tanatología

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Tanatología La tanatología (“La ciencia de la muerte”) es el estudio de los procesos relacionados con las reacciones ante la muerte, tanto del que está muriendo, como de los que asisten dolorosamente al proceso. Un área que guarda relación con ésta es el estudio de las reacciones del personal sanitario ante la muerte y el duelo en su trabajo con los pacientes y cómo pueden llegar a entender sus propios temores y sus sentimientos de pérdida. Disciplina Científica cuya finalidad principal es curar el dolor de la muerte y el de la desesperanza. No se trata, pues, de dar consejos ni consuelos. Es curar estos dolores que son los más grandes que el ser humano pueda sufrir. "Ayudar a bien morir" será una meta tanatología cuando la muerte de un paciente está cercana, pero no la finalidad principal. Por lo mismo, el tanatólogo puede definirse como un "especialista en enfermos terminales", pero con finalidades específicas, ya que no se trata de un paliativista, ni de un urgenciólogo, ni de un intensivista, ni de un algólogo. La definición de lo que es el enfermo terminal, es diferente a la definición médica del término. En tanatología, un enfermo terminal es: "Una Persona que padece una enfermedad por la que posiblemente vaya a morir en un tiempo relativamente corto y que conoce su diagnóstico". Hacemos hincapié en las palabras: Persona (ver al paciente como lo que es: Persona Humana), Posiblemente (ni siquiera probablemente), Tiempo

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Investigación sobre la tanatología

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Tanatología

La tanatología (“La ciencia de la muerte”) es el estudio de los procesos

relacionados con las reacciones ante la muerte, tanto del que está

muriendo, como de los que asisten dolorosamente al proceso. Un área que

guarda relación con ésta es el estudio de las reacciones del personal

sanitario ante la muerte y el duelo en su trabajo con los pacientes y cómo

pueden llegar a entender sus propios temores y sus sentimientos de pérdida.

Disciplina Científica cuya

finalidad principal es curar el

dolor de la muerte y el de la

desesperanza. No se trata, pues, de

dar consejos ni consuelos. Es curar

estos dolores que son los más

grandes que el ser humano pueda

sufrir. "Ayudar a bien morir" será

una meta tanatología cuando la

muerte de un paciente está

cercana, pero no la finalidad

principal.

Por lo mismo, el tanatólogo puede definirse como un "especialista en

enfermos terminales", pero con finalidades específicas, ya que no se trata de

un paliativista, ni de un urgenciólogo, ni de un intensivista, ni de un

algólogo. La definición de lo que es el enfermo terminal, es diferente a la

definición médica del término. En tanatología, un enfermo terminal es:

"Una Persona que padece una enfermedad por la que posiblemente vaya a

morir en un tiempo relativamente corto y que conoce su diagnóstico".

Hacemos hincapié en las palabras: Persona (ver al paciente como lo que es:

Persona Humana), Posiblemente (ni siquiera probablemente), Tiempo

relativamente corto (bajo el punto de vista del enfermo ó su familia),

Conoce el diagnóstico (si es una enfermedad que enfrenta al paciente a su

propia muerte, cambia la vida del paciente, al menos en cuanto a sus

emociones y en cuanto a su visión de la vida, a partir del momento mismo

de conocer el diagnóstico médico).

De esta manera, la labor tanatología debería comenzar en el momento en

que se les diga su diagnóstico al enfermo y a su familia. Lo que

médicamente es enfermo terminal, en Tanatología se le llama enfermo en

fase terminal.

La tanatología gira alrededor del enfermo terminal y se basa en las

descripciones y observaciones que sobre él se realizan para ofrecer un

diagnóstico y, mediante este,

determinar las acciones a

seguir.

La tanatología tiene una base

interdisciplinaria: medicina,

enfermería, psicología,

asistencia social, espiritualidad

y religiones, justicia, ética, etc.

La tanatología percibe al hombre como un todo, con sus necesidades y con

sus realidades físicas, psicológicas, espirituales, sociales y culturales;

contemplando primero al enfermo terminal y luego a quienes le rodean.

El objetivo principal de la tanatología es ayudar al hombre en aquello a lo

que tiene como derecho primario y fundamental: morir con dignidad, plena

aceptación y total paz.

Si comenzamos a intuir qué es la vida, nos será más fácil llegar a

comprender el modo en que

a todo fenómeno vital le

sigue un declive y un nuevo

comienzo. La muerte es un

tránsito y un descanso, un

amanecer y un anochecer,

una despedida y un

encuentro, una realización y

una promesa, una partida y

una llegada. Nuestra vida no comienza cuando nacemos y no termina

cuando morimos. Sólo es pasar un tiempo para madurar y crecer un poco.

La Tanatología comprende muchos campos de acción, desde la atención al

enfermo moribundo y a su familia, hasta la elaboración del proceso de

duelo por una pérdida significativa.

En la biología, se considera vivo lo que tenga las características:

Organización: Formado por células.

Reproducción: Capaz de generar o crear copias de sí mismo.

Crecimiento: Capaz de aumentar en el número de células que lo

componen y/o en el tamaño de las mismas.

Evolución: Capaz de modificar su estructura y conducta con el fin de

adaptarse mejor al medio en el que se desarrolla.

Homeostasis: Utiliza energía para mantener un medio interno

constante.

Movimiento: Desplazamiento mecánico de alguna o todas sus partes

componentes, Se entiende como movimiento a los tropismos de las

plantas, e incluso al desplazamiento de distintas estructuras a lo largo

del citoplasma.

Qué no es vida

No es vida cualquier otra estructura del tipo que sea (aunque contenga

ADN o ARN) incapaz de establecer un equilibrio homeostático (virus,

viriones, priones, células cancerígenas o cualquier otra forma de

reproducción que no sea capaz de manifestar una forma estable

retroalimentaría sostenible con el medio, y provoque el colapso

termodinámico). Así, se puede concluir que una célula está viva, pues posee

una regulación homeostática relativa a ella misma, pero si no pertenece a

un organismo homeostático, no forma parte de un organismo vivo,

consume recursos y pone en peligro la sostenibilidad del medio en el cual se

manifiesta.

El significado de la muerte

Las reacciones ante la muerte dependen, en parte, del contexto. Por

ejemplo, la muerte puede experimentarse como

predecible, o impredecible. La muerte esperada

implica que uno sabe que la vida dura

aproximadamente lo que, de hecho, dura;

esencialmente, uno muere cuando lo esperaba

y los que asisten a esa muerte no se ven

sorprendidos por ella. En el esquema vital de

Erik Erikson, el último período de la vida

conlleva la lucha entre la integridad y la

desesperanza. Según Erikson, la resolución

positiva del tener que enfrentarse a una muerte

inevitable incluye un sentimiento de plenitud,

paz e integridad, en lugar de sentimientos de fracaso, horror y

desesperación. En la teoría de Erikson, sólo puede existir una resolución

positiva si se han resuelto satisfactoriamente los conflictos propios de las

fases precedentes del desarrollo adulto.

La muerte inesperada implica que ésta se produce de un modo prematuro o

inesperado, y los que presentan el duelo sufren un gran shock. Este tipo de

muerte suele referirse a 1) la muerte de una persona joven, 2) la muerte

repentina, o 3) la muerte catastrófica, relacionada con la violencia o los

accidentes, y situaciones incomprensibles.

La muerte también puede calificarse como intencionada (suicidio), no

intencionada (trauma o enfermedad), y sub-intencionada (abuso de

fármacos, dependencia alcohólica, consumo de cigarrillos). La muerte

puede tener muchos significados psicológicos distintos, tanto para el

moribundo como para la sociedad en general. Según la formulación de

Susan Sontag, la muerte puede llegar incluso a tener el poder de una

metáfora. Por ejemplo, algunas personas ven la muerte como el merecido

castigo por lo que se percibe como una vida inmoral y llena de pecado.

Reacciones ante la muerte inminente

Algunos investigadores han estudiado las reacciones ante la muerte. Una de

las primeras y más útiles clasificaciones de las distintas reacciones ante la

muerte inminente fue la que realizó la psiquiatra y tanatología Elisabeth

Kübler-Ross. Rara vez un paciente moribundo sigue una secuencia regular

de respuestas que puedan identificarse con claridad. Sin embargo, las cinco

fases que proponía Kübler-Ross se encuentran ampliamente.

Fase 1 - Shock y negación

Cuando se le comunica a un paciente que va a morir, la primera reacción

suele ser de shock. Los pacientes suelen sentirse aturdidos al principio y

luego se niegan a creer el diagnóstico o la posibilidad de que algo vaya mal.

Algunos pacientes nunca logran superar esta fase, y van de médico en

médico hasta encontrar a alguno que apoye su posición. El grado en el que

la negación puede ser una respuesta adaptativa o no adaptativa depende de

si el paciente continúa o no con el tratamiento, incluso cuando niega la

realidad del diagnóstico. En estos casos, los médicos deben dar al paciente y

a su familia, de un modo respetuoso y directo, información general sobre el

carácter de la enfermedad, su pronóstico y las distintas opciones de

tratamiento. Una comunicación efectiva presupone que se toleren las

respuestas emocionales del paciente, y que se le asegure que no va a ser

abandonado.

Fase 2 - Ira

Los pacientes se sienten frustrados, irritables y coléricos por estar enfermos.

Una pregunta típica es: "¿Y por qué a mí?". Pueden sentirse coléricos contra

Dios, contra su destino, algún amigo o algún miembro de su familia; incluso

llegan a culparse a sí mismos. A veces la cólera se desplaza hacia el personal

hospitalario o los médicos, a los que se ataca por la enfermedad. Los

pacientes en este estado son difíciles de tratar. El médico que tenga

dificultades para comprender que la ira es una respuesta esperable, y que

realmente se ha producido un desplazamiento, puede llegar a abandonar al

paciente o a ponerlo bajo la atención de otro colega. El tratamiento de la

rabia de los pacientes implica comprender que ésta no puede tomarse como

nada personal. La cólera suele disminuir si uno se enfrenta a ella con

respuestas no defensivas y comprensivas: se ayuda así también al paciente a

reenfocar los sentimientos profundos (p.ej., duelo, miedo, soledad) que

subyacen en la rabia. También, el médico debe reconocer que esa cólera

puede representar los intentos de pacientes de dominar una situación a lo

cual se sienten completamente fuera de control.

Fase 3 - Negociaciones

Los pacientes pueden intentar negociar con los médicos, los amigos, e

incluso con Diossi se produce la curación, ellos cumplirán tal o cual

promesa, tales como obras de caridad o asistir a la iglesia regularmente.

Otro aspecto de estas negociaciones, es que los pacientes pueden creer que

los médicos, si él es un buen enfermo (complaciente, que no discute,

cariñoso), lo tratarán mejor. El tratamiento con este tipo de pacientes

consiste en hacerles entender que van a ser tratados lo mejor posible, hasta

donde lo permitan las posibilidades del médico y que se hará cuando esté

en su mano, con independencia de la conducta o de cualquier otra acción

del paciente. El enfermo debe ser animado a participar activamente en el

problema y comprender que ser un buen paciente significa ser lo más

honesto y directo posible.

Fase 4 - Depresión

En la cuarta fase, los pacientes muestran claros síntomas de depresión -

abandono, retardo psicomotor, problemas de sueño, desesperanza y ,

posiblemente, pensamientos suicidas. La depresión puede ser una reacción

contra lo que la enfermedad ha podido provocar en su vida (p.ej., la pèrdida

del trabajo, apuros económicos, falta de

ayuda, soledad y aislamiento de amigos y

familiares), o bien puede ser la anticipación

de la pérdida de la vida que se producirá al

final. Si aparece una depresión profunda

con signos vegetativos y pensamientos

suicidas, puede estar indicado el

tratamiento con antidepresivos o con

terapia electro-convulsiva (ECT). Todas las

personas sienten al algún grado tristeza ante

la perspectiva de su propia muerte, y la

tristeza normal no requiere ningún tipo de

intervención biológica. Sin embargo, los

trastornos depresivos profundos y los

pensamientos suicidas activos pueden aliviarse, y no deben ser aceptados

como consustanciales al conocimiento de la muerte próxima. Si se sufre una

depresión profunda, es poco probable que se pueda mantener la esperanza.

La esperanza puede llegar a retrasar la muerte y fomenta la dignidad y la

calidad de vida del paciente.

Fase 5 - Aceptación

Los pacientes llegan a aceptar que la muerte es inevitable y la entienden

como una experiencia universal. Sus

sentimientos pueden variar desde la

neutralidad hasta la euforia. En

circunstancias ideales, el paciente resuelve

sus sentimientos sobre la inevitabilidad de la

muerte y es capaz de hablar de ello y de

enfrentarse a lo desconocido. Las personas

que tienen profundas creencias religiosas y

que están convencidas de que existe una vida

futura después de la terrena, pueden

encontrar consuelo en la máxima religiosa: no temas a la muerte; acuérdate

de los que se han ido antes que tú, y de los que te seguirán.

La atención del paciente moribundo

La habilidad de los médicos para atender compasiva y eficazmente a un

paciente moribundo depende, en gran medida, de la firmeza de sus propias

actitudes ante la muerte y el hecho de morir. Algunos médicos tienen

actitudes disfuncionales hacia la muerte y los moribundos, que suelen ser

reforzadas por el tipo de enseñanza que reciben. Cuando la formación se

basa casi exclusivamente en el control y la erradicación de la enfermedad a

expensas de la atención y la comodidad de la persona enferma, la muerte y

el paciente moribundo se convierten en enemigos. En otras palabras, puede

llegarse a pensar que la muerte y el moribundo son consecuencia de un

fallo personal y, por ello, reflejan las limitaciones y la inadecuación del

médico. Cuando ocurre esto, no es infrecuente que se evite el contacto con

pacientes moribundos o que éstos provoquen una especie de irritación,

impaciencia y miedo.

A causa de sus conocimientos extensos sobre el cuerpo humano y su

experiencia técnica para controlar muchas enfermedades, los médicos

pueden llegar a sentirse inconscientemente omnipotentes a la hora de

prevenir la muerte. Cuando estos médicos tienen que enfrentarse a ella,

pueden sentirse traicionados y a la defensiva: su imagin se ha visto

gravemente dañada. Estos médicos ven a los pacientes moribundos como

recordatorios de su propia falibilidad.

Algunos médicos iniciaron sus estudios de medicina movidos por

sentimientos inconscientes de miedo a la muerte. Estos médicos esperan,

sin conciencia de ello, que, a través del estudio y la destreza médica,

pueden conseguir algún tipo de control sobre su propia mortalidad. Aunque

estos médicos tienen en alguna ocasión que enfrentarse a pacientes que

mueren, sienten tal grado de ansiedad, que experimentan una fuerte

necesidad de evitar el contacto con enfermos moribundos. Estos médicos

pueden intentar enfrentarse con su miedo a la muerte a través de una

profunda intelectualización; por ejemplo, pueden dar al paciente detalles

poco importantes y con frecuencia innecesarios sobre el día a día de las

vicisitudes de la enfermedad, mientras tratan de evitar cualquier

conversación sobre los temores, las preocupaciones y los sentimientos del

paciente.

La tarea fundamental del médico que se ocupa de atender a enfermos

terminales es proporcionarles una atención compasiva y un apoyo contante.

Los puntos esenciales de una atención apropiada son visitar al paciente de

forma regular, mirarle a los ojos, tocarlo, escuchar lo que el paciente quiere

decir y tratar de contestar a cualquier pregunta de la manera más

respetuosa posible. Lo más importante es saber ser honesto y tener tacto. La

mayoría de los pacientes desean que su médico les diga la verdad; por

ejemplo, prefieren saber que tienen cáncer. Decir la verdad no excluye que

se puedan tener esperanzas. Si el 85% de la gente que sufre una enfermedad

dada muere en el plazo de 5 años, también es cierto que otro 15% sigue

viviendo después de ese tiempo. Además, es posible que no todos los

pacientes quieran saber detalles concretos sobre su enfermedad. El médico

debe preguntar al paciente hasta qué grado quiere conocer su enfermedad y

debe responder de acuerdo a los deseos del paciente.

El grado de conocimiento de la enfermedad que tiene el paciente, su familia

y el personal hospitalario varían en extensión. Podríamos concretar cuatro

tipos de conciencia: conciencia abierta, en la cual el personal médico, la

familia y el paciente son perfectamente conscientes del diagnóstico,

tratamiento y pronóstico de la enfermedad, conciencia que simula no saber,

en el que esas mismas personas lo saben, pero pretenden que no lo saben;

conciencia sospechosa, en el que todos lo saben excepto el paciente, que

sospecha la verdad; y conciencia cerrada, en la que todo el mundo, menos

el paciente, lo sabe. Los hospitales tienden a que el conocimiento sea

abierto, siempre que pueda ser tolerado por todas las personas implicadas;

pero algunos pacientes terminales pueden preferir no saber la verdad sobre

su estado, y este deseo debe respetarse. Sin embargo, hay que hacer todos

los intentos posibles, de un modo educado y respetuoso, para animar al

paciente y a su familia a que hablen abiertamente. Muchas veces, lo que

parece ser un rechazo a hablar sobre la muerte inminente puede ser, de

hecho, miedo al aislamiento o al rechazo o, a que se percibe sin, falta de

valor.

Hay que tener en cuenta también otros factores en la atención al paciente

moribundo. El control del dolor debe ser enérgico en la fase terminal. Un

moribundo debe poder seguir funcionando con tanta efectividad como

permita su enfermedad. Esto es relativamente fácil de hacer cuando el

enfermo está relativamente libre de dolor. El médico debe usar tantos

narcóticos como se necesiten y se puedan tolerar para que el paciente pueda

atender sus cometidos con un mínimo de incomodidad. Además, el médico

no debe personalizar las quejas de un enfermo que podría estar en la fase de

cólera, y debe ayudar a los miembros de la familia a enfrentarse a los

sentimientos que provoca en ellos la muerte inminente del enfermos. Para

muchos pacientes, su familia es la fuente fundamental de apoyo emocional

y se entienden con ella mucho mejor y con más fluidez que con el médico

que le atiende.

Intervenciones familiares

El primer paso en el trabajo con la familia del paciente moribundo es

establecer una alianza con ella. Esto puede lograrse dejando que los

miembros de la familia hablen de sus propias vidas y preocupaciones, y

mostrando cierta comprensión hacia ellos. El médico debe tratar de evaluar

hasta qué punto la familia quiere que se la oriente y se la ayude, y hasta que

punto desea ser autónoma.

Cuando se sufre un gras estrés externo, cual es la muerte inminente de un

miembro de la familia, los conflictos familiares pueden intensificarse. El

médico puede ser de utilidad para ayudar a la familia a centrarse en la

mejor manera de hacer frente al estrés exterior, en lugar de la mutua

culpabilidad y la discusión. La apertura de canales de comunicación entre

los miembros de la familia puede servir de ayuda.

La familia puede negarse a hablar con el enfermo moribundo acerca de su

muerte inminente, por miedo a sentirse demasiado afectados o afectan al

paciente. De la misma manera, el enfermo moribundo puede tratar de

evitar el hablar sobre su propia muerte por temor a agobiar a la familia. En

situaciones como éstas, el médico puede hacer saber a las dos partes los

sentimientos de los otros y puede animarles a hablar, e incluso sacar este

tema cuando todos estén juntos.

"De los cuidados paliativos al Ars Moris - Un abordaje psico-espiritual"

"Aprende a morir y aprenderás a vivir. Nadie aprenderá a vivir si no ha

aprendido a morir", así rezaba un viejo manual occidental sobre la muerte y

el proceso de morir.

Actualmente, en nuestra sociedad se ha producido un considerable avance

en lo referente a la atención al paciente moribundo, desarrollo que se ha

realizado por un lado en lo que hace a la terapia del dolor y más

específicamente a la farmacología en sí. Pero también, el movimiento de los

cuidados paliativos desarrollado a mediados del siglo pasado por C.

Saunders en Inglaterra y que da cuenta de la necesidad de brindar una

atención compasiva tendiente no sólo a disminuir el sufrimiento físico del

paciente sino también a optimizar su calidad de vida, a través del control de

los síntomas físicos, emocionales, mentales, sociales.

Pero como supiera decir el sabio maestro budista, Padmasambhava:

"Quienes creen que disponen de mucho tiempo, sólo se preparan en el

momento de la muerte. Entonces los desgarra el arrepentimiento. Pero, ¿no

es ya demasiado tarde?".

En este sentido creo que la pregunta que todos y cada uno de nosotros nos

debemos hacer aquí y ahora a nosotros mismos y con total sinceridad es:

¿Qué sé sobre la muerte?".

En primer lugar debemos ser conscientes de que la muerte es un absoluto

misterio, pues nadie ha regresado del "más allá" para referirnoslo. Todo lo

que contamos es con lo que se denomina "experiencias cercanas a la

muerte".

Pero debemos ser con nosotros mismos tan íntegros como lo fue el célebre

filósofo griego Sócrates, cuando afirma: "El temor a la muerte, señores, no

es otra cosa que considerarse sabio sin serlo, ya que es creer saber sobre

aquello que no se sabe. Quizá la muerte sea la mayor bendición del ser

humano, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo le teme como si

supiera con absoluta certeza que es el peor de los males".

Aunque si contamos con dos certezas irrefutables. Sabemos que es

absolutamente cierto que habremos de morir y también que es

absolutamente incierto cuándo y cómo. Angustiosas interrogantes

existenciales ambas si las hay.

En "El conocimiento silencioso" de Carlos Castaneda, don Juan, el gran

brujo yaqui dice: "Sin una visión clara de la muerte, no hay orden, no hay

sobriedad, no hay belleza. Los brujos se esfuerzan sin medida por tener su

muerte en cuenta, con el fin de saber, al nivel más profundo, que no tienen

ninguna otra certeza sino la de morir. Ese conocimiento da a los brujos el

valor de tener paciencia sin dejar de actuar; les da, asimismo, el valor de

acceder, el valor de aceptar todo sin caer en la estupidez y, sobre todo, les

otorga el valor para no tener compasión ni entregarse a la importancia

personal". En otro momento expresa: "Los brujos dicen que la muerte es

nuestro único adversario que vale la pena. La muerte es quien nos reta y

nosotros nacemos para aceptar ese reto, seamos hombres comunes y

corrientes o brujos. La diferencia es que los brujos lo saben y los hombres

comunes y corrientes no".

Este concepto de la muerte como el gran adversario que nos infunde de

valor y paciencia para actuar sin entregarnos a la importancia personal o

ego-centrismo nos hace ver a la muerte como un maestro que nos saca de

nuestro in-consciente escondite y nos abre a la verdad de la vida y del

universo.

Reflexionemos sobre ello. A poco que pensemos, hemos de llegar a darnos

cuenta de que en realidad ignoramos quienes somos, es decir, cuándo nos

preguntan sobre nuestra identidad respondemos con una diversa variedad

de elementos que hemos coleccionado con el fin de definirnos a nosotros

mismos (por ejemplo, soy uruguayo, psicólogo, hombre, etc.). Pero cuando

todas esas cosas se nos quitan, ¿tenemos idea de quienes somos en realidad

sin y detrás de todos esos agregados?.

Además, nos identificamos con nuestro cuerpo y con nuestra muerte, pero

que sucederá cuando ya no estén presentes, ¿son estos dos elementos

sostenes seguros y confiables de nuestro ser y de nuestra identidad?

Para no hacer frente a estas interrogantes, buscamos y exigimos vivir según

un plan pre-establecido, por ejemplo, estudiar, trabajar, formar una familia,

etc., etc., de manera de vivir de forma acelerada, ocupando el tiempo con

responsabilidades y con cosas materiales.

En una palabra, si deseamos dejar de una vez por todas que la vida nos viva

a nosotros y en cambio vivir nosotros la vida (valga la perogrullada),

debemos empezar por aceptar la muerte como una gran maestra que

continuamente nos susurra al oído: "Carpe diem", es decir, vive la vida en el

aquí y ahora, sin dejar situaciones inconclusas, pues no sabemos que llegará

primero, si la muerte o el próximo día.

Como dice Sogyal Rimpoché: "El último pensamiento y emoción que

tenemos justo antes de morir ejerce un poderosísimo efecto determinante

sobre nuestro futuro inmediato. Este último pensamiento o emoción puede

amplificarse desproporcionadamente e inundar toda nuestra conciencia en

el momento de la muerte. En este momento nuestra mente se encuentra

completamente expuesta y vulnerable a cualquier pensamiento que

entonces nos ocupe".

Como afirmábamos, vivir una "vida impecable" como decía don Juan, daría

cuenta asimismo del logro de la capacidad de lo que podríamos denominar

como "morir con arte" o "ars moris", que consistiría en afrontar el momento

último de nuestra existencia sin desear ni pensar en nada, sin mantener

apego a ser o cosa alguna.

Y esto se lograría tan sólo a través de la práctica de un camino espiritual,

que no necesariamente religioso. La consecución de una visión espiritual

implica ni más ni menos que mirar hacia dentro de nosotros disolviendo

aquellos aspectos fragmentarios y en perpetuo conflicto en nuestra

conciencia, relajando la tensión del ego y volviendo a reposar en la

naturaleza de la mente. Se podría decir que consiste en una metodología,

una praxis tendiente a lograr una plena conexión con nuestra esencia más

íntima.

En conclusión y coincidiendo plenamente con C. Longaker, afirmamos que

las cuatro tareas básicas para experimentar con plenitud la vida y la muerte

son:

1) darnos cuenta de que el sufrimiento existe y que se puede transformar en

una experiencia de plenitud.

2) mantener una comunicación con nosotros mismos y con los demás,

donde nos expresemos con todo nuestro ser y fundamentalmente con

nuestro corazón, lo más compasivos y libres de apego que podamos.

3) prepararnos espiritualmente para la muerte, lo que implica el ser capaces

de vivir en el momento presente, sin dejar situaciones inconclusas que sólo

han de constituir un lastre que incrementará nuestro dolor y sufrimiento y

el de quienes nos rodean.

4) encontrar significado a nuestra existencia, sintiéndonos seres plenos a

pesar de nuestras imperfecciones, aceptando nuestros errores y expiando los

que podamos haber.

Aspectos multidisciplinarios:

La intervención con los enfermos terminales es multidisciplinaria, puesto

que son varias las áreas que necesitan apoyo:

Médica.- cuya función es dar al enfermo aquellos paliativos que le

permitan estar con el mínimo dolor y sufrimiento. (Cuidados

Paliativos)

Tanatología.- ayudando al enfermo en el aspecto emocional. También

dando a poyo a sus familiares y allegados.

Legal.- Para que el enfermo pueda dejar resueltos este tipo de

asuntos.

Espiritual.- Que puede incluir no solamente el aspecto religioso, sino

también el aspecto espiritual del sentido de la vida, del sufrimiento o

de la muerte.

Conclusiones

La Tanatología ayuda tanto a los pacientes terminales como a los familiares

y allegados desde que el familiar es diagnosticado, durante el proceso y

posterior a la muerte para la elaboración del duelo.

Asi también la Tanatología se enfoca a cualquier pérdida significativa que

tenga el ser humano, es por ello que la importancia de la Tanatología hoy

en día es indiscutible, contemplando que a lo largo de nuestra vida

enfrentamos diversos tipos de pérdidas, muertes, separaciones, pérdidas de

miembros, pérdida de salud, de ilusiones ante una discapacidad, es por ello

que su campo de acción es muy amplio.

“La muerte es sólo un paso más hacia la forma de vida en otra frecuencia y el instante de la muerte es una experiencia única, bella, liberadora,

que se vive sin temor y sin angustia”.- Elizabeth Kübler Ross.