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Giancarlo Andaluz TRAS LA PUERTA ULTERIOR

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Giancarlo andaluz, 2003 TRAS LA PUERTA ULTERIOR (poesía)

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Page 1: Tras la puerta ulterior - Giancarlo Andaluz

Giancarlo Andaluz

TRAS LA PUERTA

ULTERIOR

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Giancarlo Andaluz

TRAS LA PUERTA ULTERIOR, 2003

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Regresión. Hoy he de ir rimbombante Al encuentro con mi pasado. Entre claves secretas Y llaves sin puertas que abrir, He de encontrar un espacio Adecuado. Ahí me veo con el ceño parabólico Admirado ante mi juventud. Hoy en cambio todo lo contrario Cierro los ojos, Obstruyo el paso de la luz. He de regresar cambiado de mi cura de sueño De esta silla y de esta decadente canción Y he de volver con las fuerzas renovadas, Con ganas de matar Al hombre que en el presente soy.

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Ser fauno. Hombre, ser fauno,

Elemental, Bípedo en cuatro patas Vigilante medio de las horas, Agazapados sus ojos miran Con el corazón brincándole en el pecho, Exaltando a su inocente víctima. Hombre, ser fauno Hueso duro de roer, Heridas que tardan en curar. El sudor que viaja sosegado Por sus falanges siempre alertas, Garras poderosas de reptil, Con la fuerza necesaria Para arrancarme el corazón de un tajo. Hombre, ser fauno,

Temporal, Temeroso y salvaje animal Que sigiloso sigue a su presa, La reduce con su orín y su excitación, De un zarpazo corta el aire que respira Y parte en dos un cuerpo y un corazón.

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Jaqueca. Sea esta parsimonia paquidérmica Al dormir sobre la playa A plena luz del día Apoyado en mis dos costados homogéneos Como un dado en la mesa del tahúr. O tal vez este interminable dolor de cabeza Que me obliga a sumergirme en la almohada Justo a la hora en que se cruzan los horarios Y los gemidos del viento llaman a mi puerta Con agobiante insistencia.

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Caminante. Él camina con garbo y viste pantalones blancos, Viene del norte y avanza con pasos de gigante En sus zapatos la historia es una piedra del camino Que desprotegida busca un caminante Para seguir despeinando al tiempo. Él no busca otro punto cardinal Ni una estrella solitaria, Los ocasos son como un guiño asolapado Y los amaneceres como brochazos infantiles sobre el infinito cielo. Lo que busca el caminante es el inicio de la huida, Pero no conoce el camino, Solo sabe que tiene que ir hasta el final Y después tomar el atajo de la derecha.

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Gramática. Punto y aparte grito Mientras el viento Esboza una sonrisa Y un guiño en tu rostro Coma tras un beso Y dos puntos en tus ojos Entre paréntesis guardas La tristeza del no estar Entre comillas satisfecha Te pregunto con signos interrogativos Cómo harás para no llorar Y exclamativamente me respondes Subrayando la frase Poniendo las lágrimas entre llaves Este es el punto final.

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Abandono. Tu mirada lapidaria mata,

Y cómo mata, En tus labios Perdido caigo y muero, Sobre la sombra de la almohada A las 3 de la mañana, Ciego y solo Como una vela apagada y olvidada, Atento al paso de las moscas Que vienen a la noche Llamadas por el silencio y la ausencia Que dejas en mi cuarto, Cuando me apagas de un soplido Y te vas por esa puerta Dejándome hundido En la más profunda soledad.

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Dependencia. Cierras los oídos Y no oyes nada, Apagas tu voz Y dejas al mundo Suspendido en un claro del tiempo, Consumes tus palabras Y entorpeces el paso de los hombres Por la tierra, Atas tus manos contra tu pecho Y abandonas al viento A su lamentable destino.

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Aroma invisible. Cómo oler aquel aroma etéreo Que atraviesa la puerta Igual que los rayos solares Rompen la infinidad del mar. Tu cuerpo aprisiona la fragancia Pura de las flores vivas del cementerio. Caminas y esparces tu olor por esta gleba. Flotas como una burbuja Dentro de una caja sucia, mohosa, Equidistante del mundo que conoces. La tristeza silba su ton cadencioso A sus habitantes endurecidos como las rocas Que pisan esta tierra yerta. Te miro desde la ventana Mientras culmino una pelea efervescente Contra este peso tan explosivo que se rompe Como un claro de luz sobre mis manos. Es por eso que no puedo oler Tú demoníaco aroma invisible Que pasa sin poder atravesar la puerta Para perderse en el infinito mar de mi ausencia.

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Barco errante. Mira allá a lo lejos La sombra de aquel barco se desvanece Igual al humo funámbulo del cigarro Que consumes sobre la piel del mar. Allá van mis sueños Acompañando a mi cansado cuerpo. Mírame, que quiero verte haciéndolo, Como quien se fuma la silueta De una tarde,

O de un ocaso prematuro. El mar se mece bajo efectos narcóticos Y ese movimiento se asemeja Al bamboleo torpe de un péndulo enloquecido. Una barcaza vaga sobre su acuosa piel, Adormecida por las tristes canciones Que sólo conocen los náufragos, Y uno que otro pescador de alta mar. En la barcaza viajan los restos de un cuerpo Que alguna vez me perteneció Y que ahora no es más que carnada para los peces.

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Quién es el día. Quién es la tarde, Yo soy la tarde Dijo la mañana. Soy una linterna A la que con el transcurrir del día Se le bajan las baterías, Y salgo entonces con mi farol de cobre Acompañado por la noche Al encuentro de una tienda En busca de repuestos Para cuando legue el alba. Qué es la mañana Sino el brillo de tus ojos Al clarear, O el resplandor de los míos Que se alegran Al verte despertar. Durante la noche No digo ni pienso nada, Sólo duermo sobre una nube Que es como un suspiro aletargado Que expirará cuando suene Sobre la mesa de noche O desde la piel cálida del impávido piso El reloj despertador.

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Hoy decidí salir a la calle Con los ojos cerrados Y ver al mundo Con el alma que ocupa Este pedazo de carne humana. Vi un mundo Que caía vertiginosamente A causa de sus desvaríos líquidos, Vi un cielo cromado En el espejo infame De la desesperanza, Vi caer la lluvia Que mojaba con su rocío empírico A las flores pétreas Que adornaban el lado Muerto del parque. Vi a los canes del invierno Funesto de julio Corriendo perdidos Tras un hueso húmero olvidado. Vi a los ciudadanos Transitando el frío pavimento Arrastrando sus cuerpos grises y cansados Recordando sus miserias terrenales. La noche caía intranquila Contra la turbia neblina Que me cegaba la mirada. Era la noche urbana Que copulaba al final de la tarde Con las vulgares aguas del mar Apaciguando inconscientemente Su furiosa alma Cansada de temblar Durante la amarga mañana, Mientras que en un rincón De mi casa El llanto de dios Se convertía En candente lava.

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Anhelos. Cuando hay motivos enigmáticos Que se detectan entre dos cielos Tratamos de armarnos con la dureza De mil armaduras Nos hacemos un mundo Y creemos que es real. La locura nos lleva a vivir del aire Enfermo con el virus de invierno, Se funden los sentidos En la razón, Se condensan los deseos En botellas a la deriva,

Que viajan Eternamente

Sobre las olas de un mar Que duerme perdido En sus propios remolinos.

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Tras la puerta ulterior... 2 Tras la puerta ulterior El sol quema el oxido de las horas, Se oyen los pasos catatónicos del reloj Internándose en los bosques moribundos de la angustia. La mirada ruin de la amapola Funde la razón de la mañana, Y la juventud es un caballo Que se desboca en el alba. Pienso en cómo evitar una respuesta equivocada Para resolver este problema sin sentido, Grito, pierdo, me resbalo, Caigo, sueño, me disparo, Escribo, lloro, me mutilo, Borro, rompo, me amilano. La tarde risueña junta sus esquirlas En el fogón perpetuo de la hoguera, El silencio crece, me lapida Cuando tus manos avientan la puerta Contra mis sentidos. Me humillas.

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Tatuaje. Sueño algunas veces Con tenerte tatuada en la piel, Desnuda y pensativa Como una estatua renacentista, Cargando una gran daga En tu ubérrima mano, Daga que en algún momento Me enterrarás En pleno pecho Durante la afonía de mi voz Salida de la tersura de mis labios, Para luego despertar con la certeza De saber que formarás parte de mí, Para siempre.

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El tiempo que pasa y no se detiene. Divisamos espacios inconexos en el horizonte, Y perdemos la capacidad de ser sociables

Con los hombres. Sombras aparecen repentinamente Como una línea indivisible Sobre nuestra mente desquiciada Pero ignoramos su momentánea presencia. El día pasa y nada ocurre La noche deslumbra el infinito

Y nada ocurre. Días enteros pasan estallando en el calendario Y los inestables números Sacuden las puertas del hogar primitivo Tratando de no morir con el constante pasar

Del tiempo. Ahora siento el peso muerto de esta piedra, Y ese dolor que la acompaña en mi espalda, Junto a los gestos acorralados en mi rostro Y a este sol antiguo que brota del corazón De la mañana. La piedra entorpece mi camino, Mi camino se ve entorpecido por la piedra, Y este flechazo en plena columna que me fulmina Se pierde en las movedizas pieles de mi espalda.

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Vagabundo. Pasos afines al caminante, Al ciudadano consumidor de las pisadas, Al tipejo amaestrado por la noche Con mirada fija en un punto perdido en el espacio. Olor a suelo cansado Rumor de un suspiro sobre el viento Atrapado en un cielo embotellado. Artificio del dolor primario sobre la sien, Guiño maligno a mitad de una mueca prohibida El gruñido de los perros lunares A mitad de la oscuridad tardía. Humo de los pulmones en estado de putrefacción Dolor sobre los hombros y las horas, Suciedad en la flor del alma Costumbre de vivir de frente a la muerte Miedo fugaz a las luces que incendian la ciudad Sudor que recorre un camino ensombrecido por la indiferencia. Lágrimas, gritos, ruegos, Estocadas sin pies ni puntada, Triste mirada desolada, Mirada sobre la alfombra de la villa Mirada sucia y temerosa Como un infante abandonado en mitad de la húmeda calle. Lágrima rodando hacia al abismo de sus cuencas Un ruego sin oídos Una oración sin sustento, Y este hombre con tanta muerte a cuesta, Cargando sus restos a sin premura.

Hay en la vida tanta muerte por consumir.

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Caída. El viento sopla más fuerte Cuando de su voz no se oyen los cantos matutinos

De los ángeles de la muerte. Uno cierra los ojos y quiere caer en un vacío sinfín, Cierra el alma e imagina la inacabable caída Muerde sus labios y una gota fría Se estremece como un latido desbocado del corazón. El cuerpo flota sobre una nube flácida, El hombre sueña con los ojos cerrados

Y se deja caer Lento y complacido

Sobre los brazos de la tierra.

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Los niños de los cerros. Con el sol marcando sus frentes Avanzan los infantes por la tierra, El calor fatuo del día quema sus manos, Mientras la dureza del acero aprisiona su inocencia. Esas edades están perdidas en un pasado Inexistente Las yagas recorren su agrietada piel pueril, El dolor del hombre es la sombra apenas visible De un corazón sumergido en el fango De los cerros. Un golpe remece las entrañas de la tierra, Dos golpes y la sangre encuentra un camino De salida. El sudor brota como los días Por sus gastadas frentes ennegrecidas. Lágrimas saltan del abismo inconexo de sus ojos, Mientras un grito opresor y sordo exige calma. Las rocas ruedan esquivando sus incansables cuerpos Que cortan la inubicable esperanza Mientras que por la tarde, hastía e impetuosa, Un viejo balón de trapo rueda ignorando la dureza De sus días. Allá van corriendo aquellos niños

Como despojos, Con una sonrisa generosa Y la inocencia oculta entre sus escasos dientes. Corren contra el reloj cargando Su pesado castigo como absurdos Sísifos. Ahí van con su suciedad y su lamento, Con su cincel gastado y las suelas

De sus zapatos curtidas. Ellos son los niños de los cerros, Esclavos perennes de los días, Viviendo entre golpes y cortadas sin curación. Son los niños que nacieron sin dios ¡Ay que dolor se siente con cada golpe en la piedra! Igual a una estocada directa al corazón

De nuestro propio pasado.