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GUÍA TEÓRICO-PRÁCTICA ESPACIO Y TIEMPO EN LA NARRACIÓN NOMBRE: __________________________________ CURSO: 7°______________ FECHA: _____________ Aprendizajes Esperados: 1- Identificar las características del género narrativo. 2- Reconocer las características los tipos de espacio narrativo. 3- Distinguir el tiempo de la narración: tiempo de la historia y tiempo del relato. 3- Vincular conceptos con ejemplos concretos en textos narrativos. 5- Reconocer en cuentos, novelas, mitos, etc., las características fundamentales de este tipo de textos. Instrucciones: - Revisa la guía junto a tu profesor(a) y analiza los conceptos y ejemplos. - Luego relee los contenidos de la guía detenidamente. - Finalmente, resuelve los ejercicios aplicando los contenidos aprendidos durante la clase y expuesto en la guía. El espacio de la narración El espacio en el mundo narrativo es el lugar o el ámbito en el cual se desarrolla la historia. Como ves, esta definición no se refiere exclusivamente a los lugares donde desarrollan las acciones los personajes, lo que conocemos como el espacio físico. Una historia puede también desarrollarse en distintos ambientes sociales. Puede, por ejemplo, transcurrir en el ambiente social de un colegio y en el de una familia, o en el de familias adineradas y familias pobres. Cuando estamos ante este tipo de espacios, hablamos de espacio social. Algunas obras literarias se desarrollan en la mente o en los sentimientos de los personajes. Cuando esto ocurre, hablamos de espacio psicológico. Por atención a las siguientes definiciones y ejemplos. DEFINICIÓN EJEMPLO Espacio Físico […] Sucedió que sus pasos los condujeron durante uno de estos vagabundeos, a una calle de un barrio muy poblado de Londres. Era una calle estrecha y, los domingos, lo que se dice tranquila, pero animada por comercios y tráfico durante la semana. […] A dos puertas de una esquina, viniendo del oeste, la línea de casas se interrumpía por la entrada de un amplio patio; y, justo al lado de esta entrada, un pesado, siniestro edificio sobresalía a la calle su frontón triangular. Aunque fuera de dos pisos, este edificio no tenía ventanas: sólo la

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GUÍA TEÓRICO-PRÁCTICA ESPACIO Y TIEMPO EN LA NARRACIÓN

NOMBRE: __________________________________ CURSO: 7°______________ FECHA: _____________

Aprendizajes Esperados:

1- Identificar las características del género narrativo.2- Reconocer las características los tipos de espacio narrativo.3- Distinguir el tiempo de la narración: tiempo de la historia y tiempo del relato.3- Vincular conceptos con ejemplos concretos en textos narrativos.5- Reconocer en cuentos, novelas, mitos, etc., las características fundamentales de este tipo de textos.

Instrucciones:

- Revisa la guía junto a tu profesor(a) y analiza los conceptos y ejemplos.

- Luego relee los contenidos de la guía detenidamente.

- Finalmente, resuelve los ejercicios aplicando los contenidos aprendidos durante la clase y expuesto en la guía.

El espacio de la narraciónEl espacio en el mundo narrativo es el lugar o el ámbito en

el cual se desarrolla la historia. Como ves, esta definición no se refiere exclusivamente a los lugares donde desarrollan las acciones los personajes, lo que conocemos como el espacio físico. Una historia puede también desarrollarse en distintos ambientes sociales. Puede, por ejemplo, transcurrir en el ambiente social de un colegio y en el de una familia, o en el de familias adineradas y familias pobres. Cuando estamos ante este tipo de espacios, hablamos de espacio social.

Algunas obras literarias se desarrollan en la mente o en los sentimientos de los personajes. Cuando esto ocurre, hablamos de espacio psicológico.

Por atención a las siguientes definiciones y ejemplos.

DEFINICIÓN EJEMPLO

Espacio Físico

Es el lugar o los lugares concretos y determinados donde ocurren los hechos. Puede ser un espacio natural, urbano, rural, marítimo, el interior de una casa, un cine, un bar, una escuela, etc.

[…] Sucedió que sus pasos los condujeron durante uno de estos vagabundeos, a una calle de un barrio muy poblado de Londres. Era una calle estrecha y, los domingos, lo que se dice tranquila, pero animada por comercios y tráfico durante la semana. […] A dos puertas de una esquina, viniendo del oeste, la línea de casas se interrumpía por la entrada de un amplio patio; y, justo al lado de esta entrada, un pesado, siniestro edificio sobresalía a la calle su frontón triangular. Aunque fuera de dos pisos, este edificio no tenía ventanas: sólo lapuerta de entrada, algo más abajo del nivel de la calle, y una fachada ciega de revoque descolorido. Todo el edificio, por otra parte, tenía las señales de un prolongado y sórdido abandono. La puerta, sin aldaba ni campanilla, estaba rajada y descolorida; vagabundos encontraban cobijo en su hueco y raspaban fósforos en las hojas, niños comerciaban en los escalones, el escolar probaba su navaja en las molduras, y nadie había aparecido, quizás desde hace una generación, a echar a aquellos indeseables visitantes o a arreglar lo estropeado.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. HydeStevenson, Robert Louis

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DEFINICIÓN EJEMPLO

Espacio Sicológico

Es la atmósfera espiritual que envuelve a los personajes y a toda la acción, según los conflictos que se planteen: amor, violencia, odio, venganza, desilusión, soledad, etc.

[…] Se desencadenó entonces un verdadero espíritu del infierno. Me enfurecí mucho con el hombre ya en el suelo, saboreando con júbilo cada golpe que le daba; y sólo cuando el cansancio sucedió al furor, todavía en pleno delirio, de golpe me heló el terror. Una niebla se disipó. Entendí que ya hasta mi vida estaba en peligro y huí temblando del lugar de mi crueldad. Pero temblaba de miedo y de exaltación a la vez, igualmente enfurecido en la voluntad de vivir y en la, apenas satisfecha y mucho más estimulada, de hacer el mal. Fui corriendo a la casa de Soho y para mayor seguridad rompí mis papeles; luego me encaminé por las calles alumbradas por las farolas, siempre en ese contrastado éxtasis del espíritu. Complaciéndome cruelmente de mi delito, ya proyectando alegremente cometer otros, y sin embargo dándome prisa y con oído atento por el temor de oír detrás de mí los pasos del vengador.

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. HydeStevenson, Robert Louis

Espacio Social

Se refiere al entorno cultural, religioso, económico, moral o social en el que se desarrolla la acción narrada. Los personajes tienen un nivel intelectual, cultural; pertenecen o se agrupan en sectores sociales y manifiestan determinadas ideas religiosas o políticas.

Pronto sonó el silbato. Me preparé sin emoción alguna a contemplar el retroceso de la plataforma que iba a dejar atrás según la marcha del tren. Antes, sin embargo, se escucharon unas pisadas estrepitosas que se acercaban a la portilla, y en seguida se abrió con brusquedad la puerta de mi vagón de segunda clase para permitir la entrada precipitosa de una muchachilla de trece o catorce años, acompañada por los insultos del conductor. […]Se trataba de una típica provinciana con el cabello sin brillo, peinado en forma de hoja de ginkgo, y exhibía una cicatriz horizontal en las mejillas, raspadas por la sequedad, que se sonrojaban en exceso, a punto de repugnar. Tenía un pañuelo grande envuelto sobre las rodillas, de las cuales colgaba sin peso una bufanda de lana color amarillo rojizo. Entre las manos hinchadas con sabañones que sostenían el pañuelo envuelto, se veía un billete rojo, el pasaje de tercera clase, empuñado con fuerza. No me gustó el rostro vulgar de la muchachilla y me desagradó su vestimenta sucia, además de la irritación que me originó su insensatez de ocupar un asiento de segunda con el pasaje de tercera. […]Durante todo este tiempo, nunca pude borrar de mi conciencia a la muchachilla que se sentaba al frente como si encarnara la sociedad vulgar. […]

La mandarina, Ryunosuke Akutagawa

La atmósfera del miedo y el relato de terror

Uno de los elementos que constituyen una obra literaria es la atmósfera, que se construye a partir de los diálogos y las acciones de los personajes, las descripciones del espacio físico o lugar en que ocurren los acontecimientos, y las emociones y sentimientos que experimentan los personajes.

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La atmósfera de una obra produce cierto efecto en el lector, intencionado por el autor y que se relaciona con el mensaje que se quiere transmitir.

En el caso de los relatos de terror, los autores emplean recursos estilísticos y temáticos que ayudan a generar una atmósfera siniestra para producir un efecto de extrañeza, miedo o terror en el lector.

Recursos estilísticos y temáticos en el relato de terrorDesarrollar la acción en lugares inquietantes, como edificios abandonados, sitios embrujados o desconocidos para los personajes y el lector.

Enfrentar a sus protagonistas a situaciones atemorizantes, que hacen evidente su fragilidad y vulnerabilidad ante el peligro.

Incluir seres extraordinarios, que rompen las reglas del mundo cotidiano dado su carácter sobrenatural, como monstruos o fantasmas, o que resultan amenazantes, como animales, insectos o personas mentalmente desequilibradas o crueles.

En los relatos de terror, los elementos de la atmósfera recién detallados pueden dar lugar a dos tipos de efectos en el lector: el terror físico y el sicológico. El terror físico es causado por un factor externo del ambiente o de las circunstancias en que se enmarca la acción. El terror sicológico, en tanto, surge en la mente de un personaje, producto de pesadillas, traumas, alucinaciones u otro elemento que altera su percepción de la realidad y la vuelve amenazante.

DESARROLLA TUS HABILIDADES

Lee el siguiente cuento detenidamente, aplicando la estrategia de lectura sobre prestar atención a los detalles.

El corazón delatorEdgar Allan Poe ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, terriblemente nervioso. ¿Por qué dicen ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo la idea entró en mi cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba furioso. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna1 cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh,

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ustedes se hubieran reído al ver qué astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino su ojo maligno. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre, cordialmente, y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarle mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba negro, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: —¿Quién está ahí?Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me perturbaban. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Su miedo fue aumentando desde ese momento. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la chimenea… es solo un ratón cruzando la habitación” o “Fue un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. La fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir, aunque no podía verla ni oírla, la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice, ni pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó completamente sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de

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luz exactamente hacia el punto maldito. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es solo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento me llegó un sonido apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latido del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas respiraba. Sostenía la linterna para que no se moviera, tratando de mantener firme el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte. El espanto del viejo debía ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y entonces, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un sonido tan extraño como aquel me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón estallaría. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había llegado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarle al suelo y tirarle encima la pesada cama. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté la cama y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo, descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, los brazos y las piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano —ni siquiera el suyo— hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo había sido demasiado precavido para eso. Un balde había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, todavía estaba tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas del reloj, golpearon a la puerta de la calle. Fui a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía yo temer? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un grito, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún ataque. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían enviado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado al campo. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus bienes intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, yo me hallaba perfectamente cómodo. Se sentaron y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Pero, después de un rato, empecé a sentir que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero el zumbido continuaba y se iba haciendo cada vez más claro... hasta que, al fin, me

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di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda me puse muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Aun así, el sonido aumentaba... ¿pero qué podía hacer? Era un sonido apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones, pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido lo superaba todo y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando tranquilamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquella tortura! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! —¡Basta ya de fingir, malvados! —aullé—. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Es el latido de su horrible corazón!

Poe, E. A. (2011). El corazón delator. En Hop Frog y otros relatos.Santiago: Pehuén.

VOCABULARIO

agudizar: afinar, mejorar.embotar: debilitar, disminuir el efecto de algo.cordura: prudencia, sensatez, juicio.velado: cubierto, oculto.picaporte: instrumento para cerrar las puertas y ventanas.bisagra: instrumento que permite abrir y cerrar puertas o cajas.resueltamente: de manera decidida, valiente o audaz.sagacidad: astucia, inteligencia.

sobrecoger: estremecer, horrorizar.perturbar: alterar, inquietar, intranquilizar.furtivo: que se hace a escondidas.imperceptible: que no se puede percibir o ver.resolver: tomar una decisión.tuétano: médula de los huesos.erradamente: con error, engaño o equivocación.jadear: resoplar.vehemencia: pasión, decisión.espumarajos: saliva espumosa arrojada en gran cantidad por la boca.

Profundizo la lectura

1. ¿Por qué el narrador cuenta la historia de su crimen? Explica con tus palabras.

2. Caracteriza sicológicamente al narrador. Menciona al menos tres características y justifica cada una con una cita textual.

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3. Infiere qué relación tiene el protagonista con el viejo. Para ello, cita un fragmento del cuento y desarrolla tu respuesta en función de él.

4. ¿Qué detalles del cuento permiten anticipar lo que ocurrirá en el desenlace de la historia? Analiza los dos primeros párrafos del relato aplicando la Estrategia de lectura sobre prestar atención a los detalles.

5. Elabora un argumento que permita refutar (‘contradecir o rechazar’) las razones que presenta el narrador para sostener que no está loco. Compártelo con tu compañero de banco.

6. Interpreta el cuento leído: ¿crees que el protagonista está loco? Para contestar, identifica los siguientes aspectos de la historia e incorpóralos en tu respuesta.

a. La razón que presenta el narrador para asesinar al viejo.b. La manera en que el narrador se defiende de quienes lo acusan de estar loco.c. El motivo por el cual el narrador confiesa su crimen a los investigadores.

7. ¿Qué tipo de terror se reconoce en el cuento leído: físico o sicológico? Recuerda lo revisado en la guía completa la siguiente tabla:

Tipo de terror Elementos de la atmósfera que lo originan

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Trabajo colaborativo

8. Reúnete con dos compañeros y comenten las siguientes preguntas:

a. ¿Qué elementos de “El corazón delator” contribuyen a crear una atmósfera de suspenso y terror?b. ¿Qué efecto produjeron esos elementos en ustedes como lectores?

El tiempo de la historia y el tiempo del relato

Dependiendo del efecto que desea provocar en el lector, el autor de un relato puede decidir cómo organizar la secuencia narrativa. Por ejemplo, hay obras que comienzan revelando su desenlace, para luego relatar los acontecimientos que lo produjeron.

En los relatos de misterio o terror, el autor suele modificar el orden cronológico de los acontecimientos para causar un efecto de sorpresa o extrañeza en el lector, ordenando la secuencia narrativa de manera especial. Observa el análisis de “El corazón delator”:

Como pudiste notar, el desenlace de la secuencia narrativa permite inferir por qué, en la situación inicial, el narrador se defiende de quienes lo acusan de estar loco. Esta organización de los acontecimientos produce un efecto de extrañeza y duda en el lector, quien podría preguntarse durante la lectura: ¿por qué hay quienes piensan que el narrador está loco?, ¿por qué el narrador odia el ojo del viejo?, ¿podría alguien cuerdo cometer un asesinato así?, ¿los latidos son reales o una alucinación? Estas interrogantes son aclaradas cuando el lector vincula el desenlace con la situación inicial del relato: el narrador ha sido declarado loco.

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Lo anterior es posible debido a que en una obra narrativa, según el teórico literario francés Gérard Genette, se reconocen dos nociones distintas del tiempo:

TIEMPO DE LA HISTORIA : corresponde al orden cronológico en que ocurren los hechos, es decir, el orden lineal de principio a fin. Las acciones de los personajes se organizan con una estructura de causas y consecuencias.

EJEMPLO:

TIEMPO DEL RELATO : es la reorganización del tiempo de la historia, con el fin de generar un determinado efecto en el lector. Así, el autor puede alterar el orden lineal de la historia para destacar un hecho, acentuar ciertas características de un personaje, crear un misterio o producir suspenso.

EJEMPLO:

DESARROLLA TUS HABILIDADESLee el siguiente cuento y luego responde las preguntas 1 a 6.

Espantos de agostoGabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del mediodía, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al

Un hombre muy nervioso desea deshacerse de un anciano que vive con él

El hombre entra al cuarto del anciano y

lo mata

Descuartiza el cuerpo y lo entierra

bajo una tabla

Llegan los policías y mientras conversan él escucha el latido

El hombre confiesa su crimen y lo tildan

de loco

Un hombre se defiende de

quienes lo acusan de loco

Un hombre muy nervioso desea

deshacerse de un anciano que vive

con él

El hombre entra al cuarto del anciano

y lo mata

Descuartiza el cuerpo y lo

entierra bajo una tabla

Llegan los policías y mientras conversan él escucha el latido

El hombre confiesa su

crimen y lo tildan de loco

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cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que solo íbamos a almorzar. —Menos mal —dijo ella— porque en esa casa espantan. Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del mediodía, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente. Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo. —El más grande —sentenció— fue Ludovico. Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la medianoche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor. El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico. Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo.

Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio. Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar. Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las

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escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no. Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. “Qué tontería —me dije—, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”. Solo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

García Márquez, G. (2006). Espantos de agosto. En Doce cuentos peregrinos. Santiago: Debolsillo.© Gabriel García Márquez, 1992 y Herederos de Gabriel García Márquez.

1. ¿Cómo reaccionaron el narrador, su esposa y sus hijos ante la advertencia de la pastora de gansos?, ¿por qué?

2. ¿Qué importancia tiene la descripción de la habitación de Ludovico para el desenlace de la historia?, ¿qué atmósfera se crea mediante su descripción?

3. Explica qué efecto produce, hacia el final del relato, la siguiente intervención del narrador:

“Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir”.

4. Al inicio del cuento, el narrador afirma lo siguiente sobre el castillo:“su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando”.

• ¿Qué atmósfera se crea mediante esta descripción y cómo contrasta con los hechos posteriores de la historia?

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5. Analiza el tiempo de la historia y el tiempo del relato. Para ello:

a. Identifica el tiempo verbal que predomina. Subraya tres ejemplos.b. Construye una línea de tiempo con el orden de la historia en un esquema como el siguiente:

Pasado Futuro

c. Elabora la secuencia narrativa del cuento leído completando un esquema como el que se presenta a continuación:

6. A partir del análisis anterior, reflexiona: ¿qué efecto busca producir el autor al organizar la secuencia narrativa de esa manera? Explica.

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