tomás ibañez - anarquismo en movimiento

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    Toms Ibez

    Anarquismo enmovimiento

    Anarquismo, neoanarquismo ypostanarquismo

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    Correccin: Victoria Beiras del CarrilDiseo: Diego PujalteImagen de tapa: Cacacazzo, de Enrico Baj, 1978.

    ISBN 978-987-1523-21-4

    La reproduccin de este libro, a travs de medios pticos,electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotocopias, estpermitida y alentada por los editores.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en la Argentina / Printed in Argentina

    Libros de AnarresAv. Rivadavia 3972 C.P. 1204AAR

    Buenos Aires / R. ArgentinaTel.: 4981-0288

    [email protected]

    Ibez, Toms Anarquismo en movimiento: anarquismo, neoanarquismo ypostanarquismo. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires:

    Libros de Anarres, 2014. 144 p.; 20x12 cm.

    ISBN 978-987-1523-21-4

    1. Ideologas Polticas. 2. Anarquismo. I. Ttulo CDD 320.57

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    A la memoria de Eduardo Bisso

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    Un anarquismo vivienteMartn Albornoz

    Hay un cuento de G. K. Chesterton que en mi opinintodos los anarquistas deberan leer. Su lectura, segn se pre-fiera, podra funcionar como simple juego o como puesta aprueba y umbral mnimo de sensibilidad libertaria. Se titulaConversin de un anarquista y narra la historia del ca-samiento de lady Joan Garnet y el crata escocs AndrewHome. Este ltimo, nos informa Chesterton, es un anarquis-ta convencido que miraba la Nada desde todos los puntosde vista posibles; divida la Nada en secciones que a conti-nuacin volva a combinar en sistemas; distingua una clasede Nada de otra clase de Nada, y despus demostraba quela diferencia se reduca a Nada1. La cuestin es que inicial-mente, para escndalo de la sociedad de su tiempo, este anar-quista ontolgico puso como condicin para consumar su

    matrimonio no hacerlo por la iglesia, aunque finalmente aslo hizo, esta vez para escndalo de sus compaeros bohemiosy anarquistas. Qu es lo que medi entre la negacin pri-mera y la afirmacin posterior? Das antes de casarse, lady

    Joan y Home, fueron a una tertulia en el Liberty Hall, el Clubde todas las opiniones, un mbito de sociabilidad libertarioen el cual poda decirse cualquier cosa, sostenerse cualquier

    teora, afirmarse cualquier idea por nfima y caprichosa quefuera. No haba posibilidad de horrorizar a nadie. Poniendoa prueba la calidad de esa apertura, presuntamente dispues-ta a escuchar y abrazar hasta la ms curiosa manifestacinpersonal, el anarquista toma la decisin, en nombre de larazonabilidad, de defender irnicamente algo indefendible:la bondad de juramentar postrado frente al altar y al curael amor eterno. Al ver que escandalizados los miembros delLiberty Hall le cerraban sus puertas, Home se retira triun-fante por haber descubierto el lmite de lo ilimitado, esto es:el lmite del anarquismo y de lo que los anarquistas estabandispuestos a problematizar o aceptar.

    1 G. K. Chesterton, Conversin de un anarquista, enFbulas y cuentos,Madrid, Valdemar, 2009, pginas 165-177.

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    Por conmovedores y ejemplares que puedan resultar los distin-tos acontecimientos y procesos que fueron jalonando la vida delanarquismo, no sera extrao sentir cierto efecto de inmovilidadfrente al recitado de los logros del gremialismo anarquista de

    hace ms de cien aos, los actos de vindicacin de la dcada de1910, la glorificacin de las versiones ms espectaculares, y porende ms aptas para consumo, del anarco-terrorismo de la d-cada del veinte y los escasos momentos de visibilidad que tuvoa partir de la dcada del treinta del siglo xx. El peligro de eserespeto por la historia es el de reemplazar la vitalidad libertariapor un relato solemne y carente de auto-irona cuyo peor resul-

    tado es el de mostrar un anarquismo clausurado que marca elpaso, que busca el unsono, cuando su verdadera apuesta, laverdaderamente antiestatal, debera ser forzar la multiplicacinde los puntos de vista.

    En el mismo sentido son escasas las reconsideraciones pro-fundas sobre las ideas clsicas del movimiento o sobre las cate-goras nodales que vertebraron su arsenal terico pretrito. Elresultado: fetiche del Estado, fetiche de la Revolucin, fetichedel Sujeto, fetiche de la Violencia, fetiche de la Accin, fetichedel Antitesmo, fetiche de la Organizacin y como hemos visto,fetiche de la Historia. As visto, el anarquismo puede devenir,en el mejor de los casos, en un mantra apenas murmurado porentendidos, un recitado de ideas y aprioris que apuestan concierta ingenuidad a volver transparente una realidad social ycultural constitutivamente cambiante y elusiva. El movimiento

    libertario, que se hizo potente en la elasticidad tctica y la fle-xibilidad terica, en lo mltiple de su interpelacin, se trastocargido y desprovisto de sus propios elementos: el dinamismo, laheterogeneidad, la imaginacin, la fluctuacin y la deriva. Final-mente, se tratara en esta versin de una tradicin que se sustraea las consecuencias de su propia forma de concebir el problemadel poder, los modos de vivir, la jerarqua, la dominacin, la

    libertad y la crtica.Frente a esta situacin, en la dcada del ochenta, Bob Blackplante que el principal estorbo para el anarquismo eran lospropios anarquistas. En esa misma lnea, Hakim Bey, aos mstarde denunciaba el desacople entre el movimiento libertarioy los problemas de su tiempo: entre el Pasado trgico y el

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    Con delicadeza y cuidado, con el deseo de no herir ningunasusceptibilidad, con atenciones a todas las lneas existentes den-tro de la rbita libertaria desde los insurreccionalistas hastalos ms afectos a la pulsin sindical Ibez asume los riesgos

    de su empresa, la cual por su propia lgica, slo puede ser in-clusiva. Suturando la divisin trazada por Murray Boockchinentre anarquismo como estilo de vida y accin colectiva,promueve la discusin, el reacomodamiento de las posturas, in-corporando tanto las derivas personales como las experienciascomunitarias.

    Finalmente, de la lectura del libro de Ibez no se extrae

    la conclusin de que sea indispensable hacer tabula rasa de lahistoria del anarquismo. Ms bien, son sus palabras, la pro-puesta es reinventarla y reencontrarla. A la manera de Landauercuando sostena que el pasado era una forma tambin en mo-vimiento: el pasado no es algo acabado, sino un ente sujeto aldevenir... Tambin el pasado es futuro, que con nuestra marchaadelante deviene5. Quizs al final de la lectura, un tanto msdescentrados, podamos rernos con tranquilidad y sin culpa delcuento de Chesterton.

    5 Gustav Landauer, La revolucin, Barcelona, Tusquets, 1977, p. 46.

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    Prembulo

    S! El anarquismo est en movimiento y lo est incluso, porpartida doble.

    Por una parte, se ha lanzado hacia una dinmica de reno-vacin que lo hace moverse a un ritmo que no conoca desdehaca mucho tiempo y que se traduce, entre otras cosas, en unaampliacin considerable de sus lneas y de sus temas de inter-vencin, en la fuerte diversificacin de las formas que toma, y enel considerable incremento de sus publicaciones.

    Por otra parte, los cambios sociales, culturales, polticosy tecnolgicos que se han producido estas ltimas dcadas loespolean con vigor y lo impulsan a una rpida expansin endistintas zonas del mundo. Los smbolos anarquistas surgen enlas ms recnditas regiones del globo; las acciones anarquistassaltan a las noticias, all donde menos se las espera y los movi-mientos anarquistas, cuya magnitud resulta a veces sorpren-

    dente, agitan mltiples reas geogrficas.Deberamos alegrarnos? S, por supuesto! Porque, patrio-tismo de campanario aparte, lo que es bueno para el anarquismotambin es bueno para todas las personas que, habiendo odohablar de anarquismo o no, sabiendo o no lo que significa ycompartiendo o no sus principios, sufren en sus carnes la domi-nacin y la explotacin y, en algunos casos, acarician sueos de

    revueltas y de insumisin. Salpicar con un poco ms de anar-quismo la realidad social y poltica no puede sino contrariar labuena marcha de la opresin y de la injusticia.

    Augura esta fuerte expansin del anarquismo el cercanoadvenimiento de una sociedad ms libertaria y ms igualita-ria o anuncia, cuando menos, algunas transformaciones socia-les de gran magnitud? Frente a estas preguntas la respuestaslo puede ser:Ni por asomo! Ya hemos superado la edad de

    creer en los cuentos de hadas y sabemos perfectamente que,aun en el supuesto de que el nmero de personas alcanzadaspor la influencia del anarquismo experimentase un incre-mento extraordinario, seguira representando una poblacinde dimensiones liliputienses. Demasiado insignificante frentea los ms de siete mil millones de seres humanos de todas las

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    condiciones y creencias que habitan el planeta y de los quecabe pensar que gran parte preferiran, mal que nos pese, otrossistemas de valores y otros modos de vida que los que nosparecen tan deseables.

    No obstante, una vez que los cantos de sirena que anunciabanamaneceres radiantes se han extinguido y que las esperanzas esca-tolgicas han sido encerradas en el bal de las antiguas ilusionesengaosas, an nos queda que el actual resurgir del anarquismoes portador de excelentes perspectivas para todas las prcticas deresistencia, de subversin y de insumisin que se enfrentan a lasimposiciones del sistema social vigente. La expansin del anar-

    quismo abre, en efecto, la posibilidad de multiplicar y de intensifi-car las luchas contra los dispositivos de dominacin, de poner msa menudo en jaque los ataques a la dignidad y a las condiciones devida de las personas, de subvertir las relaciones sociales moldeadaspor la lgica mercantilista, de arrancar espacios para vivir deotro modo, de transformar nuestras subjetividades, de disminuirlas desigualdades sociales y de ampliar el espacio abierto al ejerci-cio de las prcticas de libertad.

    Y todo esto, no para maana o pasado maana; no paradespus del gran estallido que todo lo cambiar, sino para hoymismo, en el da a da, en lo cotidiano. Porque es en el aqu yahora donde se lleva a cabo la nica revolucin que existe y quese vive realmente, en nuestras prcticas, en nuestras luchas y ennuestro modo de ser. Aqu y ahora, como ya lo indicaba GustavLandauer cuando deca que el anarquismo no es una cosa del

    futuro sino del presente.Hacer mella en la realidad donde vivimos, aunque no sea

    sobre su totalidad, aunque slo sea de forma fragmentaria. Peroincidir, finalmente, en ella despus de tanto tiempo vindoladeslizarse como arena entre nuestros dedos y transformar asel presente, de modo parcelario, sin duda, pero radical. Aquest lo que la puesta en movimiento del anarquismo nos ofrece

    hoy. Y esto, no lo dudemos ni un minuto, dista mucho de serpoca cosa, sobre todo cuando constatamos que los principios,las prcticas y las realizaciones que caracterizan el anarquismoson reinventadas, reivindicadas y desplegadas por colectivos ypor personas que no provienen necesariamente de los mediosque se definen explcitamente como anarquistas.

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    Es a un breve paseo por tierras del resurgir y de la reno-vacin del anarquismo que os convido aqu, esperando comohace cualquiera que elabora un texto ser capaz de despertarvuestro inters y de conservar vuestra compaa hasta el final

    del recorrido, aunque el sendero que he tomado, o mi modo deseguirlo, no sean necesariamente los ms apropiados.

    He aligerado considerablemente el cuerpo principal deltexto, ubicando el desarrollo de ciertos temas en unas aden-das finales. Se trata de cuestiones que, a mis ojos, revistenuna importancia indudable pero, cuyo anlisis detallado, noresulta imprescindible para seguir el argumento principal del

    libro y que, por lo tanto, pueden no ser consultadas sino porquienes deseen profundizar ms especficamente en ellos. Lastres adendas que he incorporado versan sobre la cuestin de lamodernidad y de la postmodernidad, sobre el postestructura-lismo y sobre el relativismo.

    Finalmente, debo formular dos precisiones relativas a labibliografa. Las referencias bibliografas se ordenan, habitual-mente, por orden alfabtico de los autores y es efectivamenteas como se presenta la bibliografa general al final del libro.No obstante, para el tema especfico del postanarquismo, meha parecido ms til presentarla ordenada cronolgicamente yhacerla figurar al final del captulo dedicado a este tema.

    La segunda precisin es que para redactar este libro he recu-rrido, a veces de forma literal, a varios de mis textos publicadosen otros lugares y en otros momentos. Es por ello que me ha

    parecido conveniente hacer figurar, separadamente de la biblio-grafa general, aquellas de mis publicaciones libertarias que heutilizado para este libro, o que guardan una relacin bastantedirecta con l.

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    I. El impetuoso resurgir del anarquismoen el comienzo del siglo XXI

    Bajo la mirada incrdula de quienes lo haban encerradodesde hace mucho tiempo en las mazmorras de la historia y antela sorpresa de muchos, por no decir de todo el mundo, el anar-quismo viene experimentando desde el comienzo del siglo xxiun impulso impresionante que se manifiesta en varias regionesdel globo. Al margen de que esto nos preocupe o de que nosalegre, no cabe sino constatar que el anarquismo vuelve a ocu-par un lugar significativo en la escena poltica y que est en elproceso de reinventarse en el triple plano de sus prcticas, de suteora y de su difusin social.

    Cuando surge un acontecimiento inesperado es fcil decla-rar, a posteriori, que su mera ocurrencia es la prueba de quetena que haberse producido y que cualquiera habra podidoanticiparlo si hubiese dispuesto de la suficiente informacin. Por

    supuesto, este no es generalmente el caso y, con respecto alanarquismo, est claro que su regreso a la escena poda muybien no haberse producido. Ninguna necesidad histrica presidesu resurgimiento, como tampoco torna ineluctable cualquierotro fenmeno social. Nada est escrito desde siempre y parasiempre y esto es una gran suerte, porque resulta que la posibi-lidad misma de la libertad es a este precio. Contra las imgenes

    idealizadas debemos reconocer que si la anarqua formase partede las aspiraciones ms profundas del ser humano, si estuvieseinscrita de alguna forma en la naturaleza humana o, tambin,si la humanidad caminase necesariamente hacia un horizontede anarqua a pesar de las zancadillas de la historia, quedarabien poco espacio para la idea de libertad, lo que no dejara deser bastante paradjico. Castoriadis lo vio con claridad: o bienlo social-histrico es abierto y permite la creatividad radical, obien nos vemos condenados a repetir indefinidamente lo queya existe. Hay que elegir, por lo tanto, entre, por una parte,una concepcin de la realidad histrica que privilegia la posibi-lidad de la libertad, aunque eso ponga en riesgo la perennidaddel anarquismo y, por otra parte, una concepcin de esa reali-dad que puede garantizar, eventualmente, la permanencia de un

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    anarquismo que estara preinscrito en su seno, pero que recortaconsiderablemente el campo de la libertad.

    El hecho de no suscribir las concepciones teleolgicas de lahistoria y de recusar todo determinismo histrico estricto no

    nos impide investigar y analizar las razones por las cuales elanarquismo vuelve a cabalgar. Son precisamente estas razoneslas que este libro pretende contribuir a aclarar.

    Precisemos, en cualquier caso, que no es nicamente unapreocupacin dilucidadora y explicativa la que da origen a esteensayo. En efecto, no se trata tan slo de dar cuentadel anar-quismo tal y como lo viene dibujando su actual resurgimiento

    sino de contribuir a impulsar su renovacin en el plano de susprcticas y de su pensamiento. Se trata, pues, de un libro que notiene un propsito puramente descriptivo, sino que est poltica-mente comprometido a favor de las nuevas maneras de concebiry de practicar el anarquismo. Unas nuevas formas que parecentener un engarce ms directo con la realidad actual y que sehallan en mejor posicin para expandir la influencia de las ideaslibertarias. No porque esta expansin sea buena en s misma nideba ser perseguida por s misma, sino porque slo puede tenerconsecuencias benficas para las vctimas de la dominacin y dela explotacin.

    He guerreado durante cierto tiempo contra los guardianesdel templo.Es decir, contra los que queran preservar el anar-quismo en la forma exacta en la que lo haban heredado, ariesgo de asfixiarlo y de impedir que evolucionase. Es, pues, de

    tiempo atrs que datan mis llamamientos a un anarquismodispuesto a poner constantemente en peligro sus propios fun-damentos, dirigiendo hacia s mismo la ms irreverente de lasmiradas crticas. Estas exhortaciones, que no se sublevabantanto contra el anarquismo clsico como contra su fosiliza-cin en manos de los vigilantes de la ortodoxia, me parecannecesarias en cierta poca, pero han dejado de serlo hoy en da.

    En efecto, la exuberante vitalidad del anarquismo ha barridoa quienes, rebosantes de amor hacia l, pretendan embalsa-marlo para preservarlo mejor. Los guardianes del templo siguenexistiendo, por supuesto, pero slo pueden librar combates deretaguardia y parece intil y poco interesante desarrollar un dis-curso crtico contra su estrecha y vetusta concepcin. De lo que

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    se trata ahora es de contribuir a impulsar el nuevo anarquismoque se est desarrollando, bajo nuestra mirada, de manera fron-dosa. Lo que importa es ayudar a reformularlo en el marco dela poca actual, sin detenerse a criticar tal o cual aspecto de las

    concepciones caducas.Decir que el anarquismo est resurgiendo en la actualidad

    es afirmar, simultneamente, que se encontraba ms o menosdesaparecidodesde haca algn tiempo. Asimismo, cuando seconstata que se est reinventando se sugiere, anlogamente, queno se trata de una mera reproduccindel anarquismo anterior-mente existente, sino que incorpora algunos aspectos innovado-

    res. Aunque no se trata aqu de exponer su pasado, la referenciaal eventual eclipse del anarquismoy a su supuesta retirada de laescena poltica nos obliga a echar un brevsimo vistazo sobre suhistoria para comprobar si esto fue efectivamente as. Pero, pre-viamente, creo que es til reflexionar sobre dos escenarios te-ricos donde la cuestin de un eventual eclipse del anarquismoni siquiera se plantea y donde resultara, por consiguiente,totalmente incongruente hablar de su resurgimiento en la pocaactual.

    1. Anarqua versusanarquismo: una dicotoma dudosa

    El primer escenario se presenta cuando se toma como refe-rencia la anarqua, ms que el anarquismo, y se la define comocierto estado de las cosasque existira en el seno de tal o cualmbito de la realidad. Un estado de las cosascuya caracters-tica definitoria consistira en excluir la dominacin y donde ladiversidad y la singularidad podran manifestarse libremente.En efecto, la anarqua, tomada como una entidad ontolgi-camente distinguible, puede ser considerada como una de lasmltiples modalidades posibles de la realidad. Y se puede argu-

    mentar, por ejemplo, en un tono bakuninista, que la propia vidabiolgica slo puede desarrollarse porque convoca condicionesde libre manifestacin de la diversidad, de la pluralidad, inclusode la combinacin de elementos contradictorios y porque escapaz de romper las constricciones que pugnan por reprimir sulibre expresin y la manifestacin de su diversidad. As, ciertos

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    aspectos de lo viviente exigiran encontrarse en un estado deanarquapara poder existir. En este sentido, la anarqua estaradirectamente inscrita en la vida, as como en otros mbitos dela realidad, lo que hace que no desaparezca nunca totalmente;

    sobre todo, si lejos de hacer de ella un estado de las cosas queslo se expresa en trminos de todo o nada se considera, demodo gradualista, que ciertos segmentos de la realidad compor-tan mayores o menores grados de anarqua.

    Ningn inconveniente, pues, en hablar de la anarqua comode un cierto estado de las cosas, como cierta modalidad de larealidad que resulta intensamente deseable para los anarquistas

    y hacia la cual les gustara avanzar tan rpidamente como fueseposible. Sin embargo, lo que no es admisible es que anclemosesa realidad sobre presupuestos esencialistas aunque, cierta-mente, estos excluiran cualquier posibilidad de una eventualdesaparicin de la anarqua. Incluso, esta podra seguir exis-tiendo aunque no se manifestase lo ms mnimo.

    Pensar la anarqua como una entidad ontolgica, como unestado de cosas que existe realmente, no excluye que ese estadode cosas sea contingenteantes que necesario, que dependa decircunstancias variables que condicionan su existencia y quepueda, por consiguiente, sufrir eclipses e, incluso, una desapa-ricin definitiva. La anarqua, considerada como una entidadontolgica diferenciada, no goza de una existencia en s, sinoque slo accede a la existencia en base a una actividad, necesa-riamente humana, que construye una determinada conceptuali-

    zacin de la anarqua.En efecto, contra el dogma esencialista hay que admitir que,

    en la medida en queel ser no excede el conjunto de sus formas deexistencia,no hay al lado o adems de sus formas de existenciaalgo que serasu esencia.En este sentido, la anarqua no puedeser esto o aquello en s, sino que es el producto circunstancial deun conjunto de relaciones y slo adquiere sentido en el contexto

    de una cultura, de una sociedad y de una poca determinada.Ms precisamente, el contexto en el cual la anarqua tiene sen-tido, por antinomia, es un contexto de dominacin, experimen-tado como tal por las personas que viven en dicho contexto.

    Esto significa que, genealgicamente, para que la anarquaacceda a la existencia, para que se construya como una entidad

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    Si he dedicado tanto espacio a la discusin del concepto deanarqua es, en parte, porque ciertos sectores del movimientoanarquista, influidos, tal vez, por el pensamiento de HakimBey sobre quien volveremos ms adelante conceden actual-

    mente una importancia decisiva a este concepto que oponenal de anarquismo. El anarquismo sera el lado oscuro de laanarqua, sera lo que la pervertira y la negara en la prc-tica. Frente a esta manera de presentar las cosas, es preciso vercon claridad que anarqua y anarquismo son dos elementosdel todo indisociables, ya que ninguno de ellos puede existirsin el otro.

    2. Movimiento anarquista y teora anarquista

    El segundo escenario donde un eventual eclipse del anar-quismo constituira un sinsentido se presenta cuando, despusde haber separado el anarquismo en tanto que movimiento, por

    un lado, y el anarquismo como contenido terico, por el otro,ciertos pensadores y propagandistas anarquistas, tales comoKropotkin por ejemplo, atribuyen al anarquismo una existenciamilenaria so pretexto de que ciertos elementos conceptuales oaxiolgicos que lo caracterizan ya se hallaran esbozados o for-mulados desde la ms remota antigedad. Est claro que, si seadopta este punto de vista, se torna difcil hablar de un eventual

    eclipse del anarquismo que precedera su actual reaparicin, yaque siempre se pueden descubrir rastros conceptuales del anar-quismo en buen nmero de culturas tan remotamente como seretroceda en el tiempo.

    En efecto, si el anarquismo nos acompaa prcticamente alo largo de la historia de la humanidad porque est inscrito,por as decirlo, en la condicin humana, la eventualidad de sudesaparicin constituye una aberracin. En cambio, si fundimosen un todo inseparable, el anarquismo como corpus terico yel anarquismo como movimiento social esa posibilidad se haceevidente porque la anarqua requiere precisamente de ese corpusterico para existir.

    Lo que va a constituir poco a poco el pensamiento anar-quista y lo que va a establecerlo como un pensamiento poltico

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    diferenciado que se reconocer, a partir de cierto momento y noantes, bajo la denominacin de anarquismo, no es separablede un pensamiento social que se fragua en el seno de condicio-nes polticas, econmicas, culturales y sociales, muy determi-

    nadas, y a partir de luchas sociales muy precisas. No hay anar-quismo sin el desarrollo del capitalismo; no hay anarquismo sinlos anlisis elaborados, por ejemplo, por Proudhon acerca delas condiciones sociales creadas por la implantacin del capita-lismo y no hay anarquismo sin las luchas contra la explotacinllevadas a cabo por los trabajadores, ya sean obreros, artesanoso campesinos.

    Se evidencia, entonces, que el anarquismo no se constituye,en Europa, en tanto que pensamiento poltico diferenciado y,simultneamente, en tanto que movimiento social significativo,sino hasta la segunda mitad del siglo xix, originando al mismotiempo el concepto anarquista de anarqua. Nada de anar-quismo, ni de anarqua con anterioridad, por mucho que ciertosprecursores anticiparon algunos de sus elementos conceptuales,por mucho que la historia social albergue reivindicaciones ymanifestaciones que ste podra hacer suyas y, por mucho que,a la luz del anarquismo una vez constituido como tal, se puedaobservar en ciertas culturas unas modalidades de organizaciny de vida parecidas a las que promueve el anarquismo, comobien lo pone de manifiesto el auge actual de la antropologaanarquista.

    Una vez cerrada esta reflexin previa sobre unos escenarios

    tericos que, de ser aceptados, invalidaran la posibilidad deuna desaparicin, incluso momentnea, del binomio anarqua/anarquismo, nos vamos a detener muy brevemente sobre la his-toria del anarquismo. De hecho, ni siquiera vamos a sobrevolaruna historia, tan rica y tan agitada, que ya ha llenado miles depginas y que continuar llenando muchos miles ms. Dedicarletan slo algunos prrafos como voy a hacerlo aqu sera algo as

    como un agravio a esta historia si no puntualizase inmediata-mente que mi propsito no es el de dar a conocer la historia delanarquismo abundan excelentes libros al respeto sino tan sloel de ilustrar las razones por las cuales el anarquismo se eclipsdurante algunas dcadas.

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    3. Breves consideraciones histricas

    Hubo primeramente, al calor de la Revolucin Francesa de1848, los escritos de Joseph Djacque, de Anselme Bellegarrigue,

    y, sobre todo, de Pierre-Joseph Proudhon, que marcaron loscomienzos de un pensamiento poltico que se identificaba a smismo como pensamiento anarquista. Despus, con el impulsode la industrializacin y del movimiento obrero (creacin de laAsociacin Internacional de los Trabajadores AIT en 1864), elpensamiento anarquista y el movimiento anarquista se desarro-llaron simultneamente a travs de una serie de luchas y de acon-

    tecimientos entre los que destacan, sin duda, la Comuna de Parsen 1871 y el Congreso de Saint Imier en 1872. Los nombres deBakunin, de Guillaume, de Kropotkin, de Reclus, de Malatesta,de Anselmo Lorenzo y de Ricardo Mella, entre otros, han que-dado estrechamente asociados a la creciente relevancia de un pen-samiento y de una actividad que se ubicaran en la escena polticay social como un fenmeno realmente significativo y de entidad

    en las ltimas dcadas del sigloxix

    y las primeras del sigloxx

    ,hasta culminar, finalmente, en la Revolucin Espaola de 1936.El anarquismo fue a lo largo de esos aos un pensamiento

    vivo. Es decir, un pensamiento en continua formacin, en evo-lucin, en smosis con la realidad social y cultural de la poca,capaz de enriquecerse y de modificarse en contacto con el mundoen el cual se inserta, a travs de las experiencias que desarrolla,gracias a las luchas en las que participa y a su absorcin de una

    parte de los conocimientos que se elaboran y que circulan ensu entorno. El movimiento anarquista que alimenta este pen-samiento al tiempo que se nutre de l, tambin es capaz deincidir sobre la realidad, de producir determinados efectos ensu seno y de ejercer una influencia que llegar a ser notableen varios pases de Europa tales como Espaa, Italia, Francia,Alemania, Inglaterra, Rusia o Ucrania, as como en varios

    pases latinoamericanos Argentina, Mxico y Brasil, entreellos e, incluso en los Estados Unidos de Amrica.Despus de haber manifestado una apreciable vitalidad

    durante cerca de un siglo grosso modoentre 1860 y 1940, osea unos 80 aos el anarquismo se repleg,se contrajo, y des-apareciprcticamente de la escena poltica mundial y de las

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    luchas sociales durante varias dcadas, emprendiendo una largatravesa del desiertoque algunos aprovecharon para extendersu certificado de defuncin, y para hablar de l como de unaideologa obsoletaque tan slo perteneca al pasado.

    El hecho es que, tras la trgica derrota de la RevolucinEspaola en 1939, si se hace excepcin de la presencia libertariaen la lucha antifranquista, de la participacin de los anarquistasen la resistencia antifascista en algunas regiones de Italia durantela Segunda Guerra Mundial o de la activa participacin de losanarquistas de Gran Bretaa en las campaas para el desarmenuclear a finales de los aos 1950 y comienzo de los aos 1960

    o, tambin, de cierta implantacin en Suecia y en la Argentina,por ejemplo, el anarquismo permaneci llamativamente ausentede las luchas sociales que marcaron los treinta aos siguientesen los diversos pases del mundo, limitndose en el mejor de loscasos a una presencia residual y testimonial. Marginado de lasluchas, no consiguiendo reanudar vnculos con la realidad socialy reinsertarse en la conflictividad poltica, el anarquismo perdatoda posibilidad de reactualizarse y de evolucionar.

    En estas condiciones desfavorables el anarquismo tuvo ten-dencia a replegarse sobre s mismo, a dogmatizarse, a momifi-carse, a rumiar su glorioso pasado y a desarrollar potentes refle-jos de autopreservacin. La predominancia del culto a la memo-ria sobre la voluntad de renovacin lo condujo, poco a poco, ahacerse conservador, a defender celosamente su patrimonio y aencerrarse en el crculo esterilizante de la mera repeticin.

    Es un poco como si el anarquismo, a falta de ser practicadoregularmente en las luchas contra la dominacin, se hubiese trans-formado, paulatinamente, en el equivalente poltico de una len-

    gua muerta. Es decir, de un idioma cuya falta de uso popular hacortado con la realidad compleja y cambiante en la que se mova,tornndose as estril, incapaz de evolucionar, de enriquecerse,de ser til para aprehender una realidad movediza y para incidir

    sobre ella. Una lengua que no se usa es, tan slo, una reliquia enlugar de ser un instrumento; es un fsil en lugar de ser un cuerpovivo y es una imagen fija en lugar de ser una pelcula en movi-miento. Como si se hubiese convertido en una lengua muerta, elanarquismo se haba fosilizado desde principios de los aos 1940,hasta casi el final de los aos 1960. Esta especie de suspensin de

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    sus funciones vitales se produjo por una razn sobre la que nocesar de insistir y que no es otra que la siguiente: el anarquismose forja constantemente en las prcticas de lucha contra la domi-nacin; fuera de ellas, se marchita y periclita.

    Colocado en el trance de no poder evolucionar, el anarquismodejaba de ser propiamente anarquismo y pasaba a ser cualquierotra cosa. Esto no encierra ningn misterio, no se trata de alqui-mia ni de transmutacin de los cuerpos sino, simplemente, deque, si como lo pretendo, lo propio del anarquismo radica enser constitutivamente cambiante, entonces la ausencia de cam-bio significaba, lisa y llanamente, que ya no poda tratarse de

    anarquismo.

    4. El resurgir del anarquismo

    Habr que esperar el final de los aos 1960 con los gran-des movimientos de oposicin a la Guerra de Vietnam, con la

    incesante agitacin en diversos campus de los Estados Unidos,de Alemania, de Italia o de Francia; con el desarrollo, en unaparte de la juventud, de actitudes inconformistas, sentimientosde rebelin contra la autoridad y de reto hacia las convencionessociales y, finalmente, habr que esperar a la fabulosa explosinde Mayo del 68 en Francia para que comenzase a despuntar unanueva etapa de florecimiento anarquista.

    Por supuesto, aunque resonaron en su seno fuertes tonalida-des libertarias Mayo del 68 no fue anarquista pero inaugur, sinembargo, una nueva radicalidad poltica que sintonizaba con latozuda obsesin del anarquismo de no reducir al solo mbito dela economa y de las relaciones de produccin la lucha contralos dispositivos de dominacin, contra las prcticas de exclusino contra los efectos de estigmatizacin y de discriminacin.

    Lo que tambin inaugur Mayo del 68 aunque no alcanz

    su pleno desarrollo hasta despus de las luchas de Seattle en1999 fue una forma de anarquismo que, por mi parte, deno-minoel anarquismo extramurosporque desarrolla unas prc-ticas y unos valores indudablemente anarquistas desde fuera delos movimientos especficamente anarquistas y al margen decualquier referencia explcita al anarquismo.

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    Esta abundante presencia del anarquismo en el mundo uni-versitario no puede sino dejarnos completamente atnitos aquienes tuvimos la experiencia de su absoluta inexistencia en elseno de las instituciones acadmicas durante el largo invierno

    que represent la hegemona marxista que sucedi a la hege-mona conservadora, o coexisti a veces con ella, sobre todo enpases como Francia o Italia. En verdad, el panorama que se hadibujado en pocos aos era del todo inimaginable, incluso enfechas tan cercanas como las de finales de los aos 1990.

    Sealemos finalmente, que entre Mayo del 68 y las manifesta-

    ciones de los aos 2000, el anarquismo manifest un rebrote devitalidad en varias ocasiones, sobre todo en Espaa. En los aos1976-1978, la extraordinaria efervescencia libertaria que siguila muerte de Franco nos dej totalmente estupefactos, tanto msestupefactos cuanto ms estrechamente relacionados habamosestado con la frgil realidad del anarquismo espaol en los lti-mos aos del franquismo. Una efervescencia que fue capaz dereunir en 1977 unos cien mil participantes durante el mitin de laCNT en Barcelona y que permiti congregar durante ese mismoao a miles de anarquistas que acudieron de todos los pases paraparticipar en las Jornadas Libertarias en esa misma ciudad. Unavitalidad que se manifest tambin en Venecia, en septiembre de1984, donde se reunieron miles de anarquistas venidos de todaspartes, sin olvidar tampoco el gran encuentro internacional cele-brado en Barcelona en septiembre-octubre de 1993.

    Muchos fueron los eventos a los que afluyeron anarquistas enun nmero del todo inimaginable antes del estallido de los aconte-cimientos de Mayo del 68. De hecho, el resurgir del anarquismo noha cesado de hacernos saltar, por as decirlo, de sorpresa en sorpresa.Mayo del 68 fue una sorpresa para todo el mundo, incluidos, porsupuesto, los escasos anarquistas que deambulbamos poco antespor las calles de Pars. La Espaa del inmediato postfranquismo fue

    otra sorpresa, sobre todo para los pocos anarquistas que todavaluchaban durante los ltimos aos de la dictadura. La efervescenciaanarquista de los aos 2000 constituye, finalmente, una tercera sor-presa que no tiene nada que envidiar a las precedentes.

    Cmo ser, pues, esa cuarta sorpresa que, sin duda, nosreserva el inmediato porvenir?

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    II. La forma que toma el resurgir delanarquismo: el neoanarquismo

    Es bastante obvio que el tipo de anarquismo que se fuecreando paulatinamente despus de Mayo del 68 y que tomun impulso repentino a principio de los aos 2000, marcuna inflexin respecto a tal y como exista hasta entonces.Parafraseando al poeta Paul Verlaine, se podra decir que yano es ni tout fait le mme ni tout fait un autre (ni exac-tamente el mismo ni totalmente otro). Se trata, en efecto, deuna forma algo diferente de anarquismo que se gener en y porunas prcticas de lucha contra la dominacin que comenzaron aextenderse hacia finales de los aos 1960 siguiendo la estela delos acontecimientos de Mayo del 68.

    Parece bastante claro que si el anarquismo ha vuelto a escenaha sido, ante todo, porque los cambios que se han producidoen varios planos de la realidad social, cultural, poltica y tec-

    nolgica han creado unas condiciones que se encuentran hoyen consonancia con algunas de sus caractersticas. Esta conso-nancia explica que el anarquismo contemporneo responda bas-tante mejor que otras corrientes del pensamiento poltico social-mente comprometido a las peculiaridades y a las exigencias del

    presente.Sin embargo, si esta sintona entre ciertos rasgos del anar-

    quismo y ciertas caractersticas de la poca actual ha permitidosu expansin, haciendo que el anarquismo se revele como uninstrumento bien adaptado a las luchas y a las condiciones delpresente, tambin ha incidido retroactivamente sobre algunosde sus rasgos. En efecto, estos rasgos se han modificado comoconsecuencia de la insercin del anarquismo en la realidad pre-sente y como efecto de retornode su propia capacidad de incidirsobre ella.

    Tenemos, pues, por una parte, la constitucin de una nuevarealidad que presenta la peculiaridad de prestarse a la interven-cin anarquista y, por otra, un anarquismo que se renueva enrazn, precisamente, de su accin sobre esa realidad. Es a partirde este doble proceso o, dicho de otra manera, de este acopla-mientoentre la realidad y el anarquismo, que ste se ha vuelto

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    verdaderamente contemporneo, entendiendo por contempo-rneoel que se encuentre en consonanciacon las exigencias delas luchas suscitadas por la realidad actual.

    Aun sabiendo muy bien que no existe una corriente, que no

    hay una doctrina, ni una identidad que se reivindiquen actual-mente del neoanarquismoy que promover una nueva adjetiva-cin del anarquismo una ms no presenta el menor inters,recurro aun as a esa expresin como un modo cmodo y provi-sional de designar ese anarquismo un tanto diferente que encon-tramos en este comienzo de siglo.

    1. El anarquismo extramuros

    Si hay algo que llama poderosamente la atencin cuandose observa el anarquismo contemporneo es, sin duda alguna,su importante expansin fuera de las fronteras del movimientoanarquista. Es cierto que el anarquismo siempre ha desbordado

    los contornos, finalmente bastante borrosos, del movimientoanarquista, pero este desbordamiento se ha amplificado demanera espectacular desde Mayo del 68 hasta los ms recientesmovimientos de protesta, con sus masivas ocupaciones de lasplazas pblicas y de las calles (Seattle, movimiento del 15M,Occupy Wall Street, etctera).

    Esta expansin del anarquismo al exterior de sus fronterasno slo es de mayor entidad que en el pasado, sino que tambinpresenta aspectos un tanto diferentes. En efecto, ya no se trata deun desbordamiento de tipo esencialmente cultural, como cuandoalgunos artistas, ciertos cantautores y unos pocos intelectualesmanifestaban a veces su proximidad a las ideas libertarias. Hoyse trata de un desbordamiento que se manifiesta en el mismsimocorazn de determinadas luchas emprendidas por movimientosantagonistas que no se reivindican directamente anarquistas.

    Primeramente, en las postrimeras de Mayo del 68 asistimos ala constitucin de los nuevos movimientos socialesque luchabansobre bases identitarias por el reconocimiento de determinadascategoras de personas que se encontraban fuertemente discrimina-das y estigmatizadas. Estos movimientos no eran, ni mucho menos,anarquistas, pero se le acercaban en algunos aspectos. En cualquier

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    caso, se apartaban de los esquemas polticos clsicos, muchoms centralistasen las formas de organizacin y en las formasde las luchas, mostrndose adems mucho menos sensibles a la

    problemtica de las relaciones de poder. Fue as como las luchas

    contra las diversas formas de la dominacin tomaron, poco apoco, cierta importancia al lado de las luchas ms tradicionalesancladas en la esfera de la economa y en el mundo del trabajo.

    Posteriormente, hacia el final de los aos 1990, se produjouna nueva inflexin con la aparicin de ese movimiento demovimientos que es el movimiento altermundista. Un movi-miento que, a pesar de su enorme heterogeneidad y a pesar de

    todas las crticas que se le pueden hacer, es portador de fuertesresonancias libertarias. Est constituido, en efecto, como todoel mundo bien sabe hoy, por colectivos y por personas que mili-tan fuera de las organizaciones especficamente anarquistas peroque encuentran o que reinventan, en las luchas, unas formaspolticas antijerrquicas, anticentralistas y antirrepresentati-vistas bastante cercanas al anarquismo, tanto en cuanto a losmtodos de decisin, como en cuanto a las formas de organiza-cin y a las modalidades que revisten las acciones. Unas accio-nes que, por cierto, retoman bastante a menudo los principiosde la accin directa.

    Buena parte de su militancia no toda, claro est se muestrams frreamente comprometida con la defensa de ciertas prcti-cas antiautoritarias que algunos anarquistas que se reivindicancomo tales. Ocurre incluso que, a veces, se muestran ms intran-

    sigentes que stos para reclamar que tanto las caractersticasde las acciones emprendidas, como las modalidades de la tomade decisin y las formas de organizacin adoptadas, sean real-menteprefigurativas. Es decir, que no contradigan sino que, alcontrario, reflejen ya en sus propias caractersticas las finalida-des perseguidas.

    Finalmente, al principio de la segunda dcada de este siglo

    acontecieron las ocupaciones masivas de lugares pblicos enciudades de Espaa, seguidas de las de Wall Street en NuevaYork y en otras ciudades de los Estados Unidos, que tambinadoptaron unas formas de organizacin y unas modalidades deaccin muy cercanas a las que caracterizan el anarquismo.

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    La novedad consiste, por lo tanto, en que hoy el movimientoanarquista ya no es el nico depositario,el nico defensor deciertos principios antijerrquicos, ni de ciertas prcticas noautoritarias, ni de formas de organizacin horizontal, ni de

    la capacidad de emprender luchas que presentan tonalidadeslibertarias, ni del recelo hacia todos los dispositivos de poder,sean cuales sean.Estos elementos se han diseminado fuera delmovimiento anarquista,y son retomados hoy por colectivos queno se identifican a s mismos con la etiqueta anarquista y que,incluso, explicitan a veces su rechazo a dejarse encerrar en lospliegues de esta identidad.

    Para evitar posibles malentendidos, conviene precisar queno se trata aqu de enrolar, bajo la bandera del anarquismo,unos movimientos que no se reclaman de l y de calificar deanarquismo cualquier manifestacin popular que se base en lademocracia directa. Ni la gran manifestacin de Seattle, ni elmovimiento del 15M, ni Occupy Wall Street fueron anarquis-tas y sus derivas posteriores pueden, incluso, acabar contradi-ciendo sus iniciales tonalidades libertarias. El anarquismo noconsiste slo en ciertas modalidades organizativas formales sinoque se basa, tambin, en unos contenidos que son fundamenta-les para caracterizarlo. De hecho, podra darse la paradoja deque ciertos movimientos sociales adoptasen modelos organiza-tivos anarquistas para promover contenidos polticos situadosen sus antpodas. Es obvio que un funcionamiento horizontaly asambleario no basta para que se pueda hablar de prcticas

    anarquistas.Sin embargo, es innegable que los movimientos a los que

    me he referido aqu presentan un aire de familiacon el anar-quismo que los sita, claramente, en su campo ideolgico yque estas manifestaciones forman parte del anarquismo enacto, aunque no reivindiquen el nombre y aunque alteren unpoco sus formas tradicionales. Es, en parte, para designar esta

    forma de anarquismo un tanto difuso, no identitario, forjadodirectamente en las luchas contemporneas y exterior al movi-miento anarquista que recurro a la expresin anarquismoextramuros. Curiosamente, este tipo de anarquismo englobatambin, por lo menos en Espaa, a personas que se venanautodefiniendo como anarquistas, pero que han renunciado a

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    esa etiqueta para poder estar ms cerca y para poder integrarsemejor en el tipo de prcticas y en el tipo de sensibilidad, global-mente libertarias, que caracterizan algunos de los nuevos movi-mientos contestatarios.

    2. El nuevo tejido militante y la identidad anarquista

    El anarquismo extramuros forma parte del neoanarquismo,pero no agota toda su extensin, sino que tan slo representauna de sus dos vertientes, una de sus dos facetas. La otra cara

    del neoanarquismo est constituida por colectivos y por per-sonas generalmente muy jvenes que, aunque afirmndoseexplcitamente como anarquistas, expresan, no obstante, unanueva sensibilidad respecto de esta adscripcin identitaria. Sumanera de asumir la identidad anarquista est marcada poruna flexibilidad y por una apertura que articulan una relacindiferente con la tradicin anarquista, por un lado, y con los

    movimientos antagonistas exteriores a esta tradicin, por otrolado. De hecho, las fronteras entre estas dos realidades se tor-nan ms permeables, ms porosas, la dependencia respecto dela tradicin anarquista se flexibiliza y, sobre todo, esta tradicines percibida como debiendo ser fecundada, enriquecida y, porlo tanto, transformada y reformulada por incorporaciones e,incluso, por una hibridacin, por cierto mestizaje,con aporta-ciones venidas de las luchas llevadas a cabo en el marco de otrastradiciones.

    No se trata tan slo de incorporar al anarquismo algunoselementos de un pensamiento poltico elaborado fuera de suseno. Se trata, sobre todo, de producir conjuntamente, conotros colectivos tambin comprometidos en las luchas contrala dominacin, elementos que se incorporen a la tradicin anar-quista hacindola moverse. Esta apertura del neoanarquismo

    podra ilustrarse recordando aquella famosa frase que dice, mso menos, lo siguiente: solas no podemos pero, adems, no ser-vira de nada.Es esta misma sensibilidad la que encontramosen la declaracin del PAN, Planetary Anarchist Network (Red

    planetaria anarquista), donde se puede leer:

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    Somos profundamente antisectarios. No intentamos hacerprevalecer una forma de anarquismo sobre otras... Valoramos ladiversidad como un principio en s mismo que slo encuentra sulmite en nuestro comn rechazo de las estructuras de domina-

    cin. Ya que consideramos el anarquismo, menos una doctrinaque un movimiento hacia una sociedad justa, libre y sostenible,creemos que los anarquistas no tendran que limitarse a coo-

    perar con los que se definen como tales sino que tendran quebuscar activamente el cooperar con todos los que trabajan paracrear un mundo basado en los mismos principios liberadoresy aprender de ellos. Se trata de poner en relacin los millones

    de personas que a travs del mundo son efectivamente anar-quistas sin saberlo con el pensamiento de los que trabajan enesta misma tradicin y, al mismo tiempo, enriquecer la tradicinanarquista mediante el contacto con su experiencia.

    Esta redefinicin identitaria tiene repercusiones sobre elimaginario anarquistay esto es importante porque, como biensabemos, no es generalmente mediante el previo conocimientode los textos tericos como los jvenes se acercan al movimientoanarquista. No es a los escritos de Proudhon o de Bakunin a losque adhieren, sino a un determinado imaginario y no es hastams tarde cuando se leen, eventualmente, los textos cannicos.

    De hecho, el imaginario anarquista no ha cesado nunca deenriquecerse integrando, entre otras cosas, los grandes episodioshistricos de las luchas contra la dominacin a medida que seiban produciendo en los distintos lugares del mundo. Lo que

    ha incorporado estos ltimos aos ha sido, por ejemplo, lasbarricadas, las ocupaciones y los eslganes de Mayo del 68 y,despus de 1968, una serie de fenmenos tales como la movidaanarco-punk que se desarroll con fuerza a partir de los aos1980, y que fue un autntico vivero de jvenes anarquistas ocomo el movimiento okupa, con su peculiar esttica y estilo devida. Son estos elementos los que han continuado nutriendo y

    espoleando este imaginario.Sin embargo, son sin duda los grandes episodios internacio-nales de las luchas contra diversas formas de dominacin que,sin nimo de exhaustividad, van desde Chiapas en 1994 hastala Plaza Taksim en 2013, pasando por Seattle en 1999, Quebec,Gotemburgo y Gnova en 2001, el campamento No Borders

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    en Estrasburgo en 2002, el barrio ateniense de Exarchia desde2008 ininterrumpidamente hasta la fecha y Madrid, Barcelona oNueva York en 2011 las que han revitalizado el actual imagina-rio anarquista. Este imaginario, un tanto diferente del imagina-

    rio de los aos 1960 que parta,grosso modo, de la Comuna dePars, pasaba por los Mrtires de Chicago y por la mal llamadaSemana Trgica de Barcelona, por los marineros amotinadosde Kronstadt y por la Makhnovtchina de Ucrania, hasta acabarfinalmente en la Revolucin Espaola, es el imaginario que sus-cita hoy las adhesiones identitarias de los jvenes anarquistas.Parece bastante claro que los nuevos elementos que lo constitu-

    yen redibujan inevitablemente los contornos de esta identidad.En resumen, la identidad anarquista contempornea ya noes del todo la misma que la de antao. No puede ser la mismaporque el imaginario en el que se constituye se alimenta tambinde las luchas desarrolladas por los movimientos contestatariosactuales y stas presentan algunos rasgos diferentes de las anti-guas luchas.

    Estas nuevas formas de lucha no aparecen por casualidad yno son el resultado de una nueva estrategia poltica elaboradaen algn lugar, de modo deliberado.

    De hecho, son el resultado directo de una recomposicin yde una renovacin de los dispositivos y de las modalidades dedominacin que acompaan los cambios sociales de estas lti-mas dcadas. Las prcticas de lucha contra la dominacin estncambiando al tiempo que cambian las formas de la dominacin

    y eso es absolutamente normal porque las luchas se ven siempresuscitadas y definidaspor aquello contra lo que se constituyen.Son las nuevas formas de dominacin aparecidas en nuestrassociedades las que engendran las resistencias actuales y les danla conformacin que tienen.

    La configuracin en red de la sociedad, el paso de lo pirami-dal a lo reticular y a lo horizontal, el despliegue de las Nuevas

    Tecnologas de la Informacin y de la Comunicacin (NTIC, deahora en adelante), todo ello impulsa, por supuesto, la puestaen marcha de nuevas formas de dominacin. Sin embargo, tam-bin facilita el desarrollo de prcticas subversivas extraordina-riamente eficaces que resultan estar en sintona con las formasorganizativas propias del anarquismo.

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    Son las formas adoptadas por las prcticas de lucha contralas actuales formas de dominacin y, ms particularmente lasque desarrollan los nuevos movimientos contestatarios, las quese encuentran incorporadas, en parte, en el anarquismo contem-

    porneo y las que dibujan un neoanarquismo.En tanto que se halla en conexin directa con estas luchas,

    el neoanarquismo participa de su imaginario e incorpora susrasgos principales a un imaginario anarquista que no puede sinoresultar modificado.

    3. El actual imaginario revolucionario

    Uno de los aspectos ms llamativos de esta modificacinconcierne al propio imaginario revolucionario.

    En efecto, el valor estimulante e incitador que reviste la insu-rreccin generalizada en el imaginario revolucionario clsico esreemplazado en el imaginario revolucionario neoanarquista por

    la atraccin hacia lo que se podra llamar la revolucin continuae inmediata. Es decir, la consideracin de la revolucin comouna dimensin que es constitutiva de la propia accin sub-versiva. La revolucin se concibe como algo que se encuentraanclado en el presentey que no es, por consiguiente, algo queslo se desea y se suea como acontecimiento futuro, sino quees efectivamente vivido.

    Lo revolucionario es la voluntad de romper dispositivos dedominacin concretos y situados, es el esfuerzo para bloquearel poder en sus mltiples manifestaciones y es la accin paracrear espacios que sean radicalmente ajenos a los valores del sis-tema y a los modos de vida inducidos por el capitalismo. Es, porlo tanto, sobre el presentey sobre su transformacin, limitada

    pero radical, que se pone el nfasis y es, por eso, por lo que sededican tantos esfuerzos en crear espacios de vida y formas de

    ser que se siten en ruptura radical con las normas del sistema yque hagan surgir nuevas subjetividades radicalmente insumisas.

    Hoy se ve claramente, en efecto, que el antiguo imaginariorevolucionario vehiculaba la ilusin de un dominio posible dela sociedad en su conjunto y que esta ilusin era portadora deinevitables derivas totalitarias que fueron traducidas en actos en

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    el caso de las polticas que se reivindicaban del marxismo y quequedaron apenas esbozadas, pero aun as perceptibles, en lasque se inspiraban en el anarquismo.

    Asimismo, bajo el estandarte de un universalismo que no

    poda ser otra cosa como todos los universalismos que unparticularismo enmascarado, ese imaginario esconda unavoluntad de disolver las diferencias en el marco de un proyectoque, pretendiendo ser vlido para todos, negaba en la prcticael legtimo pluralismo de las opciones y de los valores polticos.Finalmente, el tufo mesinico de una escatologaque se esfor-zaba por supeditar la vida a la promesa de vivir y por justifi-

    car todos los sufrimientos y todas las renuncias en nombre deuna abstraccin, estaba tan profundamente incrustado en esteimaginario que bloqueaban el ejercicio de cualquier atisbo depensamiento crtico.

    Actualmente, el rechazo frontal de nuestras inicuas condi-ciones sociales de existencia permanece intacto, al igual que eldeseo de alumbrar unas condiciones radicalmente diferentes.No obstante, el concepto de revolucines redefinido profunda-mente desde una ptica plenamente presentista: se sigue mante-niendo la idea de una ruptura radical,pero sin ninguna perspec-tiva escatolgica. Al contrario, nada puede ser pospuesto parael da siguiente de la revolucin, porque sta no se ubica en el

    porvenir, sino que tiene slo el presente por nica morada yse produce en cada espacio y en cada instante que se consiguesustraer al sistema.

    Lo que es nuevo en la actualidad es que esta voluntad deruptura radical no puede remitir a nada ms que a la negativaa obedecer, a la insumisin y al desacuerdo profundo con loestablecido. No se necesita ningn objeto de sustitucin pararechazar lo que se nos impone, ninguna progresin hacia,ningn avance en direccin a, son requeridos para medir elalcance de los resultados de una lucha. La vara de medir con la

    que los nuevos antagonistas evalan el alcance de sus luchas noes exterior a stas y no es, de ninguna de las maneras, funcindel camino ms o menos largo que las luchas habran permitidorecorrer para acercarse a un objetivo que sobrepasara el carc-ter situado, limitado, concreto y particular de las mismas.

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    Eso es, por ejemplo, lo que se desprende de un texto delcolectivo estadounidense CrimethInc donde se puede leer losiguiente: Nuestra revolucin tiene que ser inmediata y alcan-zar la vida cotidiana Debemos procurar, primeramente y ante

    todo, modificar el contenido de nuestra existencia en un sen-tido revolucionario, en lugar de orientar nuestra lucha hacia uncambio histrico y universal que no alcanzaremos a ver en todanuestra vida.

    Parece bastante evidente que las nuevas luchas se afanan, antetodo, en multiplicar y en diseminar los focos de resistencia contraunas injusticias, unas imposiciones y unas discriminaciones muy

    concretas y claramente situadas. Es, quizs, esta diseminacin laque explica la gran diversidad que caracteriza hoy un movimientofragmentado en una multiplicidad de corrientes que van del anar-quismo verde al insurreccionalismo, del primitivismo a las anar-ka-feministas y al movimiento anarco-punk, del antispecismo y delveganismo al autodenominado anarquismo organizado de tipocomunista libertario, por lo general; sin olvidar que el anarco-sindicalismo goza todava de una fuerte implantacin en un pascomo Espaa, donde cuenta con dos organizaciones principalesque representan, a grosso modo, las dos corrientes tradicionalesdentro del anarcosindicalismo espaol.

    Sea como sea, no es slo que la perspectiva de una trans-formacin global que haga nacer una nueva sociedad ya noconstituye, actualmente, el nervio que dinamiza y que orientalas luchas. Es, adems, que las luchas que pretenden ser glo-

    bales o totalizantes inspiran, ms bien, cierto recelo porqueson vistas como tendentes a reproducir, ms tarde o mstemprano, aquello mismo que pretenden combatir. En efecto,si el capitalismo y los dispositivos de dominacin tienen nece-sidad, imperativamente, de incidir sobre la totalidad de lasociedad es porque slo pueden funcionar en un contextodonde ningn fragmento de sta ni el ms nfimo, ni siquiera

    sus intersticios tenga la posibilidad de escapar de su con-trol. En cambio, las resistencias se apartaran fatalmente desu propia razn de ser si pretendiesen moldear la sociedaden su totalidad y en todos sus aspectos. Se trata, pues, deatacar las implantaciones y las manifestaciones locales de ladominacin, renunciando a afrontarla sobre un plano ms

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    general que exigira recursos de parecida potencia y de seme-jante naturalezaa aquellos que utiliza el propio sistema paracontrolar el conjunto de la sociedad.

    Por ello, aunque se siga intentando reagrupar tantas fuer-

    zas y voluntades como sea posible, la construccin de gran-des organizaciones slidamente estructuradas y ancladas enun determinado territorio ya no forma parte de las actualesagendas subversivas. Al contrario, se vela por preservar la flui-dez de las redes que se constituyen y se evita que cristalicenunas coordinaciones demasiado fuertes que slo presentanla apariencia de la eficacia y que acaban siempre por esteri-

    lizar las luchas. Esta fluidez se enfatiza especialmente en laorientacin insurreccionalista, inspirada en su origen por elanarquista italiano Alfredo Bonanno, pero que, desde enton-ces, ha evolucionado y se ha diversificado. Recordemos quelos insurreccionalistas preconizan cuatro grandes tcticas: ladesercin exodus consistente en huir de los lugares dondeexisten prcticas de dominacin jerrquica, el sabotaje, laocupacin de espacios calles, locales, fincas oficiales, etc. y,finalmente, la articulacin de dos tipos de espacios teorizadospor Hakim Bey: las TAZ (Zonas Temporalmente Autnomas)y las PAZ (Zonas Permanentemente Autnomas). Aunquecritican con virulencia las organizaciones anarquistas clsi-cas, proponiendo estructuras organizativas mucho ms laxas,fluidas e informales y privilegiando la creacin de pequeosgrupos autnomos sobre la base de relaciones afinitarias, los

    insurreccionalistas siguen reivindicndose de una idea de revo-lucin que tiene ciertas resonancias tradicionales.

    4. La construccin del presente y el anarquismoconstructivo

    El nfasis que el anarquismo contemporneo pone sobre latransformacin del presente y sobre la redefinicin de la revo-lucin como una realidad que no nos espera al final del caminorecorrido por las luchas, sino que acontece en el seno mismo delas luchas actuales y de las formas de vida que estas suscitan, noes ajeno a su actual xito.

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    En efecto, para ser coherente con su apuesta por el presente,el anarquismo se ve emplazado a ofrecer, en el marco de la rea-lidad actual, unas realizaciones concretas que permitan vivirya, aunque slo sea parcialmente, en otra sociedad, tejer otras

    relaciones sociales y desarrollar otro modo de vida. Esas reali-zaciones van desde los espacios autogestionados hasta las redesde intercambios y de ayuda mutua, pasando por los espaciosokupados y por todo tipo de cooperativas.

    Es, efectivamente, con dinero contante y sonante y no concheques extendidos sobre el porvenir como se pagan las pro-mesas de la revolucin y ello seduce intensamente a una parte

    de las personas que rechazan la sociedad actual. Por lo tanto,es tambin porque el anarquismo ofrece un conjunto de reali-zaciones concretas que transforman el presente y que permitentransformarse a uno mismo, que experimenta hoy un innegablexito en determinados sectores de la juventud.

    Luchar ya no consiste slo en denunciar, oponerse y enfren-tarse, es tambin crear, aqu y ahora, unas realidades diferentes.Las luchas tienen que producir resultados concretos sin dejarsecondicionar por esperanzas ubicadas en el futuro. Aprender aluchar sin ilusiones respecto del futuro nos conduce a situar todoel valor de la lucha en sus propias caractersticas. Es en la realidadmisma de las luchas, en sus resultados concretos y en sus plan-teamientos especficos donde radica todo su valor y ste no debebuscarse en lo que se halla fuera de ellas mismas, por ejemplo, ental o cual objetivo final que las dotara de legitimidad.

    Se trata, por consiguiente, de arrancar espacios al sistemapara desarrollar experiencias comunitarias que tengan un carc-ter transformador porque, slo cuando una actividad trans-forma realmente y radicalmente una realidad aunque slo seade modo provisional y parcial es cuando se establecen las basespara ir ms all de una mera aunque siempre necesaria opo-sicin al sistema y para crear una alternativa concreta que lo

    desafa de facto. Es ste un planteamiento que ya preconizabaProudhon cuando dudaba de las virtudes de la destruccin y dela oposicin y cuando pona nfasis en la construccin de alter-nativas. Es tambin lo que propugnaba Colin Ward en los aos1970 cuando, anticipndose a ciertas posiciones neoanarquistas,deca que el anarquismo, lejos de ser negacin, era construccin

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    aqu y ahora de alternativas que obedecen a otros principiosque a los de la dominacin. Es, finalmente, lo que proclamabaGustav Landauer al principio del ltimo siglo cuando escribaesta frase que ya he mencionado en el prembulo: El anar-

    quismo no es una cosa del futuro sino del presente: no es unacuestin de reivindicaciones sino de vida.

    Es preciso, en consecuencia, actuar sobre un medio quetransformamos, al tiempo que esto permite que nos transforme-mos a nosotros mismos modificando nuestra subjetividad. Estose consigue creando vnculos sociales diferentes, construyendocomplicidades y relaciones solidarias que dibujan, en la prctica

    y en el presente, una realidad diferente y una vida otra. Comolo dice la revista francesa Tiqqun: se trata de establecer modosde vida que sean, en s mismos, modos de lucha. Por supuesto,nada de todo esto es completamente nuevo, y se puede relacio-nar, en parte, con los lieux de vielugares de vida creados porlos anarquistas individualistas de finales del siglo xixy comien-zos del siglo xx.

    Las crticas hacia estos planteamientos tambin vienen delejos. Est claro, en efecto, que el sistema no puede tolerar unafuerarespecto de s mismo y que no puede aceptar que deter-minados fragmentos de la sociedad escapen a su control. Por lotanto, resultara absurdo pensar que los espacios sustrados alsistemapuedan proliferar de forma suficientemente importantecomo para subvertirlo y desmantelarlo progresivamente. Losislotes de libertad constituyen un peligro y el sistema ensea sus

    garras mucho antes de que crezca la amenaza. Esto marca loslmites de las pretensiones de cambiar la sociedad mediante lacreacin de otra sociedaden el seno de la que ya existe.

    Es cierto que esta constatacin invalida el exceso de con-fianza depositado en la dimensin constructiva del anarquismo,pero no merma, para nada, su inters. El sistema no puede con-trolarlo todo en permanencia y en su totalidad y, de la misma

    forma en que las luchas son posibles porque encuentran y abrenespacios que escapan, en parte y durante un tiempo, al estrictocontrol del sistema, tambin los espacios sustrados al sistemapor las realizaciones concretas del anarquismo pueden subsistirdurante un tiempo ms o menos prolongado.

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    dejan de quedar confinadas en espacios reducidos que no pue-den perturbar la buena marcha del sistema.

    Sin embargo, esto no es exactamente as. Si el anarquismo,que es tambin sobre todo, diran algunos una manera de ser,

    un modo de vivir y de sentir, una forma de sensibilidad, y porlo tanto una opcin claramente existencial, representa un pro-blema para el sistema, es en parte, porque opone una fuerteresistencia, no slo frente a sus intimidaciones represivas sino,sobre todo, frente a sus maniobras de seduccin y de integra-cin. En efecto, pese a las evidentes excepciones, ocurre con bas-tante frecuencia que quienes han sido marcados profundamente

    por su experiencia anarquista permanecenirrecuperablesparasiempre. Al mantener viva su irreductible alteridad con relacinal sistema, representan obviamente un peligro para ste. No estan slo que lo desafan en permanencia con su mera existencia,sino que tambin sirven de relevo para que nazcan nuevas sen-sibilidades rebeldes. Esto guarda cierta relacin con lo que medeca Christian Ferrer, un buen amigo y filsofo anarquista quevive en la Argentina: el anarquismo no se ensea y tampoco seaprende en los libros aunque stos pueden ayudar sino que se

    propaga por contagio y, cuando alguien se contagia, las ms delas veces es para siempre.

    Entiendo pues, que el anarquismo social, tambin denomi-nado anarquismo organizado,y el anarquismo estilo de vida seimplican mutuamente. Esto es efectivamente as en la medidaen que, por una parte, el desafo que representa la adopcin de

    un estilo de vida diferente del que preconiza el sistema estable-cido y la negativa a participar de sus normas y de sus valoresconstituye una forma de lucha que corroe su pretensin de hege-mona ideolgica y que genera conflictividad social cuando elsistema toma medidas normalizadoras o cuando los disidentesdesarrollan actividades de hostigamiento. En cualquier caso, elanarquismo estilo de vida produce efectos de cambio social que,

    a veces, pueden ser notables.Por otra parte, es obvio que nadie puede luchar por la eman-cipacin colectiva y comprometerse con las luchas sociales sinque eso afecte profundamente su estilo de vida y su forma deser. Resulta, adems, que las dos formas de anarquismo coin-ciden frecuentemente sobre el terreno de las luchas concretas.

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    Esto no impide que determinados sectores del movimiento anar-quista se esfuercen en levantar barreras entre estas dos formasde practicar el anarquismo. Es porque estoy convencido de queestas barreras debilitan el anarquismo por lo que me gustara

    argumentar aqu brevemente contra quienes se esfuerzan enconsolidarlas.

    En general, quienes son catalogados, la mayora de las vecesen contra de su voluntad, como partidarios del anarquismoestilo de vida entre los cuales englobara a la mayora de losneoanarquistas se muestran poco beligerantes en relacincon la diferenciacin de las corrientes ideolgicas libertarias y

    se sienten poco interesados por las luchas intestinas en el senodel movimiento. Son ms bien los partidarios del anarquismosocial, o del anarquismo organizadoque se solapa, en buenamedida, con las orientaciones comunistas libertarias quienespugnan por extender su radio de influencia en el seno del movi-miento y confinar en sus mrgenes a los anarquistas estilo devida. Son, por lo tanto, sus argumentos los que me gustara dis-cutir aqu pero no sin precisar previamente ciertos puntos paraevitar malentendidos.

    Es obvio que el anarquismo, sin adjetivos, slo es sosteniblecomo tal anarquismo si se compromete con la justicia social ycon la libertad entre iguales. No solamente debe denunciar laexplotacin y las desigualdades sociales, sino que, adems, debeluchar contra ellas de forma tan eficaz como sea posible; debeestar presente entre quienes se comprometen en estas luchas y

    debe intentar expandir su influencia entre quienes se encuen-tran ms directamente afectados por las injusticias del sistema.Nada que decir, por consiguiente, en contra de los esfuerzos quedespliegan ciertos anarquistas para organizarse especficamentecon el fin de contribuir a desarrollar mejor estas luchas, bien alcontrario. No obstante, tambin es obvio que el anarquismosocial, u organizado, vehicula, con demasiada frecuencia, unas

    prcticas y unos supuestos polticos que lo alejan subrepticia-mente de sus races libertarias. Ya sea porque adopta estruc-turas insuficientemente horizontales, sino sobre el papel, s enla prctica, o porque se deja tentar por cierto vanguardismo,o tambin porque es proclive a desarrollar prcticas sectarias,entre otras cosas.

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    El capitalismo es, por supuesto, nuestro enemigo ms directoy no hay que darle respiro. La lucha contra l constituye unaexigencia irrenunciable para el anarquismo. Sin embargo, con-siderando la diversidad de tipo cultural, o de otra ndole, que

    caracteriza a los ms de siete mil millones de seres humanosque pueblan la Tierra es poco razonable pensar que nuestrosvalores y nuestros modelos sociales recogeran las preferenciasde la mayora. Las perspectivas totalizantesno nos valen, porlo tanto, ni en el marco del vasto mundo mundial, por supuestoy, ni siquiera, en el marco de una sociedad particular. Si noqueremos resucitar las ilusiones escatolgicas debemos admi-

    tir que, quienes nos comprometemos en los combates en favorde la emancipacin, jams conoceremos el xito final de estoscombates, ni el advenimiento del tipo de sociedad con la quesoamos. Lo que llegaremos a conocer ser, tan slo, la expe-riencia de esas luchas y de sus resultados nunca definitivos. Porconsiguiente, anarquismo social o no, anarquismo organizadoo no, es, en ltima instancia, sobre la modificacin del presente

    una modificacin necesariamente local y parcial que tenemosque apostar, haciendo odos sordos a los cantos de las sirenastotalizantes y abandonando las ilusiones escatolgicas.

    Si no se puede instaurar el comunismo libertario genera-lizado, ni anarquizar la humanidad entera o, ni siquiera, unasociedad particular, qu puede pretender el anarquismo y qunos queda?

    Pues bien, aun as, nos sigue quedando la lucha contra

    la dominacin en sus mltiples facetas y esto incluye, porsupuesto, la dominacin en el mbito econmico, aunque ladesborde ampliamente. Nos queda tambin la transformacindel presente, siempre localizada y parcial, pero radical y estoincluye tambin nuestra propia transformacin. Y nos queda,finalmente, la salida de nuestro confinamiento y de nuestrogueto para actuar junto a los dems, no para convencerlos sino

    aceptndolos, no por una preocupacin estratgica, sino porprincipios.Actuar con los dems? Pues s, compaeros y compaeras

    que luchis en el seno del anarquismo que se proclama orga-nizado.Actuar con los dems como lo hacis a menudo, y esoos honra, tambin significa actuar con los anarquistas que no

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    se alistan bajo la bandera de las organizaciones que se reivin-dican del anarquismo social pero que, lejos de refugiarse enla esfera de lo privado, tambin estn comprometidos con lasluchas radicales. De hecho, como suele ocurrir casi siempre con

    las dualidades, la dicotoma sugerida por Bookchin deforma larealidad porque no hay dos categorasde anarquismo sino uncontinuo. Encontramos, en un extremo, un anarquismo estilode vida replegado sobre s mismo y totalmente indiferente antelas luchas sociales mientras que, en el otro extremo, se encuen-tra un anarquismo socialimpermeable a todo lo que no sea lalucha social contra el capital. Entre estos dos extremos se des-

    pliega una extensin donde todas las dosificaciones entre los dostipos de anarquismo estn representadas.Lo que crea la dicotoma, por la sencilla razn de que slo

    deja abiertas dos posibilidades, es la eventualidad depertenecero noa una organizacin determinada. Pero si la dicotoma seorigina en ese hecho, es obvio que no puede servir para decirque el anarquismo socialse encuentra en un lado y que, lo quese encuentra en el otro, no es social.

    La misma puntualizacin se puede aplicar a la expresinanarquismo organizado. No hay un anarquismo organizado,por un lado, y otro que no lo sea, por otro lado. Es obvio quehay que organizarsey que el desarrollo de cualquier tipo de acti-vidad colectiva exige siempre alguna forma de organizacin, ascomo el despliegue de cierta actividad organizativa, aunque slosea para editar unas hojas o para debatir sobre un tema. Por lo

    tanto, la cuestin no es si hay que organizarse o no, sino cmoorganizarse? Y la respuesta es que, para saber cmo organizar-nos, hay que saber para qu nos queremos organizar?, estocondiciona la forma de la organizacin.

    El modelo tradicional presupone la creacin de una estruc-tura permanente, estable y englobante, articulada en torno aunas bases programticas y a unos objetivos comunes de carc-

    ter suficientemente general para que la estructura disponga deuna perspectiva temporal amplia. Se trata de un modelo quecongenia mal con las actuales condiciones sociales y que ha per-dido buena parte de su eficacia en unos tiempos situados bajoel signo de la velocidad y caracterizados por la rapidez de loscambios. La realidad actual exige modelos mucho ms flexibles,

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    ms fluidos, orientados por simples propsitos de coordinacinpara llevar a cabo tareas concretas y especficas. En la medida enque, para ser eficaz, la forma de la organizacin debe adecuarsea la naturaleza de las tareas y de los objetivos para los que se

    crea, y en la medida en que estos son diversos y, a veces, varia-bles y transitorios, es una multiplicidad de formas organizativaslas que deben coexistir de manera tan complementaria como seaposible, no dudando en desaparecer o en transformarse al ritmode los cambios y de los acontecimientos sociales.

    La cuestin de la organizacin debera, probablemente, serrepensada y resignificada al estilo de lo que ha ocurrido con el

    concepto de revolucin, no para pregonar la ausencia o la inuti-lidad de la organizacin, sino para renovar su concepto, sus for-mas y sus prcticas. Est claro que la fascinacin ejercida actual-mente, en ciertos sectores militantes, por el antiguo modelo dela organizacin enarbolado como panacea para incrementar laeficacia y la difusin del anarquismo no facilita, en absoluto,este cometido. Los esfuerzos dedicados a la construccin de unaorganizacin anarquista y la prioridad concedida a esa tareadesvan de otras tareas enfocadas ms directamente hacia lasluchas, y alimentan la ilusin de que las dificultades que aque-jan a las luchas actuales se deben, principalmente, a la ausenciade una gran organizacin libertaria y que desapareceran tanpronto como sta viese la luz.

    La preocupacin por organizarse y la actividad organizativadeben ser constantes para que se puedan desarrollar actividades

    colectivas. Sin embargo, esto es bien distinto del empeo porconstruir una organizacin. Es por eso que el uso de la expresinanarquismo organizadoes engaoso. Esta expresin se refiere,en realidad, al anarquismo encuadrado en una organizacin detipo clsico o al anarquismo volcado en el empeo por construirtal organizacin y sugiere que, por muy organizados que estndeterminados grupos o colectivos anarquistas para desempear

    tareas concretas y especficas, estos no forman parte del anar-quismo organizado.Expresin engaosa pero tambin peligrosa, porque intro-

    duce, como casi todas las dicotomas, una disimetra valorativay una jerarquizacinentre los dos polos de la dualidad creada.De este modo, puesto que el hecho de organizarse constituye,

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    obviamente, un valor positivo, el anarquismo vlido es el anar-quismo organizado y el otro tipo de anarquismo es menospre-ciable. Evidentemente, la diferencia entre ellos no pasa por estarorganizado o no, ambos lo estn, sino porque uno se enmarca

    en unadeterminada organizacin o busca construirla y el otrono. Pero, claro, si las cosas se dijeran as, se perdera el efectovalorativo y jerarquizante que emana de la expresin anar-quismo organizado, y se debilitara el llamamiento a construirla organizacin.

    Mi forma de tratar esta cuestin no debe interpretarsecomo un alegato en pos de un anarquismo encerrado en la

    esfera individual y reacio a toda accin organizada. En efecto,cuestionar las dicotomas creadas por la referencia al anar-quismo social y al anarquismo organizado no significa que elanarquismo no deba conseguir una proyeccin social y, msprecisamente, una proyeccin enlos movimientos sociales. Siel anarquismo ha resurgido en la actualidad es, precisamente,porque ha estado presente en las grandes movilizaciones popu-lares de este principio de siglo y es obvio que si el anarquismoquiere tener algn tipo de vigencia debe impregnar unos movi-mientos sociales tan amplios como sea posible, como ya lohizo, por ejemplo, el anarquismo espaol hasta el final de losaos treinta. Esto implica, claro est, que esos movimientos nopueden estar compuestos principalmente por anarquistas, nideben ser especficamente anarquistas. Esa impregnacin liber-taria, debida a la presencia de militantes anarquistas, as como

    de personas y colectivos que actan de forma libertaria, aun-que no se definan como tales, se puede observar ms reciente-mente en las multitudinarias movilizaciones que no cesan deamplificarse y de radicalizarse en Francia, desde 2008 hastahoy, contra de la construccin de un aeropuerto en Notre-Dame-des-Landes, en Bretaa, o en las movilizaciones contralos desahucios en Espaa.

    Si el anarquismo contemporneo cambia es, precisamente,porque se encuentra implicado, con otros colectivos, en lasluchas actuales y porque incorpora a su propio bagaje las prin-cipales caractersticas de esas luchas. Como se halla en sinto-na con esas luchas, el neoanarquismo participa de su imagi-nario e incorpora algunos de sus aspectos en un imaginario

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    anarquista que no puede sino verse modificado. En definitiva,el anarquismo que cambia es el anarquismo que luchay quelucha en el presente.

    Como ya lo he indicado,neoanarquismo es la expresin que

    me ha parecido la ms cmoda para referirme al cambio expe-rimentado por buena parte del actual anarquismo; sin embargo,esta expresin puede contribuir a enmascarar ciertas continui-dadescon el anarquismo de pocas anteriores. En realidad, elneoanarquismo reencuentra y reformula unas caractersticas delanarquismo que, si bien es cierto que haban prcticamente des-aparecido tras la derrota de la Revolucin de 1936, tambin es

    verdad que haban marcado el anarquismo durante el primertercio del siglo xx, sobre todo en Espaa. As, por ejemplo, lavoluntad detransformar el presentey detransformarse a unomismo sin esperar al acontecer de la revolucin, o el esfuerzopor construir alternativas concretas al sistema en mltiples cam-pos tales como la educacin o la produccin o, tambin, elafn por arrancar espacios al sistema donde poder desarrollarotros modos de vida, fueron aspectos que estuvieron constan-temente presentes desde finales del siglo xixy el primer terciodel siglo xxen distintos pases, si bien adquirieron una intensi-dad espectacular en Espaa tras el 19 de julio de 1936.

    Es bastante probable que exista una relacin entre el actualresurgir del anarquismo y el que ste se haya reencontradoconunos principios que posibilitaron su fuerza en sus momentos demayor vigor. Ahora bien, los trminos reencontraro reinventar

    no deberan ser infravalorados, porque, en efecto, no se tratade una mimesis, de una mera reproduccin por imitacin, sinode que estos antiguos principios se construyen en el marco deun nuevo contexto que les imprime ciertas caractersticas dife-rentes. Las continuidades y las similitudes existentes no restanni un pice de su valor al proceso de reinventary de reformular

    por uno mismo,en lugar de simplemente repetir, reproducir o

    recibir en herencia.

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    III. Las razones del resurgimiento/renovacin del anarquismo

    Si el anarquismo est resurgiendo con fuerza en el amanecer delsiglo xxies, sin duda, porque algunos de los cambios que nuestrassociedades han experimentado a lo largo de las ltimas dcadassintonizan con algunas de sus caractersticas y porque se ha esta-blecido, en consecuencia, una especie de concordancia entre deter-minados aspectos de la realidad y ciertos aspectos del anarquismo.Dicho de otra manera, si algunas de las caractersticas de los cam-bios sociopolticos, tecnolgicos y culturales contemporneos favo-recen el despliegue de ciertas prcticas anarquistas es porque existecierto isomorfismo entre dichas caractersticas y esas prcticas. Es,por consiguiente, en la interseccin, en el encuentro o, mejor, enla interaccin entre estos dos elementos es decir, entre, por unaparte, los cambios acaecidos y, por otra parte, el anarquismo; noen el uno o en el otro considerados por separado, que se deben

    buscar las razones de este resurgimiento. Es en el bucle que cierrael anarquismo sobre los cambios recientemente acaecidos y querevierte estos ltimos sobre el anarquismo donde se encuentra elsecreto de que ste vuelva a cabalgar.

    As, por ejemplo, si consideramos los cambios de tipo tec-nolgico, est claro que paralelamente al innegable peligro querepresentan para nuestras libertades, las NTIC tambin favo-

    recen la horizontalidad de las decisiones, de los intercambiosy de las relaciones, a la vez que incrementan las posibilidadesde autoorganizacin y que permiten la rpida propagacin deiniciativas locales, por no mencionar ms que algunos de losefectos de estas tecnologas que van totalmente en sentido de loque preconiza o requiere el anarquismo.

    Asimismo, si consideramos los cambios sociopolticos, resultaque la expansin y la creciente sofisticacin de los procedimientosde control y de ejercicio del poder que se aplican sobre aspec-tos cada vez ms numerosos de nuestra vida cotidiana muestranque el anarquismo estaba totalmente en lo cierto al insistir sobrela importancia de los fenmenos de poder, y esto contribuye aaumentar su credibilidad. Adems, esta proliferacin de las inter-venciones microscpicas del poder multiplica las ocasiones de

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    desplegar prcticas de resistencia contra la dominacin, como lopreconiza el anarquismo. Otros cambios, ms circunstanciales,tales como la cada del Muro de Berln en 1989 y el derrumba-miento de la URSS, tambin han desempeado un papel facili-

    tador en el desarrollo del anarquismo. En efecto, estos aconteci-mientos ponan punto final a la hegemona marxista en la impug-nacin del capitalismo y desbloqueaban la bsqueda de otrasreferencias para orientar las polticas radicales contemporneas.

    Por fin, si contemplamos los cambios culturales, podemosobservar cmo la crisis de la ideologa legitimadora de la moderni-dad y, especialmente, el cuestionamiento de sus presupuestos esen-

    cialistas que negaban la posibilidad de la libertad, as como laquiebra de sus perspectivas escatolgicas que sacrificaban el pre-sente en beneficio del futuro, y por fin, la crtica de sus pretensio-nes totalizantes que trituraban las singularidades y la diversidad,no poda sino reforzar, de rebote, ciertos presupuestos anarquistas.

    Antes de desarrollar estos temas conviene que nos detengamosunos instantes sobre el hecho de que no se trata tan slo de unresurgir del anarquismo sino, simultneamente, de su renovacin.

    1. Resurgimiento y renovacin en una misma entrega

    El resurgimiento y la renovacin del anarquismo se producenal unsono. Esta concomitancia no tiene nada de sorprendente

    porque resulta que el resurgir que constatamos actualmente sloes posible porque el anarquismo se renueva y consigue, de estaforma, engancharse a las nuevas condiciones que definen la pocaactual. En efecto, si no se renovase, por mucho que las actualescondiciones le fuesen favorables no podra resurgir. No podrahacerlo por la sencilla razn de que estas condiciones favorablesson, al mismo tiempo, condiciones novedosas, es decir, inditasen el recorrido que el anarquismo ha efectuado hasta aqu. Espreciso, por lo tanto, que ste cambie para adaptarse a las nuevascondiciones e integrar la novedad que aparece en su recorrido. Elhecho mismo de que resurja actualmente indica, en principio, queha conseguido llevar a cabo la suficiente renovacin para conec-tar con los cambios que se han producido en su entorno. Por lotanto, renovacin como condicin necesaria para que su resurgir

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    sea posible,pero, al mismo tiempo, dado que este resurgimientose articula sobre la necesaria adaptacin a condiciones novedosas,no puede sino reforzar, a su vez, la renovacin que la ha hechoposible. Esto significa que el resurgir del anarquismo acta como

    una condicin necesaria para que su renovacin sea posible.Resurgencia y renovacin toman la forma de un bucle que se

    retroalimenta en un movimiento continuo y que evoca el que ya hemencionado a propsito de la interaccin entre las caractersticasdel anarquismo y las de determinados cambios sociales. Aplaudirel resurgir de