sobre la capacidad lingüística y el origen de la lengua 2

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Johann Gottlieb Fichte

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  • [I]

    En un estudio sobre el origen de la lengua uno no puede recurrir a hiptesis, o a la postu-lacin arbitraria de circunstancias especiales, bajo las cuales ha podido originarse una len-gua, ya que los casos que han podido llevar a los seres humanos al descubrimiento y perfec-cionamiento de la lengua son tan diversos, que ninguna investigacin podra averiguarlos to-talmente: Obtendramos tantas explicaciones semiverdaderas del problema por este camino, como estudios emprendidos. Por este motivo, uno no se puede limitar a mostrar qu y cmo ha podido ser inventada una lengua: hay que deducir de la naturaleza de la razn humana la necesidad de este descubrimiento; es preciso demostrar qu y cmo la lengua ha tenido que ser inventada.

    Especialmente ha de precaverse uno en esta investigacin, del mismo modo que en cualquier otra, de anticipar el resultado que uno espera en-

    [11]

  • 12 .I0/1.-JS.\ GOlTU!:B rtCI!IF

    contrar. Hay que pensar en los seres humanos que todava no disponen de ninguna lengua, sino que tienen que inventarla, los cuales an no sa-ben cmo tiene que ser construido el lenguaje, sino que tienen que inventarse e ll os, por s solos, las reglas de construccin del mi smo. Cada cual que investiga e l origen de la lengua, tiene que partir de que la lengua prcticamente no exis-tiera; tiene que pensar que tiene que descubrirla mediante su investigacin.

    Adems, se ha cometido el error en todas las investigaciones sobre el origen de la lengua, de basarse demasiado en un convenio voluntario; es decir, que se opinaba por ejemplo: dado que puedo denominar a un libro liber, ~t~AO>. Bajo este concepto entiendo aqu aquellos smbolos que s rven' ~expresamente para indicar aquel o aquel ott'oooJero-:-Si tienen O___!]_O_los_mismos ob-jetos denominados-p-arecidos naturales esto aqu es totalmente indiferente. Puedo decir a Jos de-ms la palabra Pez -un smbolo que con el objeto que debe indicar no tiene ningn pare-c ido- o puedo pintarles un pez; un smbolo, que no obstante, se parece al objeto denominado. En ambos casos no pretendo ningn otro fin que aquel de invocar en el otro un objeto determi-nado, por tanto, concuerdan ambos smbolos en ser voluntarios.

    La capacidad lingstica es la habilidad de uno de - denominar de fQ'cia~-_yoTuti~-~- ::?lis-pe.sa-:. mientas. Me expreso de forma tan gen-eral -inten--cionadamente para que no se piense enseguida en una lengua para el odo. De la Unprache (len-

  • 14 .1011.4\'N (70TTUEB F!CIIlF

    guaje primitivo) ' no podemos afirmar que se haya compuesto solamente de sonidos y que haya sido solamente una lengua para el odo. Esta ltima pudo haberse originado mucho ms tarde y solamente es posible deducirla a partir de la existencia de la Ursprache y de un modo bas-tante ms complicado.

    La cuestin que se nos plantea primero es la siguiente: r:Cmo ha llegado el ser humano a te-ner la idea de expresar sus pensamientos me-diante smbolos voluntarios '! Esta pregunta con-tiene en s las dos siguientes: 1) Qu condujo al ser humano a la idea de inventarse una lengua'? 2) En qu leyes natural es reside la causa para que esta idea haya sido elaborada as y no de otra manera? Es posible encontrar leyes que han guiado al ser humano en su ejecucin?

    Me expreso ms claramente. La lengua es la capacidad de denominar voluntariamente los pensamientos. Por lo tanto, presupone una vo-luntad. Un descubrimiento involuntario, un uso involuntario de la lengua contiene una contradic-cin interna, a pesar de que se ha pensado en so-nidos involuntarios en los estados de alegra, de dolor, etc. y de ello se ha querido deducir algo sobre el descubrimiento y las leyes de la lengua, pero ambos casos son totalmente distintos. La expresin involuntaria no es lengua.

    '' A cont inuacin util izaremos en esta traduccin e l trmino alemn Ursprache por ser un concepto espec fico. (N. de la T)

    SOBR!-.' 1..1 CAPACIDAD UNGSTICA 15

    Para determinar la voluntariedad del descubri-miento de una lengua hemos propuesto una idea de la misma. Por ello la pregunta: Cmo se de-sarroll en los seres humanos la idea de comuni-carse mutuamente los pensamientos mediante smbolos?

    Solamente de l hecho de que los seres huma-nos se han encomendado la tarea de inventar una lengua no resulta todava cmo y a travs de qu medios la ejecucin les ha salido bien. Por eso la ya citada cuestin: Existen medios en la natura-leza humana que necesariamente han tenido que ser considerados para realizar la idea de una len-gua? Es posible investigar estos medios y cmo han tenido que ser utilizados para poder alcanzar el fin? Si encontrramos tales medios, podra-mos disear una historia de la lengua a priori. Y realmente es posible encontrar tales medios.

    Primero: De qu forma ha sido desarrollada la idea de una lengua en el ser humano? Tiene su fundamento en la esencia del ser humano de in-tentar dominar la fuerza de la naturaleza. La pri-mera expresin de su fuerza est dirigida a la na-turaleza, para adaptarla a sus necesidades. Incluso el ser humano ms rudo toma alguna medida para su comodidad y su seguridad; hace unas cuevas, se tapa con hojas y, si puede lograr el fuego, enciende lea para protegerse del fro. Intentar trabajar en todos los lados para vencer a la naturaleza hostil y donde no lo consigue la temer. As el ser humano teme al trueno porque se ve imposibilitado de dominar a la naturaleza

  • 16 ./01/.IYV (/U!T!.!UJ F/CIIIF

    en esta manifestacin de su fuerza. Podramos encontrar medidas para vencerla, entonces aquel miedo se perdera pronto. El ser humano se sirve de los animales o huye de ellos si no puede con-seguir lo primero. As es seguro que, antes de descubrir el arte de dominar a los caballos, este animal grande y fuerte fue un objeto a temer para el ser humano; ahora, puesto que lo ha do-minado, ya no lo teme.

    En esta relacin se encuentra el ser humano con la naturaleza viva e inerte: pretende modifi-carla, pero ella se contrapone a la interferencia y a menudo no la acepta. Por este motivo nos en-contramos en una lucha constante con la natura-leza, pronto somos vencedores, pronto vencidos: someter o huir.

    Cmo se comporta, por e! contrario, el ser hu-mano originalmente con el mismo ser humano'' Debera haber entre ellos en el estado natural crudo esta misma relacin que existe entre el ser humano y la naturaleza? /,Deberan intentar do-minarse entre ellos o, por el contrario, si no creen tener la fuerza suficiente para lograrlo, se escapa-ran mutuamente?

    Suponiendo que esto fuese as, seguramente no podran vivir dos seres humanos uno al lado del otro; el ms fuerte vencera al ms dbil. cuando ste no huyera en cuanto viera a aqul. Pero hubiesen sido posibles de esta forma al-guna vez unas relaciones sociales, hubiese sido posible la poblacin de la tierra?

    Su relacin hubiese sido posiblemente tal y

    SOBR!c !.A CAPiiC//JAD L/XGOSTJC/1 17

    como lo describe Hobbes 11' en el estado natural; guerra de todos contra todos . No obstante, ve-mos que los seres humanos se llevan bien entre s, que se ayudan mutuamente y que mantienen relaciones sociales. La razn de este fenmeno tiene que estar en el ser humano mismo; en su original forma de ser tiene que poder mostrarse un principio que le determina de tal forma que se comporta con sus semejantes de otra manera que contra la naturaleza.

    S muy bien que muchos afirman que los se-res humanos por Naturaleza pretenden someterse mutuamente. Sea cual fuere el argumento que se puede utilizar en su contra, una cosa es segura, que en la experiencia humana se pueden cncon-

    ' Thomas Hobbes, 1588-1679. Thomas. llobbcs, Ele-menta philosophica dc> cil'e, Arnstcrodami , 1647, cap. L n.". XII, p. 15: Ad naturalcm hominum proc livitatem ad se mutuo laccsscndum, quam ab affectibus, pracscrtim vero ab inani sui acstimatione derivant, si addas jam jus onmium in omnia, quo alter jure invadit, alter jure res istit, atque ex quo oriuntur omnium adversus omnes perpctuac suspicioncs & studium, & quam difficilc sit praccavere hostcs parvo nu-mero & apparatu, eum animo nos praevertendi oprimcndi-quc invadcntcs, ncgari non potest citcr, sed bcllum omnium in omnes. Thomas Hobbcs, Lniuthan, or The \;fa/fe; Forme. & Power l!(a common-weulth ecc/es iaslicu/1 and ci-vil!, London, 1651, parte 1, cup. 13, p. 62:

  • 18 .101/ANN (;(Jl7UUf FICH?E

    trar causas aparentes diversas, y que, por consi-guiente, es posible contraponer este argumento al argumento contrario en la cuestin de su vali-dez, aunque el mismo se afirmaba meramente como enunciado de experiencia. Por ello este ar-gumento contrario tiene que ser deducido de un principio que reside en la naturaleza misma del ser humano, para deducir su validez. Nosotros queremos encontrar este principio.

    El ser humano pretende modificar la natura-leza ruda y animal segn sus necesidades. Este principio tiene que ser subordinado a aquel prin-cipio mximo en el ser humano: s siempre cohe-rente contigo mismo; segn el cual acta cons-tantemente en las manifestaciones ms generales de su fuerza, aunque no sea consciente de ello. El ser humano, por lo tanto, busca, no precisa-mente sobre la base de un principio claramente pensado, sino sobre la base de un principio en-lazado con toda su esencia y que determina su li-bre voluntad sin aadir nada, de someterse a la naturaleza no racional para que todo acuerde con su razn, porque solamente bajo esta condicin puede estar de acuerdo consigo mismo. Puesto que es un ser imaginativo, y sobre la base de una cierta previsin que no hemos de determi-nar aqu, tiene que imaginarse las cosas tal y como son, entonces se encuentra que a travs de imaginarse las cosas como son y que no con-cuerdan con sus impulsos, incurre en una con-tradiccin consigo mismo. Por eso el impulso de trabajar las cosas para que concuerden con

    SOBRF !.A CA PACJ!)AD LINGSTICA 19

    nuestras inclinaciones, para que la realidad con-cuerde con el ideal. El ser humano pretende ne-cesariamente hacer todo lo que sabe de forma razonable.

    Ahora bien, si se encontrara en estos intentos con un objeto, el cual manifestara la racionali-dad buscada sin su participacin, entonces se in-hibir en atencin a la misma de toda la inter-vencin, puesto que ya encuentra aquello que debera originar mediante su intervencin en el objeto descubierto. Ha encontrado algo que con-cuerda con l. No sera absurdo querer formar un objeto segn su impulso que ya sin su partici-pacin corresponde al mismo? Lo encontrado le ser objeto de alegra; se alegrar de encontrar un ser que le es igual: un ser humano.

    Pero en qu debera reconocer la racionalidad del objeto encontrado? En ninguna otra cosa que en aquella que reconoce su propia racionalidad en el actuar hacia fines. Sin embargo, la mera ra-cionalidad con respecto a fines de las acciones en s sola no sera suficiente para una valoracin de este tipo, sino que se precisa adems de la idea un actuar con respecto a fines modificante, es decir, un actuar que se ha modificado segn nuestra propia racionalidad. Suponemos que el hombre natural acta con un objeto que o bien crece segn unas reglas determinadas, o lleva frutas, etc., o bien acta con uno que busca ali-mentos sobre la base de un instinto, duerme, despierta, etc. , y al cual considera por consi-guiente actuando con respecto a fines. En cuanto

  • 20 .10/IA/v\' G07TI.Il:H Ff(HT/:'

    un objeto de este tipo con el cual el hombre na-tural ha actuado con respecto a fines. s iguiera su marcha s in que asuma un cambio en su raciona-lidad que estuvie ra en consonancia con la me-dida de aquella intervencin, no lo considerara razonable. Como actuando libremente y con res-pecto a f ines considerara solamente aquel ser, que modifica su fin despus de que yo haya ac-tuado con respecto a fines con l. Por ejemplo, u ti 1 izo la fuerza con un ser que lo precisa, ya que le muestro un bien y l responde; de modo que la modificacin del fin es s iempre segn el fin que yo tengo con l mismo; en otras pa labras, es una Relacin Causal entre m m ismo y este ser. Solamente un ser, que despus de que le he ex-pn..:sado mi intencin cambia la suya en relacin con esta expresin, que u ti 1 iza, por ejemplo, la fuerza si yo la utilizo hacia l, que me agrada si yo le agrado, solamente un ser as lo puedo con-siderar razonable. Yo puedo deducir de la rela-cin causal que ha surgido entre l y yo, que l ha logrado una idea de mi forma de actuar y la ha adaptado a su racionalidad propia, y despus del resultado de esta comparacin ha dado libre-mente un g iro distinto a sus actos. Aqu se mues-tra por lo v isto un intercambio entre libertad y racional idad con respecto a fines, y en este inter-cambio reconocemos la razn .

    ~~~,_Q~!:_g_n!9_,_ n.~_c_es.ari.amcnte, encontrar racionalid?9_ fuera de s ; c~~nta-- -

    co~i} --trrr rii}pTsi) q .. se- -m~eSti:a-abiciililentc GIL ~~ b~cho de que e l ser humano est __ ~.~~estg__.a. ---

    - . . -. . .. . . - -- '- . -- -- . . ----- -- -------- ---

    .\'OBRf /.A CAPAC/Dtl /) U VCCSTfCA 21

    adscribir v ida y razn incluso a seres no vivos. SUficientes muestras de ello se ec-efrn--iy a menudo en las mitologas y en las opiniones religiosas de todos los pueblos, etc. S~fu~ ... 0.~-mos_yista es el instinto de canc.ordancia con uno

    m~-11_1-~_el que _!leva a l ser humano a b~~~ar-raci-onafidad fuera de-l. - - - - - ---- -

    'lustarrieteesttinstinto tena que engendrar en_~.L ser~_

  • 22 .!0/ IA.VN GOTTL/EB F!C/ !TE

    Tal y como me pasa a m con los dems les pasa a ellos conmigo. Qu fcilmente puedo malinterpretar la accin bienintencionada de otro y contestar con ingratitud! Pero, en cuanto entiendo mejor su intencin, deseo reparar mi falta y entender mejor sus pensamientos en el fu-turo. Por lo tanto, deseo que el otro conozca mis intenciones, para que no acte en contra ma, y por la misma razn deseo saber las intenciones del otro. Por ello la tarea de descubrir ciertos Slt1b_Q_I_Q_s., mediante_}Q_s_CJ.iales podemos COmni-Cai_lliJeStros pensamientos a los demli~- ------

    No obstante, con estos smbolos pretendemos nica y exclusivamente la EXPRESIN de nues-tros pensamientos. Si estoy enfadado con al-guien, entonces esta ira se le muestra mediante un trato hostil, pero en este acto simplemente est presente la intencin de ejecutar mis pensa-mientos, y no la de transmitrselos mediante un smbolo. Sin embargo, con respecto a la lengua meramente la denominacin es intencin, y no como expresin de la pasin, sino como causa de una interrelacin mutua de nuestros pensa-mientos, sin los cuales, tal y como mencionba-mos ahora, una relacin causa-efecto de las ac-ciones adaptada a nuestros impulsos no puede existir.

    Por consiguiente, nace en nosotros la idea de transmitir nuestros pensamientos mediante unos smbolos intencionados debido a la relacin con los seres humanos, en una palabra; nace la ldea de la Lengua. S.!_l definitiva, en el impulso natural d_eJ

    ---~-- - -- ~--.--- _ .. -~-----~

    SOIJRE LA CAPACIDAD LINGSTICA 23

    ser humano de encontrar racionalidad fuera de s reside el Impulso especial de Realizar una Lengua, Y.@_I!.ecesiqad !it: satisfacerlo aparece cuando seres

    rgua slo en Simbo/os para el Odo. Cmo ha surgido que nos dirigimos con la lengua precisa-mente a este sentido, lo explicaremos a conti-nuacin. Aqu ningn smbolo est excluido; tal y como en la Ursprache seguramente tampoco ningn smbolo estaba excluido 17

    La funcin de la lengua ahora est presente; pero cmo se pudo realizar?

    La naturaleza se nos descubre especialmente !!1~nte.li:Y~_yeroicio:-Aunque tambin se nos anuncia mediante el sentimiento, el sabor y el olfato; pero las impresiones que recibimos por esta va, en parte, no son vivas, en parte, no lo suficientemente determinadas y, por lo tanto, nos dejamos guiar preferentemente en nuestras percepciones externas por la vista y el odo, siempre y cuando el uso de estos sentidos no est impedido. Tal y como la naturaleza le indic

    ,. No demuestro aqu que el ser humano no pueda pen-sar sin lengua, y s in la misma no pueda tener conceptos ge-nerales y abstractos. Eso s, lo puede realizar a travs de las imgenes que se esbozan mediante la fantasa . Segn mi opinin, se ha concedido una importancia exagerada a la lengua pensando que sin ella no hubiera tenido lugar nin-guna utilizacin de la razn.

    --- , ... r"'l. 4.1

  • 24 .101/AN:V GOTTUI:B FICIITE

    ajg_q I_g:r h1JmJ!--1!1~9_i-D!e_d_Qido_y la vista, 1 os seres humano~ t~_n(lQ. _que c;omunicarse en 1 i-bertai. Eri -est.e sentido sera posible denominar una lengua basada en esta regla ftmdamental la Lengua Original o la Lengua de los Jerogl(ficos.

    S~ estos presuQ_Ile~_t91hJos_p_I:imeros. srnbo-. los de las cosas se habran deducid_o __ de la natura-lii; no eran otra cosa que la_irnitacin....de_1gl mi.sma:- Aqu la comunicacin misma de los pen-samientos era intenc ionada, tal y como tiene que ser en relacin con cualquier lengua, pero no lo era la forma de esta comunicacin; sta depen-da de mi voluntad si quera indicar al otro mis pensamientos o no; pero en el smbolo mismo no haba voluntad.

    La denominacin de las cosas mediante la imi-tacin de sus propicdades_s_~n lo~tT"Cio~ r_esultasa de modo fcil Len se expresaba,-por ejemplo, a travs de la imitacin de un ru-gido, viento>> por la imitacin de su susurro. As se expresaban los objetos, que se evidencia-ban a travs del odo, mediante unos sonidos; otros se anunciaban por la configuracin de la cara, se poda reconstruir fcilmente con un es-bozo ligero en la arena. Por ejemplo, peces o re-des que iban acompaados con unos gestos e in-dicaciones hacia la orilla, eran para aqul al que iban dirigidos estos signos una exhortacin a pescar.

    Esta lengua se inventaba fci lmente, y de modo suficiente, cuando se juntaron dos para entretenerse o para trabajar uno cerca del otro.

    SOBRE LA C4PACIDAD LING STICA 25

    Cada uno presta atencin al signo del otro; uno imita un sonido, el otro tambin; uno dibuja algo con el dedo, el otro tambin. As se entienden mutuamente; uno sabe lo que piensa el otro; y aqul sabe qu es lo que quiere que piense. Ahora bien, imaginmonos que estos dos traba-jan cada uno por s solo y lejos uno del otro, por ejemplo en la caza. Uno quiere comunicar al otro un pensamiento, el cual solamente es expre-sable mediante un signo para la cara; pero, para mayor desgracia el otro no le dirige su mirada, o no puede descifrar sus signos a causa de la g ran distancia. Aqu la conversacin es imposible.

    Adems, pensamos en varios que estn reuni-dos para aconsejarse. Esto suceder muy a me-nudo con seres humanos incultos y rudos en los que estamos pensando aqu ya que precisan mu-chas veces del consejo mutuo. Tomamos en con-sideracin si la supuesta lengua de los jeroglfi-cos para una comunidad tan grande puede ser cmoda. Suponiendo que se juntan diez; mien-tras que uno habla y ocho escuchan, se le ocurre al dcimo decir algo tambin. Pero nadie ob-serva sus signos, puesto que el resto escucha al primero. Cmo puede lograr que se le preste atencin?

    Recordamos un hecho, que demuestra la expe-riencia diaria. El odo gua involuntariamente a los ojos; uno se dirige hacia la direccin de pro-cedencia del ruido, incluso sin pensar conscien-temente la intencin de averiguar la causa de este ruido; es ms, a uno le cuesta muchas veces

  • 26 .!01/ANN C07T l.IHH FJCIIT!:'

    no mirar. Dado que en la Ursprache la persona supuesta es libre de expresarse tanto en signos para la cara como en signos que se dirigen al odo, la persona intentar dirigirse al ltimo sen-tido segn nuestra escueta mencin anterior, para llamar inicialmente simplemente la aten-cin de la comunidad, y probablemente articu-lar primero un sonido impreciso, por ejemplo un hm. Ahora los dems dirigirn la mirada haca ella, entonces puede comunicarse con ellos utilizando signos para la vista. Pero es posible que todos estn sumergidos en el pensamiento del primer locutor, al que interrumpen ahora, y que estn interesados nicamente en este locu-tor, por cuyo motivo quitan de nuevo su mirada del dcimo miembro del grupo. Este hecho no le resultar indiferente a aqul, ya que est conven-cido de que lo que quiere decir, tiene la mayor importancia por cuyo motivo no va a estar tan tranquilo con la desatencin de su comunica-cin. Cuanto ms sea su deseo de comunicarse, ms fuertemente tiene que sentir su incapacidad de poder demostrar a la asamblea sus pensa-mientos mediante unos signos de percepcin vi-sual; y esta incapacidad, en relacin con el re-

    cuerd~l del efecto que haba tenido el sonido inicial para la comunidad, tiene que llevarle a la idea, que obligara a la comunidad de prestar atencin a su locucin si su conversacin se compusiese totalmente de signos para el odo.

    An hay ms. Si transformramos la supuesta comunidad en una, en la cual cada uno quiere

    SOBRr: LA CAPACIDAD 1./NGOSTICA 27

    hablar, cada uno deseara transformar la lengua de los jeroglficos, en la cual intercambian sig-nos para el odo con signos perceptibles a travs de la cara, en una lengua propia para el odo, para lograr ms aceptacin y atencin. Mediante una lengua de este tipo, aquel del caso anterior-mente mencionado, podra tambin indicar sus pensamientos a otro a travs de la distancia o en la oscuridad.

    ~ causa de estas insuficiencias de_ _ 1_~ _ljrsp(-::_ che, _gue no llama la ~cin, st.oque la pre~tt-

    - ------....;__ __ ~ . -

    pone, que solamente se puede usar en la cercana yde- da: -ecesariamete e ori m la tarea-cle trans armarla en una lengua propia _par~ ~~ oido.-

    Pero cmo se podra resolver esta tarea? De qu forma podra sealar el ser humano los objetos que no se caracterizan por sonidos a travs de sonidos? El pastor denominar a su ganado y a los enemigos del mismo, al len, al tigre y al lobo a travs de la imitacin de sus voces. Pero cmo es posible denominar para el odo a un pez, vegetales y otros objetos, los cuales la naturaleza no nos anuncia mediante sonidos?

    Adems hay que tener en cuenta que, en la medida en que aumentan las necesidades de las personas, cada vez se usan ms objetos, por ejemplo tiendas de campaa, redes y otras herra-mientas, que segn su propia naturaleza no des-prenden ningn sonido. Pero tambin para estos objetos es preciso encontrar un sonido que los denomine.

  • 2X JOf!AVV COTTUDJ FICIITI:"

    Usualmente se piensa en acuerdos para explicar la invencin de tales denominaciones; se supone que los seres humanos, en una situacin cue exi-ga una lengua para el odo, se hubieran puesto de acuerdo para denominar a este objeto pez, a aqul red, etc. No obstante, esto no tiene sentido. Pri-mero, de qu modo se lleg a la idea de denomi-nar a objetos, que hasta entonces se haban expre-sado siempre mediante signos naturales, a travs de sonidos arbitrarios? Despus, cmo result que aquel que propuso los sonidos no los olvid o, incluso, que toda la tribu los record? Final-mente, cmo es pensable que una masa de seres humanos libres se sometieran a la opinin de uno solo; que aceptaran una propuesta que meramente se fundamentara en la voluntad de uno solo?

    Para mayor abundamiento hay que tener_en.-, C1Jenta con respecto a la deduccin dela lengua, y especialmcilTeeneTestaao- actual de f.--investi~

    gacln_;~~-f9~iillili51osmurn~ttet-ctesc1Jbr1;: mi~Q!~?__)~ d_e l_l_11odi f{caCIO de-unale.ngya_lliLSC---.han_...sncedido_ge forma-I~~=raplda~ _Quin sabe cuntos miles de aos han transcurrido antes de que la Ursprache se haya convertido en lengua para el odo.

    Adems la experiencia nos demuestra que las len_g!-!__aS siempre eambia_y--que -recogen modifi-cac.iones-uevas~pcroque esta 'susceptibilidad a los.._cambios- se-muestra de una forma ms o me-nos fuerte segn el grado de cult.ura qu_e tcllga una le_ngu-a.- La experi~nc_ia muestra de forma exce-

    l~n~{g_~~~lal(~a se modifica ms eri un pueblo

    .'iORRE LA C>IPACII)AIJ UNCSTICA 29

    ue an no escribe, sino que habla solamente, p~ que el somdo origlnafdc un smbolo, 'si se ha- -=,-e-rctido-algu_n_'! _\re__ no~li~~a:-ser~ r_ec~_p-e-rado ~evo. Sin en1bar_g.Q_,_ d.Qn_

  • [II]

    (Conclusin del tratado interrumpido en la re-vista anteri01)

    Despus de estas pre-memorias, llegamos a la respuesta de la pregunta misma: Cmo se pudo ~ar el leuguajc jeroglfico en lenguaje

    ~ En el lenguaje original, pronto tuvieron que

    cambiar sensiblemente los signos para el odo, que eran las imitaciones de voces naturales, por ejemplo la denominacin del len, del tigre, etc., que se expresaban con su particular rugido. En un pueblo que -como se sabe de las tribus sal-vajes- ama las reuniones, que trabaja y come en grupo, etc., ocurre fcilmente que un hombre logra destacar ante los dems, por la superiori-dad de su inteligencia, y que llega a ser -sin votacin alguna- su jefe de ejrcito en la gue-rra y su portavoz en las reuniones. Tal hombre, a cuyas palabras se presta atencin, adquirir por

    [31]

  • 32 .JO!!A .\N GOTTUUJ F!UflL

    costumbre una facilidad al hablar, y a causa de esta facilid ad nombrar las cosas slo superfi-cialmente, no le importar pasar por encima de este o aquel sonido. La gente se va acostum-brando a esta irregularidad y aprender a enten-der la denominacin ms fugaz. Poco a poco se ir alejando ms y ms de la verdadera imita-cin de los sonidos naturales, sus denominac io-nes sern cada vez ms cortas y ligeras, as que - quiz ya despus de varias dcadas- casi no se podr encontrar un parecido entre su denomina-c in de un objeto y el sonido natural, a travs del cual ste se anuncia al odo. Los dems, que in-tentan aprender a entender estos signos del habla ms ligeros, pronto encontrarn ms cmodo imitar esta manera de hablar, que adems es re-comendable por su mayor ligereza.

    Cuanto ms avanzaron e_s_tos seres humanos en eL.oi_g_qji~ denomina~~- c;~as ale]~dciscaera .. natura leza, tant(Lll1s_JcnaQ.~arse _cu~~a, inJ!J.S..o prestando poca atencin a s1 rlsn1~_y a su manera de ~esarse, de quescpcdn e~_cs~f cosasdeuna _m

  • 34 .101/A/vX GOT7UUJ FICI/Tf

    objetos tenan cierta relacin con el objeto que haba que denominar.

    Pero q.uin...t.en.a-tttt~a+se...de la inv..cncin . y elal'

  • 36 .10 /IANN GOTTLIEB FIC/!TE

    Hasta ahora intentamos demostrar cmo los objetos individuales han sido denominados para el odo. Ser ms difcil investigar la denomina-cin de trminos generales. En la realidad no existe ningn objeto que, aparte de los rasgos de su especie, no tenga rasgos de un particular tipo de esta especie. Por ejemplo, no todos los obje-tos son solamente un rbol, sino a la vez son un abedul, un roble, un tilo, cte. Sin embargo, cmo ocurri que trminos generales llegaran a expresar, por ejemplo, al del rbol?

    Ha sido fcil llegar a las denominaciones de los conceptos generales de categora. Un padre de fa-milia ense a uno de sus hijos una flor que llam rosa. Poco despus le mand coger la rosa. El nio seguramente asoci con este sonido aquella flor in-dividual y determinada que le haba enseado su padre. Pero no encuentra esta flor determinada, sino que ve al lado otra flor parecida, que para el nio tambin se llama rosa. La coge y se la lleva al pa-dre, que acepta la flor como rosa. As quedan en que el sonido rosa no slo significa aquella cosa particular en aquel sitio determinado, sino que sig-nifica en general todas las flores de la misma forma, del mismo color, del mismo olor. As, prQb=" bl~ll}_

  • 40 .10/IAN.V G07TUI::B F!Cf!T/;

    queda claro que cada cosa de la cual debemos llegar a tener consciencia tiene que hacrsenos saber con y a travs de un cambio. Algo perma-nente no es perceptible; pero todos los cambios tienen que referirse a algo permanente -a un sustrato duradero- que es meramente un pro-ducto de la imaginacin. A este sustrato se aplica entonces la palabra ser o es. Ningn acto de nuestra mente sera posible sin tal sustrato, y sin una denominacin para tal sustrato no sera posible ninguna lengua. De ah que la palabra ser aparezca en una lengua en cuanto sta em-pieza a desarrollarse. Pero no tiene ningn otro significado que indicar lo duradero, que es la base de todos los cambios.

    Otra investigacin, an ms dificiL que tene-mos que realizar, se refiere a la invencin de sig-nos para conceptos espirituales. Primero tena que haber existido la idea, y despus haba que buscar un concepto. Por lo tanto, intentamos pri-mero encontrar e l camino por el cual se desarro-llarn aquellas ideas.

    Mientras el hombre slo se preocupa por lasa-tisfaccin de las necesidades sensoriales, no ten-dr tiempo para pensar, y sobre todo no lo tendr para desarrollar conceptos espirituales. Pero en cuanto la sensibilidad se ha desarrollado hasta un cierto grado, y el hombre adquiri la habili-dad de atender fcilmente a sus necesidades, le guiar el impulso de progresar, que vive en el alma, hacia la investigacin de ideas espirituales. Se acostumbra a explicar un fenmeno sensorial

    ..,.

    SOBRE LA CA PACIDAD I.INGOST!CA 41

    mediante otro, y a su vez explica este fenmeno a travs de un tercero. Si, actuando de este modo, un fenmeno aparece muy a menudo, cre-er que ste es el ltimo motivo para todos los dems. Aqu quiz detendr un cierto tiempo su investigacin; pero pronto buscar el motivo para el ltimo fenmeno -que hasta ahora ex-plic a travs de los dems-, y as, al final, ten-dr que dar el paso de lo sensoria l hacia lo tras-cendenta l. As, se ha generado poco a poco el juicio: un mundo existe, entonces tambin existe un Dios 1Y.

    '" Este juicio ha sido impugnado por la Filosofia Critica como una ilusin. Desde el punto de vista del razonamiento filosfico no se puede decir: un mundo existe, todo lo que ex iste fuera de m, slo lo puedo sentir, y entonces slo puedo creer. Es pura creencia el creer que existe algo aparte de m mismo?, y cmo se puede convertir algo en lo que slo se cree en algo probable, en un raciocinio de-mostrativo? Esta objecin solamente se dirige contra el fi-lsofo que en vez de (como deba) di ferenc iar agudamente lo terico de lo prctico, lo que se cree dentro de los lmites de los sentimientos, de lo que se reconoce ms all de estos lmites, en el rea de la razn, acepta algo en que creer como algo que se reconoce, y quiere demostrar este conoci-miento aparente, que debera ser vlido para la razn segn su contenido. No es posible conocer la existencia de cosas fuera de nosotros; la existencia de estas cosas la notamos s lo a travs de los sentimientos y en los sentimientos y, por consiguiente, es solamente objeto de creencia. Hay una antinomia evidente en probar la existencia de algo trascen-dental, med iante la misma creencia, en querer deducir de algo credo, algo trascendental, que tu viese fuerza convin-

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    Si la razn comn lleg a la idea de un origen trascendental del mundo, entonces pronto descu-bre desde este punto de vista superior tambin las otras ideas espirituales, la del alma, la de la inmortalidad, etc.

    De manera que, si a un hombre se le revelaron poco a poco estas ideas, tambin naci en l el impulso de explicar a los dems lo que haba in-vestigado; el impulso de comunicarse nunca es tan fuerte como en el caso de pensamientos nue-vos y nobles. As que haba que buscar signos para aquel las ideas. Estos signos o smbolos se encue ntran muy fci lmente en el caso de las ideas trascendentales, por una razn que est en el alma del hombre. Dentro de nosotros hay una unin ele ideas sensoriales y espirituales a causa

    ccntc. no slo para los sentimientos. sino para la razn. Ta l conclusin ten a que contener la exigencia creer que la ra-:n. en tanto que es razn. slo conoce y puede ser conven-c ida por lo conocido: o reconocer que e l sentimiento como sentimiento slo nos puede hacer creer a lgo. Por lo tanto, no podemos comprobar que Dios existe partiendo sola-mente de la existencia de las cosas que sent imos fuera de nosotros. \lo obstante, de un sentimiento se puede desarro-llar fcilmente otro: podemos deduc ir de un sentimiento la aceptabilidad de otro. por consiguiente podemos deduc ir de la fe en las cosas fue ra de nosot ros la credibilidad de la ex istencia de un ser superior y trascendental. La razn hu-mana comn deduce esto: y como no le incumbe di feren -ciar rigurosamente entre sentimiento y razn , ni lo pre-tende. sera una pura equivocacin hacer va ler aquella objecin de la crtica contra el juicio de la razn comn. un Dios existe.

    r

    SOBRE LA CAPACIDAD U NCiSTICA 43

    de los esquemas, que crea la imaginacin. De es-tos esquemas proceden las denominaciones para trmi nos espirituales. Es decir, que se adapt e l signo que en la lengua ya tena el objeto mate-rial del cual se cogi e l esquema, al mismo con-cepto trascendental. La base ele este signo era una ilusin, pero justamente a causa de esta ilu-sin se entiende, porque el otro, el que escucha el concepto espiritua l, tambin tiene unido el mismo esquema con el mismo pensami ento. Para demostrarlo con un ejemplo bien llama-tivo, hay que pensar el alma, el Yo, como a lgo sin cuerpo, en cuanto opuesto al mundo mate-rial. Pero, si hay que imaginrselo, hay que ha-cerlo fuera de nosotros, hay que imagi nrselo dentro del espacio y segn las leyes que valen para objetos fuera de nosotros, segn las formas que valen para los sentidos. Aqu encontramos una contradiccin evidente entre el Yo y el s mi smo: la razn quiere que uno se imagine el Yo como algo sin cuerpo, y la imaginacin quiere que parezca como algo material, algo que llena espacio. La mente humana intenta solucionar esta contradi ccin, supon iendo algo como sus-trato de l Yo, que puede oponer a todo lo que conoce globalmente como material. El hombre, pues, todava acostumbrado a recibir el mate-ria l para sus imaginaciones a travs de los sen-tidos de la cara, e legir para su imaginacin del Yo un material que no se ve, pero que se siente, por ejemplo el aire , y as llamar al al-ma spiritus.

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    Este modo de denominar las cosas se refina en la medida en que se refinen los conceptos. Una filosofa que crea todo a partir del agua y que, por lo tanto cree, que el agua es el primer ele-mento y el ms fino, denominara al alma agua. Con la creciente refinacin de los con-ceptos lo expresara mediante aire, nima, spiri-tus; en una cultura an ms culta, que conoce el ter, lo llamara ter. De este modo se encuen-tran denominaciones para conceptos espirituales.

    La adaptacin de signos materiales a concep-tos trascendentales es el origen de una ilusin. Este modo de denominar hace fcilmente que el hombre confunda el concepto espiritual, que fue expresado de aquella manera, con el objeto ma-terial, del que cogi el concepto. Por ejemplo, se denomin el espritu con una palabra, que ex-presa la sombra; el hombre inculto se imagina enseguida el espritu como algo que consiste en sombras. De ah viene la creencia en fantasmas, y quiz toda la mitologa de sombras en el orcus. Pero la ilusin era inevitable; no haba otra forma de denominar aquellos objetos. El que no haba ejercitado lo suficientemente sus faculta-des de pensar para poder seguir en todas sus abstracciones al ilustrado genio del investigador - haba desarrollado aquellas ideas espirituales primero- tampoco ha podido comprender cmo aqul entendi las expresiones metafricas. Tal persona pensara que se hablaba slo de los ob-jetos materiales de los cuales se haban tomado los conceptos, y, por lo tanto, se imaginara los

    SOBRio LA CAPACIDAD U N(iSTICA 45

    objetos espirituales como algo material. Por lo tanto, no todas las supersticiones son producto de un engao, sino que ocurren porque las ideas espirituales slo se podan expresar con palabras materiales, y aquel que no poda elevarse hacia lo denominado, se qued con el primer signo bruto.

    Hasta ahora slo nos ocupamos de la pre-gunta: Cmo se le ocurri a la gente expresar objetos individuales con signos que denotan los sentidos? Es decir, slo investigamos la creacin de palabras. Pero las palabras solas no forman toda una lengua . El idioma con~_iste en l.

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  • 50 JOHA.VN G07TUEB F/Cffn

    pus viene la precisin sobre el len, es decir, que est durmiendo, y finalmente viene una de-terminacin especial de este dormir: el descanso. En esta conexin hay que abreviar el signo del dormir, que en la anterior composicin como pa-labra principal tena un sonido fuerte y largo, y la pronunciacin, unindola con el signo del des-canso que lleva aqu el mayor sentido de toda la frase, hay que efectuarla con ms nfasis.

    Se ve, incluso sin recordarlo, que en esta com-posicin la denominacin del sueo, que antes era un verbo, se ha convertido en un participio, igual que en la anterior frase la palabra len; as, fcilmente se puede formar un adjetivo, con slo unas pocas modificaciones. De este modo se formaron participios, sustantivos y adjetivos. Pero uno podra preguntarse: Por qu se convir-tieron algunas palabras en sustantivos y otras en adjetivos, si tanto unas como otras se desarrolla-ron de un verbo, y de la unin con otro verbo? La respuesta es muy sencilla. En los primeros in-tentos de una sintaxis, seguramente no se dife-renciaba tanto entre adjetivos y sustantivos como lo hacemos hoy en nuestros idiomas, sobre todo porque la diferencia entre las dos formas de de-nominaciones no depende tanto de las caracters-ticas interiores como del uso especial que se hace de ellos. El sustantivo era por su naturaleza aquella palabra que significaba el concepto prin-cipal o el sujeto de una frase; los adjetivos, por el contrario, eran todas las palabras que expresa-ban una especificacin ms concreta del con-

    SOIJRE LA CAPA CIDAD LINGSTICA 51

    cepto principal. De este modo poda aparecer la misma palabra tanto con un significado de sus-tantivo como de adjetivo; ste dependa de si era el sujeto de la oracin o slo un atributo de este sujeto. La particular diferenciacin entre sustan-tivos y adjetivos ocurri seguramente ms tarde. Para nosotros se distinguen claramente, despus de haber fijado la diferencia vacilante entre am-bos, con la ayuda de ciertas referencias externas; no debemos creer que esta diferencia exista as en el lenguaje primitivo. De esta semejanza re-sulta el por qu sustantivos y adjetivos se pare-cen tanto en sus terminaciones. Como ambos se derivan de una abreviacin de la palabra-raz y de una unin de la misma con otra palabra ms fuerte y ms acentuada, surge que tanto uno como otro tiene que terminar con un sonido que se deja enganchar fcilmente con la palabra si-guiente; los verbos, por el contrario, tenan que tener un sonido duro y spero, porque aparecen tanto en medio de una frase como al final. El hombre culto no se contenta con frases como las descritas aqu; con la simple unin de un sustan-tivo, un adjetivo y un verbo. En la medida en que su espritu se enriquece ms y ms con ideas, cambia consecuentemente la sintaxis original a causa de las caractersticas diversas, que aade a los trminos para explicarlos mejor, las conexio-nes se hacen ms complicadas y la simple frase se extiende hacia un perodo.

    Con esta conexin de varias palabras, se for-maba poco a poco una particular diferencia entre

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    el sustantivo y el verbo, que en un principio for-maban una nica palabra-raz, que sealaba a la vez un objeto y una accin (como, por ejemplo, el arriba mencionado, el sonido original que sig-nificaba len a la vez quera expresar su lle-gada). En la unin con otras palabras, donde no haba que expresar toda la idea, haba que pro-nunciar tal palabra de un modo ligero y t1uido y no con su sonido fuerte, ya que le segua otro signo que haba que acentuar. A causa de este sonido ms ligero y ms corto, el sustantivo pudo diferenciarse a continuacin muy bien del verbo del cual se derivaba, sin perder totalmente su parecido que sigue existiendo incluso en nuestros actuales idiomas entre el sustantivo y el verbo, siempre y cuando ambos nos vienen de la misma raz.

    Ahora un poco ms sobre el orden de las pala-bras, que se pretenden unir. Si se quiere decir: el len duerme y descansa, se pronuncia primero el sonido original del len, con un significado de sustantivo, es decir, no con toda la fuerza del so-nido como palabra principal, sino ms corto, unindolo con el sonido siguiente; a este se aade, como un adjetivo, el sonido de dormir y finalmente viene el verbo descansar. Segn la sintxis original, el sustantivo viene en primer lugar. Cmo llegamos a este orden? Expre-sando sus sentimientos, el hombre primitivo si-gue el orden que tienen las ideas en su alma. En los pensamientos viene primero siempre lo me-nos exacto, despus vienen las precisiones, cada

    SOHRI:' LA CAPACIDAD Utv'CiST!CA 53

    vez ms exactas. Consecuentemente, tambin en la lengua primitiva haba que decir primero lo indeterminado, o lo menos exacto, y despus se-guan las precisiones ms concretas. Es que el sustantivo siempre es lo menos determinado; se precisa ms con un adjetivo que se aade, y fi-nalmente es el verbo el que lo define lo suficien-temente segn la intencin.

    Siguiendo este orden, en la lengua primitiva el adjetivo viene siempre despus del sustantivo. Pero ocurre que este orden cambia segn la cul-tura del idioma. En cuanto una lengua ya no sea slo una lengua primitiva, sino que se aproxima a la lengua de las culturas racionales desarrolla-das, se coloca el adjetivo delante o detrs del sustantivo. En el caso de Homero (aproximada-mente 800 antes de Cristo), por ejemplo, encon-tramos el adjetivo, en la mayora de los casos, detrs del sustantivo. En la lengua latina se po-nen los adjetivos a menudo delante. Pero en la lengua alemana no se puede colocar el adjetivo detrs del sustantivo. En francs se usa ms de-lante que detrs, pero, si hay que unir varios ad-jetivos con un sustantivo, entonces los adjetivos vienen detrs, por ejemplo un hombre verteux et bien faisant; cuyo modo de unin tiene preferen-cia ante el modo alemn, por el nfasis que se puede poner a cualquiera de los adjetivos. Cmo puede ocurrir que en una lengua se colo-que al adjetivo primero, justamente opuesto al orden de pensar? Con la evolucin de la cultura de una lengua, ya no hay que pensar en las pala-

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    bras como palabras sueltas, sino que varias jun-tas forman un Concepto en el cual se piensa como en un Concepto. As que ya no se piensa en el sustantivo como en un solo Concepto, que es pre-cisado despus mediante adjetivos, sino que se piensa en l conjuntamente con los adjetivos, como un nico Concepto al cual los adjetivos pue-den preceder.

    Otra cuestin, que ahora tenemos que investi-gar se refiere a la formacin del activo y del pa-sivo. Los primeros verbos eran neutros. Del neu-tro original fcilmente se desarrolla el activo. El neutro define - como ya sabemos- un estado en el cual se encuentra el objeto de la oracin; si ahora se aplica este estado a otro objeto, que est relacionado con el primero, entonces el neutro se convierte en activo. Por ejemplo, en la frase: el len come, la palabra comer expresa un estado determinado del len, que se define a s mismo y por tanto tiene un significado totalmente neutro. Pero si digo: el len come la oveja, el verbo es activo; porque aqu se refiere a la accin que se atribuye al len, a su objeto .

    Este ejemplo tambin aclara que la palabra para el objeto, que se pretende relacionar con la accin del sujeto, tena que ser usada ya como sustantivo, y que ste tena que tener un rasgo fijo de su significado de sustantivo, si quera re-alizarse consecuentemente el cambio del neutro al activo. El len, que aqu es el sujeto de la frase, es expresado con un sonido corriente que imita sus rugidos. Este len come, hecho que se

    SOBRE LA CA PA CIDAD LINGSTICA 55

    puede indicar tambin mediante la misma expre-sin. Pero cmo hay que expresar ahora oveja? Si lo quiero expresar con su sonido propio, puedo escoger este sonido, que a la vez significa balar, para este verbo mencionado; sin embargo, toda la frase significara: el len que est co-miendo, bala. Ms arriba hemos visto que el sus-tantivo se diferencia del verbo, del cual se de-riva, por su sonido ms ligero. No obstante, este criterio aqu no es aplicable, porque aqu el sus-tantivo no empieza la frase, sino que la termina y por lo tanto, segn nuestra teora, tiene que con-tener un sonido largo y fuerte. Esta equivocacin posible no se puede evitar hasta que se haya en-contrado un signo permanente de diferenciacin para la palabra que denomina a la oveja en su significado de sustantivo. Esto fcilmente poda darse de la forma descrita convirtiendo la abre-viacin con la que se pronunciaba tal palabra que expresa un sustantivo, con un sonido parti-cular fijo; fcilmente se poda introducir aqu un sonido intermediario, para unirlo mejor con la palabra siguiente. Tales modificaciones del so-nido original se mezclaron debido al uso repetido con la palabra de tal modo que al final llegaron a formar parte de la misma y sirvieron as como in-dicador del significado para el sustantivo de la pa-labra. Pero, antes de existir tales determinaciones, no era posible expresar toda la frase y no exista el activo, sino que, por el contrario, todos los ver-bos seguan siendo Jo que en un principio eran, neutros.

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    Para poder explicar la formacin del pasivo, hace falta demostrar una necesidad que llevaba a la gente a la invencin de esa precisin lings-tica, puesto que no es probable que en la lengua primitiva se inventara algo sin necesidad, nica-mente con el fin de adornar la oracin. En los primeros intentos rudos de una lengua, no se preocuparan mucho de estos asuntos; ms bien se dira lguien me insulta, en vez de soy insul-tado; el len despedaza la oveja, en vez de la oveja es despedazada por el len.

    La mencionada necesidad del pasivo se da cuando se efecta una accin que, segn nuestro juicio, tiene un causante que de ninguna manera podemos descubrir. Primero tiene que tener un causante, porque, si no hubiese ninguno o si no pudiesemos suponer ninguno, lo expresaramos con la forma impersonal, diramos truena, llueve, cte. Segundo, el causante tiene que ser descono-cido, y tiene que ser imposible adivinarlo; ya que, suponiendo que el lobo hubiese robado una oveja, el hombre primitivo - aunque no hubiese sido testigo del hecho-- no dira: me han rohado la oveja, sino: el loho me ha robado la oveja; porque de su experiencia ya sabe que ste roba las ovejas. La necesidad del pasivo no exista con anterioridad a una accin que evidenci que tena que tener un causante, cuando se tena la conciencia de que era imposible adivinar este causante. Por consiguiente, expresaron el pasivo originalmente con un signo con el cual indicaron que exista un causante, pero que ste era deseo-

    ' \

    SOBRE !.A CAPACif)AD U NGST!CA 57

    nocido. Quizs aadiran a las palabras que ex-presaron el hecho en s la frase: no s quin lo ha hecho. Si estas palabras se usaron varias ve-ces en la misma ocasin, entonces pronto resul-tara que se pronunciasen ms rpidas, que se uniesen ms estrechamente con el verbo que se-alaba la accin, y finalmente llegaran a for-mar parte de l. No es posible determinar si tal aditamento se coloc originalmente delante o detrs del verbo. Pero por lo menos podemos decir que, en un principio, el pasivo fue expre-sado con un pequeo aditamento al verbo, que en realidad era el signo del desconocimiento del causante.

    El verhum medium indica una acc1on que parte de nosotros mismos; se basa en una gran abstraccin y, por lo tanto, no podra aparecer en una lengua primitiva.

    La formacin del numerus se puede explicar de la siguiente manera : el singular se desarroll espontneamente; era el numerus original; todas las primeras palabras se usaban en singular. Pero ahora haba que indicar a la tribu la pluralidad; por ejemplo, alguien quera decir: Vienen varios leones! Cmo poda expresarlo? Por la imagen natural de una manada, ampliando y repitiendo el sonido y su resonar. Se supone que no estaba fijado si haba que ampliar el sonido mucho o poco, o cuntas veces haba que repetirlo para indicar el nmero variado. El plural se expres siguiendo esta idea mediante la ampliacin de la palabra.

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    Inicialmente el plural slo se necesitaba en el caso de los verbos, en ningn caso con sustanti-vos y adjetivos; dado que era evidente que ellos tambin formaban el plural si venan acompaa-dos por un verbo en plural. Por consiguiente, no es posible buscar el nmero de los sustantivos y adjetivos en las lenguas primitivas; no es una de-terminacin lingstica creada por la necesidad, sino que es invencin, que era necesaria para la bsqueda de elegancia y determinacin en expo-siciones tericas. Pero en el caso de los verbos el plural era indispensable.

    Las distintas personas de los verbos se forma-ron seguramente en el siguiente orden: Aquella persona que se denominaba primero en la lengua, era ciertamente la tercera; porque en un principio slo se hablaba en la tercera persona. Se llamaba a cada persona por su nombre particular; N.N. tiene que hacer esto! La siguiente persona despus de la tercera que recibi su denominacin particular era la segunda persona; porque, en el caso de citas y contratos, la gente sentira la necesidad de decirle al otro: TU tienes que hacer esto! El Yo, como la primera persona, evidencia (sobre todo si es aa-dido a la terminacin del verbo) una cultura de la razn de alto nivel, por cuyo motivo se formara en ltimo lugar. En el caso de los nios vemos que hablan siempre en la tercera persona cuando ha-blan de s mismos y cuando se expresan referin-dose a s mismos mediante el nombre como sujeto para decir algo, puesto que todava no han llegado al concepto del YcJ, no han llegado an a la supera-

    '1

    SOHRF: LA CAPACIDAD U NGSTICA 59

    cin de todo lo que les es exterior. El Yo expresa el ms alto carcter de la razn.

    De qu modo se form una tercera, segunda y primera persona en el plural resulta fcil si el plural ya exista antes .

    Los diferentes tiempos de los verbos se inven-taran probablemente de la siguiente manera. Los primeros verbos se usaban slo de un modo aorstico ; del aorista , fcilmente se poda formar el presente o, mejor dicho, haba que entender la forma aorista como el presente, porque las deter-minaciones en los pueblos primitivos se refieren casi siempre al tiempo presente. Seguramente costara ms esfuerzo inventar denominaciones para tiempos pasados y futuros. Cuando se sinti por primera vez la necesidad de expresar algo pasado y algo futuro, probablemente se indic muy exactamente el tiempo, en el cual haba pa-sado algo, o en el cual debera pasar algo; por ejemplo, no se deca: ha ocurrido, sino: ocurre hace tantos das; no: va a ocurrir, sino: ocurre despus de tantos das. Esta manera de expre-sarse le era muy natural al hombre primitivo. Una precisin perfecta en la expresin indica una cultura de la razn ms alta que aquella que podemos atribuir a los primeros inventores del lenguaje. El hombre inculto no slo comunica lo que el otro quiere o debe saber de una cosa, sino tambin lo que l mismo sabe de ella. Por eso, en las lenguas primitivas existen muchas deter-minaciones superfluas, muchas expresiones que se podran suprimir sin problemas para la inteli-

  • 60 JOI!A NN GOTTU/:H F/CIIn

    gibilidad del conjunto. Lo mismo sucede con las determinaciones del tiempo. Seguramente se aadi el tiempo, en el cual haba pasado o iba a pasar algo en cuanto se supo contar. Pero, donde hallaron un tiempo que no permita una determi~ nacin tan precisa, ah usaron, como todava nos demuestran algunas huellas en antiguas lenguas, las palabras: maiiana, aver, etc., para expresar de un modo incierto el tiempo pasado o fitturo.

    Sin embargo, pronto habran de surgir varias equivocaciones a causa de este modo de deter~ minacin. Qu fcilmente poda darse una dis~ cordia, si la ambigua expresin de maana no era lo suficientemente determinada para el caso especial. para el cual fue usada? Por ejemplo, al~ guen le dijo al otro; te lo doy maana. Aqu ma~ ana poda referirse tanto al da siguiente como a pasado maana. El otro piensa que es al da si~ guientc y viene para coger la cosa, que aqul le niega, porque l no se refera al da siguiente, sino generalmente al futuro. De este modo sur~ gieron problemas, que dejaron claro que habra que buscar denominaciones especficas para el pasado y el futuro. Quizs ya podan ayudarse, pronunciando aquellas palabras generales como mai'iana, ayer, etc., de un modo ms rpido, ms corto y unindolas con el verbo siempre y cuando queran expresar un tiempo pasado o f-lllro, y, al contrario, pronunciarn las mismas pa-labras, si queran expresar directamente el da anterior o el siguiente con un sonido ms largo y fuerte. As descubrieron un aditamento para el

    ..

    SOBRI:' /.A CAPAC!I)A D LINGSTICA 61

    verbo, con el fin de expresar el tiempo pasado y futuro, un aditamento que poco a poco se unira al verbo, con lo cual naci el perfecto y el .futuro en su actual forma.

    Queda por preguntar: cmo se formaron los distintos casos? El nominativo y el acusativo fueron seguramente los primeros. Hacan falta incluso en la sintaxis ms simple y se dejaban caracterizar fcilmente por el lugar, que deban tener en una frase. El sujeto tena que ocupar el primer lugar en una frase, porque es el trmino ms indeterminado. En cada frase tenan que ve-nir primero el sujeto; despus segua el verbo, es decir, la expresin del estado en el cual se en-contraba el sujeto. Si este verbo se refera a un objeto que estaba relacionado con la accin del sujeto, ste tena que ocupar un lugar justo de-trs del verbo. Segn este orden de las palabras, el sustantivo, ya que tiene que indicar, o mejor dicho denominar, el sujeto de la frase, tena que ser nominativo, pero el objeto, que se refiere a la accin del sujeto, tena que ser acusativo; por consiguiente, el nominativo empieza la frase y el acusativo la termina. El acusativo tena que lle-var el sonido ms fuerte y largo, porque no le se-gua ninguna palabra ms, pero haba que pro-nunciar el nominativo de un modo fugaz, unindolo con el verbo. De esta forma era fcil diferenciar si una palabra estaba en nominativo o acusativo, porque en el segundo caso haba un alargamiento por la aadidura de varias letras o slabas o haba una intensificacin del sonido.

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    El genitivo se aadi al sustantivo como com-plemento del mismo, y yo creo que el nombre que lleva denomina el uso original que se hizo en este caso. Se usaba para indicar el origen de un hombre, nombrando primero al hijo y des-pus al padre. Ms tarde, este complemento se usaba tambin para bienes, por ejemplo se deca la oveja de Markus, etc. Por eso, el genitivo tena tambin su lugar que lo determinaba inmediata-mente despus del sustantivo, para cuyo comple-mento serva. Por ejemplo, queran denominar a uno de la tribu que tena el mismo nombre que varios otros; entonces aadieron el nombre de su padre para no confundirlo con los otros: Markus Caji, etc. Puesto que, segn las reglas bsicas que seguimos en la derivacin de la gramtica, cada palabra reciba un acento ms fuerte y ms largo cuanto ms alejada se encontraba en la fila de los signos, tambin el genitivo reciba un so-nido ms largo o ms fuerte que el nominativo, detrs del cual tena su Jugar.

    Asimismo se form el ablativo, como el geni-tivo, para precisar una palabra, y quizs expresa-ra inicialmente el tomar de un lugar. En cierto modo es parecido al genitivo; ambos expresan la relacin de varios sustantivos entre s. La forma-cin de ambos casos hay que buscarla en la len-gua primitiva. En los pueblos primitivos era muy importante expresar tales relaciones de un modo comprensible. Qu fc il se poda prevenir un malentendido penoso aadiendo el nombre del padre al de la persona, para distinguirlo mejor.

    SOBRE LA CA PACIDAD LINGSTICA 63

    De la misma forma encontramos en el caso de los antiguos historiadores el nombre del hijo JUnto al de l padre.

    No obstante, para marcar las diferentes rela-ciones de los objetos entre s, no es suficiente el genitivo ni e l ablativo; adems hacen falta las preposiciones. Una de las relaciones ms comu-nes es, por ejemplo, la relacin focal como: la casa en la aldea, etc. Estas relaciones se expresa-ban originalmente aadiendo una letra, una s-laba o un sonido casi imperceptible a uno de los dos sustantivos que se pretendan interrelacionar entre s. Este aditamento, que seguramente era un prefijo o un afijo, no se escriba, sino que slo se deca, y tampoco se poda determinar, si tena un sonido especia l, meramente hablando se una con el signo que lo acompaaba.

    El dativo denomina la relacin entre una ac-cin y una tercera cosa, algo aparte del sujeto y objeto, algo que pretende realmente la accin. Por ejemplo, doy pan, tomo pan; aqu falta la re-lacin hacia una tercera cosa debido a la cual ac-tuamos, a la que le damos o le cogemos el pan. Si aadimos esta relacin, por ejemplo decimos le doy el pan al perro o se lo cojo al perro, tene-mos el dativo. Ya que el objeto con el cual actua-mos pertenece directamente a la determinacin de esta actuacin, el acusativo que precisa esta relacin entre el objeto tratado y la accin tiene que venir tambin justamente detrs del verbo, y el dativo, que indica al objeto por cuyo motivo se emprende la accin, le sigue a aqul. Termi-

  • 64 .10/lti .'\'N CiOTTUU/ F/CIITI:

    nar la frase y, por lo tanto, llevar un sonido ms fuerte que el acusativo mismo.

    De este modo se gener la gramtica, por la mera necesidad de la lengua y por la evolucin que poco a poco experiment la razn humana. Porque, incluso en el caso de la comunicacin ms simple de los pensamientos, haba que ex-presar muchas cosas mediante la relacin de las palabras entre s, y la evolucin natural guiada por la razn llev al ser humano, sin necesidad de un acuerdo, hacia la determinacin de los dis-tintos modos de aquel la relacin.

    Se podra objetar contra esta teora que existen varias lenguas en las cuales no se nota su forma-cin segn las reglas que aqu expusimos. Segn nuestra exposicin, la palabra-raz siempre tiene que ser un verbo, y este verbo tiene que expresar originalmente varias ideas con un solo sonido, tiene que ser presentado originalmente en la ter-cera persona y tiene que tener un significado ao-rstico. Sin embargo, en las lenguas griegas y la-tinas se demuestra obviamente todo lo contrario. En los verbos de estas lenguas aparentemente no es la tercera persona, sino la primera, de la que se forman todas las dems. y la raz no es el ao-rista , sino el presente. ,Cmo es posible esta di-ferencia si nuestra teora es correcta? Supo-niendo que las lenguas mencionadas no eran lenguas originales, sino que se formaron de otras lenguas ya existentes; en este caso tenemos que admitir que finalmente tenan su origen en len-guas que se formaron de la manera aqu descrita.

    SOBRE L1 CAPACIDAD UNGS TICA 65

    Pero por qu no encontramos en ellas ni el me-nor rasgo de aquella lengua original? Puesto que, por mucho ms culta que se hizo una len-gua, por muchas modificaciones que se hicieron con una gramtica ms culta, tendramos que en-contrar en ella restos del primer esbozo primi-tivo; por ejemplo, tena que derivarse la forma de los verbos de la tercera y no de la primera persona, la palabra-raz tena que ser el aorista y no el presente.

    Podemos contestar Jo siguiente a esta obje-cin. La gente pronto se vio obligada a inventar nuevas palabras, ya que el espritu humano se enriquece en su evolucin haca la cultura conti-nuamente con nuevas ideas, y aade nuevas defi-niciones a viejos trminos. Las palabras que se inventaron para denominar estas ideas descu-briendo nuevos sonidos que todava no existan o unan varios sonidos conocidos, tenan que refle-jar en cualquier caso e l carcter de la formacin que tena el espritu humano en el momento de aquellas nuevas denominaciones inventadas. El hombre culto parte del Yo y considera todo desde el punto de vista del Yo; en este nivel cul-tural partir de la primera persona tambin en el caso de la invencin de un nuevo verbo. Por eso nos sorprende que una nueva palabra, formada en tiempos de una cultura ms alta, tenga que di-ferir de las formas originales de la misma len-gua. Inicialmente se usaban a la vez aquellas pa-labras con las antiguas, de las cuales se haban derivado; pero pronto se extendieron aqullas y

  • 66 .JOIIANN GOTTLII:B FICIITE

    se suprnmcron las ltimas. Porque, de igual modo que avanza la cultura de una nacin, haba que encontrar necesariamente las nuevas formas ms adecuadas para sus conceptos y con e l uso de los mismos se o lvidaron las formas antiguas.

    As sucede incluso en el caso de un pueblo que queda libre de todas las influencias externas, que no se mezcla con otros pueblos, que no cambia su lugar de residencia, etc. La lengua primitiva desaparece poco a poco y su lugar es ocupado por otra lengua, que no lleva ni el ms mnimo rasgo de aqulla . Es una equivocacin el creer que los griegos, romanos y otros nunca hubiesen tenido una lengua original slo porque no se en-cuentran restos de ella. Aquellos sonidos origina-les desaparecieron poco a poco de la lengua, cuando se vieron sustituidos por signos, que co-rrespondieron mejor al espritu culto de l pueblo.

    En las lenguas modernas hay una aparicin propia que son los verbos auxiliares, el yo soy, llegar a ser, etc. Estas denominaciones demues-tran, cuando las encontramos en una lengua, un alto grado de abstraccin. Seguramente encontra-ron pronto un nfasis especial en la marcada ter-minacin del perfecto y del futuro, con lo cual la lengua gan soltura. Pero siempre indica una cul-tura an ms alta si se inventan conceptos singu-lares para expresar mejor un pensamiento. La in-troduccin de estos conceptos en una lengua slo es posible si en ella ya existe la voz pasiva.

    Coleccin C lsicos del Pensamiento

    TTULOS PUBLICADOS

    l. Jolm Locke: Carta sobre la tolerancia (3." ed.). 2. Abu Nasr al Farabr: La Ciudad Ideal (2 ." ed.). 3. Montesquieu: Del espritu de las leyes (3." ed.). 4 . Pasquale Stanislao Mancini: Sobre la Nacionalidad. 5. Jcan-Jacques Rousseau: Discurso sobre la t:conoma poltica. 6. Rudolf Hilferding: El capital .financiero. 7. Immanuel Kant: Sobre la paz perpetua (3 ." ed.). 8. John Stuart Mili : IJel Gobierno representarivo (2." cd.). 9. Max Weber: .;1 problema de la irracionalidad en las ciencias

    sociales (2 .'' cd.). 1 O. Baruch Spinoza: Tratado teol~ico-polrico. Trarado poltico

    (3." ed.). 11. Jean Bodin: Los seis libros de la Repblica (2." cd. ). 12. Edmund Husserl: Mediraciones carresianas. 13. Montesquieu: Carlas persas (2." ed.). 14. Averroes: Exposicin de la Repblica de Platn (3." ed.). 15. Francisco de Quevedo: Defensa de Epicuro conrra la comn

    opinin. 16. Dcns Diderot y Jean le Rond d' Alemben: Artculos polticos

    de la

  • [. .. ]nace en nosotros la idea de transmitir nuestros pensamientos mediante

    unos smbolos intencionados debido a la relacin con los seres humanos;

    en una palabra: nace la idea de la lengua. En definitiva, en el impulso natural del ser

    humano de encontrar la racionalidad fuera de s reside el impulso especial de realizar

    una lengua, y la necesidad de satisfacerlo aparece cuando seres racionales entran

    ISBN 84 - 309 - 2949 5

    en una interaccin.

    9 Coleccin

    Clsicos del Pensamiento

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