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  • SUMARIO Presentacin 5

    ArtculosMoiss Guzmn Prez Paulina Patricia Barbosa MalagnLecturas femeninas en Valladolid de Michoacn siglo xviii.La "librera" de Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle 15

    Edith Gonzlez Cruz Jos Ignacio Rivas Hernndez Luis Arturo Torres RojoUn acercamiento al proceso de urbanizacin en Baja California Sur durante la poca porfirina: el caso de San Jos del Cabo 71

    Sebastin Rivera MirLos relojes pblicos y la unificacin social del tiempo en la ciudad de Mxico, 1882-1922 99

    Miguel Lisbona GuillnObras, festejos y besamanos en la integracin de los chinos en Chiapas. Del proceder histrico a la definicin tnica presente 129

    Vladimir Gonzlez RobleroHabitar la selva. La epopeya como discurso literario e histo-riogrfico de la migracin y colonizacin de la Lacandona 155

  • DebateLa historia frente a los tiempos de la dispersinAntonio Annino 181

    ReseasSobre MARA DEL ROSARIO RODRGUEZ DAZ El gobierno militar estadounidense en Cuba: visiones desde Mxico.1898-1902Felcitas Lpez Portillo Tostado 203

    Sobre VERNICA OIKIN y MIGUEL NGEL URREGO ARDILAViolencia y sociedad. Un hito en la historia de las izquierdas en Amrica LatinaPablo Vargas Gonzlez 209

    Sobre GUY P. C. THOMSON con la participacin de DAVID G. LAFRANCEEl liberalismo popular mexicano. Juan Francisco Lucas y la sierra de Puebla, 1854-1917Sergio Francisco Rosas Salas

    214

    Sobre LUCERO RODRGUEZLa Geologa mexicana en el siglo xix. Una revisin histrica de la obra Antonio del Castillo, Santiago Ramrez y Mariano BrcenaJos Alfredo Uribe Salas

    222

    Sobre CARLOS MARICHAL y JOHANNA VON GRAFENSTEINEl secreto del imperio espaol: los situados coloniales en el siglo xviiiRafal Reichert 229

    Publicaciones del Institutode InvestigacionesHistricas de la UMSNH 235

  • 5PRESENTACIN Tzintzun. Revista de Estudios Histricos llega a su tercera dca-da de publicacin ininterrumpida; situacin que la posiciona como el medio de ms larga trayectoria en la Universidad Mi-choacana de San Nicols de Hidalgo.

    Bien es sabido por todos que nuestra revista se publica en versin impresa y electrnica; adems, se encuentra inscrita en importantes ndices nacionales e internacionales, lo que ha hecho posible una mayor difusin y, con ello, el incremento del nmero de lectores.

    Hasta el momento se han publicado 581 artculos, 273 re-seas, 192 debates, 11 entrevistas, 6 archivos y documentos, 40 noticias; en su mayora escritos por estudiantes, profesores inves-tigadores de la misma Universidad Michoacana, as como de mu-chas otras instituciones acadmicas, mexicanas e internacionales. Agradecemos a estos ltimos haber confiado en nosotros para di-vulgar sus trabajos.

    Consideramos importante mencionar que Tzintzun ha tenido como directrices principales los criterios de calidad y actualidad, ambos mostrados tanto en las temticas como en las propuestas terico-metodolgicas publicadas.

    As las cosas, en este nmero presentamos cinco enriquece-doras contribuciones, que abarcan desde la poca colonial hasta nuestros das, en las cuales se privilegian tpicos como la activi-dad de la lectura y Chiapas. De ah que, desde diferentes perspec-tivas, se incluyen dos colaboraciones de cada uno.

  • 6TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    El artculo que abre la presente edicin es una coautora de Moiss Guzmn Prez y Paulina Patricia Barbosa Malagn, titu-lado: Lecturas femeninas en Valladolid de Michoacn siglo xviii. La librera de Ana Manuela Muoz Snchez de Tagle. Con este escrito se nos lleva a reflexionar sobre las prcticas de la lectura, los intereses y los gustos de una dama, perteneciente a la clase letrada en la poca colonial. Podemos conocer no nicamente el ambiente cultural que se viva en nuestro pas esa poca, sino que adems, es posible descubrir cmo era la actividad lectora de una mujer, qu haca para conseguir sus libros, cmo los seleccionaba y atesoraba, cules eran sus preferencias temticas, etctera.

    De esta forma, podemos conocer los gustos e intereses de una clase privilegiada, mediante los mostrados por Ana Manuela, quien fuera esposa de Isidro Huarte, personaje notable de la in-tendencia vallisoletana.

    En este texto, los autores intentan demostrar, a travs de un personaje en concreto, la inclinacin y el placer por la lectura de algunas damas novohispanas.

    Cabe hacer notar que, para reforzar su trabajo, Guzmn y Barbosa incluyen el inventario proveniente del testamento de los libros de Ana Manuela; en l, se puede encontrar el ttulo, el nmero de tomos e incluso su costo en aquella poca. De igual forma, en el aparato crtico amplan la informacin bibliogrfica, proporcionando desde indicios interesantes sobre el contenido de las obras, hasta sitios en los que pueden ser consultadas.

    Por otra parte, el Porfiriato como cono de la modernidad, vuelve a ser objeto de atencin en nuestras pginas. En esta oca-sin, Edith Gonzlez Cruz, Jos Ignacio Rivas Hernndez y Luis Arturo Torres Rojo, en Un acercamiento al proceso de urbani-zacin en Baja California Sur durante la poca porfiriana: el caso de San Jos del Cabo, nos muestran la transformacin fsica que vivi este sitio.

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    Por ubicarse en un lugar geoestratgico, adems de conver-tirse en cabecera municipal, San Jos del Cabo ha sido el escenario principal de importantes actividades agrcolas, ganaderas y, por supuesto, de comercio marino. En el periodo abordado por los au-tores, tuvo su momento ms lgido la extraccin de plata y cobre.

    Como base de su anlisis historiogrfico, Gonzlez, Rivas y Torres parten del Reglamento Interno promulgado en 1873, a travs del que, entre otras cosas, se regulaban las actividades ad-ministrativas de los pobladores y se estipulaban los requisitos que deba tener una ciudad en crecimiento.

    Al adentrarse en el texto, se encuentra informacin que da cuenta de la organizacin del entramado citadino, aqul que dio cabida a las instituciones de gobierno, posibilitando al mismo tiempo, espacios para los servicios religiosos y de esparcimiento, el comercio, la vivienda, la salud y dems aspectos que permiten satisfacer las necesidades de una poblacin en pleno crecimiento.

    A travs de este trabajo nos podemos dar cuenta de que el proyecto desarrollado en San Jos del Cabo, formaba parte de aquella visin transformadora que promova el gobierno federal, la cual pugnaba por la idea de progreso y urbanizacin en ciuda-des, pueblos y villas del pas.

    En el siguiente artculo, Sebastin Rivera Mir nos plantea la cuestin del tiempo desde la perspectiva de la historia cultural. Su estudio, Los relojes pblicos y la unificacin social del tiempo en la ciudad de Mxico, 1882-1922, se centra en la necesidad de unificacin para el funcionamiento de los husos horarios en todo el pas, y la popularizacin de los relojes en la va pblica de la ciudad de Mxico.

    Este autor demuestra la evolucin en torno a la medicin social del tiempo, para la cual fue significativa la presencia de los relojes pblicos, en tanto que posibilitaron dejar atrs el uso de las campanas de los templos como mecanismos destinados para tal funcin.

  • 8TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    El uso de relojes pblicos como instrumento de medicin so-cial del tiempo, se constituy como un beneficio ms de la moder-nidad promovida por la administracin porfiriana.

    Asimismo, en la discusin sobre la sincronizacin del hora-rio tomaron parte diversos sectores sociales: las autoridades, los peridicos, los empresarios y los comerciantes, as como los tra-bajadores, quienes vieron en esta accin el beneficio para determi-nar con claridad la duracin de su jornada laboral. Esto ltimo se tradujo en un derecho social, imprescindible en un momento en que la acelerada vida socioeconmica, poltica y cultural, influen-ciada por el proceso de industrializacin, requera la organizacin y regulacin de las relaciones entre los diferentes actores involu-crados en la modernizacin del pas.

    En la siguiente aportacin, Miguel Lisbona Guilln seala los patrones socioculturales empleados por los migrantes chinos establecidos en Chiapas, para lograr su integracin en la comuni-dad receptora.

    Guilln se basa en la hiptesis planteada por Gladys Nieto en el libro La migracin China en Espaa, en la cual reconoce que la actividad principal de los chinos fue el comercio, y para lograr ser aceptados en el medio, tuvieron que desplegar una serie de estrategias orientadas en dos sentidos: donativos en especie y ac-tividades desarrolladas por asociaciones altruistas. De esta mane-ra, se organizaron para construir planteles escolares, promocionar ferias comerciales, obsequiar relojes pblicos, construir lugares de esparcimiento y, desde luego, agasajar a la clase poltica.

    Al igual que en Espaa y en muchas partes del mundo, en Chiapas estas acciones tenan como objetivo mostrar la presencia de la comunidad china, lograr el reconocimiento y la aceptacin social y, al mismo tiempo, defenderse de las actitudes xenofbi-cas; estrategias que en la regin del Soconusco les dieron resul-tado, ya que, despus de varias generaciones y recurriendo a las

  • 9Presentacin

    alianzas matrimoniales, los chinos consiguieron integrarse en la sociedad chiapaneca.

    Lo ms atractivo del texto de Lisbona es el nfasis que hace sobre la presencia de los chinos en el Soconusco, vista a travs de situaciones cotidianas. Mediante ejemplos concretos, el autor echa por tierra el supuesto dilema de identidades confrontadas, que tanto han pretendido demostrar trabajos que privilegian la posicin anti-china en Mxico y en otras latitudes.

    Cierra la seccin de artculos la aportacin de Vladimir Gon-zlez Roblero, titulada: Habitar la selva. La epopeya como dis-curso literario e historiogrfico de la migracin y colonizacin de la Lacandona. En este trabajo se explora la relacin entre la his-toria y la literatura a travs de dos obras: Hacia el confn, de Jess Morales Bermdez y Una tierra para sembrar sueos, de Jan de Vos.

    Desde el punto de vista metodolgico, para realizar su an-lisis, el autor retoma las aportaciones de Paul Ricoeur en relacin con el papel de la hermenutica en la narrativa; de Hayden White rescata la importancia de los elementos literarios en los escritos historiogrficos, as como el estudio de la problemtica de los g-neros discursivos de Mijal Bajtn.

    Para abordar el tema, en primer lugar, Gonzlez nos pre-senta una cronologa de movimientos sociales importantes en la Selva Lacandona. Su recorrido abarca desde 1920, momento en que se fundan algunos poblados en la regin, hasta 1994, ao en que emerge en el escenario mexicano el Ejrcito Zapatista de Li-beracin Nacional.

    Enseguida, describe cmo son desarrollados algunos temas, coincidentes en las dos novelas analizadas: la poblacin y la mi-gracin, la explotacin forestal, las prcticas religiosas, los con-flictos sociales y la aparicin de los grupos guerrilleros. De todo esto, el autor destaca la relacin entre historia y ficcin dentro del discurso narrativo. Este enlace y convergencia aparece en un texto

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    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    y se desdibuja en el otro, debido a los componentes y rasgos pro-pios de quien lo escribe, esto es, intervienen cuestiones narrativas y hermenuticas.

    Por otro lado, en este nmero nos honra la participacin del doctor Antonio Annino Von Duesk, catedrtico de la Facultad de Ciencias Polticas de la Universidad de Florencia, y en Mxico, profesor afiliado del Centro de Investigaciones y Docencias Eco-nmicas (cide), con el texto titulado: La historia frente a los tiem-pos de la dispersin.

    Esta contribucin condensa los temas tratados durante el se-minario impartido por el doctor Annino, en noviembre de 2012, con motivo del xxv Aniversario del Instituto de Investigaciones Histricas de la Universidad Michoacana.

    En este escrito, Annino parte del cuestionamiento sobre la crisis de la Historia en los tiempos modernos. Considera que, en la actualidad, se ha dado un cambio en la percepcin y las formas de abordar el pasado entre los mismos historiadores.

    El autor pone sobre la mesa de discusin temas cruciales como la manera en que hoy se ensea y difunde la Historia; la relacin entre pasado y presente; y enfatiza en la idea de que his-toria y una nueva sociedad se reconfiguran a partir de la cada del Muro de Berln, ya que, desde su perspectiva, este hecho signific el fin de toda una era. Autores como Fukuyama, Chartier y Rosan-vallon son tomados como centro del anlisis de Annino porque en el medio cultural europeo encabezaron aportaciones relevantes a la discusin terica.

    No puedo concluir esta presentacin sin mencionar que, con este nmero concluye mi gestin al frente de Tzintzun. Revista de Estudios Histricos. Por ello, agradezco al maestro Gerardo Sn-chez haberme confiado esta maravillosa responsabilidad. Asimis-mo, reconozco gratamente a Jess Arredondo por su acompaa-miento desde el primer momento en que asumimos esta invalua-

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    Presentacin

    ble tarea, convertida en un verdadero reto. A Liz, que se sum ms tarde y acept el compromiso que representaba participar en un proyecto de esta naturaleza.

    Es de reconocerse que los logros obtenidos en Tzintzun, que han sido bastantes, son resultado del trabajo conjunto y compro-metido de la gente que en un momento y otro ha colaborado: Itzel lvarez, siempre innovando con las portadas y el diseo de la revista; Laura Valdivia, quien, con una mirada crtica, a partir de los ltimos nmeros se encarga de revisar, corregir y unificar el estilo; Alejandra Carrera, que siempre me apoya a poner orden en mis ideas; Alejandro Montes y Rosa Luisa Loya, del Departa-mento de Idiomas de la Universidad Michoacana, cuya labor en la traduccin de los resmenes ha sido fundamental.

    Finalmente, al Consejo Editorial por su solidaridad, compro-miso e invaluable apoyo durante estos ltimos cuatro aos. Mil gracias a Enrique Camacho, Marco Antonio Landavazo, Vernica Oikin, Marisa Prez, Mara del Rosario Rodrguez, Gerardo Sn-chez, Den Trejo, Johanna Von Grafenstein y, en su momento, a Ricardo Len.

    Con todos ustedes estoy en deuda, porque slo un buen equipo de trabajo facilita la enorme tarea, mejor dicho, el privi-legio de dirigir una revista como sta, y alcanzar logros que nos enorgullecen a todos. A quien me suceda le deseo todo el xito. Gracias.

    Claudia Gonzlez GmezDirectora

  • ARTCULOS

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    Instituto de Investigaciones Histricas, Universidad Michoacana de San Nicols de HidalgoCorreo electrnico: [email protected] - [email protected]

    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos Nm. 58 julio - diciembre de 2013 ISSN 1870-719X

    Moiss Guzmn Prez Paulina Patricia Barbosa Malagn

    Lecturas femeninas en Valladolid de Michoacn siglo xviii. La "librera" de Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle

    R e s u m e n

    El presente artculo se inscribe en la lnea de investigacin relacio-nada con la historia del libro y las prcticas de lectura en Mxico a finales del virreinato. La trayectoria vital de Ana Manuela Mu-iz Snchez de Tagle, la librera que logr conformar a finales del siglo xviii as como el anlisis de sus libros, permiten conocer los intereses y gustos literarios de las mujeres novohispanas y la manera como podan acceder a la letra impresa, pero al mismo tiempo, sirven para propiciar un debate sobre la concepcin que tenan los novohispanos de sus colecciones de libros y el sentido que actualmente le hemos dado los historiadores. Por otro lado, el estudio analiza los mecanismos de conformacin de una librera femenina en una ciudad provincial; la manera en que fue orga-nizada por su propietaria; los espacios y las prcticas de lectura que sola utilizar; el contenido de sus libros y su apropiacin, as como el mundo intelectual que representaban. El ensayo termina con los aos finales de Manuela Muiz y el destino que tuvieron sus libros.

    Palabras clave: libreras, mujeres, prcticas de lectura, Valladolid de Michoacn, siglo xviii.

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    A b s t r a c t

    This article is part of a research related to the history of books and reading prac-tices in Mexico at the end of the viceroyalty. The trajectory of Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle, the library that was able to form in the late eighteenth century and the analysis of its books, provide insight into the interests and literary tastes of women from the New Spain and how they could access to reading materials, but at the same time, serves to stimulate a debate on the concept that had the people from the New Spain of their books collections and the sense historians have given now. On the other hand, the study analyzes the mechanisms of formation of a feminine bookstore in a provincial town; the way it was organized by the owner, the spaces and practices of reading they used to use, the content of the books, as well as the intellectual world they represented. The essay ends with the final years of Manuela Muniz.

    Keywords: libraries, women, reading practices, Valladolid de Michoacn, eight-eenth century.

    Lectures feminines Valladolid au Michoacan au xviiie sicle.La librairie dAna Manuela Muiz Sanchez de Tagle

    R s u m

    Cet article est inscrit dans une recherche lie lhistoire du livre et aussi aux pra-tiques de la lecture au Mexique la fin de la priode du Vice-royaut. La trajec-toire vitale et lanalyse des livres dAna Manuela Muiz Snchez de Tagle dans la librairie la fin du xviiie sicle ont russi faire connatre les intrts et les gots littraires des femmes de la Nouvelle Espagne et mme la manire dont elles pou-vaient sapprocher aux livres. Cette pratique sert aussi avoir un dbat sur lide que les nouveau-hispaniques avaient des collections de livres et le sens que nous leur donnons maintenant. Cest pourquoi, cette tude analyse les mcanismes de constitution dune librairie fminine dans une ville de province. Elle examine la faon de lorganiser, les espaces et les pratiques de lecture, le contenu des livres et voire, le monde intellectuel que ces livres reprsentaient. Cet essaie est fait jusqu la fin de la vie de Manuela Muiz afin de savoir le destin de ses livres.

    Mots cls: librairies, femmes, pratiques de lecture, Valladolid au Michoacn, xviiie sicle.

    Feminine readings in Valladolid in Michoacan, eighteenth century.The library of Ana Manuela Muniz Sanchez de Tagle

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    Las investigaciones publicadas recientemente en nuestro pas sobre la historia del libro y la letra impresa, constituyen un esfuerzo significativo por profundizar en el conocimiento relacio-nado con el origen y la formacin de las libreras de la gente lite-rata en los aos finales del virreinato. Las vas para acercarse a su estudio han transitado desde el mercado del libro (tipos, precio y circulacin) hasta la formacin de las propias libreras (conven-tuales, colegiales y particulares), pasando por los procesos de pro-duccin (impresin, edicin y formato), los mecanismos de con-trol (licencias y censura), los usos del libro (de acuerdo al perfil e inters de sus propietarios), los lectores y las prcticas de lectura (en silencio, en voz alta, en la soledad o en compaa).

    En gran medida, la mayora de los trabajos que se han reali-zado con esos enfoques se han apoyado en tres tipos de fuentes: los inventarios de libros levantados de manera ocasional luego de la muerte de sus propietarios; las operaciones de compraven-ta de libreras o imprentas registradas en los archivos notaria-les de las ciudades novohispanas; y finalmente, los inventarios elaborados por las autoridades inquisitoriales para prohibir o avalar su impresin y circulacin.

    Aunque las pesquisas relativas a las colecciones librescas en los seminarios y en los conventos de las distintas rdenes religio-sas cada da han ido en aumento,1 sin duda, el campo que ms ha

    1 Cfr. Eduardo Flores Clair, Los amantes de la ciencia. Una historia econmica de los libros del Real Seminario de Minera, en: Historias 31, Mxico, iNAH, octubre 1993-marzo 1994, pp. 181-192; Alberto Saladino, Libros cientficos del siglo xviii novohispano, en: Tzintzun. Revista de estudios histricos, Nm. 24, Morelia, Instituto de Investigaciones Histricas-Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, julio-diciembre de 1996, pp. 7-25; as como los trabajos de las libreras que aparecen en Juan Garca Tapia (coord.), Nuestros libros. Encanto de lo antiguo, Morelia, Universidad Michoacana de San

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    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    avanzado en sus resultados es el relacionado con la historia de las libreras particulares, a pesar de que muchas de ellas fueron des-integradas e incluso desarraigadas del territorio nacional, como explica Felipe Meneses.2

    Destacan entre ellos los trabajos vinculados con los cientfi-cos novohispanos que realiz Roberto Moreno de los Arcos;3 los de las libreras de los obispos de Oaxaca y Puebla analizadas por Cristina Gmez lvarez y Francisco Tllez Guerrero;4 los de re-ligiosos y clrigos de cierto prestigio como Juan Benito Daz de Gamarra y Francisco Uraga, rescatados por Carlos Herrejn Pere-do y Carlos Jurez Nieto, respectivamente;5 o de algunos nobles y abogados, como son los casos del marqus de Xaral de Berrio y Jos Antonio de Soto Saldaa, estudiados ltimamente por Clara Elena Surez Argello y Moiss Guzmn Prez.6 A nuestro juicio, Nicols, 2002; Idalia Garca Aguilar, El fuego y la tinta, testimonios de bibliotecas conventuales novohispanas, en: Inventio, la gnesis de la cultura universitaria en Morelos, Ao 6, Nm. 11, Mxico, Universidad Autnoma del Estado de Morelos, marzo de 2010, pp. 101-109.2 Felipe Meneses Tello, La problemtica de las bibliotecas personales de insignes estu-diosos mexicanos, en: Revista de la coordinacin de estudios de posgrado: Tratado de Libre Comercio, Ao 9, Nm. 27, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, sep-tiembre 1993. http://www.posgrado.unam.mx/publicaciones/ant_omnia/27/11.pdf (con-sultado el 29 de septiembre de 2012).3 Roberto Moreno de los Arcos, Ensayos de bibliografa mexicana. Autores, libros, imprenta, bibliotecas. Primera serie, Mxico, Instituto de Investigaciones Bibliogrficas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1986, pp. 167-196. 4 Cristina Gmez lvarez y Francisco Tllez Guerrero, Una biblioteca obispal. Antonio Bergosa y Jordn 1802, Mxico, Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, 1997; de los mismos autores: Un hombre de Estado y sus libros. El obispo Campillo 1740-1813, Mxico, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades/Benemrita Universidad Autnoma de Puebla, 1997.5 Carlos Herrejn Peredo, Benito Daz de Gamarra a travs de su biblioteca, en: Boletn del Instituto de Investigaciones Bibliogrficas, Segunda poca, Vol. 2, Nm. 2, Mxico, 1988, pp. 149-189; Carlos Jurez Nieto, El Dr. Francisco Uraga y su biblioteca particular. Biografa intelectual de un telogo novohispano, 1770-1830, en: Juan Garca Tapia (coord.), Nuestros libros. Encanto de lo antiguo, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 2002, pp. 329-338.6 Clara Elena Surez Argello, Un lector en Nueva Espaa: el marqus de Xaral de Be-rrio, en: Carmen Castaeda Garca, Luz Elena Galvn Lafarga y Luca Martnez Mocte-

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    Lecturas femeninas en Valladolid...

    estas aportaciones son valiosas no slo por la reconstruccin y el anlisis que los autores hicieron de las distintas colecciones de libros, sino tambin porque nos volvieron visibles a sus propieta-rios a travs de cuidadosos y detallados perfiles biogrficos.

    No obstante esta gama de estudios, las investigaciones so-bre las libreras femeninas conformadas a finales de la Colonia siguen siendo hoy un tema pendiente. Algo se ha avanzado con las aportaciones de Carmen Castaeda relativas a la cultura de lo piadoso, en las que se observa la manera en que la gente reciba los libros devotos y transformaba, a partir de su lectura, sus pau-tas de conducta.7 Pero nos hacen falta trabajos particulares que nos permitan conocer ms a fondo los intereses y gustos de las mujeres novohispanas, y la manera como podan acceder a la le-tra impresa a travs de los libros y peridicos que ya para el siglo xviii, tambin circulaban.

    Pensamos que el tema ha sido poco trabajado debido a las etiquetas que se le impusieron al bello sexo, tales como su falta de preparacin, su carcter dbil, su misin de estar predesti-nada a convertirse en madre o monja, o su simple subordinacin al gnero masculino. Si bien es cierto que la mujer novohispana se encontraba hasta cierto punto limitada en sus acciones, tambin lo es que la lectura, al igual que la escritura, representaban una nece-sidad bsica para su futuro rol de educadora o madre. A nuestro juicio, el patrimonio libresco de nuestro pas tambin se origin y conform a partir de las libreras femeninas, de las cuales slo se zuma (coords.), Lecturas y lectores en la historia de Mxico, Mxico, Centro de Investigacio-nes y Estudios Superiores en Antropologa Social/El Colegio de Michoacn/Universidad Autnoma del Estado de Morelos, 2004, pp. 195-216; Moiss Guzmn Prez, Jos An-tonio de Soto Saldaa. Vida y lecturas de un conspirador, en: Historia Mexicana, Nm. 240, Vol. Lx, Nm. 4, Mxico, El Colegio de Mxico, abril-junio de 2011, pp. 1979-2024.7 Carmen Castaeda, La cultura de lo piadoso: libros devotos en Nueva Espaa y en Nueva Inglaterra, en: Carmen Castaeda (coord.), Del autor al lector. I. Historia del libro en Mxico, II. Historia del libro, con la colaboracin de Myrna Corts, Mxico, Miguel n-gel Porra, cONAcYT, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, 2002, pp. 325-343.

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    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    conocen sus inventarios o se tienen noticias de sus lecturas, pero hasta hace muy poco llamaron la atencin de los investigadores, como podemos observar en los trabajos de Cristina Gmez para el siglo xviii.8

    Salvo estas menciones, es raro encontrar estudios sobre li-breras femeninas en Mxico. Da la impresin de que las nicas mujeres que podan acceder a las obras impresas y que llegaron a contar con sus propios libros, fueron aquellas de origen criollo que provenan de buena cuna, que al llegar al matrimonio conso-lidaron su posicin econmica y que disponan de recursos eco-nmicos para adquirirlos. Aqu podramos mencionar el caso de la seorita Leona Vicario Fernndez de San Salvador, heredera de una cuantiosa fortuna y quien llegara a poseer varios ttulos que nos dicen mucho de su inters por la historia y la literatura.9

    Vaya, ni siquiera es posible saber si las mujeres que pertene-can a la nobleza llegaron a poseer una coleccin propia debido a que sus libros aparecan registrados en los inventarios de bie-nes de sus respectivos maridos, como ocurri con Mara Sertuche Bustos, futura marquesa de San Juan de Rayas.10 Gmez lvarez seala que una de las mayores dificultades que presenta el estu-dio de las libreras femeninas, es que se ignora cules de los libros fueron herencia de sus maridos y cules adquirieron de manera voluntaria.11

    8 Cristina Gmez lvarez, Libros y lectores en Mxico, 1750-1850, en: Boletn del Archi-vo General de la Nacin, Vol. 6, Nm. 1, Mxico, Archivo General de la Nacin, agostooc-tubre 2003, pp. 11-28. De la misma autora: Libros, circulacin y lectores: de lo religioso a lo civil (1750-1819), en: Cristina Gmez lvarez y Miguel Soto (coords.), Transicin y cultura poltica. De la Colonia al Mxico independiente, Mxico, Facultad de Filosofa y Letras, Direccin General de Asuntos del Personal Acadmico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2004, pp. 25-26.9 Genaro Garca, Leona Vicario. Herona insurgente, edicin facsimilar de la de 1910 (Serie Chimalpain, Coleccin de Divulgacin Histrica), Toluca, Gobierno del Estado de M-xico, 1980, pp. 36-44.10 Aurora Juregui de Cervantes, Los marqueses de Rayas. Promotores del desarrollo econmico y social de Guanajuato (Nuestra Cultura), Guanajuato, Ediciones la Rana, 1987, pp. 189-193.11 Gmez lvarez, Libros, circulacin y lectores, op. Cit., p. 26.

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    Lecturas femeninas en Valladolid...

    Qu lean las mujeres novohispanas a finales del virreina-to? A qu sectores sociales pertenecan? Cmo podan acceder a los libros? Qu ideas, valores y creencias nos revelan sus libre-ras? Cul sera el perfil de la mujer lectora de finales de la Co-lonia? Estas interrogantes planteadas en un sentido ms general, podran comenzar a responderse a partir de investigaciones como la que aqu presentamos.

    El estudio de la vida de Ana Manuela Muiz Snchez de Ta-gle y de su librera adquiere relevancia por dos aspectos que nos parecen centrales. Primeramente, porque nos permite conocer la personalidad de su propietaria y acercarnos al ambiente cultural que la rode en aquella ciudad diocesana del Siglo de las Luces, cargada de reuniones y tertulias fomentadas por miembros de la jerarqua eclesistica, funcionarios reales, integrantes del Ayunta-miento, miembros de la Sociedad Bascongada de Amigos del Pas y otra gente literata.12 Y en segundo lugar, porque hasta donde sabemos, Manuela Muiz fue una de las pocas mujeres de la in-tendencia de Valladolid de Michoacn que logr contar con una librera propia, conformada a travs de dos vas: la herencia, por un lado, y las adquisiciones voluntarias, por el otro, de acuerdo con sus gustos, intereses y motivaciones.

    Este trabajo est apoyado en el anlisis de los inventarios del caudal perteneciente a la testamentaria de doa Manuela Mu-iz Snchez de Tagle y del regidor alcalde provincial del Ilustre Ayuntamiento de esta ciudad en marzo de 1805, resguardados en el ramo Justicia del Archivo Histrico Municipal de Morelia. Se trata de un expediente con dos inventarios diferentes, levantados por disposicin de Isidro Huarte cuando estaba por contraer ma-trimonio por tercera ocasin, ahora con doa Ana Gertrudis Al-cntara. El primer inventario comprende el menaje de casa, plata

    12 Cfr. Germn Cardozo Galu, Michoacn en el Siglo de las Luces (Nueva Serie 16), Mxico, Centro de Estudios Histricos de El Colegio de Mxico, 1973, pp. 21-49.

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    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    labrada y otros utensilios, incluso el valor de las casas, haciendas y tiendas de efectos de comercio que perteneci a la testamentara de doa Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle y que luego de su muerte pasaron a manos de su esposo Isidro como albacea testa-mentario. Si bien el documento no precisa la manera en que se le-vant el inventario ni hace una clara diferenciacin entre los bienes adquiridos por cada uno de los esposos, sabemos que buen nmero de esos libros pertenecan a doa Manuela porque varios de ellos fueron consignados en el inventario de bienes de su to el obispo Snchez de Tagle.13 Por otro lado, los inventarios de bienes que hi-cieron los albaceas de Isidro Huarte luego de su muerte ocurrida en 1824, confirman que Manuela s cont con una librera propia, cuya lista de ttulos aparece por separado con el siguiente encabezado: Libros de doa Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle.14

    El otro inventario que acompaa al expediente de 1805 es un reconocimiento de la tienda del regidor alcalde provincial Isidro Huarte, que manejaba su yerno Pascual de Alza a tercio de uti-lidades y que fue levantado el 9 de enero de 1805. Ambos inven-tarios fueron reconocidos y aceptados por los herederos de don Isidro el 15 de diciembre de 1824, los cuales pensaban presentar al juez para su aprobacin. Otros repositorios documentales como el Archivo Parroquial del Sagrario, el Archivo Capitular de la Ca-tedral, el Archivo Histrico Casa de Morelos y el Archivo General de Notaras, los cuatro ubicados en la capital michoacana; el Ar-chivo de la Notara Parroquial de Indaparapeo, el Archivo Gene-ral de la Nacin, as como una bibliografa especializada sobre el

    13 Archivo General de la Nacin (en adelante AGN), Expolios, Vol. 5. Capital, inventario y aprecio de bienes que hizo y describi el ilustrsimo y reverendsimo seor doctor don Pedro Anselmo Snchez de Tagle, del Consejo de su Majestad, obispo y gobernador de la santa Iglesia de la ciudad de Durango en el Reyno de Nueva Vizcaya, para que conste el capital con que su ilustrsima se halla en esta ciudad. Mxico, 17 de septiembre de 1748, ff. 16v-26v.14 Archivo Histrico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Siglo xix, Caja 31, Exp. 29, Ao 1824, ff. 3r-3v. Inventarios y avalos que quedaron del difunto Isidro Huarte.

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    tema, nos sirvieron de apoyo para reconstruir sus redes familiares y el contexto social y cultural de su poca.

    Vida de doa ManuelaAna Manuela Muiz Snchez de Tagle naci el 15 de junio de 1749 en la ciudad de Durango, dicesis del mismo nombre, en la Nueva Espaa. Fue heredera de una larga lnea aristocrtica espaola, transmitida por su madre la seora Isabel Snchez de Tagle, quien haba contrado matrimonio con don Manuel Muiz dos aos y seis meses antes de que Manuela naciera.15 Manuel era castellano de origen y tuvo por padres a Antonio Muiz y a Antonia de Peo Valds, mientras que Isabel fue hija de Andrs Snchez de Tagle y Prez de la Sierra, oriundo de la villa de Santillana del Mar de las montaas de Santander, y de Mara de Veyducar.

    Manuela qued hurfana a temprana edad, desde entonces se hizo cargo de ella su ta Mara Ildefonsa de la Campa Cos, zaca-tecana, viuda de Andrs Fernando Snchez de Tagle Valdivieso, con quien se haba desposado el 24 de diciembre de 1719 en aquel real de minas, y era adems cuada del obispo de Durango, Pedro Anselmo Snchez de Tagle. La pequea Ana Manuela vivira en el palacio episcopal al lado de su ta y de su prima Mara Ana, veinte aos mayor que ella, rodeada de lujos y comodidades, y hasta es probable que hubiese tenido acceso a alguna educacin formal, dado el ascendiente de que gozaba su familia.16

    Sera hasta el mes de mayo de 1758 cuando el obispo Sn-chez de Tagle recibi las bulas que lo obligaban a trasladarse a su nueva sede episcopal en Michoacn, a la cual llegara meses ms

    15 Gabriel Ibarrola Arriaga, Familias y casas de la vieja Valladolid, edicin facsimilar de la de 1967, Morelia, Fimax Publicistas, 2009, p. 317.16 http://gw5.geneanet.org/sanchiz?lang=es;pz=maria+ildefonsa;nz=campa+cos+dosal;ocz=0;p=maria+ildefonsa;n=campa+cos+dosal; Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la poca de la Independencia, 1780-1826 (Seccin de Obras de Historia), (Trad. de Marita Mar-tnez del Ro de Redo), Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1984, p. 318.

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    tarde junto con su personal de confianza, sirvientes y familia, in-cluida desde luego la pequea Ana Manuela, cuando sta contaba con tan slo nueve aos de edad.17 En Valladolid, mientras tanto, las vas principales de la ciudad particularmente la Calle Real y la que iba de la Catedral al Palacio Episcopal comenzaron a ser arre-gladas desde julio de aquel ao por rdenes del Ayuntamiento, para darle un digno recibimiento al prelado y sus acompaantes.18

    Ya en la provincia michoacana, su tutora la inscribi en el colegio de nias educandas de Santa Rosa Mara de Vallado-lid, institucin fundada en el ao de 1743 bajo los auspicios del obispo Francisco Pablo Matos Coronado, y en la que se criaba a las nias en lo cristiano y civil con la finalidad de que optaran al estado religioso, o bien, para que llegaran a ser matronas de grande ejemplo y ayuda y consuelo a sus maridos, y para mucho bien de sus hijos con la buena crianza que les darn con su doc-trina y ejemplo.19 Ah vivi Manuela por algunos aos, pues el colegio era de clausura y slo podan salir del establecimiento con el permiso del vicario superintendente. Su nombre aparece en la lista de colegialas de nmero para el ao de 1766, lo cual indica que desde su ingreso a la institucin debi gozar de alguna ma-nutencin, al igual que algunas otras de sus compaeras.20 Carre-o explica que el colegio cumpla perfectamente su objetivo de proteccin, necesaria en las jvenes casaderas, ms an porque la mayor parte eran hurfanas de ambos padres,21 como fue el caso de la seorita Muiz Snchez de Tagle.

    17 Oscar Mazn, Entre dos majestades. El obispo y la Iglesia del Gran Michoacn ante las reformas borbnicas, 1758-1772, Mxico, El Colegio de Michoacn, 1987, pp. 30-32.18 AHMM, Actas de Cabildo, Lib. 22, Aos 1742-1759, Valladolid, sesin del 11 de julio de 1758, f. 195.19 Gloria Carreo, El Colegio de Santa Rosa Mara de Valladolid 1743-1810 (Historia Nuestra 1), Morelia, Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 1979, pp. 37-38, 41.20 Ibid., p. 148.21 Ibid., p. 131.

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    Cuando Manuela dej el colegio de Santa Rosa ingres al convento de religiosas de Santa Catalina de Siena en la misma Va-lladolid, con la intencin de convertirse en monja.22 Carreo men-ciona que para saber si de verdad tenan vocacin para abrazar la vida monacal, las responsables del claustro les practicaban un examen de msica para que mostraran sus habilidades histri-nicas, mientras que a otras slo les pedan pagar una parte de la dote para poder admitirlas.23

    Manuela estuvo viviendo un ao en el convento haciendo su noviciado, tomando clases con la maestra de novicias Juana Luisa de Seora Santa Ana y con la pedagoga Mara Rita de San Francisco,24 pero cuando lleg el momento de profesar como re-ligiosa de coro y velo negro y entregar la dote de tres mil pesos que se peda en aquel tiempo, decidi renunciar a la vida con-templativa y al encierro impuestos por la orden. Y es que para entonces ya no era libre, pues haba dado palabra de matrimonio a don Antonio, un joven peninsular originario de la villa y corte de Madrid, hijo legtimo de Francisco Gonzlez Alvelda y de Ma-nuela Arroyo, quien desde el ao de 1752 se haba avecindado en el pueblo de Indaparapeo, mantenindose de algunos giros co-merciales que le dej su padre.25 Su casa era de las primeras regis-tradas en el padrn de feligreses levantado por el cura del lugar, Andrs Joseph de Mier y Noriega, misma que en febrero de 1768

    22 Archivo Histrico Casa de Morelos (en adelante AHcM), Fondo Parroquial, seccin Sacramental, serie Matrimonios, subserie Informacin Matrimonial, Aos 1767-1768, caja 1544, carpeta 610. Antonio Gonzlez Alvelda al gobernador juez provisor y vicario general del obispado, Valladolid, 20 de julio de 1768.23 Carreo, op. Cit., p. 147.24 AHcM, Fondo Diocesano, seccin Gobierno, serie Religiosos, subserie Catarinas, Aos 1765-1766, caja 229, carpeta 164. Tabla de los oficios que se pusieron en este convento de nuestra madre Santa Catarina en el captulo que se hizo el da 19 de abril de el ao de 1766, 2 ff.25 AHMM, Justicia, Caja 133, Exp. 5, Ao 1768. Inventarios a los bienes que quedaron por fallecimiento de don Francisco Gonzlez de Alvelda, alcalde mayor que fue de la villa de Crdoba.

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    estaba habitada por don Antonio Gonzlez Alvelda y don Fran-cisco Xavier, adems de una corta servidumbre conformada por Micaela Garca, Luisa Mara, Petrona Tolentino, Thomas Ramrez, Joseph Trinidad y Joseph Garca.26 A mediados de abril de ese ao Antonio escribi a su padre, radicado en Crdoba, Veracruz, so-bre sus intenciones de desposarse con Manuela; aqul le contest el 6 de mayo siguiente dndole su consentimiento y bendicin, por haber elegido

    ...a persona de tan recomendables circunstancias como lo es mi seora doa Anna Manuela Muiz (mi hija que ya desde hoy este nombre) pues la clara estirpe de que desciende con ser hija legtima de don Miguel [sic] de Muiz y de la seora doa Isabel Snchez de Tagle publican sus circunstancias y distincin.27

    Sera hasta el 20 de julio siguiente cuando el doctor Pedro Jaurrieta, quien funga como gobernador, juez provisor y vicario general del obispado, acompaado del notario mayor, pas a casa de Manuela a tomarle su declaracin, a lo que sta respondi:

    ...que es libre y suelta de matrimonio, y que de su espontnea voluntad lo quiere contraer con el mencionado don Antonio Gonzlez de Alvelda, que no tiene con l cognacin alguna de sangre, afinidad o espiritual; que no ha celebrado esponsales con otro hombre, ni ha hecho voto de casti-dad o religin y que no tiene impedimento de pblica honestidad y otro alguno que le obste a el matrimonio. En todo lo cual se firm, y se ratific bajo de dicho juramento. Declar ser de edad de diez y nueve aos y fir-m con su seora.28

    26 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Disciplinar, serie Padrones, subserie Asientos, Ao 1768, caja 1303, carpeta 843. Padrn de feligreses, Indaparapeo, 17 de febrero de 1768, f. 1.27 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Sacramental, serie Matrimonios, subserie Informa-cin Matrimonial, Aos 1767-1768, caja 1544, carpeta 610. Francisco Gonzlez Alvelda a su hijo Antonio Gonzlez Alvelda, Crdoba, 6 de mayo de 1768.28 Ibid., Declaracin de Manuela Muiz, Valladolid, 21 de julio de 1768.

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    En seguida vinieron los testimonios de los testigos. Gonz-lez Alvelda present a declarar a amigos y conocidos suyos as como del propio obispo de Michoacn. Entre ellos se encontra-ban: Domingo Joseph Villegas, espaol, vecino y notario sustituto del pueblo de Indaparapeo; Juan Capistrano Vzquez de Acua, clrigo presbtero vecino de Valladolid y abogado de la Real Au-diencia de Nueva Espaa; Joaqun Cardona, espaol, vecino de Valladolid y oficial mayor de la Secretara de Cmara y Gobierno del obispo; y finalmente, Juan Antonio Paniagua, espaol, tam-bin vecino de Valladolid y mayordomo del mismo prelado.

    Posteriormente, Gonzlez Alvelda solicit al gobernador de la mitra la dispensa acostumbrada por ser ultramarino, y adems pidi que se le perdonaran las proclamas conciliares para evitar el concurso de asistentes y gastos crecidos que se arroja en tales funciones pblicas. El problema no era econmico, pues ambas familias gozaban de buena posicin y podan cubrir sin dificul-tad los costos de la boda; lo que en realidad estaba en juego era el prestigio de las personas de distincin o esfera, como ellos se consideraban, y porque en el pas dicha publicacin se tena y estimaba por de poco honor.29

    El prelado otorg las licencias correspondientes y poco des-pus fueron desposados por el doctor Alonso Lpez Aguado el 26 de julio de 1768 en una casa particular; al da siguiente, el mismo eclesistico los vel en el templo de Santa Rosa Mara donde Ma-nuela haba vivido algunos aos de su adolescencia. Asistieron como padrinos su primo Esteban Snchez de Tagle y su ta Mara Ildefonsa de la Campa Cos, mientras que el licenciado Juan de Acua y los bachilleres Felipe Guzmn y Manuel Quezada, fun-gieron como testigos.30

    29 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Sacramental, serie Matrimonios, subserie Informacin Matrimonial, caja 1648, Ao 1793, carpeta 969. Informacin matrimonial de Jos Nicols de Michelena y Mara Ignacia de Monasterio. Ptzcuaro, 6 de septiembre de 1793.30 Archivo Parroquial del Sagrario de Morelia (en adelante APSM), Matrimonios de espaoles, Lib. 9, Aos 1745-1777, f. 109r.; Ibarrola, op. Cit., pp. 317-318.

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    El matrimonio escogi para vivir el pueblo de Santa Mara de la Asuncin Indaparapeo, el cual estaba situado sobre una loma de aspecto bastante triste, a siete y media leguas de Valladolid por el rumbo del Oriente. Pertenecan a su partido eclesistico los pueblos de Querndaro, Po, Santiago Tzinguio, el Real de Minas de San Agustn Otzumatln con sus respectivas caadas, la Ha-cienda Nueva, ranchos de Las Palomas, puesto de Los Jahuiques, rancho de Zetina, puesto de Los Tiradores, Ojos de Agua Chiqui-tos, Pueblo Viejo, puestos de los Ojos de Agua y Charcos, trapiche de Jauja, y las haciendas: San Joseph Querndaro, los Naranjos, Tzacapendo, los Remedios, Quirio, los Corrales y Santa Cruz, San Bartolom y Cuengo. De los 3 mil 762 habitantes con que conta-ba el partido en febrero de 1770, slo 686 vivan en Indaparapeo, destacando la poblacin india y mulata, pues los espaoles y mes-tizos a penas llegaban a 113 almas.31

    Antiguamente Indaparapeo estuvo anexo a Tarmbaro, has-ta que en el siglo xviii pas a formar parte de la jurisdiccin de Zinapcuaro.32 A pesar de estar rodeado de bellas haciendas de labor y de un clima agradable para sus moradores, el lugar era poco ameno y bastante polvoso, salvo en temporada de lluvias en que todos los campos se cubran de verde, pero an as, el camino que conduca al pueblo se haca pesado por el lodazal que causa-ba el trnsito de las carretas. Sus habitantes en su mayora indios y mulatos, se dedicaban al cultivo de maz, trigo, frijol, chile y otras semillas con frutos de la tierra, destacando entre ellos la ras-pa del maguey. Tambin se ocupaban de labrar maderas que saca-ban de los montes cercanos y manufacturaban diversos artculos de cestera que llevaban a vender a las plazas de Valladolid.33

    31 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Disciplinar, serie Padrones, subserie Asientos, Ao 1770, caja 1306, carpeta 917. Padrn de feligreses. Indaparapeo, 28 de febrero de 1770, 42 ff.32 Alberto Carrillo Czares, Partidos y padrones del obispado de Michoacn 1680-1685, Mxico, El Colegio de Michoacn, Gobierno del Estado de Michoacn, 1996, p. 29.33 Francisco de Ajofrn, Diario del viaje a la Nueva Espaa (Cien de Mxico), Introduc-cin, seleccin y notas de Heriberto Moreno, Mxico, SeP/Cultura, 1986, p. 91; Juan Jos

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    Los primeros aos de vida conyugal de Manuela fueron lle-nos de contrastes y estuvieron marcados por la ilusin y la des-esperanza. Por un lado, estaba el deseo de formar una familia y comenzar una nueva vida en el medio rural, lejos del ambiente citadino al que estaba acostumbrada; de igual modo, exista la po-sibilidad de conocer a gente de su condicin y relacionarse social-mente, como sucedi el 3 de abril de 1769 en que ella y su marido estrecharon vnculos de compadrazgo con Jos Mara Molina y Mara Brbara Gerradillo, vecinos de Indaparapeo, por llevar a bautizar a su hija Mara Josefa;34 y hasta vea el futuro con alegra ante la llegada de su primer hijo varn a quien el prebendado Felipe Guzmn bautiz en el oratorio del palacio episcopal de Valladolid, con el nombre de Jos Mara Ramn el 19 de noviem-bre de 1769.35 Pero por otro lado, la invadi la tristeza cuando se enter de la muerte de su ta y protectora Mara Ildefonsa de la Campa Cos, ocurrida en la misma ciudad cinco das despus del nacimiento de su hijo y a cuyos funerales realizados en la sala de cabildo de la Catedral con asistencia del seor den y cabildo, misa, oracin y entierro en la Iglesia del Carmen, debi asistir en compaa de su marido.36

    Manuela y su esposo regresaron a Indaparapeo para con-tinuar con sus vidas y tratar de superar aquel trago amargo. El padrn de feligreses levantado por el cura el 28 de febrero de 1770 precisa que en la casa de Antonio Gonzlez Alvelda vivan, ade-ms de su propietario: doa Ana Manuela, don Francisco del Vi-llar, dos esclavas de nombre Manuela y Juana Mara, adems de Thomas Ramrez y Petra Tolentino, cuya calidad tnica no se dice.

    Martnez de Lejarza, Anlisis estadstico de la provincia de Michoacn en 1822 (Estudios Michoacanos iv), Introduccin y notas de Xavier Tavera Alfaro, Morelia, FimaxPubli-cistas, 1974, pp. 46-47.34 Archivo de la Notara Parroquial de Indaparapeo (en adelante ANPi), Bautismos de indios, espaoles y castas, Lib. 13, Aos 1765-1772, f. 112.35 APSM, Bautismos, Lib. 20, Aos 1760-1776, f. 190r.36 APSM, Entierros de espaoles, Lib. 16, Aos 1750-1775, f. 128v.

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    Su hijo recin nacido no fue registrado.37 Para desgracia de Manue-la, don Antonio muri algunos meses despus en uno de sus viajes que haca a la capital del reino,38 y el 8 de septiembre siguiente tambin falleci en Valladolid su to Andrs Fernando Snchez de Tagle, teniente gobernador y capitn general en el reino de la Nue-va Vizcaya, quien no haca mucho haba fungido como padrino de su hijo, por lo que tuvo que desplazarse de nueva cuenta a la capi-tal del obispado para estar presente en los funerales.39 Manuela ya no regresara a Indaparapeo. Decidi quedarse a vivir en Vallado-lid no slo para evadir los recuerdos de momentos felices vividos al lado de su marido, sino porque ahora tena la responsabilidad de cuidar de su pequeo ofrecindole una buena educacin moral y cristiana, acorde con los valores y las creencias de la poca.

    Fue entonces que tuvo la oportunidad de conocer y tratar al emprendedor comerciante Isidro Huarte y Arrivillaga. Don Isidro era un hombre de aproximadamente 28 aos, originario de la villa de Goyzueta, reino de Navarra, en Espaa y adems viudo igual que ella, pues desde haca ms de tres aos haba sepultado a su mujer Mara Ignacia Escudero. Huarte se haba avecindado en Va-lladolid desde 1762 o 1763 y con el correr de los aos se convirti en uno de los negociantes ms prsperos de la provincia; su perso-na era bien vista en los crculos sociales de la ciudad y desde que conoci a Manuela comenz a cortejarla con el beneplcito de sus familiares.40

    Despus de unos meses, se formaliz el compromiso de ma-trimonio. El 23 de septiembre de 1771 ambos rindieron su decla-37 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Disciplinar, serie Padrones, subserie Asientos, Ao 1770, caja 1306, carpeta 917. Padrn de feligreses. Indaparapeo, 28 de febrero de 1770, f. 1.38 Archivo General de Notaras de Morelia (en adelante AGNM), Protocolo del escribano Jos Mara Aguilar, Vol. 210, Aos 1803-1804, f. 463r. Testamento de Ana Manuela Muiz Snchez de Tagle, Valladolid, 4 de enero de 1804.39 APSM, Entierros de espaoles, Lib. 16, Aos 1750-1775, ff. 133v-134r. 40 Carlos Jurez Nieto, Un empresario colonial en Valladolid. El caso de Isidro Huarte 1780-1824, en: Historias, Nm. 22, Mxico, Instituto Nacional de Antropologa e Historia, abril-septiembre de 1989, pp. 63-65.

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    racin ante el cura del lugar y de inmediato se corrieron las amo-nestaciones. Los testigos presentados por Huarte fueron: Miguel Antonio de Goyzueta, que sirve en su compaa de comercio; Jos Antonio de Echeverra, quien dijo que conoca a Isidro an desde antes que viniera a este reino y en Valladolid hace ms de ocho aos; y Gabriel Garca de Obeso, quien seal que le trataba desde abril de 1763, que lleg a la capital de aquella dicesis, don-de se cas con Ignacia Escudero, quien muri de parto va para tres aos.41 El obispo Snchez de Tagle concedi la dispensa de las banas marcadas por el Concilio de Trento y orden celebrar el matrimonio conforme al ritual romano, oficindose la misa nup-cial. Seis das ms tarde, el 29 de septiembre, el doctor y maestro Jos Miguel de Moche, cannigo de la Iglesia Catedral de Vallado-lid, se traslad a Indaparapeo para realizar el casamiento. Fungie-ron como padrinos don Manuel Esteban y doa Mara de la Luz, y como testigos don Eugenio Martnez, don Manuel Seapal y don Jos Pimentel, vecinos de dicho pueblo.42

    Al parecer, todo marchaba bien en la vida de Manuela, pero de nueva cuenta la muerte rondaba a sus seres queridos. El 27 de mayo de 1772 las campanas de la Catedral anunciaron el deceso de su to el obispo, en cuyos funerales estuvo presente, no slo por pertenecer a su familia, sino por ser esposa del regidor Isidro Huarte, uno de los miembros del cabildo civil que le acompaara en el cortejo. El cura Rodrigo Velzquez, testigo de aquel aconte-cimiento, escribi que:

    el da treinta de dicho mes se hizo solemnemente el entierro trayendo el cadver como de costumbre el muy ilustre venerable seor den y ca-bildo con todas las sacratsimas comunidades debajo de cruz; cofradas con estandartes; barrios de naturales con cruz y ciriales; cabildo secular

    41 AHcM, Fondo Parroquial, seccin Sacramental, serie Matrimonios, subserie Informacin Matrimonial, Ao 1771, caja 1553, carpeta 636. Informacin matrimonial de Isidro Huarte y Ana Manuela Muiz. Valladolid, 23 de septiembre de 1771.42 ANPi, Casamientos de indios, mulatos y espaoles, Lib. 5, Aos 1756-1771, f. s. n.

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    con mazas y compaas militares de esta ciudad. Se le hicieron seis pozas desde su palacio hasta esta santa Iglesia en donde se coloc el cuerpo mientras se cant la vigilia solemnemente, la que acabada con responso como es costumbre, se sepult en la bveda de esta santa iglesia catedral en donde yace Reuquies cat in pace.43

    Dos aos despus, el 13 de septiembre de 1774, tambin fa-llecera su pequeo hijo Jos Mara Alvelda, fruto de su primer matrimonio, a quien estaba criando junto al primognito de Isidro Huarte. Jos Mara contaba casi cinco aos de edad, muri cuan-do su madre estaba embarazada del segundo hijo de don Isidro, quien nacera el 6 de diciembre de 1774. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia del Carmen de Valladolid.44

    El matrimonio Huarte Muiz procre nueve hijos, de los cuales sobrevivieron siete: Antonio, quien lleg a ser presbtero del obispado de Michoacn y capelln honorario de Agustn de Iturbide durante el primer Imperio; falleci el 18 de abril de 1831 y su cuerpo fue sepultado en el primer tramo de la Iglesia de San Francisco. Isidro, nacido en 1774, abogado de profesin y regi-dor alfrez real de Valladolid en 1805; muri el 8 de octubre de 1843 sin tomar estado, legando la mayor parte de su fortuna para la fundacin de un hospicio; Mara del Carmen, casada con su primo el capitn Pascual de Alza y Zavaleta; Ramn, nacido en 1781, alcalde constitucional y jefe poltico de la Provincia en 1821, le toc la consumacin de la Independencia. En 1824 fue nombra-do comisario general y provincial de Hacienda y Guerra, muri despus de 1840; Mara Teresa, originaria de Valladolid, cas tres veces, la ltima con Juan Vergara el 28 de junio de 1809, en 1827 pasaron ambos a radicar a Nueva Orleans; Ana Manuela, nacida en Valladolid el 18 de enero de 1786, casada en febrero de 1805 con el entonces alfrez de las milicias provinciales Agustn de Iturbide y Aramburu, luego de ser ste fusilado en Padilla, Tamaulipas, se 43 APSM, Entierros de espaoles, Lib. 16, Aos 1750-1775, f. 149v.44 Ibid., f. 168v.

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    refugi en los Estados Unidos hasta morir en Filadelfia el 21 de marzo de 1861, casi a los 87 aos de edad.45

    Ellos fueron testigos del auge constructivo que experimen-t la ciudad durante la segunda mitad del siglo xviii, gracias al mecenazgo de los cabildos civil y eclesistico de Valladolid y a la direccin de arquitectos mulatos; participaron en las procesiones organizadas por el gobierno de la dicesis en junio de cada ao, dedicadas al divinsimo seor sacramentado; tambin se ente-raron de la toma de posesin de la dicesis por el obispo Juan Ignacio de la Rocha en noviembre de 1777, y de la epidemia de fiebre que se hizo presente durante los meses de enero y febrero de 1783, acabando con decenas de vidas humanas. Asimismo, es-tuvieron atentos a la llegada del obispo fray Antonio de San Mi-guel en diciembre de 1784 y se sumaron a su teologa poltico ca-ritativa, instrumentada para contrarrestar los efectos de la crisis agrcola que azotaba a todo el virreinato.

    De igual modo, supieron de la implantacin del nuevo sis-tema de intendencias impuesto por la dinasta borbnica en 1787, y a travs de don Isidro, trataron a Juan Antonio Riao, su primer intendente; conocieron a Miguel Hidalgo y Costilla, rector del Co-legio de San Nicols Obispo en 1790, donde Isidro Huarte hijo fun-gi como uno de sus discpulos; y debieron enterarse de la divisin de la ciudad en cuarteles mayores y menores en octubre 1794, por rdenes del virrey Miguel de la Gra Talamanca y Branciforte, as como de la colocacin de placas con los nombres de las calles, una de las cuales era conocida en 1797 como calle de Huarte.46

    45 Cfr. Ibarrola, op. Cit., p. 189; Moiss Guzmn Prez, Miguel Hidalgo y el gobierno insurgen te en Valladolid (Bicentenario de la Independencia 9), tercera edicin actualizada, Morelia, Instituto de Investigaciones Histricas, Univer sidad Michoa cana de San Nicols de Hidalgo, 2011, pp. 115-116. Del mismo autor: Las mujeres michoacanas en la Independencia, fascculo 11 de la obra: Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia en Michoacn, Marco Antonio Landavazo, Gerardo Snchez Daz y Miguel ngel Urrego Ardila (coords.), Morelia, Secretara de Educacin del Estado de Michoacn/Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 2010, pp. 22-24. 46 Moiss Guzmn Prez, Valladolid de Michoacn: los constructores de la ciudad ba-

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    No menos relevante era la vida acadmica y cultural que se viva en la ciudad y que propici de una u otra manera la circu-lacin de libros. En los centros educativos de Valladolid campea-ba el saber contemporneo, introducido desde aos atrs por el jesuita Francisco Xavier Clavijero cuando estuvo al frente de la ctedra de Filosofa en el colegio de San Francisco Xavier y quien usaba para la enseanza, libros que el presbtero Vicente Torrija le enviaba desde la ciudad de Puebla de los ngeles.47

    En ese entonces tanto el Colegio de San Nicols Obispo como el Seminario Tridentino y los dems colegios de las rdenes reli-giosas, vivan una efervescencia acadmica sin precedentes. Eran momentos de ilustracin, ilustracin impulsada por hombres como Jos Prez Calama, Juan Antonio de Tapia y el obispo fray Antonio de San Miguel a travs de su teologa poltico-caritativa; movimiento filosfico que asimilaron las generaciones futuras y que en su momento fue lo que sirvi para formar y conformar un nuevo carcter, una mentalidad y una manera distinta de mirar las cosas.48 Pero tambin eran tiempos en que se estaban reformando los mtodos de enseanza, las prcticas de lectura y los planes educativos, a instancias de rectores y vicerrectores que estuvieron

    rroca, Universidad Michoacana. Revista trimestral de ciencia, arte y cultura, Nm. 7, Mo-relia, Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, enero-marzo de 1993, pp. 40-49. AHMM, Actas de Cabildo, Lib. 43, Aos 1776-1779, Valladolid, sesin del 29 de noviembre de 1777, f. 91v.-92v.; Lib. 49, Aos 1781-1785, sesin del 8 de febrero de 1783, f. 94r. y sesin del 13 de diciembre de 1784; Lib. 69, Aos 1790-1793, sesin del 1 de abril de 1791, f. 37; Cardozo, op. Cit., pp. 53-68. Ernesto Lemoine, Valladolid-Morelia 450 aos. Documentos para su historia (1537-1828), seleccin, introduccin, paleografa, notas y apndices de, Morelia, Editorial Morevallado, 1993, pp. 243-253.47 Jess Gmez Fregoso, Clavijero. Aportaciones para su estudio y ensayo de interpretacin, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1979, p. 42.48 Cfr. Juvenal Jaramillo Magaa, La vida acadmica en Valladolid en la segunda mitad del siglo XVIII (Biblioteca Nicolaita de Educadores Michoacanos 2), Morelia, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita, Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 1989. Del mismo autor: Jos Prez Calama. Un clrigo ilustrado del siglo XVIII en la antigua Valladolid de Michoacn (Biblioteca de Nicolaitas Notables 41), Morelia, Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita-Universidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo, 1990.

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    al frente de dichos establecimientos, como Blas de Echeandia, Mi-guel Hidalgo, Agustn Francisco de Esquivel y Vargas o Manuel de la Brcena, algunos de los cuales encargaban a los libreros de la ciudad de Mxico, los ttulos que deban leer sus colegiales.49

    En ese contexto, el matrimonio Huarte Muiz se dedic a velar por el futuro de sus hijos. A los varones, a unos les propor-cionaron estudios y a otros les compraron cargos en la milicia; mientras que a las mujeres, a todas las casaron con militares de apellido y comerciantes prsperos. Isidro Huarte acrecent su for-tuna estableciendo nuevos lazos comerciales y asociaciones con otras familias acaudaladas de la regin, como los Michelena, los Garca de Obeso y los Iturbide y Arregui, por ejemplo. Sus redes clientelares se extendan ms all de los lmites de la Intendencia y estableci vnculos de compadrazgo con varios regidores del Ayuntamiento de la ciudad (Jos Plata y Miguel Goyzueta), as como slidos nexos con algunos miembros del cabildo eclesisti-co de Michoacn (licenciado Blas de Echeandia y doctor Vicente Gorozabal y Anzuolo, entre otros). Amante de la tertulia y el jue-go de trucos y malilla, se hizo de una selecta biblioteca de temas econmicos, literarios, militares y polticos. Tambin tena muy arraigadas sus races vascas.50

    Manuela Muiz por su parte, supo aprovechar las redes so-ciales de su marido para convivir y relacionarse con Mara Ana Martnez de Aldana, madrina de su hijo Isidro en 1774;51 con la familia Urquiza Bustillo, con quien emparentaron al fungir como padrinos del nio Manuel Eligio en 1781; con la familia Garca-Es-trada Mafra, al apadrinar a su hijo Joaqun en 1784; con doa Ana

    49 Agustn Garca Alcaraz, La cuna ideolgica de la independencia (Coleccin Bicentenario 3), Morelia, Fimax Publicistas, 1973; AHcM, Negocios Diversos, Leg. 569, Ao 1785, 3 ff.50 Jurez Nieto, Un empresario colonial, op. Cit., pp. 63-67; Margaret Chowning, Wealth and power in provincial Mexico. Michoacan from the late colony to the revolution, United States of America, Stanford University Press, 1999, pp. 13-38. 51 APSM, Bautismos, Lib. 20, Aos 1760-1776, fs. 346r-346v.

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    Bustamante, esposa del regidor Jos Plata, por llevar a bautizar a su hija Ana Mara en 1786; y probablemente con las esposas de Juan Moche, Andrs Cordero y Miguel Goyzueta, con quienes tambin crearon vnculos de parentesco.52

    Un aspecto ms se desprende de esta informacin sobre la vida de Manuela Muiz que nos puede ayudar a comprender parte de su personalidad y explicar el por qu de sus lecturas: su estre-cha cercana con los hombres de Iglesia. Cuando bautizaron a su hija Mara Josefa el 10 de mayo de 1777 el padrino fue el religioso fray Manuel de la Presentacin y el bautismo fue realizado por el prebendado de la catedral, Blas de Echeandia;53 lo mismo ocurri el 26 de junio de 1778 en que bautizaron a su hija Ana Manuela: el padrino fue el presbtero Francisco Antonio Romero, y Blas de Echeandia celebr el acto religioso.54

    Por otro lado, el hecho de estar casada con uno de los comer-ciantes ms influyentes de la provincia en esos aos, obligaba a Manuela a asistir a todos los eventos sociales donde se requiriera su presencia. As lo hizo la tarde del da 2 y la maana del 3 de sep-tiembre de 1789, en las honras solemnes que tuvieron lugar en la Iglesia Catedral de Valladolid, al conocerse el deceso del rey Carlos iii;55 y lo mismo sucedi cuando las principales autoridades civiles y eclesisticas de aquella capital, realizaron las ceremonias de pro-clamacin del monarca Carlos iv y su esposa, Luisa de Borbn.

    La crnica de la poca seala que frente a los retratos de los reyes, las mujeres y hombres que estaban presentes en la funcin, mostraron su inmenso regocijo con reiteradas vivas y emotivas aclamaciones. Por la noche, luego de las proclamas realizadas en

    52 APSM, Bautismos de espaoles, Lib. 23, Aos 1777-1781, fs. 14v, 28r, 87v, 92v, 130r, 162v; Lib. 35, Aos 1786-1792, fs. 49r-49v.53 APSM, Bautismos de espaoles, Lib. 23, Aos 1777-1781, f. 10v.54 Ibid., f. 60v.55 Archivo Capitular de la Catedral de Morelia (en adelante AccM), Actas de Cabildo, Lib. 36, Aos 1787-1789, Valladolid, cabildo del 27 de agosto de 1789, ff. 240v-241v.

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    el Ayuntamiento, en el obispado y en la casa del alfrez real, en los salones de la casa de este ltimo se llev a cabo un convite, se sirvi un refresco y, luego de concluido, se trasladaron todos los concurrentes a otro saln, para participar en el baile que dur has-ta la media noche. Al que tuvo lugar en Valladolid el 14 de febrero de 1791, concurrieron: ochenta y seis damas ricamente vestidas, y se bailaron contradanzas de hasta veintisis parejas.56

    Asimismo, cuando se fundaron las ctedras de derecho civil y cannico en el Colegio de San Nicols Obispo de Valladolid en noviembre de 1798, a los lados de la puerta principal del estableci-miento los msicos de la Iglesia Catedral as como los de la tropa, amenizaron el suceso en presencia de los representantes de los cabildos civil y eclesistico, del intendente y su distinguida fami-lia; de los prelados, los miembros del clero, la oficialidad y dems personas notables de la ciudad. El superintendente del colegio, licenciado Mariano Escandn y Llera, orden que en lo alto de las casas ubicadas al frente del mencionado colegio, se colocara otro vistoso tablado, tapizado e iluminado para todas las damas de distincin que asistieron por convite; y as en ste como en el colegio se sirvi un costoso y general refresco, nada vulgar y sin distincin de personas, completndose esta hermosa noche con unos exquisitos y artificiosos fuegos.57

    La librera Biblioteca o librera? Antes de analizar las caractersticas y contenidos de los libros que pertenecieron a Manuela Muiz Snchez de Tagle, conviene hacer una precisin terminolgica que nos parece fundamental, relacio-nada con la manera en que los hombres y las mujeres de aquella poca denominaban y conceban sus colecciones librescas. As tra-

    56 Gazeta de Mxico, Mxico, 26 de abril de 1791, pp. 303-307.57 Gazeta de Mxico, Mxico, 14 de diciembre de 1798.

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    taremos de alejarnos de uno de los grandes pecados en los que po-dramos incurrir los historiadores en la actualidad: el anacronismo.

    Hoy en da, para muchos de nosotros la naturaleza y las fun-ciones de una librera y una biblioteca son ms o menos claras. La librera vendra siendo una tienda o local donde se venden libros con un inters marcadamente comercial, en tanto que la biblioteca sera un lugar pblico o privado donde se conservan de manera ordenada libros de una infinidad de materias y a la cual suelen acudir los lectores para leer, investigar o profundizar en el cono-cimiento de algn tema. Sin embargo, es importante hacer notar que en Valladolid de Michoacn, en las postrimeras del virreina-to, tales trminos no se conceban de esa manera: el nombre co-mn con el que las personas designaban al conjunto de libros que posean en su hogar era el de librera y no el de biblioteca. Decenas de inventarios de bienes que hemos revisado dan cuenta de esta realidad.

    Cristina Gmez y Francisco Tllez, dos de los autores que ms y mejor han estudiado las colecciones librescas de los obis-pos de Nueva Espaa en vsperas de la independencia, prefieren hablar de bibliotecas y no de libreras, a pesar de estar cons-cientes de que as eran conocidas en aquel tiempo.58 Mara Isabel Gran por su parte, al referirse a los libros que pertenecieron a las rdenes religiosas que haba en Oaxaca durante la Colonia, se-ala igualmente que eran libreras como entonces se llamaban, pero tampoco ponder las diferencias que existan entre unas y otras.59 En un estudio posterior, la propia Cristina Gmez consi-der que las bibliotecas privadas podan estar conformadas con un solo ejemplar, y dio a entender que la palabra librera conte-

    58 Gmez lvarez y Tllez Guerrero, Una biblioteca obispal, op. Cit., p. 21.59 Mara Isabel Gran Porra, Libros e imprenta en Oaxaca durante la poca colonial, en: Carmen Castaeda (coord.), Del autor al lector. I. Historia del libro en Mxico, II. Historia del libro, con la colaboracin de Myrna Corts, Mxico, Miguel ngel Porra, cONAcYT, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, 2002, p. 350.

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    nida en el Diccionario de Autoridades era sinnimo de la biblioteca que, privadamente y para su uso, tienen los religiosos, colegios, profesores de ciencia y personas eruditas.60 Si esto es as, dnde quedaran los hombres y mujeres que no eran nada de eso, pero que tambin posean libros? Es evidente que si nos apegamos a esta definicin de biblioteca, estaramos empleando un trmi-no o muy laxo, o demasiado rgido y estrecho, que nos impedira comprender y explicar la realidad de los actores y sus colecciones librescas.

    En los documentos que hemos revisado se suele hablar de las libreras de la gente literata, de la memoria de los libros que se contienen en la librera de un determinado obispo; de las libreras que se localizan en los despachos de los abogados no-vohispanos, y en ltimo caso, en los estudios de las familias que formaban parte de las lites culturales de Nueva Espaa. Pero tambin se habla de libros simplemente, cuando se trataba de unos cuantos ejemplares. Para la poca que estudiamos se tenan al menos dos concepciones sobre la librera: la primera y la ms usual, era precisamente la de un conjunto de libros, independien-temente de su mayor o menor nmero, ordenados en un mueble o estante, conforme al inters de sus propietarios y para uso ex-clusivo de una persona, colegio o institucin.61 La segunda, que viene del siglo xvi y que se prolong hasta nuestros das, era la que conceba a la librera como un negocio, como una tienda o almacn que concentraba decenas o centenares de libros para su 60 Gmez lvarez, Libros, circulacin y lectores, p. 30, nota 22.61 Cfr. Ereccin del Pontificio y Real Colegio Seminario del Prncipe de los Apstoles el Sr. San Pedro, y Constituciones para su Gobierno, con su autoridad ordinaria, y con la facultad bastante del Rey nuestro seor (que Dios guarde) ha hecho en la ciudad de Valladolid capital del obispado de Michoacn el Illmo. Sr. Dr. D. Pedro Anselmo Snchez de Tagle, del Consejo de su Magestad obispo de aquella dicesis y fundador de el mismo Pontificio, y Real Colegio, con las licencias necesarias en Mxico en la Imprenta de D. Josef Juregui, ao de 1771, pp. 11, 74. Ar-chivo del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educacin (en adelante AiiUe), Colegio de San Ildefonso, Rectora, Correspondencia, Inventarios, Exp. 128, Doc. 1039, caja 105. Libros de la librera con expresin del ttulo y autor.

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    venta y que eran atendidos por mercaderes, impresores-libreros o libreros, dependiendo la poca.62

    En cuanto a la biblioteca, si bien la palabra ya se empleaba en esta poca, tena un sentido amplio y otro restringido: en el pri-mero, que es el que se deduce del anlisis de los inventarios de libros, era usado por los hombres de letras para referirse a un co-nocimiento ms enciclopdico, o bien para designar a una o varias obras que versaban sobre una misma temtica y que por lo gene-ral se les agrupaba en las estanteras al lado de los diccionarios y las colecciones. As, encontramos entre las primeras: la biblioteca teolgica, la biblioteca mdica, la biblioteca jurdica o la bibliote-ca vaticana, todas en un tomo; y entre las segundas: la biblioteca oriental y occidental de Len Pinelo en tres tomos; la biblioteca universal franciscana en tres tomos y la biblioteca latina de Fabri-cio en dos tomos.63 Ni qu decir de la Bibliotheca Mexicana de Juan Jos de Eguiara y Eguren o la Biblioteca Hispanoamericana Septen-trional de Jos Mariano Beristin y Martn de Souza.

    En sentido restringido, se llamaba biblioteca a algunos es-tablecimientos educativos que concentraban cantidades conside-rables de libros, atendidos por un bibliotecario, y que eran comu-nes para el uso pblico, como seala el Diccionario de Autoridades. Entre ellos podemos mencionar la Biblioteca del Seminario Pala-foxiano de la Puebla de los ngeles, erigida a beneficio comn y que ya ostentaba ese nombre desde el ao de 1773.64

    62 Cfr. Francisco Fernndez del Castillo (comp.), Libros y libreros del siglo (Seccin de Obras de Historia), seleccin de documentos y paleografa de, Mxico, Archivo General de la Nacin, Fondo de Cultura Econmica, 1982, pp. 48-80; Olivia Moreno Gamboa, La librera de Luis Mariano de Ibarra. Ciudad de Mxico, 1730-1750 (Historia), Mxico, Ediciones de Educacin y Cultura, 2009, pp. 9-15, 44, 50, 54-57.63 Estos ttulos aparecen en el inventario de la librera del obispo de Michoacn, Juan Ignacio de la Rocha, levantado en el ao de 1782. Adems: AiiUe, Colegio de San Ildefonso, Rectora, Correspondencia, Inventarios, Exp. 127, Doc. 1034, caja 105. Biblioteca con los nombres de individuos que han consultado obras.64 Manuel Carballo (coord.), Imprentas, ediciones y grabados de Mxico barroco, Mxico, Mu-seo Amparo, Backal editores, 1995, grabados en el interior de la primera y ltima solapa.

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    Esta distincin no es de poca importancia, no se hace por un prurito de erudicin; la manera como las personas de aquella poca designaban las cosas nos dice mucho de sus ideas y de su mundo, un mundo anclado en los imaginarios, los valores y las creencias del Antiguo Rgimen, que se ver sacudido en el ao de 1808 ante la crisis poltica que vivir la monarqua. Cuando se realice un es-tudio que explique la mutacin que experiment el concepto de li-brera, y cmo lleg a consolidarse el de biblioteca que actualmente usamos, con todas sus implicaciones, hasta entonces podremos co-nocer cabalmente los aspectos que diferenciaban a una y otra.

    La conformacin de la libreraEn el siglo xviii la llegada de libros a la Nueva Espaa se haca a travs del puerto de Veracruz. Como refiere Cristina Gmez, du-rante la poca colonial la mayora de los libros que lea la sociedad novohispana haban llegado de Espaa, independientemente de que su origen de produccin se encontrara en diversas ciudades europeas.65 Las formas en que arribaban al puerto eran diversas, si bien podran llegar con el cargamento comercial destinados a los talleres editoriales en las principales ciudades del virreinato, tambin podan hacerlo dentro del equipaje de altos funcionarios y comerciantes, quienes los trasladaban como parte de su coleccin personal, un obsequio, o encargo para algn amigo, familiar o co-nocido. Como explica Pedro Rueda: los canales y medios utiliza-dos en el envo de libros en la Carrera de Indias son similares a los observados para el resto de las mercancas, y sometidos por tanto a considerables lmites y dificultades (en espacio, tiempo y costes), que deben ser muy tenidos en cuenta al interpretar la informacin que conocemos.66 65 Cristina Gmez lvarez, Comercio y comerciantes del libro en la carrera de Indias: C-diz-Veracruz, 1750-1778, en: Historia Mexicana [en lnea] 2008, Vol. Lvii [citado 2013-03-17]. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=60012795001. ISSN 0185-0172.66 Pedro Jos Rueda Ramrez, La circulacin de libros entre el viejo y el nuevo mundo,

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    Como sabemos, en aquella poca no existan en Valladolid lugares que se dedicaran de manera especfica a la venta de libros, como s los haba en Mxico, Puebla, Guadalajara, Guanajuato, Zacatecas y Veracruz.67 Los pocos que llegaban a la ciudad lo ha-can por medio de los comerciantes y varilleros que trocaban sus productos en los tianguis del da jueves y en las tiendas de comer-cio, o que les haban sido encargados expresamente por alguno de los oligarcas del lugar. Por otro lado, la arrolladora presencia de li-breras pertenecientes al sexo masculino podra llevarnos a pensar que las mujeres de esta poca no siempre mostraban inters por la lectura, ni tenan la capacidad econmica para adquirir libros, y que por eso resulta sumamente raro encontrar mujeres comprando obras de algn tipo, as fueran slo de carcter devocional.

    El caso de la librera de Manuela Muiz podra servirnos para comenzar a matizar esta apreciacin. Es cierto, para hacer-se de algunos libros debi recurrir a su esposo Isidro, quien los encargaba directamente a libreros de la ciudad de Mxico; apro-vechaba el viaje de algunos de sus dependientes como Eugenio Garay y Pascual de Alza para encargarles algunos ttulos, o pe-da a eclesisticos vallisoletanos que hicieran lo propio cuando llevaban a imprimir sus escritos a la imprenta de don Felipe de Ziga y Ontiveros en la capital del reino.68 Empero, su aficin y amor por los libros le vino en primer lugar de la esmerada educa-cin que recibi en el colegio de Santa Rosa Mara de Valladolid; de las plticas y conversaciones que lleg a tener con religiosos

    en la Sevilla de finales del siglo xvi y comienzos del xvii, en: Cuadernos de Historia Moderna [en lnea] 1999, N 22, [citado 2013-03-18]. Disponible en Internet: http://eprints.rclis.org/8774/1/RuedaRamirez1999.pdf 67 Cristina Gmez lvarez, Navegar con libros. El comercio de libros entre Espaa y Nueva Espaa (1750-1820), Espaa, Trama Editorial, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2011, p. 78.68 La mayor parte de las obras escritas entre 1772 y 1810 por eclesisticos radicados en el obispado de Michoacn, fueron impresas por don Felipe de Ziga y Ontiveros. Vase adems: Gmez lvarez, Navegar con libros, op. Cit., pp. 79, 81, 82-83.

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    y sacerdotes en su casa, a la salida del confesionario o de la misa dominical; y finalmente, a travs de las tertulias y reuniones a las que asista con su marido, donde poda conversar con otras da-mas de sociedad y enterarse de los autores y lecturas en boga. Enrique Gonzlez y Vctor Gutirrez sealan que otro medio de circulacin de los libros, y quiz el ms expedito, era a travs de los poseedores particulares y sus amigos,69 por eso nos inclinamos a pensar que fue de este modo como Manuela Muiz se daba cuen-ta de las novedades.

    Cundo comenzara a conformar su librera? Fueron libros resultado de una herencia o comprados por un inters personal? Estas son preguntas a las que por el momento no es posible dar una respuesta definitiva, sin embargo, podemos plantear algunas hiptesis. En cuanto a lo primero, pensamos que esto ocurri en-tre los aos de 1767 y 1770, es decir, poco despus de que desisti de ser monja y antes de contraer nupcias con Isidro Huarte. En cuanto a lo segundo, lo ms probable es que su inters por los libros devotos y religiosos le viniera por herencia de familia, ms an si entre sus parientes se encontraba el obispo de Michoacn Pedro Anselmo Snchez de Tagle. No es aventurado suponer que algunos de los libros del prelado fuesen a parar a manos de su sobrina, luego de su muerte ocurrida el 7 de mayo de 1772.70 Entre ellos podramos ubicar: los Ejercicios de perfeccin del padre Alon-so Rodrguez editado en 1615; la Cristiana reformacin, de Francis-co de Castro que vio la luz en 1666; la Mystica ciudad de Dios, de sor Mara de Jess de Agreda impresa en 1701; la Harmnica vida de santa Teresa de Jess, escrita por Juan Joseph Butrn y publicada en 1722; Infancia Ilustrada por el obispo de Orihuela, cuya cuarta edicin apareci en 1735; Luz de verdades catlicas y explicacin de

    69 Enrique Gonzlez Gonzlez y Vctor Gutirrez Rodrguez, Libros en venta en el Mxico de sor Juana y Sigenza, 1655-1660, en: Castaeda (coord.), Del autor al lector..., op. Cit., p. 119.70 APSM, Entierros de espaoles, Lib. 16, Aos 1750-1775, f. 149v.

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    la doctrina christiana de Juan Martnez de la Parra publicada en Sevilla en 1733; los Desengaos mysticos del franciscano Antonio Arbiol, reimpresa en Barcelona en 1758; y la Carta pastoral del ar-zobispo de Toledo, Francisco Valero y Losa, editada en 1767.71

    Por otro lado, el ao de edicin de sus libros nos indica que stos fueron adquiridos tiempo despus de su matrimonio con Isidro Huarte, particularmente entre los aos de 1771 y 1801. De las primeras obras que debi adquirir figuran: el Discurso sobre el fomento de la industria popular de Pedro Rodrguez Campomanes, publicado en Madrid en 1774; el Comulgador augustiniano de An-tonio Chvez, editado en Mxico en 1777; y los 18 tomos del Ao cristiano de Jean Croiset, en su edicin castellana aparecida tam-bin en Madrid en 1781. Mientras que de sus ltimos libros com-prados tenemos: El arte de encomendarse a Dios, de Antonio Fran-cisco Bellati, reimpreso en Puebla en 1791; La portentosa vida de la muerte, de Joaqun Bolaos, impreso en Mxico en 1792; Escala del cielo, escrita por el cura del pueblo de Irimbo, Michoacn, Jos Vicente de Ochoa y publicada en Mxico en 1793 bajo el patrocinio de un particular; la Instruccin de la juventud en la piedad cristiana, de Charles Gobinet, traducida del francs al castellano y publicada en Barcelona en 1795, y El padre de familia. Comedia en cinco actos, escrita por Denis Diderot e impresa en Madrid en 1801.

    En suma, de los 57 ttulos de que constaba la librera de Ma-nuela, 15 se imprimieron antes de 1772 y son los que creemos que le hered su to el obispo, ya que los temas que en ellos se tocan estaban ntimamente ligados con la formacin y el quehacer del prelado. Varios de esos ejemplares tambin figuran en los inventa-rios de las libreras de los obispos de Puebla y Oaxaca estudiados por Cristina Gmez y Francisco Tllez. Otros 42 ttulos correspon-den a la poca en que estaba casada con Isidro Huarte, y cuyos contenidos van ms acordes con los principios de religin, moral

    71 Los ttulos completos de las obras se pueden ven en el documento anexo a este trabajo.

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    y educacin que una madre de familia deba poseer para orientar debidamente a sus hijos. Un ejemplar restante de su librera no fue posible identificarlo.

    Respecto a la geografa del libro, la mayora de los ttulos fueron impresos en Espaa de la manera siguiente: 32 en Madrid, nueve en Barcelona, tres en Cdiz, dos en Valencia, dos en Sevilla y uno en Tolosa. Uno ms se imprimi en Lisboa, Portugal, y otro en Venecia, Italia, lo cual indica que fueron obras comercializadas por los libreros del momento que los solicitaban a Europa y que ellos mismos se encargaban de colocar en las principales ciudades del virreinato para su venta. Un nmero muy reducido de obras provena de las imprentas instaladas en ciudades importantes de la Nueva Espaa con una fuerte tradicin en este campo: cuatro en Mxico, una en Puebla de los ngeles y slo un ttulo no pudi-mos identificarlo.

    Organizacin de los librosComo explican Enrique Gonzlez y Vctor Gutirrez, los conoci-mientos en la poca colonial estaban agrupados en torno a cinco facultades, que eran la teologa, el derecho cannico, el derecho civil, la medicina y las artes, y la gramtica, que a pesar de no es-tar representada en ninguna facultad, sola ensearse. Dentro de ellas podan caber otras disciplinas que hoy en da han adquirido una entidad propia. Pero en el Antiguo Rgimen, el teatro, la histo-ria, la prosa y el verso se asociaban a la gramtica; en las artes se estudiaba la filosofa natural, la metafsica, la moral y la poltica, mientras que las matemticas incluan la astronoma y la cosmo-grafa.72

    Con todo, no exista un modelo nico de clasificacin de libros que pudiera implementarse en Valladolid durante la segun-da mitad del siglo xviii; la organizacin y colocacin de los mismos

    72 Gonzlez Gonzlez y Gutirrez Rodrguez, Libros en venta, op. Cit., pp. 109-110.

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    en los estantes, tena mucho que ver con los intereses profesiona-les y hbitos personales de sus propietarios. Abogados como Jos Antonio de Soto Saldaa, solan tenerlos agrupados por temas, por llamarle de algn modo, en los que sobresalan los de historia, derecho, literatura (sobre todo los clsicos latinos) y ciencias mo-dernas.73 En cambio, obispos como Juan Ignacio de la Rocha, los tenan organizados de tres maneras: por tamaos, en cuyos estan-tes podan hallarse ejemplares de a folio, de a cuarto y en octavo; por materias, con una amplia gama de contenidos propios de su profesin y empleo, y por autores, entre los que figuraban sobre todo escritores de obras teolgicas.74 En las ciudades de Mxico y Puebla, las copiosas libreras de los obispos Antonio Bergosa y Jordn y Manuel Ignacio Gonzlez del Campillo, inventariadas en 1802 y en 1803, respectivamente, slo estaban organizadas por formato y por materia,75 lo que confirma nuestro aserto.

    La librera de doa Manuela Muiz Snchez de Tagle estaba conformada hasta poco antes de su muerte por 57 ttulos repar-tidos en 93 volmenes, los cuales fueron organizados por temas: por un lado, los propiamente religiosos, entre los que destacaban dos tipos de libros: los de predicacin y catequesis y los ascticos y msticos, que son la mayora. Por el otro, estaban los relaciona-dos con la aritmtica y los libros de cuentas, y los que trataban de la educacin y la moral de los hijos, cuya importancia no se meda por su cantidad, sino por su calidad.

    Sin duda se trataba de una muy buena librera, ms si to-mamos en cuenta que era para su uso particular y que por esa misma poca las pertenecientes a otras damas de sociedad eran mucho ms reducidas en nmero. Ana Mara Guraya, quien fuera

    73 Guzmn Prez, Jos Antonio de Soto Saldaa, op. Cit., pp. 1979-2024.74 AGNM, Protocolos, Vol. 159-A, febrero de 1782, ff. 1-39. Inventario del obispo Juan Ignacio de la Rocha.75 Cristina Gmez lvarez, Bibliotecas de obispos del Mxico colonial en el siglo xviii, en: Castaeda (coord.), Del autor al lector, op. Cit., p. 310.

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    Lecturas femeninas en Valladolid...

    esposa de Nicols Garro, cnsul del Real Tribunal del consulado de Mxico, tena una modesta librera de 27 tomos, de los cuales 18 correspondan al Ao Christiano, mientras que Manuela Soto-mayor, viuda de Noriega, logr formar una pequea librera de 13 ttulos y 17 tomos, a pesar de no disponer de amplios recursos econmicos.76

    El inventario de los bienes de Manuela levantado por el no-tario de la ciudad poco tiempo despus, da a entender que sus libros se encontraban separados de aquellos que pertenecan a su marido. La mayor parte de ellos se hallaban en un cuarto conti-guo al que ocupaban los mozos de la casa, mientras que slo una decena del total, haba sido colocada en el entresuelo de su hogar.77

    Salvo una obra en italiano, escrita por Ludovico Antonio Muratori, y otra en latn de la autora de Roberto Belarmino, en la librera de doa Manuela se nota la ausencia de libros escritos en otra lengua que no sea el castellano, lo cual es comprensible si con-sideramos que el conocimiento y manejo de los idiomas extranje-ros no se enseaba en las escuelas de nias, y que por lo general estaban restringidos a determinados sectores sociales con cierta cultura e ilustracin. An as, son muchas las obras traducidas del francs, el portugus y el italiano, a la lengua de Cervantes.

    Extraamos por otra parte, no encontrar en su librera ejemplares de algn peridico de la capital del reino o provenien-tes de la Pennsula, como ocurri en otros casos, mxime cuando su marido acostumbraba estar al corriente de los asuntos polticos y comerciales de ambos lados del Atlntico, hasta era uno de los suscriptores en Valladolid de la Gazeta del Gobierno de Mxico.78

    76 Gmez lvarez, Libros y lectores, op. Cit., pp. 11-28.77 AHMM, Justicia, caja 150, Exp. 4, Ao de 1805. Inventarios del caudal perteneciente a la testamentaria de doa Manuela Muiz Snchez de Tagle y del regidor alcalde provincial del ilustre Ayuntamiento de esta ciudad en marzo de 1805, ff. 5-6.78 AHMM, Siglo xix, caja 31, Exp. 29, ff. 16-17v.

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    TZINTZUN Revista de Estudios Histricos

    Formatos, espacios y prcticas de lecturaSi bien es cierto que el contenido de una obra era de suma impor-tancia, puesto que en l estaba representado el saber de los autores, no lo era menos la forma y las caractersticas del libro. Como lo ha sealado Roger Chartier, el tamao de los libros fue fundamental desde finales del siglo xviii no slo por la comodidad de transpor-tacin y goce de su lectura, sino porque con ello se fueron trans-formando las prcticas culturales de acceso al escrito a travs de la letra impresa. Con el pequeo formato el libro se convierte en un objeto mejor manejable; ya no es necesario ponerlo sobre una mesa para que sea ledo ni el lector debe estar sentado para poder leerlo, adems, el libro es ms fcilmente adquirido y consultable.79

    La mayor parte de los libros de Manuela eran de pequeo y mediano formato, y slo unos cuantos tenan una dimensin mayor. De los ttulos, 38 se hicieron en octavo, 18 en cuarto, dos en folio y slo uno en doceavo. Un libro no fue identificado. Esto indica que al momento de su lectura no necesariamente tena que estar sentada frente a una gran mesa, como sola ocurrir con los enormes libros de a folio que seguan en uso en la poca. El tama-o de los libros que ella posea nos lleva a pensar que eran fcil-mente manejables, que poda transportarlos de un lugar a otro sin mucha dificultad y que su lectura debi tener lugar en tres sitios particulares de su casa: en primer lugar en la recmara, su lugar ms ntimo, a donde sola retirarse temprano y a prolongar sus lecturas ms all de la hora razonable, a la luz de una vela cuyo resplandor apenas iluminaba las paredes de su cuarto rodeado de lienzos con las imgenes marianas de Dolores, Guadalupe y la Pursima; con pinturas de seor san Jos, san Juan Nepomuceno y un crucifijo de madera. Haba adems una cama de damasco cubierta con una sobrecama de raso de china color carmes y bor-

    79 Roger Chartier, Livres, lecteurs, lectures, en: Le Monde des Lumires, sous la direction de Vincenzo Ferrone et Daniel Roche