyledijoqueestabaenFez.Y,porlanoche,cuandotuvimosocasióndeencontrarnosenelbareintenté explicarle al policía elmalentendido, él se limitó a apretarme levemente elbrazoconlapuntadesusdedosesqueléticosydijo:

—Oui.Jecomprends.Vouscontinuezàvouscacher.En las siguientes noches volvieron las pesadillas.La primera que recuerdo—y

que se repitió en varias ocasiones— era deprimente. Yo conducía un automóvil atravésdeunpaisajemortecinoyqueparecíadibujadocon tintachina.Lacarreterazigzagueabaatravésdeunaarboledayelautomóviltomabavelocidadenlascurvas,sin que yo pudiera hacer nada por dominarlo. Parecía no rozar el asfalto; flotabasobre el suelo, y sus motores —de eso me iba dando cuenta poco a poco— noproducíanruidoalguno.

En uno de los virajes, noté que el coche se había salido del asfalto y que, sinembargo,nadahabíaocurrido.Habíavueltoasulugar,sindejardecorrerensilencio,ni advertir la presencia de obstáculos: entonces comprendí —no sé por quémecanismo—quemiviajeatravésdeaquellaextrañageografíasinsoleraunviajequeseproducíadespuésdemipropiamuerte.Aquelpaisaje,laluzopacaysinorigendefinido,yelsilencioeran—precisamente—lamuerte.

Enelinstanteenqueobtuveesacertezadesoladora,elcocheaumentóaúnmássuvelocidadyelsilenciosehizotodavíamáshondo.Entoncesobservéquelosárbolesque jalonaban la carretera no eran tales, sino gigantescos personajes envueltos engandoras,hombresymujeresqueescoltabanelautomóvilcomouncortejofúnebre.

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El viento movía sus túnicas negras y conseguía que golpeasen las ventanillas delautomóvilsinqueseprodujesesonidoalguno.Yoestabamuertoycorríasinningúndestino.

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Laspesadillasocupabanlasescasashorasenqueconseguíaconciliarelsueño.A medida que fue avanzando el verano, me acostumbré a las noches en vela.

Esperabaqueamaneciese, sinotrapreocupaciónque ladeentender lamecánicadeaquella ciudadquevolvía a alejarse demí a fuerza de litros de alcohol.Empecé abuscaramantesconquienes llenar las largasnochesquepasabasinHassan.Pormicasa,apartirdelasdiezdelanoche,circulabanloscompañerosdelaúltimacopa,olasprostitutasencontradasencualquieracera.Dentrodemífuerompiéndosetodoenpedazos.Enelcolchóndemicuartohubonochesenlasquenosmezclamosmediadocenadeindividuos.Mesentíacomounimbécil.Nosacostábamosunossobreotroscompletamente ebrios y, luego, en la oscuridad de la habitación, empezábamos abuscarnos con sigilo como si nos importase algo que los demás pudieran darsecuenta.

Avecesnosponíamosdeunoenunosobrealgunadelasmuchachasencontradasalazar;enocasionesnostocábamosunosaotrosfingiendonodarnoscuentadenada.Lahabitaciónolíamal por lasmañanas.Nopocasveces tenía ganasde expulsar atodaaquellagentequeensuciabalospocosrinconesdemímismoqueaúnquedabanlimpios.Luego, a la noche siguiente, volvía a buscar por los bares con ansiedadytodoserepetía.

EnMimoun,ningunavidadeextranjeropodíasersecreta.Hassanteníaquesaberloqueestabaocurriendoencasa.Sinembargo,fingíanoenterarsedenada.Veníaarecogerme muchas mañanas y me conducía hasta la finca en que prestaba susservicios.Allí,bajolosárboles,creíadurantealgunashorasquepodíarecomponersemivida.Elsolcalentabasuavementeyyoleía,mientrasloscriadosseencargabandeservirmeel té.Enaquellos instantescreíarecuperar lapurezaquehabíaperseguidodurante mis primeros días en Mimoun, pero, luego, la maldita noche volvía adescomponerlotodo.SehabíainiciadolaqueibaasermipeoretapaenMimoun.

Cuandolosvisitantesnocturnoshabíandesaparecidoydeellosnoquedabanmásquelasuciedad,elolorylasbotellasvacíasesparcidasporelsuelodelahabitación,descendía hasta un viejo café, llamado Café de Marraquech, en donde buscabadistracción antes de la llegada del alba, esperando el destartalado autobús queconducíaalSahara.Pasabaallíunbuenrato,contemplandoaloscampesinosconsussacoscargadosde indefinidasmercancías,ya lossoldadosquesedespedíande lasprostitutasantesdepartirhaciaunaguerralejana,cuyosefectosllegabanaMimounconsordina.

Luego regresaba a casa, mirando el reloj mientras subía por el camino de losolmos,conlaesperanzadequeeltiemposemehubieseescapadoantelatazadecafésin que yo hubiera tenido oportunidad de advertirlo.Más tarde, desdemi ventana,veía subir el sol, y el día se volvía blanco como una foto quemada y la luz meperseguíaempujándomeavolveralabarradelbar.

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Descubrí que, en las desaparicionesdeHassan, el único secretoque existía eraunamujer,yencontrénuevajustificaciónparaaquellasnochesalamparodedudosascompañías.Yanomeatrevíaaacercarmeacasadesuspadresa lahoradecomer,porqueestabatanborrachoquenopodíadisimularlo.SidiMohamedmemirabaconpenaenesasocasionesyselamentaba.

—Hassann’estpasbon.IlVouslaissetropseul,monsieurManuel.DerepentefuecomosiaHassanselohubiesetragadolatierra.Durantebastantes

díasnoaparecióporcasaynisiquierasepresentabaeneltrabajo.Supropiopadremepreguntabaporél:

—Est-cequevoussavezquelquechosedeHassan?Entonces,comosiunsextosentidolehubiesellevadoasaberelestadoenqueme

encontraba,hizosuapariciónFrancisco.Yoteníalosnerviosapuntoderomperseytampocoélllegóconbuenasnoticias.

—Rachidaroba.Acabodedespedirla—mecomunicó.—Estás loco—le respondí, sin saber demasiadopor qué.Tal vez porque sabía

queyotambiénloestabahaciendotodomalyteníamiedodeRachida.Lepropusetomaruntéy,cuandovolvídeprepararloenlacocina,meencontré

conqueFranciscohabíadesaparecido,dejándometansólounanotaescritasobrelamesadeljardín:«Hijodeputa»,decíaelpapel.

Pensé que Francisco desvariaba y proyecté una excursión a la Creuse al díasiguiente. Pero, horas más tarde, se presentó el médico francés del hospital deMimoun yme pidió que lo acompañase urgentemente.Me imaginé que Franciscoacababadecometeralgunatontería.Elmédicoestabamuyagitado.MehizosubirensuautomóvilytomóelcaminohacialaCreuse.

—VouslaisseztropseulFrancisco—merecriminó.Nos estábamos dejando todos demasiado solos. Hervía el suelo y los árboles

estabancubiertosporunapesadacapadepolvo.LosperrosdelaCreusebuscabanlasombrade lasacaciasy la tierra rojadeMimounsehabíavueltoblanca.Abajo, laciudadpermanecíasilenciosabajolaluzcegadora,comobajounsudario.Franciscohabíaintentadosuicidarse.AcababandehacerleunlavadodeestómagoenelhospitalyhabíanvueltoallevarloalaCreuse.

Estabafueradepeligro,aunque inconsciente.Lamujerdelmédico tocabaenelpiano una partitura de Schumann que me revolvió las tripas.Me dolía la cabeza.Hacíamuchashorasquenometomabaniunasolacopayteníalosnerviosdepunta.LacabezadeFranciscoemergíaentrelassábanascomounaesculturareligiosa.Todalacasaapestabaaestética,mientraslamujerseguíaempeñadaentocarelpiano.

—Vous preñez quelque chose? —propuse, convirtiéndome repentinamente enanfitriónybuscandoenelarmariodelcomedoralgoquepudierabeberse.

—Non,merci—dijeronellos,mientrasyomeservíaunvasodepésimowhiskyqueFranciscohabíasacadonosédedónde.Luego,mecoloquéal ladodelacama,juntoalacabecera,ymepuseaacariciarleloscabelloscomosiloquisiera.

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No lo quería. No quería a nadie en aquel instante. Deseaba verlomuerto. Vermuertostambiénaloscomponentesdeaquellaparejaexcitadaporunfalsosuicidio.Franciscodormíatranquilo.

—Descomprimés—explicóeldoctor—.Ilvadormir jusqu’àdemain.De toutefaçon,ilvaudraitmieuxquevousrestiezici,prèsdeFrancisco,pourvoirs’ilabesoindequelquechose.Ilnefautpaslelaissertropseul.

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Pasé una semana en la Creuse. Era como si, en el fondo, también yo tuvieranecesidaddecreerenel falsosuicidiodeFrancisco,quehabíautilizadounode losretretes de su instituto para tomarse las píldoras, sin duda porque sabía que, dehaberlohechoenlaCreuse,hubiesenpasadovariosdíasantesdequeloencontraran.Duranteesetiempomedediquéahacercomoquelocuidaba.Sólomefuidesuladoen los escasos ratos en que tenía que descender a Fez para darmis clases. LlaménuevamenteaRachida,disculpandolaactituddeFranciscoaldespedirla;yprocuréquenofaltasenlasfloresenlahabitacióndelconvaleciente.Escuchabadócilelpianoybebíaaescondidas,porqueFranciscoextremabasuodioalalcohol.

Porlasnoches,nosoportabaelencierronimipapelenaquellaabsurdacomedia,yme escapaba al pueblo sin queFrancisco se diera cuenta.Bebía hasta queya nopodíatenermeenpie.

CogíauntaxiparavolveralaCreuseynoeraextrañoque,antesdellegar,eltaxidiesemedia vuelta y el conductor y yo acabáramos bebiendo juntos y pasando lanoche en el hotel, a veces acompañados por alguna prostituta. Los taxistas meconocíanyseofrecíandebuenaganaparaefectuaraquellosrecorridosimprevisibles.Elguardiándelhotelnoponíaningunatrabaparaqueentraseacompañado,siemprequepagaraelpeajedeunabotelladevino.

CiertatardevielcochedeHassan,queviajabaacompañadoporelpolicíaDriss.Corrí detrás del automóvil, observado por cuantos paseaban por laAvenida de losPlátanosenaquellatardedeverano,peroelautomóvilnosedetuvo,apesardequeestoyconvencidodequeHassanmeviohacerleseñas.NegóhabermevistocuandodíasmástardesepresentóenlaCreuseabuscarme.

—Oùest-cequetuétais,Manuel?—medijo—.Jenetetrouvaispasàlamaison,etj’étaistrèspréocupé.

Mentía.Había traídouna jarra con leche agria, que sabíaquemegustaba, y seesforzaba por demostrarme afecto. Cuando Francisco entró en la habitaciónestábamosbesándonosysupequedebíaabandonarlaCreuseaquellamismatarde,sinque hiciese falta ninguna explicación. Comprendí que había regresado no paraatender a Francisco, sino para ponerme bajo su vigilancia y que él pudiesecastigarme.

Cargué en el coche deHassan las pocas cosas que había llevado conmigo.Denuevo,eldescensoporlaempinadacarreteradelaCreuse,estavezcubiertaporunpolvoblancoquepodíapaladearse.Mesentíacansado;Hassandetuvoelcochejuntoalacunetaysacódedebajodelasientounabotellade«VieuxPapes».Elprimertragodevinose llevóelpolvode la lengua.Eraunvinoásperoyoscuroqueunosentíacaer sobre el estómago.Mientras bebíamos, me explicó que había estadomal. Lamujerconlaquevivíaensecretolohabíaabandonadoyhabíatenidoquebuscarlaencasadetodossusparientes,queseencargabandeocultarla.

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—Aide-moi,Manuel—mesuplicó—.Touscesgensveulentmerendrefou.Cesjours passés je dormais dans la forêt, tout seul. Je ne voulais voir personne. Siquelqu’unm’avaitadresséunmot,jel’auraistué.

Lahabíarecuperado,perosólodespuésdepagarunaimportantesumadedinero,largamente negociada con los intermediarios de la familia de ella. Tenía los ojosllenosdelágrimascuandodijo:

—C’esttoujourspareil.Tiró el casco vacío por la ventanilla y salió del coche para buscar en el

portamaletas una segunda botella de vino. El segundo vino era aún peor que elprimero.Doumi.Echóuntragolargoantesdepedirmedinero.

—Jesuisenfaillite—selamentó.Fuelaprimeravezenqueyotambiénmesentíintermediariodealguien.Creoque

no me equivocaba, aunque en los siguientes meses tuviera necesidad de olvidarloparaseguirviviendo.Leofrecíloquepude:algunosfrancosquemequedabanenlacuentaylapromesadequeledaríaotrosmásadelante.Meabrazóyseechóallorar.

—Excuse-moi,Manuel.Yo había empezado a odiarlo. Se puso a cantar una vieja canción bereber,

mientras me daba golpecitos suaves con la cabeza en el hombro y llorabadesconsoladamente.Estababorracho.

Algunoscampesinoscruzaron juntoalautomóvilysequedaronobservándonos.Unavezquehabíanpasadodelargosevolvíanparaseguirmirando.Hassan—contratodaslasnormasmarroquíes—noescondíalabotelladevino.Lasosteníafrenteasurostroy,devezencuando,laacercabaamislabiosparaqueyobebiesetambién.

Estuvimosbebiendohastaquesehizodenoche.Alllegaracasanosacostamosyluegome llevó a un lugar en las afueras del pueblo, donde lamayor parte de lasviviendasestabatodavíaenconstrucciónylimitabaconlosbarbechosybasurasqueservíandepuertaalcampo.Frentealascasascorríaunapequeñaacequia.Hassanseagachóysequedólargoratovomitando,mientrasyolesosteníalacabeza.

Entramos en una de aquellas construcciones que, desde el exterior, parecíandeshabitadas porque, a través de las ventanas con celosías, no se adivinaba luzninguna.Allídentro,bajounamiserablebombilla,enunrincóndelcuartoqueservíacomococina,estabaacuclilladaunamujer.Laimagenmepareciómiserableysentíunapenainmensaporaquelcuerpoencogidoqueesperabalallegadadelanoche.

—C’estAixa—dijoHassan,presentándomela;yluegosepusoahablarconellaenbereber.

Lamujermetendiólapuntadesusdedosylevantólacabeza.

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Aquella imagendeAixa tendiendo lamanoparasaludarme,mientrassucabezasurgíadelassombrasdelacocina,ibaavolveragolpearmealdíasiguiente,conlaspalabrasquemedirigióenelbarelpolicíaDriss.

—VousprogressezauMaroc—medijo—.Vouscommencezàparler l’arabeetvousvousdébrouillezbienchezlesmarocains.

No séporqué,penséqueDriss estabaglosandoa sumanerami encuentro conAixa.Elpolicíahabíaañadido:

—Hassan,çava?Ilvoussoignetoujoursbien?Recordé el coche deHassan avanzando por laAvenida de los Plátanos, con el

policíaDrisssentadojuntoalconductoryyohaciéndolesseñasparaquemeviesen.El aislamiento de la gente de Mimoun era como el de esos árboles inmensos ysolitarios cuyas raíces se buscan bajo la tierra. Cuando Aixa levantó la cabeza,descubríqueerabellaymedicuentadequeestabaacostumbradaaganartodoslosdías.Lossentimientosdepenaquehabíasentidoalverlaagazapadaenunrincóndelacocinasehabíanvueltocontramímismo.Desdeaquellaprimeravez,nosmiramoscondesconfianza.Estabaclaroqueíbamosahacernosdañoelunoalotro.

Habíamoscenadolostresjuntos;yHassan,despuésdeprepararlacena,inauguróun juegoquehabríade repetirseennochessiguientes.Nosempujóa losdos,hastahacernoscaeralsuelo,yélrodóanuestrolado,mientrasnosarrojabaalmohadones.Bebimos, fumamos hachís y estuvimos jugando y abrazándonos hasta queAixa selevantóparaprepararelté.Apartirdeeseinstantevolvieronlosbuenosmodalesyladistancia.

Seopusieronaquemefueracuando lesexpliquéqueerahoraderegresaramicasa.Aixameempujabaparaquevolvieraatumbarmesobrelacolchoneta,yHassanmezclabaelárabeconelfrancés,indignado.

—Tunepeuxpasallercheztoitoutseulàcetteheure-ci.Tuaurasdesproblèmes.Porunmomento,penséqueestabanproponiéndomequenosacostáramosjuntosy

decidíquedarme.No fue así. Me invitaron a pasar la noche en la misma habitación en que

habíamos cenado.Recuerdoquehabía una calaverade cabramontés colgadade lapared y que estuvo brillando por encima de mí toda la noche. En la oscuridaddestacabaaquellalóbregaosamenta.

Noconseguídormir.Losescuchéjoderenlahabitacióndealladoy,luego,oíeltrasiegodebaldesenelretreteyelchapoteodelagua.Selavaronporturnos.EscuchélavozdeAixaquehablabaenlahabitaciónmientrasHassantosíaenelbaño.

Intenté escaparme de la casa en cuanto los primeros rayos de sol empezaron afiltrarse por las rendijas de la ventana, pero la puerta había sido cerrada con llavedesdeelinteriorylallavenoestabaenlacerradura.TuvequepermanecerenlacamahastaqueHassanselevantó.Sirvióuntéymehizopasarasuhabitaciónmientrasse

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vestía.VilasiluetadeAixaenlapenumbra.Dormíadesnudadecaraalapared.Juntoalapuertadelacalle,Hassanmebesóenlabocayluegonosabrazamos

conansiedad.Estuvimosasí,abrazándonosymordiéndonos,duranteunbuenrato.ElruidodenuestrosjadeosteníaquellegarporfuerzahastalahabitaciónenquedormíaAixa. Sin embargo, en el interior de la casa, nada semovió. Afuera, la luz habíavirado del amarillo al blanco, y los pájaros estaban dejando de cantar. El calor seapoderabadetodo.

Cuando, a la noche siguiente, el policía Driss me preguntó si Hassan seguíacuidándome bien, tuve la certeza de que alguien, desde algún lugar oculto, habíatomadonotadetodoloocurridodetrásdelapuerta.

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TeníalaimpresióndequeelpolicíaDrissvivíasóloparavigilarme.Seinstalabaen una esquina de la barra del bar y acechaba la puerta por la que yo acabaríaentrando.Consurostrohuesudoyamarillo,parecíaunaalimañaenfermaalaesperadesupresa.Encuantomeveía,aquellosojosadormecidosporelalcoholrecobrabanuna insospechada vitalidad y seguían cada uno demismovimientos.Yo procurabasituarmeenalgúnlugardelabarraalejadodelqueélocupaba,yfingía,cadavez,nohaberlovisto.

Él me dejaba hacer durante un buen rato, hasta que, de repente, se ponía enmovimiento; tomaba de un zarpazo su vaso de cerveza y avanzaba hacia mí,sorteando los ruidosos grupos de hombres que llenaban el local. Entonces parecíacomosi,apesardetodaaquellamultitud,noshubiésemosquedadolosdosasolas.

—Vousnem’aimezpas—decía al llegar ami lado—. Je le sais bien.Vousnem’aimezpas.

MeinvitabaabeberymehablabadeEspaña.Madrideraparaélunaciudadbellay misteriosa, y no comprendía por qué razón yo me había visto forzado aabandonarla.«Enplus, les filies—decía—, les filiesdoiventêtre trèsbelles là-bas.Pourquoivenirici,àMimoun?»Eracomositambiénélnecesitaraentendery,alnoconseguirlo,sehubiesequedadoancladoenlasospecha.

YointuíaquesusospechasehabíavueltomásinsoportabledesdequevisitéporprimeravezlacasadeAixa.NoteníaningunarazónparapensarqueDrisssehabíaenteradodeaquellavisitanocturna,peroalgodentrodemímedecíaquesí;yque,poralgunarazóndesconocida,eseconocimientoeralallavequepodíacerrarlajaulaenlaqueyohabíaacabadoporentrar.

—Hassannevousprésentepasàsespetitesamies?—decía.LallegadadeHassanalbarinterrumpía,cadanoche,elinterrogatoriodelpolicía.

En cuantoHassan cruzaba el umbral de la puerta, aquel hombre siniestro volvía ahundirse en su letargo alcohólico del que sólo la conversación conmigo habíaconseguidoarrancarlo.Saludaba al recién llegadoy, poco apoco, se ibaperdiendodetrásdesuvasodecervezaydelestruendodelabarra.Hassanyyoabandonábamoselbarpara iracasadeAixa.Dormíamosallíadiario.Yoera incapazdenegarme,aunque sabía lo que iba a sufrir.Me decía amímismo que sólo la curiosidadmeempujaba a volver a aquella casa de las afueras, que desde el exterior parecíaabandonada.Erahorribleasistiralosmismosjuegoscadanoche.

Hassanguardabaunaperradecazaen laazoteade laviviendaynoshabíamosacostumbradoasubirparallevarlelacomida.Aixasequedabaenlacocina,yHassanyyoremontábamoslaestrechaescaleraenlaqueirremediablementenosbesábamosdurantelargorato.Enalgunaocasióninclusollegamosamasturbarnosdepie,eneldescansillo,mientrasenlaazoteagemíalaperraexcitadaporquenoshabíaescuchadollegar.

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Yome engañabapensandoque si descubría losmecanismosque impulsaban laextrañaconductadeHassan,acabaríaentendiendoelfuncionamientodeaquelmundoquemetorturaba.FingíatomaraHassancomoobjetodeanálisis,peroenrealidadmehabíaenamoradodeél.

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TambiénRachidamevigilaba.SehabíadadocuentadequenoregresabaporlasnochesacasayaprovechabacualquierocasiónparalamentarseyacusaralagentedeMimoun.

—Ilfautfaireattentionauxgensdecepays—decía.Noséloquesospechaba,aunqueresultabaevidentequehabíaextremadosuodio

porHassan.SeguíatrabajandoencasadeFrancisco,adondehabíavueltodespuésdelintento de suicidio, y no era extraño que regresara con pequeños regalos que él leentregabaparamí:algúnlibro,unacerámica,ofloresqueyonisiquierallegabaavermarchitarse porque desaparecían del jarrón al día siguiente de que Rachida lashubiesecolocado.

Yoechabaenfaltaalgunascosasdelacasa,peronomesentíaconfuerzasparaenfrentarme con Rachida. Sabía que, como a Francisco, también amíme robaba,perolacasameinteresabacadadíamenos.Habíallegadoanovivirenningunaparte:pasabaeldíadandotumbosporlamedina,comíaencualquiersitio,frecuentabalosbaresydormía en el salónque tenía colgadade lapared la calaveradeuna cabra.Habíadejadoporcompletodeescribir,noleíayeraincapazdeencontraruninstantede lucidez, agobiado por el alcohol y por la ansiedad que me producían losprecipitadoscontactosconHassanenlaescaleraqueconducíaalaazotea,mientraslasuñasdelaperraarañabanlapuerta.

Tambiénlaciudadparecíadormirelletargodeunalargaborrachera.Elpolvoyelcalor lo cubrían todo en aquellos últimos días del estío. Las plantas del jardín sehabíanagostado,y todoestabasecoyamarillo.Eracomosieldesiertohubiese idocayendo imperceptiblemente sobre nosotros, traído por el aire ardiente, y hubieraacabadoporocuparlo todosinquenosdiésemoscuenta.Unanieblasuciacubría lamoledelBouIblan,queyanoeraazulyacuáticacomoenlapasadaprimavera,sinorojiza y de fuego, en los interminables atardeceres. Cuando estalló la primeratormenta, aquel polvo que había estado flotando por todas partes se endureció yrecubriócomounmaquillajelasplantasenfermasylascasas.

PoraquellosdíasviporúltimavezaCharpent.Rachidamehabíacomunicadoenvariasocasionessusvisitas.Enningúncasodejabamensajesoencargos.SelimitabaapreguntarpormídesdelapuertadelacasayamarcharsecuandoRachidaledecíaqueyonoestaba.LaverdadesquehabíapensadoensubiralaCreuse,peronoteníademasiadas ganas de volver a encontrarme con Francisco y me desanimaba elempinado trayecto a pie bajo aquel sol abrasador que se instalaba sobreMimoundesdeelamanecerydelquesólomelibrabalacerveza.

No visitaba a Francisco ni a Charpent, los españoles de Fez se habían ido devacaciones a principios del verano y hacía casi dos meses que la Facultad habíacerradosuspuertas.VivíaenMimouncomosihubieseidodesnudándomedetodo,ymequedéasolasconunpaisajeque tambiénse ibaborrando traselpolvoyelsol

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hastanoparecermásqueeldecoradoirrealdeunapesadilla.EntoncessobrevinoelfinaldeCharpent.

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Me encontré con Charpent pocos días antes de su muerte. Vi su automóvilaparcadoalapuertadelatiendadeunjudíoqueexpendíaalcoholesenlaAvenidadelosPlátanosypenséqueéldebía encontrarse enel interiordel local.El automóvilestabaocupadoportresmarroquíes:unamujerconaspectodeprostitutapermanecíaconelrostrocubiertojuntoalvacíolugardelconductor,ydoshombresvigilabanlacalledesdeelasientotrasero.Unodeellossevolvióalvermeentrarenlatienda.

Erauntipofuerte,depieloscura,yconunbigotedescuidadoqueleocultabalaboca. Iba a volver a cruzarme con élmesesmás tarde y, en esa segunda ocasión,comprendería que era necesario que abandonase cuanto antes Marruecos. Aquellatarde,antelatiendadeljudío,nuestrasmiradassecruzaroncontalintensidad,quemeviobligadoadesviarlamía.Hayocasionesenlasqueungestoasíresultasuficienteparaelodio.

PobreCharpent,penséunavezmás,sindarmecuentadequeenaquellaocasiónmipensamientoseconvertíaenunpresagio.

MealarmólafragilidaddeCharpentjuntoalMostrador,pagandolasbotellasqueguardabaenunaenormebolsadeviaje.Sonrióalvermeyse lealegraronsusojosenrojecidos.ElhombredelautomóvilseguíamirándonosymeparecióqueCharpenthabíamiradohaciaélantesdesonreírme.Después,meabrazó.

Jamás había encontrado a Charpent tan comunicativo. Insistió en que eranecesario que pasara cuanto antes por su casa.Necesitaba verme, dijo.Al parecer,había vuelto a escribir algunos poemas y quería que yo los leyera. Tenía buenasnoticiasparamí.

—Alafin,leMaroc,çasertàquelquechose—insistió—.Cesontlesmeilleurspoèmesquej’aijamaisécritsdansmavie.Ondiraitquec’estunuutrequilesaécrits:unpetitdieuquejen’aipasleplaisirdeconnaître.C’estdurcepays,maisilfinitpardonneràchacunplusdecequ’ilmérite.

Le prometí que iría pronto a verlo. Charpent se había puesto triste mientrashablabadeMarruecos.Metendiólamanoaldespedirse.Lebrillabanlosojosdeunmodoextraño.Habíavueltoadirigirloshaciaelautomóvilaparcadoantelapuertaycogióprecipitadamentelabolsaconlasbotellasdevino.

—Vousm’excusez.Onm’attend—sedisculpó.Yluego,sincambiarlaexpresióndel rostro, como si tuviera miedo de que alguien pudiese advertirlo, dijoprecipitadamente—:Aidez-moi,Manuel.J’aipeur.Peut-êtreRilkeavaitraison,voussouvenez-vous?

Me hubiera gustado decirle que se quedase, pero no fui capaz de dirigirle lapalabra.Cruzóprecipitadamentefrenteamíynisiquierasevolvióparamirarmealabrirlaportezueladelcoche.Eltipodebigoteseguíaconlosojosfijosenmí:comosiestuviesefotografiándomeparanoolvidarmenunca.Escucheelruidodelmotoralponerseenmarchaylavozdeljudíoquemepreguntaba:

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—Est-cequevousdésirezquelquechose?Compréunpardebotellasdevinoysalídel localconvencidodequeCharpent

menecesitabaydequeyonopodíahacernadaporél.Aquellanochenofuialbar,ycuandoHassansepresentóenmicasa,supequeteníaquedecirlequeno,quenoiríaapasarlanocheconélyconAixa.Charpentmehabíallamadodesdeunajaulaqueestaba situada frente a la mía y yo no había podido hacer nada porque habíaentregadolasllavesaalguienqueseparecíaalhombredelautomóvil.NuncahabíaodiadotantoaHassan.

LanochedelúltimodíaenqueviaCharpentbrillóenelcielounalunaredondayroja.Yoteníaganasdellorar,comosiyasupieraloqueibaaocurrirdíasmástarde.Algo de lo que también Hassan era culpable. La soledad de Charpent ante elmostradordeljudíomeparecíaunpecadocolectivodelquenadieibaapodernuncalavarse.

Cuando días más tarde Francisco se presentó en mi casa para contarme queCharpent acababa de ahorcarse, me pareció como si leyese una noticia en unperiódicoatrasado.LavozdelalmuédanocaíalentamentesobreMimoun;eracomosielcalorlaacunaraduranteunbuenratoantesdequeacabaraconfundiéndoseconelpolvodelaciudadexhausta.Elcielosehabíavueltoopacodesdemesesantesyelsilencio silbaba por los callejones vacíos. Hubiese cometido un error quien seatrevieraahablaraquellatardedejusticia.

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Lamuerte de Charpent convirtió los últimos días del verano en una pesadilla.Rachidahabíadescubiertoelcadáver,quependíadeunacuerdaenelcentrodelsalóndelacasadelacriadadelmisionero.Lapuertaestabaabierta,ylosperrosentrabanysalíanmuyagitados.RachidahabíallamadoagritosaFranciscoy,luego,senegóaacompañarlo a la comisaría de policía. «Nous, les marocains, on a toujours desemmerdements», dijo antes de convertirse enunmisterioso camaleón, quedeseababorrarseentrelasmultitudesanónimasquepoblabanloszocosdelpaís.Rachidanovolvió a pronunciar una sola palabra en francés. Abandonó los privilegios que lehabíaproporcionadolalenguaextranjera,ysequedóensilenciohastaelmomentoenquelospolicíasentraronenlaCreuseparainterrogarla.Hablóconellosenárabey,después,recogiósuscosasysemarchó.

AquelmediodíanoseveíanlascasasdeMimoundesdelaCreuse.Lapoblaciónpermanecía oculta bajo un manto de niebla hirviente. El cadáver de Charpentdespedíaunolorsuave,queFranciscoseempeñóendescribirmedurantelosdíasquesiguieron. Al parecer, no era un olor fuerte, aunque sí pegajoso: como un aguapodridaqueselefuecolandoportodoslosporosyselequedóestancadadentrodelcuerpo.

—Noconsigoquitarmeeseolor—sequejabaFrancisco.DeregresodelaCreuse,Rachidapasópormicasa,aprovechóquemeencontraba

enFezysellevólosharaposconlosquesevestíaparatrabajarytresocuatroobjetosqueyo lehabíavagamenteprometido.Seabonóellamismalosdíasde trabajoquetenía pendientes de pago, robando algunos dirhams de la caja en la que yoacostumbrabaaguardareldinero.

Ademásde lapolicía, sóloRachidayFranciscovieronel cadáverdeCharpent,que fue trasladadoaquellamisma tardeaFezsinpasarporelhospitaldeMimoun,dondetrabajabacomomédicouncompatriotadelahorcado.Aldíasiguiente,corrióelrumordequesufamilialohabíareclamadodesdeFrancia,yhabíaenviadounafuertesuma de dinero para sufragar los gastos del transporte. Francisco decidió que eldestinodeaquelcuerposinvidaeraloquemásleimportabaenelmundo.

BuscóentrevistarseconlosfamiliaresdeCharpent,peronadiefuecapazdedarledetallesacercadeellos.Nisiquieraelcónsulfrancés—deordinariotanmeticuloso—pudo ofrecerle ninguna indicación. Tampoco sus compatriotas sabían nada de cuálhabíasidolavidaquellevóCharpentantesdeinstalarseenMarruecos.LoúnicoqueFrancisco consiguió averiguar fue que la parte del salario que el Ministerio leingresabaaCharpentenFranciaseacumulaba,cadames,enciertacuentabancariadeParísalaquenadie,quenofueseélmismo,teníaacceso.Sobreesacuentabancariacentró Francisco sus investigaciones. Charpent se había convertido para él en unaobsesión.

No sé conquéartimañas,y sinmásarmaqueel teléfono, consiguióquebrar el

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secretoqueguardabanlosfríosempleadosparisinosycomprobóque,enlosúltimosaños,nosehabíallevadoacaboningunaoperaciónenlacuentadeCharpent.Sólo,enunafechaquecoincidíaconeldíasiguientedesumuerte,alguienhabíaretiradomedianteunchequeunasumadedineroequivalentealaqueserecibióenFezparalosgastosdetrasladodelcadáver.

—Seulement un chèque signé par monsieur Charpent aurait pu autoriser leremboursement—ledijeronaFrancisco.

LacantidaddesembolsadaporelbancodeParíshabíallegadoaFezpormediodeun giro postal. El desconocido remitente no se habíamolestado en precisar a quélugardeFranciadebíaserenviadoelcadáver.

—Mais,monsieurCharpentétaitdéjàmortcejour-lá—insistíaFrancisco,quenoqueríaentenderqueesechequepodíahabersidofirmadodíasantes,osencillamentefalsificado.Despuésdemuerto,Charpentpagabasupropioentierro.

TuveocasióndeasistiraalgunasdelasconversacionestelefónicasqueFranciscomantuvodesdeellocutoriodelCentroEspañolenFez.Aúnlorecuerdo,máspálidoydelgado que nunca, y con la frente perlada de un sudor que no conseguía llegar aexplicarme cómo podía seguir brotando de aquel cuerpo reseco. Fez ardía. Todocuantounotocabaestabacaliente:losmueblesdelacasa,lasparedes,elsuelo.Hacíamesesquenocaíaniunagotadeaguasobrelaciudad,queparecíaagonizarbajounmantoblancodecalima.Sóloalatardecerserompíaelsilencioqueloasfixiabatodo,aunqueelcalordurabatodalanoche.

ElcadáverdeCharpentesperabadestino,encerradoenunataúddezinc,selladoyguardadoenunacámarafrigoríficadelamorguedeFez.Tuveocasióndeveraquelmacabroataúd,quenosfuemostradoaFranciscoyamíporunodelosguardianesdelamorgueprevio abonodeunbuenpuñadodedirhams.Nadie estaba autorizado aabrirlo,rompiendolossellosquelapolicíayeljuezhabíanpuestoensutapa.Nadie,pues,pudovolveracontemplarelcadáver,apesardelainsistenciadeFrancisco,queseempeñóenasegurarqueRachidayélhabíanobservadoseñalesdeviolenciaenelcuerpoqueencontraroncolgadodeunpedazodecuerdaenlaviejacasadelacriadadelmisionero.

—Estabacubiertodemoretonesydellagasqueamímeparecieronquemaduras—explicaba Francisco—. Charpent no se suicidó. Aquella madrugada oí voces ymúsicaensucasa.

FranciscorepitióantelosespañolesdeFezesaversiónqueyamehabíacontadoamí, volvió a hacerlo ante el cónsul francés y, lo que es peor, aumentó los detallescuandohablóconlapolicíamarroquí.Penséque,unavezmás,seequivocabaytuveocasióndecomprobarlocuando,a lasalidade lamorgue,descubríquealguiennosseguíaporlosvacíosbulevaresdelaciudad.

Derepente,noshabíamosquedadosolosenMimoun,apesardelocualFranciscoy yo tuvimos buen cuidado de no proponernos volver a vivir juntos. En el bar yoestaba convencido de que los clientes habitualesme trataban con frialdad, aunque

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nadieparecíahaberseenteradodelamuertedeCharpent.Enocasionesculpabaamipropiaparanoiadeeseconvencimiento.Hassannoaparecíaporningunaparte.Yonosabía si quería volver a verlo o no, pero su ausenciame inquietaba: ni siquiera sufamilia sabía nada de él. Al parecer se había ido con Aixa y sus hermanos a lamontaña,huyendodelcalorquenosasfixiabaatodos.

TambiénRachidahabíaabandonadosucasa.EracomosimividaenMarruecoshubiesesidounaobradeteatroy,concluidalarepresentación,losactoressehubieranmarchado.CuandoacudíparainteresarmeporRachida,merecibiósuhermana,unamujerasustadaque,portodaexplicación,selimitóadecirme:

—Safara.Sehaidodeviaje.AquellamismatardesepresentóelpolicíaDrissenmidomicilioparainteresarse

sobre cuáles habían sido mis relaciones con Charpent. Por un momento llegué apensarqueinsinuabaqueyohabíatenidoalgoqueverconaquellamuerte.Measusté.Hacíadíasqueestabaasustado.

—Ilvivaittropseul.Ilétaittropdéprimé—dije.—Alors,vouspensezqu’ilavaitdesraisonspoursesuicider—afirmóél—.C’est

ça.Ici,auMaroc,ilyadesétrangersquisonttombéssurlatête.Çen’estpasbiendedire des choses comme ça à propos de quelqu’un qui vient demourir,mais, voussavez,lerouge,lehachish.

Meexplicólodifícilquepodíallegaraservivirenunpaísextraño,sinhijos,nimujer, ni familiares. El policía Driss olía a alcohol y se mostraba conmovido. Sudiscursoseparecíaaldeunpadre:

—C’estdifficiled’habiterentrenoussansfamille.Quandilsesentseul,tropseul,loindesonpays,l’hommedevientdangereux.

Estábamos de pie en el salón de casa, el policíaDriss había apoyado lamanosobremihombroyacercabasucaraalamía.Podíaolersualientosuciodealcohol.Por unmomento llegué a pensar que iba a besarme en lamejilla, porque nuestrascarasserozaban.Entoncesrepitió:

—…dangereux.Ymedicuentadequemeestabaamenazando.

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Franciscosederrumbóalenterarsedequeyanoestabaenlamorgueelataúdconel cadáver deCharpent. Su fuerza de voluntad se esfumóy, lo que es peor, perdióaquelvalorquelehabíallevadoadecirantetodoelmundoqueCharpenthabíasidoasesinado.ComosielestallidodelasprimerastormentashubierarotolatensiónquelohabíamantenidoenpermanenteactividadbajoelcalorabrasadordeFez.

Fuerontormentascomoaldabonazos.CaíansobreMimounduranteapenasmediahora,yarrancabanlasramasdelosárbolesydestrozabanlostejadosdelascasasmásfrágiles de lamedina. Después, volvía a salir el sol, y secaba las hojasmuertas yevaporabaelaguadeloscharcos.Elairesevolvíaespeso,comoelvahodeljamán,casiirrespirable.

Franciscosehabíaconvertidoenunanimalacorralado.Sedabacuentaahoradetodoloquehabíadichoydequenohabíaservidoparanada.Nadie,nienMimounnien Fez, había parecido escuchar sus teorías acerca de la muerte de Charpent; sinembargo,sihabíaunoovariosasesinos,sabíanloquepensabaFrancisco,yteníanlasmanos libres para actuar.En cualquier caso, fueran verdad omentira sus historias,Franciscoestabaaterrorizado.

—¿Tedascuenta?Sihansidoellos,acabaránhaciéndomelopagar.A mí no me gustaba que bajase a mi casa para contarme que alguien había

intentadoforzarlapuertadelaCreusedurantelanoche,oquehabíaencontradounaserpientequemadaenelsalón.Sentíaqueestabaenvolviéndomeenalgoturbioquenopodíatenerbuenfin.Avecespensabaqueeransóloimaginacionessuyas.Enotrasocasiones,teníalacertezadequeélyaestabaenpeligroydeque,dealgunamanera,estabaponiéndomeenpeligrotambiénamí.

En el bar, sólo el policía Driss continuaba interesado en hablar conmigo. Losdemásme saludaban con un gesto de la cabeza y se volvían amirar sus vasos. Siinvitabaaalguien,selimitabaaagradecerlainvitaciónadistancia.

Hassanhabía regresadode lamontaña.Tambiénélparecíahabersido infectadopor aquel clima de sospecha queme envolvía. Era como si todos supiesen que yopadecíaunaenfermedadcontagiosaynoquisierandecírmelo.Hassanbebíaamiladoen la barra del bar, pero se despedía a la salida, sin invitarme a ir a casadeAixa.Evitabarozarmey,cuandonosencontrábamos,metendíalamanocondesgana.

Unanoche,parecióquetodohabíaempezadoacambiaryquevolvíaasercomoantes.Hassanestuvonuevamentehablador,bebimosunabuenaveintenadecervezascadaunoy,luego,compramosbotellasdevinoconlaintencióndetomarlasencasa.MisdudasacercadeHassansehabíanesfumado.Deseabamásquenuncasuamistad.Mimoun,sinél,semehabíaconvertidoenuninfiernoduranteuninterminablemes.

—Jet’aimebien—ledije—.Tuesmonmeilleurami.Entramosenmicasacogidosporloshombrosytambaleándonos.Estábamosmuy

borrachos. Él cerró la puerta y echó el pestillo. Era lo que acostumbraba a hacer

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cuandobuscabaquebebiéramosynosacostásemosjuntos.Abríunadelasbotellasdevino,ymesentéasu lado.Sehabíaquitado lacamisay tarareabaunacanción.Lealargué labotellaysebebió lacuartapartedeun trago largoy lento.Asu ladoyoescuchabaelruidoquehacíaelvinoalpasarporsugarganta.Lepuselamanosobrelapierna.Élnosemovióhastaquenohuboacabadodebeber.Después,envezdedevolverme la botella, la guardó entre las piernas, se volvió hacia mí y me mirófijamente.Teníalosojoscomolosdeungatorabioso.

—Tunevaspasbien?—ledije.Seremoviósobrelacolchonetayapartódeunmanotazolabotella.—Jevaisbien.Trèsbien—respondió.Estababorracho.Siguiótarareandoduranteunbuenrato,sindejardemirarme.—Déshabille-toi—medijo.Empecé a quitarme la camisa. Él continuaba Inmóvil. Estábamos los dos

desnudosdemediocuerpoparaarriba.—Déshabille-toi—repitió—.Lepantalónaussi.Ibaaempezaradesabrocharmeelpantalón,peroviqueHassannosemovía.—Ettoi,tunevaspastedéshabiller?—ledije.Sepusoenpiedeunsaltoyluegocayósobremígolpeándome.—Déshabille-toi.Jeveuxtecouper lescouilles,espagnoldemerde.Pourqui tu

m’aspris?Jenesuispasunetapette.No tuve tiempo de reaccionar. Me había golpeado primero en el rostro y, a

continuación,enlabocadelestómago.Medobléporeldoloryempecéavomitarlacervezaqueacababadetomar.Perdíelconocimientomientrasvomitaba.Sólomedicuentadeque,mientrascaía,Hassansiguiódándomegolpesypatadas.

—Jenesuispasunetapette—repetía.Novolvíabajaralbar.Comprababotellasdevinoenlatiendadeljudíoymelas

bebíaa solasencasa.Apenascomía.Faltabanpocosdíasparaque se reanudaraelcurso y los pasaba procurando que el alcohol no me dejase sentir nada; pero lasnocheseran interminablesynoconseguíamatar el tiemponi siquieradurmiendooleyendo.Demadrugada,excitadoporlaresacayelinsomnio,meodiabaamímismoy rompía los objetos de la casa. Nadie venía a limpiar. El suelo estaba lleno devidrios,papelesybasura.Noteníaniuncéntimo.NisiquierapodíapensarenvolveraEspaña.Mimounvolvíaaresplandecerotoñalymagnífica.Lashojasdelosárbolesempezabanadorarseyelcieloaparecíalimpio.Devezencuando, llovía.Yanosetratabade tormentas, sinodeuna lluviaquecaíadurantehorasenterasvolviéndolotodosuave,comounútero.

Cierta tarde, cuando ya había reanudado las clases en Fez, y pensaba que lasituación podía ir recomponiéndose poco a poco, Francisco me pidió que loacompañase a la Creuse. Estaba aterrorizado. Alguien había ahorcado uno de losperros, atándole al cuello una cuerda de piano. La ciudad, aunque pudiese parecermentira,estabamáshermosaaúnqueenlosprimerosdíasquepaséenella.Desdela

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ventana de laCreuse se veían la tierra roja deMimouny las doradas hojas de losárboles.

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LepedíaFranciscoquesemarcharadeMimoun.Sehabíametidoenunaratoneray,derebote,habíaacabadometiéndometambiénamí.LosasesinosdeCharpent—sies que Charpent habíamuerto asesinado— tendían sus redes por todo el país: losruidososzocos,lasbarrasdelosbares,lasaulasdelaUniversidad.Yoteníamiedo,yFranciscotambién,aunqueyonoacabasedeentendercuálerasumaneradevivirelmiedo.Comosiestuvierapidiendounrápidocastigo,searriesgabamásquenunca:frecuentaba los lugares más ambiguos y la peor gente. Se rodeaba de amantesladronesyconfidentes.Volvíaafumarenelcafédelmorabitoy,alparecer,regresabademadrugadaalaCreusecongentequeintentabachantajearley,confrecuencia,lerobaba.Porlamañanasentíamiedodeloquehabíahechodurantelanoche,yacudíaamicasaparacontarmecómoalguien lohabíaamenazado,osehabíaescapadoalamanecerllevándosedinerooalgúnobjetodelaCreuse.

—Me da miedo dormir solo allí arriba —intentaba explicarme. Se diría queFrancisco sabía que estaba condenado y tenía prisa porque alguien ejecutase lasentencia.Sóloelcastigopodríadevolverlelapaz.

Eliniciodelcursohabíapuestounleveprincipiodeordenenmivida.Apesardequeseguíabebiendo,meveíaobligadoahacerelesfuerzodeiraFezvariosdíasporsemanaparadarlasclases.NosédedóndeconseguíasacarlasfuerzasparaacudiraFez,perologrénofaltaraclaseningúndía,aunqueelDepartamentodeespañolmeproducía náuseas.Abd-el-Jaq se había convertido en elmás seguro candidato a ladirección,ysecruzabaconmigoporlospasillosdelafacultadsinsaludarme.Habíapasado el verano en algún lugar de la Costa del Sol y regresó disfrazado deveraneantemadrileño.

YotambiénqueríairmedeMimoun,peromeproducíaunainmensafatigalasolaidea de recoger los libros y emprender el viaje de regreso a Madrid. Acabó deconvencermeSidiMohamed,queacudióamicasapreocupadoporquehacíamesesqueyonobajaba avisitarlo.Sequedóparalizadoal ver el desorden reinante en lacasaylasuciedadacumuladaportodaspartes.

—Jenepeuxpasvousinviteràunthé—ledije—.Iln’yapasdethéàlamaison.Enlacasanohabíamásquebotellasvacías,vidriosrotosymontonesdebasura.

LimpiéunadelascolchonetasparaqueSidiMohamedpudierasentarse.Hacíamesesquenocambiabalassábanasyquenolavabalascamisas.Todoestabasucioyolíamal. Sidi Mohamed se quedó mirando en silencio, desde su rincón, aquel cuartoinmundo.

—MonsieurManuel—medijo—.Hassann’estpasbon.Ilvousalaissétropseul.Ilfautquevousreveniezànotremaison.Làonvousaimebien.Vousêtespourmoilemeilleurfilsqu’Allahaitvoulumedonner.

Mecogiólamanodurantelargoratoantesdemarcharsey,porlatarde,envióadosdesushijasparaquelimpiasenlacasa,lavaranlaropaymepreparasenuntajín.

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Durantehoraslasescuchéremoverlosenseresy,cuandosemarcharon,todoestabalimpioyensusitio.Olíaalejíayacomida.Eltiempoquepermanecieronallí,lasoíbromearyreír.Nosupeconquéobsequiarlascuandosefueron.Cerrélapuertadelacasa yme eché a llorar. Estuve largo rato llorando sobre la cama. Por la ventanaentrabanmelancólicaslucesdeatardecerdeotoño.Luego,mequedédormidoymedespertéateridodefrío.Laventanadelahabitaciónsehabíaquedadoabiertayhabíaempezado a llover. Miré el reloj. Era media noche. La ciudad dormía, y podríadecirsequedormíaenpaz.Elaguacaíasobrelahierbadeljardínysobreeltejadodelacasa.

Deambulébajolalluviasinangustia,comosiquisiera,empapándome,comulgarconaquelpaíssilencioso.Talvez,enalgúnlugaranónimo,semojabaelcadáverdeCharpent. La muerte parecía haberlo reconciliado con aquella tierra dura. Bajo lalluviateníalacertezadequeelcuerpodeCharpentnohabíaregresadoaFrancia,deque nunca iba a regresar. Se quedaría allí para siempre, confundido para toda laeternidad con la tierra roja que le había dado refugio. Los niños de MimounescribiríanalgúndíasignosincomprensiblesenelreversodelosfoliossobrelosqueCharpentcreyóescribirlomejordesuvida.Meparecíaescucharsuspalabrasenlatiendadeljudío:«Ondiraitquec’estunautrequilesaécrits:unpetitdieuquejen’aipasleplaisirdeconnaître.C’estdurcepays,maisilfinitpardonneràchacunplusdecequ’ilmérite.»

Misteriosasformasdelamor.Unpequeñodios,sobreelquellovía.Unpaíshostil,sobreelquellovíamansamente.Tambiéncaíalalluviasobremí,concediéndomeunapazextraña.LalluviacaíasobrelosmuertosquemirabanhaciaLaMecadesdesustumbasanónimas.Lassordaspisadasdelosperrosempapadosporlalluvia.

Losplátanosdelaavenidaconservabantodassushojas,apesardeloavanzadodela estación, y las gotas de agua resbalaban sobre la superficie de las hojas y, acontinuación, caían a plomo sobre el suelo encharcado. La soledad de los árboles,cuyasraícessebuscabanbajolatierra.Unavidaerapocacosaparacomprometeratodounpaís,nisiquieraaunaciudad.Lageografíacumplíasusreglas:habíallegadoellluviosootoñodeMimounysóloyo,vagabundeandoaaquellashorasdelanoche,parecíaturbarlo.

AlamañanasiguientebajéavisitaraSidiMohamed.Sealegróalvermeentrarenelsalóndesucasa,meofrecióuntéymetomódulcementedelamano.

—Marhababik,monsieurManuel—medijo—.Bienvenido.Durante largo ratomantuvomimano entre las suyas. Luego quiso servirme él

mismo el té y se quedó mirándome sin dejar de sonreír. Yo manejaba el vaso, lacucharilla, el pan, y él memiraba como si fuera un padre viendo jugar a su hijopequeñoconunrompecabezas.Medicuentadequeteníalosojosllenosdelágrimas,aunquenohabíadejadoentodoeltiempodesonreír.

—Retournez en Espagne, monsieur Manuel. C’est votre pays. Vous allez memanquerbeaucoup,maisallez-y.

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Nomeatrevíaabrazarlo.Talvezfuerasuficientequeélmeestuvieseviendoallí,enelsalóndesucasa, tomándomeelvasode téensilencio.Ahorasabíaque teníaque irmecuantoantes.SidiMohamedacababadedevolvermelafuerzay teníaqueirme antes de perderla.De regreso ami casa, ya había tomado la decisión.Con elsueldo del siguiente mes, compraría el pasaje de vuelta y liquidaría las deudascontraídas.VolveríaaMadrid.Losamigosmeayudaríanhastaqueencontrasealgúntrabajo.

Durantelossiguientesdías,insistíaFranciscoparaqueéltambiénsemarchara.Todofueenvano.TeníaposibilidadesdeencontrarotraplazaenTetuán,enTánger,enelsur,peroqueríapermanecerenMimoun.Nisiquierapodíayaescucharmúsica,porquelehabíanrobadoeltocadiscos;laCreuseestabatandesordenadacomohabíaestadomipropiacasa.¿QuéseguíaatándoleaMimoun?Sepasabalashorasmuertasmirandolaarboleda,sinhacerabsolutamentenaday,porlasnoches,subíaalcaféybuscabacompañerosparalacama.Ésaeratodasuviday,sinembargo,seempeñabaen defenderla. También él había perdido las fuerzas y nadie había sido capaz dedevolvérselas.

Unaveztomadaladecisióndeirme,nadameafectaba:nisiquieradescubrirquealguienremovíamispapelesydesordenabalosestantesdelacasaaprovechandomisausencias en Fez; o que, una tarde, apareciese roto el espejo del baño. Tenía lasensacióndeestaryamuylejosdetodoaquello.Aunqueciertodíavolvióaasaltarmeelmiedo.Porlamañana,cuandoibaentaxidesdelaPlazadelAtlasalaFacultad,vialtipodebigotequeacompañabaaCharpentcuandomeloencontré,porúltimavez,enlatiendadeljudío.Cruzóanteelautomóvilenunsemáforoysequedómirándomefijamente como en la primera ocasión. Iba vestido de uniforme. Por la tarde,volvimosaencontrarnos.SindudahabíaesperadomisalidadelaFacultad.MesiguióhastaelCafédelAtlasy,unavezenelinterior,seacodóenlabarrafrenteamí.Selimitóamirarmeyaescupirunpardevecescontraelsuelo.

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Después, un atardecer, Mimoun se llenó de humo y llovieron sobre la ciudadcenizasmalolientesquetiznabanlasfachadasdelascasasylassábanastendidasenlasazoteas.PorencimadeMimounseelevódurantehorasunagigantescallamaraday, luego,unhumonegroquenoencontraba fuerzasparasubiralcielo.Pudeverelincendio desde la huerta de mi casa. Ardía la Creuse, y las llamas alcanzaban laarboledaque la rodeaba.LasazoteasdeAl-Manzel sehabían llenadodemujeresyniñosquecontemplabanel incendioensilencio.Lagente levantabaeldedo índice,señalando la casa en llamas y luego invocaba a Allah. Nadie hizo un gesto paraextinguirelfuego;erajueves,díadezoco,ylosanimalessemovíaninquietosenelpatiodelfunduk.

NoséporquémeextrañaelhechodequenadieacudiesealaCreuseparadetenerel fuego, si yo mismo me quedé abajo, en la ciudad, viendo cómo las llamas lodevorabantodo,yhastapuedodecirquemepareciótanirremediablequenisiquierapenséenacudir.Busqué—esosí—loslugaresenquelavisibilidaderamásperfecta.Vi las llamas desde la huerta de casa, desde el prado en que acostumbraban aemborracharse en la orilla del río los alcohólicos, desde el desordenado patio delfunduk y desde el barrio colonial francés, con sus viviendas descuidadas y susjardinesabandonados.PaseéporMimounhastalapuestadelsol,cuandoyasehabíaextinguido la humareda sobre las ruinas de la Creuse; entonces me decidí aemprenderelascensodelcaminoybusquéenvanoaFrancisco.Meencontréconelsilencio de los muros calcinados. Era una magnífica tarde de otoño. CruzabanbandadasdeavesblancasrumboalsuryyahabíancaídolasprimerasnievessobrelamolesoberbiadelBouIblan.EntornoalaCreuseapestabaagasolina.

—Lhafia—medijo alguien,mientras regresabaamicasa—.Ha sidounhornodurantetodalatarde.

Recogí los objetos indispensables y toméun taxi condestino aFez, porquenoquería dormir aquella noche en Mimoun. Ya nunca más volvería a dormir allí.Cuando llegué al piso de los españoles de Fez,me enteré de que Francisco habíatelefoneadodesdelacomisaríadepolicíaparacontarlesloocurrido.Alparecer,habíasido interrogado durante horas como si hubiera sido el culpable del incendio de lacasa. Llegó de madrugada, con la ropa hecha jirones y víctima de un ataque denervios.AquellanochenodormimosningunodelosespañolesdeFez.

—Hansidoellos—sollozabaFrancisco—.Olíaagasolinayardieronalmismotiempoelbosqueylacasa.Nadievinoaapagarelfuego.

Quémásdabatodoya.Élseguíaempeñadoenquedarseallí.Sinnada,peroallí.Yamínomequedabamásquerecogerlosescasosenserestransportables:loslibros,lascarpetas,laropa.Mimounsehabíaquedadolejoscomounapesadilla.Yoestabaasalvo.

Enesopensabamientrasrecogílascosasylasfuiponiendoencajas,parapoder

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meterlasenelcochedeAlcira.NisiquieramedespedídeSidiMohamed.AHassansíque lo vi. Alguien le avisó de que estábamos vaciando la casa y se presentó deimproviso. Quería hablar a solas conmigo. Pedí disculpas a Alcira, que se quedóesperandoentrelascajasamediollenar,yHassanyyonosfuimosadarunavueltaen suautomóvil.Seechóa llorar encuanto salimosdelpueblo,porel caminoqueconducíaaloslagos.Sacóunabotelladevino.

—Reste ici,Manuel—suplicaba—.Tu esmon seul ami dans ce trou. Excuse-moi.

Nosbebimoslabotella,yluegootra.Hassanllorabaconlacabezaapoyadasobreelvolantedelautomóvil.Sehizodenoche.

—Jedoispartir,Hassan—ledije—.Alciraattend.Élpusoenmarchaelcoche,sindejardellorar.Luego,cuandollegamosfrenteal

bar,medijo:—Onprendladernièreici,commed’habitude?Entramos en el bar.Allí todo elmundo sabía que yomemarchaba. El policía

Drisssehabíasalpicado lospantalonesalorinaryapenaspodía tenerseenpie.Mebesóenlamejilla.

—MonsieurManuel,vousnousquittez.Laissez-moivotreadresse.Peut-êtrevouspourriez me trouver quelque chose là-bas: un petit travail en Espagne. C’est bienl’Espagne.

Hacíaesfuerzospornocaerse.Llevabaunpantalónclaroylasmanchasdeorinale llegabanhasta la rodilla.Alhablar,me salpicaba con la saliva.Medio asco.LepedíaHassanquenosmarcháramos.

Alciraesperabajuntoalacasa.Sehabíasentadoalladodeunmacizodefloresyfumaba mirando las primeras estrellas que acababan de aparecer en el cielo. Eracomosihubieseestadoallídesdesiempreyformasepartedetodoaquello.Comosinohubiese estadonunca enningunapartey, por eso, estuviera condenadoa seguirviviendo.Alvernos,tiróelcigarrilloydijo:

—¿Nosvamos?Nonoshabíaesperadoparacargar lascajas.Lashabíacargadoélsoloyestaba

todoapunto.Subimosalcoche.AntesdequeAlcira lopusieraenmarcha,Hassanintrodujolamanoporlaventanilla.

Seperdiótraslaprimeracurvadelcamino.Sehabíasentadoenelsueloyllorabaconlacabezametidaentrelaspiernas.Después,pasamosbajoeltúnelnegrodelosplátanosyvimos las lucesdeBatijsobreuna ladera,comosiunaolase las llevaraparasiempre.Lanocheestabaclaray,porencimadelassombrasdelosolivos,habíamillonesdeestrellas.

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RAFAELCHIRBES.TavernesdelaValldigna,1949.Desdelosochoañosestudióencolegiosdehuérfanosdeferroviarios,estudióHistoriaModernayContemporáneaenla Universidad Complutense de Madrid, fue profesor de español en Marruecos ydurante algún tiempo se dedicó a la crítica literaria y posteriormente a otrasactividadesperiodísticas,comolasreseñasgastronómicasylosrelatosdeviajes.Dicequeporculpadeunosanálisishapasadodetomarsediezgintónicsdiariosyfumarsetrespaquetesdetabaco«anada»,deser«unadolescenteinconsciente»aun«ancianoenfermo»,deunepicúreoaunestoico. Juntoa su trasteadoordenador,una leídayreleídaedicióndeSanJuandelaCruz,obrasdePeterHandkeydeGracián,botellasdeaguayunacamasinhacer.Vivesolocondosperros,TomásyRamonet,enunacasaquelecompróauncamionerojubiladohacediezodoceañosalasafuerasdeBeniarbeig,enlacarreteritaquesealejasinuosadelastapiasdelcementerio,enunaregióntanhermosacomodegradadaporurbanizacionesyputiclubscomobuenapartedelospersonajes,endiabladamentehumanos,desupaisajeliterario.Allísaludaalosvecinosporsunombre.Nadadistinguealescritor,salvosuvidainterior.

Suprimeranovela,Mimoun(1988),quedófinalistadelPremioHerraldedeNovela.

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