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ETICA PROFESIONAL CÓDIGOS DE ÉTICA PROFESIONAL CONTABLE CASOS ENRON Y WOLDCOM UNAC -2011 UNAC

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ETICA PROFESIONAL

CÓDIGOS DE ÉTICA PROFESIONAL CONTABLE

CASOS ENRON Y WOLDCOM

UNAC -2011UNAC

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INDICE

Página

INTRODUCCIÓN.........................................................................................................3

1. LA ETICA Y LA CONTABILIDAD.......................................................................4

1.1 LA ÉTICA DE LAS ACCIONES.........................................................................................51.2 LA ETICA Y LA CONTABILIDAD...................................................................................6

2. LA ETICA PROFESIONAL..................................................................................10

3. EL CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL CONTABLE.....................................11

4. CÓDIGO DE ÉTICA PARA CONTADORES PROFESIONALES (IFAC).........13

4.1 OBJETIVOS.......................................................................................................................144.2 CONTENIDO.....................................................................................................................144.3 PRINCIPIOS FUNDAMENTALES..................................................................................15

5. CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL (IMCP)...................................................18

5.1 CONTENIDO.....................................................................................................................185.2 POSTULADOS...................................................................................................................19

6. CÓDIGO DE ÉTICA PARA LOS AUDITORES PÚBLICOS (INTOSAI)..........22

6.1 OBJETIVOS........................................................................................................................226.2 CONTENIDO......................................................................................................................236.3 PRINCIPIOS......................................................................................................................23

7. CÓDIGO DE ÉTICA (IAI)....................................................................................26

7.1 APLICACION Y CUMPLIMIENTO................................................................................267.2 PRINCIPIOS......................................................................................................................267.3 NORMAS DE CONDUCTA.............................................................................................27

8. CASOS DE ESTUDIO...........................................................................................29

8.1 EL CASO ENRON.............................................................................................................298.2 EL CASO WORLDCOM...................................................................................................348.3 LAS CAUSAS DEL PROBLEMA....................................................................................368.4 LOS PROBLEMAS ÉTICOS............................................................................................418.5 ENTRE LA ETICA Y LA NORMATIVIDAD.................................................................448.6 LECCIONES PARA EL FUTURO...................................................................................47

CONCLUSIONES.......................................................................................................50

BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................................51

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INTRODUCCIÓN

La manipulación de las cifras contables por parte de los responsables de la información financiera, ha sido un tema de estudio y discusión permanente entre profesionales, investigadores y usuarios de la información contable. Muchos son los casos que nos recuerdan este fenómeno, siendo probablemente los casos Enron y WorldCom, los más impactantes y mediáticos de todos.

Constantemente se hace referencia a la falta de ética como la causa principal de la manipulación de las cifras contables. De acuerdo con distintos autores, el principal detonante de una conducta poco ética lo constituyen esquemas de incentivos ligados a indicadores que pueden ser influidos por la información contable.

Pero, ¿qué es la Ética?; ¿cómo se relacionan la ética y la contabilidad?; ¿cuál debería ser el objetivo de la contabilidad financiera desde una perspectiva ética?; ¿se corresponde éste con el objetivo declarado por la profesión?; ¿en qué circunstancias una conducta éticamente incorrecta, desde una perspectiva contable, adquiere una mayor gravedad?, ¿son necesarios los Códigos de Ética Profesional?. Estas son algunas de las preguntas se intentará responder.

El presente trabajo comienza teorizando acerca de la la ética, las acciones éticas, y la ética en la contabilidad. Se establecen las características y objetivos de los Códigos de Ética Profesional, y en nuestro caso particular, el Códigos de Ética Profesional de Contabilidad. A continuación, se describirán algunos de los principales Códigos de Ética de la profesión contable a nivel internacional, tales como los de la IFAC, el IMCP, la INTOSAI y la IAI. Posteriormente, estudiaremos dos de los casos de fraude empresarial más impactantes : el caso de Enron y el caso de WorldCom. Se intentará establecer las causas del problema y las falencias éticas, y se proponen algunas sugerencias para que sucesos como estos no vuelvan a ocurrir.

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1. LA ETICA Y LA CONTABILIDAD

La Ética es la ciencia de la conducta humana, que estudia la forma de actuar que tenemos todos los hombres frente a nuestros semejantes y la manera en la que nos desenvolvemos en nuestras actividades diarias. La Ética es la ciencia que estudia los diversos deberes y el comportamiento de los profesionales en sus relaciones con sus clientes y sus colegas, es un conjunto de comportamientos exigibles a los profesionales.

Se dice que la Ética es una ciencia, porque es una disciplina racional ya que parte de los actos humanos y los transporta hasta llegar a sus principios. Es un conjunto de conocimientos sistemáticos, metódicos y racionales basados en la experiencia y fundados en principios.

A menudo confundimos la moral con la Ética, pero debemos recordar que moral es el conjunto de reglas, valores, prohibiciones y tabúes procedentes desde fuera del hombre, es decir que le son inculcados o impuestos por la política, las costumbres sociales, la religión o las ideologías. En cambio la ética siempre implica una reflexión teórica sobre cualquier moral, una revisión racional y crítica sobre la validez de la conducta humana.

Por lo tanto, la ética al ser la justificación racional de la moral, determina que los ideales o valores proceden a partir de la propia deliberación del hombre. Mientras que la moral es un asentimiento de las reglas dadas, la ética es un análisis crítico de esas reglas. Por eso se dice que la Ética es la filosofía de la moral, si se entiende a la filosofía como un conjunto de conocimientos racionales establecidos.

La ética puede definirse como la ciencia normativa de la rectitud de los actos humanos según principios racionales. Esta definición se explica razonablemente de la siguiente manera:

La Ética como Ciencia .- La ética es el conocimiento que se preocupa por el fin al que debe dirigirse la conducta humana y de los medios que sirvan para alcanzar ese fin.

El Carácter Normativo de la Ética .- La ética es una racionalización del comportamiento humano, es decir, un conjunto de principios o enunciados dados por la luz de la razón y que iluminan el camino acertado de la conducta. Por eso los principios éticos tienen una dimensión imperativa, pues son mandatos u órdenes que nos damos para movernos en la realización de actos que mejoren nuestra condición humana.

La Rectitud de la Ética .- La ética busca que los actos humanos se orienten hacia la rectitud. Con esto se indica el estudio de aquellos actos que contribuyen al perfeccionamiento humano. La rectitud puede

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entenderse como la concordancia entre nuestras acciones con la verdad o el bien, y significa la pauta apropiada para el desarrollo de nuestra naturaleza.

Los Actos Humanos como Objeto de Estudio de la Ética .- Los actos humanos son una ordenación hacia las virtudes y los valores. Por consiguiente, consideramos que no sólo la razón y la voluntad son los dos aspectos que caracterizan el acto específicamente humano, existen otras dimensiones del ser humano que, con la práctica de determinadas virtudes y valores, lo perfeccionan de manera integral.

La Ética como Indagación de los Principios Racionales .- Cuando se habla de que la ética busca la rectitud de los actos humanos, es decir, que éstos sean conformes con lo bueno, lo verdadero, etc., es porque la ética especula sobre todo aquello que se oculta detrás de los hechos o las apariencias. Por eso la ética intenta adherirse a "principios" que expliquen los actos humanos según un punto de partida, un fundamento o una causa.

1.1 LA ÉTICA DE LAS ACCIONES

En términos simples, podemos decir que la ética se relaciona con la idea de actuar correctamente. Una persona éticamente correcta es aquella que hace el bien, mientras que un individuo poco ético, es aquel cuya conducta deriva en el mal propio o ajeno. Aunque estrechamente relacionados, la ética y los valores (o principios) no son lo mismo. Mientras que la ética se refiere a la bondad misma de la acción, los valores constituyen un marco de referencia sólido para evaluar dicha bondad. Valores tales como la honestidad, el respeto, la lealtad, la justicia, la solidaridad, etc., se constituyen en un elemento central a la hora de decidir la conducta adecuada a desarrollar.

ELEMENTOS FUNDAMENTALES

La bondad de una acción depende de la calidad ética de los dos elementos fundamentales que la constituyen: el fin (intención) que persigue la acción y los medios escogidos para alcanzarlo. Aunque solo la alternativa de acción implementada (medios) es empíricamente observable, ella se encuentra inseparablemente unida con la intención o fin que se desea alcanzar. Por lo tanto, para que una acción humana sea éticamente correcta es necesario que lo sean tanto la intención con que se lleva a cabo la acción como los medios elegidos para su consecución.

Se desprende de lo anterior que aunque el fin con que se ejecuta una acción sea moralmente correcto, si la acción propiamente atenta contra los valores de la comunidad, entonces el resultado final es que la acción escogida es éticamente reprochable. (el fin no justifica los medios). Por ejemplo,. una madre que vende droga para alimentar a sus hijos. Si bien es

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cierto que el fin que persigue la mujer (alimentar a sus hijos) es noble, el acto mismo de vender droga y facilitar con ello su consumo a otros, es moralmente reprochable, puesto que atenta contra el bien común y de la persona en cuestión.

Del mismo modo, aunque la acción elegida para alcanzar un fin sea moralmente correcta, si el fin con que se ejecuta la acción se contrapone a los valores socialmente compartidos, dicha acción termina siendo éticamente incorrecta (un fin malo invalida moralmente unos medios éticamente correctos). Cuando un individuo realiza un obra benéfica con el único fin de alcanzar notoriedad pública, estamos en presencia de unios medio moralmente correctos (la obra benéfica en sí) y una intención o fin éticamente cuestionable.

La moralidad de una acción se ve afectada también por las circunstancias que la rodean. Estas circunstancias pueden agravar o atenuar la moralidad de una acción. Una manera de evaluar la gravedad del hecho consiste en preguntarse si existían otras alternativas de mayor calidad ética para llevar a cabo los fines establecidos. Si la respuesta es sí, entonces la acción es más reprochable desde el punto de vista ético, que si estas otras alternativas de acción no hubiesen estado disponibles.

En resumen, la bondad de una acción debe medirse a la luz de dos elementos fundamentales: la bondad de la intención (finalidad) con que se lleva a cabo la acción y la moralidad de la acción propiamente (medios). Esta moralidad debe juzgarse, a su vez, en referencia a los valores que promueven el bien común. Finalmente, la mayor o mero bondad de la acción debe evaluarse de acuerdo a las circunstancias en que ésta se desarrolla.

1.2 LA ETICA Y LA CONTABILIDAD

De acuerdo a la discusión precedente, para juzgar la conducta ética de los máximos ejecutivos de una organización respecto del registro, preparación y difusión de la información contable, debemos determinar cual es la finalidad éticamente correcta de la información contable y cuales son los medios aceptables para alcanzar dicha finalidad. Por otro lado, para evaluar con mayor precisión la calidad ética de sus decisiones contables, es preciso valorar las circunstancias en que está inmerso el responsable máximo de la organización.

El objetivo fundamental de la contabilidad financiera consiste en proporcionar información relevante y confiable respecto de la realidad económica de una entidad, con el objeto de que la propia organización y los agentes externos que con ella interactúan, tomen decisiones políticas, económicas y sociales informadas. Que la información proporcionada sea relevante y confiable significa en la práctica, que ella debe reflejar lo más fielmente posible la realidad económica de la empresa. Este objetivo es

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absolutamente consistente con uno de los principios fundamentales de la contabilidad financiera: el principio de equidad.

El principio de equidad es en el fondo, el postulado básico o principio fundamental, al que está subordinado el resto. Los que se sirven o utilizan la información contable, pueden encontrarse ante el hecho de que sus intereses particulares se hallen en conflicto. De esto se desprende que los estados financieros deben prepararse de tal modo que reflejen con equidad los distintos intereses en juego en una entidad dada.

Esto expresa claramente el principio o valor con el que debe contrastarse, éticamente hablando, el objetivo que se persigue al proporcionar información contable a los distintos agentes involucrados: la equidad. De acuerdo a lo anterior, si la información contable es preparada por la administración con el fin de que refleje fielmente la realidad económica de la empresa, entonces dicha finalidad es éticamente correcta, puesto que permite a los distintos usuarios tomar decisiones correctas para proteger sus intereses en juego. Si por el contrario, la administración prepara información contable con el fin de distorsionar la percepción de los distintos agentes respecto de la realidad económica de la empresa, entonces su conducta es éticamente reprochable puesto que induce a los usuarios de la información a tomar decisiones en contra de sus propios intereses.

Definido el objetivo éticamente correcto de la contabilidad financiera, queda por establecer cuales son los medios apropiados para alcanzarlo. En base a nuestro análisis, dado que todos los demás principios están subordinados al principio de equidad, y dado que las normas de contabilidad se definen en concordancia con los principios contables, entonces, el registro, preparación y presentación de información contable de acuerdo con principios y normas contables generalmente aceptados, es el medio éticamente correcto para alcanzar el objetivo de la contabilidad. Por el contrario, si la información no es preparada de acuerdo a estos principios y normas, entonces la administración incurre en una conducta éticamente incorrecta.

La preparación de información contable con el fin de distorsionar la realidad económica de la empresa y/o la negligencia en cuanto a velar que dicha información sea preparada en conformidad con los principios y normas contables de aceptación general, debe ser considerada, por lo tanto, como una conducta éticamente incorrecta por parte del responsable de la organización. En este sentido, y aunque la persona encargada de preparar la información deba responder a una ética profesional determinada, la responsabilidad ética final por la información financiera proporcionada recae en el ejecutivo máximo de la organización.

Una conducta éticamente incorrecta es más o menos grave dependiendo de las circunstancias que la rodean. Por ejemplo, si la administración ha distorsionado intencionalmente la realidad económica de la compañía, mientras más significativa es la distorsión, más reprochable es la conducta. Del mismo modo, si se ha inducido deliberadamente a otro agente (gerente

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de contabilidad, por ejemplo) a que distorsiones la información, entonces la conducta es más grave que si no hubiese existido premeditación.

La gravedad de la conducta es aún mayor si la administración incentiva deliberadamente a la empresa de auditoría externa; que tiene como misión dar fé de que la información financiera proporcionada ha sido preparada de acuerdo a principios y normas contables de aceptación general, a emitir un juicio favorable frente a la presentación de estados financieros que distorsionan significativamente la realidad económica de la compañía. En este sentido, es necesario precisar con claridad que incentivar deliberadamente se entiende como una acción iniciada por la organización, y no hace referencia a los incentivos propios que pueda tener la empresa auditora para emitir un juicio favorable, con el fin de obtener beneficios económicos derivados de una posible relación comercial futura con la empresa auditada.

Finalmente, debemos referirnos al papel que desempeñan los esquemas de incentivos en las decisiones contables de los máximos ejecutivos en la mayoría de las empresas. En la práctica, la mayor parte de los incentivos que los administradores (responsables máximos de la correcta presentación de la información financiera) reciben, están ligados directa o indirectamente a cifras proporcionadas por la contabilidad. Este hecho introduce una dificultad adicional para el administrador al momento de desarrollar una conducta éticamente correcta desde el punto de vista contable.

La razón es muy simple: los dueños ponen al administrador en una situación en que sus propios intereses pueden entrar en conflicto con los intereses de los demás agentes involucrados (incluyendo los propios accionistas). En otras palabras, el bienestar personal del administrador puede entrar en conflicto con el bien común. Aunque es cierto que a pesar de dicho conflicto, el deber moral del administrador es tomar decisiones que respeten el principio de equidad, no es menos cierto que la disyuntiva a la que se ve sometido puede exceder su capacidad de resistencia. La situación presentada podría homologarse al caso de cuando un funcionario público tiene que tomar la decisión de adjudicar un proyecto y dentro de los postulantes se encuentra un familiar o un ser querido, o al caso en que un juez tuviera que juzgar a su propio hijo; en ambas situaciones la conducta más prudente por parte de los involucrados sería declararse incompetentes.

Liberar al administrador de su responsabilidad en la preparación de la información contable, parece más complicado que en los casos anteriores, puesto que su conocimiento respecto de la realidad económica de la empresa, no es fácilmente reemplazable. Una solución sería no ligar los incentivos del administrador ni directa ni indirectamente a indicadores financieros proporcionados por la contabilidad. Estudios científicos en distintos países muestran que no existe evidencia empírica significativa que respalde la hipótesis de que las compensaciones monetarias de los máximos ejecutivos de empresas se encuentran correlacionadas con el desempeño de las compañías que dirigen. De hecho, una parte importante

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de la compensación se correlaciona con el tamaño de la firma que dirigen y no con su desempeño económico.

Los accionistas tienen entonces la responsabilidad moral de generar los mecanismos de control apropiados para evitar que el conflicto de intereses que enfrenta el administrados, se traduzca en decisiones contables que distorsionen significativamente la información financiera proporcionada por la compañía. En este sentido, el trabajo serio de los llamados comités de auditoría puede constituirse en una herramienta importante para lograr este objetivo.

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2. LA ETICA PROFESIONAL

Toda profesión tiene como finalidad el bien común o el interés público, nadie es profesional, para sí mismo, pues toda profesión tiene una dimensión social, de servicio a la comunidad, que se anticipa a la dimensión individual de la profesión, la cual es el beneficio particular que se obtiene de ella. Resulta absurdo buscar el propio beneficio, sin importar el beneficio comunitario, porque lo que pase en cualquier colectividad siempre afectará para bien o para mal a todos sus integrantes.

Al término "profesión" debe asociársele la idea de "servicio", pues, al hablar de las profesiones, existe una conexión entre la práctica profesional y la vocación que se tenga hacia ella.

Por eso en toda profesión existe un cumplimiento de deberes, dados como manifestación del amor al prójimo y servicio a los demás (sentido ético). El predominio de los intereses egoístas y el afán de lucro, significan la manera de desvirtuar la profesión, y negarle el sentido ético de servicio.

Todas las profesiones implican una ética, puesto que siempre se relacionan de una forma u otra con los seres humanos, unas de manera indirecta, que son las actividades que tienen que ver con objetos. Otras se relacionan de manera directa con los seres humanos, como son los casos de educadores, periodistas, psicólogos, médicos, abogados, contadores, etc. Para estos últimos son más evidentes las normas éticas de su profesión, puesto que deben tratar permanentemente con personas en el transcurso del desempeño de su profesión.

La ética de cada profesión depende del trato y la relación que cada profesional aplique a los casos concretos que se le puedan presentar en el ámbito personal o social.

La deontología es la Ciencia que estudia los diversos deberes y el comportamiento de los Profesionales en sus relaciones con sus clientes o sus colegas. La deontología es un conjunto de comportamientos exigibles a los profesionales, aún cuando muchas veces no estén codificados en una reglamentación jurídica. En este sentido, la deontología es la ética profesional de las obligaciones prácticas, basadas en la acción libre de la persona, en su carácter moral, carentes de un control por parte de la legislación pública. La deontología es el cumplimiento de los deberes que a cada cual se le presentan según la posición que ocupe en la vida, y que están dados por el grado de compromiso y conciencia moral que se tenga con respecto a la profesión. La indagación y el acatamiento de los principios deontológicos significa dirigirse por el camino de la perfección personal, profesional y colectiva.

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3. EL CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL CONTABLE

Los profesionales de la Ciencia Contable toman decisiones e inducen a otras personas a tomarlas, por lo que la información que producen debe reunir características de veracidad, oportunidad, objetividad, confiabilidad, verificabilidad, de tal manera que sus servicios se conduzca bajo la guía de las virtudes morales como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

Es necesario reconocer que la ética, en su concepto más puro, no debe ser objeto de una reglamentación. La necesidad de tener un código, nace de la aplicación de las normas generales de conducta a la práctica diaria. Puesto que todos los actos humanos son regidos por la ética, también las reglas escritas deben ser de aplicación general.

Los códigos de Ética Profesional se establecen con objeto de ofrecer mayores garantías de solvencia moral y definir normas de actuación profesional.

El Código de Ética Profesional, no solo sirve de guía a la acción moral de cada Contador Público Colegiado, sino también mediante él, la Profesión Contable declara su intención firme de cumplir con la sociedad y servirla con lealtad, honradez y diligencia.

Si bien cada país implementa y regula sus propios Códigos de Ética Profesional de Contabilidad, lo hacen tomando como base otros Códigos de Ética Profesional Internacionales, tales como los códigos de la International Federation of Accountants (IFAC), del Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP), la International Organization of Supreme Audit Institutions (INTOSAI), el Instituto de Auditores Internos (IAI), etc. El contenido de estos códigos serán desarrollados el los capítulos subsiguientes del presente trabajo.

EL CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL DEL CONTADOR PÚBLICO EN EL PERÚ

En el Perú existe una serie de normas y disposiciones que rigen el desempeño del profesional en su permanente relación con sus Colegas, clientes y público en general, las cuales se encuentran dispuestas en un Código de Ética las que están elaboradas por la Junta de Decanos de los Colegios de Contadores Públicos del Perú y supervisadas por el respectivo Colegio Profesional Departamental, cuyo acatamiento y cumplimiento es de carácter obligatorio para todos los Miembros de la Orden Profesional.

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El conjunto de reglas de conducta dados por el Código de Ética Profesional del Contador Público Colegiado, regulan su actividad profesional y constituyen guías mínimas de orientación o criterios de comportamiento que adopta la profesión contable frente a su diario accionar al servicio del público en general , además establece que estos principios son igualmente válidos para todos los Contadores Públicos Colegiados ya sea que trabajen en el sector público privado o la docencia.

De acuerdo a la " Ley de Profesionalización del Contador Público ", Ley Nº. 13253, artículo 5º, en el Perú para ejercer la Profesión se debe estar debidamente Colegiado en cualquier Colegio departamental existente. Al efectuar su respectiva matrícula en cualquiera de los Colegios, el Contador Público se obliga a cumplir con lo dispuesto en los Estatutos y demás normas y disposiciones que emita la Junta de Decanos de Colegios de Contadores Públicos del Perú o el Colegio de Contadores Públicos al que pertenece, y también se obliga a respetar y observar estrictamente todo lo enunciado en el Código de Ética Profesional.

El Código de Ética Profesional de la Junta de Decanos de los Colegios de Contadores Públicos del Perú, establece los principios éticos fundamentales que rigen la profesión contable. Estos son:

1.- INTEGRIDAD.- El principio de Integridad impone sobre todo Contador Público Colegiado, la obligación de ser justo y honesto en sus relaciones profesionales. La Integridad obliga a que el Contador Público Colegiado, sea probo e intachable en todos sus actos.

2.- OBJETIVIDAD.- El Contador Público Colegiado, no debe permitir que los favoritismos, conflictos de interés o la influencia indebida de otros elimine sus juicios profesionales o de negocios.El Contador Público Colegiado, debe actuar siempre con independencia en su manera de pensar y sentir, manteniendo sus posiciones sin admitir la intervención de terceros.

3.- COMPETENCIA PROFESIONAL Y DEBIDO CUIDADO.- El Contador Público Colegiado, tiene el deber de mantener sus habilidades y conocimientos profesionales en el más alto nivel, para asegurar que el cliente o empleador reciba un servicio profesional competente basado en la práctica, técnicas y legislación vigente. El mantenimiento de la Competencia Profesional requiere de conocimientos actualizados y de un entendimiento adecuado a las técnicas y normas profesionales.

4.- CONFIDENCIALIDAD.- El Contador Público Colegiado, debe respetar la confidencialidad de la información obtenida como resultado de sus relaciones profesionales, y no debe revelar esa información a terceros, salvo que exista un deber legal o profesional.

5.- COMPORTAMIENTO PROFESIONAL.- El Contador Público Colegiado, debe cumplir en forma obligatoria las leyes y reglamentos, y debe rechazar cualquier acción que desacredite a la profesión. El Contador Público

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Colegiado, debe ser honesto y sincero y no debe realizar afirmaciones exageradas sobre los servicios que pueden ofrecer, las calificaciones que posee, o la experiencia obtenida.

4. CÓDIGO DE ÉTICA para Contadores Profesionales International Federation of Accountants (IFAC)

La International Federation of Accountants (IFAC), es una organización internacional cuyo objetivo principal consiste en establecer estándares de actuación profesional para los Contadores Profesionales en todo el mundo. Para ello, ha expedido un Código de Ética para los Contadores Profesionales, llamado a servir de base para los códigos de ética de cada país miembro, de acuerdo a su propia realidad y requerimientos culturales, políticos, sociales y legales. Cada asociación profesional de cada país, asociada a la IFAC, tiene la responsabilidad de implementar y hacer cumplir forzosamente estos requerimientos.

El Código de Ética de la IFAC, es un conjunto de objetivos, principios y normas dirigidos a estandarizar el comportamiento del profesional contable y asegurar la calidad tanto de la persona del contador como de su trabajo. Este Código de Ética para Contadores Profesionales para pretende servir de base sobre la cual se fundamenten los requerimientos éticos (código de ética, reglas detalladas, guías de orientación, estándares de conducta, etc.) para los contadores profesionales en cada país.

La intención de este Código internacional es que sirva como modelo sobre el cual se basen las orientaciones éticas nacionales. Establece estándares de conducta para los contadores profesionales y señala los principios fundamentales que deben ser observados por parte de los contadores profesionales en orden a lograr los objetivos comunes.

La profesión contable opera en el mundo en un entorno con diferentes culturas y requerimientos reguladores. Sin embargo, siempre se debe respetar la intención básica del Código. También se reconoce que, en aquellos casos en los que un requerimiento nacional está en conflicto con una provisión del Código, prevalecerá el requerimiento nacional.

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El Código de Ética de la IFAC también establece una estructura conceptual para los requerimientos de independencia de los contratos de aseguramiento, estructura que constituye el estándar internacional sobre el cual se deben basar los estándares nacionales. De acuerdo con ello, no se le permite a ninguna asociación o firma miembro, el aplicar estándares menos exigentes que aquellos señalados, salvo en aquellos aspectos que estén prohibidos, por ley o regulación.

Los objetivos y los principios fundamentales son igualmente válidos para todos los contadores profesionales, ya sea que se encuentren en ejercicio profesional público, industria, comercio, sector público o educación.

4.1 OBJETIVOS

El Código reconoce que los objetivos de la profesión contable son trabajar por los estándares más altos de profesionalismo, con el fin de lograr los niveles más altos de desempeño y generalmente para satisfacer los requerimientos del interés público. Esos objetivos requieren que se satisfagan cuatro necesidades básicas:

Credibilidad : En la sociedad total existe una necesidad de credibilidad en la información y en los sistemas de información.

Profesionalismo : Existe una necesidad de individuos que puedan ser identificados claramente, por los clientes, empleadores y otras partes interesadas, como personas profesionales en el campo contable.

Calidad de los servicios : Existe una necesidad de aseguramiento de que todos los servicios obtenidos de un contador profesional se lleven a cabo con los estándares más altos de desempeño.

Confianza : Los usuarios de los servicios de los contadores profesionales deben ser capaces de sentir confianza de que existe una estructura conceptual de ética profesional que gobierne la prestación de esos servicios.

4.2 CONTENIDO

El Código provee orientaciones sobre la aplicación en la práctica de los objetivos y de los principios fundamentales en relación con una cantidad de situaciones típicas que se dan en la profesión contable. Para ello, el código se divide en secciones las que a su vez se agrupan en tres partes:

A – Aplicable a todos los contadores profesionales

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Se aplica a todos los contadores profesionales a menos que se especifique de otra manera.

1. Integridad y objetividad2. Solución de conflictos éticos3. Competencia profesional4. Confidencialidad5. Ejercicio profesional tributario6. Actividades más allá de las fronteras7. Publicidad

B – Aplicable a contadores profesionales en ejercicio público

Se aplica solamente a aquellos contadores profesionales en ejercicio profesional público.

8. Independencia para los contratos de aseguramiento9. Competencia profesional y responsabilidades relacionadas con el uso de

no-contadores10.Honorarios y comisiones11.Actividades incompatibles con el ejercicio profesional de la profesión

contable12.Dineros de los clientes13.Relaciones con otros contadores profesionales en ejercicio profesional

público14.Publicidad y oferta de servicios

C – Aplicable a los contadores profesionales empleados

Se aplica a los contadores profesionales empleados, y también se pueden aplicar, en las circunstancias apropiadas, a los contadores profesionales en ejercicio profesional público que se encuentren empleados.

15.Conflicto de lealtades16.Apoyo a colegas profesionales17.Competencia profesional18.Presentación de información

4.3 PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

Independencia : Un contador profesional debe tener independencia en su opinión, sin ser afectado por influencias que comprometan su juicio profesional, permitiendo actuar con integridad y objetividad. Asimismo, debe evitar hechos y circunstancias que sean tan significativos de manera que un tercero razonable e informado, que tenga conocimiento de toda la información relevante, incluyendo las salvaguardas aplicadas, concluiría razonablemente que se ha comprometido la integridad, la objetividad o el escepticismo profesional de una firma, o de un miembro del equipo de aseguramiento. (Sección 8 del Código)

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Por ejemplo, si el contador ejerce servicios de auditoria a una empresa determinada, su independencia podría verse seriamente afectada, si al mismo tiempo le provee servicios de asesoría, o si acepta de la empresa, honorarios que no formen parte del pago pactado por sus servicios.

Integridad : Un contador profesional debe ser honrado y honesto en el desempeño de los servicios profesionales.

Por ejemplo, si el contador actúa en colusión con otro personal de la empresa para cometer malversaciones o fraudes, el contador deja de ser íntegro.

Objetividad : Un contador profesional debe ser justo y no debe permitir prejuicios o sesgos, conflictos de interés o influencia de otros que menoscabe la objetividad.

Por ejemplo, si el contador por conservar su trabajo, permite que la dirección de la empresa le dicte ciertas conductas de acción en contra de sus propios principios éticos y profesionales, el contador pierde objetividad.

Competencia profesional y debido cuidado : Un contador profesional debe prestar servicios profesionales con debido cuidado, competencia y diligencia y tiene un deber continuo para mantener el conocimiento y las habilidades profesionales en el nivel requerido para asegurar que un cliente o empleador recibe la ventaja de servicios profesionales competentes basados en desarrollos actualizados en el ejercicio profesional, en la legislación y en las técnicas.

Por ejemplo, si el contador no actualiza sus conocimientos, no puede ofrecer un servicio competente en la profesión. Ocurre lo mismo, si el contador no es cuidadoso con su trabajo o es irresponsable.

Confidencialidad : Un contador profesional debe respetar la confidencialidad de la información obtenida en el curso del desempeño de los servicios profesionales y no debe usar o revelar cualesquiera de tal información sin autorización apropiada y específica, a menos que exista un derecho legal o profesional o un deber para hacerlo.

Por ejemplo, si el contador en base a su conocimiento sobre la empresa, actúa en beneficio personal, (por ejemplo, en la compra y venta de acciones de la empresa), iría en contra del principio de confidencialidad .

Comportamiento profesional : Un contador profesional debe actuar de una manera consistente con la buena reputación de la profesión y abstenerse de cualquier conducta que pueda desacreditar la profesión. La obligación de abstenerse de cualquier conducta que pueda

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desacreditar la profesión requiere que las asociaciones miembro de IFAC consideren, cuando desarrollen requerimientos éticos, las responsabilidades de un contador profesional para con clientes, terceros, otros miembros de la profesión contable, personal, empleadores, y el público en general.

Por ejemplo, si el contador no cumple los plazos convenidos, falta sin justificación válida al trabajo, tiene vicios que limitan su accionar (alcohol, drogas) ante otras personas, no solo daña su imagen sino la de todos los miembros de la profesión.

Estándares técnicos : Un contador profesional debe llevar a cabo los servicios profesionales de acuerdo con los estándares técnicos y profesionales relevantes. Los contadores profesionales tienen un deber de cumplir con cuidado y habilidades, las instrucciones del cliente o empleador en cuanto sean compatibles con los requerimientos de integridad, objetividad y, en el caso de contadores profesionales en ejercicio profesional público, independencia (según la sección 8 del código). Además, deben ajustarse a los estándares técnicos y profesionales promulgados por la IFAC (Estándares Internacionales de Auditoría), la International Accounting Standards Committee, la asociación profesional del miembro u otro cuerpo regulador; y por cualquier otra legislación relevante.

Por ejemplo, si el contador no mantiene de forma organizada y al día la información en sus registros, o la documentación que sustenta tales registros, estaría actuando contra el principio de mantener los estándares técnicos que la profesión le exige.

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5. CÓDIGO DE ÉTICA PROFESIONAL Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP)

Este Código de Ética Profesional constituye un conjunto de normas y principios creados por el Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP), y presentado en 1998 y 2000 con el fin de difundirlo entre los contadores de habla hispana.

El Instituto Mexicano de Contadores Públicos reconoce que la ética, en su concepto más puro, no debe ser objeto de una reglamentación. La necesidad de tener un código, nace de la aplicación de las normas generales de conducta a la práctica diaria. Puesto que todos los actos humanos son regidos por la ética, también las reglas escritas deben ser de aplicación general.

Como todo instrumento originado en el devenir humano, dicho código tuvo que ser revisado y ajustado a las necesidades y condiciones cambiantes de los tiempos. Para la elaboración de los códigos de 1955 y 1968, así como del actual, las opiniones de una gran parte de los miembros del Instituto Mexicano de Contadores Públicos han representado una orientación definitiva. Por lo tanto, el código ha sido elaborado por la propia profesión a fin de tener una serie de reglas que permitan regir la actuación de todos los contadores públicos.

El Código de Ética Profesional, emitido por el Instituto Mexicano de Contadores Públicos, A. C. (IMCP), es aplicable también al Contador Público que ejerce su profesión como parte de la administración de las empresas.

5.1 CONTENIDO

Al elaborar el presente código, se ha reconocido la existencia de varios principios de ética aplicables directamente a nuestra profesión, principios a

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los que en este código se refieren como postulados. Se estima que estos postulados representan la esencia de las intenciones de la profesión para vivir y actuar dentro de la ética y se han agrupado en cuatro rubros fundamentales. Con objeto de destacarlos y de hacer una rápida referencia a ellos en cualquier momento se presentan como una primera parte y son:

La definición del alcance del propio código Las normas que conforman la responsabilidad del profesional frente a la

sociedad. Las normas que amparan las relaciones de trabajo y de servicios

profesionales. La responsabilidad hacia la propia profesión.

El capítulo I comprende las normas aplicables en forma general al contador público, sin importar la índole de su actividad, en tanto que los capítulos II, III y IV están limitados a las normas relacionadas con el tipo de actividad que desarrolla el contador público en el ejercicio de su profesión. Por último el capítulo V prevé las sanciones que pudieran aplicarse, cuando se hubiesen violado las normas aquí fijadas.

5.2 POSTULADOS

Alcance del Código

1. Aplicación universal del código: La aplicación de este código es universal para todos los contadores públicos, nacionales o extranjeros, sin importar su actividad o la forma en que preste su servicio profesional, o si ejercen otra profesión.

Por ejemplo, cuando en su trabajo, se presente alguna circunstancia en la que el contador se encuentre ante un posible riesgo de incumplir alguno de los postulados éticos, como la independencia, debe tomar este código como referencia del accionar correcto.

Responsabilidad hacia la Sociedad

La responsabilidad que el contador público tiene con la sociedad, se da por la necesidad de sentirse útil y servir, por lo que se ha recibido de la sociedad.

2. Independencia de criterio: Al expresar cualquier juicio, el contador se obliga a sostener un criterio libre de conflictos de intereses e imparcial.

Por ejemplo, un contador no puede efectuar una auditoria a un cliente si algún miembro del personal encargado de hacer la auditoria es familiar de algún funcionario con poder de decisión dentro de la empresa a auditar..

3. Calidad profesional de los trabajos: En la prestación de cualquier servicio, el contador debe actuar con la intención, el cuidado y la diligencia

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de una persona responsable, tomando en cuenta la normativa aplicable al trabajo.

Por ejemplo, un contador incumple esta postulado si no se apega a los plazos convenidos con el cliente, respecto a un trabajo.

4. Preparación y calidad profesional: Para poder prestar sus servicios, el contador publico debe tener un entrenamiento técnico y capacidad necesaria para realizar sus actividades satisfactoriamente.

Por ejemplo, un contador que no está lo suficientemente preparado en costos, pero que presta un servicio de asesoría en ello, no podrá ofrecer un de calidad, lo que denigra a la profesión contable ante la sociedad.

5. Responsabilidad personal: El contador público aceptará una responsabilidad personal por los trabajos realizados por él o realizados bajo su supervisión.

Por ejemplo, un contador puede recurrir a la ayuda de especialistas al efectuar una auditoria, sin embargo, debe asumir la responsabilidad ante los clientes, respecto a la calidad y capacidad de ese personal..

Responsabilidad hacia quien patrocina los servicios.

Las personas que patrocinan nuestra actividad profesional, tienen derecho de exigir un buen servicio y es responsabilidad del contador público brindar un servicio adecuado y propio de un profesional.

6. Secreto profesional: Tiene la obligación de no revelar información obtenida en el ejercicio de la profesión, en beneficio propio o de terceros, sin la autorización de quienes patrocinan los servicios, salvo a exigencia de las autoridades que lo requieran y con la autorización de los interesados.

Por ejemplo, un contador puede consultar con otros colegas acerca de asuntos de su labor sobre los cuales tenga dudas, pero no puede mencionar información particular del cliente.

7. Obligación de rechazar tareas que no cumplan con la moral: El contador público faltará al honor y a la dignidad profesional si de manera directa o indirecta interviene en asuntos o acuerdos que no cumplan con la moral.

Por ejemplo, si un cliente le ofrece dinero a un contador para que éste maquille los montos de ciertas cuentas, y si el contador acepta, estaría incumpliendo este postulado.

8. Lealtad hacia el patrocinador de los servicios: El contador público debe abstenerse de perjudicar al que contrato sus servicios.

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Por ejemplo, un contador no puede ofrecer trabajo a una persona que forma parte del personal del cliente, sin conocimiento de éste.

9. Retribución económica: El contador público se hace acreedor a una retribución por los servicios que presta, tomando en cuenta las características del trabajo y sus propias capacidades.

Por ejemplo, un contador no puede, en ningún caso, aceptar de parte de un cliente de auditoria, como todo o parte de sus honorarios, una retribución variable en base a los resultados de la auditoria.

Responsabilidad hacia la Profesión

El contador publico debe actuar de tal manera que no se degrade a la profesión, de lo contrario el contador público se vera afectado por formar parte de la misma profesión.

10. Respeto a los colegas y a la profesión: El contador público siempre debe enaltecer a la profesión, cuidando sus relaciones con sus colegas y las instituciones, actuando con espíritu de grupo.

Por ejemplo, si un cliente solicita a un contador para que sustituya al que tiene actualmente, el contador solicitado deberá primero hablar con el otro contador para informarle de la intención del cliente.

11. Dignificación de la imagen profesional a base de calidad: El contador público deberá realizar su trabajo con calidad profesional y personal, para así proyectar a la sociedad en general y a los usuarios de sus servicios una imagen positiva y de prestigio profesional.

Por ejemplo, un contador que realiza un servicio deficiente o de baja calidad, denigra a todo la profesión contable, porque ofrece una imagen negativa de la profesión.

12. Difusión y enseñanza de conocimientos técnicos: Al transmitir sus conocimientos, el contador público tendrá como objetivo mantener las más altas normas profesionales y de conducta, así como contribuir al desarrollo y difusión de los conocimientos propios de la profesión.

Por ejemplo, un contador dedicado a la docencia universitaria, debe conducirse con sus estudiantes, como se conduciría con cualquier cliente de sus servicios, con profesionalismo y respeto, aplicando siempre los principios éticos de la profesión, y debe impartir en sus alumnos la necesidad de un apego a los principios éticos.

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6. CÓDIGO DE ÉTICA para los Auditores Públicos International Organization of Supreme Audit Institutions (INTOSAI)

La International Organization of Supreme Audit Institutions (INTOSAI), ha instaurado un Código de Ética internacional para los auditores pertenecientes al sector público. Este código complementa y fortalece las Normas de Auditoría de la INTOSAI emitidas en junio de 1992 por la Comisión de Normas de Auditoría de la INTOSAI.

El Código de Ética de la INTOSAI está dirigido al auditor individual, al director de la EFS, a los responsables ejecutivos y a todas las personas que trabajen al servicio de la EFS o en representación de ésta y que intervengan en la labor de auditoría.

Debido a las diferencias nacionales de cultura, idioma y sistemas jurídicos y sociales, es responsabilidad de cada EFS la elaboración de un Código de Ética propio que se ajuste de manera óptima a su propio entorno. Conviene que estos Códigos de Ética nacionales especifiquen con claridad los conceptos éticos. El Código de Ética de la INTOSAI se propone servir de fundamento a los Códigos de Ética nacionales. Cada EFS tiene que garantizar que todos sus auditores estén familiarizados con los valores y principios que figuran en el Código de Ética nacional y actúen de acuerdo con ellos.

6.1 OBJETIVOS

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Seguridad : El poder legislativo y/o ejecutivo, el público en general y las entidades fiscalizadas tienen derecho a esperar que la conducta y el enfoque de los auditores sean irreprochables, no susciten sospechas y sean dignos de respeto y confianza. Para ello, los auditores deben conducirse de un modo que promueva la cooperación y las buenas relaciones entre los auditores y dentro de la profesión. El apoyo de la profesión por parte de sus miembros y su cooperación recíproca constituyen elementos esenciales de la profesionalidad. La confianza y el respecto público que suscita un auditor es consecuencia, básicamente, de la suma de logros de todos los auditores, anteriores y actuales. Por consiguiente, tanto a los auditores como al público en general les interesa que el auditor trate a sus colegas auditores de una forma justa y equilibrada.

Confianza : El poder legislativo y/o ejecutivo, el público en general y las entidades fiscalizadas deberán tener una plena garantía de la justicia y la imparcialidad de toda la labor de los auditores. Por consiguiente, es esencial que exista un Código de Ética nacional o un documento semejante que rija la prestación de servicios.

Credibilidad : En todos los sectores de la sociedad existe la necesidad de credibilidad. Por consiguiente, resulta esencial que terceras personas expertas en la materia consideren que los informes y dictámenes de los auditores son minuciosamente precisos y fiables. Asimismo, toda la labor realizada por los auditores debe contrastarse mediante la inspección realizada por el poder legislativo y/o ejecutivo, la evaluación pública acerca de su corrección, y el examen comparativo con un Código de Ética nacional.

6.2 CONTENIDO

El Código de Ética del INTOSAI se divide en 5 capítulos. El primero es una introducción donde se expresa la Noción, los antecedentes, propósitos y alcance del Código de Ética. Asimismo, se expresa en este capítulo la necesidad de la adopción y la aplicación de las exigencias éticas de las nociones encarnadas en los siguientes principios claves : integridad, independencia y objetividad, confidencialidad y competencia profesional. Estos principios son desarrollados desde el capítulo II hasta el capítulo V. Finalmente se presenta un Glosario de Términos, que son de la misma interpretación o definición que en las Normas de Auditoría de la INTOSAI.

6.3 PRINCIPIOS

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Integridad : La integridad constituye el valor central de un Código de Ética. Los auditores están obligados a cumplir normas elevadas de conducta (p. ej. honradez e imparcialidad) durante su trabajo y en sus relaciones con el personal de las entidades fiscalizadas. Para preservar la confianza de la sociedad, la conducta de los auditores deben ser irreprochables y estar por encima de toda sospecha.

La integridad puede medirse en función de lo que es correcto y justo. La integridad exige que los auditores se ajusten tanto a la forma como al espíritu de las normas de auditoría y de ética. La integridad también exige que los auditores se ajusten a los principios de objetividad e independencia, mantengan normas irreprochables de conducta profesional, tomen decisiones acordes con el interés público, y apliquen un criterio de honradez absoluta en la realización de su trabajo y el empleo de los recursos.

Por ejemplo, un auditor que por algún interés propio, realiza una auditoria sin el debido alcance a un cliente, atenta contra el interés público de información veráz.

Independencia : Para los auditores es indispensable la independencia con respecto a la entidad fiscalizada y otros grupos de intereses externos. Esto implica que los auditores actúen de un modo que aumente su independencia, o que no la disminuya por ningún concepto.

Los auditores no sólo deben esforzarse por ser independientes de las entidades fiscalizadas y de otros grupos interesados, sino que también deber ser objetivos al tratar las cuestiones los temas sometidos a revisión.

Es esencial que los auditores no sólo sean independientes e imparciales de hecho, sino que también lo parezcan. En todas las cuestiones relacionadas con la labor de auditoría, la independencia de los auditores no debe verse afectada por intereses personales o externos. Por ejemplo, la independencia podría verse afectada por las presiones o los influjos externos sobre los auditores; por los prejuicios de los auditores acerca de las personas, las entidades fiscalizadas, los proyectos o los programas; por haber trabajado recientemente en la entidad fiscalizada; o por relaciones personales o financieras que provoquen conflictos de lealtades o de intereses. Los auditores están obligados a no intervenir en ningún asunto en el cual tengan algún interés personal.

Por ejemplo, un auditor no podrá efectuar una auditoria realmente independiente, si tiene con el cliente vínculos familiares o fuertemente amicales.

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Objetividad : Se requiere objetividad e imparcialidad en toda la labor efectuada por los auditores, y en particular en sus informes, que deberán ser exactos y objetivos. Las conclusiones de los dictámenes e informes, por consiguiente, deben basarse exclusivamente en las pruebas obtenidas y unificadas de acuerdo con las normas de auditoría.

Por ejemplo, un auditor no puede ser objetivo si deja que su criterio se vea influenciado por opiniones personales a favor o en contra de la institución auditada.

Imparcialidad : Los auditores deberán utilizar la información aportada por la entidad fiscalizada y por terceros. Esta información deberá tenerse en cuenta de modo imparcial en los dictámenes expresados por los auditores. El auditor también deberá recoger información acerca de los enfoques de la entidad fiscalizada y de terceros. Sin embargo, estos enfoques no deberán condicionar las conclusiones propias de los auditores.

Por ejemplo, un auditor debe tomar en cuenta todos los elementos de juicio de que disponga para llevar a cabo su auditoria con calidad. La relevancia y calidad de una determinada información no puede ser juzgada subjetivamente, sino dentro del contexto de las necesidades propias del proceso de auditoria.

Secreto Profesional : La información obtenida por los auditores en el proceso de auditoría no deberá revelarse a terceros, ni oralmente ni por escrito, salvo a los efectos de cumplir las responsabilidades legales o de otra clase que correspondan, como parte de los procedimientos normales de ésta, o de conformidad con las leyes pertinentes.

Por ejemplo, un auditor que tenga una columna en alguna revista especializada de contabilidad, no puede poner como ejemplo, información real de una empresa auditada por él.

Competencia profesional : Los auditores tienen la obligación de actuar en todo momento de manera profesional y de aplicar elevados niveles profesionales en la realización de su trabajo con objeto de desempeñar sus responsabilidades de manera competente y con imparcialidad.

Los auditores no deben llevar a cabo trabajos para los que no posean la competencia profesional necesaria. Los auditores deben conocer y cumplir las normas, las políticas, los procedimientos y las prácticas aplicables de auditoría, contabilidad y gestión financiera. De igual modo, deben entender adecuadamente los principios y normas constitucionales, legales e institucionales que rigen el funcionamiento de la entidad fiscalizada.

Por ejemplo, un auditor no debe, con el objeto de reducir sus costos de operación, efectuar una auditoria sin el alcance y esmero necesario.

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7. CÓDIGO DE ÉTICA Instituto de Auditores Internos - (IAI)

El propósito del Código de Ética del Instituto de Auditores Internos es promover una cultura ética en la profesión de auditoría interna.

La auditoría interna es una actividad independiente y objetiva de aseguramiento y consulta, concebida para agregar valor y mejorar las operaciones de una organización. Ayuda a cumplir los objetivos aportando un enfoque sistemático y disciplinado para evaluar y mejorar la efectividad de los procesos de gestión de riesgos, control y gobierno.

Es necesario y apropiado contar con un código de ética para la profesión de auditoría interna, ya que ésta se basa en la confianza que se imparte a su aseguramiento objetivo sobre la gestión de riesgos, control y dirección. El Código de Ética del Instituto abarca mucho más que la definición de auditoría interna, llegando a incluir dos componentes esenciales:

Los Principios que son relevantes para la profesión y práctica de la auditoría interna.

Las Reglas de Conducta que describen las normas de comportamiento que se espera sean observadas por los auditores internos. Estas reglas son una ayuda para interpretar los Principios en aplicaciones prácticas. Su intención es guiar la conducta ética de los auditores internos.

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7.1 APLICACION Y CUMPLIMIENTO

Este Código de Ética se aplica tanto a los individuos como a las entidades que proveen servicios de auditoría interna. En el caso de los socios del Instituto y de aquellos que han recibido o son candidatos a recibir certificaciones profesionales del Instituto, el incumplimiento del Código de Ética será evaluado y administrado de conformidad con los Estatutos y Reglamentos Administrativos del Instituto. El hecho de que una conducta particular no se halle contenida en las Reglas de Conducta no impide que ésta sea considerada inaceptable o como un descrédito, y en consecuencia, puede hacer que se someta a acción disciplinaria al socio, poseedor de una certificación o candidato a la misma.

7.2 PRINCIPIOS

Integridad : La integridad de los auditores internos establece confianza y, consiguientemente, provee la base para confiar en su juicio.

Por ejemplo, un auditor que tiene historial de haber estado involucrado en operaciones deshonestas, no generará confianza en los potenciales clientes.

Objetividad : Los auditores internos exhiben el más alto nivel de objetividad profesional al reunir, evaluar y comunicar información sobre la actividad o proceso a ser examinado. Los auditores internos hacen una evaluación equilibrada de todas las circunstancias relevantes y forman sus juicios sin dejarse influir indebidamente por sus propios intereses o por otras personas.

Por ejemplo, un auditor no debe aceptar propuestas de negocios por parte del cliente de auditoria, ya que esto podría generarle conflictos de interés, influyendo gravemente en su objetividad.

Confidencialidad : Los auditores internos respetan el valor y la propiedad de la información que reciben y no divulgan información sin la debida autorización a menos que exista una obligación legal o profesional para hacerlo.

Por ejemplo, un auditor debe mantener, bajo estricto cuidado y vigilancia, sus papeles de trabajo. No debe permitir que por descuido o negligencia, la información se extravíe, o que tenga acceso a ella personal que no está autorizado.

Competencia : Los auditores internos aplican el conocimiento, aptitudes y experiencia necesarios al desempeñar los servicios de auditoría interna.

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Por ejemplo, un auditor debe siempre preocuparse por actualizar sus conocimientos relativos a la profesión, a través de cursos, conferencias, y otros, con el fin de asegurarse las competencias necesarias para llevar a cabo su trabajo, con un alto nivel de calidad.

7.3 NORMAS DE CONDUCTA

Integridad

Los auditores internos: Desempeñarán su trabajo con honestidad, diligencia y

responsabilidad. Respetarán las leyes y divulgarán lo que corresponda de acuerdo

con la ley y la profesión. No participarán a sabiendas de una actividad ilegal o de actos que

vayan en detrimento de la profesión de auditoría interna o de la organización.

Respetarán y contribuirán a los objetivos legítimos y éticos de la organización.

Objetividad

Los auditores internos: No participarán en ninguna actividad o relación que pueda perjudicar

o que aparente perjudicar su evaluación imparcial. Esta participación incluye aquellas actividades o relaciones que puedan estar en conflicto con los intereses de la organización.

No aceptarán nada que pueda perjudicar o que aparente perjudicar su juicio profesional.

Divulgarán todos los hechos materiales que conozcan y que, de no ser divulgados, pudieran distorsionar el informe de las actividades sometidas a revisión.

Confidencialidad

Los auditores internos: Serán prudentes en el uso y protección de la información adquirida

en el transcurso de su trabajo. No utilizarán información para lucro personal o de alguna manera

que fuera contraria a la ley o en detrimento de los objetivos legítimos y éticos de la organización.

Competencia

Los auditores internos: Participarán sólo en aquellos servicios para los cuales tengan los

suficientes conocimientos, aptitudes y experiencia. Desempeñarán todos los servicios de auditoría interna de acuerdo

con las Normas para el Ejercicio Profesional de Auditoría Interna.

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Mejorarán continuamente sus habilidades y la efectividad y calidad de sus servicios.

8. CASOS DE ESTUDIO

A continuación se presenta dos de los casos más representativos de fraude empresarial, a nivel mundial : el caso de Enron y el caso de WorldCom, estableciendo las causas del fracaso de estas dos empresas tanto desde el punto de vista normativo, como ético.

8.1 EL CASO ENRON

Enron, fundada en Houston (Texas) en 1985, durante los años de la liberalización del mercado de la energía, como resultado de la fusión entre Houston Natural Gas e InterNorth de Nebraska, era una de las tradicionales compañías dedicadas al suministro de gas. En 1986, pocos meses después de la fusión, Kenneth Lay, Consejero Delegado (CEO) de Houston Natural Gas fue nombrado Presidente (Chairman) y Consejero Delegado (CEO) de la recién formada compañía. Lay se dió cuenta, rápidamente, de que la desregulación podía proporcionar grandes oportunidades de negocio.

Bajo el liderazgo de Kenneth Lay, Enron se transformó en una compañía de intermediación para comprar y vender gas. Para llevar a cabo la transformación, en 1990 Lay contrató a Jeffrey Skilling, socio “senior” de McKinsey & Company, experto en la industria química y de la energía, que McKinsey había asignado al servicio de Enron desde 1988. Skilling creó un

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“banco de gas”, para comprar gas natural de diversos proveedores y venderlo a los consumidores, garantizándoles el suministro a largo plazo y a precio fijo, descargando tanto a los proveedores como a los consumidores del riesgo de incumplimiento de la contraparte. El objetivo principal de Enron era beneficiarse de la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta del gas, pero también ofrecía a los consumidores de gas un cierto número de productos financieros y de intermediación del riesgo. En 1994 el negocio de Enron se amplió con la compraventa de electricidad y la estrategia se demostró acertada ya que, en 1995, Enron se había convertido en la compañía lider del sector de la distribución de energía, llegando a controlar el 20% del mercado de los EE.UU. En diciembre de 1996, Skilling fue nombrado CEO (Consejero Delegado) de Enron, quedando Lay como Chairman (Presidente).

En los dos años siguientes, Enron extendió su actividad, entrando en mercados tales como, entre otros, el acero, el petróleo, la pasta de papel, los plásticos. En noviembre de 1999, Enron abrió su página de Internet para la compraventa de “commodities” creando EnronOnline que pronto se convirtió en la mayor empresa mundial de esta actividad. A finales de 2000, EnronOnline había ejecutado 548.000 transacciones por un valor de 336 mil millones de dólares.

Con el paso del tiempo, Enron empezó a ofrecer contratos, cada vez más complejos, gracias a los cuales sus clientes podían asegurarse no sólo contra la variación del precio de las “commodities”, sino también cubrir el riesgo de la variación de los tipos de interés, del impago de las deudas, de las desfavorables condiciones meteorológicas, etc. Sin embargo, la actividad de Enron como intermediario fue más allá de las normas habituales. En lugar de poner en relación a comprador y vendedor, Enron entró en contacto directo con unos y otros. Esta estrategia requiere disponer de elevados niveles de liquidez o, lo que equivale a lo mismo, disfrutar de rápido acceso al mercado de valores. Y así fue como, ante la falta de liquidez, Enron se vio obligada a recurrir al crédito bancario. Como sea que, en aquel momento, tenía ya un elevado nivel de endeudamiento en su balance, Enron necesitaba disponer de una buena calificación por parte de las empresas de rating para poder obtener nuevas líneas de crédito bancario.

Este favorable rating Enron sólo podía conseguirlo con una buena imagen empresarial. Enron la tenía, ya que su crecimiento no tenía precedentes. A fines del año 2000 sus ingresos ascendían a 100 mil millones de dólares y empleaba a más de 20.000 personas. De hecho, se había convertido en la séptima compañía de los Estados Unidos por cifra de ventas. Los ingresos aumentaban año a año y lo mismo sucedía con la cotización de sus acciones, que habían subido desde 10 dólares en 1992 a cerca de 90 dólares en 2000.

Sin embargo, ya en 1997, Enron había descubierto que no era fácil generar el nivel de crecimiento requerido para, de acuerdo con los criterios de aquella década, mantener un buen rating crediticio. En efecto; a medida que

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los mercados maduran y la competencia se endurece, los márgenes comerciales empiezan a estrecharse. Menores márgenes significan menores beneficios y, cualquiera que sea la política de dividendos aplicada, significan, en definitiva, menor crecimiento. Enron pensó que la solución consistía en entrar en nuevos mercados, invirtiendo en plantas de energía, empresas de Internet, redes de fibra óptica, etc.; no sólo en EE.UU. sino también en el extranjero. Desgraciadamente para Enron, todas estas inversiones no lograron alcanzar los objetivos previstos o, en el mejor de los casos, prometían beneficios a demasiado largo plazo.

Y fue entonces cuando Enron empezó a manipular sus cuentas para presentar cuantiosos falsos beneficios. El artífice del fraude contable fue Andrew Fastow, el hombre al que Jeffrey Skilling, Consejero Delegado, al advertir sus habilidades, había promovido al cargo de director general financiero. La estrategia de Fastow se desarrolló en tres frentes. Uno era la creación de falsos beneficios. El otro, mantener en balance, como activos seguros, partidas fallidas. Y el tercero, hacer desaparecer del balance determinados activos y pasivos. A tales fines, Fastow recurrió al uso de las llamadas “special purpose entities” (SPE). Estas entidades para fines especiales son asociaciones independientes creadas por un tercero al objeto de emprender proyectos específicos y limitados. Supongamos que una empresa quiere desarrollar un proyecto que requiere una inversión considerable y que la empresa no disponga de recursos para acometerla. Cabe en lo posible que la empresa encuentre un grupo de inversores que estén dispuestos a invertir en este específico proyecto, pero que no quieren correr el riesgo total de la empresa. Una solución para resolver este problema es que el grupo cree una SPE que desarrollará exclusivamente el proyecto en cuestión, bajo la dirección, pero sin inversión, de la empresa, en nuestro caso Enron, que es la que concibió el proyecto y promovió la creación de la SPE.

Fastow estableció una compleja red de supuestamente independientes SPE para proteger el valor de determinados activos, asumir deudas presentes o futuras y ejecutar determinadas transacciones, en especial, ventas de activos; todo ello en forma rápida y confidencial. En definitiva, se trataba de pasar a estas SPE todo aquello que no interesaba que figurara como propiedad de Enron o hacerle realizar aquello que no convenía que apareciera como realizado por Enron, al tiempo que Enron controlaba indirectamente las SPE.

Pero, para obtener el efecto deseado de la creación de estas SPE, era necesario evitar la consolidación de las mismas en el balance y cuentas de Enron como sociedad matriz. La consolidación consiste en integrar en el balance de la matriz, total o proporcionalmente, los activos y pasivos de las filiales; e integrar en los resultados de la matriz, total o proporcionalmente, los resultados de las filiales. Estas disposiciones tienen por objeto mostrar de manera clara la situación financiera de todo el grupo. La legislación americana obliga a consolidar las SPE, aunque en el capital de las mismas no haya capital de la promotora de la SPE. Pero como esto es precisamente lo que no le interesaba a Enron, Fastow aprovechó un resquicio de la

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regulación americana según la cual la consolidación no es necesaria cuando exista una participación de un tercero en el capital de la SPE igual al 3% de su activo total. Y esta regla es la que a partir de 1997, Fastow y Michael Kopper, su hombre de confianza, procesado en agosto último, utilizaron para realizar las transacciones necesarias para dar la falsa impresión de que Enron era una entidad sólida que crecía en ventas y en beneficios; cuando la realidad era que las pérdidas iban en aumento. Con el paso del tiempo Enron creó y utilizó más de 3.000 de esas SPE. Unas de las más famosas fueron las llamadas “Raptor”, que nos van a servir para, en forma sintética, exponer el funcionamiento del mecanismo fraudulento.

Las inversiones financieras del balance de Enron (valores públicos y privados, de renta fija o variable, así como préstamos) se contabilizaban a precios de mercado. Cada trimestre se hacía la valoración y las plusvalías eran llevadas a la cuenta de resultados como beneficios, así como las minusvalías se contabilizaban como pérdidas. Para evitar el riesgo de tener que recoger pérdidas, Enron decidió asegurar el valor de sus activos. Ante la imposibilidad de encontrar asegurador a precio razonable, Enron creó una SPE: “Raptor1”. (Digo “uno” porque esta primera Raptor se vio luego acompañada de otras Raptor). El capital, fijado en 30 millones de dólares, lo aportó una sociedad llamada LJM2 controlada por el propio Fastow. Enron aportó financiación en forma de pagarés por 400 millones. El activo estaba compuesto por los 30 millones en caja correspondientes al desembolso del capital, 50 millones en letras y 450 millones en acciones de Enron. Constituida la SPE, Enron suscribió con Raptor1 un contrato para asegurar los activos sometidos a riesgo, según el cual, Raptor recibiría cualquier futuro beneficio derivado de la plusvalía de los activos de Enron asegurados, pero debería pagar a Enron toda pérdida futura sobre los mismos. El truco es que el único activo que tenía Raptor para pagar estas eventuales pérdidas eran las propias acciones de Enron. Es decir, Enron se aseguraba a sí misma, partiendo del supuesto de que la cotización de sus acciones no podía bajar.

He aquí una razón más por la cual era tan importante para Enron que sus acciones subieran. Pero como esto depende de que el crecimiento de los beneficios satisfaga las expectativas de los inversores, lo importante era que los beneficios crecieran o pareciera que lo hacían. Enron estableció cuatro Raptor, por cuyo montaje, dicho sea de paso, Andersen Consulting percibió más de 1 millón de dólares. Las cuatro Raptors permitieron a Enron contabilizar más de 1.000 millones de falsos beneficios. Por otra parte, gracias al truco del 3% para no consolidar, en las cuentas de 1999, el activo en el balance de Enron ascendió a 33 mil millones de dólares, mientras manejaba otros activos por 27 mil millones fuera de balance al haberlos transferido a las SPE.

Como se ve, gracias a la por algunos tan alabada “contabilidad creativa”, todo lo que hacía Enron, a pesar de ser un gran engaño, era aparentemente “legal”, como lo certificaron las consultorías Andersen y Vinson & Elkins.

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Es interesante, a mi juicio, señalar que los inversores y prestamistas de las SPE, además de otras SPE y de los empleados de Enron, eran instituciones tales como Merrill Lynch, J.P. Morgan Chase, Credit Suisse First Boston, Citigroup, Bank of America, Barclays Bank, Deutsche Bank, Lehman Brothers, etc. Para lograr el apoyo de estos bancos de inversión, Fastow recurría a menudo a argumentos tan fuertes como advertirles que dejaría de proporcionarles negocio si se negaban a cooperar en las Raptors.

No parece razonable detenerse en la exposición de las otras genialidades desarrolladas por los gestores de Enron para lograr su propósito de aparente prosperidad. Baste decir que la débil estructura creada por ellos empezó a quebrarse a mediados del año 2000, cuando la burbuja de las acciones de las empresas de Internet se pinchó, afectando también a la cotización de Enron. Pero fue en 2001 cuando la situación de Enron empezó a ser cada vez más desesperada. El 14 de agosto de 2001, Jeffrey Skilling sorprendió a la comunidad financiera al anunciar su dimisión como Consejero Delegado (CEO) de Enron, alegando razones personales. El Presidente Kenneth Lay tuvo que asumir, de nuevo, las funciones de primer ejecutivo. En el mismo mes Enron reconoció que el tratamiento realizado a través de las Raptors era incorrecto y que su corrección supondría la reducción de los fondos propios de la compañía por un importe de 1.000 millones de dólares. El 18 de septiembre, después de los atentados terroristas del 11, la acción de Enron, que valía 83 dólares a principios de 2001, cayó a 28 dólares. Ante el riesgo de no poder soportar la solvencia de las Raptors con las acciones de Enron, Lay decidió acabar con el entramado Raptors, lo cual le obligó a reconocer una pérdida de 544 millones de dólares en el tercer trimestre de 2001, todo lo cual condujo a la famosa declaración de 16 de octubre en la que, además de reconocer que las pérdidas del trimestre terminado el 30 de septiembre habían ascendido a 618 millones de dólares, Lay, en conferencia con analistas de inversiones, añadió que los fondos propios de Enron se habían reducido en 1.200 millones de dólares.

El 24 de octubre, Andrew Fastow entró en suspensión de funciones y su puesto de director general financiero fue asumido por Jeff McMahon hasta entonces responsable del área de comercio por Internet.

Estos hechos hicieron que la cotización de la acción, que en octubre se había recuperado hasta 37 dólares, empezara el rápido desplome que había de conducirle a la nada. El 20 de noviembre Enron anunció que la próxima semana tenía que pagar 690 millones de dólares y que este hecho acarrearía otro inmediato pago de 3.900 millones. Ocho días después, las agencias de rating degradaron la deuda de Enron a la condición de “basura”. Falto de recursos para atender estos pagos y habiendo fracasado el último intento de rescate por parte de su competidor Dynegy, el 2 de diciembre de 2001, Enron se acogió al procedimiento legal de suspensión de pagos, protagonizando, con un activo de 63.000 millones de dólares y un pasivo de 30.000 millones, la mayor bancarrota hasta entonces habida en los Estados Unidos. De la magnitud de la pérdida causada a los inversores da una idea el hecho de que los 15.000 empleados participantes en el plan

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de pensiones, el 62% de cuyo activo estaba invertido en acciones de Enron, que fueron adquiridas a 83,13 dólares y después de la suspensión de pagos, cayeron a 46 céntimos de dólar, para cerrar a 10 céntimos el 21 de octubre, perdieron cerca de mil millones de dólares de sus ahorros.

Hoy, el aspecto que ofrece la sede de Enron en Houston nada tiene que ver con la que hasta hace sólo un año fue considerada una de las compañías más admiradas del mundo. Los dos mil empleados que quedan en la ciudad texana se esparcen en los espacios semivacíos que antes ocupaban un total de 7.500 personas. El despacho de Lay, en lo más alto de un edificio de cincuenta plantas, está vacío.

Stephen Cooper, experto en reestructuración de empresas en dificultades, fue nombrado Consejero Delegado provisional tras la suspensión de pagos de la compañía. El consejo de administración, formado por cuatro miembros, no necesita la gran sala de aquel consejo de quince miembros que, según las investigaciones, no detectó las irregularidades contables y financieras de la compañía. Frente a la pujante empresa que quiso convencer al mundo de que había reinventado el negocio eléctrico al incorporar Internet a su negocio de trading, hoy Enron no es más que un amasijo de activos de generación y de transporte de electricidad, en venta.

8.2 EL CASO WORLDCOM

Seis meses después de la quiebra de Enron, en diciembre de 2001 apareció un nuevo fenómeno de irregularidades en WorldCom, la segunda operadora de larga distancia de los Estados Unidos que, con actividad en más de 65 países, 20 millones de clientes, 85 mil empleados, cientos de miles de inversionistas y docenas de millones de internautas, ha protagonizado lo que se considera el mayor fraude empresarial de la historia y que condujo a la empresa a solicitar el beneficio de la suspensión de pagos el 21 de julio de 2002. En efecto, la deuda de WorldCom en el momento de suspender pagos rebasaba los 40.000 millones de dólares y los activos de la presuntamente quebrada empresa, del orden de 100.000 millones de dólares, superaban con mucho los de Enron, que con 63.000 millones, ostentaba el record, hasta llegar la caída de WorldCom.

WorldCom fue fundada en 1984, por Bernard Ebbers, cuando la monopolística ATT fue troceada, proporcionando oportunidades de negocio a emprendedores del estilo de Ebbers que en aquel entonces poseía una cadena de moteles en Mississipi. A partir de este modesto origen, el visionario Ebbers fue construyendo la emblemática telecom compañía, ensamblando las muchas firmas que fue adquiriendo a lo largo de casi dos décadas. WorldCom empezó a cotizar en 1988 y el precio de la acción que hasta 1991 se mantenía por debajo de 5 dólares empezó a subir para llegar hasta 80 dólares en 1999. En este momento, Ebbers absorbió el grupo MCI

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y Bert C. Roberts, que era el primer ejecutivo de MCI pasó a ser Presidente no ejecutivo de WorldCom, mientras Bernie Ebbers se mantenía como primer ejecutivo. Desde el momento de la fusión, el negocio de telefonía de larga distancia aportado por MCI empezó a declinar arrastrando a la baja las acciones de WorldCom, para llegar a 10 dólares a principios de 2002.

El día 30 de abril de 2002, la comunidad financiera se vio sorprendida por la insospechada dimisión de Bernie Ebbers, que fue sustituido por John Sidgmore, en calidad de Director General y primer ejecutivo, mientras Bert Roberts se mantenía en su puesto de Presidente no ejecutivo.

El 20 de junio, a consecuencia de una investigación de la SEC, WorldCom se vio obligada a reconocer públicamente que durante cinco trimestres se habían manipulado los resultados contables, descubriéndose entonces que los caminos de la inmoralidad corporativa son muy diversos; si Enron, como hemos visto, utilizó sofisticados instrumentos financieros para maquillar sus cuentas, los directivos de WorldCom no hicieron más que un simple cambio de renglón al contabilizar 3.850 millones de dólares de gastos corrientes como si fueran inversiones, permitiendo a la Compañía presentar beneficios en lugar de pérdidas y así engañar a los inversores.

A partir de este momento Sidgmore y Roberts, en sus comparecencias de 8 de julio ante la Cámara de Representantes y en comunicados de prensa, se dedicaron a manifestar su sorpresa y su indignación por lo ocurrido, manifestando su disposición a aclarar las irregularidades, exigir responsabilidades y hacer lo necesario para la supervivencia de la Compañía. A tal fin, se contrató a William McLucas, antiguo Jefe de la oficina de vigilancia de la SEC, para llevar a cabo una investigación para conocer exactamente lo sucedido, dónde y porqué. Y, como ya dije, el día 21 de julio WorldCom solicitó de la Sala de Quiebras del Distrito Sur de New York, el privilegio de la suspensión de pagos, al amparo del capítulo 11 de la Ley de quiebras.

El 8 de agosto WorldCom anunció que a las pérdidas de 3.850 millones de dólares, confesadas en el mes de junio, había que añadir otros 3.833 millones de dólares, con lo cual las pérdidas no consignadas desde 1999 hasta el primer trimestre de 2002 ascendían a 7.683 millones de dólares, advirtiendo que la investigación en curso podía descubrir más importes impropiamente contabilizados, así como la necesidad de amortizar determinados activos, fondos de comercio y otros intangibles, todo lo cual haría aumentar las pérdidas. Huelga decir que a partir de este anuncio, la acción de WorldCom se ha precipitado hacia la nada. El 16 de septiembre John Sidgmore, en carta dirigida a los clientes, confirmaba que continuaría como primer ejecutivo de la Compañía, a fin de asegurar el proceso de estabilización de la empresa, mientras no se encontrara un definitivo Consejero Delegado, tarea a la que, se estaban dedicando Bert Roberts y él, junto con otros miembros del Consejo. Una vez hallado el adecuado primer ejecutivo, él pensaba continuar como Vice Presidente ejecutivo y Roberts seguiría como Presidente no ejecutivo. Por otra parte, Sidgmore aseguró que la Compañía, en trámite de suspensión de pagos, podría

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seguir dando servicio, gracias a un crédito de 2.000 millones de dólares concedidos por Citigroup, Morgan Chase y GE Capital con la garantía de recuperar sus créditos con los pagos de las tarifas que seguirían abonando los clientes de la WorldCom.

El hecho de que sea así no disminuye la gravedad de lo ocurrido, habida cuenta del quebranto que han experimentado los accionistas y el que experimentarán los restantes acreedores no protegidos por el contrato que destina los nuevos ingresos por tarifas a pagar el crédito del grupo bancario.

El 22 de octubre WorldCom anunció que, restablecida la ortodoxia contable, los resultados correspondientes a los meses de Julio y Agosto fueron negativos por 333 millones y 98 millones, respectivamente, reiterando que continúa la evaluación del balance de la Compañía lo cual hará aparecer nuevas pérdidas.

Es evidente que en este caso, como en tantos otros, fallaron los órganos de control; en primer lugar la auditora Andersen, sea por torpeza, sea por connivencia con los directivos de WorldCom, sea por la habilidad de estos para enmascarar la contabilidad. Falló también la SEC, que tenía sin duda motivos para sospechar. Lo que no ha fallado ha sido la sanción del mercado que expulsa a los que infringen las reglas de la veracidad y la transparencia, en las que se basa la confianza. Lo malo es que estos gestores inmorales arrastran en su caída a los innumerables inversores que fueron seducidos por la que parecía una brillante trayectoria. Tal es el caso de Bernie Ebbers, presidente fundador de la Compañía, que en abril de 2002, poco antes de estallar el fraude, abandonó el barco, tras haberse adjudicado una fastuosa jubilación en efectivo y en especie, ahora en discusión con el Consejo, sin importarle, al parecer, la suerte que, por culpa de su gestión, pueden sufrir todos o parte de los empleados y la ruina causada a los accionistas.

Como era de esperar, este ejecutivo no sólo falseó los beneficios de la Compañía sino que aprovechó el puesto de que disfrutaba para lucrarse personalmente, por caminos torcidos, al vender acciones que le había otorgado la firma Salomon Smith Barney a cambio de que Ebbers le proporcionara negocios con WorldCom cuando era presidente de la Compañía. Por tal delito, en fecha reciente, el fiscal general de Nueva York ha presentado demanda civil contra Ebbers, a quien exige la devolución de más de diez millones de dólares.

Por otra parte, Ebbers recibió 679 millones de dólares de una filial de Citigroup para comprar 184.000 hectáreas de bosque en Alabama, Tennessee y Mississipi, garantizando los préstamos con acciones de WorldCom, lo cual ha dado pie para que los defraudados accionistas de WorldCom presentaran una demanda contra Citigroup, alegando, con razón o sin ella, que el préstamo fue concedido a cambio de que la banca de inversión de Citigroup, Salomon Smith Barney, dirigiera la venta de 17.000 millones de dólares en bonos de WorldCom.

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8.3 LAS CAUSAS DEL PROBLEMA

Un análisis de las experiencias de estas dos empresas nos permiten encontrar puntos de coincidencia. Su crecimiento se sustentó en un notable éxito e su inicio, su cotización en mercado de valores y la alta capitalización lograda en los mismos, les permitió mediante la coacción de acciones, obtener recursos muy importantes para financiar su crecimiento, la adquisición de nuevos negocios, la imagen y seguridad necesaria par obtener importantes financiamientos y el pago de importantes remuneraciones a sus principales funcionarios. Las situaciones observadas y la importante caída en los precios de sus acciones les impide recurrir a los mercados para obtener financiamientos (vía capital y deuda), así como una renegociación favorable de sus adeudos vigentes, ubicándolas en serios problemas de liquidez, suspensión de pagos y, finalmente, la inevitable quiebra.

El carácter público que da a las empresas la cotización de sus acciones en los mercados bursátiles internacionales conlleva una extraordinaria oportunidad para disponer de los recursos necesarios para su crecimiento, a la vez que una extraordinaria responsabilidad para con el gran público inversionista. La falta de responsabilidad y la actitud poco ética en el manejo de las finanzas de las empresas también implican el alto riesgo de enfrentar sus consecuencias. Los casos planteados son un ejemplo de ello.

A principios de los noventa, cuando se empieza a hacer depender la retribución de los ejecutivos de la cotización de las acciones, se les induce -de forma indeseada pero muy real- a hacer subir este precio recurriendo a la fabricación de la apariencia del éxito, manipulando los resultados.

Para amparar esta actuación, se inventó la teoría según la cual el fin de la empresa era la creación de valor para el accionista, es decir, la maximación de la cotización de la acción. Esta teoría es falsa. El fin de la empresa ha sido siempre, y sigue siendo, la prestación a la sociedad del servicio propio de la actividad a que se dedica la empresa, al tiempo que genera riqueza, en forma de rentas para todos los que participan en la empresa, con actuaciones que en todo momento respeten las normas éticas, ya que si no es así, a la larga la empresa colapsará.

Es cierto que la retribución de los accionistas de las empresas tiene carácter residual, ya que, sólo después de haber retribuido a los que proporcionan trabajo y a los que proporcionan capital en forma de deuda, aparece el beneficio para el capital de los accionistas que, precisamente por esto, puede llamarse capital de riesgo. Es cierto también que del beneficio atribuido a los accionistas, sólo una parte la reciben, cuando lo hay, en forma de dividendo; el resto pasa a reservas incrementando, en términos contables, el patrimonio de los accionistas. Y es finalmente cierto que el valor contable de las acciones que representan este patrimonio tiene escaso valor, por no decir nulo, para el accionista, ya que si quiere acceder a este patrimonio, en todo o en parte, no tiene otro camino que ceder sus

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acciones, a quien esté dispuesto a sustituirle en el capital de la compañía, vendiéndolas a precio de mercado. Por lo tanto, parece que es lícito afirmar que cuando la dirección de la empresa se dedica, mediante actuaciones correctas, a mantener lo más alta posible la cotización de las acciones, no hace otra cosa que preocuparse por el interés de los accionistas, lo cual no sólo es lícito sino obligado.

Sin embargo, no es menos cierto que el valor de mercado de una acción, no puede ser otro que el valor actual del flujo de beneficios esperados, a lo largo de un horizonte dilatado, descontado al coste de capital, que viene determinado por la rentabilidad que los accionistas esperan obtener de su inversión que, lógicamente, supone añadir una prima de riesgo a la rentabilidad sin riesgo, tipificada en la propia de los títulos de deuda del Estado. Pero en contra de este fundamental aserto, determinadas compañías, que no cosechaban más que pérdidas, sin expectativas a muy largo plazo de que se convirtieran en beneficios, han visto que sus acciones subían de manera espectacular. La explicación de este contrasentido de la, entre comillas, nueva economía, se halla en la connivencia de bancos de inversión y analistas financieros con los gestores empresariales corruptos.

Los bancos de inversión y sus analistas. Existe parte de culpa en determinados bancos de inversión y sus analistas vinculados, que, interesados en la colocación de las acciones de estas compañías, hoy en descrédito, no dudaron en recomendar la compra. Resulta increíble comprobar que, en octubre de 2001, dos meses antes de la declaración de quiebra, los 15 analistas que seguían a Enron recomendaban “comprar” y, de ellos, 12 “comprar fuertemente”. Así no es raro que, generalizada esta manera de actuar, en los dos últimos años, los valores que más cayeron fueron los más recomendados por los analistas y en cambio los despreciados por éstos fueron aquellos cuyas cotizaciones mejor resistieron la baja de las Bolsas. Los analistas de Enron pueden ahora excusarse diciendo que la información facilitada por la compañía les engañó, pero hay más que sospechas de que no quisieron investigar a fondo, porque a la relación de negocio entre ambas partes le convenía que la acción de Enron subiera.

Auditorías y Consultorías. Lo mismo cabe decir del comportamiento de la sociedad de auditoría Andersen que, por lo que ha aparecido, es culpable de negligencia en cuanto a sus deberes como Auditora, a cambio de que su Consultora recibiera contratos de Enron. Lo cierto es que, tres meses después de la quiebra de Enron, en marzo de 2002, el Departamento de Justicia de los EE.UU. imputó a Andersen por obstrucción a la justicia al destruir documentación comprometedora para Enron. Esta acusación condujo, como es bien sabido, a la desaparición de Andersen. La mayoría de sus clientes la abandonaron, sus filiales fuera de EE.UU. se separaron de la matriz, buscando asociaciones con otras auditoras, y de los 28.000 empleados que llegó a tener en EE.UU. apenas le quedan 2.000. En junio de 2002 Andersen fue declarada culpable y ha sido condenada a una multa de 500.000 dólares y a cinco años de actividad vigilada, todo lo cual es,

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evidentemente, simbólico, puesto que la muerte de Andersen ya se había producido con la declaración de culpabilidad.

Los Consejos de Administración. Pero los fallos personales no acaban aquí. ¿Cómo se han comportado los Consejos de Administración en su primordial labor de vigilar la actuación de los gestores? Félix Robatyn, antiguo director de Lazard New York y ex-embajador de EE.UU. en Francia, recientemente declaró que la ética es una parte integrante del capitalismo moderno y que es una buena filosofía conducir una empresa sobre bases éticas. Estoy convencido, afirmó, que las sociedades transparentes, conducidas por dirigentes con comportamientos éticos, bajo la vigilancia de consejos de administración serios y con auditorías claras, estarán mejor cotizadas en el mercado. Y, acto seguido, añadió que, en su opinión, los consejos de administración de muchas empresas americanas no habían cumplido con su deber. Podía haber dicho que no se habían comportado éticamente, y que, la ética no se vulnera sólo por acción sino también por omisión. Y parece evidente que el pecado de omisión es aquel en el que más fácilmente pueden caer los administradores empresariales. Aunque podríamos analizar esta afirmación en los dos casos que nos sirven de ejemplo, volvamos al caso de Enron.

Si en el año 2000, alguien que hubiera penetrado en la sala del consejo de administración de Enron, podría haber quedado completamente seguro de que la compañía estaba en manos de lideres indiscutibles desde el punto de vista legal, ético, político y económico. Al lado de Kenneth Lay, presidente, y Jeffrey Skilling, consejero delegado, se hallaban 15 consejeros externos con impecable historial. El cúmulo de experiencia en la sala era impresionante. Eran personas que habían sido CEOs de varias compañías, ejecutivos de banca, directores de inversiones y algunos estaban familiarizados en el negocio del gas y del petróleo. Había varios graduados en leyes, y uno de ellos había sido decano de una facultad de derecho. Dos eran médicos. Un presidente en activo de una Universidad se sentaba al lado de un presidente emérito de otra. Varios masters de Harvard podían alternar con un actual profesor de gobierno de empresas de su misma Escuela. Un consejero escribía multitud de artículos en el “Journal of Law and Economics”. El Consejo disponía de experiencia política gracias a un antiguo miembro del Parlamento, otro que era experto en legislación reguladora y otros que habían desempeñado puestos políticos de diversas categorías. Eran gente internacional, procedentes o con experiencia de Asia, Europa, América del Sur, Africa y Oriente Medio. Un consejero era el principal de su Iglesia Presbiteriana y casi todos ellos habían sido o eran consejeros de, por lo menos, una organización sin fin de lucro y, en conjunto, los 15 consejeros externos habían sido consejeros de, por lo menos, 130 organizaciones con o sin fin de lucro.

Las empresas buscan el prestigio y el consejo de Enron ciertamente lo poseía en el año 2000. Sus miembros tenían experiencia; sabían lo que hay que hacer. Pero además estaban incentivados ya que muchos de ellos poseían acciones de Enron y disfrutaban de una compensación de 300.000 dólares anuales por su cargo. ¿Quién podía dudar, en 2000, de la viabilidad

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de Enron? El negocio de la compañía era ciertamente complicado, pero con Lay y Skilling pilotando la nave y con el valioso Consejo controlando la ruta, nadie hubiera dudado de que Enron podía continuar como una empresa mundialmente puntera por muchos años.

Los delitos de omisión. ¿Qué pasó, pues? Enron no sucumbió por ser un negocio inviable. No quebró por la incapacidad de producir beneficios. En el fondo, Enron fracasó por sus engaños. Sin duda que algunas de sus decisiones fueron desacertadas, pero muchas empresas cometen errores y, sin embargo, la mayoría de ellas sobreviven. Enron falló porque su Consejo de Administración falló. Una de dos: o conocían lo que estaba sucediendo en las filiales secretas y el engaño de los resultados, en cuyo caso son culpables por un delito de comisión; o eran ignorantes de lo que pasaba o simplemente no se percataron de su papel como miembros del Consejo de Enron, en cuyo caso son culpables de un delito de omisión.

Tal vez puede pensarse que ninguna de estas calificaciones les alcanza y que toda la culpa hay que cargarla sobre las espaldas de los ejecutivos. Pero antes de aceptar esta postura, es bueno considerar que, en octubre de 2001, a raíz del descubrimiento del verdadero nivel de la deuda y la falsificación de resultados, Williams Powers, Jr., Decano de la Escuela de Derecho de la Universidad de Texas, fue nombrado Consejero de Enron, para ser designado Presidente de un Comité Especial, integrado por tres Consejeros independientes, encargado de realizar una investigación. El informe fue publicado en febrero de 2002 y en él se dice que: “el Consejo no puede ser inculpado, por las diversas ocasiones en las que le fue negada información de importancia”. Con estas palabras los informantes pretenden defender al Consejo de un pretendido delito por comisión, ya que, en su opinión, sus miembros no eran poseedores de todos los datos requeridos para conocer la verdadera situación de su propia compañía. Pero esto no les exime, sino todo lo contrario, del delito por omisión. El propio informe de los comisionados lo dice: “pero el Consejo puede y debe ser inculpado por no haber pedido más información y por no haber contrastado y entendido la información recibida”.

Las responsabilidades de los Consejeros. Samuel Gregg, autor del libro Corporations and Corporate Governance: A Return to First Principles, dice que los administradores deben ser capaces de identificar los asuntos claves que afectan a la entidad; deben ser capaces de plantear las preguntas necesarias para salvaguardar el interés de los propietarios y, obtenidas las respuestas, evaluarlas y actuar en consecuencia; deben asegurar que la Compañía permanece leal a los objetivos corporativos; deben emitir prudentes juicios sobre la actuación de los ejecutivos; y deben demostrar valentía moral para llevar a cabo estas responsabilidades.

Asumiendo que el Consejo de Enron era ignorante de la verdadera situación de la compañía, a consecuencia de la falseada información proporcionada por Lay y Skilling, es necesario preguntarse si no podían haber descubierto la verdad con mayor esfuerzo. Es interesante tener en cuenta que el comité interno designado para investigar la situación fue capaz de presentar un

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informe de 203 páginas a los tres meses de haber recibido el encargo. Como lo es recordar la profundidad y variedad de conocimientos y experiencia acumulada por el Consejo, formado por brillantes, competentes y maduros líderes empresariales. Conocían la ley y las reglas contables. Sabían cómo leer un informe financiero y sabían cómo preguntar para conocer la verdad. Y se quejan de no haber sido advertidos a tiempo de la aproximación del colapso. Esto es lo que incitó al miembro de la Cámara de Representantes Chris John a apostrofar a los miembros del Consejo de Enron que comparecieron ante su Comité: “El Consejo es culpable. Ustedes sólo saben decir “no nos dijeron nada”. ¡Cobran 300.000 dólares al año y no saben nada! Es verdaderamente chocante”.

Ser miembro de un Consejo de Administración es un asunto serio. No se trata de ojear un resumen y recibir elevadas remuneraciones por no hacer nada, gracias a disfrutar de un buena reputación. No se trata de rellenar el Consejo con personas dispuestas a ser plegables instrumentos en manos de los ejecutivos. ¿Podía el Consejo funcionando adecuadamente prevenir el colapso? La respuesta es sí, si sus miembros hubieran estado dispuestos a asumir seriamente sus responsabilidades. Los que no están dispuestos a cargar con las responsabilidades éticas ante los accionistas y el público en general, no deben aceptar el nombramiento de Consejero. El riesgo de graves daños para la nación, la economía y las personas individuales es demasiado grande para mantener en los Consejos a personas que no sean verdaderos lideres, tanto desde el punto de vista profesional, como desde el punto de vista ético.

Los abusos en provecho propio. Los administradores, al igual que los ejecutivos, deben ser personas honradas, que no pretendan abusar de sus puestos para realizar negocios en provecho propio. No parece ser esta la postura de Lay Kenneth. En Agosto de 2001, después de la sorprendente dimisión de Skilling, la señora Sherron Watkings, Subdirectora (Vice President) del departamento financiero presidido por Fastow, escribió una carta anónima al Presidente Kenneth Lay, que acababa de reasumir las funciones de Consejero Delegado, en la que expresaba su preocupación por las prácticas contables en ciertas sociedades controladas por Fastow. La carta contenía una clara descripción de todas las irregularidades, en particular las relativas a los Raptors, y sugería un plan para resolver la situación, al objeto de proteger a Enron de los daños que le amenazaban. Después de identificarse, la señora Watkings mantuvo una entrevista de una hora con Lay, después de la cual, éste encargó a Vinson & Elkins, el asesor legal de Enron, la realización de una investigación, lo cual no era apropiado dado el conflicto de intereses derivado de las implicaciones que Vinson & Elkins tenía en la creación de la red de Raptors. Como era de esperar, el informe de Vinson & Elkins fue que, “si bien las transacciones llevadas a cabo por Raptors son creativas y agresivas, no hay ninguna razón para creer que son inapropiadas desde el punto de vista técnico”.

Pero Lay tomaba sus medidas. A lo largo de 2001 hizo que Enron le recomprara acciones por 100 millones de dólares y, mientras él las vendía, recomendaba a los empleados e inversores que compraran acciones de

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Enron. Después de recibir la carta de la señora Watkings, vendió acciones por 4 millones de dólares. Y el mismo día decía a los empleados que su principal prioridad era restablecer la confianza de los inversores, añadiendo que ello se traduciría en una significativa elevación del precio de la acción. Pocos días después insistía en que adquirir acciones de Enron era una buena compra y que él las había estado comprando durante los últimos dos meses. Lo cual, de hecho, era cierto ya que había estado ejecutando opciones de compra de acciones.

8.4 LOS PROBLEMAS ÉTICOS

En la raíz de los problemas éticos presentes en Enron y en WorldCom está una causa principal común: los conflictos de intereses. A continuación se presentarán dos áreas donde estos conflictos de intereses se revelaron en forma más flagrante: una en la relación accionistas – ejecutivos (propietario – agente) y otra, correspondiente a los roles jugados por la auditora Arthur Andersen (auditoría – consultoría).

Un primer punto evidente es que los ejecutivos de Enron no cumplieron con la obligación fiduciara que les competía como agentes de los accionistas, esto es, actuar en beneficio de quienes los contrataron. La teoría de la agencia sugiere que los ejecutivos tienen poderosos incentivos económicos para revelar sólo la información que les da a ellos o a la organización una ventaja estratégica. Un número mayoritario de los directores de Enron eran a su vez ejecutivos de la empresa, lo que hizo que la natural asimetría de información existente entre ellos y los accionistas, creciera desmedidamente al ocultar deudas y pérdidas importantes en las que la empresa había incurrido. Las irregulares cuentas fuera de balance (SPEs) no fueron cuestionadas, ya sea por la negligencia de algunos, o por los intereses en juego de esa mayoría que también cumplía roles ejecutivos.

Y los principales intereses en juego de los ejecutivos eran las remuneraciones. Este esquema de remuneraciones se componía considerablemente en elementos como los stock options, lo que a su vez presenta un problema adicional, ya que estas opciones no se reconocen contablemente como gastos, lo que tiende naturalmente a inflar las utilidades. En teoría, estas opciones buscan funcionar como incentivos para los ejecutivos, al alinear sus objetivos con los objetivos de los accionistas (aun cuando no exista evidencia empírica al respecto). En el caso de Enron el incentivo funcionó, pero perversamente. Los ejecutivos deliberadamente ocultaron y manipularon información contable y financiera con el objeto de mantener el precio de la acción lo más alto posible en el corto plazo (lo que en el largo plazo resulta un objetivo válido para los accionistas de cualquier empresa), ya que su potencial riqueza dependía fuertemente del precio de la acción. Un alto precio les permitía ejecutar sus stock options, para luego vender las acciones en el mercado, realizando así altas ganancias.

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Los stock options entregan a su poseedor la opción de comprar acciones a un precio previamente fijado (strike price) que es generalmente el precio de mercado al momento de la emisión de estas opciones. Normalmente, el poseedor de estas opciones hará efectiva la opción de compra de las acciones si el precio de mercado de la acción supera al strike price.

El otro gran conflicto de interés presente estuvo en el rol jugado por la firma auditora Arthur Andersen, quien no sólo era el auditor de Enron, sino también la empresa a quien se le encomendaron varias tareas de consultoría. De esta práctica muy común en la industria de los auditores (más del 50% de los ingresos y un porcentaje aún mayor de las utilidades de las auditoras provienen de estos servicios anexos), Andersen no fue la excepción. De los US$ 52 millones que percibió de Enron, más de la mitad provenían de servicios distintos al de auditoría. ¿Puede una empresa auditora ofrecer este otro tipo de servicios, que representan una parte sustancial de sus ingresos, sin perder la independencia esencial que su función de auditor le demanda?. Difícilmente.

INCUMPLIMIENTO DE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS

A continuación sintetizaremos el incumplimiento, tanto por parte de los responsables de la información financiera de Enron y WorldCom, como por la firma de auditoría Arthur Andersen, de los principales postulados éticos declarados en los códigos de ética mencionados en el presente trabajo, es decir, de la IFAC, IMCP, INTOSAI e IAI.

INDEPENDENCIA

Como ya se mencionó, en ambos casos se generó un conflicto de intereses que influyó negativamente en la independencia tanto de los administradores de las empresas, como de la firma de auditoria.

Los administradores tenían el interés particular de que el valor de sus acciones se mantuviera en alza. Recordemos que Kenneth Lay, presidente de Enron, realizó sus opciones sobre acciones por US$ 2,000,000 poco antes de la caída de la cotización de las acciones. Del mismo modo, Bernie Ebbers, presidente fundador de WorldCom, se adjudicó una fastuosa jubilación en efectivo y en especie, poco antes de estallar el fraude y dimitir de su cargo.

Por su parte la firma auditora Arthur Andersen brindaba servicios de Auditoría junto a los de Asesoría, siendo estos últimos su principal fuente de ingresos. Por ello, preferían realizar una auditoria superficial a cambio de obtener contratos de asesoría.

INTEGRIDAD

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Enron actuó en forma deshonesta al ocultar pérdidas en sus EEFF, mediante herramientas financieras y argucias contables. Abusó del uso de las SPE (Entidades de Propósito Especial) para obtener estados financieros fraudulentos, que no revelaban la realidad de la empresa, y que motivó que miles de inversionistas tomaran decisiones equivocadas.

Por su parte, WorldCom incumplió intencionalmente los principios básicos de contabilidad para mantener un nivel de ingresos elevado y ocultar pérdidas. Registró gasto corriente como inversiones, por un monto total superior a los US$ 3,800 millones.

Los directivos abusaron de su posición para obtener ganancias, mediante la realización de sus opciones de acciones (en el caso de Enron sumaron en total más de US$ 1,000 millones), y mediante la colusión con otras empresas (se sabe que la firma Salomon Smith Barney dio a Ebbers acciones por más de US$ 10 millones a cambio de que le proporcionara negocios con WorldCom).

La firma auditora Arthur Andersen se coludió deshonestamente al fraude. En el caso de WorldCom, pasó por alto errores básicos de contabilidad en sus auditorías, mientras que en el caso de Enron, cooperó con la implementación de las Entidades Raptor, y hasta llegó hasta a destruir evidencias.

OBJETIVIDAD

Los mismos conflictos de interés descritos al tratar la falta de independencia de criterio, se aplican en lo que respecta a la objetividad. Ni las decisiones de los responsables de Enron y WorldCom, ni la actuación de la firma Arthur Andersen, pudieron ser objetivas. Estaban fuertemente influenciados por la posibilidad de obtener beneficios personales.

COMPETENCIA PROFESIONAL

Se incumplieron los principios fundamentales de la contabilidad. En el caso de Enron no se consolidaron en los EEFF toda la información necesaria para revelar la realidad de la empresa y se falsearon ingresos. En el caso de WorldCom, se aplicaron gastos como inversiones.

La firma auditora Andersen por su parte, no cumplió ni con los principios éticos ni con las Normas de Auditoria. Si lo hubiera hecho, difícilmente se hubiera podido pasar por alto las inconsistencias de los estados financieros de las dos empresas.

Y principalmente, no se aplicó el principio contable de equidad, que exige que la información de los estados financieros, reflejen la realidad de la entidad a fin de que los agentes interesados puedan tomar decisiones informadas.

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CONFIDENCIALIDAD

Tanto Enron, WorldCom y la auditora Arthur Andersen, hicieron uso de la información privilegiada de la realidad de las empresas, para obtener beneficios personales.

CUIDADO Y ESMERO PROFESIONAL

Los responsables de los estados financieros de las empresas Enron y WorldCom, así como la firma Arthur Andersen, actuaron contra la buena reputación de la profesión Contable. Promovieron la desconfianza en la profesión, en la confiabilidad de la información producida por las empresas, y en la calidad de la actuación de las firmas de auditoría.

8.5 ENTRE LA ETICA Y LA NORMATIVIDAD

Ante todos estos fallos de personas e instituciones, la pregunta es ¿qué cabe hacer?. En síntesis, es cierto que sólo desde los valores éticos, y del cuadro legal punitivo para quien los vulnere, cabe asentar la confianza en el sistema de relaciones que caracteriza la economía de mercado. Si todas las personas que tienen responsabilidad en las empresas fueran poseedoras de los valores morales que aseguran que, sin necesidad de ser vigilados, siempre y en toda circunstancia se comportan correctamente, estos lamentables sucesos no ocurrirían. Es cierto también que si, faltos de estos valores morales, los ejecutivos en vez de asumir correctamente sus responsabilidades, abusan de su poder, mienten y roban, el mercado acabará denunciándolos y sancionándolos. Sin embargo, ante la evidencia de que siempre han existido y siempre existirán, en mayor o menor número según las épocas, ejecutivos que no se comportan éticamente, y ante el quebranto que para terceros inocentes supone esperar a la sanción del mercado, parece lógico intentar prevenir estos sucesos tomando medidas que resulten adecuadas.

La primera duda es quién debe tomar estas medidas y consiguientemente la naturaleza de las mismas.

Legalidad y Ética. Cuando salen a la luz pública casos de fraude y corrupción como los de Enron y WorldCom, una gran parte de la sociedad siente que se debería endurecer las penas contra los fraudes y la contabilidad engañosa. Sin embargo, algunos expertos no creen que esto baste para mejorar la honestidad empresarial. David Skeel y William Stuntz, profesores de Derecho de las Universidades de Pennsylvania y Harvard, respectivamente, explican porqué no creen en este enfoque: “La razón es simple y, a la vez, fácilmente olvidada: las leyes penales hacen que la gente se preocupe de lo que es legal en vez de lo que es ético”.

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Cabe recordar que, hace cien años, en los Estados Unidos, la ley penal federal sobre el fraude consistía en unas pocas disposiciones. En cambio, hoy el código penal federal incluye más de 300 disposiciones sobre el fraude y la falsedad contable; la mayoría van más allá de lo que la ley solía cubrir. Con todo este arsenal legal, se debería haber alcanzado un alto nivel ético empresarial. Pero no hace falta decir que los hechos muestran otra cosa. Quizá porque se ha convertido lo que eran cuestiones morales en cuestiones de técnica jurídica. En el mundo actual, es más probable que los ejecutivos se preocupen por lo que pueden hacer legalmente que por lo que es justo y honrado. El resultado es que los que actúan éticamente mal escapan al castigo porque buscan modos originales de eludir la ley. Y ejecutivos honrados, en vez de centrarse en desempeñar su trabajo honestamente, terminan imitando los mismos juegos legales de los ejecutivos deshonestos. Esta es la consecuencia lógica de confiar demasiado en la ley penal y poco en la regulación civil y, especialmente, en las normas éticas.

Los Códigos Éticos. ¿Quiere esto decir que hay que pasar la responsabilidad a la sociedad civil, obligando a las empresas a elaborar códigos de gobierno corporativo? Esta parece ser la línea adoptada en la actualidad. Sin embargo, al hablar de códigos de gobierno corporativo uno no puede dejar de pensar en los códigos éticos, y sobre cuyos resultados aún existe escepticismo. ¿Cuál es el resultado que cabe esperar de estos códigos? ¿Su implantación equivale a la implantación de la ética en la empresa? Su aparición, en algunas empresas, ¿refleja una preocupación ética generalizada, aunque no sea proclamada, en el conjunto de las empresas? ¿Significa, por lo menos, que se ha aceptado la idea de que, sin una actuación ética habitual, la empresa, a la larga, no puede funcionar eficientemente?. Siempre existe la posibilidad, en ausencia de otras motivaciones, de que una empresa haya elaborado su código ético, no como propósito y compromiso de una línea de conducta, sino con el fin, menos noble, de obtener beneficios económicos de lo que, en definitiva, no sería sino una operación de cosmética. O, simplemente, con el propósito de ponerlo en práctica mientras sea rentable, y saltárselo -o incluso aprovecharse de él y del prestigio acumulado- cuando el beneficio, a corto plazo y por caminos torcidos, así lo aconseje. O para contrarrestar un escándalo en el que la empresa se ha visto involucrada, intentando dar a entender que el traspié ha sido en contra de los deseos de la alta dirección y que, a partir de ahora, gracias al código explicitado, no volverá a suceder. O, incluso, para cubrirse ante eventuales denuncias de comportamientos inmorales que, con el código en la mano, se podrá decir que no son imputables a la empresa sino al individuo que lo ha incumplido. O, lo que es peor, para intentar engañar a los proveedores, a los clientes, y hasta a los propios empleados, con un compendio ético, destinado a sorprender la buena fe de los que crean en él.

Podemos afirmar que estos códigos éticos, sin negar que puedan ser útiles, por muy acertados y detallados que sean, no lograrán el correcto funcionamiento de la empresa, si en sus gentes está ausente el ejercicio prudencial de todas las virtudes morales. Si los directivos y demás personas

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de la empresa están decididos a comportarse de forma conducente a valer más como persona, con independencia de que con esta actuación lleguen a tener más o menos cosas, sabrán perfectamente cómo han de actuar en todas las ocasiones y circunstancias, aunque no exista en su empresa ningún código de comportamiento que lo diga. En cambio, en ausencia de esta conciencia moral, fruto de la cultura del ser, frente a la cultura del disfrutar, por muchas normas de comportamiento que existan y por muchas sanciones que se establezcan para los incumplimientos, las normas serán letra muerta cada vez que se presente la oportunidad de obtener, por medios torcidos, la satisfacción de los apetitos. Transcurrida casi una década, los hechos que sobre los que se ha discutido y algunas investigaciones a las que puede accederse, inducen a pensar que la verdadera solución para el correcto comportamiento de una empresa pasa necesariamente por la integridad personal de sus dirigentes de todos los niveles.

El Marco Legal Obligatorio. En cuanto al marco legal, hay que distinguir entre fracaso empresarial y fraude empresarial. Ante el primero, nada procede hacer, salvo instrumentar una adecuada ley concursal, ya que el fracaso empresarial es un fenómeno inherente al riesgo de emprender, riesgo que justifica que los accionistas esperen obtener una rentabilidad superior a la que se exige de la inversión sin riesgo. La caída y desaparición de empresas, por causas no dolosas, y la sustitución por otras de nueva aparición, es la destrucción creativa que acompaña el progreso económico.

Otra cosa es la caída fraudulenta, que sí hay que intentar evitar y, caso que se produzca, sancionar. Para estos fines, por un lado, la regulación de las empresas ha de limitarse a normas que, para ser eficaces, han de ser pocas, sencillas, prácticas y de fácil comprobación. Basta que se exija que la contabilidad de las empresas se ajuste a la realidad económica y que la información que deben publicar sea amplia, veraz y contrastable. Para ello será necesario redefinir las normas de contabilidad para que, de manera uniforme internacionalmente, reflejen la realidad de las empresas. Será necesario que el balance y la cuenta de resultados, con el suficiente desglose y análisis de todas las partidas, sean verificados por el comité de auditoría interna de la empresa, que debe estar compuesto por personas ajenas a las tareas auditadas, y por el Auditor externo independiente, que en ningún caso podrá asumir la función de consultoría.

Por otro lado, bastará con eliminar todas aquellas trabas legales que impiden la formación de un verdadero mercado por el control corporativo, que permite desplazar del poder a los gestores indeseables; y disponer de un sistema sancionador riguroso, tanto en el orden mercantil como en el penal, que, por ejemplo, castigue la información falsa y las medias verdades; establezca el no levantamiento de la sanción hasta que se restituya o repare el daño causado; y prohíba el ejercicio del comercio a los causantes de quiebras fraudulentas, negocios ilícitos, abusos de posición dominante, enriquecimientos injustos, daños contra la naturaleza, etc.

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8.6 LECCIONES PARA EL FUTURO

De las nefastas experiencias de Enron, WorldCom y Arthur Andersen podemos rescatar algunas lecciones importantes:

a) Independencia del Directorio: Una primera lección de los casos estudiados, es respecto a la composición de los directorios. Estos deben ser totalmente independientes y así poder representar plenamente los intereses de los accionistas. La presencia de ejecutivos en el directorio no puede de ninguna forma ser una fuerza decisiva. Si esto no es así se contribuye derechamente a profundizar el natural conflicto presente en la relación entre el propietario y el agente. Este aspecto se encuentra ya plasmado en los actuales Códigos de Gobierno Corporativo (que en el Perú se denominan Principios de Buen Gobierno).

b) Política de Incentivos: Los incentivos funcionan para bien y para mal. A la hora de decidir los incentivos que se le ofrecen a la administración de la empresa, se debería actuar con la suficiente astucia como para no tentar en demasía el normal interés personal de un empleado. Por ejemplo, se debería tener mayor cuidado en temas como los esquemas de remuneraciones desniveladamente basados en opciones sobre acciones o en el cumplimiento de metas excesivamente exigentes.

c) El Rol de los Auditores: En el caso de los auditores resulta deseable que estos posean el mayor grado de independencia posible. Esta independencia se logrará en la medida que por un lado estos sean contratados por los accionistas (representados por sus directores) y no por los ejecutivos de las empresas que justamente deben auditar. Por otro lado, la independencia del trabajo de auditoría también se logrará en la medida que esta labor no se vea negativamente influenciada por otras labores (por ejemplo, servicios de consultoría) que la misma auditora esté realizando en la empresa. También en la búsqueda de esta mayor independencia e imparcialidad se han sugerido mayores regulaciones para la labor de auditoría, junto con la posibilidad que los auditores deban rotarse, para no llegar a comprometerse con sus clientes más allá de lo que deben estar profesionalmente.

d) Las Prácticas Contables: Un desafío mayor se presenta con el tema mismo de los modelos y prácticas contables comúnmente utilizados. ¿Qué se entiende propiamente por “contabilidad creativa”? ¿Cuáles son sus límites? Existen algunos casos donde se podría validar la utilización “creativa” de la contabilidad, en la medida que no represente valores sustanciales para la empresa: valoración del financiamiento de iniciativas de investigación y desarrollo en conjunto con alguna otra empresa, leasings operativos, compromisos de pago. Ahora, si por contabilidad creativa se entiende, “el proceso por el cual los contadores usan su conocimiento de las reglas contables para manipular las cifras que se reportan en las cuentas de una empresa” y si esta es una práctica común, obviamente que es urgente una regulación más eficaz. Como gran parte de las transacciones y contabilizaciones “creativas” están, de hecho, en acuerdo con la

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reglamentación vigente, es esperable que la “creatividad” humana, contable, comercial y financiera pueda siempre más que la regulación. Por lo tanto, resulta al mismo tiempo necesario insistir en el espíritu que anima toda ley. Ese espíritu es una ética. Si no estamos convencidos del bien que persigue la regulación, ésta será percibida simplemente como un obstáculo, ya que impide una acción que redunda en beneficio personal, cuando, en realidad, el espíritu de la regulación está buscando el bien común.

e) El Clima Ético Corporativo: La responsabilidad de lo sucedido en estos casos no es puramente individual. Los actos éticos de cualquier empleado están influenciados por el clima ético de la organización donde trabaja. Puede haber un entorno que naturalmente nos ayude a actuar éticamente y otro que nos empuje a actuar de manera contraria. El mismo Alan Greenspan lo ha señalado: “no es que los seres humanos se hayan vuelto más codiciosos. Es que hoy hay muchos más caminos para expresar esa codicia”. En el caso de Enron hubo un clima corporativo que contribuyó al resultado que hoy conocemos. No bastó con que la empresa tuviera un código de ética ni con que alguna vez se pronunciara el deseo de ser una organización ética. “El clima ético no es una cosa, sino un proceso (...) Un clima ético o se desarrolla o se deteriora, se enriquece o se empobrece. Necesita constante cuidado y atención”. Si la tarea de actuar éticamente se queda solamente como desafío personal, no hay mucha probabilidad de éxito. Ni siquiera se puede creer que se puede alcanzar el ideal de una organización ética, sólo porque la componen personas íntegras y bien intencionadas. Una organización será ética en la medida que sus políticas, su estructura, sus controles internos, etc., construyen un clima ético donde los individuos tienen la posibilidad de actuar como lo que son: seres éticos.

f) Los Riesgos del Sistema: Finalmente, existe también una responsabilidad de todos como sociedad. Así como el comportamiento individual se verá directamente influenciado por el clima ético de la organización donde se trabaja, así también el ser corporativamente ético encontrará apoyo u obstáculo en la medida que el sistema económico y comercial donde las empresas se insertan promueva o disuada estos esfuerzos. Lo que nos toca ver, lamentablemente, es que en el entorno económico en que nos movemos es más bien un lugar donde el desafío de actuar personal o corporativamente de manera socialmente responsable, resulta muy a menudo toda una aventura quijotesca. Si el sistema económico y comercial en que nos movemos privilegia incontrarrestablemente, por ejemplo, una concepción de empresa cuyo único objetivo valedero es el nivel de utilidad y, por lo tanto, el precio de la acción, no nos podremos extrañar que muchas veces los costos de tal proyecto corporativo termine por dejar muchos heridos graves en el camino.

Enron y WorldCom desaparecieron dejando miles de empleados en la calle y a otros tantos miles de accionistas privados del capital apostado. Pero también dejó herido un modo muy cotidiano de interactuar comercial y financieramente. No hay mano invisible capaz de ordenar al hombre cuando éste ha entrado en una lógica exclusivamente individualista y competitiva, donde interés personal y codicia son sinónimos, donde para sobrevivir hay

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que ser rentable y serlo hoy. Es de esperar que el caso de Enron, WorldCom, y de la larga lista de empresas cuestionadas en Estados Unidos y Europa nos sirva de aviso.

CONCLUSIONES

La falta de independencia en el ejercicio profesional deriva fundamentalmente del sometimiento a los interese económicos, y al tener antes que al ser.

La confianza se sustenta en dos elementos esenciales en la formación del profesional Contador : la técnica y la ética.

Los Códigos de Ética de la profesión contable son una herramienta fundamental para encauzar el comportamiento de los profesionales de Contabilidad y garantizar el total cumplimiento del objetivo primordial de toda profesión, el servicio a la sociedad.

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En el proceso de la historia de los grandes fraudes contables que han generado opinión adversa respecto a nuestra profesión como depositarios de la fe pública es necesario recuperar los valores fundamentales para restaurar la confianza perdida.

Los valores a recuperar no solo son los valores objetivos y universales sino que deben reconocerse los nuevos valores emergentes tales como la solidaridad.

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