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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Mosquera, Ángeles Ejército y milicia cívica. Fuerzas armadas y pugna de poderes en el primer parlamentarismo mexicano, 1821-1824 Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 63, septiembre-diciembre, 2005, pp. 98-126 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127418013 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Mosquera, Ángeles

Ejército y milicia cívica. Fuerzas armadas y pugna de poderes en el primer parlamentarismo

mexicano, 1821-1824

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 63, septiembre-diciembre, 2005, pp. 98-126

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319127418013

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ngeles Mosqltera

Licenciadaen Humanidades por la Universirat Jaume 1.Su línea de investigación se centró en el estudio delptimer parlamentarismo mexicano, tema sobre el que trabajé en la tesisde licenciatura.Actualmente investigasobre la institución del Consejode Indias en el reinado de Fernando VII y la problemática americana del mo­mento para la realización de la tesis de doctorado.

ResumenEn 1821 México obruvo su independencia de lametrópoli y comenzó así su andadura haciala construcción de un Estado basado, de acuerdocon el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba,en una monarquía parlamentaria que definió ladivisión de poderes pero sin un monarca queocupara el trono de momento. La unión de losdiferentes sectores sociales alrededor del Plande Iguala pronto se truncó al surgir diferenciasentre ellos. Estas diferencias se plasmaron enalgunos de los debates surgidos en el seno delprimer Parlamento mexicano. Las discusionesen torno a la fuerza armada que quería irnplan­tarse en el país dieron lugar a uno de los debatesen donde se hizo más evidente la pugna por elpoder entre las diversas facciones políticas, con­flicro que acabaría con la disolución del Con­greso decretada por el entonces emperadorAgustín de Irurbide,

Palabras clave:Imperio, México, constitucionalisrno, ejército,milicia, Irurbide.

AbstraerIn 1821, Mexico ohtained its independencefrom che rnerropolis, rhereby beginning its jour­ney towards the construction of a srate based,according ro the Plan of Iguala and the CórdobaTreaties on a parl iamenrary monarchy rhar de­fined the division ofpowers but wirhour a rno­narch to occupy rhe throne at that momentoThe union of rhe various social secrors aroundthe Plan of Ayala was shattered as differencesbetween them began to emerge. These differ­ences were reflected in sorne of the debates thatarose in rhe firsr Mexican parliament. The dis­cussions on the arrned forces that soughr ro es­rablish itself in rhe country gave rise to one ofthe debates rhar mosr clearly evinced rhe srrug-

I gle for power between the various political fac­tions, a conflicr that would end wirh rhe disso­lution ofCongress decreed by the then emperorAgustín de Iturbide.

Keywords:Empire, México, constitutionalism, army, mi­litia, Iturbide.

Feeha de recepción:octubre de 2004

Fecha de aceptación:abril de 2005

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Ejército y milicia cívica. Fuerzas armadasy pugna de poderes en el primer

parlamentarismo mexicano, 1821-1824

Angeles Mosquera*

L OS primeros años de la independen­cia de México se caracterizaron poruna inestabilidad política y la bús­

queda de un sistema de gobierno adecua­do para implantar en la naciente naciónmexicana. El Plan de Iguala consiguió launidad necesaria entre las diversas faccio­nes paraalcanzar la anhelada libertad, perouna vez conseguida, los diferentes interesesno tardaron en enfrentarse. La relación en­tre Agustín de Iturbide y el primer Con­greso Constituyente fue complicada desdeun principio, dando lugar a numerososenfrentamientos que acabaron por desgas­tar a ambos. La interpretación divergen­te de la soberanía popular provocó unaserie de discrepancias y elevó la tensión.Agustín de Iturbide asumió que repre­sentaba la voluntad popular debido a laadhesión unánime al Plan de Iguala; enla práctica, suponía que el Congreso no eramás que un resultado de sus actos.' En

*El presente texto fue elaborado en el marco demi tesis de licenciatura, "El primer parlamentarismomexicano, 1821-1822", preparado en la UniversitatJ aume 1 (Castellón) entre 1999 y enero de 2001. Ensu versión actual se ha beneficiado de la lectura yob­servacionesde los profesoresJosé A. Piqueras y VicentSanz, así como de las indicaciones de los dictamina­dores anónimos de la revista Secuencia.

I Sordo, "Congreso", 2003, p. 119.

cambio, el Congreso se adjudicó la sobe­ranía el primer día de su instalación reu­niendo los tres poderes en su seno, perodelegando interinamente dos de ellos porel bien de la nación.f Además de estas di­ferencias el Congreso se encontró muydividido internamente, en el que destaca­ban tres partidos o facciones: borbonistas,irurbidisras y republicanos. Uno de ellos,el primero y contrario a la figura de Irur­bide, dominó el Congreso en su primeraetapa, convirtiendo este órgano en un ins­trumento de enfrentamiento con "elliber­tador" .3 Las discrepancias y desconfianzaentre ambos tuvo importantes consecuen­cias en el desarrollo político del país y enlas votaciones de los negocios debatidosen el seno del Congreso .

El presente artículo pretende dar a co­nocer hasta qué puma las relaciones y elconflicto entre los diferentes actores polí­ticos influyó en la organización de las fuer­zas armadas del naciente EStado, funda­mentalmente a través de los primeros einteresantes debates parlamentarios delprimer Congreso Constituyente.

2 Actas, 1980, r. JI, sesión del 24 de febrero de1822, p. 8.

, Alamán, Historia, 1942, t. v, p. 546.

Secuencia [99] núm. 63. septiembre-diciembre 2005

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FUERZAS ARMADAS E INDEPENDENCIA

Durante la guerra de independencia queNueva España libró contra la metrópolifueron diversas las fuerzas armadas estable­cidas por los bandos realista e insurgentepara conseguir la victoria. Desde el ladorealista, el ejército permanente y la miliciaprovincial constituyeron la fuerza funda­mental de la que dispuso el virrey parahacer frente a las insurrecciones surgidasdesde 1810 hasta la llegada de la indepen­dencia, en 1821. El ejército profesionalera el resultado de las reformas borbónicasaplicadas en América para mejorar la de­fensa del territorio contra los diversos peli­gros que pudieran surgir. La práctica mili­tar había demostrado una importantevulnerabilidad frente a las tropas inglesas,cuando éstas tomaron la ciudad de La Ha­bana en 1762.4 Hasta ese momento, elsistema defensivo americano se había ba­sado en la existencia de una poderosa ar­mada, capaz de hacer frente a los p iratas oa cualquier potencia que quisiera obtenerlas mercancías y productos originarios delas provincias de ultramar, y la fortifi ca­ción de los puertos más destacados suscep­tibles de ser atacados. Mientras tanto,cualquier problema de orden interno erasolucionado armando y organizandoen momentos puntuales a la población enmilicias.

La toma de La Habana convenció a lamonarquía de la necesidad de emprenderun arreglo del ejército profesional. Altiempo que lo dotó de una mayor presen­cia en América, lo convirtió en baluartede la corona yen el instrumento para apli-

4 Archer, Ejército, 1983 . Archer demuestra el te­mor a las invasiones que sufría el ejército en Américaa finales del siglo XVlll.

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car las reformas borbónicas a todos los ni­veles." La principal prioridad en la reorga­nización del ejército fue la defensa externade las provincias de ultramar más quepensar en los desórdenes internos, para elcual se promovió el establecimiento demilicias. Por primera vez la defensa de lasprovincias dependerá de sus habitantes.La imposibilidad de enviar contingenteespañol ante los numerosos conflictos enlos que estaba involucrada la corona faci­litó este plan."

La reforma se diseñó y se planteó par­tiendo de la base social existente en lasciudades españolas, sin tener presenteslas circunstancias particulares de las colo­nias, por lo que surgieron serias dificulta­des al aplicarse en los territorios de ultra­mar. En el sorteo de las levas entraban,para formar parte del grueso de la tropa,todos los hombres solteros de entre 16 y36 años, sin impedimento físico que estu­vieran dedicados al artesanado, al pastoreo,los jornaleros o cualquier empleo similar,siendo el grado de sargento el último alque podían aspirar. Cabe destacar en re­lación con América que quedaron exclui­dos del servicio de armas los indios, negrosy castas por ser considerados moralmenteinapropiados para efectuar dicha tarea. Re­sultado de esto fue que, en la práctica, lasordenanzas exceptuaron a la mayoría dela población americana para el servicio, loque dificultó enormemente el recluta­miento de un ejército en estos territorios.A consecuencia de ello, tuvo que aplicarseuna serie de excepciones que permitían elreclutamiento de las castas.? Los nobles,los grandes propietarios, los notables o los

, Marchena, Ejército, 1992, pp. 135-139.6 Ortiz, Guerr«, 1997, pp. 54-55 .7 Archer, Ejército, 1983, pp . 29-32.

ÁNGELES MOSQUERA

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trabajadores muy cualificados tambiénquedaban exentos del servicio militar, sinembargo, podían ingresar de modo volun­tario ocupando los puestos de la oficiali­dad. No obstante, los cargos más destaca­dos eran designados desde la Península y,normalmente, ocupados por algún penin­sular; de ese modo el rey se aseguraba elcontrol de la fuerza armada mientras laelite criolla quedaba excluida, con el conse­cuente descontento de este grupo social."En general, las ordenanzas se caracteriza­ron por trasladar al ejército la jerarqui­zación presente en la sociedad, dondela ocupación de los cargos dependió de laexistencia de privilegios y donde la ruptu­ra de esa estructura supuso una prácticacasi imposible de lograr.

El caso de las milicias fue diferente ylas elites criollas pudieron participar en laformación de la fuerza armada que iba aproteger el orden interno. Las milicias noeran cuerpos permanentes, sino que eranllamadas en momentos puntuales. Esoquiere decir que su establecimiento no su­puso la militarización de la sociedad. Lapráctica habitual fue organizar un planprovisional que únicamente podía ponerseen marcha en caso de peligro real." Paraformar parte de la milicia debían cum­plirse unos requisitos, principalmente eco­nómicos, por lo que ésta se formó sobreun sector intermedio de la población. Losnobles, los funcionarios y los grupos so­ciales más altos quedaron excluidos delservicio aunque podían ingresar en lospuestos de la oficialidad. En un principiose reservaron los cargos más importantes

8 Ortiz, Guerra, 1997, p. 56. Sobre el ejércitoborbónico al fina! del antiguo régimen, véase Blanco,Rey, 1988.

9 Marchena, Ejército, 1992.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

para los oficiales europeos, lo que llevó aun enfrentamiento con las elites locales.Las reformas introducidas por el virrey Ta­lamanca y Branciforte permitieron a estaselites hacerse cargo de la capacidad de or­ganización de las milicias. La venta de lospuestos más destacados de la oficialidad,característico del periodo, hizo que aqué­llas se involucraran con más facilidad.Como en el ejérciro, los jefes y oficialesde las milicias disfrutaron del privilegiode fuero militar.

A pesar de las reformas, este sistemadefensivo resultó insuficiente a la hora decombatir la insurrección de Hidalgo oMorelos. La necesidad de aumentar el con­tingente y movilizar a la población haciala causa realista, junto con la imposibili­dad de incrementar el gasto para poneren práctica dicha medida, llevó al gobier­no virreinal a introducir novedosos cam­bios en las ordenanzas de las milicias am­pliando la base social que podía formarparte de ella. En 1811 Félix María Callejaaprobó un nuevo reglamento que exhor­taba a la población civil a incorporarse alas milicias para luchar en la defensa desus ciudades, pueblos o villas y contra elmovimiento insurgente. Todas las pobla­ciones tenían la obligación de estableceruna milicia para su propia defensa, pu­diendo formar parte de ella cualquier ve­cino honrado y, a diferencia de la estrictajerarquización del ejército, todos debíancumplir con las mismas obligaciones eli­giendo los propios milicianos a sus oficia­les por votación. Las milicias llegaron aadquirir un destacado papel en la luchacontra la insurgencia. La pacificación delterritorio en 1818 encaminó al virreyApodaca a probar la desmovilización demuchas de las milicias establecidas, desmi­litarizando a la población por temor a un

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levantamiento. Irurbide consiguió reuniren el Plan de Iguala al ejército permanen­te y a las elites localesque movilizaron a lasmilicias para alcanzar la independencia. 10

Las fuerzas armadas del movimientoinsurgente se caracterizaron, en un primermomento, por su falta de disciplina y ge­neral desorden. El grueso de la tropa esta­ba formado por las clasessociales más em­pobrecidas. Hidalgo trató de organizar suejército y trasladar a él las ordenanzas delejército permanente, pero la falta de disci­plina y los pillajes ejercidos por la tropadespués de cada ataque provocó un grantemor entre la población más pudiente.Derrocado ellevanramienro, los siguienteslíderes insurgentes aplicaron unas orde­nanzas más estrictas, impidiendo estosdesórdenes públicos.

La mayoría de estas fuerzas militares,heterogéneas en su composición y origen,fueron reunidas en un único ejército, cono­cido como Trigaranie, bajo las órdenes deAgustín de Iturbide. Su ejército quedócompuesto por europeos y americanos, al­gunos procedentes del ejército profesional,otros de las milicias y de las compañíasde patriotas. A éstos se adhirieron los com­batientes del bando insurgente, destacan­do la fuerza liderada por Vicente Guerrero.La unidad necesaria para llevar a cabo elnuevo planteamiento político y social seconsiguió tras la aceptación por parre detodos del Plan de Iguala en septiembrede 1821, ratificado posteriormente en losTratados de Córdoba en octubre del mis­mo año por el representante del gobier­no español, Juan de O'Donojú. De estemodo, fue reconocida la independencia deNueva España dando lugar al nacienteimperio mexicano . El nuevo Estado nació

10 Ortiz, Guerra, 1997, pp . 140-141.

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bajo la forma de una monarquía constitu­cional, con el respectivo llamamiento alrey Fernando VII o, en su lugar, a un fa­miliar cercano de la misma casa reinante,bajo la Constitución de 1812, declarada vi­gente provisionalmente hasta la promul­gación de una constitución propia.

El primer paso para la formación delnuevo gobierno fue el establecimiento deuna Suprema Junta Gubernativa, cuyosmiembros fueron elegidos por Agustín deIturbide. Su principal labor consistió enla redacción de una base de convocatoriabajo la cual se llevaría a cabo la elección delos diputados del Congreso Constituyente.La discusión del proyecto de convocatoriapuso de manifiesto más de una discrepan­cia entre Iturbide, que ahora formaba par­te de la Regencia, y los miembros de laJunta. l

! Superadas las diferencias, la con­vocatoria resultante fue aprobada sobre labase de una representación estamental yno proporcional, lo que provocó descon­tento en algunas de las provincias del im­perio, que no se verán representadas en elCongreso nacional. Como tampoco agradóplenamente a Iturbide, quien trató de in­tervenir en el proyecto de convocatoria.Irurbide insistió en la formación de doscámaras en lugar de una sola, lo que fueaprobado por los diputados de la Juntaaunque posteriormente no llegó a ponerseen práctica. Al parecer, y de acuerdo conlas actas, el primer día de instalación delCongreso los diputados fueron reunidosen una única sala, al no encontrarse otraque estuviera habilitada conveniente­mente. Nunca más volvió a hablarse del

1] El mismo Agustín de Iturbidc hace referenciaa estosacontecimientos en sus "Memorias que escribi6en Liorna D. Agustín de Iturhide" en Cuevas, Liber­tador, 1947, pp. 39R-425.

ÁNGELES MOSQUERA

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terna.!" El Congreso Constituyente quedóreunido en una sola sala como se habíaplanteado inicialmente. El malestar deIturbide por lo sucedido y por el nuevolegislativo quedó reflejado en sus últimosescritos. 13

EL EJÉRCITO PERMANENTE

(TRIGARANTE)

En la creación del nuevo Estado mexicano,la misma existencia y subsistencia del ejér­cito permanente se cuestionó en el Con­greso Constituyente, lo que ocasionó másde un enfrentamiento directo con la Re­gencia. Agustín de lturbide quiso desde elprimer día recompensar al Ejército Triga­rante por el apoyo prestado a la causa ymantenerlo como un firme aliado queapoyarasus decisiones,pero era una alianzafrágil que había que atender y fomentar .14

El respaldo del ejército era fundamentaldadas las circunstancias tan peculiares porlas cuales México había accedido a la inde­pendencia, con una coalición de sectorestan diversos, y suponía en la práctica dis­poner del poder, garantizando la partici­pación en la política del país. Para Iturbideese ejército era su fuerza y la mejor defensade su proyecto político, a través del cualesperaba ponerlo en marcha. Pero resultódifícil mantener el apoyo de la tropa y la

12 /utas, 1980, t. ir. En las primeras páginas sehace referencia al primer día de consritución del Con­greso y al incidente presentado.

13 "Memorias que escribió en Liorna D. Agustínde Irurbide" en Cuevas, Libertador, 1947 , pp. 398-425.

14 Timothy E. Anna muestra la importancia delapoyo del ejército para 1rurbidc y su necesidad de re­compensar al ejército para conservar esa alianza. Anna,Imperio, 1991, p. 298.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

disciplina dada la situación en la que seencontró el país una vez alcanzada la inde­pendencia. A instancias de Iturbide, losmilitares mantuvieron el privilegio delfuero militar pero su situación, en general,se deterioró con respecto a la etapa anteriordebido en gran parte a la escasez de fondosde la Hacienda nacional, incapaz de hacerfrente al pago de los sueldos. Al mismotiempo, la imposibilidad de conceder lospremios prometidos a los soldados, comola concesión de tierras, impidió que mu­chos de éstos pudieran reincorporarse a lavida civil dignamente.

El Congreso, en cambio, entendió quealcanzada la independencia era precisoproceder a la realización de cambios nece­sarios para dar lugar a un nuevo ejército,defensor de los principios asentados poraquél. Los debates surgidos en torno a lasfuerzas armadas dieron a conocer abierta­mente los diferentes intereses de los gru­pos surgidos en el seno del Congreso y losde Iturbide. Las discrepancias entre amboscuerpos sobre el futuro del país y la elec­ción del sistema de gobierno más adecua­do se trasladó a cada uno de los temas másrelevantes debatidos por la Cámara. Estoexplica, en muchas ocasiones, el rechazodel Congreso a algunas de las propuestaspresentadas por Iturbide y viceversa. Laexistencia de partidos o facciones explicalas discrepancias y enfrentamientos entrelos diputados, o aquéllas por éstas, y delCongreso con el ejecutivo. Los horhonis­tas, grupo predominante en el Parlamen­ro, convirtieron a éste en el principal ins­trumento de oposición a Iturbide ya suspropuestas . Pero el faccionalismo no se li­mitó a las grandes corrientes políticas,pues los diputados representaron los inte­reses de sus provincias que llegaron a vercon desconfianza algunas disposiciones

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adoptadas por unos y otros. Los republica­nos, que en este momento carecían defuerza suficiente, mostraron una políticavacilante, haciendo causa común a menu­do con los borbo nistas y en ocasiones conlos iturbidisras, dependiendo del tema encuestión . Esta actitud evolucionó haciauna postura de reaíirmaci ón del republica­nismo y de oposición a Iturbide, sob retodo cuando éste adoptó medidas de per­secución contra los diputados y aprobó ladisolución de! Congreso. La llegada deServando Teresa de Mier al Congreso re­forzó este grupo. Mient ras tanto, los itur­bidisras, incapaces de dominar el Congre ­so, fueron decant ándose pot la coronaciónde Iturbide. Su definiti va invest idura el19 de mayo de 182 2 volvió a perfilar lasalineaciones de los partidos, uniendo aborbonistas y republicanos en una causacomún, como fue p recipitar la caída delemperador.15

Junto a las d iscrepancias internas, laoposició n manifiesta entre el Congreso eIcurbide dificultó u n acuerdo en temastan sustanciales para e! país y el Estadocomo la confo rmación de las fuerzas ar­madas. Ladesconfianza m utua llevó a unpos icionamiento imposible de conciliar.Desde el día de su instalación , el ejércitopermanente fue un tema constante de de­bate en las sesiones del Congreso , primor­dialmente por cuestiones económicas . Lossoldados que no recibían sus sueldos y lasituación general de las t ropas se tornópreocupante ante la carencia de medioscon qu e auxiliada. En diversas ocasionesIturbide intentó remediar la escasez defondos recurriendo a la Junta, primero, yposteriormente al Congreso, con el obje­t ivo de solicitar ciertas cant idades de di-

¡,Sordo, "Congreso", 2003 , pp. 118-11 9.

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nero con el cual pode r encarar los pagosde la tropa. Sin embargo, apenas obtuvorespuesta y el im~ago al ejército siguiósie ndo continuo . 6 Pasados unos mesesdesde la independencia, el país era incapazde afrontar el problema, como mostró e!informe que el 3 1 de enero de 1822 e!mi nistro de H acienda d irigió a la J untaG ubern at iva comunicándole el déficitexistente en relación con el desembolsoque deb ía realizarse a favor del ejército .Al día siguie nte Agustín de Iru rbide, queent onces ocupaba la Regencia del país,asistió a la sesión para poner en conoci ­miento de los miembros de la J u nta estehecho y requerir que se tratara el asunto ensesión permanente, lo cual se aceptó."? Lascant idades destinadas no debieron ser sufi­cient es, puesto que la situación apenasmejoró y, dos meses después, un oficio delm ismo m inistro informó de la necesidadde 89.350 pesos para los gastos de algunastesorerías generales y las del ej ércico.!"

No transcur rió mucho tiempo antesde que las quejas de la Regencia volvierana recordar a los integrantes de la J unta laspenurias que sufría la t ropa, como la posi­bil idad de que la caballada muriera porfalta de piensos , e informó de las desercio­nes que se estaban producie ndo a causadel ham bre."? De nuevo la Regencia soli-

16 Anna, Imperio, 1991 , pp . 74·8 0.17 A etaJ, 1980 , t. 1, sesión del 31 de enero a 1 de

febrero de 1822, pp . 27 1. 274.I R Ibid., t. 11, sesión del 2 de mano de 1822,

p. 34. El Congreso pide al mini stro que antes de [O­

rnar alguna medida envíe un informe sobre el estadode Hacienda. ELinforme llegó en la sesión del 4 demarzo de 1822, donde se proponía una contribuciónanual de cinco pesos para este déficit presupuestario,pp. 38-39 .

19 lbid., sesión del 13 y 18 de marzo de 1822,pp. 69 y 8-1. En esta última sesión el diputado Herrera

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citó respuestas inmediatas para zanjar e!problema. Es evidente que , por su insis­tencia, esta situación preocupaba de unmodo especial al ejecutivo, no así a la Jun­ta, que delegaba en el Congreso la adop­ción de las medidas adecuadas. El regentey general de! Ejército Trigarante percibíacómo la situación económica de su prin­cipal aliado empeoraba hasta llegar a ungrado lamentable, muy a pesar de las pro­mesas realizadas.

En dos ocasiones más, y antes de la fi­nalización del mes de marzo de 1822, laRegencia volvió a remitir, esta vez al Con­greso ya consti tuido, informes sobre latriste situación que atravesaba la tropa. 2ü

En el último de ellos el ejecutivo propusoel desvío de 1 500 000 pesos, destinadosinicialment e a la renta del tabaco . En elinforme se acusó al Congreso de ignorareste grave asunto, lo que provocó la cris­pación de algunos diputados que acusarona la Regencia de no saber aplicar las provi­dencias dictadas y de perder el tiempo encont inuas consultas. La comunicación en­tre ambos cuerpos continuaba deteriorán­dose. Al celo de Iturbide por solucionareste problema se unió el poco interés delos diputados por arreglarlo bajo el dis­curso de la existencia de problemas de ma­yor urgencia. De hecho, y a pesar de lacomplicada situación del ejército y dela necesidad de arreglar sus estatutos, losdiputados del Congreso prefirieron discu-

pregu nta por qué la tropa está toda en la capital y nodefendiendo los puertos, donde se le pagaba con nor­malidad.

20 ¡bid., sesiones del 20 y 23 de marzo de 1822.En la última sesión la Regencia señala las dificultadesde algunas medidas del Congreso, ya que no habíacomp radores de las ternporalidades puestas en venta,pp . 103 -105 .

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

tir previamente e! decreto de la mil iciacívica para ponerlo en práctica lo antesposible. El dehare, que más adelante mos­traremos, se llevó a cabo al plantearse lanecesidad de crear una fuerza armada efi­ciente con el propósito de defender el paísy el Estado constitucional. Lasdiferenciasy la aparente apatía del Congreso ame lacuestión militar revelaba un med itadoplan de los sectores anriirurbidisras des­tinado a impedir que el presidente de laRegencia concentrara excesivo poder, ala vez que anunciaba el propósito de dis­poner de una fuerza al servicio de su po­lít ica, en caso de que ésra llegara a con­traponerse a la del ejecut ivo. Ahora bien,¿se trataba únicamente de un posiciona­miento político sobre la organización delEstado soberano y la distribución de po­deres, o las diferenciasy las tensiones sobrelas fuerzas armadas encerraba , además,propuestas distintas de predom inio socialen la nueva nación? Losgrupos e intereses,diversos y dispersos, agrupados en el mo­mento del Plan de Iguala y confirmadospor el Tratado de Córdoba, que habíandejado inermes a los realistas y a los inte­reses cobijados bajo el amparo del antiguorég im en español, debían mov erse conextraordinaria rapidez en el nuevo sistema,asociándose en ocasiones con los antagonis­ras tradicionales para ponerse a salvo y es­tar en condiciones de ocupar una posiciónpri vilegiada en la situación qu e estabacreándose, que todavía no podía darse pordefinida, como demostrarían los aconteci­miemos de los siguientes años. Por eso lascontroversiasque tienen lugar sobre la or­ganización del instrumento coercitivo delEstado por antonomasia, su concepci ónfuncional y su dependencia orgánica se re­veló como una cuestión de absoluta tras­cendencia. Mientras Iturbide trató de dar

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cabida al Trigarante dentro del nuevo or­den político, el Congreso optó primeropor reformar las milicias para posterior­mente modificar los estatutos del ejército.Esto sugiere que la Cámara intentó crearuna fuerza armada leal a sus intereses, concapacidad de sostener sus decisiones. Eldebate sobre la milicia vigorizó el conflictoexistente entre ambos cuerpos, el legisla­tivo y el ejecutivo, y supuso medir la fuer-

. za y los diferentes int ereses reflejados, enesta ocasión, en la fuerza armada que debíasostenerlos."

Las medidas decretadas para poner fina la estrechez sufrida por las tropas fueron,en la mayoría de los casos, una solución acorto plazo, puesto que no se hicierongrandes cambios en la Hacienda, ni en loreferente a la creación de impuestos y re­caudación de los mismos, ni en su admi­nistración. Si los fondos recaudados eraninsuficientes para cubrir todos los gastosdel Estado, cabía añadit la existencia deuna importante deuda externa mientrasque los distintos ramos de la economía re­sultaban escasamente rentables debido a lacrisis'que atravesaban como consecuenciadel deterioro producido en los años deguerra.22 Los diputados optaron por laaprobación de medidas rápidas como eltraslado a la capital de forma inmediatadel caudal de las Cajas de provincias comoVeracruz, Oaxaca o Guadalajara.F' Esta

2 1 Con más extensión en Mosqueta, Primer, 2()(1l.2 2 Para la situación de la Hacienda, véase la intro­

ducción al tema de )áuregui, "Fundamentos", 1993,pp. 378-383. Los empréstitos forzosos de Iturbide,en Valle, "Empréstitos", 1998, en especial pp . 66-72;la si tuación financiera del momento, en Ludlow, "Eli­tes", 1998, en especial pp. 79-114. Véase tam bién lasíntesis de Zoraida, "Primeros", 1987, pp . 737-818.

" Actas, 1980, t . n, sesión del 19 de abril de1822, 1'.61.

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providencia motivó reacciones popularesen las provincias que advirtieron cómo sudinero era destinado a las arcas del Estadopara el pago de un ejército concentradoen la capital mientras, en el caso de Vera­cruz, el Castillo de San Juan de Ulúa per­manecía bajo dominio español. Ésta fueuna de las causas por las que las provinciasse negaron a informar al Estado sobre susCajas, o no notificaron el contenido realde las mismas, como refleja la carencia deinformación de la que dispusieron los di­putados sobre la existencia de esos fondos .

Otras medidas aprobadas para subsa­nar el déficit fueron la aprobación de prés­tamos voluntarios a las provincias y elrestablecimiento de determinadas contri­buciones suprimidas hacía apenas unosmeses, ambas bastante impopulares, espe­cialmente la prirnera.f" En el momentode la independencia Ia Iunra Gubernativaabolió impuestos que consideró injustos,como las alcabalas o los tributos persona­les, pero no los sustituyó por otros másacordes con un Estado liberal, lo que oca­sionó el vacío de las arcas, por considerarque correspondía al futuro Congreso la fa­cultad de aprobar nuevos gravámenes .Ahora bien, en 1822 se discutieron pro­puestas para corregir la situación, porejemplo, la defendida por el diputado Hi­pólito Odoardo, qu ien en la sesión del 19de abril planteó la creación de impues­tos de acuerdo con las posibilidades de lapoblación; sin embargo, el Congreso nollegó a aprobar nada definitivo en relación

24 El préstamo voluntario fue aprobado en la se­sión del 15 de abril de 1822. La idea era dar a conocerlas necesidades del erario, y concretamente del ejércitoentre la población , sobre todo de la pudiente. A cam­bio de dinero prestado recibirían billetes firmados dediversos valores, ibid.,pp. 32-34.

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con el tema. En cambio, sí llegó a aprobar­se un proyecto de arancel común para uni­ficar el sistema impositivo sobre el comer­cio exterior. La implantación de nuevosimpuestos era una medida muy impopulary la carencia de un ejército fuerte y disci­plinado, que debía ser sufragado con elproducto de la recaudación, tampoco per­mitió su imposición. El debate parlamen­tario acabó desviándose hacia el desco­nocimiento existente de la entrada y salidareal de los fondos, en el que se denunciabaque el ministro de Hacienda, aunque in­sistía en pedir dinero para el pago del ejér­cito, no informaba sobre las cuentas delEstado probablemente porque él mismocarecía de datos. 25

Las quejas sobre la situación de la tropacontinuaron siendo centro de atención enlas siguientes sesiones. El diputado Agus­tín Paz intentó, en varias intervenciones,llamar la atención sobre el peligro que su­ponía un ejército hambriento y las conse­cuencias irreparables que los desórdenespodían ocasionar para la libertad del Esta­do.26 Cabía la posibilidad, además, de queel Ejército Trigarante no sostuviera las de­cisiones de un Congreso incapaz de satis­facer y solucionar sus problemas más in­mediatos. En la misma sesión del 19 deabril de 1822, el diputado J. Antonio deAndrade, militar e iturbidista, recordó alCongreso la importancia de auxiliar a latropa, puesto que las decis iones de esteórgano no podrían ser aplicadas si no eransostenidas por los militares. Es incuestio­nable que el problema del ejército fue,para los parlamentarios, algo más que unacuestión de carencia de fondos: la perma-

25 lbid., sesión del 19 de abril de 1822, p . 62 .26 lbid., sesionesdcl22 de marzo y 19 de abril dc

1822, p. 61.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

nencia del orden social establecido y lacontinuidad del incipiente Estado sobe­rano pasaban por conseguir y mantenersu respaldo, o bien por implantar unafuerza leal. Al plantear el establecimientode la milicia a mediados de abril, los di­putados tenían en mente organizar unafuerza armada alternativa compuesta porciviles, que pudiera sostener y defendersus intereses, que dependería directamentedel Congreso en contraposición a un ejér­cito, no muy numeroso pero acantonadoen la ciudad.

Mientras tanto, Agustín de Irurbidetrató de contentar a los militares medianteotras disposicionescomo la entrega de pre­mios a los "héroes" de la independencia ya los soldados de mayor valor, o aproban­do la concesión de las pensiones a los fil­miliares de los soldados muertos en actode guerra. Desde un principio se propusola creación de una orden militar, conocidacomo la Orden Imperial de Guadalupe,con el objetivo de "premiar el valor y lasvirtudes de aquellos que todo lo sacrifica­ron por elevar a la patria al alto rango quehoy obtienen, y que se dedicaron en lo su­cesivo a contribuir a sus glorias y esplen­dor"." El 21 de marzo de 1822 el Con­greso aprobó el decreto sobre premiosexclusivamente militares con el objetivode "dar a las beneméritas tropas nacionalesmuestras del aprecio con que la patriamira los importantes servicios prestadospor ellos a la santa causa de la libertad yemancipación de este imperio"?" Se re­compensaba así a los militares que parti-

27 Dublán y Lozano, Legislación, 1876. Decrerosobre establecimiento de la Orden Imperial Guada­lupana, p. 595.

2H Actas, 1980, r. n, sesión del 21 de marzo dc1822, pp . 93-95 .

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ciparon en los años anteriores a la indepen­dencia, quedando excluidos los que co­laboraron y lucharon en la conocida comoprimera época. Iturbide no aceptó recono­cer a estos hombres como héroes, puestoque en esa etapa él luchó con el bando tea­lista participando en la persecución de losprimeros insurgentes. El Congreso así loaceptó a pesar de la petición de algunosdiputados marcadamente antiiturbidistasy republicanos, como Carlos María deBustamante, quien lo había exigido.?"

El decreto de premios militares precisóquiénes tenían derecho a percibirlos ycómo serían concedidos y aplicados. Se in­cluyó y reconoció la labor de las tropas deVicente Guerrero y las del capitán generaly jefe político de Nueva España, Juan deO'Donojú, y las convirtió en merecedorasde los premios por su pronta adhesión a lacausa. Sin embargo, estas medidas no cal­maron los ánimos del ejército. La falta defondos impidió, ent re otras cosas, el pagode las pensiones, por lo que el problemaprincipal continuó siendo el económico.Pero amenazaba hacerse político...

Ante el permanente malestar de la tro­pa, los diputados temieron alguna reaccióncontra el Congreso, puesto que los pro­blemas por los que atravesaba la hacíansusceptible de rebelarse. Igualmente, lapoblación de la ciudad de México descon­fiaba de los desórdenes de los militares .No tardaron en llegar al Congreso diversasquejas presentadas por particulares sobrelos atropellos protagonizados por los sol-

29 En la sesión del 21 de marzo de 1822, esre di­putado, conocido antiiturbidista, propuso que se hon­rata la memoria de los primeros héroes de la patria,como Morelos e Hidalgo, y se derogara el decreto delgeneralísimo en donde no se admiría los méritos dela primera revolución. ¡bid., r. JI, p. 95.

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dados en la ciudad. El robo y el pillaje porparte de algunos de ellos para subsistirconvirtieron la inseguridad ciudadana enotro grave problema que resolver. Una delas primeras protestas recibidas fue presen­tada por don Juan Eugenio Daza , quiensolicitó que se castigaran los delitos de latropa, que eran "muy notables yescanda­losos en esta capital", de acuerdo con lareal orden del 31 de agosto de 1772, esdecir, exigiendo su desafuero.t'' Esre mis­mo individuo no tardó más que unos díasen volver a enviar otra representaci ónsolicitando la supresión del fuero militar.La existencia de dicho privilegio provocóque algunos militares se valieran del mis­mo con el fin de cometer diversas tropelíasy realizar otros abusos contra la población.La ausencia de un cuerpo organizado ydisciplinado, que impusiera orden en laciudad, facilitó la práctica del robo por al­gunos soldados ante la imposibilidad de lapoblación paradefenderse. A finalesde ene­ro de 1822 fue la misma comisión de gue­rra quien en su dictamen propuso desafo­rar a los milirares acusados de robo." Sinembargo, el Congreso no llegó a ningunaconclusión sobre el tema remiendo el des­contento que hubiera ocasionado entre laoficialidad, la rropa y en el mismo Iturbi­de , al contrariar el contenido del Plan deIguala. A pesar de ello, las protestas recibi­das y los informes sobre la tropa nos faci­litan una idea aproximada de cuál fue elambiente de desesperación y crispaciónante la ausencia de control del gobiernosobre los soldados.

La preocupación y el temor por losacontecimientos transcurridos se pusieron

30 ¡bid., r. l, sesión del 29 de diciembre de 1821,p. 177.

3J lbid., sesión de 22 de enero de 1822.

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de manifiesto en muchos de los debatesparlamentarios. A mediados de 1822 elcuerpo legislativo manifestó su sospechade que el descontento de la tropa pudieradar lugar a revueltas de tinte absolutista,puesto que le llegaron rumores sobre ví­tores de algunos militares a favor del go­bierno autoritario o personal. 32 Las sospe­chas del Congreso - m ayorirariamenteborbonista, como hemos indicado- no an­daban ciertamente muy desencaminadaspuesto que a mediados del mes de mayode 1822 parte del ejército, con el apoyo delsector iturbidista, forzó al Congreso a co­ronar a Iturbide como emperador.

Los desórdenes de la tropa fueron enaumento y todavía en julio de 1822, sien­do Iturbide emperador, el conflicto no ha­bía sido resuelto de ningún modo. En lasesión del 29 de julio de 1822 el diputadoPascual Aranda mostró pasquines situadosen las puertas de la caredral en los que sealudía al riesgo que corría la paz públicaal no haberse auxiliado al ejército perma­nente y en donde se inculpaba al Congresode esta falta. 33 La discusión suscitada de­rivó a reconocer la inexistencia de una jus­ticia que condenara a los culpables debidoa la lentitud con la que se ejercía, pero locierto es que sin una institución que ga­rantizase el orden difícilmente podía de­tenerse y juzgar a los culpables, y menossi éstos pertenecían al ejército.

Desde su proclamación, el emperador,al mismo tiempo que llamó a la calma,

32 Para evitar esto el3 de agosto de 1822 algunosdiputados propusieron. como ya hemos mostrado,declarar traidor a todo aquel que promoviera el go­bierno absoluro o atacara al gobierno vigenre, es decir,el monárquico constitucional. lbid., t. III, sesión del 3de agosto de 1822.

33 lbid., sesión del 29 de julio de 1822, pp. 337­340.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

trató de poner fin a los robos perpetradospor los soldados a través de diversos llama­mientos a la tropa; pero apenas obtuvorespuesta y el descontento de la poblaciónno favoreció a nadie. En una de esas pro­clamas, el 22 de mayo de 1822, solicitó laexacta observancia de las leyes,demandan­do orden y disciplina: "Disciplina y ordenson los caracteres del soldado y no hayejército cuando entre los que lo componense olvida la subordinación justa, la escru­pulosa honradez, la generosidad de sen­timienros [...J, la austeridad de las cos­tumbres, el respeto a las propiedades.Y'"Nuevamente, e13 de junio de 1822 volvióa dirigirse al ejército y al pueblo para ex­plicar un acontecimiento acaecido y lla­mar la atención sobre la conducta de unaparte del ejército que actuaba fuera de laley. El acontecimiento hacía referencia aun regimiento de la capital que había pro­yectado el asalto a casasde comercio. Itur­bide trató de hacer entender que com­prendía el mal estado por el que atravesabael ejército pero no justificaba el acto:

sin embargo de que la necesidad suele sercausa de que los hombres falten a cuanto de­ben a sus conciudadanos y aun a sí mismosy me consta de que en el mes pasado se dejóde satisfacer a los cuerpos más de una cuartaparre de los que para su preciso alimento seles suministra, no creí que soldados del im­perio pudieran abandonarse hasta el extremode iniquidad.P

Ninguna de estas proclamas tuvo elefecto deseado y los desórdenes siguieronestando presentes en la capital. El "partidodel orden", agrupado en las filas imperia-

H "Alejército" en Cuevas, Libertador, 1947,p. 345." [bid. , p. 349.

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les, flaqueaba allí donde más énfasis poníapara reclamar su superioridad, dándose laimpresión de descontrol en su principalinstrumento, las fuerzas leales del ejércitopermanente, camino de convertirse en unadesbandada pretoriana.

A pesar de los obstáculos, el Congresonunca desistió de su idea de apl icar el de­creto de milicias para solucionar el ordeny la defensa de todo el país, pero el empe­rador frenó la aplicación de esta rnedida.é"Del mismo modo, el legislativo continuóvetando las propuestas del emperador afavor del pago y aumento del ejército. Dehecho, y paraevitar la intromisión del em­perador en las decisiones del Congreso, sele suspendió el derecho a veto a pesar deque la Constitución de 1812 reconocía talprivilegio al rey.37 El emperador, que po­seyó más poder como regente, protestóenérgicamente al Congreso acusándolo deno cumplir la ley vigente, si bien en algu­na ocasión él mismo se había opuestoabiertamente a algún apartado de la mis­ma. El problema quedó en el aire, puesantes de que pudieran llevarse a la prácticaalgunas de las providencias adoptadas, elCongreso fue disuelto por orden del em­perador poco después de que se produje­ran las detenciones de los diputados.

LA MIUCIA CÍVICA

En el mes de marzo de 1822 se propusoen el Congreso el establecimiento de lamilicia en todo el imperio, como el medioeconómico más adecuado para mantener

36 A mediados de junio protestaron pot la falcadeaplicación de! reglamento de milicias en e! imperiopor part e del ejecutivo. Actas, 1980, t. IV.

37 Colección, 1836, p. 234.

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un cuerpo armado que defendiera la li­bertad, la integridad y la independenciadel país.38La escasezde la Hacienda nacio­nal impedía, en parte, sustentar un ejércitopermanente cuantioso y extensible a todoel imperio, según se afirmaba. Pero no eraúnicamente una cuestión económica. Ladesconfianza ante un ejército fiel en sumayoría a Iturbide y acantonado en la ca­piral llevó al Congreso a intentar crear unafuerza armada de confianza. El Congresovio en la milicia el cuerpo armado que de­fendería los intereses del nuevo Estadoconstitucional y pondría freno a los inten­tos de instalar un gobierno absoluto o di­solver el Congreso, rumores todos ellosque llegaban a oídos de los diputados.

En las Cortes de Cádiz, donde algunosde los diputados novohispanos tuvieronuna participación destacable, se dio formaa la milicia nacional pensada para la defen­sa del régimen liberal y como freno a lastendencias absolutistas de una parte de laoficialidad del ejérciro. t? Este reglamentode la milicia llegó a aplicarse en los territo­rios americanos y, aunque posteriormentefue abolida por el gobierno fernandino en1814, en 1820 volvió a aprobarse un re­glamento que en México, entonces NuevaEspaña, llegó a ~licarse en septiembre deese mismo año. o

La milicia nacional recibió el nombrede milicia cívica en México y file aprobadaen sus dos vertientes: una milicia local fa­cultada para la defensa del orden internoen las poblaciones y una milicia a escala

38 Actas, 1980, p. 30, sesionesdel 1 y 9 elemarzode 1822 . Es e! diputado Tejada quien propone estaalternativa al ejército permanente.

39 Sobre la milicia nacional en España. Pérez,Milicia, 1978.

40 Chusr, "Milicia", 2002, pp. 361- 364 .

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provincial encargada de la defensa del paísy de conservar la integridad nacional, tan­to del peligro de invasión por potenciasextranjeras como de las amenazas interio­res que pudieran surgir o que ya estabanpresentes, como la lucha contra los pue­blos indios del norte.

Durante los meses de abril, junio y ju­lio de 1822 se fueron aprobando los ar­tículos del decreto sobre la milicia presen­tados por la comisión. En ese momentolos enfrentamientos entre el Congreso elturbide fueron más evidentes y constanteslos rumores sobre las intenciones insurrec­tas. Sin embargo, apenas surgieron diver­gencias en los debates parlamentariosaunque algunos fueron muy destacables.Así, la intervención del diputado Domin­go Luaces, militar e iturbidista, propusoque la milicia cívica estuviera dirigida poroficiales veteranos, lo que en la prácticasuponía una subordinación al ejército pro­fesional."! La reacción de los diputadosopuestos a Iturbide no se hizo esperar: tan­to Carlos Ma . de Bustamante como Ar­ganda se opusieron, entendiendo que lamilicia debía ser completamente indepen­diente del ejército para cumplir con sucometido, que no era otro que el de de­fender el orden del Estado liberal estable­cido y, al mismo tiempo, ser transmisoraa la sociedad de esos ideales. El diputadoCastellanos lo argumentó de este modo:"Dos son los objetos que se han propuestolos gobiernos libres en el establecimientode las milicias cívicas:uno resistir con ellasa los enemigos exteriores, y el otro sostenerla libertad contra el déspota, que valiéndo­se de la tropa veterana intente atacarla.t''"

41 Actas, 1980, t . Il, sesión del 18 de abril de1822, p. 52.

42 lbid., p. 53.

EJÉRCITO y MILICIA CfVICA

Y esto último era fundamental en el con­texto que se estaba viviendo, teniendo encuenta la indisciplina de la tropa y las in­tromisiones de Iturbide en la labor delCongreso. Para el diputado Castellanos,el sistema debía infundir la confianza ne­cesaria en los ciudadanos yeso sólo podíaconseguirse mediante la implantación dela milicia, pues no era suficiente con afir­mar que el ejército no tenía malas inten­ciones o que defendería el sistema, habíaque garantizarlo.

De este modo, quedó de manifiesto enel debate cuál iba a ser la funcionalidadde la milicia: no sólo la defensa de la na­ción frente a los supuestos enemigos ex­ternos e internos del país, sino que iba aconvertirse en el sustento del gobiernoconstitucional establecido o, para serexactos, en el sustento del cuerpo legisla­tivo, esto es, representativo de la nación,y en el contexto del momento, de los gru­pos sociales más activos que reclaman larepresentación. Sobre la milicia recaeríael cometido de proteger al Estado liberalde las intenciones autoritarias que pudie­ran florecer. Para el Congreso, el Triga­rante era ahora el brazo armado de Iturbi­de y, frente a él, la milicia representaríalas fuerzas del orden político y social cons­titucional. Ciertamente las diferenciasexistentes entre el Congreso e lturbide sevieron exacerbadas, impidiendo la posibi­lidad de un acuerdo ante la desconfianzamutua. Fueron estas diferencias las queimposibilitaron el correcto funcionamien­to y gobierno del país y desprestigiaron aambos cuerpos de cara a la opinión públi­ca, mientras los gobiernos locales de lasprovincias vieron que sus intereses eranrelegados. Finalmente, la proposición delgeneral Luaces no salió adelante ante eldesacuerdo suscitado, aunque sí se permi-

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rió que los oficiales retirados, y por volun­tad propia, pudieran presentarse y ser ele­gidos para desempeñar en la milicia el car­go o las funciones que correspondieran asu grado o a otro superior, nunca inferior.

En el primer capítulo del decreto,aprobado en la sesión del 18 de abril de1822, se concretó quién debía formar par­te de la milicia, así como la fuerza y com­posición de la misma de acuerdo con elnúmero de integrantes. Integrarían la mi­licia todos los ciudadanos comprendidosentre los 18 y 50 años con la excepciónde clérigos, marinos, simples jornaleros,los que tuvieran impedimento físico al­guno que no les permitiera el manejo ade­cuado de las armas y los funcionarios pú­blicos, civiles y militares.P Salvando a loseclesiásticos, el resto de los exentos podíanentrar a formar farte de la milicia por vo­luntad propia." Resumiendo, la miliciaestaría compuesta por el grueso de la po­blación civil y propietaria, es decir, aquellapoblación con mayor interés en la conser­vación y preservación de un gobiernoconstitucional, pues como dijo el diputadoCastillo "sólo en los tiempos del gobiernoabsoluto estaba la m ilicia reducida a laplebe, pues en las naciones célebres y si­glos felices, los soldados eran de las clasesselectas".45

Para justificar las posibilidades realesde los milicianos en una situación de gue­rra frente al soldado instruido los diputa-

43 Por "simples jornaleros" se enrendía , de acuer­do con las acras, a todos aquellos operarios u oficialesque vivían de su trabajo del día . Es decir, aque llosque "no ganan jornal el día que no trabajan". Ibid.,p. 54.

44 Dublán y Lozano, Legislación, 1876 , p. 619.45 Actas. 1980. t. n, sesión del 18 de abril de

1822, p. 54.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

dos recurrieron en más de una ocasión alejemplo español y su guerra contra el fran­cés para demostrar que la población civilpodía y debía luchar para preservar susbienes, pues era la más interesada en laconservación de los rnismos.t"

El segundo capítulo del decreto hizoreferencia a las obligaciones de la milicia.Bajo su responsabilidad permanecería laseguridad pública en el interior del térmi­no de los respectivos pueblos en los quese hubiera creado y, en general, la defensade cualquier agresión, ya fuera interior oexterior. Realizaría, de igual forma, aque­llas tareas propias de la tropa en defecto deésra, como la escolra de presos y caudaleshasta el pueblo inmediato."? Estas respon­sabilidades corresponderían técnicamentea la llamada milicia local. En el ámbitoprovincial tendría la obligación de defen­der la nación ante cualquier ataque cuyaintención fuera la destrucción del estadoconstitucional vigente.

La milicia cívica dependería directa­mente de la autoridad superior políticalocal, consolidando así su carácter civil ysu independencia con respecto a cualquiercargo militar. Se sugirió, en los debatesdel Congreso, que no hiciera honores anadie excepro a la majestad divina y queesta práctica se extendiera al ejército per­manente con el fin de evitar una posiblerivalidad entre ambos cuerpos, cuestionan­do el origen de esta práctica que se encon­traba en el "orgullo de los tiranos" confor­me a la opinión de los dipurados.t" El

46 ¡bid

47 Dublán y Lozano. Legislaú óll. 1876, p. 620.4" Actas, 1980, t. n, sesión del 10 de mayo de

1822, p.197. La propuesta es de Franciscc Tarrazo,mienrras que la idea dc extenderla a la tropa fue deJoaquín Herrero.

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objetivo de la propuesra no era Otroque ladesvinculación del ej ército del juramentoque lo hacía dependiente del poder eje­cutivo , pasando a depender del legislativoo, al menos, obligarlo a jurar lealtad a losderechos básicos constitucionales y, porende, al Congreso. Sin embargo, la pro­posición no salió adelante y el mismo Car­los Ma. de Bustarnanre concluyó que , apesar de lo "detestable" de la práctica, eranecesarioque la milicia profesional conser­vara el juramento a algún cuerpo "hastaque el vulgo se ilustre y persuada que losverdaderos honores y la mejor guardia deun soberano, consiste en el ejercicio de susvirtudes'c''" La finalidad de las palabrasdel dipurado no fue otra que la de evitarrecelos del ejército contra el Congreso,pues en ese momento estaba demasiadovinculado a la figura de Agustín de Itur­bide y bajo su mando, como para despren­derlo del juramento. Al no adoptarse estamedida, la milicia quedó vinculada alpoder legislativo, no debiendo dar guard iade honor a ninguna persona ni facción. Elmismo juramento que debían cumplir loscomandantes de la mili cia dejaba ver sufutura subordinación:

Juráis a Dios Loo) obedecer y hacer obedecerlo sanciona d o por el Congreso nacional,g uardándole la m ás ace ndrad a fidelidad ,co mo de posita rio de la soberanía , obedecerexact amente a las autoridades locales civiles,y guardar la deb id a con sid eración a los de ­más ciudadanosr??

49 Contes tación de Carlos M. Busrarnanrc a laexposición del diputado Francisco Tarrazo, en ibid.p.197.

'0Dublán y Lozaoo, Legislación, 1876, p. 622.

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En oposición al ejército permanente,los oficiales de la mili cia debían ser ele­gidos por pluralidad de votos. Aquellosque qui sieran aspirar a la OCUIYdCión de loscargos tenían que cumplir un mínimo derequisitos: haber nacido en América o ha­ber residido un mínimo de siete años enel pueblo correspond ient e y ser ad icto ala independencia. A part ir de ahí, los mé­ritos obtenidos posibilitaría su elección yascenso en el cuerpo. Así, la'organ izaciónde la milicia se mostró más acorde con elnuevo sistema de gobierno de igualdadentre ciudadanos ante la ley frente a lasordenanzas de un ejército donde la noble­za de sangre y el linaje, es decir, donde losprivilegios del anterior régimen seguíansiendo los requisitos fundamentales paraformar parte de la oficialidad a pesar deque los ascensos en la guerra habían que­brado esa situación. Indudablemente sepropuso la redacción de una nueva orde­nanza para el ejérc ito que eliminara losrasgos propios del antiguo régimen, perolos diputados no d ispusieron de tiemposuficiente para llevar a la práctica esa rarea,pues decidieron aprobar primero el regla­mento de la milicia y a cont inuación elCongreso Constituyente fue disuelto porel emperador.

El resto del articulado del reglamentocomprendía codo lo relacionado con elmodo de recibir la instrucción ya quiéncorrespondía impartida , así como las penasque se aplicarían en caso de necesidad ycómo debía procederse en la reclamaciónde las mismas . También se incluyó el uni­forme , la bandera y el estandarte que dis­tinguirían a los integrantes de la milicia.Ningún miliciano debía ser forzado a ves­tir el uniforme, aunque sí debía portar laescarapela, la fornitura y lasarmas corres­pondientes. Para fomento de la industria

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textil se aprobó que los uniformes fueranrealizados con paños nacionales. La pobla­ción civil que formara parte de estas com­pañías de milicias no disfrutaría de fueroalguno frente al privilegio que los milita­res habían conservado, defendiendo así laidea de la igualdad de los ciudadanos antela ley.

Los fondos de la milicia debían obte­nerse de la recaudación de las penas pecu­niarias impuestas a los milicianos, asícomo por lo obtenido a través de los arbi­trios que el ayuntamiento creara para talobjetivo, tras previa aprobación del go­bierno. Todo lo recaudado tenía que serdepositado en los ayuntamientos de cadapueblo, en un arca con una cerradura detres llaves. Una de las llaves permaneceríaen posesión del alcalde primero y las otrasdos en manos del tesorero del ayunta­miento de cada pueblo y del oficialde ma­yor graduación de la milicia como medidapreventiva para evitar estafas o robos. Lasmilicias que se habían mantenido enalgunas zonas debían readaptarse al nuevoreglamento y proceder a las elecciones co­rrespondientes. De hecho, esto es lo queaconteció en algunas partes del terrirorioen las que se conservaron ·los batallonesde la milicia nacional establecidas por elgobierno constitucional del Trienio. El re­glamento era muy similar, así ~ue la rea­daptación fue simple y rápida. 1

La aplicación del reglamento de la mi­licia en todo el territorio nacional debíaconvertir a ésta en el cuerpo armado aso­ciado al sistema constitucional cuyosprincipios e intereses eran compartidos es­pecialmente por los individuos que for­maban parte de las milicias, pertenecientesa una clase media que crecía a la sombra

51 Chust, "Miljcia", 2002, pp. 361-379.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

del nuevo sistema económico. Todo locontrario de lo representado por el EjércitoTrigarante que si bien, como ya hemosseñalado, se caracterizó por su heteroge­neidad, se regía todavía por las antiguasordenanzas, lo que en parte también pro­vocó conflictos internos.

El enfrentamiento más directo entreel ejecutivo y el legislativo por el desarro­llo de una milicia cívica fuerte frente a L1nejército carente de fondos,que el Congresopretendía debilitar, tuvo lugar en la discu­sión que se planteó sobre la defensa delpaís. Después de la propuesta presentadapor el secretario del Despacho de Guerra,el Congreso decidió entrar en la cuestiónsobre la reorganizaciónde las fuerzas arma­das a escala nacional. Durante el debate,que se extendió a lo largo de varios días, seexpusieron cuestiones significativas paraentender el ambiente de inestabilidad delmomento y la inseguridad que los dipu­tados sentían respecto a la continuidaddel régimen constitucional, así como ladesconfianzade muchos respecto a la figu­ra de Agustín de Iturbide y viceversa.

MlIlCIA dvrCA O EJÉRCITO PERMANENTEEN LA DEFENSA DE LA NACIÓN

El 22 de marzo de 1822 el secretario delDespacho de Guerra informó al Congresosobre el número y la clase de tropas que laRegencia consideraba necesarias parallevara cabo la defensa del país. En el informe seargumentó la existencia de numerosos pe­ligros que amenazaban la independenciadel país, como posibles invasiones promo­vidas por el gobierno inglés o español, y lainestabilidad de algunas zonas internas,como las provincias del norte por la situa­ción permanente de guerra contra las tri-

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bus indias, o las mismas Californias, queaún no habían presentado el juramento alnuevo gobierno. La pretensión era queunos 35 900 hombres formaran el ejércitopermanente y que, al mismo tiempo, seactivara la milicia, tantO local como pro­vincial, pero con un número menor decomponentes que aquél. El Congreso tras­ladó el informe a la comisión de guerra,que fue la encargadade instruirse y decidirsobre la opción más adecuada. Para mejorconocimiento del asunto y deja situacióndel país, así como de sus necesidades rea­les, el Congreso resolvió que se agregase ala comisión correspondiente un diputadopor cada provincia.52 Unos días más tardela comisión presentó el dictamen con susdeliberaciones donde manifestó su discon­formidad con la propuesta presentada porla Regencia y se resolvió que la defensadel país recayera, principalmente, sobrela milicia cívica cuyo número de compo­nentes sería mayor que el grueso del ejér­cito permanente , es decir, 35 000 hombresconstituirían la milicia cívica frente a unos

52 Los diputados agregados a la comisión de gue­rra fueron: Agustín Paz, por México; Osares, por Que­rétaro; Pab lo Anaya, por Guadalajara; José IgnacioEsteva, por Veracruz; Castellanos, por Mérida;JavierBustamante, por Oaxaca ; José María Septién, porGuanajuato; Ignacio Izazaga, por Valladolid; Condede Peñasco, por San Luis Potosí; Franc.isco García,por Zacatecas; Guridi y Alcacer, por Tlaxcala; JuanBautista de Arizpe, por Monterrey ; Manuel Guriérrsz,por Nuevo Santander; Ramos de Arizpe, por Coahui­la;Guerra, por Texas;Francisco Velaseo,por Durango;Juan Miguel Riesgo, por Sonora; Francisco Rivas, porNuevo México; Martínez de Vea, por Alta California;Ortiz de la Torre, por Baja California; Manuel de Te­rán, por Chiapa; Manuel Flores, por Quesaltenango,y Larrabe por Guatemala. Actas, 1980, t. n, sesióndel 15 de abril de 1822, pp. 29-30.

53 lbid., sesión del 29 de abril de 1822, p. 119.

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20 000 soldadosprofesionales." La resolu­ción de la comisión supuso en realidad unduro golpe al intento, por parte de Iturbi­de, de contentar y favorecer al ejército,pero el comportamiento inestable y sospe­choso de éste unido a la desconfianza quealgunos diputados mostraban hacia dichaalianza influyó en la decisión de los dipu­tados que integraron la comisión. Enaquellas fechasse habían difundido los m­mores sobre el propósito de coronar alregente.

El primer debate en torno a esta cues­tión transcurrió el 13 de mayo de 1822con la presencia de los secretarios de losdespachos de Hacienda, Guerra y Rela­ciones Exteriores; la discusión se dilatóhasta el día 18. Hacía escasamente unasemana que había comenzado la aproba­ción del reglamento de la milicia cívica,muy similar en todos sus artículos, comoya hemos reseñado, al reglamento que so­bre la milicia nacional aprobaron las Cor­tes de Cádiz.54

Desde el comienzo de los debates seperfilaron dos posturas definidas con arre­glo a las dos propuestas existentes, la pre­sentada por la Regencia y la expuesta porla comisión . La argumentación de la Re­gencia sobre la presencia de los peligrosenumerados se convirtió en una parte im­portante del discurso desplegado por losdiputados, puesto que de su posibilidadreal dependía la necesidad de formar unejército permanente dotado de mayor omenor contingente. La invasión por partede una potencia marítima como Inglaterrase percibió como una posibilidad debidoa la proximidad de algunas tropas inglesas

,4 Chust, "Milicia", 200 2, pp. 361-379. Sobrelos temas americanos en las Cortes de Cñdiz véase delmismo aut or, Cuestién, 1999.

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asentadas, de acuerdo con los diputados,en Jamaica, y por el interés que este paísmostraba ~or el dominio del mercadoamericano . 5 Pero el mayor peligro, siem­pre de acuerdo con los diputados iturbi­distas, lo representó el riesgo de sufrir unainvasión por parte del ejército españoL Lacercanía de Cuba, por donde se suponíaque las tropas podían preparar un ataque,y el hecho de que todavía por estas fechasla fortaleza de San Juan de Ulúa estuvierabajo dominio español hizo temer lo peor.A esro había que añadir el inconvenientedel gobierno constitucional español quese negaba a reconocer la independencia delos territorios americanos.

Es indudable el recelo y temor que al­gunos representantes mexicanos mostraronen sus discursos teniendo presente lo ante­riormente expuesto, y dado que por esasfechas ninguna potencia europea, y tam­poco Estados Unidos, había reconocido laindependencia del país.56 Lasinquietantesnoticias que llegaban a oídos de los dipu­tados mexicanos no hacían más que con­firmar esta idea. Para Carlos Ma. de Bus­tarnanre las palabras pronunciadas por elconde de Toreno en las Cortes españolaseran más que significativas de la posturade esta nación respecto a México : "Espa­ña desplegará toda su energía para de­sarrollar su fuerza moral y su fuerza físicasobre nosotros (los rnexicanosj't.?? Busra-

55 Aetas, 1980, t. n, sesión del 13 de mayo de1822, pp. 209- 241. .

56 lbid., sesión del 15 de mayo de 1822. En estasesión el diputado Hipólito Odoardo protestó algobierno porque todavía en esras fechas no había en­viado comisionados al resto de los países para solucio­nar los problemas de las relaciones exteriores.

>7 lbid., sesióndel 13 de mayo de 1822, pp. 211­217.

EJÉRCITO y MILICIA CrVICA

manre, aunque conocía el estado de pobre­za por el que atravesaba la antigua metró­poli, desconfió de sus intenciones al cono­cer, según sus palabras, que en Filadelfiase habían impreso folletos en los que elministro Luis de Onís exhortaba a Españapara que vendiera en pequeñas porcionesparte de América al resto de las potencias,lo que desembocaría inevitablemente enuna guerra contra España o bien contralas supuestas potencias compradoras siMéxico quería preservar su independencia.Para el diputado José Ma. Bocanegra elcomportamiento de España respecto a lano aceptación de la independencia era deltodo incoherente con las ideas liberalessurgidas en el momento de la guerra con­tra el francés, en referencia a las Cortes deCádiz y su Constitución, y desconfiabade los diputados españoles, que en su opi­nión "son más que liberales en Españapero serviles servilísimos para América". 5R

No menos importante fueron los peli­gros internos enumerados que ponían enriesgo la integridad nacional y el gobiernovigente. El irurbidista Pedro Lanuza desta­có la inseguridad que se vivía en las pro­vincias fronterizas del norte debido a lafalta de control sobre las tribus indias queaún no habían sido civilizadas, mientrasque las Californias todavía no habían ju­rado su independencia y adhesión al nuevorégimen, recalcando además la situacióndel Castillo de San Juan de Ulúa bajo elmando del coronel Dávila.P" Al mismotiempo, el diputado Santiago Alcocer des­tacó que en el país permanecían todavíanumerosos enemigos del gobierno y de la

>R lbid., exposición del diputado Bocanegra,p.230.

>" [bid, pp. 218-219. Véase Or tiz, "Defensa",2002, pp. 155-196.

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independencia que esperaban una opor­tunidad para entrar en guerra, lo que vienea traducirse en la necesidad de un ejércitofuerte y numeroso que pudiera contrarres­tar estos peligros.P'' Si reconocemos todosestos inminentes riesgos como reales, lasituación del país era potencialmente com­prometida, pero contradecía lo expuestopor Irurbide en los primeros discursos quehizo a la nación rras el triunfo de la ind e­pendencia.v' Esta incoherencia resultó sos­pechosa pata algunos diputados queintuían en la actitud del gobierno, y parti­cularmente en la del regente Iturbide, unintento por reforzar su poder a través delfortalecimiento del ejército. Uno de esosdiputados fue Hipólito Odoardo, de quienharemos referencia más adelante.

la aceptación de la amenaza no inclinóa los diputados hacia la misma conclusiónrespecto de en quién debía recaer la defen­sa de la nación. Para lanuza era esencial laformación de un ejército permanente po­deroso que defendiera al país de estospotenciales enemigos. Era partidario deun gobierno fuerte que se hiciera respetartanto a escala internacional como dentrodel país, afirmación que nos lleva a dedu­cir la defensa del centralismo frente a lasvoces de disconformidad que empezabana surgir de las provincias pOt el controlde su gobierno local. Para conseguir estoy de acuerdo con su argumentación, lomás conveniente era la formación de unafuerza coercitiva que sostuvi era y aplicarasus dec isiones entendiendo que la miliciacívica sólo podía considerarse como unaayuda extra en caso de necesidad:

60 Actas, 1980, t. 11, sesión del 15 de mayo de1822, pp . 259-268 .

ó l Discurso de 1turbide en Gutiérrez, Papeles.

1977.

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Por otra parte, no perdamos de visra que lasautoridades no son respetadas cuando no tie­nen fuerza que las sostenga: no las tengamosparaobrar, pero las necesitamos para imponer.Todas las revoluciones, dice un sabio políticoveneciano, tuvieron su origen en el despreciocon que se miró a los que mandaban.V

De este modo, Lanuza se inclinó haciael fortalecimiento del poder ejecutivo den­tro de la separación de poderes, contravi­niendo en realidad las actuaciones genera­les del Congreso que estuvieron dirigidasen la mayoría de los casos a limitar el po­der del ejecutivo frente a un legislativoque debía ser dominante, como correspon­día al representante de la soberanía de lanación. Por otro lado, Lanuza reconocióque la indisciplina del ejército podía resul­tar un arma peligrosa pero , asimismo, afir­mó que la solución venía determinada porhacer cumplir las ordenanzas con energía.En su opinión, el ejército era un instru­mento que había que saber controlar y através del cual se imponían las decisionesy las medidas aprobadas. Del mismo sen­tir respecto a la importancia del ejércitofueron los diputados )oséMa. Bocanegray Antonio Valdés. Ambos confiaban úni­camente en la buena preparación del ejér­cito profesional para hacer frente a la con­tienda y, de este modo, coincidían en quesu establecimiento sería el único modo enque el país lograra ser respetado por el res­to de las naciones extranjeras. Lanuza des­tacó nuevamente la ausencia de fondoscomo un problema para poder sufragar elgasto del ejército, pues la comisión deguerra había hecho uso de este argumentopara favorecer la formación de la milicia

62 lletas, 1980, t . 11, sesión del B de mayo de1822, p. 224.

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cívica, pero sin dar una alternativa al pro­blema suscitado, optó por culpar a laJun­ta Suprema de la supresión de las con­tribuciones consideradas injustas, sinhaberlas sustituido por otras propias deun sistema liberal.

Aunque en las aetas ~o se incluyen losdiscursos expuestos por los secretarios deDespacho, las respuestas de los diputadosdan idea de los nwnerosos peligros quepresentaron como posibles. Además, enuna carta que, con motivo de esta discu­sión, Irurbide dirigió al resto de los miem­bros de la Regencia, y que posteriormentedebía ser enviada al Congreso para su in­formación, afirmaba que

por Wallis nos amenazan los ingleses; porTejas se interesan nuestros vecinos; por variospuntos de la frontera Oriente las nacionesbárbaras, por Guatemala la anarquía, por lasCalifornias los rusos, por Veracruz los espa­ñoles, por las provincias la guerra civil, ypor rodas partes todas las naciones de Euro­pa, los embajadores se retiran del país quenos reconoce, en Cádiz se apresan buques dela armada, en Madrid nos llaman traidores,en Londres, París y lisboa hay emisarios denuestros antiguos dorninadores.v'

Además de esta enumeración, en laque trató de convencer al resto de la Re­gencia de la necesidad de la fuerza armada,atacó al Congreso indirectamente haciendoreferencia a la situación por la que atrave­saba el país sin una Constitución, sin ejér­cito, sin Hacienda debido a los problemaseconómicos y sin separación de poderes,según destacó, solicitando al final del es-

6.' Carra de Irurbide dirigida a la Regencia fecha­da en México el 15 de mayo de Hl22 en Cuevas, Li­~tadw, 1947, pp. 341-342.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

crito que el ejército se integrara de 35 000hombres. Lo cierto es que los problemaseconómicos eran evidentes y acuciantes,pero la aprobación de un gran contingenteno iba a ayudar a la Hacienda nacional ytodavía, a estas alturas, el Congreso no ha­bía iniciado la redacción de una constitu­ción propia, pues, aunque relevante, pate­cía de momento más preocupado en suposición y el gobierno vigente para su per­durabilidad en el tiempo.

En contraste con esta exposición, Car­los Ma. de Bustamante apoyó el dictamende la comisión considerándolo el másapropiado debido a las circunstancias porlas que atravesaba el país, pues la inexis­tencia de recursos bacía inevitable que seprefiriera la implantación de la miliciacomo método más económico. Solicitó lareducción de la tropa a 20 000 hombres,pues confiaba en lo abrupto de las costasmexicanas como la mejor defensa, lo queimpediría los desembarcos de las tropasextranjeras, así como en lo complicado dela geografía interior del país. Pero másque la confianza en la orografía fue la des­confianza en el Trigarante lo que le llevóa sostener la propuesta de la comisión. Apesar de todo, la falta de recursos era unproblema real que debía ser solucionadocuanto antes, por ello presentó su particu­lar propuesta:

la baca América Isic] se ha ordeñado sin pie­dad: hánsele secado las ubres, y no dará yamás leche si no se le suministra alfalfa enabundancia: el pasto jugoso que le hará pro­ducir, será facilitar el comercio, minorandotodo lo posible los derechos, amparando laindustria y protegiendo la propiedad.v?

64 Actas, 1980, t . 11, sesión del 13 de mayo de1822, pp . 211-217 .

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De acuerdo con su argumentación, losnuevos valoresque se pretendían potenciardentro de la sociedad debían ser protegi­dos por un cuerpo que dependiera directa­mente del legislativo como representantede la soberanía. Declarado republicano yantiitur bidista, Bustarnanre puso en dud aen más de una ocasión las intenciones deIrurbide, de quien desconfiaba y conside­raba representante de los valores más tra­dicionales. Es por ello que su inclinaciónpor la mili cia cívica fue no sólo una cues­tión económica, sino que desde su puntode vista implicaba la vigencia, o no, delsistema constitucional establecido. Bus­tarnante dirigió un escrito a Irurb ide en elcual debió pedirle o aconsejarle que no seopusiera a los decretos y decisiones apro­bados en el Congreso. Disponemos de larespuesta que Irurbide dio al diputado ,fechada unos meses después de que se die­ra esta discusión y que es muy sign ifica­tiva sobre la relación entre ambos cuerpos:

pero perrnfrarne usted [Carlos Ma. de Busca­mantel le diga que mi delicadeza se resientede que se me considere capaz de abrigar dedisconformidad con el soberano; respeto pro­fundam ente la volunta d ge neral, y no haréningún sacrificio en someterme a ella, ante spor el contrario nada más deseo que ver lasleyes que diere para obedecerlas y cum plirlasgustosísimo,

¿Por qué me hacen ss el agravio de con­siderarme tan estúpido que no conozca lasbondades de la unión ? L..)persuádase UStedde q ue no soy tan inconsecuente qu e qui eradest rui r m i hechura; de que soy más adictoal Congreso que los que me creen su enemi­go; que lo sostendré a la pat de las garantíasque dan nombre al ejército que mando. Quesoy yo un apreciador verdadero de estas cor­poraciones milagrosas de la política y la sa-

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biduría. Si pesamos en la balanza de la jus­ricia con impa rcialidad y sin prerensionesmi razón y la de ellos, que, sin saber el mo­tivo se declararon. Aborrecedores de mi per­sona, me parece que la decisión será favora­ble . Amo al Congreso, veo en él el baluartede la liberr ad , la esperanza de la patria , deesta patria que es m i ído lo. Pero algunosde los que lo componen, asestan contra mísus ti ros, juro que no soy enem igo de ellos,que les he dado pruebas de estimación, y lesserviré cuando pueda como amigo, si mi re­presentación les ofende, todo lo dejaré al fin.Sólo me sirve de paso, si esto puede tranqui­lizarlos y uniformar sencirnieruos.r"

Se presentaron en el debate otros dis­cursos mucho más contundentes y dirigi­dos a frenar la formación de una fuerzacoercitiva de la que pudiera valerse cual­quier persona para implantar un régimende corte autoritario, o que pud iera ponerfreno al poder y las decisiones del legislati­va. Odoardo, mucho más explícito en susdisertaciones, expresóel temor que produ­cía en algunos d iputados qu e la fuerzaarmada depend iera directamente del eje­curivo . En relación con los peligros ex­puestos , no creyó posible que se produje­ran las invasiones que tan exageradamentela Regencia había referido en su informepara justificar su proposic ión.?"

Contraviniendo la opinión del regentey de acuerdo con H ip óliro Odoardo, lasúnicas potencias que tenían capacidad parallevar a cabo una conquista eran las ma­rítimas y el interés de éstas; haciendo es­pecial referencia a Inglaterra, se inclinaba

6' "Al señor don Carlos María de Busrarnante"en Cuevas, Libertador, 1947, pp. 354-355.

66 Discurso de Hip ólito Odoardo en AcInJ, 1980,t . !J, sesióndel 13 de mayo de 1822, pp. 234-241.

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más por lo comercial. En su opinión, unmercado de 16 000 000 de personas podíaresultar útil y beneficioso para cualquiernación. En cuanto a una invasión de paísescomo España y Rusia no creía que fueseeconómicamenre viable, razón por la cualdescartaba dicho argumento, al mismotiempo confiaba en que Estados Unidosrespetara la frontera limítrofe con Méxicosegún el contenido del Tratado de Wash­ington, en e! cual quedaron delimitadaslas fronteras entre ambos países. Tras estaargumentación, y una exposición sobre lamaltrecha situación económica por la queatravesaba la nación, descartó sostener unejército permanente que obligaría a tenerque aprobar unas contribuciones insoste­nibles para la población. La milicia cívicaresultó para él la alternativa más adecuaday, de acuerdo con sus palabras, la máscompatible con el periodo por el que atra­vesaba el país. Es decir, la milicia era elcuerpo armado más adecuado para defen­der los principios liberales por los que seregía ahora e! gobierno.

La exposición que el ministro de Gue­rra repitió en esta misma sesión, radicalizóaún más el discurso de Odoardo. Si bienen las actas no se incluye la disertacióndel ministro, la respuesta de Odoardo esmás que significativa para intuir su con­tenido. El ministro, en representación dela Regencia y fiel a su propuesta inicial,volvió a insistir en los peligros que ace­chaban al país reiterándose en su propues­ra sobre la composición de! ejército. Deacuerdo con su informe, la milicia todavíano se había establecido y tal operación ne­cesitaba de tiempo y recursos, cosas de lasque carecíael país. Hipólito Odoardo pro­testó enérgicamente por e! comportamien­to de! gobierno por hacer uso de un infun­dado temor a las invasiones, exponiendo,

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

al mismo tiempo, la falta de interés de laRegencia por el cuidado de las relacionesexteriores, puesto que todavía no habíaenviado ningún com isionado al extran­jero para solicitar e! reconocimiento de laindependencia. Recelando del gobierno,e! diputado se dirigió al Congreso requi­riendo que el ejército permanente fueramenos dependiente del ejecutivo y se so­metiera al legislativo: "La milicia perma­nente, por ahora unida a la nación L..J cone! tiempo podría degenerar de sus patrióti­cos y loables sentimientos, y ser un instru­mento en manos del gobierno para des­truir las libertades de los pueblos. "67 Losenfrentamientos cruzados habían llegadoen este punto a su culminación con lasacusaciones directas. Es obvio que se tratade conjurar el peligro del cesarismo.

En la misma línea, e! diputado Fran­cisco Tarrazo insistió y resaltó la peligro­sidad de un ejército numeroso si no eraestrictamente necesarioy, a su juicio, no sehabía demostrado que así fuera puesro queéste había sido en muchas ocasiones "e!instrumento de que se había valido unusurpador para subyugar un país libre".6R

A medida que avanzaron los debaresla cuestión económica pasó a un plano se­cundario frente al temor de que el ejércitofuera empleado para poner fin al sistemade gobierno vigente. El 17 de mayo e!Congreso aprobó por votación que el ejér­cito permanente se dotara con 20 000hombres y que la milicia local y provincialfueran reactivadas y rearmadas con unaadjudicación de 30 000 hombres. El Con­greso se había vuelto a oponer abierta­mente a las propuestas de Agustín deIturbide.

67 lbid., pp . 263- 264.6" lbid., sesión del 15 de mayo de 1822 , p. 257.

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Estas deliberaciones en el seno delCongreso no gustaron al ejército acanto­nado en la ciudad, ni tampoco debieronde ser del agrado de Iturbide. Los debatessobre el resto del articulado relativo a lasfuerzas armadas quedaron paralizados enese momento a causa del levantamientomilitar. El 19 de mayo el presidente delCongreso citó a los diputados para queasistieran a una reunión extraordinaria conel fin de leer un oficio del ministro deGuerra en el que informaba sobre el mani­fiesto firmado por algunos generales, jefesy oficialesdel ejército del imperio, existen­tes en la capital, que habían decidido pro­clamar a Agustín de Irurbide emperadorde la América mexicana y solicitaban queel Congreso deliberase sobre tal decisión/?'

Tras la lectura de dicho manifiesto seprocedió a la lectura de otro, esta vez de

69 lbid., sesión extraordinaria del 19 de mayo de182 2. Los firmantes del manifiesto eran: Pedro Celes­tino Negrete , Manuel Sotarriva, Anastasia Bustaman­te, Luis Quintanar, Manuel María de Torres, DiegoGarcía Conde, Margués de Vivanco, José A. de Echá­varri , Joaquín Parres, José Armijo, Rafael Ramiro,Ignacio del Corral, Conde de S. Pedro Alama, JoséMendivil, José F.Guerra de Manzanares, Pedro Orero,Francisco de las Piedras, Francisco M. Hidalgo, JoséA. Mariauda, Diego Rubín de Celis, ]osé María Gon­zález Arebalo, Mariano Paredes Arrillaga, Manuel dela Liara, Ramón Carrillo, José Mariano Guerra, JoséMaría Quintero, Tomás Illanez, Carlos de U rruria,Antonio Ruiz de Esparza, Santiago de Menocal , Fran­cisco de PauIa Tamariz, Miguel Soto , Miguel Caba­lero, Margués de Salvatierra, Bonifacio de Hasta,Vicente Domínguez, José Camino, José Guadalupede Palafox, Margues de Casa de Cadena, Berna rdoAmar, Margués de Ul uapa, Ramón de Rey, Juan J.Ru bio, José María de Gondra, Vicente del Rivero ,Narciso Son de Sans, José María Mendiola, FélixMaría Survarán, José María Quintana, Mateo QüiltyValois, Mariano Chico, Ignac io de la Blanca, Juan de

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Iturbide, en el que se dirigía al pueblode la ciudad de México comunicando ladecisión que había tomado pero que es­peraba ver ratificada por la nación, es decir,que debía dejarse deliberar al Congresosobre el tema. La primera duda suscitadapor los diputados reunidos en el Congresofue la existencia de quórum suficiente paraque pudiera votarse en la reunión; final­mente se optó por admitirlo. Es importan­te esta cuestión porque en el futuro, unavez que Iturbide hubiera renunciado comoemperador y el Congreso hubiera sido res­tablecido, uno de los alegatos argumenta­dos para afirmar la ilegalidad de la corona­ción hubiera sido la falta de quórum enel Congreso el 19 de mayo, razonándoseque los diputados fueron presionados yforzados a ratificar la investidura. Sea cier­to o no, resulta evidente que los diputadoscarecieron de libertad para reprobar talacto a juzgar por el contenido de las actas.Al parecer, la población de la ciudad rodeóenfurecida el edificio del Congreso incre­pando a los diputados para que aceptarana Agustín de Iturbide como emperador.Los representantes debatieron celebrar lasesión a puerta cerrada pero la multitudagolpada no lo permitió. Para contener ycontrolar al gentío, una comisión de cua­tro diputados ruvo que solicitar a la propiaRegencia que se responsabilizara de la se­guridad de los representantes de la naciónpara que pudieran deliberabar con inde­pendencia. La comisión no obtuvo unarespuesta tranquilizadora hasta que el pro­pio Iturbide fue invitado a asistir a la se­sión extraordinaria. La falta de libertad

Aragó, Francisco Olmedo, Pablo Undu, José MaríaFernánd ez, José R. Malo, Juan de la Peña y del Río,Manuel de Lebrija, Manuel F.Casanova, Alvino Pérez,José Bernal, José Falcó y Escandón y José Portillo.

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para debatir y el interés de Iturbide pormantener a la masa exacerbada fueron evi­dentes. ¿Y qué libertad podía esperarse delos representantes si tenían que 'exponersu argumentación entre el gentío y frentea la misma persona que el ejército habíaelegido ya como emperador?

El primer diputado en tomar la pala­bra fue Guridi y Alcocer, el viejo doceañis­ta, quien a pesar de su apoyo a Iturbideactuó con prudencia y expresó que lospoderes de los representantes de la nacióneran limitados y no podían aprobar unadecisión de tal relevancia sin consultar consus respectivas provincias, y era precisolegitimar ese paso con el mayor númerode apoyos. Una opinión similar fue el ma­nifiesto presentado por José de San Mar­tín, José Ignacio Guriérrez, Manuel deTerán, José Mariano Anzorena y FranciscoRivas. Pero estas proposiciones fuerondesechadasentre el griterío de la poblaciónque ocupaba las graderías. Cabeseñalar quealgunos de los representantes más enfren­tados a Iturbide no se encontraban presen­tes en la sesión, como Carlos Ma. de Bus­tarnante, probablemente por temor a serarrestados o por miedo a una posible reac­ción de la multitud.

Posteriormente un grupo de diputa­dos, a instancias de Valentín Gómez Fa­rías, suscribió una proposición a favor dela coronación de Iturbide al consideraranulado el contenido de los Tratados deCórdoba, en los que se invitaba a algúnmiembro de la monarquía española a rei­nar en México, al no haber sido reconoci­da la independencia.?" Entre los firmantes

70 lbid., sesión extraordinaria del 19 de mayo de1822. Los diputados que suscribieron la proposiciónfueron : Valentín Gomez Farías, Pascual Aranda, elconde de Peñasco, José Antonio de Castaños, José

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encontramos a claros irurbidistas que conanterioridad habían apostado por la im­plantación de un ejército permanente-Pedro Lanuza , Santiago Alcocer o JoséMa. Portugal- pero también diputadoscomo Valentín Gómez Farías y José MaríaBocanegra, ambos republicanos, que acep­taron lo planteado tal vez por la presióndel momento, tal vez porque aún no te­nían clara su posición frente a Agustín deIturbide o porque ésta parecía la soluciónmás adecuada para preservar el orden es­tablecido al incluir la propuesta un lla­mamiento a Iturbide para que jurase obe­decer la Constitución, las leyes, órdenes ycualquier decrero que emanase del Con­greso. La posición de algunos de los fir­mantes cambiaría rápidamente tras al­gunas decisiones políticas adoptadas en elfuturo inmediato por Iturbide. La diso­lución del Congreso y la detención dealgunos diputados impulsaron a los repre­sentantes del partido borbonista y repu ­blicano a unirse para conseguir el derro­camiento del emperador. Muchos de losfirmantes de este decreto serían los prime-

María Cobarrubias, SaJvador Porras, Ignacio Iza7.aga,Bernardo J. Benites , Santiago Alcacer, Marr ínez deVea, el marqués de SanJuan de Rayas, Lino Fregoso,O rtiz de la Torre, doc tor Agustín Iriarre, AntonioGalici u, José Amonio de Andrade, Manuel Sánchezdel Villac, José Amonio Aguilar, José María de Abar­ca, Ramón Marrínez de los Ríos, Man uel J osé deZuloaga , Rafael Pérez del Castillo, Francisco Velasen,José María Ramos Palomera, Argandac, Pedro Lanuza,Juan Miguel Riesgo, Camilo Camacho, Manuel Ig­nacio del Calleja , José Ignacio Estev a, José MaríaPortugal, José Anselmo de Lara, Bocanegra, DiegoMoreno, Luciano de Figueroa, Manuel López Constan­te , José Rudesindo de Villanueva, José Joaquín deGárare, Peon y Maldonado,José Ponce de León, Ma­nuel Flotes, Gaspar de Ochoa, Labairu, Pedro Celis,Garza, Martín de Inclán y Amonio J. Valdés.

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ros en aprobar posteriormente la anulaciónde lo sucedido. Caberesaltar que entre losfirmantes de la propuesta estaban algunosdiputados que habían pertenecido a la co­misión de guerra que había presentado elproyecto en el que se otorgaba a la miliciala defensa del país. Al parecer son los quediscreparon de la decisión mayoritaria,puesto que, por ejemplo , Santiago Alcocerexpuso en los debates sus opiniones con­trarias a la propuesta de la mayoría de lacomisión de guerra a pesar de haber perte­necido a ella.

Los representantes de la nación ratifica­ron la coronación de Iturbide. El partidoiturbidisra y el ejército desaprobaron lasúltimas medidas sancionadas por el Con­greso y vieron una salida a la situación en­cumbrando a Iturbide, hasta convertirloen emperador. Así, esta facción se aseguróla implantación de una monarquía cons­titucional y evitó el establecimiento de larepública.

La coronación de Agustín I no puso fina los rocesentre éste y el Congreso. El en­tonces emperador trató de poner freno a laimplantación de las milicias retardandoel envío del decreto a las provincias, mien­tras que a su vez el Congreso intentó limi­tarle el poder y no se le concedió derechoa veto, como hemos visto. Las públicas dis­crepancias llegaron a su punto culminantecon la detención de algunos de los repre­sentantes de la nación acusados de cons­pirar contra el sistema establecido. La res­puesta del Congreso a esta arbitrariedadfue contundente y llevó a Iturbide a optarpor disolverlo y formar una Junta Nacio­nal Instituyente que tendría como princi­pallabor la formación de una constitu­ción y de una nueva convocatoria a Cortes.

Esta acción tuvo consecuencias insos­pechadas para el emperador. LaJunta Ins-

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tituyente careció de legitimidad y ni si­quiera obtuvo el consentimiento del restode las provincias, que no habían celebradoelecciones para elegir a sus miembros. Lasprovincias, que ya habían mostrado surechazo al Congreso por su inoperancia yfalta de representación proporcional, mos­traron su oposición a la situación.

La política centralista de lturbide, jun­to con las medidas fiscales aprobadas-como los préstamos forzosos- provocaronun malestar generalizado que fue aprove­chado por el general Santa Anna el Ldediciembre de 1822, al desconocer al go­bierno de Iturbide y exigir la reinstala­ción del Congreso suprimido. El pronun­ciamiento desembocó en el Plan de CasaMata donde fueron reconocidas las autori­dades locales y se instó ya no a la reinsta­lación del Congreso, sino a la formación deuno nuevo donde estuvieran representadastodas las provincias. La adhesión al Planfue rápida al recoger las ansiadas aspiracio­nes de los gobiernos de lasprovincias quevieron reconocido su poder. Se puso demanifiesto, asimismo, que Iturbide sóloejerciera el control efectivo del ejércitopermanente acantonado en la capital.Aunque en ningún momento se atentócontra su persona, el resultado del pronun­ciamiento fue la reinstalación del Congre­so y la salida de lturbide de la capital paraga:antizar la libertad de deliberación delmismo.

Reinstaurado el Congreso, una de susprimeras actuaciones fue declarar nulos elPlan de Iguala y los Tratados de Córdoba,así como la coronación del emperador porconsiderarla resulrado de la fuerza al tiem­po que se creó un nuevo poder ejecutivo .Lanueva situación política planteada, conlas fuerzas de las provincias, separó a losdiputados en nuevas facciones o partidos.

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Los republicanos se dividieron en centra­listas y federalistas, uniéndose a la primerafacción los diputados monárquicos, mien­tras que los iturbidistas pasaron mayori­tariamente a formar una causa común conlos federalistas sin renunciar, algunos deellos, a defender la figura de Iturbide.?'

El Congreso, que sólo fue reconocidocomo convocante de uno nuevo, se negó aaceptar este hecho. Tal testarudez llevó alas provincias a desafiaral gobierno centralhaciendo uso del sistema defensivo aplica­do, es decir, armando a las milicias con elfin de reforzarsu poder e influir en el Con­greso y en el gobierno central. El miedo ala fragmentación del imperio y la presiónde los diputados que defendieron la actua­ción de sus gobiernos locales empujó alCongreso a aprobar una convocatoria paraelegir a uno nuevn" Mientras las miliciasprovinciales se convirtieron en la fuerzaarmada de los respectivos gobiernos loca­les, el ejército profesional se movilizó afavor del gobierno central y se convirtióen su instrumento para pacificar las pro­vincias, aunque nunca hubo necesidad deun enfrentamiento directo entre ambasfuerzas.?"

La Constitución de 1824 recogió todaslas ordenanzas relativas a las fuerzas ar­madas durante este primer periodo consti­tucional e introdujo el establecimiento deun ejército profesional junto con una mili­cia activa en sus dos vertientes, provincialy local. El ejecutivo creado podía disponerde la milicia provincial en caso de algunanecesidad con el objetivo de garantizar laseguridad interior y exterior. Igualmentepodía disponer de la milicia local para pto-

7 1 Alamán, Historia , 1942, t. V., p. 706 .72 Ferrer,Formación, 1995, pp. 144-145.73 Sordo, "Congreso", 2003, p. 139.

EJÉRCITO y MILICIA CíVICA

teger el orden establecido pero bajo previopermiso del Congreso y en caso de quenecesitara de ella fuera de sus estados.?"El nuevo estado federal surgido tras el Plande Casa Mata llevó a la práctica las pro­puestas presentadas hasta entonces por losdiputados del Congreso Constituyente.

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74 Constitud on de1824, artículo HO .

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