tercer coloquio universitario de anÁlisis … · su película más hablada y menos actuada) y...

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TERCER COLOQUIO UNIVERSITARIO DE ANÁLISIS CINEMATOGRÁFICO 25, 26, 27 de septiembre de 2013 CIUDAD UNIVERSITARIA MÉXICO DF

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TERCER COLOQUIO UNIVERSITARIO DE ANÁLISIS CINEMATOGRÁFICO

25, 26, 27 de septiembre de 2013

CIUDAD UNIVERSITARIA MÉXICO DF

 

 

 

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El honesto oficio de engañar. F de falso y

la naturaleza del Arte Por: Pablo Orube

Ignoro si continúa pero unos años atrás alguien de corazón sensiblero estableció

la moda de brindar con música y vino mientras se contemplaba el ocaso desde la playa.

Si la pieza musical escuchada era un aria entonces aquello era poco menos que el

nirvana. Orson Welles era un hombre de mar o que gustaba de la cercanía del mar y que

vivió un largo ocaso en su carrera, podría decirse que inició acabada. Después de aquel

comienzo portentoso con El Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941) el resto fue una serie

de episodios navegando contra corriente, con sólo tormentas asomando en el horizonte y

escapando apenas de los naufragios. Pero que esto no nos llame a error, Welles era todo

menos sombrío. Los reveses, lejos de arruinarle el carácter o menguar su talento, fueron

destilando pequeñas obras maestras hechas con escasos recursos y muchísimas trabas. A

la manera de los héroes de la novela picaresca Orson pasó la mayor parte de su vida

consiguiendo dinero, pidiendo prestado, viviendo a expensas de otros y apostando hasta

lo que no tenía en ese despiadado juego de azar que llamamos “negocio del

entretenimiento”. Si hay quien mira el ocaso escuchando el “Nessun dorma”, Welles

observaba el huracán inminente y ofrecía su brindis mientras el aire le arrebataba el

sombrero.

Para la época en que realizó la que sería su última película completa F de falso

(F for fake, 1975) Welles se había convertido en un apestado en Hollywood. Se le

consideraba un gafe, un ave de mal agüero que garantizaba pérdidas en los proyectos

que dirigía. Mentira que lo persiguió hasta su tumba y que aún hoy se mantiene, lo

cierto es que Orson <<hizo siempre las películas más baratas del cine de su tiempo,

cualquiera que fuese, y en Macbeth (1948) consiguió hacer cine con miserias. Después

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de su ida a Europa, en sus obras maestras… fue Orson el que puso dinero de su bolsillo,

ganado aceptando los más irrisorios roles, para terminarlas>>1. La mentira ocupa un

lugar de suma importancia en la vida y la obra de Welles, en sus manos era una

herramienta creativa, un afilado instrumento para diseccionar la realidad y la naturaleza

humana; en manos de sus detractores era y es una infamia. No es casualidad que el tema

central de F de falso sea la mentira o bien lo “falso” frente a lo “original” elementos de

la interpretación del Arte que es el otro gran tema de la película.

Como era su costumbre y condición Welles realiza el film con producción

multinacional, es decir con recursos obtenidos en países donde aún tenía crédito: Irán,

París y Mónaco. La estreches económica lo obliga a ser creativo y a prescindir de todo

lo no que sea indispensable (incluidos los actores). Echa mano del metraje de otros

documentales, de obras inacabadas, de imágenes fijas, de su propia voz en off (es quizá

su película más hablada y menos actuada) y logra concluir un hibrido a medio camino

entre el documental y la ficción, entre el ensayo y la prestidigitación, entre el testimonio

y la charlatanería. Es una reflexión lúdica sobre la intrínseca relación que guardan el

Arte, el Dinero y el Engaño, que son, así mismo, los ejes de la vida de Welles. Utiliza

para ello a un charlatán, un falsificador llamado Elmyr De Hory, pintor que afirmaba

pertenecer a la realeza húngara y que se había labrado un nombre en los círculos del

mercado de arte europeo y norteamericano. Por entonces se encontraba plácidamente

exiliado en Ibiza donde le conoció Clifford Irving quien le dedicó un libro titulado

Fake! (¡Falso!) y con ello le dio la notoriedad que llamo la atención de Welles. En el

libro se establece a De Hory como el mayor falsificador de la historia y en el filme se

parte de esta premisa para entender cómo opera, más que el Arte, el mercado de obras

de arte y cuál es el criterio de sus inevitables guardianes: los expertos.

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El Arte es inspiración, es creatividad, es dedicación, es gozo, es sufrimiento y

también es negocio un grande e incómodo negocio. Cuando el dinero se involucra en la

ecuación (y si el nombre del autor es importante, el dinero puede ser igualmente

enorme) las reglas del juego se trastocan y lo que antes era contemplación ahora es

interpretación. La opinión queda por encima de la creación, el nombre opaca a la obra.

Para que exista un mercado debe haber una demanda de obras artísticas, mismas que

precisan de un valor y ese valor lo determina la opinión de los expertos. Así que el

criterio de una persona establece la diferencia entre Arte y artesanía, entre el oro y el

plomo; sin embargo, por ser un problema de apreciación, es decir subjetivo, también es

sujeto de modificación y por lo tanto de engaño. Los falsificadores surgieron a la par de

los expertos. La avidez de los compradores multiplicó y especializó a esta nueva estirpe.

En la película Elmyr cuenta cómo se inició en el mundo de la falsificación de

forma un tanto vaga pero los datos indican que ocurrió de la siguiente manera: << en

abril de 1946, la viuda del piloto de carreras británico Sir Malcolm Campbell le visitó

en su pequeña habitación barata. Observando un dibujo al trazo que De Hory había

hecho de la cabeza de una chica, le preguntó, “¿No es de Picasso?”. Él se limitó

suspirar trágicamente y aceptó venderlo de mala gana. Apenas había salido por la puerta

lady Cambell cuando él ya había hecho siete dibujos similares>>2 Si consideramos que

Elmyr llevaba años intentando vivir de su arte sin éxito, era pobre y ya no era ningún

joven prometedor sino un hombre de más de cuarenta hundido en la desesperación,

resulta comprensible que haya adoptado su nueva profesión sin dudarlo. Aunque su

biógrafo Irving lo considere un delincuente y Elmyr no se vea así mismo como un

criminal, si acaso, no más criminal que los vendedores de arte, expertos, directores de

museo que lo habían timado y exprimido durante toda su vida.

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Las coincidencias que tanto gustan a los charlatanes y a los nigromantes que

descifran el destino a los incautos se manifiestan en F de falso, pues Irving el autor que

expuso al falsificador De Hory se descubre durante la filmación como un falsificador

aún más grande, aquel que vendió por un precio exorbitante las memorias de Howard

Hughes a la revista Time y que resultaron ser una invención del propio Irving, quien

hasta entonces era un escritor de ficciones desconocido y sin éxito. Hablar de un

falsificador y convertirse en uno en el proceso le otorgaría la fama que de otra forma

probablemente nunca habría conocido. Al exhibir a estos dos charlatanes Welles

aprovecha para exponer su caso. El también comenzó siendo un pintor desconocido y

pobre vagando por Irlanda cuando el invierno lo sorprendió y tuvo que vender sus

pinturas y lienzos para sobrevivir. La necesidad lo llevó a presentarse en un teatro y

anunciar que era un conocido dramaturgo venido de América, como no había nadie que

lo desmintiera y proyectaba completa seguridad lo contrataron y así, después de un

tiempo, regresó a Estados Unidos consagrado en Europa como dramaturgo, actor y

charlatán.

En la película se ilustra también el momento en que Welles adquirió más

notoriedad luego del episodio de “La guerra de los mundos” en la RKO donde

dramatizó la obra de H.G. Wells y la transmitió por radio como si fuera un reporte

noticioso desatando la neurosis colectiva en varias regiones de los Estados Unidos. Por

supuesto, eran tiempos más inocentes la gente aún estaba convencida de que los medios

(en este caso la radio) siempre decían la verdad, ahora saben que no dicen la verdad

pero eligen creerles. Welles pasa después al otro momento definitorio de su carrera: El

Ciudadano Kane, que retrata el ascenso y la caída de un magnate de los medios

impresos, acostumbrado a difamar, chantajear y destruir a quien se interpone en su

camino. Es de sobra conocida la controversia que siguió al estreno de la película porque

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a nadie paso por alto que Charles Foster Kane era una parodia de William Randolph

Hearst el dueño de la mayor parte de la prensa norteamericana de aquellos años, lo que

no eran tan conocido y que Welles revela en F de falso es que originalmente la historia

estaba inspirada en Howard Hughes, el mismo, ¡oh! coincidencia, que alentó la

incursión de Irving en el mundo del crimen.

A manera de elemento narrativo Welles aparece constantemente entre latas de

película o sentado frente a una moviola, como si quisiera mostrarnos su escritorio, el

lugar donde ocurre la magia; es decir, el engaño. La moviola es el instrumento de

falsificación por excelencia porque puede detener la objetividad, dilatarla, reconstruirla,

maquillarla, transgredirla. Mientras corta, pega, cambia e invierte va creando una

realidad a su antojo, que responde a su voluntad. Promete desde el principio que sólo

dirá la verdad y nada más que la verdad durante la próxima hora y lo cumple. Esta es

una película que más que haber sido dirigida fue montada por Welles y de una forma

extraordinaria. La edición es casi musical, dota a la película de un sentido lúdico, es

grata de ver y se nota que fue grata de hacer. Orson se muestra también haciendo trucos

de magia, apareciendo y desapareciendo objetos, personas, nos cuenta historias

aparentemente inconexas para revelarnos que siempre fueron la misma historia, que el

conejo en el sombrero en realidad era una paloma, que Elmyr, Clifford, Howard, Oja, el

abuelo de Oja, todos se apellidan Welles.

Lo falso define al Arte en esta película y se contrapone al concepto moderno de

“originalidad” y por añadidura al de “genialidad”. Las vanguardias artísticas de

principios del siglo veinte equipararon la originalidad con la ruptura; es decir, con la

aportación de una forma completamente nueva de ejecutar una obra en oposición a las

que repiten el canon y el “genio” era aquel capaz de lograr semejante empresa por la

cual estaba en posición de plasmar su nombre en la obra. Tal parece que la idea de

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Originalidad y de Genio que maneja Welles es más tradicional. Anteriormente la

originalidad remitía más a la capacidad de ceñirse al origen de la técnica, de dominar el

canon y encontrar las sutiles variantes que lo hacen actual y diferente, el genio, por lo

tanto, es el que se enfoca en el origen, en los rudimentos que dieron inicio al canon para

adaptarlos a su época, el autor era anónimo su logro era un triunfo del gremio no del

individuo. Eso queda plasmado en el momento más íntimo de la película, cuando Orson

contempla la Catedral de Chatres en Francia y reflexiona sobre la posteridad, sobre el

legado que dejan los hombres, sobre la naturaleza del Arte.

Para 1977 Welles ya había vendido todas las regalías de F de falso, era lo último

que quedaba de esa apuesta fallida. Quería hacer una película innovadora, reflexiva,

lúdica que le redituara dinero suficiente para concluir sus eternos proyectos en

gestación, pero no funcionó, al menos no como negocio. Ya no le alcanzó el tiempo ni

el dinero para terminar otra película, pasó el resto de sus días haciendo comerciales,

participando en programas y películas como una parodia de sí mismo. A principios de

ese año tenía que dar un discurso ante un público nutrido y se enteró que su amigo

Elmyr se había suicidado en diciembre, con esa tristeza a cuestas declaró: << Quizá

hemos llegado al final del cine. Los filmes son lentos, costosos y cuando llegan a la

pantalla pertenecen ya al pasado…>>3 Esta declaración tan inusual en él, dado por lo

general a la ironía y al humor, refleja el momento en que la expresó más que su

verdadero sentir. Él era la historia con que se asustaba a los nuevos directores para que

no se salieran del redil y cumplieran los designios de los estudios y no con ese estorbo

llamado criterio. Si fallaban, si mostraban la más mínima señal de fracaso serían

condenados al ostracismo y a penar en busca de financiamiento. Los jóvenes directores

admiraban a Welles pero en realidad buscaban el inusitado éxito de Lucas y Spielberg,

en ello signaron su destino y el del cine que vino después.

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Personas que lo vieron en sus últimos años lo describían con asombrosa

similitud: “Parecía un viejo galeón, un barco en ruinas y a la deriva” decían de él

palabras más palabras menos. Estaba muy pasado de peso, caminaba poco y lento, pero

en sus ojos todavía se intuía la fuerza de aquél enfant terrible, que un día al quedarse sin

fondos durante un rodaje en Roma, subió a un taxi e indicó simplemente al chofer: <<A

Francia>> para encontrarse con Darryl F. Zanuck y asestarle un sablazo que le ayudaría

a terminar su Otelo. Posiblemente parecía un barco pero no uno a la deriva, sino uno de

esos cruceros que recorren el Caribe y que tienen uno o dos gigolós en el bar esperando

a la dama rica dispuesta a despojarse de algunos de sus miles o de sus joyas a cambio de

un trozo del paraíso. La manera en que fue recibida su película y la certeza de que las

puertas se le habían cerrado para siempre lo hicieron pensar que el cine estaba muerto,

pero difícilmente se podrá encontrar un tributo más luminoso, más fresco y más vivo al

cine que F de falso. El huracán ya cubría el horizonte, Orson lo vio venir. Seguramente

se sirvió otra copa, con el estruendo del viento azotándolo todo, y sonrió. También eso

sonaba a engaño.

Notas

1.- Cabrera Infante, Guillermo, Cine o sardina, Ed. Punto de lectura, España, 2001, p.

250

2.- Innes, Brian, Fraudes, estafas y falsificaciones, Ed. Libsa, España, 2008, p. 79

3.- Valentinetti, Claudio M., Orson Welles, Ed. Il Castoro, Milán, 1999, pp. 85-86