totalitarismo, triste historia de un no concepto

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ideología 68 / El Viejo Topo Giorgi Rublëv. Retrato de Stalin, 1935.

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Vladimiro Giacché explica la historia del concepto totalitarismo desde que fue acuñado por Hannah Arendt hasta que sólo quedó vigente para denostar el comunismo. En su repaso advierte que el dominio absoluto hoy lo procuran las corporaciones, no los estados.

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Giorgi Rublëv. Retrato de Stalin, 1935.

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De “c o m p o rtamiento totalitari o” ha sido re c i e n t e m e n t eacusado el ministro brasileño de cultura Gi l b e rto Gil, en elcurso de una polémica sobre la distribución de los fondosp ú b l i c o s. “Típica de un estado totalitari o” es según Vi t t o ri oFe l t ri la (sacrosanta) decisión de Rifondazione Co m u n i s t ade expulsar a un concejal que pri m e ro ha defendido eld e recho de Di Canio (futbolista del Lazio) a hacer el salu-do fascista, y después lo ha imitado a beneficio del fotó-g rafo de un periódico local. Y “t o t a l i t a ri o” es, obv i a m e n t e,también, todo opositor de Berlusconi que sea sorpre n d i d op ronunciando con tono de re p roche las tres palabra s“conflicto de intere s e s”. Se trata de usos grotescos del tér-m i n o, pero, a su modo, significativo s.

Aún más significativo es el uso del término por partedel ex director de la CIA, James Woolsey, el cual ha recien-temente afirmado que “una misma guerra” contraponehoy a los Estados Unidos a “tres movimientos totalitarios,un poco como ocurría en el segundo conflicto mundial”.Los tres “movimientos totalitarios” estarían representa-dos por el baasismo (sunnitas iraquíes y Siria), por los“chiitas islamistas yihadistas” (apoyados por Irán y liga-dos al Hezbollah libanés) y por los “islamistas yihadistasde matriz sunnita” (o sea “los grupos terroristas como AlQaeda”). Una duda surge espontáneamente: ¿qué diablostienen en común hoy un nacionalista árabe laico, un fun-damentalista islámico chiita y uno sunnita?

Prácticamente nada. Excepto una cosa: el hecho de

o p onerse a los Estados Un i d o s.“To t a l i t a ri o”, en definitiva, es quién se opone a Oc c i d e n-

t e, y más precisamente a los Estados Unidos de Améri c a .Nada nuevo, realmente las cosas están así desde hace másde 50 años. La fortuna del concepto de “t o t a l i t a ri s m o” na-ce de hecho en la inmediata posguerra mundial, y se expli-ca con la necesidad política de unir a los regímenes comu-n i s t a s, que re p resentaban entonces el nuevo Enemigo deOc c i d e n t e, al régimen nazi recién derro t a d o. A posteri o ri ,no podemos más que constatar el pleno éxito de esta ope-ración. Au n q u e, sin embarg o, ha conocido diversas fases.

Fase 1: “n a z i s m o = e s t a l i n i s m o” ( H . A re n d t )La fortuna de esta identificación se debe en buena part e

al libro Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Are n d t .En este libro, aparecido en pri m e ra edición en 1951, laA rendt identifica los “sistemas nazi y estaliniano” comodos “va riantes del mismo modelo” político: un modeloque tiende al “dominio total” sobre las personas, y al “d o-minio global” a nivel planetari o. Los elementos esencialesdel totalitarismo son la “ i d e o l o g í a”, entendida como unac l a ve absoluta de comprensión de la historia (racista en elp rimer caso, “c l a s i s t a” en el segundo), el “t e r ro r” (ve rd a d e-ra “esencia del poder totalitari o”, que golpea no solo a loso p o s i t o re s, sino también a los “ i n o c e n t e s”), y el “p a rt i d oú n i c o” (curi o s a m e n t e, la Arendt no cita en cambio el po-der absoluto de un jefe).

TotalitarismoLa triste historia de un no-conceptotexto de Vladimiro Giacché

l igual que la guerra de Bush, también el léxico ideológico contemporáneo esta anima-do por la lucha entre el Bien y el Mal. Una lucha sangrienta que ve contrapuestos anuestros aliados, el “Mercado”, la “Democracia” y la “Seguridad”, a dos enemigos mor-

tales: el “Terrorismo”, y el “Totalitarismo”, cada vez menos distinguibles el uno del otro. El ape-lativo “Totalitario”, en particular, está decididamente entre los insultos más en boga.

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El texto de la Arendt tiene muchos aspectos débiles. Esp ro l i j o, pero también desequilibrado en su estru c t u ra. Ladocumentación es muy rica en lo que se re f i e re a la Ale-mania nazi y, por el contra ri o, extremadamente débil encuanto respecta a la URSS. Este hecho ya demuestra que ela rquetipo del concepto arendtiano de “t o t a l i t a ri s m o” es laAlemania nazi, a la que se intenta asimilar a la URSS, esta-bleciendo paralelismos digamos un poco forz a d o s, comola atribución a la Rusia de Stalin de la misma tendencia al“dominio global” de la Alemania hitleriana; pasando porencima del hecho de que durante todo el período estali-niano la Unión Soviética fue agredida y amenazada (enúltimo término por el re a rme de los países Occidentales ypor el monopolio de las armas atómicas por parte de losUSA). Conectada a esta curiosa tesis está el ve rd a d e roa b s u rdo según el cual el “ b o l c h e v i s m o” debería “más alp a n e s l a v i s m o” que a cualquier otra ideología y mov i m i e n-t o”.

De un modo más general, los críticos de la Arendt lo hantenido fácil para demostrar cómo la “ i d e o l o g í a” nazi( s i e m p re que se quiera ennoblecer con el término de“ i d e o l o g í a” el delirante patchwork antisemita del Me i nKa m p f h i t l e riano) está distante años luz de la comunista:re a c c i o n a rio y tradicionalista el nazismo, re vo l u c i o n a rio y“ h e re d e ro del iluminismo y de la Re volución Fra n c e s a” elcomunismo; irracionalista el pri m e ro, racionalista el se-gundo; racista el pri m e ro, internacionalista y unive r s a l i s t ael segundo; defensor de la existencia de una jera rq u í an a t u ral (entre razas e individuos) el pri m e ro, igualitario y“n i ve l a d o r” el segundo; explícitamente antidemocrático elp ri m e ro, defensor de una “d e m o c racia re a l” que fuese másallá de la “solamente form a l” el segundo.

Se dirá que una cosason los principios yo tra su tra d u c c i ó npráctica. Pe ro el puntoc l a ve es pro p i a m e n t eeste: ¿se puede re d u c i ra un único conceptouna ideología y prácti-ca de gobierno explíci-tamente basadas en elt e r ror y la violencia, yuna teoría (y praxis) deemancipación que sec o n v i e rte en una pra-xis contra ria a sus pro-pios principios? Po r-

que una cosa es cierta: en el nazismo la corre s p o n d e n c i ae n t re teoría y praxis es perfecta, también y sobre todo bajoel perfil del terror y del “dominio total”. La apesadumbra-da constatación de la “d e s ve rgonzada fra n q u eza del Me i nKa m p f” es obligatoria para cualquiera que examine el fe-nómeno nazi. El nazismo exalta explícitamente los con-ceptos de “o rg a n i c i d a d”, de “o rganización total”, el “p ri n c i-pio totalitari o”. Y lo pone científicamente en práctica. Lap rueba más elocuente de ello esta re p resentada en la len-gua alemana, que fue –a diferencia de la rusa– completa-mente re e s t ru c t u rada y modificada a fin de legitimar y ex-p resar la realización “t o t a l” el dominio nazi.

También a la luz de esto último, es cuanto menos singu-lar que la Arendt se muestre poco segura para determ i n a ren qué años había en Alemania un “ve rd a d e ro” régiment o t a l i t a rio: a veces sostiene que la Alemania de Hitler sec o n v i e rte en un régimen “a b i e rtamente totalitari o” sola-mente desde el estallido de la Segunda Gu e r ra Mu n d i a l(después de 1939); otras veces afirma que fue pre c i s a m e n-te “después de las conquistas en el este euro p e o” (desde1941 y después), cuando “Alemania estuvo en condicionesde instaurar un régimen ve rd a d e ramente totalitari o”; perollega también a sostener que “solo si Alemania hubieseganado la guerra habría conocido un dominio totalitari oc o m p l e t o” (H. Arendt, La banalidad del mal, y Los oríge -n e s . . .). Si se llevan a sus últimas consecuencias estas pala-b ra s, se puede concluir que ¡no existió nunca un ve rd a d e-ro régimen totalitario en la Alemania nazi! Bonito re s u l t a-do: la Arendt crea la categoría de una forma de gobiern oespecífica e irreducible a cualquier otra, la aplica a dos re-g í m e n e s, para después descubrir que en el que re p re s e n t ael arquetipo de ella, tal categoría ¡no será nunca re a l m e n-te aplicable de modo pleno!.

La desaparición de la economía en el “t o t a l i t a ri s m o” de laA re n d t

“Tanto ruido para nada”, podríamos decir. Pe ro lo de laA rendt no fue trabajo perd i d o. Al menos en un sentido:con todos sus fallos e incongruencias Los orígenes del tota -l i t a r i s m o fue un potente instrumento de propaganda anti-comunista en los pri m e ros años cincuenta (no por casua-lidad la CIA subvencionó generosamente la traducción enva rias lenguas). La categoría del “t o t a l i t a ri s m o”, de hecho,p e rmitía –y permite– conseguir va rios importantes objeti-vos ideológicos.

Uniendo nazismo y estalinismo se pierde la especifi-cidad de la barbarie nazi, relativizándola y “c o n t ra b a l a n-c e á n d o l a” con una barbari e, por así decirlo, igual y contra-

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Se “olvida” que el nazismo comparte con las“democracias liberales” el hechode ser una economía capitalista.

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ria a la vez (en los casos más extre m o s, como el re v i s i o n i s-mo histórico de Ernst No l t e, hasta nada menos que ve r s etentados de hacer al “t o t a l i t a rismo comunista” el culpabledel surgimiento del nazi, justificando este último en cuan-to reacción fisiológica al pri m e ro). No es este, sin embarg o,el más importante servicio prestado por el concepto del“t o t a l i t a ri s m o”. Lo es por el contra rio considerar y clasifi-car al régimen nazi en base a su forma política en vez depor su contenido económico. De tal modo se “o l v i d a” queel nazismo comparte con las “d e m o c racias libera l e s” (pre ypost-nazis) el hecho de ser una economía capitalista. Este“o l v i d o” vuelve casi inexplicable un fenómeno embara zo-so como es la absoluta continuidad de las clases diri g e n t e seconómicas (y en casos no marginales también políticas)e n t re la Alemania “t o t a l i t a ri a” y la “d e m o c r á t i c a” Alemaniaoccidental. Cosa que sería fácil de explicar si se admitieseque la dictadura nazi era funcional al mantenimiento delo rden económico vigente (entonces y hoy) contra el peli-g ro re vo l u c i o n a ri o. Incluso si la Arendt busca exo rc i z a r l o,la relación orgánica entre el gran capital alemán y el nazis-mo re p resenta el ve rd a d e ro hilo de la parábola histórica de

la Alemania hitleriana, desde sus albores hasta los camposde exterm i n i o, como demuestran, entre otras cosas, las de-cenas de miles de pri s i o n e ros que trabajaban hasta lam u e rte para la I.G. Farben, para la Kru p p, la Si e m e n s, etc.El tema ha vuelto a las crónicas recientemente en re l a c i ó nal proceso instado contra la BMW por algunos de los su-p e rvivientes de los campos de concentración. No se tra t ade casos aislados. Cu a n d o, hace algunos años, se impide ala empresa Degussa participar en los trabajos de constru c-ción del monumento erigido en Berlín en memoria del ex-t e rminio de los hebreos por su compromiso con el nazis-m o, hubo quien sugirió que, si este cri t e rio se aplicase def o rma inflexible, habrían debido ser excluidas todas lase m p resas alemanas. Incluso insistir sobre la novedad ra d i-cal del “t o t a l i t a ri s m o” como forma de gobierno permite ol-vidar –o de cualquier modo poner decididamente en se-gundo plano– la continuidad económica entre el régimennazi y las precedentes “d e m o c racias libera l e s”. Pe ro estaslíneas de continuidad no son solamente económicas. Lamisma Arendt sitúa en la “edad del imperi a l i s m o” un im-p o rtante factor de incubación del totalitari s m o. Y docu-

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Prisioneros rusos a su llegada al campo de Mauthausen

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menta como ya los gobiernos “d e m o c r á t i c o s” de los paísesi m p e rialistas justificaron con el racismo sus propias con-quistas coloniales y lleva ron a cabo, también, masacre sm a s i vas de las poblaciones indígenas. Re c u e rda que unf u n c i o n a rio británico propuso usar “m a s a c res administra-t i va s” para la solución del problema en la India, y que enÁ f rica otros diligentes funcionarios (diligentes comoEichmann) declaraban que “no se permitirá que conside-raciones éticas como los derechos humanos obstaculicen”el dominio blanco. Y concluye: “delante de las narices detodos estaban ya muchos de los elementos, que, mezc l a-d o s, habrían podido crear un gobierno totalitario sobrebases ra c i s t a s”.

Estaban incluso allí sus instrumentos más feroces: “t a m-poco los campos de concentración son una inve n c i ó nt o t a l i t a ria. Ap a re c i e ron por pri m e ra vez durante la guerrade los Böers, a principios del siglo XX, y continuaron sien-do usados tanto en Su d á f rica como en la India para los ele-

mentos indeseables”; aquí encontramos por pri m e ra vezel término “custodia pro t e c t o ra”, que es enseguida adopta-do por el Te rcer Reich. Si esto es ciert o, ¿cuál es la nove d a ddel totalitarismo? En opinión de la Arendt, estaría en elmodo de utilización de los campos de concentración, unan ovedad que consistiría en el abandono de los “m o t i vo su t i l i t a ri o s” y de los “ i n t e reses de los gobern a n t e s” para en-t rar en el campo del “todo es posible”. Ausencia de medida,absolutismo: según esta impostación el totalitarismo es unn ovum propio en cuanto al mal radical, el “mal absoluto,impune e imperd o n a b l e”. De este modo, obv i a m e n t e,cualquier investigación de las causas, cualquier elementode continuidad histórica con las “d e m o c racias libera l e s”pasa a un segundo plano: el totalitarismo nazi es compa-rable solo con sí mismo –o con su presunto “d o b l e” re p re-sentado por la Rusia estaliniana. De este modo se pierd esimplemente la posibilidad de meter la nariz en la que hasido definida como la fábrica europea del Ho l o c a u s t o.

“Ab s o l u t o”, “m i s t e ri o”, “ l o c u ra”: en el mismo momentoen el que hacemos uso de estas categorías, renunciamos ac o m p re n d e r. Cu a n d o, en agosto pasado, Ratzinger definióel exterminio nazi de los hebreos como “m y s t e rium iniqui-t a t i s”, excluyó la posibilidad de comprender cuanto ocu-r rió y de nombrar tanto a los cómplices como los motivo sdel exterminio. Al mismo resultado se llega cuando –co-mo hace la Arendt– se emplea la categoría de “ l o c u ra”c o m o clave de lectura de cuanto sucedió.

Fase 2: “n a z i s m o = c o m u n i s m o” ( Fri e d ri c h / Brzezinsky yo t ro s )

A pesar de sus “m é ri t o s” ideológicos, el “t o t a l i t a ri s m o”a rendtiano se convierte rápidamente en inserv i b l e. De s-pués de la muerte de Stalin, de hecho, en la Unión Sov i é-tica se atenuó y rápidamente vino a menos aquel “t e r ro r”que para la Arendt era “la esencia del poder totalitari o”. Y,en efecto, la misma Arendt afirmó sin medias tintas quedespués de la muerte de Stalin “no se puede definir a laURSS como totalitari a”. Este análisis estaba basado tam-bién en la “ i d e o l o g í a”, p e ro la idea de un “dominio total”fundado solamente sobre ella era más bien poco plausible.Ad e m á s, en el texto de la Arendt había otros elementosque se conciliaban mal con un anticomunismo absoluto:comenzando por la contraposición entre Lenin y Stalin ypor la afirmación según la cual una posible altern a t i va aStalin hubiera sido la prosecución de la Nu e va Po l í t i c aEconómica (NEP) lanzada por Lenin. Se rviría cualquiercosa más fuert e. Y llegó: en 1956, Carl J. Fri e d rich y Zbig-niew Brzezinski (sí, el mismo) enviaron a la imprenta un

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n u e vo libro sobre el tema, titulado Di c t a d u ra totalitaria ya u t o c ra c i a. En este volumen se agregaba, junto a los tra zo sc a racterísticos del totalitari s m o, también el control y lad i rección centralizada de la economía. Se conseguía así elo b j e t i vo de incluir en el ámbito de los regímenes totalita-rios a la Rusia post-estaliniana, a la China comunista y atodos los países del este euro p e o. (Esto, por otra part e,complicaba las cosas por cuanto respecta a la identifica-ción del régimen nazi como totalitari o, pero, obv i a m e n t e,no era esta la principal preocupación de los autore s ) .

Aún así, el problema de la objetiva desaparición del “t e-r ror totalitari o” de la misma Unión Soviética no era un pro-blema de poco calado. A esto se puso remedio de un modomuy simple: atenuando la importancia del “t e r ro r” para elconcepto de totalitari s m o. Así, en la segunda edición delvolumen citado, a cargo en 1965 de Fri e d rich únicamente,se puede leer que en el “t o t a l i t a rismo maduro” el terro r–que pri m e ro había sido definido como el “n e rvio vital delt o t a l i t a ri s m o”– está presente únicamente en la forma deun “t e r ror psíquico” y de un “consenso genera l” (¡sic!). yBrzezinski, que al principio consideraba el terror “la cara c-terística más universal del totalitari s m o”, en un nuevo librode 1962 llega a hablar de un “t o t a l i t a rismo vo l u n t a ri o”(¡sic!) (Ideología y poder en la Unión Sov i é t i c a) .

Co n t e m p o r á n e a m e n t e, otros autores se encarg a ron dea p retar el acelerador sobre el concepto de “ideología tota-l i t a ri a”, ampliando su alcance. Así, Talmon, en su Los oríge -nes de la democracia totalitaria, denuncia como “t o t a l i t a-ri a” la “misma idea de un sistema autónomo del cual hayasido eliminado cualquier mal y cualquier infelicidad”; di-cho en términos sencillos: la idea misma de una sociedadsin clases es una aspiración totalitaria. Ya la Arendt habíac o n f i rmado que “el mal radical nace cuando se espera unbien ra d i c a l”. Ot ro politólogo ameri c a n o, W.H. Mo r ris Jo-n e s, en 1954 escribe un ensayo. En defensa de la apatía, enel que sostiene que la apatía ejerce un “efecto benéficos o b re el tono de la vida política”; por el contra ri o, “m u c h a sde las ideas conectadas con el tema general del deber delvoto pertenecen propiamente al campo totalitario (¡) yestán fuera de lugar en el vo c a b u l a rio de una democra c i al i b e ra l”.

Si estas posiciones aparecen explícitamente desde posi-ciones políticas de derecha, lo mismo no se puede decir deun va riado y sucesivo filón de “c a z a d o res de totalitari s-m o s”: se trata de teóricos del post-modern i s m o, los cuales,a partir de Je a n - Francois Lyo t a rd, han puesto a tiro los“g randes re l a t o s”, o sea, las teorías de la historia, y en part i-cular de la historia como emancipación pro g re s i va de la

humanidad. En este caso el “sueño totalitario” estaría re-presentado por la idea misma de poder dar una lecturaracional y global de los eventos históricos: cosa que de-sembocaría en un “modelo totalizante” y en sus “efectostotalitarios, bajo el nombre mismo del marxismo, en lospaíses comunistas”.

Fase 3: “t o t a l i t a ri s m o = c o m u n i s m o”Con el colapso de la URSS y la caída del Mu ro de Be r l í n

sucede lo increíble: el “To t a l i t a ri s m o” sov i é t i c o, este horri-ble Leviatán del siglo XX, implosiona sin el más mínimod e r ramamiento de sangre (bastante más cruentos fuero npoco después los conflictos étnicos que estallaron en todoel este europeo en disgregación). La presunta terri b i l i d a ddemoníaca del “t o t a l i t a rismo comunista” muta en unapatética farsa, bien simbolizada en el “golpe de estado-farsa del ve rano de 1991 en Rusia (el “d e m o c r á t i c o” Ye l t s i n ,por el contra ri o, muy pro n t o, no dudará en tomar a caño-n a zos el Parlamento). Si esperábamos reflexiones equili-b radas sobre estos arg u m e n t o s, sucede lo contra ri o. Ahorano sólo la historia entera de los países comunistas estác o m p rendida en la categoría de “t o t a l i t a ri s m o”, sino que elcampo semántico de este concepto se amplía sin ningúnre s p e t o, no digamos del sentido históri c o, sino incluso delsentido del ri d í c u l o. Esto se concreta incluyendo litera l-mente a todo el movimiento comunista al completo; a lamisma Re volución Francesa (el Te r ro r, ¡caramba!); a los es-tados sobrevivientes del difunto “bloque socialista”, a losm ovimientos de liberación del Te rcer Mundo que luchanc o n t ra la pri vatización de los recursos básicos de sus re s-p e c t i vos países, y a muchos más.

Según esta concepción “a m p l i a d a” del concepto, ten-dencias “t o t a l i t a ri a s” nu-t ren –incluso inconscien-temente– a cualquiera queluche por formas de re g u-lación de la economía dis-tintas del modelo libera lde “la zo r ra libre en el ga-l l i n e ro libre”; el mismomodelo europeo de estadode bienestar (a partir de lallamada “economía socialde merc a d o” inve n t a d apor la CDU alemana) seconvierte en sospechoso;nada que hacer, la pestedel azufre bolchevique

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“Absoluto”,“misterio”, “locura”:

en el mismomomento en el

que hacemos uso de estas

categorías,renunciamos a

comprender.

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también le afecta. Y “sueños totalitari o s” cultiva tambiénc u a l q u i e ra que crea posible comprender las dinámicash i s t ó ricas con el auxilio de la razón, quien estudia la filo-sofía sistemática sin aburri r s e, quien defiende los pro g re-sos de la ciencia y de la razón (ya el hecho de adoptar esteúltimo término en singular denuncia sin equívoco la men-talidad intolerante y policial de quién no la usa). Con unsingular vuelco de perspectiva, aquel irracionalismo quehabía re p resentado el fértil humus del nazismo es el queh oy se quiere repintar como “denuncia de los límites de lara z ó n”, y es, además, considerado expresión de una men-talidad post-moderna, abierta y tolera n t e. Con ello vuel-ven a encontra r s e, malamente embellecidos, todos los ele-mentos de la ideología nazi: racismo (“conciencia de lap ropia identidad étnica”), xenofobia (“o rg u l l o” y “a u t o d e-fensa de Oc c i d e n t e”), mitos de sangre y terri t o rio (“a p e g oa las raíces pro p i a s”); y, sobre todo, el anticomunismo vis-c e ral: que hoy asume precisamente el ro s t ro “d e m o c r á t i-c o” de la “f i rme denuncia de la ideología totalitari a”.

Estamos en la terc e ra fase de la poco edificante histori adel concepto de totalitarismo: ahora éste designa en pri-mer lugar, si no exc l u s i va m e n t e, al comunismo. Se intentahacer tomar al “c o m u n i s m o” el puesto ocupado en el ima-g i n a rio colectivo por el nazismo como arquetipo del podert o t a l i t a ri o. La misma denuncia, aparentemente salomóni-ca, de los “t o t a l i t a ri s m o s” del siglo XX sirve en re a l i d a dp a ra golpear al comunismo, mientras que la execra c i ó nque circunda el nazismo se hace cada vez más genérica yritual. Y para distinguir netamente entre ambos, el fascis-mo italiano (además del húngaro, ru m a n o, estonio, letón,l i t u a n o, port u g u é s, español, gri e g o...) es benévo l a m e n t ec o n s i d e rado como un “ b a n a l” autori t a ri s m o, no se sabe simás bondadoso o chapucero. Singular ironía de la histori a ,

si se piensa que Mu s s o l i n iveía la novedad históri c adel fascismo en la capaci-dad de “guiar totalitari a-mente la nación” y adop-taba con mucho gusto lae x p resión de “estado tota-l i t a ri o”.

El documento más sig-n i f i c a t i vo de esta fase es elp royecto de resolución so-b re la “Necesidad de unacondena internacional delos crímenes del comu-n i s m o” presentado en el

2005 al Consejo de Eu ropa. En este singular documento elt e rmino “c o m u n i s t a” es acompañado re g u l a rmente dela p e l a t i vo de “t o t a l i t a ri o” (la formulación pre f e rida es “re g í-menes comunistas totalitari o s”, que en la citada mocióna p a rece 24 veces); el nazismo es pre s e n t a d o, de pasada,como “o t ro régimen totalitario del siglo XX”. En este texto–digamos que un poco confuso– se afirma, a propósito delmismo Consejo de Eu ropa, que “la tutela de los dere c h o sdel hombre y el Estado de derecho son los va l o res funda-mentales que defiende este org a n i s m o”; y como confirm a-ción de esto, se deplora que los partidos comunistas sean“legales y aún activos en algunos países”. Se espera que lap ropia posición anime “a los histori a d o res del mundoe n t e ro” a “establecer y ve rificar objetivamente el desarro-llo de los hechos”; luego, para animar la libertad de inve s-tigación y de enseñanza, se pide “la revisión de los manua-les escolare s”. ¿Pe ro qué motiva la necesidad de este pro-nunciamiento? Junto a los motivos declarados (decidida-mente paradójico aquel de “f a vo recer la re c o n c i l i a c i ó n”) sere velan alguno de los ve rd a d e ros: “p a recería que un ciert otipo de nostalgia del comunismo esté todavía presente enalgunos países, por lo que existe el peligro de que los co-munistas retomen el poder en uno u otro de estos países” ;y, sobre todo: “elementos de la ideología comunista, comola igualdad o la justicia social, continúan seduciendo an u m e rosos miembros de la clase política”. Henos aquíante la respuesta: insatisfacción por el presente estado decosas y aspiración a la igualdad y a la justicia social. Losve rd a d e ros enemigos de los “c a z a d o res de comunistast o t a l i t a ri o s” son estos. Hoy igual que aye r. Ayer con la exc u-sa de los regímenes comunistas existentes, hoy con la ex-cusa de que los regímenes comunistas ya no existen.

Un concepto sin objeto y el “enemigo entre nosotro s”Pe ro obv i a m e n t e, el hecho de que el sistema de los re g í-

menes comunistas no exista no es irre l e vante tampocop a ra la suerte del concepto “t o t a l i t a ri s m o”. El hecho dehaber perdido el propio objeto no es cosa baladí: ahora alconcepto de “t o t a l i t a ri s m o” le falta un re f e re n t e. Pa ra unconcepto sin objeto la vida no es fácil. Pa ra no quedar des-ocupado está obligado a buscárselo. Es también cierto quela ampliación semántica del térm i n o, en su tiempo efec-tuada en función de la necesidad anticomunista, facilita labúsqueda de objetos sustitutivo s. Ahora “t o t a l i t a ri o” estodo y lo contra rio de todo: vivimos bajo el yugo del “t o t a-l i t a rismo publicitari o”, pero es totalitaria, también, la pro-hibición de la publicidad del tabaco. Es totalitaria la re p re-sión sexual de los islámicos wahabbitas, pero no es menos

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El “Totalitarismo”soviético, este horrible Leviatándel siglo XX, implosiona sin elmás mínimo derramamiento de sangre.

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insidioso el “t o t a l i t a rismo del gozo” impuesto por las so-ciedades capitalistas occidentales a los individuos atomi-z a d o s. Aquí, sin embarg o, surge un problema: cuando unconcepto significa todo, no significa en realidad nada. Lap é rdida de cualquier anclaje semántico significa la muert ede un concepto. Y esta es probablemente la suerte quet a rde o temprano esperará al “t o t a l i t a ri s m o”.

De momento, sin embarg o, un residuo de significado lequeda adherido: es el incubo del “dominio total”. El incu-bo del poder sin obstáculos, de la violencia salvaje peroo rganizada, del lenguaje al servicio del poder que altera yv u e l ve del revés la realidad, cancelando cualquier distin-ción entre ve rd a d e ro y falso. Aquí reside la perd u ra b l eeficacia propagandística del concepto. Pe ro aquí, iróni-c a m e n t e, el “t o t a l i t a ri s m o” puede rendir un import a n t es e rvicio: el de ayudar a nombrar a los síntomas del “d o-minio total” de nuestro mundo. Ve a m o s.

La violencia salvaje pero organizada típica del podert o t a l i t a rio deja sus huellas inconfundibles en el actual len-guaje de los Se ñ o res de la Gu e r ra estadounidenses. Qu e

e n c u e n t ran una expresión emblemática en las palabras deaquel neoconservador nort e a m e ricano que –en la vísperadel ataque lanzado por las tropas estadounidenses contraFallujah– colocaba el objetivo de “De s t rozar Fa l l u j a h” en elp rimer puesto de un pro g rama político; el hecho de que lohiciese en un artículo titulado: “Va l o res para todo el mun-d o” no es solo un tributo al humor negro, sino un indica-d o r: que señala la adopción de un lenguaje que, como yah i zo el de los nazis, invierte sistemáticamente el significa-do de los términos (cfr. F. Ga f f n e y, artículo de la Na t i o n a lRe v i ew, nov i e m b re 2004). Cuando más tarde –a toro pasa-do– el general de los marines John Sattler afirmó que lao f e n s i va contra Fallujah “ha partido los riñones a los insu-r re c t o s”, no de modo casual utilizó exactamente las mis-mas palabras pronunciadas por Mussolini a propósito deGrecia: he aquí un buen ejemplo de inva riante totalitari a(que no auspicia nada nuevo ) .

Vayamos pues, al lenguaje sometido al poder. El textoclásico a este propósito es el violento panfleto anticomu-nista 1 9 8 4, escrito por el periodista inglés Ge o rge Orwell y

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Isaak Brodsky, Lenin en Smolny, 1930.

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publicado en 1949 (también en este caso con conspicuafinanciación de la CIA; por lo demás, el mismo Orwell eraun espía inglés). Como ha puesto de re l i e ve Ma r í aTu rc h e t t o, si releemos 1 9 8 4 h oy, la encontra remos de sor-p rendente actualidad. Ciert o, hoy no existe un “Mi n i s-t e rio de la Ve rd a d” como el de la Oceanía de Orwell. Po-d e m o s, sin embarg o, consolarnos con el “Su b s e c re t a ri a d op a ra la democracia y los asuntos globales” del De-p a rtamento de Estado de los Estados Un i d o s. En Oc e a n í a“el enemigo contingente encarnaba siempre el mal abso-luto: conseguía que cualquier acuerdo con él fuera impo-s i b l e, tanto en el pasado como en el futuro”. Y eso es loque ha acontecido con Bin Laden y después con Sa d d a m :ambos al principio óptimos aliados y después En e m i g o sAbsolutos de Oc c i d e n t e. Fue esta circunstancia la queh i zo que las pasadas alianzas con ellos fueran ocultadas,negadas y desmentidas. Desde este punto de vista, tam-bién la “mutabilidad del pasado” de Orwell está ya entren o s o t ro s. No menos presente está el “doble pensar”: elslogan orweliano según el cual “la guerra es la paz” es unode los eslóganes fundamentales de Bush a propósito de laa g resión a Iraq; en su pequeño papel, también Fini, cuan-do ha afirmado que los soldados italianos en Iraq han“m u e rto por la paz, ha dado muestras de haberlo asimila-do bien. Además: en Orwell el slogan del partido re c i t atextualmente: “quién controla el pasado, controla el futu-ro”. Quién controla el presente controla el pasado”. Qu i é na l b e rgase dudas sobre la aplicabilidad de este slogan an u e s t ro presente puede ser calurosamente reenviado alas polémicas revisionistas sobre la Re s i s t e n c i a .

C i e rt a m e n t e, se ha di-cho también, que las ma-sas en el libro de Orwe l le ran controladas con ins-t rumentos muy distintosde los que se usan enn u e s t ros días. Baste pen-sar que en el Mi n i s t e ri ode la Ve rdad “una cadenacompleta de depart a-mentos autónomos seocupaba de la litera t u ra ,música, teatro, y dive r-siones de todo génerop a ra el pro l e t a ri a d o. Allíse producían peri ó d i c o s -b a s u ra que contenían só-lo deport e, sucesos de

crónica negra, horóscopos, novelitas rosa, películas lle-nas de sexo y cancioncillas sentimentales” –todas igua-les– “compuestas por una especie de caleidoscopio lla-mado “ve r s i f i c a d o r”. No faltaba una subsección enteradedicada a la producción de material pornográfico “de laespecie más ínfima”. En líneas genera l e s, los pro l e t a ri o sd e s c ritos por Orwell no lo pasaban mucho peor que losn u e s t ros: de hecho “el trabajo pesado, el cuidado de lacasa y de los niños, las fútiles disputas con los ve c i n o s, elc i n e, el fútbol, la cerveza y sobre todo las apuestas, limi-taban su hori zo n t e”. Además “los pro l e t a rios a los cualesla política no interesaba gran cosa, caían peri ó d i c a m e n t ea merced de ataques de patri o t i s m o”, genera d o s por lasbombas que caían sobre la ciudad; tampoco faltabaquien consideraba –aunque se trataba de un absurdo ob-vio– que era el mismo gobierno el que lanzaba esta bom-bas para “mantener a la gente en el miedo”.

El tema de la mentira del enemigo externo es una clási-co de la litera t u ra antitotalitaria, de Orwell en adelante. Elb i ó g rafo de Hi t l e r, Joachim Fest, ha afirmado re c i e n t e-mente (acerca de la Rusia de Stalin) que “un régimen to-t a l i t a rio necesita siempre de un enemigo”. So b re el uso de“ i m a g i n a rias conjuras mundiales” como instrumento dem ovilización y de consenso para los regímenes totalita-rios había insistido también Hannah Arendt. De un modomás general, el tema de la mentira en política le continuói n t e resando después de su obra sobre el totalitari s m o. Y laimpulsó hacia un ulterior paso, del cual quizás no enten-dió lo que implicaba. En Los orígenes del totalitarismohabía examinado cómo los regímenes totalitarios sea r riesgan a sustituir, a través de la mentira sistemática, unve rd a d e ro y propio mundo ficticio por el real. En obra ss u c e s i vas examinó el papel de la “política de imágenes”,con re f e rencia en particular a la de los Estados Unidos enrelación a la guerra de Vietnam: la “ i m a g e n”, constru i d aa rt e ramente por los mass media, es devuelta a la opiniónpública de un país y opera como un sustituto de la re a l i-dad; gracias a la potencia de los medios de comunicaciónde masas, esa imagen puede recibir más legitimidad, porresultar mucho más visible, (o sea más “real) que la re a l i-dad a la que pretende sustituir.

A h o ra, es evidente que entre esta sustitución de la re a-lidad y la que tiene lugar en los “regímenes totalitari o s”no subsiste ninguna diferencia estru c t u ral (se trata, comom á x i m o, de una diferencia de grado: si el control de losmedios de comunicación no es completo la operación desustitución puede fra c a s a r, o no ser conseguida comple-tamente). También por esta vía, por tanto, salta el esque-

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La violencia salva j ep e ro organizada, típica del poder t o t a l i t a ri o, deja sus huellas inconfundibles en el actual lenguaje de los Se ñ o res dela Gu e r ra e s t a d o u n i d e n s e s.

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ma de la irreductibilidad de los fenómenos totalitari o s.En este punto, cualquiera que piense en la cortina de

humo de mentiras y despistes levantados –con la activacomplicidad de los medias– por los Estados Unidos y sus“vo l u n t a ri o s o s” aliados antes y durante la agresión a Ira q,difícilmente se podrá rechazar con desdeño la mord a zdefinición que el sociólogo americano Sheldon Wolin hadado de los Estados Unidos: “To t a l i t a rismo inve rt i d o” –unt o t a l i t a rismo de hecho, cubierto con un lenguaje demo-c r á t i c o. A esta definición se podría si acaso objetar que,e s t ri c t a m e n t e, el lenguaje de cobert u ra “d e m o c r á t i c a”re p resenta una ulterior característica totalitaria. Co nt o d o, estaría fuera de juego quién indentificase en un es-tado –aunque sea un súper-estado en plena deri va auto-ri t a ria como los Estados Unidos– el nuevo sujeto del “d o-minio total”. El poder sin obstáculos hoy reside en otrol u g a r. So b re esto es tiempo de romper decididamente conlas elaboraciones del siglo XX sobre el poder (incluida lade Foucault), todas ellas hipnotizadas por el Estado. Elpoder sin obstáculos, al menos tendencialmente, y el másdenso ahora de hecho, es hoy el de las grandes empre s a smonopolistas transnacionales: las corpora c i o n e s. So nellas las que re p resentan hoy la “institución totalitari a”por excelencia. Tanto hacia el interior como hacia el exte-ri o r. En el interior la tendencia al “dominio total” see x p resa en el autori t a ri s m o, en el control cada vez mástotal sobre los tiempos y los procesos del tra b a j o. En loe x t e rno se traduce ahora no tanto en la persuasión publi-c i t a ria, sino directamente en la construcción del indivi-duo-consumidor (en las tiendas de una cadena de super-m e rcados nort e a m e ricana que vende juguetes los niñosempujan minúsculos carritos con el siguiente cart e l :“Cliente de Toy s’R Us” en adiestra m i e n t o”); y también enla más completa subordinación de cualquier instanciasocial, cultural y ambiental al beneficio de la empre s a .Son especialmente las empresas transnacionales las queevidencian con claridad todas juntas estas cara c t e r í s t i c a s“t o t a l i t a ri a s”.

Tomemos Wa l - Ma rt, la cadena mundial de superm e r-cados radicada en los Estados Un i d o s. Solamente en losúltimos meses, se ha producido lo sigue: prohibición dela actividad sindical en los superm e rcados del gru p o,miles de infracciones a la norm a t i va del tra b a j o, discri m i-naciones en los conflictos con las mujeres tra b a j a d o ra s,explotación de los inmigrantes clandestinos, explotaciónde las minorías (y borrón y cuenta nueva sobre el asuntog racias a un acuerdo secreto con el ministerio de tra b a j ode Estados Unidos), horas extra o rd i n a rias no pagadas,

p ropuesta de intro d u-cir pruebas físicas tam-bién para los cajero s( p a ra seleccionar em-pleados con buena sa-lud), prohibición delf l i rteo en el lugar det ra b a j o. En el frente ex-t e rn o, el poder del mo-nopolio de Wa l - Ma rt ,que puede fijar los pre-cios pagados a los pro-ve e d o re s, y que es lacausa del hundimientode numerosas empre-sas prove e d o ra s, y tam-bién la causa de los ba-jos salarios en China (el10% de las import a c i o-nes Chinas en USA, igual a 12 millardos de dólare s, estánd i rigidas a sus superm e rcados); por cuanto se re f i e re alrespeto de las tradiciones cultura l e s, ha desatado escán-dalo la construcción de un superm e rcado en el mismoc e n t ro de la zona arqueológica de Teotihuacán en México(donde Wa l - Ma rt tiene ya 657 superm e rc a d o s ) .

Las grandes corporaciones son hoy el ve rd a d e ro lugarde origen, y el ve rd a d e ro sujeto, del “dominio total”. Ene s p e ra de que los “c a z a d o res de totalitari s m o s” se dencuenta de ello, muchos escri t o res ya lo han hecho. En losúltimos años han aparecido diversas obras sobre estetema: entre otras 99 fra n c o s de F. Be i g b e d e r, Pro f i t de R.Mo rgan, Gl o b a l i a de J.C. Rufin, L o g o l a n d de M. Ba r ry, o ElCa p i t a l de S. Osmont. En una recensión colectiva de algu-nos de estos libro s, aparecida en el por encima de todasospecha Ha n d e l s b l a t t, se lee entre otras cosas: “E s t o sl i b ros están unidos por una visión horripilante de la re a-lidad. La política ha abdicado. El puesto del Estado hasido sustituido por el de las grandes multinacionales, tani n e xo rable como totalitari o”.

Y en las grandes corporaciones es donde hoy se encar-na ese “poder total del capital” del cual Ho rkheimer yAd o rno hablaban en una famosa página de la Di a l é c t i c adel Il u m i n i s m o. La criminalización, con la acusación de“t o t a l i t a ri s m o”, de las posiciones de crítica social y de lasrelaciones de propiedad sirve justamente para re f o rzar yperpetuar este poder ■

Traducción de Ca rlos Gu t i é r re z

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Vu e l ven a e n c o n t ra r s e,

malamente e m b e l l e c i d o s, todoslos elementos de la

ideología nazi: ra c i s m o, xenofobia,

mitos de sangre yt e r ri t o rio; y, sobre

t o d o, el anticomunismo

v i s c e ra l ..