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SEMINARIO TEOLÓGICO ALIANZA CURSO NT-631 - ESTUDIOS EXEGÉTICOS Y TEOLOGÍA SOBRE LA EPÍSTOLA DE ROMANOS PROFESOR: CARMELO B. TERRANOVA LA SANTIDAD PRÁCTICA SEGÚN ROMANOS Por Aníbal Rodríguez Nieves 27 de diciembre de 1992

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SEMINARIO TEOLÓGICO ALIANZA CURSO NT-631 - ESTUDIOS EXEGÉTICOS Y

TEOLOGÍA SOBRE LA EPÍSTOLA DE ROMANOS PROFESOR: CARMELO B. TERRANOVA

LA SANTIDAD PRÁCTICA SEGÚN ROMANOS

Por Aníbal Rodríguez Nieves

27 de diciembre de 1992

1

INDICE

Páginas I. Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 II. Sus Fundamentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 III. La santidad práctica manifestada en el creyente Ciudadano del reino de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 A. En su relación con Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 B. En su relación con los demás creyentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 C. En relación con sus enemigos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 D. En su relación con el gobierno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 IV. Conclusión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Apreciación del Curso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Aplicación práctica al Ministerio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

2

I. Introducción

En el momento en que nos ha tocado vivir caracterizado por una permisividad

destructiva en lo relativo a normas de conducta contrarias a los fundamentos bíblicos

se hace necesario examinar cuidadosa y reverentemente lo que las Escrituras

expresan en lo relacionado con la santidad del creyente.

Escuchamos una predicación, extraña al ejemplo bíblico, que pretende extender

los beneficios de la salvación a todos los hombres pero que deja fuera el

arrepentimiento y la conversión como requisitos previos de tales bendiciones. La

sociedad que nos rodea, cada vez más osada en excusar el pecado.

Tales actitudes afectan la comunidad cristiana que muchas veces se deja

moldear por las mismas. Falta el reclamo directo y continuo a la luz de la biblia y bajo

la unción del Espíritu Santo de una santidad en la iglesia que sea testimonio a ella

misma y a los que la rodean.

El concepto de la santidad presentado en el libro de Romanos clarifica las

demandas de Dios, la provisión que su gracia ha hecho y los recursos conque ha

provisto al creyente en el logro de esta virtud cristiana.

Veamos lo que expone el Espíritu de Santidad a través del Apóstol Palo en la

Carta que dirigió durante el primer siglo a la iglesia Romana. Cuán pertinente resulta

tanto la proclama como la doctrina allí contenida para el hombre y la iglesia en las

postrimerías del siglo veinte.

3

II. Sus Fundamentos

La epístola del Apóstol Pablo a los Romanos expone la magnitud del amor y la

gracia de Dios hacia el hombre indigno y envilecido por su transgresión voluntaria y

determinada de la que es la voluntad de Dios para su vida.

Dicha transgresión comenzó con Adán a quien Dios otorgó privilegios como

virrey del Universo, además de los beneficios de poder experimentar la gloria de Dios y

sus efectos de comunión y la paz de Dios.

Junto a esos privilegios, Dios le estableció condiciones dirigidas a preservar la

seguridad y el bienestar del hombre así como las leyes necesarias para el

mantenimiento del orden divino.

La transgresión del mandamiento por Adán y también por su descendencia puso

al primero y a la segunda bajo el juicio que la Santidad de Dios reclama contra el

pecado.

En el capítulo primero de la carta a los Romanos el apóstol analiza la condición

del hombre, que apartándose del verdadero Dios, sucumbe al deseo de ser su propio

dios. Cae preso de la idolatría, manifestándose esta en múltiples formas con efectos

perniciosos sobre todo su ser; incluidos su aspecto físico, psíquico y espiritual.

El no tener a Dios en su noticia, la falta de gratitud a Él por sus beneficios y la

negativa a darle la gloria, provocó el retiro de la mano de Dios de los asunto de los

hombres.1

Abandonado de ese modo, el hombre a juzgar por sí mismo lo bueno y lo malo

conforme al conocimiento adquirido en el huerto, producto de su rebelión pecaminosa,

4

resulta en el desastre descrito en los versos dieciocho al treinta y dos del primer

capítulo de dicha carta.

La condición allí descrita contentiva de toda clase de pecado no se limita solo al

mundo gentil. Pablo es cuidadoso en advertir que tos los hombres; gentiles, moralistas,

judíos, y aún llamados cristianos son merecedores del justo juicio de Dios por haber

pecado unos y otros. Debido a ello, todos quedan bajo el juicio de Dios e inhabilitados

para hablar en defensa jactanciosa de su condición o para escapar de dicho juicio.

Romanos 1:18; 3:18.

Nos presenta el apóstol, en esa parte de la carta, un cuadro de caída,

depravación, tinieblas, ira y juicio. Al ser confrontado con esas verdades, el hombre

que es sincero y humilde sabe que también él es culpable; por ser descendencia de

Adán y porque él por sí mismo ha pecado. "Por cuanto todos pecaron y están

destituidos de la gloria de Dios." (Romanos 3:23).2 "Todos nosotros nos descarriamos

como ovejas, cada cual se apartó por su camino;..." (Isaías 53:6).

Al que argumente que es guardador de la ley, Pablo lo enfrenta en el séptimo

capítulo de la carta con la imposibilidad de que el hombre cumpla la misma. Presenta

lo que es "la angustia de todo corazón humano - gentil, cristiano o judío - por vivir una

vida espiritual correcta, acosado por las demandas estrictas de la ley moral y el poder

corrupto y dominante del pecado incrustado en nuestra naturaleza caída."3 Es que la

justificación que es por la ley exige el cumplimiento de todos y cada uno de sus

requisitos. Así lo establece Romanos 10:5, "Porque de la justicia que es por la ley

Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas." "Porque

5

cualquiera que guardare toda ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de

todos". (Santiago 2:10)

Aún el hombre, que como el joven rico (Mateo 19:16-26) señale a su favor el

cumplimiento con requisitos morales externos, tendrá que admitir su codicia interna.

Este es el deseo interno de alcanzar prestigio, gloria y poder mundanos, aparte de la

voluntad de Dios. También reconocerá afectos en el alma que ejercen control contrario

al orden divino, sobre sus pensamientos y deseos.4 En el capítulo siete de Romanos

"se exhibe a la luz de nuestra realidad todo el pecado en el corazón del hombre, y la

sobrecogedora impotencia humana para vencerlo sin la ayuda sobrenatural de Dios."5

"...por las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de Él; porque por

medio de la Ley es el conocimiento del pecado." (Romanos 3:20)

Romanos 3:20 establece que por la ley (la de Moisés o la escrita en el corazón

de los gentiles) ningún hombre en su estado caído y corrupto podrá en forma alguna

agradar a Dios. Ningún hombre que sepa lo que es la justicia, entrará en la presencia

de Dios aduciendo que el mismo la tiene. No obstante, la ley sirve un fin útil al hombre

que es sincero en la búsqueda de su salvación. Lo hace quebrando nuestra

arrogancia, quebrándonos a nosotros mismos. Es que es solo el ser humano

quebrantado y profundamente sacudido, por haber llegado hasta el fin de sus propios

recursos, el que puede recibir y entender la buena noticia del evangelio.6

¡Maravillosa noticia! La justicia que los hombres nunca podemos lograr por

nuestros propios méritos, Dios la ha provisto y puesto a nuestra disposición como un

don gratuito a ser recibido por medio de la fe. Dice Pablo, "Pero ahora aparte de la

6

Ley, se ha manifestado la justicia de Dios... la justicia de dios por medio de la fe en

Jesucristo, para todos los que creen en Él..." (Romanos 3:21 y 22).

Es esto algo completamente nuevo que entra en la historia de la humanidad con

la venida de Jesucristo. Es la nueva edad introducida por Cristo donde aparte de la

Ley se puede llegar a ser justo en la forma en que Dios lo quiere. Ello se logra solo por

la fe en Jesucristo. Este don de justicia es puesto a disposición de todos. Todos por

haber pecado tenemos necesidad de él. Se nos puede ofrecer porque "Al que no

conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado para que fuésemos hechos justicia de

Dios en él." (2Corintios 5:21).7 Lo hace suyo el pecado que redargüido y arrepentido

de su pecado, por la gracia de Dios, se acoge a la salvación que se le ofrece (Romanos

3:21-25).

En vez de encontrar su justicia en las obras de la Ley, es por la Ley de la Fe -

aquella actitud de afirmación interna a la voz de Dios - que el pecador es alzado, es

redimido y es justificado.

Luego de presentar las sublimes verdades que hasta aquí hemos examinado, el

Apóstol a los fines de ilustrar las mismas, habla de dos adalides de los israelitas:

Abraham y David.8

"Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia". (Romanos 4:3b). Esta

justicia la recibe el padre de la nación de Israel por la fe antes de la circuncisión y la

Ley.

Por su propia experiencia y por su observación del trato de Dios con otros

hombres, David, el padre del reino de Israel, reconoce, admira y canta la justicia que

Dios concede al hombre por la fe. Esto ocurre aunque David es nacido y vive bajo el

7

pacto cuya señal es la circuncisión y bajo la Ley. Es por fe, por fe en Dios que levantó

a Cristo de entre los muertos que tanto el patriarca como el rey son justificados. Así ha

sido y será para con todos los hombres.9

El hombre que por la fe recibe la justificación del Señor, es bendecido con los

frutos de la misma. Entre ellos señalamos los siguientes:

1. Paz con Dios - "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios,

por medio de nuestro Señor, Jesucristo..." (Romanos 5:1). Su pecado es

perdonado. Así queda restaurada la comunión y compañerismo que a

causa del mismo se perdieron desde Edén. "por quien también tenemos

entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos

en la esperanza de la gloria de Dios. (Romanos 5:2).

2. Por medio de la oración puede hablar con Dios y de ese modo recibe la

gracia, para continuar viviendo en Él. (Romanos 5:2)

3. Se regocija en la esperanza de la gloria de Dios. La gracia, a la cual se le

ha restaurado el acceso, es más fuerte que el poder del pecado y de la

muerte.

4. Nueve paciencia en la tribulación (Romanos 5:3-4) y el conocimiento del

amor de Dios que le alcanzó en su estado de mayor depravación, amor

que le ha llenado el corazón por el Espíritu Santo que le ha sido dado.

Es libre del yugo pesado que representaba la justificación por las obras que por

su condición caída nunca pudo cumplir. Estas bendiciones, fruto de la justificación,

constituyen los apoyos necesarios de la gracia divina para que el hombre comience a

hacer suya la plena herencia de la santificación.10

8

En los versos diez al veintiuno del capítulo cinco, Pablo establece que en todas

las formas del reino de Cristo, caracterizado por la vida y la justicia, es superior al reino

del pecado y de la muerte que comenzó con Adán. Presenta, en esa forma, la gracia y

el poder sobreabundante de Cristo. Por esta provisión de Dios en Cristo hay mucha

más razón para ser justos que para ser pecadores. La vida santa y la vida espiritual

tienen que ser más poderosas que la inmundicia y la muerte espiritual.11

En el capítulo seis de la carta, el Apóstol presenta varios hechos relacionados

con la obra de redención efectuada por Cristo a favor del hombre que se acoge a la

gracia de Dios. Esto lo hace al introducir el tema de la santificación del creyente.

Comienza señalando que la sumersión en las aguas en el momento del bautismo

apunta hacia el hecho real de la crucifixión de nuestro viejo hombre con Cristo y su

sepultura junto a Él. El profesor F.F. Buce lo expresa en esta forma: "La sepultura

coloca el sello sobre la muerte y así el bautismo del cristiano es el entierro simbólico

por el cual el antiguo orden de vida finaliza para dar lugar al nuevo orden de vida en

Cristo."12 Fuimos "sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de

que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros

andemos en vida nueva". (Romanos 6:4)

Nuestra identificación con Cristo en su cruz y en su sepultura apunta a la

imposibilidad de que luego de una conversión genuina se pueda continuar en el

pecado. Al emerger de las aguas bautismales, nos unimos a la resurrección de Cristo,

lo que nos capacita para una vida nueva como ciudadanos de su reino.

¿Cómo entrar a esta vida nueva, de manera que la santidad práctica sea nuestra

experiencia? Primero, sabiendo (teniendo en cuenta) en el hogar, los trabajos, en los

9

estudios, en la vida social, en la comunión de la iglesia, cada vez que tengamos que

elegir, que somos muertos al pecado y resucitados con Cristo. La decisión que

tomemos en vez de agradar a la carne, debe resultar del suave empuje del Espíritu

Santo.13

Debemos también reconocer que por el pecio satisfecho por Cristo fuimos

libertados del pecado y de nuestro antiguo amo, el diablo, que nos pagaba con la

muerte. Ahora, por amor y gratitud, hemos de obedecer a quien nos redimió de la

esclavitud. Ello resultará en una vida justa en la práctica que evidenciará el hecho de

nuestra justificación y redención. El hombre redimido dejará de presentar los miembros

de su cuerpo como instrumentos de iniquidad. En vez de ello, por su resurrección los

presentará para la rectitud moral y la santificación.

La santificación fruto de su nueva vida transformará su caminar en este mundo.

Precisa aclarar que nunca será por esfuerzo humano que se reciban los saludables

frutos de la santidad. Ello se recibe por las operaciones del Espíritu de Dios, las que

también recibe de la gracia abundante del Señor.14

Libre de la ley del pecado y de la muerte, por la ley del Espíritu de Vida en Cristo

Jesús (Romanos 8) el creyente es capacitado para cumplir las demandas de la ley de

Dios. No lo logra por su propio esfuerzo; eso es imposible (Romanos 7). Lo logra por

el Espíritu de Resurrección que hace su morada en el hombre desde el momento de su

conversión, "porque si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él". (Romanos

8:9).

Acerca de la obra del Espíritu Santo en el creyente, citamos parte de lo que nos

dice T.A. Hegre:

10

"... Ciertamente que mientras más uno se rinde al Espíritu, más áreas serán tomadas por el Espíritu para morar en ellas... Tener el Espíritu Santo como residente es cosa distinta a tenerlo como "presidente", término por el cual queremos dar a entender la experiencia (al alcance de todo cristiano) de ser henchidos con el Espíritu, controlados por el Espíritu, y vigorizados por el Espíritu... la forma de recibir esta bendición no es por medio de las obras, ni por la Ley, ni por la excitación o la demostración ruidosa. La única forma de recibir el bautismo con el Espíritu es por medio de la fe..."15 (El énfasis es nuestro).

La vida llena (controlada y dirigida) por el Espíritu Santo expuesta en la cita

precedente, es la descrita por Pablo en Romanos, capítulo ocho, versos del uno al

veintisiete. En esa porción bíblica la palabra Espíritu ocurre 20 veces. Juan Knox

comenta: "El Espíritu es el tema de esta sección culminante del argumento que

principió en 6:1 con la pregunta, ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia

abunde? La respuesta final al problema de la pecaminosidad del hombre es el Espíritu

Santificador quien viene domo el Don culminante de Dios, para aplicar a nuestras

almas los beneficios del sacrificio redentor de Cristo."16

Podemos decir en este punto, que la obra santificadora del Espíritu Santo se

inicia en el momento de nuestra conversión siendo este el momento en que Él hace su

morada en nosotros. Esto ocurre en forma similar a la semilla que luego de ser

plantada y siendo objeto de la atención necesaria llegará un día a ser planta con

posibilidad de alcanzar la madurez. Todavía y después de su conversión será

necesaria una acción subsiguiente que permitirá al creyente obtener la vida más

profunda disponible para él en Cristo y mediante la cual logrará la victoria sobre el

pecado.17

Una idea similar a la consignada en el párrafo anterior tenía Juan Wesley en

relación a la conversión y santificación del creyente que expresó así:

11

"En el momento en que somos justificados, la semilla de toda virtud es plantada en el alma. Desde ese momento el creyente muere gradualmente al pecado y crece en la gracia. Sin embargo el pecado permanece en él; efectivamente la semilla de todo pecado queda en él hasta que es santificado en espíritu, alma y cuerpo.**** En el momento en que somos justificados, en ese mismo momento principia la santificación. En ese instante nacemos de nuevo, nacemos de lo alto, nacemos del Espíritu: se efectúa un cambio verdadero tanto como un cambio relativo. Somos renovados interiormente por el poder de Dios.***** ...Por la justificación somos salvados de la culpa del pecado, y restaurados al favor de Dios; por la santificación somos salvados del poder y de la raíz del pecado, y restaurados a la imagen de Dios. Toda la experiencia, como también las Escrituras, muestran que esta salvación es ambas, instantánea y gradual. Principia el momento en que somos justificados en el amor santo, humilde, tierno y paciente a Dios y al prójimo. Aumenta gradualmente desde ese momento... hasta que, en otro instante, el corazón es purificado de todo pecado y lleno con amor puro a Dios y al prójimo. Pero aún ese amor aumenta más y más, hasta que `crecemos en todo en aquel que es la cabeza`, hasta que todos lleguemos... a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo."18 (El subrayado es nuestro).

Las citas precedentes demuestran que Wesley reconocía un proceso de

santificación por el Espíritu Santo que tenía una fase inicial, otra progresiva y una de

culminación que podemos llamar de entera santificación. No debe entenderse, sin

embargo, que el logro de la entera santificación sea lugar para el creyente detenerse.

El profeta Elías se durmió en el camino, debajo del enebro; pero recibió el

mandato: "levántate y come, que largo camino te resta". (1 Reyes 19:5-8) Fue

fortalecido para seguir su camino, caminando por cuarenta días hasta Horeb, el monte

de Dios donde Jehová le manda a salir de la cueva en que trató de refugiarse, y le

ordena continuar en la senda que le señala.

12

En forma similar, para nosotros siempre habrá camino por recorrer, meta que

alcanzar, hasta el premio del supremo mandamiento de Dios en Cristo Jesús.

(Filipenses 3:7-16)

Entendemos que la enseñanza relativa a la santificación inicial, santificación

progresiva y entera santificación está sustentada por la doctrina del Apóstol Pablo en

su carta a los Romanos. La santificación inicial la identificamos con lo consignado

desde el versículo veinticinco del capítulo tres hasta el versículo veinticinco del capítulo

cinco. La progresiva, con lo expuesto desde el capítulo seis hasta el capítulo siete,

verso seis y adicionando a esta porción el versículo veinticinco (a). Culminando todo

esto, escribe Pablo lo que en nuestras Biblias se identifica como el capítulo ocho de su

carta a los Romanos. Este es el clímax de la carta. Es la sublime obra del Espíritu

Santo en el corazón del creyente, ya no como uno que tiene morada o residen en él,

sino como el que preside, controla y dirige a lo que constituye la perfecta voluntad de

Dios.

Esa vida controlada plenamente por el Espíritu Santo testifica que el hombre de

Dios ha logrado su entera santificación. Ser enteramente santificado es tener al dueño

de la casa que fue edificada en la regeneración habitando en ella y llenándola de

alegría, vida y belleza.19 Es Jesucristo que entra a nuestro corazón luego de nuestra

invitación, producto de nuestra desesperación por el fracaso total de nuestros inútiles

esfuerzos. (¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? -

Romanos 7:24).

Entra Jesucristo mismo como Rey y Señor a nuestro corazón (Gracias doy a

Dios por Jesucristo Señor nuestro - Romanos 8:25) y desde allí vive su propia vida

13

convirtiéndose en nuestra sabiduría, es el Dios vivo habitando en nuestro corazón. "Es

el Espíritu Santo habitando en el corazón de carne que Dios ha dado, para que cada

movimiento, cada pensamiento, cada intención, cada deseo de nuestro ser entero sea

impulsado por la vida de Dios que brota y mana de nosotros. Es Dios manifestado en

la carne nuevamente. Esta es la única consumación verdadera de la santificación.

Solo de esta manera puede el hombre entrar totalmente a la vida de Santidad". El

profeta Ezequiel lo expresó en esta forma: "Esparciré sobre vosotros agua limpia y

seréis limpiados de vuestras inmundicias. Y, os daré corazón nuevo y pondré dentro -

de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y guardéis mis preceptos y

los pongáis por obra." La cita precedente (Ezequiel 36:25-27) describe la obra

completa que Dios quiere hacer en nosotros, consistente en el perdón de los pecados,

la regeneración la entera santificacion.20

El cristiano que llega a la entera santificación en la forma anteriormente descrita experimentará con alegría cómo el Espíritu de Vida le capacita para cumplir lo esencial de la Ley de Dios. Ello fue expresado por Jesús en los términos siguientes: "El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel ¡El Seño nuestro Dios!, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos." (Marcos 12:29-30)

Sin embargo, para que se dé la manifestación del amor a Dios y al prójimo en la

vida del creyente, este ha de permitir que sea el Espíritu Santo quien lo realice en la

práctica. Es que nunca el Señor nos obligará. Él espera de nosotros, por el

sometimiento de nuestra voluntad a la suya, nuestro asentimiento a su propósito.

En los tópicos siguientes; III, A, B y C, veremos cómo se cumple en nosotros por

el Espíritu de Dios la que es su amorosa intención para y por medio de nosotros. La

14

porción bíblica en la que Pablo expone cómo ello ocurre, es la que conocemos como

los capítulos doce al dieciséis de la Epístola a los Romanos.

III. La Santidad práctica manifestada en el creyente ciudadano del reino de Dios.

A. En su relación con Dios

El creyente es exhortado para que en agradecimiento por todo lo que en

su gracia el Señor le ha provisto (lo consignado desde el capítulo no al once)

se ofrezca en dedicación a Dios permitiéndole ser su Dueño absoluto.

Señala que ha de dedicar su cuerpo - presentando todos sus miembros y

facultades - como un sacrificio vivo, santo (devoto y consagrado) y agradable

a Dios en adoración espiritual. Esto lo ha de hacer como un culto de

naturaleza racional e inteligente. Haciendo esto y rehusando adaptarse a las

ideas mundanas junto a la transformación de su entendimiento logrará

entender la voluntad perfecta y aceptable de Dios para con él.21

La dedicación que nos requiere en Romanos 12:1 y 2 exige la

presentación de nuestros cuerpos con sus miembros para el sacrificio en el

servicio al Señor. Antes, los presentábamos como instrumentos de iniquidad

conforme a la fuerza interior que nos movía. Esta fuerza procedía de la

corriente mundanal y era alimentada por el príncipe de la potestad del aire

que obra en los que son hijos de desobediencia. Ahora es la influencia

santificadora del Espíritu de Cristo inspirándonos a que presentemos nuestro

15

ser entero como instrumento de justicia para la gloria de Dios y para nuestra

bienaventuranza.

En decisiones diarias nos negaremos a acoplarnos a las tendencias y

actitudes del mundo rebelde y, en vez de ello, permitiremos que el Espíritu

Santo nos vaya transformando en la imagen de Jesucristo. Nuestros cuerpos

serán libertados de la corrupción y de toda contaminación pasional. Nuestra

mente e intelecto ya no estarán esclavizados por nuestra naturaleza carnal,

sino que serán renovados y purificados día a día y momento tras momento

por el Espíritu Santo.22

Tendremos la mente de Cristo para discernir la voluntad de Dios que es la

que verdaderamente es buena para nuestras vidas. Con Cristo en nuestros

corazones diremos: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado y tu ley

está en medio de mi corazón." (Salmo 40:8) ¡Gloria a Dios! No ya fuera de

nosotros sino en nosotros.

Tal consagración y dedicación al Señor se manifestará en forma práctica

por un rechazo absoluto de las obras infructuosas de las tinieblas como quien

se despoja de una vestimenta desechándola para siempre. Entre estas; las

lujurias, lascivias, glotonerías, borracheras, contiendas y envidias. En lugar

de ello hemos de vestirnos de nuestro Señor Jesucristo y apartarnos de todo

lo que sea sustento para los deseos de la carne. (Romanos 13:11-14)

En todo ello, estaremos reconociendo que pertenecemos a Cristo, quien a

precio de su vida, nos redimió del yugo de la esclavitud y de nuestro antiguo

amo. Ahora, nuestro Dueño es Cristo. (Romanos 14:7-9)

16

B. En su relación con los demás creyentes

El primer llamado del Espíritu al creyente, en lo relacionado con sus

hermanos, es a la humildad: que "no tenga más alto concepto de sí que el

que debe tener," que "piense de sí con cordura (templanza)". (Romanos

12:3)

La actitud humilde sustentada por el amor sincero que no se doblega en

forma alguna ante el mal, sino que por el contrario, lo aborrece, capacitará al

creyente para ministrar a los demás creyentes los dones de gracia que el

Espíritu reparte para la edificación de la iglesia. Estimará el creyente a los

demás prefiriéndoles y colocándoles antes que él en lo que tiene que ver con

el reconocimiento de la posición y utilización que el Señor hace de cada uno

para la edificación de su cuerpo que es la Iglesia. (Romanos 12:3-10)

Se manifestará el don perfecto - el amor - en la diligencia y fervor con que

el creyente sirve al Señor dentro de su comunidad cristiana. Además, en

gozo, paciencia, perseverancia, en la oración, humildad, en la hospitalidad y

disposición de hacer partícipes a los otros creyentes de las bendiciones que

el Señor en forma continua le imparte. (Romanos 11:12-16)

En cuanto a escrúpulos de conciencia por comidas, bebidas o días a ser

guardados, también el Espíritu imparte instrucciones. Esas van tanto a los

fuertes en la fe (los que creen que se puede comer de todo y que todos los

días son iguales), como a los que disciernen las comidas y guardan días

especiales (los débiles en la fe).

17

Prohíbe el que unos juzguen a los otros en estos aspectos y les recuerda

que solo el Señor tiene derecho a juzgar a los que son sus siervos.

Exhorta, en forma especial, a guardarse de convertirse en tropiezo a sus

hermanos débiles por obligarles a actuar en contra de sus conciencias o por

ofenderles por lo que se come o se bebe. (Romanos 14-15:3)

El celo en lograr el comportamiento aquí descrito producirá gozo y paz en

la comunidad de fe sin que por ello se excluya la amonestación cuando sea

necesaria. (Romanos 15:13-14) Como fruto de esa conducta se logrará la

unidad desde la cual, a una voz, el cuerpo de creyentes glorificará al Dios y

Padre de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 15:5-6)

El creyente, además, ha de ser agradecido. Su amor reconocerá "las

bondades recibidas, los sacrificios hechos, las almas salvadas y la ayuda

prestada" por los demás creyentes. Es lo que hace Pablo en el capítulo

dieciséis del libro. No obstante, ello no será óbice para reconocer y rechazar

el engaño y la falsedad. Tal amor tampoco no es blandengue o

invertebrado, sino que es un amor que mantiene la vigilancia para

salvaguardar al rebaño:

"os ruego hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones ingenuos." (Romanos 16:17-19)23

C. En su relación con sus enemigos

En este aspecto, antes que nada, hemos de recordar el llamado de Cristo

a que seamos mansos y humildes de corazón (Mateo 11:28). Recordemos

18

que el Dios y Padre hace que su sol y su lluvia con sus efectos beneficiosos

alcancen a justos e injustos. En actitud obediente bendecirá a los que le

persiguen, no se vengará del que le ha dañado y buscará las oportunidades,

para pagar los males recibidos con bienes. (Romanos 12:17-21)

D. En su relación con el gobierno

El gobierno humano ha sido instituido por Dios para mantener el orden

moral y social. El Apóstol es claro al establecer que el cristiano lleno de

Espíritu Santo reconocerá más allá del gobierno humano al Señor del

Universo que lo establece.

Tal comprensión impedirá que el creyente se levante en actitud sediciosa

contra el orden instituido. En vez de ello, será cumplidor de las

responsabilidades tributarias que en forma legítima sean impuestas a todos

los ciudadanos de la comunidad de la cual es miembro. No violentará las

leyes establecidas y en caso de que ello suceda no se le ocurrirá levantar su

posición cristiana a los fines de escapar la acción procedente en armonía con

su actuación errada.

Soportará la persecución que pueda sobrevenirle por ser creyente que

sirve y obedece a Dios recordando la advertencia y promesa que su

Redentor le ha dado: "en el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he

vencido al mundo." (Juan 16:33) (b) En tales circunstancias se sentirá

bienaventurado por haber sido considerado como digno de padecer afrenta

por causa del Nombre a la vez que será fortalecido para continuar

enseñando y predicando a Jesucristo. (Hechos 5:41-42)

19

IV. Conclusión

El requisito de santidad a los miembros del pueblo de Dios es establecido tanto

por el Antiguo Testamento como por el Nuevo Testamento.

El libro de Romanos señala la completa incapacidad del hombre para cumplir la

santidad que Dios demanda. Al mismo tiempo en las páginas de esa carta se

encuentra la provisión hecha por Dios en su gracia para el logro de la santidad que Él

requiere de nosotros.

El profeta Isaías reconoció cuán incapaz era por sí mismo de producir la

santidad que Dios demanda. Lo expresó en términos de que moriría por haber visto a

Dios en su brillantez y gloria. Del mismo excelso y glorioso trono de Dios procede el

medio que lo declara sin culpa y limpio de su pecado (Isaías 6:1-7). Tanto Ezequiel

como Jeremías predijeron un día futuro en que se cumplirá el requisito de santidad por

el pueblo de Israel. Ello, sin embargo, podrá lograrse solo por la provisión del Espíritu

Santo en el interior del pueblo judío que les hará vivir y cumplir el requerimiento divino.

El Nuevo Testamento, con especialidad la carta a los Romanos, presenta tanto a

Cristo como el Espíritu Santo en el corazón del creyente viviendo la vida de Dios desde

ese lugar y produciendo como resultado de ello el fruto de santidad requerido.

La exposición del referido libro bíblico trae a la luz lo vano de nuestros esfuerzos

humanos que nunca llegarán a satisfacer la demanda divina. Debemos reconocer los

actos providenciales dirigidos a demostrarnos esa realidad. A la vez se nos señala la

necesidad de que luego de tal reconocimiento haya una acción de nuestra parte por la

cual, sin reservas, nos entreguemos al Señor invitándole a que sea Él nuestro

Santificador.

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Tal visualización que permite nuestra entrega cumplirá los anhelos del Espíritu

Santo en nosotros en el logro de nuestra santificación. El resultado será que

amaremos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo con la paz y la satisfacción

que ello conlleva. Esta visión no deja lugar alguno a la vanagloria o confianza en

nosotros mismos aparte de Dios.

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APRECIACIÓN

DEL

CURSO

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Apreciación del Curso

Sé que todo lo que ocurre en la vida del creyente que ama a Dios es

ordenado por su misericordia para cumplir su propósito en dicho creyente.

El estudio de la cara de los Romanos ha resultado en mi edificación por el

examen y la compresión de la posición en que me encuentro en cuanto a la

santidad bíblica. También, por la luz recibida en cuanto a mi

comportamiento, el de mis familiares, los miembros de la iglesia, las naciones

y sus habitantes.

Han ocurrido cambios en mi vida. Ha aumentado mi confianza, mi

tranquilidad; también, mi paciencia en relación a mí mismo y a mis

semejantes. ¡Gloria al Señor por ello!

Mi evaluación de la forma en que se ha llevado el curso es positiva. Los

trabajos escritos me resultan bastante duros. Preferiría exámenes de

discusión. No obstante, luego de terminarlos he sentido satisfacción y

agradecimiento al Señor por su entrenamiento a mí en la disciplina que tales

escritos requieren. Oro para que el Dr. Terranova continúe siendo utilizado

en la enseñanza que es parte de su servicio al Señor y a la Iglesia.

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APLlCACIÓN

PRÁCTICA

AL MINISTERIO

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La paz y calma de Dios actuando en y desde nosotros es parte del fruto

de la santificación que en forma tan clara y completa se presenta en el libro

de Romanos. El mundo en el cual vivimos se encuentra convulsionado por

codicias, luchas, guerras y otras causas. La influencia de la iglesia como

agente de preservación resulta endeble. En vez de ser sal de la tierra, en

este sentido, la iglesia misma es afectada y se envuelve en las mismas

luchas.

Pienso que tal realidad señala nuestro descuido en la atención de la

verdad doctrinal de la santificación, o la presentación incorrecta de tal

verdad. Muchos ven la santidad requerida a la iglesia como algo imposible o,

con gran pesimismo en cuanto a su logro. Influye sobre esta visualización el

concepto relativo a la pecaminosidad inherente al cuerpo humano. Puede

también ser causada por la experiencia de fracasos resultantes de la lucha

por obtener tal santificación aparte del Autor de la misma. Otros se

convierten en ascetas o siguen reglas y las interpretaciones de hombres

(ideas farisaicas) en cuanto a la santidad práctica que es requerida como

fruto de la vida cristiana.

Para corregir tales ideas erradas es preciso que los que por gracia del

Señor somos responsables del bienestar de los redimidos, nos propongamos

a presentar el punto de vista correcto y bíblico, "la exposición de tus palabras

alumbra, hace entender a los simples" (Salmo 119:130).

Es estudio del libro de Romanos nos sirve como sólido fundamento en tal

propósito.

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Pienso, además, en el propósito del Señor al permitirme este estudio en

el momento en que veo a mi alrededor ilustrada tan claramente la condición

descrita en Romanos 1:18-32 - el resultado de las elecciones de los Estados

Unidos.

Por otro lado, el intento del hombre de cumplir la ley en sus propias

fuerzas - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica Romana. Muchos quizás

con sinceridad y esperanza se volverán a tratar de cumplir lo que se les

presenta como demanda divina. Para éstos llegará el momento de

desesperación descrito en Romanos 7:7-24.

Será ese el momento para que con oración y temor reverente nos

levantemos como pregoneros del mensaje de esperanza contenido en los

capítulos 6; 7:1-6 y 25(a); 8 y 12-15. En las verdades de la referida porción

bíblica está la esperanza, la respuesta y la victoria para nuestra iglesia y

nuestra generación.

Mucho se nos ha dado en este curso, mucho se nos demandará. Lucas

12:48. "Si sabéis estas cosas, bienaventurado seréis si las hiciereis." Juan

3:17 "Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su

señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo le dé su ración?

Bienaventurado aquel siervo al cual cuando su señor venga, le halle

haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes."

(Lucas 12:42-44)

El Señor de la Iglesia nos ayude a proclamar con la palabra estas

verdades y a respaldarlas con nuestros ejemplos. Además, que Él nos utilice

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para generar el deseo de búsqueda y súplica delante del Señor para que Él

sea nuestro Santificador según su voluntad revelada en la carta a los

Romanos. ¡A Él sea la Gloria!

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Notas

1. Trenchard, Ernesto. Epístola a los Romanos (Madrid, España: Editorial Portavoz,

1968) Pág. 102.

2. Ibid, Pág. 122.

3. Dr. Carmelo B. Terranova. Comentarios escritos sobre el libro de Romanos,

Curso NT 631 - Estudios Exegéticos y Teológicos sobre la Epístola de Romanos.

4. Brokke, Harold J. Explorando el Libro de Romanos (Caparra Terrace, Puerto

Rico: Editorial Betania 1978, 1989) Págs.104-105.

5. Dr. Terranova, op. cit., Pág. 28.

6. Comentario Bíblico Beacon, 10 Tomos (Kansas Cito, Missouri: Casa Nazarena

de Publicaciones, 1985) Tomo VIII, Romanos 1 y 2 de Corintios, por William

M.GReathouse, M.A. B.D., PH.D. Págs. 87-88.

7. Ibid, Págs. 88-91

8. Dr. Terranova, op. cit., Pág. 14.

9. Brokke, op. cit., Págs. 65-68.

10. Ibid, Págs. 68-71.

11. Ibid, Págs. 72-74.

12. Citado por Trenchard, op. cit., Pág. 166.

13. Ibid, Págs. 170-171.

14. Ibid, Págs. 174-178.

15. Hegre, TA. La vida que nace de la Muerte (Caparra Terrace, Puerto Rico:

Editorial Betania, 1977) Págs. 139,142.

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16. Beacon, op.cit, Pág. 160.

17. Greathouse, William M. Desde los Apóstoles hasta Wesley - Un Resumen de la

Perfección Cristiana. (Kansas City, Missouri: Casa Nazarena de Publicaciones,

1978) Pág. 9.

18. Citado por Greathouse, op. cit., Págs. 11-13.

19. Simpson, A.B. - El Evangelio Cuádruple. Trad. Dorothy Bucher (Harrisburg, PA:

Editorial Alianza - Christian Publications, Inc., 1979) Págs. 25-27.

20. Ibid. Págs. 33-34.

21. The Amplified Bible. Gran Rapids, Michigan: Zondervan Bible Publishers, 1980,

Romanos 12:1 y 2.

22. Beacon, op. cit., Págs. 257-258.

23. Beacon, op. cit., Págs. 172-173.

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BIBLIOGRAFÍA

Brokke, Harold J. - Explorando el Libro de Romanos. Caparra Terrace, PR, Editorial Betania, 1978-1989. Greathouse, William M. Comentario Bíblico Beacon, Tomo VIII - Romanos 1 y 2 de Corintios. Kansas City, MO.: Casa Nazarena de Publicaciones, 1985 Hegre, T.A. -La Vida que nace de la Muerte. - Caparra Terrace, PR. Editorial Betania, 1977. Simpson, A.B. El Evangelio Cuádruple. Trad. Dorothy Bucher Harrisburg, PA: Editorial Alianza-Christian Publications, 1979 Trenchard, Ernesto - Epístola a los Romanos. Madrid, España: Editorial Portavoz, 1968.