starbucks - para qué sirve el consejo directivo de una empresa

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¿Para qué sirve el Consejo Directivo de una empresa? Howard Schultz es director, presidente y CEO de Starbucks. La tarea de un consejo de directores no es administrar una compañía, sino más bien ayudar a garantizar que la compañía sea bien administrada. La cultura del consejo refleja la cultura de la compañía Los consejos eficaces, como los equipos eficaces, aportan talentos y perspectivas múltiples a la mesa, provenientes de todas las industrias y operaciones. Como director ejecutivo, valoro a los miembros del consejo que han "estado ahí y han hecho eso" y pueden compartir una sabiduría nacida de la experiencia. Dicho lo cual, los miembros del consejo también deberían creer sinceramente en los principios de la compañía y comprometerse con el mismo nivel de comunicación que la compañía fomenta internamente. Cuando un consejo y un director ejecutivo tienen una visión compartida del propósito y razón de ser de la compañía, y una aspiración compartida sobre lo que la empresa está tratando de hacer, pueden tener debates abiertos y sanos sobre elementos operacionales más concretos - como estrategia, productos y presupuestos - que ayuden a lograr los resultados mutuamente deseados. Hay comunicación frecuente y transparente entre el consejo y los líderes de la compañía, especialmente en tiempos difíciles He llegado a creer que un consejo está mejor preparado para realizar su labor cuando sus directores perciben con completa transparencia a la organización. Sólo entonces los directores

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Opinión del CEO de Starbucks

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Page 1: Starbucks - Para Qué Sirve El Consejo Directivo de Una Empresa

¿Para qué sirve el Consejo Directivo de una empresa?

Howard Schultz es director, presidente y CEO de Starbucks.

La tarea de un consejo de directores no es administrar una compañía, sino más bien ayudar a garantizar que la compañía sea bien administrada.

La cultura del consejo refleja la cultura de la compañía

Los consejos eficaces, como los equipos eficaces, aportan talentos y perspectivas múltiples a la mesa, provenientes de todas las industrias y operaciones. Como director ejecutivo, valoro a los miembros del consejo que han "estado ahí y han hecho eso" y pueden compartir una sabiduría nacida de la experiencia.

Dicho lo cual, los miembros del consejo también deberían creer sinceramente en los principios de la compañía y comprometerse con el mismo nivel de comunicación que la compañía fomenta internamente.

Cuando un consejo y un director ejecutivo tienen una visión compartida del propósito y razón de ser de la compañía, y una aspiración compartida sobre lo que la empresa está tratando de hacer, pueden tener debates abiertos y sanos sobre elementos operacionales más concretos - como estrategia, productos y presupuestos - que ayuden a lograr los resultados mutuamente deseados.

Hay comunicación frecuente y transparente entre el consejo y los líderes de la compañía, especialmente en tiempos difíciles

He llegado a creer que un consejo está mejor preparado para realizar su labor cuando sus directores perciben con completa transparencia a la organización. Sólo entonces los directores pueden ofrecer asesoramiento verdaderamente informado. Cuando se trata de trabajar con el consejo, un director ejecutivo se beneficia más cuando rutinariamente comunica las buenas noticias al igual que las malas.

Los líderes capitalizan la experiencia de los directores, uno a uno e individualmente

Como director ejecutivo, no estoy obligado a hacer todo lo que el consejo sugiere, pero, personalmente, sólo me he beneficiado de estar abierto a las perspectivas de nuestros directores.

Creo firmemente que la relación entre un consejo, su compañía y un director ejecutivo es mejor cuando todas las partes se esfuerzan en colaborar, manteniendo en mente los mejores intereses de la compañía, sus valores y, por supuesto, a sus accionistas.

Page 2: Starbucks - Para Qué Sirve El Consejo Directivo de Una Empresa

Howard Schultz – Biografía(Brooklyn, Nueva York, 1953) Empresario estadounidense, presidente y consejero delegado de Starbucks Coffee Company, una franquicia con una particular filosofía de los negocios que cuenta con más de 10.000 establecimientos en todo el mundo.

Starbucks había nacido en 1971 en el histórico mercado de Pike Place en Seattle, Washington, como una pequeña tienda de venta de cafés de importación, un negocio difícil en un país poco acostumbrado al consumo de este producto. El nombre, que deriva de la novela Mobby Dick de Herman Melville, evocaba el aspecto romántico del mar y la tradición marinera.

En 1982 Howard Schultz se incorporó al negocio como director de marketing, y ese mismo año, durante un viaje a Italia, descubrió los famosos expresso y, sobre todo, el entramado cultural que, con varios siglos de historia, rodeaba el consumo del café en el Viejo Continente. Su idea fue reproducirlo en Estados Unidos. “Mi conclusión fue que no solamente serviríamos cafés, sino que crearíamos un ambiente en el que la intimidad de la relación con el espacio y la experiencia del café pudiera cobrar vida”, afirmaría en su autobiografía. Pero no lo tuvo fácil, y su intento no convenció a sus superiores. Finalmente, en 1987 convenció a varios inversores para comprar la compañía por 3,8 millones de dólares.

Transformando radicalmente la tienda de Seattle, Schultz sentó entonces las bases de lo que muy pronto se convertiría en todo un imperio. Por un lado, incorporó una serie de productos más al gusto de la tradición europea (capuchinos, mocas, lattes, macchiatos) y, por otro, apostó por dotar al local de una identidad propia. Así, pensó y diseñó un interior que cautivara al público por su proximidad y su sensación de “segundo hogar”. La decoración, el mobiliario, el color, incluso la música, tenían la función de hacer de una simple cafetería un lugar en que la gente se sintiera como en casa. El éxito del modelo creado por Schultz no se hizo esperar.

Seattle aceptó rápidamente la idea impulsada por Schultz, quien muy pronto empezó a expandir el negocio por varias ciudades de Estados Unidos. En pocos años el ascenso de la marca de la Melusina, que saldría a bolsa en 1992, resultaría imparable e iniciaría su asalto internacional. La primera cafetería Starbucks fuera de Estados Unidos abriría sus puertas en Tokio en 1996.