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TENEMOS UNA OCUPA EN EL SALÓN Aurora Garrigós 2015 [email protected] Derechos de autor cedidos por dos años a: Federación de Teatro Amateur de la Comunidad Valenciana http://www.teatreamateur.org/

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Entertainment & Humor


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Page 1: Tenemos una ocupa en el salón- Aurora Garrigós

TENEMOS

UNA OCUPA EN EL SALÓN

Aurora Garrigós 2015

[email protected]

Derechos de autor cedidos por dos años a:

Federación de Teatro Amateur de la Comunidad Valenciana

http://www.teatreamateur.org/

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Sinopsis:

Severiano se ha volcado en su hija desde que era pequeña de una manera

desproporcionada, a pesar de los reproches de su mujer. Sembrando así el egoísmo en la

chica hasta límites insospechados, pues Marga, que así se llama la hija, cree que sus

padres han de mantenerla y servirla en todos los sentidos, a pesar de tener veintiséis

años y una vida económica incluso más favorable que la de sus padres.

El padre descubre su error y trata por todos los medios de remediarlo pero, ¿será

demasiado tarde? ¿Aprenderá de su error…?

Esta obra pone ante nuestros ojos las consecuencias de la sobreprotección, mientras

muestra la lucha emocional de unos padres por acaparar el amor de su hija. Con humor

nos conduce hacia situaciones que desencadenan emociones de amargura en sus

protagonistas. El argumento plasma una realidad que, amplificada sobre el escenario, es

más común de lo que cabría esperar.

La sobreprotección, antes o después pasará factura a todos. Y es que, si bien poner

límites y aportar estructura a los hijos no es fácil, lo cierto es que se convierte en una

necesidad ineludible que, sin duda, les ayudará a integrarse de una manera sana y

positiva en la sociedad.

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REPARTO

Severiano-----------------------Padre

María---------------------------Madre

Marga----------------------------Hija

Lucía --------------------------Nieta

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PERSONAJES

Severiano: Marido de María de 50 años. Trabaja a turnos en una empresa de

instalaciones eléctricas. Se siente agobiado últimamente.

María: Esposa de Severiano de 45 años. Trabaja tres tardes a la semana como modista

en un taller arreglando ropa. Parece estar siempre en estado de alerta.

Marga: Hija del matrimonio de 26 años. Actúa como si se hubiera quedado en la

adolescencia. Su trabajo no le gusta. Su actitud es distendía, pasota y vulgar.

Lucía: (Último acto) Hija de Marga y nieta de Severiano y María. Educada y solícita.

Muy cariñosa y despierta.

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Época actual. Derecha e izquierda,

las del espectador.

La acción transcurre en un único

decorado que reproduce el ángulo del

salón-comedor de un piso modesto y

pequeño, cuya única habitación es la

del matrimonio. A la izquierda y pegado a la pared un aparador lleno de ropa

amontonada. A continuación del aparador se encuentra la puerta de entrada al interior

del piso, donde están la cocina, la habitación, el baño etc.

En el rincón que une las dos paredes, una grande y bonita planta decora el ambiente.

Seguidamente y en la pared de enfrente del espectador, una ventana con cortinas que se

corren de un tirón, sin dificultad. La luz entra a través de la ventana y ésta cambia,

creciendo o decreciendo en intensidad conforme pasan las horas. Al lado de la ventana,

una estantería con libros y adornos. Seguidamente un pequeño recibidor que lleva a la

puerta de la calle situada a la derecha del recibidor, oculta a los ojos del espectador.

Continúa el escenario con otra planta que adorna el espacio.

Paralelamente al aparador está la mesa del comedor con un colchón encima; vestido con

sábanas y colcha de verano revueltas en la improvisada y deshecha cama. Debajo de la

mesa hay una colección de zapatos, botas, mochila, artilugios deportivos, maletas etc.

totalmente desordenados y espaciándose hacia afuera sin ton ni son.

En el centro del escenario una improvisada mesa pequeña de cuatro comensales con tres

sillas a su alrededor. Encima de las sillas y de la mesa también se pueden apreciar

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camisetas en un montón. En las sillas cuelgan un par de sujetadores y bragas, el aspecto

del salón-comedor es caótico.

A la derecha del escenario dos sillones reclinables.

Cuadros, lámparas, plantas y accesorios varios que decoran y dan al ambiente un

aspecto hogareño.

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Acto primero

Es por la mañana y entra Severiano al salón. Se dirige hacia la puerta de la calle.

Mira a su alrededor y estirando los brazos muestra el desorden en lenguaje corporal,

mientras hace un semicírculo sobre sí mismo a un lado y a otro. Al observar

detenidamente el desorden mueve la cabeza negativamente.

Severiano – ¡Pero qué desastre! No sé si voy a poder soportar esto por mucho tiempo.

¡Otra vez aquí…! (Pensativo) ¡Y no sé qué hacer! a veces, incluso hasta me cuesta

mirarla a la cara. (Sale)

Entra María a escena desde el interior del piso.

María – ¡Jesús! ¡Menuda pocilga! Voy a ordenar todo esto, a ver si Severiano no se ha

dado cuenta y me ahorro un problema… (Se da prisa para ordenar) no creo que tarde

en subir.

Cuando ya tiene medio recogido el desorden aparece Severiano y la mujer se queda

parada, como si la hubiesen pillado en una travesura.

Severiano – ¡Oh, vamos! también vas a ordenarle tú las cosas.

María– ¡No te pongas así Severiano! La niña ha ido a trabajar. Además, me molesta ver

todo desordenado.

Severiano – Claro y de eso ella se aprovecha.

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María – No empieces otra vez, vale, si no te hubieses empeñado en vender nuestro

antiguo piso seguiría teniendo su cuarto y no pasaría esto, ahora nos toca tenerla

durmiendo aquí encima y ya te he dicho que no soporto el desorden.

Severiano – (Mirando a su alrededor) El desorden dices ¡María, esto es el caos!

María – Pobrecilla, (Sigue ordenando) si es que no tiene tiempo.

Severiano – (Cogiendo las bragas que cuelgan de la silla y levantándolas) Lo que no

tiene es vergüenza.

María– Por favor cariño, (Le arrebata las bragas de un estirón y recoge los sujetadores

con ímpetu) no tengo ganas de discutir.

María sigue ordenando el salón mientras su marido la mira y niega con la cabeza.

Severiano se dirige al público.

Severiano – Cuando Marga, nuestra hija, se independizó mi mujer se puso a llorar; sin

embargo, yo me sentí como si nos hubiera tocado la lotería. ¡Toda la casa para nosotros!

sobre todo el baño, Marga lo monopolizaba continuamente. Anda que no tuve que ir

veces a casa de la vecina a echar una meadita… por no decir otra cosa. Por eso se me

ocurrió que para evitar que volviera a instalarse en casa, lo mejor era vender aquel piso

de dos habitaciones y comprar este de una sola habitación. Así, de paso, recogíamos

algún dinerillo para la vejez, que cada día está más cerca. (Mira a la esposa pensativo)

pero está claro que me equivoqué.

Entra Marga.

Marga– (Con entusiasmo) ¡Hola padres!

María – (Sorprendida)¿Qué haces aquí? ¿Y el trabajo…?

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Marga – (Cambia su actitud con descaro) ¡Uy, es que me siento mal, estoy muy

mareada… (Tambaleándose) ¡Uy, uy! Voy a ver si me acuesto un rato que no me tengo

de pie (se tumba en su improvisada cama).

Severiano – Sí hija sí, una idea muy original para no hacer nada. Desde luego se te nota

en la cara que estás fatal, (con sarcasmo). A ver, a ver… (le pone la mano en la frente)

Gandulitis crónica, no te preocupes si le ayudas a tu madre se te pasa en un periquete.

María – ¡Seve!, pobrecilla. ¿Te sientes mal cariño? (va solicita hacia ella).

Severiano – ¡Por Dios María! si no hay más que verla para darse cuenta de que miente.

Marga – ¡¿Sí?! Pues mira, hoy en el trabajo se lo han tragado sin agua y a la primera

(muy resuelta).

María – ¡Ay Marga, eso no está bien hija!

Severiano – (Burlándose de María) Noooo y por eso te voy a dar unos azotitos en el

culito por malita. (A la hija) Pero qué desperdicio de tiempo y dinero el que hemos

derrochado en tu carrera ¡Si está claro que lo tuyo es actuar!

Marga – (Sin prestar atención a lo que dice su padre) ¡Qué quieres mamá! Yo no he

estudiado para empaquetar sillas. Soy decoradora de interiores y me encantaría trabajar

en lo que sé y me gusta. Este trabajo es un verdadero rollo.

María –Pero hija, ¡cómo puedes decir eso con la crisis que hay! Eres muy afortunada,

además, es un departamento de exportación ¡y tú no eres quien empaqueta las sillas

Marga, por favor! ¡Ganas un buen sueldo! ¿De qué te quejas, (Angustiada) y si se dan

cuenta de que les has mentido…?

Marga – Pues es posible que me despidan y que tengáis que mantenerme vosotros (ríe).

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Severiano – (Remarcando las sílabas) Ja-ja-ja, como si no lo hiciéramos ya.

Marga – (Pasando de su padre y con desparpajo) Bueno, ahora por favor, no habléis o

no podré conciliar el sueño (se acuesta encima de la mesa de comedor).

Los padres se miran, Severiano hace un movimiento hacia ella pero María lo sujeta y

contesta a su hija:

María – Pe…pero cariño, (con lástima) es que estás en nuestro salón, el centro

neurálgico de nuestra casa, es de día y nosotros tenemos que vivir.

Marga – (En tono de reproche) Y qué culpa tengo yo de que vendierais mi habitación.

¡Yo no puedo comprar una vivienda!

Severiano – No, claro, la que tú quieres desde luego que no, pero una más normalita

seguro que sí. Y si no, ¿qué tal si pruebas a alquilarla? Nosotros vivimos de alquiler

muchos años y no nos pasó nada. Además tu sueldo da para eso y para mucho más.

¡Pero si casi es mejor que nuestros dos sueldos juntos!

Marga – Sí, pero entonces me quedaría sin poder ir de vacaciones cada fin de semana, o

no podría comprarme la ropa que me dé la gana y disfrutar de la vida. Y no es eso lo

que vosotros queréis ¿No me habéis dicho siempre que disfrute de la vida?

Severiano – Pero resulta que ahora hay un pequeño problema (con rintintín) cariño. Y

es que para que tú disfrutes de la vida. Nosotros tenemos que morirnos de asco.

María – ¡Severiano!

Severiano – (Le replica de igual modo) ¡María! A ver… ¿Desde cuándo no nos hemos

ido tú y yo a un buen restaurante? Y esos trapitos que solo puedes mirar desde el

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escaparate ¿qué? Ahora todo va a parar al estómago de tu hija y a su ropero. (Mira los

bajos de la mesa-cama y el aparador) bueno, mejor sería decir trastero.

María – ¡Venga, déjalo ya Seve! No empecéis otra vez a discutir.

Marga – ¡Sí claro! pobrecitos de vosotros, pero la realidad es que soy yo la que estoy

aquí durmiendo encima de una mesa, tirada en el salón, sin intimidad, igualita que una

paria (tratando de hacerles sentir mal).

María – Severiano, ¡la niña tiene razón!

Severiano – ¡Este es el otro problema! Pero María no te das cuenta de que esto que se

nos ha apoderado del salón ya no es una niña. No te acuerdas de que se ha tirado los dos

últimos años durmiendo con un tío con bigote.

Marga – Padre desnaturalizado (con rencor).

Severiano – Y uperisado... y pasteurizado...( irónicamente) Hija, bonita, que tú a mí no

me la das con leche.

María – Con queso.

Severiano – ¿Qué?

María – Con queso, que se dice con queso hombre.

Marga – ¡Uy!, hablando de la leche y sus derivados; mamá, (con voz melosa) ¿me

traerías un vaso de leche calentita antes de que me duerma?

María se dispone a preparárselo, Severiano va corriendo a cerrarle el paso.

Severiano – (Enfadado) María no lo hagas, no lo hagas María o me voy de esta casa.

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María – Tal vez sea mejor que te dé un poco el aire Severiano.

Severiano – (Muy serio y ofendido) ¿A sí? Pues muy bien, hasta nunca (sale como alma

que lleva el diablo).

María – (Preocupada) ¡Pero hombre tampoco te pongas así! ¿A dónde vas alma de

cántaro?

Marga – Madre, la leche por fa. ¡Anda y deja que se vaya de una vez! ¡Má pesao!

Bueno, ya sabes cómo me gusta la leche, en su justa medida; ni caliente ni fría.

(Cogiendo una revista)

María – ¡Ay, ya voy! (Malhumorada) ¡Uy, perdona hija!, es que tu padre me pone de

los nervios.

Marga – Hombres, no hay quien los entienda. Haz como yo mamá, búscate una novia

(muy resuelta).

María - ¿Cómo? (sorprendida y horrorizada).

Marga – (Riendo) ¡Es broma! ¡Joder, pero qué cara has puesto! Si te hubieses visto la

cara…

María – ¡Caray! (Recoge más trastos) ¡Es que me has dado un buen susto!

Marga se queda mirándola pensativa mientras su madre le arregla la ropa de la

cama.

Marga – ¿Qué pasaría si fuera cierto? (intrigada y sorprendida)

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María – Nada hija, sólo que como es algo atípico tendría que hacerme a la idea, eso es

todo. Aunque tu padre pondría el grito en el cielo, de eso puedes estar segura. Y eso es

lo que de verdad me asustaría (sonríe).

Marga – No. Si ya sé que tú eres una madre muy enrollada que me quiere por encima

de todo. No como mi padre. ¡Pero por qué no habrás sido tú una madre soltera!

María – ¡Por Dios Marga, que es tu padre!

Marga – ¿Seguro?

María – (Escandalizada) ¡Marga!

Marga – No, si no lo digo por ti madre, era para ver si podía deshacerme de él de una

vez y para siempre.

María – ¡Ay hija!, ¡entre los dos me vais a matar a disgustos!

Marga – Pero mamá, si por él fuera seguro que me llevaría al paredón de fusilamiento

día sí, día también.

María –Bueno, eso seguro e incluso te haría ir a la pata coja. Pero no me negarás que

te ganas con creces sus recriminaciones.

Marga – Con creces no, con cruces, porque aguantarle es como llevar una cruz así de

gorda a cuestas (hace el gesto).

María – Venga, ya vale. Anda déjate de historias y descansa que voy a por tu leche (la

arropa).

Sale a prepararle la leche. Marga se incorpora y coge el móvil para llamar a una

amiga.

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Marga – Hola flor!... vale, no te enfades tía. Ya sé que tu nombre es Rosa, ¿pero acaso

una rosa no es una flor? Bueno. Empezaré de nuevo: – Hola Rosa, ¿qué hacemos hoy?

¿Cómo que no puedes salir? ¿Por qué? Tía que ya eres mayorcita para que tus padres te

manden ¿Suerte? Yo no tengo suerte yo tengo mano con mis viejos. Fíjate, me he salido

del trabajo antes de hora y ahora mi madre me está preparando un vaso de leche

caliente, porque me estoy haciendo la ñoña que es un primor. Pues tía aprende tú. Ellos

son los que nos traen al mundo ¿no? y que yo sepa no nos piden permiso. Pues que sean

responsables de sus actos; no es esa la monserga que nos repiten todos los días desde

que nacemos. Responsabilidad; pues eso, que se apliquen el cuento o que se lo hubiesen

pensado antes de meternos en esta mierda de mundo. Tú, lo que yo te digo, espabílate,

no seas gilipollas. O te comes el mundo o el mundo te come a ti. Voy a sobarla un rato...

¿Qué qué me van a decir? ¡Nada! Aquí la mandurrianta soy yo tía. Bueno, pues cuando

te rebeles me avisas ¿vale?, chao pringaaaa.

Cuelga el móvil y se acurruca en su colchón. Tras unos segundos sale la madre con

un vaso de leche. Con cariño y suavidad trata de despertar a la hija para que se la

tome. La hija refunfuña sin despertarse y la madre desiste, se mira el reloj, deja el

vaso en el aparador y de puntillas coge el bolso, sale de la casa, pero antes cierra las

cortinas, (la luz baja de intensidad) unos segundos y aparece el padre, se acerca a su

hija y la mira con cara de enfado pero poco a poco su rostro comienza a dulcificarse,

mira hacia el público y con una mezcla de melancolía y añoranza dice:

Severiano – ¡Qué felicidad! cuando te dicen: ¡vas a ser papá!¡Qué ilusión cuando, por

primera vez, tu hija te dice con esa carita tan linda, Papá (imitando a un bebé). Y

cuando sus bracitos rodean tu cuello porque tiene miedo. Que increíble sensación

cuando sientes cómo se calma al abrazarte, te das cuenta de que tú eres todo su mundo,

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lo más importante para ella y eso te llena, te llena tanto que se te olvidan las noches en

las que no te ha dejado dormir, los días en que te da la comida porque no hay manera de

que se coma la suya. O esa angustia que te entra cuando le sube la fiebre. La

preocupación de su primer día de cole, donde piensas: qué estará haciendo ahora mi

niña. Estará llorando o será feliz (Acaricia su pelo pensativo pero poco a poco comienza

a cambiar su actitud).

Pero, de pronto, y sin saber dónde empieza el problema, comienzas a discutir con ella

por cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Porque quiere beber más Coca cola y tú no

quieres, porque quiere ponerse una minifalda y tu le dices: –¡Vale hija!, ponte una

minifalda, pero no te empeñes en hacerme creer que ese cinturón ancho que llevas es

una minifalda ¡coño, que no soy tonto! Ahora, que lo peor viene cuando tiene su

primera cita y vienen a recogerla con el coche (recalca lo del coche). Ese es uno de los

peores días en la vida de un padre. Y para colmo, ves a tu mujer emocionada, con cara

de boba, incluso ilusionada mientras tú piensas: – ¿Pero a esta qué le pasa? Y entonces

va y te dice: –Ay cariño, que nuestra pequeña se ha convertido en una mujer. ¡Joder,

pues claro!, ¿por qué te crees que estoy así?, a mí el viaje en coche que le van a dar me

tiene sin cuidado, lo que realmente me preocupa es el viaje que le endiñará la hormona

desenfrenada con patas que lo conduce... precisamente en el coche (vuelve a recalcar lo

del coche). Que uno también ha sido joven y sabe de lo que habla.

Se acerca a su hija y vuelve a acariciarle el pelo.

Severiano – Lo que yo hubiese dado por que te quedaras chiquitita para siempre

(silencio) pero no; tenías que crecer (enfadado) y, después de aquel maldito día

(angustiado) me tienes hasta las narices, habrase visto desfachatez más grande. Sabes

que te digo, que tú de mí no te ríes.

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Decidido corre las cortinas y coge una revista haciendo con ella un canuto para

simular un altavoz. Arrimándolo a la oreja de su hija le grita con todas sus fuerzas un

solo de trompeta militar. Marga grita aterrada y da un brinco sentándose en la cama.

Severiano – ¡Hora de levantarse!

Marga – ¡Pero te has vuelto loco tío!

Severiano – No, estoy más cuerdo que nunca. Es hora de trabajar (destapándola del

todo).

Marga – ¡Que estoy enferma! ¿Es que no te has enterao?, (gritándole) se lo voy a

contar a mamá. ¡MAMAAAAAÁ!

Severiano – ¡Uy que miedo! a lo peor me castiga de cara a la pared (con guasa).

Marga – Sí, tú búrlate pero de esto se va a enterar tu mujer.

Severiano – No, la que se va a enterar eres tú, y entérate ya de una vez que esta casa ha

dejado de ser un hotel para ti.

Entra María en ese momento con unos limones.

María – Pero ¿qué está pasando aquí?

Padre e hija se quedan por unos segundos mirándola y Marga corre a refugiarse

entre los brazos de su madre.

Marga – ¡Ay madre!, menos mal que estás aquí. ¡Papá se ha vuelto loco!, se ha puesto

a gritarme, ¡se le ha ido la pinza tío!, menudo susto me ha dao. (Se pone detrás de

María asustada).

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María mira desafiante a Severiano, como una leona defendiendo a su cría.

María - ¿Qué le has hecho a la niña Severiano?

Severiano – ¡Y dale con la niña! Que tiene veintiséis años María ¡por Dios!, pero cómo

va a crecer si no la dejas. Es que no ves como se comporta. Si parece que tiene quince.

¡No la dejas crecer María!

María – ¡Ah claro! que ahora la culpa la tengo yo ¿no? Como siempre.

Severiano – Pues claro, ¿quién si no la va a tener?

Marga – Tú por vender mi habitación. Nada de esto pasaría si estuviese durmiendo en

mi cama.

Severiano – (Suplicante y recalcando) María si no la consintieras tanto tú serías más

feliz…yo sería más feliz. Todos seríamos más felices.

María – Pero qué egoísta eres Severiano, ¿no querías hijos?, y eso que sólo tienes una.

No quiero ni pensar si tuvieses más. Sólo piensas en ti Severiano. (Con desprecio)¿Qué

clase de padre eres tú?

Marga desde detrás de su madre le hace burlas a su padre. Severiano se ve superado

por la situación y por los ataques de su mujer y con visible impotencia se marcha

diciendo:

Severiano – Mira…Voy a preparar la ensalada (sale hacia la cocina).

Marga – ¡Cuidao! no se te vaya la mano con el vinagre, que ya bastante agrio eres tú

(se burla).

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Severiano se gira y la mira desafiante. María se pone delante de Marga impidiendo

que la mirada de su marido fulmine a su hija. Cuando desaparece Severiano de

escena la madre se gira algo enfadada hacia su hija.

María – Por favor Margarita, no me lo pongas más difícil, es tu padre, un poco de

respeto por Dios.

Marga – ¡Pero si empieza él!, yo estaba tan ricamente durmiendo y se ha puesto a

hacerme un solo de trompeta en el oído. Hablando de oído, todavía noto un zumbido,

¿me habrá roto el tímpano? Será mejor que me pidas cita para el otorrino (como una

niña preocupada).

María – Ay hija no me digas eso (asustada le mira la oreja) sana, sana culito de rana.

(Marga abre los ojos como platos mirando al público entre sorprendida y avergonzada

por la ocurrencia de su madre)Venga no será nada, seguro que dentro de un rato se te

ha pasado. Anda ayúdame a poner la mesa hija.

Marga cambia de actitud y en sus gestos se adivina la picardía, por tratar de librarse

del trabajo que le ha mandado hacer su madre. Entonces decide echarle morro.

Marga – ¡Ay, ay que mareo me ha entrao! No sé qué me pasa; debe de ser el efecto del

susto que me ha dao el bruto de tu marido, ¡ay... ay que me caigo!

La madre rápidamente la sujeta asustada.

María - Anda acuéstate otra vez que me parece que es verdad que te encuentras mal.

Descansa hija hasta que esté la comida. Yo creo que todo esto te pasa porque estás

estresada.

Marga – ¿Tú crees mamá? Entonces, (lánguida y decaída) ¿saldré de ésta?

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María – ¡Por Dios Marga!, qué cosas tienes hija.

La madre la arropa con mimo y sale de escena. Marga se incorpora y dirigiéndose al

público dice:

Marga – Que dura es la vida de los hijos. Hay que ver lo que hay que hacer para no

hacer nada. Bueno, a fin de cuentas esa es nuestra misión ¿no?, tratar de salirnos con la

nuestra a como dé lugar, desde que nacemos. Y creo que a este paso voy a conseguir

matrícula de honor. (Con sinceridad) Mi madre es una buenaza, pobrecilla, a veces me

da un poco de pena, pero es que es ¡taaan boba! Sin embargo mi padre se pasa de listo,

Severiano es como su nombre, severo y duro de roer... Se ha empeñado en dejarme sin

habitación y esa me la va a pagar. ¡No sé qué coño le habré hecho últimamente!, pero

está que no hay quien lo aguante.

Con Jesús, mi novio, me pasaba el día discutiendo. ¿Por qué? Pues porque durante dos

años intenté que me tratara como mis padres, pero no hubo manera y encima me tocaba

lavar sus calzoncillos, hacerle la comida, limpiarle la casa y, quieren que les diga algo,

pues que me cansé ¿Por qué voy a hacer esas cosas para alguien si hay alguien que las

hace para mí?

Se tumba de nuevo en la cama, sale el padre con la ensalada a poner la mesa con

cara de pocos amigos. Marga le observa. Después de colocarlo todo se sienta

enfurruñado en la mesa, a la derecha del público. Sale María con los tres platos.

María – Venga hija, a comer que se enfría.

Marga da un brinco y salta de la cama para sentarse a comer.

María – ¡Vaya, ya veo que estás mejor, me alegro!

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Marga retrocede en su actitud para disimular su mentira. El padre y la hija se sientan

uno enfrente del otro, la madre en medio de cara al público. El padre sigue enfadado,

no levanta la cabeza ni para mirarlas.

María – (Mirando a los dos de reojo trata de distender la situación) ¿Estas vacaciones

vas a algún sitio hija?

Marga – Sí, nos vamos a Grecia.

María - ¿Os vais? ¿Quiénes?

Marga – La Flor y yo, vamos a ver si nos ligamos a algún griego, que dicen que son

muy fogosos (El padre levanta un poco la cabeza para echarle una mirada fulminante,

después mira a su mujer) pero donde estén los españoles que se quiten los demás,

aunque aquel alemán que me ligué una vez no lo hacía mal del todo, la verdad.

María – (Carraspea y cambia rápidamente de tema) Hay que ver que calor más

bochornoso está haciendo. A este paso nos vamos a achicharrar.

Marga – Pues ¡que viva el despelote!, es lo mejor para el calor ¿no? (dice mirando a su

padre).

Severiano casi tiene metida la cabeza en el plato. María teme el conflicto y trata de

encontrar un tema de conversación más adecuado para evitar que la paciencia de su

marido salte por los aires.

María – Ay hija, ayer vi a Silvia tu amiga de la infancia.

Marga – Esa mema ¿y qué?, ¿te rezó el rosario?

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María – No hables así de la chica, es muy buena muchacha, me contó que está haciendo

voluntariados en un hospital.

Marga – ¿Y eso en qué consiste? (con poco interés).

María – Pues en cuidar a los enfermos, ella cuida a los que no tienen a nadie que los

cuide.

Marga – ¡Aaayy claro! (burlándose junta las manos como para rezar) Santa Silvia, se

me había olvidado. Esa chica ha sido siempre ¡taaaan buena! Anda que no nos reíamos

de ella en el colegio. Y la muy estúpida nos servía a todos como una tonta.

Severiano – (Irónicamente) ¡Qué raro! ¿Tú aprovechándote de alguien?

La madre carraspea de nuevo y azorada dice:

María – Pues mañana voy a hacer espaguetis.

La hija se ha quedado con lo que el padre le ha dicho y no tiene inconveniente en

entrarle al trapo.

Marga – A ver, dime... ¿de quién me aprovecho yo?

Severiano – Pues no sé, si quieres te hago un croquis (con guasa).

Se miran desafiantes. La madre sigue tratando de desviar la atención a como dé

lugar.

María – Ayer Luisa, la vecina del tercero, me dijo que la del cuarto se ha separado.

Marga – (Ignorando lo que dice su madre) Pues vale, hazme un croquis o deletréamelo,

porque todos no somos tan listos como tú (irónica).

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Severiano – Tú con tal de que te hagan lo que sea ¿verdad?

Marga - (Ofendida) ¿Qué quieres decir?

La madre mira a uno y otro visiblemente preocupada, buscando desesperadamente

las palabras que consigan desviar la atención de alguno de ellos.

Severiano –El alemán no lo hacía mal del todo (haciendo burla pero cabreado).

María – Hi-hija ¿sabes qué...? (Marga no deja terminar a su madre).

Marga – ¡Ja!, te ha molestado que dijera que el alemán era un cachondo. ¿Pero qué

pasa? tengo 26 años, ¿te crees que me chupo el dedo?

Severiano – Sí, tienes 26 años y muy poca vergüenza. Ya quisiera yo que todavía te

chuparas el dedo y no otras cosas…

María – ¡Uy por Dios! Severiano ¿fu-fuiste a llevar los papeles del seguro al taller?

Ignorando las palabras de la madre.

Marga – ¿Pero ahora qué he hecho yo?

Severiano – Dirás mejor qué es lo que no haces.

María – (Desesperada y en un tono bastante elevado) Anoche me acosté con uno...

(Severiano y Marga se callan y la miran asombrados, María piensa unos segundos

cómo salir del atolladero en el que se ha metido) uuuno de los pijamas nuevos que me

he comprado… digo. Bueno... mejor dicho, un picardías.

Severiano – ¡Que te has acostado con un picardías y yo no me he enterado!

María respira algo aliviada porque ha logrado acaparar la atención de su marido.

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María – Pues no será porque no traté de llamar tu atención, pero tú roncando sin parar,

pata aquí, pata allá.

Severiano – (Con reproche e incredulidad) Tampoco insistirías mucho.

María – Pues hombre, ¡si hasta te lamí la oreja!

Marga – ¡Puaj!, ¡qué asco! cortaros un poco ¿no?, que estoy aquí.

Severiano – (Divertido) ¿A qué jode? (a su mujer) Desde luego María, mira que no

despertarme…

Entre quejas comienza a quitar la mesa y el primero que desaparece de escena es el

padre. María mira hacia donde se ha metido su marido con miedo de que pueda oírla.

María – Hija por favor, ¡no provoques así a tu padre! que me he visto negra para

sacarlo de la pelea. Ahora me va a tocar comprarme un picardías para esta noche.

La hija la mira incrédula.

Marga – Osea, ¡que era mentira!

María – Pues claro que era mentira. He tenido que tirar mano de la artillería pesada.

Marga – Ja, ja, ja. Con que la artillería pesada ¿eh? ¡Vaya sorpresa! Así que mi padre

pierde el culo por un picardías. Ha sido impresionante y ¡qué efecto madre! ¡Qué fuerte!

(como alucinada) hay que ver cómo te lo has llevado al huerto.

María – Una, que tiene recursos y todavía sabe cómo mantener a su marido interesado.

Marga – Miala, y paecia tonta (sale con platos).

María recoge el mantel. Se dirige al público con todo en la mano.

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María – La verdad es que vivir así es un suplicio y a mí me tienen entre la espada y la

pared continuamente. No sé qué puñetas le pasa a Severiano con nuestra Marga

últimamente.

Cuando Marga se independizó me sentí morir, mi polluela dejaba el nido. Qué horrible

sensación. Mi niña, mi pequeña se marchaba de mi lado. Después... fui haciéndome a la

idea. Tu hija ha crecido y comienza a caminar sola ¡eso es todo!, me decía a mí misma.

Es ley de vida, tan sólo ha empezado a ser la protagonista de su vida. ¡Alégrate María!

Pero nada, no había manera de animarme. Cuando dejó a Jesús me sentí muy mal, Jesús

es un buen muchacho, un poco chapado a la antigua pero un buenazo. Sin embargo, y a

pesar del disgusto que me llevé al saber que lo habían dejado, una lucecita se encendió

en mi corazón. Mi pequeña volvía a casa (emocionada), pensé que todo seguiría como

antes; pero lo cierto es que en esta vida nada permanece igual por mucho tiempo (con

melancolía sale de escena).

La luz de la ventana va decreciendo y todo se queda oscuro. Se oye música de fondo y

comienza a iluminarse la ventana dando a entender un cambio de día. Vuelve toda la

luz a escena y sigue sonando la música con menor intensidad. Sale María cargada

con una bolsa de utensilios de playa, deja las cosas en el suelo y comienza a arrimar

los zapatos de su hija debajo de la mesa mientras mira hacia la puerta temiendo que

la vea su marido. Coloca en la mesa pequeña, con nerviosismo y prisa, el centro de

adorno y se va. Tras unos segundos sale Severiano y la música ha ido decreciendo

paulatinamente hasta extinguirse. Anda decaído y se sienta en un sillón, tiene mala

cara, parece enfermo. Entra la hija con la bolsa de aseo en la mano.

Marga – Buenos días Padre, ¿qué te pasa tío? ¡Vaya cara de muerto tienes!

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Severiano - Estoy mareado, creo que tengo fiebre. Anda, tráeme el termómetro que está

en el baño haz el favor, me da miedo hasta caminar.

Marga se va decidida hacia su cama y cogiendo una bolsa de viaje empieza a meter

ropa dentro, mientras contesta a su padre.

Marga – Lo siento padre pero es que tengo mucha prisa. Cuando venga tu mujer se lo

pides a ella.

Severiano - ¿Mi mujer? Pero si tu madre hace un rato que se ha marchado a la playa

con tu tía y no volverá hasta la noche ¿Dónde vas con tanta prisa?

Marga – Pues este finde voy a aprovechar el puente y me voy a Palma de Mallorca con

unos ingleses que hemos conocido la Flor y yo.

Severiano – Pero hija, es que no ves que estoy enfermo. Por qué no te quedas conmigo

y me cuidas (con voz lastimosa).

Marga – ¡Anda! Pero qué corderito te has vuelto ¿no? ¿Y el lobo, dónde lo has

metido?(le levanta los brazos a su padre buscando al lobo). Te lo has comido, seguro.

Severiano – Marga, soy tu padre, estoy enfermo y te necesito.

Marga – Pero hay que ver qué egoístas os volvéis los padres con los años. No tienes

una esposa pa la salud y pa la enfermedad, (resuelta) pues llámala y dile que venga.

Severiano – Hija desnaturalizada.

Marga – Y uperisada y pasteurizada, ¡mira, como la leche! Umm… dónde habré oído

yo esa frase (con guasa). ¡Ay! pero qué mala suerte tienes, tu mujercita no está aquí

para hacerte un vaso de leche caliente, ¡qué pena! (le mira, le toca la frente) ¡Vaya, pero

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si estás ardiendo de verdad!, tú no haces cuento como yo ¿eh? Venga hombre, que no te

vas a morir por un poco de fiebre. Pero mira que sois quejicas los hombres. Bay papito

jajaja (sale).

Severiano – (Al público) ¡Dios mío, hemos creado un monstruo! ¿Y nos quejábamos de

la educación de nuestros padres? ¡Pues anda que…! (pensativo) Con tanto miramiento

lo estamos arreglando bien. (Se resiente de su malestar) (Pensativo) ¿Cuál será la

fórmula mágica con la que educar a los hijos? Esa que haga de ellos personas decentes y

como Dios manda. ¿Serán dos dosis de amor y una de disciplina o dos de disciplina y

una de amor...? (niega con la cabeza como preocupado). De todas formas creo que ni

una fórmula ni otra le hemos dado a Marga. La de la disciplina ni siquiera sabemos

aplicarla y la del amor se la hemos ido regalando con accesorios y servicios al portador.

Da muestras de sentirse mal y se deja caer hacia atrás en el sillón, cruzando los

brazos tiritando. Poco a poco la luz va bajando. Cuando hay luz tenue entra María,

cargada de nuevo con las cosas de playa. Enciende la luz y al verlo se acerca a él.

María – ¿Pero qué haces aquí con la casa a oscuras?

Severiano – Estoy enfermo.

María – ¿Y eso? ¡Podías habérmelo dicho esta mañana! ¿Y tu hija?

Severiano – Murió para mí cuando era pequeña.

María – Venga, no digas memeces.

Severiano – ¿Memeces?, se ha marchado todo el fin de semana a Mallorca con unos

ingleses, a pesar de saber que estaba enfermo. Ni siquiera fue capaz de acercarme el

termómetro. Lo que sí hizo y muy bien fue burlarse de mí.

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María – Ya será menos. Dios sabrá las barbaridades que le habrás dicho para que no te

ayudara.

Severiano – Que no María, se marchó dejándome tirado como una colilla. Cariño,

créeme, hemos creado un monstruo con tanto miramiento.

María – ¡Ya está otra vez! Y como siempre la responsable soy solo yo ¿verdad? Estoy

harta de que te escudes siempre en mí.

Severiano - ¿Qué? Pero, ¿de qué hablas?

María – ¿Que de qué hablo? ¿A ti que te parece? Hablo de que siempre me echas las

culpas de todo lo que no te gusta de tu hija ¿Quién la tuvo consentida hasta hace un par

de años?, cuando sólo tenía 24 añitos (burlona e irónica) Deja cariño, que tu madre lo

hace; tú disfruta de la vida ahora que puedes. Ya tendrás tiempo de trabajar cuando seas

(recalcando) ma-yor. ¿Eh, dime? ¿Quién le decía siempre esas cosas hasta no hace

nada? Porque yo no era. Cuántas veces critiqué tu actitud. ¡Pero no! Entonces tú decías:

(benevolente) ¡No seas exagerada, ya tendrá tiempo de crecer!

Severiano – Pero ahora ya es mayor María, ¡es que no lo ves! ¿Crees que en estos

momentos le ayuda tanto mimo?

María – A ya, que con 24 años todavía no era mayor. Pues, te recuerdo cariño que

nosotros nos casamos con esa edad. (Cambia de actitud) ¿Nunca se te ha ocurrido

pensar por qué la consiento yo ahora?

Severiano niega con la cabeza.

¡Oh vamos! Pero si parecía que yo no existía en su vida. Durante años tuve que

soportar ver cómo, la única hija que tenía, me ignoraba en cuanto su padre entraba por

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la puerta. Por más esfuerzo que hiciera, ahí estabas tú comprándole regalos y más

regalos para acaparar su atención. Sí, por eso ella siempre te ha preferido a ti. (Entre

sollozos)

Severiano – (Sorprendido y apenado) Pero María, creía que era lo que debía hacer,

¡hacerla feliz! No pensé que eso te doliera tanto, nunca me habías dicho nada.

María – ¿Para qué? Te lo hubieses tomado a guasa como todas mis cosas y me lo

hubieses restregado por las narices mil veces.

Severiano – (Ofendido) ¡Yo no me tomo a guasa tus cosas! ¿Por qué dices eso?

María – A no, y qué me dices de aquel día en que te dije que me sentía muy mal por

haber cogido tantos kilos, por culpa de aquella medicación que me dieron. Dime, ¿qué

hiciste?

Severiano – (Un poco avergonzado) Esas cosas te las decía cariñosamente.

María – Mi vaquilla guapa, mi bola requesona, mi meloncilla regordeta. Severiano,

¡tanto cariño me abruma!

Severiano – Lo siento, pensé que de esa forma te demostraba que a mí no me importaba

en absoluto que estuvieses más... (con miedo) ¿llenita?

María – Hombre, pues gracias, pero lo cierto es que esos calificativos solo me hacían

sentir peor. Y qué me dices de aquella vez que me apunté a las clases de inglés…Sí, no

pongas esa cara.

Severiano – ¿Qué es lo que hice entonces?

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María – ¿Que qué hiciste? Acaso no recuerdas la risa que te daba escucharme practicar

y cómo repetías mis errores lingüísticos delante de tus amigotes para que todos se

burlaran de mí.

Severiano – Pero, ¡qué dices mujer! ¡Solo eran bromas!

María – Bromas para ti, ¡para mí eran burlas!

Severiano – Bueno, lo siento María.

María – (Con reproche) Ahora ¿verdad? ahora lo sientes.

Severiano – Pues coño ahora, ¡cuando me he enterao que te molestaba! (Cambiando de

actitud se acerca a ella buscando su perdón y una reconciliación) Perdóname mujer,

¡anda! que estoy malito.

María se aparta de él.

(Excusándose) Pero si la culpa es tuya María, si me hubieses dicho cómo te sentías ¡yo

no soy adivino!

María – (Rabiosa) ¡Claro, tú nunca tienes la culpa de nada ¿verdad? siempre la tienen

los demás. Tal vez me equivoqué al pensar que ¡era evidente cómo me sentía! Pero

claro, lo que es evidente que no te enteras de nada.

Severiano – ¿Pero qué te pasa conmigo?

María– Que estoy harta Severiano. Harta de tener que ganarme constantemente el

cariño de mi hija y harta de ti.

Severiano– (Malhumorado) ¿Así?, pues qué bien ¿no?(Unos segundos de silencio).

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María – Estoy cansada de ver cómo he tenido siempre que competir contigo para que

mi hija, ¡mi propia hija! me preste un poco de su atención. (En tono burlón) ¿A quién

quieres más cariño, a mamá o a mí? Recuerdas la de veces que le has preguntado eso

delante de mí para que te dijera: –A ti papá– y te pudieses pavonear de lo lindo

sintiéndote el centro de su vida. Y todo por tus estúpidos celos (Resentida).

Severiano– ¿Celos yo? ¡Ja!, mira toooda para ti. Te la regalo.

María – ¡Claro!, ahora que no hay quien la soporte!

Severiano – Pues bien que le haces la rosca todo el día.

María – ¡Y cómo quieres que la trate si ahora tú la desaíras continuamente! (Se queda

mirándolo extrañada y pensativa) Pero, ¿qué ha pasado para que haya cambiado tanto

tu actitud hacia ella? Porque estás irreconocible ¿Fue porque se marchó a vivir con

Jesús? ¿Acaso fue tan duro para ti darte cuenta que tu niñita había crecido?

Severiano – (Frustrado, elude el tema) Prefiero no hablar de eso.

María – ¡Ah, ya! Como siempre Severiano eludiendo el problema.

Severiano– (Se aparta de María bruscamente y enfadado) Ya está bien María.

María– Ya está bien tú. El problema es que no puedes soportar que ahora sea yo quien

esté a su lado (reproche) Tú ya tuviste tu oportunidad, ahora déjame disfrutar a mí lo

que antes me negaste.

Severiano – Créeme, te vuelvo a repetir, ahora no es el momento para que la mimes.

María– ¿A no? ¿Y eso quien lo dice?

Severiano – María, parece mentira que no te des cuenta.

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María– Cuenta ¿de qué? De que ahora me tiene siempre que me necesita.

Severiano– ¡Por Dios mujer!¿te necesita? No seas ilusa. Tú no sabes en qué se ha

convertido tu hija…

María – ¿Y tú sí? Quieres explicarme de qué hablas Severiano.

Severiano – ¡Que de qué hablo! (pensativo) de que yo también estoy harto. Harto de

dejarme la piel por vosotras para que después me metáis una puñalada trapera por la

espalda.

María– ¡Esa sí que es buena! ¿Quién te ha metido una puñalada trapera a ti?

Severiano– Cómo crees que me siento cuando la defiendes a muerte aun a sabiendas de

que no tiene razón.

María hace un gesto de “ya será menos”.

¿Sabes cómo me hace sentir eso? Como el último mono de esta jungla en la que se ha

convertido mi casa. (Irónicamente) O vuestra casa, porque está claro que yo aquí ya no

pinto nada.

María– (Con sarcasmo) ¡Ay, pobrecito de él!

Severiano– Vale, sí, tú búrlate, pero mira a ver si no es cierto. Si no pregunta, (señala

al público) ahí tienes a los testigos, ellos lo ven todo.

María– ¿Pero qué dices Severiano? tú desvarías.

Severiano– ¡Claro! Es más fácil criticar que afrontar la realidad. Dime si no qué ocurrió

el otro día, ¡me echaste a la calle con la excusa de que me diera el aire delante de sus

narices! ¡Pisoteas mi autoridad continuamente!

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María– ¡Esa sí que es buena! (Con desprecio) Hay que ver qué melodramático te

pones. Y dices que Marga es una gran actriz, pues ya sabemos a quién le ha salido.

Severiano– Claro, ahora exagero. Tú puedes sentirte mal y expresarlo, pero yo no

¿verdad? si lo hago soy melodramático o peor aún, una nenaza. Los hombres tenemos

que tragárnoslas como puños. Pero ¿sabes qué te digo? que yo también me he cansado

de tu hija y de ti. (Sale de escena hacia el interior de la casa enfurecido)

María se queda sola en el escenario. Pensativa y angustiada se sienta en un sillón.

María– ¿Pero qué nos está pasando? ¿Por qué es todo tan difícil?(Pensativa y

angustiada) Yo sólo quiero disfrutar de mi hija, consentirla un poco. Nunca antes se me

ha permitido ¿Qué tiene eso de malo?(Silencio)¡Pero no, claro! yo no tengo derecho a

disfrutar de ella. Y ahora resulta que es insoportable por mi culpa. Pero será hijo de su

madre…Encima va de ofendido, ¡como él lo ha hecho todo tan bien!

Sale Severiano a toda prisa con una maleta en la mano que asoma un trozo de

prenda, dando a entender la prisa con la que la ha hecho.

María– ¿Pero dónde vas Seve? ¿Se puede saber qué haces?

Severiano– ¿Que qué hago? Me largo, ¿no es eso lo que quieres? Te dejo el camino

libre con tu hijita del alma. Que la disfrutes.

María– Pero qué tonterías estás diciendo Severiano. Nadie quiere que te vayas.

Severiano– (Irónico) ¿A no? ¡Vaya pues lo finges muy bien!

María le corta el paso.

María– Severiano te estás pasando.

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Severiano– Con que eso crees ¿eh?, que me estoy pasando (La mira unos segundos muy

serio). Prefiero pasarme a vivir más en esta...(Silencio).

María– (Confusa) ¿En esta qué Severiano? ¿Pero estás tonto o qué?

Severiano– Tal vez lo que pasa es que sé cosas que ha dicho tu hija que tú ignoras, pero

ya caerás en la cuenta tú solita, porque está claro que si te las digo yo no me vas a creer.

María- Habla Severiano, por Dios, ¿qué es lo que sabes? ¿Qué es lo que ha dicho

Marga? ¿Por qué ahora estás tan lleno de rencor hacia ella?

Severiano se queda mirándola unos segundos mientras niega con la cabeza, como

dudando contárselo. Y sale sin atreverse a hacerlo.

(Grita angustiada ante su partida)¡Severiano!(y girándose hacia el público)

¡Grandísimo egoísta! ¡Vete a la mierda! Por mí como si te mueres (Se va desmoronando

emocionalmente) total para lo que me has apoyado nunca…siempre me he sentido sola

(enfadada mirando hacia la puerta) A tus ojos no he valido nunca naaadaaa! (comienza

a llorar derrumbándose en el sillón) Si no hubiese sido por mí hija te hubiese dejado

hace años (Con rabia y dolor) ¡Maldito seas!, ¿por qué no me has querido nunca como

te quiero yo? (Se echa a llorar desesperada. Tras unos segundos de llanto hace un

alarde de fortaleza) ¡Hombres! Todos son iguales. Solo las mujeres nos comprendemos

entre nosotras… (Pensativa mira el móvil) ¡Claro! (Se calma un poco y marca un

número y espera). Hola cuñado, ¿está mi hermana? ¡Vaya! Y no se ha llevado el móvil

por lo que veo. No, nada, solo quería comentarle una cosa. No te preocupes ya se lo diré

en otro momento. Hasta luego (Cuelga). (Pensativa de nuevo y con el móvil en la mano

termina decidiéndose a llamar a su hija) ¿Quién mejor…?

La conversación se oye por megafonía.

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Marga – ¿Qué pasa madre?

María – ¡Hija! Marga necesito hablar contigo.

Marga – ¿Para qué?, ahora ando bastante ocupada.

María – ¡Es muy importante!

Marga – ¿Por qué? ¿Te estás muriendo y vas a dejarme todo en tu testamento?

María – No bromees cariño, ¡me siento muy angustiada!

Marga – Otra vez mi padre, como si lo viera. Divórciate madre y verás que agusto te

quedas, ¡si es que no sé ni cómo le aguantas!

María – Pero hija yo no sé qué os pasa últimamente ¿y cómo puedes hablar así de tu

padre con todo lo que él ha hecho siempre por ti, con todo el cariño y amor que te ha

dado desde que naciste?

Marga – ¿Amor? ¡Anda ya! es un carca y tú te estás volviendo tan carca como él,

menuda suerte me ha tocado con los padres. Así que si estás angustiada te aguantas. Tú

te lo has buscado por casarte con él. O sino mejor mira: coges la tarjeta y la fundes.

Cómprate algo mujer, un picardías de esos que tanto le gustan a mi padre y verás que

pronto te lo llevas al huerto, jajajaja. ¡Ah! Por cierto, de paso, si vas de compras, me

traes esa chupa tan chula que vimos el otro día en el escaparate ¿vale? Yo no te la

podré pagar porque me estoy quedando sin un duro, jajajaja. Mejor que Dios te lo pague

con hijos que estoy muuuu sola. Jajaja.

María – (Totalmente desilusionada y sorprendida) ¡Pero hija!

Marga –¡Venga mamá!, estírate un poco que si no te vas a quedar encogía…

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María se queda sin habla.

Bueno, te dejo que este muchachote me pide marcha ¡Hiepa, espera chico que me

despida de mi progenitora! Pues eso, vive la vida madre y disfruta que son dos días

jajaja (cuelga el teléfono).

María – ¡Marga!, (Silencio) (Al borde del sollozo) ¡Dios mío! Seve tiene razón, hemos

creado un monstruo. Y yo que creí que mi hija me escucharía… y me ayudaría a pasar

este trago…

Por medio de reflexiones va moviéndose por el escenario.

Pero cómo es posible que dándoselo todo nos trate de este modo. Acaso no tiene

sentimientos, ¡no tiene corazón! Su padre y yo nos hemos desvivido por ella desde que

nació. Le hemos dado todo, ¡todo! ¿Es eso lo que hemos hecho mal?(Camina como un

león enjaulado retorciéndose las manos) Tal vez he sido una mala madre por no saber

mostrarle mi amor de otra manera. ¡Dios! (Se sienta, abatida en el sillón y llora

desconsolada). Esto me está superando, primero Severiano y ahora mi hija. ¿Qué puedo

hacer? (dice con desesperación) ¿Qué puedo hacer?(Repite) (Mira el móvil, pero se

muerde el puño y camina de nuevo por el salón hasta que se decide a marcar).

Severiano tenemos que hablar.

Se cierra el telón

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Acto segundo

Se abre el telón y aparecen Severiano y María en pijama y camisón sentados en la

mesa desayunando y haciéndose carantoñas. Toda la ropa de su hija por todos sitios

como si allí hubiera pasado un tornado. La cama que está encima de la mesa

desordenada.

Llega Marga cargada con la maleta, se queda parada y boquiabierta viendo la

escena:

Marga – ¡Vaya, le volvió a funcionar, esta madre es una crack! ¡Buenos días tortolitos!

(mirando el desorden deja las maletas en el suelo) Veo que habéis aprovechao que no

estaba, para montaros una buena (mira su cama deshecha y dice aterrada) ¿No habréis

hecho nada en mi cama?

María se ríe con picardía.

Severiano – ¡Un sitio muy inspirador! (Con picardía mira a María).

Severiano hace una carantoña a su mujer. El matrimonio va a la suya, como si la

hija no estuviera allí.

Marga – ¡Dios qué asco! Pero ¿qué os habéis tomao? (huele los vasos), ¿os habéis

echado algo en la leche?

María y Severiano se van hacia el interior. Él le da un cachete cariñoso en el culo y

María sale correteando y riendo.

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Marga – Estos deben haberse fumao un porro de buena mañana, por lo menos. ¡Por

favor! ¡Tendría que darles vergüenza! Pero qué desfachatez.

¡Y cómo han dejao esto! Está todo patas arriba. Me hubiese gustado verlos por un

agujerito. (Con asco) ¡Uy, no!, ¡qué digo! para nada (Con enfado), Me va a tocar a mí

arreglarlo todo, con lo cansá que vengo del viaje y qué viaje! (Con una pícara sonrisa.

Suena el móvil) Hola Flor qué pasa tía, es que me echas de menos ya tan pronto

¿Cómo? ¿Que si puedes venirte a dormir? Pero ¿por qué? Jajaja cómo que tus padres no

te abren la puerta. Tía te vas dos días y ya han cambiado la cerradura para que no

entres! Jajaja qué fuerte. Lo que yo digo, eres una pringá. Bueno vale te haré un

huequito en mí…

Sale su madre corriendo y su padre detrás. Marga tapa el móvil para que su amiga

no oiga el jaleo y les mira estupefacta.

María – ¡No Seve por favor, no jajajaja, que así me haces cosquillas! Jajajaja.

María, continuando con el juego vuelve a meterse en el interior del piso y Severiano

va detrás.

Marga – Espera Rosa, vas a tener que buscarte otra guarida para hoy tía. Mi madre se

acaba de poner enferma de repente y la vamos a tener que atender mi padre y yo…

¿Que qué tiene que ver eso pa que tú puedas dormir? Pues tía que no te vamos a dejar

pegar ojo seguro, bueno adiós Flor, lo siento. (Cuelga sin esperar razonamientos. Se

acerca hasta la puerta que da al interior de la casa) ¡Eh! ¡Que ya he llegao! Madre que

ya estoy en casa. (Con expectación) ¿Hace un vaso de leche calentita?

Se escucha una risa contenida y luego la voz de María:

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María – Ay Seve por tu padre sigue, sigue, no pares, ¡sigue, sigue!

Marga – Con cara de tonta mira al público y dice: ¡Anda la hostia! pero ¿qué les ha dao

a estos? (Mira a su alrededor resignada y comienza a amontonar con los pies el

desorden debajo de la mesa, mientras, de vez en cuando, se oyen risas y frases pícaras

desde el interior)

Arregla su cama y se decide a acostarse. Cierra las cortinas y baja un poco la

intensidad de la luz.

Bueno, voy a ver si la sobo un rato que estoy molía (Suena el móvil)¡Joder con la pesá

esta, ¡qué lerda es la pobre! (Pone el móvil en silencio y se mete en la cama). Ay, qué

ganas tenía de pegar el culo a la cama. Voy a dormir hasta las diez de la noche, ¡por lo

menos!

Unos segundos de silencio y vuelven a aparecer corriendo y riendo María, Severiano

va detrás con intención de darle caza.

María – ¡Severiano!, Severiano no, otra vez no (juegan al pilla, pilla entre el sillón y la

mesa donde está Marga acostada).

Marga se incorpora para ver la situación. Después de unas cuantas carreras, juegos y

gritos:

Severiano – (Cansado) Vale María, no puedo respirar, me rindo. (Se sienta en el

sillón).

Marga – Hombre ¡por fin, así podré dormir de una vez!

María – ¡Ay hija lo siento! pero es que ahora no es hora de dormir…como ves es de día

(abre las cortinas con decisión).

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Marga – (Pasmada) Pero… ¡mamá! yo estoy cansada del viaje, como cada vez que

llego de un viaje. Tú sabes que necesito dormir todas las horas que no he dormido

mientras disfrutaba de la vida. Es más, tú siempre procuras que mi padre esté en silencio

para que yo pueda dormir, porque sabes que si no al día siguiente no rendiré en el

trabajo. Y si no rindo en el trabajo pueden despedirme y tú no quieres eso ¿verdad?

María – Ay, cariño pues claro que no, pero lo siento mucho tenías que haber venido

anoche si lo que necesitabas era dormir. Hay que ser más precavida (En tono cariñoso).

Marga – (Confundida) Pero bueno, ¡qué falta de consideración! (Enfadada) ¡Pues me

voy a dormir a vuestro cuarto! (Sale enfadada).

María – Bueno cariño, pero solo un ratito ¿vale?(dice alzando la voz y acercándose a

la puerta por donde ha salido su hija, para que esta la oiga). Que ya sabes que me

gusta que la cama esté hecha antes de las doce de mediodía. (Con cara de

circunstancias mira a su marido). ¿Seguro que estamos haciendo lo correcto Severiano?

Severiano – ¿Lo correcto dices? ¡Has estado espectacular y lo del final ha sido

grandioso María! (Cogiéndola por la cintura). ¡Uy, cómo te quiero!, te comía a besos

ahora mismo.

María – (Algo angustiada) Solo espero que no me odie por esto.

Severiano – (Suelta a María y dice con pesar) Te aseguro que darle todo lo que te pida

no va a hacer que ella te quiera más. Créeme sé de lo que hablo.

María – Cuándo vas a contarme lo que te ha dicho Marga. Por favor Seve, cuéntamelo.

Te aseguro que ahora creeré todo lo que me digas sobre ella.

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Severiano – (Sentándose en el sillón) Es que me da vergüenza María. Para un padre es

horrible darse cuenta de lo poco que le quiere su hija. La he echado a perder con tanta

tontería. (Angustiado) He sido tan estúpido y presuntuoso. ¡Dios, pero qué torpe!

María – Bueno, vale, tampoco hace falta que te castigues así. Hiciste lo que sentiste y

creíste que era mejor. Todos nos equivocamos ¿no?

Severiano – Pero, ¿tanto María?

María – ¡Pues hombre, fíjate ahora en mí! ¡Desembucha anda, que me tienes en

ascuas!, seguro que si me lo cuentas te sentirás mejor.

Severiano – (Resignado) Recuerdas aquel día que nos íbamos tú y yo a ver el museo de

la aceituna a aquel pueblo de Alicante ¿cómo se llamaba…? Onil, ¿te acuerdas?

María – Sí, recuerdo que estabas entusiasmado con todo ese viaje, pero que de pronto

te convertiste en el ogro del cuento y no quisiste decirme qué era lo que te pasaba.

Severiano – Pues, lo que me pasó es que fui a dar unas últimas instrucciones a tu hija

que estaba en su habitación y me encontré la puerta entreabierta. Hablaba con su amiga

del alma y hablaban de mí.

María – ¿De ti?

Severiano – Sí, de mí, y te aseguro que lo que decía no era nada bueno.

María – (Confusa) Pero, por aquel entonces tú te deshacías en atenciones con ella desde

que era pequeña ¿Cómo es posible que hablara mal de ti?

Severiano – Pues si vieras hasta qué punto. (Enfadado) A partir de aquel día pude verla

tal cual era. Una niñata egocéntrica, presuntuosa y malagradecida.

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María – ¡Seve! (Pidiendo un poco de misericordia).

Severiano – ¡Seve! esos son calificativos muy suaves para lo que ella se merece.

María – ¡Quieres contármelo de una vez!

Severiano mira hacia la puerta del interior del piso con miedo a que Marga pueda

oírle.

Severiano – (Con pesar) Justo cuando llegué, la oí decir: – Mi padre es un pobre

desgraciao.

María – (Sorprendida)¿No me digas? Pero, ¿por qué? Me cuesta entender qué podía

motivarla a pensar así de ti en aquella época.

Severiano – ¿Sí?, pues eso fueron flores en comparación a lo que vino después, porque

continuó diciendo: –Y es el mayor calzonazos de la tierra. Le hago comer de mi mano

siempre que quiero. ¡Pobre imbécil! Ahora, que lo que peor llevo es cuando me besa.

Me repugna que me llene de babas. ¡Me da un asco tía!

María parece haberse quedado en shock

Severiano – Yo me quedé igual que tú. Si hasta me costaba respirar por la impresión.

Pero espera, que para ti también hubo…

María –(Entre la angustia y el susto) ¡¿Habló de mí?!

Severiano – Sí, aunque lo tuyo fue mucho más light.

María – ¿Qué dijo?

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Severiano – ¡Y si no mi madre! Compitiendo siempre con él para ganarse mi cariño, es

patética. (Moviendo la cabeza con pesar) No pude quedarme más tiempo escuchando y

salí disparado para el coche.

María – (Impresionada) Ahora comprendo por qué entraste al coche en aquel estado.

¡Qué fuerte Severiano! Increíble que dijera eso de ti. (Con pena) Y de mí dice que soy

patética… (Silencio) ¿Cómo has podido aguantar estos dos años sin contarme nada?

Severiano – Todavía no lo había podido digerir María, me dolía demasiado para poder

hablar abiertamente de ello.

María – Ahora comprendo tu actitud hacia ella durante los dos últimos años. ¡Yo la

hubiese matado! Al menos le pedirías explicaciones ¿no?

Severiano – No, tampoco le dije nada y al cabo de una semana fue cuando nos dijo que

se iba a vivir con aquel muchacho. Su marcha se convirtió en mi tabla de salvación, era

terrible vivir bajo el mismo techo después de escuchar todo lo que dijo. Especialmente

lo de que le daba asco.

María – (Angustiada) ¡Ay calla, ni me lo recuerdes! Por eso te empeñaste en comprar

un piso de una sola habitación.

Severiano – Sí, pero después terminó con su novio y tú la acogiste de nuevo con

entusiasmo.

María – (Con sentimiento de culpa) Lo siento, no sabía… ni siquiera podía imaginar.

Pero, entonces, ¿ella no sabe que la escuchaste?

Severiano – No, tal vez fue el mayor error que he cometido.

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María – (Haciéndole una caricia) Pobrecito mío. Tenías que habérmelo dicho y entre

los dos la hubiésemos metido en vereda. (De pronto tiene una idea y se separa de él)

Pero, ¿sabes qué te digo? que nunca es tarde si la dicha es buena (decidida). Y si es

mejor que se vaya de aquí, pues nada, que se vaya. Y yo sufriendo hace un rato por si

me odiaba en el futuro. Desde luego en algo si tiene razón tu hija, soy patética.

Severiano – No María, tú eres una buena madre, fui yo el que me metí por medio para

tratar de acaparar su cariño a como diera lugar; siempre me advertías de lo equivocado

que estaba por darle todo lo que pedía, pero ni siquiera te escuchaba.

María – Bueno, vamos a dejar de lamentarnos y sigamos con el plan cariño. Que esto

va a ir cogiendo tono. ¿Qué ficha movemos ahora?

Severiano – (Mira a su alrededor) Podemos desmontarle el tenderete. ¿Qué te parece?

María – ¿Este? (señalando la mesa, donde duerme Marga) ¿Y esta noche dónde va a

dormir?

Severiano – Pues abajo, en el cuarto de los trastos y si no quiere tendrá que volver a

montarse todo otra vez aquí. Aunque habrá que pensar en algo convincente.

María – Entiendo, no se lo vamos a poner fácil.

Severiano – Eso es.

María – Se va a poner como una fiera, lo sabes ¿verdad? (preocupada).

Severiano – Entonces, habrá que sacar el látigo (sonríe).

María – Tengo una idea. Saca una venda que hay en el segundo cajón del mueble (se

sienta acomodándose en el sillón).

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Severiano – (Coge la venda y se la lleva) ¿Para qué quieres una venda?

María – Porque me acabo de hacer un esguince tremendo y casi no puedo caminar.

Severiano – (Solícito) ¿María estás bien?

María – Claro que sí tonto, pero eso tu hija no lo sabe. Anda ayúdame. Nos ha visto

corretear y se ha acostado. Ella duerme como un tronco si está en una habitación

tranquila, así que cuando salga le diremos que ya ha venido el médico y me ha hecho la

baja por el esguince.

Severiano – ¿Y cuando tengas que ir el miércoles al trabajo?

María – Bueno, tenemos unos días para ver qué pasa ¿no?, anda, tranquilo y déjame a

mí, tú solo sígueme la corriente ¿vale? (Severiano le ayuda a colocarse la venda).

Cuando terminan María le pide a Severiano que comience a hacer ruido y éste

empieza a mover la mesa pequeña, las sillas etc. Al momento sale Marga.

Marga – (Enfadada y adormilada) Podéis dejar de hacer tanto ruido de una vez. Pero

¿qué estáis haciendo?

Severiano – Mira, ahora podemos ir más rápido. ¡Ha venido una ayudanta!

María – ¡No me digas! (tratando de disimular las negativas emociones que siente

hacia su hija en esos momentos) Qué bien, así lo bajará todo al cuarto de los trastos.

Marga – (Se espabila) ¿Qué, cómo, quién? Pero, (poniendo el grito en el cielo). ¿Y yo

dónde voy a dormir?

María – Hay cariño, es que me ha llamado una amiga y esta tarde van a venir todas a

tomar café. Como comprenderás, necesito que esto esté todo despejado.

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Marga – Claro, y no has dudado en enviarme al cuarto de los trastos.

María – Bueno, solo serán dos semanas cielo (se le nota un poco el enojo en el gesto a

pesar del apelativo cariñoso).

Marga – ¡Dos semanas! (gritando). ¡Van a estar tomando café dos semanas!

María – ¡Uy, no tonta!, vamos a aprovechar que me ha dado la baja el médico por este

esguince que me he hecho hoy huyendo de tu padre. Para hacer el campeonato de julepe

aquí en casa este año.

Marga –¡Esguince!, ¿médico?, ¿julepe? ¿Pero de qué hablas? Yo no he visto a ningún

médico.

María – ¡Por Dios Marga!, estarías en el circo si desde nuestra habitación y durmiendo

hubieses podido ver al médico.

Marga – Bueno y entonces ¿qué pasa con lo mío?

María – ¿Qué es lo tuyo?

Marga – ¡Mamá! ¡¿Qué es lo mío?! ¡¿Dónde voy a dormir esta noche?!

María – ¡Ay hija!, siempre puedes subir del cuarto trastero todo lo tuyo, cada noche o

si no te gusta la idea, dormir en él unos días de nada.

Marga – (Alucinando) Pero ¿cómo puedes decirme eso madre? Que soy tu hija y parece

que se te ha olvidado.

María – Pues no cariño, lo recuerdo muy bien. Solo me adapto a las circunstancias y

trato de ser feliz, ¿no es eso lo que tú me aconsejaste antes de ayer por teléfono?

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Marga – Joder, que rápida eres adquiriendo conceptos. (Piensa unos segundos) Pues ya

sabes Severiano la que te va a tocar sube, baja, baja, sube. Mete saca, saca mete. (Con

sonrisa guasona)

María – (Carraspea angustiada buscando salvar la situación) ¡Ay, hija lo siento! pero,

debido al impresionante resfriado que cogió el viernes. (Le deja caer inocentemente)

Ese en el que ni siquiera le acercaste el termómetro, ¿recuerdas? pues que se le

encharcado un poco el pulmón derecho y el médico le ha dicho que no haga ningún

esfuerzo.

Marga – ¡¿Sí?!, pues yo diría que ha hecho algo más de un esfuerzo hoy ¿no?

María – ¡Uy! Qué va cariño, todo era ruido.

Severiano se sorprende y se medio ofende, pero disimula.

¿No has visto como se ahogaba de perseguirme un ratito? (Le guiña un ojo a su marido)

Se ha cansado enseguida (cargada de razón), y como comprenderás, no quiero que por

una tontería se le produzca una neumonía.

Severiano trata de disimular su sorpresa ante la pasmada mirada de Marga que le

mira mientras no da crédito a lo que oye.

Marga – ¡¿Una tontería?! Dormid vosotros abajo a ver si os parece una tontería.

María – ¡Pero es que no me has oído! No me ves postrada en el sillón con el pie en alto.

Me encantaría poder hacerlo por ti, ya sabes que adoro cuidarte pero con este esguince

que me duele horrores, imagínate subir y bajar escaleras. El médico me dijo que tuviera

el pie en alto el máximo tiempo posible y que tu padre no hiciera ningún esfuerzo.

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(Cambiando de tema y con desparpajo) ¡Ah! Y de paso cuando termines, tienes que

hacer algunos recados. Entre ellos comprar la pomada que necesito.

Marga – ¡Que te haga qué! (sorprendida).

María – Sí tesoro, dos recados precisos. Mira vas a por el pan y te traes media docena

de huevos, una tarta de queso de esas que te gustan y unas pastas de la cajita metálica

que solemos comprar. Después necesito que me traigas de la farmacia esta pomada para

el dolor que es la que utilizaba yo cuando era joven (escribe en un papelito el nombre

de la pomada). Le dices que es para el esguince y que ha de ser esta concretamente. Le

pregunté al doctor y me dijo que aunque esta pomada es de las antiguas es una de las

más efectivas, que no necesita receta y que me curará el esguince en dos días. ¿No es

eso lo que tú quieres, para que te siga cuidando como a ti te gusta, cariño?

Marga mira a su padre, que disimula al percibir la mirada de su hija y mira a su

madre con expresión de estar a punto de explotar.

Marga – ¡Ah! Ja,ja,ja ¿dónde está la cámara oculta? me estáis gastando una broma…

(Mira hacia todos lados para ver si ve algún indicio de lo que se le acaba de ocurrir).

María – ¡Pero, cómo crees hija!, (ofendida) ¿te he tomado el pelo yo a ti alguna vez?

Marga hace un gesto de contrariedad, para darse cuenta de que no, de que su madre

nunca le ha mentido y siempre ha querido ayudarla en todo.

Marga – (Con fastidio pero decidida) Está bien, bajaré todo esto y después haré los

recados que me has pedido. Pero espero que esa pomada sea milagrosa porque yo no

pienso subir el colchón esta noche y de dormir en el trastero ni hablamos.

María y Severiano se miran y siguen disimulando.

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María – Gracias cariño, y ha de ser todo antes de las seis ¡Ay! si no fuera por ti, en

estos momentos no sé qué íbamos a hacer.

Sale Marga frustrada y cargada con algunas de sus cosas.

Severiano –¡Estoy impresionado María!, aquí hay más de un talento para el teatro

desperdiciado. Bueno, a mí me parece alucinante la capacidad de invención que tienes,

¡qué cantidad de recursos! ¿Cómo encuentras salidas para todo?

María – Bueno, una que tiene sus mañas. Pero, (Cambiando de cara) ¿has visto que

carita de pena ha puesto mientras aceptaba hacer las cosas?

Severiano – (Con miedo) María, no te me vengas atrás.

María – ¿Tú crees que todavía llegaremos a tiempo para que haga un cambio?

Severiano – Ahora o nunca cariño.

María – Sí, tienes razón, pero se me encoge el corazón cuando la veo, así, tan perdida e

impotente. ¿Has visto cómo se ha aguantado antes de soltarme una barbaridad estilo

Marga?

Severiano – Lo cierto es que no me esperaba su reacción. Estaba convencido de que

soltaría la culebra que tiene por lengua y nos llenaría de veneno a los dos pero no, ¡se ha

contenido! Incluso daba la sensación de que se prestaba a ayudar. Eso tal vez sea un

buen augurio.

María – Quien sabe, igual su actitud es más fachada que otra cosa.

Severiano – Pues no tardaremos en saberlo, pero que no se te olvide lo que dijo sobre

mí y tampoco que a ti te llamó patética.

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María –Es verdad (decidida). Seguiremos hasta el final, y apechugaremos con todas las

consecuencias. Está claro que lo que hemos hecho hasta ahora solo ha conseguido

estropear las cosas.

Severiano – ¡Se me está ocurriendo otra idea! (Escribe una nota y la deja encima de la

mesa, María sonríe al leerla) Vamos (María sale delante con paso firme) Por cierto,

¿qué tal va tu esguince?

María – ¡Uy, se me olvidaba! Voy a practicar un poco (sale cojeando).

Suena la música. Llega Marga con la compra y cansadísima porque ha recorrido dos

kilómetros a pie para encontrar la pomada que le ha dicho su madre. Baja el sonido

de la música poco a poco.

Marga – ¡Dios! Me ha tocado ir a la farmacia más vieja de la ciudad, que además está

en el quinto coño. Dos kilómetros me ha costado la dichosa pomada. En todas las

farmacias me decían que la pomada era buenísima pero que la habían descatalogado y

ya no les quedaba ni una. (Mira dentro de la bolsa donde están el pan y todo lo demás)

Igual hasta se han cocido los huevos. ¡Estoy famélica! ¡Mamá!, mamá ya he llegado,

¿está ya la comida? Este paseito me ha dado un hambre, (huele en el aire) aquí no huele

a comida (extrañada entra hacia dentro). Mamá (se oye llamarlos). Papá (sale) pero

¿dónde se han metido estos dos? Y por lo que se ve ni siquiera han hecho la comida.

¡Pues que ni se les ocurra decirme que la haga yo! Porque yo ya he gastado el cupo de

las buenas acciones para hoy. (Ve la nota que hay en la mesa y la lee cara al público).

“Como no queremos abusar de tu amabilidad pidiéndote que nos hagas la comida,

nos vamos a comer a un restaurante. Hazte tú lo que quieras para comer y

tranquila cariño, no sufras por nosotros, estamos bien. Un beso, papá y mamá.”

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¡Y tan bien! ¿Pero qué pasa ahora con las escaleras madre? (Al público) ¡anda que me

han invitao!¡Esto no hay quien lo aguante!¡Yo he nacido para que me sirvan, no para

servir! (se encoje tocándose el estómago) ¡Uy qué hambre tengo! Pues, yo no pienso

hacerme la comida. (Pensativa busca una solución, coge el móvil) ¿Rosa…? Oye que

estaba yo pensando, qué tal si te invito a comer y me haces tú especialidad… ¡Ey!, no te

pongas así que solo son patatas y huevos fritos. Que me los haga yo, pues vaya una

amiga que estás hecha. A la mierda te vas tú. Encima que te invito. Que yo no te he

dejao tirá tía, que el problema es que mi padre se ha puesto enfermo. ¡Bueno vale, era

mi madre…! me he equivocao, ¿qué pasa? no me puedo equivocar. Flor, Rosa o como

te llames joder, que no te cabrees conmigo tía. ¡Oye! No te pases ¿eh? Rosa, Rosa.

(Mira al público) ¡Me ha colgao! ¡Será gilipollas! Con todo lo que yo hago por ella.

(Trata de buscar en su mente algo que haga por ella) Bueno…algo haré, digo yo ¿no?,

es mi amiga (Sigue buscando en su mente). Siempre soy yo quien la llamo por teléfono

primero. Eso seguro que le ahorra una pasta (se queda satisfecha con la reflexión).

Mira a su alrededor como un perrillo abandonado.

Marga – Comeré un mendrugo de pan y agua, como si fuera un ¡peeerro abandonao!.

(Va hacia el interior de la casa decaída).

Música suave. María y Severiano llegan y entran con mucho sigilo.

Severiano – Aquí no está, debe de estar en la cocina.

María – Mira a ver Seve. No creo que se haya ido.

Severiano cruza el escenario casi de puntillas y se introduce hacia el interior de la

casa. María espera expectante a que vuelva.

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Severiano – Está en la cocina zampándose todo el companaje de la nevera.

María – Me hubiese gustado verla por un agujerito. Aunque lo cierto es que no lo

necesito para saber lo que habrá pasado por su mente: –Yo estoy aquí pa que me sirvan

no pa servir a nadie (Imitando a su hija).

Severiano – Sí, seguro que se ha cabreado y ha llamado a su amiga para que le haga la

comida. Me juego el cuello. Con tal de no hacer nada.

María – Bueno, ¿preparado cariño para seguir con la farsa?

Severiano – Venga ¡Acuérdate del pie María! (le dice con preocupación).

María asiente con la cabeza.

María – (En voz alta trata de que su hija la oiga) ¡Ay!, vengo molida. Qué dolor de

pie.

Severiano – (En un susurro) ¡María que es el derecho el que se supone que te duele

mujer! (Levanta la voz para que Marga le oiga) Siéntate cariño, que se te va a poner el

pie como una bota.

Sale Marga y con mucho brío se encara a sus padres.

Marga – ¡Hombre, por fiiiin!¡pero vosotros qué os habéis creído que me vais a tener de

criada, para dejarme tirada mientras os vais de comilona por ahí, sin siquiera invitarme!

Os habéis convertido en unos negreros sabéis. Quién me lo iba a decir. Nunca lo

hubiese imaginado de vosotros, explotando a vuestra hija mientras os vais a un bar a

comer. Antes el negrero era mi padre, pero veo que todo se pega (Muy enfadada).

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María – (Muy digna) Perdóname hija pero no puedo hacer otra cosa. Tu padre tampoco,

estamos enfermos y no podemos cuidar de ti en estos momentos.

Marga – ¡Anda la hostia! Pero para iros a restaurantes estáis más que buenos ¿no?

Menudo morro le estáis echando al asunto. ¡Vaya padres me ha tocado en gracia! No

haberme traído a este mundo si tanto os iba a costar darme gusto en lo que quiero. Los

hijos son lo más importante en la vida de los padres ¿no es eso lo que siempre

cacareáis? Pues ya podéis ir olvidándoos de que tenéis una hija.

Severiano – En realidad nunca la tuvimos. Tú has sido más bien una recaudadora de

cosas.

Marga – Habló la voz de la conciencia. Tú a tu estilo metiéndola suave pero bien a

fondo ¿eh? Te conozco viejo, te haces el santito delante de tu mujer, porque sabes que si

mi madre tuviese que elegir entre tú o yo, se quedaría conmigo sin dudarlo. Y ¿sabes

qué? Que ya me he cansado de tus tonterías. (Se encara con ansia a su madre) Madre

tú sabes que tu marido me tiene manía y la verdad es que no sé porqué. ¡Yo siempre me

he portado muy bien con él! Pero mi paciencia tiene un límite y hoy ha llegado a su fin.

Siento tener que decirte esto mamá, pero creo que ha llegado el momento de que elijas.

O mi padre o yo.

Severiano no puede esconder los deseos de enfrentarse a su hija y a su desvergüenza.

María salva la situación.

María – Creo que voy a echarme un rato, me duele horrores el pie. Me ayudas cariño (A

Severiano).

Severiano – Sí vamos.

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Marga se da cuenta de su derrota y despechada les grita:

Marga – Sí, huid cobardes, pero que sepáis que no tenéis razón (con impotencia) Hay

perros con más instinto que vosotros.

Severiano se detiene unos segundos con intención de empezar una discusión, pero

María le frena aguantándole del brazo e impidiendo que su marido se gire.

Continúan hacia adentro.

Marga, impotente, sale por la puerta de la calle. Se cierra el telón.

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Acto tercero

Han pasado 12 años y el escenario está algo cambiado, limpio y ordenado. Sale

María a escena, visiblemente más mayor. Se queja de dolor de cabeza.

María – ¡Ay madre, qué dolor! Esta cabeza me está matando ¡Quién te ha visto y quién

te ve María! (Se dice a sí misma sentándose en el sillón en bata y con actitud

derrotada).

Entra Severiano al salón.

Severiano – Voy por el periódico cariño, ¿qué tal has pasado la noche? ¿Estás bien?

¿Viene tu hija hoy?

María – Sí, y la tuya también. ¡Qué cosas tienes!

Severiano – ¡Guau, cómo voy a disfrutar de mi nieta!

María – A ver, explícame eso. Entonces, la nieta si es tuya ¿no?

Severiano – ¡Hombreeee, mi nieta es mi niña! (sale riendo).

María se queda sola y se acerca al público.

María – ¡Ay que ver cómo pasan los años! ¡Ahora soy abuela! ¡Quién me lo iba a

decir! Mi nieta tiene once años y es un amor. ¡Y lo bien enseñada que está…¡¡Me

parece increíble! Quién nos iba a decir que su madre la iba a educar tan

maravillosamente bien. Con lo que nos ha costado meterla en vereda a ella (con

resentimiento). Si ustedes vieran ahora a mi Marga no la reconocerían, se ha convertido

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en toda una mujer. Por suerte encontró un trabajo acorde a su profesión y las cosas

empezaron a mejorar. Aunque ser madre fue lo que la hizo crecer a marchas forzadas.

Mi nieta es preciosa. Rubia, ojos azules. Mis amigas siempre me dicen que parece una

inglesita. Si ellas supieran que en parte lo es (mueve la cabeza negativamente mientras

sonríe). Al menos algo bueno salió de aquellas locuras de juventud de nuestra hija, o de

la señorita Margarita Espinosa como se hace llamar ahora.

Lucía es hija de aquel inglés que se ligó Marga en Mallorca, en aquel viaje que cambió

nuestras vidas. Es una pena que nunca conozca a su padre, pero, ¡qué se le va a hacer!

Por aquella época mi hija estaba tan loca que ni siquiera recuerda el nombre de quien

tuvo entre las piernas. ¡Ay, juventud, juventud!

Aparece en escena Marga. Totalmente cambiada. Va vestida con un traje de

chaqueta, elegante y sofisticado.

Marga – ¡Hola mamá! ¿Qué tal tu migraña?

Marga va hacia su madre y le presta un brazo para que se apoye en él.

Marga – (La riñe) No tenías que haberte levantado hoy. Deja de hacerlo todo tú y

delega un poco en papá mujer, hazme caso. Anda siéntate y descansa. No te preocupes,

ahora estoy yo aquí, ¡pídeme lo que necesites!

María – Gracias hija, pero no necesito nada. Bueno, agua para tomarme esta pastilla, a

ver si se me pasa la puñetera migraña.

Marga – Las gracias te las tengo que dar yo a ti mamá por quedarte a Lucía las

próximas tres semanas. ¿De verdad que no os causa mucho lío?

María – ¡Tranquila cariño!, tú disfruta todo lo que puedas.

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Marga – ¡Mamá que no me voy de crucero! Que voy a trabajar.

María – Ya lo sé cariño, pero también sé que no hay nada que te guste más que tu

trabajo. Le pones tanta pasión que te has convertido en la mejor decoradora de tu

empresa. Por algo tu jefe te quiere a ti para que decores su nuevo hotel en Italia. Hija,

¡qué orgullosa estoy de ti! Te has convertido en una mujer de los pies a la cabeza.

Marga – Te quiero mamá (se abrazan cariñosamente).

María – ¡Quita, quita que me vas a hacer llorar! Y por mi nieta ni se te ocurra

preocuparte. Anda que no vamos a disfrutar tu padre y yo con ella estas semanas de

vacaciones. ¡Tengo unas ganas de comérmela a besos! Igual cuando llegues ya no queda

niña (bromea).

Marga – Pues mujer, guardar un poquito para mí ¿vale? Bueno, me quedo más

tranquila. Sé que estará en las mejores manos.

Entra Severiano.

Severiano – ¡Hombre! Si está aquí mi hija favorita ¿Ya tienes todo preparado para el

viaje? (la besa en la frente).

Marga – Sí papá, todo a punto.

Severiano – ¿Y mi nieta?

Marga – Venía conmigo, pero se ha quedado con Marina, la hija de la vecina de abajo.

Quería enseñarle un vestido que le ha comprado su madre. No creo que tarde en subir.

Voy a traerle un poco de agua a mamá. (Sale)

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Se oye el timbre y Severiano va a abrir. Jaleo en el recibidor y entra Severiano

llevando a Lucía a cuestas.

Severiano – He encontrado a este saco de patatas en la puerta, ¿lo echamos a la olla

para la cena?

Lucía grita jugando y Severiano la baja al suelo. La niña va hacia María.

Lucía – Hola abu, ¿Te sientes mejor?

María – Sí mi amor, solo con verte ya me duele menos.

María besa y abraza a su nieta que se sienta en sus rodillas.

María – ¿Qué tal lo has pasado hoy en tu último día de cole, has aprendido muchas

cosas?

Lucía – Algunas ¿quieres que te las cuente?

Aparece Marga que viene del interior con un vaso de agua.

María – Venga, soy toda oídos.

Marga –Lo siento, pero voy con el tiempo justo para llegar al aeropuerto.

Severiano – ¿Te llevo?

Marga – No, no hace falta. Me acaba de llamar mi jefe para decirme que está abajo y

que no tarde porque está en doble fila.

Lucía – ¿Comerás muchos espaguetis en Italia mamá?

Marga – Sí, seguro.

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Lucía – ¡Jooo mamá! ¡Con lo que me gustan a mí!

María – No te preocupes, yo te voy a hacer espaguetis todos los días si quieres.

Marga – ¡Mamá!

María – ¡Es un decir hija!

Marga – (A Lucía) Sabes que te quiero mucho verdad cariño, y que tú eres lo más

importante para mí, ¿lo sabes a que sí?

Lucía – Sí, yo también te quiero mamá (se abrazan y la niña comienza a sollozar).

Marga – ¡No llores cariño! o estas tres semanas voy a estar muy triste en Italia ¡Te

quedas con los abuelos que te adoran!

Lucía – (Lucía sonríe y con madurez dice) No te preocupes por mí mamá, estaré muy

bien con la abuela.

Severiano – ¡Eh! ¿Y yo qué? (dice entre divertido y molesto).

Lucía va hacia su abuelo y lo abraza. Marga se despide de su madre y de su padre.

Marga – Adiós, os quiero. Cuidaros y cuidad mucho de mi niña. (Va hacia la puerta).

María – Disfruta hija y no te preocupes.

Severiano – Llámanos cuando llegues.

Marga – Sí papá, lo haré (sale).

Severiano se queda mirando a Lucía y le dice:

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Severiano –Estaba yo pensando, como estás de vacaciones ¿quieres que vayamos tú y

yo a una tienda de juguetes para que elijas el que más te guste?

María se molesta un poco al ser excluida del plan que ha hecho su marido pero

disimula.

Lucía – ¿De juguetes? ¡Abuelo que yo ya soy mayor, (y como si fuesen muchos años

dice) pronto haré los 12 (mira a su abuela) Pero, ¿y la abuela no viene?

Severiano – A la abuela le duele mucho la cabeza y es mejor que se quede en casa a

descansar.

Lucía – (Con tristeza) Es verdad. Cuando vuelva te cuido ¿vale, abu? (le da un beso en

la frente a su abuela).

María que no se resigna a dejarse vencer, trata de contraatacar a su manera.

María – Pues es una pena, porque, (mirando a su marido) con dolor de cabeza incluido,

iba a hacer algo que te gusta mucho.

Lucía – ¿Sí? ¡¿Qué es abuelita?!

Severiano se pone nervioso.

María – Galletas de mantequilla. Es el postre para después de la cena ¿No prefieres

quedarte y ayudarme?

Lucía – ¿De verdad me dejas que te ayude? (entusiasmada).

Severiano carraspea, y trata de salvar la situación a su favor.

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Severiano – (Condescendiente) Pero no cariño, tú no querrás que se ponga peor tu abu

¿verdad? ya haréis galletas otro día. Vamos a dejar que se recupere y seguro que otro

día podréis hacer cosas juntas.

María se indigna visiblemente aunque no dice nada. Al decir Severiano eso la niña

deja de insistir y va hacia ella cariñosa:

Lucía – Abu, es mejor que descanses para que te pongas buena. Otro día cocinamos

¿vale?

Severiano – (Tratando de cambiar de tema) Bueno, bueno, eso ya llegará. Tú disfruta

de la vida y a jugar que ya tendrás tiempo de trabajar. De momento vámonos que voy a

comprarte el juguete.

María se pone nerviosa y comienza a recoger cosas del salón mientras va levantando

la vista para taladrar a su marido con la mirada.

Lucía –Mejor un juego para la Ps3. Hay uno de diseño de moda que me encanta. Con

ese juego puedo diseñar mi propia ropa. Incluso hay concursos en los que puedo

participar por internet.

Severiano – Pues comprado. Has visto qué fácil. Tú pide por esa boquita que el abuelo

está aquí para comprarte todo lo que quieras.

María sigue manejando cosas por el salón entre enfadada y angustiada. Lucía

aprovecha la oferta del abuelo. Severiano se ha dado cuenta de la frustración de su

mujer pero la ignora descaradamente.

Lucía – (Con visible interés) Pues a mí me gusta también mucho la Wii, pero (haciendo

un poco de cuento con cara de pena) vale mucho dinero, con juegos y todo claro.

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Aunque es un aparato muy bueno, ¡hasta para los mayores! porque se puede hacer

gimnasia, bailar y un montón de cosas más.

Severiano – ¡No me digas! ¡Aaaah!, pues eso me interesa a mí también, ¿y tú y yo

podríamos jugar juntos estas tres semanas que vas a estar aquí?

Lucía – ¡Pues claro!, (entusiasmada) podemos jugar todos los días, como tengo

vacaciones. Aunque… (cambia de actitud) mamá no me la quería comprar.

Severiano – No te preocupes(Con pícara sonrisa) ahora mamá no está ¿Y cuánto dices

que vale?

Lucía – 300€ o más y eso sin contar con los juegos (expectante).

María – (Sin poder aguantarse más) Severiano creo que si su madre…

Severiano – (Si dejar terminar a su mujer) Lo que haga falta cariño. ¡Ves cuánto te

quiere el abuelo! Te compro cosas para que seas feliz. A ver cuánto quieres al abuelo.

Lucía le abraza feliz y le estampa un sonoro beso en la mejilla.

Lucía – Mucho, mucho, mucho.

Severiano – Uy, sí, ya veo que me quieres mucho. (Coge a la niña de la mano y van

hacia la puerta) Pero, ¿cuánto me quieres? ¿Más que a la abuela?

María, al escuchar a Severiano, hace un gesto de sorpresa exagerado mirando hacia

el público. Música. Se cierra el telón.

FIN

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