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    Anlisis de casos. La protesta social en Argentina Titulo

    CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Compilador/a o Editor/a Autor(es)

    OSAL, Observatorio Social de Amrica Latina (no. 5 sep 2001) En:

    Buenos Aires Lugar

    CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial/Editor

    2001 Fecha

    Coleccin

    Sociedad Civil; Conflictos Sociales; Protesta social; Argentina; Temas

    Artculo Tipo de documento

    http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/osal/20110210065134/2analisis.pdf URL

    Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genrica

    http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

    Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO

    http://biblioteca.clacso.edu.ar

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)

    Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)

    www.clacso.edu.ar

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    / Septiembre 2001

    Claudio LozanoContexto econmico y poltico en la

    protesta social de la Argentina

    contempornea

    Ana C. DinersteinEl poder de lo irrealizado.

    Elcorte de ruta en Argentina y el

    potencial subversivo de la mundializacin

    Adrin Scribano y Federico SchusterProtesta social en la Argentina de 2001:

    entre la normalidad y la ruptura

    Ricardo Spaltebergy Vernica Maceira

    Una aproximacin al movimiento

    de desocupados en el marco

    de las transformaciones

    de la clase obrera en Argentina

    Gloria RodrguezUn Rosario de conflictos.

    La conflictividad social en clave local

    La protesta

    social enArgentina

    An s s...

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    Es objeto de estas notas presentar elementosque permitan dimensionar las condicionesque exhibe la crisis actual de la Argentinacon el fin de situar adecuadamente el ca-rcter, los contenidos y perspectivas que se

    le plantean a la protesta social en este pas. Es imprescindi-ble para esto situar algunas definiciones en torno al proce-

    so estructural, ubicar en ese marco las polticas que imple-menta hoy el oficialismo gobernante y observar el conteni-do que adoptan las luchas de confrontacin con el rumbohoy dominante. Esto permitir a su vez observar las diferen-cias sustantivas que distinguen al momento actual respectode la ltima crisis profunda vivida en 1989.

    Es imposible pensar la Argentina sin definir la crisis ac-tual como una crisis de rgimen, cuyos cimientos fueronplasmados en 1976 y cuyos rasgos se consolidaron durantela dcada menemista y se perpetan hasta el gobierno ac-tual. Rgimen instituido por va del ejercicio de la violenciaque los sectores dominantes ejercieran sobre los cuerpos en

    el marco dictatorial (genocidio), que mantuvieran por vadel ejercicio del poder que detentan sobre la economa a tra-vs de la violencia de la moneda (hiperinflacin), y del dis-ciplinamiento social que supone la vigencia de elevadas ta-sas de desocupacin. El cuadro de violencia descrito, acom-paado por el importante papel que cumpliera la corrupcincomo mecanismo capaz de cooptar a parte sustantiva de ladirigencia poltica y social, as como el retroceso generali-zado que a nivel internacional y local tuvieron las concep-ciones sostenidas en estrategias emancipatorias y revolucio-narias, permiti que el rgimen de dominacin lograra a co-mienzos de 1990 un razonable nivel de consolidacin ex-presado en la vigencia hegemnica del discurso y las prc-ticas dominantes. Sin embargo, la crisis actual exhibe al or-den dominante en la ms absoluta incapacidad de reprodu-cirse bajo condiciones elementales de consenso.

    El marco estructural de la crisis actual

    La puesta en marcha de la estrategia neoliberal en nues-tro pas, que data de 1976, supuso el abandono del modelode acumulacin centrado en la sustitucin de importacio-

    nes, fundado en el desarrollo industrial y cuyo destino prin-cipal era el abastecimiento del mercado interno. En sureemplazo se afirm en la Argentina un nuevo rgimen cu-ya caracterstica principal es la valorizacin financiera y latransferencia de recursos al exterior. Dicho rgimen supusoun cambio en la funcin que cumpla el endeudamiento(fundamentalmente externo) que se transform en una op-cin para tomar fondos en el mercado internacional y reco-locarlos, en trminos financieros, en el mercado local obte-niendo altos rendimientos y, consecuentemente, subordi-nando a esta lgica el conjunto de las actividades econmi-cas. Por otra parte este predominio de la inversin financie-ra en detrimento de la productiva, en tanto se dio en un mar-

    co de apertura al ingreso de importados, indujo al extremola destruccin del aparato productivo y consum la desin-dustrializacin con la consecuente expansin del desempleoy la reduccin de los ingresos. Para dimensionar la magni-tud de la crisis provocada por los efectos del ciclo largo devigencia neoliberal en la Argentina, baste con sealar queeste pas tena en 1975 unos 22 millones de habitantes y 2millones de pobres, mientras que hoy con 37 millones dehabitantes se cuentan 14 millones de pobres. Es decir, que

    Contexto econmico y polticoen la protesta social de la

    Argentina contemporneaPor Claudio Lozano*

    / Septiembre 2001

    * Director del Instituto de Estudios y Formacin de la Central deTrabajadores Argentinos (CTA). Secretario de Estudios y Formacinde la CTA.

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    de los 15 millones que explican el incremento poblacionaldel ltimo cuarto de siglo, 12 millones cayeron bajo la lneade la pobreza, dato que permite mensurar el carcter de lainvolucin y regresividad social vigente.

    Este planteamiento no estara completo si no se desta-

    caran, adems, el papel que cumpli el estado y la diferen-cia que se opera en la dcada del noventa. Respecto a lo pri-mero, el estado funcion viabilizando esta lgica de valori-zacin financiera, particularmente a travs de tres tareas: a)estatiz la deuda privada de los grandes grupos empresariosque realizaban la valorizacin financiera; b) mantuvo undficit que al reclamar financiamiento elevaba la tasa de in-ters local por sobre la internacional y viabilizaba las con-diciones para la obtencin de una renta extraordinaria; c) seendeud para garantizar los dlares necesarios que permi-tieran el mantenimiento de un comportamiento de los gran-des grupos empresarios caracterizado por sacar fuera delpas ms divisas que las que ingresaban. Por lo expuesto, el

    proceso de valorizacin financiera y transferencia de recur-sos al exterior slo fue posible en tanto se sostuvo por unapermanente apoyatura fiscal. Es ms, al transcurrir dos d-cadas y media de este funcionamiento, lo que se observa esun estado casi absolutamente condicionado por los interesesy restricciones que esta lgica impuso.

    Respecto a la diferencia que se observa en la dcada delos noventa, corresponde destacar la incorporacin del des-guace estatal (privatizaciones) como un mecanismo queacompa al rgimen de valorizacin financiera permitin-dole tanto al gran capital local como al externo avanzar so-bre parcelas de la economa vigente obteniendo nuevas al-

    ternativas de valorizacin sostenidas en un proceso quetrastocaba la otrora vigencia de determinados derechos decarcter pblico en un objeto ms del proceso de acumula-cin de capital. Este hecho permiti nuevas condiciones deasociacin entre las distintas fracciones del capital, garanti-z el ingreso de importantes niveles de inversin extranje-

    ra, y acompaado por el cambio en las condiciones inter-nacionales y el replanteo de la deuda en el marco delBrady posibilit la contencin del proceso inflacionario,indujo el aumento en los niveles de actividad econmicarespecto a la absoluta cada que se observara en la dcadadel 80, y permiti la obtencin de nuevo endeudamiento

    externo. No obstante, la profundizacin de la apertura co-mercial y financiera, la desregulacin y el proceso privati-zador terminaron de consolidar un esquema que exhibe trescaractersticas bsicas:

    Un nivel de regresividad distributiva de tal magnitudque ha terminado pulverizando el mercado interno dedemanda masiva y que adopta una mayor relevancia enun contexto internacional recesivo. Recordemos que deacuerdo al Instituto Nacional de Estadsticas y Censosel 10% de la poblacin ms rico se apropia de, aproxi-madamente, un 39% del ingreso nacional, y que las es-timaciones privadas que toman en cuenta la subdecla-

    racin propia de los sectores de mayores ingresos lle-van este porcentaje a un 48% del ingreso total.

    Una estructura de precios que determina altas ganan-cias en los sectores de los servicios pblicos privatiza-dos y en el financiero, en detrimento del sector produc-tivo. Este, con la sola excepcin de algunos contadoscasos asociados a la explotacin de ciertos recursos na-turales, vive un claro proceso de discriminacin frenteal valor de la produccin importada.

    Una lgica de funcionamiento econmico donde lasposibilidades de crecimiento de la Argentina son deu -

    da-dependiente. Esto se verifica en tanto el crecimien-to implica una mayor compra de productos en el exte-rior en relacin a la que se vende; una elevacin sustan-cial de la transferencia de utilidades (dado el peso quetiene el capital extranjero); un aumento de los pagos enfletes y seguros; un incremento de la prdida de divisasdebido al gasto de turismo en el exterior y la multipli-cacin de los montos asociados a la fuga de capitalesque, de manera sistemtica, realizan los agentes msimportantes de la economa local. Lo expuesto, que nisiquiera computa los dlares necesarios para afrontar elstock de deuda externa que ya tiene el pas, sirve paraindicar la abultada insuficiencia de dlares que exhibe

    la economa local.

    Es fcil percibir que el desarrollo de este proceso no s-lo profundiz la crisis social y la injusticia en trminos dis-tributivos sino que a su vez llev al extremo las condicio-nes de fragilidad fiscal y de deterioro del pas en trminosde su balance externo (disponibilidad de divisas). No obs-tante, lo ms importante a precisar es que durante todo estetiempo el endeudamiento pblico en la Argentina posibilit

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    la realizacin de ganancias extraordinarias en moneda dura(dlares) por parte de la cpula empresarial exitosa de estetiempo. Nos referimos a los principales grupos empresarioslocales, a las empresas trasnacionales, a los grandes bancosy (agregndose en la dcada del noventa) a los dueos delas empresas privatizadas.

    En este sentido, cada vez que por razones externas-in-ternas o la conjuncin de ambas el acceso al crdito se inte-rrumpe, el mencionado orden es puesto en crisis y la Argen-tina afronta momentos de ruptura o de colapso. As ocurrien 1982 (cambio en la situacin internacional), en 1989(por razones internas que se expresaron como quiebra fiscale hiperinflacin), en 1995 (por el denominado efecto Tequi-la), y vuelve a darse desde mediados de 1998 como efectode la crisis mundial para agudizarse durante el ao 2001 enel marco de un cuadro expreso de insolvencia externa (lasdivisas que el pas genera no alcanzan para afrontar loscompromisos existentes). Es decir, nuestro pas se encuen-

    tra una vez ms en una situacin de agotamiento del rgi-men de valorizacin financiera y, en esta perspectiva, en unmomento de ruptura similar (desde el punto de vista econ-mico) a los que se dieron en los aos que se mencionaronprecedentemente.

    La poltica del dficit cero

    En el marco expuesto, el gobierno ha puesto en marchaun dispositivo de poltica econmica que ha sido bautizadocomo dficit cero. Esta propuesta tiene como objetivo ex-preso mantener a la Argentina en un cuadro de hiper-rece-

    sin a la espera de obtener algn tipo de oxgeno financie-ro externo en el marco de un proceso de reprogramacin dela deuda. El cuadro hiper-recesivo es el nico capaz decompatibilizar la situacin vigente con el respeto estricto delas condiciones de la poltica econmica actual y el mante-nimiento taxativo de las reformas estructurales realizadasque, como ya describiramos, han conformado el carcterdeuda-dependiente del esquema econmico local.

    Al reducir salarios y jubilaciones que dependen del es-tado nacional, esta poltica deprime an ms los ya magrosniveles de demanda domstica y profundiza la cada en losniveles de precios internos y consecuentemente en la activi-

    dad econmica, lo que agudiza el desempleo y obliga a larebaja salarial en el sector privado. Es una estrategia que su-pone un proceso de recesin-deflacin-cada salarial pro-moviendo una devaluacin inversa, es decir, que precios ysalarios caigan respecto al nivel actual del dlar vigente.

    A su vez, como lo expuesto provoca un descenso en larecaudacin fiscal (asociada en los niveles de actividad), laestrategia se ve alimentada una y otra vez. Este cuadro, ade-

    ms de permitir el mencionado proceso de devaluacin in-versa, deprime al extremo los niveles de consumo importa-do y el volumen de excedentes a ser dolarizados por distin-tos conceptos (utilidades, fuga, etc.) permitiendo la mejorade la balanza en cuenta corriente a travs de la expansindel saldo comercial y la obtencin de dlares genuinos que

    reduzcan la necesidad de nuevo endeudamiento externo.

    Por otra parte, al presionar una y otra vez hacia la reba-ja del gasto pblico en razn de la cada en la recaudacin,la propuesta de dficit cero induce la necesidad de pasar dereducciones transitorias (bajas salariales o de jubilaciones)

    hacia transformaciones estructurales que se consuman dehecho (desarticulacin de organismos por desfinanciamien-to, replanteo de la relacin Nacin-Provincias, supresin decontratos, despidos, privatizacin sanitaria y educativa).

    Esta concepcin se articula, de esta manera, con los in-tereses de los dueos de los bonos de la deuda pblica ar-gentina, de los grandes bancos y de los dueos de las em-presas privatizadas, incluso en tanto toma un rumbo que ha-ce mnimas eventuales prdidas ante la posibilidad de unaalteracin cambiaria (devaluacin). No obstante, correspon-de observar que al mismo tiempo esta alternativa no lograasociar al conjunto del bloque dominante. Los cambios en

    trminos de las relaciones monetarias en el mundo y las de-valuaciones en Brasil han recortado la rentabilidad de losgrupos empresarios con insercin exportadora al tiempoque la depresin del mercado interno, la ausencia de merca-do asociado al gasto pblico y la recesin mundial definenun panorama poco alentador. Si bien la propuesta en cursopretende contener a estos sectores a travs del proceso dedevaluacin inversa y por va de la reduccin del aparatodel estado, lo cual supone la necesidad final de una menor

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    Contexto econmico y poltico en la protesta social

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    presin tributaria, este proceso es demasiado lento o es r-pidamente absorbido por las devaluaciones que viven lospases vecinos, y amenaza con dejar a algunos de los gru-pos empresarios en el camino.

    Como ltimo aspecto a sealar, debe destacarse el pro-

    fundo impacto que en trminos de conflictividad social tie-ne la poltica en curso. En este sentido, el proceso de desle-gitimacin del discursooficial y del gobierno essumamente importante, alpunto que la implementa-cin de la estrategia en vi-gencia ha obligado a undeliberado cierre del fun-cionamiento del estado dederecho por va de un pro-ceso de delegacin de lasprincipales facultades par-

    lamentarias en el Poder Ejecutivo, del supino desconoci-miento de aquellos fallos judiciales que pudieran afectar lacontinuidad de la poltica vigente, y de la detencin y expre-so procesamiento de aquellos dirigentes sociales que preten-dan canalizar el descontento social. Debe consignarse tam-bin que en el contexto mencionado se ha operado un proce-so significativo de movilizacin social en cuestionamientoal rumbo descrito que se ha expresado en todo el pas y conniveles de adhesin sumamente significativos. En algn sen-tido, puede afirmarse que el tipo de conduccin de la crisiseconmica que se adopta traslada la situacin de colapso oruptura que podra darse en los trminos de la actual polti-ca econmica al campo social e institucional.

    El carcter de la crisis y la protesta socialLas diferencias con la situacin de 1989

    Retomamos lo expuesto en los puntos anteriores a efec-tos de caracterizar la particularidad que en trminos polti-cos observa la crisis actual. Esta muestra:

    a. Al igual que en 1982-1989 y 1995, el rgimen de acu-mulacin financiera implantado en 1976 se encuentra al bor-de del colapso o la ruptura. Como ya se explicara, el puntoen comn supone la imposibilidad de seguir financiando por

    medio de la expansin del endeudamiento, y puntualmentede la deuda pblica, la realizacin de ganancias extraordina-rias en moneda dura. Como es lgico, todo punto de rupturasupone la emergencia de conflictos al interior del bloque do-minante cuyas caractersticas y formas de resolucin puedenvariar. Por cierto, estas formas (que determinan cules sonlos intereses que terminan primando al interior de los pode-rosos) no son neutrales respecto a su impacto en trminos demayor regresividad distributiva.

    b. A diferencia de lo ocurrido en 1989, donde el agota-miento del rgimen econmico y las contradicciones queesto supona se resolvieron en el marco de la contienda hi-perinflacionaria, con la apertura de un nuevo contexto inter-nacional que replante las condiciones y permiti la expan-sin del endeudamiento y con la posibilidad de la nueva

    oleada de negocios que expresara el proceso privatizador,hoy, la presente crisis pretende ser conducida por va delsostenimiento de una es-trategia hiper- r e c e s i v a .En este sentido, corres-ponde enfatizar que la re-cesin no es una conse-cuencia no deseada ni unequvoco de la poltica envigencia. Es el objetivode la intervencin enmarcha.

    c. En tanto la caracterstica del rgimen de acumulacinfinanciera consiste en permitir la realizacin de gananciasextraordinarias por parte de la cpula empresarial, el agota-miento de este esquema supone en principio que no toda lacpula podr mantener la realizacin de las mencionadasganancias extraordinarias. En este sentido, debe entenderselo expuesto como la emergencia de una contradiccin al in-terior del bloque dominante. Contradiccin que no es re-suelta por la va de la aplicacin de la poltica en vigencia(dficit cero) ya que son significativos los sectores empre-sariales (no nos referimos a los pequeos sino a los gran-des) que exhiben situaciones de crisis en el presente contex-to. A diferencia de la crisis del 89, donde tambin haba

    una contradiccin en el bloque dominante que opona losintereses de los acreedores extranjeros con los de la cpulaempresarial local, hoy la fractura es ms compleja y se evi-dencia al interior de los propios integrantes de la cpula lo-cal (sta se expresa en el lugar que ocupan hoy dentro de lamisma los consorcios que controlan las reas privatizadas yen la menor presencia que tienen hoy los grupos integrantesde la cpula histrica de la Argentina en el sistema financie-ro). Asimismo, si bien los organismos internacionales y elpropio tesoro norteamericano acompaan la experiencia deldficit cero, la situacin externa revela modificaciones quediferencian seriamente el momento actual del vigente en1989. Por un lado, al observarse un cuadro recesivo que

    afecta a los tres polos del mundo desarrollado (EE.UU.,Unin Europea y Japn) puede presumirse que ingresamosen una etapa de mayor racionamiento crediticio. En estemarco es que deben entenderse las definiciones del TesoroNorteamericano sealando la importancia de asociar lasasistencias financieras a los pases emergentes con condi-ciones de verdadera sustentabilidad (las supuestas propues-tas de reprogramacin). Por lo tanto, de lo que estamos ha-blando es de un mayor racionamiento crediticio asociado a

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    ...corresponde enfatizar que la recesin no es

    una consecuencia no deseada ni un equvoco de

    la poltica en vigencia. Es el objetivo de la

    intervencin en marcha.

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    mayores condicionalidades (por ejemplo: ALCA) que ade-ms, dado el nuevo contexto blico, seguramente incorpo-rarn elementos de carcter poltico y no slo econmico.

    d. A diferencia de lo que ocurra en 1989, se observauna crisis importante en el sistema poltico tradicional. No

    hay hoy una opcin que aparezca recuperando legitimidadplena y concitando las expectativas y la movilizacin delconjunto de los sectores populares como en aquel momen-to ocurriera con el justicialismo. Lejos de ello se observa (ylas recientes elecciones lo demostraron) la ya mencionadacrisis de representacin poltica. En este sentido la coyuntu-ra exhibe los siguientes aspectos:

    Profunda ilegitimidad de las polticas econmicas vi-gentes que se expresaron en el terreno electoral en lacatastrfica performance oficial (la Alianza gobernanteperdi 5.405.022 votos en slo dos aos).

    Crisis del sistema de representacin que se expresapor un lado en la dificultad del principal partido de opo-sicin (el justicialismo) para absorber la prdida de vo-tos del oficialismo quedando incluso por debajo de superformance en las ltimas dos elecciones. Obtuvo1.119.587 votos menos que en 1999, y 440.631 menosque en 1997.

    Crisis que se manifiesta a su vez en la sistemtica ex-pansin que desde 1989 en adelante se observa en la su-matoria de quienes dejan de votar (nuevos ausentes),quienes anulan su voto y quienes votan en blanco. Parael caso del comicio reciente, el total de nuevos votos

    ausentes (3.652.872), de voto nulo (2.358.291) y de vo-tos en blanco (1.512.920), asciende a 7.524.083. Agre-gado ste que representa el principal a nivel nacional,mayor incluso que el obtenido por el partido triunfanteen las elecciones (justicialismo).

    Crisis de representacin que no habla de una partici-pacin escasa de la sociedad, ya que se da en un con-texto de fuerte movilizacin social en repudio a las es-trategias de ajuste vigentes. Debe destacarse que a dife-rencia de lo que ocurra a comienzos de 1990 cuando elparadigma neoliberal apareca como incuestionable,hoy los criterios de bien y de verdad que socialmente lo

    sustentaron estn puestos en crisis.

    Crisis de representacin que se agudiza al observarseque incluso las estructuras polticas tradicionales (radi-calismo y justicialismo) tienden a articular su discursocon los objetivos de las facciones del bloque dominan-te que resultan postergadas en el presente contexto.Cuestin que amerita y justifica el embate y la impor-tancia que ha adoptado el discurso de aquellos sectores

    mas ligados al proyecto actual sobre la necesidad de ba-jar el costo de la poltica y reformarla en profundidad.

    e. A diferencia de lo que ocurra en 1989, la moviliza-cin social se expresa por va de organizaciones que exhibenautonoma respecto a las estructuras polticas tradicionales y

    que adoptan formas novedosas y de mayor radicalidad. Eneste aspecto, merece destacarse especialmente la emergenciade fenmenos sociales en el Gran Buenos Aires (distrito de-cisivo para la gobernabilidad del presente rgimen de domi-nacin) que se canalizan claramente por fuera de las estruc-turas polticas tradicionales y particularmente del PartidoJusticialista y la CGT afn al mismo. Diferencia central res-pecto al contexto del 89, donde el peronismo en su renova-do accionar privatista y desregulador mantena una elevadacapacidad de control sobre el conflicto social. El fenmenode los piquetes de trabajadores desocupados articulado conla resistencia de actores sindicales y sociales que expresan el

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    fenmeno de involucin de las capas medias (docentes, es-tatales, estudiantes, profesores universitarios, pequeos ymedianos empresarios, etc.) y que discuten nuevas formasorgnicas (una nueva Central de Trabajadores, nuevos mo-dos de organizacin gremial y empresarial), as como lacreacin de nuevas experiencias de construccin poltica co-

    mo las impulsadas por el denominado Frente Nacional Con-tra la Pobreza1, son expresin de lo expuesto.

    En suma, las contradicciones vigentes al interior de lossectores dominantes y la evidencia de una mayor capacidadde resistencia (an sectorial y defensiva pero en autonoma)por parte de los sectores populares, configuran un cuadro(novedoso respecto a la crisis del 89) donde lo que se des-pliega es una crisis de hegemona de los sectores dominantes.La conclusin que surge de los elementos considerados esque las condiciones que le permitieron a estos sectores elejercicio hegemnico del poder sobre la sociedad argentinaestn agotadas (se usa aqu la nocin de hegemona remitien-

    do a la idea bsica depoder presentar como natural para eldestino del conjunto el inters proyectado de unos pocos).

    Estas condiciones, que como ya se expresara, se afir-maran durante la primera mitad de los noventa, son las quehan desaparecido. En este nuevo contexto y en un marco dehiper-recesin que potencia la conflictividad es que debepensarse la situacin y la perspectiva de la protesta social enla Argentina. Contexto que define, una vez ms, que el ci-clo largo de reestructuracin poltica, social y econmicaabierto en 1976 no ha logrado consolidarse.

    Los recientes resultados electorales estn lejos de dar

    solucin a esta circunstancia. Ms an, la primera conclu-sin a sacar es que la derrota estrepitosa del partido oficialy la manifiesta crisis de representacin que las urnas evi-denciaran, no hacen ms que profundizar la crisis de lossectores dominantes. En primer lugar, por que ilegitiman elmantenimiento del rumbo actual. En segundo trmino, por-que el partido de oposicin triunfante revela notorias dis-funcionalidades en su discurso y en sus prcticas respecto alas facciones que en el campo dominante conducen hoy elcamino de salida. Lejos de ello, las posturas que enarbola seinscriben en el planteo que vienen efectuando desde hacealgunos aos los grupos exportadores integrantes de la c-pula histrica local. En tercer lugar, porque la fuerza polti-

    ca de la derecha que hasta la eleccin pasada haba logradoubicarse como tercera fuerza nacional, concentrando sucaudal de votos detrs del actual Ministro Cavallo, se en-cuentra diezmada, dispersa y ha sido desplazada en trmi-nos institucionales de dicha posicin.

    En inverso sentido respecto a lo que los datos electora-les suponen para el bloque dominante, la ilegitimacin delrumbo oficial y el cuestionamiento por va del ausentismo,

    el voto nulo y el blanco, de prcticas polticas que han he-cho una rutina del fenmeno del desconocimiento del man-dato, abren un terreno de mayor potencialidad para la afir-macin de nuevas estrategias polticas que pongan en deba-te el modelo vigente. No obstante, y del mismo modo queen el campo de la protesta social emerge como lmite el ca-

    rcter defensivo y sectorializado del cuestionamiento al r-gimen, en el terreno electoral se percibe un elevado nivel defragmentacin en las estrategias que cuestionan el rumboactual y una evidente dificultad para poder encarnar prcti-cas nuevas de construccin capaces de conmover y despla-zar el efecto desaliento que la experiencia Alfonsinista-Pe-ronista-Aliancista impone sobre la conciencia colectiva.

    Por ltimo, los signos manifiestos de ruptura en la hege-mona dominante determinan que cualquier intento de avan-zar en el rumbo vigente sin incluir, por lo menos en parte, lademanda social, obligar a profundizar las restricciones yaexistentes en el estado de derecho y a ilegalizar en mayor

    medida an el conflicto social. Asimismo, dada la ausenciade consenso con eventuales salidas represivas, si la protestasocial logra superar su carcter sectorial y defensivo parapoder presentarse de manera conjunta y como estrategia co-lectiva, la crisis de hegemona puede abrir paso a una crisismayor del bloque dominante (orgnica) que permita alum-brar la afirmacin de una nueva perspectiva en la Argentina.

    Notas

    1 El Frente Nacional Contra la Pobreza se presenta como un

    espacio de confluencia de organizaciones de diverso tipo (so-ciales, sindicales, de derechos humanos, partidarias, eclesia-

    les, culturales, etc.) articuladas en torno a una propuesta que

    ubica como clave principal de la sociedad argentina la proble-mtica de la desocupacin y la pobreza. La confluencia en tor-

    no a una propuesta de resolucin de la crisis que pone en elcentro de la escena la problemtica de la distribucin justa del

    ingreso, que organiza de manera conjunta a sectores sociales ypartidarios y que promueve para el prximo 13 de diciembre

    una consulta popular con el objeto de organizar a la sociedaden torno a dicho objetivo, es una de las caractersticas novedo-

    sas que esta experiencia plantea en el contexto actual.

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    E

    l conflicto social en Argentina ha sufrido,en los ltimos diez aos, una tremendatransformacin cualitativa. Lo que comen-z siendo manifestaciones de protesta es-

    paciadas, localizadas y muchas veces es-pontneas frente a la injusticia de la reestructuracin neoli-beral a comienzos de los aos 90, se convirti, a fines deesa dcada, en una nueva forma de resistencia: el corte deruta (Iigo Carrera y Cotarelo, 2001). Particularmente des-de julio de 2001, la expansin y organizacin de los cortesa nivel nacional se ha desarrollado de forma inversamenteproporcional a la crisis y decadencia del gobierno de de laRa. Nacido en el seno de las polticas de estabilizacin yde ajuste econmico en el contexto de la mundializacin, elcorte se yergue contra la violencia que subyace a la luchapor la estabilidad, cuestionando ya no la viabilidad de di-chas polticas sino la de la sociedad Argentina. El corte

    comparte el significado poltico de las luchas antimundiali-zacin: la reinvencin de la poltica como lucha contra ladesaparicin virtual.

    Reificacin y Anarqua y la produccin deformas de resistencia

    El capitalismo no constituye un orden establecido sinoun conjunto de relaciones sociales anrquicas relativamenteorganizadas. La anarqua del capitalismo se debe a su vio-lencia fundante: la explotacin de los humanos en pos de lareproduccin del capital. La relativa organizacin coadyuvaa negar esta violencia esencial y a reificar a un sujeto cie-go: el capital (Postone, 1996). La valorizacin del capitalno es un proceso econmico racional sino un circuito polti-co de dominacin (Cleaver, 1992) que implica una perma-

    nente lucha por la subsuncin real de la sociedad en el capi-tal (Negri, 1989) y la desmaterializacin (desensualizacin)de nuestra capacidad de actuar y crear en una sustancia ho-mognea llamada trabajo abstracto, que constituye la sustan-cia del valor. La produccin de valor es mediada por formassociales objetivas (polticas, econmicas y sociales) y subje-tivas. El estado, las formas del dinero, las leyes, as como lasidentidades, las organizaciones y estrategias de resistencia,son permanentemente renegociadas en el marco de la luchapor lograr cierto orden que organice la dinmica expansivadel capital. La produccin de formas de la subjetividad so-cial no debe considerarse como externa a la produccin del

    capital, sino inherente a dicho proceso. La valorizacin delcapital y sus transformaciones no afectan a las personas si-no que las constituyen en sujetos sociales. Un ejemplo de es-to es la creacin social de los desocupados en Argentinaen los 90, que constituyen un gran componente cualitativodel corte de ruta (c.f. Iigo Carrera y Cotarelo, 2001).

    Desde esta ptica, la lucha de clases no es simplemen-te una lucha del capital por explotar al trabajo a nivel de la

    El poder de lo irrealizado.El en Argentina

    y el potencial subversivode la mundializacin

    Por Ana C. Dinerstein*

    / Septiembre 2001

    * Politloga, UBA; Doctorado en Sociologa, Warwick. Docente e inves-tigadora en el Departamento de Ciencias y Polticas Sociales, Univer-sidad de Bath, Inglaterra, e-mail: [email protected]

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    produccin, o sobre la distribucin de la riqueza social, si-no una lucha alrededor de la constitucin de las formas deexistencia y resistencia social . Esta lucha es indirecta, me-diada, y aparece bajo la forma de crisis de las mediaciones:de las identidades sociales, de la ideologa, del estado, de laeconoma, de mercado, del poder sindical. Este es el proble-

    ma poltico fundamental del capitalismo: las relaciones deexplotacin y la dominacin son mediadas. Las transforma-ciones de las formas polticas, sociales, econmicas y sub-jetivas que median la produccin y expansin del capital seexpresan a travs de una multiplicidad de (de)reconstruc-ciones incapaces de ser resueltas por medio de polticas uni-dimensionales. Un conflicto social es el lugar de conjun -cin de estas mltiples dimensiones de la lucha por y con-tra determinadas formas de subjetividad social. Un conflic-to social constituye la puerta de acceso (Seoane y Taddei,2000: 61) a unjeroglfico que bien ledopermite captar si-multneamente la dinmica del todo y cada una de las di-mensiones que lo constituyen, para explorar la lgica que

    subyace a la organizacin precaria de la violencia capitalis-ta, en determinado momento histrico.

    De la desaparicin fsica a la desaparicinvirtual: la violencia de la estabilidad

    La novedosa arma del terrorismo de estado fue la desa -paricin fsica, utilizada para liberar al capital del peso ycosto de las utopas revolucionarias latinoamericanas de los

    aos 70. Esta forma directa de desmaterializar al opo-nente, facilit la transformacin del capital tambin en lasformas ms abstractas de todos los tiempos: la fuga de ca-pitales, la destruccin de la capacidad productiva de la in-dustria nacional, la creacin de la deuda externa, la especu-lacin financiera, la toma de crdito ilimitado. As, la invi-sibilidad de los oponentes dio lugar a una ruptura funda-mental hacia la era del abismo, de la intensificacin de lasa bs t ra cc i one s: liquidez, financiarizacin, dficit fiscal,riesgo pas, desempleo encubierto. Dicho proceso de inten-sificacin de los aspectos abstractos del capital fue susten-tado por procesos concretos de explotacin, regresin en ladistribucin del ingreso, traspaso de recursos econmico-

    sociales a nuevos grupos econmicos transnacionalizados,la consecuente generacin de niveles de pobreza, precarie-dad y desempleo inusitados en Argentina.

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    La democracia posibilit la materializacin y visibili-dad de la desaparicin. La accin poltica de los movimien-tos sociales, sindicales y de derechos humanos, como el delasM adres de Plaza de Mayo, ayud a la recuperacin dela c onc rete z de aquello que haba sido forzado a sumergi r-se en un mundo de abstraccin e irrealidad, es decir, la de-

    saparicin fsica, la represin y la pobreza oculta de miles.Sin embargo, la tran sic i n a la democracia desencadenuna multiplicidad de ba-tallas por y contra la cen-tralidad de la praxis fren-te a la del dinero que ad-quiri la forma poltico-d i s c u r s i v o - i d e o l g i c a(mundialmente expandi-da) de poltica versusmercado. Los episodioshiperinflacionarios del89 cristalizaron el punto

    culminante de la o t ra transicin: del terrorismo de estadoal terrorismo del dinero (Marazzi, 1996) y la paulatina le-gitimacin y rutinizacin de este ltimo bajo el cur iosonombre de la estabilidad.

    En los 90, en un contexto mundial ya disutpico, elMememismo se constituy en una nueva forma de organi-zacin de la violencia depredadora del capitalismo, esta vezva incertidumbre e inestabilidad. El control de la hiperin-flacin en 1991, como requisito fundamental para generarprevisibilidad y estabilidad ante las nuevas reglas del mun-do globalizado, fue considerado un milagro. La estabilidadse impuso como metaexplicacin basada en un mito: que el

    control del movimiento del dinero global y el capital nacio-nal constituira el punto de partida para el mejoramiento delpresente con miras a planear el futuro. El plan de converti-bilidad fue el alfiler de seguridad del ajuste salvaje basadoen la privatizacin, descentralizacin, desregulacin, libe-ralizacin, mercantilizacin, flexibilizacin, precarizacin.La lucha institucional por mantener la estabilidad devinoparmetro de regulacin de la vida social (Dinerstein,2001a, 1997).

    El poder poltico del corte de ruta

    Como se sabe, los planes de ajuste y estabilizacin ge-neraron irnicamente formas de inestabilidad, inseguridad eincertidumbre individual y social antes inimaginables enArgentina. El Menemismo legaliz dichas formas, endiosal capital y celebr las ideas del fin de la poltica para dedi-carse a administrar la miseria social inherente a su consoli-dacin. La desaparicin fsica de las personas fue reempla-zada por procesos conducentes a su desaparicin virtual.

    El poder poltico del corte reside en conjurar y exorci-zar cuatro de los mitos ms importantes de la religin Me-nemista (y De la Ruista).

    Primero, el corte muestra que la estabilidad es inestable,violenta, incierta, destructiva. La inestabilidad de la estabili-

    dad no yace en las crisis econmicas sino en la creacin deun presente insoportable y un futuro impensable, por mediode la recreacin constantede la incertidumbre acer-ca de la realizacin mate-rial y espiritual concretade nuestra propia vida. Laimposibilidad potencialde realizacin no es unefecto no deseado de laestabilidad, sino su com-ponente ms importante(no olvidemos que la

    anarqua es el paraso del capital). Las nuevas formas de laresistencia nacidas en el seno de la estabilidad constituyenun lmite a la violencia de la estabilidad basada en la desa-paricin virtual. El corte frena, bloquea, visualiza, materia-liza, limita la inseguridad y la incertidumbre.

    Segundo, la forma fsica y directa del corte cuestiona lanocin de consolidacin de la democracia con exclusin so-cial (Acua, 1994). El fin de los golpes de estado en los 80y 90 en Amrica Latina ha sido logrado por medio de la le-gitimacin del terrorismo del dinero.La democracia es aho-ra un conjunto de reglas que se mantienen no aunque consino gracias a la exclusin social. El corte reinventa las for-

    mas de la poltica, y recoloca la importancia de esta ltimaen el seno de las infinitas abstracciones de la economa y lastambin infinitas conceptualizaciones de la sociologa.

    Tercero, el corte cuestiona la nocin sociolgica de ex -clusin social . El mundo de la subsuncin real, donde elcapital ha devenido la fuerza dominante capaz de determi-nar la forma de la sociedad como un todo (Marx: 1023) yano permite externalidades: la produccin de determinadasformas de existencia humana social ha sido colocada aho -ra en el centro de produccin del capital mismo. La subje-tividad es un aspecto integrado al capital (Aragues, 1995;Dinerstein, 2000). El corte es prueba fehaciente de que el

    capitalismo no se ha vuelto simplemente excluyente, sinoque sta es una metfora desafortunada que describe nuevasformas de subjetividad social producidas al interiordel ca-pitalismo actual, como por ejemplo el desempleo, pero quese han vuelto invisibles para las ciencias sociales en generalque padecen de tremendas dificultades tericas y metodol-gicas para leer la importancia poltica de estas nuevas for-mas que conforman una crtica viviente al capitalismo ac-tual en Argentina.

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    Elcortereinventa las formas de la poltica,

    y recoloca la importancia de esta ltima en

    el seno de las infinitas abstracciones de la

    economa y las tambin infinitas

    conceptualizaciones de la sociologa.

    El poder de lo irrealizado

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    Finalmente, el corte nos permite cuestionar la distin-cin tradicional entre resistencia global y local. Una de lascaractersticas fundamentales de las formas actuales de acu-mulacin del capital a nivel mundial es la intensificacindel desarrollo desparejo de diferentes regiones del mundocuya demarcacin no siempre coincide con los espacios na-cionales. Esta fragmentacin (Houtart, 2001) se combinacon la creciente dificultad de los estados nacionales de im-plementar polticas regionales que homogeneicen dicho de-

    sarrollo desparejo. La importancia de las luchas diversas sedebe a su capacidad de sntesis de una dinmica mundialque articula aspectos concretos y abstractos en una formasocial. Este ltimo punto es importante para ubicar al cortede ruta en Argentina como parte del movimiento de resis-tencia mundial.

    El corte y el movimiento de resistencia contrala mundializacin: el poder de lo irrealizado

    Las polticas de estabilizacin y ajuste econmico enArgentina forman parte de una reestructuracin mundial ca-

    racterizada por la intensificacin de los aspectos abstractosde las relaciones sociales capitalistas por sobre los concre-tos. En este sentido, el corte de ruta comparte algunos ele-mentos con las luchas anti-mundializacin.

    El capitalismo articula aspectos concretos y abstractosde las relaciones sociales fundamentados en la existenciaconcreta y abstracta del trabajo. A partir de los aos 70, hahabido un cambio cualitativo en el mundo capitalista: la in -

    tensificacin de la subsuncin real de la sociedad mundial ala lgica autoexpansiva y anrquica del dinero global don-de nadie est realmente en control.

    Esta intensificacin de los aspectos abstractos sobre losconcretos es un proceso real que ha sido descrito como he-gemona de la dimensin financiera (Ferrer, 1999: 94),creciente inmaterialidad, donde lo abstracto es ms verdadque lo concreto (Negri, 1992: 73), un mundo donde la li-

    quidez ha producido un movimiento en espiral fuera decontrol (Harvey, 1999: 163), un nuevo imperio expansi-vo donde la produccin de valor es inmensurable (Hardt yNegri, 2000), etc.

    Si bien la llamada financiarizacin del capital slo pue-de sostenerse con la explotacin de millones con miras a laobtencin de plusvala absoluta reproduciendo as la socie-dad de clase, la globalizacin no puede ser comprendida so-lamente en trminos de su concretez, es decir, como unaestrategia poltica poderosa (Meiksins Wood, 2000: 112).El reconocimiento de la preeminencia de los aspectos abs-tractos del capital sobre los concretos resulta crucial a la ho-

    ra de analizar los procesos polticos y econmicos, y sobretodo las nuevas formas de la resistencia mundial (Diners-tein y Neary, 2001). Esta nueva forma del capital mundialha tocado el nivel de la subjetividad. Se ha convertido en unimaginario social que articula el nivel subjetivo con el pol-tico de manera tal que el capital parece fluir, escapar, saltaral futuro sin el trabajo, y en donde se ha abierto un abismoentre los sujetos y las fuerzas econmicas. Este imagina-rio real (repito real) tiene fundamento en relaciones socia-

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    les concretas y condiciona enormemente nuestra capacidadde resistencia. Tiene sentido entonces seguir afirmandoque el capitalismo siempre ha sido global, negando as laimportancia de estas caractersticas novedosas en la consti-tucin de la subjetividad social?

    Lo que debemos destacar es, en cambio, la debilidad dela mundializacin, es decir el potencial subversivo de la au-toexpansin del capital en su forma ms abstracta (deudaexterna, crdito, dficit, desempleo). Dicho potencial sub-versivo no proviene de la generacin de un ejrcito de ex-cluidos que, segn los argumentos de la derecha y la iz-quierda reaccionarias, constituyen la fuente potencial de re-clutamiento de la subversin. El poder subversivo de lamundializacin reside en el hecho de que la intensificacinde los aspectos abstractos del capital por sobre los concre -

    tos no significa ni inmaterialidad ni exclusin sino materia -

    lidad vital invisible no realizada.

    El elemento comn presente tanto en Seattle como enChiapas y General Mosconi, todas ellas luchas ruidosas,dramticas, fsicas, congregantes, es que, en tanto (de)re-construyen subjetividad y atentan contra la expansin ilimi-tada del sujeto ciego, abren la posibilidad para reinventar-nos. Cada lucha glocal constituye una pieza importante enel movimiento de resistencia mundial contra la desaparicinvirtual de los humanos en un mundo cada vez ms subordi-nado a los caprichos del dinero global: cada una de estasformas de protesta brindan la posibilidad de realizar, o almenos discutir, las posibilidades de realizacin de lo irrea-lizado.

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    Qu protesta social?

    La protesta social se ha convertido en este l-

    timo tiempo en una referencia constante dela vida poltica argentina. Sin embargo, unopuede encontrar abundante protesta social alo largo de todo el perodo democrtico que

    se inicia en 1983 y, contra lo que a veces suele decirse, demodo creciente en los aos 90. Varios estudios recientes1

    parecen mostrar que en ese perodo se hall una abundantemovilizacin de recursos colectivos que contrasta con la opi-nin generalizada en el tema. Sin embargo, se hall un altogrado de fragmentacin y escasa durabilidad en las protes-tas, lo que parece dar cuenta de la impresin de apoliticidad,escasa participacin y disgregacin de las demandas socia-les, que habitualmente sostienen muchos estudios. La con-

    centracin del reclamo sindicalizado en los gremios de ser-vicios y estatales, su ligazn estrecha con situaciones espe-cficas de desguace del estado y su progresivo debilitamien-to, mostraron como contrapartida un crecimiento de la pro-testa de matriz cvica, con un carcter marcadamente diver-sificado y con rasgos claros de localizacin y singularidad.Por ende, con alta fragmentacin y escasas probabilidadesde construir sujetos unificados de accin de cierta perma-nencia en el tiempo y extensin en el espacio. Esto estcambiando? Consideremos muy brevemente, por mor delespacio disponible, cmo llegamos a la protesta actual.

    Durante la dcada del 90 pueden observarse importan-

    tes transformaciones en la protesta social en Argentina2. Es-pecialmente en lo que se refiere a la mutacin de identida-des clsicas asociadas a la movilizacin social como el sin-

    dicalismo y tambin de manera ms importante la apari-cin de nuevas formas de lucha, nuevos actores y temas in-volucrados en esta forma particular de accin poltica.

    Si se comparan las movilizaciones caractersticas de losaos previos e inmediatamente posteriores a la democrati-zacin en Argentina con las protestas actuales, es sumamen-te difcil negar al menos una serie de caractersticas nove-dosas3: a. en primer lugar, han aumentado y se han diversi-ficado las acciones de protesta en el pas; b. se han multipli-cado las organizaciones de protesta; c. se han modificado

    los temas y demandas que sostienen las organizaciones y lasacciones de protesta; d. han aparecido nuevos formatos deprotesta para soportar dichas acciones.

    Si hasta comienzos de los aos 90 los sindicatos eranpara los gobiernos democrticos la referencia poltica de lalucha social, desde esa fecha surgieron en la escena argen-tina nuevos actores colectivos que desafiaron de modo cre-ciente las polticas del estado.

    Protesta social en laArgentina de 2001:

    entre la normalidady la ruptura

    Por Adrin Scribano* y Federico L. Schuster**

    / Septiembre 2001

    * Profesor titular UNMV y USiglo21 Director del ProyectoEl Tracto -razo: Protesta y Accin Colectiva en el Sur Cordobs .E-mail: [email protected]

    **Profesor Titular UBA, Investigador Instituto Gino Germani (FCS-UBA),Director del ProyectoLas transformaciones de la protesta social en la

    Argentina Contempornea. E-mail: [email protected].

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    Siempre ha habido transformaciones respecto de los ac-tores de la protesta social en la Argentina. Pero, como reglageneral, los sindicatos han sido el centro de la protesta socialdesde principios del siglo XX. Es cierto que muchas vecescomo eje de formaciones ms amplias (las masas popularesdel 17 de octubre de 1945, la resistencia peronista post 55,

    las movilizaciones populares en las principales ciudades ar-gentinas de fines de los 60 y comienzos de los 70, como elCordobazo, el Tucumanazo, etc.). En un menor nivel de ac-ciones sistemticas, y muchas veces acompaando a los sin-dicatos, los estudiantes han sido tambin sujetos de accinpoltica de protesta en varios pasajes del ltimo siglo.

    Quizs una autntica novedad, realmente diversa delresto de la historia de la protesta social en la Argentina, laconstituyan los movimientos de derechos humanos, con lasMadres de Plaza de Mayo a la cabeza, en los reclamos con-tra el genocidio de la dictadura militar iniciada en 1976. Nocabe duda de que estos movimientos (y particularmente las

    Madres) han constituido una impresionante fuente simbli-ca para el desarrollo de los movimientos de protesta poste-riores en la Argentina.

    Pero, aun as, puede decirse que en el primer sexeniodemocrtico de este ltimo perodo post dictadura(19831989) los sindicatos constituyeron el eje de la pro-testa social y la aglutinaron, seguidos por los reclamos anexistentes de los movimientos de derechos humanos. Ya enaquel momento, y ligado a la restauracin democrtica des-pus de un perodo de tan violenta represin y cercenamien-to de los derechos civilespor parte de la dictadura

    ms sangrienta que sufriel pueblo argentino, elgobierno democrtico de-sarroll una poltica tole-rante hacia la protesta, laque, salvo deshonrosasexcepciones, pudo crecercomo una forma de ex-presin de demandas re-lativamente normalizada y tolerada. El perodo culmin conuna crisis hiperinflacionaria que llev al presidente Alfon-sn a adelantar la entrega del poder a su sucesor democrti-camente electo, y con saqueos a varios supermercados4. Sus

    protagonistas constituyen la manifestacin embrionaria deun actor social y poltico de nuestros das, los sectores msperjudicados de la Argentina neoliberal: los desafiliados5.

    Los aos 90 (la dcada del presidente Menem) conti-nuaron y profundizaron la crisis. Una primavera econmicaproducida por el dinero de las privatizaciones de empresaspblicas ocult parcialmente el enorme efecto de desocupa-cin que se iba produciendo. Si bien varios sindicatos de

    trabajadores del estado manifestaron fuertemente su oposi-cin al modelo en los tempranos 90 y fueron sujetos acti-vos de la protesta social durante la primera mitad de esa d-cada, no pudieron poner en jaque a la poltica privatizadoray fueron vistos por amplios sectores de la opinin pblicacomo protagonistas melanclicos de una Argentina del pa-

    sado. Sin embargo, no hizo falta mucho tiempo para que lacrisis mostrara sus nuevos rostros: la altsima concentracinde la riqueza y la desocupacin. Los ndices de esta ltimatreparon a cifras inditas para el pas. Superaron los dos d-gitos largamente y, hasta hoy, se mantuvieron siempre muyaltos. Millones de argentinos sufrieron la precarizacin la-boral y el empobrecimiento sistemtico. Con ello, tambinla prdida de la contencin sindical que la situacin laboralregular supone. Desafiliados de las redes sociales y polti-cas sistemticas, de a poco fueron emergiendo como un ac-tor de potencialidad poltica. Primero no tuvieron rostro, ra-cionalidad ni capacidad intencional en la ficcin de muchospolticos y analistas. Se habl del riesgo de un estallido so -

    cial. Pero apenas promediaba la dcada cuando la protestasocial de los desafiliados adquiri rostros y subjetividad.Lugar desde donde apareci con fuerza la problemtica dela visibilidad social de los actores que emerga en relacincon el de la constitucin identitaria de los actores colectivosde las aludidas protestas. La lucha por la definicin del sen-tido es una de las caractersticas de los cortes de ruta o, pa-ra ser precisos, existe en la constitucin de dichas accionescolectivas el inters por la definicin del sentido socialmen-te vlido6. Rara vez aislada, en general apareci ligada aprotestas de trabajadores ocupados (estatales, docentes, mu-

    chas veces). Desde el in-terior de la provincia del

    Neuqun (Cutral-C, Pla-za Huincul) alcanz im-pacto regional y trascen-dencia nacional. Fue,ahora s, duramente repri-mida, y una mujer (Tere-sa Rodrguez) muri al-canzada por las balas. Pe-ro la semilla prendi. Es-

    tatales y desocupados del norte argentino (Salta y Jujuy) seiran sumando, siempre con la misma modalidad de accin:el corte de ruta. Bajo el modelo de los piquetes de huelga,muchos desocupados y estatales de diversas regiones de la

    Argentina impedan el paso de vehculos en las rutas. Ya nollevaban el nombre de ninguna rama industrial o de servi-cios. Eran las huellas trgicas de una Argentina indita: conaltsima desocupacin y desigualdad social. Se llamaronpi -queteros yfogoneros7 y constituiran una expresin centralde la protesta social en la Argentina de la segunda mitad delos 908.

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    Eran las huellas trgicas de una Argentinaindita: con altsima desocupacin y

    desigualdad social. Se llamaron piqueteros

    y fogonerosy constituiran una expresin

    central de la protesta social en la Argentina

    de la segunda mitad de los 90.

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    Cmo estamos hoy?

    A nadie se le escapa que desde finales de 1999 hasta lafecha se han constatado varios fenmenos convergentes enrelacin con la protesta social en nuestro pas. Entre los mssobresalientes se puede mencionar: a. existe un aumentoprogresivo y constante del nmero de protestas sociales; b.

    los actores que participaban en los cortes de ruta han cons-tituido una organizacin nacional de piqueteros; c. se visua-lizan algunas convergencias tcticas de diversos grupos enmovilizaciones y demandas comunes; d. se puede observaruna lnea de parcial convergencia discursiva entre los queprotestan en Argentina, la accin colectiva global y sectoresde la opinin publica respecto de la mundializacin, el glo-balismo neoliberal como ideologa planetarizada, y el rol delos organismos internacionales de crdito.

    El ciclo de protesta9 que vive la Argentina actualmentees el ms importante de todos los acontecidos desde 1983,por la cantidad de protestas, la expansin territorial de las

    mismas y la cantidad y variedad de sujetos involucrados.Asimismo, resulta de inters notar que quizs este ciclomarca una nueva etapa de las protestas en el pas. En efec-to, por primera vez aparecen dos factores que permiten ava-lar esta hiptesis:

    a. Los sectores ligados a la desocupacin, la subocupa-cin, el trabajo precario, que surgieron como actores de laprotesta hacia mediados de la dcada anterior, muestran por

    primera vez formas de organizacin sistemtica y consoli-dacin como movimiento social.

    b. Los sectores sindicales (fragmentados, es cierto) hanrecuperado su protagonismo en la protesta social.

    Esto marca la apertura de una etapa cuyo desenvolvi-miento es por ahora difcil de prever. Lo dicho no significaque haya un actor nico homogneo. Por el contrario, si ana-lizamos la protesta actual, veremos una gran diversidad deactores con demandas heterogneas: los desocupados con sudesafiliacin, los empleados pblicos con sus ajustes en cier-nes (entre ellos, los docentes con sus especificidades), los tra-bajadores de empresas privatizadas con sus crisis abiertas(entre las que resalta el conflicto de Aerolneas Argentinas),los pequeos propietarios urbanos y rurales con sus deudas ehipotecas. Aellos se suman diariamente otros sujetos con re-clamos puntuales, quienes conforman las series de protestascontinuas en las grandes ciudades argentinas, ms all de los

    ciclos de protesta mencionados. Esta diversidad es normal entoda protesta y se la puede reconocer incluso en grandes mo-vimientos revolucionarios de la historia universal. De modotal, que la diversidad no es necesariamente un obstculo pa-ra la conformacin de un movimiento. Como se dijo, la cues-tin a determinar es el grado de articulacin que alcancen lasredes de protestas10 actualmente en curso.

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    Protesta social en la Argentina de 2001

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    Los fenmenos que estamos describiendo y caracteri-zando adquieren mayor sentido si se repara en la trama deredes de conflictos que ellos implican. Los conflictos alcan-zan tanto a las esferas poltica y econmica como a la so-cial. Slo para mencionar los ms relevantes se pueden con-signar los siguientes:

    En lo poltico: a. disolucin creciente de las mediacio-nes polticas institucionales que se apoyaban en los partidostradicionales; b. prdida de legitimidad discursiva del go-bierno del presidente de la Ra; c. crisis de la Alianza degobierno; d. la fragmentacin y disputa en la oposicin, seaen el Justicialismo como en otros partidos; e. el aumento dela visibilidad pblica de la corrupcin evidenciada desde elarresto del ex Presidente Carlos Menem hasta las denunciasde la diputada oficialista disidente Elisa Carri.

    En lo econmico: a. la persistencia y aumento del im-pacto de la recesin; b. incremento del desempleo; c. profun-

    dizacin de la precariedad laboral; d. disminucin del con-sumo; e. desconfianza generalizada en la capacidad del go-bierno de manejar los problemas econmicos; f. una serie defenmenos micro y macro, financieros y productivos desen-cadenados por los fracasos de las iniciativas del Ministeriode Economa, desde el blindaje hasta el plan de dficit cero 11.

    En lo social: a. aumento de la inseguridad y la delin-cuencia; b. cambios en las redes informales de solidaridadque se haban tejido bajo la aplicacin de las polticas socia-les del gobierno anterior; c. profundizacin de la percepcinrespecto del aumento de la pobreza y procesos de empobre-cimiento; d. deterioro progresivo de obras y servicios socia-

    les; e. aparicin de modos de auto-percepcin social e indi-vidual que conducen a una precariedad social caracteri-zada por estar y no estar en la sociedad; es decir, ser ciuda-dano por un tiempo, pero no saber si eso continuar.

    Luego de esta rpida visin del presente emerge una se-rie de preguntas obvias:

    Cambiar algo en el escenario actual? Se mantendrel actual nivel de protestas (alto pero limitado en efec-tos)? Las protestas conducirn a una salida? Pueden

    convivir tanto conflicto y tan poco orden?

    De sntomas, mensajes y ausencias

    Como resulta obvio, no es posible contestar una a unalas preguntas formuladas en el espacio del que disponemos,por lo que nos ocuparemos de forma general en la propues-ta de algunas lneas de interpretacin al respecto.

    Las protestas como sntomas de los conflictos nos con-ducen a pensar en, al menos, las siguientes interpretaciones:

    a. Se est consolidando una grieta en la estructuracinsocial por donde se constata que la legitimacin polticaprocesual ya no puede metamorfosear lo que hay de intere-ses econmicos en la poltica de los partidos.

    b. Se percibe el afianzamiento de la disolucin de losmodos de representacin social, gremial y corporativa.

    c. Se ha vuelto cada vez ms evidente que los planes deestabilizacin aplicados desde la poltica del ministro de laltima dictadura, Jos Alfredo Martnez de Hoz, hasta la ac-tual versin aliancista del ministro Domingo F. Cavallo12,han generado la identificacin por parte de la gente del neo-

    liberalismo como ideologa de la legitimacin.

    En tanto mensajes, las protestas permiten centrar la mi-rada en los siguientes puntos problemticos, como formasque marcan los lmites de compatibilidad sistmica:

    a. Se han vuelto ineficientes los mecanismos institucio-nalizados de resolucin de conflictos, dejando paso a la po-sibilidad de mayor violencia y represin social.

    b. Existe un proceso prolongado de cambios en las re-glas de inclusin social que generan nuevas y fugaces iden-tidades sociales.

    c. Se ha abierto y expandido la constitucin de espaciospblicos de encuentro que involucran cambios en la consi-deracin social de la definicin de la poltica.

    Las protestas sociales tambin permiten identificar au-sencias que sealan los momentos en los cuales el sistemano se sutura, donde no alcanza el cemento que ligaba hastahoy a la sociedad:

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    a. En el marco de lo ya expuesto las protestas socialesindican la ausencia de un mecanismo de sntesis social quepuede devenir en fragmentacin y feudalizacin de lapolis.

    b. Del mismo modo, permiten advertir sobre la incapa-cidad de los grupos y/o alianzas de grupos de establecer un

    discurso hegemnico.

    c. Por otro lado, las protestas dejan ver que los antago-nistas, los centros de poder y los recursos por los cuales seentra en contienda se hanmultiplicado y traspasanel territorio nacional.

    La protesta social esun fenmeno planetario,hay protestas sociales encasi todos los pases delmundo. Esto se debe a

    que ningn sistema polti-co agota en su representa-cin todos los intereses sociales, los que, por otra parte,tampoco estn dados de una vez y para siempre como unconjunto completo, sino que se construyen y amplan todoel tiempo. As se ve incluso en sociedades opulentas (las eu-ropeas o la norteamericana), donde muchos suponen que nohay protestas, porque la mayora de la poblacin logra sa-tisfacer sus necesidades bsicas ampliamente.

    Esto es, siempre hubo, hay y habr intereses, necesida-des y concepciones distintas y confrontadas respecto de lavida social entre miembros diversos de una sociedad. Dicho

    de otro modo, el mundo social no habr de ser nunca un to-do homogneo, armnico y de suyo completo.

    Pero resultar claro que cuando las necesidades bsicasde amplios sectores sociales estn puestas en cuestin, ladesigualdad social aumenta a niveles inditos, el sistemapoltico se vuelve incapaz de dar respuestas mnimas a losreclamos sociales y, como sucede en nuestro medio, la pro-testa se intensifica. Esto se da particularmente en socieda-des que han conocido un grado de desarrollo capitalista re-lativo y donde los sujetos han pasado de una condicinobrera estable a una inmensa precarizacin laboral y social.

    Al respecto, sin embargo, es interesante resaltar que laprotesta no supone un sujeto nico y homogneo. Esto es,cuando en un momento en una sociedad (como hoy en lanuestra) se producen muchas protestas al mismo tiempo,ello no significa necesariamente que exista un gran movi-miento social uniforme detrs de todas ellas. Ms bien lousual es que haya diversos movimientos de protesta alenta-dos, cada uno de ellos, por el desarrollo de los dems. Deall a que esos movimientos se articulen, se pongan de

    acuerdo, diseen estrategias de accin conjunta hay un pa-so, y por cierto no pequeo. Cuando ello ocurre, cuando losmltiples movimientos de protesta se articulan y forman ungran movimiento, recin entonces conforman un desafopoltico de gran alcance.

    Ahora bien, qu significa todo lo afirmado hasta aqu enrelacin con el futuro de la sociedad argentina? Puede espe-rarse algn cambio? Acaso nada pasar? Creemos que esta-mos en presencia del desarrollo de importantes cambios. Para

    percibirlos como tales hayque desplazar la miradams all de lo meramentecoyuntural, epifenomni-co y superestructural.

    Lo fundamental quesealan las protestas socia-les es que cada vez ms in-

    dividuos y grupos socialesse percatan de que la

    emancipacin es una meta y que puede alcanzarse si se luchapor ausentar ausencias, esto es, por refundar los espacios po-lticos hoy rotos en una nueva construccin de subjetividad.Esta construccin es posible, en la medida en que los espaciosde la protesta fortalezcan las redes de accin y produzcan en suinterior la demanda de una nueva representatividad poltica.

    La protesta social es un modo de ruptura del orden so-cial regular, pero al mismo tiempo puede convertirse en unmodo cuasi normal de la prctica poltica en los mrgenesdel sistema poltico. En esa cornisa entre la normalidad y la

    ruptura camina hoy la protesta social. En su propia apari-cin hay algo que cambia. Cunto de nuestra sociedadcambiar a partir de la protesta? El aumento de los mecanis-mos de control, a partir de la actual coyuntura internacional,puede ser un factor que aumente las condiciones para la re-presin de las protestas, sumado esto a la preocupacin quecada tanto afecta a la clase dominante respecto del desarro-llo creciente de la protesta. En estas condiciones, prevale-cern los aspectos de normalidad de la protesta social o, porel contrario, su potencialidad de ruptura encaminar a la Ar-gentina hacia un nuevo escenario social y/o poltico?

    Slo la historia futura, en su contingencia, nos permiti-

    r conocer la respuesta a estas preguntas.

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    Protesta social en la Argentina de 2001

    / Septiembre 2001

    Existe un proceso prolongado de

    cambios en las reglas de inclusin social

    que generan nuevas y fugaces

    identidades sociales.

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    Notas

    1 Vase por ejemplo Scribano, 1999; Schuster, 1997, 1999;Schuster y Pereyra, 2001; PIMSA 1997, 1998, 1999 y 2000;OSAL, 2000a, 2000b, 2001a, 2001b.

    2 Seguimos en esta caracterizacin a Schuster y Pereyra, 2001.

    3 Si bien se reconoce alguna dificultad para la caracterizacin de

    novedosas de las prcticas a las que se aluden, el espacio delque se dispone impide una discusin adecuada de la temtica.

    4 Ms all de la posible discusin terica si a los saqueos selos pueda considerar o no protestas.

    5 Intentamos jugar aqu con la expresin poltico partidaria

    argentina de los que no pertenecen ms, de los que no estn

    ms en padrn, aquellos que son puestos fuera.6 Para la relacin entre identidad personal e identidad colec-

    tiva vase Melucci 1996.

    7 Los piqueteros sostienen el corte de ruta, los fogoneros la

    participacin popular.

    8 Sobre cortes de ruta vase Scribano 1998,1999, 2000.

    9 El concepto de ciclo de protesta remite a una modalidad quesuele tener la protesta social, la que suele incluir perodos de

    creciente en el nmero e intensidad de las protestas y otros debajante. Vase al respecto, Tarrow, 1997.

    10 El concepto de redes de protesta indica una funcin que

    permite vincular acontecimientos de protesta diversos en vir-tud de sus parecidos de familia. Dicho vnculo se sita tanto

    en una dimensin sincrnica, en la medida en que pueda de-tectarse una confluencia significativa de acontecimientos, co-

    mo en una diacrnica en virtud de la correspondencia entredistintas protestas situadas en un eje histrico. Al respecto

    vase Pelacoff, J. y Pereyra, S., 1999.

    11 Desde comienzos del ao 2001, y a travs de la gestin de

    tres ministros de Economa sucesivos, el gobierno argentinodesarroll diversas estrategias financieras para intentar hacer

    frente a una crisis monumental. El blindaje fue un intento porgarantizar la solvencia del Estado, a travs de fondos de ga-

    ranta otorgados por organismos internacionales. Ms tarde seintentara un canje de bonos de deuda a corto plazo por otros

    a ms largo plazo (megacanje) y finalmente una poltica derecorte de gastos en el Estado (dficit cero).

    12 El actual Ministro de Economa del gobierno de la Alian-

    za fue tambin Ministro del anterior Presidente, el justicialis-ta Carlos Menem, durante varios aos y es el autor del Plan

    de Convertibilidad del Peso argentino con el Dlar america-

    no, an en vigencia.

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    En las ltimas dcadas hemos presenciadocambios importantes en las formas queasume la protesta social en la Argentina encorrespondencia con las transformacionesque tuvieron lugar en las condiciones de

    estructuracin de las clases subalternas.

    En la historia de las luchas sociales en el pas, fue elconflicto laboral el que desempe tradicionalmente un pa-pel destacado. Recordemos que, a diferencia de la gran ma-yora de los pases de Amrica Latina, el mercado de traba-

    jo en la Argentina se caracteriz por sus bajas tasas de de-sempleo. Este fue sin duda uno de los factores estructuralesdecisivos para que se constituyera, durante la primera mitaddel siglo pasado, un movimiento obrero con organizacionespoderosas que pudieron encontrar en la huelga un instru-mento altamente eficaz a la hora de luchar por sus intereses.En correspondencia con la composicin del actor colectivoque la instrumentaba, el conflicto laboral se localizaba as enforma dominante en las provincias del polo industrial tradi-cional, en el sector privado, y en particular en la industria.

    En tales circunstancias, y a pesar de los sucesivos im-pedimentos, las organizaciones de la clase obrera se consti-tuan una y otra vez como un factor poltico decisivo. A laeliminacin de este obstculo apunt de manera casi ex-plcita la ltima dictadura militar, cuya poltica hizo explo-

    tar este mecanismo a travs de la desindustrializacin, aun-que ello no signific un aumento significativo e inmediatode la tasa de desocupacin. As, durante el gobierno consti-

    tucional que sigui a la dictadura y ante la crisis interna delPartido Justicialista, el sindicalismo volvi a constituirsecomo un actor poltico relevante. Hasta fines de la dcadadel ochenta los niveles de conflictividad laboral se mantu-vieron relativamente altos con la utilizacin de la huelga,nuevamente, como el instrumento de lucha sustantivo(Palomino, 1987; Mcguire, 1991).

    Durante el primer tramo de la gestin menemista seproducen dos marcas significativas en relacin a los nivelesde conflictividad laboral de la dcada anterior: si en el pri-mer ao se alcanza un pico que los supera ampliamente, en-tre 1991 y 1993 los registros se ubican sistemticamentepor debajo de aquellos. Al margen de los factores ms co-yunturales que pudieron contribuir a esta cada (tales comolos episodios hiperinflacionarios de 1989 y 1990, o el im-pacto de las radicales polticas de reforma implementadas

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    Una aproximacin almovimiento de desocupados

    en el marco de lastransformaciones de laclase obrera en Argentina

    Por Vernica Maceira* y Ricardo Spaltenberg**

    * Sociloga. Miembro del Instituto de Investigaciones Gino Germani dela Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

    **Socilogo. Miembro del Instituto de Investigaciones Gino Germani dela Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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    por el gobierno justicialista), la retraccin del conflicto la-boral expres entonces transformaciones de ms largo pla-zo, que a su vez configuraron los rasgos que asume el con-flicto laboral hasta el presente (Spaltenberg, 1996).

    Al respecto, es necesario apuntar algunos elementos.

    En primer lugar, como decantacin del proceso de desin-dustrializacin que se inicia durante la dictadura, se venaverificando ya una soste-nida disminucin del pe-so relativo de los conflic-tos sindicales de la indus-tria en particular y delsector privado en general.En segundo lugar, la ca-da del nivel del conflictolaboral se relaciona es-trictamente y en formainversa con el aumento

    de la desocupacin, cuya tasa ya duplicaba en ese entonceslas tasas imperantes hasta la dcada del setenta. Por ltimo,el cambio sectorial de los conflictos, sumado a la crisis delos estados provinciales, tuvo su correlato en el mayor pro-tagonismo que fueron tomando los trabajadores estatales yen el consecuente desplazamiento de la mayor intensidaddel conflicto hacia el interior del pas.

    Junto con los sujetos tambin se fueron transformandolas formas de lucha. En efecto, a partir de 1991 y hasta elpresente se evidencia un paulatino avance en la utilizacinde instrumentos de lucha demostrativos, ya sea acompaan-do a la huelga o con independencia de ella. Ante las crecien-

    tes restricciones para apelar a medidas de fuerza con inte-rrupcin del vnculo de trabajo, la expresin del conflictotiende a salirse del mbito laboral para realizarse en territo-rios ms favorables.

    El ao 1994 signific un punto de inflexin en el proce-so de las luchas sociales. Pero este ascenso no estuvo ligadoexclusivamente al conflicto estrictamente laboral, que novolvi a alcanzar la intensidad caracterstica de las dcadasanteriores (Spaltenberg, 1996; Iigo Carrera y Cotarelo,2000; Iacona y Prez, 1999-2002). En el marco de los nive-les inditos alcanzados por la desocupacin abierta y la su-bocupacin, el rasgo novedoso del perodo que se inicia es

    la incorporacin de aqu en ms de otro protagonista, los de-socupados, utilizando centralmente el corte de ruta comoforma de lucha. Ciertamente el corte de ruta no ha sido deuso exclusivo de los desocupados, pero la particularidad eneste caso es que se trata de la nica medida de fuerza a sudisposicin, y del instrumento de lucha que les permite ins-talarse en la escena nacional. La recurrencia de este tipo deprotesta, en un inicio geogrficamente acotada, estuvo sinduda en la base del desarrollo de programas de empleo. A

    partir de entonces, las sucesivas protestas de los desocupa-dos se extienden por todo el interior del pas, vinculndoseen trminos generales a la demanda de continuidad o expan-sin de dichos planes.

    En el ltimo ao observamos un nuevo hito en el plano

    del conflicto social: a travs de la realizacin de dos asam-bleas y planes de accin de alcance nacional, el movimien-to de desocupados lograinstalarse como un actorcolectivo en ese plano. Ylo hace de la mano de lafuerte activacin de laprotesta en el conurbanobonaerense. En ese senti-do, la maduracin de lasexperiencias de organiza-cin y de lucha en esa re-gin parecen haber signi-

    ficado un impulso poltico decisivo para la conformacindel movimiento como actor nacional.

    La protesta vuelve entonces a instalarse con fuerza tam-bin en el otrora centro productivo sin abandonar la perife-ria, hacia la que se haba desplazado en los noventa. Pero yano es a travs de aquel movimiento obrero que tena en losmetalrgicos su punta de lanza. Su imagen es ahora la deuna multitud marchando desde los barrios ms humildes delconurbano hacia la Capital Federal. Pero qu es, social-mente, esta multitud?

    Elementos para una caracterizacin social

    Los medios masivos de comunicacin los presentaroncomo los pobres y excluidos. Esta representacin plana dela exclusin es alimentada no slo en los medios sinotambin en parte de la produccin acadmica local, espe-cialmente en aqulla que se ha centrado en el estudio foca-lizado de la pobreza, dejando de lado el carcter social dequienes la padecen y de quienes la producen. Nuestra hip-tesis es que esta presentacin de la pobreza deja en pe-numbras a las lneas de continuidad entre las experienciasde clase de quienes actualmente son presentados como mar-ginales y el conjunto de los trabajadores del pas, contribu-

    yendo en esa direccin, a fortalecer una imagen de frag-mentacin creciente al interior de las clases subalternas.

    Se torna as relevante conocer si los participantes delmovimiento de desocupados y en general, los asistidos porplanes gubernamentales de empleo, pueden ser caracteriza-dos como poblacin marginal o si, por el contrario, sus histo-rias laborales personales y/o familiares permiten indicar supertenencia a fracciones obreras anteriormente incorporadas

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    ...el corte de ruta no ha sido de uso

    exclusivo de los desocupados, pero la

    particularidad en este caso es que se trata de

    la nica medida de fuerza a su disposicin,

    y del instrumento de lucha que les permite

    instalarse en la escena nacional.

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    a la produccin. La importancia de un acercamiento de rigora la caracterizacin del movimiento de desocupados no sefunda sin embargo en un inters exclusivamente acadmico.Por el contrario, entendemos que la misma puede fortalecer alos actores directamente involucrados a la hora de la cons-truccin y la reflexin sobre su accin corporativa y poltica.

    Avanzaremos en algunas respuestas a estas preguntas apartir de los resultados preliminares de un estudio realizadoespecficamente en el partido de La Matanza1.

    En base a este trabajo podemos concluir que una parte im-portante de los varones participantes y beneficiarios de planesde empleo, en particular los mayores de treinta aos2, son tra-bajadores que han sido asalariados, y si bien no han estadoocupados en los sectores ms dinmicos ni en puestos de altascalificaciones, no pueden ser considerados marginales. Por elcontrario, muestran trayectorias laborales anteriores estables,con rasgos compartidos ampliamente por la clase obrera de la

    regin. Asimismo, el conjunto presentaba, cuando ocupados,una alta tasa de sindicalizacin como tendencia firme a lo lar-go de sus vidas laborales, aunque mayormente sin participa-cin gremial activa. Estos elementos, que tambin caracterizanla cultura sindical dominante, revelan en principio una expe-riencia previa que los predispondra a encuadrarse en organi-zaciones que representen sus intereses econmicos inmediatos.Junto a ellos se encuentran jvenes3 con escasa insercin esta-ble anterior, mayormente sin experiencias significativas comotrabajadores fabriles y sin tradicin de encuadre sindical.

    Entre los desocupados jefes de hogar encontramos pre-dominantemente ex-obreros fabriles, y se hacen presentes,

    complementariamente, trabajadores de la limpieza no do-mstica y algunos empleados del comercio de alimentos.No forman parte de este universo los trabajadores de cuelloblanco. Los desocupados fabriles han estado empleados en

    mayor medida en las ramas consideradas tpicamente de laprimera sustitucin (intensivas en mano de obra y pro-ductoras de bienes salario, con preeminencia de alimen-tos y textiles) y ocuparon, en menor medida, puestos en laindustria metalrgica, del papel, del cuero y las telecomuni-caciones, ramas que tuvieron su momento de expansin en

    perodos relativamente posteriores a las ya mencionadas.Estos hombres han desarrollado la mayor parte de su vidalaboral en condiciones que suponan la experiencia de coo-peracin prolongada entre muchos trabajadores: las trescuartas partes del universo han trabajado en establecimien-tos medianos y grandes. Asimismo, en sus ocupaciones an-teriores la mayora ha alcanzado como mximo un nivel decalificacin operativa, mientras que una cuarta parte ha rea-lizado, en lo sustantivo, tareas no calificadas.

    Sin embargo, y ste es un elemento relevante, inclusoentre los mayores de treinta aos con trayectorias laboralesestables, el lapso de tiempo que media desde el quiebre de

    sus trayectorias hasta el presente es relativamente prolonga-do. Podemos estimar que en casi la totalidad de los jefes dehogar, este punto de inflexin ha sido hace ms de dos aos,con un promedio de cuatro aos y llegando hasta ocho ydiez aos en trabajadores de ms edad. En esa direccin, ca-be entonces la pregunta de qu significa esta extensin tem-poral, tanto en trminos de sus trayectorias como, en otronivel, en trminos de la formacin de la clase obrera.

    En trminos de las trayectorias laborales entendemosque, para los mayores de treinta aos, esta extensin tempo-ral es indicativa de que la discontinuidad de su insercin co-mo ocupados estables tiende a asumir un carcter irreversi-

    ble. Por lo menos para una parte de los menores de treintaaos, esto significa que difcilmente compartan las experien-cias de clase que, en generaciones anteriores, fueron consti-tutivas de la fraccin social de la que ellos mismos proceden.

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    Una aproximacin al movimiento de desoculpados

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    En trminos de la formacin de la clase, no podemosadelantar conclusiones que mereceran una investigacin demayor aliento. Sin embargo, en tanto la informacin con-textual sobre el mercado de trabajo no seala otra cosa, loselementos apuntados son indicativos no slo de cambiosbiogrficos sino de la transformacin histrica de los espa-

    cios sociales que estos hombres personificaban. Lo obser-vado supone, en primer lugar, la destruccin del conjuntode relaciones sociales en que estos trabajadores estaban in-volucrados: relaciones de explotacin de las que eran obje-to por parte del capital y relaciones sociales de cooperacincon otros trabajadores en la que entraban forzosamente co-mo consecuencia de su relacin con el capital. Esto signifi-ca la destruccin de fuerzas productivas y la transformacinsocial de parte de una clase.

    En este marco, cabe tambin preguntarse cmo ha ope-rado este proceso en trminos de la constitucin subjetivade este sector. No podemos avanzar aqu en forma conclu-

    siva en esta compleja pregunta pero quisiramos adelantaralgunos elementos en estrecha vinculacin con el orden deproblemas ya planteados.

    En primer lugar, podemos decir que nuestros entrevista-dos consideran que comparten su suerte con el resto de losdesocupados y en ese sentido orientan su accin. No slo msde dos tercios estn organizados territorialmente, participande las reuniones de desocupados aunque sea pocas veces, yreivindican el papel de las organizaciones de desocupados enla distribucin de los planes de empleo, sino que un porcen-taje an mayor estara de acuerdo con que se forme un sindi-cato de desocupados y se afiliara al mismo, y el 100% parti-

    cipa de las acciones de lucha llevadas a cabo, en especial delos sucesivos cortes de ruta (contrastando con sus pobres ni-veles de participacin gremial activa anteriores).

    Se ha argumentado reiteradamente que los procesos deheterogeneizacin de los trabajadores suponen una diferen-ciacin de sus intereses inmediatos con la consiguiente di-ficultad para estructurar actores colectivos que sostengansus demandas tanto cor-porativamente como atravs de la intervencinplenamente poltica. Des-de la perspectiva subjeti-

    va de parte de los desocu-pados de La Matanza, lasdistintas relaciones en lasque estn involucradoscomienzan a suponertambin una diferencia-cin de intereses con respecto a los trabajadores ocupados.Sin embargo, y sta es una observacin que estimamos re